Artigo
La emigración canaria a Venezuela durante la década de los sesenta: una aproximación de la llegada al país latinoamericano a partir de la historia oral
A emigração canária para Venezuela durante os anos sessenta: uma abordagem da chegada no país latino-americano a partir da história oral
Canary emigration to Venezuela during the sixties: an approach to the arrival to the Latin American country from oral history
La emigración canaria a Venezuela durante la década de los sesenta: una aproximación de la llegada al país latinoamericano a partir de la historia oral
Simbiótica. Revista Eletrônica, vol. 5, núm. 1, pp. 18-40, 2018
Universidade Federal do Espírito Santo

Resumen: En el siguiente trabajo analizamos la experiencia migratoria de un emigrante canario en Venezuela con el objetivo de relacionar su experiencia vital con todo un proceso migratorio que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XX entre Canarias y el país latinoamericano. A través de la historia de vida de un informante que emigró en 1963 y de las posibilidades que ofrece la historia oral, pretendemos aproximarnos a la experiencia del viaje y la llegada a Venezuela a través del relato de uno de sus protagonistas.
Palabras clave: Emigración, Historias de Vida, Islas Canarias, Venezuela.
Resumo: No presente artigo analisamos a experiencia migratória de um imigrante canário na Venezuela, com o objetivo de relacionar suaexperiência de vida com todo o proceso migratório que ocorreu na segunda metade do século XX entre as Ilhas Canárias e aquele país latino-americano. Através da história de vida de um informante que emigrou em 1963 e das possibilidades oferecidas pela história oral, pretendemos abordar a experiência de viagem e chegada na Venezuela através da história de um de seus protagonistas.
Palavras-chave: Migração, Histórias de Vida, Ilhas Canárias, Venezuela.
Abstract: In this paper we analyze the migration experience of a canary emigrant in Venezuela with the aim to relate his life experience with a whole migratory process that took place in the second half of the twentieth Century between the Canary Islands and this Latin American country. Through the life story of an informant who emigrated in 1963 and the possibilities offered by oral history, we approach the experience of travel and arrival in Venezuela through the story of one of its protagonists.
Keywords: Emigration, Life Histories, Canary Islands, Venezuela.
La emigración canaria a Venezuela durante la década de los sesenta: una aproximación de la llegada al país latinoamericano a partir de la historia oral
Introducción
Pese a que Hampaté Ba (2010, p. 12), miembro de la UNESCO durante la década de los sesenta, afirmara que “cuando un anciano muere, una biblioteca arde” refiriéndose al caso africano, lo cierto es que en todas las sociedades del mundo la experiencia vital de nuestros y nuestras mayores son clave para entender el pasado y la historia de la tierra en donde vivieron.
En el caso de la migración procedente de las Islas Canarias (Espana) destaca toda una generación entera de hombres y mujeres (mayoritariamente hombres), que emigraron durante la época franquista a América Latina en busca de unas mejores condiciones socioeconómicas para ellos y sus familias en un contexto histórico de raíces más profundas (HERNÁNDEZ
GONZÁLEZ, 2005).
Este proceso de migración durante la etapa franquista tuvo como principal destino el país venezolano y las consecuencias culturales de este fenómeno histórico siguen presentes en las Islas Canarias en diversos aspectos como las tradiciones culinarias, las casas canarias y venezolanas a uno y otro lado del Atlántico, los hermanamientos entre municipios, la economía, la música (HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, 2007) e incluso los lazos familiares, que hacen que Venezuela sea considerada la “octava” isla canaria (VARGAS, 2015).
Es ante esta evidencia tan clara de intercambio cultural entre dos sociedades cuando planteamos la necesidad de recuperar (y de no perder) la memoria de los muchos retornados canarios que aún siguen vivos, a fin de poner en valor la historia oral y poder arrojar luz a este fenómeno que fue la emigración canaria a Venezuela, que tanto influye y seguirá influyendo en la experiencia colectiva del pueblo canario. Y es que, tal y como aseguran Ángel Dámaso Luis y María Nazaret Martín (2017, p. 10), pese a que aún se conservan documentos de personas influyentes, como intelectuales o artistas, la experiencia de los migrantes canarios es un “tesoro que se diluye silenciosamente” y su no aprovechamiento puede dar lugar a “una irrecuperable pérdida de patrimonio”.
En esta investigación apostamos por la historia oral por ser un enfoque que es capaz de redescubrir nuevas realidades que el discurso histórico ha dejado en el olvido. Se trata de una manera mucho más democrática de descubrir el pasado al tener un interés profundo en no discriminar al informante, situándolo en el centro de la creación de conocimiento (RIGHETTI, 2006) y en donde dar voz a quienes se encuentran en “los lugares de silencio” se plantea como algo fundamental en la investigación (MENEGHEL, 2007). De hecho, cuando tratamos la historia oral para el caso concreto de los desplazamientos humanos, estamos ante lo que Arjona y Checa (1998) plantearon como la necesidad de entender las migraciones en “clave migrante”, es decir, traspasando todo tipo de estadísticas a través de lo que pueden aportar al conocimiento los propios sujetos para entender el proceso migratorio en toda su complejidad.
Así como “la historia oral ha permitido la recuperación de numerosas experiencias y testimonio de personas que, por algún motivo u otro, han sido silenciados en diferentes
momentos históricos” (RODRÍGUEZ, LUQUE y NAVAS, 2014, p. 199), también es cierto que son numerosos los inconvenientes que nos encontramos a la hora de hacer uso de ella. Desde la propia impaciencia del investigador cuando realiza la entrevista a la dificultad de encontrar un buen informante, pasando por la “fetichización del método biográfico”, la representatividad que puedan tener las entrevistas o el propio hecho de que “ninguna vida está contada en su totalidad” (DOREL, 2000, p. 405) son problemas importantes a los que tenemos que enfrentarnos a la hora de llevar a cabo un trabajo de este tipo.
Así mismo, otros investigadores e investigadoras subrayan algunos problemas a tener en cuenta. Josefina Cuesta (2008, p. 114), por ejemplo, senala que “la memoria del testigo reconstruye el pasado en función de su presente”, pero, además, también tenemos que ser conscientes de que el propio entrevistador/a puede influir en la narración al haber vivido de una manera u otra la experiencia del entrevistado/a (BETANCOURT, 2004, p. 133). Por otro lado, no es posible transcribir de manera fiel lo grabado. Perdemos desde el clima de la entrevista hasta los silencios, el tono de voz o la propia comunicación no lingüística. Incluso no hay que olvidar las propias limitaciones del lenguaje coloquial o el alcance de la memoria del entrevistado/a, así como el uso que el investigador/a pueda dar a fragmentos concretos de las entrevistas con el objetivo único de validar sus propias hipótesis (PRETTO, 2011;
EGIDO, 2009).
Pese a todo ello, estos testimonios son una información privilegiada cuyo valor también radica en el hecho de que quien “recuerda el pasado, su pasado, aporta una dimensión humana a la historia” (MARIEZKURRENA, 2008, p. 230) convirtiéndose en lo que Eugenia
Meyer y Alicia Olivera (s.f., p. 372) consideraron como “un sistema extractor de recuerdos, de ideas y memorias que contribuyen a conocer mejor la historia”. Estos recuerdos permiten retroalimentar a las fuentes escritas (EGIDO, 2009, p. 88) y ampliar el “cauce” por el que circula una memoria colectiva, en este caso la del pueblo canario que, si no se fija, acabará perdiéndose (CUESTA, 2008, p. 35). Esto resulta inconcebible más aún ahora, cuando Canarias ha pasado de ser un territorio de emigrantes a otro de inmigrantes. Olvidar el pasado migratorio del pueblo canario puede dificultar la “dimensión práctica” que tiene la comprensión del pasado vinculada al presente (JULIÀ, 2011, p. 52).
Los objetivos del trabajo y la metodología empleada
Entendemos por “historias de vida” o recits de vie - que reaparecieron con fuerza en los 80 (SARABIA, 1985, p. 171) aquel “relato autobiográfico, obtenido por el investigador mediante entrevistas sucesivas, cuyo objetivo es mostrar el testimonio subjetivo de una persona recogiendo tanto los acontecimientos como las valoraciones que dicha persona hace de su propia existencia” y en donde el papel del investigador se limita fundamentalmente a inducir una narración, ordenar la información y buscar aquellos “huecos informativos olvidados por el sujeto” (DOREL, 2000, p. 399).
El uso de las historias de vida como técnica para abordar el estudio de los procesos migratorios se está generalizando cada vez más desde distintas disciplinas, pues su valor para el conocimiento de la realidad es indudable. Las historias de vida permiten “conocer las trayectorias migratorias, cómo se manifiestan y vivencian estos procesos, las estrategias más comunes que se ponen en funcionamiento y las diferencias que prevalecen en los distintos grupos y tipos de individuos” (CRIADO, 1997, p. 109). A través de ellas se puede incorporar el punto de vista de los sujetos, en tantas ocasiones silenciado, ya que la voz de los migrantes ha sido considerada “el complemento de los datos y nunca el argumento central sobre el que ha girado la investigación” (CHECA et al., 2012, p. 373). A partir de las historias de vida “se busca descubrir la situación dialéctica entre la aspiración y la posibilidad, entre la utopía y la realidad, entre las explicaciones y las reconstrucciones que el individuo efectúa para vivir en el campo migratorio” (CHECA et al., 2012, p. 371-2).
En este texto tendremos la posibilidad de ver cómo, a partir de la historia de vida de Rodrigo y de su relato biográfico, podemos conocer en primera persona un proceso que ha marcado a una parte importantísima de la sociedad canaria - sobre todo a la provincia occidental - y que sigue teniendo una importancia muy relevante en la actualidad. Esto es fácilmente observable a través de la presencia de prácticas culturales que se han visto influenciadas por la experiencia migratoria a Venezuela pasando por la existencia de un importante número de retornados canarios que ven en el país latinoamericano su segunda patria e incluso cuya pensión depende del estado venezolano.
Por estas razones, los objetivos fundamentales de nuestro trabajo son, en primer lugar, el de profundizar en el estudio del fenómeno de la emigración canaria a América Latina, centrándonos en la que se dirigió a Venezuela durante la etapa franquista y, en concreto, la que tuvo lugar tras la etapa de puertas abiertas (1950-1958) y que se conoció como la de “reagrupamiento familiar”. A través del relato de Rodrigo aspiramos a poner en valor la historia oral y los testimonios orales de todos/as aquellas personas migrantes a fin de arrojar luz a un fenómeno que es fundamental para entender el pasado y el presente canario. La preparación del viaje, la idea que se proyectaba de los anteriores viajes clandestinos, la imagen idílica de Venezuela o la llegada y la vida en el país latinoamericano son elementos de gran interés en este trabajo.
Para alcanzar este objetivo, realizamos un intensivo trabajo de búsqueda en un asilo de anciano de Santa Cruz de Tenerife, en donde tuvimos la oportunidad de conocer relatos más que interesantes sobre la participación de canarios en la División Azul durante la Segunda Guerra Mundial, o la migración de mujeres canarias a Marruecos, Estados Unidos y numerosos países latinoamericanos. Tras tres días acudiendo a realizar las primeras tomas de contacto, finalmente nos decidimos por entrevistar a Rodrigo, un retornado canario que vivió en Venezuela durante 38 anos y que mantuvo desde el primer momento una predisposición a contar su experiencia migratoria. La entrevista, que constó de 27 sesiones, fue parcialmente grabada (o anotada en un diario de campo) en el complejo del “Hogar Nuestra Senora de la
Candelaria. Hermanitas de los Ancianos desamparados. Asilo de Ancianos de Santa Cruz de Tenerife”, en restaurantes, cafeterías y vías peatonales cercanas al asilo.
Pese a que el cuestionario sobre el que se basó la entrevista constó de un total de cien preguntas en las que se plantearon diversas cuestiones de temáticas variadas sobre el proceso de migratorio, en este texto utilizaremos solamente aquellas que hicieron alusión al proceso previo a la emigración, el viaje y los primeros pasos en el país latinoamericano. No obstante, debemos senalar que lejos de ser una entrevista estructurada, la mayor parte del tiempo hubo un diálogo y/o discurso fuera del marco del cuestionario. La flexibilidad de este tipo de investigación cualitativa nos permitió generar un clima de empatía que permitió que se “reforzara la credibilidad y fiabilidad del testimonio” (CUESTA, 2008, p. 131) a través de un relato que iba complejizándose en las sucesivas entrevistas y al que Rodrigo quiso siempre mostrar pruebas materiales para confirmarlo. Posteriormente su contenido fue transcrito - o anotado cuando no fue posible grabarlo - y analizado siguiendo un orden cronológico, que dio lugar a elaboración de la historia de vida. Es importante senalar que de las 27 sesiones anotadas y trascritas se produjo un extenso documento que fue leído y validado por Rodrigo.
Mediante esta investigación, se pretende seguir la tendencia general de otros trabajos que ponen el acento en el intento por recuperar las relaciones entre Canarias y América y que ya tienen una larga historia como el Diccionario Biográfico Canario-Americano (1989) de David Fernández, Canarias-América. El orgullo de ser canario en América (1989) de Julio
Hernández García, u otros más recientes como La emigración canaria a América (2005) y La emigración canaria a Venezuela (2007) de Manuel Hernández e incluso aquellos centrados en aspectos identitarios como Los canarios en Venezuela. Identidad y diferencia (2002) de
Carmen Ascanio. Siendo más precisos, este trabajo aspira a continuar con otra serie de trabajos que versan sobre la migración canaria a América, sea ésta la migración clandestina (HERNÁNDEZ ARVELO, 1992; FERNÁNDEZ MORALES, 1992b), la de la relación entre literatura y migración (RODRÍGUEZ, 1996; QUEVEDO, 1996) o centrada en colectivos racializados como los negros y mulatos (HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, 2002). Así mismo, también son ya numerosos los que se han valido de las entrevistas, las historias de vida o la historia oral como los trabajos de Vera (2018) sobre el fotógrafo Trino Garriga, o de Ascanio (1998) y Fernández Morales (1994, 1992a) sobre cuestiones de oralidad y migración y en donde se plantean las aún necesarias cuestiones de género.
Una breve contextualización de las migraciones canarias a Venezuela
Como asegura Carmen Ascanio (2008, p. 193) la migración canario-americana ha sido uno de los flujos migratorios que ha tenido una continuidad histórica de mayor calado, tanto por su duración en el tiempo como por las influencias socioculturales en el Archipiélago canario y en los países en donde la recepción de emigrantes provenientes de Canarias ha sido mayor.
Sin embargo, las migraciones entre Canarias y el continente americano han seguido patrones muy distintos a lo largo del tiempo. Desde la participación de los canarios en las expediciones de conquista y colonización en el siglo XVI hasta la actualidad, el proceso ha sido muy heterogéneo. Estados Unidos, Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo, Venezuela o Uruguay han sido los principales destinos a lo largo de la Historia Moderna y Contemporánea. Las razones de estas migraciones estuvieron marcadas por los deseos de la Corona espanola de colonizar espacios poco habitados o para evitar la expansión portuguesa por Latinoamérica; en otras ocasiones fue la dura situación económica y política la que se posicionó como primer factor de salida (HERNÁNDEZ, 2016)
Si bien durante el siglo XIX Cuba fue el destino principal de los emigrantes canarios, observándose sustanciales aumentos del flujo de retornados durante los periodos políticos más conflictivos como la Guerra de los Diez Anos, también conocida como Guerra Grande (1868-
1878) o la Guerra de Independencia o Guerra Chica (1895-1898) (CARNERO y NUEZ, 2009, p. 147-148), la emigración canaria a Latinoamérica que aconteció más recientemente tuvo como destino Venezuela. Aunque durante una primera etapa durante el franquismo (1936-1946) no hubo apenas emigración, a partir de 1947 ésta se realizó de manera clandestina en los llamados “barcos fantasma”. Fue con la llegada ese ano del velero “Emilio” cuando se inauguró esta migración clandestina que coincidió con una etapa de bonanza que creó un efecto llamada desde Venezuela y un periodo de carestía en Canarias (HERNÁNDEZ ARVELO, 1992). Ya en 1952 prácticamente se da por finalizado este fenómeno ya que, por un lado, el gobierno de Venezuela comenzó a repatriar a Espana, - con el carácter disuasorio que ello conllevaba para el migrante - y, por otro, el gobierno espanol puso más facilidades, tanto administrativas como materiales, para realizar el viaje. Además, la “carta de llamada, especie de contrato de trabajo indispensable para poder emigrar legalmente” eran más fácil de conseguir debido al importante número de canarios que ya residían en el país americano (RODRÍGUEZ, 2005, p. 143).
Es a partir de 1950 cuando se inicia una etapa considerada de “puertas abiertas” que duraría hasta 1958, momento en el que Venezuela puso condiciones más estrictas a la llegada de emigrantes y la emigración masculina que dio paso a la llegada de mujeres debido a la estrategia de “reagrupación familiar” aprobada por el gobierno venezolano (HERNÁNDEZ, 2016). Durante los anos 50 se produjo un aumento de la demanda mundial del petróleo que hizo crecer entre 1949 y 1959 el producto territorial Bruto (PTB) un 8% de media anual (HERNÁNDEZ ARVELO, 1992). De hecho, allá por 1952, Venezuela se sitúa como primer destino de la migración canaria, un país que veía crecer demográficamente sus ciudades al ritmo de un alto crecimiento y una alta inmigración, llegando al “máximo nivel de urbanización del continente”. Había corrido ya la voz en las Islas Canarias de la bonanza económica de Venezuela y que, junto a la favorable tasa de cambio y las escasas oportunidades que ofrecía la Espana franquista, constituía sin duda una “solución inmediata”
(MARGOLIES, 1996, p. 394).
A finales de la década de los 50 el gobierno venezolano intentó potenciar que el colectivo canario echara raíces en el país y contribuyera al crecimiento demográfico y económico de Venezuela, ya que se estaba produciendo un retorno de migrantes y una fuga de divisas considerable. Por ello buscó de manera activa la incorporación de mujeres y ninos dentro de esta estrategia de “agrupamiento familiar” que provocó la llegada, fundamentalmente en áreas urbanas y de población de la provincia occidental canaria, de nuevos migrantes (MARGOLIES, 1996, p. 395). Este “agrupamiento familiar” facilitaba desde 1958 que los familiares en primer y segundo grado de consanguinidad de los que residían en Venezuela pudieran viajar al país para asentarse, provocando que entre 1957 y 1964 partieran de Santa Cruz de Tenerife un total de 6.670 personas al continente americano (MEDINA RODRÍGUEZ, 1987, citado en FERNÁNDEZ MORALES, 1994, p. 433).
Para los canarios, cuyo viaje a Venezuela (sobre todo para los hombres jóvenes) representaba prácticamente un rito de paso y estaba ligado a la mejora socioeconómica y la apertura de nuevas perspectivas de futuro (MARGOLIES, 1994, p. 800), el país latinoamericano representaba la libertad de circular por grandes espacios y hablar sin temor (MARGOLIES, 1996, p. 396). Tanto en la etapa de fronteras abiertas como la de “reagrupamiento familiar”, los emigrantes canarios ocuparon puestos de trabajo gracias a las redes de familiares y a los paisanos que había en el país. Tanto en la industria como en el sector servicios o en el campo los canarios jugaron un papel fundamental (MARGOLIES, 1994, p. 801).
No fue hasta la década de los 80 del siglo XX cuando, ante la estabilización de los precios del petróleo, la caída del bolívar, la mala gestión y la corrupción en Venezuela, la consolidación de la peseta como una moneda fuerte y el crecimiento del sector turístico canario entre otros, se potenció un retorno importante de antiguos emigrantes canarios (HERNÁNDEZ, 2008, p. 168).
En lo referente a la relación que se establece entre movilidad geográfica y los procesos de cambio de las distintas sociedades, se han dedicado muchos esfuerzos a comprender el impacto que los movimientos migratorios han tenido en la modernización de las sociedades. En el caso de la migración espanola hacia Venezuela, muchos de estos emigrantes echaron raíces en este país y se convirtieron en “nuevos venezolanos”. Sin embargo, también fueron muchos los que retornaron y trajeron elementos característicos de las culturas del otro lado del
Atlántico. Por otro lado, hay que destacar que la fuerza de trabajo y los oficios que los emigrantes espanoles desempenaron contribuyeron a diversificar la economía venezolana y, en algunos casos, al tratarse de mano de obra cualificada, pudieron hacer contribuciones en el sector industrial y la agricultura.
Sin embargo, los procesos de desarrollo de las sociedades son generalmente complejos y es por esto que no debemos pensar la integración y las distintas aportaciones de los emigrantes canarios a la sociedad venezolana como un proceso de intercambio y sincretismo cultural exento de conflictos. Los emigrantes europeos en general tuvieron una consideración
social que les otorgaba un estatus superior al de la población rural e indígena venezolana y, en poco tiempo, empezaron a ocupar distintos cargos gerenciales en el país hasta el punto de que en 1961 un 50% de estos cargos eran extranjeros y en la Región Capital esta cifra fue del 60% (HURTADO, 2004).
Análisis de la entrevista: De Canarias a Venezuela
Rodrigo nació en la Gomera en el ano 1935. Cuando tenía 28 anos emigró a Venezuela junto a su mujer formando parte de ese 90% de canarios emigrados a Venezuela que procedía de la provincia de Santa Cruz de Tenerife (FERNÁNDEZ MORALES, 1994, p. 440), debido a dos motivos fundamentales: las escasas posibilidades de desarrollo personal durante la etapa franquista y el llamamiento que recibió por parte de su suegro para poder ir a Venezuela y desempenar, desde su llegada, un trabajo con el que labrarse un porvenir. En 1963 - dentro del periodo conocido como de reagrupamiento familiar - se instaló en Caracas, ciudad en la que vivió durante 38 anos. En ese tiempo desempenó distintos oficios (al menos trece en Venezuela), entre los que podemos destacar el de mesonero en varios establecimientos, empleado de una empresa en el sector comercial, camarero en un restaurante, autónomo con un negocio ambulante e incluso sacristán. Rodrigo se casó y tuvo un hijo en Venezuela que a día de hoy sigue viviendo en este país, al igual que sus dos nietos, con los que mantiene contacto permanente. La escasa seguridad en el país y los deseos de volver a la tierra, hicieron que Rodrigo regresara a Canarias en agosto de 2000 para desempenar la función de sacristán. Debido a su migración previa de La Gomera a Tenerife y a las raíces que echó en esta isla, Rodrigo fue invirtiendo vía remesas en esta última isla, que ofrecía, sin duda, mejores oportunidades para retornar.
Algunas razones y motivos para emigrar
Durante la etapa franquista, periodo en el que se inserta la migración de Rodrigo, podemos destacar que el “nivel de renta bajo”, la incapacidad de acceder a la “propiedad de los recursos”, la “ausencia de ayudas”, el “elevado desempleo” y las “crisis de sectores productivos”, motivaron los procesos migratorios hacia Latinoamérica. En el caso concreto de
Rodrigo, los motivos principales para la emigración fueron de tipo laboral y socioeconómico. En ningún momento se debió a una emigración de tipo político pues, como asegura el propio entrevistado, “nunca participé en ninguna organización en contra del régimen de Franco”.
Para él, eludir el servicio militar no fue un motivo para emprender un viaje de estas características, aunque no oculta que evitarlo era una de las ventajas que ofrecía emigrar a ultramar: “no fue la prioridad eludir el servicio militar, pero sí es cierto que el no estar en Espana y con trabajo en Venezuela, no me podían llamar. Fue una suerte”.
Las razones por las cuales Rodrigo decidió emigrar no hay que buscarlas tanto en una situación de pobreza más característica de los primeros anos del franquismo (periodo autárquico), como en el hecho de que “la cosa estaba fea, no había nada que hacer aquí” y “fui reclamado por mi suegro” lo que le proporcionó un lugar de acogida y un apoyo moral y económico en los primeros momentos de su aventura americana. Contar con estos apoyos al otro lado del Atlántico fue clave. Si Rodrigo no hubiera sido reclamado, nunca habría ido a
América a ganarse la vida. No tuvo nunca la intención expresa de hacerlo hasta el momento en el que su suegro decidió “reclamarlo”[3] para realizar un primer trabajo de camarero o “mesonero”, que fue uno de los muchos trabajos que realizó durante su estancia en Venezuela. Sin embargo, para él sí que fue importante todo el imaginario colectivo que se había creado en torno al país latinoamericano, que unido a la posibilidad de poder ir con su mujer y de contar con una red de apoyo allá, fueron las claves para que diese un paso adelante y se embarcara en la aventura americana.
La emigración canaria a Venezuela: ^un camino de rosas?
Pese a que el viaje de Rodrigo resultó sin sobresaltos, lo cierto es que no todos los canarios que emigraron a Venezuela lo hicieron con la misma suerte. El Telémaco, por ejemplo, fue uno de los medios con los que se viajó a América Latina desde las Islas Canarias. La imagen siguiente (Imagen 1) muestra al barco fantasma “La Elvira” que en mayo de 1949
zarpó con 160 viajeros canarios de manera ilegal. Su llegada a Venezuela copó la portada del diario “Agencia Comercial”. La situación de estos viajeros se caracterizó por las penurias que pasaron. El ácido de sus vómitos y la sal del mar destrozaron sus vestimentas convirtiéndolas en harapos. Estos harapos fueron en ocasiones reutilizados por las mujeres cuando llegaba su menstruación. Pasaron frío y hambre con tal de llegar a tierras venezolanas y encontrar un futuro mejor. En una de estas embarcaciones, otros familiares de Rodrigo se dirigieron durante la primera etapa del franquismo a América Latina.

El periodo de migración clandestina, de marcado carácter masculino (FAJARDO, 2013), acabó más de una década antes de que Rodrigo iniciara su viaje a Venezuela. Sin embargo, las historias acerca de este tipo de embarcaciones estaban muy presentes para él, ya que varios miembros de su familia realizaron tan arriesgada travesía y no fue hasta que las Universidade Federal do Espírito Santo. Programa de Pós-graduação em Ciências Sociais. Núcleo de Estudos e Pesquisas Indiciárias, ES, Brasil - revistasimbiotica@gmail.com
embarcaciones disponibles tuvieron una mejor calidad y los precios eran más asequibles para la población (siempre realizando una inversión nada desdenable que requeria del apoyo familiar), sobre todo en la segunda mitad de la década de los 50 y en adelante, cuando comenzó su primer desplazamiento a Venezuela.
“Nunca participé en la emigración clandestina. Ya te dije que los familiares que fueron en el Telémaco lo pasaron muy mal, pasaron penurias increíbles. La emigración clandestina no era el medio más seguro, por supuesto. Tuve la suerte de contar con apoyo económico de mi familia a un lado y otro del Atlántico. Así pude viajar de manera legal. Era mucho más seguro y no lo hubiera cambiado por la emigración en Telémaco”.
“El Telémaco que en el que fueron mis familiares fue a Martinica, llegaron maltrechos”.
Apoyo en Canarias para partir
En el caso de Rodrigo, no fue solo su suegro quien que le proporcionó ayuda en su viaje. Su familia biológica y sus amistades le dieron también soporte económico y moral.
“Mi familia aquí en las islas me dio dinero para el pasaje y apoyaron que me fuera. Recuerdo que mis amistades más cercanas me apoyaron siempre y me decían con mucha frecuencia: Levanta piedras y saldrá oro”.
“Mi familia me dio dinero. Luego fui reclamado por mi suegro, él me dio comida, vivienda y lo más importante, trabajo”
En ningún momento el dinero que recibió fue en forma de crédito o tuvo como condición alguna contrapartida. “Fue un regalo, un regalo y un apoyo de la familia”, asegura Rodrigo. De esta manera pudo hacerse con las 8.000 pesetas que costaba el pasaje que fue pagado en metálico y, al llegar, sabía que podía contar con su primer sueldo sin acarrear deuda alguna.
Así mismo, los riesgos del proyecto migratorio se vieron minimizados por cuatro razones principales. Las primeras tres razones radican en lo ya mencionado: la existencia de un puesto trabajo que le estaba esperando, una familia que le iba a acoger y un primer sueldo que podría disponer enteramente sin tener que pagar una primera deuda. La cuarta y última fueron las noticias de prosperidad de los canarios migrantes que llegaban desde América y especialmente desde Venezuela y que recuerdan a aquella frase que tanto motivó a emprender un viaje de estas características, “hacer las Américas”:
“La propaganda que llegó a las islas fue que todas las noticias de allí iban de boca en boca. Sin ello y sin mi suegro, yo nunca me hubiera planteado ir allí. El hecho de haber sido reclamado fue la mejor propaganda que me llegó. Yo tuve contacto con él antes de que me reclamara formalmente. Allí ya tenía trabajo, por lo que ir allí ya no era una decisión arriesgada ni tan difícil”.
Un viaje de ida y vuelta
“Yo salí del puerto de Santa Cruz y de aquí salían centenares de personas rumbo al continente americano. Había gente de todas las islas, por supuesto. Los viajeros que iban destino a La Guaira procedían de lugares muy diversos. Recuerdo que había gente de Galicia y también del resto de la Península. De las Islas Canarias... creo que había gente natural de La Gomera, Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria, de La Palma también y de El Hierro”.
“El barco en el que partí se llamaba Montserrat. Era grande, era del mismo tamano que un barco de guerra.que un buque. Era como un ferry. Creo que es un barco que hizo muchos viajes a América”.
Rodrigo asegura que el viaje lo realizó en El Montserrat (Imagen 2), barco que fue construido en 1945 en Baltimore, en el astillero de Wooster Victory. En un principio su función era la de buque de carga para la Armada de Estados Unidos. Entre 1948 y 1949 su cometido fue el de transportar al nuevo estado de Israel a cientos de judíos refugiados en China durante la II Guerra Mundial. En 1950 fue adquirido por la empresa Sitmar Line y convertido en buque de carga y pasaje y bautizado como Castel Verde. En 1957 su dueno pasó a ser la empresa Trasatlántica que le puso el nombre con el que se ha hecho eterno en la memoria de Rodrigo, Montserrat[4].

Cuando en 1957, este barco fue adquirido por la Companía Trasatlántica Espanola se le sometió a una serie de reformas mejorando sus instalaciones en el pasaje. En el ano 1962, un ano antes de que partiera el informante a La Guaira, se le instaló el aire acondicionado en todas sus dependencias, pues con anterioridad carecía de ello. El Montserrat tenía solo una hélice cuando Rodrigo fue pasajero y llegaba a alcanzar una velocidad de 17 nudos[5].
“El viaje duró 6 días. Creo recordar que fue a finales de verano, agosto o septiembre, septiembre lo más seguro. Aquí (isla de Tenerife) hacía calor, había alguna que otra nube en el cielo, pero poca cosa. Subí con mis maletas al Montserrat que como ya te dije era un barco impresionante. Me recordaba a un buque de guerra. Sabía que había realizado muchos viajes a América, lo que me dio mucha tranquilidad (...)”.
“Comí muy bien en aquellos días, no pasé hambre ni tuvo ningún problema con nadie ni a la hora de dormir. La comida que había en el barco era muy variada, aquella época era más pobre y se notaba que la comida del barco era muy buena. Nunca repetí plato, pero porque no hacía falta”. (Anade Rodrigo entre risas
Las reformas a las que se sometió el barco pueden explicar el buen recuerdo que tiene Rodrigo del viaje, un viaje que sin duda le marcaría de por vida y que tuvo como destino La Guaira, Venezuela. “Lo que más me sorprendió fue la cantidad de gente. Pudo haber hasta más de 2000 personas”. “(...) Recuerdo también que el barco estaba muy limpio, no hubo ningún problema de higiene, era un gran barco y tenía un gran servicio”[6].


Acogida en Venezuela: ;por fin en Caracas!
La llegada a Venezuela fue de lo más normal. De hecho, como asegura el entrevistado, no hubo en ningún momento celebraciones espectaculares por su llegada.
“Tampoco hubo una celebración a mi llegada, me apoyaron, pero no hicimos nada especial. Hicimos vida normal desde el principio. Comimos la familia allí el primer día, un almuerzo, pero nada especial. A mi marcha tampoco hicimos nada especial”.
El destino de Rodrigo en Venezuela estaba íntimamente ligado a su mujer, que también emigró con él dentro de lo que se conoce como la etapa del “reagrupamiento familia”, pues su suegro le esperaba con un trabajo de camarero que le iba a proporcionar sus primeros ingresos econômicos. Su primer trabajo duró 5 anos y fue clave en su proceso de adaptación al nuevo país.
“Tenía (mi suegro) un restaurante llamado Helicoide, allí fue donde trabajé al principio y obtuve mi primer sueldo. Estuve 5 anos aproximadamente en aquel negocio, luego fui empleado para una empresa de comercio. El restauran se llamaba el Helicoide porque estaba muy cerca de este edificio, desde él se podía contemplar ese coloso”.

El coloso al que hace alusión Rodrigo es el que aparece en las imágenes superiores (Imagen 6). La imagen de la izquierda corresponde al edificio “El Helicoide” ya terminado. La imagen de la derecha es el mismo edificio en una primera fase de construcción que finalizó en el ano 1961. Este edificio situado en Caracas y que es la Sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEIN) dio nombre al restaurante del suegro de Rodrigo, en la que este trabajó. Cuando Rodrigo pudo ver la fotografía en blanco y negro que aquí expongo del
Helicoide afirmó “sí , así estaba cuando yo trabajaba en el restaurant”. Importar tabla
La vida de Rodrigo no estuvo llena de lujos, sino que fue una vida humilde en la que tuvo que realizar hasta un total de trece trabajos a lo largo de su vida. Al igual que la mayoría de sus paisanos, debió compaginar los costes de vivir en otro país con las remesas que enviaba a Canarias. Los primeros anos no paró de trabajar y toda su vida la pasó en un piso de
alquiler.
mujer y yo seguimos en Quinta Crespo, pero al norte y teníamos un apartamento alquilado en el que nos alojamos durante 33 anos. Después ya volví a las Islas Canarias, mi tierra”.
“Si te soy sincero, no tenía tiempo ni para tener una estancia de fin de semana en otro lugar. No fui ni un día de vacaciones, por lo que no te puedo contar nada sobre otro lugar que no sea Quinta Crespo o Sabana Grande que estaba al lado y allí trabajé en algún que otro lugar”. “Al comienzo vivía con mis suegros y mi mujer. Teníamos una habitación matrimonial y estábamos a gusto. Él vivía en el barrio de Quinta Crespo, en Caracas. A los 5 anos abandoné su casa puesto que ya tenía otro trabajo fjo, que era como empleado de una empresa comercial que se dedicaba a vender productos alimenticios. La residencia a la que fui no estaba lejos que la de mi suegro. Mi Importar tabla
mujer y yo seguimos en Quinta Crespo, pero al norte y teníamos un apartamento alquilado en el que nos alojamos durante 33 anos. Después ya volví a las Islas Canarias, mi tierra”.
Fue precisamente en Quinta Crespo (Caracas), lugar de residencia de Rodrigo y su familia, en donde se asentaron numerosos canarios y gallegos. Pese a que el entrevistado afirmó que su relación con estos grupos era muy buena, nunca llegó a formar parte de asociaciones como los Hogares canarios o las Casas de Canarias, ya que había que dedicar tiempo y dinero, cosas que él no tenía.

“En Quinta Crespo había muchos canarios, muchos y en la recova, que es como llaman aquí (en las Islas Canarias) a los mercados, la mayoría de los puestos eran de gallegos y de canarios”.
En cuanto al número de familiares que emigraron con anterioridad y que pudieron servir de apoyo a Rodrigo, sabemos que fueron cuatro y, de la familia de la mujer, a parte de los padres, dos hermanos. El informante no nos habló de manera especial sobre su hermano, pero gracias al Diccionario Biográfico Canario-Americano (1989) de David W. Fernández
sabemos que éste, también natural de La Gomera, emigró a Venezuela y llegó a ser propietario de un colegio “de primera y segunda ensenanza” en el país latinoamericano.
Conclusiones
A pesar de todos los problemas e inconvenientes que el uso de los testimonios orales plantea a la hora de realizar una investigación, los relatos de vida son, sin lugar a duda, un elemento fundamental para poder escribir la historia de todo un colectivo de canarios que emigró a Venezuela. Para ello, se hace necesario la escucha y la conciencia del valor histórico de estas experiencias como parte fundamental de la memoria colectiva de grupos humanos más amplios que nos antecedieron y que aportan sentido al presente. Conocer la historia de un pueblo que tradicionalmente ha sido migrante, es fundamental para afrontar con un sentido más amplio de justicia social, la llegada de colectivos migrantes al territorio canario.
Gracias al testimonio de Rodrigo podemos senalar que los procesos migratorios que tuvieron lugar entre Canarias y Venezuela no fueron homogéneos y que pueden encontrarse grandes diferencias entre las distintas etapas de migración durante el régimen franquista. Por otro lado, el valor de las redes se muestra fundamental en los procesos migratorios ya que estas se constituyen como un aliciente y una malla de seguridad para los propios migrantes. El proceso de asentamiento posterior también está marcado por este hecho, y en el caso de Rodrigo, esto se vio facilitado por la posibilidad de disponer de un empleo.
La experiencia migratoria de Rodrigo - contada en primera persona - nos ha mostrado una pequena parte de nuestra historia reciente y este testimonio oral es la prueba de que la historia también puede humanizarse cuando es contada a través de la voz de sus protagonistas.
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