Comunicación Social
El Cronista (1973/1976): un actor político-comunicacional excepcional en tiempos de fractura política y social en la Argentina[1]
EL CRONISTA (1973/1976): AN EXCEPTIONAL POLITICAL-COMMUNICATIONAL ACTOR IN TIMES OF POLITICAL AND SOCIAL FRACTURE IN ARGENTINA
El Cronista (1973/1976): un actor político-comunicacional excepcional en tiempos de fractura política y social en la Argentina[1]
Revista de Investigación del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales, núm. 25, pp. 1-25, 2024
Universidad Nacional de La Matanza

Recepción: 03 Febrero 2024
Aprobación: 29 Abril 2024
Resumen: En este artículo se analizan las posiciones editoriales del diario El Cronista Comercial frente a los gobiernos del denominado “tercer peronismo” (1973-1976) y la llegada al poder de la última dictadura militar (1976-1983) a través del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. El diario, fundado en 1908 y especializado en información económica, desde 1971 había dado un giro en su orientación editorial al transformarse en un diario de venta masiva otorgándole mucha más centralidad a la información política y de otros rubros. Por su parte, su director y dueño Rafael Andrés “Cacho” Perrotta, siendo un consumado hombre del establishment de la época, protagonizará un inesperado giro ideológico, al mostrarse interpelado por las demandas populares de la época que se traducirán en su acercamiento a organizaciones de la izquierda más radicalizada. En un contexto intenso de la vida política argentina, El Cronista será un lúcido analista del vertiginoso escenario político, bregando por soluciones institucionales que pudieran resolver lo que consideraba demandas genuinas e insatisfechas de las amplias mayorías populares.
Palabras clave: El Cronista Comercial, prensa argentina, peronismo, golpe de estado de 1976.
Abstract: This article analyzes the editorial positions of the newspaper El Cronista Comercial towards the governments of the so-called “third Peronism” (1973-1976) and the assumption of office of the last military dictatorship (1976-1983) through the coup d'état of March 24, 1976. The newspaper, founded in 1908 and specialized in economic information, had taken a turn in its editorial orientation since 1971 by becoming a mass-selling newspaper, giving much more relevance to political information and other areas. Its director and owner Rafael Andrés “Cacho” Perrotta, being a consummate establishment man of the time, will give an unexpected ideological turn, when he appears challenged by the popular demands of the time, that will be translate into his approach to the most radical left organizations. In an intense context of Argentine political life, El Cronista will be a lucid analyst of the dizzying political scenario, looking for institutional solutions that could solve what he considered genuine and unsatisfied demands of the broad popular majorities.
Keywords: El Cronista Comercial, Argentine press, Peronism, 1976 coup d'état.
Introducción
En este artículo nos proponemos realizar un análisis de las posiciones editoriales del diario El Cronista Comercial en una etapa intensa y traumática de la historia argentina, que abarca los gobiernos del denominado “tercer peronismo” (1973-1976) y la llegada al poder de la última dictadura militar (1976-1983) con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. El Cronista, como se lo conocía coloquialmente, había sido fundado en 1908 y su eje informativo era la actividad económica con centro en la industria, la banca y el comercio; por ese motivo sus lectores se encontraban entre los sectores más poderosos de la sociedad argentina, del cual era un cabal representante, a la vez que mantenía una estrecha relación con el poder político y militar de la época. Pero en el periodo bajo estudio se producirá un viraje tanto en la orientación temática y editorial del diario como en las inquietudes ideológicas de su dueño y director, Rafael Andrés “Cacho” Perrotta, que se verá interpelado y se acercará a las demandas de los sectores de la izquierda más radicalizada. A partir de 1971, El Cronista, atravesado por la alta politización de la Argentina en esos años, relegará a un segundo plano los temas económicos y ofrecerá un espacio central a la política y a la sociedad, a la par que informaba sobre temáticas más generales para convertirse en un diario de venta masiva. Por su parte Perrotta, un hombre de diálogo habitual con los sectores más poderosos del país, iniciará un paulatino camino de apertura e involucramiento con las demandas de los sectores populares que también tendrán mayor acogida en las páginas de su diario.
Pese a ser El Cronista un diario centenario e influyente en las esferas del poder, no contamos con trabajos académicos que analicen su desenvolvimiento durante esta etapa convulsionada, y en todo caso las investigaciones existentes -de tipo periodísticas- se han centrado en la experiencia personal del director Perrotta más que en la del diario como medio de prensa (Blanco, De la Puente y Díaz, 2017; Seoane, 2011). En este aspecto, nuestro artículo se inscribe en el campo de la historia de los medios de comunicación de nuestro país y analiza cómo el matutino se posicionó y construyó discursivamente a partir de su cobertura informativa los triunfos electorales del peronismo en 1973, los traspasos de poder dentro del propio espacio político y el golpe militar de marzo de 1976, atendiendo a su evaluación de las administraciones salientes y a las expectativas en torno a las gestiones que las sucederían.
Aspectos metodológicos
En este artículo nos proponemos realizar un análisis de las posiciones editoriales de El Cronista durante los gobiernos del denominado “tercer peronismo” (1973-1976) y ante la llegada al poder de la última dictadura militar (1976-1983) a través del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Los objetivos centrales fueron analizar las posiciones enunciativas y las operaciones de sentido puestas en juego por el matutino sobre la situación política del país en ciertos momentos que consideramos claves, como fueron la victoria de Héctor Cámpora en las elecciones presidenciales del 11 de marzo de 1973, su asunción el 25 de mayo y su renuncia el 13 de julio; la victoria de Juan Perón en las elecciones presidenciales del 23 de septiembre de 1973, su asunción el 12 de octubre de ese año y su fallecimiento el 1º de julio de 1974; y la asunción del gobierno de Isabel Perón el 1º de julio de 1974 y su destitución por las Fuerzas Armadas el 24 de marzo de 1976. Entendemos que se trata de coyunturas “clave” que permiten dar cuenta de la posición enunciativa y editorial del diario, no solo ante esos acontecimientos puntuales, sino ante el pasado político reciente y las expectativas sobre el futuro inmediato. Para ello hemos tomado como objeto de estudio las tapas, las columnas editoriales, las columnas de opinión de los analistas fijos del diario y la cobertura periodística a través de diversas notas. Para esto último hemos focalizado el estudio a partir de analizar las operaciones básicas que hacen al temario de un medio de comunicación: la inclusión, la exclusión y la jerarquización de la información (Borrat, 1989).
En torno al análisis del periódico como objeto de estudio, entendemos con Borrat (1989) al diario como un actor político cuya esfera distintiva dentro del sistema político de la que es parte es la de influir en la toma de decisiones colectivas, y cuya configuración institucional se realiza en torno al poder político y al poder económico. En este trabajo en particular nos centraremos en el análisis de dos estrategias del periódico, como son las de narrar y comentar los temas políticos de actualidad.
La metodología de estudio apeló a una perspectiva de análisis cualitativo de fuentes y apuntó a exponer y comprender críticamente la posición editorial del matutino. Se han utilizado dos formas básicas de uso de los datos: el modo ilustrativo, que utiliza las citas como “ejemplos de una descripción o conclusión del investigador”, y el modo analítico, que se propone analizar “las construcciones que los entrevistados realizan” a partir de la identificación de las “categorías que organizan sus relatos” (Kornblit, 2004, p.11).
El Cronista Comercial, desde sus orígenes hasta la década del setenta
El Cronista Comercial nació en Buenos Aires el 1 de noviembre de 1908 como una ampliación de los informes que la Institución Informativa La Comercial realizaba desde 1892 sobre información comercial, bursátil e industrial que hacía llegar a sus asociados. Sus socios fundadores fueron Antonio Martín Giménez, Rafael Severino Perrotta, Luis Zambrini y Carlos Liberatore. Este modelo del diario se mantuvo por casi 60 años, difundiendo los registros que elaboraba esa Institución para la comunidad de negocios. En 1919 Perrotta, hombre vinculado a la burguesía comercial porteña, pasó a ser el director y accionista principal del diario. Entre las décadas del veinte y treinta El Cronista consolidó su lugar en el mundo de las empresas periodísticas, y como lobista en el mundo financiero, agrícola e industrial, junto con un mayor reconocimiento en el círculo de la política y de la diplomacia de mayor relieve. En 1938 Perrotta falleció y, luego de cambios en el directorio, hacia 1948 el matutino comenzó a sumar información sobre Política y Sociedad, aunque “sin dejar de ser un diario básicamente económico” (Seoane, 2011, p. 40).
A partir de 1950 los cambios en la dirección periodística comenzarían a girar en torno a un nombre propio que marcaría al diario durante más de 25 años: Rafael “Cacho” Perrotta (hijo de Rafael Severino). De formación y militancia en el nacionalismo católico, anticomunista -y con cierta simpatía por el fascismo franquista-, apoyará al primer peronismo en virtud de la alianza del nuevo gobierno con la Iglesia Católica y por las políticas sociales impulsadas por Perón en línea con la doctrina social eclesiástica (Seoane, 2011). Hacia la década del sesenta “Cacho” Perrotta afianzará su poder interno e impulsará un salto comercial para el diario, consolidará el prestigio del matutino al incorporar jóvenes periodistas y economistas de carrera, adquirirá un edificio propio, incorporará personal y ampliará su red de vinculaciones con las personalidades más influyentes de la década. En este ámbito, Perrotta era parte integrante y representante del establishment de la época, tenía su confianza y reconocimiento.
A inicios de la década del setenta Perrotta decidió impulsar un cambio revolucionario para el diario, que se inicia el 26 de abril de 1971. En esta nueva etapa pasó a ser un diario de venta masiva -antes era sostenido exclusivamente por suscripción-, con un periodismo más interpretativo e informativo con centro en la política nacional que incluirá otros temas de la agenda informativa -deportes, gremiales, noticias del interior y del exterior, artes y espectáculos, hogar, noticias policiales-, aunque por la presión de los colaboradores del director la información económica hasta ese momento distintiva del diario será reunida en un apéndice. El nombre del diario tendrá cambios a tono con esta reorientación general; a fines de 1973 la palabra “Comercial” se reducirá y desde mediados de 1975 se llamará exclusivamente El Cronista. A partir de octubre de 1974 abandonará el formato sábana para publicarse en tabloide y Perrotta invertirá en talleres de impresión propios.
Junto con los cambios en su diario, es en este periodo que Perrotta inicia un giro ideológico inesperado para su trayectoria social y comienza a mostrar una marcada sensibilidad e interés por las causas de la izquierda política, aunque sin integrarse a una militancia orgánica en un partido político. A sus habituales encuentros que incluían a los personajes más encumbrados del establishment y de las Fuerzas Armadas, se le sumará un diálogo más permanente con miembros de las organizaciones políticas peronistas y no peronistas de la izquierda más radicalizada. La simpatía de Perrotta hacia los nuevos movimientos populares latinoamericanos que planteaban proyectos de “emancipación antiimperialista” y “liberación nacional”, sumado a la procedencia política revolucionaria de buena parte de su plantilla de nuevos redactores y editores contratados para la nueva etapa, fueron elementos de relevancia para comprender el viraje que iniciará el diario con respecto a lo que había sido su línea histórica.
Este cambió será ostensible, por ejemplo, en la cobertura de la temática sindical, que desde su sección de Gremiales mostrará un discurso nítidamente asociado a ideas de izquierda dura y radicalizada, junto a artículos y solicitadas en solidaridad con las luchas de distintos gremios por mejoras laborales. También esto tuvo su reflejo en la vida interna del diario, con trabajadores en estado de asamblea permanente, realizando paros de actividades o tomas de la planta impresora en reclamo por mejoras salariales, y con el paradójico apoyo del propio Perrotta, que los alentaba a pedir mayores reivindicaciones (de hecho, la situación laboral de los periodistas de El Cronista fue de las mejores en las redacciones porteñas de su tiempo).
Los problemas financieros comenzaron a hacerse sentir hacia finales de 1973, ya que además de la inversión a la que la empresa había apostado, El Cronista perdía auspiciantes comerciales de peso en este proceso de “viraje” ideológico, que los alejaba de la órbita del establishment. La nueva presidencia de Isabel Perón iniciada en julio de 1974 presentó un mayor control sobre el trabajo de la prensa gráfica y el matutino recibió “sugerencias” oficiales y amenazas para que moderase su política editorial; inclusive en mayo de 1975 fue acusado por el gobierno a través de la Cadena Oficial de Televisión de realizar “prácticas disolventes de la comunidad bajo la apariencia de apoyo a algunas gestiones de gobierno" (Carnevale, 1999, pp. 168-169).
La situación interna suscitó las desavenencias entre Perrotta y su hijo Rafael Severino, que le exigía un reajuste de personal en la empresa, en el marco de la agudización de sus problemas financieros por la crítica situación económica que afectaría a la sociedad en la segunda parte de 1975. En ese contexto, “Cacho” Perrotta inició diálogos con la cúpula del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), que lo ayudó financieramente con la perspectiva de una futura compra por parte de la organización política que finalmente no se concretó.
A más de un mes del golpe de Estado, el 23 de abril de 1976, El Cronista anunció que abandonaría totalmente la venta en la vía pública y retornaba a la venta para suscriptores. Al poco tiempo el matutino sería vendido por Rafael Severino Perrotta al grupo económico Sasetru, etapa que concluyó el 30 de julio de 1976, cuando “Cacho” Perrotta se despidiera de sus lectores con un editorial en tapa. Casi un año después, el 13 de junio de 1977, Perrotta sería secuestrado y desaparecido por un grupo de tareas que respondía al gobierno militar, tras ser sospechado de relacionarse con el aparato de inteligencia del PRT.
El peronismo en el poder (1973-1976)
Las elecciones presidenciales del 11 de marzo de 1973 significaron el retorno del peronismo al poder luego de casi dieciocho años de proscripción y de exilio forzado del líder del movimiento y expresidente Juan Domingo Perón. La fórmula del FREJULI[4] consagró al delegado de Perón, Héctor Cámpora, como nuevo presidente, cargo que asumió el 25 de mayo de ese año. El “Tío” había contado durante la campaña con el respaldo del peronismo de izquierda, pero una vez que asumió el poder se vio asediado por los opositores internos y por el propio Perón, quien buscaba comandar directamente el movimiento peronista y frenar el ascenso de la juventud revolucionaria (Csipka, 2013; De Riz, 1986, 2000; Nahmías, 2013, Svampa, 2017; Terragno, 2005). En efecto, la renuncia de Cámpora el 13 de julio de 1973 se enmarcó en la agudización de las disputas internas en el peronismo entre la Tendencia Revolucionaria,[5] que exigía la concreción del “socialismo nacional”, y la “derecha”, que defendía la “patria peronista” y estaba representada por los sindicatos peronistas, las organizaciones nacionalistas de derecha y un grupo liderado por el ascendente José López Rega, secretario privado de Perón y ministro de Bienestar Social (De Riz, 1986; Maceyra, 1983).
Con la idea de pacificar el país, Perón accedió por tercera vez a la presidencia el 12 de octubre de 1973 (luego de ganar las elecciones del 23 de septiembre con casi el 62% de los votos). Su proyecto buscaba moderar las tensiones internas apelando a su propia autoridad, tender puentes con la oposición política (principalmente con la Unión Cívica Radical) y mantener controlada la disputa entre el trabajo y el capital a través del acuerdo económico que significaba el Pacto Social. Sin embargo, esta orientación conciliadora se vio contrarrestada por otras decisiones contradictorias, como su respaldo al lopezreguismo y su aval para que se profundizara la persecución a los sectores de la izquierda peronista, lo que alimentó el ciclo de violencia entre 1973 y 1975 (Bufano y Teixido, 2015; Franco, 2012; Yofre, 2010).
Tras su fallecimiento el 1º de julio de 1974, accedió a la presidencia su compañera de fórmula y esposa, María Estela “Isabel” Martínez de Perón, quien profundizará la deriva represiva hacia la izquierda peronista y no peronista, bajo la influencia del ahora todopoderoso López Rega, quien manejaba las acciones clandestinas de la Triple A[6](Sáenz Quesada, 2003). Luego de abandonar la política concertada del Pacto Social, el intento de plan de ajuste del ministro de Economía Celestino Rodrigo en junio de 1975 marcó el fin de una etapa del gobierno y abrió un nuevo periodo político signado por la impotencia política del oficialismo, la declinación absoluta de la autoridad presidencial y del Estado, la exacerbación de una crisis política general, el agravamiento de la violencia política y la revigorización del rol de las Fuerzas Armadas como posible eje para una “resolución” de la crisis nacional, que se efectivizaría con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que daría inicio a una nueva dictadura militar (Novaro y Palermo, 2003).
De la esperanza a la realidad. La voz de El Cronista ante el triunfo de Cámpora y su renuncia en julio de 1973.
Luego de confirmados los resultados de las elecciones del 11 de marzo El Cronista concluía con contundencia que las opciones partidarias de derecha estaban “liquidadas” y que el peronismo era el único que podía “enfrentar la responsabilidad de conducir los destinos del país con el apoyo suficiente”. Y pese a las diversas facciones que lo componían, entendía, y seguramente deseaba, que el ejercicio del poder sería “relativamente moderado”, en tanto las divergencias de la interna tenderían a “mantener al gobierno dentro de un relativo centrismo” (El Cronista Comercial, 19 de marzo de 1973, p. 1). Por su parte el analista Carlos Floria -una pluma ligada al liberalismo conservador-, resaltaba la heterogeneidad del voto hacia el FREJULI que demostraba un apoyo “policlasista” y “poligeneracional”. Con respecto a la cuestión interna del peronismo indicaba, no sin carácter predictivo, el desafío que debería sortear el nuevo frente gobernante por las demandas contradictorias que convivían en su seno: “Un movimiento que invoca el socialismo nacional deberá resolver con acierto el formidable tema de la socialización efectiva del poder político, pues, si no, correrá el peligro de neofascismo de derecha o de izquierda. Todo eso y muchos otros indicadores sugiere que el futuro del peronismo le plantea desde ahora la necesidad de definir su identidad” (Floria, 19 de marzo de 1973, p. 4). Una advertencia temprana sobre una disputa que ante el proceso electoral se había mantenido en sordina, pero que amenazaba con obstaculizar el normal desarrollo del nuevo gobierno.
La jornada de toma de mando de Cámpora que se realizó el 25 de mayo de 1973 fue recibida con amplias expectativas por El Cronista, que, desde una enunciación de un “nosotros-sujeto ciudadano”, planteó esperanzado: “Hoy renace la República para todos los argentinos”. Sobre el gobierno militar de la “Revolución Argentina” (1966-1973) que finalizaba el diario era lapidario y concluía que “bien podría haberse evitado”, aunque no dejaba de reconocer que los militares que lo habían conducido en su última etapa se habían pronunciado por “una legítima solución republicana” que había posibilitado la salida electoral. Al gobierno peronista que se iniciaba le demandaba que las expectativas surgidas en el nuevo proceso político no fueran “defraudadas”, y hacía principal hincapié en el área económica, donde el país esperaba importantes transformaciones que acentuaran “sin falsas moderaciones el contenido social y el signo nacional en la conducción del esfuerzo productivo de la comunidad y en la distribución de sus resultados”, una demanda a tono con el discurso peronista en torno a mejorar la distribución del ingreso y a impulsar una economía con impronta “nacional”. Todo ello debía ocurrir en un “clima de armonía cívica” en el que no se debería atentar contra la “convivencia pacífica” (El Cronista Comercial, 25 de mayo de 1973, p. 4), en un claro llamado a la moderación que ubicaba al matutino en una senda de apoyo a ciertas “reformas”. En alusión al mensaje presidencial de inauguración de parte de Cámpora, en el que planteaba alguna distancia con las posiciones más radicalizadas de los sectores juveniles de la izquierda peronista, Floria señalaba con aprobación que era “importante” que Cámpora reivindicase su programa de gobierno como “propio” y “actual” ya que era “la manera de indicar a los aprovechadores potenciales del proceso que es ese y no otro el programa” (Floria, 28 de mayo de 1973, p. 4).

En los días anteriores al regreso definitivo de Perón a la Argentina el 20 de junio de 1973, donde se preveía recibirlo con una convocatoria multitudinaria en una zona cercana al aeropuerto de Ezeiza, El Cronista advertía con preocupación que los niveles de conflictividad interna en el peronismo hacían correr el riesgo de que se produjesen “enfrentamientos ideológicos” e inclusive advertía, con intuición, que la concentración de una multitud de personas constituía por sí mismo “un asunto delicado” (El Cronista Comercial, 19 de junio de 1973, p. 1). Tras los graves disturbios con fallecidos ocurridos el 20 de junio en lo que se conocería como la “masacre de Ezeiza” -espoleada por la derecha peronista (Bonasso, 1997; Verbitsky, 1998)-, las palabras de Perón el día posterior contra la Tendencia Revolucionaria confirmaba su “giro” de apoyo hacia los sectores tradicionales de su movimiento, lo cual para El Cronista era por demás concluyente: “él ha definido al peronismo, los que no acepten esta posición están de más”. Si bien esto podía generar el descontento de los sectores juveniles, con Perón en el país ya no había lugar para ambigüedades y “toda oposición a sus directivas ya no podrá reivindicar la etiqueta que le permita actuar dentro del movimiento” (El Cronista Comercial, 23 de junio de 1973, p. 1). Un claro aval, en definitiva, a la palabra de Perón como “ordenadora” para su movimiento y para el país. En efecto, la presencia ya definitiva de Perón en el país fue reflejada por El Cronista como un factor de “fortalecimiento” para el peronismo que debía permitir “normalizar sus estructuras” en medio de “un proceso interno difícil”. De no ser así, ni el país ni el gobierno podrían rendir “en la medida esperada” (El Cronista Comercial, 2 de julio de 1973, p. 1).
La decisión de Perón de avanzar a paso firme en la conducción directa del poder estatal se plasmaría en la renuncia de Cámpora el 13 de julio de 1973. El diario dedicó su tapa del mismo día al final del gobierno camporista sin ninguna fotografía y a doble nota principal se informaba que Cámpora dimitiría para “facilitar el ascenso de Perón a la presidencia”. Allí se responsabilizaba a los sindicatos peronistas, a través de la Confederación General del Trabajo, como el principal actor que había precipitado la crisis política y el relevo de funciones del ya expresidente (El Cronista Comercial, 13 de julio de 1973, p. 1). Días después dejaría expresado su comprensión política con la movida que tenía como finalidad última depositar a Perón en el sillón presidencial. Si bien reconocía que las “formas” del procedimiento eran cuestionables por la “conmoción política” que habían generado, avalaba la cuestión de fondo al recordar que el gobierno militar precedente había proscripto la candidatura de Perón y había obligado al país a aceptar una “solución parcialmente ficticia”, en relación a la candidatura de quien en ese momento era el delegado de Perón. Por eso ahora se estaba restableciendo “la autenticidad” del proceso de “normalización del país” (El Cronista Comercial, 16 de julio de 1973, p. 1). Además, la renuncia no era un desenlace “imprevisible”, sino que estaba atado al conflicto abierto que se venía desarrollando entre “el poder y el gobierno”, así como también a la interna peronista. Cámpora, más allá de sus “intenciones reales”, se había convertido en los hechos en el “centro de convergencia” de los grupos pertenecientes a la juventud peronista y esto contradecía al peronismo histórico y al poder sindical (Floria, 16 de julio de 1973, p. 4), que con este desplazamiento dejaban en claro su capacidad de presión. Justamente para el matutino, la corta estancia en el poder del ya expresidente tuvo que ver con los adversarios cosechados: “No es que Cámpora (…) significara una garantía para el avance de las izquierdas; es que Cámpora no significaba tampoco un seguro para el aparato sindical, el cual ya lo había enfrentado oponiéndose a su candidatura” (El Cronista Comercial, 16 de julio de 1973, p. 1).
Del orden a la incertidumbre. La victoria de Perón en las elecciones de septiembre de 1973 y su fallecimiento en julio de 1974.
Los días previos a la elección del 23 de septiembre de 1973 donde el peronismo se presentó con la fórmula Perón-Perón, El Cronista indicaba que la hegemonía del expresidente se mantenía “intacta” y en consecuencia vaticinaba un cómodo triunfo (El Cronista Comercial, 20 de septiembre de 1973, p. 4). En esta línea, al día siguiente del triunfo electoral el matutino tituló enfocando justamente en la gran cantidad de votos que había consagrado a la fórmula peronista, al sentenciar: “Perón triunfó superando el 60 por ciento de los votos” (El Cronista Comercial, 24 de septiembre de 1973b, p. 1). Si bien era un resultado “previsto”, esta diferencia había permitido “develar el porcentaje exacto de esta supremacía y sobre todo la diferencia con los votos logrados por el FREJULI en marzo”, una de las cuestiones que en la coyuntura se barajaban, en relación a que sería una demostración de fuerza que Perón tuviera más votos que Cámpora, como efectivamente ocurrió.[7] Perón había podido mostrar nuevamente “el carácter prácticamente único que adquiere su liderazgo en la escena” y que inclusive su garantía “de orden y estabilidad” había acercado en la votación a otros sectores del espectro político, en particular aquellos “moderados” o “francamente derechistas”, lo que le permitía ampliar y afirmar “sus bases de sustentación”. Concluía que se reafirmaba la tendencia de que “más del 80 por ciento del electorado, sumando el caudal del peronismo y del radicalismo, se ha pronunciado por una política de cambio social y de liberación nacional” (El Cronista, 24 de septiembre de 1973a, p. 6).
Por su parte, Floria planteaba un tono más alejado de su tradicional posición analítica y se acercaba más bien a una suerte de “reclamo” ante la situación de inestabilidad que se venía viviendo desde el 25 de mayo de 1973. Perón no gobernaría una Argentina fuerte, sino una debilitada que necesitaba de la reconstrucción del Estado, y en ese terreno afirmaba demandante: “los líderes populares nos adeudan aun la lección política máxima de galvanizar a un pueblo, saber gobernarlo y, al mismo tiempo, prepararlo para que pueda prescindir de ellos”, referencia que implícitamente podría asociarse al momento vital en que Perón asumiría la presidencia, ya en el crepúsculo de su vida y con una salud delicada (Floria, 24 de septiembre de 1973, p. 4).
Este diagnóstico sobre cierta frustración desde el regreso peronista al poder era retomado por el matutino, cuando aseguraba que desde la asunción de Cámpora se había vivido “en constante estado de preparación para el lanzamiento de un proyecto que se anuncia como grande y perdurable, pero que no alcanza a definirse sino como proyecto”. La capacidad de Perón en ese contexto de incertidumbre era que había logrado desentenderse del “efecto negativo” que lógicamente hubiera tenido en el terreno electoral en otras circunstancias y había podía trazar “su propia estrategia (El Cronista Comercial, 15 de octubre de 1973, p. 6), lo cual mostraba la indudable vigencia y plasticidad de su liderazgo. En ese aspecto, Floria aseguraba que Perón se erigía como un “líder de crisis”, preocupado ahora “por insistir en la necesidad del consenso y buscarlo, por recurrir al diálogo con sus adversarios” (El Cronista Comercial, 18/10/1973, p.4).
Pese a la expectativa que pudo abrigarse ante el nuevo mandato presidencial de Perón, lo cierto es que los más de ocho meses que estuvo en el poder estuvieron atravesados por el conflicto interno en el movimiento peronista, el incremento de la violencia política, el enfrentamiento entre Perón y la Tendencia Revolucionaria y los problemas económicos vinculados al Pacto social (Garategaray, 2009, p. 15; Godio, 1986; Landi, 1978).
Ante el fallecimiento de Perón, ocurrido el 1º de julio de 1974, El Cronista buscó reflejar en sus páginas el luto social que se vivía en el país, mostrando la larga hileras de hombres y mujeres, que bajo a la lluvia y pasando la noche, esperaban para entrar al Congreso Nacional para despedir al líder en su lecho de muerte. También se le dio espacio a la repercusión internacional de la noticia y se publicó una extensa biografía de Perón. Las solicitadas de distintas organizaciones políticas, de organismos estatales nacionales, provinciales y ministeriales, de centrales sindicales y de servicios de medicina, en conmemoración a la figura de Perón, cubrieron las páginas del diario.

Otro aspecto destacado por el diario fue el apoyo de todo el arco político y militar a la nueva presidenta Isabel Perón, como se dejaba traslucir en la nota de tapa del 5 de julio, bajo el titular de portada “Las armas y los partidos ratificaron su apoyo a la continuidad institucional”, donde se traslucía la temporaria comunión entre todos los actores políticos que apelaban a la unión nacional (El Cronista Comercial, 5 de julio de 1974, p. 1). En este mismo sentido se expresarían los analistas políticos del diario, aventando cualquier duda por una eventual “emergencia política” al asegurar que Isabel Perón era “reconocida y acatada sin reservas” y que su autoridad ya estaba ejerciendo “todo su poder legítimo” (Montes, 8 de julio de 1974, p. 4). En efecto la figura de Isabel, pese a cosechar cierta desconfianza por su capacidad política para afrontar la nueva coyuntura, se investía a corto plazo como la mejor opción para evitar cualquier esbozo de quiebre institucional, en tanto tenía la legitimidad de los votos y de haber sido la elegida por Perón para el cargo.
Por su parte, Floria destacaba el legado de Perón para los tiempos que se abrían, mencionando dos grandes consensos políticos: el de la Constitución Nacional y el de la “La Hora del Pueblo”,[8] esto último en tanto búsqueda de concertación con los restantes partidos democráticos. Para el futuro entendía que había que respetar a la “autoridad institucional”, pero sin “sumisión”, y que el peronismo debía asumir su responsabilidad de gobierno, pero eso no significaba que gobernara “sin control” (Floria, 8 de julio de 1974, p. 6). Una llamada de apoyo a la sucesora, pero advirtiendo que debían respetarse los condicionamientos republicanos.
Ante lo “inevitable”. El final del gobierno de Isabel Perón y el golpe de 1976
Como se ha comentado, durante el segundo semestre de 1975 el gobierno de Isabel Perón comenzó a transitar un claro proceso de licuación de poder. El Cronista describiría con detalle este cuadro de descomposición institucional, mientras otorgaba mayor cobertura a la agenda de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, en un contexto donde todos los analistas políticos barajaban diversos escenarios posibles en los que podría derivar la crisis (renuncia presidencial, remoción presidencial a través de la Ley de Acefalía, adelantamiento de elecciones, golpe de Estado, entre los principales).
En este contexto, Floria entendía a inicios de noviembre de 1975 que la estabilidad política estaba amenazada por una “crisis de legitimidad sumada a la ineficiencia decisional” y que imperaba “un poder carente de base social”, ya que el gobierno aparecía más apoyado por ciertas corporaciones, como la sindical o el círculo íntimo de la presidenta ligado al lopezreguismo, que por las fuerzas populares. Y advertía que el peronismo debía revisar “sus cuadros y sus actos”, porque si era dominado “por un pequeño grupo sin bases sociales efectivas, perderá inexorablemente la potencia que le resta como movimiento popular” (Floria, 3 de noviembre de 1975, p. 5).
La crisis institucional tuvo un grave episodio entre el 18 y el 23 de diciembre de 1975 en la sublevación de un sector de la Fuerza Aérea encabezada por el brigadier Jesús Capellini, que exigía la destitución de la presidenta y la asunción del jefe del Ejército, general Jorge Videla, y la renuncia del jefe de la Fuerza Aérea, Héctor Fautario. Para el matutino esta asonada, que había surgido inicialmente como una crisis institucional del arma aérea, había superado ese marco y era “la expresión más grave de la encrucijada política que vive el país” (El Cronista, 20 de diciembre de 1975, p. 1). En la misma línea, Floria indicaba que el “amargo año” que finalizaba lo hacía con un “episodio triste para una Argentina triste”. A pesar de que el analista resaltaba el carácter “solitario” del levantamiento en la Fuerza Área, que no había tenido un eco generalizado en el accionar de las Fuerzas Armadas -aunque tampoco había sido repudiado-, resaltaba con preocupación que la sociedad había sido “peligrosamente indiferente” frente a los acontecimientos, planteando la distancia entre ésta y el Estado: “Más bien que conmoción hubo en la mayoría una suerte de resignación” (Floria, 22 de diciembre de 1975, p. 4). En relación a las Fuerzas Armadas, el diario entendía que luego de esta sublevación -y del rol militar en la represión al ataque del marxista Ejército Revolucionario del Pueblo ocurrido el mismo 23 de diciembre en un Batallón en Monte Chingolo-, habían asumido un papel más activo, con gestos de indudable índole política y que por lo tanto las relaciones con el poder civil se darían por caminos cada vez más “estrechos”, lo cual daba cuenta del endeble equilibrio en el que estaba el gobierno peronista (El Cronista, 29 de diciembre de 1975, p. 1).
A principios de 1976 la situación de crisis política se fue agudizando y esto quedaría reflejado en El Cronista hacia febrero de 1976, en una nota donde analizaba la situación del “orden institucional”. Allí advertía con alarma que solo una “rectificación global del oficialismo” podía impedir “una quiebra del orden institucional”, ya que nunca antes durante esos últimos meses se había utilizado con tanta “simultaneidad” la palabra “golpe”, mientras el gobierno parecía estar “más aislado y solo que nunca” y la dirigencia política resignada a transitar un “camino plagado de peligros” (El Cronista, 9 de febrero de 1976, p. 1). Floria iba aún más allá y ante la dimensión de la crisis política se preguntaba si las “experiencias populistas” mismas no se encontraban probablemente “agotadas” para ofrecer soluciones a sociedades complejas como la argentina. Lo que estaba claro, y era “insoslayable”, era que el “proceso iniciado en 1973” no las había dado, lo cual entendemos daba cuenta de la sensación de cambio epocal que ya se evidenciaba para el analista (El Cronista, 29 de diciembre de 1975, p. 1; Floria, 9 de febrero de 1976, p. 4; Zamora, 29 de diciembre de 1975, p. 4).
Por este andarivel de cambios inminentes, los titulares del diario de mediados de febrero indicaban “signos de gravedad en el proceso político” y días de “definiciones inminentes”, a la par que mostraban a una Isabel Perón cada vez más “aislada”, en tanto Floria calificaba la situación, sin eufemismos, como un “consenso de terminación” (Floria, 16 de febrero de 1976, p. 3). Un clima que no fue reflejado exclusivamente por El Cronista, sino que atravesaba toda la prensa de la época, donde ya se barajaban fechas para el golpe de Estado (Borrelli, 2015; Díaz, 2002; Saborido y Borrelli, 2011; Vitale, 2015).
El 18 de marzo El Cronista apelaba a las metáforas cronológicas recurrentes por estos días y anunciaba en su tapa que la Argentina atravesaba una “cuenta regresiva”; el país se había transformado en un “problema de relojería” y, para el jefe del Ejército Videla, el tiempo estaba “provisoriamente detenido”. Por su parte, el gobierno no había dejado trascender cuál era “su concepción del tiempo ni cuáles sus instrumentos de medición”, pero porque, “tal vez”, lo decisivo era que el tiempo “se lo medían otros”. La edición de aquella jornada buscaba reflejar la consternación de vastos sectores del país que “bajaban los brazos” ante la “inexorabilidad de los cronogramas”, mientras señalaba que el gobierno luchaba por su supervivencia y la de las “frágiles” instituciones (El Cronista, 18 de marzo de 1976b, p. 1).
Días después, el 22 de marzo, Floria remarcaba la “previsibilidad” de la crisis desde hacía “mucho antes” debido a la “acumulación impresionante y probablemente inédita de contradicciones, torpezas y errores de un gobierno cotidianamente erosionado en su autoridad”. Y en lo que parecía ser un gesto más voluntarista que realista ante lo que parecía advertirse como “inevitable”, sugería que las “acechanzas de una intervención militar o la interrupción indeseable del proceso político institucional” solo lograrían superarse si el peronismo, el radicalismo y la oposición institucional, el poder sindical y el poder militar actuasen “de manera congruente con una actitud fundacional de un sistema político” (Floria, 22 de marzo de 1976, p. 1). Si bien el matutino observaba con cierta resignación el “inevitable final” del gobierno de Isabel, no se sumaba a una demanda desestabilizadora e inclusive planteaba en uno de sus analistas principales una alquimia de urgencia para tratar de salvar un proceso institucional cuya suerte estaba echada para este momento debido al avance de los planes militares para el derrocamiento. En esta misma orientación, El Cronista ofreció por estos días una jerarquización relevante en sus tapas a los contactos entre partidos políticos que, informaba, intentaban salvar el proceso institucional, lo que da cuenta de una genuina preocupación del diario en ese sentido (véase, por ejemplo, El Cronista, 18 de marzo de 1976a, p.; El Cronista, 22 de marzo de 1976, p. 1; El Cronista, 23 de marzo de 1976b, p. 1).
Al día siguiente El Cronista plantearía desde su portada que el país vivía “signos de inminentes definiciones” (Figura 3), dando cuenta de los diversos rumores sobre el eventual golpe de Estado. También informaba sobre que se tenía previsto para ese día que continuaran las reuniones de dirigentes partidarios, incluidos los del justicialismo gobernante, que buscaban algún tipo de “solución” a la crisis -aunque no habían sido ajenos “al tenso clima de rumores y predicciones golpistas”- y afirmaba que solo “acontecimientos inesperables” podrían interrumpir el progreso de las coincidencias interpartidarias (El Cronista, 23 de marzo de 1976a; El Cronista, 23 de marzo de 1976b).
Esos acontecimientos, aunque no tan “inesperables”, ocurrieron. Bajo el sintético título “Pronunciamiento” (Figura 4), el 24 de marzo de 1976 El Cronista anunciaba la asonada militar para ocupar la Casa de Gobierno y la toma el poder político.[9] En la bajada ampliaba: “Las Fuerzas Armadas ocupan puntos estratégicos del país. Se espera la formación de nuevo gobierno. Isabel, trasladada al interior” (El Cronista, 24 de marzo de 1976, p. 1). Las nuevas resoluciones de la Junta Militar abarcarían los temas tratados por el diario en las jornadas sucesivas, dejando a un lado el análisis político de la nueva coyuntura. Los titulares tuvieron un carácter netamente informativo, casi sin valoraciones, y El Cronista se limitó principalmente a difundir las disposiciones oficiales.


En la nota del 26 de marzo “El proceso de reorganización”, se pueden rastrear las primeras apreciaciones sobre el nuevo panorama político en un tono complaciente con el régimen dictatorial. Allí se indicaba que durante las últimas semanas del gobierno peronista se habían producido “notables contradicciones” y un ostensible “vacío de poder” y que con la nueva conducción del Estado había surgido un “animo abierto a la esperanza”. En ese aspecto, se advertía una “favorable predisposición de la opinión pública” al nuevo momento político a la espera de las decisiones que significaran el comienzo de una etapa “reparadora de los males y deformaciones” que se habían “padecido” (El Cronista, 26 de marzo de 1976, p. 1). Días después, en la misma orientación auspiciosa, se elogiaban los lineamientos “profesionalistas” del gobierno y su carácter “austero” e “imparcial” (El Cronista, 29 de marzo de 1976, p. 2).
En el área económica afín al matutino, si bien aún no se conocían medidas concretas, saludaba con expectativa la elección de José Martínez de Hoz como ministro de Economía. Se señalaba que no se trataba de un “doctrinario” ni un “monetarista”, sino de “un hombre pragmático” y de ideas contrarias a las “etiquetas y los ismos”. Se ponderaba su carácter afín al empresariado y a los medios financieros internacionales, considerando que su figura gozaba del “reconocimiento y el respeto de los empresarios lideres”, lo que repercutiría en “acuerdos de caballeros” para la estabilización de precios y de facilidades para renegociar la deuda externa contraída por la Argentina (El Cronista, 29 de marzo de 1976, p. 1).
Finalmente, ante la asunción de Videla como presidente de facto entendió que se abría una nueva etapa “de mayores proyecciones” y definiciones políticas (El Cronista, 29 de marzo de 1976, p. 2). Su discurso de asunción fue informado con pretensión de neutralidad, aunque también de cierto acuerdo por su forma de presentación, bajo el título Un nuevo ciclo histórico para la reorganización nacional que de alguna forma hacía propias las palabras de Videla, cuyo discurso fue transcripto a doble página y con una foto central del nuevo presidente de facto. Entre otras frases, allí Videla sentenció que la toma del poder había sido “la única respuesta posible” ante el “vacío de poder” que había minado el “ejercicio de la autoridad” y que heredaban un Estado “conducido con ineficiencia en un marco generalizado de corrupción administrativa y de complaciente demagogia” (El Cronista, 31 de marzo de 1976, pp. 8-9). Un diagnóstico, que, en términos generales, parecía ser compartido por el matutino.
Conclusiones
Retomando categorías planteadas por Borrat (1989) observamos que en el periodo analizado El Cronista buscó constituirse como un narrador y un comentarista “didáctico” y “analítico”, que no se involucró como un actor participante de los conflictos políticos del momento, sino como uno externo que, según las circunstancias, describía cuáles era los pasos convenientes que debían seguir el poder político de turno. Sus interpelaciones se dirigieron principalmente hacia los gobiernos peronistas del periodo, pero también -aunque en este artículo no lo hemos desarrollado con amplitud- tuvieron foco en el de otros actores políticos claves del momento, como las Fuerzas Armadas, el empresariado nacional, la dirigencia política y sindical, entre otros protagonistas fundamentales de la Argentina en la década de 1970.
En relación a los gobiernos peronistas del periodo, El Cronista recibió con una franca expectativa y esperanza el inicio del gobierno de Cámpora en mayo de 1973, pero los sucesos posteriores que frustraron esta experiencia y las vicisitudes vinculadas a la feroz interna en el peronismo fueron haciéndole perder esas expectativas iniciales, que se diluirían definitivamente luego de la muerte de Perón y frente al mandato de Isabel, donde El Cronista adoptaría una posición de alerta y más crítica con el correr de los meses, que aquí hemos analizado para el último periodo gobernante. De todas maneras, en los momentos analizados se destaca como una de las principales preocupaciones del diario que se asegurara la estabilidad política y los mecanismos propios de todo proceso institucional, evitando mayores confrontaciones. Por ello se remarcaba la importancia de que la fuerza gobernante alcanzara acuerdos políticos, sociales y económicos en el interior de su propio espacio, así como también con los restantes actores políticos externos.
Con el advenimiento de la crisis política, económica y social que afrontó el isabelismo, los pronunciamientos del diario adquirieron mayor tono imperativo, “sugiriendo” medidas urgentes que debía tomar la administración para mantener en pie la institucionalidad, que comenzaba a verse cercada por la escalada militar. La crisis de legitimidad, sumada a las muestras que el diario calificaba como de “ineficiencia decisional”, y “un poder carente de base social”, sintetizaban para el matutino un panorama de ingobernabilidad. En las últimas semanas de 1975 y las primeras de 1976 se construiría paulatinamente una agenda informativa que alertaría sobre el colapso institucional. La cadena de sucesos de los actores políticos ligados al poder que relataría el diario, sumado a la impotencia de las autoridades del gobierno de Isabel Perón, indicaban la “inevitabilidad” de lo que sería un nuevo golpe de Estado en la Argentina. Las críticas y el desánimo expresados en los análisis incluyeron el cuestionamiento al gobierno y a las falencias del sistema político en general por la incapacidad para generar los consensos democráticos necesarios y evitar así la toma del poder por parte de la Junta Militar. Pese a ello, hasta pocos días antes del golpe el matutino comentó y dio lugar en su agenda temática a la búsqueda de “soluciones” entre la dirigencia partidaria que pudiera evitar el final del proceso institucional.
Finalmente, el golpe militar del 24 de marzo marcó un cambio abrupto en la confección de la agenda de los medios y aunque El Cronista se limitaría a difundir las disposiciones oficiales, sin la utilización de grandes valoraciones y opiniones, se alineará con la posición de la prensa diaria argentina de cierta esperanza ante el nuevo ciclo político que iniciaba, destacando aspectos que consideraba positivos, como el “profesionalismo” militar o la elección del nuevo ministro de Economía.
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Notas
Notas de autor
E-mail: pabloesquivel089@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0009-0006-1234-4953