Reseñas
Entre profano y sagrado: dimensiones místicas de la sexualidad
Entre profano y sagrado: dimensiones místicas de la sexualidad
Revista interdisciplinaria de estudios de género de El Colegio de México, vol. 1, núm. 2, pp. 184-186, 2015
El Colegio de México A.C., Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer
| Karadimas Dimitri, Tinat Karine. Sexo y fe. Lecturas antropológicas de creencias sexuales y prácticas religiosas. 2014. México. El Colegio de México. 391pp. |
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¿Pueden las prácticas religiosas arrojar luz para explicar las creencias acerca del régimen de sexualidad que impera en un grupo social? Habitualmente, los derroteros de nuestro pensamiento se dirigen en sentido inverso: solemos suponer que los mandatos religiosos nos imponen un conjunto de ideas reguladoras de los usos del cuerpo, los deseos y los placeres.
El libro Sexo y fe explora esta relación privilegiando miradas antropológicas que puedan detonar una reflexión sobre la forma en la que los preceptos se instauran como un conjunto de actos repetitivos, pues, en sintonía de lo planteado por Bourdieu, la naturalización de la creencia “no es un ‘estado del alma’, ni menos aún, una especie de adhesión decisoria a un cuerpo de dogmas y doctrinas instituidas [...] sino [...] un estado del cuerpo” (1991: 93). Cuerpo, género, sexualidad y credo son entonces construidos socialmente, sancionados socialmente y cargados de significaciones socialmente compartidas.
Mircea Eliade afirmó que el pensamiento religioso gira en torno al concepto fundamental de lo sagrado. Para este autor, lo sagrado es aquello investido de ambivalencia, lo que produce a la vez miedo y veneración, fascinación y rechazo. Lo sagrado es una manera de comprender la realidad y, a su vez, es una forma en la que las sociedades brindan explicaciones satisfactorias a fenómenos inexplicables y colman de misticismo aspectos que les desvelan.
Uno de estos cuestionamientos primigenios en la reflexión humana es la búsqueda de sentido al rompecabezas existencial que representa el fenómeno de la vida y de la conciencia, el origen de los seres humanos y su relación con el cosmos, su interdependencia con la naturaleza y con la esfera de lo sobrenatural, o bien la diferencia entre lo concreto y lo etéreo. En ese horizonte, la sexualidad se yergue como una interrogante crucial para acercarse al mundo y ordenarlo, para clasificar a los seres en vivos y no vivos, en afines o enemigos. De ahí que ese nexo irrompible que parece existir entre sexualidad y fe lleva a plantear si pudiera haber otro ámbito de la vida humana que esté más entremezclado de tales sentimientos ambivalentes que la sexualidad. ¿Acaso el sexo no es aquello que nos ata a la parte más prosaica de nuestra naturaleza animal pero que, al mismo tiempo, nos acerca a la espiritualidad de lo sagrado?
Responder a estos interrogantes puede no resultar tan sencillo si nos colocamos en un horizonte en el que la diversidad cultural ofrece múltiples posibilidades de pensar la sexualidad, las cuales parecerían absurdas a los ojos de las personas que comulgan con las concepciones judeo-cristianas, para quienes el referente principal es una estricta separación entre alma y cuerpo, entre la penosa vida en la tierra y el gozoso disfrute del paraíso, pues esta cosmovisión dicotómica no ha sido compartida por todos los grupos humanos: para unos, los espíritus tienen la misma materialidad que los cuerpos; para otros, no existe separación entre los seres vivos y entre éstos y los fantásticos; algunos más pueden transmutarse de humanos a animales y viceversa. Pero, no obstante esta diversidad, tal como ha sido señalado por Françoise Héritier (1992), cualquiera que sea el esquema interpretativo específico mediante el cual una sociedad pretenda dar cuenta de la relación entre sexo, vida y creencia, éste debe proporcionar definiciones inmanentes de persona ―y en qué momento se llega a serlo―, de relaciones sociales entre individuos, del mundo natural y del sobrenatural.
Las creencias respecto al sexo, su mecánica, su fisiología se encuentran entonces en el corazón de los actos de fe: objetos, personas, mitos, ritos, símbolos, representaciones, espacios y tiempos espirituales se introyectan en los individuos para gobernar el ejercicio ordenado de la sexualidad y fijar el horizonte de lo prescrito y de lo proscrito: castidad, celibato, desenfreno, éxtasis, sexo contra natura, prostitución, masturbación, embriotomía, infanticidio, y muchos más, son actos que se enjuician y dirimen en el espacio público como única vía para garantizar su cumplimiento en la esfera más privada de la vida de los sujeto.
En esta dirección, el libro Sexo y fe reúne quince textos que abarcan los cinco continentes y proponen lecturas frescas de la relación entre la sexualidad y lo sagrado. Los trabajos se agrupan en tres partes con ejes diversos para el acercamiento a este vínculo. En la sección intitulada “imágenes prohibidas y prácticas divinas”, el hilo conductor es la representación gráfica del sexo dentro de la práctica religiosa a través de pinturas, grabados y estampas de la Europa católica, de la India y de Japón que muestran, a veces de manera soterrada, a veces de forma inconfundible, cómo algunas religiones conciben la sexualidad. Estos textos reflexionan desde la pintura del juicio final de Miguel Ángel, la figura de la virgen María u otras imágenes católicas renacentistas, así como la sexualidad divina en la mitología hindú. El último texto de esta sección sobre la representación de la falta de templanza sexual de los monjes japoneses durante el periodo Edo (siglos XVIII y XIX) lleva irremediablemente a evocar la concupiscencia de sacerdotes y monjas católicos descrita por Boccaccio en El Decamerón.
Hacia finales del siglo XVIII, sin embargo, ese sector social ya estaba compuesto más por gente adinerada que sólo por aristócratas. La revolución del consumo dejó así de pertenecer a una categoría de estatus, la aristocracia, para pasar a una genérica: las mujeres. Se consideró que ellas disponían de tiempo libre para dedicarse al ocio y al placer, a la moda y al consumo, y no a la producción, al comercio, o a la empresa colonial, de predominio absolutamente masculino.
En su tiempo libre, ellas podían leer novelas y pasear por jardines y parques, así como comprar o atender a sus invitados en los espacios de sociabilidad como salones, comedores, e incluso en sus cabinets, en donde escribían su correspondencia sobre sus secretaires o se entretenían con juegos de mesa. Asistían al teatro y viajaban por placer visitando monumentos y atracciones sugeridas por las guías de viajero. Sin embargo, ese ocio femenino corría el riesgo de atraer la condena social y podía convertirse fácilmente en un defecto moral, que los pedagogos, hombres y mujeres de aquel siglo, combatieron en los muchos libros que escribieron para dirigir su educación. Porque si todos temieron las consecuencias perniciosas del ocio, también estaban de acuerdo en aborrecer a su contrario, una mujer demasiado educada, describiendo los peligros que acechaban a la fille savante que jamás encontraría marido.
La segunda parte del libro, “creencias autoritarias y sexualidades diversas”, remite a regiones del mundo que resultan menos familiares para las y los lectores latinoamericanos, África y Oceanía, pero que han fascinado a los antropólogos interesados en las expresiones sexuales desde hace un siglo. La implantación colonial de la religión cristiana ha trastocado severamente algunas sociedades en las que la sexualidad responde a otra lógica cultural, particularmente en Oceanía donde giran en torno a las creencias sexuales infinidad de aspectos de la vida social, tanto en lo ritual como en el cotidiano ―incluidos la alimentación, las defunciones, las festividades colectivas, las formas del cuerpo y demás (Knauft, 1992).
Por último, la sección llamada “sexualidades metafóricas y visiones cósmicas” aborda el área cultural mesoamericana con la atención puesta tanto en la mitología y los rituales de nahuas y huicholes que incorporan las potencias vitales a lo sagrado, como en dos regiones amestizadas de México. Aquí resulta de particular interés la dimensión cósmica de las creencias sexuales y las prácticas religiosas, así como los vínculos entre el mundo animal y los seres humanos. Asimismo, encontramos fuertes referencias al sincretismo entre las religiosidades mesoamericanas y católicas, así como a las conductas concebidas como transgresiones y que pueden acarrear castigos sobrenaturales.
En suma, este libro es un excelente vehículo para acercarse a otras maneras en que la esfera de lo sagrado se infiltra en nuestras vidas cotidianamente para dar coherencia al quehacer social. Conocer otras formas de pensar y vivir la sexualidad es importante para avanzar en el proceso civilizatorio, que nos exige aceptación y armonía con todas las expresiones de la diversidad humana.
Referencias
Bourdieu, Pierre (1991), El sentido práctico. Madrid, Taurus.
Héritier, Françoise (1992), “El esperma y la sangre”, en Michel Feher, Ramona Naddaff y Nadia Tazzi (eds), Fragmentos para una Historia del cuerpo humano III. Madrid, Taurus, pp. 158-174.
Knauft, Bruce (1992), “Imágenes del cuerpo en Melanesia: sustancias culturales y metáforas naturales”, en Michel Feher, Ramona Naddaff y Nadia Tazzi (eds.), Fragmentos para una Historia del cuerpo humano III. Madrid, Taurus, pp. 199-278.