Artículos

Hacer lo que se sabe, pensar lo que se hace. La sistematización como modalidad investigativa

Doing what we know, thinking what we do. Systematization as an Investigative Modality

Alfonso Torres-Carrillo
Universidad Pedagógica Nacional, Colombia

Hacer lo que se sabe, pensar lo que se hace. La sistematización como modalidad investigativa

Prospectiva, núm. 31, pp. 27-47, 2021

Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano, Facultad de Humanidades, Universidad del Valle

Recepción: 14 Septiembre 2020

Aprobación: 07 Noviembre 2020

Resumen : El artículo presenta una mirada de conjunto de la sistematización como forma de producción de conocimiento sobre y desde prácticas sociales, culturales y educativas. En un primer momento presenta una reconstrucción de su devenir histórico desde sus orígenes en la década de 1970 en los campos del Trabajo Social y la educación de adultos hasta sus desarrollos actuales en la educación popular, tanto en los movimientos sociales como en el medio universitario. En segundo lugar, argumenta los fundamentos y criterios epistemológicos de la sistematización como investigación interpretativa y crítica; a continuación, describe el proceso metodológico para llevar a cabo una sistematización, presentando las decisiones y operaciones propias de cada etapa investigativa. Finalmente, hace un balance de los alcances y desafíos de esta modalidad investigativa.

Palabras clave: Sistematización, Investigación social, Educación popular.

Abstract : The article presents an overview at systematization as a form of knowledge production on and from social, cultural and educational practices. At first it presents a reconstruction of its historical development from its origins in the 1970s in the fields of Social Work and adult education to its current developments in popular education, both in social movements and in the university environment. Secondly, the senses that animate it and its epistemic and methodological foundations -interpretive, critical and participatory research- are synthesized; then it describes the methodological process for carrying out a systematization, presenting the decisions and operations specific to each investigative stage. Finally, it takes stock of the scopes and challenges of this investigative modality.

Keywords: Systematization, Social Research, Popular Education.

1. Introducción

Hace un cuarto de siglo (Torres-Carrillo, 1996), señalaba que la sistematización, más que una herramienta metodológica, se estaba configurando como una propuesta investigativa emergente dentro de la educación popular latinoamericana. Hoy, ello es una realidad evidente; además, dicha modalidad de producción de conocimiento ha conquistado otros campos de acción social, educativa e investigativa; está presente en diferentes procesos de organización social y acción colectiva, es una metodología incorporada en la formación profesional y avanzada, es reconocida como metodología de investigación social (Bradury, 2017) y empleada en programas de extensión universitaria y como base para la formulación de las políticas públicas.

Este artículo presenta una visión de conjunto de la trayectoria histórica, así como de sus fundamentos epistemológicos y de las operaciones metodológicas de la sistematización como modalidad de investigación participativa que contribuye a la reconstrucción, comprensión crítica y potenciación de prácticas de transformación social. En primer lugar, se expone su origen, su dinámica histórica y momento actual; en segundo lugar, se sintetizan los sentidos que la animan y sus fundamentos epistémicos y metodológicos como investigación interpretativa, crítica y participativa. Finalmente, se presenta una ruta para su realización, señalando los momentos y decisiones propios de su puesta en práctica, acudiendo a sistematizaciones realizadas o asesoradas por el autor.

2. Reflexión teórico conceptual

2.1 Emergencia y trayectorias iniciales de la sistematización

Jara-Holliday (2008) y Hleap (2013) señalan que la sistematización como estrategia de producción de conocimiento desde la práctica, surge como planteamiento en el Trabajo Social en la década de 1970, es acogida y desplegada como estrategia de organización de información en la Educación de adultos en la década siguiente, y resignificada y estructurada como modalidad investigativa por la educación popular en los años noventa. En las últimas décadas, se ha constituido, a la vez como una metodología emergente de investigación crítica y como una metodología que permea otras prácticas sociales, campos profesionales y ámbitos institucionales.

En el contexto de la llamada reconceptualización1 del Trabajo Social y en el Chile de la Unidad Popular, Palma, empleó en 1973, la expresión “sistematización de la práctica” como una posibilidad de construir teoría propia desde las propias experiencias de los profesionales, lo que permitiría mejorar su intervención y emanciparse de las teorías “externas” provenientes de la Sociología y la Psicología. Este propósito de generar conocimiento desde la experiencia profesional también se expresó en un libro de Mercedes Gagneten (1978) y la expresión empezó a circular en otros campos de acción y conocimiento en América Latina (2013). En las décadas siguientes, trabajadoras sociales chilenas y peruanas propusieron estrategias metodológicas para llevar a cabo sistematizaciones (Bernechea, González y Morgan, 1996; Morgan y Quiroz, 1985).

También en la Educación de Adultos se empezó a emplear la expresión “sistematización” como estrategia de documentación y análisis de la información sobre prácticas educativas. En efecto, por iniciativa de Pablo Latapí, desde el Centro de Estudios del Tercer Mundo (México), en 1982 se buscó visibilizar y ordenar “para poder comparar”, un centenar de experiencias de educación de adultos a lo largo y ancho de América Latina. Dado que la mayor parte de esas iniciativas no estaban documentadas, diseñó matrices para verter en ellas, informaciones comunes en tales prácticas educativas, que permitieran obtener una caracterización global de la alfabetización y la educación de adultos en la región (Latapí, 1984).

Por un lado, los chilenos Sergio Martinic y Juan Eduardo García Huidobro, quienes habían participado en la propuesta anterior, realizaron varios ejercicios de sistematización de proyectos de educación popular (García-Huidobro, 1982; García-Huidobro y Martinic, 1985). A partir de una crítica a las miradas simplificadoras sobre las prácticas educativas e incorporando aportes de la fenomenología, la etnometodología y el interaccionismo simbólico, elaboraron modelos analíticos para abordar proyectos de educación popular y de acción social.

A lo largo de la misma década de los ochenta, en otros campos de acción social como la educación popular, la promoción comunitaria y la psicología social, también surgió la necesidad de recuperar los saberes y experiencias generadas desde sus acciones pedagógicas, organizativas y de movilización colectiva; era necesario comprender mejor las propias prácticas para fortalecerlas, así como comunicar dichos conocimientos y pensamientos a otros colectivos y organizaciones. Fue así como fueron surgiendo diferentes propuestas de sistematización, inspiradas en diversos referentes epistemológicos y metodológicos, que confluyeron en una corriente latinoamericana.

Por otro lado, en Centro América, luego del triunfo sandinista en Nicaragua, en un contexto en el que la Revolución se imaginaba a la vuelta de la esquina, la Red Centroamericana de Educación Popular, Alforja, propuso una ruta para sistematizar experiencias inspirada en la concepción metodológica dialéctica (Jara-Holliday, 1994, 2012). En Colombia surgieron varias propuestas metodológicas en torno a la sistematización, provenientes de colectivos como los de Dimensión Educativa, el Grupo Interuniversitario de Educación Popular y los educadores populares de la Universidad Pedagógica Nacional, y también de investigadores como Ghiso (1999, 2004, 2006) y Mejía (2006); si bien es cierto que cada propuesta se inspiraba en referentes particulares, en común tenían el estar influidas por planteamientos epistemológicos y metodológicos de corte hermenéutico, crítico, cualitativo y participativo.

En otros países como Brasil y Argentina, también se han dado desarrollos metodológicos en torno a la sistematización. En el primer caso, destacamos los aportes de De Souza y Falkembach quienes, desde su práctica educativa popular, han enriquecido la reflexión, al incorporar aportes provenientes de las ciencias sociales (De Souza, 2008 y Falkembach, 2008). En Argentina, la Cooperativa de educadores e investigadores populares de la Universidad de Buenos Aires, que ha animado y acompañado el movimiento de bachilleratos populares y la Red de investigadores y Organizaciones Sociales (RIOSAL), ha incorporado la IAP y la sistematización como estrategias de producción de conocimiento sobre estas prácticas (Ampudia, 2012).

Desde finales de la década del ochenta del pasado siglo, estas diferentes vertientes han venido convergiendo, gracias a la creación de espacios de encuentro, coordinación y actuación conjunta como han sido el Taller permanente de Sistematización creado por el CEAAL en 1988, actualmente llamado Programa Latinoamericano de Apoyo a la Sistematización (PLAS). Es en este periodo cuando se generaliza la realización de encuentros, seminarios y talleres de sistematización, se publican libros, revistas especializadas, antologías y manuales en torno a la sistematización; dicha metodología es incorporada a centenares de experiencias, proyectos, programas e instituciones educativas y de promoción social.

También a lo largo de los noventa, algunas universidades incorporaron la sistematización en sus planes de estudio de carreras y postgrados como Trabajo Social, Educación y Pedagogía social. La década concluyó con la realización en Medellín de un Primer Seminario latinoamericano sobre sistematización de prácticas, organizado por el CEAAL, en el cual participaron más de doscientas personas de todo el continente.

2.2 La consolidación actual de la sistematización

El periodo que llevamos del siglo XXI, podemos caracterizarlo como una etapa de consolidación conceptual de la sistematización como metodología (Barragán-Cordero y Torres-Carrillo, 2017; Jara-Holliday, 2012), de expansión-recepción en otros campos y de institucionalización en otros como agencias de cooperación internacional y entidades estatales, de la mano de discursos hegemónicos como el de la innovación, el emprendimiento y las experiencias exitosas. En dicha consolidación han confluido varios factores, tales como: la reactivación y pluralización de las luchas sociales; la crisis de las concepciones y prácticas de investigación social institucionalizadas y la emergencia de nuevas perspectivas; y las nuevas configuraciones en las maneras de hacer política pública.

2.2.1 Las demandas desde los movimientos sociales

Esta expansión de la necesidad de “sistematizar experiencias” sociales, culturales y educativas ha estado asociada, en primer lugar, al ciclo de luchas sociales que se inicia en América Latina desde mediados de la última década del siglo XX, en el que se visibilizan y cobran fuerza, diferentes formas de resistencia y alternativas a las políticas neoliberales que venían imponiendo los gobiernos desde la década anterior.

El inicio de este ciclo está representado en el levantamiento zapatista de 1994, y también se incluyen las luchas de los pueblos indígenas en Ecuador, Bolivia y Colombia, la movilización de campesinos y de poblaciones afro en varios países, las resistencias territoriales al extractivismo y los megaproyectos, por la defensa del agua y del medio ambiente, el fortalecimiento de las luchas de mujeres, homosexuales y transexuales, las protestas estudiantiles y la persistencia de las luchas de los trabajadores y pobladores urbanos.

Esta proliferación de movimientos sociales, también ha ampliado el abanico de perspectivas críticas y prácticas emancipadoras; de la mano de las luchas ancestrales se renovó el anticolonialismo y se afirman los sentidos de lo propio y lo comunitario; junto a las luchas ambientales y de defensa del territorio, se fortalecen los ecologismos popular, político y alternativo; de las luchas de las mujeres y la población LGBT, se renuevan los feminismos populares y comunitarios, así como las perspectivas de género; las movilizaciones juveniles y estudiantiles, así como las de los desempleados, los trabajadores precarizados, los pobladores, los sin-techo y contra la privatización de los servicios públicos y la salud, han revitalizado el discurso y la práctica de los derechos económicos y sociales, así como la defensa de lo público y del bien común.

Uno de los rasgos comunes a estos movimientos sociales ha sido el de reactivar o generar prácticas de cooperación, autogestión, autonomía productiva, alimentaria y energética, así como la incorporación de acciones culturales y educativas permanentes. En cuanto a esto último, han surgido experiencias de Escuelas de formación, bachilleratos populares, universidades indígenas, campesinas y de trabajadores, así como movimientos culturales críticos como el hip hop y el arte callejero; algunas de ellas han encontrado en la educación popular el referente de sus prácticas; otras, han incorporado o creado otras perspectivas emancipadoras como la educación propia, la pedagogía rebelde y de la tierra (Torres-Carrillo, 2016).

Una vez estas prácticas transformadoras se echan a andar, también se va reconociendo la importancia de recuperar las imperceptibles construcciones de realidad, así como los saberes, aprendizajes y vínculos que se van generando; por ello, muchos procesos organizativos que sostienen estas prácticas alternativas han reconocido la necesidad de reconstruir y analizar sus experiencias, acudiendo a la sistematización de experiencias. Por otro lado, en el campo de la educación escolar, algunos maestros e instituciones de formación de educadores han visto en la sistematización una oportunidad para visibilizar y analizar sus creaciones y transformaciones curriculares y didácticas.

De este modo, podemos afirmar que, así como la educación popular renace y se renueva cuando acompaña o anima estas luchas y prácticas emancipadoras, del mismo modo, la sistematización se recrea en las manos de educadores populares y de militantes sociales y culturales, que la incorporan como posibilidad de generar conocimiento y pensamiento alternativo desde sus prácticas rebeldes. Es por ello que ha crecido la demanda de formación, se han fortalecido los espacios y redes en torno a la sistematización e incrementado las publicaciones sobre el tema; a modo de ejemplo, el Programa Latinoamericano de Sistematización del CEAAL ha realizado en los últimos años, varios encuentros y versiones de un Curso virtual de sistematización; también, sus integrantes, han realizado algunas publicaciones (Barragán-Cordero y Torres-Carrillo, 2017; Jara-Holliday, 2012)

2.2.2 Desde las ciencias sociales y el pensamiento crítico y emancipador

La sistematización también ha ensanchado su influencia en procesos sociales y ha aumentado su presencia en medios universitarios como metodología de investigación social alternativa, en un contexto de cuestionamientos de las ciencias sociales institucionalizadas, así como la creciente legitimidad de otras prácticas de producción de conocimiento social, ligadas a diversas luchas y prácticas sociales, dada su mayor potencialidad emancipadora.

Ya desde la última década del siglo pasado Wallerstein (1996, 1999), ha venido insistiendo en la crisis epistemológica y organizacional de las ciencias sociales, tal como fueron concebidas e institucionalizadas desde el siglo XIX hasta la década de 1960. Se les ha cuestionado, tanto algunos de sus principios heredados del positivismo (determinismo, objetividad, y universalidad), como su pretendida neutralidad, al ser cada vez más evidentes su compromiso con los poderes establecidos, su eurocentrismo, su colonialismo y su desprecio por los saberes provenientes de otras prácticas sociales.

En primer lugar, el supuesto mecanicista de que la realidad social funciona como un sistema de relaciones causales, y que, por tanto, el cometido de la ciencia sería descubrirlas y formularlas a modo de leyes inexorables, ha sido puesto en sospecha, al reconocer el carácter complejo de la realidad social, en la cual coexisten regularidades, azar e indeterminación, dado su carácter histórico y contextual; así mismo, el reconocimiento del carácter simbólico e intersubjetivo de la construcción social, ha llevado a que las perspectivas interpretativistas y fenomenológicas hayan venido cobrando mayor legitimidad en los estudios sociales.

Así mismo, hoy se reconoce que la supuesta exterioridad entre el sujeto investigador y objeto a investigar (la vida social) es una falacia en el conocimiento de lo social; la ineludible presencia de la subjetividad y los sujetos en toda experiencia investigativa, así como de los condicionamientos sociales y culturales ha llevado a que diferentes autores y perspectivas, cuestionen el pretendido objetivismo y reivindiquen, más bien, el principio de reflexividad, que implica someter permanentemente a sospecha crítica, cómo interviene e incide esta posición y condicionalidad de los sujetos, en todo proceso investigativo.

Este mismo carácter contextual, histórico y cultural de todo conocimiento social, evidencia que la pretensión de universalismo y neutralidad que enarbolaban las ciencias sociales escondía el racionalismo eurocéntrico, capitalista y colonial desde el que lo enunciaban. Esta racionalidad, una entre las muchas que la humanidad ha creado a lo largo de su historia, se presenta como la única manera de producir conocimiento verdadero, desconociendo las otras racionalidades y culturas, así como otras fuentes para producir conocimiento relevante y pertinente como son las diferentes prácticas sociales “no científicas”, tales como las artísticas, las educativas y las que se generan desde las luchas y movimientos sociales.

El campo de la educación popular, así como sus prácticas investigativas, no han sido ajenas a estos cuestionamientos y reelaboraciones paradigmáticas. De hecho, desde 1996, el CEAAL incorporó, como uno de sus ejes estratégicos, el desafío frente a los paradigmas emancipadores; los debates y estudios al respecto han permitido corroborar no solo la vigencia de éstos sino su permanente renovación, en diálogo con su propio legado político pedagógico y con otros campos de acción y reflexión críticos del capitalismo, el colonialismo y el patriarcalismo, así como a partir de la reflexión sobre sus propias prácticas. De ahí que la sistematización haya cobrado tanta relevancia en las últimas dos décadas.

2.2.3 Interés de agencias de cooperación e instituciones estatales

Por último, pero no menos importante es que la sistematización también ha venido siendo incorporada por parte de algunos programas y proyectos, agenciados por instituciones gubernamentales (como los Ministerios de Educación, de Cultura y de Salud), agencias de cooperación internacional (como AECID y OXFAM) y organismos multilaterales como UNESCO y la FAO. Al parecer su interés está asociado a un afán por controlar las políticas que fomentan y los procesos que apoyan, o a identificar, captar e instrumentalizar prácticas sociales desarrolladas por organizaciones de base u otros actores como los educadores y animadores culturales.

En tiempos recientes es común encontrar como requisitos para financiar un proyecto, que éste sea “sistematizado”, la convocatoria a la sistematización de experiencias educativas o de gestión social “innovadoras” y la publicación de manuales y guías prácticas de sistematización por parte de estas organizaciones. Además de la banalización del sentido de los alcances de la sistematización y de la instrumentalización de su metodología, se corre el peligro de la cooptación de esta iniciativa surgida desde el campo popular y con un sentido emancipador, tal como ha ocurrido con la Investigación participativa.

Es por ello que es necesario, por parte de los educadores populares y de instituciones que se asumen como tales, desmarcarnos de estos usos funcionales de la racionalidad indolente del Estado y el capital. Si fuere el caso, una sistematización hecha con estas entidades tendría que orientarse por los sentidos emancipadores y críticos propios de la sistematización, que permitan el empoderamiento de los actores y organizaciones sociales participantes.

2.3 Desafíos actuales de la sistematización

Con lo expuesto, queda claro cómo la sistematización ha pasado a ser una práctica de producción de conocimiento con amplia presencia, ya no solo en la educación popular y el Trabajo Social, sino en otros campos sociales, académicos e institucionales. También que su acumulado epistémico y metodológico la ha llevado a constituirse en un referente importante en las búsquedas por la renovación de los paradigmas emancipadores y en la construcción de pensamiento crítico; así mismo, que, al ser incorporado al campo de lo público, pasa a ser un bien en disputa entre los diferentes actores de poder. A continuación, veamos algunos de dichos desafíos de la sistematización como campo de prácticas de producción de conocimiento desde y para la acción:

Ahondar en los alcances y relaciones de categorías como práctica, acción, procesos y experiencia, que en muchos casos se usan como sinónimos. A mi juicio, lo que se busca sistematizar son las acciones o prácticas de transformación social, desde la experiencia de sus participantes; en particular desde los saberes y sentires que ha generado su participación en estos procesos colectivos desde los cuales se desarrollan dichas prácticas transformadoras; por ello son tan importantes el testimonio, la voz de los y las protagonistas.

Profundizar acerca de las diversas formas y alcances de la articulación entre las prácticas y la producción de conocimiento; quizás no siempre sea “teoría” lo que se produce en las sistematizaciones, pero sí lecturas más ricas de las experiencias generadas desde las prácticas transformadoras, desde las cuales se pueden producir crear conceptualizaciones. Ello implica valorar la singularidad de los saberes narrativos y de los dinamismos simbólicos y expresivos presentes en estos ejercicios de producción de conocimiento; reconocer las racionalidades y el conocimiento del que son portadores estos saberes. También implica generar y experimentar propuestas que propicien la elaboración de pensamiento crítico y emancipador.

Las anteriores consideraciones también implican retomar y profundizar, en cada una de las fases, decisiones y operaciones metodológicas de un proceso de sistematización. Por ejemplo, las diversas estrategias para construir las preguntas, ejes o problemas en torno a las cuales se estructura un proyecto de sistematización. Hemos avanzado más en lo referente a la “reconstrucción narrativa” que en su interpretación.

Finalmente, no hay que olvidar que la sistematización no es la única modalidad de producción de conocimiento desde, sobre y para la transformación social. Es menester seguir explorando en otras metodologías participativas de investigación, tales como la Investigación Acción Participativa, la Investigación Acción, La Reconstrucción colectiva de la Historia y la Investigación dialógica; así mismo, tener presente que así como estas metodologías surgieron para responder a necesidades políticas y de conocimiento en contextos y prácticas específicas, la continuidad y proliferación de luchas sociales y políticas seguirá demandando nuevas propuestas, más allá de las existentes.

2.4 Sentidos que animan la sistematización

Las preguntas centrales que le dan sentido a esta modalidad de producción de conocimiento mantienen su vigencia; en particular, aquella que interroga su pertinencia: A partir del aporte de otros trabajos (Barragán-Cordero y Torres-Carrillo, 2017; Carvajal-Burbano, 2006; Cendales-González, 2004; Cendales-González y Torres-Carrillo, 2006; Jara-Holliday, 1994) consideramos que la sistematización posibilita:

2.4 La sistematización como investigación crítica, interpretativa y participativa

El reconocimiento de la importancia de sistematizar nuestra experiencia sobre las prácticas de innovación y transformación educativa que hemos venido llevando a cabo no es suficiente para justificar la pertinencia y relevancia de esta metodología. También es necesario argumentar cómo la entendemos y cuáles son los fundamentos epistemológicos que la sustentan, dado que, desde la concepción de ciencia social predominante en los medios académicos e investigativos, sólo puede generarse conocimiento válido desde las teorías preexistentes y usando unas metodologías preestablecidas como científicas.

La sistematización, como modalidad de investigación referida a prácticas colectivas, implica plantearse preguntas tales como ¿Qué tipo de conocimiento se produce desde la sistematización? ¿Cuál es el alcance de la misma? ¿Cuáles concepciones de práctica, experiencia y saber sustentan la sistematización? ¿Cómo participan los protagonistas de la práctica y sus saberes en la producción de conocimiento? Desde nuestra trayectoria en la Asociación Dimensión educativa y la Universidad Pedagógica Nacional, hemos entendido la sistematización desde una perspectiva interpretativa crítica, y en términos metodológicos, como investigación cualitativa y participativa. Dicha opción se ha construido también desde el diálogo fructífero con el campo de los estudios sociales críticos y con otros investigadores y educadores populares de América Latina y El Caribe.

A continuación, se presenta una concepción de sistematización de experiencias que se inscribe dentro de las perspectivas interpretativas y críticas de ciencia social, asociadas a los métodos cualitativos y participativos de investigación social (Carr y Kemmis 1988; Torres-Carrillo, 1997), las cuales reivindican la intención transformadora de la investigación, valoran la dimensión cultural e intersubjetiva de las prácticas e instituciones sociales e involucran a los propios actores en las decisiones y operaciones propias de la producción de conocimiento.

Desde dicha perspectiva, entendemos por sistematización de experiencias, una modalidad de producción de conocimiento de carácter participativo, sobre práctica de acción social o educativas transformadoras, que a partir de la reconstrucción narrativa y la interpretación crítica de los dimensiones, sentidos y racionalidades que las constituyen, busca potenciarla y contribuir a la teorización del campo temático en el que se inscriben.

Esta definición, involucra lo rasgos centrales que caracterizan la sistematización y que a continuación describiremos brevemente.

En uno y otro caso, los conocimientos producidos por la sistematización -en la medida en que son comunicados- amplían el conocimiento que se posee sobre uno o varios campos de la realidad social; por ejemplo, la formación de maestros, los movimientos sociales, las organizaciones populares, la educación popular, las pedagogías críticas o la innovación educativa. El balance de varias sistematizaciones sobre un mismo campo de prácticas puede generar reflexiones teóricas de mayor amplitud teórica.

3. Una ruta metodológica para sistematizar

Al igual que otras metodologías cualitativas y participativas, la sistematización no se realiza a partir de diseños rígidos o estrategias estandarizadas de procedimientos; cada proyecto requerirá su propio diseño. Sin embargo, sí podemos reconocer un conjunto de momentos y decisiones metodológicas comunes a toda investigación que se asuma como tal. A modo de síntesis, a continuación, se presentan dichos momentos y decisiones.

5. Conclusiones

Hecho el recorrido del devenir de la sistematización como modalidad investigativa, podemos afirmar que ésta, como toda metodología es una construcción histórica, siempre abierta, perfectible y susceptible de crítica. A lo largo de dicho caminar, la sistematización se ha configurado como un campo en el que con existen diferentes posiciones; sin embargo, desde una perspectiva crítica y hermenéutica se han venido consensuando un conjunto de principios y criterios metodológicos compartidos por quienes la practican y de gran utilidad para quienes se inician en su uso.

En cuanto a los procesos metodológicos, también se han venido configurando unos acuerdos en cuanto a sus grandes momentos (preparación, reconstrucción narrativa, análisis crítico y socializa-acción) y a las decisiones y acciones comunes en su puesta en práctica. Ello no significa que sea un diseño lineal y rígido, sino que -como metodología cualitativa- es flexible y abierta a incorporar procedimientos, técnicas, instrumentos coherentes con su sentido y fundamentos.

Finalmente, y en coherencia con lo dicho, invitamos a que trabajadores sociales, animadores culturales, pedagogos sociales, educadores y activistas sociales, se relacionen con esta metodología participativa, no como consumidores o usuarios, sino como sujetos activos de conocimiento y coproductores de esta modalidad investigativa. Esta, en la medida en que mantenga su carácter reflexivo y autocrítico, también continuará consolidándose y ampliando sus esferas de acción, en diálogo con otras metodologías de investigación social y cada vez con mayor reconocimiento en la academia institucionalizada.

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Notas:

1 Corriente crítica dentro de dicho campo profesional, que buscó superar la influencia teórica y metodológica de corte funcionalista y positivista.

Notas de autor

Autor de correspondencia: Alfonso Torres-Carrillo. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá, Colombia. Correo electrónico: alfonsitorres@gmail.com.

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