ARTÍCULOS DE INVESTIGACIÓN
CIUDADANÍA INTERCULTURAL CRÍTICA Y DECOLONIAL EN NUESTRA AMÉRICA: LA RESISTENCIA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN LOS TERRITORIOS ANCESTRALES *
CRITICAL AND DECOLONIAL INTERCULTURAL CITIZENSHIP IN OUR AMERICA: THE RESISTANCE OF INDIGENOUS PEOPLES IN ANCESTRAL TERRITORIES
CIDADANIA INTERCULTURAL CRÍTICA E DESCOLONIAL EM NOSSA AMÉRICA: A RESISTÊNCIA DOS POVOS INDÍGENAS EM TERRITÓRIOS ANCESTRAIS
CIUDADANÍA INTERCULTURAL CRÍTICA Y DECOLONIAL EN NUESTRA AMÉRICA: LA RESISTENCIA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN LOS TERRITORIOS ANCESTRALES *
Ratio Juris, vol. 16, núm. 32, pp. 201-222, 2021
Universidad Autónoma Latinoamericana
Recepción: 30 Noviembre 2020
Aprobación: 30 Mayo 2021
Resumen: La resistencia histórica de carácter sociocultural e identitaria que han realizado los pueblos indígenas refleja la condición de luchar por otros escenarios en donde coexista un equilibro armónico entre la vida, la tierra y el territorio. Parte de esta narrativa se organizó como un espacio epistémico emergente, el cual apuesta por deconstruir la recolonización auspiciada por los grupos hegemónicos desde los intereses privados y mercantiles de los de arriba sobre los medios, las redes e instituciones moderno-coloniales. De esta forma, la finalidad de la presente reflexión consiste en realizar una aproximación sobre la concepción de una ciudadanía indígena intercultural decolonial, teniendo en cuenta los procesos de liberación y decolonialidad gestados en Nuestra América, puesto que son referentes de las expresiones de luchas/resistencias emanadas por los pueblos indígenas, que están orientadas a promover una cosmovisión sobre la defensa en los territorios ancestrales. La lógica metodológica, utilizada para la construcción del texto, es de un análisis crítico y horizontal desde el sujeto, teniendo como base la importancia de deliberar sobre las experiencias decolonizadoras.
Palabras clave: ciudadanía intercultural, crítica decolonial, Nuestra América, pueblos indígenas, cosmovisión, territorios ancestrales.
Abstract: The historical resistance of a sociocultural and identity nature that indigenous peoples have carried out in their territories reflects the condition of fighting for other scenarios where a harmonious balance between life, land and territory coexists. Part of this narrative was organized as an emerging epistemic space, which is committed to giving weight to the forms of re-colonization sponsored by the hegemonic groups from the private and commercial interests of those above on the modern media, networks and institutions. colonial. In this way, the purpose of this reflection is to make an approximation about the conception of a decolonial intercultural indigenous citizenship, taking into account the processes of liberation and decoloniality gestated in Our America, since they are referents of the expressions of struggles / resistance emanating from indigenous peoples, which are aimed at promoting a worldview on defense in ancestral territories. The methodological logic, used for the construction of the text, is a critical and horizontal analysis from the subject, based on the importance of deliberating on decolonizing experiences that give weight to the dynamics of modernity-coloniality submerged in the world system - capitalist.
Keywords: Intercultural citizenship, decolonial criticism, our America, indigenous villages, worldview, ancestral territories.
Resumo: A resistência histórica de caráter sociocultural e identitário que os povos indígenas têm realizado em seus territórios reflete a condição de lutar por outros cenários onde coexista um equilíbrio harmonioso entre vida, terra e território. Parte dessa narrativa foi organizada como um espaço epistêmico emergente, que se compromete a dar peso às formas de recolonização patrocinadas pelos grupos hegemônicos a partir dos interesses privados e comerciais de quem está acima na mídia, nas redes e nas instituições modernas. Desse modo, o objetivo desta reflexão é fazer uma aproximação sobre a concepção de uma cidadania indígena intercultural descolonial, levando em consideração os processos de libertação e descolonialidade gestados em Nossa América, já que são referências das expressões de lutas de resistência emanadas de. Povos indígenas, que visam promover uma visão de mundo sobre a defesa em territórios ancestrais. A lógica metodológica, utilizada para a construção do texto, é uma análise crítica e horizontal do tema, partindo da importância de se deliberar sobre experiências descolonizantes que dêem peso à dinâmica da modernidade-colonialidade submersa no sistema mundial - capitalista.
Palavras-chave: cidadania intercultural, crítica descolonial, nossa América, povos indígenas, cosmovisão, territórios ancestrais.
INTRODUCCIÓN
Yo soy como soy y tú eres como eres.Construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas sersin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemosal otro a ser como yo o como tú Subcomandante Marcos
El paradigma liberal de las reflexiones teórico-conceptuales sobre la ciudadanía, como un campo de gran relevancia en los procesos de investigación al interior de las ciencias sociales y las humanidades, tiene que ver con análisis asociados a la politología, la sociología política y los estudios políticos como campos epistémicos, encauzados para reflexionar la interacción entre el ciudadano, el Estado y el gobierno a partir de las configuraciones sociopolíticas que se gestan al interior de la sociedad civil, pues se constituye en una perspectiva hegemónica sumida en las narrativas epistémicas de los enfoques, los métodos y las metodologías propias de la lógica moderna-liberal en los estudios sociales contemporáneos.
La necesidad de indagar sobre la importancia de la participación, la deliberación y las formas de organización en lo político, responde a los esbozos de expresiones, luchas y resistencias desde abajo en la esfera pública-privada, dado que revela un campo emergente que está en medio de narrativas, pensamientos y discusiones que intentan democratizar las actividades, las acciones y los procesos enfocados a promover cambios desde las luchas socioculturales y la praxis ético-política de los actores subalternos (Fornet-Betancourt, 1994).
El sentido de ir a contrapelo de los cánones histórico-políticos de carácter tradicional, sobre la concepción de una forma de ciudadanía que promueve asumir un sujeto político enfocado en los deberes/derechos de orden procedimental y sobre las dinámicas que instituyen lo público al interior de la democracia, constituye una praxis de significancia crítica con la perspectiva de construir una ciudadanía intercultural que cuestione la concepción de la vida pública desde la narrativa estatista e institucional de articular las demandas de la sociedad civil por medio de los esquemas/modelos corporativistas y funcionales a los intereses y capitales de los entes gubernamentales (Márquez-Fernández, 2016).
Sin embargo, parte de esta concepción liberal-procesal de la ciudadanía no logra constituir alternativas y reflexiones epistémicas sobre las necesidades, los sentires, las emociones y las luchas de los grupos subalternos, lo que deviene en un discurso anquilosado en estructuras teórico-conceptuales propias de un lenguaje eurocéntrico, las cuales no consiguen dimensionar las condiciones materiales, inmateriales y espirituales que coexisten al interior de los grupos marginados de los conocimientos endógenos del capital propios del sistema mundo-capitalista.
La idea tradicional de una ciudadanía basada en los derechos políticos, económicos y sociales articulados sobre el desarrollo del Estado-Nación en el siglo XX, se interioriza en una perspectiva histórica que no alcanza a medir otras formas de luchas socioculturales desde los territorios en emergencia y resistencia, ante los proyectos de carácter neoliberal y extractivista que afectan, de forma directa, el sentido de la dignidad humana y el derecho colectivo de buen vivir en lo público.
El proceso político promovido desde la visión de la libertad integral, sobre la dinámica de la vida política del ciudadano en el ámbito de lo público, representa un punto de enunciación sobre los derechos sociopolíticos, civiles, económicos y culturales que identifican el ethos del ciudadano, a partir de la capacidad de tomar decisiones y responsabilidades de orden público, situadas en la dinamización de los poderes públicos y la democratización de la comunidad política en la sociedad civil moderna.
La narrativa teórica-analítica expuesta por Marshall sobre la ciudadanía, parte de reconocer la existencia de elementos de orden normativos, civiles y procesales sobre los derechos que configuran la libertad individual en escenarios públicos en torno a los mecanismos, las estructuras y los modelos que devienen campos como la libertad de expresión, el pensamiento, la religión, la propiedad, los contratos económicos y el acceso a la justicia; en ello se apuesta por tener un escenario fundamentado en la igualdad en los ámbitos de orden procedimental y legales de la democracia en el plano del liberalismo (Marshall, 1949).
Otro aspecto sobre la ciudadanía, desde el paradigma del liberalismo clásico y las corrientes epistémicas del funcionalismo, el racionalismo y el positivismo, reconoce la capacidad de instituir un modelo de democracia basado en los procesos políticos que apuestan por establecer contextos, experiencias y situaciones enfocadas a superar las desigualdades que afectan la calidad y el desarrollo del ciudadano al interior de la sociedad civil. Pero dicha propuesta ha sido solo un intento fallido que se ha endurecido en el plano de la pobreza y la exclusión, que agudiza el sistema capitalista.
Gran parte de las narrativas del campo epistémico de la ciudadanía se identifican con su preponderancia de reflexiones provenientes de la dinámica sociocultural occidental, a partir de un lenguaje eurocentrado de las ciencias sociales, el cual asume lo público como una esfera orientada al debate y la formación de subjetividades acordes a la superación de la doxa (opinión), para darle fuerza a la episteme como una oportunidad de construcción de verdad sobre las demandas, las luchas y las prácticas que constituyen el sentido real de la ciudadanía en lo público (Galli, 2013).
De esta forma, la finalidad de la presente reflexión consiste en realizar una aproximación sobre la concepción de la ciudadanía intercultural crítica en el marco de los procesos de liberación y decolonialidad generados en Nuestra América, asumiendo como referente las expresiones de luchas/ resistencias emanadas por los pueblos indígenas, orientados a suscitar una cosmovisión sobre la defensa de la vida, la tierra, la identidad y la cultura en los territorios ancestrales, para así exponer la necesidad de incursionar en dinámicas de análisis críticos sobre las formas de organización y emancipación de los pueblos étnicos en sus espacios cotidianos, como sujetos sociales que optan por la paz y la armonía en sus territorios.
CIUDADANÍA INTERCULTURAL CRÍTICA Y DECOLONIAL
La ciudadanía intercultural es la ciudadanía emergente, orientada a reflexionar sobre las dinámicas de resistencias desde los territorios y las movilizaciones socioculturales de los pueblos indígenas, las negritudes, los obreros, los campesinos y los grupos marginados, entre otros. Se identifica con la posibilidad y la postura de despuntar la dimensión liberal-procedimental en el campo epistémico de la investigación, en temas como ciudadanía, democracia, gobierno y sociedad civil, debido a sus aspectos en común que articulan conceptos, categorías y enfoques orientados al análisis de la realidad desde su complejidad frente a la crisis de la privatización de la esfera pública y la neoliberalización de las sociedades (Márquez-Fernández, 2018).
Las limitaciones que existen sobre los modelos liberales de asumir la ciudadanía como un objeto de interés y de utilidad para los fines racionales e instrumentistas del Estado-capitalista, se establecen en aspectos que denotan la pertinencia de tomar otras expresiones de luchas desde la resistencia en los territorios, ya que se apuesta por la democratización de los poderes públicos y la diferenciación de la autonomía como un camino subalterno, que hace peso a las narrativas eurocéntricas de las reflexiones sobre el ethos del sujeto en su condición de ciudadano local, regional y mundial.
El proceso de reconocer las dinámicas de diálogo abierto, enfocadas a superar los esquemas reduccionistas entre el clasismo y el culturalismo, imponen una racionalidad de interés privado e instrumental sobre los valores, las prácticas y la identidad de la ciudadanía, en medio de escenarios de violencia, pobreza y exclusión desde arriba y legitimadas, en cierta forma, con prácticas de control y manipulación constituidas desde los grupos hegemónicos al interior de la esfera pública (Díaz, 2015).
El diálogo abierto, como una práctica e iniciativa de solidaridad y colaboración desde la integridad de saberes y la ecología de prácticas socioculturales del sujeto, asume la interacción horizontal que sirve como insumo para hacer frente a la mentalidad individualista, racista y clasicista, propia de los antivalores de las clases hegemónicas, las cuales se caracterizan por imponer en la esfera pública una racionalidad instrumental que apuesta por desarticular los procesos de luchas y resistencias desde los territorios y sus expresiones subalternas de los pueblos indígenas en Nuestra América.
De esta forma, la perspectiva intercultural sirve como un campo epistémico emergente que rompe con las mentalidades, las expresiones y las narrativas de violencias, pobreza y exclusión de los grupos subalternos. La iniciativa de concebir una lógica de deliberación, teniendo como base el respeto, la convivencia y la discusión abierta sobre lo público, envuelve oportunidades para poder enfrentar la crisis civilizatoria de nuestra época a partir de las formas de organización desde las comunidades enfocadas en la democratización de los espacios y poderes públicos y en contravía de la modernidad-colonialidad (Quijano, 1992).
La interculturalidad se convierte en un campo epistémico de larga reflexión que apuesta por el diálogo de saberes desde la condición humana y plural de los actores, para así superar las diferencias estructurales desde la posibilidad de instituir escenarios de paz, diálogo y deliberación entre los sujetos. Por ello, la ciudadanía emergente configura un escenario alternativo que rompe con las figuras clásicas provenientes del pensamiento liberal, para legitimar las expresiones, las formas y los desafíos contrahegemónicos generados por los actores subalternos que están en los medios/espacios comunitarios que configuran la concepción de lo público.
La ciudadanía emergente, en el ámbito de los estudios decoloniales, responde a un proceso cuestionador de las narrativas oficiales, institucionales y liberales de la investigación de dicho campo para incursionar en otros escenarios que desenmascaran teorías y métodos propios de la ciudadanía de corte liberal/procedimental, debido a que no logra reflexionar sobre las emociones, los sentires y las expresiones no-institucionalizadas del poder político de arriba. Por el contrario, apuesta por la configuración de expresiones y formas de la política, social, es decir, de las luchas/demandas de los grupos marginados de la modernidad-colonialidad.
El sentido crítico de la ciudadanía, desde la perspectiva decolonial, se identifica como una propuesta epistémica proveniente de las luchas, los saberes y el pensamiento de los pueblos, los colectivos y los movimientos indígenas, populares, sociales y culturales de corte subalterno y antisistémicos, los cuales desafían las ideas y la praxis de la colonialidad del poder y la estatización de las relaciones sociales de los poderes públicos, dando paso al reconocimiento de otras narrativas que emergen desde el sentipensar de los sujetos en la dimensión de lo común en los territorios.
Así pues, la interculturalidad y la decolonialidad en los pueblos indígenas tiene que ver con:
La perspectiva de análisis de una educación intercultural crítica decolonizada para la paz se inscribe en el pensamiento crítico latinoamericano no controlado, al “políticamente incorrecto”, pues hay también un pensamiento crítico formal, sistémico, controlado, eurocéntrico, colonizado y “políticamente correcto”. Este pensamiento crítico intercultural y de educación decolonizada para la paz cuestiona al sistema por su violencia estructural, por su violencia cultural, por las injusticias y desigualdades sociales extremas (Sandoval, 2016, p. 174 ).
El discurso antihegemónico de la interculturalidad es la oportunidad de articular los saberes desde las experiencias, las expresiones y las resistencias de los colectivos ante la razón de dominación y explotación generada por los grupos hegemónicos, que reproducen el patrón de dominación de la modernidad-colonialidad. En este sentido, las formas de luchas desde los colectivos, las organizaciones y los grupos que optan por construir otras realidades en función de su praxis ético-política, rompe con la noción de cambio desde arriba, para apostarle a los procesos de transformación socioculturales desde las comunidades en el campo del buen vivir en estos tiempos.
La ciudadanía intercultural crítica, pensada desde la episteme alterna de la decolonialidad, radica en las circunstancias de las luchas socioculturales de actores subalternos que reexisten a las olas de violencias, control y subordinación que promueven las élites desde las instituciones político-burocráticas, sumidas en las narrativas estatistas de la política y en función de los espacios público-privados de orden moderno-colonial, sustentados desde la racionalidad-instrumental de los grupos hegemónicos funcionales al poder sistémico del sistema mundo-capitalista (Capera, Arenas y Correa, 2018).
La constitución de las narrativas hegemónicas sobre los poderes públicos y la ciudadanía, como un actor intermedio, pasivo y no crítico de los problemas societales, sino funcionales, a las condiciones político-jurídicas de las instituciones modernas-coloniales, son conducentes con la racionalidad de los poderes colonizadores que se imponen sobre los procesos de luchas socioculturales y pretenden desconocer/deslegitimar las diversas expresiones interculturales que están más allá de la condición de pensar desde arriba las formas de organización de la sociedad civil.
La crítica a las estructuras, las narrativas y las expresiones de la modernidad-colonialidad implica la emergencia de prácticas de pueblos en movimiento que apuesten por la transformación de la esfera pública orientada a la democratización de los poderes públicos desde el sentipensar de las comunidades en los territorios en resistencia ante el despojo y la desterritorialidad de los saberes populares por parte de la racionalidad instrumental de los grupos hegemónicos.
En efecto, la noción de los procesos interculturales responde a la oportunidad de construir espacios para la deliberación de los saberes populares, por medio del diálogo entre los conocimiento tradicionales, modernos y subalternos que coexisten al interior de la realidad global para contrarrestar la crisis civilizatoria de nuestros tiempos.
Tal como lo ha señalado la pensadora Catherine Walsh (2009, citada en Sandoval, 2016), la interculturalidad crítica decolonizada consiste en
un proyecto que por necesidad convoca a todos los preocupados por los patrones de poder que mantienen y siguen reproduciendo el racismo, la racionalización, la deshumanización de algunos y la super y sobre humanización de otros, la subalternización de seres, saberes, formas de vivir. Su proyecto es la transformación social y política, la transformación de las estructuras de pensar, actuar, soñar, ser, estar, amar y vivir (pp. 174-175).
El vacío de los procesos políticos y democráticos que tienen las instituciones público-privadas, al no garantizar las mínimas condiciones de existencia orientadas al desarrollo humano y la vida pública del ciudadano, obliga a repensar formas, mecanismos y estructuras que rompan con la lógica moderna-colonial de los grupos hegemónicos, logrando así un espacio orientado al reconocimiento emancipatorio de las luchas subalternas que optan por la construcción de otros mundos posibles desde el sentipensar de las comunidades en los territorios.
La incapacidad del Estado y la incongruencia de las formas de expresión racistas, xenófobas y segregacionistas de gran parte de la sociedad civil, las élites y los grupos corporativos sobre los procesos identitarios de resistencia de los pueblos indígenas, devela los medios y mecanismos utilizados para desvirtuar, negar e invisibilizar las expresiones alternas que prefieren la tarea de pensar más allá de la modernidad-colonialidad. Así pues, las resistencias de las comunidades originarias son muestra de narrativas interculturales y decolonizadoras que no se encuentran sumidas en los procesos político-burocráticos de la democracia liberal, sino que apuestan por otro tipo de forma autonómica de gobierno en contraposición a la recolonización del sistema mundo capitalista y la globalización neoliberal (Díaz, 2013).
La ciudadanía intercultural, en el campo de la inflexión decolonial, se caracteriza por permitir la emergencia de narrativas opuestas a las teorías hegemónicas y tradicionales, que devienen del paradigma clásico del liberalismo en dicho tema de las ciencias sociales y las humanidades. De esta forma, toma relevancia la necesidad de decolonizar desde adentro, y con los movimientos, los grupos y los colectivos localizados en el ámbito de la resistencia popular, comunitaria y alternativa al interior de la esfera pública.
Las iniciativas autonómicas de los pueblos indígenas subalternos y antisistémicos confrontan las formas y expresiones moderno-colonizadoras de los grupos hegemónicos, los cuales operan bajo la corporativización de las instituciones en función de los intereses de reproducción del capital, la violencia sistémica y las formas de despojo de los bienes comunes que coexisten en lo público. Así pues, las estrategias de lucha contra la recolonización, promovida por el Estado capitalista y la sociedad neoliberal, son parte de las resistencias emprendidas por una ciudadanía intercultural que va más allá de las formas de segregación colectiva y moderno-colonial.
La dimensión de desconocimiento sobre otras formas de concebir la participación de la política, que toman distancia de los cánones modernos del voto, la organización, la asamblea y los cacicazgos de las instituciones, obligan a la construcción de gobiernos autónomos, mingas, tequios y formas colectivas de deliberación horizontal en el territorio, con expresiones decoloniales que buscan alternativas a la crisis civilizatoria auspiciada por los sectores hegemónicos sumidos en la dimensión de las estructuras modernas-coloniales, propias de las élites racistas incrustadas en el poder político colonizador.
Por tal motivo, la dimensión de explotación a gran escala y la enajenación de los capitales económicos, políticos y culturales por parte de los grandes sectores transnacionales, han impuesto una lógica de privatización de la esfera pública en la dimensión local, regional e internacional, siendo un aspecto que demuestra los precarios sistemas de seguridad social en las diversas regiones del mundo. A su vez, el desarraigo, la discriminación y el desprecio hacia las formas no tradicionales y ancestrales que proviene de la sabiduría y de las expresiones socioculturales de los pueblos indígenas y que rompe con la dimensión normativa-procedimental de la ciudadanía, genera formas basadas en los procesos interculturales desde la praxis del sujeto indígena, en búsqueda del buen vivir en comunitario.
La perspectiva decolonial pretende romper con las dimensiones tradicionales y positivistas de explicar, a partir de modelos técnico-instrumentales, las formas de desplazamiento de la ciudadanía al interior de las dinámicas político-normativas de las instituciones estatales. Es decir, las formas no institucionalizadas de representación, participación y deliberación de la política en lo público se constituyen en un campo de referencia para la reflexión de una ciudadanía con prácticas, discursos y narrativas decolonizadoras articuladas con las luchas populares de los pueblos indígenas en defensa de la vida, la cultura, la paz y la tierra en sus regiones.
El reconocimiento de los proyectos autonómicos de construcción e implementación de gobiernos propios basados en formas de organización, distribución y configuración de la política desde abajo, a partir del precepto de la obediencia colectiva, denota un imaginario social de romper con la visión vertical de la política institucional acorde a la dinámica moderna-colonial del Estado neoliberal.
La interculturalidad crítica consiste en un proceso de larga duración que tiene como principio el diálogo abierto y horizontal de las culturas desde sus propios lenguajes espirituales, sociales, económicos y políticos, los cuales no apuestan por buscar la legitimidad de las instituciones, sino el reconocimiento de las autoridades, los grupos y los actores que hacen parte de las organizaciones indígenas en las distintas regiones. Aquí toman sentido los modos alternos de colaboración teniendo como base el buen vivir, la vida y la identidad en el territorio (Díaz, 2017).
La concepción de la interculturalidad desde el sentipensar del sujeto tiene que ver con un discurso que altera la visión hegemónica del liberalismo, al articular prácticas socioculturales e imaginarios enfocados en romper con la cooptación del Estado y los intereses privados que constituyen las dinámicas del sistema mundo-moderno colonial. Por ende, adquieren relevancia las expresiones decolonizadoras de reconstruir tejidos de paz, pacificación y reconciliación a partir de los modelos autonómicos de gobierno propio desde la comunidad indígena (Sandoval, 2008).
El campo epistémico de la interculturalidad, en diálogo con la decolonialidad, se muestra como un escenario que apuesta por la democratización de los poderes públicos y el equilibro entre la racionalidad instrumental y el sentipensar de las comunidades, las cuales no apuestan por reproducir los modelos coloniales del poder político propio de las élites, sino la búsqueda del buen vivir basado en los intereses colectivos que coexisten en la dignidad, la vida y la cosmovisión sobre el sentihacer de los pueblos indígenas.
El aspecto de la interculturalidad como un pensamiento decolonial requiere formas alternas de hacer política subalterna, debido a su condición contrahegemónica que rompe con los modelos objetivos, lineales y procedimentales de la ciudadanía. Por ello, la iniciativa de decolonizar las relaciones de poder surge con el fin de democratizar las luchas, las demandas y las necesidades generando formas solidarias de gestión, colaboración y solución a las problemáticas que hacen parte de la realidad de los grupos subalternos en sus diversos espacios cotidianos (Hérnandez, Capera, Bastidas, Sandoval y Parra, 2020).
LA RESISTENCIA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN LOS TERRITORIOS ANCESTRALES
La resistencia significa una práctica de carácter popular que toma postura por la capacidad de organización y movilización desde la praxis del sujeto en los espacios sociales, en distintas dimensiones de la esfera pública. La experiencia histórica de forjar campos epistémicos político alternos que hagan peso a las corrientes tradicionales, normativas y liberales de la ciudadanía, que apuesta por promover consensos o acuerdos desde los intereses de la racionalidad instrumental, refleja una actitud funcional a los intereses privados de los grupos hegemónicos que reproducen un patrón de dominación basado en las redes endémicas de los capitales que devienen en la sociedad civil moderna-colonial.
La narrativa del pensamiento intercultural de los pueblos indígenas se caracteriza por constituir narrativas alternas a la perspectiva institucional del poder político, con respecto a los procesos burocráticos, sociales y económicos que demanda la racionalidad instrumental de un tipo de ciudadanía moderna sumida en la interacción de una globalización neoliberal. Por el contrario, las expresiones, los discursos y las iniciativas gestadas por parte de las comunidades originarias, reflejan rutas alternas de transformación a las tradiciones y prácticas coloniales, en función de los intereses de las élites y los grupos dominantes que existen en la sociedad civil.
El sentipensar promovido por los pueblos indígenas que incursionan en la necesidad de generar dinámicas interculturales que sirvan como respuesta ante la crisis civilizatoria de nuestros tiempos, quebranta los modelos de ciudadanía cimentados en el paradigma del liberalismo y la dimensión epistémica del positivismo, reflejando la incapacidad de lograr análisis congruentes con las luchas y las identidades de las comunidades originarias en el ámbito de su cosmovisión con el territorio.
La dimensión teórico-conceptual sobre la ciudadanía intercultural crítica constituye un campo pertinente para comprender las formas de organización y lucha de los pueblos indígenas, debido a que integran los saberes instituidos desde los actores marginados del tipo de desarrollo moderno-colonial, que se identifican con la dimensión normativa e institucional del poder a partir de los medios, los mecanismos y los modos de ejercer la política desde los marcos pragmáticos de la esfera pública. Sin embargo, dichas reflexiones están sustentadas desde la visión del liberalismo y los valores cívicos de un pensamiento de la estatización del poder político por la capacidad de cohesión de los grupos hegemónicos.
Por ende, la crítica política desde los actores subalternos sobre aquellas formas de colonización epistémica, en donde los grupos hegemónicos apuestan por establecer e imponer en la mayoría de los casos una interculturalidad sistémica neoliberal:
Interculturalidad que, a través de instituciones y de mecanismos del Estado, promueve, desde arriba, desde el poder, de manera vertical, la inclusión subordinada y controlada de las otras culturas y de todos los excluidos para mantener las condiciones desiguales y de dominación en que se sostiene el sistema moderno/colonial. Es una política intercultural, en palabras de Solano Campos (2013), burocrática, que forma parte del aparato de control estatal a partir de una concepción étnica universalista, apolítica y abstracta (Sandoval, 2016, p. 182 ).
Otra dimensión emergente que incorpora la perspectiva intercultural desde una concepción epistémica decolonial consiste en generar debates orientados a la transformación social de las problemáticas, que constituyen la cosmovisión, la identidad y el imaginario colectivo de los pueblos indígenas en sus territorios. Así pues, las luchas por establecer otros medios, mecanismos y rutas que están más allá de las narrativas oficiales y procedimentales de los poderes público-privados institucionalizados, ponen de relevancia a las expresiones socioculturales de los grupos subalternos que apuestan por dinámicas sociales y colectivas en función del buen vivir al interior de la comunidad.
El pensamiento intercultural de los pueblos indígenas se encuentra articulado con la matriz decolonial del ser, poder y sentir desde la condición humana y de la cosmovisión ancestral enfocada a la defensa de la vida, la cultura, la paz, la unidad y los territorios, basada en las formas de organización no institucionalizadas con el fin de darle mayor relevancia a las dinámicas autonómicas de los gobiernos, las juntas, los acuerdos y los consensos que devienen de la voluntad colectiva de las comunidades en las distintas formas de organización, distribución y ordenamiento sobre los resguardos, los ejidos, los cabildos y las tierras colectivas.
En este sentido, la perspectiva de resistencia indígena responde a una praxis ética y política sustentada en la liberación de la madre tierra, la defensa de la vida ancestral y la armonía sobre los territorios que enfrenta al poder y sus corrientes de dominación, corrupción, extractivismo y racionalidad moderna-colonial promovidas por los grupos hegemónicos sumidos en las estructuras gubernamentales de los sectores corporativos.
Parte de esta discusión se localiza en la iniciativa del pensamiento crítico latinoamericano para configurar redes, medios, colectivos y experiencias que sean insumos para
el giro epistemológico [...], que se propone modificar la realidad social desigual mediante la acción, con la articulación de saberes y experiencias. Es de investigación y de acción participativa, es de sentirse y de pensarse (sentipensante en palabras de Fals Borda, 2009), a diferencia de los espacios y la política de contención y de control de la interculturalidad neoliberal, la interculturalidad crítica genera espacios de resistencia transformadora, de diálogo y de negociaciones en igualdad de condiciones (Sandoval, 2016, p. 188).
Es así como la interculturalidad crítica parte de la posibilidad de construcción de mundos posibles desde la episteme de los imaginarios de los actores subalternos, dado que apuesta por la configuración de otras narrativas que van más allá de la lógica moderna-colonial, para así darle relevancia a las prácticas socioculturales de las poblaciones subalternas a partir de las demandas colectivas orientadas a superar las visiones restringidas de la democracia moderna-liberal, la cual no logra dar soluciones reales a las necesidades, las problemáticas y las rupturas que existen por parte de la ciudadanía en la esfera pública.
El diálogo de saberes de los pueblos indígenas, desde la concepción intercultural de las comunidades, se identifica con las iniciativas de carácter popular que promueven rutas alternas orientadas a superar las corrientes tradicionales y modernas del poder político-colonial, aquel que históricamente ha sido utilizado por los intereses privados de las élites al interior de las instituciones funcionales a la modernidad-colonialidad. Aquí, la emergencia de epistemes contrahegemónicas a cargo de los grupos subalternos se infiere como una iniciativa que toma distancia con las corrientes sistémicas de los grupos corporativos, mafiosos y sumidos de los lineamientos verticales de hacer política desde arriba (Walsh, 2017).
El lenguaje de las comunidades étnicas, que intenta desestructurar la denominación impuesta por los grupos tradicionales con el fin de generar formas de clasificación raciales, sociales y culturales desde sus propios intereses político-coloniales, incursiona en el tejido sociocultural de valores y prácticas ancestrales, sustentadas en la necesidad de promover escenarios de paz, respeto y autonomía sobre los usos/costumbres, sobre las necesidades, sobre las propuestas y las iniciativas que devengan de sus propios territorios.
La ruptura dinámica con las formas, los medios y los métodos históricos que han ejercido los actores tradicionales, sumidos en las lógicas moderno-coloniales de los poderes públicos y afines a las estratagemas de las élites, representa parte de los antivalores y de la identidad de la sociedad civil moderno-colonial, la cual se constituye bajo la premisa del orden desde arriba y los intereses sobre el capital, siendo un panorama que diverge con la mentalidad y el sentipensar de los pueblos indígenas que optan por el buen vivir y la armonía en sus territorios.
La noción de la interculturalidad crítica permite el diálogo intersubjetivo desde la capacidad de movilización y acción del sujeto en la esfera pública. En ello, la iniciativa de tomar distancia frente a los imaginarios xenofóbicos, racistas, excluyentes y colonizadores de la opinión social, simboliza la oportunidad de ir en contravía de los medios de dominación tradicionales para darle fuerza a las expresiones alternas que instituyen narrativas contrarias a las institucionales, dado que provienen de las luchas populares.
El debate de la perspectiva decolonial al interior de las ciencias sociales radica en la capacidad de tomar distancia de los esquemas modernos propios de la dimensión político-instrumental de las instituciones gubernamentales, las cuales carecen de conocimiento sobre la realidad social y popular de los grupos excluidos del desarrollo moderno-colonial. Asimismo, la emergencia de formas de organización que hacen peso a las estructuras cerradas, privadas y funcionales de los intereses político-colonizadores de los de arriba.
La dimensión intercultural, en el discurso de la decolonialidad, apuesta por romper con los esquemas unidimensionales propios de los grupos hegemónicos, ya que no se encuentran en sintonía con las narrativas, los sentires y las emociones que manifiestan las demandas de los actores subalternos ubicados en las corrientes alternativas a las formas de dominación tradicionales reproducidas por los sectores sistémicos y alineados al poder político-colonizador. Por ende, el sentido de romper con los modelos instituyentes que imponen una racionalidad instrumental desde las narrativas privadas de la esfera pública, representa un campo en disputa de las expresiones de resistencias socioculturales de los de abajo.
Las luchas por otra realidad alterna a la crisis civilizatoria, por parte de los pueblos indígena, responde a que:
La interculturalidad para la paz debe ser entendida y asumida en sentido amplio, es decir en sentido sociopolítico, como proyecto que reivindica la otredad de las culturas a partir de la decolonización de la vida cotidiana y del pensamiento dominante y dominado, de manera que se construya una realidad posible de enfrentar en todas sus dimensiones al universalismo, al pensamiento único que atenta contra las culturas indígenas, afrodescendientes, populares y todas aquellas que no son afines a la macrocultura moderna mercantil capitalista (Sandoval, 2016, p. 197).
En efecto, las experiencias populares con un sentido intercultural de dialogicidad desde los sujetos, demuestran un campo en proceso de construcción que toma distancia de los modelos vertical y propios de la racionalidad instrumental. Aquí las formas de impulsar programas, proyectos, escenarios e iniciativas de orden alterno, responden a la necesidad de constituir una sociedad democratizada y una política desde el sentipensar de los grupos excluidos del desarrollo histórico-político de la modernidad. Por ello, la decolonialidad, en perspectiva intercultural, no pretende buscar espacios en la configuración de los poderes públicos, ni espacios políticos-burocráticos propios de las lógicas estatistas/burocráticas, sino impulsar medios, rutas y alternativas autonómicas que beneficien a la población.
El criterio intersubjetivo de articular las diversas culturas desde el paradigma de la pluralidad de saberes basados en una ecología desde el sentipensar de las comunidades, consiste en articular las prácticas orientadas a sumar fuerzas desde la resistencia y establecer diálogos abiertos y horizontales entre el sujeto con la realidad, siendo de gran importancia lograr establecer otra narrativa que se encuentra más allá de los imaginarios racistas, xenófobos, clasistas y elitistas pensados desde un tipo de sociedad civil sumida en los cánones de la modernidad-colonialidad.
La resistencia de los pueblos indígenas tiene que ver con otra lógica de repensar, más allá de la dimensión moderno-colonial, aquellas formas de control y dominación basadas en los intereses de los grupos hegemónicos, teniendo en cuenta la relevancia de la praxis ético-política de los actores subalternos que asumen una narrativa contrahegemónica de las visiones sistémicas, promovidas por proyectos, escenarios, propuestas y programas de interculturalidad oficiales, pensadas y ejecutadas desde la racionalidad de las instituciones de un Estado capitalista.
Parte de los acontecimientos que han marcado las crisis de las sociedades modernas en nuestros tiempos, tienen que ver con la incapacidad del Estado para garantizar las condiciones mínimas conducentes al desarrollo humano de carácter integral. La incoherencia que existe por parte de los entes gubernamentales, que presentan una situación de descoordinación estructural sobre los mecanismos, las estrategias y los medios que se puedan utilizar para contrarrestar las problemáticas que interfieren en las condiciones para generar escenarios de pacificación, democratización y progreso, desde el sentipensar de los territorios, se convierte en uno de los factores que determina la crítica a la racionalidad económica proveniente de las élites y de los grupos mafiosos en los poderes públicos.
El proyecto de una sociedad democrática que asuma un giro epistémico, a partir de una perspectiva de paz integral, la cual se encuentra sustentada desde la praxis de resistencia y liberación de los pueblos, se constituye en la oportunidad para promover cambios desde la sociedad, sin esperar la aceptación o la legitimidad de instituciones modernas-colonizadoras. Al mismo tiempo, toma relevancia la capacidad de movilizar recursos, bienes, medios y estrategias desde las luchas de los grupos subalternos que apuestan por constituir otras narrativas para hacerle frente al eurocentrismo de nuestros tiempos.
El sentido de hacer política con el fin de repensar las formas tradicionales del poder, y así lograr incursionar en medios alternos que sirvan como insumo para hacerle frente a los programas, proyectos, escenarios e instituciones sistémicas y alineadas al poder político de los de arriba, simboliza una oportunidad enfocada en establecer sociedades democráticas, pacíficas y participativas al interior de la esfera pública, lo que deviene, a largo plazo, en una transformación desde y con las comunidades en sus territorios.
Por tal motivo, la resistencia liberadora de los pueblos indígenas en Nuestra América se ha caracterizado por emprender luchas desde la defensa de la vida, la tierra, la cultura y la identidad de sus comunidades frente a la corriente de dominación y explotación que constituyen las formas de control promovidas por las élites al interior de las instituciones público-privadas. El proceso de generar relaciones sociales y políticas horizontales tiene que ver con la posibilidad de instituir formas de organización comunitarias contrarias a las corrientes eurocentradas del saber y el poder que coexisten en lo público.
La capacidad de renovar las estructuras políticas desde las luchas y las demandas de los grupos sociales, se constituye en la necesidad de tomar distancia de los imaginarios racistas, coloniales y generadores de violencia hacia la condición humana. Por ello, aparece la praxis ética y liberadora del sujeto frente a su contexto sociocultural, que permite la configuración de narrativas contrarias a las oficiales, que sirve como insumo para construir grietas frente al poder colonial y la razón instrumental inmersa en el paradigma de la modernidad-colonialidad.
La condición de resignificar los procesos de lucha sociopolítica desde el sujeto tiene que ver con la capacidad para tomar distancia de la razón instrumental y el poder hegemónico, que promueve una subordinación sobre las formas de hacer y pensar la política y la ciudadanía de corte liberal. Por el contrario, las expresiones de deliberación horizontal y democráticas sobre lo público, como un bien colectivo que esté articulado al sentir y a la cosmovisión de los pueblos indígenas en sus territorios, le otorga el protagonismo principal a las poblaciones que conforman la base de la pirámide social.
La ciudadanía intercultural crítica y decolonial tiene que ver con otra expresión de los estudios políticos en el campo de la reflexión de la sociedad civil y el Estado frente a la dinámica del sistema moderno-colonial. Así pues, la lógica decolonizadora de los pueblos indígenas, como actores subalternos que luchan frente a las tendencias de homogenización y la política indigenista promovida para desarticular y romper los tejidos socioculturales e identitarios de las comunidades, son situaciones que caracterizan el sentipensar y la praxis de liberación del sujeto indígena frente a la condición eurocentrada propia del Estado capitalista y la sociedad neoliberal.
En ese sentido, la posibilidad de articular fuerzas enfocadas a la resistencia popular frente a las políticas de despojo, pobreza y destierro, que generan las élites sobre los territorios indígenas, simboliza un largo camino que históricamente han realizado las comunidades en el marco de lograr establecer un buen vivir desde el sentipensar de sus integrantes. Situaciones de luchas como las guardias indígenas en el Cauca, las escuelas interculturales, los esquemas y modelos de salud ancestrales y los cabildos y resguardos autónomos frente a sus decisiones o medios para coexistir en comunidad, son muestras de expresiones decoloniales que provienen del sujeto indígena en el ámbito intercultural de saberes.
Parte de la crítica política a la ciudadanía de tipo moderna-liberal tiene que ver con la incapacidad de superar la lógica de individualización de lo público, dado que representa una forma neoliberal de concebir el ámbito social, dándole mayor preferencia a lo económico; lo que deviene en espacios de exclusión, indiferencia y abandono societal, siendo un panorama que va en contravía de los valores instituyentes de los pueblos indígenas frente a la noción de lo comunitario para desafiar a las formas de explotación que padecen como sujeto colectivo.
La iniciativa de una ciudadanía intercultural crítica, que toma como base las expresiones, los usos, los medios y las luchas de los pueblos indígenas, apuesta por impulsar prácticas pedagógicas sumidas en el diálogo abierto y deliberativo de saberes desde la condición humana (sensaciones, emociones, narrativas y afecto), dado que son pilares centrales para la generación de modelos de educación para la liberación que apuestan por la formación de sujetos con una perspectiva crítica y propositiva de su realidad social como pueblo originario que existe en medio de la barbarie del sistema mundo-capitalista.
Lograr concretar escenarios de lucha y liberación desde el sujeto, responde a la necesidad de romper con el imaginario colonialista que históricamente ha generado divisiones, envidias y segregación sobre la comunidad, para así darle mayor sentido a las iniciativas autonómicas de resistencia contra los grupos hegemónicos y el tipo de racionalidad instrumental que fomenta segregación, racismo y discriminación a los sectores vulnerables de nuestros tiempos (Alonso, 2018).
Un aspecto que constituye el sentido práctico de la interculturalidad, consiste en la crítica radical a los proyectos estatistas de lo político, dado que juega en función del interés privado de los grupos hegemónicos; lo que implica seguir fortaleciendo una lógica basada en lo monocultural, la violencia, la pobreza y la explotación contra la naturaleza y la condición humana. Parte de esta realidad resulta ser un escenario de disputa de los pueblos indígenas que reexisten ante las prácticas modernas-colonizadoras, que imponen una episteme identificada con la monocultura estandarizada desde la perspectiva gubernamental.
Los acontecimientos de movilización social que apuestan por establecer medios desde canales institucionales del poder político de arriba, resultan ser una situación contraria a la episteme liberadora que emerge de la praxis ética de los pueblos indígenas. Así pues, las luchas por otros mundos posibles contrarios a las prácticas de dominación, control y explotación, engendradas desde el sistema mundo-capitalista y la sociedad neoliberal, resultan ser situaciones que las dinámicas interculturales requieren quebrantar teniendo en cuenta las luchas populares de las comunidades en sus territorios.
El sentipensar con la tierra y el territorio tiene que ver con la cosmovisión de los pueblos indígenas frente a su condición especial con respecto a las formas tradicionales de concebir la ciudadanía, puesto que la identidad de las comunidades no se encuentra mediada por los intereses privados del Estado.
En el marco de dicha dinámica sociocultural de resistencia, autonomía y autogestión de los pueblos indígenas, la narrativa decolonial, en diálogo con una concepción de los procesos comunitarios desde la interculturalidad crítica, responde a iniciativas que están en contradicción con las estructuras moderno-coloniales, que devienen de la praxis ético-política identificada con la tendencia de la liberación de la tierra, la vida y la identidad de las comunidades sobre el sentipensar por el territorio.
A MODO DE CONCLUSIÓN
La interculturalidad crítica se convierte en un campo emergente que requiere reflexiones desde investigaciones de campo, teniendo presentes las formas de organización popular y las experiencias de resistencia colectiva de los grupos subalternos de nuestros tiempos. La tarea de deconstruir la historia de los vencedores, la cual tiene un tinte eminentemente euro- céntrico, consiste en lograr darle un giro epistémico que logre articular los procesos socioculturales e identitarios que estén más allá de la modernidad-colonialidad.
El velo del eurocentrismo sobre los estudios interculturales es una realidad que se promueve en diversas universidades, centros e institutos de investigación, debido a su capacidad de articular los discursos y las narrativas de distintos grupos sociales, puesto que se convierte en un campo epistémico de interés para el control, la dominación y la subordinación de los actores oprimidos desde la racionalidad de los grupos hegemónicos. Por el contrario, la capacidad de movilización, deliberación y dialogicidad constituye la decolonialidad como un campo alternativo teórico-conceptual enfocado en superar las formas tradicionales del ejercicio de la política-institucional, para darle relevancia a la dimensión de lo político que construyen las poblaciones subalternas.
En últimas, la resistencia intercultural y decolonizada de los pueblos indígenas en Nuestra América es una muestra de las dinámicas epistémicas contrahegemónicas que le dan peso a la racionalidad instrumental propia del sistema mundo-capitalista y, a su vez, opta por otorgarle un sentido ético de liberación a las expresiones no burocráticas y mafiosas de los de arriba a través de la organización colectiva desde el sentipensar de los pueblos indígenas en sus territorios con la praxis de contrapoder que fortalezca su autonomía, autoorganización y autoemancipación.
Referencias
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Notas