Obras artísticas

Migraturas. Un autorretrato escénico: mujer-migración-salud mental

Migratures. A Scenic Self-Potrait: Woman-Migration-Mental Health

Vivian Rodríguez Barquero 1
Universidad de Costa Rica, Costa Rica
Maitena Larrauri 2
Investigadora independiente, Costa Rica
Ang Azofeifa 3
Investigadora independiente, Uruguay
Lorelay Sofía Semeñenko 4
Investigadora independiente, Argentina

Migraturas. Un autorretrato escénico: mujer-migración-salud mental

ESCENA. Revista de las artes, vol. 84, núm. 1, 2024

Universidad de Costa Rica

Recepción: 12 Septiembre 2023

Aprobación: 15 Febrero 2024

En el 2019, inicié una serie de planes piloto para probar una metodología de expresión corporal, como trabajo somático-creativo con el cuerpo, junto a la escritura asociativa en la exploración de materiales autobiográficos. Propuse y coordiné este estudio a través del Instituto de Investigación en Arte (IIArte) y la Escuela de Artes Dramáticas (EAD), junto a la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica, puesto que pretendía observar los beneficios en mujeres migrantes residentes del Caribe Sur de un laboratorio de investigación escénica sobre su biografía. Pasaron por estos planes piloto muchas mujeres extranjeras, residentes del esa región, de todas las edades. Para algunas de ellas, era la primera vez que tenían contacto con el teatro y la expresión corporal y, para otras, era reencontrarse con una pasión olvidada por las circunstancias que conlleva vivir en la selva.

En el 2020, se realizaron tres workshops de nueve sesiones que pretendían crear bocetos escénicos de materiales autobiográficos investigados por mujeres migrantes. Después de dos años de trabajo, análisis de datos y selección de materiales artísticos, se reportaron varios beneficios percibidos por las participantes, los cuales son analizados en la reflexión “Biomonólogos: Creación de un autorretrato teatral para el autoconocimiento. Una intervención de expresión corporal y escritura creativa en mujeres extranjeras residentes del Caribe Sur, Costa Rica. Análisis de la experiencia de acuerdo con investigaciones desde el arte”.

Algunas de estas mujeres encontraron en este espacio creativo un lugar seguro donde explorarse a sí mismas, sin miedo al juicio o la censura. Otras encontraron un espacio de sororidad, donde sentían que su historia no era la única y que, a partir de mirarse en la otra, podían darle un sentido a las decisiones propias de su vida.

En el 2022, decidí darle continuidad al trabajo dramatúrgico de algunas historias que fueron más allá de un simple boceto y poseían no solo el germen de un posible producto artístico, sino la voluntad y pasión de su dramaturga y creadora. Después de un año de trabajo en equipo, llegamos a crear este producto artístico muy válido no solo por las circunstancias en que fue concebido, sino por la vitalidad y particularidad que proponen en los temas de género de estas pequeñas historias.

Así, presentamos esta antología que hemos llamado “Migraturas”, una palabra que habla de lo femenino, de la acción de migrar, moverse, cambiar, irse y, además, hace referencia a estas historias en miniatura que plantean una mirada particular del mundo femenino. Proponemos acá un programa de cuatro obras de microteatro (cada una con 15 minutos de duración): dos obras inspiradas e investigadas sobre material autobiográfico de sus autoras y otras dos obras inspiradas en dos historias seleccionadas entre al menos 30 biografías de mujeres migrantes residentes del Caribe Sur, participantes de los talleres. Nos parecieron historias potentes e interesantes de escribir con géneros escénicos que pudieran potenciar la propuesta de sus autoras.

Agradecemos a la ESCENA. Revista de las artes por la difusión de todos estos resultados juntos, necesario para poder entender la magnitud y alcance de la experiencia y tal vez así impulsar más trabajos interdisciplinarios como este.

En esta antología se encuentran las siguientes obras artísticas

  1. 1. Monstruo de Maitena Larrauri

    2. Mare Nero de Vivian Rodríguez Barquero

    3. Amelia habla a quien escuche de Ang Azofeifa

    4. Ausencias en viaje de Lorelay Sofía Semeñenko

ADVERTENCIA

Las obras aquí presentes tocan problemáticas sociales de gran relevancia y vigencia. Dentro de estas, se abordan temas sensibles como la violación, el abuso sexual de menores y el suicidio. Leer bajo su propia discreción.

Monstruo

Texto producido por Maiterna Larrauri a partir de la participación en el laboratorio escénico del estudio “Monólogos del desarraigo”, dirigido por Vivian Rodríguez Barquero, realizado en Puerto Viejo de Talamanca, Costa Rica (2019-2021).

Personajes

MUJER ADULTA. Una mujer de 50 años de edad.

SU OTRO YO JOVEN. Una mujer adolescente o veinteañera.

UNA PAREJA PREESTABLECIDA DEL PÚBLICO. Una mujer y un hombre jóvenes serán alumnos, danzantes e intérpretes, según la escena.

En una esquina del escenario, hay preparados una cocina, un banco de cocina, una mesa y utensilios de cocina. En la otra esquina, hay un escritorio de escuela, una silla con un delantal de profesora encima. También, hay cinco pupitres con sus respectivas sillas, de los cuales solo tres estarán ocupados. En medio del escenario hay una pantalla grande, donde se proyectarán imágenes y videos elocuentes en el momento oportuno. Bajo la pantalla hay un sillón de tres espacios con una mesita al lado. Cuando entra el público el escenario, está oscuro, se escuchan los sonidos de la selva caribeña, espesa y profunda. Se enciende una luz focal en el centro del escenario y sale de la oscuridad SU OTRO YO JOVEN con unas tijeras de costurera, excesivamente grandes para su mano, que dan la sensación de tratarse de la mano de una niña. Se detiene en la luz con la respiración entrecortada y de fondo se escuchan los latidos graves de un corazón acelerado. Apagón.

ESCENA I. CONOCIENDO EL MONSTRUO

En el negro de la sala se escucha el ruido de unas tijeras de metal que cortan papel. Después de un momento, se proyecta un video en la pantalla, donde una niña con una tijeras de costura corta figuras de papel sentada en el piso, mientras que sus hermanos pelean detrás de ella. La hermana mayor le tira el cabello violentamente a la niña y esta levanta las tijeras con toda la furia para clavársela a su hermana, pero, antes de penetrarla con la tijera, la suelta y queda congelada, respirando entrecortada. Apagón (duración aproximada del video 20 segundos).

Se enciende una luz cenital sobre el sillón, donde están la MUJER ADULTA y SU OTRO YO JOVEN, sentadas en los extremos del sillón con el espacio del medio libre. Están en una situación muy cotidiana. La joven puede estar haciendo alguna acción sin poner demasiada atención a lo que dice la mujer adulta, salvo en los momentos en que esta la mira. La MUJER ADULTA enrola un cigarrillo apoyándose en la mesita de al lado mientras le habla a SU OTRO YO JOVEN, con tono despreocupado.

MUJER ADULTA: Es un ejercicio de vida. Vos no tenés el hábito de la víctima, así que sabelo: nunca vas a estar en ese lugar. Ya conocés de lo que sos capaz (la mira). Mirá, de todas las experiencias riesgosas que tuve, el victimario se desvaneció porque nunca le di una víctima (con sonrisita triunfal que trae ciertos recuerdos), gracias ¿a qué? A conocer a mi monstruo. He visto muchos capaces de controlarlo. (Poniéndole énfasis) YO NO. Por eso, le abro la puerta solo para defenderme (se enciende el cigarrillo, se levanta y se dirige al público como improvisando).

A nivel penal, debería tomarse en cuenta ese golpe de conciencia que evita una desgracia. Cuando se desarticula la violencia (comienza a caminar hacia el aula que se ilumina, agarra la bata blanca y comienza a ponérsela) y no hay una escalada en el riesgo, pero sí queda una advertencia (camina hacia el público).

ESCENA II. LOS ORÍGENES

Mientras la mujer adulta se abotona la bata, elige como al azar a un joven del público y lo acompaña de la mano al escenario, la joven que está junto a él los sigue y SU OTRO YO JOVEN se suma con ellos. Se sientan todos en los pupitres y se disponen a escuchar la lección.

La mujer adulta se termina de colocarse la bata y unos lentes que saca del bolsillo. Realiza una disertación precisa, de manera erudita y en tono académico con ayuda de diapositivas con imágenes de monstruos modernos, clásicos del cine, la literatura, y la mitología.

MUJER ADULTA: La palabra monstruo viene del latín monstrum: maravilla o prodigio, que deriva de la raíz monere: (enfatizando) advertir, avisar.

Sus primeras acepciones incluían deformidades físicas y espantosos seres irreales. (Señala la pantalla) Actualmente, incluye también aspectos amorales o despiadados del comportamiento del ser humano, con algún acercamiento a la psicología y al psicoanálisis. Uno de los arquetipos de la psicología analítica de Jung es la sombra, lo inconsciente de la personalidad, todo lo opuesto al ‘yo’, que puede tener un carácter personal o colectivo, representada a través de figuras despreciables, como monstruos y demonios. Jung la describía de la siguiente manera: «…en el hombre inconsciente justamente la sombra no solo consiste en tendencias moralmente desechables, sino que muestra también una serie de cualidades buenas, a saber, instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores».

SU OTRO YO JOVEN: (Levanta la mano y se pone de pie interrumpiendo explosivamente) ¡Exacto! Ese cosquilleo que se siente en la pelvis y se transforma en olfato, tanto así que una dice: “Esto no me huele nada bien”.

Se proyecta una imagen de un video documental sobre un hombre que es atacado en medio de la calle. Un ser gigante, fantasmagórico, sale del cuerpo para defenderlo. Este video muestra la acción de un hombre transitando por la calle y aparece otro que lo persigue, apresurado, hasta alcanzarlo. Lo ataca por detrás y lo tira al piso. Al caer al piso, sale de él ese monstruo gigante fantasmagórico. Mientras se proyecta todo esto, la mujer adulta toma nuevamente la palabra y continúa su disertación.

MUJER ADULTA: El doppelgänger/el doble, muy vinculado a la teriantropía, el arquetipo del doble, nuestra mitad oscura, en este caso desdoblada en un individuo idéntico a nosotros, pero transformado, variado o invertido. De la idea del doppelgänger provienen también las propiedades mágicas de los reflejos de un espejo, los universos paralelos y el tópico del “gemelo malvado”, una dualidad con connotaciones mitológicas. Tanto Percy Shelley con su Prometeo desatado, como Lord Byron, o el mismo Edgar Allan Poe en su relato William Wilson, exploraron en detalle este arquetipo.

SU OTRO YO JOVEN: (Interrumpiendo) Sí, ese gigante que se me salió por la coronilla y me protegió la espalda aquella noche oscura que me sentí amenazada. (El último párrafo de la mujer adulta coincide con la escena proyectada en la pantalla).

MUJER ADULTA: (Asienta con un gesto y continua. En la pantalla continúan las imágenes ilustrando la clase). El hombre lobo es un arquetipo que se revela internamente, que crece y afecta al núcleo de una persona, su psique. Es el proceso de la transformación lo que aterroriza, como en la Metamorfosis de Kafka, la pérdida de control sobre uno mismo, la incapacidad de resistirse a los deseos más atávicos, a la parte “reptiliana” del cerebro. En definitiva, el arquetipo del hombre lobo representa la pérdida de humanidad, la vuelta a un estado de irresponsabilidad animal (se dirige repentinamente a una persona de la clase y le acerca la mano en puño a centímetros del ojo derecho y asustándolo).

¡Mente en blanco!

SU OTRO YO JOVEN: ¡Por eso me siento habitada y poseída cuando me rindo ante él!

MUJER ADULTA: (Ignorando ya un poco las interrupciones de la joven y señalando la pantalla donde aparecen dos monstruos de Goya). Aquí los dos Goyas no son más que uno. La explicación que nos da Maquiavelo es que, estando los hombres naturalmente inclinados al bien, como su naturaleza es frágil y dualista, tan corrompibles somos,(lo dice casi riéndose, en tono cínico) que las ocasiones que nos incitan al mal son infinitas.

SU OTRO YO JOVEN: (Con un tono cómplice) ¡Sí! ¡Como esos que se sacan porque les cierran la autopista y te matan en el peaje!

MUJER ADULTA: (Retoma la palabra luego de decir un “por ejemplo” asintiendo a SU OTRO YO JOVEN y continúa).

Carroll y su Jabberwocky lo muestran en Alicia en el país de las maravillas. Alicia ya ha atravesado el espejo y, mientras observa al rey blanco del tablero de ajedrez, se topa con un libro que le intriga. Lo hojea, buscando sentido, pero, al parecer, está en un lenguaje incomprensible. Finalmente, descubre que para enderezar el texto hay que poner el libro frente a un espejo. En efecto, ya puede leer el poema… El problema es que “Jabberwocky” es, incluso leído al derecho, un disparate, o al menos así se lo parece en un principio a Alicia.

Su otro yo joven se levanta del pupitre con un papel en la mano, pasa al centro de escenario y empieza a relatar el poema con histrionismos y conciencia en cada palabra. Las luces del aula se apagan y queda solamente un cenit sobre ella. Las luces pueden ir acompañando el ritmo del relato con parpadeos.

SU OTRO YO JOVEN: Brillaba, brumeando negro, el sol;

agiliscosos giroscaban los limazones

banerrando por las váparas lejanas;

mimosos se fruncían los borogobios

mientras el momio rantas murgiflaba.

¡Cuidate del Galimatazo, hijo mío!

¡Guardate de los dientes que trituran

y de las zarpas que desgarran!

¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y

que no te agarre el frumioso Zamarrajo!

Valiente empuñó el gladio vorpal;

a la hueste manzona acometió sin descanso;

luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo

y quedóse sesudo contemplando…

Y así, mientras cavilaba firsuto.

¡¡Hete al Galimatazo, fuego en los ojos,

que surge hedoroso del bosque turgal

y se acerca raudo y borguejeando!!

¡Zis, zas y zas! Una y otra vez

zarandeó tijereteando el gladio vorpal!

Bien muerto dejó al monstruo y, con su testa,

¡volvióse triunfante galopando!

¡¿Y hazlo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?!

¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor!

¡Qué fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!

Carcajeó, anegado de alegría.

(baja abruptamente el tono para ir terminando en tono intrigante y misterioso)

Pero brumeaba ya negro el sol;

agiliscosos giroscaban los limazones

banerrando por las váparas lejanas;

mimosos se fruncían los borogobios

mientras el momio rantas necrofaba…

La luz se va volviendo tenue hasta apagarse para encenderse sobre la mujer adulta que toma la palabra.

MUJER ADULTA: (Extasiada) ¡Qué bonito! ¿Cierto? (Pausa, como en un limbo) ¡Qué bonito! (Pausa respirando, volviendo en sí) ¡Qué bonito! (Respira profundamente, mientras sacude su cabeza y retoma el tono magistral). Así se lo describía Don Juan a Castañeda: ¿Sabes qué pasa cuando uno se conoce y conoce a la perfección cada rincón de su propio infierno? Uno toma dimensión de la oscuridad que le habita y de lo que es capaz de hacer; uno se da cuenta de que, si lo quisiera, podría convertirse, en un abrir y cerrar de ojos, en el ser más vil, despiadado, egoísta, frío, calculador, manipulador, mentiroso, abusivo, rencoroso, envidioso, lujurioso y malvado de todos… pero, como es consciente de la destrucción que su sombra puede causar, elige, elige no darle rienda suelta a su oscuridad y ser una mejor versión de sí mismo, más allá de las circunstancias y a pesar de todo.

Mientras dice lo último, se dirige hacia los jóvenes sentados en el aula, los toma de la mano y los ubica en el centro del escenario para que comiencen una danza sutil, donde representarán con movimientos de tensegridad lo que están relatando las mujeres. Variarán la intensidad de los movimientos según el tono del relato, sugerirán también una danza con su sombra, habrá una música de fondo tenue que varía acorde a la representación de los y las danzantes. La mujer adulta continúa hablando mientras le hace un gesto a SU OTRO YO JOVEN para que observe lo que ahí va a pasar.

MUJER ADULTA: En definitiva, los inorgánicos, el doble, la sombra, el inconsciente, la naturaleza violenta, el diablo, la maldad se nos presentan en forma de monstruos, tan perversos que no podemos concebirlos como propios y los relegamos, los censuramos, los proyectamos. Ya incapaces de reconocerlos como nuestros, se vuelve una fuerza en constante estado de ebullición, ejerciendo presión para ser descargada en la primer grieta. Conocerlos, entenderlos, observarlos, integrarlos y aceptar que estamos habitados por fuerzas ajenas a nuestra moral nos elevará la conciencia y ayudará a que se vuelvan nuestros aliados, nos dará la sensibilidad de reconocer cómo el cuerpo se adelanta a su aparición y nos pone el corazón a mil (tocándole el pecho a la pareja), como queriéndose salir de entre las costillas, (se lleva las manos a los oídos) los oídos nos sumergirán en una burbuja, permitiéndome escuchar los latidos del corazón del otro. La respiración será la protagonista de la escena y la mente entrará en ese estado de gracia y lucidez que promueve estar en el momento presente. Así, el oculto, el que nadie quiere ver, el indeseado, saldrá empoderado a asumir el mando de la experiencia y no tendrá miedo, sino que estará confiada en entregarse y dejarlo actuar porque lo conoce y se conoce. Está en conciencia y tiene la certeza de que esa fuerza, lejos de destruirla, soplará para salvarla.

SU OTRO YO JOVEN se levanta y toma la palabra mientras recorre el escenario entre los y las danzantes

SU OTRO YO JOVEN: De chiquita lo veía en los otros, lo creía ajeno, impropio. Por años me dejé someter, desconociendo todo su poder. Saturada, desmedida, un mal día me rendí ante él. Mente en blanco, tijera en mano y el intento de hacer daño (los y las danzantes continúan su danza en representación sutil de lo que se relata).

La consciencia de esa niña y el cariño hacia su hermana no permitieron que el monstruo la dañara, pero supo que ahí estaba, la habitaba y sería su aliado, su cómplice cuando lo necesitara. Conocí al propio, al íntimo, el interno y reconocí aquel que ayudó a mi hermana, en ese ascensor, frente aquel gigante abusador.

(El hombre realiza gestos de masturbarse y mientras la mujer está de rodillas a sus pies, mirándolo desde la perspectiva de una niña, con mirada inocente).

SU OTRO YO JOVEN parece perturbarse con la escena e inicia a meter objetos personales en su bolso rápidamente, inquieta. La mujer adulta se acerca a ella y apoya la mano en su hombro, apaciguándola, y habla dirigiéndose a la audiencia. Los y las danzantes siguen su danza con altibajos de tensión y violencia en todos sus matices y formas. La mujer siempre los esquivará con elegancia para seguir su camino. Luego, representarán las anécdotas con movimientos sugerentes.

MUJER ADULTA: (Continuando el relato) El mismo que se hizo visible en sus ojos ante aquel descontrolado sobre el capó del carro o el de la cama, esa tarde lluviosa y oscura, entre los límites de la intimidad (en la danza, el hombre podría tirarse sobre la mujer, quien no pondrá resistencia, quedando flácida bajo él, pero consiguiendo que él se levante con solo mirarlo a los ojos), o cuando estando de 8 meses, le dio la velocidad, puntería, fuerza y acierto de kung fu, nivel mátrix (Se sonríe recordando la hazaña).

Sí, ese mismo que le dio lucidez, seguridad y templanza cuando se sintió desarmada y vulnerable, atravesando el bosque sin luna de Cariló; o esa otra vez, en las afueras del pueblo, con la pistola apuntándole el hígado; aquel velociraptor que le dio el ánimo para correr tras el ladrón de playa, volverla gata, ogro y, con palo podrido en mano, volver sumiso al victimario; el que le regaló el olfato agudo y perspicaz para retirarse con elegancia a tiempo o evitar, con elocuencia poética, que los monstruos ajenos tomen el control… Cómo aquella mañana soleada en el Caribe…

La luz se apaga tenuemente hasta el negro total, los y las danzantes se van y se escuchan los ruidos de los pájaros, los congos, la selva de día.

ESCENA III. EL DISPARADOR

MUJER ADULTA: Cuando hicieron el amor, como de costumbre, pero esta vez (la luz se enciende repentinamente sobre ella), en ese instante de apertura, entrega y unidad, se asomó el monstruo que no quería ver. Silencioso, latente, se coló en el clímax y quedó flotando en el ambiente (ahora también se ilumina la cocina, el hombre que danzaba está de espaldas, en toalla, cortando tomate, y su otro yo joven está llenando de agua la olla meditativamente). Como de costumbre, se pusieron a cocinar. Él cortaba tomate, ella puso la olla a llenar... (Sonido de agua que sale de un tubo) Mientras veía correr el agua, no lo pudo evitar y le brotaron las palabras sin medirlas, ni pensar.

SU OTRO YO JOVEN cierra la canilla, toma la olla y camina para ponerla en el fuego, mientras le habla al joven.

OTRO YO JOVEN: Con cariño sincero, te lo digo: llegamos hasta acá. Mejor sigamos nuestros caminos (se apoya sobre la mesa).

Suena “De Mi” de Charly García. Empezará a sonar de manera tal que el fragmento “cuando me mires a los ojos y mi mirada esté en otro lugar” coincida con el momento que él la amenaza con el cuchillo.

MUJER ADULTA: Y no la dejó terminar. Se giró sobre su eje, cuchillo en mano y con la mirada en otro lugar, se acercó a centímetros… (el hombre va realizando lo que ella relata. Se apaga la luz de la mujer adulta para darle paso a la acción en la cocina).

HOMBRE: (Se acerca a SU OTRO YO JOVEN, fuera de sí, con cuchillo en mano) ¿Qué crees? ¿Que yo no te puedo cortar, eh? ¿Que no te puedo cortar? (suena de fondo la parte de la canción de Charlie García, “cuando me mires a los ojos…”)

La luz se enciende sobre la MUJER ADULTA. Mientras camina entre la escena congelada, continúa relatando.

MUJER ADULTA: Ella permaneció inmóvil, relajada, tranquila, con la presencia y lucidez que dan los extremos y la seguridad y confianza que da conocer la propia bestia, lo miró de frente, a los ojos y le soltó (la luz cenital se apaga).

SU OTRO YO JOVEN:(Habla serena) ¡Sííí! Vos me podés cortar a mí, como yo te puedo cortar a vos, o ¿qué crees? ¿Que la maldad es exclusividad tuya? (con una sonrisita gozadora). Naaa, mi amor, yo puedo ser tan mala como quiera.

MUJER ADULTA: (Bajo una luz cenital. Continúa) Y le creyó, no sé si él o su monstruo, pero quedaron en control (el hombre queda inmóvil y va haciendo lo que dice el relato). El tiempo se detuvo con un signo de interrogación (hace un sonido de error en concurso de preguntas). “Respuesta inesperada-Respuesta inesperada” (con voz robótica) invadió su mente. El poder en su mirada le dio convicción; autómata, sin respuesta, se giró, cuchillo en mano, para seguir cortando tomate... (suena un pitido de tapa a presión que silba. Ellos se sientan a la mesa) El agua hirvió, hicieron pasta y se sentaron a comer. Mientras dos se despedían, otros dos se acababan de conocer (Apagón).

La luz roja en la mesa, mientras están comiendo, puede sutilmente iluminar a los lados de cada uno, simbolizando la presencia de esta energía comiendo con ellos.

ESCENA IV. EL FINAL

MUJER ADULTA: (Se proyecta de nuevo el video de la niña con las tijeras y se enciende una luz solo sobre el rostro de SU OTRO YO JOVEN que tiene una tijera en la mano y respira entrecortada en la mitad del escenario como al comienzo. La mujer adulta se acerca a ella con cariño, le quita la tijera de la mano y la acompaña suavemente a sentarse en medio del sillón y comienza a peinarla mientras le habla) El viaje es personal, íntimo, y los compañeros de vida se vuelven más aliados que nunca en ayudarnos a evidenciar todos los rincones oscuros del alma. Urge dejar que la pelota rebote en el espejo para volver a una. Ellos son la llave para sacar del encierro al monstruo que nos habita y visitarlo una vez más, mirarlo a los ojos sin miedo, sin juicio, dejar de alimentarlo de indiferencia, de negación, autoengaño y conmiseración... (Hace una pausa y le pregunta de manera sorpresiva mientras le acerca la cara ) ¿Qué monstruo?

SU OTRO YO JOVEN: (Se levanta abruptamente, como despertando, se dirige primero a ella y luego toma el escenario y le habla al público de manera vehemente, precisa, apasionada) El que me habita. Ese monstruo que brota por los ojos cuando un portazo de supervivencia lo despierta y en segundos lo trae a la superficie desde las profundidades de la oscura caverna donde mora. Ese monstruo que ve la luz a través de nuestras pupilas. Se presenta seguro, lúcido, sutil, extremo. Tan amoroso como gélido, tan empático como despiadado. Ese, que sumergiéndome en una dimensión desconocida, me convertirá en instrumento de una fuerza sobrenatural, poderosa, que me gobernará y me devolverá mi cuerpo hasta que la amenaza pase. Capaz de todo o de reducir todo a nada con solo proyectarlo en tu mirada (lo dice a medida que camina hacia la salida. En la puerta se gira y se dirige a alguien del público de manera repentina y agresiva, mientras se señala los propios ojos). Acá está, espialo, te lo presento. Él sabe cómo lidiar con los violentos.

Sale. Apagón

EPÍLOGO

La mujer adulta sale por detrás y se lleva a alguien del público mientras hablan del tema. Las luces de la sala se encienden de manera gradual hasta dirigirse hacia la salida, sin dejar espacio a alguna reacción del público. La pareja del público los sigue. Una vez afuera, se sientan en una mesa junto a SU OTRO YO JOVEN, donde comienzan a beber alguna cerveza, café o mate, a fumar y hablar. Así, el público se encontrará a los personajes contando anécdotas de supervivencia con humor muy coloquial.

FIN

Mare Nero

Esta obra es la reescritura, efectuada por Vivian Rodríguez, de los resultados dramatúrgicos de Sandra Zerneri del laboratorio escénico “Monólogos del desarraigo”, realizado en Puerto Viejo de Talamanca, Costa Rica (2019-2021).

Personajes

ELLA. Una mujer de 55 años, con una belleza muy particular, al estilo de Grace Kelly. Sus movimientos tienen una elegancia, calma y rítmica que la hacen ver como una actriz de cine de los años cincuenta. Lleva un camisón de noche de encaje blanco. Parece que todas las acciones que realiza van al ritmo de un vals.

LA MUERTE. Una bella señora con una cadencia en el accionar muy cotidiano, es calmada e imponente a la vez, extrañamente. En las afirmaciones más vehementes puede inspirar paz y serenidad.

Una habitación con dos puertas, una puerta parece ser el baño y la otra una habitación. En el espacio, hay una cama con un espejo de mano sobre ella, una mesa de noche al lado con una lámpara, un pichel con agua y un vaso vacío. Al pie de la cama hay otra mesa pequeña con una especie de altar donde hay una candela, un anillo de cristal Swarovski, un marco pequeño con una fotografía de su abuela detrás de una velita, algunos aceites esenciales, masajeadores, una libreta y unas flores en un vasito y una silla.

ESCENA ÚNICA. LA NOCHE

Ella sale del baño vistiendo una bata de dormir muy volátil, una cinta en el pelo y la cara recién lavada. Viene cantando “La canzone del sole” de Lucio Battisti.

ELLA: (Cantando) ¡Oh, Mare Nero! ¡Oh, mare nero! ¡Mare ne! Tu eri chiaro e transparente come me… (enciende una velita en el altar y se detiene a escuchar si hay alguien afuera de la habitación). Me encanta la noche. Ya no para salir, ir a bailar, ni siquiera para descansar, la quiero para mí… El momento previo a dormir es el que me encanta, porque es mi momento, mi ritual mágico (toma la foto de su abuela y la limpia). En mi familia alemana, todos tenían un ritual al que se aferraron hasta la muerte. No es lo que se hace lo importante, sino por qué lo hago, cómo lo hago y para quién lo hago. ¡Ecco! ¡Esto es lo importante! ¡Pa-ra-quién-lo-hago! (Coloca la fotografía sobre el altar y enciende un incienso con la vela) ¡Es la intención! Porque al final no siempre se hace lo mismo. A veces solo me peino y me pongo manteca de cacao en los labios, a veces solo una gota de lavanda en las sienes y mi arañita de cabeza (toma su araña masajeadora que está en su altar y se masajea el cráneo, cierra los ojos y extasiada dice oraciones no inteligibles). A veces hasta rezo y no es que yo sea religiosa, pero me encanta recordar a la mía nonna encomendándome a algo superior para atravesar el mundo del sueño. Como si dejarse llevar por el sueño fuera un ensayo de la muerte y con el rezo nos aseguráramos de volver al día siguiente… (Abre los ojos repentinamente y se frota los brazos como si tuviera escalofríos. Le habla al anillo de cristal sobre el altar mientras va hacia él ). Va be, nonna, ma tornami, ¿eh? Tornami sicura al mattino, che domani ho una giornata impegnativa (le da un beso al anillo y lo coloca en el altar). Guarda, que lidiar con cuatro hombres en casa no es fácil… ¡Pobres! A veces van ciegos de testosterona, ma guarda, que yo voy detrás apagando incendios todo el día. Arrivo al letto morta.

(Pone una música incidental en el celular y comienza a bailar y a ponerse una crema en la cara con golpecitos. Se detiene y se sienta en la cama, toma el espejo de mano y le habla) ¡Ah, qué cansancio! Tiene razón Battisti: dónde haya estado y qué he hecho no importa. Porque per tutti, nunca habré hecho nada importante. ¡Invece sí! He sobrevivido un día más a… a enojos absurdos, a un miedo a vivir la vida como viene… a batallas campales con egos heridos (se deja caer de espaldas sobre la cama sin dejar de hacerse su masaje facial). Sobreviví un día más, eso no es poco, ¿ah? (Pausa, se recompone de repente). No sé cómo hacen en Asia para dormir en esas cabinas hotel, tipo sarcófago de Drácula, durmiendo vestidos (con un gesto de disgusto), vistiendo esa ropa cargada del día anterior, cargada de discusiones, de enojos. Dormir ahí es un castigo (su masaje facial se va acelerando). Esos son nichos de cementerio. Se me eriza la piel de solo imaginarlo. ¿Quién las habrá inventado? De seguro murió joven (suena el teléfono, lo observa de reojo). ¿Número privado? Debe ser Claudia con la trampa del número privado, de seguro contesto. ¿Ah? …tus monólogos son interminables, amiga… ¡Buona notte, cara mía! (rechaza la llamada).

¡Lo reconozco! Soy una hedonista empedernida… Ecco (Hace una reverencia) y este es mi regalo de libertad e felicità… Mi hedonismo es hereditario. ¿Qué puedo hacer? (Vuelve a sonar el teléfono, se coloca crema en los pies e ignora el timbre del teléfono).

Mmmmmmmamma mía. ¡Qué intensidad la tuya para buscar a alguien, mujer! Pobre, sé que se te hace un mundo estar sola, Claudia… (Le baja un poco el volumen). Yo soy un animal de soledad. La mia mamma, a sus 85 años, nada 1000 metros en piscina todo el año, hasta en invierno, un deporte solitario… Sale todas las noches a cenar sola y regresa temprano a casa para tener tiempo para su ritual antes de dormir… siamo fatti cosí. Animales solitarios… (La interrumpe el timbre del teléfono que suena) ¡Mamma mia, come sei pessante! ¡Non capisci una masa! (Rechaza la llamada con vehemencia) Esta nunca entendió que lo sagrado se respeta (suenan 10 campanas de mensajes de texto en el celular). ¡Pero qué insolencia!

(Revisa el teléfono y lo guarda debajo de la almohada. Vehemente al teléfono) ¡Basta, no abro mensajes ni contesto llamadas de un número privado! … Lo siento, puede ser un virus. Mi teléfono y yo le estamos lejos a los virus raros (toma una crema y se masajea las manos de manera que parece que se las lavara intensamente)… Y seguiremos así, sin tomar riesgos estúpidos, vacunas, ni virus, ni muertes inexplicables, ni epitafios del tipo “le tocaba morir”… ¡No! ¡La vida es muy corta! ¡Y no cuesta nada vivirla sin romper las pelotas! Giorgio decía, “Lascia in pace la Vita, lacia che sia”, “Dejá en paz a la vida, dejala que sea”. ¡Una vez del otro lado, no será más! (Piensa, melancólica) ¡Povero Giorgio! Le tocaba morir… Va bene, hizo de todo, era adicto a las emociones fuertes, tenía que morir así, rápido, una muerte de final de musical de Broadway, con aplauso y todo pobrecito mío… (Bebe una gota de un aceite esencial, pone una gota a la almohada y la huele) “Cuando la muerte toca la puerta, llegó el día”, decía la mía nonna…(Suena la puerta) ¿Alguien tocó la puerta? ¿Llegaron temprano? (Va a fijarse por la ventana. Al no ver o escuchar nada más, se peina y va a la cama). No hay nadie ahí. Va be, la luna llena está tan potente que hace escuchar ruidos raros en la selva. (Suspira profundamente y se acuesta a dormir) ¡Estoy muerta!

Suena un ruido fuerte en el baño, en el momento que ella va a apagar la luz de la lámpara. Entra LA MUERTE.

LA MUERTE: Cara mía, siento decirle que, si gana uno de esos premios por televisión o radio, no la podrán contactar jamás. La he estado localizando por teléfono, por mensajería. Cuando por fin logré entrar a su casa, su cuarto resultó ser una cárcel. De última, no he tenido más opción que ingresar por la ventana, cual mapache con hambre. Déjeme decirle, signora mía, que es usted inaccesible (revisa una libreta). De hecho, en su expediente escribí desde que era niña: “La vida no pasa por ella”. “Es imposible informarle que su hora llegó”.

ELLA: (Perpleja) Pero… ¿Quién es usted? (Pausa, volviendo en sí) ¡Ah, ya, ya! ¡Ya la reconocí… (Levantándose de la cama) ¡Mi dispiace tanto! ¡Pecado! Siempre he pensado en su aparición triunfal. Tiene usted razón de estar enojada. ¡Mi dispiace de verdad, signora mía, se merecía una entrada más elegante. Tiene razón, con una luz cenital sobre esta figura tan… tan fantasmagórica, o poder ver su presencia al otro lado de la ventana con su guadaña en mano, acompañada de una música siniestra de fondo, al estilo Bergman, ¿no?… ¡Qué pena!

LA MUERTE: ¡¿Ma, que dice?! Llena de estereotipos… ¡No se preocupe que yo siempre seré elegante y siniestra hasta en las peores condiciones! ¡Y quite esa cara de stordita, sin reaccionar! (Le imita) Quíteme esa cara porque sé que es una de sus estrategias… pero esta vez no me la hace. Usted cree que la vida no pasa por usted, pero hoy yo estoy acá para…

ELLA: ¡Ma, yo no la estaba esperando tan pronto!

MUERTE: A mí pocos me esperan, querida. Hasta los enfermos terminales tienen la esperanza de que nunca llegue, pero cuando les toca, les toca.

ELLA: ¡Pero no estoy lista! Todavía ni siquiera me ha dado COVID, ni ninguno de esos virus raros mortales que están de moda. Es más, ni siquiera me vacuné contra el COVID, la influenza… así que no puedo morir de efectos secundarios. Estoy demasiado bien de salud (la toma de la mano, la sienta en la cama). Vea, señora mía, de seguro se equivocó de persona. No se preocupe, sé que le ha pasado tantas veces… (La MUERTE se va a poner de pie, pero ELLA le abraza para sentarla nuevamente.) O todas esas personas que mueren por minutos y luego reviven, ¿no fueron un error suyo? Un error totalmente comprensible. Hay muchas personas que mueren al mismo tiempo en el mundo, usted trabaja demasiado… (Le sirve agua en el vaso y se lo da y empieza a hacerle un masaje en los hombros) Y yo la entiendo totalmente, yo sé lo que es que las horas del día no te alcancen para hacer todo.

MUERTE: (Escabulléndose lentamente) Signora mía, usted sabe muy bien que se tiene la fecha de nacimiento y la fecha de muerte… y su día es…

ELLA: ¡No, no! Aquí debe haber un error, definitivamente. Le explico por qué: primero, yo no estoy para nada lista; segundo, es de noche y a mí la muerte de noche no me toca (LA MUERTE intenta interrumpirla, pero continúa). No, no, si me permite le explico por qué. Una vez, cuando tenía 4 años me pegué un susto tal, en medio de la noche, que la mía nonna, que era medio bruja, me prometió que la muerte nunca me llegaría de noche…

(Al ver la cara incrédula de LA MUERTE, continúa con ímpetu) Además, y con esto no quiero ser maleducada, ¿estas cosas deberían tomarse en cuenta antes de definir la muerte a alguien? Digo, las muertes en general tienen algo que ver con la vida de las personas, no sé, por ejemplo una muerte súbita, consecuencia de una vida llena de excesos, va muy bien con mi amigo Giorgio, o una emoción mal digerida por años, como el enojo del mío Nonno, es lógico que lo lleve a enfermarse y morir, o esas familias llenas de tragedias: generaciones de generaciones de muertes violentas que casi parece una maldición que les perseguirá hasta exterminarles (LA MUERTE se ríe) ¡De verdad! … y disculpe si me meto en su trabajo, pero todas las muertes tienen siempre algo que ver con la vida que llevó el muerto… ¿O no? (LA MUERTE va a hablar y ella la corta). Yo solo estoy solicitando un poco de coherencia en la mía. Nada más. Me creerá loca, pero es que yo desde niña he soñado con este día de manera obsesiva. Me encanta el tema de la muerte y siempre la he admirado, ¿sabe? (LA MUERTE sonríe complacida). Su elegancia seca, su humor cortante, su mirada firme, su andar autoritario… Yo no pido mucho, nada extraordinario. Es más, hace poco estuve meditando en algunas condiciones, ya le digo… Tomando en cuenta la vida que he llevado. (Toma la libreta y verifica) Por ejemplo, mi muerte no puede ser violenta, porque no me gusta la violencia, y tampoco quiero morir en el mar porque el agua es mi elemento y non ci sta

LA MUERTE: Usted es muy complicada (se sienta cansada en la silla). Dígame algo: ¿por qué no en el mar, si nació en la montañas del norte de Italia y se vino a vivir al Mar Caribe? (Sonríe con sarcasmo) ¿No le parece una decisión muy extrema? Sería un final condenatorio, muy poético. Imagínese, todos dirán: “ella misma buscó su muerte”. ¿Usted no sabe cuál es la consecuencia de esa decisión que tomó hace más de 30 años? Puede ser que ahora…

ELLA: (Vehemente y casi sin respirar) El mar no porque no me gusta. Es imposible que me pase algo en el mar porque me gusta solo para verlo, ni siquiera me baño en el mar todos los días. Me gusta caminar en la playa, mirarlo de frente y respirar la brisa porque me recuerda mi canción favorita (exhala profundamente). Hay una canción italiana de los años setenta, muy famosa, “La canzone del sole”. Bueno, usted seguro la conoce porque se llevó a su autor de manera misteriosa muy joven; 55 años es morir joven…. Dice así (cierra los ojos y canta): “Oh Mare nero, mare nero, mare ne, tu eri chiaro e transparente come me”.

LA MUERTE: (Interrumpiendo) Sí, sí, ya me la sé…

ELLA: Además, es mi elemento. El agua es mi elemento. Se imagina qué tristeza morir en el elemento que más te gusta…

LA MUERTE: Entonces, me dice por favor, ¿cuál sería una muerte digna de usted? ¿Qué opina de una majestuosa montaña, tipo Himalaya? ¿Muy místico, no cree?

ELLA: (Con tono concluyente) ¡No, la montaña no! (Pausa. LA MUERTE se levanta lentamente y se miran en un silencio. El ambiente está lleno de tensión) Yo crecí entre montañas y me recuerda el cambio sin retorno que están sufriendo y yo me quiero olvidar de eso. Es imposible hacer algo bien con ese tema: si reciclas y no compras nada a multinacionales, pero te gusta durar una hora en la ducha, una no es consecuente… Me faltan vivir diez vidas más para ser consecuente.

Le puedo decir, mi bellissima signora, que es hasta ahora, ¡a mis cincuenta y tres años de edad!, que empiezo a asimilar la idea de que no se puede hacer todo bien. Créame que esa conclusión para una mujer de mi edad es importante. Me hubiera encantado haber llegado a ella antes.

(LA MUERTE se sirve más agua en el vaso y se lo lleva a ELLA)

¿Qué sentido tiene? Llegar al final de la vida, justo en el momento que entendiste que toda esa angustia por quedar bien con las personas importantes en tu vida, ese anhelo de vivir más para ellas, porque todavía puedo dar más, todavía me falta demostrarles lo importantes que son, porque se puede más. Porque haces todo para que te necesiten, si no, ¿cuál es el chiste? ¿Qué sentido tiene irme así no más? Quiero disfrutar más de mi valeverguismo, quiero que mi ritual nocturno dure 24 horas, luego 72 horas, después 168 horas, 8 760 horas, hasta que se vuelva mi vida. Soy un animal solitario porque si estoy en compañía desaparezco.

(Va a beber agua del vaso y se arrepiente, mira a la muerte y coloca el vaso en la mesa)

A mí todavía me falta, me falta, me falta, necesito más tiempo. En realidad, mi bella señora, mi sueño era no morirme (con tono convincente). Sé que suena descabellado, pero usted sabe que no estoy mintiendo. Eso es posible en este pueblo. Hay montones de leyendas tipo: “Se metió a la selva y no volvió más”, “Salió en la mañana a pescar y no regresó”. ¡Morirse lo hace cualquiera! A esas personas que tienen una muerte sin identidad propia, ya en una semana nadie se acuerda de ellos. Yo, en cambio, quería desaparecer. ¿Se imagina que exótico? Puedo escuchar a mis vecinas o mis compañeras del taller de teatro diciendo: “Profe, la señora que estaba trabajando el ejercicio del ritual nocturno no va a venir más, desapareció… En la calle dicen que se la llevó un extraterrestre” ¡Seré una leyenda aquí y en Italia!

(LA MUERTE se sienta y baja la mirada)

De verdad que no es descabellado. Piénselo y, si no le suena, yo le voy a dar tiempo para que usted me piense una muerte digna de mí. Quiero algo exótico que, si no, ¿para qué me vine a vivir a Costa Rica? Algo, algo increíble (la toma de un brazo mientras la acompaña a la puerta), inconcebible para mi familia y para este pueblo, no sé… piénselo… tómese el tiempo… no tengo prisa, pero eso sí, si regresa, sorpréndame… (Le da un abrazo una vez al otro lado de la puerta y la cierra).

(ELLA va al altar y le da un beso a su anillo de cristal, apaga la vela y se mete a la cama, apaga la luz de la lámpara. Tres segundos después enciende la lámpara nuevamente. Se escucha de fondo “La canzone al sole” de Lucio Battisti en volumen muy bajo).

ELLA: ¡Qué noche más corta! Ya amaneció y siento que no descansé absolutamente nada. Me parece haber tenido pesadillas. Nunca me acuerdo de mis sueños. Extraño. En la de menos hoy va a ser el día que me lleve un extraterrestre al otro mundo (se ríe). Ayer estaba tan cansada que no hice mi ritual. Bueno, hay más tiempo que vida. (Toma el vaso de agua en la mesita de noche y va a beber, pero se arrepiente. Levanta el vaso en un gesto de brindar) ¿Usted qué cree, mi bella señora?

Oscurece lentamente el escenario mientras se escucha de fondo “La canzone al sole” de Lucio Battisti. Al ritmo que la luz va bajando, se eleva el volumen de la música.

FIN

Amelia habla para quien escuche

Esta obra es la reescritura, por parte de Ang Azofeifa, de los resultados dramatúrgicos de una participante anónima en el laboratorio escénico “Monólogos del desarraigo”, realizado en Puerto Viejo de Talamanca, Costa Rica (2019-2021).

Personajes

AMELIA. Mujer de unos 20 a 30 años de edad

NIÑA. Niña de 6 a 7 años de edad y 13 años

DOS NIÑOS. Uno de 9 años y otro niño de 12 años de edad

ADULTO. Un hombre cualquiera

Una sala algo decrépita. Cada objeto está desgastado. Se ven mayormente materiales hechos de un plástico grueso, barato. Hay una palangana, unas chinelas, una escoba malgastada. Sobre la mesa, hay un mantel de plástico con flores y muchos cuadernos abiertos, hojas tiradas, revistas, libros y recortes.

Una niña entra y sale del espacio con frecuencia. Deambula. Ella está jugando.

Amelia entra desde la cocina. Busca y rebusca. No lleva ninguna premura. Se aprecia la monotonía de su rutina veinte minutos después de llegar a casa.

La niña entra y sale tanto como Amelia. Ellas mantendrán esta dinámica de movimiento a lo largo de la obra.

Con un limpión en el hombro, de gesto contundente en sus brazos, Amelia lleva un orden preciso y templado en todo lo que hace.

Finalmente, se sienta en una mecedora. Toma unos remiendos que está terminando de hacer, trabaja en poner un zipper de un pantalón, en arreglar un hueco de una camisa, poner un parche en un jeans, algún botón a una blusa. Se dirige al público.

AMELIA: ¿Ustedes quieren saber de mí?

(Pausa)

¿Están seguros de eso?

(Pausa)

Porque somos incómodos, ¿verdad? Los inmigrantes y nicaragüenses.

(Entran imágenes de dos niños corriendo al fondo. Son proyecciones de diversas etapas de sus infancias) Que una nica levante la voz en este país es un arma de doble filo. Pero si usted quiere oír, yo le cuento (se cortan las imágenes).

Nací en Managua, ciudad de Nicaragua, en la “gran época de los noventa”, en un hospital llamado Bertha Calderón Boque, reconocido como el hospital de la mujer, mismo hospital donde mi mamá ha trabajado varios años. Es el hospital que me vio nacer y crecer, y donde luego también nacerían mis hijos.

Soy la cuarta de siete hermanos, cinco varones y mi hermana mayor que es la única que no es hija biológica de mi papá, pero ella nació, igual que todos, en el mismo hospital.

Mamá todavía no trabajaba ahí. Según recuerdo, ella empezó a trabajar ahí después de que nació mi hermano Freddy, el séptimo y último hijo.

(Entra un fuerte olor a pan quemado. En eso, una tetera que ha estado hirviendo en la sala llega al punto de ebullición. Amelia se levanta, chorrea un poco de agua de la tetera en una taza. Deja la taza hirviendo en la sala y sale. Mientras tanto, la niña va hacia el público, se encuentra algo en el piso y juega con ello, lo inspecciona y se lo da a alguien. Amelia vuelve al escenario. Otra vez con el paño en el hombro, otra vez con el ademán de limpiarse las manos, entra a acomodar algo en la mesa de libros. Otra vez se sienta, toma aire y vuelve a las costuras)

Yo ahora tengo dos hijos y también los he criado sola porque yo me separé. Mi mamá no. Ella carga con eso todavía. Mi papá sigue ahí…

(La niña tira una muñeca al piso)

Yo crecí caminando sola en calzones por las calles de mi barrio.

(Amelia ve a la niña. Un adulto entra, trata de sacar a la niña del brazo. Ella forcejea. Él finalmente se la lleva alzada conforme la niña patalea)

¡Una señora se molestaba tanto de verme así! Me mandaba con recados donde mi mamá. “Mamacita, dígale a su mamá que la vista. ¡Usted no puede andar así!”, me decía. Doña Claudia se llamaba. ¡Todavía vive esa señora!

La niña, que ha escapado, vuelve, orina en un recipiente de lata en una esquina del lugar. Luego, retoma sus dinámicas de juego y deambula.

AMELIA: Pero mi mamá siempre estaba trabajando. Pasaba siempre muy cansada.

Cuando finalmente llegaba a la casa, ya solo quería que la dejaran dormir, que nadie la molestara. ¡Pobre mujer! Yo le contaba, aunque ella hasta el sol de hoy sostiene que yo no le dije nada. Recuerdo que, cada vez que le tocaba trabajar de noche, me llevaba con ella.

(Amelia se levanta, recoge una bolsa de la mesa, baja a público y se pone a repartir chocolates. Son besitos.)

Mucha gente se aprovecha al ver niños así. Cuando yo estaba en la escuela, tenía unos amigos que eran hermanos entre ellos. Cuando llegábamos al recreo, jugaban a tomarse turnos. Hacían fila para tocarme. “Ya a usted le tocó la vez pasada”, se decían. Yo, mientras tanto, me escondía en el baño lo más que podía. Recuerdo meterme ahí, esperando a que terminaran de hablar y se les pasara. También, me acuerdo de muchos primos que pedían abusar de mí. Lo pedían así, descarada y libremente. Esas son conversaciones que siempre he escuchado. Los fines de semana era cuando peor la pasábamos mi hermana y yo. Encima, mi papá tomaba mucho. Ese era el peor de todos. Ese hombre jugaba béisbol. Podía tomar tres días seguidos… y nunca venía solo. Siempre venía con conocidos. Acompañados, amparados, siempre son un grupo de demonios bien instaurados. Se quedan bien sentados ahí, pasaban casi como empotrados. Luego, ponían un montón de excusas: que estaban cansados, borrachos, agitados… Yo creo que mayormente los hombres pasan descontrolados. Descarados, son unos bichos bien desgraciados.

Mi hermana, la pobre, esa siempre era el primer plato en la mesa. Yo era la siguiente porque normalmente era la única que quedaba. Recuerdo que siempre me quedaba toda tiesa.

Luego, seguían tres primas porque ni siquiera a las hijas del hermano le hacían la pantomima. De último, vino mi primo que luego se hizo gay. Yo no veo una relación en eso, todo lo contrario. El problema aquí son esas bestias que pareciera que no hay nada que los reprima. ¡Eso es! Lo que hay es un sistema que los legitima y a ellos no les importa, una es como una presa. Le entran a lo que sea que se les atraviesa.

Amelia termina de repartir los chocolates. Se sacude las manos. Sube de nuevo al escenario y se pone a doblar ropa. También, rellena las líneas de un crucigrama. Luego, toma un lápiz y apunta algo. Mueve una ficha en un juego de mesa que tiene a medio camino. La niña, mientras tanto, sigue jugando. Le anda por las faldas, la rodea, no interactúa con ella directamente. Entre ambas es como si se obviaran.

AMELIA: ¡Ese hombre siempre tenía para tomar! Mientras tanto, mi mamá andaba desarreglada, humillada, perennemente irrespetada. Él la golpeaba y ella lavaba. Cada fin de semana una nueva paliza, siempre llegaba una nueva hija postiza, una situación que nunca se normaliza…

(Saca un mazo de cartas, pone unas sobre otras para armar una torre)

Yo seguido dormía sobre una mesa metálica, me acuerdo, porque a mi mamá siempre le daban por lo menos dos o tres turnos por semana en el hospital. Ella me ponía un cartón para taparme del frío y agarraba unas cobijas que tenían para los pacientes.

Así iba pasando el tiempo y yo creciendo.

Papá no ayudaba; poco ayuda con los gastos de la casa. Mi mamá era la que trabajaba para todos.

Se enciende un proyector. Vemos a la niña ahora de quince años. Vestido tradicional de fiesta de quinceañera, una fotografía en sepia, siempre con el tono de un pueblo polvoriento detrás.

AMELIA: Llegaron mis 14 años y a mí desde siempre me gustaba estudiar. No era mala. No sacaba malas notas. ¡No sé ni cómo! Supongo que me gustaba poner atención a otras cosas. Recuerdo que mi mamá una vez me llevó donde una amiga evangélica que conoció en el hospital. Creo que ese fue su intento de sacarme de esa casa.

Esa señora se hizo como mi tía.

(Imágenes del quinceaños. La quinceañera baila con señores, todos adultos, todos bien mayores. Hay un gran queque de quinceaños y mucha gente ebria. Es un festejo típico de cualquier pequeño pueblo.)

Normalmente, yo no sé por qué, yo vendría a quejarme de todo esto.

Aprovecharía la oportunidad y usted hasta podría decir que, de cierta forma, lo estoy haciendo, pero es que a mí ya no me da para eso. A mí ya no me da la edad para andarle buscando una contrariedad a manera de amaestrar verbosidad.

Al contrario, a mí lo que me da es una cosa muy rara en la cabeza. Al rato usted y yo debatamos sobre el amor, las maneras en las que se manifiesta y las obligaciones que uno siente en esta vida, pero yo creo que, independientemente de lo que digamos, muy probablemente concordemos en que es una cuestión de respeto lo que hace falta. Porque crecer fue difícil, porque vivir es un acto de resiliencia, porque en la mayoría de los casos, como bien sabemos, las mujeres están siendo un porcentaje alto de víctimas en muchísimos sentidos.

(Se empieza a sentir un olor a carne cocida. Amelia limpia un poco a la niña y la peina.)

Porque no importa la cifra que usted revise, ¡las mujeres siempre tenemos las de perder! En el trabajo, en la casa, el deporte, arte, cine, rap, tecnología, ciencia, astrología y astronomía, ¡inclusive en la gastronomía! Yo he buscado en todo lado, pero no en la limpieza ni el cuido. ¡No! Para las labores de hogar, como le llaman, ¡ni siquiera! Ni siquiera en eso ganamos, porque precisamente ahí es cuando ¡una de cada tres, el 30 %! Una de cada tres mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida —y la mayor parte de las veces el agresor es la pareja. Luego, se sorprenden de que haya mujeres contando que perdieron la cabeza, que no tienen más cordura, que se las comió el Alzheimer o que alucinan con que se encuentran a la muerte de frente en plena vida y le hablan como si nada, inclusive, retándola. Yo creo que mucho de lo que hacemos con tanta fuerza es porque casi siempre nos dejan sin nada que perder más que la memoria y la ciencia cierta.

Cierra imagen a fondo. Suena una alarma de horno. Amelia sale y trae un claro pedazo de bistec acompañado con arroz. Lo pone en la mesa y lo deja servido con un cuchillo de dientes clavado encima. Comienza a trabajar en un enorme pergamino que tira en el centro del espacio. Empieza a recortarlo.

AMELIA: Me gustaría fijarme en las estadísticas de las violaciones y demás agresiones en otras condiciones. Como esas en las que meten a la gente en vagones, aquellas sobre la gente que se mueve por un sinfín de razones, toda a la que amedrentan para que se vayan de sus naciones y el otro poco a la que llevan a la fuerza para robarle los órganos, pero la verdad es que yo ya tampoco tengo esas intenciones. No son esas mis pretensiones cuando usted bien sabe que en el mundo entero están sucediendo un montón de tensiones, a cada rato, a cada instante.

Yo entiendo que la gente ya no puede más con tantas presiones, ¿pero entonces qué? ¿Eso justifica que ya nadie razone o que sea difícil ver gente haciéndolo?

Más allá de la individualidad y sus recovecos, yo quiero hablar de la decencia que podría ser su mayor complacencia en este mundo tan trivial. ¿Usted no cree que una nica pueda hablar así, tan de igual?

Suena otro timbre de horno. Amelia lo atiende. Esta vez la niña ha quebrado algo. Suena un vidrio en alguna parte del espacio. Regresa rápidamente con una escoba. Habla al público.

AMELIA: No sé si lo que pido es que eleve un poquito su consciencia, que al final de cuentas, para eso es que usted vino hoy aquí, ¿verdad? A aprender sobre inmigrantes y cosas semejantes. Usted viene a ver cómo mejora su experiencia y ¡vea qué coincidencia! Le salgo yo, reclamando que los derechos de los inmigrantes, para dejarlo claro, podría estar en mejor estado a nivel mundial. Pero eso, repito, ¿qué? ‘¿Eso a nosotros de qué nos sirve?’ Podría decir usted y yo concuerdo.

(Amelia se pone a recoger los vidrios que la niña ha dejado cerca del público)

Saber estas cosas, ¿para qué nos funciona? Si usted probablemente ni va a votar y, cuando va, solo llegan pendejos al poder. Yo le podría contar que la gente migrante es casi un 3.6 % de la población, 281 millones de personas. Entonces, usted podría decir: “Un 3.6 % de la población mundial no es tanto, tampoco”. ¿Verdad? Como debatiéndome, pero un 3.6 % de cualquier otra cosa, ¿cuánto es? Hagámosle números, le diría yo, que tampoco quiero empezar a hablar de las guerras y catástrofes, porque eso es justo lo que todes ignoramos — para sobrevivir.

Amelia coge un basurero que encuentra cerca con el cual ha jugado la niña antes. Amelia echa los vidrios en una bolsa y los deposita en el basurero. Sube de nuevo a escenario.

AMELIA: ¡Eso es como cuando apareció un pretendiente 10 años mayor que yo! Yo lo llevé a la casa para que hablara con mis papás y lo dejaran que me visitara. Fue un 24 de octubre, me acuerdo, porque era el cumpleaños de mi papá. Ellos estaban tomando. Teníamos tres o cuatro meses de noviazgo.

Trae un tarro de pintura de un cuarto. Busca una brocha y demás instrumentos para pintar. Coloca una base de periódico para no manchar el piso.

AMELIA: Ese hombre me prometió muchas cosas con la única intención de tener sexo conmigo, pero esa noche me insistió tanto, porque mis papás estaban tomados, que por fin accedí. Mientras lo hacíamos, mi mamá nos descubrió y entonces él tuvo que hacerse cargo de mí y me llevó con él a casa de su abuelo.

(Comienza a pintar el recorte con pintura negra)

Después de eso, conviví 8 años con él. Era muy celoso e inmaduro. Yo no le caía bien a su familia porque mi mamá había tenido un desliz con el papá de él, entonces me trataron mal. Yo no podía visitar a mi mamá ni trabajar ni estudiar. ¡No me sentía bien con él! Me molestaba cuando tocaba mi cuerpo o quería tener sexo conmigo porque me recordaba los abusos de mi papá. Lógico, él no lo sabía y no entendía y pensaba que yo estaba en una relación con otra persona. ¡Y ya! Con eso empezaban las discusiones. Comenzó a serme infiel y a tomar más seguido… Nada de lo que yo quería para mi vida. Entonces, tomé a mis dos hijos y me fui. Comencé a trabajar. Salía de casa desde la madrugada hasta la noche. Luego se preguntan por qué las mujeres quedan paralizadas de por vida. ¿Cuántos recuerdos abusivos puede tolerar una persona antes de dejar de funcionar?

(Levanta la figura negra enorme que ha creado y la vuelve a acostar. Comienza a recortar más figuras iguales dentro de esa misma)

También me pregunto: ¿quién sí vive la vida que quiere o se merece?

Estamos en plena crisis económica desde hace años y a la gente igual le gusta ir a la playa o de la playa escondernos cuando somos demasiados. A mí me parece que la vida es así. Una gente se queja por una cosa, otra por otras. Al final, somos millones de millones de personas las que nos pasamos moviendo de aquí para allá; a algunos nos castigan y mutilan y a otros no. El pasaporte hace una enorme diferencia, pero eso no lo es todo.

(Amelia vuelve a los cuadernos y las cartas. Se mantiene en diversas ocupaciones variadas a la mesa)

En esa época que les comento, yo comencé a ganar mi plata. Entonces ya podía salir y conocer nuevas personas. Me dio por salir a discotecas y tener sexo con hombres que ni conocía, según yo para burlarme de ellos, pero cada vez que estaba con alguien me sentía mal y comprendía que no era lo que quería.

(Amelia vuelve al piso y levanta los figurines que ha creado. Poco a poco los pega en la pared. Coloca el mayor al centro y los demás a los lados, esparcidos a lo largo del espacio. Pone uno de ellos de cabeza)

Pasé así un año desde que me separé del padre de mis hijos. Cuando eso, ya tenía 21 años, un hijo de 4 años y el pequeño de un año.

Irónicamente, aprendí mucho de esa relación.

Luego decidí dejarle mis hijos a mi mamá y me fui con él otra vez a la casa de su papá.

¿No le digo que la gente va y viene?

Toma un litro de agua que ha estado sentado en la mesa todo el tiempo. Se lo echa encima, sobre la coronilla, completo.

AMELIA: Mientras estamos aquí, les recuerdo que la guerra de agresión rusa, por ejemplo, aún continúa. Usted podría decir: “Bueno, es que cuando yo escuché que Ucrania estaba siendo atacada, eso no parecía que iba para rato”. Luego, hace una pausa y me dice: “Y además está pasando al otro lado del charco”. Usted puede decir eso o cualquier mentira, la que sea que se está creyendo para no afrontar lo que hay. Todas las razones con las que usted se convence que lo que pasa en Nicaragua desde el año 67 (o bueno, si quiere nos referimos nada más a lo que está pasando desde el 2017), no tiene nada que ver con usted. Pero tanto eso como lo que está pasando en Kiev se trata precisamente de que usted se deje de hacer el ruso porque vamos para dos años. Esos son 7 millones de personas afectadas en esa “zona”.

(Amelia se dirige a la mecedora. Trabaja en un vuelo que le pega a un par de medias blancas de niña.)

Es un error referirse a los territorios de esa forma, pero, cuando usted se informa por aprender un poco más allá de lo que dice la heteronorma, se encuentra con un montón de teorías que de una manera u otra le deforman. Estoy muy lejos de interesarme, la verdad, por hacer cumplir aquí alguna norma cuando, precisamente, lo que quiero es romper con todo aquello que conocemos como reglas establecidas.

Por eso, tampoco le voy a estandarizar el uso de mi E ni de la X o la O. Más allá de justificar mi uso de la A para decirlo todo en femenino, yo vengo con un discurso un poco más intrauterino, si se quisiera, porque mi punto, precisamente, es que existimos en una eterna diversidad y movimiento. ¿Usted tampoco espera que una nica le hable así hoy, ¿verdad? Es impensable que no sea una feminista académica e igual le hable de esta forma. Pero yo lo que creo, independientemente de cómo me vea usted, es que el ser humano, así como no es inherentemente monogámico, también está siempre en constante desplazamiento. Aquí no hay contraposición, lo que hay es una realidad en constante transformación.

Así como los ríos se secan, los árboles se caen, la tierra tiembla y todo se alborota, así también, somos como personas.

Yo hasta me canso sola. Es inevitable. Al final siempre me termino quejando. Voy a pensar en otra cosa, mejor.

Se levanta y se dirige de nuevo a la mesa. Rebusca entre cuadernos. Aparecen imágenes de bosques, verde, cataratas, caballos, rappeling, ziplining, la isla del Coco, el Rincón de la Vieja y todos los rincones más preciados de Costa Rica.

AMELIA: Hace mucho yo estaba con la idea de viajar y un amigo que había conocido por Facebook, que vivía en Costa Rica, me habló muy bien de este país. Me decía cosas sobre el Premio Nobel de la Paz acosando gente. A mí eso ya me parecía grotesco y yo se lo decía, pero entonces empezaba a darme cifras sobre todo. Yo no creo mucho en la ONU ni ninguna de esas organizaciones con estrellitas y banderas de colaboración. ¡Vea lo poco que han servido para salvarnos de la familia esa que tenemos ahora en Nicaragua al poder! Sobre todo me estorban las organizaciones más humanistas, las que juran que lo hacen todo por los Derechos Humanos y el interés en la gente… ¡Uy! A mí esas sí que… vea, mejor ni sigo.

Yo concuerdo si usted lo que está pensando es que todo es bien fallido en este mundo.

Yo no creo mucho en la ONU ni nada de eso, pero la gente sí. Yo les doy datos de ONGs y me creen más rápido que mi propio testimonio.

La ONU dice que casi un 80 % (ahora tenemos que descifrar cuánto es eso, porque a mí me gusta más la idea de hacernos de volúmenes) de la gente que vive en el continente africano emigran dentro de su propia región. Lo mismo con ¿“los chinos” es? ¿Cómo les dicen ustedes a la gente asiática acá? El reporte dice algo así como…

(Encuentra la nota en la mesa. La lee.)

La gran cantidad de migrantes de países asiáticos también permanecen en el continente, es decir, que la migración regional domina los patrones de desplazamiento.

Usted no lo va a creer, pero usted piensa en Aruba y Curaçao y se imagina esas playas de azules intensos, arenas blancas y seguro una que otra margarita o piña colada. Algunes pensarán en “pegarse la fiesta”, como dicen aquí. Pero esas islas, que por cierto también quedan en el Caribe, tienen unos de los porcentajes más altos de refugiados. Aruba, con sus 112 000 habitantes y un 16 % de refugiados, tenía incluso la mayor cantidad en todo el mundo a finales del 2020, dice aquí.

Usted llora por la gente que se tira en lancha o de la gente muerta en barcos saliendo de Cuba con Fidel y tal… todo mundo lloraba viendo la tele, pero también hay muchísima gente que se ahoga tratando de cruzar desde Libia o Marruecos ahorita mismo, inclusive, salen del mismo Egipto para llegar a Europa. Eso no lo vamos a negar. Lo que pasa es que se nos olvida. Es muy conveniente la memoria.

Se le olvida al que puede, eso sí. Yo he vivido con esto toda mi vida.

Cierran las imágenes a fondo. Amelia enciende una radio. Suena una música tranquila, muy baja, calma, aunque con algo de estática.

AMELIA: Algo se prendió en mí con todo esto. Comencé a tramitar mi pasaporte y renuncié al trabajo que tenía. ¡Ni la liquidación esperé! De una vez me vine con mi abuelita a comenzar una vida de cero en Costa Rica, pero todavía tenía contacto con ese hombre. Me tenía loca.

(Amelia se seca el cabello)

Yo siempre pienso en Siria, Ucrania, Venezuela… Desde hace más de 20 años sabemos que una pequeña cantidad de países, la misma cantidad de dedos que tengo yo en esta mano, producían lo que entonces era el 72 % de refugiades alrededor del mundo. Ese porcentaje eran ya unas 32 millones de personas, más de 6 veces la población actual de Costa Rica, y eso solo ha ido subiendo. No es como que en algún momento baje.

Todo esto me recuerda mucho a mi casa. Mientras los países se pelean por ver quiénes acogen a las personas en necesidad de refugio, hay otro montón de gente recibiendo fallos de que efectivamente necesitan protección internacional. Es decir, unos van y otros vienen y todos sabemos que nadie está realmente bien, pero seguimos peleando mientras coexistimos. Lo curioso es que nos saludamos en medio de todo este enredo como queriendo decir buenos días, mientras nos odiamos a la cara.

Si fuéramos un sistema que se supiera conectado, uno un poco más consciente, entenderíamos que somos gente que se desplaza ¡y ya! Que mientras unes van, otres vienen. ¡Pero no!

(Mueve algunos recortes y levanta unos en particular, como mostrándolos).

Porque la gente también se pelea por el petróleo, el gas, el agua y cuanto bien existe en este planeta.

(Amelia sale, se cambia, toma de nuevo asiento en la mecedora)

Yo pienso, y que conste que sigo porque ustedes me dijeron que me querían escuchar y hasta ahora nadie me ha callado, que hay gente en países en estado de guerrilla perenne, como Colombia, que a la vez se vuelven en las culturas más acogedoras para gente de otros lados del planeta. Turquía es una de esas. La mayoría en este lado del mundo conoce sobre la acogida constante que da Alemania al resto del mundo, pero ¿Pakistán? ¿Uganda? Mucha gente jura que la migración europea es solo porque todo el mundo va corriendo de “la pobre África” a ese continente o que todos los asiáticos quieren una mejor vida en Europa y ¿qué pasa? Eso es una pura mentira e igual se riega por el mundo entero.

(Aparecen fotografías de personas migrando. Se ve gente alrededor del mundo haciendo filas en fronteras, cruzando montes, tomando botes, muchas imágenes de la migración humana.)

A mí me decían que eso del muro en Estados Unidos era una barbaridad, como si fuera la cúspide de la falta de raciocinio cuando Trump se puso a alborotar otro panal, pero luego reviso y ¿usted sabe que hoy mismo hay más de sesenta muros fronterizos en todo el mundo? ¿Usted lo sabe?

Yo no sé si usted ha jugado alguna vez esos juegos que tenían siempre mis chiquillos, con trenes y vagones, que se reparten toda una ciudad en un mapa y ponen delimitaciones. Es como el juego en el que se pasan cartas para poseer propiedades. Así igualito veo yo esto de los muros. ¡Están regados por todo lado! ¡Nadie quiere que uno entre! Pero eso es como cerrarle la puerta de atrás o el portón de medio patio a los mapaches o a un zorro pelón. La gente siente que uno entra de noche, cuando están durmiendo, a comérsele los bananos. ¡Pero si los bananos son de todos, encima! Yo a veces pienso que son más de los bichos que de nosotros, en realidad. Los frutos al final también son parte de la naturaleza.

Acomoda otra pieza en el juego que tiene armado. Saca un marcador, lo usa para subrayar algo en un bloc de notas.

AMELIA: Al mes de haber llegado a Costa Rica, se me volvió a aparecer ese hombre, mi ex. Me dijo que estaba en San José, que llegara a recogerlo. ¡Y me fui!

Todo fue peor. Él no iba a cambiar nada. Nos fuimos a vivir a Sixaola y no la pasamos nada bien. No la pasamos bien en ningún lado, pero en Sixaola menos. Aquí la gente pasa viendo al nica como una maldición y al venezolano como si fueran todos cualquier fulano. Como si la gente que viene de afuera nada más está pintada en un semáforo con sus carteles. No les ven como personas, con piel y sentimientos. Aquí no pareciera que les colombianes fueran más que gente que tiene que vender almojábanas para esconder las armas, como murmuran por las calles de San José. Lo sé porque lo he oído. Yo también vivo en Costa Rica y me niego a aceptar que la gente pensante, la élite es la palabra que usan mucho también, en este país se esté lavando las manos así, dejando a “la cultura”, como le llaman, y al arte caer como si no fuera nada. Aquí es más porque todo es un privilegio, una cosa de clase. De una clase un poco cuestionable, ¿no le parece? No comprendo muy bien cómo es eso de que el Estado de esta nación se está desmontando, que parecieran caer a pedazos los ministerios. Son cosas que no comprendo. Por eso, a mí me gustaba ir a clases para entender.

(Imágenes de Puerto Viejo, las lanchas, playas, pescadores, su pueblo, gente, bosques y fauna)

¡Viera el calor que pasamos en Sixaola! Todo el mundo nos hablaba de un lugar hermoso, Puerto Viejo. Contaban que era un lugar mágico, con más y mejores posibilidades. Entonces yo sentí el deseo de emigrar otra vez. No tenía plata, pero conseguí para los pasajes y llegué tocando cada puerta desde la entrada a Puerto con mucha fe y muy dispuesta. Por dicha conseguí algo, gracias a Dios. Fue duro, pero logré establecerme.

Luego de un año, ya con trabajo fijo y una casa, pensaba mucho en mis hijos y mi mamá me llamaba muy perturbada porque se le estaban saliendo de las manos. Fue una época muy estresante.

(Queda la imagen fija de un enorme árbol de bosque caribeño en verde natural. Amelia detiene toda acción. La niña ha quedado dormida sobre el piso en el escenario. Amelia mira al público.)

Al final, ahorré una plata y fui por mis hijos porque me gustó la educación en Costa Rica, los beneficios que me proveía y lo maravilloso que es. Sí, yo me quedé, y además fui por ellos, porque Costa Rica me hacía bien. ¿A usted le parece que tengo que disculparme por eso? Por acomodarme donde me calienta mejor el sol. A mí me parece muy humano ese comportamiento.

Todo el mundo me decía que iba a ser algo difícil y que yo no iba a poder. Después de un mes, deportaron al celoso ese que me tenía de novio. ¡Eso sí fue algo! Me quitaron un gran peso de encima, aunque igual fue muy duro y difícil recuperarme.

(Corta un pedazo de bistec y lo muerde. Mira al público de nuevo.)

Ahora llevo ya dos años de estar acá con mis hijos, los mismos que llevamos de estar viendo a la gente morir en Rusia. Ni siquiera voy a empezar con Gaza y Palestina. No, nada ha sido fácil. Por supuesto que allá la tienen peor. Yo siempre pensé que la humanidad jamás iba a permitir otro genocidio, ¿sabe? Como que veía las fotos de Auschwitz y Dachau y pensaba “No, jamás. No volveremos a dejar que pase”. Especialmente en mi época de leer a Viktor Frankl, por supuesto. Pero bueno, nos seguimos matando y no haciendo mucho al respecto más que postear en Instagram. Eso sí nos parece urgente, ¡urgentísimo! “No puede ser mi amigo si no pone historias de la vara”, le escuché yo el otro día decir a alguien. Divago.

Yo sentí que me metía en una selva hostil, es mi punto. Sentí que me adentraba en un lugar que no conocía, pero me atreví a atravesarlo. Esta vez lo hice de la mano de mis hijos, que para mí son toda la fuerza que necesito. No sé si la gente entiende que también nosotres tenemos familia y gente que nos importa y necesitamos para vivir.

He aprendido mucho y no me arrepiento de nada, pues todo esto ha contribuido a mi crecimiento personal y a estar más segura de mis capacidades. Me ha acercado otra vez a mis hijos y a amarlos cada vez más. Usted no los ve porque ellos ya no están conmigo. Sobre eso no le puedo hablar. Ni voy a hacerlo. Tampoco es que yo vengo a contarles absolutamente todo lo que me ha pasado porque no creo que necesitemos su aprobación, tampoco. Disculpe…

Además, yo imagino que para usted nada de esto es suficiente, ¿verdad? No sería la primera vez que me sucede.

¿Usted qué piensa? ¿Le gustó mi historia de cómo una nicaragüense llega a Puerto Viejo con sus dos hijos? ¿O qué le parece? ¿Tiene validez mi historia para migrar o no lleva sufrimiento suficiente? Yo de verdad me pregunto qué piensan.

(Bota las cartas, quita el juego de mesa, ordena los recortes, acomoda todo el lugar. Lo va a dejar todo tremendamente ordenado.)

Honestamente, le voy a decir la verdad y voy a dejar todo aquí ya porque seguro a mí nadie nunca me vuelve a permitir hablar en ningún lado. Yo de verdad creo que hace rato pudimos haber aprendido de los pájaros o las grandes migraciones. Curiosamente, de esas manadas de búfalos que se pasan de un lado a otro, desde el Serengueti en Tanzania, a nadie molestan. Más bien, gastan miles de dólares por ir a ver a los animales migrar en manada. Como si fuera una maravilla mundial, ¡que lo es! No quiero decir que no, pero ¿usted cree que yo puedo nada más vivir la vida que llevo y oír todo esto que pasa en el mundo y quedarme así, como si nada? Como si nada me molestara, como si nada me perturbara, ¡como si nada me ataladrara la cabeza! Como si esto no me sembrara un montón de… ¡no sé ni cómo llamarles! Parecen germinadas esas ideas, los tormentos y lamentos. Ni siquiera hablo de los dolores propios, sino de las afectaciones que yo sé que tranzan a un poco de gente alrededor del mundo a cada segundo. De eso es que me quejo, yo creo, si tuviera que ponerle nombre de algo a mi reclamo. Es como si tuviera un cementerio de toda la gente imaginaria que ya se fue. La que vi en la tele, en las noticias, en los postes… Todo es un armatoste, por no decir un desgaste de todo los contrastes que hay que soportar cuando ya no nos quedan más caricias.

Amelia saca unos recortes pequeñitos que tenía almacenados por ahí. Se pone a pegar gente pequeña por todas las paredes, cada una de diferentes colores y tonos. Las coloca bocarriba y bocabajo, en cualquier orden.

AMELIA: ¿Sabe qué es lo que a mí sí me queda, por lo menos? La capacidad humana de realizar las acciones correctas para que estas historias dejen de ser las de personas que para usted hasta pueden parecer ficticias. Sueño con que empiecen a ser el principio de todas esas sonrisas y regalos que usted puede dejar en la gente que tiene a su alrededor. Pero yo soy muy soñadora, yo lo sé. Es como si yo creyera en la alquimia que existe detrás de una intención, en donde la gente con su mera visión puede transformar lo que hace. Ya le dije que tengo dos hijos y por eso ni crea que soy igual de ilusa.

(Enciende un televisor pequeño con el volumen bajo. Se ven noticias locales.)

Yo a veces hasta me retuerzo de tener que ver a Sofía Guillén pegando gritos en el plenario de la Asamblea, por ejemplo. ¡Esa mujer sí que habla como si su boca fuera el arsenal más filoso que tiene este país! ¿Ustedes la han visto? De seguro ni les cae bien. Yo luego la veo en La Extra donde la acusan en primera plana de lo que sea con tal de llevarse a una mujer más abajo.

Si yo fuera tica, para mí no se trataría de si usted también odia la vuelta entera que dio Pilar Cisneros en este mandato, por ejemplo. Yo he escuchado mucho de eso. A mí me parece extraño que la misma persona, que cuentan que veían como una mamá en la televisión, ahora sea una señora tan nefasta. No sé cómo es que le dicen, si es que es pacho o facho, algo entendí como que es una palabra, por lo cual me podría meter en problemas, pero es que a mí ya nada me sorprende en este paraíso.

Yo sigo disfrutando los congos y las lapas, me sigo bañando en un mar cada vez más sucio en el Caribe y me niego a aceptar que nadie pueda ser más amable con la gente de Guabito que la propina de mil pesos que le dejan para que les jalen las bolsas cuando van a comprar en exceso a la frontera. ¡Nosotres viviendo ahí a veces ni teníamos para comer! La gente pasaba y pasaba viendo a ver cómo camuflaban en la frontera ese montón de botellas. “¡Cuidado nos agarra un tráfico!”, decían.

(Coloca un nuevo mantel sobre la mesa)

¿A usted no le dolió cuando metieron a no sé cuántxs periodistas a la cárcel en Managua mientras esa gente trataba de reportar una violentación sistémica y de gobierno? Tenemos ahí al lado esa familia, sirviéndose del país nuestro a punta de delitos y agravios. No le voy a mentir, para mí es difícil saber que, despuesito de los ríos y resorts que pagan ustedes en la playa, como el Riu y todos esos con todo incluidos, está la tierra donde ya casi ni se puede existir. Ser nica y no tener plata no quiere decir que yo no tenga sueños y me informe. ¿Para usted yo puedo ser una persona valiosa de alguna forma? Disculpe que les pregunte, pero yo siempre me siento aquí y me pregunto este montón de cosas y son muy pocas las veces contadas que tengo a alguien que me conteste. ¿Van a seguir callados?

(Trae tres sillas de comedor y las coloca una a una alrededor de la mesa)

Yo quisiera que pudieran ver a la gente como mucho más que migrantes.

Ustedes no, claro, me imagino que ya aquí nadie piensa feo de nadie, pero para los demás, acaso. Para mí, nadie se merece una paliza o que les saquen de la casa y les quemen las cosas por el simple hecho de estar sobre un pedazo de tierra en algún lugar en específico. Sé que lo que digo es muy básico, la verdad. Obviamente hablo porque lo he vivido. Imagino que quien no lo ha hecho ha de pensar diferente. ¡Yo he tenido amigas que se van! Se tiran por los montes y se tienen que mandar a los ríos. A algunas no les dio tiempo. Somos muchas personas y a muchos de nosotres nos sacan la plata de la nada los pandilleros, especialmente de mi país para arriba. ¿Se ha informado cómo se pone la cosa? Son lotes, casas y barrios enteros los que están totalmente tomados. ¡En fin! La cosa es así.

Amelia sirve cuatro platos. Dos niños aparecen y, junto con la niña, llegan a sentarse a la mesa. No interactúan con Amelia. Es como si no estuvieran presentes. Ellos comen, pero nada se mueve.

Amelia se sienta de última en su campo, viendo hacia el televisor.

AMELIA: A mí no me gusta hablar mucho de esto porque luego me escucha hasta el mismísimo Somoza, pero, por dicha, aquí yo me amparo en un Estado democrático. Yo sigo pensando que nadie se merece que le metan sin razón en unos cuarteles y le desgarren toda su humanidad. Gratuitamente, por ser moreno, negro, chino, ario, musulmán, o cuantas características les queramos poner que parecieran justificar que nos odiemos unes a otres en ciertas latitudes de este planeta. Muy al contrario, yo pienso, de nuevo, que concordamos en que se valdría un poco más de respeto hacia la gente, ¿no? Esa apuesta sí la tengo fija yo.

Mueve una ficha de un cartón de bingo con frijoles que hay en un rincón de la mesa. Apaga el televisor. Mira al público.

AMELIA: ¿O usted siente que quien mandó el primer golpe se merece un golpe de vuelta? ¿Y si nadie ha mandado una ofensa? ¿Cómo justifica usted odiar a alguien por el lugar en el que nació? ¿Por su historia? ¿Y si lo califico yo por la suya? ¿Quién queda perdiendo?

(Reparte la comida en todos los platos)

Yo prefiero pensar, a veces, que nadie le debe nada a nadie en ese sentido, pero en eso todo se vuelve muy aburrido porque entonces sí me toca pensar que, al final de cuentas, ¡no! Al final de todo, sí ha habido mujeres y cuerpas y personas violentadas, sobre todo ciertas grupas más que otras y mentira que nada es nada.

(Amelia termina de servir los platos. Deja las cosas que tiene en la mano a la mesa)

Siempre termino pelándome cuando empiezo a hablar de estas cosas. Sépanme disculpar.

(Amelia se limpia las manos y deja el trapo en la mesa)

Como les decía, a mí siempre como que se me rompe un poco la cabeza pensando en estos temas y yo creo que ya está bien la pausa que me acaban de dar.

Muchas gracias por escucharme, vamos a pasar al siguiente ya.

FIN

Ausencia de viaje

Texto producido a partir de la participación de Lorelay Sofía Semeñenko en el Laboratorio Escénico del Estudio “Monólogos del desarraigo”, dirigido por Vivian Rodríguez Barquero, realizado en Puerto Viejo de Talamanca, Costa Rica (2019-2021).

Personaje

OLGA NIKOVA. De mediana edad, algo pueril, atrevida, con cierta paranoia y melancolía.

El espacio es un living de una casa con mobiliario hogareño (sofá, cojines, mesas, etcétera). En algún sitio hay: vestidos, zapatos de tacones, chalinas. En el centro hay una silla giratoria (con varios cinturones sujetados en alguna de sus partes), que está con el respaldo en el suelo. También hay un casco y guantes de moto. El público estará sentado en ese mismo escenario-living, en íntima proximidad con la actriz que lleva un overol medio puesto hasta la cintura y unas botas altas de lluvia.

ESCENA ÚNICA. VUELTAMIENTRAS

Olga Nikova está buscando algo entre los muebles, mientras el público va entrando al espacio/escenario.

OLGA NIKOVA: ¿Dónde está? Creí que la había puesto aquí, no sé... (Al público con angustia y confusión) ¿La viste en algún lugar? Se me olvidó dónde la dejé... (Mirando a su alrededor) No me puedo acordar, se me fue, se me fue, se me fue...

(Sigue en su búsqueda con cierta ansiedad, cada vez con más velocidad, casi frenética y muy paranoica. Escanea a alguien y con mirada inquisitiva. Al público) ¿La tenés vos? (a otra persona) ¿O usted? ¿Usted la tiene?

(Olga continúa confusa, buscando. Cuando las personas del público terminan de ubicarse en el escenario-living, Olga, ya muy alterada , gira varias vueltas y con furia grita) ¡Fuiste vos, fuiste vos, fuiste vos otra vez, qué hijo de puta! ¡Qué hijo de puta! ¡Ya te dije que no me gustan tus “jueguitos de escondidas“, nunca me avisas! ¡Sos un tramposo!

(Se ríe confusa y algo histriónica. Vuelve a la búsqueda de ese algo. Revisa entre las personas del público. Le toma con fuerza el brazo y el rostro a alguien y le pregunta con firmeza)

¿Dónde la escondió? ¿Dónde está? ¡Decime si sabés dónde la dejó! ¡Decime!

(Largo silencio. Se abraza la cabeza con desesperación y da unos ligeros golpecitos en su frente).

Te tengo adherido en mi cabeza, pegajoso, omnipresente. Sé que estás ahí, furtivo, siempre silencioso, cobarde depredador. (Se masajea la cabeza) Yo no te busqué, ¿o sí? A veces me pregunto si de tanto querer alejarme de vos no te acerqué más. Tal vez por pensarte a diario fui yo quién te dio lugar… no sé. Tal vez, en mis ratos de melancolía, te abrí la puerta y te invité a pasar (risa exagerada, se arregla con dedicación su peinado). Al final vas a terminar siendo mi fiel compañero de ruta, mi compañero de vida… ¿o de muerte? Esa la voy a decidir yo y va a ser ¡sideraaaal, AL! ¡Sideraaal! ¿Te puedo llamar AL? (ríe con sarcasmo). Porque AL-ZHEI-MER suena muy complicado, un poco hitleriano: AL-ZHEI-MER, aunque vos también resultaste ser un tirano, un déspota.

(Ríe a carcajadas. Con la mirada perdida, se vuelve a masajear la cabeza y progresivamente comienza a realizar movimientos como parte de una danza butoh. Pausa. Con molestia, se quita las botas y las tira. Se detiene y, con exagerada cortesía, saluda al vacío)

Mucho gusto, AL, me llamo Olga Nikova.

(Se da unos golpecitos en la cabeza)

Pensar que después me vas a quitar hasta mi nombre.

(Mientras, levanta la silla del suelo y acomoda en algún sitio el casco y los guantes. Se sienta un instante y corporiza un estado de parálisis. Olga se levanta con ímpetu)

La verdad es que no me importa tanto la pérdida de memoria. Las pérdidas no me asustan, ya tuve muchas y sobreviví y sé que algunas hasta las busqué y las disfruté (con enojo). Lo que no voy a aguantar va a ser mi decrepitud lenta y expuesta de manera casi obscena y controlada ab-so-lu-ta-men-te por vos, AL.

(Se abraza la cabeza con agresividad. Luego, agarra por el respaldo la silla con ruedas y la pasea por el espacio como si llevara a alguien sentado) ¡Gracias a vos fui madre de mi madre! (Continúa paseando la silla) Cuando la visitaba, y todavía ella hablaba, me decía (cambia a una voz infantil y se ubica frente a la silla): ¡Mamá!¡Mamá!¡Mamá! (Pausa, angustiante silencio) Cuando empezó a nombrarme así, la corregía: “No soy tu mamá, soy tu hija, tu hija, tu... y después dejé de hacerlo”. ¿Para qué? Si ya estábamos perdidas, madre e hija, perdidas... (Con resignación vuelve a pasear la silla) Casi diez años de agonía interminable (detiene la silla y desde atrás, con ternura y desconsuelo, le susurra al oído). Morite, mamá, morite (subiendo el tono de voz). Morite de una vez, morite ya, no tengas miedo. Dejame ir, por favor, dejame ir (vuelve a pasear la silla). Me quiero ir a vivir a algún pueblito cerca del mar, con mucha naturaleza, a algún lugar sin este frío paralizante. Sentir el roce de una brisa cálida en mi piel... (Suelta la silla. Con desesperación y angustia.) ¡Dejame ir, dejame ir, por favor, mamá! ¡Dejame vivir, dejame vivir! ¡Dejame vivir!

(Olga se da unos golpecitos en la cabeza y reprocha) ¡Muyyyy cruel, AL, demasiado siniestro lo tuyo! ¡De terror, AL!

(Reinicia la búsqueda entre el público con cierto desgano) El único que disfruta de ese placer voraz sos vos, AL. Yo ya vi lo que le hiciste al cuerpo de mi madre: lo poseías en una agonía aletargada (continúa su búsqueda y, mientras, va moviendo a las personas cual objetos). Te gustaba devorarlo y saborearlo de a poquito, sorberlo (se relame con placer). Años siendo un cadáver, piel y huesos, pobrecita… Yo no me voy a someter a semejante degradación. ¡No quiero ser tu desecho inerte, ni tu desperdicio gastronómico! ¡No te ilusiones conmigo, AL!

(Entre risas y con descaro, hurga en alguna cartera o bolso de alguien del público, desparrama esas pertenencias. Con vehemencia) ¡No poder limpiar ni mi propia mierda! ¡Noooo! ¡Ante todo no perder la dignidad! Te aviso, AL, y no es por hacerme “la difícil”, que eso no lo vas a lograr conmigo, antes…

(Pausa. Se queda por un instante en estado de perplejidad. Con ansias.) Voy a hacer otro viaje. (Se da golpecitos en su frente, con cinismo) ¡VAMOSSSS! Ya somos inseparables, AL. ¡Hasta que la muerte nos separe!

(Olga se quita el overol, busca entre los vestidos y se mide algunos) Al principio te tuve miedo, AL. Pensé que podía escaparme de vos y huí. Migré lejos, pensando que no me encontrarías. ¡Qué ilusa de mí! Sin querer saber, ya me tenías atrapada en tu coto de caza, fuera adónde fuera. (Elige un vestido muy colorido y se lo coloca) ¡Vos sí que sabías, sos un turro, AL! Porque sos hereditario y me estabas destinado. Por cierto, algo incestuoso y muy perverso, AL.

(Busca entre las chalinas, se prueba algunas y con ironía sigue) Primero, estuviste con mi madre y ahora te “emparejaste” conmigo, AL. Tenemos una relación de pareja de esos que se aman y se odian, pero que no se pueden separar y se desean y se matan… Siento cada vez más tu voz silenciosa en mi cabeza, sos mi oxímoron favorito. ¡Me volvés loca, AL! ¡Loca de amor, loca de remate!

(Olga se coloca unos zapatos con tacones, se los mira puestos con satisfacción y camina erguida con sensualidad) Todavía no recorriste mi cuerpo (se palpa su cuerpo con erotismo) y sé que lo deseas. Ya te dije que no es por hacerme “la difícil”, pero yo no me voy a entregar a tu goce erótico de amo y esclavo, al estilo Marqués de Sade (continúa tocándose gozosa). Mi nivel de masoquismo no llegó a tanto; no soporto que me dominen. No es algo personal, AL. Nunca pude dejarme llevar por un hombre ni bailando, no sé qué me pasa, pero me causa incomodidad. No lo disfruto y no le puedo seguir sus pasos, me pierdo...

(Suena una música de ritmo tropical. Con excitación y euforia, baila sola. Pausa.) Y ahora el que me está marcando el paso sos vos, AL.

(Se deja caer en la silla giratoria y se saca los zapatos de tacones. Se desplaza, arrastrando los pies, con alegría infantil) ¡Cómo me gusta esta silla con ruedas y giratoria! (Mientras gira, canta con énfasis en las palabras con y de) ¡Silla CON ruedas, no DE ruedas, silla CON ruedas, no DE ruedas, silla CON ruedas, no DE ruedas, no DE ruedas, no DE ruedas! (Sigue girando con júbilo) Siempre me gustaron los juegos de girar, de dar vueltas hasta marearse. Todas las calesitas me fascinan desde niña. Recuerdo una que me encantaba, estaba en la plaza del barrio (gira con nostalgia). Tenías que agarrar una de las argollas de hierro unidas con cadenas a un poste en el centro, cada uno y al mismo tiempo, corríamos, corríamos, corríamos, hasta levantar los pies del suelo y quedar perpendicular ¡Era casi como volarrr! (Suspira). Hay algo en esa sensación de girar en el cuerpo. ¿Como si flotara, volara? (Con curiosidad) ¿Será así la gravedad cero en la nave y en el búnker marciano? ¡Me va a encantar! (Se detiene y con ansias) ¡Migrar otra vez, sí, migrar, volarrr! ¡Ese va a ser mi último acto de rebeldía, AL! (Se da golpecitos en su cabeza) Girar, migrar, flotar, perderme otra vez...

(Se levanta de la silla y hace movimientos lentos como flotando en el aire). Sí, perder, perderme, desorientarme. (Con vehemencia) Por decisión propia, no la tuya, AL. (Se da fuertes y rápidos golpecitos en la cabeza). ¿Me escuchaste? ¿Me escuchaste, AL?

(Olga se quita con lentitud el vestido y la chalina y vuelve a colocarse el overol, esta vez completo). (Al público) Desde que abrieron la convocatoria a toda la población para los viajes interespaciales, vengo entrenando todos los días (Se ajusta el cierre del overol) Van a crear las primeras colonias de humanos (Se sienta en la silla y se coloca las botas, con júbilo e ironía) ¡Y salí seleccionada ! ¡Claro! ¿Quién va a querer ir a Marte en un viaje sin retorno? ¡Yoooo, Olga Nikova!

(Coloca la silla en el centro del living con el respaldo en el suelo) Está decidido, no me interesa volver. (Se toca la frente con unos golpecitos, mientras canta entre risas y con burla). ¡Y vos vas a ir de polizón, AL, lalalalala, polizón,polizón, polizón, zón, zón, zón! (Olga busca sus guantes y se los coloca).¡Migrar al planeta rojo! ¿¡Quién se lo hubiera imaginado!? Yo no. Nunca fui de esas personas que desde la niñez sueñan con ser astronautas. A mí no me pasó nada de eso. (Con mirada al vacío) Migrar como línea de fuga... Cambiar de perspectiva en un instante, aunque más no sea. Ver la “canica azul” desaparecer... Va a estar interesante esa parte. ¡Qué vértigo! (Con ironía y con golpecitos en su cabeza) ¡Preparate, AL, para este “viajecito” juntos!

Mi muerte no me la quitás. ¡Es mía, solo mía!

(Olga busca el casco y lo chequea) Ya me informé que la atmósfera marciana es casi toda de dióxido de carbono y que, si salís sin el traje espacial, en solo 20 segundos quedás inconsciente y en menos de un minuto ¡Chau! ¡Hasta nunca! ¡Caput! ¡Ma-ra-vi-llo-so! Eso quiero para mí, AL (se da golpecitos en la cabeza). Una muerte rápida y decidida. O te morís o no te morís. (Olga imperturbable se acuesta y se acomoda en la silla en el suelo) Mi muerte es mía. Solo mía. Es mía. Solo mía. Mía. (Murmurando) Mi muerte. Mía.

(Con parsimonia, se coloca el casco y se ajusta los cinturones, se los ciñe) Mía, mi muerte...

Olga tensa todo su cuerpo. Una luz resplandeciente y enceguecedora invade todo el espacio. Irrumpen cientos de voces ininteligibles y superpuestas que se convierten en un sonido ensordecedor.

Apagón súbito.

Oscuridad absoluta.

Silencio espectral.

FIN

Notas de autor

1 Docente en la Escuela de Artes Dramáticas y la Escuela de Educación Física de la Universidad de Costa Rica. Máster en Ciencias del Movimiento Humano por la Universidad de Costa Rica
2 Participante del estudio "Monólogos del desarraigo", impartido por Vivian Rodríguez Barquero.
3 Escritora. Especialista en contenido de Mercadeo y Coordinadora de Diversidad, Equidad e Inclusión.
4 Participante del estudio “Monólogos del desarraigo”, impartido por Vivian Rodríguez Barquero.
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