Entrevistas
“Soy incapaz de construirme como antropóloga”: Entrevista a la profesora-artista honorable Giselda Hernández Ramírez
“I Am Unable to Build Myself as an Anthropologist”: Interview with the Honorable Teacher-Artist Giselda Hernández Ramírez
“Soy incapaz de construirme como antropóloga”: Entrevista a la profesora-artista honorable Giselda Hernández Ramírez
ESCENA. Revista de las artes, vol. 83, núm. 2, pp. 361-372, 2024
Universidad de Costa Rica
Recepción: 14 Julio 2023
Aprobación: 04 Octubre 2023
La apertura y sostenimiento de la Maestría en Procesos Formativos de la Enseñanza de las Artes, en la Universidad de las Artes (ISA) de Cuba, ha sido uno de los acontecimientos más trascendentales para el campo artístico-pedagógico2 en la isla caribeña desde inicios de la década del 2010. Algunos de los cursos que contempla son: Procesos grupales, Teoría y producción de textos científicos, Teoría y teóricos de la Enseñanza Artística, Sicología del desarrollo, Metodología de la investigación aplicada a la Enseñanza Artística, Didáctica aplicada a las prácticas artísticas, Procesos curriculares de la Enseñanza Artística y Antropología de la Educación. De esta manera, artistas y profesores-artistas se han especializado profesionalmente a partir de las complejidades derivadas del enseñar-aprender las artes. Su estudio permite profundizar los fundamentos teóricos y metodológicos de los enfoques psicopedagógicos aplicables a la enseñanza musical, danzaria, teatral y de las artes visuales.
El antecedente de esta Maestría fue el Diplomado en Pedagogía y Psicología del Arte, el cual mereció un premio por la Oficina Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Fue el resultado del trabajo del departamento de Pedagogía-Psicología de la Universidad de las Artes (ISA), en coordinación con sus Facultades de Música, Arte Danzario, Artes Visuales y Arte Teatral3. Desde su primera edición en el año 2011, cuenta con un claustro estable, conformado por doctores y másteres en ciencias, activos tanto en la docencia como en la investigación. Así es como ha garantizado el elevado nivel científico en sus resultados. Por la profusión de conocimientos y la responsabilidad que asumen desde el deber ser, la mayoría de los profesores llegan a convertirse en verdaderos hitos para los maestrandos, en relación con las inquietudes artísticas y pedagógicas que poseen. A estos maestros se les puede caracterizar como memorables (Porta et al., 2017); es decir, son distinguidos por sus prácticas pedagógicas, tanto por estudiantes como por el resto de su comunidad académica.
La entrevista contenida en este trabajo forma parte de un conjunto de reflexiones trasladadas al lenguaje escrito, a partir de encuentros que se sostuvieron con profesores-artistas memorables. A continuación, pueden leerse de manera íntegra los aportes de una maestra controvertida por la resuelta valentía mediante la cual asume sus posicionamientos frente a los más complejos procesos culturales.
Giselda Emérita Hernández Ramírez (Villa Clara, Cuba, 1963) es Doctora en Ciencias sobre Arte por el ISA. Es profesora de Antropología de la Danza, Antropología de la Educación y Metodología de la Investigación en el campo artístico. También es profesora titular e investigadora agregada. Ha impartido Didáctica de la música e Historia de la música, además de posgrados sobre Arqueomusicología y Antropología del cuerpo.
Con regularidad, Hernández conforma tribunales de doctorados tanto en Cuba como en la Universidad de Jaén, España. Ha participado como ponente, organizadora o jurado en eventos y congresos nacionales e internacionales. Las principales líneas de investigación han sido las culturas prehispánicas, la presencia de la mujer en diferentes contextos y el proceso de enseñanza-aprendizaje desde una perspectiva crítica. Su producción científica en revistas seriadas sobrepasa los treinta trabajos y pueden leerse en publicaciones como Islas, Umbral, Boletín Gabinete de Arqueología, Cuba Arqueológica, Pensamiento Americano, UNAY Runa, Arte y Movimiento, Tercio Creciente, entre otras. Ha publicado volúmenes como el Diccionario de la música Villaclareña (2004), Arqueomusicología prehispánica de Cuba (2013), El caracol en las culturas aborígenes, Instrumentos musicales y mitos. Propuesta para el ejercicio docente y Dos propuestas para la escuela cubana (2014), Desterritorialización: de la academia a la cocina, si de investigación se trata (2017), Historia aborigen en Cuba. Un estudio dirigido a la enseñanza básica (2017) y otros. Sin más preámbulos, esta es la entrevista que se le realizó a la Dra. Hernández Ramírez:
¿Cómo inició en los estudios sobre la realización sociocultural de los seres humanos, su diversidad y paso por la historia?
Aunque esto es un arquetipo, debo decir que siempre fui una niña muy curiosa. Me gustaba preguntarlo todo. Quien se interese en aprender de la diversidad –yo veo la diversidad como una oportunidad— debe ser curioso. Las personas con inquietudes no somos tendientes a normalizar las cosas. Desde muy pequeña, me planteo por qué tiene que ser así.
Recuerdo que mi mamá tuvo una amiga polaca que huyó de su país a finales de la Segunda Guerra Mundial. Yo le preguntaba cómo vivía en Polonia y otros datos sobre la guerra. A mis abuelos también les solía preguntar muchísimas cosas. Cuando niña tuve muchos intereses.
En mi adultez, en la década de 1990, conocí al arqueólogo Gerardo Izquierdo4, el cual me tuvo como alumna en sus posgrados. Él me propuso estudiar a profundidad sobre los instrumentos musicales aborígenes. Yo había estudiado música y en las escuelas de arte no se hablaba absolutamente nada sobre la música de estos instrumentos; aún en la actualidad no se habla de ello, es un capítulo olvidado en la historia musical. Yo no tenía esos referentes, así que fue él quien me puso libros en las manos y me mostró las piezas arqueológicas. A partir de ahí, comencé a interesarme en el asunto y entendí que necesitaba leer sobre antropología para poder adentrarme lo más posible en mi estudio.
Por otro lado, yo escribía sobre música para la revista Umbral. Desde entonces, me llamó mucho la atención las normalizaciones culturales de otras personas y las convertía en objetos de indagación. Con esas lecturas, comencé a comprender mejor cómo se generaban aquellas normalizaciones. Algo parecido me ocurrió con mi primer libro, el Diccionario de la música villaclareña, que lo considero un estudio etnográfico porque contiene microhistorias de vidas. Descubrí que estaba haciendo etnografía porque, durante mi trabajo de campo, no solo me sentaba a escuchar las historias de los músicos y las músicas, de maestras, maestros y agrupaciones, sino que los llevaba a un programa de radio del cual formé parte.
Sin lugar a duda, una persona que se interese por la Antropología debe tener la capacidad de sentarse a escuchar historias y debe gustarle contar historias. Debo confesar que yo no tenía mucha fe en que ese libro viera la luz. Afortunadamente, el libro salió, pero siempre digo que está incompleto. Años más tarde, una estudiante de Musicología de la Universidad de las Artes (ISA) se acercó para decirme que ese era su libro de cabecera. Aun así, como autora lo considero un material incompleto.
Además de las lecturas, los conocimientos que empecé a acumular y los posgrados que cursé en el Instituto Cubano de Antropología, tuve un punto de inflexión en mi historia: viajé a España. Este fue mi primer viaje fuera del país y pude constatar con mis propios ojos la diversidad de primera mano. Conocí una cultura diferente a la mía, a pesar de que nosotros los cubanos tenemos ese componente hispano. Allá pude pasar otros posgrados, aprendí mucho en conversaciones con nuevos antropólogos, entre otras oportunidades enriquecedoras, como escuchar las explicaciones del Dr. José Luis Anta5. No pierdo la capacidad de asombro, que es otra cualidad que debe poseer una persona que se interese por la antropología.
Ahora bien, tengo mucho más que agradecer a una mujer muy importante en mi vida, la Dra. María Isabel Moreno Montoro6, quien es también artista visual y a la cual considero una mujer extraordinariamente inteligente. Es ella quien me puso en contacto con mucha literatura y me dio la posibilidad de publicar en la revista Tercio Creciente, donde más he publicado sobre Antropología Social. María Isabel es ese ser humano que tiende puentes. Fue ella quien nos publicó a Gerardo Izquierdo y a mí el libro Arqueomusicología prehispánica de Cuba, que contiene una buena parte de mi tesis doctoral, así como esos trabajos que iniciamos en 1998 cuando todavía no se estilaban los estudios interdisciplinarios.
¿Cuáles son sus motivaciones para enseñar hoy en una institución como el ISA?
Yo enseño lo que tengo que aprender. Aprendo muchísimo con mis estudiantes. Ellos son una fuente inagotable de sabiduría para mí y esa es mi mayor motivación. Por supuesto, a cambio les comparto lo que tengo para dar. Cuando debo dar una clase, suelo caminar seis kilómetros con una alegría increíble desde mi casa hasta el ISA, porque voy a aprender y a enseñar lo poco que he aprendido. Esa alegría es mi mayor motivación para enseñar.
Comente algunas de las experiencias más enriquecedoras para usted como maestra y como ser humano.
Las más enriquecedoras tienen que ver con los trabajos que mis estudiantes-artistas construyen. Yo simplemente trato de estimularlos. Nada de lo que les digo ha sido inventado por mí, yo solamente intento por todos los medios posibles crear puentes y producir estímulos. ¡Ellos son los creadores! Poder escuchar las experiencias de cada estudiante es la materia prima que utilizo para escribir en mi afán como investigadora. Me emociona verlos en sus acciones performativas7, sus intervenciones artísticas o cada trabajo creativo que son capaces de hacer. No solo me ocurre en la Universidad de las Artes de Cuba, sino también con los estudiantes de la Universidad de Andalucía, donde imparto clases en otra maestría, o los de la Universidad de Jaén. Son creaciones increíbles. Eso es lo que más me llena.
Casi ningún plan de estudio en el ISA contempla la(s) antropología(s). ¿Qué criterios tiene al respecto?
La Antropología de las Artes existe como disciplina a partir de que el arte se antropologizara en las décadas de 1960. En el proceso creativo de un artista, es imprescindible tener las herramientas, métodos y la proyección crítica que la disciplina ofrece para relacionar diferentes fenómenos de la sociedad. Es decir, la antropología desarrolló un pensamiento crítico independiente y eso es sumamente importante para los procesos creativos de un artista. Lo ayudaría a conocerse a sí mismo, en primera instancia.
Las únicas personas que reciben Antropología en el ISA son los bailarines y hace algún tiempo escribí un programa para la Facultad de Artes de la Conservación del Patrimonio Cultural. Además, elaboré el programa de Antropología de la Educación para la Maestría en Procesos Formativos de la Enseñanza de las Artes. Fuera de esto, la disciplina está silenciada en el ISA. Quiero acotar que aquí hablamos de una disciplina que tiene poca o ninguna visualización, incluso, en otras universidades. La mayoría de los planes de estudio repiten conocimientos que los estudiantes ya han recibido en los niveles elemental y medio; sin embargo, aunque Antropología debería estar en la malla curricular de pregrado, no es el caso. Me llama mucho la atención que en la carrera de Musicología, por ejemplo, no se imparta la Antropología de la Música, aun cuando sí hemos sabido declarar que vivimos en una isla musical. Considero que, para un musicólogo, son imprescindibles esos estudios, como para un actor recibir la Antropología del Teatro, como para un diseñador recibir la Antropología del Diseño, entre otros; pero tristemente esas asignaturas no existen y mucho menos como disciplina.
Hace algún tiempo, una profesora del ISA, que fue graduada de Historia del Arte por la Universidad de La Habana, me invitó a darle algunas conferencias a sus alumnos de artes visuales. Cada vez que les imparto algún tema se quedan hechizados con la Antropología de la Visualidad, que también existe.
Puedo afirmar que la Universidad de las Artes de Cuba tiene una carencia grande con respecto a la asunción de esta disciplina. Puedo decir, también, que esa nulidad se extiende al profesorado, donde la situación se agrava ante el “no deseo” de saber sobre qué tratan las antropologías más o menos afines a las carreras artísticas, mucho menos, sobre la relacionada con la educación, porque esta desacraliza la institución escuela/academia de arte y la devuelve como algo cuyas funciones pueden ser cognoscibles a profundidad. Las instituciones tienen la función de adocenar y hacer mansos a una comunidad determinada. Es extremadamente importante saberlo como también es necesario saber los otros papeles que juegan en las sociedades. Esto no tiene que ver con que si la institución es positiva o negativa, yo no me construyo en polos opuestos porque considero que el ser humano debe recuperar su consciencia de unidad y dejar de proyectarse en “lo bueno” y “lo malo”. Las posiciones polarizadas solo traen más dicotomías para nuestras culturas.
Creo que la Antropología de la Educación debe estar dirigida a devolver al ser humano la consciencia de la unidad y de que todos somos habitantes de esta piedra que es la Tierra, en la cual llevamos muy poco tiempo y que existía millones de años antes de que nosotros llegáramos.
A pesar de no contemplar los estudios antropológicos en las carreras del ISA, sí están incluidos en la Maestría sobre los procesos de formación artístico-pedagógicos. ¿A qué se debe esto?
El programa de Antropología de la Educación fue elaborado por mí para la primera edición de esa maestría. Para su acabado, me enriquecí durante mis estudios en España y mi contacto con otras personas, además de los materiales que no tenía hasta ese momento. Corrían años en los que no contaba con un teléfono inteligente, la internet en Cuba era casi nula y el acceso a la información era limitado. Mis visitas a los Estados Unidos como turista me permitieron descargar literaturas online o comprarlas en físico y traerlas para Cuba. Una vez que pude traer a mi país los materiales y nuevos conocimientos, el programa tuvo una dimensión más enriquecida. Es importante señalar que la Dra. Dolores Rodríguez8, coordinadora general de la Maestría, tuvo muchísimo interés en que ese curso de posgrado se incluyera en la formación de los maestrandos. Por supuesto, el programa ha ido cambiando desde entonces, en tanto han cambiado mis perspectivas como ser mutante que soy.
Cuando la Maestría surgió, había mucho desconocimiento sobre la Antropología Educativa y veían como una suerte de esnobismo tenerla allí. Más tarde, se fueron comprendiendo una serie de fenómenos que se dan en los procesos formativos. Aunque, a decir verdad, aún en la actualidad hay personas a las que estas revelaciones les disgusta muchísimo. Les preocupa porque piensan que, como profesora, estás haciendo una acción de subversión. Sobre eso, planteo que la educación es colonial y la antropología subvierte ese orden al explicar cómo y por qué somos seres humanos. No nos castiga, nos vuelve más conscientes sobre lo que hemos hecho y lo que somos capaces de hacer.
¿Qué les aporta la Antropología de la Educación a quienes se formen como docentes?
Las carreras pedagógicas en Cuba no incluyen en sus planes de estudio la Antropología de la Educación. Al no estar presente, no hay posibilidad de hacer un acercamiento a la escuela como institución que responde al poder. Es decir, no aflora esa percepción crítica que desarrolló la Antropología desde el siglo XIX para abordar la escuela.
Por estos días, recordaba dos tesis que tutoré [sic]. Una de ellas discurrió sobre la violencia en la enseñanza de la danza en la Escuela Nacional de Arte de Irene Carrera Hernández. Durante el proceso de elaboración, tuvimos resistencias a la hora de titularla, incluyendo la palabra violencia, pues en ese momento hablar de ello era algo impensable. Soy propensa a repasar lo mismo que Carl Jung9 sobre la existencia de un ego y una sombra. En ese sentido, las sociedades desarrollan un ego como colectivo y todo lo que no quieren que se sepa es enviado a las sombras10. Por supuesto, hay sociedades muy resistentes ante algo que desmiembre la idea sacra de la escuela, un “algo” que fundamente cómo la escuela tiene la función de adocenarnos, volvernos mansos y obedientes como rebaño. Finalmente, el informe se tituló Violencia en el proceso de enseñanza aprendizaje de la danza.
La segunda tesis la escribió Analiett Presno Rodríguez, titulada El proceso de enseñanza-aprendizaje del oboe en los Conservatorios Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla. La autora hizo un análisis comparado entre dos conservatorios ubicados en los municipios de Guanabacoa y Marianao, respectivamente, en la ciudad de La Habana. Tal comparación trajo sus miedos y sus resistencias: miedo a que sean develados aquellos asuntos que están en las sombras y la resistencia porque hay personas que consideran que la escuela salva y que, gracias a ella, somos quienes somos.
Estos estudios antropológicos son vistos como un ataque a la institución, pero no se trata de eso: tiene que ver con reconocer los intersticios de las instituciones y su falta de autonomía al estar regidas por el poder y el poder lo tiene un grupo de seres humanos. La escuela es como un terreno de guerra, donde se establece la manera que tenemos los seres humanos para comunicarnos: o nos mezclamos o nos evitamos o guerreamos. Así ha sido desde que el ser humano se incorporó en posición erecta y comenzó a conquistar el mundo. Así funciona porque es la esencia de la humanidad desde el paleolítico.
¿Qué criterios tiene acerca de la comunidad antropológica cubana y su cometido frente a los diferentes procesos socioculturales actuales?
Lo primero es aclarar que no formo parte de ninguna comunidad de antropólogos en Cuba porque me construyo como una estudiante. En Cuba, no se estudia Antropología, aunque hay quienes sí se construyen a sí mismas como antropólogas y me parece muy bien. Hace muchos años, hubo un grupo de personas que se formaron en la extinta Unión Soviética y han actuado como transmisoras por continuidad cultural de todo lo que aprendieron por aquellas geografías. Pero como abordé anteriormente, Cuba no gradúa antropólogos en el pregrado.
Comúnmente, voy a los eventos que convoca el Instituto de Antropología de Cuba, donde trabajan las personas que culturalmente se construyen como antropólogas porque es el trabajo que realizan, pero no soy tendiente a formar grupos con nadie. He socializado allí mis trabajos y han sido más los que he presentado desde la perspectiva arqueológica.
Recuerdo la vez que traté el tema del racismo en el arte. En realidad, este fenómeno se da en todas partes porque los seres humanos no estamos construidos culturalmente para aceptar la diversidad, pero en esa época hablar de ello no estaba bien visto en Cuba. Me centré en cómo las personas negras están invisibilizadas en el ballet, así como las blancas en la danza folclórica. Fue interesante porque una profesora salió en defensa del ISA y tuve que hacer muchas explicaciones a partir de mi trabajo de campo.
En lo personal, soy incapaz de construirme como antropóloga porque no fue lo que estudié, sino que lo hice de la misma manera en la que otras personas lo han hecho en este país por la vía de los posgrados. Sí digo orgullosamente que soy una aprendiz, siempre lo he sido y lo seré mientras viva en esta piedra.
Tristemente, debo decir que no le veo mucho futuro a la Antropología en Cuba. Se tiene un Instituto donde se desarrollan investigaciones; sin embargo, cuando se le habla a alguien de antropología, enseguida piensa en lo afrodescendiente. Es decir, persiste una construcción colectiva o imaginario que va dirigido solamente a eso. Muchos no entienden, incluso los decisores, que al caer los gobiernos coloniales en la década del sesenta del pasado siglo solo se volvió exótica la vida cotidiana y se implementó su estudio.
¿Qué retos profesionales la acompañan?
Tengo dos retos enormes cada día: ser honesta conmigo misma y tratar de ser justa. Cuando yo publico algún artículo, es porque he hecho un trabajo de campo profundo. No me permito inventarme nada, ni maquillo absolutamente nada, independientemente de esa impronta creativa a la hora de plasmar todo en blanco y negro. Es muy complicado ser una persona honesta en un contexto de tantos cambios mundiales y en mi propio país, donde las verdades mías o de otras personas son construcciones. Es un reto cuando me siento a escribir. No trato de tener la razón, sino de ser honesta y consecuente con ello.
Referencias
Jung, C. G. (1999). Obras completas. Editorial Trotta.
Peramo, H. (2014). El campo artístico-pedagógico: una especificidad necesaria. Editorial Universitaria.
Porta, L., Aguirre, J, y Bazán, S. (2017). La práctica docente en los profesores memorables: reflexividad, narrativa y sentidos vitales. Diálogos Pedagógicos, 15(30), 15-36. https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/57891
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