Presentación
Comunicación y espacio público
Comunicación y espacio público
Contratexto, núm. 31, pp. 13-21, 2019
Universidad de Lima
Topadoras y bulldozers doble trabajo lograron, not only nos aplastaron: they also did los cimientos pa’los del country privado.
La virgen cabeza, Gabriela Cabezón Cámara (2009)
Este número de Contratexto aborda las relaciones entre comunicación, espacios públicos y ciudades, interrogándolos a partir de diversas experiencias sociocomunicacionales latinoamericanas que vinculan territorialidades locales, dinámicas transnacionales, medios tradicionales y redes digitales en la constitución de diversas acciones y relaciones de poder tan complejas como cotidianas.
El siglo xx fue decisivo en un cambio histórico de largo alcance: el pasaje acelerado de las zonas rurales a las zonas urbanas. En la actualidad más de la mitad de los seres humanos vivimos en ciudades y en ellas se produce el 80 % del producto bruto interno (PBI) mundial. Las ciudades, en sus diferentes escalas y geografías, son los emplazamientos principales de las industrias culturales, de las “clases creativas” y de los consumos asociados a la mercantilización de la cultura (Rosler, 2017); se constituyen como los nodos principales de los flujos financieros globales y gubernamentales y resultan los espacios preferentes para la circulación de personas (migraciones y turismo) y de todo tipo de bienes y mercancías. En los términos —no siempre novedosos pero hoy intensificados— que definen las características específicas de su condición histórica de arenas culturales, las ciudades presentan un juego conflictivo entre escalas espaciales, experiencias sociales y dinámicas comunicacionales diversas que se intersectan para participar activamente en el proceso de producción de lo común o lo público (Arêas Peixoto y Gorelik, 2016; Gago, Cielo y Gachet, 2018; García Vargas y Gaona, 2017).
Atendiendo a tales dimensiones, la propuesta de este dosier se basa en una consideración muy simple: las ciudades son sitios en los que la gente vive junta. En esa pequeña gran evidencia caben muchísimas de las preguntas —y se entraman no pocas de las respuestas— sobre las dinámicas sociocomunicacionales del pasado, del presente y del futuro.
En primer lugar, como nos han enseñado los feminismos, el espacio es experiencia y relación y, por tanto, es una dimensión central de la política. Doreen Massey y Pat Jess (1995) retoman la célebre frase de Marx sobre la historia e indican que “es la propia gente la que hace los lugares, pero no siempre en circunstancias que ella misma haya elegido” (p. 134). Con relaciones, circunstancias y la propia gente, las autoras se refieren a hombres y mujeres desigualmente situados en un juego constante de límites y presiones para dar sentido a sus experiencias de estar ubicados o ubicadas en lugares particulares, en un juego de producción social del espacio que es, a un tiempo, espacializado y espacializante. Es así como las interpretaciones sedimentadas y las experiencias urbanas prácticas que alimentan las emociones y razones cotidianas sobre la ciudad y sus espacios públicos toman forma, en gran medida, por las circunstancias sociales, culturales y económicas en las que se encuentran las personas, pero no se limitan a reproducirlas, sino que también generan otras nuevas.
Los espacios públicos, a su vez y en segundo término, condensan la “ambigüedad constitutiva” de la ciudad: ser una aun siendo múltiple (Gorelik, 1998). Como las ciudades, los espacios públicos visibilizan, materializan o producen una parte importante de la conflictividad de habitar un tiempo y un lugar en común desde diversas posiciones sociales (Segura, 2015). Tales posiciones se experimentan de múltiples y desiguales modos, pero también se elaboran, se resisten o se sostienen en referencias comunes asociadas a específicas relaciones de poder y a la constitución de un horizonte compartido (“esta” ciudad y no otra, “este” parque y no otro, “estas” calles y no otras). Es así como las disputas por los espacios públicos revelan una parte importante de la condición político-comunicacional de las ciudades: múltiples posiciones en idéntico tiempo y espacio generan no solo diálogos y entendimientos sino también disputas y conflictos. Una parte importante de esos conflictos corresponden a las modalidades del poder, la desigualdad y la diferencia que constituyen las tramas de la significación que definen y sostienen a lo común y a lo público. Es de este modo que la preocupación por los espacios públicos resulta central para el campo de la comunicación, desde su constitución y hasta nuestros días, y tanto en lo teórico como en lo metodológico.
Al respecto, por mencionar solo una parte de los debates con incidencia en el campo, las ideas de visibilidad y accesibilidad ofrecidas por Hannah Arendt como características definitorias del espacio público, se retoman recurrentemente en la bibliografía de las carreras de grado y posgrado, ya sea en su expresión original (de fuerte ligazón con la figura modelizada de la polis griega como horizonte de sentido normativo) como en las apropiaciones, reformulaciones o problematizaciones críticas que sobre esas ideas construyen Jürgen Habermas (1994), Elisabeth Noëlle-Neumann (1995), Byung-Chul Han (2014) o Nancy Fraser (1997), entre otros y otras autoras. En otro registro, los abordajes latinoamericanos críticos, especialmente aquellos asociados a la comunicación/cultura (Schmucler, 1997), a la semiótica y a la comunicación alternativa han buscado en las ciudades ya no el horizonte normativo de una pluralidad consensuada como ideal político-comunicacional, sino la indagación contextual específica de los diversos conflictos asociados a la producción de la ciudad popular (Gaona, 2017; Martín-Barbero, 1998; Reguillo, 1996) —que combina territorialidades barriales, acciones de protesta o de reafirmación de derechos, redes digitales y medios comunitarios (García Vargas, Barranquero y Retis, 2015)—, a la concentración geográfica y la preeminencia simbólica de las ciudades mediatizadas y sus relaciones con los marcos nacionales y globales y con los procesos encadenados de urbanización de la conciencia y de mercantilización de la cultura (Espoz, 2016; Harvey, 1989; Paiva y Sodré, 2004) o a las discrepancias de los imaginarios urbanos y sus relaciones con la hegemonía en distintos cuerpos textuales, que van desde los discursos expertos asociados a la gobernanza o el turismo hasta los registros fotográficos y los usos de dispositivos tecnológicos cotidianos de viajeros y viajeras metropolitanos (García Canclini, 1999; García Canclini, Castellanos y Mantecón, 2013; Rose, 2016; Silva, 2000). Participando de manera relevante en los continuos debates de las ciencias sociales sobre las ciudades que se desarrollaron en el subcontinente desde los procesos de recuperación democrática posteriores a las dictaduras militares del Cono Sur (García Vargas y Román Velázquez, 2011), estos trabajos se han concentrado especialmente en el despliegue de estrategias populares por el hábitat, las expresiones artísticas, las protestas políticas, la justicia social y los derechos asociados a la pertenencia urbana.
Metodológicamente los espacios públicos materializan la convivencia de lo homogéneo, lo heterogéneo y lo desigual de la ciudad en ámbitos próximos y en problemas al mismo tiempo aprehensibles y relevantes para el trabajo de campo, las intervenciones de la planificación comunitaria y organizacional o el análisis cultural y de medios que forman parte de tradiciones consolidadas de investigación en comunicación.
Por último, y como tercer eje de preocupaciones relevantes para el análisis de espacios públicos y comunicación, si aquellos modos de vivir juntos y juntas que caracterizan la experiencia urbana son globalmente inequitativos, especialmente para el Sur del mundo, las desigualdades territoriales se multiplican proteicamente al entretejerse las lógicas de la digitalización con las dinámicas históricas relativas a los también existentes y operantes espacios mediáticos —transnacionales, continentales, nacionales y locales—. De ese modo, los ecosistemas comunicacionales participan en la conversación constante entre la producción social del espacio urbano y las configuraciones culturales que enmarcan, definen, reproducen o desafían los paisajes comunes.
Como indica Sharon Zukin:
históricamente el poder sobre un espacio (o sobre un cuerpo o un grupo social) determina la habilidad de imponer una visión de ese espacio. […] Frecuentemente el poder de imponer una visión coherente de un espacio le permite a un grupo reclamarlo. Ese es un proceso de enmarcamiento. (Zukin, 2005, p. 277)
Si consideramos que el espacio es intersección de relaciones sociales, la coherencia de aquellos encuadres que se imponen hegemónicamente está dada por la posibilidad de reconocer esas relaciones como evidentes (o al menos como posibles) al interior de una configuración sedimentada. La reproducción de asociaciones naturalizadas de grupos, personas, actores sociales, instituciones, tiempos y lugares tiene asegurado un zócalo de coherencia para ser reconocida como síntesis de los conflictos asociados con la producción social del espacio urbano porque reitera —y al hacerlo reafirma— el lugar común (Silvestri, 2011). Esta capacidad de enmarcamiento dominante del espacio es especialmente evidente en los procesos de regeneración, de turistización, de renovación o de patrimonialización urbanas. A su vez, los reclamos y las acciones de resistencia buscan impactar en tal coherencia sea mediante intervenciones que denuncian el carácter de construcción que ella revela, o bien en la producción o señalamiento de prácticas y expresiones alternativas que visibilizan los reclamos excluidos en las representaciones dominantes y de los repertorios performativos instituidos y, al hacerlo, problematizan su apropiación diferencial por parte de algunos grupos y colectivos con intenciones emancipatorias.
La relación de estas prácticas con las dinámicas de posesión y desposesión del espacio urbano latinoamericano combinan las experiencias digitales, analógicas y territoriales de los trajines y de la economía popular, las manifestaciones y repertorios de las acciones de protesta, los procesos de patrimonialización y de turistización sostenidos por discursos expertos, estatales o del mercado. Es así como refieren a la reivindicación del derecho a la ciudad y a las demandas de equidad asociadas a los bienes comunes en coyunturas precisas (Lefebvre, 2013).
El análisis de conflictos sociocomunicacionales ofrecido en este dosier revela algunos temas sobresalientes asociados a las preocupaciones señaladas: las disputas por visibilidad y accesibilidad en ámbitos urbanos y su relación con los conflictos generales por lo público y lo común; las lógicas del poder en la espacialización diferencial de actores que sostiene la primacía hegemónica de específicas interseccionalidades en la definición de los diversos colectivos que disputan sus derechos en los espacios públicos; las disputas en torno a la producción social de la naturaleza y el ambiente como parte inescindible de la experiencia urbana; la construcción geográfica de topologías sociales desde la palabra cotidiana, desde el discurso “experto” y desde los dispositivos mediáticos y digitales, y las modalidades de creación y resistencia permanentes que disputan todos y cada uno de tales ordenamientos. Por último, y no menos importante, deseamos señalar que en Latinoamérica los feminismos y los movimientos de mujeres reclamamos persistentemente —y con renovada intensidad— la redistribución, la representación y el reconocimiento de las mujeres y de las disidencias sexuales en todos los ámbitos de la vida. Al hacerlo, militamos por la equidad de género y exigimos el respeto por nuestras vidas, nuestros derechos y nuestras libertades, en nuestras ciudades y en todos los espacios que producimos diariamente.
Este dosier busca inscribirse productivamente en los ejes y los debates señalados, problematizando las maneras de pensar lo público y lo común y observando las lógicas coexistentes de virtualidad, emplazamientos y desplazamientos en las experiencias discrepantes y desigualadas de los espacios públicos —y sus relaciones con la reproducción de la vida (Linsalata, 2015)— por parte de las instituciones, los medios, las redes y las experiencias de los y las habitantes de las ciudades. En conjunto, estos artículos pretenden incidir en la construcción colectiva de ciudades más democráticas y equitativas.
Bajo este marco, el número se inicia con el estudio de Paiva, Gabbay y Gouvêa (Brasil) sobre la precarización del espacio público desde la experiencia de dos colectivos y sus acciones comunicacionales. Asimismo, las prácticas cotidianas son una fuente inagotable en busca del sentido de la ciudad; es así como Gómez, González y Novomisky (Argentina) estudian las diferentes ferias de San Telmo entendiendo la comunicación como producción social del sentido. Desde una perspectiva semiótica, Quiroz Carranza y Castillo Rocha (México) comparten su análisis discursivo de los testimonios juveniles y su relación con la ciudad, resaltando las experiencias de segregación y exclusión. Noscué Mera, González y Pauloni (Argentina) nos ofrecen un aporte metodológico para el estudio de los usos y apropiaciones de las tecnologías de información digitales en una comunidad migrante en las periferias de Santiago de Cali.
El abordaje de la serie de conflictividades e intersecciones señaladas prosigue, desde Indonesia, con el artículo de Estaswara, Halim, Bakti, Agustina y Darmaputra, quienes nos presentan un estudio de la comunicación política desde el empleo del espacio público en los programas destinados a la reducción de la pobreza. A su vez, Carniglia nos propone una visión etnográfica del consumo televisivo y la mediatización de una agrociudad argentina, mientras que Macassi presenta tres casos de conflictos en Lima (Perú) entre gobierno local o empresas y residentes, analizando las estrategias comunicativas empleadas por los vecinos para defender su residencialidad, y Vecchiati nos presenta un análisis sociosemiótico de los parques públicos de São Paulo (Brasil) desde la relación entre cuerpo y paisaje. Una interesante relación entre patrimonio arquitectónico y enfoque de género es presentada por Gonza (Argentina), problematizando la disputa de sentidos en la ciudad y la presencia de las mujeres en el espacio público.
Desde México, Solís Hernández y Roblero Avendaño observan la ciudad como narración social y analizan sus representaciones literarias develando diversas formas de violencia y exclusión. Y desde Rio de Janeiro (Brasil), Castro analiza desde las perspectivas de diferentes actores la declaración de la ciudad como smart city y los grados de participación de los residentes en la construcción de dicho sentido. Abraham (Argentina) nos presenta una revisión bibliográfica en torno al derecho a la ciudad, poniendo en cuestión estrategias de “edulcoramiento” del concepto promovidas por actores promotores del capital espacial.
En nuestra sección de reseñas, Zubia (Argentina) nos presenta la obra Experiencia popular, ciudad e identidad en el noroeste argentino. La organización social Tupac Amaru de Melina Gaona. Asimismo, García Contto (Perú) reseña la obra Semiótica del consumo de Eduardo Yalán.
El número 31 de Contratexto es la continuación y conclusión momentánea de trabajos dedicados a la ciudad, tanto en sus implicancias comunicativas como sociales. Este esfuerzo editorial se basa en la colaboración científica, pero poco se conoce de los dilemas humanos que discurren a través de la comunicación electrónica y que van más allá de lo profesional. Los tiempos o ciclos que están enfrentando muchos centros académicos no son fáciles: reducción de fondos de investigación, control de cátedras y segregación de todo aquello que huela o vista de diversidad. A todas y todos los que colaboran con esta aventura editorial nuestra más sincera gratitud y solidaridad.
Referencias
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Cabezón Cámara, G. (2009). La virgen cabeza. Buenos Aires: Eterna Cadencia.
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Enlace alternativo
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