RESUMEN: Los sistemas agrícolas familiares y de pequeño tamaño tienen una importancia creciente en el logro de la soberanía alimentaria y la sostenibilidad. Ello hace necesaria su caracterización y el desarrollo de sistemas de evaluación de su sostenibilidad, que permitan el monitoreo del manejo de los diversos recursos con enfoque participativo. En este trabajo, se presenta la aplicación del marco metodológico MESMIS para el diseño de un sistema de indicadores relacionados con el manejo del recurso suelo en el huerto organopónico de la finca El Guayabal, que responden a las premisas de sencillez, sensibilidad y fácil aplicación. Se presenta el esquema metodológico empleado en la construcción del sistema de indicadores y los resultados obtenidos en su evaluación.
Palabras clave: MESMIS, labranza, fertilización orgánica, cobertura, investigación acción participativa..
ABSTRACT: Family and small-scale farming systems are increasingly important in achieving food sovereignty and sustainability. This makes necessary to characterize them and develop systems to evaluate their sustainability, which allow the monitoring of the management of various resources with a participatory approach. In this work, the application of the MESMIS methodological framework is presented for the design of a system of indicators related to the management of soil resources in the Organoponic Garden of the farm El Guayabal, which respond to the premises of simplicity, sensitivity and easy application. The methodological scheme used in the construction of the system of indicators and the results obtained in its evaluation are presented.
Keywords: MESMIS, Tillage, Organic Manure, Mulch, Participatory Action Research.
ARTÍCULO ORIGINAL
Construcción participativa de sistema de evaluación para el manejo agroecológico en suelos de pequeños productores
Participatory Construction of an Evaluation system for Agroecological Management in Soils of Small Producers
Received: 05 October 2022
Accepted: 20 February 2024
Desde su concepción más simple, la agroecología puede definirse como la aplicación de principios ecológicos al entendimiento y desarrollo de agroecosistemas sostenibles y surge como alternativa para enfrentar los problemas causados por la agricultura moderna convencional (Altieri, 1999; Altieri & Nicholls, 2020; Altieri & Nicholls, 2021) En relación al suelo, la agroecología propone abandonar la percepción del mismo como un soporte inerte por una visión ecosistémica donde destaca su carácter de elemento vivo, mediador de los procesos biogeoquímicos (Durand et al., 2017; Tittonell et al., 2020; Udall et al., 2014). A partir de esta óptica, resulta fundamental el empleo de prácticas de manejo que eviten su degradación y garanticen la productividad.
Un aspecto fundamental relacionado con la aplicación de dichas prácticas lo constituye la evaluación de su impacto (Astier-Calderón et al., 2002; Fonseca-Carreño, 2021; Masera et al., 1999; Larsen et al., 2020). No obstante, tanto la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), como el Programa Internacional para el Estudio de la Biología y la Fertilidad de los Suelos Tropicales (TSBF) han destacado la escasez de métodos que evalúen sistemas alternativos de manejo de suelo; así como el estudio del funcionamiento de los mismos en suelos tropicales, a fin de detectar las potencialidades y susceptibilidades en respuesta a las estrategias empleadas en cada caso (Hernández et al., 2020).
En respuesta a ello, en los últimos años se han llevado a cabo una elevada cantidad de trabajos referidos a indicadores para calidad de suelos. Sin embargo, la mayoría de ellos requiere reactivos, equipos e instalaciones altamente especializados, así como personal de elevado nivel educativo, lo que dificulta su aplicación como procedimiento de rutina en la evaluación de agroecosistemas. Esto no quiere decir que obviemos el valor de estos métodos, indispensables en el ámbito de la investigación, sino que reconocemos la necesidad de otro tipo de indicadores que permitan hacer seguimiento al manejo de suelos en unidades de pequeños productores, lo cual resulta indispensable en un escenario de transición agroecológica (Casimiro-Rodríguez, 2016; Chollet et al., 2007; Tittonell et al., 2020).
Por su parte, en Cuba se han realizado investigaciones con enfoque agroecológico en este sentido, tanto en centros experimentales como en escenarios productivos, privados y cooperativos (Leyva & Pohlan, 2005; Pérez, 2003; Socorro, 2002). No obstante, estas propuestas no han logrado integrar de manera satisfactoria la participación de los productores en la construcción y aplicación de sistemas de evaluación, incluyendo sus capacitación (Leyva & Pohlan, 2005; Silva-Santamaría & Ramírez-Hernández, 2017).
La evaluación participativa de los agroecosistemas permite la integración de los agricultores en los procesos de producción, evaluación y planificación, haciéndolos parte activa del mismo y disminuyendo sustancialmente la dependencia tecnológica; premisas necesarias para potenciar el desarrollo local, haciendo posible además, su capacitación in situ; facilitando una toma de decisiones más adecuada sobre los recursos del sistema agrícola y su manejo (Sepúlveda, 2002; Silva-Santamaría & Ramírez-Hernández, 2017).
Así tenemos, como propósito fundamental de este trabajo la aplicación de un esquema metodológico que permita el diseño de un sistema de evaluación del manejo del subsistema suelo mediante indicadores; con la particularidad de incluir entre las características de estos, la alta sensibilidad, la sencillez y el bajo costo, así como una relativa facilidad de transferencia, incentivando la participación de los productores y facilitando una toma de decisiones eficiente en función del logro de la sustentabilidad, con la intención de adecuarlo para su uso en pequeños productores.
La finca “El Guayabal” tiene una superficie de 101.6 ha y está ubicada a 3 Km. al noroeste de San José de las Lajas, Provincia Mayabeque, a los 22°58´ de latitud norte y los 82°09´ de longitud oeste, bajo clasificación climática subtropical húmeda (Barranco & Díaz 1989), con 1200 a 1600 mm. de precipitación anuales y temperaturas promedios entre 19.5°C y 26.33°C. Los suelos han sido descritos como Ferralíticos Rojos Lixiviados; profundos, con predominio del color rojo, arcillosos, permeables y con valores de pH alrededor de 6.8 y un contenido de materia orgánica (MO) de 2,5 %.
En particular, el Huerto Organopónico cuenta con un área de 2 ha, distribuidas en áreas de semillero, de cultivo en canteros y de huerto intensivo, con un área de lombricultura adyacente. La fuerza de trabajo está constituida por 10 trabajadores, 7 mujeres y 3 hombres; de los cuales sólo uno tiene nivel educativo superior (Ingeniero Agrícola) y el resto posee educación básica.
Para realizar el diseño del sistema de indicadores, se empleó el marco MESMIS (Marco para la Evaluación de Sistemas de Manejo de Recursos Naturales incorporando Indicadores de Sustentabilidad) como referencia metodológica según Astier-Calderón et al. (2002), el cual emplea un ciclo de evaluación continuo donde el sistema de indicadores permite hacer seguimiento a las medidas de gestión.
El sistema MESMIS, se diferencia de otras propuestas (Altieri & Nicholls , 2002 y Cruz et al. 2004) en proponer que el sistema de indicadores se derive de los “puntos críticos” del sistema productivo, definiéndose éstos como los aspectos que limitan el alcance de la sustentabilidad, expresada a través de sus siete atributos: i) productividad, ii) estabilidad, iii) confiabilidad, iv) resiliencia, v) adaptabilidad, vi) equidad y vii) auto seguridad. De esta manera, se obtiene un sistema de indicadores propio del agroecosistema en cuestión, que expresa la particularidad inherente de cada sistema de producción.

Por ello, la aplicación del sistema MESMIS se inicia respondiendo preguntas como ¿Qué hace que el sistema sea vulnerable? ¿Qué problemas en particular se presentan? ¿Cuáles son las características más resaltantes? con la finalidad de identificar de los aspectos de susceptibilidad del sistema y precisar los puntos críticos del mismo.
Siguiendo este esquema metodológico, en este trabajo se aplicaron métodos de investigación acción participativa (IAP), combinando herramientas como recorridos exploratorios, entrevistas informales, diálogos semi-estructurados y observaciones según Geilfus (2002), con participación activa en los procesos productivos que permitieron una observación a profundidad del funcionamiento del agroecosistema, así como un acercamiento a los trabajadores que hizo posible la recolección de sus percepciones, sistematizadas en una encuesta sobre la salud del suelo (Reily et al,. 2002), la cual consta de 25 preguntas referidas al estado de los suelos y los cultivos en la finca.
Este procedimiento: identificar los “puntos críticos” mediante la aplicación de la Investigación Acción participativa y asociarlos a los atributos de sostenibilidad, para así derivar los indicadores propuestos garantiza una relación coherente entre los diversos componentes del sistema de evaluación (Masera et al., 1999). En la Tabla 1 se muestra la relación entre algunos criterios diagnósticos del agroecosistema y los atributos de sostenibilidad.

Por otra parte, en este método la evaluación de sostenibilidad se considera un proceso cíclico y en perenne transformación, donde la participación de los productores en la identificación de los puntos críticos y los indicadores para la evolución de su monitoreo y su aplicación e interpretación, constituye el elemento fundamental para la optimización del manejo de los recursos del agroecosistema (Guzmán-Casado & Alonso-Mielgo, 2007).
El sistema de indicadores obtenido se validó mediante su aplicación en un área experimental donde se probaron las opciones de manejo de suelo disponibles en el agroecosistema, mediante la prueba de combinaciones de las alternativas de labranza, fertilización orgánica y uso de cobertura. Para ello, se utilizó un diseño experimental de parcelas divididas, con labranza mínima (rotura, mullido y surcado), asociada a tres tipos de labranza primaria: arado de vertedera con tracción animal (parcela 1), multiarado (parcela 2) y tiller (cincel) en la parcela 3, realizándose la labor secundaria y el surcado con tracción animal. Estas se combinaron, además, con fuentes de materia orgánica (humus de lombriz en dosis de 2 kg/m2 y estiércol bovino en dosis de 7 kg/m2) y el uso de cobertura (“mulch”) como variables de manejo, obteniéndose los siguientes tratamientos (Tabla 2), distribuidos como se muestra (Figura 2).


Se empleó una asociación de habichuela (Vigna unguiculata L, variedad Lina) y maíz (Zea mays, L) durante dos ciclos de siembra, con un sistema de riego por aspersión. Las labores fitotécnicas (siembra, aporque, deshierbes y cosechas) fueron realizadas de forma manual.
En la Figura 3, se muestran los resultados de la encuesta sobre salud del suelo, donde existían tres opciones de respuesta a cada pregunta: las opciones “A” correspondían a propiedades de un suelo “NO SANO” y suman 0 puntos al valor total para el agroecosistema. Las opciones “B”, por su parte, describen a un suelo “DAÑADO”, sumando 1 punto. Finalmente, las opciones “C”, hacen referencia a la condición “SANO” y suman 2 puntos. Aplicando esta escala, la salud del suelo del Huerto Organopónico de la Finca “El Guayabal” presenta un valor de 22 de 50 puntos posibles.

Se obtuvo entonces, un 44% (10 características) correspondientes a un suelo “DAÑADO”, 32% (8 características) correspondientes a un suelo “NO SANO” y 24% (6 características) correspondientes a un suelo “SANO”. A continuación, las Tablas 3 y 4 resumen los resultados obtenidos en la encuesta, en relación a los aspectos donde la mayoría de los trabajadores expresó respuestas A y B, correspondientes a “NO SANO” o “DAÑADO”.


Entre las deficiencias existentes destacaron observaciones relacionadas a propiedades físicas como la compactación del suelo y su poca capacidad en retener agua, así como la dificultad en la labranza. En cuanto a la capacidad nutricional se mencionan el desarrollo irregular del cultivo, la ausencia de vigor, la existencia de hojas amarillentas y/o manchadas y la maduración insatisfactoria del fruto; problemas que intentan combatir con aplicaciones constantes de materia orgánica (tanto estiércol como humus de lombriz) y aplicaciones de urea cuando existe disponibilidad de la misma.
Por otra parte, se señala la existencia de poca vida en el suelo, escasas lombrices y se resaltan el ataque de plagas y enfermedades; así como la presencia de plantas arvenses como los principales problemas que los trabajadores enfrentan cotidianamente, reconociendo obtener rendimientos que califican como regulares.
Estas apreciaciones coinciden con evaluaciones anteriores efectuadas al sistema, por expertos externos. Cabañas et al. (2003) señala un manejo de suelos inapropiado y escasa planificación en la realización de las labores de preparación. Por su parte, Lewis et al. (2006) empleando un sistema de evaluación consistente en una modificación del propuesto por Altieri y Nicholls (2002) atribuyó los valores más bajos a la retención de humedad, actividad biológica, presencia de malezas y control de plagas.

A partir de las informaciones recabadas y mediante su análisis en conjunto con los trabajadores, fueron identificados los siguientes aspectos (Tabla 5), proponiéndose los siguientes indicadores para su monitoreo que respondan a las necesidades de sensibilidad, sencillez y bajo costo:

En la Figura 5 se muestran los valores obtenidos por los ocho (08) indicadores que constituyen el sistema de evaluación del manejo de suelo. Los mismos permiten evidenciar cómo el uso de labranzas que no invierten la capa superior del suelo (tiller y multirado), abonos orgánicos (presentando el humus de lombriz resultados ligeramente mejores al estiércol vacuno) y la cobertura con residuos de cosecha mejoran la condición del suelo, disminuyendo la densidad aparente y la compactación, e incrementando la vida en el mismo. Estos resultados coinciden con lo encontrado en estudios similares (Hernández et al., 2020). Llama la atención el incremento de la afectación por plagas y enfermedades con la utilización del tiller.


La utilización de estos indicadores por parte de los productores y técnicos del agroecosistema permitirá monitorear la evolución de los “puntos críticos” identificados previamente, y ajustar el manejo del recurso suelo, con la finalidad de incrementar la sostenibilidad del mismo.
La aplicación de la Investigación Acción Participativa (IAP), y en particular, del marco metodológico MESMIS permitió sistematizar los saberes y prácticas relacionadas al manejo de suelos en el Huerto Organopónico de la Finca “El Guayabal”, reconociendo los “puntos críticos” que impactan en el logro de la sostenibilidad del agroecosistema. A partir de éstos se generó además un sistema de indicadores para la evaluación de este aspecto de la producción el cual resulta particular del sistema, sencillo y de fácil aplicación por parte de los productores. Este sistema de indicadores fue aplicado en un área experimental donde se aplicaron 18 alternativas de manejo de suelo provenientes de la combinación de los tipos de labranza, fertilización orgánica y uso de cobertura disponibles en el agroecosistema, permitiendo la identificación de las mejores de ellas.
*Autora para correspondencia: MSc. Sol Santander-Mendoza, e-mail: sol.santander@isuelos.cu










