Reseñas Bibliográficas

Marcos Novaro. Dinero y poder. Las difíciles relaciones entre empresarios y políticos en la Argentina. Edasha, Buenos Aires, 2019, 532 pp°.

Ignacio Andrés Rossi
Universidad Nacional de Luján, Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina

Marcos Novaro. Dinero y poder. Las difíciles relaciones entre empresarios y políticos en la Argentina. Edasha, Buenos Aires, 2019, 532 pp°.

ESTUDIOS ECONÓMICOS, vol. XXXVIII, núm. 77, pp. 207-211, 2021

Universidad Nacional del Sur

Novaro Marcos. Dinero y poder. Las difíciles relaciones entre empresarios y políticos en la Argentina. 2019. Buenos Aires. Edasha

Recepción: 04 Diciembre 2020

Aprobación: 18 Diciembre 2020

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

El reconocido sociólogo argentino Marcos Novaro distingue dos tendencias claramente diferenciadas en las relaciones entre poder político y los empresarios para la Argentina actual: mientras que con los Kirchner (2003-2016) se constituyó un capitalismo político de aceitadas relaciones entre empresarios específicos y el proyecto político; durante la gestión de Mauricio Macri (2016-2019), a pesar de haberse poblado el círculo de gobierno de referentes empresariales y consignas de mercado, no se logró una articulación efectiva entre ambos actores. En los orígenes de la democracia argentina de 1983 pueden encontrarse síntomas de la disfuncionalidad entre políticos y empresarios que hacen hoy a los debates en torno al cuestionado rol empresario (verificable en expresiones como “patria financiera” o “contratista”, “oligarquía” o más recientemente “círculo rojo”) a la luz de los debates académicos como de las recientes investigaciones de corrupción, fenómeno también latinoamericano. Sin embargo, las dificultades por crear consensos y sellar acuerdos de cooperación mutuos han sido rasgos crónicos de deficiencia institucional de nuestra historia del siglo XX, por lo que no resulta casual que un grupo de elite como el que formó parte del gobierno de la coalición Cambiemos en 2016 haya reactivado este conflicto. Así, este trabajo dividido en siete capítulos que abarcan desde cuestiones teóricas sobre las empresas y el Estado, hasta un recorrido de la problemática en lo más profundo del siglo XX, se centra también en las percepciones de la cúpula empresarial: los dueños y directivos de las principales empresas que operan en el país.

En un primer capítulo, Novaro conecta el problema de la falta de entendimiento entre políticos y el capital con discusiones académicas hacia la segunda mitad del siglo XX, mientras examina que luego la consolidación de instituciones democráticas de 1983 no habría solucionado el problema. En gran medida, el autor considera que la estructura pluralista en nuestro país tendió a presentar déficits que devinieron en actitudes pretorianas fragmentando a las elites y relegándola a acuerdos coyunturales o transicionales. En un segundo capítulo se profundiza más este problema, donde Novaro presenta tres ejes de importancia para entenderlo: simultaneidad entre crisis política y económica, escaso interés de los dueños del poder político por organizar al capital y el carácter sectorial y acotado de las organizaciones económicas que se fueron fortaleciendo. Así, se presenta un recorrido desde las primeras organizaciones del núcleo pecuario y agrícola hasta las iniciativas corporativas pos Segunda Guerra. Novaro asegura que la Argentina consolidó un capitalismo político caracterizado por un escenario donde las empresas se especializan en la búsqueda de ventajas frente al intervencionismo estatal, rasgo acelerado con la estatización de la deuda en 1982 y la concentración económica empresarial: se conjugó en estos años la pérdida de poder del Estado con la concentración económica reduciendo la capacidad de organización institucional como las virtudes empresariales en términos de integración y ascenso social. Quizás así se comprenda que para los años ochenta estamos ante una elite con amplios mecanismos de informalidad y desinterés en el desarrollo nacional.

El capítulo tres abona una idea central para el análisis de los años ochenta: los cambios estructurales desarrollados en la economía a partir de los años 1970 dejaron a los empresarios mal parados para ejercer un rol protagónico, de forma que los repertorios debían ser renovados. Ante la falta de mecanismos institucionales, las elites económicas ejercerían canales de acción mediante decisiones de inversión, cambios de cartera, fugas haca el dólar, negociaciones con los gremios, entre otras. La extensión de la liberalización financiera, por su parte, propagó nuevos canales de acción para las empresas y combinado con la creciente debilidad del Estado, como de su desconfianza hacia al poder económico, se agravó la desarticulación perjudicando a las empresas más pequeñas y aislando a las más concentradas. Luego, durante los años 1990 se analiza cómo a pesar de haber apoyado las reformas neoliberales, los grupos concentrados locales que habían visto acrecentada su participación en el PBI, perdieron poder económico y político. Además, el regreso de las multinacionales en dicha década no solucionó las deficiencias en la concentración del poder económico y la falta de un desarrollo integrador, sino que intensificó la colusión entre el Estado y la extracción de rentas hasta que la gran crisis del 2001 provocara una inflexión en el devenir del país.

En el cuarto capítulo, se analiza cómo a partir de la salida de la crisis comenzaron a madurar las relaciones de mutua cooperación entre las grandes empresas y el Estado reduciendo así el régimen de capitalismo político que había caracterizado a la argentina de mitades de siglo. La emergencia de la Asociación Económica Empresaria (AEA) desde 2002 manifestaba las iniciativas de cooperación ante las amenazas que había planteado la gran crisis. La heterogeneidad de la cúpula empresarial encontró la posibilidad de generar acciones colectivas institucionalizadas, aunque debe advertirse que el bajo nivel económico del cual se partió poscrisis, entre otros factores a favor, actuó como un factor que dirimió los conflictos inmediatos. Paradójicamente, Novaro señala cómo el creciente protagonismo de la elite industrial fue abandonando parámetros de conductas tendientes a la orientación exportadora, la especialización de inversiones y la alianza con sectores externos por otras más tradicionales que significaban una repolitización con el sector público, una especialización dispersa, el privilegio de la inversión en áreas reguladas y otros hábitos del viejo capitalismo asistido que se institucionalizaba en un nuevo contexto.

En el quinto capítulo, se examina la relación entre el kirchnerismo y la elite empresarial, especialmente a partir de la radicalización durante los gobiernos de Cristina Kirchner (2008-2011/2011-2016). En aras de la búsqueda de autarquía política, que Novaro caracteriza como una nueva fase de incertidumbre, comenzó a predominar el coyunturalismo y la fragmentación. Con cierta experiencia histórica, los empresarios volvieron a beneficiarse de las prebendas del capitalismo político como estrategia para sacar el máximo provecho posible de contratos preferenciales. La búsqueda de autonomía gubernamental avanzaba a costa de mayores márgenes de incertidumbre para el conjunto general del mundo empresarial reemplazando reglas generales por situaciones particulares y recurriendo también a amenazas e intervenciones punitivas. Como dice Novaro, las expectativas optimistas duraron hasta el año 2006, y a pesar de que el gobierno fue radicalizándose, se conservaron canales para negociar con los sectores empresariales del mundo de los negocios a cambio de su silencio ante los conflictos con los considerados como “enemigos”. Por consiguiente, entre la intervención del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) en 2007 y la puesta en vigencia del cepo cambiario en 2011, la arena público-privada se iría fragmentando, empeorando frente a la selectividad de las iniciativas oficiales y generando acciones acostumbristas y coyunturales en los empresarios que cada vez más confiaban en la salida de Kirchner para las elecciones del 2011.

Cronológicamente, el capítulo seis avanza en la intensificación de los conflictos a partir del año 2010, donde Novaro asegura que la vuelta de ciertas tendencias propias del capitalismo político darían cuenta de las limitaciones de la transición democrática de 1983 aún hasta nuestros días. Paradójicamente, la radicalización kirchnerista fue lo que motivó una mayor organización de actores económicos para movilizarse contra el poder político, aunque intensificando aún más las relaciones público-privadas. La disputa por las reservas internacionales entre el Banco Central y el Ejecutivo, que finalmente mediante algunos conflictos y decretos presidenciales se arrogara el primero, daría cuenta de un acrecentamiento de la desconfianza empresaria traducida en una pujante fuga de capitales mientras que otros sectores puntuales quedaban atentos a la búsqueda de beneficios. Aquí es como Novaro observa que el particularismo, y su correlato en la corrupción, se fue gestando como parte de un entramado donde el gobierno ataba grupos empresarios específicos a sus proyectos. No obstante, el deterioro del ciclo económico y el creciente control institucional fueron mermando el poder ejecutivo y su credibilidad haciéndose evidente que limitarse a fortalecer su capacidad disciplinar sin un plan de reformas era una estrategia de corto éxito. Ante en este escenario, las entidades con más iniciativas como las del agro y AEA se politizaron mientras que las más proclives a acordar con el gobierno como el G8 y la Unión Industrial Argentina (UIA) se fueron debilitando.

El último capítulo se encuentra dedicado al gobierno de Mauricio Macri (2016-2019). Novaro destaca que por primera vez en la historia desde el alvearismo (1922-1928) un grupo encabezado por un miembro de la elite económica llegaba al poder mediante los votos. Sin embargo, el autor asegura que el “gobiernos de los CEO” solo en parte expresaba los intereses y puntos de vista de dicha elite en tanto los titulares de empresas para quienes trabajaban aún apoyaban alternativas como los candidatos Daniel Scioli y Sergio Massa. Aún más, cuando se ganaran elecciones y se liberalizara el mercado cambiario, las opiniones empresarias se dividirían entre quienes cuestionaran el ajuste ortodoxo y quienes vieran en el macrismo un “kirchnerismo con buenos modales” en tanto no atacaba el déficit fiscal como otros problemas heredados. En estos años, el argumento gubernamental fue centrado en las críticas al “círculo rojo”: un conjunto de asociaciones empresarias enlazadas preferentemente con el gobierno saliente y, por eso, acostumbradas a las prebendas y la informalidad. El argumento anticorporativo esgrimido terminó condensando una desconfianza con el mundo empresario. Ciertamente por suponer que así se facilitaría un mejor desenvolvimiento de mercado y conductas tendientes a emprender, reformar e invertir. Como señala finalmente Novaro un poco paradójicamente, esta postura opuesta dio persistencia a la falta de coordinación de políticas y ausencia del diálogo, propiciando el alejamiento del ejecutivo de los sectores empresariales.

No hay dudas de que este libro se convertirá en un aporte importante para los estudios sobre las relaciones empresarias con el Estado en el siglo XX. No solo por los debates que indudablemente aún siguen aquejando nuestra institucionalidad con problemas en la coordinación de una política industrial, y más generalmente económica, viable. Si bien esta es una preocupación del presente, también el estudio se torna valioso debido al prolífico recorrido historiográfico, el desarrollo de un estado de la cuestión y las tesis presentadas sobre la evolución de dichos conflictos durante el siglo XX.

Notas

° Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva del autor.
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