Obituarios
Juan José Irigoyen Morales In Memoriam
Juan José Irigoyen Morales In Memoriam
Revista Mexicana de Análisis de la Conducta, vol. 48, núm. 01, pp. 5-12, 2022
Sociedad Mexicana de Análisis de la Conducta
Recepción: 01 Mayo 2022
Aprobación: 24 Junio 2022

Juan José Irigoyen Morales nació en el puerto de Veracruz un 24 de junio de 1952. De padre español, llegado a México debido al exilio republicano, y de madre veracruzana, que le inculcó el amor por su puerto adorado, se formó sus primeros años en su tierra natal, donde quienes lo conocieron lo recuerdan como un joven muy peculiar, aguerrido, soñador, honesto e interesado por el conocimiento.
Siguiendo el ejemplo de uno de sus hermanos mayores, ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana en 1973; sin embargo, inquieto y perspicaz, se dio cuenta de que lo que regulaba la práctica de la mayoría de sus profesores médicos, aparte de la falta de pasión, era más un dogma o un “adoctrinamiento” —como él decía— que no permitía espacio para la reflexión y crítica sobre su quehacer; es decir, lo opuesto a figuras para él ejemplares, como Santiago Ramón y Cajal. Insatisfecho con sus estudios, y consecuente con su idea de lo que debería de ser una formación universitaria, eligió darse de baja de la carrera. En la búsqueda de una instrucción que admitiera de sus estudiantes la duda y cuestionamientos a la praxis y que fuera ejemplificada por sus mismos profesores para mejorarla, decidió explorar un nuevo horizonte y se inscribió en la Facultad de Psicología en 1974. Su llegada no pudo ser más oportuna, pues se gestaba un movimiento para una psicología científica, impulsado por precursores del conductismo en México, que conformarían el Proyecto Xalapa. Contagiado por el entusiasmo de una iniciativa que, consideraba, daría cauce a sus inquietudes, ingresó al Centro de Investigaciones y Desarrollo Humano para formar parte de la primera generación de psicólogos experimentales bajo una orientación conductual.
Una vez egresado, en 1978, viajó a Hermosillo, contratado por el Departamento de Planeación de la Universidad de Sonora, para trabajar en gestión y planeación académica, motivado por la idea de poner en práctica lo aprendido durante sus estudios profesionales e imbuido por el trabajo de B.F. Skinner con instrucción programada y la obra The Technology of Teaching. Junto a sus colegas José Saúl Hernández, Jorge Castellanos, Enrique Carreón y Raúl Nevárez, creó un programa de formación de profesores a través de talleres para apoyar la sistematización de la enseñanza en las diferentes carreras. En un momento crucial para el crecimiento institucional y la expansión de la matrícula universitaria, la ardua tarea con la que se compromete al lado de sus colegas culmina con la creación del sistema departamental de la Universidad de Sonora que todavía hoy sigue vigente.
En la misma época es contratado por la naciente Universidad Estatal de Sonora (que comenzó con el nombre de Universidad de San Luis Río Colorado y posteriormente se llamó Centro de Estudios Superiores del Estado de Sonora) para encargarse de actividades de planeación curricular y establecimiento de nuevas licenciaturas. Con la experiencia obtenida en la Universidad de Sonora, aunado a un pensamiento claro y sistemático, desarrolló líneas de trabajo importantes que después se consolidarían en nuevas carreras universitarias, especializaciones, diplomados, entre otros. Se puede decir que a Juan José le tocaron en Sonora condiciones socio-históricas peculiares, una época de gestión de distintos proyectos educativos debido al crecimiento de las ciudades del estado.
Posteriormente, Juan José es llamado para desempeñarse como profesor de la Universidad del Noroeste (hoy Universidad del Valle de México) y junto con sus amigos de generación da inicio a un proyecto que anhelaba desde sus años de estudiante: funda el primer laboratorio de Psicología Experimental, que incluía una cámara de Gessel, la primera en el noroeste de México. Con este proyecto pionero comenzaba su etapa definitiva en lo que fue su pasión y se constituyó en proyecto de vida académica: la formación de noveles psicólogos con una visión científica rigurosa de nuestra disciplina.
En 1985 regresó a la Universidad de Sonora para ocupar un puesto como profesor en el recientemente creado Programa Docente de Psicología, donde ya ejercían labores como profesores los maestros Francisco Obregón y Jorge Borja. Juan José solía rememorar esos años como una época estimulante y fértil dentro de un espacio intelectual, con charlas y discusiones reunidos en los pasillos y espacios alrededor de la Universidad, siempre con el objetivo de generar proyectos sistemáticos de docencia, investigación y editoriales, de formar en pregrado sin perder de vista las necesidades cada vez mayores de un posgrado congruente con una psicología objetiva y, por supuesto, para desbrozar y abrir brecha en el malentendido bárbaro norte.
Ese ambiente y su idea de hacer más, siempre más por la psicología y la docencia, y porque el sosiego le repelía, lo llevó a promover la creación de la Revista Sonorense de Psicología, la cual estuvo vigente durante quince años ininterrumpidos, así como el programa de Maestría en Psicología, del cual fue el primer titulado, bajo la dirección del Dr. Elías Robles, con la tesis “Una aproximación ecológica al estudio del comportamiento”, documento donde puso de manifiesto la relevancia metodológica de una preparación experimental de campo abierto y el análisis de patrones de respuesta -como alternativa analítica a las críticas a la teoría operante y las restricciones de la llamada “caja de Skinner” y sus unidades de medida-. Con ello fortaleció un proyecto tan importante como lo era la Maestría en Psicología de la Universidad de Sonora, una de las primeras de tipo experimental, a la que, por sus características y excelente calidad académica de sus profesores, le fue otorgado el reconocimiento por Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), aun cuando era un programa de nueva creación.
La investigación realizada durante sus estudios de maestría lo llevaron a establecer el proyecto Análisis de Campo Abierto, el cual dio pie a un espacio físico para el estudio del comportamiento animal que nombró Laboratorio de Aprendizaje y Dinámica Conductual. Después de una estancia sabática en su añorado puerto de Veracruz, en 1996 regresó a la Universidad para retomar la formación de estudiantes en el laboratorio, el cual albergaría a una generación que, teniéndolo como maestro y amigo, lo apoyaron en su búsqueda de una parametrización con metodología de campo. Allí, Miriam Jiménez, Alfonso López Corral, Francisco Huerta Soto y muchos más, aprovecharon horas y horas de trabajo para obtener el registro de patrones de comportamiento animal, elaborar un sinfín de graficas que no agotaron los datos obtenidos —y que siguen a la espera de alguien con el espíritu de Juan José, si cabe la palabra entre ortodoxos analistas del comportamiento, para vaciar ese disco duro que se encuentra a buen resguardo— y para la discusión teórica de temas que dieron lugar a manuscritos publicados en la Revista Sonorense de Psicología. Ese periodo fue un momento único donde se ofreció, por la tenacidad y terquedad de Juan, una formación en el análisis experimental de la conducta en la Licenciatura en Psicología, por medio de prácticas de laboratorio —no incluidas como tal en el plan curricular— que los alumnos del programa debían realizar. Se ofrecieron alrededor de 1500 horas de servicio de prácticas a los estudiantes por semestre.
Pero los planes de Juan José siempre iban a más. Convirtió el Laboratorio en un espacio de promoción e intercambio institucional e interinstitucional, estableciendo contacto con colegas y amigos como los doctores Víctor Manuel Alcaraz, Claudio Carpio, Carlos Flores, Virginia Pacheco, entre otros, que dieron lugar a seminarios interinstitucionales y al primer Coloquio sobre Análisis Funcional del Comportamiento Inteligente y Creativo, que arrojó varios artículos y libros en conjunto, así como tesis de grado acerca del entrenamiento de desempeños efectivos y su transferencia en estudiantes universitarios.
Por motivos ajenos a Juan José, en 2003 dejó la coordinación del Laboratorio de Aprendizaje y Dinámica Conductual. Eso no detuvo su impulso y ávido de continuar sus proyectos académicos y de investigación, ese mismo año creó un espacio que no sólo retomara sus objetivos de trabajo, sino que los amplificara. Así surgió el Seminario Interactum de Análisis del Comportamiento, como un lugar desde donde se diera la promoción y divulgación del Análisis de la Conducta con una vocación tecnológica, anticipando las demandas de una sociedad urgida de soluciones para una mejor educación. Como parte de la promoción del Análisis funcional, en abril de 2005 tuvo lugar el primer Coloquio Regional de Análisis Funcional del Comportamiento, al que asistieron la Dra. Guadalupe Mares, el Dr. Carlos Ibáñez, el Dr. Julio Varela y el Mtro. Luis Zarzosa.
Estos intercambios permitieron al Seminario Interactum consolidar dos líneas de generación de conocimiento vigentes hasta la fecha: la evaluación de desempeños competentes en la enseñanza y aprendizaje de dominios científicos y el aprendizaje de la psicología, al lado de sus colegas y amigas Miriam Yerith Jiménez y Karla Fabiola Acuña. Con todo y su trabajo constante e ininterrumpido, es hasta 2014 que el Seminario Interactum encontró un espacio físico en lo que hoy es el Laboratorio de Ciencia y Comportamiento Humano, donde concretó una avanzada académica y de investigación para el análisis de procesos psicológicos básicos y el análisis de las interacciones psicológicas en diferentes escenarios de aplicación. A lo largo de más de 10 años, Juan José comprometido con la formación de estudiantes, realizó seminarios sabatinos y como resultado de esto se sumaron a este proyecto varios estudiantes, unos hoy profesionistas exitosos y otros, estudiantes de posgrado en ciencias de la conducta.
En 2013 invitó a Josep Roca i Balasch para que fuera presidente honorario del 3er Seminario Internacional sobre Comportamiento y Aplicaciones (SINCA), realizado en Hermosillo, Sonora. A partir de ahí da inicio una amistad sincera y fraternal, como sólo puede ser entre personas que entienden el trabajo y la reflexión, aunque lleve al disenso, en lugar del consenso muchas veces acrítico alrededor de figuras o de ideas. Compartió con Josep una posición firme sobre una psicología naturalista y aprovecharon para realizar un seminario todos los veranos en donde el placer era verlos y escucharlos dialogar las lecturas que ambos proponían. En sus distintas emisiones, el seminario se formalizó como Psicología: una introducción teórica, además de Psicología: investigaciones y aportaciones experimentales. Como no podía ser de otra manera, ya que Juan José siempre buscó ofrecer una visión lo más coherente posible de formación disciplinar, en dicho seminario incluyó profesores y estudiantes de psicología.
Después del cierre del Laboratorio de Aprendizaje y Dinámica Conductual, Juan José decía que le faltaba el trabajo de investigación con animales no humanos. No fue casualidad que en 2017 conociera a Ernesto Figueroa, instructor canino, con el que dio comienzo a una etapa más en su incansable labor: talleres infantiles de cultura canina, donde aprovechó para desarrollar el espacio de investigación Etograma: El Camiso Club de Adiestramiento Canino, que se convirtió en su lugar de repliegue (solía comentar), donde, sin dejar de pensar en la psicología, se recreaba con la instrucción de los perros y los cambios generados tanto en el manejador como en el perro, así como los efectos que esta interacción produce en las personas. Así regresó al estudio de la conducta animal, con la mira en la parametrización de las variables críticas al Análisis de la Conducta trabajando con perros. Con ello, vuelve también a la impartición de seminarios sobre Psicología Comparada y Etología. En los pasillos del Laboratorio de Ciencia y Comportamiento Humano de la Universidad de Sonora corrió de inmediato un experimento sobre constancia y variabilidad del estímulo. Al mismo tiempo, incursionó en el Mantrailing, la disciplina con la que se entrena la búsqueda y localización de personas, y asistió a cursos y congresos de perreros, de donde regresaba maravillado con el trabajo que los ponentes realizan.
Los que compartimos una vida académica con Juan José, sabemos que sus enseñanzas trascienden el salón de clases o el laboratorio. Siempre auspició condiciones para que desarrolláramos no sólo un proyecto académico sino un proyecto de vida alrededor de la Psicología Científica. Una de sus características era que siempre estaba dispuesto a escucharnos, como amigo, como colega, como máster. Siempre tuvo un buen consejo para los que fuimos cercanos, no sin crítica, total sinceridad y franqueza al estilo jarocho. Nos repetía a menudo: “no pierdan la capacidad de asombro”, también: “en donde todos piensan igual nadie piensa mucho”. Era una delicia escucharlo, ya que fue un excelente platicador, un hombre culto, sabedor de tantísimos temas, de tantas anécdotas del mundo académico, pero también de la vida misma. Amante de la poesía y de la música, sorprendía sin problemas al más letrado o al más músico, recitando un poema de memoria o entonando una canción. En su compañía no podía faltar un buen café, un cigarro y una excelente conversación. Las risas nunca faltaron.
No pudimos despedirnos de él como habríamos deseado. Aunque creemos que fue fiel a su estilo, un maestro hasta el final: preocupado por otros, pero evitando que se preocuparan por él. Queda la nostalgia, las charlas que faltaron, las mañanas y tardes de café, una buena mesa con comida y bebida.
Gracias, Juan José, por tu legado, por procurarnos siempre un espacio para crecer, para formarnos, para pensar y reflexionar acerca de la ciencia psicológica, de su objeto de estudio, de su parametrización, de la necesidad de generar ese puente entre la Psicología como ciencia básica y la Psicología como tecnología; por tus muchos consejos para manejar las cuestiones de administración “académica” que tanto limitan la mayoría de las veces el avance de la disciplina. Nos decías: “no hay escasez de recursos, sino miseria de voluntades”. No te equivocabas. Romper paradigmas es lo que se requiere en las facultades de Psicología; aunque signifique emprender caminos desérticos y solitarios muchas veces —como cuando llegaste a Sonora—. Tu verdadero compromiso con la disciplina, con la ética profesional, con tu insaciable curiosidad y capacidad de trabajo dieron el brillo a tu carrera, la distinción, lo que marcó la diferencia con tantos profesionales del salario.
“Educar a una persona no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía” frase de John Ruskin, que se convirtió en el que sería uno de sus últimos mensajes de texto que recibimos de Juan José como felicitación del día del maestro. Justo eso fue lo que Juan José hizo con sus hijos e hijas académicas. Hasta siempre, Juan José.