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Los saberes propios, una experiencia dialógica en las plazas de mercado: dialogando con el saber
The wisdom of their own, a dialogical experience in the marketplaces: dialoguing with the wisdom
Os saberes próprios, uma experiência dialógica nas praças de mercado: dialogando com o saber
Simbiótica. Revista Eletrônica, vol. 6, núm. 2, pp. 218-244, 2019
Universidade Federal do Espírito Santo

Etnografia


Resumen: Se presenta una investigación basada en la ecología de saberes mediada por el diálogo como un proceso simbólico en las plazas de mercado, comprendidas como espacios productores de subjetividades construidas a partir de relaciones interculturales en tensión con marcos institucionales que generan subjetivaciones y otras dinámicas culturales. Las plazas de mercado conservan aspectos simbólicos que resguardan riquezas culturales propias, las cuales se evidencian a partir de las experiencias de los sujetos presentes en estos espacios. Allí se intercambian saberes y costumbres propias y se han venido dando también formas de interacción social que obedecen a otro orden, en este caso al modelo neoliberal, el cual es transformado constantemente en vía de la generación de nuevas formas de producción de subjetividad.

Palabras clave: Ecología de saberes, Saber propio, Subjetividades, Socialización política.

Resumo: Apresenta-se uma pesquisa baseada na ecologia do conhecimento, mediada pelo diálogo como um processo simbólico em praças de mercado, entendidos como espaços produtores de subjetividades

construídas a partir de relações interculturais em tensão com marcos institucionais que geram subjetividades e outras dinâmicas culturais. Os mercados preservam aspectos simbólicos que protegem suas riquezas culturais, evidenciadas pelas experiências dos sujeitos presentes nesses espaços. Lá, o conhecimento e os costumes são trocados e também tem havido formas de interação social que obedecem a outra ordem, no caso o modelo neoliberal, que é constantemente transformado na geração de novas formas de produção de subjetividade.

Palavras-chave: Ecologia do Conhecimento, Conhecimento Pessoal, Subjetividades, Socialização Política.

Abstract: This article presents a research based on the ecology of knowledge mediated by dialogue as a symbolic process in market squares, understood as spaces producing subjectivities constructed from intercultural relations in tension with institutional frameworks that generate subjectivities and other cultural dynamics. The market places preserve symbolic aspects that protect their own cultural wealth, which are evidenced by the experiences of the subjects present in these spaces. There, knowledge and customs are exchanged and there have also been forms of social interaction that obey another order, in this case the neoliberal model, which is constantly transformed into the generation of new forms of subjectivity production.

Keywords: Ecology of Knowledge, Personal Knowledge, Subjectivities, Political Socialization.

Los saberes propios, una experiencia dialógica en las plazas de mercado: dialogando con el saber*

Introducción

El problema de investigación surge del interés por reconocer la plaza de mercado como un escenario de socialización política en el que la historicidad del lugar y la interacción de subjetividades, evidencian tensiones existentes entre las prácticas de socialización propias y los marcos institucionales a los que la cotidianidad da un matiz propio.

La plaza de mercado[1], más que un espacio de provisión alimenticia en una ciudad, representa un recorrido histórico y social cargado de tradición, observado desde la manifestación de un valor que sus actores le han dado. Se caracteriza por ser un lugar constituido por voces de sus ocupantes que por décadas han construido escenarios abiertos para el encuentro social y comercial en las ciudades (inicialmente las griegas), llegando hoy, después de transformaciones permanentes e históricas, a ser un espacio de apariencia comercial. Un espacio en todo caso de intercambio de costumbres y de pensamientos entre iguales, evidenciado en las prácticas sociales

puestas en escena de los diferentes contextos económicos y normativos. 219

Por tanto, se buscó inicialmente analizar la producción de subjetividad y saberes propios en un proceso dialógico con los actores presentes en la plaza de mercado, a partir del trabajo cotidiano en su espacio de interacción. Se realizó un proceso de análisis a los discursos existentes entre algunos actores de la plaza de mercado, ubicando como punto de partida los saberes propios e historias de vida, a través de un ejercicio de observación sobre los modos de compartir y transmitir el conocimiento de generación en generación. Así mismo, se analizó la producción de subjetividad a través de los procesos dialógicos, encontrando allí las injerencias que el contexto neoliberal ha podido tener con el colectivo presente en el escenario tradicional.

De esta forma se hizo evidente la necesidad por conocer las nuevas formas de comercialización en las plazas de mercado, los modos de socialización entre los comerciantes y los cambios experimentados a través de los diversos momentos históricos. En este contexto, surgió el interrogante investigativo ¿Cómo se configuran subjetividades a partir del reconocimiento de los saberes propios, en procesos dialógicos, en las plazas de mercado de Paloquemao (Bogotá), la Merced (México) y Zetaquirá (Boyacá) enmarcados en el contexto neoliberal?

Los saberes propios

Entender los saberes propios como puente de comunicación e interacción que enmarcan los modos de sentir, pensar, actuar y estar en el mundo de cada sujeto, permite ver la cotidianidad como un elemento fundante en las relaciones dadas en las plazas, al ser estas espacios de construcción histórica en las que ocurren tejidos entre unos y otros actores, que en su misma relación van construyendo subjetividades, es decir, el sujeto comparte con otros sus saberes desde su mismo autoconocimiento.

[…] a su propio ser, al momento de observarse, analizarse, interpretarse, narrarse, juzgarse, dominarse, en síntesis, cuando hace ciertas cosas consigo mismo. La 220

experiencia de sí, o subjetivación en términos de Foucault, está entrelazada con la subjetividad. La experiencia de sí es la que constituye al sujeto (LARROSA, 1995, p. 270).

Por tanto, el sujeto resulta de un entretejido constante, una construcción permanente de su forma de vivir en el espacio y las maneras de percibir las experiencias de su entorno. El sujeto en el ejercicio de interacción poco a poco va transformando su sentir y pensar, estableciendo allí la dimensión de nombrar una experiencia como parte de sí mismo; de modo que, el sujeto que pertenece a la plaza de mercado mantiene en su dinámica cotidiana la apropiación y vivencia de unos conocimientos propios de su entorno, entendidos como saberes propios, resaltando la raíz de esta práctica en el continente latinoamericano, constituyéndolo como propio del cono sur. Al ser la plaza de mercado un lugar al que acude la construcción ancestral de conocimientos, se entiende como lugar de concepción del saber, en la socialización de los pueblos o grupos de trabajadores ancestrales.

Ahora bien, la plaza de mercado se comprende como un espacio arquitectónico y simbólico, cuya estructura ha sido destinada para el desarrollo de una actividad económica y el comercio de diferentes productos básicos para la subsistencia de una sociedad, en este caso la alimentación. Las plazas de mercado acatan normativas capitalistas, lideradas por instituciones estatales, que vigilan la producción y comercialización de diferentes productos, se encuentran en la mayoría de las ciudades y se caracterizan por ser un punto de encuentro social en las que se manifiestan las

[...] influencias del lugar de implantación de sus locales comerciales dependientes del tráfico e influencia poblacional, configurando un espacio de interacción e intercambio de servicios y convivencia entre los habitantes y viajeros de diferentes clases económicas que se ubican sobre un punto neutral en las plazas del mercado” (BAQUERO, 2011, p.

8).

De esta manera logran consolidarse desde épocas pasadas, como un espacio destinado principalmente para el intercambio comercial; sin embargo, se han escalado al desarrollo de relaciones interpersonales y comerciales.

Para la época de la colonia la plaza de mercado, por ejemplo en Bogotá, funcionó en el día de mercado en el cual los comerciantes y la gente en general se volcaban al lugar para llevar a cabo el abastecimiento de sus hogares, espacios en los que se gestaban negocios, tratos y vínculos 221 de diversa índole; durante el transcurso de los años, y luego de establecer otros espacios alrededor de la ciudad para los mercados ubicados al frente de las iglesias o en la salida de los colegios en los años 90 en Bogotá, las plazas de mercado fueron modelo de abastecimiento hasta la llegada de los centros comerciales, que causaron su decaída (BAQUERO, 2011).

Ocurre entonces la entrada de “un nuevo modelo de abastecimiento más atractivo para la población donde la confluencia de servicios, la accesibilidad en el transporte masivo y la novedad de los nuevos nodos comerciales atrajeron a la nueva población” (op. cit.). Aparecen nuevas formas de comercio que llaman la atención y cambian un concepto construido por años, un espacio para el encuentro de las comunidades y las regiones, quedando únicamente para la ciudad como un valor histórico determinado de uso exclusivo de las personas de bajos recursos económicos; sin embargo, el desarrollo de dichos procesos comerciales diversifica las formas de interacción atendiendo a las necesidades de infinidad de sujetos.

En ese sentido los cambios sucedidos a partir del auge industrial y comercial en la cotidianidad de las plazas de mercado, se ubican desde el contexto neoliberal el cual se ha constituido como un modelo socio económico, que trae consigo nuevas formas de socializar, de entender la realidad y de querer ser sujeto. En este sentido estamos frente a dispositivos que generan nuevas subjetividades y que avanzan significativamente dentro de la cotidianidad de los sujetos, lo que constituye las formas de gobierno o de dominio de los grupos humanos. Para entender mejor este fenómeno, es oportuno tener en cuenta el planteamiento de Castro-Gómez (2010) citando a Deleuze:

El problema ya no es tanto de normalización de la subjetividad mediante el confinamiento disciplinario, en el que se extrae un trabajo útil de la moralidad de los cuerpos (brazos, piernas, manos etc.) sino la modulación de los flujos moleculares del cuerpo (afecto, deseos, memoria, atención, etc.) en espacios abiertos, ya que con su gestión dependerá la posicionalidad de los sujetos en un capitalismo que ya no es de producción, si no de marketing (CASTRO-GÓMEZ, 2010, p. 50).

Por esta razón el “neoliberalismo parte de que los individuos, aun los que se encuentran en los márgenes de la sociedad tienen la capacidad de incrementar su capital humano, mediante la creación, la innovación y el emprendimiento” (CASTRO-GÓMEZ, 2010, p. 51). En este aspecto, el neoliberalismo motiva constantemente al ser humano mediante el mercado a ubicarse en 222 determinada posición social o a su cambio total en el esquema de costumbres y valores que han asumido y practicado por años. Este es un claro síntoma del interés del sujeto por el cambio para poder estar al nivel del que otros gozan dentro del modelo.

En relación con lo anterior se resalta esta afirmación de la señora María Vargas (vendedora de lácteos en la plaza de mercado de Paloquemao) en relación con lo que espera a futuro de sus hijas y como se ven dentro de lo que les ofrece este contexto económico: “Ella tiene otros sueños, ella quiere irse a trabajar en un banco, tienes otros sueños distintos, en cambio a la otra, sí le gusta el negocio, ella es muy dulce con los clientes, hace mucha venta por teléfono, los clientes le compran mucho” (Vargas, María. Bog.20160918).

Los sujetos continuamente cambian sus intereses y costumbres adquiridas en su comunidad. Lo propio lo van cambiando por nuevas formas de vivir, por acciones vistas en el entorno, transformando los modos de estar en el mundo, adaptándose constantemente a lo que oferta el contexto sin decir con ello que deben desprenderse de su raíz, sigue siendo de vital importancia lo aprendido allí en la práctica cotidiana. Pero también es este espacio el que configura otros escenarios más positivos según en donde se ubique su historia, como el caso del día de mercado de Zetaquirá por la señora María Arguello: “por lo menos yo no quiero que sigan el mismo camino mío porque se sufre mucho aquí, uno se acaba mucho, ellos tienen que estudiar, salir adelante, superarse” (Arguello, María. Zet.20160326).

En tal sentido se afirma, que los modos de sentir y pensar del sujeto, es decir, la subjetividad son objeto de transformación dentro de este espacio de socialización, pues a partir de las prácticas intersubjetivas se dan nuevas configuraciones e interacciones comerciales, culturales y políticas como opciones que permiten reconocerse y conocerse a través del intercambio cultural. Se comparten habilidades, pensamientos, sentires o acciones producidos entre sujetos, como resultado de la interacción dada en los marcos imperantes, provocando configuraciones en el sujeto traducidas en nuevas formas de vivir los espacios, de pensar, de decidir y de comunicar.

Ahora bien, entendiendo la plaza como un espacio cultural y comercial, un aspecto fundante de su construcción es el conocimiento que sus actores poseen, saberes concebidos en los campos o provincias, ajenos a los modos de socialización presentes en las grandes urbes; sin embargo, las plazas de mercado al estar inmersas en las ciudades albergan un saber que ha tenido nacimiento fuera de dicho espacio. Para esta investigación, se observó en la ciudad de Bogotá y 223 en la ciudad de México a sus actores, quienes en su mayoría proceden de provincias rurales que, al llegar a un mundo de características capitalinas, se pondrán a disposición de nuevas normas y conductas de socialización. Por ello, en los hallazgos de la investigación se analizan las narraciones de desarrollo socioeconómico, cultural y de socialización de tres vendedores, en lo que han podido experimentar durante los últimos años, entendiendo que los saberes construidos en su infancia y juventud son el eje central de sus negocios en las plazas de mercado. Análisis que se realizó a la luz de un diálogo constante entre saberes a través de sus relatos de vida.

La investigación posiciona los saberes propios como fuente de conocimiento exclusivo, que emergen en la lucha frente a los saberes occidentales, concebidos por Santos (2009) como conocimientos ajenos a las comunidades, que buscan transgredir la identidad de los pueblos; sin embargo, ofrecen otras formas de adaptación y consenso, entre lo que se considera propio y ajeno. Entonces cuando se encuentran los saberes occidentales y los saberes propios, se da paso a los procesos subjetivos.

En consecuencia, los saberes propios empleados por los actores de la plaza de mercado han sido objeto de transformación a partir del desarrollo de prácticas neoliberales, de comercialización y socialización, que vienen permeadas por concepciones occidentales. Se evidencia que, en el espacio de las plazas, se han naturalizado prácticas o dinámicas que seguramente están alejadas de ser en sí mismas la materialización de un saber propio, por el contrario: ¿podrán ser las prácticas sociales en las plazas de mercado, experiencias concebidas desde el proceso neoliberal? Por ello, es necesario descubrir el significado que tienen las relaciones dadas entre los sujetos presentes en las plazas, explorar la diversidad de productos, de culturas, de modos de pensar y sentir que tienen particular significado para los mismos actores presentes en este espacio.

En este sentido, el sujeto se encuentra bajo un dispositivo, entendido como la relación o red situada histórica, espacial y temporalmente (MARTÍNEZ, 2014); para el caso, el espacio de la plaza de mercado representa relaciones que transforman y constituyen las formas de gobierno o de dominio del grupo de sujetos, es decir que allí se evidencia la constitución de sujetos que responden a las relaciones sociales de producción capitalista, las que se integran profundamente en su diario vivir. Para comprender los medios que usa el modelo socioeconómico imperante, se 224 entienden las normas dadas en la socialización como dispositivos que organizan y sitúan condiciones para reorientar los intereses del sujeto de forma velada, causando imperceptiblemente conformidad frente a la norma, frente a los modos de intercambio comercial, cultural, educativo y de ideales que están bajo los principios occidentales.

Anclaje Teórico

El trasfondo teórico de esta investigación se observa desde las categorías construidas en torno a conceptos como: socialización política, subjetividad, saber propio y neoliberalismo.

Esta investigación asume como fondo teórico la ecología de saberes, la cual cuestiona las relaciones de poder entre conocimientos y, por el contrario, reconoce las diferencias y diversidad epistemológica del mundo, promoviendo la justicia, la democracia y la solidaridad cognitiva. El diálogo de saberes permite comprender a los sujetos como partícipes activos en los espacios culturales, los mismos que configuran saberes y experiencias en la interrelación con el otro, razón por la que se exploran los conceptos de socialización política, subjetividad y neoliberalismo, abordados desde Castro-Gómez, Díaz, Foucault, Martínez y Santos, entre otros.

La investigación avanza en la ubicación teórica del saber propio como productor de subjetividad en un espacio caracterizado por aspectos tradicionales, como lo es la plaza de mercado, en la cual ocurren unas relaciones entre las prácticas sociales y las normas institucionales atravesadas por factores culturales productores de subjetividad.

Se asume la socialización política como un proceso individual y colectivo “a través del cual el sujeto internaliza la realidad externa en sus dimensiones natural y social, constituyéndose en realidad subjetiva” (ALVARADO; OSPINA, 2009, p. 57), el cual otorga la posibilidad de ser un tejido de relaciones heterogéneas que proporcionan al sujeto pensamientos, sentires y experiencias que van tejiendo las llamadas subjetividades, así mismo

[…] es también la socialización un término procedente de la antropología cultural, que trae en ella el sentido de proceso de transmisión de costumbres, creencias y prácticas en las sociedades tradicionales. De allí pasó a la Sociología, para designar la adaptación de las personas a los contextos sociales. La socialización política es, en realidad, una parte de esa adaptación. Por su intermedio, los miembros de una sociedad hacen propios los 225 principios, normas, valores y modelos de comportamiento, vigentes para la vida política de su sociedad (p. 249).

Así mismo, la socialización política como proceso social-humano consiste en ubicar una topografía conceptual en la cual se reconozca al sujeto como miembro de un colectivo que construye una dinámica social. El sujeto se encuentra dentro de un estatus cultural y comercial que lo orienta a comportamientos y manifestaciones en los cuales emerge, entendiendo que, dentro de esta dinámica, no hay un momento único en el que se socialice políticamente al sujeto, tampoco hay un momento final en el que en su finitud terrenal deje de ser socializado políticamente, pero además, y por lo anterior, no hay un proceso claro, transparente, unívoco, mediante el cual se constituya el proceso de socialización política y con él al sujeto político. Son pues múltiples los escenarios, discursos y prácticas que ayudan en la configuración de aquel, en tanto múltiples, no son lineales, estáticos, mecánicos, sino que se entrecruzan, se superponen, se enredan, se entretejen y forman parte del entramado cultural (DÍAZ, 2004, p. 175).

En este orden de ideas, el proceso de socialización implica procesos interculturales e interpersonales que facilitan relaciones que son conducidas a crear y recrear el espacio de socialización; en este sentido la socialización política cobra sentido en la estructura misma de los sujetos, en un espacio o en una época de la vida, es tan sobresaliente que sin el hecho de interactuar no se produce el intercambio cultural en el que trasciende los saberes y las costumbres.

De acuerdo con lo anterior, es necesario partir del interés por entender la complejidad de lo que es ser sujeto, el cual más allá de tener una identidad, definida o en construcción, es el entramado de relaciones que lo van definiendo como sujeto. Dicho entramado, organización de relaciones y resultado de interacciones sociales, es el resguardo de un sujeto que ha logrado construir nuevos significados y características,

[…] así que la subjetividad se entiende como la capacidad del sujeto para constituirse a sí mismo como individuo; sujeto que se constituye en relación con los otros, con ese otro, con el cual dialoga, y es ahí, en ese intercambio de lenguaje donde se constituye la subjetividad (MARTÍNEZ, 2014, p. 71).

Por lo tanto, es en la comunicación, en un proceso fundamentado en el diálogo con el mundo del otro -allí en la intersubjetividad-, donde se procura el sentir y pensar de sí mismo, el 226 lugar en el que se aproxima la configuración de la subjetividad tanto individual como colectiva. Sousa (1998) expresa que existe un sujeto multidimensional con carácter personal y colectivo, con habilidades para desarrollar una subjetividad ética, estética, política y ecológica capaz de producir nuevas realidades.

En consecuencia, los espacios sociales están dados para reinventar los ambientes sociales y políticos en los cuales se crean unas determinadas normas de vida, o se da continuidad a las relaciones establecidas (NIÑO, 2008). Este es un marco interesante para reafirmar los procesos de socialización propios que son llevados a espacios tradicionales, en los cuales se fomenta el crecimiento de las colectividades a partir de las mismas prácticas sociales cotidianas. Tal como lo afirma la señora María Arguello con esta expresión: “ya uno tiene su puestico y uno trae de todo y la gentecita le colabora a uno y uno también a ellos” (Zet.20160326); evidenciando la importancia de lo que construye el vínculo y las relaciones con los demás para la constitución de la subjetividad, la cual emerge desde el intercambio del lenguaje verbal y simbólico. Entonces se dan relaciones de diferente índole entre sujetos que obedecen a intereses y cualidades concebidas a través de sus procesos cotidianos, en este caso la compra y venta de productos, las cuales se manifiestan en relaciones de saber y poder.

De otra parte, de acuerdo al contexto neoliberal, se evidencian las reales incidencias que tiene el modelo socioeconómico, en los intereses de los sujetos. En este aspecto, el neoliberalismo motiva constantemente al ser humano, mediante el mercado y el consumo, a ubicarse en determinada posición social o a su cambio total en el esquema de costumbres y valores que ha ejecutado por años. Se resalta así la riqueza inmersa en lo que se reconoce como saber propio que ya no riñe con las otras formas de ver y entender el mundo, ya que exigen la complejidad y riqueza de la incursión cultural en la que se encuentran cambios para el abordaje a los parámetros del entendimiento de la cotidianidad (CECEÑA, 2008).

A partir de lo anterior se destaca la importancia del flujo de ideas, pensamientos y creencias, que se ubican en la mente misma de un colectivo, los cuales van a estar instaurados en las costumbres de una comunidad por largo tiempo. El tiempo presenta cambios en las relaciones sociales y políticas entre los saberes, y propone en las acciones de los pueblos nuevas interacciones que obedecen a la época histórica.

Siguiendo con esta línea de comprensión se conceptualiza la categoría de saberes propios 227 como una propuesta social y académica desde la epistemología del sur, que tiene como principal exponente a Santos (2010), quien la destaca como una posibilidad para nuevos procesos de valoración de los conocimientos y de la producción de las relaciones entre los saberes, en donde tengan oportunidad de emanciparse los grupos a quienes la injusticia y la desigualdad -causada por el capitalismo y el colonialismo- han discriminado. En consecuencia, es oportuno entender el diálogo de saberes como una práctica concreta nacida directamente de la experiencia vivida por los sujetos en diversos escenarios cotidianos y políticos.

Por ello, se piensa el encuentro dialógico como un todo que dinamiza el intercambio de narrativas, en lo que se da primordial atención a la diversidad y las diferencias como elementos enriquecedores y necesarios para este ejercicio, buscando impulsar la construcción colectiva del conocimiento a través del intercambio de ideas y comprensiones del mundo.

Ahora, en esta construcción colectiva, afianzada en la identidad y riqueza cultural de una comunidad en la misma diversidad fundante de las prácticas y creencias, es donde para Sousa surgen dualidades de saberes, en tanto aparecen “los saberes hegemónicos eurocéntricos de la administración pública, por un lado, y el saber popular de las autonomías indígenas” (DE SOUSA, 2012, p. 21). Esta es la relación más clara encontrada para el interés particular de lo que sucede en los espacios tradicionales a donde llegan a posicionarse los saberes hegemónicos, buscan trastocar, difuminar, transformar o erradicar un saber, una costumbre tradicional, construida a través de los años y de las experiencias prácticas de las comunidades.

En este mismo sentido De Sousa, “presupone sobre la idea de la diversidad epistemológica del mundo, el reconocimiento de la existencia de una pluralidad de conocimientos más allá del conocimiento científico” (2010, p. 50). Dicha pluralidad consiste en devolver lo quitado a las comunidades, puesto que son ellas quienes poseen el conocimiento puro y directo, desde la práctica, acerca de las formas de vida y dinámicas sociales. De Sousa continúa explicando que las creencias “son una parte integral de la identidad y la subjetividad” (p. 51) y en este sentido posiciona la creencia popular en la ciencia; y sin afanes, se puede afirmar que son las creencias rasgos determinantes en el conocimiento científico.

A partir de estas premisas, se aproxima un interés centrado a reconocer en la comunicación el medio para la transferencia de saberes, modelos y comportamientos de una 228 generación a otra, y así dar continuidad a la construcción de nuevos saberes. Son entonces las relaciones intersubjetivas puente para el conocimiento entre los sujetos.

En consecuencia, el proceso de intercambio dialógico implica la continuidad de tradiciones en las comunidades o grupo humanos con objetivos fijos, en donde se entiende el diálogo como propuesta para el encuentro, el reconocimiento del otro, el valor del saber construido en la experiencia de vida, como colectivo y en sí, en el pensamiento de ser comunidad. En ese sentido, el diálogo implica romper los moldes, aunque sea casualmente, y darse al encuentro sin limitantes o prejuicios, logrando establecer otros vínculos, otras complicidades y otros sentidos, en la socialización (CECEÑA, 2008).

Va más allá de la mera clasificación en un conocimiento científico o vulgar o popular, que sostiene desigualdad, también representa la declaración y afirmación que en el encuentro somos ambos constructores del saber, donde el sujeto como actor social reconoce el diálogo que debe inspirar todas las acciones y relaciones entre las comunidades: “Esto es que la “transformación” de las comunidades no podrá ser una meta de una organización, ha de ser dirigida por la misma comunidad desde el acompañamiento de los agentes externos” (CORDERO, 2005, p. 8).

Considerando así el asunto, la categoría de diálogo de saberes como referente conceptual y metodológico permite explorar, construir y deconstruir uno al otro. Considerándolo como la representación de una práctica social para la democracia, que dinamiza la interacción entre saberes, en vía de la construcción de la identidad, dándole vida al sentido de la palabra, rescatando la tradición de los abuelos en el gran significado del conversar, del compartir y sobre todo del escucharse. Se trata de volver a construir espacios de encuentro democrático donde la palabra, como dicen los mayores, se teje y se camina. Así también lo aborda Alfredo Ghiso:

[…] la práctica del diálogo de saberes emerge como intercomunicación que recupera al sujeto y niega su cosificación, su adoctrinamiento y todo ejercicio del poder. El diálogo de saberes, así entendido, es una práctica social fundamental en los procesos de construcción de sujetos y de construcción de la Democracia (2000, p. 26).

En el mismo sentido, se entiende el “arte de decir” y el “arte de hacer” en el proceso espontáneo de contar los cuentos populares que proveen al diálogo de un modelo que manifiesta la “habilidad del decir” mostrando en las artes que las “prácticas se producirían unas veces en el 229 campo verbal, y otras en el campo de las acciones” (CERTEAU, 1990, p. 88). En las artes del lenguaje y el diálogo, para este autor, se permite observar la trascendencia que tiene la palabra en las prácticas sociales.

Por lo dicho, la práctica social en la plaza de mercado permite pensar que, es el diálogo el movilizador de las experiencias pasadas a nuevas formas de ser y de interactuar dentro del mismo espacio. Seguramente no fue lo mismo entrar en el proceso comercial hace unas décadas, que a la forma actual del negociar y de socializar dentro de la plaza de mercado, por ello Ceceña, plantea que: “La complejidad caótica de la realidad exige explicaciones complejas y la naturaleza de los fenómenos reclama el protagonismo de los sujetos en los cuerpos explicativos” (2008, p. 15). Así entonces, el sentido que cobran las prácticas y las palabras de los sujetos, quienes son los actores sociales, son para el desarrollo de la socialización política aspectos fundamentales en tanto movilizan nuevas formas de interacción humana y otras formas de comercialización dentro del espacio de la plaza de mercado.

De otra parte, y muy cercano al diálogo de saberes, se toma como categoría el símbolo, reconociéndose como un aspecto fundante en el desarrollo del proceso social e intersubjetivo, se registra como elemento intrínseco a la vida humana y sobre todo esencial en los procesos sociales de los sujetos.

El sujeto, a partir de los símbolos, es capaz de manipular elementos de su experiencia en sus relaciones y proyectarse en nuevas situaciones; sin embargo, es necesario señalar que estos símbolos van más allá de un simple código, ya que se selecciona un símbolo y se combina cuidadosamente con el significado que una experiencia tiene para él (HALL, 1997). Los símbolos pueden ser palabras, cosas, situaciones, eventos, comportamientos, relaciones interpersonales, y/o cualquier cosa que tenga la función de marcar o especificar un sentimiento y que completaría el funcionamiento implícito que tiene el individuo.

Así que, al dotar de sentido a una imagen (LUKER, 1992) la capacidad de simbolización humana configura a cada sujeto en un mundo simbólico que moviliza la sociedad. Tal mundo en sí mismo tiene límites determinados de circulación tanto físicos como mentales, movilizando constantemente el actuar simbólico de los sujetos, que como base dirige el actuar en su entorno, siendo este espacio el que configura a los actores y formas de relación entre los sujetos. Allí surgen diversas posiciones identitarias propias que marcan sus límites en terrenos simbólicos, con 230 el uso de la transmisión de códigos que responden a orígenes culturales conectados directamente con historias de vida. Por lo tanto, algunas características simbólicas internas de la personalidad de cada sujeto, pierden importancia para él mismo, y dejan de ser perceptibles para el ojo del otro, pero al ingresar a un espacio cultural diferente al cotidiano, son estas características simbólicas las que ofrecen la ruta para el encuentro con el otro y la apertura de tal, en cuanto es representada. Como se entiende cuando Gerónimo Valentín nos dice: “lástima que tenga tanto trabajo, sino nos quedaríamos a platicar todo el día…. Para que me lleven a conocer Colombia, cuando vuelva aquí me busca aquí estoy los 350 días del año” (Mex.20151001); haciendo de su espacio individual uno para todos abierto al intercambio.

De allí que el sujeto logre concretar su identidad, a partir de la creación de lazos con otros, dando fuerza al sentido propio, a un espacio y una comunidad. Allí en la relación e interacción con la comunidad aparecen elementos simbólicos que hacen al sujeto aferrarse al espacio, al territorio de la plaza de mercado creando, de forma implícita, conexiones simbólicas que le permiten representarse y conectarse con sus raíces.

Finalmente, y para ubicar en un espacio físico el aspecto simbólico y dialógico, se

muestra el papel de las plazas de mercado urbanas para esta investigación, en las cuales, hasta hace muy poco tiempo, a los actores allí presentes se les reconoce como parte fundamental de la ciudad a través de acuerdos públicos que pretenden fortalecer la actividad económica y las acciones interculturales que allí son desarrolladas.

En este sentido y para entender la naturaleza misma de las plazas de mercado en la práctica, son lugares en los que el encuentro con la riqueza cultural, con la cotidianidad urbana y rural, son representaciones de la dinámica política y social a través de la historia del país. Es así como se establecen estos espacios como culturales, es decir, no sólo como distribuidores alimentarios de la gran urbe, sino como resguardo de prácticas tradicionales. Ahora bien, una característica vital de las plazas, para esta investigación, es el hecho de guardar un conocimiento propio del campesinado, el cual se entremezcla con el conocimiento occidental; además allí se reaviva constantemente el intercambio cultural que, a su vez frágilmente, está en un continuo combate, en términos comerciales, con los grandes supermercados. Y es allí, en estos espacios, donde es necesario reconocer y fortalecer el potencial real de los saberes tradicionales presentes 231 en cada espacio físico de la plaza de mercado, la cual ha sido víctima de segregación y marginalidad por su naturaleza campesina y poco formal.

Ahora se comprende por qué el sujeto está ubicado en un marco de socialización y producción de subjetividad, pues es importante analizar los procesos socioeconómicos con los que está interactuando el sujeto. No sólo se establecen relaciones que provoquen la necesidad de socializar con el otro, sino que además se establecen relaciones tras un objetivo económico de productividad. Esto obedece a las constantes exigencias que el medio de vida le hace al mismo sujeto.

Diálogo Metodológico

El diálogo metodológico se aproxima al problema de investigación visibilizando las prácticas sociales dadas en el contexto de la plaza de mercado para dar respuesta al interés investigativo, el cual hunde sus raíces en la vida cotidiana experimentada en los escenarios presentes en algunas plazas de mercado ubicadas tanto en la ciudad como en el contexto rural. En estos espacios, se privilegia el diálogo como principal herramienta y elemento dinamizador para tal sentido investigativo.

Las epistemologías del sur como sustento epistémico, representan una posición reflexiva en cuanto al significado de lo cotidiano y este como un espacio legítimo de conocimiento, en el cual los saberes son constantemente emergentes. De Sousa (2009) citado por la SED (2011) cuando propone una epistemología del sur, la cual asume como explicación histórica del caso latinoamericano frente a las lógicas hegemónicas del mundo, en contraste con los modelos de desarrollo, evidencia que la mayoría de la sociedad tiende a menospreciar y negar los conocimientos propios. Es así que, a través de todo su análisis, se da la propuesta epistemológica de la ecología de saberes, en la cual se plantea el diálogo entre saberes e ignorancias, o ignorancia de otro diferente; de modo que rompe con la lógica uniforme de la ciencia, en donde sólo un tipo de conocimiento es válido.

Dichas lógicas diferentes de conocer el mundo se enmarcan dentro de la solidaridad, la cual se ve enfrentada en la realidad a la necesidad de darle orden al caos, lo que busca la ciencia 232 occidental; por lo tanto, el subir un poco el volumen de lo que se habla, se desarrolla y se legitima en medio de la plaza, es la oportunidad perfecta para visibilizar lo invisible, lo inaudible.

Por ende, el diseño de esta investigación se realiza con base a una de las ideas centrales de las epistemologías del sur: “La ecología de saberes”. En la investigación social cualitativa no existe una estandarización de una estrategia en específico, sino que por el contrario se caracteriza por la combinación de varias de ellas, lo cual imprime una cualidad importante a la investigación, la flexibilidad guiada al reconocimiento de la cotidianidad como práctica real de los sujetos. En la práctica de su cotidianidad, doña María hace este aporte:

Bueno a mí la gente me admira mucho, por la constancia. La gente le pide a uno consejo, porque me han visto que si gano $20, no gastar $40, porque ese es el éxito de un negocio, porque mucha gente no sabe administrar la plata, se ganan 20 pesos y se quiere gastar 40. Y así no son las cosas (Vargas, María. Bog.20160918).

Aquí cobra significativa fuerza el ejercicio dialógico y la palabra se presenta como el anclaje principal dentro del proceso. Práctica dialogante en la que los sujetos presentes en la plaza de mercado y actores de nuestra investigación tuvieron la oportunidad de reflexionar sobre sus propias experiencias de vida.

Por tanto, creando un ambiente para compartir en el espacio de la plaza de mercado, se buscó que, en las disertaciones, la palabra fuera la que construyera el camino investigativo más pertinente, lo cual responde a la utilización de metodologías cualitativas de investigación que valoran los saberes y las prácticas comunitarias. Se hace una reflexión crítica que mantiene la conciencia de aprendizaje del y para el colectivo, en un contexto de encuentro y de respeto a la diversidad de saberes y conocimientos.

El diálogo de saberes se sustenta en dos premisas: por un lado, que la comprensión del mundo es mucho más amplia que la de la comprensión occidental; por otro, que la diversidad del mundo es infinita, una diversidad que incluye modos muy distintos de ser, pensar y sentir. Ello cuestiona el concepto de ignorancia no como el punto de partida, sino como el de llegada, entendiendo a la vez que no existe un no conocimiento o saber en el sujeto, así que en el encuentro se rompe tal apreciación y se brinda la capacidad de aprender del otro sin olvidar el propio saber.

En consecuencia, el diálogo de saberes se comprende como un enfoque dentro de la 233 educación popular e investigación comunitaria, por el amplio reconocimiento de los sujetos participantes como constructores de conocimientos grupales que resignifican y potencian los procesos investigativos.

Ahora bien, en cuanto al diseño y la planificación del análisis y reflexión en el espacio de la plaza de mercado, se reflejó un proceso de organización previa en la que los actores del espacio intervienen a través de su discurso y permiten la observación y análisis de sus dinámicas en procesos de subjetivación y sujeción experimentados durante la socialización.

Para ello se hizo necesario observar las interacciones cotidianas de la comunidad de las plazas de mercado en cuanto a sus saberes propios y lo normalizado por la socio-economía moderna; teniendo en cuenta lo que esto implica, se realizó un análisis desde las tensiones existentes entre las prácticas sociales y los marcos institucionales en la condición neoliberal, con un interés específico en los saberes propios.

Así que entendiendo como enfoque investigativo el diálogo de saberes en conexión con las técnicas utilizadas en la investigación acción y la investigación comunitaria y social, los instrumentos usados para la recolección de información fueron la observación participante y la entrevista no estructurada, analizadas a la luz del interés por conocer las transgresiones en los saberes propios y los procesos subjetivos desde el neoliberalismo, en el ejercicio dialogante.

Finalmente, en la etapa de análisis de datos, el proceso resultó en dar respuesta a las preguntas de cómo se produce subjetividad a partir de los saberes propios y cómo a través del diálogo de saberes se da cuenta de la producción de subjetividad en las plazas de mercado mencionadas para el proceso de investigación. Se hizo necesario dar claridad a estos aspectos, con el fin de comprender en la práctica cotidiana cuál ha sido el impacto positivo o la transgresión a la subjetividad en los actores presentes en un espacio cultural.

Hallazgos

Visitar las plazas de mercado permitió observar un espacio al que acuden sujetos que provienen de diferentes espacios, la situación económica y política de diferentes momentos les brinda la oportunidad o la exigencia de trasladarse a ciudades, en donde encuentran otras formas 234 de organización a nivel social, político, económico y por supuesto cultural, lugares distintos a sus espacios rurales tradicionales. Sin embargo, como el sujeto ha sido formado en espacios ancestrales, que en la misma interacción les permitieron constituir una experiencia de sí, una subjetividad que traslada una parte de la provincia, una serie de expresiones interiorizadas por el sujeto.

Dicha subjetividad es en sí misma desconocida por el sujeto, puesto que opera en el exterior de manera natural, pero sólo al llegar y contraponerse a otros dispositivos, a otras formas de organización propias de la urbe, se manifiesta como conocimientos que marcan una manera de expresión, de actuar y de pensar. Por tanto, encontrar espacios permeados por saberes y costumbres de origen occidental matiza la subjetividad en el proceso de transformación de los saberes propios transgredidos por los saberes occidentales.

Por ello se afirma el saber propio como el conjunto de conocimientos enraizados en la cotidianidad de los sujetos, para su construcción se utilizan como herramientas, sus propias experiencias de vida como elementos inalienables de conocimiento alternativo, el cual no debería ser subestimado en relación con el pensamiento occidental. “En este sentido, resulta imprescindible una conceptualización de cultura popular que movilice desde las prácticas culturales a los sectores populares en torno a proyectos comunes, que aseguren, en última instancia, la legitimación de identidades populares” (BRITO, 2008), lo cual implica un cambio de mirada hacia el interior de cada uno de los sujetos como transformadores de su realidad: “… ontológicamente se plantea que la realidad no es única, sino variable, dinámica y múltiple, de modo que sobre ella no es posible lograr un conocimiento último ni definitivo (PERDOMO, 2002), y es allí donde el sujeto del común halla la fuente inagotable de conocimiento que día a día es transformado y enriquecido por el “hombre del común”, el cual puede considerarse científico social desde esta perspectiva.

De otro lado también se resalta que los vendedores de origen rural, radicados por años en la ciudad y que cuentan con un amplio recorrido y experiencia en las plazas de mercado urbanas, ingresan necesariamente a la afanosa carrera de la industrialización, como lo plantea la señora María:

235

Por las exigencias de la higiene, ahora se debe llevar el producto en carros especializados, porque si uno no obedece ellos toman sus medidas, y estudiaron para hacer cumplir los reglamentos. Ellos dan un plazo, para organizarse la gente, y ahora debe ser en cajas, en furgones con Thermo King. Entonces la gente ya se va educando (Vargas, María. Bog.20160918).

En el mismo sentido, la incidencia de otros contextos demarca las maneras de trabajo y de

interacción del sujeto con la realidad, por ello don Gerónimo también relata:

[...] estuve en Italia, fui a cosechar chiles es muy diferente aquí y allá, como en Canadá. Es que allá es muy diferente que aquí la empacación, allá no más se corta se echa al carro y vamos para la plaza. En otras partes no, hay que acomodarlo empacarlo en cajas por tamaño, por color, en piezas en cajas, en otros países todo viene del mismo tamaño. Aquí no, aquí viene todo parejo pequeño, grande (Valentin, Gerónimo. Mex.20151001).

Estas dinámicas por más que intente enmascarar su sentido cultural e histórico son constantemente permeadas y perforadas por el establecimiento general de normas que obedecen a intereses netamente comerciales de orden industrial y encaminados a la riqueza económica más no cultural con las que evidentemente los actores presentes en la plaza no refutan, pero si naturalizan en medio de sus prácticas cotidianas, punto en el que se resalta la gran creatividad de los mismos en seguir impregnando este escenario de un cierto poder místico cargado de historia y sentir rural, creando en medio de tal ejercicio sincrético un aura de pertenencia y experticia empírica en base a experiencias subjetivas enraizadas allí.

En el mismo sentido se observa lo que simboliza el recorrido del producto y su comercialización urbana, ya que sigue siendo la plaza de mercado pero con un estándar comercial moderno. Lo que es expresado en un proceso interno de equilibrio entre lo concebido como tradicional y autóctono y lo moderno; como ejemplo de ello, las nuevas normas de empaque en cuanto a presentación del producto, refrigeración, almacenamiento y demás exigencias comerciales que anteriormente refieren los entrevistados.

La plaza de mercado transporta discursos propios de las zonas rurales, en donde las prácticas se traducen a los modos de producción económica, evidenciando los saberes de los campesinos que han permitido a través de los años la producción agropecuaria. En este sentido se observa también que la definición de la economía en los campesinos tiene su relación directa con el aspecto climático, es decir que los vendedores reconocen el verano como un aspecto que dispara los precios de los alimentos, ya que en época de verano el precio de los alimentos se sube. 236

(Arguello, María. Zet.20160326). Así mismo se evidencia en el discurso de la comerciante la necesidad por cultivar sus productos de manera sana, usando la mínima cantidad de insumos químicos, lo que causa mayor resultado para el rendimiento de la plantas y productos de origen natural y de buena calidad. Todos estos eventos nos muestran los diferentes aprendizajes y prácticas que se realizaban en las épocas anteriores y lo que hoy en día se realiza, logrando evidenciar los cambios que se dan a través del tiempo gracias a la intervención de la tecnología, la biotecnología y las nuevas prácticas que se desarrollan para agilizar los procesos de producción agrícola, buscando economizar en la inversión de mano de trabajo.

En cuanto al hallazgo en los mercados de origen municipal, también llamados mercados por días, la labor de vender para sus comerciantes tiende a ser bastante exigente y agotadora, además de que, para muchos tras años de trabajo en el comercio de productos perecederos, no logra mejorar las condiciones de vida.

Allí se establecen dos opciones para los saberes implícitos en las prácticas de los campesinos. Como suele ser más rápido el avance del capitalismo que los consume con las deudas disfrazadas de promesas de desarrollo, perpetuando un círculo vicioso en el que se hacen cautivos y su labor se convierte más en una lucha por sobrevivir, rompiendo el flujo y con ello la transmisión o construcción de saberes propios, una opción entonces es mirar hacia el futuro de su descendencia de otro tipo, como el académico y cosmopolita. Otra opción es la enseñanza de los saberes de padres a hijos, fundamental para implementar el trabajo en la producción, pues los sujetos que han cultivado y vendido por largo tiempo atribuyen los buenos resultados a las prácticas agrícolas usadas; por ejemplo, como en el ejercicio de la comercialización y la producción se le da importancia al color, olor y texturas de los productos para definir la calidad de los mismos, dicho aprendizaje en la experiencia de los padres se trasmite en la instrucción dada de los hijos que en un futuro serán los campesinos que llevarán los productos a las plazas municipales y distritales de las grandes urbes.

Así se da un gran avance en el despliegue de los saberes propios, a lo cual aporta de manera significativa la unión de varias miradas subalternas nacidas desde el sur como otra manera de comprender el mundo, instaurando esas otras formas de pensamiento y sobre todo de producción de conocimiento diferente; el que aparte de enfrentarse al tradicional es también 237 aceptado por su atractivo origen occidental, que llega para construir otras formas de ser y estar en el mundo.

Por ello son innumerables las ideas instauradas por el modelo neoliberal en la mente de los sujetos a través de su cotidianidad, en la que se deben seguir unas maneras específicas de ser y pensar con el fin de encajar en las nuevas formas de desarrollo, pero que a través de nuevas perspectivas de conocimiento de origen crítico posibilitan esas otras maneras de legitimar un conocimiento nacido del sujeto común, donde su saber cumple un papel fundamental en las nuevas formas de producción de conocimiento que, sin lugar a dudas, abren una puerta a la posibilidad de una realidad diferente, la cual toma precisamente como punto de partida de conocimiento renovador, inagotable y canalizado por los sujetos, siendo capaz de contraponerse al orden imperante de una idea mercantilista legitimada durante décadas.

Es así como la plaza de mercado representa un prisma de culturas en la que cada una tiene su espacio y diariamente se encuentran, ofreciendo un entramado de historias de vida que contrastan con la colorida ruta de cada pasillo, vislumbrada por los colores vibrantes y multiplicidad de olores de las verduras, las frutas, las flores, el pescado que son ofrecidas cálidamente por los vendedores, que no sólo ofrecen un producto, sino que lo entregan como símbolo de intercambio, llegando a ser excusa dialógica, en donde circularmente se tejen experiencias propias, necesidades de bienestar propio que se buscan en un producto, el cual representa una puntada para el tejido del saber, un saber que al ser comunicado en casa o en la calle podrá replicar el bienestar a toda la comunidad. Es el caso preciso de los encuentros en los pasillos de las hierbas medicinales.

En relación con lo anterior, se entiende que los saberes se heredan y se mantienen por generaciones, es parte de una herencia familiar, que conserva tal oficio en los mismos espacios, esperando que dichos espacios respondan al contexto cultural en el cual fue concebido dicho saber. Es decir que los intereses que transversalizan toda práctica de socialización están enmarcados por un mundo simbólico construido por décadas.

Allí oculta está la sapiencia del campesino, ya permeada por un sinfín de adelantos tecnológicos, que hacen de los que fueron productos orgánicos, hoy imponentes cultivos penetrados por la industria química. En el discurso del comerciante se descubre la práctica propia 238 del riego para fumigar y mitigar las consecuencias de los parásitos o insectos en las plantas, a través de mezclas de jabones, ají y ceniza para fumigar las plantas. Así mismo, años atrás, no se usaba fumigadora de motor o manual, sino que con los ameros de las mazorcas se esparcían los batidos que los campesinos preparaban para fumigar; tampoco se usaban tapabocas, sino una tela rústica para cubrir el rostro (Arguello, María. Zet.20160326).

Estos, datos corresponden a las prácticas de cultivo que los sujetos han venido desarrollando en la familia o en las comunidades de campesinos, evidenciando que el sujeto a medida del tiempo ha venido consolidando los parámetros para la siembra y la cosecha; sin embargo, en la actualidad se observa una perspectiva de producción agropecuaria diferente, en la que se hace cada día más difícil mantener lo natural y verdaderamente orgánico; siendo lamentable el panorama, se muestra más el avance sistemático del capitalismo salvaje, ya los tiempos de la luna para la siembra se desconocen y son las hormonas las que minimizan el tiempo de cosecha ofreciendo un ingreso económico rápido, es decir, un avance del control neoliberal dentro de las nuevas formas de agricultura que transgreden abruptamente los modos de cultivo propios de los campesinos.

Por ello, es evidente que la plaza por encima de cualquier tipo de normalización, representa la conexión del campo con la ciudad, no sólo como surtidor alimenticio, sino como un espacio de consenso entre lo establecido por el mercado global en un sentido capitalista y por lo que pervive en su interior representado en este caso en los conocimientos de cada actor presente y caminante en este escenario, cuyos origens económicos, culturales, sociales y comerciales están transversalizados por diversas formas de ser y estar en el mundo, mismas que no riñen allí, por el contrario ofrecen fuerza a su existir.

El Tejido, Como Consideraciones Finales

Tal inquietud subyace en la transición y/o transformación sucedida en los saberes propios a partir de lo dispuesto en el contexto neoliberal. Entendiendo que los saberes propios se movilizan permanentemente en las plazas de mercado, están presentes en los procesos de producción, cuidado y futura comercialización de un alimento, el saber está presente en la misma 239 forma de comercialización, en la disposición que un vendedor tiene para su cliente. Los momentos dados en la expresión gestual y el lenguaje demarcan el diálogo con el otro; el ejemplo, la búsqueda de convencer al comprador y asesorar sobre el beneficio de determinado producto, marcan la intensidad del sentir y pensar de cada sujeto. Estas expresiones muestran la forma en que se vive y se habita un territorio. Demuestran que los saberes propios allí inmersos, son conocimientos, habilidades y creencias concebidas en la práctica social, cuyo origen fue heredado de los ancestros.

Pensar la plaza de mercado urbana como un territorio, que al recoger experiencias de vida cuyos orígenes han sido espacios ancestrales, permite el reconocimiento constante y mutuo de las experiencias de los sujetos participantes, para quienes el desarrollo de las experiencias investigativas caracterizadas por ser polifocales, posibilitó las diferentes miradas tanto de sí mismo como de su entorno, y así mismo dió paso al intercambio de conocimientos y formas de apreciar el mundo, reconociendo la existencia y su resignificación a través del diálogo constante.

Se encontró que inserto en la práctica dialógica, emerge la práctica social del intercambio de saberes, dado en el ejercicio comercial y la constitución de nuevas prácticas en la plaza de mercado, marco físico en el que convergen diversidad de sujetos provenientes de diferentes regiones del país, caracterizado por amplias gamas de riqueza cultural, ancestral, en productos alimenticios y culturales; por tanto, se entiende la plaza como un espacio que contiene saberes y produce subjetividades.

De otra parte, las normas referentes al manejo de los productos de consumo humano están acordes a políticas de salud enfocadas a la protección y el bienestar del consumidor, son principios normalizadores que controlan al consumidor y al comerciante de acuerdo a un orden que no perjudique al mismo estado. En este orden de ideas, se observan diferentes normas de funcionamiento para las plazas de mercado y para los vendedores ambulantes, que obedecen a principios gubernamentales y en los que priman los sentidos capitalistas por encima de los intereses del sujeto y del comerciante presente en la plaza.

En la investigación se encontró entre otras cosas que los comerciantes han realizado su negocio a través de los años, bajo sus principios y el saber empírico adquirido en la experiencia.

Ha sido la normatividad la que ha cambiado dichas prácticas. Esto ha perfeccionado en gran 240 medida el comercio, el desarrollo económico e industrial dentro de la plaza, aumentando los ingresos de los comerciantes llamados mayoristas; sin embargo, se cierran las oportunidades de negocio para los pequeños comerciantes, quienes, al no cumplir con las normas impuestas, no pueden hacer parte de la dinámica comercial imperante en los espacios de la plaza de mercado.

En donde se reconoce que los saberes han sido el resultado de prácticas agrícolas que, a

través de los años, dan un resultado favorable para los requerimientos de la producción económica propia de la comunidad, es decir, a unos marcos institucionales que orientan el desarrollo de diferentes prácticas, que, al ser parte de la vida cotidiana de los sujetos, van provocando los medios para el desarrollo de la economía campesina.

Las relaciones de poder en lo subalterno nos revelan otras opciones para la constitución de la realidad de los sujetos que confluyen en el espacio cotidiano de la plaza de mercado, donde día a día se entretejen nuevas realidades que van colocando un punto de partida en el saber hacer, saber vender, saber comprar, saber negociar, saber cuidar, saber usar y en otros tantos saberes que cotidianamente se reformulan en estrategias que sostienen un negocio familiar o individual, con un fin popular que resguarde las costumbres y prácticas que vienen de tiempo atrás. Es en estas relaciones intersubjetivas que se producen otras relaciones, otras formas de pensar y de vivir la plaza de mercado. Son estas las relaciones que reafirman el territorio comercial tradicional urbano como un productor de subjetividades. Son estas dinámicas las que seguramente obedecen a los marcos instituyentes, pero que albergan los sentires propios y las prácticas que obedecen a necesidades colectivas, las que reavivan constantemente los sentires latinoamericanos y el pulsante fluir del sur, que construye a la par del orden, una realidad subalternizada, que traduce, sincretiza y configura esas otras formas de ser y estar, pues finalmente lo otro en lo mismo es posible.

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Anexos de investigación

• Gerónimo Valentín. En: entrevista número 1 Mex.20151001

• María Arguello. En: entrevista número 2 Zet. 20160326

• María Vargas. En: entrevista número 3 Bog.20160918



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