Dossiê: Memórias em disputa: manifestações no espaço público
Tocado y hundido: Barcelona y el Camp de la Bota
Tocado e afundado: Barcelona e o Camp de la Bota
Hit and sunk: Barcelona and the Camp de la Bota
Tocado y hundido: Barcelona y el Camp de la Bota
Anos 90, vol. 30, e2023301, 2023
Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Programa de Pós-Graduação em
Received: 27 December 2022
Accepted: 05 June 2023
RESUMEN: El Camp de la Bota, un enclave ubicado entre las ciudades de Barcelona y Sant Adrià de Besòs, fue un barrio de chabolas y el principal escenario donde la dictadura franquista fusiló a los condenados a muerte de la provincia entre 1939 y 1952. Con la recuperación de las libertades democráticas en España, sólo las asociaciones formadas por familiares de víctimas, expresos políticos, antiguos guerrilleros y otros veteranos combatientes por la República, reclamaron algún tipo de marcaje antes que el imparable avance urbanístico (provocado primero por los Juegos Olímpicos y luego por la construcción del Fórum de Culturas) arrasara el lugar. En un espacio codiciado por la especulación y el crecimiento urbano, las respuestas de diferentes administraciones han sido varias -desde la inacción hasta intervenciones motivadas por el relato de la reconciliación nacional- originando un lugar de conflictos memoriales con distintas capas.
Palabras clave: Políticas de memoria, memoriales, Camp de la Bota, Barcelona, franquismo.
RESUMO: O Camp de la Bota, um enclave localizado entre as cidades de Barcelona e Sant Adrià de Besòs, era uma favela e o cenário onde a ditadura de Franco matou a tiros os condenados à morte na província entre 1939 e 1952. Com a recuperação das liberdades democráticas na Espanha, somente as associações formadas por familiares das vítimas, presos políticos, ex-guerrilheiros e outros combatentes veteranos da República, exigiram algum tipo de marcação antes que o desenvolvimento urbano imparável (causado primeiro pelos Jogos Olímpicos e depois pela construção do Fórum das Culturas) arrasasse o lugar. Em um espaço cobiçado pela especulação e pelo crescimento urbano, as respostas das diferentes administrações têm sido variadas - desde a inação até intervenções motivadas pela narrativa da reconciliação nacional -, dando origem a um lugar de conflitos memoriais multicamadas.
Palavras-chave: Políticas de memória, memoriais, Camp de la Bota, Barcelona, franquismo.
ABSTRACT: Camp de la Bota, an enclave located between the cities of Barcelona and Sant Adrià de Besòs, was a shantytown and the scene where Franco's dictatorship shot those condemned to death in the province between 1939 and 1952. With the recovery of democratic freedoms in Spain, only the associations formed by relatives of victims, political prisoners, former guerrilla fighters and other veteran combatants for the Republic, demanded some kind of marking before the unstoppable urban development (caused first by the Olympics and then by the construction of the Forum of Cultures) razed the place to the ground. In a space coveted by speculation and urban growth, the responses of the different administrations have been varied -from inaction to interventions motivated by the narrative of national reconciliation-, giving rise to a place of multi-layered memorial conflicts.
Keywords: Policies of memory, memorials, Camp de la Bota, Barcelona, Francoism.
A finales de 2018 ya no había ninguna duda. Se había especulado dónde estaba exactamente -incluso se había señalizado años antes el lugar donde se creía erróneamente ubicado-, pero una investigación cartográfica del Museo de Historia de Barcelona disipó cualquier vacilación y certificó finalmente su emplazamiento real: el parapeto del Camp de la Bota se encontraba debajo del mar. Durante años, asociaciones de familiares de represaliados por el franquismo y compañeros de lucha lo habían intentado. Algo debía recordar que en ese lugar habían sido fusiladas alrededor de 1.700 personas entre 1939 y 1952, desde la entrada de las tropas fascistas en la ciudad a la celebración del XXXV Congreso Eucarístico Internacional. Sin embargo, nada pudo evitar que, a principios del siglo XXI, el voraz desarrollo urbanístico de la ciudad sepultara el parapeto de ejecución bajo las aguas de un lujoso puerto náutico.
Si el Camp de la Bota era el lugar de fusilamiento en Barcelona, el lugar de enterramiento era la fosa común del cementerio de Montjuïc, conocida como el Fossar de la Pedrera, dos espacios macabramente conectados por la dictadura. Ahí, treinta años antes de saber que el parapeto acabaría bajo las aguas del Mediterráneo, ya se mostraba la preocupación por su destino ante la transformación urbanística que estaba viviendo la ciudad. Era febrero de 1988 y un grupo de entidades se reunía, como cada año, para recordar a los guerrilleros y militantes comunistas del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) que habían sido ejecutados por el franquismo.1 Durante la conmemoración, una de las personas que tomó la palabra dijo:
«En este acto se han citado los nombres de los fusilados, casi todos en el Camp de la Bota. Y me permito adelantaros que se han hecho unas gestiones por parte de familiares de los sacrificados, por parte nuestra y de otras organizaciones para que, en el Camp de la Bota, por donde se está estudiando hacer pasar unas grandes avenidas con motivo de las olimpiadas, no se borre el recuerdo de aquellos arenales donde se escuchó la sangre.
Y hemos pedido (pero llegaremos hasta la exigencia) que el Ayuntamiento de Barcelona recuerde de una forma perene el lugar de sacrificio de nuestros compañeros. No queremos que las nuevas urbanizaciones o viales que se puedan hacer borren el recuerdo de tantos sacrificios por la Libertad, por Cataluña y por la Democracia.»2
Las palabras eran de Domènec Serra, presidente del Amical de los Antiguos Guerrilleros Españoles en Francia (AAGEF), una de las varias asociaciones de antiguos combatientes, expresos políticos, deportados en los campos nazis, familiares de ejecutados y demás represaliados por la dictadura, que vieron la luz en España a partir de la transición a la democracia (CONESA, 2021). Otra de las organizaciones presentes en la conmemoración, la Asociación Pro-memoria a los Inmolados por la Libertad en Cataluña (APMILC), formada por familiares de fusilados, había sido la principal impulsora de la dignificación del Fossar de la Pedrera, la gran remodelación de la fosa común inaugurada en 1985 (CONESA, 2013; BERNAL y CORBALÁN, 2017, pp. 11-69). Tras los muchos esfuerzos de estas asociaciones para convertir ese lugar de entierros anónimos en un gran memorial, era normal que se preguntaran y se preocuparan también por el sitio donde habían sido asesinados. Y era normal preguntárselo y preocuparse, especialmente, por la profunda transformación urbanística que estaba viviendo la ciudad de cara a la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. Como diría Oriol Bohigas, el arquitecto ideólogo del urbanismo barcelonés de los años ochenta: «Era la oportunidad de anular un área industrial toda perdida, donde los desguaces de la ciudad pasaban al aire libre y eran focos de infección importante, y donde había los recuerdos negativos del Camp de la Bota, etcétera».3
Los recuerdos negativos del Camp de la Bota: arenales rojizos y chabolismo
En tiempos de la Guerra de Sucesión española (1701-1714) y de las guerras napoleónicas (1808-1814), los arenales entre Barcelona y el municipio de Sant Adrià de Besòs ya fueron utilizados como campo de tiro de las tropas francesas -de hecho, el término Bota es una derivación del francés butte, usada para designar la pequeña colina que utilizaron como parapeto (FABRE y HUERTAS, 1977). Fue durante el mandato del capitán general Juan Zapatero (1855-1858), que se decidió construir una fortaleza militar con la forma de un castillo de cuatro torres para acoger la Escuela Práctica de Artillería y ampliar las dimensiones del parapeto. El castillo quedaría en la zona de Barcelona y el parapeto en la zona de Sant Adrià, ambos términos separados por una acequia llamada “madriguera”.
En 1925, unos soldados encargarían el cuidado del reflector que iluminaba la playa a una familia del cercano barrio de chabolas de Pequín. Y a partir de los años 1930, varias familias del mismo barrio se irían instalando en el descampado que rodeaba el castillo originando una nueva zona de barracas.
Después del golpe de Estado fallido del 19 de julio de 1936 en Barcelona, el Camp de la Bota se convirtió durante un breve lapso de tiempo en un lugar de ejecución donde las autoridades republicanas fusilaron a varios militares y guardias civiles que habían participado en la insurrección. Al final de la guerra civil española, una vez las tropas franquistas habían entrado en la ciudad, el Camp de la Bota fue el lugar donde la dictadura ejecutaría a los condenados a muerte desde el 14 de febrero de 1939 hasta el 14 de marzo de 1952. Fueron 13 años de convivencia entre los vecinos y vecinas que vivían en las chabolas y los fusilamientos por la madrugada. El padre Pere Ribot, entonces vicario de Sant Adrià de Besòs, recordaba el macabro sonido que lo desvelaba por las mañanas de 1941: «Mi despertador era cuando a las siete de la mañana fusilaban a los condenados. Y por los tiros de gracia sabías cuantos habían muerto cada día».4
Uno de los fundadores de la Asociación Catalana de Expresos Políticos del Franquismo (ACEPF), Juan Antonio Cuadrado, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas durante la guerra, miembro de la guerrilla urbana del PSUC en la postguerra y que pasó veinticinco años en prisión como represalia, explicó en 1977 como en el último momento esquivó la muerte ante un pelotón de fusilamiento en el Camp de la Bota. Era la madrugada del 16 de julio de 1947 cuando: «[…] Al bajar del coche, me sacaron las esposas. Había como un parapeto de cemento, perpendicular al mar. En uno de sus lados tenía como una duna de arena. Una arena rojiza de tanta sangre como de ejecutados habían ido ahí a parar».5 Cuando el periodista Jaume Fabre le preguntó si había visto alguna casa desde el campo de ejecución, Cuadrado le contestó:
«No estaba para estas cosas. Sólo recuerdo muchos guardias civiles, el mar ahí mismo, como última e inútil posibilidad de escapar, y esa arena rojiza. Me pusieron de espaldas al montón de arena. Me dijeron si quería que me vendaran los ojos. No lo quise. Yo les llamé de todo, desde fascistas a hijos de aquí e hijos de allá. La realidad era que estabas encendido, pero los tenías aquí arriba. De repente oí un motorista o, mejor dicho, un ruido de motor, no sé si de moto o de coche, pues en ese momento no estaba para estas cosas. Sólo estaba por el pelotón que tenía enfrente. Pero pasaban los minutos y allí nadie decía nada, ni el “preparen” ni el “apunten”. Nada. Un rato después veo que llaman a un oficial que mandaba al escamote. Me llaman. Yo no pensaba en la conmutación, sino en alguna cosa rara. Desconfiaba. Me dicen: “Su Excelencia no sé qué no sé cuántos ha tenido la magnanimidad de indultarle la pena de muerte”».6
Los chabolistas recordarían durante mucho tiempo las mañanas en que la arena se teñía de rojo, pero no se atrevían a hablar de ello si no tenían una gran confianza con el interlocutor. Con las migraciones de los años 1940 y 1950, el núcleo de barracas de alrededor del castillo y la riera de Horta fue en augmento en unas condiciones de vida lamentables. Las barracas se hacían de tocho o de cartón piedra, pero en las noches de fuerte temporal, sus habitantes buscaban refugio en el castillo. En 1963 se impulsó el primer censo en las barriadas de Pequín y del Campo de la Bota, con un total de 667 barracas y 3.415 personas viviendo ahí. En 1968 llegarían a las 690 barracas y casi a las 4.000 personas.7
A principios de los años 1970 empezó a construirse el nuevo barrio de la Mina, un polígono de pisos con los que el Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs pretendía poner punto final al chabolismo. Muchos de los vecinos del Camp de la Bota se trasladaron ahí, pero una parte permaneció en el lugar. En 1983 quedaban aún 444 personas, la mayoría de población gitana. En 1989 se desalojaba a las tres últimas familias que vivían de recoger chatarra con un camión. Todo el barrio fue derribado, siendo la escuela la última edificación en desaparecer.8
Para esas fechas, las asociaciones memorialistas ya habían empezado a reclamar algún tipo de intervención para que, ante el imparable avance de las obras olímpicas, se recordara públicamente que en ese lugar se había fusilado a quienes plantaron cara al fascismo. Las negociaciones con el Ayuntamiento fueron largas y poco fructíferas. En 1990, otra vez en el Fossar de la Pedrera, los antiguos guerrilleros volvían a reivindicar algo para que ese lugar no quedara sepultado en el olvido:
«Barcelona, manchada de sangre desde el castillo de Montjuic hasta los arenales del Besós, pasando por las huertas, senderos, ramblas, calles y rondas. Sangre de los asesinados de todos los siglos. Pero la mancha más sangrienta, bien seguro está en el Camp de la Bota. Por eso queremos que sea señalizado el arenal por donde se coló la sangre de tantos fusilados. Y se debe hacer antes que las obras de las nuevas vías borren la topografía. No pedimos ningún monumento. Sí que exigimos, para la Historia, una señal perene del lugar de los sacrificios».9
Un monumento rechazado
El 14 de abril de 1987 se fundó la Coordinadora Catalana de Asociaciones de Excombatientes de la República (CCAER). Estaba compuesta por las 14 asociaciones que habían colaborado, codo con codo, en la organización de los diferentes actos que se habían realizado en Barcelona el año anterior para conmemorar el cincuentenario de la creación de las Brigadas Internacionales.10 Uno de los objetivos de esta coordinadora era el de “recuperar la memoria histórica” y, para ello, impulsó eventos y promovió el levantamiento de monumentos como los dedicados a los brigadistas internacionales que se erigieron en Barcelona (1988), Mataró (1988) o Flix (1991). La Coordinadora se encargó también de hablar con el Ayuntamiento de Barcelona para que se llevara a cabo algún tipo de marcaje en el Camp de la Bota antes de que desapareciera, pero el resultado final decepcionó y desagradó a todos sus miembros. El exguerrillero Lluís Martí Bielsa escribía:
«Por aquellos años fue la Coordinadora Catalana de Asociaciones de Excombatientes de la República la que se dirigió al Ayuntamiento de Barcelona manifestándole su inquietud y para hablarle del necesario monumento que perpetuara el lugar donde tanta sangre fue derramada por los miles de republicanos antifranquistas fusilados.
-Ya lo habíamos previsto -fue la respuesta-. No hace falta que os preocupéis. Una comisión se encarga del tema. Se hará lo mejor-.
El resultado salta a la vista. Un no se sabe qué, con una placa dedicada a la memoria de no se sabe quién y que, a pesar de haber rectificado la inscripción, nunca consiguió ser coherente con lo que, a nuestro entender, tenía que significar.»11
A finales de 1991, Josep Antoni Acebillo, entonces director del Instituto Municipal de Promoción Urbanística S.A. (el organismo creado para gestionar el crecimiento de la ciudad derivado de las Olimpíadas), contactó con el escultor valenciano Miquel Navarro. Acebillo quería encargarle el diseño de una escultura y la supervisión de su construcción al final de la Rambla Prim, cerca del cinturón litoral. Cuando se firmó el contrato, el 16 de diciembre de 1991, el diseño ya estaba acabado y la primera de las cláusulas hacía referencia a sus características básicas: «[...] El mencionado conjunto significativo consiste en un monolito metálico de 25-30 m. de altura en homenaje a la paz y de título “FRATERNITAT” [...]».12 Ésta sería la única referencia al significado de la escultura que se encuentra en su expediente municipal. Miquel Navarro comentaba al respecto:
«Ellos no me impusieron el tema. Ahora bien, se tiene que decir que, como aquello era el Camp de la Bota, un campo de fusilamiento de la guerra, en cierta medida era un monumento que tenía que conciliar un poco. Por eso su título es “Fraternidad”. Ahora, ¿qué significa la pieza? Es un obelisco conmemorativo, de los que yo he ido haciendo, y es un prisma que llega un momento en que, al final, se rompe, hace una forma donde se abre una ventana y salen de ahí como dos antenas. Esto es, digamos, cuando mezclo lo arquitectónico con lo humano».13
El 20 de junio de 1992 se inauguraba el tramo final de las obras de construcción de la Rambla Prim (Figura 1). Era un tramo de 570 metros, una anchura de 27 y ocupaba el espacio que iba de la calle Llull a la Ronda Litoral. Al final de la rambla se construyó una rotonda donde se instaló la escultura de Miquel Navarro. En la prensa, la inauguración del monumento quedó desdibujada ante la gran ola de inauguraciones urbanísticas previas a los Juegos Olímpicos. Sólo el periodista José M. Huertas Clavería, días después, pararía especial atención ante la escultura. Huertas describía una columna de acero corten de 28 metros, rodeada de césped, mirando el mar en soledad («Apenas algún jubilado y un par de jóvenes que practican el footing»).14 También contaba con una iluminación nocturna mediante unos láseres, pero dejaron de funcionar al poco tiempo. En el pie del monumento había la inscripción: «a tots els afusellats en aquest indret i a totes les víctimes de la guerra civil», acompañada de unos versos del poeta Màrius Torres: «Que en els meus anys de joia recomenci / sense oblidar cap cicatriu de l’esperit. / Oh, Déu de la nit, de la mar i del silenci, / jo vull la pau però no vull l’oblit». Y finalizaba: «Camp de la Bota. 1992».15

A pesar de ser una demanda que se arrastraba desde hacía años, el monumento no despertó ningún entusiasmo entre las diferentes asociaciones que lo venían reivindicando tiempo atrás. No se lo hicieron suyo, nunca se lo apropiaron y no se convertiría en un lugar recurrente donde conmemorar a los fusilados del franquismo. Quien fuera presidente de la ACEPF entre los años 2003 y 2016, Enric Pubill explicaba el porqué:
«En el momento de la inauguración, nosotros vimos que aquel monumento estaba dedicado a todos los fusilados del Camp de la Bota, sin ningún tipo de explicación. Hicimos saber que no estábamos conformes, que queríamos el monumento para los que habían sido fusilados después de la Guerra Civil. Es verdad que durante la guerra allí se fusilaron personas, pero claro, las cosas deberían explicarse -que es lo que conviene, no destruir sino explicar- y decir: “señores, sí, durante la Guerra Civil aquí se fusilaron tantos militares, que fueron apresados en las atarazanas, por ejemplo, porque mataron a tantos civiles una vez se habían rendido… Dar una explicación histórica de memoria. Pero no: monumento a todos los fusilados. No, no, hablémoslo, porque todos no son iguales, porque los culpables de que pasara lo que pasó… si no se hubiesen rebelado no hubiera pasado todo esto, al contrario, la República hubiera tirado adelante con las ideas de libertad y futuro que tenía».16
La inscripción fue una iniciativa del ayuntamiento -Miquel Navarro nos confirmó que él no tuvo nada que ver- que abonaba el discurso de “la reconciliación nacional” e incidía en los fusilamientos llevados a cabo durante la guerra civil y no en la posguerra. Ciertamente, en el inicio de la guerra, el Camp de la Bota se convirtió en uno de los escenarios de ejecución de los militares implicados en la insurrección del 19 de julio en Barcelona (los historiadores Josep M. Solé i Sabaté y Joan Villarroya cifran en 44 los militares condenados por un Tribunal Popular fusilados en este lugar entre septiembre y octubre de 1936) (SOLÉ y VILLARROYA, 1989, pp. 146-169 vol.1 y pp. 57-66 vol.2). Por otro lado, las ejecuciones franquistas que tuvieron lugar en el Camp de la Bota entre 1939 y 1952 se han cuantificado entre 1.686 y 1.706 personas.17 En la inscripción que había en el pie del monumento no se mencionaba a las personas represaliadas por la dictadura.
La forma de actuar del ayuntamiento durante la inauguración también fue motivo de conflicto. Pere Fortuny, presidente de la APMILC, recordaba que, a pesar de ser ellos los familiares de los ahí fusilados y principales impulsores de la remodelación del Fossar de la Pedrera, no fueron invitados al acto inaugural:
«Cuando empezaron a hacer las obras en el litoral, cuando las olimpiadas, se levantó el monumento que había al final de la Rambla del General Prim. Se portaron muy mal con ese monumento porque invitaron a todo el mundo menos a nosotros. Pero nos enteramos y también fuimos, cantándoles un poco el padrenuestro. Sólo por lo que representábamos tendríamos que haber sido los primeros en ser invitados, porque nuestros padres fueron fusilados ahí».18
Las pocas noticias que recogen la inauguración del monumento no dicen quien participó en el acto -en otra entrevista, Pere Fortuny comentó que no vino ni el alcalde (BERNAL y CORBALÁN, 2017, pp. 90-91). Representantes de las asociaciones asistieron al acto, pero rechazaron ese espacio de memoria, no habían participado en su proceso de construcción, consideraban equívoca su inscripción y no organizarían conmemoraciones a su alrededor.
Rechazado, pero no abandonado
Cuando en 2002 se iniciaron las obras del Fórum de las Culturas, a pesar del rechazo que les generaba el monumento, diferentes asociaciones hicieron sonar la alarma ante su posible desaparición. El 17 de octubre de 1996, diez años después del nombramiento de Barcelona como ciudad olímpica, el alcalde Pasqual Maragall lanzó públicamente la idea de organizar la Exposición Universal de 2004 en Barcelona, en el 75º aniversario de la exposición que la ciudad organizó en 1929. Por el contrario, al día siguiente y desde París, el Bureau International des Expositions se apresuró en comunicar que la propuesta de Maragall era imposible para 2004 y que el período de inscripción de candidaturas para organizar la Exposición Universal en 2005 ya se había cerrado (MAURI y URÍA, 1998, pp. 433-434). Ante tal fiasco, durante los meses siguientes, el ayuntamiento empezó a darle vueltas a la proposición para dar a luz, finalmente, al Fórum Universal de las Culturas, uno de los proyectos insignia de Joan Clos, quien substituiría a Maragall al frente de la alcaldía en 1997. Se trataba de un proyecto de contornos difusos, a caballo de una cumbre mundial y una exposición cultural que consiguió el apadrinamiento de la UNESCO. Según describían sus organizadores, el Fórum se basaba en tres ejes: la diversidad cultural, la sostenibilidad y la paz (MARCET, 2004). Sin embargo, una gran parte de la ciudadanía lo interpretó como un intento fallido para repetir la fórmula olímpica y una operación urbanística con intereses especulativos en los terrenos que había entre el barrio de Diagonal Mar y la desembocadura del río Besós (MARÍN, 2008, pp. 292-295; VV.AA., 2004). El Camp de la Bota desaparecería definitivamente sin dejar rastro alguno. En su lugar se levantarían distintos edificios, como el Centro de Convenciones Internacionales de Barcelona o el Edificio Fórum, parques, zonas de baño, grandes plazas e infraestructuras para acoger conciertos y espectáculos varios, y un puerto náutico en la zona de Sant Adrià de Besòs.
Ante el inicio de estas importantes obras, las asociaciones estuvieron en alerta de que el monumento a las víctimas del Camp de la Bota no despareciera. Finalmente, el monumento de Miquel Navarro fue trasladado desde el final de la Rambla Prim hasta el medio de una de las plazas duras del parque del Fórum -donde se encuentra actualmente. Aprovechando el desplazamiento, a principios de 2004 se colocó una nueva placa en el suelo (Figura 2), al pie del monumento, en la que se leían los versos de Màrius Torres y las siguientes palabras: «A tots els afusellats en aquest indret i a totes les víctimes de la guerra civil i de la postguerra. 1936 - 1952».19
El resultado continuaba siendo decepcionante y, desde las páginas de L’Enllaç, el boletín de l’AAGEF, el veterano guerrillero Lluís Martí Bielsa lo describía como
«un monumento amorfo por el que nunca nos sentiremos atraídos y, por descontado, donde nunca se nos ha ocurrido organizar ningún encuentro, ni homenaje ni ofrenda floral. Un monumento que, dicho sea de paso, no ha ganado ni un poquito con su nueva remodelación motivada, esta vez, por las obras del Fórum 2004».20
A pesar de que se había introducido la referencia explícita a las víctimas de la posguerra, las asociaciones lamentaron que se continuara poniendo en el mismo saco a los 44 militares ejecutados a principios de la guerra con las cerca de 1.700 personas fusiladas entre 1939 y 1952. Además, el nuevo emplazamiento del monumento, ahora sin la zona enjardinada con la que antes contaba y con una placa en el suelo donde había una zona de conciertos, les hacía poca gracia. Fortuny explicaba:
«Cuando se hizo el Fórum de las Culturas el monumento iba a desparecer. Nosotros protestamos y lo mantuvieron, un poco desplazado. Con lo que no estábamos de acuerdo era con la placa que puso Maragall, porque reconocía que ahí se había fusilado a gente de los dos bandos, pero del nuestro habían fusilado a 1.717 y del otro 7 u 8. Cuando el señor Clos hizo el Fórum le pedimos que la rectificara y lo conseguimos, pero todavía no quedó bien. Y ahora hemos conseguido que se ponga una placa de piedra donde se dice lo que nosotros queríamos: que allí fueron fusiladas 1.717 personas republicanas».21
La APMILC tuvo que esperar seis años aún para rehacer la inscripción del monumento de Miquel Navarro. Con la intermediación del Memorial Democràtic, la institución creada en 2007 por el gobierno catalán para gestionar las políticas públicas de memoria, la asociación de familiares de víctimas de la dictadura consiguió que el ayuntamiento de Barcelona cambiara la inscripción por tercera y última vez. El 18 de abril de 2010, en un acto promovido por la APMILC y organizado conjuntamente por el Ayuntamiento de Barcelona y el Memorial Democràtic, se inauguraba la nueva señalización del lugar. Esta vez, la inscripción pasó de estar en una placa metálica en el suelo a estar sobre un bloque de cemento al pie del monumento (Figura 3). Continuaban constando los versos de Màrius Torres, pero se había cambiado de nuevo la dedicatoria, ahora decía: «En memòria de les víctimes republicanes afusellades en aquest indret per la dictadura franquista entre els anys 1939 i 1952».22 Desaparecía la referencia a los militares fusilados a principios de la guerra y, 18 años después de que se erigiera el monumento, la nueva inscripción deshacía completamente las connotaciones relativas al discurso de la reconciliación nacional.
El Memorial Democràtic se había interesado por colocar una señal de la Red de Espacios de Memoria (GUIXÉ, 2009) al lado del monumento que explicara qué fue el Camp de la Bota y las ejecuciones que ahí tuvieron lugar, pero el Ayuntamiento de Barcelona no estuvo de acuerdo. Por el contrario, el Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs aceptó poner una señal explicativa en la parte del Fórum que caía dentro de sus fronteras municipales, allí donde se creía en aquel momento que había existido el parapeto de las ejecuciones del Camp de la Bota, en una zona de paso detrás del puerto marítimo.23 La señal instalada explicaría tanto la historia del lugar con relación a los fusilamientos como la historia del barraquismo hasta los años 1980. El acto inaugural de la nueva inscripción del monumento y la señal explicativa, en el que participaron varias asociaciones con ofrendas florales, estuvo presidido por diversas autoridades (el consejero de Interior y Relaciones Institucionales del gobierno catalán, Joan Saura; el director del Memorial Democràtic, Miquel Caminal; el alcalde de Sant Adrià de Besòs, Jesús M. Canga; etc.), pero no por el entonces alcalde de Barcelona, Jordi Hereu.


Sombras del modelo Barcelona
Cuando se iniciaron los actos del Fórum, en mayo de 2004, los vecinos y vecinas del barrio de la Mina, quienes habían visto desaparecer y construir de nuevo sobre el Camp de la Bota, pidieron también tener voz en el ciclo de charlas que se programaron. Participaron el activista, político e historiador Jaume Botey y el antiguo profesor de la escuela del barrio, Josep M. Monferrer.24 Según nos explicó Josep M. Monferrer:
«Botey hizo la charla dentro de un aula y yo en un espacio exterior porque tampoco les interesaba que hablara mucho de la Mina. Botey empezó su intervención diciendo “yo os pido, antes de nada, si nos podemos poner todos de pie y hacer un minuto de silencio porque en este lugar fueron fusiladas miles de personas” y todo el mundo se puso de pie y se hizo el minuto de silencio. Al acabar la charla lo llamaron y le dijeron que estaban muy disgustados porque esto era el Fórum de las Culturas, no un Fórum para hacer política. Se lo dijeron desde la organización».25
De forma paralela, quien también vivió con preocupación la desaparición del Camp de la Bota y la memoria de los ahí fusilados a raíz de las obras del Fórum, fue el artista Francesc Abad (FONT, 2021, pp. 316-323). El artista conceptual contactó entonces con la APMILC:
«Era una cosa incomprensible, así que quería ver qué había pasado, personalmente, por mi cuenta, en 2002-2003. Miré si había alguien que supiera y pude coincidir en Mollet con la gente de Pro-Inmolados, que son 7 u 8 señores ya mayores. Fui yo quien impulsó el hecho de ver qué había pasado y porqué, quieras o no, la gente conceptual venimos de un espacio donde no hemos trabajado nunca para la industria. Trabajamos sobre investigaciones y trabajos no rentables donde lo que se busca no es la obra final, sino que es el proceso lo que importa. En nosotros hay una labor que es más social que ninguna otra cosa».26
El Camp de la Bota fue un proyecto con formato de archivo que se desarrolló en diferentes direcciones: una página web, una exposición, un catálogo, carteles… En las revistas L’Avenç (mayo de 2004) y Quaderns d’Arquitectura (2004) se publicaron dosieres con testimonios, fotografías de archivo, documentos escritos, imágenes artísticas, textos de especialistas, etc. Sorprendentemente, a pesar de que el artista siempre se encontró con las puertas del ayuntamiento completamente cerradas, Abad recibió el premio Ciudad de Barcelona de Artes Plásticas:
«Fue un trabajo duro, un trabajo donde por primera vez en Cataluña y en el Estado español se hacía hablar al testimonio. Fue una labor que sabíamos que empezaríamos pero que nunca acabaríamos, que nos metíamos en un follón. Creamos una página web por nuestra cuenta, que pagué yo y que aún la mantengo hasta que desaparezca. Pero bien, las cosas son efímeras. Una vez hecho todo esto, resulta que me dan el premio Ciudad de Barcelona sin haber hecho ninguna exposición en Barcelona. Tiene narices, es surrealista».
«[…] en su momento nadie apostó por ello, ni desde el mundo de la administración ni desde el mundo de la política. Más adelante hubo un cierre de filas porque echábamos al traste la marca Barcelona. Y desde el punto de vista del arte contemporáneo, igual».27
En enero de 2005, El Camp de la Bota empezó en el Prat del Llobregat un itinerario de dos años y medio a través de once salas de exposiciones y museos de las comarcas de Barcelona. Más adelante recibiría ayuda de la Diputación de Barcelona y de las consejerías de Cultura y de Relaciones Institucionales del gobierno catalán y en cada municipio donde se acogía la exposición, se añadían testimonios, investigación gráfica y documental sobre las personas pertenecientes a esa localidad que habían sido fusiladas en el Camp de la Bota.28
Al acabar el proyecto, Abad donó la exposición al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). En una entrevista publicada en el periódico El País, cuando se le preguntó porqué El Camp de la Bota no se había visto en Barcelona, el artista respondió de forma contundente:
«Porque no interesa. Se habla mucho del proceso de recuperación de la memoria histórica, pero creo que las investigaciones de los historiadores no van acompañadas de una voluntad auténtica por parte de las autoridades. En cualquier caso, este trabajo es también una reflexión sobre el espacio público y su dimensión social y política. Cuando empezó a construirse el Fórum me di cuenta de que nadie decía nada sobre lo que había debajo: los restos de 1.700 represaliados por el franquismo. Eso jode a cualquiera que se preocupe de estos asuntos» (BERNAL y CORBALÁN, 2017: 96-98)
(¿) Últimas intervenciones (?)
Dejando de lado la redenominación del Parque del Fórum (desde el 24 de abril de 2007 se llamaría Parque del Camp de la Bota), tenemos que esperar hasta 2015 para observar nuevas actuaciones memoriales en este espacio. Por un lado, el 22 de febrero, el Ayuntamiento de Barcelona instaló una placa conmemorativa que homenajeaba a los habitantes del antiguo barrio de chabolas, situada enfrente de la entrada principal del Museo Azul de las Ciencias Naturales, en el edificio Fórum, donde había estado el castillo de las cuatro torres.29 Y por el otro, el 7 de marzo del mismo año, en el marco de los actos del Día internacional de la mujer trabajadora, el Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs instalaría un pequeño atril justo al lado de la señal que el Memorial Democràtic había colocado en 2010 donde creía que estaba el parapeto. El atril recogía los nombres de 11 mujeres ejecutadas en el Camp de la Bota.30
No será hasta el 24 de febrero de 2019, en el marco de los actos conmemorativos del 80 aniversario de la entrada de las tropas franquista en Barcelona, que el ayuntamiento de Ada Colau crearía un nuevo memorial en la zona del Fórum. A finales de 2018, el Comisionado de programas de memoria del ayuntamiento, el historiador Ricard Vinyes, encargaría un memorial a Francesc Abad para recordar ahí las ejecuciones del Camp de la Bota. Después de que el Museo de Historia de Barcelona (MUHBA) certificara topográficamente que los restos del parapeto de fusilamientos estaban bajo el mar, debajo del puerto náutico del Fórum, se ideó un memorial de carácter efímero llamado “Parapet de les executades i executats. 1939-1952” (Figura 4).31 Se trataba de un gran muro de 55 metros de largaria y 3,5 de altura que contenía los 1.706 nombres de las personas que, según la base de datos de los consejos de guerra sumarísimos del Arxiu Nacional de Catalunya (ANC), fueron ejecutadas en Barcelona durante ese período.32 Por otro lado, el muro contenía imágenes del mar, entrando en diálogo con el parapeto hundido, e imágenes de archivo. Una de estas imágenes es una fotografía conservada en el Archivo de la Mina y el Camp de la Bota, regentado por el antiguo profesor de la escuela de la Mina, Josep M. Monferrer. Se trata de tres soldados que se encuentran delante de los restos del parapeto (Figura 5). Según explicó Monferrer el día de la inauguración (y como guarda en una nota transcrita junto a la foto que guarda en el archivo), la imagen la recibió por carta a través de uno de los tres soldados, Carles Roca Gotsens, de Olesa de Montserrat, en julio de 2012. En ella explicaba que en noviembre de 1947 estaban haciendo el servicio militar obligatorio y les había tocado hacer las prácticas en el parapeto. Uno de los tres soldados estaba muy afectado porque unos años antes -decía- habían fusilado a su padre en este lugar y los otros dos compañeros intentaban animarlo. Otro punto del discurso de Monferrer en el acto inaugural del memorial fue la situación del barrio de la Mina. La construcción del Fórum no supuso sólo la desaparición definitiva del parapeto, supuso también la reclusión del barrio con barreras arquitectónicas y urbanísticas para sus habitantes, aislándolo y escondiéndolo de la nueva (e inmobiliariamente cara) zona construida. La memoria de los fusilamientos del Camp de la Bota se mantenía entrelazada con la memoria popular del chabolismo y la especulación inmobiliaria y urbanística de la ciudad.


El acto inaugural, un espectáculo de danza y música delante de un gran número de asistentes, contó con la participación de la alcaldesa de Barcelona y del alcalde de Sant Adrià de Besòs, Joan Callau.33 Además del memorial diseñado por Francesc Abad, donde los asistentes irían depositando ofrendas florales a lo largo de la jornada, tocando a la zona del puerto náutico, se descubrió una nueva señal donde se daba una explicación histórica de los fusilamientos en el Camp de la Bota. Callau explicó también las diferentes iniciativas conmemorativas que, desde Sant Adrià de Besòs, se estaban llevando a cabo. Entre ellas, la moción presentada por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en febrero de 2017 y que fue aprobada por todos los grupos políticos a excepción del Partido Popular (PP). En esta moción se pedía a la Dirección General de Memoria Democrática y al Memorial Democràtic (ambas instituciones del gobierno catalán) que realizaran un proyecto en recuerdo a los fusilados y fusiladas en el Camp de a Bota. En diciembre de 2019, las dos instituciones presentaban un nuevo proyecto: “el bosc d’empremtes” (el bosque de huellas), también diseñado por Francesc Abad.34 En principio, la instalación debería ubicarse en la zona central del futuro parque del Campus Diagonal-Besòs, pero todavía hoy no hay fecha para la ejecución del proyecto. La eventual realización de este memorial que, sin duda, aportará más capas de análisis a este lugar, deberá estudiarse en función de la coyuntura, el diálogo con las asociaciones y el vecindario, el desarrollo urbanístico de la zona, de las complejas relaciones entre las tres administraciones implicadas (Ayuntamiento de Barcelona, Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs y gobierno catalán) y la forma que tiene cada una de ellas de entender las políticas de memoria.
Conclusiones
El Camp de la Bota reúne los elementos básicos que condicionaron el recuerdo de la guerra civil y la dictadura franquista en el espacio público de Barcelona durante las primeras décadas del período democrático: las iniciativas y reivindicaciones del asociacionismo memorialista, la presencia del relato de la reconciliación nacional, y el modelo urbanístico de la ciudad basado en los grandes eventos internacionales. En un marco caracterizado por la ausencia de políticas públicas de memoria -como fue el caso español entre la muerte del dictador y la última década del siglo XX-, el campo de tensión generado por estos tres factores condicionó las formas de recordar la guerra y la dictadura en el espacio urbano. Fueron las asociaciones compuestas por familiares de represaliados, expresos políticos, antiguos guerrilleros y combatientes antifascistas, las que reclamaron algún tipo de actuación en el lugar. Este mundo asociativo que vio la luz con los primeros años de la democracia ha quedado, en cierta manera, eclipsado por el “movimiento por la recuperación de la memoria histórica” posterior, nacido alrededor del año 2000 (SILVA y MACÍAS, 2003; GÁLVEZ, 2006) y, sin embargo, llevó a cabo una importante labor de conservación y transmisión de las memorias antifascistas en la ciudad de Barcelona. Sus continuas reivindicaciones obligaron a actuar a las diferentes administraciones implicadas. Eso no quiso decir que coincidieran y estuvieran de acuerdo con las intervenciones que se llevaron a cabo. El discurso de la reconciliación nacional, con un posicionamiento equidistante frente a los contendientes de la Guerra Civil, que equiparaba las distintas violencias, que dejaba de lado los casi cuarenta años de dictadura y que daba por superado el conflicto sin gestionar el trauma del pasado que aún se arrastraba (AGUILAR, 2008 y 2018; VINYES, 2009 y 2011), se hacía presente en muchas de las actuaciones de la administración, incluido en los monumentos que se erigieron, como el del Camp de la Bota. Estos lugares de memoria que se convertían en espacios donde se escenificaba el enfrentamiento por dar un significado u otro al pasado (JELIN y LANGLAND, 2003), estarían a la vez afectados por el crecimiento de la ciudad, con sus distintas oleadas y fases urbanísticas (MONTANER, ÁLVAREZ y MUXÍ, 2011). Los símbolos republicanos y antifascistas se vieron ubicados lejos del centro de la ciudad bajo la consigna municipal de “monumentalizar la periferia”, como fue el caso del monumento dedicado a los brigadistas internacionales en 1988 (erigido en la Rambla del Carmel, en la salida del túnel de la Rovira) o el monumento a la República, de Josep Viladomat, en 1990 (estatua que no retornaría a su lugar original, en la entonces plaza Juan Carlos I, sino a la plaza Llucmajor, en Nou Barris). El Camp de la Bota, lugar donde se cruzaban las memorias de los fusilamientos franquistas con las miserias del chabolismo, quedó hundido bajo la imagen de modernidad y cosmopolitismo que pretendía dar la ciudad a finales del siglo XX, quedó hundido bajo el mar.
Referências
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Notes
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