Resumen: En este artículo, examinamos el poder del periodismo científico para atraer y vincularse a las audiencias noticiosas. Observamos cómo las expecta- tivas normativas de ser objetivos e imparciales se han convertido en un obs- táculo para la comunicación de la ciencia, a pesar de que son absolutamente necesarias para lograr rigurosidad. El problema es que, aun cuando los perio- distas reconocen la necesidad de incorporar elementos subjetivos relacionados con lo emotivo y humano, la naturaleza de la fuente científica impide y limita la capacidad del periodismo de hacer la noticia científica relevante en una era en que las emociones en la comunicación pública son cada vez más relevantes. El artículo refleja los resultados de una investigación desarrollada entre los años 2015 y 2018, y se basa en entrevistas semiestructuradas a 52 periodistas en la India y el Reino Unido, así como en la lectura cerrada de una muestra de noticias científicas producidas en el Reino Unido.
Palabras clave:periodismo científicoperiodismo científico,posverdadposverdad,audiencias noticiosasaudiencias noticiosas,narrativasnarrativas,discursosdiscursos.
Abstract: In the following article, the authors examine the power of scientific journalism to attract and bond with news audiences. They observe how the normative expectations of being objective and impartial have become an obstacle to communicate science, despite being absolutely necessary to achieve rigor. The problem is that, even though journalists recognize the need to incorporate subjective elements related to emotional and human aspects, the nature of the scientific source prevents and limits the ability of journalism to make scientific news relevant in an era where emotions in public communication are increasingly relevant. The article reflects the results of a research developed between 2015 and 2018. It is based on semi-structured interviews with 52 journalists in India and the United Kingdom, and the close reading of a sample of scientific news produced in the United Kingdom.
Keywords: scientific journalism, post-truth, news hearings, narratives, speeches.
Dosier
El periodismo científico y el uso de las emociones en las narrativas noticiosas en la era de la posverdad. Un estudio comparativo entre el Reino Unido y la India
Scientific Journalism and the Use of Emotions in News Narratives from the Post-Truth Era: A Comparative Study Between the United Kingdom and India
Recepción: 13 Marzo 2018
Aprobación: 25 Marzo 2018
La mayoría de los observadores y académicos hoy en día reconocen que el periodismo actual está en crisis (Russial, Laufer y Wasko, 2015; Peters y Broersma, 2013; Zelizer, 2015). La profesión que tradicionalmente había sido el baluarte de la democra- cia liberal afronta ahora la “tormenta perfecta” (Jukes, 2013, p. 1). Una com- binación de elementos y situaciones que incluye el declive y fragmentación de las audiencias noticiosas, la subse- cuente erosión de la economía política que por años sostuvo las finanzas de los medios noticiosos tradicionales, el surgimiento de tecnologías disruptivas y un debilitamiento de la confianza en la profesión periodística como tal por parte del público (Lugo-Ocando, 2015, p. 369). Este vacío, dada la caída en la confianza en el periodismo tradicio- nal, ha disminuido la capacidad de los medios tradicionales para influenciar al público y ha facilitado —en parte— la concreción de la llamada era de la posver- dad (Roudakova, 2017; Waisbord, 2018)
En este trabajo, entendemos la pos- verdad como un fenómeno en la cultura política donde el público ha perdido la confianza en las fuentes tradicionales de información (léase los periodistas y medios tradicionales) y, por ende, es susceptible a versiones infundadas de los hechos que presentan afirmaciones sin base, mientras se ignoran las répli- cas fácticas. La posverdad difiere de la tradicional disputa y falsificación de la verdad, ya que no ignora la verdad, pero, en cambio, le da una importancia secun- daria y cuestiona su validez a la luz de su relación con las élites y el poder (Allcott y Gentzkow, 2017; Waisbord, 2018). En este aspecto, está íntimamente relacionada con las nociones de los sofismas, dado que es una mentira con apariencia de verdad que compite con la verdad fáctica en su habilidad de explicar el mundo y darle sentido al mismo.
Una de las áreas donde el periodismo ha visto más afectada su capacidad de persuasión retórica es la del periodismo científico, donde la posverdad ha creado una serie de problemas, como la desmo- vilización de la población con respecto al uso de los sistemas de vacunación pública y el socavamiento de la con- fianza en la autoridad de las ciencias en general, que ha puesto en duda áreas que científicamente son incontroverti- bles, por ejemplo, la del calentamiento global y los factores causantes del sida. Consecuentemente, este artículo exa- mina los problemas que el periodismo científico enfrenta en la era de la posver- dad, particularmente en lo relacionado con su capacidad de establecer la agenda noticiosa en esa fuente y de movilizar a la ciudadanía hacia la racionalidad científica en las decisiones que toma a diario. En este trabajo, analizamos un área del periodismo que debería ser inmune a la posverdad, dada la natura- leza inalterable de las fuentes y hechos referenciados.
La tesis central es que esta “vulnera- bilidad” se puede explicar parcialmente en el contexto histórico del periodismo que, desde su conformación moderna, ha proclamado normativamente ser un paladín de la “verdad”, a través de la ideología de la objetividad e imparciali- dad periodística (Glück, 2016; Tuchman, 1972; Waisbord, 2013). Como tal, el periodismo aspira a ser científicamente objetivo, en cuanto repercute y moldea la forma en que la noticia es producida y presentada al público2.
El hecho de que una gran parte de los periodistas en el mundo anglosa- jón intenten emular los métodos de las ciencias exactas (Lugo-Ocando y Nguyen, 2017; Ward, 2015) los motiva a desconocer la relevancia de las emocio- nes en la articulación de las narrativas de la noticia (Sillesen, Ip y Uberti, 2015; Soronen, 2017) y, por ende, a desconocer ciertas racionalidades que parecieran ser mucho más relevantes para deter- minados segmentos de la población que para otros (como lo mostró el caso de la cobertura de la carrera presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump en el 2016).
El periodismo, en este sentido, norma- tivamente hablando, tiende a priorizar el tipo de racionalidades que desconocen la existencia de una “economía de emo- ciones” (Bakir y McStay, 2017, p. 154). De estas racionalidades derivan narrativas noticiosas que asumen que todas las audiencias van a aceptar los hechos y las explicaciones a su valor de cambio. En otras palabras, suponen que los hechos y las narrativas solo pueden tener una explicación única y universal.
Sin embargo, en los últimos años, parti- cularmente después de la invasión militar de Irak en el 2003, cuando la mayoría de los grandes medios noticiosos parecieron aliarse a los gobiernos de George Bush en Estados Unidos y Tony Blair en Gran Bretaña, el público se sintió decepcionado y perdió sistemáticamente confianza en los periodistas, índice que ha disminuido a niveles históricos (Feldman, Huddy y Marcus, 2015; Pew Research Center, 2017; Zuckerman, 2017). Esto se ha traducido en un ambiente donde el escepticismo predo- mina entre las audiencias noticiosas hacia los medios y los periodistas, en general. Un ambiente dominado por un relati- vismo posmoderno que abre las puertas a toda clase de narrativas y conspiraciones, que terminan compitiendo por la “credi- bilidad” en la imaginación pública.
El periodismo científico no se escapa de esta disyuntiva y enfrenta todos los problemas de las demás fuentes (polí- tica, economía, crimen, etcétera). Pero, como argumentamos en este artículo, adicionalmente debe lidiar con la natu- raleza de una fuente que ha perdido gran parte de su autoridad retórica para convencer al público de lo que es verdad y lo que no lo es. Casos como el escep- ticismo alrededor de la triple vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubeola, en el que millares de padres dejaron de vacunar a sus hijos por los rumores de que esta vacuna podía cau- sar autismo (Begg, Ramsay, White y Bozoky, 1998; Speers y Lewis, 2004), ilus- tran cómo las teorías de la conspiración pueden llegar a tener un poder mayor de convencimiento que el de la prensa y el de los propios científicos.
Nuestra tesis central sugiere que los periodistas científicos tienden a igno- rar y minimizar el rol de las emociones y “racionalidades particulares” en sus narrativas, a pesar de que discursiva- mente reconocen su importancia. Por consiguiente, en la práctica, sus narra- tivas dejan de lado las emociones y se concentran en los hechos, siguiendo los cánones de la doctrina de la objetividad periodística. Nosotros sugerimos que en la era de la posverdad esta aproximación se convierte en un obstáculo para ganar la credibilidad y atención del público con respecto a la noticia científica.
Para elucidar el argumento central de esta tesis, entrevistamos a 52 perio- distas del Reino Unido y de la India, además de desarrollar una lectura cerrada de varias noticias científicas publicadas en ambos países durante el período de la investigación. Los resul- tados sugieren que los periodistas se debaten entre aspiraciones normativas a la hora de producir la noticia y su propio reconocimiento de la importan- cia de las emociones. En este sentido, la investigación apunta a un dilema fundamental entre la aspiración de ser objetivo y la necesidad de contar his- torias con emociones. Igualmente, los resultados muestran que, a pesar de los sustanciales elementos comunes, las dos naciones poseen tradiciones distintas que influyen en la forma en que la noticia científica es presentada.
Comencemos por aclarar que el perio- dismo científico se enmarca en el área de la comunicación científica. Como tal, es parte de una ecología mediática que incluye los medios de comunicación en general, los sistemas de comunica- ción profesional relacionados con la ciencia (departamentos de relaciones públicas de universidades, laborato- rios y demás, comunicación científica corporativa, etcétera), los museos de ciencia, las enseñanzas de la ciencia en todos los niveles educativos, los sistemas de publicaciones arbitradas, las conferencias científicas y la comunica- ción política relacionada con la ciencia (campañas electorales, campañas de salud, entre otros). En este contexto, la cobertura noticiosa de la ciencia no puede verse como una práctica aislada, sino que debe comprenderse como una actividad intrínsecamente vinculada a un andamiaje complejo que permite tanto el intercambio de ideas entre las comunidades de científicos, como entre estas comunidades y el mundo exterior.
Es en esta última parte del anda- miaje en donde el periodista actúa como mediador conectando a los científicos con el mundo exterior; allí podemos ubicar al periodismo científico como una actividad interpretativa y traduc- tora. Por un lado, como lo ha sugerido Zelizer (1993), más que definir el perio- dismo como una profesión homogénea, habría que entender a los periodistas como parte de una “comunidad inter- pretativa” que comparte discursos y visiones del mundo, generando inter- pretaciones colectivas de la realidad social (p. 219). Según este análisis, los periodistas crean constantemente la realidad social por vía de las narrativas y regímenes discursivos que incorporan en sus reportajes (Elías, 2008; Sánchez Lobato y Hernando, 2018).
Por otro lado, los periodistas también son traductores de lo observado. Esta tra- ducción se lleva a cabo en los términos de referencia que ellos perciben como comunes y accesibles para sus audien- cias. Mientras muchos idealistas tienden a creer en una forma de democracia conversacional y deliberativa, el perio- dismo tradicional abraza, en cambio, una comprensión agregada de la democracia (Anderson, 2011, p. 542), según la cual hay que informar al público desde arriba. Esta visión, donde la diseminación de la información se produce de manera jerár- quica, todavía predomina hoy en día, en la era de las redes sociales. Al hacer esto, los periodistas automáticamente se ven a sí mismos como guardianes y reguladores de las ideas que se comuni- can, convirtiéndose así en mediadores entre la producción científica y el ima- ginario público (Bauer y Bucchi, 2008; Dunwoody, 2014).
El asunto se problematiza aún más porque, al contrario de las posturas nor- mativas que sugieren que el periodista es un mediador objetivo y neutral, los periodistas tienden más bien a enmarcar el contenido noticioso que ellos generan en el contexto de sus propias creen- cias, valores e ideologías profesionales (Deuze, 2005; Fowler, 2003). Tales creen- cias, valores e idolologías constituyen la base de las interpretaciones colectivas y, por consiguiente, definen los paradig- mas de conocimiento alrededor de los cuales los periodistas determinan lo que ellos consideran como la “verdad obje- tiva” (Hermida, 2012, p. 659).
Esta aproximación a la realidad social no solo es característica de la práctica periodística en Estados Unidos y Europa Occidental, sino que, además, representa una aspiración normativa realmente global, como lo han señalado las encuestas mundiales entre periodis- tas elaboradas por el proyecto de The Worlds of Journalism Study (WJS, 2018). Este es el caso incluso del periodismo científico, que reclama normativamente para sí un rol de mayor objetividad y neutralidad, dada la naturaleza de la fuente científica a la que se presume por definición neutral y apolítica. Sin embargo, al igual que la cobertura de otras fuentes noticiosas, la comunica- ción de la ciencia está sujeta también a las prerrogativas políticas, económicas y sociales que determinan la forma en que la noticia, en general, es enmarcada.
En este sentido, el periodismo cientí- fico se practica en el marco de un régimen discursivo específico. Este es definido por Gee (1999) como el marco que establece los términos de referencia para las discu- siones y narrativas que se dan en un área determinada en la sociedad, a los que él se refiere como “conversaciones” (p. 49). Uno de los elementos más importantes de estos regímenes es que establecen los parámetros para lo que es aceptado o no dentro de las conversaciones públi- cas. Por ejemplo, entre esos parámetros, se encuentra la idea de que la ciencia es racional-lógica y, por consiguiente, es una conversación pública, mientras que la religión es una conversación a la que se le considera irracional-emocional y que, por lo tanto, debe mantenerse en privado.
En consecuencia —para continuar con el ejemplo—, para el periodismo tradicional, los argumentos de la reli- gión solo tienen validez en la esfera privada. La narrativa, entonces, es una en la que todo lo “religioso” no puede sino ser calificado como metafísico y, por ende, carece de legitimidad racio- nal en la discusión científica, incluso en lo referente al aspecto moral. De esta forma, para citar un caso, la discusión pública en los medios sobre la guerra en Irak se sustentó fundamentalmente en los “argumentos científicos”. En este sentido, los periodistas examinaron el argumento en favor de la guerra cen- trándose en la posibilidad de que Sadam Husein poseyera o no armas químicas de destrucción masiva. Esto sucedió a pesar de que las mayores protestas contra la invasión de Irak en el 2003 fueron organizadas precisamente por las distintas Iglesias y grupos religiosos sobre una base moral. Es decir, la prensa ignoró o reportó de forma inadecuada las respuestas morales de la sociedad civil, según las cuales lanzar un ataque contra Irak causaría la muerte de muchí- simas personas y Occidente no tenía bases morales para intervenir.
De cara a aquello, la gran prensa reportó burlonamente esta oposición, describiéndola en muchos casos como un movimiento de abraza árboles (tree huggers, en inglés), mientras que los argumentos en contra de George Bush, Tony Blair y el dosier que justificó la gue- rra se tildaron de “irracionales” (Luther y Miller, 2005; Murray, Parry, Robinson y Goddard, 2008), ya que carecían de elementos “científicos”. La presentación de un dosier científico —que terminó siendo altamente cuestionado— impuso una narrativa científica que logró desplazar de la discusión pública los referentes éticos y morales que rechaza- ban la guerra.
En este sentido, la ciencia se super- puso a la religión como un régimen discursivo que aspira a ser objetivo y científico, y para el cual la única reali- dad verdadera es aquella que es tangible y cuantificable, donde ni emociones ni creencias morales tienen lugar en el análisis (Glück, 2016; Martinisi y Lugo- Ocando, 2015). La forma en que los grandes medios occidentales dieron cobertura tanto al conflicto como a la sociedad civil que se oponía a la guerra en el 2003 tuvo —como hemos visto en los años subsiguientes— un efecto per- verso en los niveles de credibilidad en los políticos, los medios noticiosos y la argumentación científica, en general. Allí se encuentran las semillas de la falta de credibilidad que hoy aqueja al periodismo y que ha permitido el sur- gimiento y expansión de la posverdad.
Vale aclarar que el periodismo cien- tífico no ha tenido que enfrentar en tiempos recientes el fenómeno Irak, en cuanto no ha habido un momento específico que haya marcado particular- mente el declive de su credibilidad entre el público. Por el contrario, esta se ha ido erosionando paulatinamente gracias a la complejidad de la relación entre las acti- tudes públicas y la producción científica en el contexto de la sociedad (Sturgis y Allum, 2004, p. 55). Hasta cierto punto, uno puede argumentar que la erosión en la credibilidad de la fuente científica precede a la era de la posverdad. Esto se debe a que para la fuente científica el problema de la credibilidad es complejo y está íntimamente relacionado con el contexto político, algo que no siempre se reconoce en esa área. Por ejemplo, una investigación del Pew Research Center en Estados Unidos revela que, aunque la credibilidad de los científicos perma- nece más o menos estable en las últimas décadas, es mucho más baja entre los sectores conservadores de derecha que entre los sectores progresistas de izquierda (Rainie, 2017). Este resultado está vinculado a los niveles de educa- ción y al grado de penetración de la instrucción pública.
Pero los científicos son solo una parte de la ecuación y una de las muchas voces en la ecología mediática que constituye el sistema de la comunicación científica, el cual, como argumentan Conway y Oreskes (2010), está influenciado por una cantidaddeactorescorporativosquecom- prometen los niveles de transparencia y rigurosidad. Este sistema de comunica- ción corporativa profesional significa que en poquísimas ocasiones los cientí- ficos se comunican directamente con el público o con los periodistas. Hoy por hoy, los centros de producción científica—laboratorios, universidades, centros de investigación, etcétera— poseen equipos enteros de relacionistas públicos que generan y gestionan las comunicaciones de estas entidades (Bauer y Bucchi, 2008; Linstead, 2015).
Este proceso en que las institucio- nes han politizado sus dinámicas y las han adaptado a la lógica de la cobertura mediática se conoce como mediatización, y no debe confundirse con el concepto relacionado con la percepción por vía de los sentidos. El término mediatización fue adoptado hace ya varios años en el área académica por los investigadores que trabajaban sobre las tecnologías de comunicación. Según este análisis, las instituciones políticas en los últimos años han adaptado sus dinámicas a las de los medios. Con ello se sugiere que las instituciones de la sociedad, incluyendo aquellas que producen ciencia, han adaptado su vinculación con la socie- dad a las dinámicas de los medios de comunicación. De allí que ahora veamos que universidades, centros de investiga- ción, corporaciones farmacéuticas —por nombrar algunas— tengan ejércitos de relacionistas públicos y especialistas de la comunicación para lidiar con una relación sociedad-institución que hoy en día está altamente mediatizada.
En consecuencia, los medios pasan a difundir los productos simbólicos de la esfera política que han ampliado la pro- piedad pública de los actores políticos y de las acciones o acontecimientos que ocurren en la esfera pública. Los medios de comunicación ahora son los princi- pales productores de cultura mediática, y posibilitan, fuera del ámbito de la experiencia directa, la apropiación de los hechos y la construcción de significados que permiten la comprensión y explicación del mundo exterior. Por con- siguiente, es posible argumentar que gran parte de los acontecimientos de la esfera pública están mediatizados por la lógica y las funciones de los medios de comunicación (Hjarvard, 2008; Lundby, 2009). La ciencia, como hemos explicado arriba, enfrenta también esta situación y hoy es imposible pensar en la genera- ción del conocimiento científico sin un componente mediático importante.
Tomando en cuenta estas dos gran- des vertientes, la del régimen discursivo predominante y la de la mediatización, se puede argumentar que la forma en que el periodismo científico reporta está altamente condicionada por facto- res externos que determinan el tono y contenido de lo que se dice y cómo se dice. Más allá de la aspiración normativa que sugiere que los periodistas científicos informan objetivamente sobre la producción científica, el contexto más bien apunta hacia una cobertura alta- mente definida por esas vertientes. En este sentido, puede aducirse que hay un aparato científico-industrial que define la práctica del periodismo científico.
Como consecuencia de esto, la crí- tica hacia el periodismo por parte de la comunidad científica se centra mayorita riamente en la falta de rigurosidad (Reed, 2001, p. 279). Según esta postura, el pro-blema del periodismo científico es que no reporta con suficiente rigor los aconteci- mientos y eventos científicos (Brechman, Lee y Cappella, 2009, p. 453). De allí que muchos propusieran el desarrollo integral de la comunicación científica donde el investigador adquiriera las herramien- tas comunicacionales para vincularse directamente con la comunidad y difun- dir el conocimiento generado. Este ha sido el eje central de la política de comu- nicación científica de la mayoría de los gobiernos y centros de investigación alrededor del mundo.
A pesar de ello, esta aproximación no ha dado los resultados esperados. Primero, porque la especialización en el periodismo científico no garantiza la calidad. Como lo han demostrado varias investigaciones previas, un reportero con preparación en biología, por citar un ejemplo, sí puede cubrir la fuente de biología y medicina quizás con mucha mayor rigurosidad que un periodista generalista. Sin embargo, una vez que el periodista-biólogo trate de informar sobre otra área como física o química, estará en la misma desventaja que el generalista. Igualmente, este modelo des- conoce la economía política de los medios noticiosos que difícilmente pueden sus- tentar este grado de especialización entre su personal.
Segundo, porque si bien la transición de científicos a comunicadores no es de por sí problemática, la de científicos a periodistas sí lo es. La comunicación cien- tífica, como hemos dicho arriba, abarca una cantidad de áreas como la industria del entretenimiento, los museos, los pro- gramas educativos de extensión, entre otras. Pero estas vías de comunicación requieren aproximaciones y metodologías distintas en sus estrategias de vincula- ción con el público. En este sentido, el rol del periodismo científico no es solo el de difundir la ciencia; esto constituye apenas una parte de la labor. Contrario a limitarse a la divulgación científica, el periodista debe escudriñar a la ciencia del mismo modo que se hace con otras fuentes noticiosas (Hibberd y Nguyen, 2013; Nguyen y McIlwaine, 2011).
Entonces, el ejemplo por seguir para la mayoría de los científicos —y del cual toman referencia constante a la hora de imaginar el tipo de periodismo cientí- fico que “ellos” desean— es el de Carl Sagan (1934-1996), indudablemente uno de los divulgadores científicos más importantes y efectivos en el uso de los medios del siglo xx y quien, además, promovió importantes campañas políti- cas apoyándose en la ciencia. Entre sus logros destaca su lobby efectivo contra la proliferación nuclear durante la era de Ronald Reagan (1911-2004), que adver- tía al mundo de un posible “invierno nuclear”, así como su exitosa serie de televisión, que se convirtió en una inspi- ración para millones de niños y jóvenes que se volcaron a la ciencia luego de verla (Badash, 2009; Shermer, 1999).
No obstante, menos conocido y, sin embargo, mucho más pertinente es el caso del periodista del Chicago Tribune, John M. Crewdson, quien puso en evi- dencia las controversias alrededor de quien había logrado aislar el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (VIH/ sida) en una serie de reportajes que le harían merecedor del Premio George Polk de reportajes de medicina. Su tra- bajo obligó al Comité del Premio Nobel de Medicina a retirarle el galardón al Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos y otorgárselo al Instituto Pasteur de París, que, además, recibió millo- nes en indemnización. El trabajo de Crewdson es, sin duda, el paradigma que resulta más relevante y convergente con las funciones del periodismo y su rol en la sociedad.
Tercero, la falla fundamental de la perspectiva que se focaliza únicamente en la necesidad de mejorar la “riguro- sidad” de lo reportado deja de lado un criterio que resulta a la postre mucho más importante: el de imprimirle rele- vancia a los debates científicos (Nguyen y McIlwaine, 2011, p. 15). En este sen- tido, la cobertura noticiosa de la ciencia resulta muchas veces abstracta para la mayoría de las audiencias (Griffin, Shickle y Moran, 2008; Moran, Shickle, y Richardson, 2008) y, por consiguiente, no logra la suficiente atención e interés por parte del público. Tanto periodistas como científicos intentan compensar este aspecto con estrategias comunicaciona- les que hacen la ciencia más accesible o su contenido más entretenido, lo que está bien para la comunicación científica, pero resulta inadecuado para el perio- dismo científico. Este es el reto que aún tienen por delante los periodistas de esta fuente y, en gran medida, la tarea que los científicos deben aceptar como necesaria.
Para examinar esta tesis, hemos adop- tado una metodología cualitativa e interdisciplinaria que utiliza estrategias de investigación como las entrevistas semiestructuradas a 52 periodistas en dos países donde el reportaje de la ciencia tiene una larga tradición: el Reino Unido y la India. Las preguntas a los periodistas se centraron en las formas y estilo que usan para comunicar la noticia cientí- fica y cómo ellos perciben el rol de las emociones en sus narrativas.
La selección de estos dos países se debió fundamentalmente a la necesidad de examinar esta cobertura en el marco histórico del proyecto de la Ilustración, por lo que las relaciones coloniales y poscoloniales en la formación del perio- dismo resultaron ser determinantes. La selección de periodistas en ambas sociedades también permitió contras- tar la forma en que estos profesionales usan las emociones en la articulación de las noticias científicas. Igualmente importante es el contexto populista que deben enfrentar los periodistas en cada uno de los países (ejemplificado por el voto brexiten el Reino Unido y la elec- ción de Narendra Modi como presidente de la India). Siguiendo instrucciones de los comités éticos de la Universidad de Leeds y de la Universidad de Teesside, hemos asegurado el anonimato de los participantes.
Adicionalmente, hemos analizado una muestra de trabajos —una selec- ción de veinte piezas noticiosas— con las técnicas de lectura cerrada. Como el método anterior, la lectura cerrada es una estrategia cualitativa y en ningún momento pretende reflejar una natu- raleza general. Como tal, en cambio, estas estrategias cuantitativas sirven para explorar conceptualmente nuestro argumento. Esto nos ha permitido con- trastar cómo los valores noticiosos se reflejan en el trabajo final. Cabe expli- car que hemos tomado la definición de valores noticiosos, que se refiere a los elementos que el periodista adscribe a lo que reporta y que permite considerar o no un hecho como noticioso (Fuller, 1996; Harcup y O’Neill, 2001; Galtung y Ruge, 1965).
A pesar de que la muestra sea relativamente pequeña y no sea repre- sentativa, nos permite ilustrar algunos de los argumentos centrales en este tra- bajo. Hemos condensado los resultados, dado que el análisis se hizo en inglés. Toda la data transcrita, tanto de las entrevistas como de los ejemplos usa- dos para la lectura cerrada de medios, estará disponible en el repositorio de la Universidad de Leeds en el Reino Unido hasta el año 2021.
En general, los periodistas, a pesar de sus aspiraciones normativas de objetividad e imparcialidad, usan en ambos países las emociones como una herramienta para vincularse con sus audiencias. Sin embargo, lo hacen de forma muy distinta. Igualmente, es importante notar que la cobertura noticiosa televisiva en el Reino Unido resulta estéticamente más sobria que su contraparte en la India. A pesar de ello y en términos generales, las emociones raramente están en el centro de las narrativas científicas en ninguno de los dos países.
Esto dista de las apreciaciones nor- mativas, ya que la gran mayoría de los entrevistados aseguran que la “rigurosi- dad periodística” debe estar en el centro de la cobertura noticiosa, pero admiten que el contar la noticia de forma inte- resante, accesible y entretenida es vital para capturar la atención del público. En otras palabras, aun cuando en sus aspiraciones normativas reclaman una narrativa objetiva, los propios perio- distas reconocen que en la práctica es importante incorporar las emociones como parte de sus narrativas noticiosas (aunque no terminen haciéndolo).
El carácter distintivo del perio- dismo, centrado en el valor de informar objetivamente y de manera impar- cial, es compartido por los periodistas en ambos países, algo que concuerda con encuestas mundiales entre estos profesionales (WJS, 2018). Esto se refleja también en el análisis de la muestra que subraya que en el Reino Unido y la India predomina la estructura tradicio- nal de la noticia. Sin embargo, mientras en lo referente al uso de las emocio- nes en la articulación de la noticia los periodistas británicos tratan de evitar hacerlo de forma exagerada, sus contra- partes indias son más proclives a él.
Los periodistas de ambos bandos consideran que para contar efectiva- mente las historias relacionadas con las noticias que se reportan “es esencial que se refieran a ‘la vida humana’”. Como lo sintetiza uno de los periodistas entrevistados:
· Un hombre de la Edad de Piedra inten- taba advertir a sus hijos que no se acer- caran a un tigre, por lo que contaba la historia de un hombre al que se lo comió un tigre. Solían contar historias el uno al otro. Eso es lo que es la televisión... Como especie, nos contamos historias; el homo narrans. (Periodista británico B13 de Sky News)
Esta visión es compartida plena- mente por los periodistas de la India, que también resaltan la importancia de narrar la noticia de forma entretenida para atraer al público:
· En el periodismo uno no se conecta con noticias. En vez de eso, uno se conecta con las personas y —a su vez— conecta a esas personas entre sí a través de sus emociones. Por ello, la que uno cuenta como una historia noticiosa busca ser un reflejo de lo que la gente ve a través de sus ojos.
· El buen periodismo no solo in- forma, sino que también trata de contar historias y relatos. (Periodista indio 11, Doordarshan)
Las entrevistas mostraron, además, un amplio consenso entre los entre- vistados en este sentido. Tanto los profesionales británicos como sus homó- logos indios concuerdan en que el uso de las emociones en la narración es central para atraer la atención y el interés de las audiencias noticiosas. En palabras de uno de los entrevistados:
· Los hechos importan, pero también las secuencias que dejan en la vida de la gente y cómo estos hechos se presentan. Contar historias se ha vuelto mucho más emocional gracias a la multiplicación de emisoras privadas en India. Tienes que tratar de encontrar un caso que refle- je el ángulo humano; debes centrar la historia en alguien, un individuo o un grupo de personas, para humanizarlo. Necesitas alguien dispuesto a hablar de sus emociones y no solo de los hechos. Estas historias necesitan, además, con- troversia, alguien para decir las cosas opuestas. Incluso cuando una historia no es entretenida, uno debe informarla de una manera entretenida. (Periodista británico B19 de Sky News)
· Está claro que, a pesar de los tipos ideales normativos que caracterizan al periodista como un individuo que aproxima, produce y disemina la noti- cia de forma objetiva e imparcial, la apreciación de los propios periodistas es distinta, al menos con respecto a la presentación de la noticia.
Sin embargo, al analizar las his- torias que los periodistas producen alrededor de las noticias científicas podemos observar que el producto final se asemeja más a la apreciación nor- mativa referente a la objetividad e imparcialidad que al reconocimiento de la necesidad de insertar emotividad en las narraciones. En casi todos los casos, los reportajes científicos se presentan, en su mayoría, sin el elemento emo- tivo. Solo en reportajes de salud, uno observa referencias al impacto humano en mayor extensión. En otras palabras, al analizar las diferentes muestras noti- ciosas es posible notar que las historias científicas tienden más bien a omitir el elemento humano y concentrarse en informar los hechos. Por ejemplo, en un reportaje titulado “Examinando los planes de transporte hipersónico de China”, producido por Andreas Illmer de la BBC (2018), el periodista abre la nota diciendo:
· Investigadores chinos han presentado un nuevo concepto de diseño para un avión hipersónico, que según ellos es un gran paso hacia algún día volar de Pekín a Nueva York en solo unas horas. Esta sin duda sería una opción más rápi- da y quizás más conveniente que las 14 horas actuales.
En ningún momento se habla de los aspectos humanos, de las diásporas chinas o estadounidenses, y cómo esto ayudaría a conectarlas, ni se identifica a los individuos que hicieron posible este desarrollo tecnológico.
Otra historia del mismo período estudiado se refiere a una noticia bajo el título “China lanzará el cohete Long March 5B al espacio en el 2019” de la agencia de noticias india PTI, en The Times of India del 5 de marzo del 2018; se abre con esta entrada:
· El cohete portador de Long March 5B de China, que es capaz de transportar una carga útil de 25 000 kg en órbita terrestre baja, será lanzado al espacio en el 2019, dijo un alto funcionario espacial. El co- hete portador se someterá a pruebas este mes en preparación para la primera mi- sión de lanzamiento, y ayudará a llevar el módulo central y los módulos experi- mentales a la estación espacial de China, señaló un portavoz de la Oficina de Ingeniería Espacial Tripulada de China (CMSEO).
Nuevamente podemos ver que se reportan los hechos sin ningún tipo de relación con lo emotivo o el elemento humano. Este aspecto no se limita a las historias de tecnología, astro- nomía o exploración espacial. Otras fuentes noticiosas relacionadas con la ciencia presentan narrativas similares. Por ejemplo, una noticia con el título “Pérdida de árboles está empujando a los escarabajos al borde de la extinción”, producida por Helen Briggs de la BBC (2018), señala:
La pérdida de árboles en toda Europa está empujando a los escarabajos al borde de la extinción, según un nuevo informe. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza evaluó el estado de 700 escarabajos europeos que viven en madera vieja y hueca. Casi una quinta parte (18 %) se encuentra en riesgo de extinción debido a la disminu- ción de los árboles antiguos, de acuerdo con el informe de la Lista Roja Europea de Escarabajos Saproxílicos. Esto los co- loca entre los grupos de insectos más amenazados de Europa. Los escaraba- jos saproxílicos desempeñan un papel en los procesos naturales, como la des- composición y el reciclaje de nutrientes. También proporcionan una importante fuente de alimento para aves y mamífe- ros, y algunos están involucrados en la polinización.
La nota es rigurosa y detalla los hechos de forma cierta, por lo que cum- ple con las expectativas de la comunidad científica. Sin embargo, con relación a crear narrativas que logren atraer la atención del público, no contiene ele- mentos emocionales que faciliten una vinculación en este sentido. Esta carac- terística se repite casi en su totalidad en la muestra de la India y del Reino Unido, salvo en ocasiones en el área de la salud, donde es más fácil apreciar el elemento humano/emotivo vinculante.
Tanto las entrevistas como la mues- tra de contenido apuntan también a otro elemento importante: una narrativa explicativa que refleja una racionalidad particular. Con ello queremos decir que las historias que se cuentan en ciencia se hacen desde una perspectiva positivista. Esta perspectiva está dominada por un tono neutral que separa el narrador de los hechos, que enfatiza en la presenta- ción sistemática de estos últimos y que se abstiene de enmarcarlos en un con- texto más personal o social.
Esta parece ser una característica particular de la cobertura de la fuente científica. Investigaciones en otras áreas del periodismo han señalado cómo las narrativas periodísticas tienden a evi- denciar una cantidad de racionalidades —o lógicas explicativas— que reflejan mucho más las emociones, pese a los estilos y códigos editoriales que deman- dan objetividad e imparcialidad (Glück, 2016; Peters, 2011; Tumber y Prentoulis, 2003). Este, sin embargo, no es el caso de las noticias sobre ciencia, donde el marco explicativo tiende a ser mucho más restringido y refleja mejor los tér- minos normativos asociados con la objetividad, particularmente con res- pecto a la comunicación de los hechos. En una historia publicada por la agen- cia de noticias Indo-Asian News Service (Davis, 2018) con el título de “La prima- vera llega antes en las regiones polares que en cualquier otro lugar”, se puede leer:
· El estudio, publicado en la revista en lí- nea Nature Reports, mostró que, por cada 10 grados al norte del ecuador que se mueve, la primavera llega unos cuatro días antes de lo que ocurría hace una década. Este aumento hacia el norte en la tasa de avance de la primavera es aproximadamente tres veces mayor que lo que los estudios previos han indica- do. Por ejemplo, en latitudes medias y meridionales, como Los Ángeles, Nueva Orleans o Dallas, el estudio sugiere que la primavera podría llegar apenas un día antes de lo que era hace una déca- da. Más al norte, en Seattle, Chicago o Washington D. C., podría llegar cuatro días antes. Y si vives en el Ártico, podría llegar hasta 16 días antes.
Y en The Indian Express, por la agen- cia PTI (2 de abril del 2018), se escribe:
· Científicos están desarrollando un equipo de anchura atómica que puede recibir y transmitir señales en una fre- cuencia más alta que la que los seres humanos logran escuchar. El equipo Drumhead —como se le denomina— ha sido desarrollado por científicos de la Universidad de Case Western Reserve en Estados Unidos y es un billón de ve- ces más pequeño en términos de volu- men y 100 000 veces más delgado que el tímpano humano.
· Estas notas, además, muestran cómo el periodismo científico tiende a enfo- carse en los intereses particulares del Norte Global, presentando racionalida- des que suelen ofrecer explicaciones que son distantes de los valores y perspec- tivas históricas de ciertas comunidades en el Sur Global.
Una de las razones por las que los periodistas tratan de evadir el uso de narrativas emotivas, como lo hacen en otras áreas, es que perciben importan- tes implicaciones éticas. Estas, según los periodistas entrevistados, crean ten- siones. Para autores como Dahlstrom y Ho (2012), existe un amplio consenso alrededor de la narración como téc- nica de comunicación que solo debe ser empleada para proveer contextos de políticas científicas y no para reportar la ciencia misma. Estos autores enfatizan en que elementos como el propósito sub- yacente del uso de la narrativa, el tomar en cuenta si la finalidad de la narrativa se orienta a la comprensión o a la per- suasión, el cómo esas narrativas pueden comprometer los niveles apropiados de precisión y rigurosidad que se deben mantener, entre otros, entran en contra- dicción directa con las percepciones de los roles que se consideran apropiados de la comunicación y de los científicos dentro de la democracia (p. 592).
Lo que observamos en nuestra muestra es precisamente una dicotomía entre lo normativo, los retos retóricos a lo normativo y la práctica. Por un lado, la expectativa normativa que, al operar en los parámetros de la objetividad periodística de los reporteros, logra rigurosidad en el trabajo, y el reto de los propios periodistas a esta expectativa, al reconocer la importancia de lo emocional/humano/subjetivo al contar sus historias. Por el otro, una práctica periodística que tiende más bien a cumplir las expectativas normativas y desconocer los retos y críticas que los mismos periodistas plantean a esas expectativas.
Una de las conclusiones más impor- tantes de este trabajo es que, a pesar de la naturaleza del periodismo científico, su relación con la posverdad es similar a la de otras fuentes noticiosas. Es decir, el periodismo científico no es inmune a la era de los “hechos alternativos”, el popu- lismo y las teorías de la conspiración, y al igual que otras fuentes debe enfrentar el declive en los niveles de credibilidad, acceso y aceptación que sufren otras áreas del periodismo moderno. En gran medida, como hemos visto acá, una posible explicación sugiere que la labor del periodismo científico no solo es la de informar, sino también la de vincular al público con los hechos noticiosos a través de las historias que cuenta, lo cual presupone un elemento emocional importante en la creación de este vínculo.
El otro problema que el periodismo científico actual enfrenta es que, como fuente noticiosa, se cubre bajo los cáno- nes establecidos por el paradigma de la rigurosidad y de la objetividad/imparcia- lidad. Esto es ciertamente necesario para asegurar las bases de una práctica profe- sional que refleje los hechos. Es decir, no hay contradicción. Normativamente, los periodistas aspiran a ser objetivos y a no incorporar emociones, a pesar de que en casi todas las entrevistas reconocen su importancia. Sin embargo, en la práctica—como lo sugiere la lectura cerrada—, lo normativo prevalece y se dejan de lado las emociones.
Esto último es sumamente rele- vante, ya que, como lo muestran estudios de audiencia, la capacidad que tiene la cobertura científica de vincu- larse con el público y ganar su atención está altamente constreñida por nume- rosos elementos relacionados con el estilo y la forma como estas noticias se presentan, y que le dan relevancia o no ante el público.
Adicionalmente, en la era de la pos- verdad, el periodismo científico tiene que competir por la credibilidad en un espacio público-mediático cada vez más complejo y al cual López-Cantos (2017) denomina, en su análisis de la comuni- cación pública de la pseudociencia, el ecosistema cognitivo: un ecosistema que está abierto a contenidos fraudulen- tos en la era de la posverdad. En este ambiente, las emociones tienen un papel determinante en apuntalar la confianza de quienes leen las noticias.
Por tanto, concluimos que la noti- cia científica no solo enfrenta los problemas relacionados con la falta de rigurosidad y precisión —que acerta- damente ha identificado la comunidad científica como problema—, sino que, además, enfrenta el dilema de ser o no relevante para grandes segmentos de las audiencias noticiosas que no ven un vínculo directo con sus propias vidas e intereses y que, asimismo, han perdido credibilidad en el periodismo en gene- ral en los tiempos de la posverdad.