Essays & Insights

Genealogía de la Escuela de Economía Austríaca

The Genealogy of the Austrian School of Economics

A Genealogia da Escola Austríaca de Economia

Nelson David Chávez Salazar
Universidad de la Salle, Colombia
Fernando Chavarro Miranda
Universidad Uniagustiniana, Colômbia

Genealogía de la Escuela de Economía Austríaca

MISES: Interdisciplinary Journal of Philosophy Law and Economics, vol. 6, núm. 1, 09, 2018

Instituto Ludwig von Mises - Brasil

Recepción: 31 Enero 2018

Aprobación: 16 Marzo 2018

RESUMEN: El presente documento tiene el propósito de ilustrar, de manera breve, la génesis y evolución histórica de la Escuela de Economía Austríaca, así como el de formular una serie de consideraciones sobre el futuro de su programa de investigación. Para desarrollar el recuento histórico haremos uso de la tipología propuesta por el economista británico Israel Kirzner - uno de los máximos exponentes de la tradición austríaca -, quien distingue cuatro etapas en el desarrollo de esta corriente del pensamiento económico austríaco. El paradigma austríaco es un análisis profundo y sistemático de la naturaleza humana y de la relación entre el individuo y la sociedad. De ahí la importancia que reviste para el pensamiento económico mundial y la urgencia de aplicar sus planteamientos en el mundo contemporáneo.

Palabras clave: Escuela de Economía Austríaca, Evolución Histórica, Ciencia Económica.

RESUMO: O objetivo deste trabalho é apresentar brevemente a gênese e a evolução histórica da Escola Austríaca de Economia, bem como formular uma série de considerações sobre o futuro de seu programa de pesquisa. Para desenvolver o relato histórico, utilizaremos a tipologia proposta pelo economista britânico Israel Kirzner - um dos maiores expoentes da tradição austríaca - que distingue quatro estágios no desenvolvimento dessa corrente do pensamento econômico. O paradigma austríaco é uma análise profunda e sistemática da natureza humana e da relação entre o indivíduo e a sociedade. Daí a importância para o pensamento econômico global e a urgência de aplicar suas abordagens no mundo contemporâneo.

Palavras-chave: Escola Austríaca de Economia, Evolução Histórica, Ciência Econômica.

ABSTRACT: This work aims to briefly present the genesis and historical evolution of the Austrian School of Economics and to formulate a series of considerations about the future of its research program as well. In order to develop the historical report, we will use the typology proposed by the British economist Israel Kirzner - one of the greatest exponents of the Austrian tradition - that distinguishes four stages in the development of this line of economic thought. The Austrian paradigm is a deep and systematic analysis of human nature and the relation between the individual and society. It brings the importance for the global economic thinking and the urgency of applying its approaches to the contemporary world.

Keywords: Austrian School of Economics, Historical Evolution, Economic Science.

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

Hacia el final de su vida, el economista estadounidense Murray N. Rothbard (1926-1995) se dedicó a la construcción de una nueva metodología de la historia del pensamiento económico basada, en gran medida, en las ideas del filósofo de la ciencia Thomas Kuhn (1922-1996), el padre de la “paradigmatología”.

A partir de las ideas de Kuhn, Rothbard establece que la evolución de la ciencia económica no es el resultado de la acción de grandes mentes que, continuamente, evalúan y corrigen los planteamientos de sus antecesores, trazando así una senda de progreso lineal. Por el contrario, el desarrollo de la ciencia, en general, y de la economía, en particular, está determinado por el establecimiento de paradigmas centrales que son replanteados una vez que demuestran inconsistencias y anomalías teóricas. Esta situación provoca que la ciencia entre en una “situación de crisis” que debe ser resuelta mediante la imposición de un nuevo paradigma.

Para Rothbard (1995a), la ciencia económica se halla en una situación de crisis gracias a las falencias del paradigma neoclásico-walrasiano. La solución radicaría en hacer una reconstrucción de la historia del pensamiento económico, teniendo en cuenta el contexto social, religioso y político, así como los aportes de figuras secundarias y poco valoradas (ROTHBARD, 1995b).

Con este trabajo se busca aplicar el planteamiento metodológico de Rothbard al análisis del origen y evolución histórica de la Escuela Austríaca de Economía, corriente de pensamiento heterodoxo, opuesta a la utilización del método positivista y fundamentada en la lógica apriorística y la introspección científica (PERDICES DE BLAS, 2008a).

ANTECEDENTES

La literatura que se mencionará a continuación cubre el periodo 1995-2016 y está compuesta por las fuentes más cercanas al tema de investigación, dentro de las que se encuentra el propio trabajo de Rothbard y algunas contribuciones realizadas por sus discípulos.

An Austrian Perspective on the History of Economic Thought (ROTHBARD, 1995c). Esta obra, publicada en dos tomos, narra la historia del pensamiento económico desde los antiguos griegos hasta Marx. Como se anticipó en la introducción, Rothbard se nutre de la paradigmatología, de Kuhn, y presenta su análisis en términos de una batalla constante entre paradigmas que pueden ser agrupados en dos grandes segmentos: los de carácter subjetivista, cuyo culmen es la Escuela Austríaca de Economía y la visión dominante, basada en criterios objetivos, como puede ser la teoría del valor-trabajo. Este tratado inauguró un nuevo programa de investigación en la historia del pensamiento económico, desafiando la posición oficial.

La Escuela Austríaca de Economía (CACHANOSKY, 2008a). Este ensayo constituye la primera narración de la historia de la Escuela Austríaca contada por uno de sus seguidores. Realiza un recuento histórico desde la fundación oficial de la Escuela en 1871, por Carl Menger, hasta la disputa entre austríacos y neoclásicos en los años cincuenta del siglo pasado. A partir de sus hallazgos, Cachanosky concluye que la tradición austríaca supera teórica y empíricamente a las demás corrientes del pensamiento económico y exhorta a su divulgación.

The History of a Tradition: Austrian Economics from 1871 to 2016 (BOETTKE; COYNE; NEWMAN, 2016). Este artículo expone de manera sistemática las contribuciones de la Escuela Austríaca de Economía desde su nacimiento en 1871 hasta la actualidad, haciendo énfasis en la situación posterior a la Segunda Guerra Mundial. Se presenta una breve historia de los teóricos originales de la escuela y se muestra la influencia de su pensamiento en los trabajos de Ludwig von Mises y F.A Hayek, las figuras más célebres. Este trabajo de revisión permitió, a juicio de los autores, observar las controversias intelectuales que se generan al interior de la escuela y ofrecer algunas reflexiones sobre el futuro de su programa de investigación.

Austrian Economics and Public Policy: Restoring Freedom and Prosperity (EBELING, 2016). Este libro ofrece una detalla introducción de las ideas y visiones sobre política de la Escuela Austríaca a través de su historia. El texto diseña un árbol genealógico de esta tradición intelectual para mostrar cómo unos pensadores han influido a otros y los distintos sub-enfoques que se han consolidado.

Después de realizar el ejercicio de revisión bibliográfica de las fuentes más representativas, se percibe que la obra seminal de Rothbard omitió aplicar el método propuesto por él mismo al análisis histórico de la Escuela Austríaca de Economía. Por otra parte, las obras que han abordado este tema realizan un recuento histórico de dicha corriente de pensamiento pero descuidan la parte metodológica heredada de Rothbard. A partir de lo anterior, es menester preguntarnos: ¿Cómo se podría aplicar la metodología propuesta por Rothbard al estudio de la génesis y evolución histórica de la Escuela Austríaca de Economía?

1. ETAPAS DE LA ESCUELA DE ECONOMÍA AUSTRÍACA

1.1. Protohistoria: La escuela de salamanca

En 1952, la economista británica Marjorie Grice-Hutchinson publicó La Escuela de Salamanca: una interpretación de la teoría monetaria española, 1544-1605, exposición magistral en la que indagó sobre la doctrina económica de los escolásticos tardíos reunidos en torno a la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro español (siglo XVI-XVII).

En la citada obra, Grice-Hutchinson compiló, corrigió y complementó el trabajo de múltiples autores que ya habían tratado el tema anteriormente, entre los que destacan cinco: Wilhelm Endemman, jurista alemán que reconoció en 1874, por primera vez en la historia contemporánea, la contribución de los escolásticos españoles en el desarrollo de la teoría económica liberal; André Sayous, sociólogo francés que, entre 1927 y 1928, escribió sobre las opiniones monetarias de los miembros de esta Escuela; Alberto Ullastres Calvo, economista español que publicó una serie de artículos sobre las teorías del célebre pensador salmantino Martín de Azpilcueta; Jaime Carrera Pujol, historiador del pensamiento económico español y su influencia continental y José Larraz, que sintetizó el trabajo de los cuatro autores anteriores y acuñó el término “Escuela de Salamanca” para referirse a estos personajes quienes no solo influyeron en el ámbito económico, sino también en el teológico, jurídico y sociológico (GRICE- HUTCHINSON, 1989).

Con esta investigación, Grice-Hutchison descubrió que los Doctores de Salamanca desarrollaron ideas muy parecidas a las de la Escuela Austríaca, como la teoría del valor subjetivo, la visión dinámica de la competencia, el principio de preferencia temporal, la existencia de precios establecidos por el libre mercado y los efectos negativos de la reserva fraccional.

Este descubrimiento influyó de manera significativa en el pensamiento de F.A Hayek, mentor de Grice-Hutchison, quien a pesar de ser un gran conocedor de la historia del pensamiento económico, desconocía totalmente el pensamiento eclesiástico español, por lo que se dedicó a investigar más sobre las doctrinas jurídicas y económicas de estos pensadores, las cuales le sirvieron de insumo para la realización de obras como Derecho, Legislación y Libertad, su magnum opus.

En 1954, dos años después de la publicación de Grice-Hutchison, apareció la obra póstuma de Joseph A. Schumpeter Historia del Análisis Económico en la que dedica un generoso capítulo a los teóricos de Salamanca, a quienes enalteció por el alto nivel de su pensamiento económico.

Este trabajo acabó con la idea, muy difundida en aquella época, de que los escolásticos eran hostiles al libre mercado, y que seguían las teorías del valor trabajo y de los costos de producción como determinantes del “precio justo”.

El economista italiano Bruno Leoni, autor de La Libertad y la Ley, fue más allá, al afirmar que los escolásticos españoles fueron los primeros en enunciar las reglas que hacen posible la moderna economía del mercado, y que los orígenes intelectuales del liberalismo económico debían ser rastreados en la Europa mediterránea del siglo XVI y no en la Escocia del siglo XVIII, cuna de A. Smith y los Clásicos. De manera implícita, esto significaría, entonces, que el capitalismo es una creación del catolicismo, no del protestantismo (HUERTA DE SOTO, 2013a). Este ciclo de revisionismo histórico lo cerró el economista estadounidense Murray

Rothbard, quien en su artículo Foundations of modern Austrian Economics (Cimientos de la Escuela Austríaca moderna), de 1974, manifestó que la Escuela de Salamanca constituía una fase “pre-histórica” de la Austríaca y que el mérito más grande de Carl Menger fue el de redescubrir y robustecer las teorías escolásticas (HUERTA DE SOTO, 2013b).

Debido al papel protagónico que ocupa la Escuela de Salamanca dentro de la historiografía del pensamiento económico austríaco, vamos a profundizar un poco más en sus influencias intelectuales, las teorías de sus principales exponentes y qué fue de su doctrina después de su desaparecimiento a principios del siglo XVI.

1.2. Influencias intelectuales de la Escuela de Salamanca

La idea escolástica del valor subjetivo fue mencionada por San Agustín de Hipona en el siglo IX A.C. (ROTHBARD, 1976a). Fue él quien propuso el concepto de escala de valor subjetivo, en la que el individuo puede juzgar con base en sus preferencias personales la utilidad que le reportan los distintos bienes.

En la Alta Edad Media, los escolásticos tempranos rechazaron la teoría de los costos de producción como determinantes del precio. En su lugar, sugirieron que era el resultado de la demanda de los consumidores.

En este periodo, destacan los siguientes pensadores:

Henry de Ghent (1217-1293). Filósofo francés, conocido como “Doctor Solemnis”, manifestó que el comportamiento económico debía ceñirse al orden natural definido por la filosofía aristotélica y que en aras de ese principio todo intercambio comercial requería de una “equidad aritmética” que garantizara su justicia (KAYE, 1998).

Richard de Middleton (1249-1308). Teólogo franciscano de procedencia incierta - inglesa o normanda-. Desarrolló la idea de que tanto el comprador como el vendedor se benefician en el intercambio comercial, en contraposición a la idea generalizada de que el comercio era una disputa donde una parte se beneficia a expensas de la otra.

Jean Buridan (1300-1358). Filósofo francés y estudioso de la doctrina aristotélica, célebre por proponer que el dinero es un bien de mercado, y que el valor de ese dinero, al igual que en el caso de otros productos, “debe ser medido por la necesidad humana” (ROTHBARD, 1976b, p. 73-74). En la actualidad, esto equivale a la noción del “precio del dinero” que sería desarrollada seis siglos más tarde por Ludwig Von Mises. Según el economista estadounidense Murray Rothbard, Jean de Buridan es el precursor de la teoría monetaria moderna.

Henry de Langenstein (1325-1397). Teólogo y matemático alemán. De todos los escolásticos fue el más hostil hacia el libre mercado y el más proclive a la intervención gubernamental en la fijación de los precios. Desarrolló una teoría subjetiva de la utilidad y la consideración de la escasez dentro del análisis del precio (ROTHBARD, 1976c).

Los Doctores de Salamanca serían los encargados de corregir la desviación estatista de este escolástico temprano. Un elemento común en el análisis de estos cuatro pensadores fue el del “precio justo”, un tema muy discutido durante toda la Edad Media, a tal punto que surgieron tres importantes e influyentes grupos para explicarlo: los teólogos, los romanistas y los canonistas (BALDWIN, 1959).

Estos dos últimos coincidían en que el “precio justo” es aquel al que se llega por la libre negociación de vendedores y compradores. Es decir que el “precio justo” equivale al precio de mercado. Esta concepción terminaría siendo aceptada por los escolásticos.

Otro pensador que contribuyó al debate económico de la época, sin estar relacionado directamente con la tradición escolástica, fue San Bernardino de Siena, quien se pronunció sobre el “precio justo” argumentando que éste no dependía de las ganancias o pérdidas del productor, sino que era un precio natural establecido por las fuerzas del mercado a partir de condiciones como la escasez, el uso y la deseabilidad (ROTHBARD, 1976d). También demostró que la abundancia en un bien causa una caída en su valor y viceversa, una mayor escasez conducirá a un aumento.

Dentro de su estudio de los precios, escribió sobre los salarios, afirmando que el “salario justo” es el resultado de la interacción entre la demanda de trabajo y la oferta disponible (esta idea también la desarrolló San Antonino de Florencia). San Bernardino de Siena defendió los postulados de lo que hoy conocemos como economía de mercado, predicó sobre la bondad de la propiedad privada y dedicó especial atención a la función económica del empresario. Al respecto, reflexionó sobre las calidades y habilidades del empresario exitoso como el esfuerzo, la diligencia, el conocimiento del mercado y el aprovechamiento de las oportunidades de ganancia.

1.3. Principales pensadores de la Escuela de Salamanca

La Escuela de Salamanca se originó en el siglo XVI con el fin de reconciliar la clásica doctrina escolástica con el advenimiento de la Edad Moderna y sus acontecimientos más trascendentales: la Era de los Descubrimientos, la Reforma Protestante, el auge del Humanismo, entre otros.

Los fundadores de esta Escuela son, básicamente, tres: Francisco de Vitoria (1486- 1546), Martín de Azpilcueta (1492-1586) y Domingo de Soto (1494-1560). El primero, Francisco de Vitoria, fue un fraile dominico de formación humanística que es mundialmente conocido por hacer desarrollado las ideas más importantes del Derecho de Gentes y por juzgar la legitimidad moral de la Conquista de América, a la luz del Derecho Natural y la tradición tomista.

En el campo de la economía, Francisco de Vitoria recoge los planteamientos de los escolásticos tempranos y formaliza la teoría subjetiva del valor, la cual gana popularidad en los ambientes comerciales, bancarios y de cambistas. Para este pensador, el precio de los bienes y del dinero viene determinado por la interacción de la oferta y demanda de los mismos. El precio de mercado se considera como el precio normal, en la medida en que refleja la utilidad y la escasez experimentada por la sociedad. Por esa razón, es injustificable que las autoridades administrativas o los gremios tengan la capacidad de establecer y regular los precios. Por su parte, Martín de Azpilcueta, el “Doctor Navarrus”, inspirado por el fenómeno inflacionario causado por la importación de oro y plata de las Américas a España a principios del siglo XVI, declara que el dinero es valorado en mayor proporción allí donde es escaso, porque toda mercancía llega ser más cara cuando existe una demanda alta y una oferta baja, y el dinero, que es vendido, permutado e intercambiado, es también una mercancía y por lo tanto también se vuelve más caro cuando existe gran demanda y poca oferta (GRICE-HUTCHINSON, 1952a, p. 94-95).

Este teólogo descubrió el carácter distorsionador de la inflación sobre la economía y anticipó la teoría cuantitativa del dinero al definir el principio de la preferencia temporal, lo que lo llevó a defender la existencia de las tasas de interés, incluyendo la de usura (MARTÍNEZ, 2011).

Esta primera generación de escolásticos tardíos la cierra el fraile Domingo de Soto, cuya preocupación primordial en asuntos económicos era la de hallar el modo de usar correctamente los bienes materiales como medio de desarrollo y perfeccionamiento moral de persona humana, por una parte, y de conservación y fomento del bien común, por la otra. Entre los temas que trató se destacan la propiedad privada, que defendió desde la tradición patrística, el problema los monopolios, que identificó como la habilidad de unos pocos mercaderes para fijar los precios, aunque también llegó a considerar la posibilidad del privilegio estatal y en asuntos monetarios combinó conceptos de la teoría cuantitativa, del nominalismo monetario y del metalismo (RUFAU, 1960).

Los principios económicos esbozados por los fundadores de la Escuela de Salamanca fueron continuados por sus discípulos. Verbigracia, Diego de Covarrubias y Leiva (1512-1577), quien estableció que el valor de un bien depende “de la estimación de los hombres, incluso si esa estimación es una locura” (GRICE-HUTCHINSON, 1952b, p.48), concepción subjetivista que viene de San Agustín de Hipona, como ya vimos, y que permitió a otros escolásticos a tener una visión más clara de la verdadera naturaleza de los precios del mercado y la imposibilidad de alcanzar el equilibrio. Las discusiones sobre el precio justo también continuaron. En relación con esta cuestión, Diego de Covarrubias y Leiva afirmó que este precio debe ser establecido a partir del valor de mercado común donde el bien se vende y no con referencia a su costo original o la mano de obra asociada a su producción.

La negación del papel del costo en la determinación del precio fue retomada por un contemporáneo suyo, Luis Saravia de La Calle, quien fue el primero en demostrar que los precios son los que determinan los costos y no al revés. Analizó también la expansión crediticia y criticó fuertemente el sistema de banca de reserva fraccionaria, admitiendo que los depósitos bancarios hacen parte de la oferta monetaria.

Otro pensador de gran relevancia fue Tomás de Mercado (1530-1575). Las obras de este fraile son, sin duda, una de las más notables de las escritas por este grupo de escolásticos. Es conocido por su obra de 1569 Suma de tratos y contratos, un tratado impecable sobre las intrincadas prácticas comerciales de la época que fue escrito con el propósito de “establecer qué es lo lícito y qué es lo ilícito en los negocios que más cursan entre los comerciantes” (LAGARES, 2013a, p. 81). Pero el análisis excede dicho propósito y constituye una explicación certera del funcionamiento de muchas instituciones de la vida mercantil de la época.

La contribución de Mercado al pensamiento económico escolástico no destaca por su carácter innovador, pues trata los mismos temas que sus antecesores: la existencia de una “ley natural”, la utilidad, la escasez, la cantidad de dinero como factor determinante de los precios y el poder adquisitivo de la moneda. Lo que lo distingue es el método sistemático y riguroso con el que trató estas cuestiones. No obstante, esto fue suficiente mérito para pasar a la historia como el “pensador escolástico más representativo del siglo XVI”, como lo afirmaría el propio Joseph Schumpeter (LAGARES, 2013b).

De la misma estatura intelectual que el fraile Mercado está Luis de Molina (1535-1600). Su doctrina, conocida como molinismo, está construida sobre el concepto del libre albedrío en franca oposición al determinismo. Su visión del Hombre es la de un ser que ejerce sus actos de manera libre. En el plano político pregonó la idea de que el poder se halla en cada individuo y no en un gobernante en particular. De esta manera, aportó a la configuración de los postulados filosóficos del liberalismo.

En temas económicos, su obra más importante fue De Iustitia e Iure que representa una exposición sistemática de los planteamientos éticos y económicos de la Escolástica desde Santo Tomás de Aquino hasta sus días. Los temas tratados por este jesuita son los mismos que ocuparon la atención de sus predecesores: la naturaleza de los precios, la propiedad, el dinero, el intercambio comercial y la usura. No obstante, también se preocupa por otros temas como la competencia (concurrentia en latín), a la que percibe como un proceso dinámico de “rivalidad empresarial que impulsa el mercado y da lugar al desarrollo de la sociedad” (KAUFMANN; AICHELE, 2014, p. 257-260); los impuestos, el tráfico de influencias y principios para la división justa de beneficios entre accionistas.

Sin embargo, existió un pensador que superó a Luis de Molina en influencia intelectual y carácter liberal: Juan de Mariana (1536-1624), autor de una prolífica obra intelectual compuesta por estudios teológicos, históricos, políticos y económicos.

En 1605 publica Sobre la alteración del dinero, en el que rechaza la propiedad de los gobernantes sobre los bienes de sus súbditos, hace una descripción del “tirano” e indaga sobre las “consecuencias económicas a que da lugar la devaluación y la intervención del gobierno en el ámbito monetario” (MARIANA, 1845) llegando a la conclusión de que la inflación conduce al alza de precios, por lo que, en la práctica, resulta ser un impuesto más.

El padre Juan de Mariana adhirió a la teoría subjetivista del valor y utilizó algunos elementos de la teoría cuantitativa de Azpilcueta para elaborar estudios estadísticos sobre la inflación. Por último, se refirió a la imposibilidad de organizar la sociedad bajo comandos coercitivos y a la ilegitimidad de cualquier intervención injustificada del Estado sobre el mercado, pues representaría una violación del Orden Natural (HUERTA DE SOTO, 2013c).

Siguiendo la “línea” molinista encontramos a dos pensadores: Juan Castilla de Bobadilla (1547- 1605) y Juan de Salas (1553-1612). El primero, desarrolló una noción de competencia dinámica en su obra Política para Corregidores de 1585, al afirmar que los “precios disminuyen como resultado de la abundancia, al rivalidad y la competencia entre vendedores” (HUERTA DE SOTO, 2013d, p. 36). El segundo, anticipó la teoría hayekiana del orden espontáneo al referirse a la imposibilidad de que un solo agente pueda llegar a comprender y ponderar la información del mercado.

Finalmente, esta tradición centenaria la cierra Juan de Lugo y Quiroga (1583-1660), el último representante de la Escuela escolástica de Salamanca. Es él quien realiza la síntesis de todo el conocimiento generado por sus predecesores escolásticos. Según Schumpeter, gracias a su titánica labor es considerado como uno de los fundadores de la economía científica (MONSALVE, 2010).

La vida intelectual de este pensador giró en torno a la teoría del precio justo, llevándola hasta sus últimas consecuencias. Desde su punto de vista, dicho precio justo se entiende a partir de cinco elementos: la equidad en el intercambio, la teoría subjetiva del valor, la estimación común, los precios legales y naturales y el concepto de restitución. Nos enfocaremos en los dos últimos, que representan su aporte más original:

El precio justo se puede establecer de dos maneras: a través de la autoridad pública o como resultado de la negociación entre individuos, originando así dos precios: uno legal y otro natural. Éste último, como afirma el mismo Luego, no es absoluto sino que permite cierto rango o “latitud” de movimiento, entre el precio más bajo posible y el más alto.

La restitución se concibe como un mecanismo judicial que permite regresar al estado de equidad cuando ocurre una transacción injusta. Desde una perspectiva moderna esta idea carece de sentido porque los intercambios comerciales no implican responsabilidad moral.

Como se puede observar, lo que le interesaba a los escolásticos era la aplicación de la moral en las transacciones económicas, más que la naturaleza intrínseca de las mismas. No se les puede condenar por ello: eran teólogos, hecho que, de ninguna manera, demerita el invaluable e incalculable aporte que realizaron para el avance de la Ciencia Económica.

La Escuela de Salamanca traspasó las fronteras de España y extendió su influencia por Portugal, los Países Bajos e Italia. A principios del siglo XVII se presentaron una serie de condiciones que condujeron a su desaparición.

1.4. Después de los Doctores de Salamanca (Siglos XVII-XIX)

La filosofía escolástica fue objeto de un ataque virulento durante y después del siglo XVII, primero, por parte de los protestantes y después de los racionalistas (ROTHBARD, 1976).

En 1625, Hugo Grotius (1583-1645), jurista calvinista de origen holandés toma múltiples elementos de la obra de Francisco de Vitoria para elaborar su propia teoría del Derecho Internacional. En el ámbito económico, estructurará una visión del valor de carácter subjetivo, enfatizando en el deseo y la estimación común. Sin embargo, es importante destacar que Grotius citó adecuadamente a los inspiradores de su obra y se encargó de difundir las ideas de la Escuela de Salamanca en la Europa reformada.

Las ideas de Grotius fueron seguidas de cerca por el jurista luterano Samuel Pufendorf (1632- 1694), quien fue el que eliminó fulminantemente todas las referencias a los escolásticos españoles. De tal suerte que cuando la obra de Pufendorf fue traducida al inglés por el profesor Gershom Carmichael (1672-1729), de la Universidad de Glasgow, el conocimiento de las influencias escolásticas se perdió. Su sucesor Francis Hutchenson (1660-1739) cuestionó la teoría del valor subjetivo y en su lugar difundió la teoría del trabajo y del costo de producción como teorías de valor. Finalmente, sería su discípulo, Adam Smith (1723-1790), quien las difundiera masivamente en su clásico de 1776 Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, o, más conocido como La riqueza de las naciones (ROTHBARD, 1976).

A pesar del agravio de Pufendorf, la doctrina escolástica mantuvo su influencia en la Europa católica. En asuntos económicos, fue preservada por pensadores como Ferdinando Galiani (1728- 1787), economista italiano, que bajo la influencia de Covarrubias y Leiva desarrolló los conceptos de utilidad y escasez como determinantes del precio y el principio de preferencia temporal, llegando a establecer que el interés es la diferencia entre el valor del dinero futuro en relación con el presente.

Entrado el siglo XIX, la obra de los salmantinos fue estudiada por numerosos teólogos y filósofos, como el sacerdote catalán Jaime Balmes, conocido universalmente como el “Príncipe de la Apologética Moderna”, quien en 1844, al intentar responderse la pregunta de “¿Por qué una piedra preciosa (considerada como un bien de lujo) tiene un valor más alto que un pedazo de pan (considerado como un bien esencial)?” formula con suma claridad el concepto de utilidad marginal, pues afirma que:

Una hogaza de pan tiene poco valor, no porque guarda una necesaria relación con la satisfacción de nuestras necesidades, sino porque cuando hay muchos, se saciará de pan. Pero disminuyendo su abundancia, su valor crecerá rápidamente para llegar a cualquier nivel, fenómeno que se produce en épocas de escasez, y que se hace más palpable en todos los géneros durante las calamidades de la guerra en su sitio acorralado por un acoso muy prolongado (BALMES, 1949, p.10).

Por otra parte, como lo señala el economista Alejandro Chafuén (2009), el padre Balmes escribió numerosos artículos y ensayos sobre temas relacionados con la libertad, los cuales fueron publicados en los “Cuadernos de La Sociedad”, escribió siete ensayos críticos sobre el socialismo utópico; así mismo, dio una explicación correcta de la idea del valor, de las variedades naturales de los precios, anticipando en diez años la solución del prusiano Gossen, y aportó a las cuestiones de la propiedad privada, el trabajo, los impuestos, el derecho civil y la usura.

El padre Balmes cerró el círculo de la tradición económica continental y dejó preparado el camino para Carl Menger, quien veintisiete años más tarde se dedicaría a perfeccionar y esquematizar estos conocimientos, en lo que hoy conocemos como la Escuela de Economía Austríaca (HUERTA DE SOTO, 2013).

2. ETAPA DE FUNDACIÓN (1871-1914)

2.1. Situación de la Ciencia Económica en Austria

En Austria, la disciplina económica se desarrolló a partir del cameralismo, una corriente del siglo XVIII que nació con el objetivo de formar a los futuros servidores públicos en los conocimientos económicos y financieros necesarios para manejar los asuntos del Estado (SCHULAK; UNTERKLÖFER, 2011a).

La disciplina cameralística fue fundada por el jurista austríaco Joseph von Sonnenfels (1732-1817) con su obra de 1767 Principios de Regulación, Administración y Finanzas Públicas, un elogio al paternalismo y autoritarismo estatal, ideas que influirían, más adelante, en la formación de la propia Ciencia Económica.

Con este libro se educó a los funcionarios civiles de Austria hasta 1846, año en el que Josef von Kudler (1786-1853), discípulo de von Sonnenfels, escribe sus Reglas Básicas de Economía, tratado que reemplaza la visión paternalista del Estado, instaurada por su maestro, por una de carácter liberal, basada en el elogio a la razón y en el establecimiento de un método científico orientado a la búsqueda de principios generales válidos para toda la Humanidad (FREY; MONROE, 1983).

Al fallecer Kudler, la academia austríaca se convierte en campo fértil para la diseminación de ideas prusianas y la desaparición formal de la ciencia cameralística. La Ciencia Económica fue impartida a través de distintos nombres: economía política, economía nacional, economía social y ciencia política. Sin embargo su propósito era el mismo: la planificación.

2.2. Carl Menger y el marginalismo

Es en este ambiente académico en el que se desarrolla la obra de Carl Menger (1840- 1921), “único y auténtico fundador de la Escuela de Economía Austríaca, propiamente dicha” (SALERNO, 2007), quien ingresó a la Universidad de Viena en 1859 para cursar estudios de Derecho, que posteriormente abandonaría para dedicarse al análisis de noticias bursátiles.

En 1867 comienza a interesarse en la economía política y unos años más tarde se convertiría en protagonista de uno de los sucesos más importantes en la historia del pensamiento económico: la revolución marginalista.

Después de cien años las teorías de los clásicos habían perdido interés, debido a la Revolución Industrial y los consiguientes adelantos técnicos, en las últimas décadas el crecimiento había sido constante, así pues se empezó a dar por supuesto el desarrollo sostenido de la economía, y a olvidarse el fantasma del estado estacionario ricardiano. “Por otro lado la realidad no había confirmado las pesimistas teorías maltusianas, sino que se disponía cada día de nuevos recursos naturales y además los salarios y beneficios se mantenían a un alto nivel” (SANZ, 2006a, p. 47).

Como alternativa a este paradigma fallido, en 1870, tres autores de manera independiente y en países diferentes: William Stanley Jevons (1835-1882), en Inglaterra, Leon Walras (1834-1910), en Francia y el propio Menger en Austria, elaboran una teoría económica basada en valores marginales. Es así como la teoría clásica del valor-trabajo es sustituida por la del valor subjetivo en la utilidad marginal, la teoría de la producción se piensa en términos de coste e ingresos marginales y la teoría de la distribución se transforma en el concepto de productividad marginal (SANZ, 2006b).

El marginalismo supuso una serie de cambios en la estructura del análisis económico: se creó un lenguaje formalizado para la disciplina, se introdujo el individualismo metodológico y se propuso la idea de racionalidad en las decisiones. En 1871, Carl Menger publica Principios de Economía Política, en donde sintetiza el ideal marginalista, proponiendo una teoría del valor basada en la relación que se da entre los seres humanos y sus necesidades y la idea de que los precios son los que determinan los costos de producción, y no al revés, como afirmaban los Clásicos. El libro constituyó un rotundo fracaso para la carrera de Menger.

2.3. La disputa sobre el método: primer round

A mediados del siglo XIX la ciencia económica era un amasijo de estilos, términos y denominaciones que carecían de un método y terminología comunes.

El economista alemán Gustav von Schmoller intentó cambiar esta situación a través de la consolidación de una ciencia económica unificada, de carácter histórico-empírico, que fuese capaz de brindar herramientas a los políticos para dar respuesta a la difusa “cuestión social” (Esta corriente de pensamiento recibiría el nombre de Escuela Historicista Alemana).

Los historicistas sostenían que los hechos económicos son constructos históricos, con esencia propia, por lo que resulta imposible formalizarlos mediante leyes abstractas y generales. Por su parte, el individuo es producto del “espíritu” de su tiempo y actúa bajo su influencia. En el plano epistemológico, consideraban que el análisis económico debía aplicarse a la sociedad y al Estado nacional en su conjunto y no al individuo aislado, como proponían los marginalistas. En la práctica, abogaron por un sistema de economía planificada que bautizaron con el nombre de “socialismo de Estado”. No obstante, la diferencia con el socialismo marxista radicaría en que los ciudadanos tendrían el derecho de escoger a quién le encargarían dicha tarea de planificación (MISES, 1984).

Las ideas historicistas se propagaron a Austria con el objetivo de fomentar la unidad nacional germánico bajo el establecimiento de una ciencia económica común. Esto generó resistencia entre los economistas austríacos, despertando viejos resentimientos políticos y culturales.

En 1883, Carl Menger publica su segundo libro: Investigación sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en especial en el que propone que la economía debe ser estudiada a partir de tres categorías de análisis: histórica, teórica y práctica. Para él, los historicistas estaban incurriendo en el error de confundir lo histórico con lo teórico (SCHULAK; UNTERFLOFER, 2011b).

En 1884, Schmoller respondió a Menger digiriéndole una despiadada crítica contra su libro. De esta manera, comenzó, oficialmente, el Methodenstreit (Disputa sobre el Método) que enfrentaría a austríacos e historicistas por casi cincuenta años.

Menger contraatacó con su libro Los Errores del Historicismo en la Economía Alemana, en donde cuestionó de manera explícita todos y cada uno de los postulados historicistas. Verbigracia, Menger argumentó que el empirismo historicista carecía de consistencia, porque, a su juicio, cualquier investigación empírica requiere de postulados universales (no empíricos) de identidad, continuidad y mensurabilidad (HODGSON, 2001).

Por otra parte, desde el punto de vista epistemológico, el enfoque empírico es incapaz de producir verdades generales, pues se basa en el análisis de situaciones particulares y pasajeras que impiden identificar elementos permanentes y universales. Según Menger, el método adecuado para abordar los fenómenos económicos es el deductivo, es decir, obtener conclusiones particulares a partir de la aplicación de un precepto general, en lugar del inductivo, como proponían los historicistas, que es exactamente lo contrario.

Menger recibió el respaldo de economistas como Emil Sax (1845-1927) quien, a la postre, pasaría a formar parte de la primera generación de economistas de la Escuela Austríaca.

En 1887 Sax publica Fundamentos de la economía teórica del Estado en donde establece una distinción conceptual entre las clases de necesidades: individuales y colectivas, y el tipo de economía que le corresponde a cada una: la economía privada en el primer caso y la estatal en el segundo. Así mismo, desarrolla una teoría subjetivista del valor, fundamentada en el Derecho Natural y difunde la idea de que el individuo es un ser determinado por la tensión que se genera entre las fuerzas del egoísmo, el mutualismo y el altruismo. Su interés por la sociología y la “psicología aplicada” lo llevaría a distanciarse de la ortodoxia austríaca.

Otro economista que se unió a Menger y que se convertiría, virtualmente, en el continuador de las ideas austríacas fue Eugen Böhm - Bawerk (1851-1914), quien en 1884 publicó en tres volúmenes su célebre obra Capital e Interés que sentó las bases de la teoría austríaca del capital y el interés a partir de la reevaluación de las teorías del trabajo propuestas por Rodbertus y Marx y de la revisión y ampliación de la teoría de la utilidad de Menger.

Para Böhm - Bawerk (2014a) el interés y el capital constituían los conceptos clave de la economía política, por lo que analizó dos de sus dimensiones: la teórica, referente a saber por qué existe el interés del capital y la político-social que “entraña el problema de si el interés del capital debe o no existir, el de si este fenómeno es algo justo, equitativo, útil y bueno, y si, por tanto, debe mantenerse en pie o ser modificado o abolido” (BÖHM-BAWEK, 2014b, p.28).

Böhm - Bawerk define el capital como un grupo de productos destinados al fomento de la producción o, dicho de otro modo, como bienes intermedios. Y afirma que (2014c) “el poseedor de un capital, tiene, generalmente, la posibilidad de obtener de él, con carácter permanente, una renta neta, a la que se le da el nombre de renta de capital o interés, en el sentido propio de la palabra” (p.27). El interés es independiente de la voluntad del capitalista y se puede generar a partir de cualquier forma de capital, “cualesquiera que sean las bienes de clases que lo formen, ya se trate de bienes fructíferos por naturaleza o de bienes estériles” (BÖHM-BAWEK, 2014d, p. 27).

A lo largo de su trabajo académico presenta una teoría completa de la estructura de la producción, defendiendo la importancia del capital y del tiempo en la determinación del interés. Por otra parte, se dedicó a expurgar los residuos de objetivismo que subyacían en la teoría del valor de Menger.

La teoría austríaca fue seguida de cerca por Friedrich von Wieser (1851-1926), quien acuñó el término de “utilidad marginal” y lo aplicó al análisis del proceso productivo. Extendió la teoría subjetivista del valor de Menger a la teoría de los costos y a la teoría del valor natural, la cual ocuparía gran parte de sus reflexiones académicas (YAGI, 2011, p. 1), y desarrolló la “teoría de la imputación”, según la cual “el precio de los factores de producción viene determinado por los precios de los bienes finales que aquellos contribuyen a producir, y no al contrario, como habían sostenido los economistas clásicos” (PERDICES DE BLAS, 2008b, p. 61).

Estos tres economistas (Carl Menger, Eugen Böhm-Bawerk y Friedrich Wieser) conforman el “triunvirato” fundador de la Escuela de Economía Austríaca. En las años siguientes la Disputa del Método giró en torno a temas como la clasificación de la economía dentro del saber científico, la función de las subdisciplinas, la reevaluación de las teorías clásicas, el estudio del origen de las instituciones sociales y la interacción entre la investigación teórica y el conocimiento empírico (SCHULAK; UNTERKLÖFER, 2011c).

También se unen al círculo austríaco economistas como Robert Meyer (1855-1914), quien investigó sobre la naturaleza de los ingresos; Gustav Gross (1856-1935), quien habló sobre las diferencias entre el sector público y el privado en términos de factor trabajo; Eugen Philippovich von Philippsberg (1858-1917), compilador y difusor de la teoría marginalista en el mundo germano-hablante; Viktor Mataja (1857-1933), precursor del análisis económico del Derecho sobre la base de la teoría de la utilidad marginal; Robert Zuckerkandl (1856-1926), teórico de los precios y el valor; y Johann von Komorzynski (1843-1911), crítico de la teoría de salarios de Thünen y Marx, quien, con el tiempo, terminaría alejándose de la Escuela de Economía Austríaca debido a diferencias conceptuales irreconciliables (MENGER, 1976).

Por aquellos años se crea la Sociedad de Economistas de Austria, lo cual contribuyó significativamente a organizar la joven Escuela de Economía Austríaca ante el embate historicista.

En 1889, Carl Menger acuña el término de “Escuela Austríaca de Economistas” con el fin de crear identidad económica propia y en 1892 se funda un periódico llamado Diario de Economía, Política Social y Administración, el cual estaría dirigido por Eugen Böhm-Bawerk y algunos de sus colaboradores.

En las décadas de 1890 y 1900 surgen nombres como el de Hermann von Schullern (1861-1931), divulgador de la teoría subjetivista del valor y estudioso de la historia y política agrícolas; Julius Landesberger (1865-1920), cuyo interés se centró en temas monetarios y bancarios; Richard Schuller (1870-1972), quien estudió temas como el mercado laboral y el comercio internacional y Joseph A. Schumpeter (1883-1950), quien estudió Derecho en la Universidad de Viena teniendo como maestro a Eugen von Böhm-Bawerk. A pesar de que no se considera como miembro de la Escuela Austríaca, stricto sensu, sí desarrollo su teoría económica a partir de su influencia. Esto se manifiesta en su visión del proceso económico, “la naturaleza de la racionalidad económica y el papel de las instituciones en la dinámica económica” (GLORIA- PALERNO, 2001, p. 22).

2.4. La disputa sobre el método: segundo round

A Eugen Böhm-Bawerk, el sucesor de Menger, le correspondió pelear el segundo asalto del Methodenstreit. El enfrentamiento con los historicistas se redujo, pero surgieron nuevos rivales: John Bates Clark, Karl Marx y Alfred Marshall.

2.4.1. BÖHM-BAWERK VS. CLARK

La controversia Böhm-Bawerk/Clark comenzó en 1893 y giró en torno a los conceptos de capital e interés.

Según la teoría austríaca del capital, formulada originalmente por Menger, el tiempo es el factor determinante en el ciclo productivo, pues activa mecanismos de mercado que facilitan ajustes en la estructura del capital (GARRISON, 1990). En la reformulación que hace Böhm- Bawerk (1930) se establece que el fin de la producción es el de generar bienes de consumo y para ello se pueden usar métodos de producción de indirectos (Roundaboutness) mediante los cuales se producen primero los bienes de capital y después los de consumo. Para Böhm-Bawerk el capital tiene una naturaleza heterogénea, por un lado, es un factor de producción, es decir, una herramienta concreta, fuente de productividad física y, por el otro, es un fondo generador de intereses (COHEN, 2008a).

Por el contrario, Clark sostenía que capital es un factor homogéneo, que actúa como un fondo que se reproduce a sí mismo, por lo que el proceso de producción es instantáneo y no se necesita incluir el tiempo en dicho análisis, como planteaban los austríacos (MATEUS, 2015). Esto dio origen a una discusión sobre la verdadera naturaleza del capital que se centró en tres elementos: permanencia, sincronización y movilidad perfecta de capital.

2.4.1.1. Permanencia

Clark hace una distinción entre el “capital auténtico” (true capital) y los bienes de capital. El primero tiene naturaleza permanente y un periodo de vida infinito, mientras que los segundos - que, a su vez, encarnan el capital auténtico -tienen una naturaleza transitoria.

Para ilustrar su teoría, Clark (1893) usa la metáfora de la cascada, que expresa en los siguientes términos:

Una cascada consiste de partículas de agua. El agua se mueve; pero la cascada permanece inmóvil. La cascada no aparece ni desaparece. Los bienes de capital son como partículas de agua, elementos que se desvanecen. El capital auténtico es como la cascada; un elemento permanente, que debe tal característica a la pérdida y subsiguiente reposición de sus elementos (p. 308).

Böhm-Bawerk respondió que si bien la cascada puede ser “perpetúa”, su naturaleza está dada por la acción de gotas de agua individuales y concretas (BÖHM-BAWEK, 1895). También se pregunta sobre la posibilidad de que el flujo de la cascada se vea interrumpido por fuerzas externas a ella. Con esta respuesta, Böhm-Bawerk quería hacerle notar a Clark que su análisis económico no tiene en cuenta elementos como las malas inversiones y otros factores negativos para la economía (representadas en las fuerzas externas que afectan el flujo de la cascada) (COHEN, 2008b).

2.4.1.2. Sincronización

A partir de la distinción que hace entre “capital auténtico” y bienes específicos de capital, Clark afirma que mientras los bienes individuales tienen periodos de producción, el capital auténtico se produce de manera sincrónica y no distingue entre etapas productivas (COHEN, 2008c).

Clark afirma que el “capital auténtico”, y su naturaleza sincrónica, es superior a los bienes de capital, por lo tanto, el concepto austríaco de periodo de producción y la consideración del tiempo como factor clave en el mismo, pierden toda validez. En este caso, la respuesta de Böhm-Bawerk se basó en dos puntos:

En primer lugar, señala que la teoría de Clark solo tiene sentido en el estado estacionario. La economía, por el contrario, exhibe una naturaleza dinámica, en la que se alternan periodos de producción y de espera, por lo que la “sincronización” productiva siempre fallará (BÖHM-BAWEK, 1907). La segunda crítica de Böhm-Bawerk perfecciona la primera. Argumenta que, incluso, en el estado estacionario la sincronización es una ilusión, debido a que el “capital auténtico”, como lo denomina Clark, no existe: lo real y concreto son los bienes de capital.

2.4.1.3. Movilidad perfecta de capital

Clark afirma que el “capital auténtico” tiene una forma cambiante que le permite expresarse en los diferentes bienes de capital. Es decir, que el capital es perfectamente móvil (COHEN, 2008d).

No obstante, esto le generó problemas de carácter analítico que lo llevaron a reconocer una dimensión dinámica en el estudio del capital, a pesar de que su teoría está basada en el estado estacionario.

De hecho, Böhm-Bawerk le da el crédito a Clark por haber reconocido dichos problemas, pero plantea una serie de consideraciones críticas a su teoría.

Verbigracia, que la movilidad de capital no es perfecta ni absoluta como plantea Clark, debido a que éste proceso es limitado y no puede llevarse a cabo de forma inmediata. Por otra parte, la transferencia de capital debe ser estudiada con referencia a los bienes de capital y no a un místico “capital auténtico”.

Cabe destacar que estas diferencias no han sido resueltas de manera satisfactoria hasta el día de hoy, pues la teoría del capital plantea elementos ambiguos, como la naturaleza del mismo y su unidad de medida.

2.4.2. BÖHM-BAWERK VS. MARX

En 1896, Böhm-Bawerk publicó Marx y el fin de su sistema, estudio exhaustivo en el que expone las fallas conceptuales del pensamiento económico marxista. A diferencia de la controversia con Clark, en esta ocasión Böhm-Bawerk no pudo discutir personalmente con Karl Marx, pues éste ya había fallecido doce años atrás.

El libro de Böhm-Bawerk explica la contradicción lógica y factual en la que incurre el sistema de pensamiento marxista a través del análisis de sus postulados más importantes: la teoría del valor y la “plusvalía”. “Los pilares del sistema marxista son dos: la concepción del valor y la “ley del valor”. Sin ellos, como afirma Marx en repetidas ocasiones, todo el conocimiento científico de los sucesos económicos sería imposible” (BÖHM-BAWEK, 2007, p. 9).

Marx afirma que la riqueza de las sociedades capitalistas está expresada en cantidad de mercancías, por lo que dedicará toda su investigación al análisis de este bien particular. Al respecto, afirma que la mercancía es un objeto externo que sirve para satisfacer las necesidades humanas, sin importar su clase, bien sea que “broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo” (MARX, 2001a, p.43).

La mercancía tiene doble valor: de uso, que se refiere a la utilidad que reviste para el individuo y de cambio, entendido como “la proporción en que se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra” (MARX, 2001b, p.43). Para que se dé dicho intercambio es indispensable que exista un factor común entre los bienes en cuestión. Tal factor no es más que el trabajo, en la concepción marxista. Pero no cualquier tipo de trabajo sino el socialmente necesario para la producción del valor de uso.

De esta forma, todas las mercancías son, en realidad, cantidades específicas de tiempo “socialmente” trabajado. De ahí deriva la “ley del valor” de Marx, la cual rige las relaciones de intercambio entre mercancías.

Después de definir su teoría del valor, Marx introduce el concepto de “plusvalía”, el cual se divide en dos: “plusvalía absoluta”, que es la ganancia adicional que obtiene el capitalista por la prolongación de la jornada laboral (DOGNIN, 2004, p. 408) y “plusvalía relativa” que es la que “proviene de la abreviación del tiempo de trabajo necesario y del cambio correspondiente en la relación de magnitud de las dos partes que constituyen la jornada laboral” (MARX, 2001c, p. 615 ). En otras palabras, se trata de reducir la parte de la jornada que el obrero trabaja para sí - para asegurar sus medios de subsistencia - y alargar la que trabaja para el capital (ROLL, 1994, p. 248).

En ambos casos, la plusvalía se entiende como un beneficio adicional que obtiene el capitalista a partir de la explotación del obrero. En ambos casos, la plusvalía se entiende como una apropiación adicional que hace el capitalista del trabajo obrero.

Ante esta visión, Böhm-Bawerk reivindica la teoría subjetivista del valor y crítica el hecho de que la teoría del valor-trabajo de Marx está basada en la consideración de supuestas relaciones “sociales” de producción y no en la realidad concreta de las mercancías. Por otra parte, afirma que la teoría marxista del valor no es capaz de explicar correctamente los precios. Para demostrar su afirmación, Böhm-Bawerk pone el ejemplo de las obras de arte y de las parcelas de tierra, los cuales no reflejan en los precios el trabajo que traen incorporado (en el caso de la tierra el valor sería nulo en términos de trabajo) (CUTLER et. al., 2010a).

Por lo tanto, el trabajo no puede ser considerado como una medida objetiva que explique y haga posible el intercambio (CUTLER et. al., 2010b). El único elemento que puede cumplir con esa función en una sociedad capitalista es el dinero.

Para refutar el concepto de “plusvalía”, Böhm-Bawerk argumenta que el sistema marxista no tiene noción del tiempo, pretendiendo que el trabajador perciba más de lo que produce (agregando a su producción actual el valor futuro de la misma) y más de lo que le aportan al empresario para el que trabajan. Por esa razón, el beneficio del capitalista no procede de la “plusvalía” sino de adelantar al trabajador el pago por su aportación al bien final que éste contribuye a fabricar, antes de que dicho bien esté terminado y vendido. El marxismo desconoce así la ley de preferencia temporal en los procesos productivos (HUERTA DE SOTO, 2011).

2.4.3. BÖHM-BAWERK VS. MARSHALL

El tercer enfrentamiento de Böhm-Bawerk fue con el economista británico Alfred Marshall (1842-1924) y se centró en el tema de la oferta.

Según Marshall, la oferta equivale al “costo real (marginal)” del productor, el cual se define como la “desutilidad” que éste percibe en la elaboración de una cosa (REISMAN, 2011, p. 45). Es decir, que la oferta está determinada por los costos de producción, los cuales, equivalen al costo de oportunidad del producto.

De aquí deriva el precio de oferta, que se entiende como la suma de dinero que el productor debe pagar para financiar las tareas del proceso productivo; es el mismo coste monetario de la producción (MARSHALL, 2009).

En su libro Principios de Economía de 1890, en donde presenta su teoría de la oferta y la demanda, Marshall acusa a Böhm-Bawerk de basar su análisis económico exclusivamente en el lado de la oferta, lo cual lo lleva a tener una visión cortoplacista y limitada del mercado.

La respuesta que da Böhm-Bawerk es una crítica a la teoría de la oferta de Marshall. Al respecto, argumenta que la oferta no está dada por los costos de producción, sino que es el resultado de algún proceso dinámico de equilibrio que ocurre “detrás de escena” en el proceso de ajuste de los mercados y que, en última instancia, está determinado por la demanda (ENDRES, 2002).

También afirmó que la decisión que toma el productor de aquellos bienes que aportarán al proceso de producción no está dada por el valor imputado a los mismos en el presente, sino en una anticipación que hace el productor de los precios finales que tendrán los bienes ya terminados, en el futuro.

Este sería el último enfrentamiento intelectual de Böhm-Bawerk. De los tres, se puede decir que obtuvo victorias parciales, porque su teoría, en muchos casos, presentaba ambigüedades y dificultades analíticas, que serían superadas por sus discípulos. Principalmente, por uno de ellos: Ludwig von Mises.

2.5. La aparición de Mises: el “Decano” de la Escuela Austríaca

Ludwig von Mises (1881-1973) ingresó a la Universidad de Viena en el año 1900, donde se convirtió en discípulo de Karl Grünberg, quien lo animó a realizar una investigación sobre la eliminación de la servidumbre en los campos de Galizia (región natal de Mises), siguiendo para ello una metodología de tipo historicista desarrollada por el propio maestro. El estudio fue un fracaso (ROTHBARD, 1988a).

En los años siguientes, debido a la influencia historicista, Mises se convertiría en un estudiante de izquierda, proclive a las ideas estatistas. Sin embargo, esto cambiaría en 1903, año en el que leyó Principios de Economía Política de Carl Menger, texto que lo convenció de las bondades del libre mercado. Finalmente, decide entrar al seminario de Böhm-Bawerk, convirtiéndose en su alumno más destacado.

Ese mismo año los historicistas volvieron a atacar. A la cabeza se encontraba el economista alemán Karl Helfferich (1872-1924), quien dirigió su ataque a lo que el denominaba el “problema del círculo austríaco”, el cual surgió de la incapacidad de los fundadores de la Escuela Austríaca de abordar adecuadamente la naturaleza y funciones del dinero. El problema del círculo austríaco era el siguiente: para un bien de consumo, la utilidad y, por lo tanto, la demanda son fácilmente determinables. El consumidor valora el bien y lo evalúa dentro de una escala de valores. La oferta es determinada por la demanda esperada y la interacción de ambas genera el precio de mercado. No obstante, en el caso del dinero, tomado como un bien, se presenta un problema: la naturaleza distintiva del dinero es que no es un bien que se consume directamente, sino que es un bien cuya única función es la del intercambio. Por ende, el dinero es demandado sólo por su poder de compra. Esto significa que el valor del dinero es determinado por la demanda y, de hecho, la precede. Pero, al mismo tiempo, la demanda de dinero presupone que éste ya tiene un valor y precio, lo cual, lleva, inevitablemente, a un razonamiento circular (ROTHBARD, 1988b).

El joven Mises aceptó el reto de resolver este problema. Entre 1906 y 1907 se dedicó a desarrollar una respuesta a través de una serie de artículos. En el proceso, Mises estudió el fenómeno de la inflación, identificándolo como un cambio que el gobierno realiza en la oferta monetaria, siempre, con consecuencias negativas, como la disolución de la efectividad del intercambio y constituir un impuesto en la práctica (ROTHBARD, 1988c).

También analizó el fenómeno del crédito monetario, descubriendo que la banca desarrolla dos funciones: canalizar el ahorro en crédito productivo y actuar como custodio del dinero. Ambas son funciones legítimas y antiinflacionarias, pero el problema viene cuando emite y presta recibos de depósito falsos de dinero que no existe en las bóvedas, esto expande la oferta de dinero y crea problemas inflacionarios (ROTHBARD, 1988d, p. 14). Dada su oposición al dinero fiduciario se manifestó a favor del retorno al patrón-oro.

En 1912 publicó La teoría del dinero y el crédito en donde, finalmente, resuelve el “problema del círculo austríaco” a partir del teorema regresivo del dinero, según el cual la demanda de dinero viene determinada no por el poder adquisitivo que un individuo tenga hoy, sino por el conocimiento que tenga sobre el poder adquisitivo que el dinero tuvo ayer. A su vez, este poder adquisitivo está determinado por una demanda de dinero que se forma sobre la base del conocimiento que se tenía de su poder adquisitivo de anteayer; y así sucesivamente, hasta llegar a aquel momento de la historia en el que, por primera vez, un determinado bien comenzó a tener demanda como medio de intercambio (HUERTA DE SOTO, 2004).

Así mismo, esta obra representó una aplicación de la doctrina marginalista al estudio del dinero y resalta la importancia de la acción humana y de la elección individual en la teoría monetaria. En 1914 falleció Eugen Böhm-Bawerk, prócer que libró las primeras batallas intelectuales de la Escuela Austríaca. Se inauguraba una nueva etapa en el pensamiento austríaco, ahora, sin su presencia.

3. ETAPA DE CONSOLIDACIÓN (1914-1932)

3.1. La disputa sobre el método: tercer round

Después de servir como soldado durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Mises tuvo que seguir combatiendo, pero esta vez en el frente académico, peleando el tercer round del Methondenstreit. Su rival sería el socialismo, sistema económico de carácter colectivista y totalitario que ya se había apoderado de la Rusia zarista (con la Revolución Bolchevique de 1917) y amenaza con expandir su influencia por todo el globo.

Fiel a su convicción de que el individuo es el motor de los procesos sociales, se refirió de manera crítica a su nuevo rival en el ensayo de 1919 Nación, Estado y Economía.

En 1919, Mises lanza el primer ataque con su ensayo Nación, Estado y Economía. Allí propone que la única manera de romper con las viejas estructuras imperiales causantes de la Guerra consiste en aplicar los principios del liberalismo laissez-faire. Es en este punto en donde dedica una crítica al sistema socialista.

En primer lugar, Mises (2006) define el socialismo como “la transferencia de los medios de producción de un régimen de propiedad privada a uno controlado por la sociedad en su conjunto” (p. 205) y demuestra que, en los pocos años que lleva implementado en Rusia, ya ha traído consecuencias nefastas para el orden económico.

Estos argumentos fueron ampliados en su libro de 1922 Socialismo, en el que afirma que el sistema homónimo es teóricamente imposible desde el punto de vista económico.

Al respecto, Mises explica que en el sistema capitalista los consumidores siempre están a la búsqueda de aquellos bienes y servicios que sean capaces de satisfacer sus necesidades, por lo que siempre habrá productores dispuestos a ofrecerlos. El empresario es dueño de los medios de producción y de su propio trabajo, lo cual le da la facultad de establecer los precios que le permiten obtener ganancias. Dichos precios actúan como señales: para los consumidores, en el sentido que tendrán una idea aproximada del bien o servicio que desean adquirir, y para otros empresarios, quienes percibirán las oportunidades de ganancia y competirán por obtenerlas, bajando los precios.

Por el contrario, en el socialismo es el Estado el que establece el sistema de precios; es decir, tiene el control de las señales naturales que orientan el mercado. Esto genera una descoordinación total sobre el aparato productivo, puesto que no existe información adecuada sobre las necesidades del consumidor y la mejor manera de satisfacerlas. Esa es la razón por la que en el socialismo no existe el cálculo económico. Esto condena al fracaso sus planteamientos (MISES, 1981a).

La obra de Mises tuvo un gran impacto sobre los socialistas del continente. A algunos, como Abba Lerner (1903-1982) y Oskar Lange (1904-1965) los alentó a resolver el problema del cálculo económico en el socialismo (lo cual hicieron mediante el “Teorema Lange-Lerner”) y a otros, como Friedrich A. Hayek, los convirtió al credo liberal.

3.2. Los felices años veinte: consolidación y proliferación de las ideas austríacas

La década de 1920 fue un periodo especialmente productivo para la Escuela Austríaca. Se difunde por toda Europa y Norteamérica y logra ponerse a la vanguardia del pensamiento económico gracias a la atención que recibieron sus teorías del dinero y los ciclos económicos.

Como hecho anecdótico, en 1921 se produce el fallecimiento de Carl Menger, padre del pensamiento económico austríaco, en un ambiente muy favorable para sus ideas.

Durante esta década, Mises perfeccionó su teoría del ciclo de los negocios a partir de tres elementos: el modelo de auges y recesiones de la Escuela Monetaria (Currency School), la diferenciación entre la tasa “natural” y la bancaria que hace Knut Wicksell en su síntesis “austro- sueca”; y la teoría del capital y el interés de su maestro Böhm-Bawerk. Mises integró estos tres enfoques y demostró que el crédito bancario creado mediante la inyección de dinero en la economía y la disminución de las tasas de intereses en los préstamos comerciales, por debajo del precio de mercado, conducen a las malas inversiones. Cuanto mayor sea el boom crediticio, mayor será el número de malas inversiones en bienes de capital, las cuales, se revelarán, únicamente, cuando se detiene el periodo de expansión y se llega a una recesión (ROTHBARD, 1988, p. 15- 16).

Las investigaciones de Mises sobre el dinero y el ciclo de los negocios demostraron que el gobierno es el responsable de la expansión crediticia y de la espiral inflacionaria. Por esa razón, la intervención gubernamental siempre resulta negativa. Esta tesis sería desarrollada en trabajos posteriores, en los que indagaron sobre diversas formas de intervención y descubrió que todas resultaban ser inefectivas o contraproducentes. De manera coloquial, afirmaba que cuando el gobierno intenta resolver un problema, crea dos (ROTHBARD, 1988).

Mises fundó un seminario reconocido en toda Europa para la discusión e investigación de la economía y las ciencias sociales que se convirtió en lugar de formación de muchos economistas.

Sin embargo, al otro lado del Atlántico vivía un economista que ya era seguidor de la Escuela Austríaca desde los tiempos de Carl Menger. Su nombre era Frank Albert Fetter (1863- 1949) y fue el encargado de consolidar la tradición austríaca en suelo norteamericano.

A partir del método deductivo, este economista estadounidense demostró (una vez más) que el precio de los bienes está en función del valor subjetivo y que la tasa de interés es una manifestación del principio de preferencia temporal (HERBERNER, 1999). Al igual que Böhm- Bawerk, Fetter sostuvo un cruento enfrentamiento teórico con Marshall. Incluso, llegó a afirmar que éste último no merecía ser parte de la denominada trilogía marginalista (junto a Menger y Jevons), sino que ese lugar le correspondía a James Bates Clark. De igual forma rebatió la teoría de la explotación, esgrimida por los socialistas, y propuso que la remuneración al factor trabajo equivale al valor marginal de la producción del trabajador y la importancia de su contribución al proceso productivo, en general. Desarrolló una teoría rudimentaria del ciclo de negocios y cuando Mises presentó la suya a mediados de la década de 1920, intercambiaron correspondencia y trabajaron juntos.

En 1927, Mises escribe Liberalismo en el que profundiza sobre el liberalismo laissez- faire, el cual se erige como la única política económica coherente con la naturaleza del individuo y del mercado, y un año después publica una serie de artículos epistemológicos que serían compilados años más tarde en el libro Problemas epistemológicos de la economía de 1933.

La aparición de Mises partió la historia de la Escuela Austríaca en dos. Antes de él, era una escuela ortodoxa con una visión ambigua sobre la intervención gubernamental. Después de él, se constituyó como la corriente heterodoxa y libertaria que conocemos en la actualidad.

Hasta los años veinte, la mayoría de economistas austríacos se vieron influidos por el economista británico Lionel Robbins (1894-1984), quien difundió la versión estática del subjetivismo, que si bien tiene al individuo como centro del análisis económico no da lugar a la incertidumbre (MACHLUP, 1978, p. 28). Mises cambió este enfoque e instauró el “subjetivismo dinámico” que tiene como premisa esencial que “las decisiones de los individuos no son el resultado determinado de causas claramente especificables” (SHACKLE, 1969, p.3-7). “Esta premisa fundamental se manifiesta tanto en el proceso de aprendizaje como en la formación de expectativas. El verdadero aprendizaje no es simplemente el resultado de un procesamiento determinado de lo que ya se conoce” (RAVIER, 2012, p. 138). Probablemente, este cambio de enfoque: de subjetivismo “estático” a “dinámico” fue el que produjo que la Escuela Austríaca se saliera de la ortodoxia económica.

3.3. La conversión de Hayek, el socialista Fabiano

Friedrich August von Hayek (1899-1992) nació en una distinguida familia de intelectuales. Su padre era un médico que se dedicaba a la enseñanza universitaria y sus abuelos fueron biólogos. Por el lado de su madre, fue primo segundo del famoso filósofo Ludwig Wittgenstein.

Con el estadillo de la Primera Guerra Mundial es llamado a enlistarse en el Ejército austro-húngaro. En el frente su única compañía son los libros, especialmente, los de economía. “Leyó la obra de Walher Rathenau, un economista que se había convertido en político responsable del aprovisionamiento de materias primas para el esfuerzo bélico austríaco” (WAPSHOTT, 2013a). Sus ideas sobre la reorganización de la economía influyeron significativamente en Hayek y lo llevaron a adoptar ideas ligeramente socialistas. Después de la guerra, Hayek comienza a mostrar simpatías por el economista británico John Maynard Keynes (1883-1946) - quien posteriormente sería su némesis intelectual - debido al vehemente reproche que éste hizo a las Potencias vencedoras por las condiciones impuestas a la derrotada Austria.

En 1919 ingresó a la Universidad de Viena a estudiar Derecho. Allí sigue cultivando su pasión por los temas económicos y se interesa por la psicología. Conoció la obra de Friedrich Wieser y de Othmar Spann (KLEIN, 2007), quien refuerza sus convicciones tendientes al socialismo.

No obstante, Hayek afirmó unos años más tarde que el socialismo que él predicaba en aquel momento no era marxista, sino lo que en Inglaterra se conocía como “socialismo Fabiano”, corriente política que abogaba por la introducción de cambios graduales en la sociedad que beneficiaran a los trabajadores y por la existencia de un Estado fuerte que controlara los “abusos” del mercado.

A principios de los años veinte, Mises necesitaba contratar un abogado con conocimientos de economía. “Es así como, con una carta de presentación de Wieser, Hayek entró en contacto con Mises, lo que implicaba enfrentar a un socialista Fabiano con un liberal intransigente” (CACHANOSKY, 2008b, p. 32).

El joven Hayek comenzó a asistir regularmente al seminario de economía impartido por Mises. Allí se familiarizó con su obra y después de leer Socialismo, de 1922, se convenció de que la planeación central era un sistema que conducía a la descoordinación económica y que el único modelo que realmente funciona es el liberalismo laissez-faire. Renuncia a sus ideales socialistas y se convierte en el mejor discípulo de Mises.

Cuando lleguemos a la etapa de declive (1932-1974), abordaremos con mayor detenimiento su vida y obra.

3.4. Otros nombres influyentes

En el periodo de entreguerras (1918-1939), existían por lo menos tres círculos de Economía Austríaca en Viena: el Coloquio Matemático de Carl Menger; el de Wieser y el más famoso de todos: el Privatseminar (seminario) de Mises, que existió de 1923 a 1934 (WUBBEN, 1997). Los economistas que se mencionarán a continuación participaron en alguno de estos círculos o en varios, simultáneamente. Pese a tener poco renombre, contribuyeron al fortalecimiento y difusión de las ideas austríacas:

3.4.1 HANS MAYER (1879-1955)

Graduado como Doctor en Derecho de la Universidad de Viena en 1907, fue discípulo de Friedrich Wieser, quien moldeó su pensamiento económico. Dejó pocas publicaciones y ganó cierta popularidad debido al enfrentamiento que sostuvo con el economista anti-liberal Othmar Spann (1878-1950). En 1921 comenzó a enseñar y dos años después fue llamado a ocupar la plaza docente dejada por su mentor Wieser (SCHULAK; UNTERKLÖFER, 2011d).

3.4.2. RICHARD VON STRIGL (1891-1942)

Este economista austríaco se formó en el seminario de Böhm- awerk y fue contemporáneo de Mises y Schumpeter. En 1923 obtuvo su Habilitación - permiso para ejercer la docencia en el mundo germanohablante - y comenzó a enseñar en la Universidad de Viena, donde influyó en el pensamiento de economistas como Fritz Machlup, Gottfried Haberler y el mismo Friedrich Hayek. Ese mismo año escribió el artículo metodológico Die ökonomischen Kategorien und die Organisation der Wirtschaft (Las Categorías Económicas y la Organización de la Economía) (SCHULAK; UNTERKLÖFER, 2011).

Hacia los años treinta se dedicó a enseñar en el Colegio de Comercio Mundial (actual Universidad de Economía y Negocios de Austria). Durante este tiempo participó en el seminario de su colega Mises y refinó su teoría del dinero y del ciclo de negocios. En 1934 (durante la etapa de declive de la Escuela Austríaca) publicó su obra más célebre Capital y Producción, que explica “cómo los cambios en el valor del dinero conducen a asignaciones falsas de capital” (SCHULAK; UNTERKLÖFER, 2011, p. 129).

3.4.3. GOTTFRIED HABERLER (1900-1995)

Este economista austríaco, que estudió con Friedrich Wieser e hizo parte del seminario de Mises, es célebre por haber propuesto la introducción de principios del libre mercado en la formulación de las políticas económicas nacionales y en el comercio internacional. En 1927 publicó su primer libro: Der Sinn der Indexzahlen (El significado de los indicadores), en el que demuestra que los “agregados estadísticos ocultan las relaciones de precios que se dan en el mercado” (DIETERLE, 2013a, p. 117). Cuatro años después salió a la luz su segunda obra: La Teoría del Comercio Internacional, en el que “atacó el proteccionismo y declaró que el comercio internacional da lugar a una mejor calidad de vida y a la eficiencia económica” (DIETERLE, 2013b, p. 117).

3.4.4. FRITZ MACHLUP (1902-1983)

Ingresó a la Universidad de Viena en 1920 y su formación como economista estuvo a cargo de Wieser y Mises. De hecho, su tesis doctoral fue dirigida por este último y llevó el nombre de Die Goldkernwährung (El Patrón Oro). Esta publicación marcaría el inicio de su carrera académica (HABERLER, 1983, p. 11). Sus actividades empresariales contribuyeron a la formación de su teoría. En 1931 ganó su Habilitación con El Mercado de Valores, el Crédito y la Formación del Capital, un análisis sobre el “mercado de valores desde la perspectiva monetaria austríaca” (SCHULAK; UNTERKLÖFER, 2011, p.134). En 1933 parte a Estados Unidos y allí se convierte en precursor del enfoque de la “economía de la información”, debido a su consideración del conocimiento como factor productivo.

3.4.5. MARTHA STEPHANIE BRAUN (1898-1990)

La primera mujer que aparece en la cronología austríaca. En 1921 obtuvo su Doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Viena, donde, al igual, que los personajes ya citados, participó activamente en el seminario de Mises. En 1929 publica Theorie der staatlichen Wirthschaftspolitik (Teoría de la política económica estatal), cuyo propósito era el de aplicar el análisis microeconómico a todas aquellas áreas en las que el Estado interviene sobre el mercado (BACKHAUS, 2005, p. 117). Después de la anexión de Austria por parte de Alemania en 1938, se radica en Estados Unidos, donde adopta el nombre de Martha Steffy Browne.

3.4.6. LUDWIG LACHMAN (1906-1990)

Este economista alemán, graduado de la Universidad de Berlín, adhirió a la Escuela Austríaca después de leer a Menger en 1926. Siete años después abandonó Alemania y se radicó en Inglaterra, pasando gran parte de su tiempo en la London School of Economics. Allí recibió la influencia de Friedrich Hayek, quien se convertiría en su mentor (LEWIN, 2007). Durante toda su carrera académica se destacó por su teoría del capital y por su visión radical del subjetivismo. Se profundizará más sobre estos temas cuando abordemos la “etapa de declive” de la Escuela Austríaca.

3.4.7. LEO ILLY (1888-1952)

Cuyo nombre de pila era Leo Schönfeld, intentó revivir la discusión sobre la utilidad marginal, con su monografía de 1924 Utilidad Marginal y Contabilidad Nacional, dando origen a un enfoque conocido como “neomarginalismo”, el cual aplica el concepto de utilidad marginal tanto al equilibrio como al desequilibrio (MEIJER, 1995). Es reconocido, ocasionalmente, como el proponente original de la idea austríaca de los “procesos de mercado”.

Fuera de Europa, las ideas austríacas se afincaron en Estados Unidos. Destacan dos autores:

3.4.8. BENJAMIN ANDERSON (1886-1949)

Al igual que Frank Fetter, este economista defendió las ideas austríacas en Estados Unidos. Entre sus publicaciones más exitosas se encuentran cuatro libros: “Valor Social, de 1911; El Valor del Dinero, 1917; Efectos de la Guerra sobre el Dinero, Crédito y Banca en Francia y Estados Unidos, de 1919; y Financiar la Prosperidad Americana, de 1945” (BENJAMÍN, 2011) y numerosas colaboraciones para revistas científicas y periódicos especializados.

3.4.9. HENRY HAZLITT (1894-1993)

Este filósofo y economista estadounidense “contribuyó al desarrollo de la Escuela Austríaca mediante su habilidad de escribir bien y de explicar la teoría económica a grandes audiencias, en términos claros” (TUCKER, 2008a, p. 168). Fue el mayor divulgador de las ideas austríacas en el mundo angloparlante. Originalmente, comenzó escribiendo sobre temas de filosofía y psicología, hasta que conoció a Benjamin Anderson en los años veinte, abrazando las ideas del libre mercado después de leer El Valor del Dinero. A partir de este momento escribió sobre temas económicos.

Durante la Gran Depresión de 1929 ofreció una explicación basada en la teoría del ciclo de negocios austríaca y rechazó la visión de la explotación marxista que esgrimían algunos políticos, como el socialista Louis Fisher, a quien se enfrentó personalmente (TUCKERb, 2008). Por el resto de su vida se dedicó a investigar cuestiones como la inflación, el tratamiento de la pobreza, la aparente desigualdad del sistema capitalista y el Estado del Bienestar.

3.5. El fin de una época dorada

El tiempo transcurrido entre 1914 y 1932 constituyó una verdadera época dorada para la Escuela Austríaca; en aquellos días, la ciudad de Viena fue el epicentro de un intenso estudio de la tradición establecida por Carl Menger, cuyas tesis trascendieron fronteras y se diseminaron por toda Europa y Norteamérica (HÜLSMANN, 2000).

Por otra parte, en el debate académico sostenido con otras escuelas del pensamiento económico surgieron nombres y teorías que gozaron de gran prestigio intelectual, hasta el punto de ser consideradas como las explicaciones preferidas para el análisis de los fenómenos económicos.

En 1932, la Escuela Historicista Alemana - su primer rival - fue desterrada de los departamentos de economía del mundo debido al descrédito en el que cayeron sus postulados. De esta manera, se cierra la etapa de consolidación de la Escuela Austríaca y se llega a un periodo, particularmente, difícil que se extendería por un poco más de cuarenta años.

4. ETAPA DE DECLIVE (1932-1974)

4.1. La pelea del siglo: Hayek vs. Keynes

El duelo de Hayek y Keynes es el episodio más importante de toda la historia del pensamiento económico. No olo por la talla de sus protagonistas sino porque, prácticamente, definió la forma en la que se percibe la Ciencia Económica en general.

Todo comenzó en 1927, cuando Friedrich Hayek, que por entonces se desempeñaba como director del Instituto para el Análisis del Ciclo Económico (fundado por Mises), contacta con John Maynard Keynes (1883-1946), el economista que llegara a admirar en su época de estudiante, para solicitarle el préstamo de un libro titulado Psicología Matemática, de Francis Edgeworth. Petición que tuvo que negar debido a que no contaba con ningún ejemplar disponible (WAPSHOTT, 2013b).

Hayek necesitaba ese libro porque se encontraba investigando sobre los ciclos económicos y su relación con el dinero, con el fin de mejorar la teoría propuesta por su mentor Ludwig von Mises.

En 1928 Hayek fue invitado a una reunión del London and Cambridge Economics Services, en Londres. Después de las sesiones logró conocer a Keynes. En aquel primer encuentro discutieron álgidamente sobre la efectividad de la manipulación de las tasas de interés. Este fue el prefacio de la “pelea del siglo” (WAPSHOTT, 2013c). De regreso a Austria, prosiguió con sus investigaciones del ciclo económico. Fue capaz de integrar la teoría monetaria con la teoría del capital para el análisis del mismo y predijo el estallido de “una gran crisis bursátil y económica en Estados Unidos” (FAIRFAX, 1999a, p. 10).

La predicción de Hayek se hizo realidad en octubre de 1929, cuando se presentó el crac bursátil de Wall Street, que luego desencadenaría en la Gran Depresión del ´29, una de las peores recesiones económicas de la Historia.

La teoría hayekiana despertó gran interés en el mundo anglosajón, cuyos economistas - incluido Keynes - no fueron capaces de predecir una crisis de tal magnitud. A partir de entonces, Hayek es invitado por su amigo Lionel Robbins a impartir una serie de conferencias sobre ciclos económicos en la London School of Economics.

En líneas generales, Hayek planteaba que la inyección de nuevo dinero en la economía vía expansión crediticia provoca que los empresarios realicen malas inversiones. Al principio, se presenta una reestructuración del factor capital que implica un incremento neto de la actividad económico, lo que da origen a los auges. Pero con el paso del tiempo, dicha reestructuración se volverá incompatible con las necesidades reales del proceso productivo, generando carencias que, inevitablemente, se traducirán en recesión (GARRISON, 1986).

El culpable directo de la recesión es el gobierno, que manipula las tasas de interés para generar aquella expansión crediticia que conduce a las malas inversiones. La crisis del ´29 no era más que una manifestación de ello.

Keynes obtuvo una derrota temporal, pues entre sus múltiples áreas de interés, estaba la de la especulación en la bolsa. Con el crac bursátil perdió mucho dinero y le ocasionó grandes pérdidas a Wall Street. Por otra parte, a pesar de que era un economista importante en su país, no conseguía que sus teorías despertaran el interés de los poderosos. Sin embargo, Keynes pudo sortear esta situación. Con gran olfato político y actitud oportunista descubrió que la crisis del ´29 era la ocasión perfecta para que sus teorías lograran aceptación. Replanteó sus modelos y en 1930 publica A Treatise On Money (Tratado sobre el dinero), obra de dos volúmenes en la que brinda su visión del ciclo económico: el primero de carácter teórico y el segundo, práctico. Keynes planteaba que la desigualdad entre el tipo de interés natural y el de mercado es la “causa de la brecha entre el ahorro y la inversión y de las fluctuaciones en la actividad y en el nivel de precios. En su teoría, el ahorro sólo es beneficioso si es canalizado hacia la inversión empresarial, algo que habitualmente no sucede, porque el motor de la empresa no es el ahorro sino el beneficio” (RODRÍGUEZ, 1996).

“Cuando se cumplen las expectativas de los empresarios, no habrá pérdidas y el empresario no tendrá incentivos para modificar sus decisiones de inversión” (DIMAND, 1988a, p. 26). Pero, si las expectativas no se cumplen, se generarán pérdidas y el empresario tendrá que realizar cambios sobre la inversión, lo cual aleja a la economía del equilibrio, provocando una recesión (DIMAND, 1988b). Como solución, Keynes proponía la aplicación de una política monetaria activa para neutralizar la recesión. El instrumento específico sería la expansión de la oferta monetaria, para poner en actividad los “recursos ociosos” de la economía, con lo cual se lograría disminuir la tasa de desocupación y aumenta el ingreso real.

Aunque las teorías keynesianas lograron aceptación en el mundo académico, había economistas que aún las miraban con escepticismo. Uno de ellos era Lionel Robbins, pero era consciente de que él no podía enfrentar a Keynes, así que usó a Hayek para hacerlo. En 1930 le concedió una plaza docente en la London School of Economics y lo animó a continuar con su estudio de los ciclos económicos.

En el periodo de 1931-1932 Hayek publica una serie de artículos en los que refuerza su teoría de los ciclos económicos y ataca duramente la de Keynes. Comienza de forma oficial el enfrentamiento entre estos dos titanes del pensamiento económico. En 1931, compila las conferencias que ha estado impartiendo en la London School of Economics en Prices and Production (Precios y Producción).

En este libro, Hayek (1935) afirma que las “variables monetarias juegan un papel preponderante en la determinación del volumen y la dirección del proceso productivo” (p. 1). Su objetivo es el de “establecer las relaciones causales entre la cantidad total de dinero, el nivel general de los precios y el monto total de la producción” (p. 4). Detrás de todo ello está la acción individual. De ninguna manera, se trata de un proceso mecánico motivado por fuerzas abstractas.

En primer lugar, establece que la cantidad de dinero no tiene efectos neutrales sobre los precios y la producción, como afirmaban algunos teóricos como Fisher. Por el contrario, si se genera una expansión de la oferta monetaria por parte de las autoridades, esto conducirá a un aumento en el nivel general de precios, que limitará el poder de inversión de los empresarios, causando un desequilibrio productivo. Ese mismo año, publica Reflections on the Pure Theory of Money of Mr. J.M Keynes (Reflexiones sobre la Teoría Pura del Dinero de J.M Keynes), el primer ataque directo al economista británico. En sus páginas hace un análisis pormenorizado de la obra de dos volúmenes que Keynes publicara un año atrás con motivo del crac bursátil de Wall Street. A pesar de que reconoce cosas positivas, se va lanza en ristre contra la teoría keynesiana de la inversión, “la parte más oscura del libro” (HAYEK, 1931a, p. 277).

Con respecto a este punto, Hayek (1931b) considera que en el análisis de Keynes no se tienen en cuenta aquellas condiciones que deben darse para asegurar el correcto funcionamiento del proceso productivo - condiciones que crean un equilibrio entre la depreciación y la renovación del capital existente - y no se explica los efectos que tendría para el equilibrio un cambio en la tasa de ahorro (p. 280). De hecho, en la teoría keynesiana el ahorro ocupa un papel secundario.

No obstante, el mayor desacuerdo entre Hayek y Keynes se daba en torno a las causas y soluciones para el problema de la recesión.

Como se vio, anteriormente, Keynes pensaba que la recesión resulta de un desequilibrio entre el ahorro y la inversión, y que el remedio consistía en que el Estado emprendiese una política monetaria activa, con el fin de inyectar más dinero en la economía. De esta forma, el público podría gastar más y así, reactivar el aparato productivo.

Hayek, por su parte, reiteraba que el dinero es el que se encuentra detrás del proceso productivo y que, precisamente, la expansión de la oferta monetaria era lo que había causado la recesión en primer lugar, por lo que si se aplicaba la solución de Keynes, se creaba más inflación y se desincentivaba el ahorro. Keynes respondió al ataque de Hayek, pero no lo hizo solo, sino que se valió de dos colegas suyos para que lo respaldaran: Piero Sraffa (1898-1983) y Frank Knight (1885-1972).

Sraffa atacó la teoría austríaca de los ciclos económicos en dos frentes. En primer término, Hayek decía que una expansión crediticia produce distorsiones en la estructura del capital y afecta el proceso productivo. Sraffa observó que dichas distorsiones no eran causadas por la expansión monetaria, per se, sino por un cambio en la distribución del dinero que en el largo plazo se volvería neutral. El segundo punto de discusión tenía que ver con el concepto de tasa natural de interés. De acuerdo con Hayek, dicha tasa corresponde a la tasa de interés en equilibrio, sin la influencia del dinero y el objetivo de la política monetaria consistiría en que ambas tasas fueran iguales, neutralizando el efecto del dinero y facilitando el equilibrio intertemporal, en el que el dinero no fuese un factor de distorsión, como ocurre con la expansión crediticia (GLASNER, 2011a).

Sraffa respondió que el uso que hacía Hayek de la tasa natural de interés como punto de referencia para una hipotética política monetaria era incoherente, porque en una economía de intercambios no existe una única tasa natural de interés; por el contrario, existen distintas tasas de interés, que corresponden a las relaciones de precios en determinado momento, conformándose así un conjunto de tasas naturales de interés (GLASNER, 2011b).

Hayek fue incapaz de rebatir satisfactoriamente el argumento de su contrincante, dejándolo como ganador del debate. Años después, Ludwig Lachmann realizaría una revisión del concepto.

El objeto de la controversia Hayek/Knight fue la teoría del capital. Knight tenía una visión muy parecida a la J.B Clark, lo veía como un fondo generado de valor, homogéneo, maleable y permanente. El interés estaría determinado completamente por la productividad marginal del capital, sin ninguna referencia al principio de preferencia temporal. Hayek, por el contrario, hablaba de bienes de capital, heterogéneos y específicos. En esto seguía a Böhm- Bawerk (COHEN, 2003a).

Según Knight, como el capital es un fondo homogéneo y permanente, los periodos de producción son conceptos irrelevantes, visión que reñía abiertamente con los postulados de Hayek, lo cual abrió el espacio para la discusión de otros temas subsidiarios como los orígenes del ciclo económico, los factores que determinan la tasa de interés y el análisis del equilibrio (COHEN, 2003b).

El debate con Knight se prolongó hasta mediados de los años 40 a través de libros, artículos y correspondencia personal. Mientras Hayek se mantenía ocupado en estos menesteres, Keynes preparaba un ataque contundente a la teoría austríaca, aprovechándose, una vez más, de la crisis económica desatada en el ´29, que por entonces se manifestaba en niveles agobiantes de desocupación. La opinión pública exigía a Hayek y Keynes una solución inmediata. La respuesta vino dada por Keynes en su obra de 1936 Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero, la más célebre de su carrera. Fue una revisión de su Tratado sobre el dinero de 1930, pero la orientación era la misma: la influencia del dinero es algo que debe

“tratarse separadamente de la teoría general de la oferta y la demanda” (KEYNES, 2001, p. 18).

Ratifica que el consumo es “el único fin y objeto de toda actividad económica”, porque el proceso productivo está orientado a la satisfacción de la demanda presenta y futura de los consumidores y que el ahorro - clave en la teoría austríaca - es más bien un “atesoramiento” que realizan los individuos para protegerse de la incertidumbre, “característica general del entorno económico” (POSNER, 2010a, p. 296).

En la teoría keynesiana es el consumo y no el ahorro el que promueve el crecimiento económico, porque cuando aumenta el primero “mayor es la demanda de bienes y, por tanto mayor es el producto y, así, menor es la tasa de desempleo” (POSNER, 2010b, p. 298). El ahorro sólo es productivo cuando se traduce en inversión empresarial (cosa que raramente sucede, dice Keynes).

La atención que se le presta a la incertidumbre es fundamental en la visión keynesiana. Se afirma que los empresarios inviertan con el objetivo de obtener beneficios (idea que ya mencionó hasta la saciedad en su obra de 1930), “pero cuando un proyecto de inversión tarda años en terminarse antes de empezar a producir beneficios, sus perspectivas de éxito se verán ensombrecidas” (POSNER, 2010c, p. 299). Esto genera un descenso en la demanda de bienes, el entorno económico se vuelve inestable y para el empresario ya no resulta rentable tener la misma cantidad de trabajadores que ha empleado hasta el momento, por lo que tendrá que recurrir a los despidos. La consecuencia lógica: aumenta el desempleo.

Keynes pensaba que el gobierno podía (y debía) intervenir en esta situación, creando programas de empleo, especialmente a través de la construcción de obras públicas, para lograr que la economía se recupere. Esa era la solución concreta que el británico le ofrecía a un mundo desesperado. En realidad, la Teoría General de Keynes era una justificación teórica para todas las acciones que ya estaban emprendiendo los gobiernos occidentales con el fin de sortear los niveles devastadores de desempleo que trajo la crisis del ´29. Por esa razón fue que sus ideas alcanzaron un inmenso nivel de aceptación. Keynes había cumplido así con su anhelado objetivo de ser popular.

Cuando se le preguntó a Hayek por el remedio de la recesión, contestó que se debía dejar que ésta siguiera su curso, ya que en algún momento se iba a llegar a una fase de recuperación y la economía volvería a marchar bien. La intervención estatal sólo agudizaría el problema.

En aquella época se había generado un clima de odio hacia “lo alemán” - los nazis, enemigos de la democracia liberal, estaban en el poder en Alemania desde 1933 - y se vivía un ambiente de “exagerada fe en el Estado y en la planificación económica. Todo ello alimentaba las ambiciones de los ingenieros sociales y congeniaba especialmente bien con el nuevo rumbo que estaba siguiendo la economía” (FAIRFAX, 1999b, p. 8). Todos estos factores coadyuvaron a que Hayek fuera condenado al ostracismo y que el keynesianismo se alzará como paradigma predominante en la Ciencia Económica. A principios de los años cuarenta, la mayoría de economistas eran keynesianos y la Escuela Austríaca que en su momento llevaba la batuta del pensamiento económico estuvo a punto de desaparecer.

El golpe final de Keynes vino en 1941, año en el que Hayek publica una respuesta a su Teoría General. El libro se llamaba Teoría Pura del Capital, pero fue ignorado brutalmente. Ya era demasiado tarde, la macroeconomía keynesiana estaba afincada en los departamentos de economía y las ideas austríacas quedaron fuertemente desprestigiadas y hasta ridiculizadas. Hayek perdió la “pelea del siglo”, por lo menos en apariencia.

4.2. Los difíciles años cuarenta

La Escuela Austríaca corrió con terrible suerte. Gracias a la persecución nazi, muchas de sus figuras más importantes tuvieron que huir de Europa e instalarse en distintos lugares del mundo, trabajando de manera aislada.

Entre ellos estuvo Mises, el mentor de Hayek, quien en 1940 se radica en Estados Unidos. En su nuevo hogar continúa con sus reflexiones sobre el estatismo y escribe varios libros al respecto.

En 1944 publica Omnipotent Government: The Rise of the Total State & Total War (Gobierno Omnipotente: en nombre del Estado), un libro de carácter teórico-histórico en el que explica el colapso del liberalismo alemán, el auge del nacionalismo militarista y estatista, encarnado por Hitler y el NSDAP, y brinda un par de reflexiones sobre el futuro de la civilización occidental.

Como conclusión, reivindica la superioridad de la doctrina liberal frente al totalitarismo, pero reconoce que el “liberalismo falló porque las capacidades intelectuales de la inmensa mayoría (de personas) son insuficientes para comprenderlo” (MISES, 2010, p. 282). Ese mismo año también publica Bureaucracy (Burocracia), obra menos ambiciosa que la anterior en la que explica que los individuos se enfrentan a dos opciones en la vida: a la organización económica racional basada en los precios del mercado o a los dictámenes de la burocracia gubernamental, siempre ineficiente y torpe. Es una extensión de su libro Socialismo de 1922 y en muchos aspectos se anticipa a la teoría económica de la Elección Pública, desarrollada por el economista estadounidense James M. Buchanan (1919-2013) en la década de los setenta (MISES, 1944).

Por su parte, Hayek, el “gran derrotado” continúo enseñando en la London School of Economics, compartiendo cátedra con el propio Keynes, a quien, a pesar de todo, siguió tratando con cordialidad. Incluso hacían vigilia juntos cuando había amenaza de bombardeos alemanes sobre Londres en plena Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, se aisló académicamente y durante estos años dejó de escribir sobre temas económicos, trasladando su interés a los campos de la filosofía política y el derecho.

En 1944 aparece Camino de Servidumbre, obra clave en su trayectoria académica, en el que establece que tanto el comunismo soviético como el nacionalsocialismo alemán son formas de colectivismo que representan un pacto de servidumbre. Este libro le devolvió una parte del prestigio que había perdido por cuenta de Keynes. Especialmente en su reputación política, pues como científico social aún se mantenía en el descrédito.

En 1945, acabó la Segunda Guerra Mundial y el nuevo orden económico fue diseñado según los principios keynesianos. Infortunadamente, Keynes no pudo ver todos los frutos de su obra, pues falleció en 1946 a causa de un infarto. En 1947, junto con un grupo de economistas, historiadores y filósofos liberales funda la Sociedad Mont Pelerin, un centro de pensamiento que nació con el objetivo de contener el “peligro que representa la expansión del gobierno, sobre todo a través del Estado de Bienestar, el poder sindical, los monopolios empresariales y la inflación” (THE MONT PELERIN SOCIETY, s/d, s/p).

Ese mismo año, surge la “Síntesis Neoclásica” de la mano del economista estadounidense Paul Samuelson (1915-2009), paradigma que resulta de una mezcla de los “enfoques marshalliano y walrasiano sobre determinación de precios con macroeconomía keynesiana. Los dos primeros enfoques centrados estrechamente en el análisis de la determinación de precios de equilibrio irreal en mercados individuales (equilibrio parcial) o en todos los mercados de forma simultánea (equilibrio general)” (SALERNO, 2001a, p. 7). Esta nueva visión “promovió la hiperespecialización y desintegración correspondiente de la ciencia económica en una colección desordenada de subdisciplinas compartimentadas. Incluso el centro teórico de la economía fue dividido en microeconomía y macroeconomía, pues estaban aparentemente muy poco relacionadas” (SALERNO, 2001b, p. 7).

Esto supuso un cambio en la manera de razonar la Ciencia Económica, inclinándose hacia el positivismo. Todo lo opuesto a la teoría austríaca que veía a la economía como una ciencia social basada en el estudio de la acción humana y en la preferencia del razonamiento verbal, para explicar los fenómenos económicos, sobre la lógica matemática.

En 1948, Hayek vuelve a escribir sobre temas económicos y publica Individualism and Economic Order (Individualismo y Orden Económico), en el que brinda nuevas luces sobre el debate del cálculo económico en el socialismo y el significado de la libre empresa y la competencia. A pesar de las dificultades, la década termina bien para la Escuela Austríaca. En 1949, Mises, el “Decano”, publica su magnum opus La Acción Humana, un tratado, publicado originalmente en alemán en 1940, que constituye “la defensa más extensa y científica que se haya hecho de la libertad humana jamás publicada” (MISES, 1949).

4.3. El letargo de los cincuenta

En 1950, Hayek renuncia a su plaza docente en la London School of Economics y se muda a Estados Unidos a impartir clases en la Universidad de Chicago. Allí sería recibido con cierto recelo, debido al desprestigio que aún arrastraba por su legendario encuentro con Keynes.

En ese claustro hacía vida intelectual el economista Milton Friedman (1912-2006), quien en 1953 publica Essays in Positive Economics (Ensayos sobre Economía Política).

La noción de economía positiva se la debemos al economista británico John Neville Keynes - 1852-1949. Padre de John Maynard Keynes - (1973), quien distingue entre “una ciencia positiva…, un cuerpo de conocimiento sistematizado concerniente a lo que es; y una ciencia normativa u ordenadora…, un cuerpo de conocimiento sistematizado que discute los criterios sobre lo que debe ser; un arte…, un sistema de reglas para la consecución de un fin dado” (p. 34-35).

El propósito de Friedman (1953) fue el de construir esa ciencia positiva mencionada por Keynes, sr; una ciencia “objetiva”, “precisamente en el mismo sentido que cualquiera de las ciencias físicas” (p. 2).

El ensayo de Friedman estableció un nuevo modelo metodológico para la economía, que se compaginaba muy bien con la nueva ortodoxia de la “Síntesis Neoclásica”. Sin embargo, un año antes, Hayek ya había considerado estas cuestiones epistemológicas en su obra de 1952 La Contrarrevolución de la Ciencia: Estudios sobre el abuso de la razón, una compilación de ensayos de su autoría en los que defiende la postura del individualismo metodológico, “es decir, que sólo existen individuos que tienen ideas y actúan, la que generalmente a seguida de consecuencias no intencionales y corresponde a las ciencias sociales hacer el análisis exclusivo de ellas” (MORALES, 2013a, s/p).

Esta obra está dividida en tres apartados: primero, una reseña histórica sobre la evolución del método científico a partir del siglo XVII y cómo el estudio de las ciencias naturales influyó sobre el de las sociales; segundo, un análisis del positivismo francés y tercero, la continuación en Alemania de dicha corriente (MORALES, 2013b, s/p).

Los planteamientos de Friedman y Hayek dieron origen a un breve debate sobre la epistemología de la Ciencia Económica. No obstante, Hayek volvería a escribir sobre filosofía política e incursionó en el estudio de la psicología, una vieja pasión juvenil. Prueba de ello es su libro de 1952 El orden sensorial. Los fundamentos de la psicología teórica.

La Escuela Austríaca terminó la década de los cincuenta sin grandes avances teóricos. Fue una época estéril que, sin embargo, sirvió para la reflexión intelectual y coincidió con el periodo de formación de los economistas de la siguiente década.

4.4. La generación de los sesenta

En 1960 Mises publicó su última obra: Los fundamentos últimos de la Ciencia Económica, un ensayo epistemológico en el que repasa todas las ideas que trabajó durante su carrera académica, como la defensa de la libertad y el peligro que plantea el intervencionismo estatal para la misma.

En Nueva York, el “Decano” consolidó un grupo de discípulos que se encargaron de mantener viva la llama de la Escuela Austríaca en una época en la que su influencia estaba por los suelos. Los más destacados fueron: Hans Sennholz (1922-2007), Murray Rothbard (1926- 1995) e Israel Kirzner (1930- ). Esta es su historia:

Hans Sennholz (1922-2007), nació en Alemania y sirvió como piloto de la Lutwaffe durante la Segunda Guerra Mundial. Después del conflicto estudió Derecho, graduándose en 1948. Más tarde partiría a la Universidad de Nueva York para cursar un doctorado en economía, allí se convirtió en el primer estudiante doctoral de Mises y uno de los primeros en participar de su seminario. En 1955 publicó dos libros sobre la nefasta expansión del Estado de Bienestar en su natal Europa: Divided Europe (Europa dividida) y How Can Europe Survive (¿Cómo puede sobrevivir Europa?).

En los años sesenta se dedica al tratamiento de temas monetarias. Destaca su tratado de 1961 Moneda y libertad, en el que cuestiona la existencia del sistema de banca central, refiriéndose, de manera particular, a la Reserva Federal de Estados Unidos. Argumenta que el “gobierno ejerce un monopolio sobre el dinero, aprueba y pone en vigencia leyes sobre la moneda de curso forzoso que rechazan de plano la libertad de elección. Fuerza a la gente a aceptar moneda de curso forzoso si desean que se les pague” (SENNHOLZ, 1987a, p.10).

Se manifiesta en contra del dinero fiduciario y aboga por el retorno al patrón oro. También critica la teoría monetaria de la Escuela de Chicago, de Milton Friedman. Al respecto, afirma que si bien ésta es una corriente liberal, partidaria de la economía de libre empresa, se opone a su idea de que el gobierno es el que debe establecer las “reglas de juego” con respecto al dinero. Especialmente, aquella que tiene que ver con “la creación de un sistema bajo el cual una autoridad monetaria federal tenga la responsabilidad directa e ineludible de controlar la cantidad del dinero eficiente” (SENNHOLZ, 1987b, p. 18).

El patrón-oro, la inflación y el desempleo fueron temas recurrentes en su obra. Sin embargo, el discípulo más brillante de Mises en esta época fue Murray Newton Rothbard (1926- 1995). Este hijo de inmigrantes polacos se crio en un ambiente familiar proclive al respeto por la libertad y el desprecio hacia el totalitarismo, lo cual influyó significativamente en la formación de su pensamiento. Rothbard se graduó en economía y matemáticas por la Universidad de Columbia en 1945. Cuatro años más tarde lee La Acción Humana, de Mises, y al quedar sumamente impresionado por el contenido de la obra se convierte en miembro regular del seminario que por entonces impartía el austríaco. A partir del estudio exhaustivo de las ideas austríacas, profundiza el anti-estatismo de su maestro y adopta la filosofía anarco capitalista (término que él mismo acuñó) (CASEY, 2013).

En los cincuenta se dedicó brevemente al periodismo político e hizo contacto con sectores de la derecha estadounidense opuestos al estatismo y al intervencionismo militar de Estados Unidos en el extranjero. Sin embargo, la mayoría de su tiempo la empleó en la escritura de su magnum opus Hombre, Economía y Estado, que vería la luz hasta 1962.

Hombre, Economía y Estado es una de las obras más excelsas que haya producido el pensamiento humano en toda la historia. Se trata de una revisión y corrección de La Acción Humana. Es el bosquejo de una auténtica “ciencia de la libertad”, resultado de una síntesis magistral que hace el autor de temas económicos, éticos, epistemológicos, jurídicos y políticos.

Al adoptar el enfoque anarco capitalista (o anarquista de libre mercado) Rothbard dota de coherencia la teoría de Mises y genera un aporte original a la Escuela Austríaca. La intervención del Estado, en todos los casos, es desfavorable para la libertad humana y es incompatible con la naturaleza libre y creativa del Hombre. Un Estado pequeño no sería sostenible ni ético, por lo tanto, es más conveniente desmantelarlo (ROTHBARD, 2001). No en vano, Rothbard se ganó el apelativo de “Enemigo del Estado”.

Mises reconoció la importancia del libro, al que denominó como “una contribución épica a la ciencia general de la acción humana, a la praxeología, y su parte mejor elaborada hasta ahora, la economía” (GORDON, 2007a, p. 14). Como economista, Rothbard se interesó por temas como los ciclos económicos y la teoría monetaria, entre muchos otros. En 1963 escribe un libro relacionado con el primero America´s Great Depression (La Gran Depresión de Estados Unidos) en el que demuestra que Hayek tenía razón al afirmar que el colapso económico del ´29 fue una “corrección necesaria (que hizo la economía) ante el auge artificial inducido por la expansión monetaria de la Reserva Federal durante los años 20. Los intentos del gobierno “remediar” la recesión sólo complicó las cosas” (GORDON, 2007b, p. 41). Murray Rothbard ocuparía un papel capital en las siguientes décadas.

En la misma época se desarrolló profesionalmente Israel Kirzner (1930- ), economista británico graduado del Brooklyn College en 1954. Su encuentro con Mises se produce en 1957, año en el que ingresa a la Universidad de New York a estudiar su doctorado. También se uniría al seminario que éste impartía, realizando importantes contribuciones a la teoría austríaca.

Kirzner es reconocido por sus estudios sobre emprendimiento y empresarialidad. En 1963 sale al mercado su primer libro Market Theory and the Price System (Teoría del mercado y sistema de precios), considerado como la exposición más clara y sintética de la teoría austríaca de precios.

Kirzner (1963) explica cómo opera la economía de mercado y provee una visión general de la manera en la que se transmiten las fuerzas económicas a través del sistema. Se ocupa de temas como la eficiencia, los procesos de coordinación del mercado, el comportamiento del consumidor y los precios, especialmente, los del monopolio. En este último punto, tendría un debate con Rothbard, quien sostenía una visión un tanto diferente.

En 1966 publica An Essay of Capital (Ensayo sobre el Capital), una revisión de la teoría miseana del capital que más que definir el término (esa era la discusión del s. XIX) pretende identificar aquellos procesos económicos en los que emerge el capital y en los que una teorización del mismo puede ser útil (p. 17). De esta manera cierra la década de los sesenta para la Escuela Austríaca con un buen balance intelectual. Aunque su influencia científica tardaría un poco más en recuperarse.

4.5. Años setenta: ¡los austríacos tenían razón!

La década de los setenta inicia para los austríacos con la publicación del libro Poder y Mercado: Gobierno y Economía, de Murray Rothbard. Se trató de una presentación más detallada del enfoque anarcocapitalista que sugirió en su libro Hombre, Economía y Estado. Así mismo, fue una “síntesis única que combina los temas los individualistas estadounidenses del siglo XIX con la economía austríaca. El resultado fue una nueva filosofía política” (INSTITUTO JUAN DE MARIANA, 2013) y la consolidación de lo que bien podría denominarse como “Escuela austro- estadounidense”. Rothbard generó su propio círculo de discípulos, quienes se autodenominaron como “Círculo de Bastiat”. Sus integrantes más importantes fueron Ralph Raico (nacido en 1936) y George Reisman (nacido en 1937).

Raico realizó un graduate seminar (tipo de especialización académica) en la Universidad de Nueva York. Allí fue donde conoció a Mises y a Rothbard, que pasaría a convertirse en su mentor. Propició el encuentro intelectual entre los austríacos (de la línea de Rothbard) y Ayn Rand (1905- 1982), pensadora de origen ruso fundadora del “Objetivismo”, una filosofía basada en la racionalidad humana como principio rector, el individualismo radical y el minarquismo. No obstante, la cercanía no dudaría mucho tiempo, debido a diferencias conceptuales en lo económico. Raico fundó New Individualist Review (Revista del Nuevo Individualista) una publicación que promovía los valores libertarios. También se encargó de traducir obras de Mises y Hayek al inglés.

En los años setenta publicó su primera obra Gay Rights: A Libertarian Approach (Derechos de los gais: Un enfoque libertario), una obra de filosofía social en la que toca un tema poco explorado para esa época. A lo largo de su carrera, además de tratar temas sociales como éste también escribió sobre la relación de la Escuela Austríaca con otras corrientes del pensamiento económico como el Liberalismo Clásico y sobre episodios históricos como la Primera Guerra Mundial.

Otro miembro destacado de la generación de los setenta fue Pascal Salin, economista francés, miembro de la Sociedad Mont Pelerin. En sus inicios profesionales fue seguidor del monetarismo de Milton Friedman, pero fue virando gradualmente hacia las posiciones austríacas, influido por Hayek, Rothbard y Kirzner. Fue un gran crítico del keynesianismo y ha publicado, en su mayoría, sobre temas monetarios. Destacan obras como Stabilization Policies in Interdependent Economies (Políticas de Estabilización y Economías Interdependientes) de 1972 y Recent Issues in International Monetary Economics (Temas actuales de economía monetaria internacional), de 1976.

Finalmente, esta generación la cierra Robert Higgs (nacido en 1944), economista e historiador estadounidense que se ha dedicado al análisis del Derecho, desde una perspectiva económica y del peligro que plantea la ampliación del tamaño del Estado, en este punto es visible la influencia de John Locke. En los años setenta publicó sus primeros libros: The Transformation of the American Economy, 1865-1914 (La transformación de la economía estadounidense, 1865- 1914) y su continuación Competition and Coercion: Blacks in the American Economy, 1865-1914 (Competencia y Coerción: Los negros en la economía estadounidense), de 1977.

Por su parte, Israel Kirzner (de la generación de los sesenta) publicó en 1973 dos grandes obras, que moldearon definitivamente la visión austríaca sobre la empresarialidad, la innovación y la competencia: Competition and Entrepreneurship (Competencia y Emprendimiento) y Percepcion, Opportunity and Profit: Studies in the Theory of Entrepreneurship (Percepción, Oportunidad y Beneficio: Estudios sobre la teoría del emprendimiento).

Ese mismo año Hayek publica el primer volumen de Derecho, legislación y libertad, su obra cumbre, fruto de sus reflexiones jurídicas y filosóficas, en el que lleva hasta las últimas consecuencias los planteamientos que hiciese en Camino de Servidumbre, de 1944.

Ludwig von Mises fallece a la avanzada edad de 92 años. Los austríacos perdieron a su Decano. Un año después, el luto es reemplazado por alegría, pues se produjo el acontecimiento que sacaría a la Escuela Austríaca de la situación de declive en la que había estado por un poco más de cuarenta años: Hayek gana el Premio Nobel de Economía por su teoría de los ciclos económicos. Un reconocimiento merecido al trabajo de toda una vida, demostrando así que los austríacos tenían la razón después de todo. El otorgamiento de este Premio coincidió con el declive del paradigma keynesiano y despertó nuevamente el interés público en las ideas de la Escuela Austríaca, lo que constituyó una revitalización de esta tradición intelectual.

5. ETAPA DE RESURGIMIENTO (1974-ACTUALIDAD)

5.1. Primeros años del resurgimiento (1974-1980)

Con el Nobel de Hayek, Rothbard y Kirzner emprendieron una inmensa labor organizativa para difundir las ideas austríacas por todo el globo, a través de importantes conferencias y seminarios, como el que tuvo lugar en 1974 en el Institute for Humane Studies de la Universidad George Mason, en South Royalton, Vermont. Muchos de los que asistieron a este encuentro se convertirían en figuras destacadas de la tradición austríaca.

Sin embargo, la Escuela Austríaca tendría que recorrer un largo camino para recuperar el prestigio de antaño. Aún sus ideas eran vistas con reserva por el Mainstream académico, ahora controlado por la visión cientificista de Samuelson y por la “Nueva macroeconomía clásica”, que desplazó al keynesianismo. En este periodo, Rothbard publicó obras como Egalitarianism as a Revolt Against Nature and Other Essays (El Igualitarismo como rebelión contra la naturaleza y otros ensayos), de 1974, For a New Liberty: The Libertarian Manifesto (Por una Nueva Libertad: El Manifiesto Libertario), de 1978, y Conceived in Liberty (Concebido en Libertad), de 1979. Kirzner continuó con sus investigaciones sobre empresarialidad y publicó The Economic Point of View: An Essay in the History of Economic Thought (El punto de vista económico: un ensayo sobre la historia del pensamiento económico), de 1976, y Discovery and the Capitalist Process (El descubrimiento en el proceso capitalista), de 1985. Y Lachmann, padre del subjetivismo radical y quien contribuyó al debate Hayek/Sraffa en los cuarenta, publicó Capital, Expectations and the Market Process (Capital, Expectativas y el proceso de mercado), en 1977. Estas obras fueron rechazadas por la academia convencional y fueron publicadas por editoriales poco relevantes en el mundo económico (BOETTKE; PRYCHITKO, 2011). A pesar del rechazo académico, las ideas austríacas inspiraron a una oleada de economistas que dominarían el panorama intelectual de la Escuela de aquí en adelante.

Uno de ellos es Walter Block (1941- ), economista estadounidense de la Universidad de Colombia. En sus inicios fue socialista, después entró en contacto con los objetivistas, de Ayn Rand, quienes lo convencieron de las bondades del sistema capitalista. Finalmente conocería a Murray Rothbard quien terminó por convertirlo en anarcocapitalista y seguidor de las ideas austríacas. Se ha llegado a considerar que Block es su sucesor intelectual.

En 1976 publica su primera y más famosa obra Defendiendo lo indefendible, que se ha traducido a siete idiomas y que trata una serie de temas que jamás habían sido abordados por la óptica austríaca, como el mercado de las drogas ilegales, la prostitución, el trabajo infantil, la especulación financiera, la deshonestidad corporativa, la contaminación ambiental, entre otros; temas tabú para la sociedad que son vistos desde una perspectiva netamente económica.

Según Block (2008), las personas involucradas en estas actividades cumplen con tres características: “no son culpables de ningún delito de naturaleza violenta; en prácticamente todos los casos benefician a la sociedad y si se prohíben sus actividades, se generarán pérdidas” (p. 8). Esta defensa de lo “indefendible” surge de la aplicación del principio de “no agresión”, a partir del cual la violencia sólo es legítima si es en defensa o en represalia ante una agresión.

Otro economista que se formó bajo la línea económica y política de Rothbard es el alemán Hans- Hermann Hoppe (1949- ), quien se ha encargado de desarrollar los principios de ética libertaria enunciados por su maestro y ha tratado temas psicológicos como la cognición humana y sociales como la inmigración (adoptando una postura crítica con respecto a la misma) y la democracia, sistema político que ha cuestionado en más de una ocasión. De hecho, su primer libro se tituló Handel und Erkennen (La acción y la cognición), de 1976.

Estos economistas rothbardianos son los fundadores, junto con otros profesionales de carreras diferentes a la economía como Lew Rockwell (1944- ), del paleolibertarismo, un sistema de pensamiento político-económico que combina los postulados anarcocapitalistas y austríacos de Rothbard con una postura conservadora en temas culturales y sociales. En temas estrictamente económicos se destaca en este periodo la aparición de Roger W. Garrison (1944- ), economista de la Universidad de Virginia que ha dedicado su vida a la consolidación de una macroeconomía “austríaca”, que incorpore y mejore las teorías de pensadores como Menger, Böhm-Bawerk y Hayek.

La influencia austríaca se expande hasta Sudamérica. Allí surgieron economistas como el argentino Alberto Benegas Lynch (1940- ), célebre por su concepto del “autogobierno”, para la construcción de una sociedad libertaria.

5.2. Los maravillosos ochenta

La década de los ochenta fue un periodo de reflexión metodológica y de generación de nuevo acervo teórico. Los economistas de esta década tomaron consciencia de que las ideas austríacas necesitaban una actualización urgente, para poder leer la nueva realidad económica y social del mundo, que había cambiado mucho desde que Mises y Hayek desarrollaron su trabajo. La nueva generación también pudo entender el porqué de la popularidad de la economía Mainstream y desarrolló una estrategia para impactar sus cimientos.

En 1981, el economista Don Lavoie (1951-2001), de la Universidad de Nueva York, publicó La rivalidad y planificación central: Un nuevo examen del debate sobre el cálculo económico en el socialismo que, como indica su nombre, es una revisión del clásico debate sobre el cálculo económico en el socialismo, que tanto apasionó a Mises. El autor (1981b) afirma que la planificación central socialista y el libre mercado son fundamentalmente mecanismos alternativos de coordinación y que el intento de combinarlos tiende a alterar el funcionamiento de cada uno.

La contribución más importante de este economista fue en el campo metodológico. De manera pionera, intentó introducir la hermenéutica filosófica en la teoría austríaca. En esta labor lo acompañó su colega Richard Ebeling (1950- ). No obstante, su trabajo recibió críticas del propio Rothbard.

En 1982, Bruce Caldwell, otro discípulo de Rothbard, comenzó el trabajo de revisión metodológica de la Escuela Austríaca con su libro Beyond Positivism: Economic Methodology in the 20th Century (Más allá del positivismo: La metodología económica en el siglo veinte), obra que estableció los fundamentos metodológicos de la Ciencia Económica contemporánea. Su aversión por el positivismo y su defensa del pluralismo fueron ampliamente recibidos por la academia, incluyendo a sectores de la ortodoxia.

En el campo teórico, es notorio el desarrollo que tuvo la teoría monetaria austríaca durante esta década, específicamente, el concepto de Banca Libre, propuesto por Hayek años atrás, y que consiste, básicamente, en la creación de un “sistema monetario sin banca central, en donde la emisión y préstamo de dinero se deja en manos de los bancos privados” (WHITE, 1995, p. 1).

En este campo de investigación destacan economistas como Joseph Salerno, quien desde 1981 viene proponiendo una reforma al sistema monetario, que incorpore los principios de la Banca Libre y considere el retorno al patrón oro; George Selgin (1957- ), que ha realizado investigaciones sobre la “Ley de Gresham” y el régimen bancario bajo competencia de monedas privadas; y Lawrence White (1954- ) quien ha realizado una compilación de casos históricos en los que el régimen de Banca Libre ha funcionado, como en la Escocia del siglo XVII. Es reconocido por la opinión pública como la persona que más ha contribuido en el desarrollo de este campo de investigación. Para muchos, sus argumentos y la cientificidad de su exposición lo hacen imbatible.

Estos avances metodológicos y teóricos despertaron la atención de todo el mundo, lo que causó que las obras de autores como los ya citados fueran publicadas y reconocidas por editoriales del Mainstream. Así, la Escuela Austríaca recobró su respetabilidad científica.

En términos organizativos, en 1983, Lew Rockwell funda el Institute Ludwig von Mises en Auburn, Estados Unidos, nuevo centro “espiritual” de la corriente austríaca y en 1986 se crea un programa de posgrado en Economía Austríaca en la Universidad de Nueva York.

La Escuela Austríaca se fortalece en el mundo hispanohablante. En España aparece Jesús Huerta de Soto (1956- ), quien en 1984 publica su libro Planes de pensiones privados, extendiendo el análisis austríaco al ámbito de la seguridad social; y Lecturas de economía política, obra de tres volúmenes que se publican entre 1984 y 1987. En años posteriores se dedicaría al estudio del socialismo, la creatividad empresarial y los ciclos económicos.

Aparece también Sudha Shenoy (1943-2008), primera economista no occidental que adhiere a las ideas austríacas. Esto se lo debió a su padre B.R Shenoy, economista indio que se formó en la London School of Economics en los años treinta, época en la que Hayek ejercía como profesor de dicho claustro (AUSTRIAN ECONOMICS NEWSLETTER, 2013).

En los ochenta los políticos empezaron a escuchar a los austríacos. En el Reino Unido, la conservadora Margaret Thatcher gana las elecciones generales de 1979 y se mantiene en el poder hasta 1990. Su administración se caracterizó por la aplicación religiosa de medidas liberales, como el recorte de funciones del Estado, el debilitamiento de los peligrosos sindicatos y la extensión de derechos de propiedad en áreas como la vivienda y los servicios públicos. En Estados Unidos, el republicano Ronald Reagan gana las elecciones presidenciales de 1980 y se mantiene en el cargo hasta 1988, seguidor de las ideas de Hayek, a quien recibió varias veces en su despacho, emula a su homóloga británica y aplica una política económica conocida como Reaganomics, basada en cuatro aspectos: 1. La reducción del gasto público, 2. La reducción de las tasas marginales impositivas que gravaban al capital y al trabajo, 3. La reducción de la regulación económica y 4. La reducción de la inflación. No obstante, en este último punto siguió la receta monetarista de Friedman. El 9 de noviembre de 1989 cae el Muro de Berlín, símbolo del socialismo, y Alemania se reunifica bajo los principios del capitalismo. Los austríacos no podían estar más satisfechos.

5.3. Colapso del socialismo real: los austríacos tenían razón, una vez más (años noventa)

Con la Caída del Muro de Berlín colapsó el comunismo internacional. En 1991, se desintegra la Unión Soviética y las quince repúblicas que la conformaban comienzan el tránsito hacia la economía de libre mercado. Se cumple así la predicción de Mises sobre la sostenibilidad del socialismo.

Este importante acontecimiento generó una respuesta por parte de la Escuela Austríaca. Es así como aparece en escena el economista estadounidense Peter Boettke (1960- ), discípulo de Hans Sennholz y padre del “anarquismo analítico”, quien publica una serie de libros sobre la desaparición de la Unión Soviética y el futuro del fracasado movimiento socialista internacional: The Political Economy of Soviet Socialism: The Formative Years, 1918-1928 (La Economía Política del Socialismo Soviético: Los primeros años, 1918-1928), de 1990; Why Perestroika Failed: The Economics and Politics of Socialism (¿Por qué fracasó la Perestroika?: Economía y Políticas del Socialismo), de 1993; y Calculation and Coordination: Essays on Socialism and Transitional Political Economy (Cálculo y Coordinación: Ensayos sobre socialismo y economía política de transición), de 2001.

En 1992 se produce el fallecimiento de Friedrich A. Hayek, dejando una Escuela Austríaca fuerte y un socialismo derrotado. En esta década continuaron las investigaciones sobre Banca Libre, bajo el liderazgo de Lawrence White. Surgen figuras nuevas que aportarán al tema, como Steven Horwitz (1964- ), economista estadounidense de la Universidad George Mason, autor de Monetary Evolution, Free Banking, and Economic Order (Evolución Monetaria, Banca Libre y Orden Económico), de 1992, también ha escrito sobre temas históricos, sociales, filosóficos y morales; Jorg Guido Hülsmann (1966- ), economista alemán que ha escrito sobre temas como el patrón oro, como medio para controlar los ciclos económicos, la competencia monetaria y el novedoso concepto de la ética de la política monetaria.

En el mundo hispanohablante aparecen Carlos Rodríguez Braun (1948- ) y Martin Krause, ambos argentinos. El primero ha traducido al español las obras de los grandes economistas de la Historia y ha rescatado la influencia del pensamiento de Karl Popper dentro de la Escuela Austríaca. El segundo, miembro de la Sociedad Mont Pelerin ha trabajado sobre temas relacionados con el Derecho en una sociedad libre.

En 1995 fallece el legendario Murray Rothbard en su natal Nueva York. La Escuela Austríaca se queda sin uno de sus máximos líderes. De su generación el único que queda vivo es Israel Kirzner. Para reafirmar una vez más la superioridad de la economía de mercado sobre cualquier sistema de organización económica, en 1996, George Reisman (uno de los discípulos de Rothbard) publica Capitalism: A Treatise on Economics (Capitalismo: Un tratado sobre economía), obra monumental en la que presenta una comprensión integral de la teoría y ética de la economía capitalista). En el texto, hace referencia a todas las características del sistema, incluyendo una sección dedicada al estudio del uso de los recursos naturales y el ecologismo, temas que comenzaron a captar la atención del público.

5.4. La Escuela Austríaca en el Nuevo Milenio

5.4.1 AÑOS 2000-2005

Inaugurando el Nuevo Milenio, aparece Robert Murphy (1976- ), seguidor de la corriente rothbardiana y autor de libros como Chaos Theory (Teoría del Caos), de 2002, en el que se vale de este concepto de la teoría de los sistemas complejos para explicar el funcionamiento de una sociedad anarcocapitalista, refiriéndose a temas concretos como la producción privada de defensa y justicia.

Otro economista destacado de estos primeros años del siglo XXI es Peter Klein, de la Universidad de Berkeley, que continúa el camino trazado por Israel Kirzner en temas de empresarialidad, innovación y organización económica de las firmas. Es autor de Entrepreneurship and the Firm: Austrian Perspectives on Economic Organization (Emprendimiento y Firma: Perspectivas autríacas sobre la organización económica), de 2002.

5.4.2 AÑOS 2005- HASTA LA ACTUALIDAD

En este periodo destacan dos sucesos: el avance de una revolución científica y tecnológica que desde finales del siglo XX ha venido trasformando todos los ámbitos de la vida humana y la crisis financiera mundial del 2008, que supuso el apogeo de ideas contrarias al libre mercado y proclives a la intervención estatal. La Escuela Austríaca entendió la magnitud de estos acontecimientos y actualizó su teoría para poder entenderlos.

Aparece Peter Leeson (1979- ), Doctor en Economía de la Universidad George Mason y autor de libros como Media, Institutional Change, and Economic Development (Medios de comunicación, Cambio Institucional, y Desarrollo Económico), en el que habla sobre el concepto de media economics (economía de los medios de comunicación), que se define como la aplicación de herramientas de la economía al estudio de la organización industrial de los medios de comunicación y explora sus elementos teóricos y empíricos, incluyendo la regulación estatal, las estructuras de propiedad y participación en el mercado, los derechos de propiedad intelectual, la innovación y la publicidad, entre otros (COYNE; LEESON, 2009a, p. 7).

Sin embargo, su obra más famosa es The Invisible Hook (El gancho invisible), en el que aplica el análisis económico al tema de la piratería, a partir de tres postulados elementales: primero, que los individuos persiguen su propio interés; segundo, que son racionales, lo cual no significa que sean robots o sean infalibles, sino que tratan de alcanzar sus propósitos usando para ello los mejores medios que conocen; y tercero, que responden a incentivos, persiguiendo el beneficio (COYNE; LEESON, 2009b). Es la primera vez que un economista austríaca aborda un tema como éste.

El avance las tecnologías de la información y las comunicaciones inspiraron al economista Jeffrey Tucker (1963- ), de la Universidad George Mason, a introducir la visión anarcocapitalista en el mundo digital. Este es el argumento de obras como A Beautiful Anarchy: How to Create Your Own Civilization in the Digital Age (Una hermosa anarquía: cómo crear su propia civilización en la era digital), de 2012, y Freedom is a Do-It-Yourself Project (La libertad es un proyecto de “hágalo usted mismo”), de 2013. En este último argumenta que las tecnologías que tenemos ahora fueron inimaginables durante gran parte de la historia y que ellas han contribuido al desarrollo de la empresarialidad, la toma de riesgos y el florecimiento de la iniciativa privada, creando un mundo nuevo, mucho mejor que cualquier institución creada por medios políticos (TUCKER, 2013).

El tema de la crisis financiera del 2008 fue tratado por economistas como Mark Spitznagel (1971), de la Universidad de Nueva York, quien además se ha desempeñado como trader en el mercado bursátil, por lo que es capaz de ofrecer una visión de la crisis desde la teoría y la experiencia. Al respecto ha escrito libros como The Man Who Predicted the Depression (El hombre que predijo la depresión), de 2009, un homenaje a la teoría del ciclo de negocios de Mises y su aplicabilidad en la actualidad; The Fed and the May 6 “Flash Clash”, de 2010, un reproche a la política de la Reserva Federal; How to Prevent a Market Crisis (Cómo prevenir una crisis de mercado), de 2013; en el que afirma que “los mercados financieros funcionan mejor cuando respetamos las leyes naturales” (SPITZNAGEL, 2013).

También escribió The Dao of Capital: Austrian Investing in a Distorted World (El Dao del Capital: Inversión Austríaca en un Mundo Distorsionado), que constituye una actualización de la teoría austríaca del capital a la luz de los sucesos financieros de 2008. Esta es la generación de nuestros días, cuya responsabilidad es la de formar a nuevos economistas en el legado de Menger y mantener viva la llama de la libertad por muchos años más.

6. FUTURO DE LA ESCUELA AUSTRÍACA DE ECONOMÍA

El economista Fernando Arteaga, de la George Mason University, afirma que dentro de la tradición austríaca actual existen tres subgrupos principales, con visiones distintas sobre el presente y futuro de la Escuela. A saber:

El “rothbardiano” que establece que la Escuela Austríaca representa un enfoque heterodoxo y singular dentro de la Ciencia Económica. El máximo representante de este enfoque en la actualidad es Walter Block.

El “conciliador” que cree que si bien la Escuela Austríaca ocupa un papel muy importante dentro la economía, “puede y debe ser complementado por otras perspectivas desde otros programas teóricos” (ARTEAGA, 2012a). El máximo representante de este enfoque es Peter Boettke.

El de la “ortodoxia” el cual niega por completo la existencia de rasgos que diferencien la Escuela Austríaca de otras escuelas del pensamiento económico. Según este enfoque, “los principales fundamentos austríacos se encuentran ya asimilados por la ortodoxia” que incluso los superaba en visión y profundidad (ARTEAGA, 2012b). Su principal exponente es Bryan Caplan (1971- ) - No se incluyó en la cronología debido a que se le relaciona más con la Public Choice Theory (Teoría de la Opción Pública)

La visión rothbardiana argumenta que la Escuela Austríaca es una rama heterodoxa de la economía porque usa el método praxeológico, tiene una concepción heterogénea del capital, asume que el dinero no es neutral, establece la idea del orden espontáneo, dedica especial atención al “individuo como emprendedor ante la incertidumbre” (ARTEAGA, 2012c), hace énfasis en que la utilidad es ordinal y subjetiva, habla sobre la imposibilidad teórica del socialismo y rechaza el uso del cálculo infinitesimal en el análisis económico.

Por su parte, el enfoque conciliador señala las semejanzas que existen entre la Escuela Austríaca y el Mainstream. Boettke menciona las siguientes: adopción del individualismo metodológico como herramienta de análisis, definición de la economía como disciplina que estudia los intercambios y reconocimiento de la misma como ciencia social. De igual manera, Boettke considera que algunos de los elementos mencionados por los rothbardianos como diferenciadores, en realidad, se pueden encontrar en el Mainstream neoclásico. Verbigracia, la teoría subjetiva de la utilidad (a pesar de que el Mainstream la matematiza), consideración de la propiedad privada como fundamento del cálculo económico (lo cual conlleva a un rechazo implícito del socialismo), rescate del rol emprendedor del individuo (dentro del contexto de un mercado competitivo), visión del capital como elemento heterogéneo (que se alinea según las preferencias de los individuos) y una posición anticonstructivista del orden social (BOETTKE, 2012).

Finalmente, Caplan y los de la “ortodoxia” son un poco más radicales que los conciliadores y creen que lo que hace “heterodoxa” a la Escuela Austríaca son sus planteamientos en metodología, filosofía política e historia del pensamiento económico, pero que en lo estrictamente económico se entienden perfectamente con el Mainstream (ARTEAGA, 2012d).

Para defender su tesis, refuta varias de las afirmaciones realizadas por los rothbardianos. Las más importantes son:

Teoría de la utilidad: a diferencia de lo que plantea Rothbard, los neoclásicos sí creen que la utilidad tiene un comportamiento ordinal, nunca han afirmado como sea cardinal (CAPLAN, 2012a).

Subjetividad: la Escuela Neoclásica también es subjetivista, se pregunta Caplan si existe algún “economista neoclásico que afirme que el valor de los bienes deriva del trabajo incorporado, o de su bondad intrínseca, o de algo diferente a las preferencias individuales” (CAPLAN, 2012b).

Uso de las matemáticas: las herramientas matemáticas y la econometría han contribuido de manera residual al desarrollo de la Ciencia Económica, pero, per se, tienen una utilidad que no puede ser ignorada (ARTEAGA, 2012). En relación con este último enfoque, el más polémico de los tres, Steven Horwitz considera que Caplan comete un grave error al afirmar que la Escuela Austríaca de alguna manera descuida el análisis económico y centra más su atención en cuestiones filosóficas, morales y sociológicas.

Para Horwitz, es necesario tener en cuenta esas cuestiones, las cuales no simplemente puntos abstractos en la filosofía de la ciencia, sino que de allí se desprenden los conceptos analíticos fundamentales para entender la coordinación económica (HORWITZ, 2012a). La Escuela Austríaca es singular pues es la única corriente del pensamiento económico que tiene un entendimiento integral de los fenómenos económicos y que ha servido para enriquecer el trabajo de economistas de otras escuelas.

Por otra parte, las teorías austríacas de la iniciativa empresarial, el capital y el conocimiento aportan un punto de vista muy diferente sobre cómo los mercados y las instituciones permiten a los seres humanos coordinar y cooperar en un mundo de incertidumbre (HORWITZ, 2012b).

A manera de conclusión, podemos afirmar que sí existe una clara diferenciación entre el Mainstream y los austríacos, sin negar, por supuesto, que existen principios comunes defendidos por la Ciencia Económica, en general. En muchos casos, estos últimos son vistos como una verdadera rareza, incluso por sus colegas economista y fuera de la academia sus ideas son expuestas de manera marginal.

Al respecto, se han formulado varias propuestas para resolver este problema. Una de ellas es la de formación de “alianzas intelectuales”, que consistiría en trabajar mancomunadamente con otras escuelas heterodoxas del pensamiento económico, para hacer frente al Mainstream, que aún gobierna sobre la profesión económica (KIRZNER, 2008). No obstante, en última instancia, el éxito de la Escuela Austríaca está en función de su capacidad de adaptación a la nueva realidad económica y a la actualización constante de su corpus teórico, sin que ello signifique renunciar a sus elementos fundamentales. Un ejemplo paradigmático de esta nueva realidad es la irrupción de las monedas virtuales, como el Bitcoin, algo impensable en tiempos de Hayek. Los austríacos tienen mucho qué decir al respecto.

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