Resumen: Las metodologías feministas otorgan a la geografía feminista latinoamericana un importante marco para el mapeo de la violencia de género que pone de relieve el potencial que tienen los mapas como herramienta de comunicación, ya sea para elaborar cartografías de datos estadísticos oficiales como para posicionar mensajes que son omitidos sistemáticamente por la sociedad y el estado en los llamados contra-mapeos, elaborados por sus protagonistas que dan presencia a las opresiones vividas. En éste trabajo damos cuenta de diferentes experiencias en Argentina que espacializan las desigualdades de género, clase y raza, para que sean útiles en la defensa de nuestros cuerpos- territorios.
Palabras clave:Metodologias feministasMetodologias feministas,MapeoMapeo,Geografias oprimidasGeografias oprimidas.
Abstract: Feminist methodologies provide Latin American feminist geography with an important context for the mapping of gender-based violence that emphasizes the potential that maps have as a communication tool, whether it is to produce maps of official statistical data or to position messages that are systematically omitted by society and the state in the so-called contra-mapeos In this work we report different experiences in Argentina that spatialize the inequalities of gender, class and race, so that to be useful in the defense of our bodies-territories.
Keywords: Feminist methodologies, Mapping, Oppressed geographies.
Resumo: As metodologias feministas fornecem à geografia feminista latino-americana um importante marco para o mapeamento da violência de gênero. Neste contexto, se destaca o potencial dos mapas como ferramenta de comunicação, seja para construir cartografia de dados estatísticos oficiais ou para construir mensagens que são sistematicamente omitidas pela sociedade e pelo Estado, nos chamados contra-mapeos, produzidos por seus protagonistas que dão presença às opressões vividas. Neste trabalho relatamos diferentes experiências na Argentina que espacializam as desigualdades de gênero, classe e raça, e para serem úteis na defesa de nossos corpos-territórios.
Palavras-chave: Metodologias feministas, Mapeamento, Geografias oprimidas.
Dossiê: Geografías feministas del Sur Global
Metodologías feministas para el mapeo de geografías oprimidas en Argentina
Feminist methodologies for mapping oppressed geographies in Argentina
Metodologias feministas para mapear geografias oprimidas na Argentina
Recepción: 13 Noviembre 2020
Aprobación: 17 Diciembre 2020
Las metodologías feministas, son inclusivas, no son androcéntricas ni sexistas, porque tratan de darle visibilidad a lo silenciado en la sociedad, por lo tanto desde las geografías oprimidas se analizan las asimetrías de las relaciones de poder plasmadas en las intersecciones de género, clase y raza/etnia que atraviesan las vivencias de las personas a partir de diferentes formas de opresiones y resistencias. Entonces ponemos en tensión el uso de la herramienta de mapeo en base a estadísticas oficiales y los contra-mapeos que devienen de las distintas angustias, que son cruzadas por la violencia de género en la sociedad y que son construidos colectivamente por sus protagonistas. Para representar la verdadera dimensión del problema, es que pasamos al posicionamiento político que nos lleva a elaborar mapas de la violencia donde el espacio queda cuestionado como un instrumento de mando y de control que sustenta el dominio masculino de la sociedad, para convertirse en un espacio de encuentro de las personas consideradas como sujetos/as de derecho, que van a denunciar padecimientos que quedaban ocultos por los mandatos patriarcales.
El objetivo es evidenciar algunas experiencias desarrolladas en Argentina que tienen la potencia de mapear tanto cifras oficiales como vivencias silenciadas surgidas de las desigualdades sociales que generan diferentes opresiones y resistencias, en distintas escalas geográficas. La primera es la realización del mapeo de los femicidios, la segunda, surge a partir del contra-mapeo de los espacios del miedo realizado por el colectivo Geógrafas haciendo Lugaren el marco de los Paros Internacionales de Mujeres Trabajadoras (8 de marzo de 2018 y 2019), en la ciudad de Tandil. La tercera experiencia es la ‘cartografía de lo invisible’ de los adolescentes varones implicados con el narcotráfico en el Gran Buenos Aires (GBA), que destaca formas de vivir basadas en masculinidades específicas, en la precariedad de la vida y en la institución de la muerte violenta como normalidad. Estas experienciasdesarrolladas en la Argentina demuestran el gran potencial de las geografías feministas no solo en el sentido de identificar y mapear las opresiones y las resistencias, sino también para pensar las relaciones entre el cuerpo, sus geograficidades y el poder
Las diferentes fuentes secundarias sobre las que se ha trabajado dependen de diferentes organizaciones no gubernamentales como por ejemplo: La Casa del Encuentro y el Observatorio del Proyecto Generar (sin desconocer que existen otros), que hacen un trabajo de recopilación de noticias de diferentes periódicos nacionales, provinciales y locales. Aunque nos hemos centrado principalmente en el Registro de femicidios que realiza la Corte Suprema de Justicia de la Nación que desde el año 2015, que posee “datos estadísticos de las causas judiciales en las que se investigan muertes violentas de mujeres por razones de género” (CSJN-OM, 2018, p2. Citado por lan 2019, p. 03)
El Mapa 1 presenta desde 2014 a 2019, los femicidios por provincias, dejando al descubierto la problemática acuciante en la provincia de Buenos Aires, que si bien es la más poblada, las tasas se mantienen por encima de todas las demás provincias. Lo siguenlas provincias del centro y Norte de nuestro país donde sobresalen Salta, Córdoba, Jujuy, Tucumán, Mendoza, Chaco, Santa Fé, etc. Según el cuadro 1, vemos un aumento de los femicidios por año, a pesar de la visibilización y de las protestas instauradas con el Ni una menos, movimiento surgido en el año 2015.
La expresión espacial de los femicidios por provincias en Argentina queda cartografiado en el Mapa 1 y desagregada la información en la Tabla 1. En trabajos anteriores se fueron divulgando los mapas por cada año entre 2014 y 2019, mostrando que es la provincia de Buenos Aires la que cuenta con la mayor cantidad de femicidios y se puede dar una estadística que dice que 7 de cada 10 femicidios fueron llevados a cabo en el domicilio de la víctima, convirtiéndose, el propio hogar, en el lugar más peligroso para las mujeres víctimas de violencia (Lan, 2019).
Cabe preguntarnos ¿por qué matan mujeres?, por el hecho de ser mujeres, comienza a ser la respuesta, porque el hombre que asesina lo hace por convicción, porque el agresor utiliza la violencia para mantener a la mujer dentro de un orden determinado que responde exclusivamente a la voluntad masculina. La sociedad tal como el patriarcado la fue moldeando se sustenta en la dominación masculina por sobre la subordinación femenina, por lo tanto es lógico que la mayoría de las personas acepte la desigualdad entre hombres y mujeres como la regla dominante.
En realidad el femicidio, representa el fracaso del victimario para someterla. La mujer que quiere liberarse de ese círculo de violencia, no responde a ese orden impuesto por el victimario, entonces desata por parte del hombre la necesidad de llegar a la solución final que es terminar con su vida. Las mujeres se encuentran ante la situación de no tener vida, luego de muchos años de estar sometidas a la violencia de género. Cuando empiezan a tomar conciencia de que les arrebataron su libertad, intentan romper con esas ataduras y es ahí cuando el agresor no está dispuesto a dejar de ejercer su tiranía y entonces actúa en consecuencia, poniendo fin a sus vidas.
En el año 2016 se comienza a visibilizar las muertes que se diferencian entre género femenino asignado al nacer (mujeres cis) y mujer trans, travesti. Estas categorías incluidas por la CSJN, nos permiten incluir los travesticidios y transfemicidios contribuyendo a darle presencia y voz a la violencia que sufre este colectivo. Se identificaron 5 muertes que coinciden con la frontera en el norte y que se asocian a la actividad del narcotráfico y la prostitución y a la trata de personas con fines de explotación sexual.
En los años 2017, 2018 y 2019 se comenzaron a tener en cuenta los transfemicidios y/o travesticidios: “se considera travesti o mujer trans a todas aquellas personas asignadas al género masculino al nacer, que se identifican como travestis o como mujeres respectivamente, hayan accedido o no al cambio registral establecido por la Ley Nacional de Identidad de Género (Ley N° 26.743) e independientemente de si hayan o no realizado modificaciones en su cuerpo” (CSJN-OM Femicidios 2018, p. 9).
En el transcurso del año 2020 y en particular dentro del período de Aislamiento social preventivo obligatorio (ASPO) y el de Distanciamiento preventivo obligatorio (DISPO) debido a la pandemia, desde el 20 de marzo al 12 de noviembre, las cifras de femicidios ocurridos que fueron tomadas del Ministerio de las mujeres, géneros y diversidad y La Casa del Encuentro (2020). Donde concluye que estamos en una muerte cada 29 horas y que llegamos a 175 femicidios (9 de las víctimas eran niñas) y las provincias con más asesinatos son: Buenos Aires (67), Santa Fé (24), Tucumán (14), y Chaco (8). Quedando 208 hijos e hijas sin madre y el 62 % son menores de edad.
También otro dato que aporta al agudizamiento del maltrato hacia las mujeres son las denuncias por violencia de género a las líneas de pedido de ayuda (144 y 137) que aumentaron durante la cuarentena por el Covid19. “En ese contexto, la Línea 144 sumó nuevos canales de atención (entre ellos, un número de WhatsApp) y experimentó un aumento del 39% del promedio diario de llamadas en comparación con el período de días anteriores al aislamiento. Superó, además, los promedios diarios para el mismo período del 2019” (Plan nacional de acción contra las violencias por motivos de género 2020-2022, p. 62).
Los femicidos se pueden prevenir y por lo tanto se deben evitar. Sabemos que es el machismo el que mata y más del 70% se producen en sus hogares y la mitad de esas muertes se dan los fines de semana, lo que indica que el victimario vive con ella o tuvo que acercarse para ejecutar su crimen.
Ahora bien, en éste apartado hemos mapeado en base a estadísticas oficiales para visibilizar y contribuir a la formulación de políticas públicas en relación a la prevención, sanción y erradicación de femicidios, transfemicidios y travesticidios, pero no alcanza para determinar la sensación de vulnerabilidad y de temor que vivencian las mujeres. Para representar la verdadera dimensión del problema, es que pasamos al posicionamiento político que nos lleva a elaborar mapas de la violencia contra las mujeres, realizado por ellas mismas en el marco de los Paros Internacionales de las Mujeres Trabajadoras (8 de marzo de 2018 y 2019) donde el espacio queda cuestionado como un instrumento de mando y de control que sustenta el dominio masculino de la sociedad, para convertirse en un espacio de encuentro de las personas consideradas como sujetos de derecho, que van a denunciar las opresiones sufridas.
La pregunta que nos hicimos fue ¿cómo espacializar esa angustia que se convierte en rebeldía?, que surge del dominio masculino de la sociedad, es decir le denominamos contra- mapeo de los femicidios, porque intentamos comunicar de manera decisiva las desigualdades sostenidas a lo largo del tiempo por el patriarcado y capitalismo, ese camino de despojos, de sometimiento, de opresiones que nos ubicaron en desventaja en pos de las relaciones de poder y que queremos denunciar elaborando esos mapas que muestran el lado silenciado de las desigualdades de género. Tomando como unidad espacial de análisis a la ciudad de Tandil, en el contexto de la lucha por nuestros derechos, en fechas emblemáticas como los paros internacionales de las mujeres trabajadoras el 8 de marzo de 2018 (8M 18) y como se identifica el miedo en los mapeos corporales Tandil, el 8 de maro de 2019 (8M 19).
Teniendo en cuenta metodologías feministas que intentan construir desde los saberes populares, tejiendo de otro modo desde perspectivas descoloniales (Espinosa y otras, 2014) es que a partir de la colectiva Geógrafas haciendo Lugar (GhL), se elaboraron cartografías sociales producidas por mujeres en el marco de las acciones organizadas por el movimiento feminista en la ciudad de Tandil durante los Paros Internacionales de Mujeres del 8 de marzo de 2018 y 2019, que pueden considerarse como contra-mapeos, porque están respondiendo a la potenciación de las vivencias de las violencias de género sufridas, para expresar el reclamo histórico de la defensa de los derechos de las mujeres y disidencias.
El mapeo llevado a cabo el 8M 18 se desarrolló bajo la consigna “Por espacios sin miedo ¡La calle también es mía!” (Imagen 1). Constituye un trabajo que decide visibilizar una problemática que atraviesa a las mujeres, y surge como un aporte desde la disciplina geográfica. Ese día se generaron espacios de mapeo colectivo sobre aquellos ‘lugares del miedo’ que, por razones varias, las mujeres residentes en Tandil evitan transitar. El miedo pensado como aquella angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario (basado en situaciones de violencia de género) que se da a partir de un sentimiento de desconfianza que nos lleva a percibir que sucederá un hecho no deseado.
“El miedo es una experiencia individualmente experimentada, socialmente construida y culturalmente compartida. Es decir, como forma de respuesta, se trata de una práctica ligada a lo individual; sin embargo, es la sociedad la que construye las nociones de riesgo, amenaza, peligro y genera modos de respuesta estandarizada ” (Reguillo, 2000: 65).
Para las geógrafas, el mapa es una representación de la realidad, una simplificación de la misma, que devela lo que estaba oculto, pensamos que no es cierto que el espacio es para todes. Entonces el mapa construido por sus actores y actoras da una dimensión diferente de las violencias de género. No solo se trata de la marca territorial del hecho consumado que queda en el mapa, sino los registros del miedo de los cuerpos sexuados de las mujeres. De ésta manera se realizó el mapeo social en 14 plazas de la ciudad y se obtuvieron 446 localizaciones de hechos referidos a situaciones apremiantes.
La importancia de la cartografía social radica en que: posibilita la construcción colectiva de cada territorio, conformando su identidad y generando conciencia en quienes lo habitan. A partir del trabajo realizado en la calle en el 8M de 2018 y con la idea de construir una geografía ciudadana crítica, no solo basada en los debates académicos, es que ofrecimos la base de datos realizada colectivamente por las mujeres a la Carrera de Geografía para que, por medio del Seminario de la Práctica Profesional (asignatura final para obtener el título de Técnico en Sistemas de Información Geográfica), se pudiera avanzar en la georreferenciación de la información
La metodología utilizada por el colectivo de geógrafas fue en primera instancia, lo que dimos en llamar contra-mapeo realizado por las protagonistas de las situaciones vivenciadas y como segundo momento la cartografía social, entendido como un mapeo colectivo, lo que permitió que cada una de las mujeres pudieran ubicar en el mapa las diferentes violencias que habían sufrido y/o percibido en el espacio público. Estos registros geolocalizados los volcamos en un sistema de información geográfica para utilizar el lenguaje de las tecnologías de información como puente ante la geografía que revelara nuestros apremios. Las categorías utilizadas fueron: acoso callejero, abuso sexual, espacios ligados a la prostitución, espacios vinculados a la trata de personas, espacios identificados por la droga, robo-arrebatos, femicidios, entre otros.
En éste trabajo tomaremos los resultados del mapeo de los espacios del miedo para la categoría: femicidios, dónde la memoria de los lugares dónde se dieron estas muertes se perciben o conciben como inseguros, oscuros, amenazantes, temerosos y de gran vulnerabilidad. Es decir el femicidio, constituye el desenlace más extremo de un circuito de violencia de género que en un alto porcentaje tiene su origen en el espacio privado del hogar. En este sentido, el miedo se transforma en una poderosa arma de control y subordinación que vulnera y violenta los cuerpos de las mujeres.
El Mapa 2, es la prueba elocuente del rastro de la memoria en el territorio, donde el miedo es la memoria del dolor. Si bien pueden contabilizarse 7 casos en la ciudad de Tandil, en la última década. En el mes de noviembre de 2017 se dio el hecho trágico del femicidio de Ailin Torres (24 años), en manos de su expareja, que fue muy traumatizante para la ciudad por ser una mujer joven y comprometida con la sociedad. En este sentido, la importante superficie de la marca territorial que queda en el mapa 7, identificada en torno a tal hecho de violencia de género nos permite dar cuenta del grado de conmoción que generó en las mujeres de la ciudad y como subsiste en el inconsciente colectivo de las mismas a pesar del paso del tiempo. Pensamos el cuerpo como nuestro primer territorio y reconocemos en nuestros cuerpos al territorio, cuando se violentan los lugares que habitamos se afectan nuestros cuerpos y cuando se afectan nuestros cuerpos se violentan los lugares que habitamos. (Colectivo Miradas críticas del territorio desde el Feminismo, 2017, p. 7). En Tandil, los lugares donde fueron destruidos nuestros cuerpos, son lugares violentados. Muchas mujeres no son escuchadas cuando denuncian y sólo cuando rompemos el silencio, es que el mundo comienza lentamente a cambiar.
Las marcas territoriales que dejaron las mujeres, no deben ser entendidas como estereotipantes del espacio, ni como cantidad de casos sucedidos. Al utilizar las geotecnologías de información, los datos se georreferenciaron por medio de un mapa de calor que representa “a partir de una capa de puntos, la densidad de los mismos en un área determinada, de forma que a mayor o menor densidad de esos puntos el área quedará más o menos coloreada según determinados parámetros” 3 y es en ese momento que observamos que el punto de calor que arrojaba el mapa 2, no reflejaba el significado de cada registro en el mapa identificado por las mujeres, ya que era un solo hecho marcado por todas las mujeres, por eso interpretamos que ésta mancha territorial no puede explicarse desde las herramientas cartográficas, sino que debe tomarse como “la apelación a la re–presentación de la ausencia como una suerte de superación de lo ocurrido” (Macón 2016, p.23), pero a la vez recordado para siempre.
La marca territorial del femicidio del año 2017, que queda espacializado 4 meses después del suceso (ya que el mapeo se realizó el 8-3-18) queda ampliamente señalado por la importancia del miedo en la memoria del dolor de las mujeres, y debe ser considerado como una presencia sobre el olvido.
Las emociones están íntimamente vinculadas con la memoria. Numerosas investigaciones señalan que los eventos con contenido emocional (positivos o negativos) se recuerdan mucho más que los neutros. En este sentido la espacialización de la memoria emocional es el resultado del almacenamiento de la información que estuvo acompañada por factores alertadores a través de los cuales se fijó con más facilidad (Justel y otros, 2013, p. 163).
Para sintetizar la conceptualización de las marcas territoriales del dolor, de la angustia de las mujeres frente a situaciones de violencia vividas, decimos que la importancia del miedo en la memoria del dolor de las mujeres, se materializa en el señalamiento del lugar de padecimiento, como una forma de romper el silencio espacial, que suplanta la ausencia por presencia para ser recordado para siempre aquel lugar dónde hemos sido violentadas. Así una de ellas nos decía :”en el momento que dejé la marca en el mapa, sentí que me desprendía de ese recuerdo de violencia que viví en el espacio público”(infomación verbal)4
Entonces referenciando a Soto Villagrán (2013) decimos que el miedo es espacial, ya que en las prácticas sociales las mujeres diferenciaron y jerarquizaron los lugares y sitios de acuerdo al sentido de peligro y seguridad que les generan.
Además intentamos indagar las agresiones que sufre nuestro cuerpo pensando como el lugar dónde quedan también las marcas territoriales del dolor que se expresarán en la lucha por la soberanía de los cuerpos y contra la violencia hacia las mujeres, al año siguiente del mapeo de los espacios del miedo, nos propusimos realizar un contra mapeo, denominado mapeo corporal para poder ubicar el miedo que producen las violencias en nuestro cuerpo- territorio.
El mapeo del cuerpo como territorio surge de la necesidad de continuar con el trabajo de los espacios del miedo y se toma nuevamente el Paro Internacional de Mujeres Trabajadoras del 8 de marzo de 2019, en Tandil, para realizar esta actividad. El trabajo se complementó en 4 talleres dónde se implementaron los mapeos corporales que consideraron al cuerpo como un territorio-lugar que vivencia emociones y sensaciones que lo transfiguran en un lugar de resistencia que permite establecer estrategias de toma de conciencia que conllevan a acciones de liberación colectivas.
Pensamos el cuerpo como nuestro primer territorio y reconocemos en nuestros cuerpos al territorio, cuando se violentan los lugares que habitamos se afectan nuestros cuerpos y cuando se afectan nuestros cuerpos se violentan los lugares que habitamos. (Colectivo Miradas críticas del territorio desde el Feminismo, 2017, p. 7)
Los mapeos corporales, son otra manera de contra mapeo que sirven para captar el territorio con nuestros cuerpos, tomando conciencia de lo importante que es defender el lugar que habitamos. Ese lugar que habitamos es nuestro cuerpo, por lo tanto es el primer territorio a defender.
Se trata de desnaturalizar las agresiones y violencias que sufre ese primer territorio que no es otra cosa que la vivencia de la violencia en nuestros cuerpos. Lindón (2007) menciona la importancia de incluir el espacio en el estudio del miedo, pues los espacios pueden frecuentemente ser marcados por este fenómeno, espacios que afectan las relaciones sociales se cristalizan los temores sociales.
El mapeo corporal consiste en elaborar un dibujo de nuestro cuerpo (Imagen 2), pensado como nuestro territorio para relatar lo que está sucediendo, es decir vamos a observar el territorio con nuestros cuerpos. Desde la geografía feminista decimos nuestro cuerpo es un territorio que tiene dos escalas: la primera que es el territorio-cuerpo que habitamos y luego la materialidad del territorio en diferentes escalas espaciales.
El mapeo de los espacios del miedo, llevó a determinar aquellos lugares que quedaron señalados como quiebre del silencio espacial frente a las opresiones sufridas, pero cuando analizamos la primera dimensión de la vulneración de las personas vemos que se da en el cuerpo.
La geógrafa feminista McDowell (2000), cuestiona el espacio como lugar neutro y habla de los cuerpos situados en un espacio y analiza sus estructuras sociales de dominación. Los espacios dependen de las relaciones de poder y son el resultado de las desigualdades sociales, que jerarquizan no sólo personas sino también territorios. Nuestro accionar siempre se da en un contexto que son construcciones culturales que están espacialmente situadas y que a su vez se encarnan en cuerpos distintos y significados por género.
Las consignas utilizadas para identificar si sufrimos violencias fueron tratadas luego de dibujar el cuerpo como territorio para relatar que está sucediendo con tu cuerpo y tu territorio. A los efectos de retomar el miedo en nuestros cuerpos-territorios, tomaremos las preguntas referidas a ese tema, aclarando que también se realizaron otras que abordaban las problemáticas socio-ambientales y cómo se manifestaban en el cuerpo. De esta manera, se preguntaba:
-¿Qué lugares identificamos como violentados en el afuera y dónde ubicamos su repercusión en el cuerpo?
-Señalar los lugares ¿dónde nos sentimos inseguras? ¿En qué lugar de nuestro cuerpo se percibe la violencia, el dolor y la rabia?
-¿En qué lugar de su cuerpo-territorio se ubica nuestra lucha, nuestra rebeldía?
La Imagen 2, como ejemplo de los 60 mapas corporales obtenidos en los 4 talleres que se implementaron, ubica las respuestas manteniendo la relación entre el miedo y el espacio, señalando el miedo como oprimiendo el pecho, ubicando en las piernas la tensión cuando transitaban por lugares dónde se ven compelidas a apurar el paso, frente a posibles situaciones intimidantes. También coincidía que la sensación de vulnerabilidad se daba mayormente por el temor a las agresiones sexuales y casi siempre la lucha y la rebeldía se situaba en la garganta.
Según Alicia Lindón (2007), existen lugares donde existe una memoria colectiva de acontecimientos ocurridos, el miedo a veces se asocia a los lugares que quedan en la memoria, por situaciones de violencia extrema.
Soto (2013) plantea que desde el miedo se puede analizar la relación entre el cuerpo, las emociones y los lugares, porque aunque se considere como una realidad individual también puede concebirse como colectiva y ligada al entorno social, cultural y político.
Ahora bien hemos abordado experiencias en que la cartografía y los mapeos colectivos (también considerados contra-mapeos) son utilizados para la identificación de violencias y opresiones vividas cotidianamente por las mujeres. Son mujeres cartografiando la violencia de género de la cuál son objeto. Al mencionar el término ‘mujeres’ asumimos que esta no es una categoría unívoca, ya que se refiere a toda una diversidad de personas que se reconocen como tal.
Aunque en la cartografía de lo invisible, nos basamos en la experiencia5 de metodologías feministas de la tesis doctoral que objetivó otra configuración cuando se trata de la relación entre masculinidades y configuración de espacialidades de violencia y muerte, para adolescentes varones implicados con el narcotráfico en el Gran Buenos Aires (GBA). Fueron realizadas 13 entrevistas en profundidad en el año de 2017 con adolescentes varones judicializados que en aquél momento, por designación judicial o por voluntad de la familia, realizaban tratamiento por policonsumo problemático de drogas en una comunidad terapéutica ubicada en la ciudad bonaerense de Lomas de Zamora. Las entrevistas fueron transcriptas de forma literal y sistematizadas a partir de categorías discursivas, como lo propuesto por Bardin (1997) y ordenadas por frecuencia y referencial espacial (Gomes, 1993). 6
En relación al grupo de 13 adolescentes entrevistados, solamente 3 de ellos se auto- percibieron como blancos, los otros se perciben como Morochos, Trigueños, Morenitos y/o Colorados. Apenas 3 de ellos integran familias con ingreso familiar por sobre la Línea de la Pobreza definida por el INDEC, en el momento de la entrevista. Todos los otros adolescentes estaban por debajo de ella y en 3 casos el ingreso familiar declarado estaba por debajo de la Línea de la Indigencia. Sobre la edad: 8 de ellos tenía 18 años durante la investigación, 2 con 17 años, 2 con 16 años y 1 con 15 años de edad. Todos los adolescentes tenían causas judiciales, provenían de distintas ciudades del GBA e vivían en una comunidad terapéutica, ubicada en la ciudad bonaerense de Lomas de Zamora.
El perfil de “jóvenes-pobres-urbanos”, al que agregamos la racialidad, ya que los sujetos de la investigación se auto-perciben como “morochos/colorados”, compone lo que Bialakowsky, López y Patrouilleau (2007) definen como población sobrante de la sociedad excluyente contemporánea, por lo tanto extinguible. Son personas que pasan de un sistema de desigualdad para un sistema de exclusión, de someterse para estar adentro a directamente estar afuera del contrato social (Bialakowsky, López y Patrouilleau, 2007, p. 147).
Este perfil se objetiva en un país como la Argentina, en el cuál las fuerzas policiales asesinaron una persona a cada 21 horas en 2019, un 44,5% de ellas con 25 años o menos (CORREPI, 2019). Estos datos evidencian el “gatillo fácil”, término destinado a nombrar las ejecuciones extrajudiciales realizadas por fuerzas del Estado como una pena de muerte extrajudicial (Neuman, 1994, citado por Sarfati, 2008, p. 8).
En este trabajo consideramos que los adolescentes en conflicto con la ley son personas que eligieron ciertas opciones en un abanico disponible de acciones. Estas personas no pueden ser reducidas en la visión binaria y generalizadora que comúnmente recae sobre ellos y que los aborda, por un lado, desde la perspectiva de victimas pasivas de la sociedad y, por otra parte, como delincuentes que eligieron actuar de forma criminal en un contexto de libertades totales (Rossi y Chimin Junior, 2009).
A partir de la articulación de género, clase y raza, los sujetos que componen este grupo social son víctimas de diversas formas de violencia en su cotidiano y en diversas escalas espaciales que son indagadas por las geografías oprimidas. La violencia no surge entonces desplegada del espacio, sino que lo implica de doble forma, ya que en la medida que cada cuerpo tiene su espacio, es también un espacio, es decir, cada cuerpo produce un espacio en la misma medida que se produce en el espacio (Lefebvre, 1974, p. 218). Lo cierto es que ambas se dan en múltiplas dimensiones espaciales, como expresa el Gráfico 17.
En este gráfico tipo radar, cada eje representa un espacio vivido y su intensidad es designada a partir de la frecuencia con que las diversas formas de violencia ocurren. El ‘barrio’, la ‘casa’ y la ‘calle’ surgen como las ‘espacialidades de violencia’ más frecuentes, ya que suman el 67,7% de todos los espacios vinculados con las ‘categorías discursivas’ que enunciaban de alguna manera las diversas formas de violencia registradas. Después, un segundo eje de centralidad aglutina las instituciones disciplinares de la ‘escuela’ y del ‘instituto de menores’, sumando 15,2%. En seguida el ‘cuerpo’ con 3,4%, las ‘casa ajenas’ con 2,8%, el ‘grupo de amigos’ y el ‘conurbano’ con 2,4% cada uno, conjuntamente con la ‘comisaría’ (2,1%) suman el 13,1% de las espacialidades vivenciadas a partir de las distintas formas de violencia. Por último, surgen el ‘centro_ciudad’ (1,7%) que se refiere al centro urbano de las ciudades en que los sujetos residen, los ‘transas’ (1,3%) y las ‘villas’ (1,1%) son los últimos espacios experimentados desde la violencia, que asume un carácter totalmente polisémico.
La vivencia del ‘barrio’ a partir de la violencia configura éste como un espacio paradójico (Rose, 1993), ya que por un lado, los sujetos actúan con violencia en los robos o en peleas con grupos vecinos, en el marco de la construcción de sus masculinidades, y por otro lado, son víctimas de la violencia policial, por ejemplo. En el Mapa 3 quedan configuradas algunas de las formas por las cuáles Topo vivencia el barrio.
Para la construcción de este mapa tomamos como base una impresión en papel, hecha a partir de Google Maps del barrio de vivienda de Topo. Las preguntas que guiaron la entrevista también establecieron el anclaje espacial de las informaciones presentes en el mapa, cuya simbología fue definida por Topo en la medida que ubicaba los puntos en el papel. Los nombres de las calles y barrios fueron removidos para garantizar su anonimato. La última etapa consistió en la georreferenciación del mapa y su elaboración final, mediante el uso del programa libre QGIS 3.10.
El mapa de Topo revela como diversas formas de violencia forman parte de su cotidiano y que una acción criminal, como un robo o el propio consumo de drogas consideradas ilícitas, deben ser pensados desde su contexto espacial. En las cercanías de su vivienda, delimitada por el círculo gris, se destacan los enfrentamientos armados con las fuerzas policiales, peleas con grupos rivales, puntos de consumo abusivo de drogas (que funcionan también como puntos de venta), robos y prostitución relacionados con el consumo de drogas. Hay también lugares de bienestar representados por las casas de sus amigos y lugares de malestar representados por el miedo de transitar ciertos espacios, notadamente vinculados con la violencia de cual son objeto. Por último, hay un punto dónde reside el ‘transa’8 del barrio. Los siguientes fragmentos textuales terminan de ilustrar lo que Topo mapea:
Mira, a mí tres veces me agarraron con el arma, tres veces, una que me agarró la policía que me empezó a tirar tiro que me rozó la cabeza. Yo estuve a punto de morirme ahí(información Verbal)9
Me agarró unos gendarme, viste, en ese tiempo andaban los gendarme en mi casa, me agarraron, estábamos en una esquina todos los ‘pibes’ fumando ‘porro’10, estábamos fumando, fumando y capaz que lo paró y dejamos todo el ‘faso’11 ahí, nos hicieron poner contra la pared, me dieron una patada acá, “trraa”, me dieron acá, me hicieron abrir y me empezaron a pegar todo. [¿Qué decían?] “Yo te piso, la concha de tu madre” (información Verbal)12
Sí, tiene mi barrio, viste, a uno le agarra los transas, lo agarran a tiro y una banda de ‘plomazo’ le dieron y yo estaba ahí, todo ‘re asustado’, viste, yo estaba bajando, “pla, pla, pla” empiezo a ver, entre los transas y una vez nosotros, yo la pasé ‘re mal’, íbamos robar por la calle, íbamos robar y capaz que, tuve a punto de morirme también. (Información Verbal)13.
[¿Llegó a vender?] Sí. [¿Para el mismo transa ese?] Sí, yo también la , me pagaban, todo, también capaz que a mí la droga me llevó, viste, en mi barrio, agarré y robé, viste, me fueron buscar con arma en mi casa, empezaron a tirar tiro allá, me tiraron tiro al lado del pie, en el barrio, afuera de mi casa, me agarraron y me empezaron a dar tiro al lado del pie, viste. (Información Verbal)14.
tal. En contraposición, las formas de violencia por las cuáles los sujetos son sometidos se configuran como una especie de violencia espacial, son estructurantes del “continuum de subordinación-exclusión-extinción” (Bialakowsky et al, 2007), ya que uno no elige
La dispersión y la asimetría son dos características importantes de las ‘espacialidades de violencia’. La primera característica puede ser visualizada en la cantidad de espacios vivenciados desde la violencia y la segunda, ocurre en la medida que los sujetos son sometidos a diversas formas de violencia y al mismo tiempo pueden someter otras personas a violencia. La cuestión asimétrica reside en que las formas de violencia que pueden llegar a cometer surgen en las prácticas de los ‘robos’, en el marco del ciclo ‘consumo-dependencia- delitos’, es decir, para mantener el consumo utilizan de los robos y para ejecutar los robos, instrumentalizan la violencia. Lo que puede llegar a ser un encuentro con la muerte para la víctima, ocurre casi siempre de forma accidental. En contraposición, las formas de violencia por las cuáles los sujetos son sometidos se configuran como una especie de violencia espacial, son estructurantes del “continuum de subordinación-exclusión-extinción” (Bialakowsky et al, 2007), ya que uno no elige donde nascer.
Hablamos de una forma de violencia originada en la necropolitica (Mbembe, 2012), cuyo accionar colonial, por ende racista, persigue cuerpos y los concibe como delincuentes (Foucault, 2008), pero ya no en un sentido de corrección en el marco de la reinserción social, estamos hablando de eliminación.
La geografía feminista como campo político y académico, está interpelando al poder, en todos los ámbitos, reclamando derechos y exigiendo políticas públicas. Trabajamos con metodologías feministas porque entendemos que son inclusivas, horizontales y transparentan la realidad, dejan al descubierto lo que estaba oculto, por eso todas las situaciones de opresión deben ser denunciadas y marchamos con nuestros mapas contra los femicidios y las violencias machistas, porque nos siguen matando, violando y acosando por ser mujeres, pero también luchamos para poder decidir sobre nuestros cuerpos-territorios. En éste transitar se nos reveló la violencia inscripta en nuestros cuerpos que es nuestro primer territorio a defender.
El mapa siempre es el comienzo, para representar una realidad que nos interpele, encontramos esa violencia inscripta en nuestros cuerpos y más allá de los esfuerzos actuales con la creación del Ministerio de las mujeres, género y diversidad, nos queda un debate central que tiene que ver con la estructura patriarcal del sistema judicial, que es ineficiente y desampara a mujeres y disidencias que son víctimas de violencia de género, y hasta en ciertos casos, fomenta la violencia machista normalizando actitudes que deberían ser condenadas con rigurosidad.
Lo que nombramos como ‘geografías oprimidas’ se refiere a estas geograficidades atravesadas por diversas formas de opresiones, pero sobre todo aquellas originadas del ensamble entre género, raza y clase. Nos referimos específicamente a estas corporalidades que son objeto de la heteronormatividad, del patriarcado, de la pobreza, del racismo y de la colonialidad. Y aunque estos cuerpos puedan transgredir estas opresiones (Silva, 2008), definitivamente, son perseguidos por ellas.
Un agradecimiento espacial al colectivo de “feminsitas lucidas” por compartir su esencia.