Trabajo Social

La convivencia entre la masculinidad hegemónica y las nuevas masculinidades. ¿Es posible el ejercicio de una masculinidad antipatriarcal?

The coexistence between hegemonic masculinity and the new masculinities. Is the exercise of an anti-patriarchal masculinity possible?

Claudio Omar Robles *
Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), Argentina
Pamela Rearte **
Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), Argentina
Sandra Robledo ***
Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), Argentina
Florencia Santoriello ****
Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), Argentina
Silvia Mariel González *****
Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), Argentina
Martin Yovan ******
Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), Argentina

La convivencia entre la masculinidad hegemónica y las nuevas masculinidades. ¿Es posible el ejercicio de una masculinidad antipatriarcal?

Revista de Investigación del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales, núm. 19, pp. 87-107, 2021

Universidad Nacional de La Matanza

Recepción: 30 Septiembre 2020

Aprobación: 16 Marzo 2021

Resumen: Enmarcado teóricamente en los estudios antipatriarcales e inscripto en el área de Derechos Sociales, Humanos y Ciudadanía, este artículo expone los resultados alcanzados a través del proyecto de investigación PROINCE 55 A/224 “Nuevas masculinidades. Orígenes y perspectivas de las organizaciones de varones antipatriarcales”, radicado en esta universidad y desarrollado durante el periodo 2018-2019.

Contextualizado en las problemáticas de los géneros, refleja el modo como se construyen socialmente las nuevas masculinidades, en virtud de reconocer la diversidad de experiencias e identidades masculinas existentes, conducentes a la deconstrucción de miradas reduccionistas y heterocispatriarcales.

Expone el análisis de los datos empíricos obtenidos a partir de la aplicación de una encuesta autoadministrada mediante la plataforma Google Forms, a una muestra conformada por 1.255 varones comprendidos entre los 18 y 88 años de edad, residentes del territorio argentino.

Palabras clave: Patriarcado, Géneros, Nuevas Masculinidades.

Abstract: With an antipatriarchal studies theoretical frame and within the domain of social, human and citizen’s rights, this article presents the results achieved through the PROINCE 55 A/224 research project; “New Masculinities, origins and perspectives of antipatriarchal male organizations”, with basis on this university and developed during the period 2018-2019.

Contextualized in gender issues, it reflects the way in which new masculinities are socially constructed, by virtue of spotting the diversity of existing masculine experiences and identities, and with the aim of deconstructing reductionist and hetero-cis-patriarchal views.

This research presents the empirical data obtained from online surveys carried out using the Google Forms platform, to a sample of 1255 male residents of Argentina, aged between 18 and 88.

Keywords: Patriarchy, genders, new masculinities.

Introducción

Abordar la categoría masculinidades implicó remitir a los movimientos feministas que cuestionaron originariamente la/s desigualdad/es entre los géneros. Esto en función a que fueron las mujeres las primeras en interpelar su lugar en la sociedad, el ámbito público y el hogar, a la vez que visibilizar la naturalización de las relaciones de opresión a las que estuvieron sometidas socio-históricamente. Consideramos estos hechos, aportes fundacionales al estudio de la/s masculinidad/es e investigaciones centradas en los privilegios otorgados por el patriarcado a los varones por su sola condición de tales.

Inscribimos este trabajo en el campo de estudio de los géneros, y en particular, en el de las masculinidades, concibiendo como objetivo general caracterizar las nuevas masculinidades en tanto expresiones contrahegemónicas y disidentes de las perspectivas de género impuestas por el patriarcado. De modo tal que explorar los procesos de construcción y deconstrucción de la/s masculinidad/es dentro del contexto de cuestionamiento actual al paradigma patriarcal, fue el propósito que iluminó nuestra ruta investigativa. Entendemos que se trata de un área de vacancia en las ciencias sociales puesto que los estudios nacionales sobre esta temática resultan aún incipientes.

Resulta evidente que no existe un único modo de ser varón; que emergen en nuestra sociedad nuevas masculinidades que –con sus potencialidades y con sus limitaciones- producen una ruptura con la norma hegemónica de la masculinidad, cuestionan los privilegios de ser varón y el mismo orden patriarcal. Se trata de un proceso lento y aún insuficiente, pero indispensable para la consolidación de una sociedad más equitativa.

El reflejo de cómo construyen la/s masculinidad/es y cómo actúan en consecuencia los varones, es el producto que presentamos como conocimiento generado a partir de la indagación y análisis de las categorías masculinidad, masculinidad hegemónica y nuevas masculinidades, así como las de patriarcado, géneros y diversidad.

Las dimensiones que de ellas se desprenden nos orientaron en el abordaje de la masculinidad -en singular- hegemónica y sus principales mandatos, así como en lo que atañe a las nuevas masculinidades, en tanto expresiones no hegemónicas respecto de aquella que se instala como mandato heterocispatriarcal, que no solo constriñe a las femineidades, hijas/os y familias en general, sino también a los propios varones. En este sentido, consideramos que la relevancia de este artículo radica en la intención de contribuir en los procesos de deconstrucción, a fin de evitar toda acción tendiente a la reproducción y perpetuación del patriarcado.

Material y métodos

Con relación a la estrategia metodológica, este proyecto recurrió al uso de procedimientos de la investigación cuantitativa. Cabe aclarar que la muestra no pretendió establecer tendencias ni generalizaciones estadísticas, sino de disponer de un cúmulo de información y de aportar elementos para la reflexión y problematización de la temática, en un contexto social de lucha feminista y transformaciones en materia de géneros.

El trabajo de campo se realizó durante el periodo comprendido entre el 1 de abril y el 23 de mayo de 2019. La recolección de datos primarios se concretó mediante la aplicación de un cuestionario autoadministrado a través de la plataforma Google Forms, de acceso libre a través de la web, constituido por 35 preguntas -8 de tipo abierto y 27 cerradas-. Todas ellas, direccionadas hacia la captación de las nociones que los varones poseen acerca de la/s masculinidad/es y las prácticas sociales que consecuentemente desarrollan. Toda la información fue sistematizada en una matriz de datos, que sirvió de base para el análisis e interpretación de la información recogida.

El recorte geográfico de la investigación inicialmente no tuvo restricción; luego, por criterio metodológico, se circunscribió solo a residentes de la República Argentina. Se trabajó, así, con una muestra compuesta por 1.255 varones, cuyas edades oscilaron entre los 18 y 88 años. Los únicos requisitos de inclusión establecidos fueron autopercibirse como varón y ser mayor de 18 años de edad.

El despertar de masculinidades contrahegemónicas. Nuevas formas de ser varón

Las primeras producciones de carácter científico que abordan el tema de las nuevas masculinidades datan de los años ochenta. Las mismas surgen como respuesta a las consecuencias negativas que genera el patriarcado a nivel familiar, social y comunitario. Lo distintivo de esta etapa resulta ser que el impulso al estudio del tema está dado por los propios varones, quienes cuestionan e interpelan la construcción de su masculinidad.

A los movimientos feministas de los años sesenta y setenta se suman los varones con un discurso y prácticas de lucha por la igualdad de género, de resistencia al patriarcado y a la masculinidad hegemónica como único modo aceptable de ser varón.

Sobre el concepto de patriarcado existen numerosos estudios que brindan aproximaciones respecto a su creación, reproducción y perpetuación. Etimológicamente, el término patriarca proviene del latín y este del griego patriarches, donde patria significa descendencia, familia, y arche, mandar. Dicha enunciación nos aproxima a sus bases; sin embargo, hoy podemos reconocer al patriarcado como un sistema de dominación de los varones por sobre las femineidades que se extiende más allá del ámbito doméstico.

Sobre el patriarcado, Lerner (1990) a través de su obra La creación del patriarcado, evidencia que este sistema se ha desarrollado durante 2.500 años atravesando distintos momentos, es decir que se ha iniciado en alguna etapa de la historia. Ello permite inferir que, así como se gestó, gracias a la incidencia de diferentes factores, es posible que también pueda generarse un proceso que le otorgue su fin.

En tanto, para Adrienne Rich el patriarcado se define como:

sistema familiar y social, ideológico y político con el que los hombres, a través de la fuerza, la presión directa, los rituales, las tradiciones, la ley, el lenguaje, las costumbres, la educación y la división del trabajo, determinan cuál es o no es el papel que las mujeres deben interpretar con el fin de estar, en toda circunstancia, sometidas al varón (en Yáñez y Sabrina, 2013, p. 2).

Mientras que, para Azamar Cruz (2015) “el patriarcado se instituye sobre la coerción de la práctica obligatoria de la heterosexualidad como norma, de manera que la heteronorma funda el patriarcado, que no es patriarcado a secas, sino heteropatriarcado” (p. 60). Identifica que, a lo largo de la historia, dicha institución dominante asume diferentes formas para resistir y perpetuarse.

Otros autores hacen alusión al maridaje entre capitalismo y dominación masculina (Hazaki, 2012), sosteniendo que el patriarcado como sistema no ha perdido su capacidad para reproducirse y reciclarse. A su vez, el autor, recurriendo a Volnovich afirma que capitalismo y patriarcado cabalgan juntos, son mutuamente complementarios y se potencian recíprocamente.

Por otra parte, Ochoa Holguín (2008) advierte que la masculinidad se construye culturalmente, explicando “lo masculino” a partir de la condensación de seis perspectivas: 1) Conservadora: reafirma roles de género tradicionales, hombre proveedor económico, protector y parte de la “naturaleza masculina”. 2) Pro-feminista: plantea que la masculinidad es el resultado del privilegio de los varones y que tiene efectos negativos sobre estos. 3) Derechos de los hombres: propone que los hombres son “víctimas” de una masculinidad tradicional, se opone al feminismo porque no ha generado para los varones las mismas opciones que ha logrado para las mujeres. 4) Socialista: parte del planteamiento del capitalismo patriarcal, define las masculinidades asociándolas a distintos tipos de trabajo y al control de éste por parte de unas clases para dominar a otras. 5) Mitopoética: explora los niveles profundos de la universalidad transhistórica de la masculinidad en los arquetipos junguianos, como el del guerrero, el rey, el mago y el del amante. 6) De los grupos específicos: asegura que no existe la universalidad de la masculinidad y que ésta varía según la clase, grupo étnico, preferencia sexual, edad, etc., donde convergen las homosexualidades, las etnias, las prácticas religiosas.

En tanto, Hernández (2008) señala que, si bien el análisis de clase es importante para el abordaje de las masculinidades, éste debe integrarse a otros estudios como los de generación, etnia y región para tener una comprensión de las mutuas influencias de todos y cada uno de los cambios que se están dando en los varones y en las identidades masculinas.

En otra de sus líneas de análisis, Hernández (2008) señala que la construcción y significados de las masculinidades han estado enfocados en el comportamiento tanto público como doméstico de los hombres, criticando así las dicotomías de lo público -para los hombres- y lo privado -para las mujeres-. Referencia en este caso a Bastos, quien desde una perspectiva doméstica analiza cómo las mujeres, desde diferentes posiciones y estrategias, negocian relaciones de poder con los hombres en diferentes ámbitos y situaciones de interacción social.

Olavarría (en Aguayo y Nascimento, 2016) expone que en las últimas dos décadas se fue planteando en la región que las masculinidades son extraordinariamente diversas y están situadas, histórica y culturalmente; y que se ha debatido sobre algunos asuntos relevantes, como el impacto de las prácticas nocivas de los hombres sobre la vida de las mujeres, de las/os niñas/os y sobre otros hombres, tanto en los espacios privados como públicos. Agrega que, en los últimos coloquios internacionales de estudios de varones y masculinidades, los temas con mayor presencia de comunicaciones han sido la violencia, la paternidad y la diversidad sexual LGTBIQ+.

Una dimensión interesante que se impone a la hora de adentrarnos en el mundo de las masculinidades es la de las emociones, o, mejor dicho, la negación de éstas, dado que, en su socialización, los varones no son estimulados a expresarlas, en particular aquellas que puedan mostrarlos como débiles o “maricones”.

Los hombres se convierten en ollas de presión. La falta de vías seguras de expresión y descarga emocional significa que toda una gama de emociones se transforma en ira y hostilidad. Parte de esta ira se dirige contra uno mismo en forma de sentimiento de culpabilidad, odio a sí mismo y diversos síntomas fisiológicos y psicológicos; parte se dirige a otros hombres y parte hacia las mujeres (Kaufman,1989, p. 56).

Por su parte, Burín, sostiene que la condición de género masculina tradicional resulta opresiva para la construcción de la salud mental, puesto que lleva a los varones a descuidar su salud, desconociendo los síntomas anticipatorios. Asimismo, plantea que los varones temen reconocer sus límites por la sedimentación de omnipotencia que la sociedad en su conjunto deposita en ellos (en Burín y Meler, 2009).

Como afirma Huberman (2012), las mujeres también aprenden los mandatos sociales y luego exigen a los varones que los cumplan: si lo hacen mantienen el poder sobre las mujeres, mientras que si no los realizan sienten que su masculinidad y su identidad están en crisis. Según este autor, desde pequeños se los estimula a ser independientes, lo cual les permite en la vida adulta estar mejor preparados para acceder a lugares de prestigio y de poder en la esfera pública. En tanto, en las relaciones de pareja son quienes suelen manejar el dinero y tomar la iniciativa en las relaciones sexuales.

En relación con los mandatos que recaen en los varones, podemos mencionar aquel que aparece cuando se encuentran ante solicitudes sexuales. En dichas situaciones, tienen prohibido negarse, sin considerar su propio deseo. Será trabajo de los varones liberarse también de esas ataduras, o como señala Meler “la reivindicación del deseo personal más allá del cumplimiento con el imperativo viril es una consigna que unifica a muchos defensores de la nueva masculinidad” (en Burín y Meler, 2009, p.175).

Compartimos con Octavio Salazar (2018) su comprensión de la masculinidad como un accionar, que, a las claras, exige e impone la exhibición social de comportamientos viriles. Para este autor, la identidad masculina nace de la renuncia a lo femenino y no de la afirmación de lo masculino.

Nosotros estamos en una especie de jaula de masculinidad competitiva, violenta, dominadora. Y si te sales de ahí eres penalizado socialmente. Hay una especie de policía del género que nos controla y nos llama blandengues, calzonazos o maricas si lo hacemos. Pero vamos a ser mucho más felices si nos salimos de esa jaula (...) Traicionar ese modelo y amariconarnos es cambiar radicalmente la actitud, asumir lo emocional, aceptar que somos seres vulnerables, dependientes (en Borrás, 2018).

De lo anterior se desprende que pensar las nuevas masculinidades, no resulta ser un trabajo menor y que las producciones científicas nacionales no abundan, por lo que resulta un desafío seguir interpelando dichas categorías.

Resultados y discusiones

Caracterización sociodemográfica de los respondentes

Partimos del entendimiento común respecto al carácter socio histórico y cultural de la/s masculinidad/es. En este sentido la caracterización socio demográfica brinda elementos para su problematización. De ello resulta, que, sobre los 1255 varones consultados, el 97% está constituido por varones argentinos, diferenciándose del grupo representado por un 2% de nacionalidad extranjera y de un 1% que omitió dar respuesta.

Prevalecen adultos jóvenes[1], entre los cuales un 72% cuenta con estudios terciarios completos o superiores. Contrariamente, un 8% de los consultados no finalizó sus estudios terciarios, mientras que el 12% completó sólo la educación básica obligatoria y el 7% no alcanzó dicho nivel. El 1% omitió responder.

En lo que atañe a su estado civil, el 64% declaró ser soltero, el 24% estar casado, el 6% divorciado, el 3% separado y el 1% viudo. En tanto que el 2% no respondió sobre su situación. Poco más de la mitad (53%) dijo estar conviviendo con su pareja y el 46% restante negó tal hecho. En tanto, un 1% no ha respondido. Respecto a la paternidad e independientemente de su relación conyugal, sólo el 45% manifestó ser padre. De ellos, solo el 35% ejerce la paternidad en convivencia con su compañera/o. Cabe destacar que los alcances de la investigación no permitieron ahondar en las modificaciones que se suscitan entre el ejercicio de su paternaje en convivencia y sin convivencia, aunque entendemos que el hecho de no vivir con sus hijas/os, los exceptúa de ciertas tareas y responsabilidades que hacen a la cotidianidad.

Sobre su condición laboral, el 60% dijo tener un trabajo registrado, el 18% trabaja en forma independiente, el 10% posee un trabajo informal, el 8% está desempleado y, por último, el 3% está jubilado. En tanto, el 1% no respondió. El hecho de que el 78%, posea un empleo regular, nos permite, también, contextualizar sus opiniones respecto a las masculinidades, máxime si consideramos que mayoritariamente expresaron ser profesionales y/o técnicos en ejercicio de su profesión.

Todo lo anterior nos permite concluir que se trata predominantemente de varones adultos jóvenes residentes en conglomerados urbanos con elevado nivel de formación y empleo registrado. Atributos estandarizados constituidos como parámetros aspiracionales para medir la virilidad de los hombres: varones blancos, adultos jóvenes, heterosexuales, con pertenencia a los sectores medios.

Roles y Organización del hogar

Las luchas feministas han impulsado históricamente el compromiso parental en igualdad de condiciones para varones y mujeres y, probablemente, estemos viviendo momentos en que esto está siendo valorado positivamente por la sociedad. En nuestra investigación, hallamos tendencias direccionadas hacia la construcción de un posicionamiento antipatriarcal acerca de tres cuestiones: en principio, que no son los varones quienes deberían sostener el hogar exclusivamente; que esto no implica que deban estar mayor cantidad de horas fuera de sus casas generando mayores ingresos, a diferencia de sus compañeras o cónyuges en caso de convivencia. Y, por último, que, de ser así, eso no implicaría que tengan un nivel de decisión mayor por sobre el de ellas en la organización familiar.

No obstante estas respuestas, cabe reflexionar que las preguntas se refieren a lo que ellos consideran desde una óptica racional, pero ésta no alcanza el plano emocional; es decir, se desconoce cuán exigidos se sienten económicamente, o qué sensaciones se entrecruzan al momento de costear los gastos del hogar y la toma de decisiones acerca de la planificación familiar. En la misma sintonía, se desconoce cuánto tiempo pasan fuera de sus casas dichos varones, especialmente en caso de relaciones convivenciales y en referencia al ejercicio de su paternaje.

La relación de los varones con el mundo laboral ha propulsado una cotidianidad asfixiante hacia ellos, ubicándolos en el lugar de proveedor. De allí nuestro interés por indagar sobre este aspecto, en tanto, esta situación ha forjado y potenciado desigualdades en el hogar y en el vínculo con sus compañeras.

Culturalmente, se encuentra arraigada la idea de que las responsabilidades del hogar y el cuidado de las/os niñas/os recaen en la mujer y, por tanto, ella es quien debería cancelar sus actividades y espacios por fuera de la casa. En este sentido, queda por conocer cómo y con qué intensidad las prácticas concretas de los varones se encuentran en proceso de modificación, más allá del modo en que discursivamente se posicionen. Nos permitimos dudar acerca de si existe una correspondencia entre las respuestas dadas y las acciones concretas que esos mismos varones realizan cotidianamente. Quizás el recorte sociodemográfico haya incidido en que los varones expresen sus respuestas según lo socialmente deseable.

Participación en tareas domésticas

Uno de los aspectos a revisar durante el trabajo de campo fue el relativo a los denominados roles domésticos, aquellas tareas y responsabilidades vinculadas a la reproducción de la vida doméstica y familiar que la sociedad patriarcal asigna a varones y mujeres de forma desigual y asimétrica. Como señala Azamar Cruz (2015), esta es una manera de afianzar el modelo hegemónico mediante la instauración de estereotipos y roles que se asignan a cada uno de los sexos.

Orientadas/os por estas premisas, nos interesó conocer con qué frecuencia los entrevistados dicen realizar actividades tradicionalmente comprendidas como “femeninas”, tales como: cuidado de mujeres y/o familiares enfermas/os; tareas de limpieza y aseo del hogar; lavar, colgar/descolgar y planchar la ropa; lavar los platos; cuidado de mascotas; cuidado de plantas; preparación de alimentos y/o la compra de víveres. También nos importó saber con qué frecuencia asumían labores socialmente denominadas “masculinas”, inscriptas en la administración económica del hogar -pago de cuentas- y arreglos de la casa. Luego, prestar atención si esta tendencia se modificaba por la presencia de hijas/os, y qué ocurre cuando los consultados están o no en pareja.

Respecto a las actividades que los entrevistados dicen realizar más asiduamente, encontramos: el pago de cuentas en el hogar como actividad que la mayoría (48%) realiza más regularmente. La preparación de comidas (45%), lavado de platos (44%) y reparaciones en el hogar (40%) son otras de las más frecuentemente realizadas. Con menor porcentual, se encargan de manera constante de las tareas del cuidado de mascotas (35%), lavado y planchado de ropa (34%), limpieza del hogar (34%) y el cuidado de plantas (28%). Y son todavía menos (20%), quienes encaran con la misma puntualidad la atención de mujeres y/o familiares enfermos. Por último, sobresale la cantidad de varones -entre el 4 y el 11% según la actividad- que no supieron, o no pudieron responder a esta consulta. Quizás por no estar alcanzados por circunstancias que les requieran asumir algunos de estos compromisos.

Estos resultados nos permiten inferir que nos encontramos en un proceso de reconsideración de los roles domésticos, no obstante se mantengan algunos patrones tradiciones, tales como la asunción en la administración de los gastos familiares y la abstención de los varones en las tareas de cuidado de familiares enfermos. Asimismo, resulta estimulante advertir que la convivencia en pareja y, más aún, la presencia de hijas/os, aumenta la participación de los varones en la amplia mayoría (dos tercios) de las actividades domésticas, al tiempo que disminuye los niveles de abstención en aquellas tareas que nunca decían realizar.

Salud y Masculinidad

El ejercicio de la masculinidad hegemónica implica para los varones costos que afectan el desarrollo de su salud integral. Aproximadamente la mitad de los encuestados (43%) realiza controles médicos solo en caso de enfermedad, esto se condice con la llamada atención de salud pos-fáctica (Llovet en Burín y Meler, 2009), que podría incidir en su esperanza de vida. Destacamos que nuestra muestra está constituida por varones que mayoritariamente tienen trabajo registrado, lo que les permite obtener un mejor acceso a la atención de salud.

Existen coincidencias (Ochoa Olguín, 2008; Huberman, 2012) respecto a las exigencias y pruebas que la masculinidad patriarcal demanda a los varones para confirmar que son “machos”. Las peleas físicas constituyen una forma de demostración de poder y dominación del otro. Al respecto, indagamos a nuestros respondentes, si esta actitud resultase posible ante una discusión con otro varón. Es notorio que el 86% exprese dudas ante la posibilidad de que esto ocurra, lo cual nos permite inferir que dicho porcentaje se correspondería al cumplimiento de un mandato social, que les impone demostrar valentía para afirmar su masculinidad.

Reprimir y controlar las emociones representa un acto de violencia contra sí mismo. Como sostiene Kaufman (1989), la estructura del ego masculino y el bloqueo constante de la pasividad, emociones y sentimientos que los varones asocian a ella -tales como el dolor, la vergüenza, la tristeza-, es la negación de parte de uno mismo. Esto se corresponde con la opinión de los encuestados, donde menos de la mitad admite que puede expresar libremente sus emociones -abrazar, llorar y acariciar- dejando expuesta la opresión social que los obtura. Expresarlas favorecería su propia salud y la construcción de sus relaciones afectivas. Al respecto, convocamos a Salazar (2018), quien refiere –como ya hemos señalado- a la “jaula de la masculinidad” en la que todos los hombres se encuentran atrapados y custodiados por el resto de la sociedad, ante cualquier intento de alejarse de lo esperable para un varón.

Estar sexualmente activo es otra de las presiones a la que los varones suelen estar expuestos; por ello, nos pareció importante consultar acerca de la opinión que estos tienen a la hora de pensar en las relaciones heterosexuales. Resultó llamativo que ante la pregunta ¿El varón siempre debe desear y estar listo para el sexo, siendo la negativa cosa de mujeres? el 81% estuvo en desacuerdo. No obstante, al consultarles si son ellos quienes toman la iniciativa en la relación sexual, el porcentaje de quienes sólo a veces, nunca o casi nunca toman la iniciativa desciende al 46%. Lo dicho pone de manifiesto que, si bien desde lo discursivo pueden mostrarse en desacuerdo con la idea de que sea su obligación y/o responsabilidad encarar las relaciones sexuales, sus prácticas cotidianas expresan una tensión entre el pensar y el hacer.

Respecto a esta alta cifra de varones que dicen estar en desacuerdo con que sea el varón quien debe iniciar la relación sexual, Seidler (en Meler, 2009) va a decir que la obligación de tomar la iniciativa implica un grado de exposición al rechazo, el cual ocasiona sufrimientos a los varones.

En materia de anticoncepción los resultados obtenidos en nuestro trabajo de campo nos indican que el 97% considera que se trata de una responsabilidad compartida entre varón y mujer, mientras que el 1% cree que es responsabilidad del varón, el 1% de la mujer y 1% no sabe o no contesta. Sin embargo, en referencia al uso de preservativo en las relaciones sexuales con una mujer solo el 57% sostiene que lo usa, lo usó o lo usaría siempre, mientras el 24% prefiere no tener que usarlo y el 11% no lo usa o no lo usó porque se cuida la mujer y significativamente un 8% no sabe o no contesta. Estos resultados ponen de manifiesto que la práctica dista bastante de las respuestas “políticamente correctas” que la gran mayoría de los varones consultados ha brindado.

Representaciones de la paternidad

Los estudios sobre masculinidades señalan que ser padre y tener un hijo varón es uno de los mandatos de la masculinidad hegemónica. Posiblemente, el mayor logro de un “verdadero varón”. Por ello, nos interesamos especialmente en indagar en torno a los significados vinculados a la paternidad. Sorprendentemente, el 48% entiende que ser padre no es un deseo que todos los varones sienten; en tanto, un 35% considera que ser padre amplía las relaciones emocionales de los varones; mientras que el 7% entiende que ser padre de un hijo varón es una aspiración de la mayoría de los varones y apenas el 1% piensa que la paternidad confirma la virilidad. No obstante, el 9% no sabe o no contesta. Llama la atención dicho porcentaje, ya que, si bien es alto el número de varones que no tienen hijas/os, bien podrían estar en condiciones de brindar una opinión acerca de qué representa para ellos la paternidad.

Participación en la crianza de las/os hijas/os y/o las/los de la pareja

Del total de los varones consultados, el 56% dijo desempeñar actividades de crianza de sus hijos/as o lo de sus parejas, mientras que el 44% no respondió la pregunta, lo cual permite inferir que no desempeñan esas tareas de cuidado familiar. Si consideramos que la cantidad de varones que dijo tener hijas/os es del 45%, se desprende que el 10% del total de varones desempeñan funciones como padres afines[2].

Ahora bien, ¿qué significa participar de la crianza activamente? ¿Qué actividades realizan? ¿Las escogen? ¿Hay tareas más o menos realizables para ellos? La indagación acerca de las actividades en las que participan los varones que son padres y/o cumplen funciones parentales respecto de sus hijas/os afines, arrojó un resultado llamativamente interesante: ninguno de los consultados realiza las siete actividades de crianza propuestas en el cuestionario (control médico; preparación de alimentos; tareas escolares; higiene personal; actividades deportivas/recreativas o culturales; puesta de límites y contención afectiva) y en la totalidad de los casos manifestaron realizar sólo algunas de ellas.

Es dable resaltar que la actividad más realizada por los varones consultados -92%- es brindar contención afectiva, aspecto que merece ser destacado ya que podría producir una ruptura con la inexpresividad emocional con la que se caracteriza a la masculinidad hegemónica y con las prescripciones de roles de género que dominaron históricamente. Con cifras muy similares (87% respectivamente en cada caso), le siguen la preparación de alimentos, el acompañamiento en actividades deportivas, recreativas y/o culturales y la puesta de límites.

Si bien los resultados parecieran denotar una mirada y una práctica cotidiana despatriarcal respecto de estas cuestiones, es menester señalar que, tratándose de un cuestionario abierto, entendemos que puede haber un margen de respuestas socialmente aceptables, como ya venimos señalando, sobre todo si consideramos que la mayoría de los consultados -80%- tiene estudios de nivel superior -completos o incompletos-, y cuentan con otras herramientas para construir sus respuestas.

Caracterización de ser varón

Respecto a la “caracterización de ser varón”, encontramos respuestas que se vinculan, de manera mayoritaria, a la masculinidad hegemónica y otras que pueden leerse como una aproximación a la deconstrucción. Según estas diferenciaciones, hemos conformado ocho potenciales grupos, distinguiendo así:

Concentrado con el 39%, un agrupamiento que no pudo formular ninguna respuesta.

Representado por un 34%, un grupo donde prevalecen respuestas asociadas a los mandatos impuestos por el modelo masculino hegemónico. Desagregado este porcentual, observamos un 23%, donde las características se orientan al ser protector, un 7% al ser autosuficiente, un 2% compatible al ser proveedor y un 2% al ser procreador.

Aglomerados en un 10% del total de las respuestas recogidas, imperan términos vinculados a una visión de hombre compatible con el modelo biológico. Sus expresiones remiten a rasgos físicos y sexuales, así como atributos asociados a lo corporal.

El cuarto grupo -7%- reúne un conjunto de declaraciones acerca del ser varón, posibles de encuadrar en una perspectiva espiritual o mitopoética. Preponderan características que acentúan actitudes ligadas a lo amoroso y afectivo, tales como: amor, bondad, carismático, empático y humanidad entre otras.

El quinto grupo -5%- se aproxima al cuestionamiento crítico sobre las modalidades del ser varón, permitiéndonos inferir un posicionamiento antipatriarcal según sus definiciones. Destacan términos no inscriptos en la normativa discursiva hegemónica del varón, observándose expresiones antagónicas al modelo dominante de masculinidad: deconstrucción, dificultad emotiva, opresor, privilegio, egocéntrico, frialdad, impostura, inmaduro, rigidez, testarudo, etc.

El sexto agrupamiento -3%- alude a la autopercepción genérica. Aparecen expresiones tales como: autopercibirse, considerarse, creerse, identificarse, sentirse, etc.

Un 1% caracteriza al varón a partir de la negación de atributos femeninos y, finalmente, otro 1% da respuestas con escasas posibilidades de ser agrupadas por similitud y/o asociación entre ellas.

Caracterización de ser mujer

Consultados acerca de lo que consideran es “ser mujer” las respuestas brindadas nos permiten establecer nueve grupos.

El primer grupo (el 39%), es el de aquellos que no brindan respuesta alguna o dicen no saberlo, lo que nos permite inferir la dificultad para abordar la pregunta.

Un segundo grupo (32%) conformado por quienes identifican características vinculadas a la perspectiva hegemónica asociada al estereotipo de bondad (ser buena madre; femenina; amorosa, etc.) y que daría cuenta de las perspectivas patriarcales persistentes.

Mientras que, un 10% pone de relieve características que se diferencian del grupo anterior: inteligencia; fortaleza; independencia; valentía; creatividad; reflexión; resistencia.

En tanto, un 6% define a la mujer desde sus aspectos biológicos y físicos: vagina, vulva, pechos entre otras.

El quinto grupo (4%) lo integran un conjunto de respuestas de difícil agrupación, entre las que aparecen: ciudadana; sujeto y objeto; femenino en DNI, etc.

Un sexto grupo (3%) caracteriza a la mujer desde la autopercepción genérica: su autopercepción; asumirse/construirse como mujer; sentirse cómoda con su género, entre las más reiteradas.

Un séptimo grupo (3%) concentra opiniones de corte antipatriarcal, identificando características vinculadas a la desventaja, opresión, subordinación y similares.

Con un 2% hallamos a quienes entienden que no existen características propias de las mujeres, universales, sino que se trata de una construcción social. Advertimos que este tipo de opiniones se aproxima a una mirada alejada de los estereotipos hegemónicos.

Por último, el noveno grupo (1%) caracteriza a las mujeres por medio de cualidades negativas tales como: compleja/complicada; histérica; competitiva; derrotistas; desconfiadas y afines.

Conclusiones

Los avances en materia de géneros impulsados por los movimientos feministas aludidos al inicio del artículo habilitaron incipientes intersticios para que algunos varones interpelen los propios atravesamientos del patriarcado. Dichos avances, permitieron herir la masculinidad heterocispatriarcal tradicional, dejando expuestos los privilegios que gozan por su sola condición de tales.

Que los varones encontraran tierra fértil para pensarse, deconstruirse e impulsar cambios contra los fuertes cimientos del patriarcado es lo que aparece como contracara a los movimientos de femineidades. Este tiempo se ha erigido para ellos en una ocasión para revisarse y repensarse dado que el patriarcado es un sistema que no sólo oprime a las femineidades, sino que también atenta contra los varones; al decir de Rita Segato posiciona a los hombres como principales víctimas, toda vez que no los deja ser. El patriarcado también les produce daño y pareciera que algunos varones han comenzado a percibirlo.

En cuanto a los resultados alcanzados por nuestra investigación, cabe reflexionar, en el marco de un contexto de auge de los feminismos y su sólida instalación en la esfera pública que, tratándose de un cuestionario abierto, podríamos contar con un margen de respuestas pertinentes a la época, o incluso, se podría inferir que la permeabilidad a responder dicho cuestionario es una forma de mostrar una mirada despatriarcal en varios aspectos de la vida cotidiana. También podría constituirse en un acto más de cofradía colectiva entre varones, maquillando una realidad para aggiornarse al contexto. No obstante, es necesario apreciar y respetar sus reflexiones y preguntas, toda vez que ello vehiculice cierta problematización acerca de su modo de ser y estar en el mundo, entendiendo que los varones son los sujetos protagonistas para el desarrollo de esta tarea de desnaturalización en torno a lo que se presume que es ser varón.

Los datos de la investigación denotan que dicha tarea de desnaturalización presenta mayor complejidad en los sectores populares, debido a los patrones socioculturales asentados, que refuerzan roles y estereotipos de género asignados de acuerdo con el binomio varón-mujer, perspectivas esencialistas y biologicistas de la diferencia sexual, tal como lo expresa Mabel Burín (en Hazaki, 2012).

Dado los resultados que arroja la investigación, podrían advertirse concepciones en creciente desacuerdo con perspectivas patriarcales referidas a las funciones de sostén económico del hogar, decisiones respecto a la educación de las/los hijas/os, los gastos familiares, la planificación familiar, la vida doméstica y los procesos de crianza. Entendemos que esta cuestión está también estrechamente vinculada con la extracción sociocultural de los consultados.

Este desacuerdo con perspectivas patriarcales disminuye notoriamente en aquellos varones con bajos niveles de instrucción formal (hasta secundaria incompleta). En efecto, ello ocurre en nueve de las diez preguntas que aluden a sus representaciones de ser varón, mostrando descensos de hasta 18 puntos porcentuales respecto de los varones con alto nivel de instrucción en aquellas cuestiones relativas al manejo del dinero y la organización de los gastos familiares, así como la responsabilidad masculina del sostén económico del hogar.

Las contradicciones entre lo discursivo y las acciones que dicen realizar, tales como sostener que no deben estar siempre listos para el sexo, pero a la vez afirmar que son ellos quienes generalmente proponen mantener relaciones sexuales, quizás son la manifestación de que existe un replanteo y todavía no se ha logrado posicionarse en un lugar coherente, ya sea a los ojos propios como a los ajenos.

Como favorable, hemos advertido que la convivencia en pareja y la presencia de hijas/os, aumenta la participación de los varones en las actividades domésticas.

Por otra parte, resulta preocupante la necesidad de los varones de sostenerse como personas fuertes, obturando de esa manera la posibilidad de prevenir enfermedades debido a la asociación que realizan entre cuidar la salud y la debilidad. Relacionado a esto, podemos mencionar que la salud emocional también es algo postergado y muchas veces oprimido.

Como trabajadoras/os sociales consideramos que es necesario llevar a cabo la apreciable tarea de problematizar junto a sujetas/os, familias, grupos y comunidades con las que trabajamos, acerca de las violencias impuestas por un sistema heterocispatriarcal, ya que el Trabajo Social es una profesión dedicada y comprometida a transformar la realidad y a propiciar cambios sociales. Se hace preciso promover la desnaturalización de estereotipos y roles socialmente construidos, de bregar por procesos de crianzas libres y autónomas, de advertir e interpelar las relaciones asimétricas de poder en los vínculos interpersonales, de acompañar la autodeterminación de las personas de acuerdo a sus deseos.

Como profesionales en constante formación y deconstrucción apostamos a la idea de cuestionar al patriarcado desde distintas aristas, al tiempo que nuestras propias prácticas, porque si la crítica sólo alcanza a aquello que consideramos como inapropiado o nocivo, sin intentar modificación alguna de esa realidad, no será posible construir una sociedad más equitativa.

Resulta favorable pensar y pensarnos en pos de erosionar las bases que producen y reproducen una sociedad machista, generando un verdadero cambio en la identidad masculina hegemónica y heteronormativa que tanto daño hace a la sociedad toda.

Todas/os estamos inmersas/os, en mayor o menor medida, en un mundo desigual y con una mirada androcéntrica; será tarea de cada una/o de nosotras/os deconstruirnos y no reproducir mecanismos que afiancen y fortalezcan el sistema patriarcal. Más allá de una voluntad personal, es necesario pensarlo y actuar de manera colectiva, que también requiere de voluntad política que se materialice en políticas públicas destinadas a fomentar relaciones equitativas y tratos igualitarios.

Consideramos también que acciones desde el microsistema, pueden impactar directamente en los cambios que se pretenden, acompañando la crianza de niñas/os en libertad, para que puedan expresar sus emociones, problematizando los rótulos y prejuicios hacia modalidades no hegemónicas. Es preciso, para ello, generar las condiciones para que se construyan varones emocionales.

Entendemos que el Trabajo Social tiene por delante la posibilidad de acompañar a través de su quehacer cotidiano estas transformaciones propulsadas por el movimiento feminista y disidente, que al grito de “lo personal es político”, le manifiesta a las masculinidades que no alcanza con acomodarse o incomodarse frente al debate actual instalado, sino que se hace imperiosa la tarea de renunciar a los privilegios que el patriarcado les otorgó por el simple hecho de ser varones. Resulta deseable que sean ellos mismos quienes demanden la necesidad de transformar aquellas acciones tendientes a la desigualdad entre los géneros, que no se sientan acorralados por una sociedad que se transforma y los empuja a pensarse diferentes, dejándolos sin saber cómo actuar. Que sea el amor propio y hacia las/os otras/os lo que impulse el cambio.

¿Será ese malestar, en estos varones, hacia la masculinidad imperante, motor de impulso para la transformación de su identidad y el ejercicio de relaciones de poder?

En tanto, será preciso asumir la responsabilidad de demandar el diseño, la implementación y el sostenimiento de las políticas públicas en materia de géneros, debido a que es a través de éstas que pueden materializarse los supuestos sobre los que se funda una sociedad más justa e igualitaria para todas/os.

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Notas

[1] En nuestra muestra prevalecen los varones comprendidos entre los 28 y 32 años (con el 18% de los casos). y el promedio de edad de los consultados se ubica en los 37 años.
[2] Para el Código Civil y Comercial argentino son padres afines las/los cónyuges o convivientes del progenitor/a.

Notas de autor

* Doctorando en Trabajo Social y Magister en Trabajo Social. Especialista en Criminología. Lic. en Trabajo Social. Completó su formación en Psicología Social. Docente e Investigador UNLaM y UBA en temáticas de familias, políticas públicas, géneros y diversidad. Profesor de posgrado en la Especialidad en Trabajo Social Forense de la UNLPam y UNCOMA. Autor/coordinador/coautor de numerosos libros sobre Trabajo Social y trabajos presentados en jornadas y revistas científicas. Perito oficial de la SCJBA. Correo electrónico: mgclaudiorobles@gmail.com
** Docente e Investigadora UNLaM. Especialidad en Violencia Familiar (tesis en elaboración). Licenciada en Trabajo Social. JTP UNLaM. Coautora de publicaciones sobre familias, géneros, niñez y masculinidades. Perito Oficial de la SCJBA en el fuero de familia. Correo electrónico: pamexuno@yahoo.com.ar
*** Docente e Investigadora UNLaM. Doctoranda en Educación y Especialista en Educación Superior. Licenciada en Trabajo Social. JTP UNLaM. Capacitadora en programas territoriales. Autora/coautora de publicaciones sobre Educación Superior, géneros, violencia de género y masculinidades. Correo electrónico: sanrobledos@yahoo.com.ar
**** Graduada Investigadora UNLaM en temáticas de familias, géneros y políticas públicas. Licenciada en Trabajo Social. Coautora de publicaciones sobre familias, géneros y masculinidades. Correo electrónico: florenciasantoriello@hotmail.com
***** Docente e Investigadora UNLaM en temáticas de familias, géneros y políticas públicas. Licenciada en Trabajo Social. Ay. 1° UNLaM. Coautora de publicaciones sobre familias, géneros y masculinidades. Correo electrónico: marielgonza@gmail.com
****** Docente e Investigador UNLaM en temáticas de masculinidades, políticas públicas y gestión social local. Magister en Diseño y Gestión de Programas Sociales. Licenciado en Trabajo Social. Prof. Adjunto UNLaM. Capacitador en programas territoriales de extensión universitaria. Correo electrónico: myovan@unlam.edu.ar
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