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Estrago materno y función materna en madres adolescentes. Un recorrido teórico y clínico
Maternal damage and maternal function in adolescent mothers. A theoretical and clinical approach
Revista Eugenio Espejo, vol. 15, núm. 3, pp. 105-122, 2021
Universidad Nacional de Chimborazo

Artículos de revisión



Recepción: 16 Abril 2021

Aprobación: 22 Junio 2021

DOI: https://doi.org/10.37135/ee.04.12.11

Resumen: El embarazo en la adolescencia implica múltiples cambios somáticos, sociales y psicológicos. En esta última dimensión, estrago y función materna constituyen dimensiones que requieren de atención comúnmente. La bibliografía ofrece una amplia gama de abordajes teóricos que se reflejan en la práctica psicoanalítica, al respecto se presenta una revisión apoyada en las experiencias aportadas por especialistas en esa área. La información se recolectó en bases de datos científicas reconocidas, tesis de graduación en repositorios universitarios y organizaciones no gubernamentales de reconocimiento mundial por su actividad de asesoría, investigativa y académica. Fundamentalmente, la información teórica se organizó de manera cronológica, la que luego fue confrontada con las declaraciones de los profesionales entrevistados. Durante el proceso, se siguieron los principios éticos investigativos universales, en garantía de la calidad y rigor de las fuentes consultadas.

Palabras clave: conducta materna, psicoanálisis, embarazo en adolescencia.

Abstract: Teenage pregnancy involves multiple somatic, social and psychological changes. In this last dimension, damage and maternal function constitute dimensions that commonly require attention. The bibliography provides a wide range of theoretical approaches that are reflected in psychoanalytic practice. In this regard, a review supported by the experiences contributed by specialists in this area is presented. The information was collected in recognized scientific databases, graduation thesis in university repositories and non-governmental organizations of worldwide recognition for their advisory, investigative and academic activity. Fundamentally, the theoretical information was organized chronologically, which was later compared with the statements of the professionals interviewed. During the process, the universal investigative ethical principles were followed in order to guarantee the quality and rigor of the searched sources.

Keywords: Maternal Behavior, Psychoanalysis, Pregnancy in Adolescence.

INTRODUCCIÓN

Generalmente, la madre asume la satisfacción de las necesidades del niño/a durante sus primeros años de vida; quien, además, introduce al hijo/a en la estructura del lenguaje. Maternidad y feminidad son procesos que se contraponen en cada mujer en el intento de alcanzar la sensación de plenitud.(1)

Freud es el primero en plantear elementos asociados con el complejo de castración en la relación madre-hija, señalando que se genera una extrañación en forma de hostilidad, con el reproche de la segunda por traerla incompleta. El término estrago (ravage) propuesto por Lacan establece indicaciones sobre la dinámica en el lazo afectivo de la madre con su hija, asegura que sostenerla puede llegar a ser insoportable, a tal punto en el que la mujer renuncia a su feminidad para ser toda-madre, es ahí donde convierte a la hija en su objeto de deseo y la absorbe, en algunos casos ocasionaría que en su vida adulta inicie una relación afectiva con una pareja que podría convertirse en su estrago.(2)

En la adolescencia, el individuo construye su identidad sexual, reorganiza las identificaciones y reemplaza al Gran Otro primordial por el Otro social, se trata de un estado de transición que promueve la autonomía psíquica.(3) La gestación y maternidad implican procesos biológicos, psíquicos y sociales que suponen retos para las madres adolescentes, entre los que destaca la posible separación de la estructura familiar.(4)

Feminidad y función materna

El concepto de maternidad desde el punto de vista biológico se asume como un proceso de cambios fisiológicos en el organismo de la mujer con el fin de la gestación y el parto. El enfoque sociológico vincula la maternidad con la familia, comprendiendo que es necesaria la presencia de un sujeto femenino que posibilite la concepción de los hijos y asuma su cuidado, en medio de un sistema social que tiene como objetivo primordial la reproducción. La teoría psicoanalítica planteada por Sigmund Freud en 1910 manifiesta que: “el amor de la madre por el lactante […] posee la naturaleza de una relación amorosa plenamente satisfactoria”. Esta última sugiere que ese lazo genera sensaciones de agrado y autorrealización en la madre, similares a las que se producen en las relaciones de pareja.(5)

Durante su etapa como lactante, el sujeto está invadido por sensaciones provenientes del ambiente que aún no asimila, debido a que se encuentra en el proceso de separar su yo del mundo externo. Ese infante requiere asistencia permanente para satisfacer sus necesidades de forma inmediata para su supervivencia: alimentación, vestimenta, sueño y protección. Además, precisa de acompañamiento durante la construcción de su aparato psíquico por una persona que asume la función materna.(6)

El vínculo que desarrolla el bebé con su cuidador representa un lazo afectivo recíproco y primordial, creándose características psíquicas importantes para su desarrollo que lo acompañarán durante toda la vida. Generalmente, la madre asume la función materna, la que participa directamente en el desarrollo psicosexual del niño/a mediante caricias, besos y abrazos, despertando formas placenteras y de excitación sexual en el lactante que se generan en las zonas erógenas.(7)

La masculinidad se vincula con la actividad y la agresividad; mientras que, la feminidad lo hace con la pasividad. Sin embargo, la madre mantiene una postura completamente activa, lo que se evidencia en el acto de la lactancia, esta entrega una parte de ella al hijo/a, controlando cuánto y cuándo el bebé puede hacerlo.

En los primeros años de vida, el infante no ha desarrollado aún una postura con respecto a la sexualidad. En las edades de 5 y 6 años, el niño/a atraviesa una etapa de complejo edípico, descubriendo la diferencia sexual. Al ser poseedor del falo, el varón experimenta la castración al final, pero la hembra descubre su falta y vive la castración antes; por lo tanto, su superyó no alcanza la fuerza y el significado que viene de la cultura. La niña que asume su feminidad en plenitud, implementará una búsqueda inconsciente de ese objeto fálico en la adultez a través de la procreación con una pareja (un hijo la hará sentirse completa).(8)

Melanie Klein atribuye gran importancia a la relación que desarrolla la madre con el niño/a. Esta permite establecer relaciones de defensa, ansiedad y objeto en el lactante durante los primeros meses de vida. En los primeros 3 o 4 meses de vida, el bebé atraviesa la posición esquizoparanoide, colocando sus impulsos agresivos sobre el objeto en dependencia de la satisfacción que este le proporcione. Posteriormente, pasa a la posición depresiva, percibiendo a la madre como un objeto completo y se relaciona con ella de esa manera, en ciertos momentos experimenta ambivalencias afectivas, por atravesar impulsos de amor y odio que intensifican su deseo de aniquilar a la madre mala y perpetuar a la buena.(9)

Cuando el vínculo entre el lactante y la madre no se consolida en afecto de felicidad, puede deberse a conflictos contradictorios que atraviesa el niño/a, conduciéndolo a posibles fracasos en el futuro. Las relaciones sociales podrían construirse en base a ansiedades exacerbadas sin procesar. También, se pueden observar depresiones anormales o inesperadas en los bebés, las que surgen de las dificultades generadas en esta relación primordial, disminuyendo su deseo.(10)

Acerca de la existencia de un superyó primario, se piensa que el lactante realiza una introyección precoz sobre los objetos buenos y malos que representan para él los fragmentos del cuerpo de la madre, configurando al superyó como una parte del yo, que intenta regular esta agresividad e impedirse provocar algún tipo de daño a la madre. Propone que el surgimiento del complejo de Edipo se produce desde los cinco y seis meses de edad, cuando se atraviesa la posición depresiva, donde comienza a percibir el daño que causa con sus impulsos agresivos.(11)

La frustración producto del destete genera el surgimiento del complejo edípico, aflorando impulsos sádicos fortalecidos por las frustraciones anales y el sentimiento de culpa consecuente de la formación del SuperYo que se establece por las fijaciones pregenitales. La fase preedípica tiene una inclinación femenina, caracterizada por una tendencia sádica que se vincula con el impulso epistemofílico, que conduce al infante varón a identificarse precozmente con la madre. El cuerpo biológico de ella se convierte en la fuente de deseos y provocaciones sexuales, que son poseídos imaginariamente por el hijo. Específicamente, zonas como los pechos representarán abundancia, provocando que se establezca cierta envidia y competencia entre el niño y la madre. En la infante mujer aparece la conciencia de la carencia del pene y percibe que la madre posee el del padre, acercándose a este mediante una relación seductora y envolvente que genera mayor distancia con la madre.(12)

Durante la infancia, la niña es influenciada por las experiencias preedípicas y edípicas inconscientemente, influyendo en la búsqueda de una relación de pareja durante la vida adulta en su búsqueda por satisfacer sus fantasías sádicas sexuales. Si logra ese éxito, la mujer siente que alcanzó el lugar que tuvo su madre, haciéndola merecedora de los privilegios que le fueron arrebatados durante la niñez. Las características narcisistas en la madre, la impulsan a buscar gratificaciones personales que consigue a través de sus hijos, generando dependencia de estos que la hacen indispensable y prolonga esa relación simbiótica.(13)

Donald Winnicott plantea que, durante los primeros años de vida, el individuo debe vincularse con un Otro materno para la supervivencia física y psíquica, configurando el perfil afectivo del bebé. El infante debe saber manejar la separación de la madre, por lo que es importante crear un espacio interpersonal. Este autor propone el término objeto transicional para el elemento donde deposita sus afectos, permitiendo el corte necesario con la madre.(14)

Los niños poseen el rasgo psíquico de bisexualidad, en el que se configuran elementos femeninos y masculinos. Los primeros están asociados al ser y los segundos al hacer, ambos elementos tienen una función determinada y son necesarios para la construcción del aparato psíquico.(15)

En torno a la madre del lactante (que asume adecuadamente su función) existen elementos que posibilitan el tránsito de la dependencia absoluta a la independencia del hijo/a:(16)

· Holding o sostenimiento, manera de acunar entre sus brazos al bebé, asociado con sensaciones esporádicas que niegan la posibilidad de un reaseguramiento y contención de las ansiedades psicóticas en base a la realidad externa del ser.

· Manipulación, satisfacción corporal del niño mediante la relación psicosomática y la coordinación.

· Mostración de objetos, contacto entre el lactante y los objetos de su entorno.

Jacques Lacan manifiesta que el cuidador puede pertenecer al otro género, lo único que necesita es amar y proteger al lactante de manera oportuna y apropiada. Por eso, resalta la relevancia de la figura materna, por ser quien se convertirá en el Gran Otro primordial, posibilitando la construcción del cuerpo simbólico del infante mediante el lenguaje como discurso del Otro..(17)

En la etapa de la niñez, el vínculo con la figura materna es esencial en el desarrollo del proceso de constitución subjetiva denominado estadíodel espejo, el que se genera entre los 6 y 18 meses de edad. Aquí, se construye la imagen unificada del bebé que permite reconocerse a sí mismo y a otros. Se configura el registro imaginario y el narcisismo, marcando el comienzo de la relación del infante con su contexto.(18)

La mujer vive la maternidad como un privilegio, puesto que el contacto físico le ofrece mucha satisfacción narcisista. Los recuerdos y experiencias que la mujer vivió durante la infancia le ayudan a crear y sostener el sentimiento materno, abrigando al lactante. Para el niño/a la imagen del seno materno produce una sensación de protección y complementación; por lo que, al darse el destete debe sublimar dicha pérdida.(19)

Existe una relación entre el complejo de Edipo, el ideal del yo, el superyó y la realidad. El infante adquiere identificaciones sexuales que posibilitan asumir el género para relacionarse con su entorno, lo que se asocia al ideal del yo. La metáfora paterna que es el complejo de Edipo propuesto con tres funciones simbólicas: objeto, deseo de la madre . del padre. Esta última función introduce a todos los participantes en la metáfora, separando al niño del deseo materno y permite el desarrollo el SuperYo y su propio deseo.(20)

El goce que experimenta la mujer no es fálico. Al estar castrada, no tiene el temor que posee el varón a perder el falo. No existe una forma de goce universal y generalizado que caracteriza a las mujeres, pues la singularidad favorece una forma propia e individual de satisfacción.(21)

Aproximaciones al estrago materno

El estrago materno se produce cuando la relación entre la figura materna y el niño se vuelve absorbente. La palabra estrago proviene del término en francés “ravage” que significa devastación y destrucción. El infante se queda envuelto en el deseo mortífero de la madre que evidencia la voracidad que ella ejerce en su función, provocando una descompensación a nivel del aparato psíquico e impide la separación.(22)

La maternidad es insuficiente ante la presencia del deseo y goce que experimenta el infante cuando la madre se convierte en el vehículo que traslada el significante del nombre del padre hacia el hijo/a y anula su deseo como mujer. Esto hace que sature la falta de su vástago, resultando devastador.(23)

La mujer elije inconscientemente el camino del estrago cuando surgen dos elementos: la actividad evidenciada en todas las muestras de afecto hacia su hijo/a y la pasividad reflejada en los planos social y sexual. La madre absoluta renuncia al placer que obtendría como mujer, lo que la conduce a devorar al hijo/a, el segundo podría generar una fantasía masoquista en la vida adulta.(24)

La relación estragante aparece cuando la figura materna no cuenta con los recursos simbólicos suficientes durante los primeros años de vida del niño/a, incumpliendo con la función encomendada, pudiendo significar que no existe el deseo materno o no lo ha desarrollado.(25)

A través de la metáfora del cocodrilo, Lacan describe la manera en que opera el estrago materno: la boca del animal representa el deseo materno; el infante, su alimento; el agua es el lenguaje y la transmisión de significantes y la barra atravesada en la boca del cocodrilo se refiere al falo. Así, sugiere que el deseo materno debe ser refrenado mediante el falo, existiendo una tercera función que separa al niño/a de la figura materna e impide la depredación.(26)

El deseo de la madre es mortífero si la relación afectiva con el niño/a es excesiva. Cuatro significantes interactúan en el estrago: la devoración, lo insaciable, el capricho y la destrucción. Este fenómeno provoca marcas irreversibles que se evidencian en individuos que no construyen una inscripción simbólica, por la ausencia o poca presencia de la función paterna, conduciendo a inexistencia de regulación del capricho materno.(27)

El fenómeno del estrago puede verse de diferentes maneras:(28)

· Si está configurado desde la realidad no permite que el sujeto construya símbolos propios, condenándolo a constituirse en objeto del Otro.

· Elemento que impide al individuo relacionarse con el objeto fálico.

· La madre fijada como el Otro, excluyendo al sujeto de la ley simbólica.

· La relación madre-hija estragante con una connotación amorosa y torturante tiende a ser devastadora y muy parecida al goce femenino pleno.

La presencia de la niña puede provocar que la madre experimente un desencuentro con su propia castración, evocando las marcas producidas durante el complejo edípico de manera intolerable.(29)

Cada mujer crea su propio modo de gozar y demanda un significante que le adjudique su identidad de género. La construcción de su propia feminidad resulta uno de los propósitos de las niñas al llegar a la adultez.(30)

El estrago materno puede expresarse en forma de un amor excesivo o a través de una conducta total o parcialmente despreocupada y/o negligente. La mujer que experimenta la maternidad coloca al futuro bebé como un semblante, por el hecho de llevar un nuevo ser al interior de su cuerpo, aparentando que va a constituirse en el objeto fálico que cubrirá su falta.(31)

La complejidad subjetiva en el individuo se configura al no encontrar un objeto que le permita establecer un anclaje fálico. En unas ocasiones, el partenaire simula un efecto similar, en otras, los hijos/as se ubican como medio para esa satisfacción. Aunque, en la mayoría de casos esos objetos no funcionan por un tiempo prolongado; de ahí, que la mujer busca otras vías para sobrellevar esa insatisfacción, pudiendo presentarse como síntoma o mediante el consumo de sustancias, entre otras.(32)

Pubertad, adolescencia y maternidad

El término Umgelstatung implica forma y morfos para referirse a la pubertad. Esta etapa del desarrollo se conoce como la metamorfosis de la pubertad, en la que se reorganiza la vida sexual infantil debido a que, las identificaciones y semblantes que construyó durante la niñez han perdido la capacidad de sostenerlo. Además, enfrenta un despertar sexual distinto mediante recursos imaginarios y simbólicos mucho más amplios, donde el otro ocupa un lugar primordial.(33)

La pubertad puede ser vista como un túnel perforado que parte de las experiencias y recuerdos infantiles hasta las escenas y fantasías asociadas a la sexualidad adulta. El púber se deslinda de los objetos infantiles y empieza a vivir una transformación corporal progresiva que responde a un nuevo modo de goce, escogiendo un objeto que garantice esa satisfacción. Además, el sujeto pierde su concepción sobre los padres como Otros absolutos, ubicándolos como seres mortales y reemplazables sin ninguna autoridad.(34)

En la pubertad, el individuo experimenta un goce invasivo e irreconocible a nivel del cuerpo real, sumando una imagen corporal retrógrada que no amortigua dicho goce. El sujeto asimila, acomoda e introyecta ese nuevo esquema corporal, volviendo a desarrollar la conexión psicosomática mediada por los registros imaginario, simbólico y real.(35)

El empuje hormonal en la pubertad no implica cambios biológicos únicamente, pues está mediado por el lenguaje y resulta una transformación total. Al finalizar este período, el ser humano aprenderá un modo de relacionarse con el otro que ocupa el lugar de partenaire sexual.(36)

En la adolescencia, se actualizan los conflictos sexuales latentes en la infancia del individuo, exacerbando instancias psíquicas como la importancia del yo y la dinamización de los mecanismos de defensa. Este es un proceso natural de descubrimiento personal a través de un desarrollo emocional que debe vivirse plenamente. También se ve como una etapa denominada identidad vs confusión o difusión, construyendo la identidad basándose en los recursos sociales que tiene a su disposición, lo que implica un momento crítico en el que experimenta frustraciones, dudas, imposición de metas, además de cambios afectivos y cognitivos.(37)

Entre los impasses, pérdidas y construcciones que el adolescente atraviesa, la temporalidad psíquica se presenta como un elemento relevante, ya que se trata de un estado que obliga al individuo a renunciar a la cobertura simbólica otorgada por el Otro primordial en la niñez. En esta se producen reelaboraciones subjetivas congruentes con un cuerpo físico que produce asombro, mientras se acompaña por el otro en busca de encontrar un lugar y pertenencia en lo social. Así, la temporalidad psíquica o lógica es el tiempo que requiere un individuo para procesar los cambios biológicos y psicológicos, además de las manifestaciones pulsionales. Si no concibe esas modificaciones, el individuo mantiene las marcas infantiles, obstaculizando la generación del deseo singular.(38)

Otro aspecto de gran importancia es la fantasía, el sujeto neurótico se sirve de diversos recursos que no surgen de la realidad. La fantasía implementa una realidad paralela en la que la persona se posiciona como protagonista de su historia, convirtiéndolo en un modo de sobrellevar la angustia de vivir. El adolescente utiliza este recurso para movilizar el deseo, identificaciones, ideales y la configuración de la imagen inconsciente del cuerpo.(39)

Diversas experiencias inconscientes que el sujeto vive en la etapa pre y postnatal pueden considerarse como la causa de conductas de riesgo, tales como:(40)

· La tendencia al suicidio ligada al deseo de la madre por interrumpir el embarazo o una necesidad a terminar con su niñez.

· La inclinación para fugarse, implicando una distancia ante el comportamiento culturalmente normalizado.

· El consumo de drogas, como vía para mitigar los cambios que atraviesan, pudiendo llegar a constituirse en un semblante temporal que estabiliza la libido ante la posibilidad de procreación.

· El embarazo para consolidar un corte de estado que agilite la llegada a la adultez.

La posibilidad de la concepción influye en la aparición de dos significantes que se complementan y marcan al sujeto femenino: ser mujer y ser madre. El primero se relaciona con el modo de satisfacer el goce sexual, da respuesta al placer sexual masculino y le conecta con la identidad femenina. El segundo está vinculado con la incógnita del origen mismo del ser: ¿de dónde venimos?, lo que confronta a la realidad de la procreación y la búsqueda de consolidar al hijo como el objeto fálico.(41)

El embarazo se concibe como un llamado al Otro (madre, el padre, la pareja, etc.), en forma de un mensaje que se requiere descifrar. Durante la adolescencia, este acto anuda dudas y probables conflictos en la relación madre-hija, ya que ambas pasan a tener la misma posición.(42)

Socialmente, el embarazo adolescente puede ser asumido como un descuido o un error que demuestra la vulnerabilidad en la toma de decisiones por el individuo e involucra a toda la familia. Biológicamente, evidencia un estado adecuado de salud y madurez física. Emocionalmente, muestra una aparente confusión y temor. Desde la perspectiva psicoanalítica, se cree que la mujer desea inconscientemente ser madre, desde ese punto de vista, el embarazo adolescente es deseado, aunque no sea planificado en algunas ocasiones.(43)

Existen cuatro factores que influyen en el embarazo adolescente:(44)

· Lugar que ocupa en su grupo familiar y genera un deseo precoz de concebir un hijo.

· Respuesta ante la relación de afecto con la figura materna.

· Conflicto edípico mezclado con un error.

· Deseo de tener progenie.

En la construcción de la identidad, el adolescente se confronta a un Otro exigente cultural ante el que debe posicionarse y mantener un lugar social. Al convertirse en madre, algunas mujeres adquieren la identidad que se ensambla con la adultez. En 2006, Amorín refirió que, la madre adolescente deposita sobre el hijo/a la ilusión de mantener un hogar, sobrecargándolo de ideales que puede asociarse con la satisfacción de carencias afectivas en su pasado.(45)

Visión de la función y estrago maternos desde la práctica clínica

La entrevista a tres especialistas en psicoanálisis permitió observar que coincidieron al afirmar que, en la clínica no es posible anticipar y generalizar las respuestas en sujetos bajo una situación similar. La singularidad de cada caso atendiendo a los recursos simbólicos desarrollados.

Estos destacan que el parto no constituye el elemento que garantiza la formación del vínculo entre recién nacido y la figura materna. Debe existir un proceso de acogida, adopción y deseo por la madre. La adopción puede ser directa ante la ausencia del padre o mediada por este por su presencia.

La maternidad y paternidad deben ser reforzados por otros componentes sociales. Las relaciones totalmente armoniosas no existen, aunque no se evidencien ausencias, negligencias, reproches, entre otros actos reprobables. Este desencuentro se refuerza con el desarrollo del lenguaje.

Algunas familias manifiestan una participación importante en la vida de las adolescentes embarazadas; sin embargo, no se observan lazos complejos con la figura materna y carecen de elementos simbólicos suficientes, sin que se distingan los roles de sus miembros, siendo confusos y precarios.

La repetición es parte de la realidad individual, pero existe una reactualización generacional que plantea historias únicas, la que pudiera ser un modo de resolver situaciones inconclusas.

En ciertos casos y varios momentos, la madre se torna caprichosa, antojadiza y estragante, pudiendo parar si se encuentra castrada, pero quedarán huellas en el hijo/a.

Las adolescentes que abandonan la formación escolar pierden un posible espacio para sublimar la pulsión. Algunas instituciones educativas toleran el embarazo en sus entornos sin darles el apoyo y acompañamiento necesarios.

Finalmente, concuerdan en que la adolescencia constituye un desafío debido a la incertidumbre que genera el futuro en el sujeto, además de las dificultades simbólicas y reales que aparecen.

El especialista 1 afirma que la mujer que se convierte en madre genera la división primordial. La adolescencia juega un papel fundamental en el desarrollo de la sexualidad y el embarazo precoz obliga a renunciar a una parte de la feminidad tempranamente y reinventarse en su ser de mujer, para cumplir con la función materna.

Además, refiere experiencias de casos donde el vínculo con la madre resulta traumático, destacando que esta relación es susceptible a lo inesperado por la influencia de lo deseado y lo indeseado.

El estrago materno debe ser tratado cautelosamente, ya que podría culpabilizar a las madres, resaltando dos indicaciones: la madre en la posición de la pareja (el hombre como estrago) y el hombre personificando a la madre.

Manifiesta que la madre se vuelve estragante al asumir plenamente ese papel y deja de ser mujer, asegurando que existen casos en que la maternidad pone un freno al goce del sujeto al modificar su comportamiento a partir de la llegada de su hijo/a, pero separarla podría desubicarla nuevamente.

Acerca del embarazo adolescente, sostiene que en cada caso se manifiestan efectos diferentes ante factores predeterminantes similares. Su participación en investigaciones posibilitó que encontrara entornos familiares que conciben esta etapa de la vida como lo aceptable, en estos se comparte el espacio físico y las funciones de los miembros.

Considera que, en determinadas condiciones sociales, el embarazo adolescente reiterado en una misma joven se torna una decisión personal. Alude al caso observado en un documental con una chica de 12 años que se enorgullecía por ser pareja de un narcotraficante; su papá se sentía culpable y decía: “yo no estuve ahí, yo pude haber evitado esto, yo me fui, no estuve, ella es una niña, ella se chupa el dedo para dormir todavía”, visualizándose un acto fantasmático que sugiere un deseo por separarse de los padres, sin que se constituyera en un acto logrado.

Concluye que detrás de las personas que ejercen los roles parentales hay hombres y mujeres, cuyas particularidades identitarias más íntimas pueden explorarse mediante el psicoanálisis.

El especialista 2 concibe a la madre como un agente que posibilita la operacionalización de la función del padre, introduciendo al infante en el lenguaje, produciendo la inscripción simbólica, le adjudica un lugar y lo convierte en un objeto de deseo, a la vez que genera una hiancia que posibilitará que se vuelva sujeto.

Con respecto a la dinámica entre madre e hija asociados al estrago, la primera tiene una actitud de rechazo; mientras que la segunda, de reproche. Entre ambas existe tendencia a la insatisfacción susceptible de devoración. En algunos casos, esta dinámica se constituye en una queja histérica y no desencadena en estrago.

En una experiencia de trabajo grupal con madres adolescentes, que se encontraban en un albergue de la ciudad de Quito, percibió que existía una cierta correlación entre la condición económica, cultural, social y el embarazo. Existía precariedad simbólica en las familias y relaciones casi de pares entre algunas madres e hijas. Varias de estas chicas tenían posturas muy sexualizadas y no querían renunciar a eso para asumir la maternidad. Una vez más, en una situación similar, algunas asumieron su función materna y se notaba un descuido de sí mismas, proyectando una imagen envejecida; mientras que, otras rechazaban a sus hijos mediante actos negligentes.

Menciona que la repetición se produce a nivel de la realidad, abriendo la posibilidad de circunstancias distintas para ese hijo/a, es decir, el estrago podría quedarse en la relación entre la madre y la hija, mientras que este nuevo ser queda separado de esa dinámica.

El especialista 3 manifiesta que en el trabajo clínico con madres e hijos/as aparece la dependencia como un fenómeno muy común. Sin embargo, recalca que tiene diferentes connotaciones de acuerdo con elementos sociales generacionales; en su experiencia, hace 10 años se creía que el vínculo debía posibilitar la independencia como punto de partida; mientras que, actualmente se habla sobre cómo construir independencia en el punto de partida. La dependencia madre hijo/a debe analizarse desde los primeros años de vida.

Considera el concepto de estrago materno atendiendo a las particularidades de cada época o generación. Durante el ejercicio clínico atendió algunas madres que establecen relaciones extremadamente dependientes con sus hijos/as y viceversa, aspecto que podría generarse en contextos excepcionales cuando el padre es ausente. Hace alusión a lo manifestado por Silvia Ons, acerca de la caída del nombre del padre relacionada con el declive de la masculinidad y la presencia socialmente desvalorizada del padre.

La dependencia tiene la potencialidad de impedir que el sujeto alcance autonomía en la adultez, ocasionando una profunda desconfianza hacia la figura que la genera y que las decisiones pasen por la aprobación de la madre. A esto, se agrega una sexualización precoz ejercida sobre los hijos/as, como un sentido de propiedad, donde se utilizan significantes como: compañero/a, amiga, marido, maridito, entre otros; no se experimenta como algo patológico, hasta que aparece algún síntoma.

En relación con el embarazo adolescente, plantea que debe contemplarse en tiempo y espacio geográfico. En ciertos contextos tiene cierta funcionalidad, tal como: liberarse del núcleo familiar. En zonas rurales, resulta culturalmente aceptable y tiene una connotación comunitaria. En ciertos entornos urbanos, se asocia con un componente social sin que represente implicación afectiva sino en relaciones casuales.

Algunos padres, cuyos hijos adolescentes cuentan con pareja formal o regular, imponen su deseo de tener nietos y los inducen a tener hijos tempranamente, lo que ocurre comúnmente cuando existe una profunda dependencia hacia los progenitores y buscan afirmación dentro de la vida familiar en esta etapa del desarrollo individual. Aunque, pueden presentarse casos en que se pretende restituir el vínculo familiar, empleando al nuevo integrante como elemento cohesionador al cumplir el anhelo de ser abuelo(a).

Si el adolescente no pone en palabras las angustias del embarazo, las angustias del embarazo de su pareja, si no hay alguien con quien se pueda tratar las emociones que están presentes, las dificultades que están presentes, la construcción de la maternidad y paternidad se vuelve un enorme desafío, cuando todavía no tienen ese enorme capital simbólico que da la madurez.

Muchos padres tienen la tendencia a proyectar sus aspiraciones frustradas en el orden personal o profesional en sus hijos(as), incidiendo para que las asuman como propias.

CONCLUSIONES

La función materna constituye un generador de amor, protección y cuidado al niño/a, siendo indispensable para la supervivencia del sujeto durante sus primeros años de vida. Pero, la madre puede llegar a devorar subjetivamente a la hija cuando esta decide separarse de ella, absorbiéndola y convirtiendo esta función en un estrago, que se consolida en forma de rechazo en la relación entre madre e hija.

En la adolescencia, la maternidad puede plasmarse como un acto que permite lidiar con la reconstrucción psíquica que experimenta el sujeto. Esta puede configurarse como: un salto hacia la adultez, una salida a la relación estragante con la figura materna o la consolidación de los ideales familiares asumidos por el individuo. Lo que resulta un suceso marcado por significantes adjudicados por la pareja parental y la insondable decisión del ser.

Conflicto de intereses

Las autoras declaran que no existen.

Declaración de contribución

Las autoras recolectaron información científica actualizada, así como en la elaboración y organización del documento.

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