Dossiê "Virada global: tensões, limites e desafios"

Luces y sombras sobre América Latina en una historia global

Light and shadow on Latin America in a global history

Carlos Riojas
Universidad de Guadalajara, México

Luces y sombras sobre América Latina en una historia global

Esboços: histórias em contextos globais, vol. 26, núm. 41, pp. 42-66, 2019

Universidade Federal de Santa Catarina

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Recepción: 04 Octubre 2018

Aprobación: 19 Diciembre 2018

Financiamiento

Fuente: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT)

Nº de contrato: 282877

Resumen: Tras haberse realizado una actualización bibliométrica del número de artículos publicados sobre América Latina como tema principal de estudio en las revistas Journal of World History y Journal of Global History, se ratifica que existe una periferización del continente. El objetivo del presente artículo es cuestionar si lo anterior es un fenómeno cuantitativo o si existen algunas excepciones al respecto; es decir, ¿cuáles son los factores institucionales que subyacen a ese fenómeno? La exposición se divide en tres partes. Primero, se detallan los hallazgos relacionados con la actualización bibliométrica; luego, se exponen cuatro ejemplos donde el papel de América Latina es relevante en narraciones influyentes que se conectan con la historia global; por último, se exponen algunos factores con los que se intenta explicar la naturaleza de esas manifestaciones, lo que arroja un panorama de luces y sombras sobre América Latina en las interpretaciones de historia global.

Palabras clave: América Latina, Historia global, Periferia.

Abstract: After a bibliometric update of the number of articles published on Latin America as the main topic of study in the Journal of World History and Journal of Global History, it was ratified that there is a peripheralization of the continent. The objective of this article is to question whether this is a quantitative phenomenon or if there are exceptions in this regard; that is, what are the institutional factors that underlie this phenomenon? The exposition is divided in three parts. First, the findings related to the bibliometric update are detailed; then, four examples in which the role of Latin America is relevant in influential narratives that connect with global history are presented; finally, some factors that try to explain the nature of these manifestations are shown, displaying a panorama of lights and shadows on Latin America in the interpretations of global history.

Keywords: Latin America, Global History, Periphery.



Il y a partout des zones où l’histoire mondiale ne se répercute guère, des zones de silence, d’ignorance tranquille

Fuente: (BRAUDEL, 1979, p. 9).

"Alexander von Humboldt ha sido ampliamente olvidado en el mundo angloparlante”.Así inicia Andrea Wulf el epílogo de su libro sobre el polifacético científico alemán (WULF, 2015, p. 335). Por nuestra parte, nos hacemos una doble pregunta al respecto: ¿Acaso esta misma afirmación pudiera hacerse extensiva para América Latina? ¿Existe realmente un “mundo” angloparlante, o más bien, se trata de una interpretación de éste que se sugiere desde una perspectiva anglosajona? Ésta última líder en la cosmovisión paneuropea según nos lo propone Immanuel Wallerstein (2007, p. 11). Independientemente de las respuestas a este par de cuestionamientos, creemos que la imagen dibujada de América Latina en los discursos globales durante la segunda parte del siglo XX y lo que corre de la presente centuria se ha caracterizado por una condición oximorónica, que nosotros denominamos protagonismo periférico en el ámbito internacional. Lo anterior se hace aún más evidente mediante la marginación del continente en influyentes narrativas de historia global, situación que también ha sido señalada por otros autores (SCHEUZGER, 2018, p. 324; HAUSBERGER, 2018, p. 11; HAUSBERGER; PANI, 2018, p. 183); lo que en conjunto deriva en una periferización implícita de América Latina desde esta particular óptica. Sin embargo, es importante aclarar que no se trata sólo de insinuaciones o percepciones aisladas de esta periferización, existen sólidos argumentos que sustentan nuestra premisa, los cuales fueron expuestos con mayor detalle en otro trabajo (RIOJAS LÓPEZ, 2018); es decir, con base en una exploración hecha de los artículos publicados en los Journal of World History (JWH) y Journal of Global History (JGH) se comprobó la existencia de un déficit de estudios explicativos desde un enfoque de historia global, donde se tome en cuenta a América Latina como principal objeto de estudio.

No obstante lo anterior, en este trabajo pretendemos señalar que la periferización de América Latina detectada en las meta-narrativas más influyentes no es absoluta, sino más bien, mantiene un carácter relativo derivado de la persistencia de factores institucionales que contribuyen al respecto, los cuales han pretendido cambiar esta situación conforme el tiempo ha transcurrido. Esta periferización relativa encuentra, entonces, una de sus explicaciones en la existencia de algunas narrativas sobresalientes que sí se refieren a nuestro continente como un actor clave en la interconexión de hechos múltiples a través del tiempo y espacio, que en límite pudieran inscribirse de manera directa o indirecta en las tradiciones historiográficas latinoamericanas, entendidas éstas como conjunto de escritos sobre un tema histórico en particular, o en su defecto, como el estudio crítico de textos históricos específicos (PEREIRA; SANTOS; NICODEMO, 2015, p. 84); de igual forma, en estas narrativas sobresalientes es factible detectar ciertos mecanismos de vinculación con los relatos más famosos de un pasado global (MARQUESE; PIMENTA, 2018, p. 67-82), lo que en su conjunto le daría sentido a una historia global renovada, que podemos denominar más global si parafraseamos el título del reciente libro editado por Sven Beckert y Dominic Sachsenmaier (BECKERT; SACHSENMAIER, 2018). Dentro de esta vertiente, se puede afirmar también que en algunos de los artículos analizados en las dos revistas en cuestión, que toman como objeto de estudio principal a América Latina, prevalece una postura crítica hacia las tendencias hegemónicas de una cierta historia global anclada en el eurocentrismo y una perspectiva anglosajona (BURKE; CLOSSEY; FERNÁNDEZ-ARMESTO, 2017, p. 2; RESEMBLATT, 2014, p. 95; RIVAROLA PUNTIGLIANO; APPELQVIST, 2011, p. 32); así mismo, hay otros ensayos que se suman a este tipo de cuestionamientos, pero que no necesariamente predican con el ejemplo en cuanto a la promoción de la visión anglosajona, no obstante de reconocer de manera general la problemática (BENTLEY, 1990; O’BRIEN, 2006; MCNEIL, 1990), aunque también hay quienes sí lo hacen (SACHSENMAIER, 2007; DRAYTON; MOTADEL, 2018). Independientemente de este panorama que se bosqueja, aún con los matices que deseamos poner en relieve aquí, la periferización de América Latina es una constante. Por lo tanto, también nos proponemos reflexionar sobre algunos de los factores institucionales que han dado como resultado este escenario de luces y sombras para Latinoamérica desde la perspectiva de una historia global.

Para lograr nuestro objetivo, hemos dividido la exposición en tres secciones. Primero, presentamos una actualización de la exploración en las dos revistas científicas líderes en la materia, que en su momento se analizaron para comprobar la periferización de orden cuantitativo de América Latina en estos discursos del pasado global, que en términos generales, moldean gran parte de la discusión histórica a nivel planetario.1 Después, para equilibrar la perspectiva, exponemos una muestra de cuatro estudios publicados, en diferentes años durante el último cuarto del siglo XX, con una amplia influencia internacional donde se reconoce explícitamente la contribución clave de América Latina en la historia global. Por último, retomamos nuestra premisa básica a fin de presentar algunos de los factores explicativos que contribuyen a la periferización de América Latina en la mayoría de las narrativas más influyentes en el ámbito de la historia global; de lo anterior se desprende un panorama de luces y sombras. Aún así, creemos que existe un amplio abanico de oportunidades de investigación para los historiadores interesados en América Latina desde una óptica de historia global.

La periferización de América Latina en los discursos de hegemónicos de historia global: una actualización

Con base en una distribución de artículos publicados en el JWH, de 1990 al primer número de 2018, sustentada en los criterios de estudios de área cultural y en los enfoques teóricos conceptuales, destaca que entre Asia (231)2 y Europa (164) se repartieron más del 60% de las publicaciones totales según esta clasificación. Por su parte América Latina (32) sólo alcanzó 4.95%. Si dejamos de lado los artículos con un enfoque teórico conceptual, que no hacen una referencia explícita a un espacio geográfico en concreto, la representación de América Latina se incrementa en menos de un punto porcentual, esto es, 5.75% (Gráficas 1 y 2). Incluso, la aparición de América Latina como objeto principal de estudio es tan intermitente que hay al menos 10 años intercalados a lo largo de la vida de esta revista que no se publicó ningún artículo sobre este continente, más bien la tendencia es hacia la baja, no obstante que 1992 y 2006 fueron los mejores años, cuyo porcentaje de trabajos publicados alcanzó el 18.8 y 21.1% en ese orden; 2018 parece que será también un año importante en el rubro de publicaciones sobre nuestro continente (Gráfica 3).

Gráfica 1. Distribución total de artículos publicados en el Journal of World History (1990-2018-I)
Gráfica 1. Distribución total de artículos publicados en el Journal of World History (1990-2018-I)
Elaboración propia con base en los textos publicados en el Journal of World History (1990-2018-I)

Gráfica 2. Distribución de artículos publicados por área de estudio en el Journal of World History (1990-2018-I)
Gráfica 2. Distribución de artículos publicados por área de estudio en el Journal of World History (1990-2018-I)
Elaboración propia con base en los textos publicados en el Journal of World History (1990-2018-I)

Gráfica 3. Porcentajes de publicaciones anuales del Journal of World History sobre América Latina 1990-2018-I
Gráfica 3. Porcentajes de publicaciones anuales del Journal of World History sobre América Latina 1990-2018-I
Elaboración propia con base en los artículos del Journal of World History 1990-2018-I

Como se mencionó en su momento, y ahora lo ratificamos con la actualización de nuestra base de datos, estos resultados diluyen en cierta medida los objetivos editoriales inicialmente planteados por los equipos de trabajo que encabezó Jerry H. Bentley, que fueron expresados desde el primer número del JWH (BENTLEY, 1990), que grosso modo consistían en impulsar un foro de discusión con alcances mundiales y superar algunas tradiciones del gremio académico ancladas en la preponderancia de la historia nacional, o en su defecto, los encapsulamientos de las áreas culturales.

Pero retomemos algunos detalles de los antecedentes institucionales que dieron origen a esta revista para contextualizar desde un espectro más amplio la actualización de los hallazgos que aquí presentamos. Comencemos con señalar que a finales de 1982 surgió en los Estados Unidos una de las principales organizaciones profesionales dedicadas a cultivar la especialidad: la Asociación de Historia Mundial (WHA, por sus siglas en inglés). En mayo de 1983 se llevó a cabo una Conferencia en el Centro Racine en Wisconsin, cuya finalidad era poner en marcha la estructura organizativa que le daría sentido a la WHA (BENTLEY, 2008, p. 129); luego, entre 1987-1988 se planeó fundar una nueva publicación científica titulada JWH, que pasaría a ser la revista oficial de la WHA. Los objetivos de dicha iniciativa radicaban en ofrecer un foro de discusión a los especialistas en la materia que desearan analizar fenómenos históricos de gran envergadura, con enfoques transnacionales, continentales, hemisféricos u oceánicos en un contexto global, así como, llevar a cabo reflexiones sobre diferentes regiones del mundo desde un enfoque fundamentalmente geográfico. Fue así que en 1990 apareció el JWH.

Después de publicar 17 volúmenes, Bentley, como editor en jefe del JWH, realizó un estudio bibliométrico similar al nuestro, aunque con un objetivo distinto, cuya finalidad fue obtener un perfil general de la revista. A partir de ello intentó sensibilizar a la comunidad académica que se habían cumplido algunas de las metas planteadas desde su debut. La contabilidad de Bentley llegó a 195 artículos, donde descartó prácticamente sólo a las reseñas.3 Si sumamos todas las clasificaciones en las que dividió Asia, más lo que incluyó en Europa estaríamos abarcando más del 40% de los artículos publicados en los primeros 17 años. Mientras que de las Américas solo fueron cerca de 10%, es decir, algo similar a lo que nosotros encontramos (BENTLEY, 2008, p. 134; 2018, p. 135). Cabe mencionar que existen dos rubros que clasificó como “Comparativo e interregional” y “El mundo como un todo” donde se encuentran 78 artículos de los 195 contabilizados. En términos generales parece también evidente aquí la periferización de América Latina y El Caribe, aún cuando se incluya en las “Américas” como un subconjunto. Por otra parte, creemos que Bentley estaba consciente de la problemática que envolvía al JWH, porque cierra su análisis con dos sugerencias que coinciden con lo señalado por nosotros: primero, no encontraba una adecuada representación entre los historiadores mundiales que había contribuido en la revista y aquellos estudiosos que promovían un enfoque postmoderno y postcolonial, lo que iría en detrimento del diálogo y la diversidad que intentó impulsar desde el principio; segundo, esta perspectiva del pasado global ofrecía un pobre análisis desde una aproximación fuera de la visión occidental, lo que a su vez denotaba un palpable sesgo anglosajón, por lo que sería deseable para Bentley contar con otros estudios no procedentes de la esfera anglosajona para darle un sentido más global a lo publicado en la revista (BENTLEY, 2008, p. 134, 135, 136, 138, 139). Ambas situaciones ya las habíamos detectado desde nuestra óptica. Por lo tanto, estos hallazgos confirman de una forma más precisa la periferización de América Latina en el concierto de estas influyentes narrativas en cuanto al número de artículos publicados al respecto.

La segunda revista analizada fue el JGH. A pesar de los esfuerzos editoriales y los argumentos vertidos por Patrick O’Brien (2006) en el número inaugural, centrados fundamentalmente en las diversas tradiciones historiográficas que prevalecerían a nivel mundial,4 más de un cuarto (28%) de los artículos totales publicados entre 2006 y parte de 2018, según el criterio de estudios de área y los enfoques teórico-conceptuales, tuvieron como tema principal Europa (118), una proporción similar (25%) se dedicó a Asia (106); mientras que América Latina sólo tuvo el 8%, es decir, 33 artículos en más de doce años de publicación (Gráfica 4). Si solamente se incluye el criterio de estudios de área, el porcentaje para América Latina se incrementa en apenas un punto (9%), Europa abarca más de un tercio de los trabajos publicados (34%) y Asia se incrementa hasta el 30%, es decir, la periferización bajo este rubro sigue latente (Gráfica 5).

Gráfica 4. Distribución total de artículos publicados en el Journal of Global History (2006-2018-II)
Gráfica 4. Distribución total de artículos publicados en el Journal of Global History (2006-2018-II)
Fuente: Elaboración propia con base en el Journal of Global History (2006-2018-II).

Gráfica 5. Distribución de artículos publicados por área de estudio en el Journal of Global History (2006-2018-II)
Gráfica 5. Distribución de artículos publicados por área de estudio en el Journal of Global History (2006-2018-II)
Elaboración propia con base en el Journal of Global History (2006-2018-II).

No obstante a ello, la distribución de artículos cuyo tema principal ha sido América Latina tiene una mejor repartición a lo largo del tiempo, prácticamente durante todos los años de publicación han aparecido textos al respecto, salvo 2010, con una tendencia creciente en los últimos números. Al igual que el JWH, 2018 parece un año promisorio en cuanto al número de trabajos publicados en el JGH, ya que la proporción en los primeros dos números ha sido alta con respecto a lo visto años atrás. Pero, se necesitarían al menos 10 años de publicaciones constantes sobre América Latina para equilibrar la balanza al respecto (Gráfica 6).

Gráfica 6. Porcentaje  artículos totales sobre América Latina en el Journal of Global History (2006-2018-II)
Gráfica 6. Porcentaje artículos totales sobre América Latina en el Journal of Global History (2006-2018-II)
Elaboración propia con base en el Journal of Global History, (2006-2018-II).

De igual forma, creemos que es pertinente retomar algunos antecedentes institucionales que van a desembocar en el impulso del JGH. La evidencia más visible detectada por nosotros fue la conformación de la Red de Historia Económica Global (GEHN, por sus siglas en inglés), impulsada desde Inglaterra por Patrick O’Brien donde participaron diversas universidades europeas, cuyo el objetivo era ofrecer alternativas a la fragmentación de estudios históricos manifestado mediante un creciente número de monografías con escasa conectividad explicativa entre ellas (AUSTIN, 2018, p. 22, 23, 24, 28; BENTLEY, 2018, p. 135). Otras revistas con una temática similar son Comparativ, fundada en 1991, cuya sede principal es la Universidad de Leipzig en Alemania, dicha publicación rompe con el anglocentrismo característico de nuestros estudios de caso, al aceptar contribuciones en alemán, inglés y francés. También destaca la revista Monde(s), histoire, espace, relation lanzada en 2012 por la Universidad Sorbona y actualmente editada por la Universidad de Rennes.

Consideramos que todo este panorama ratifica la periferización de nuestro continente en estas influyentes narrativas. Es por ello que ahora nos cuestionamos específicamente ¿si existen acaso otro tipo de trabajos inscritos en estas metanarrativas que ponderen de una manera distinta la participación de América Latina en la historia global, además de no estar inscritos directamente en las tradiciones historiográficas latinoamericanas? ¿Qué hay detrás de dichos resultados? ¿Qué se escribe exactamente sobre América Latina a pesar de su evidente periferización en el discurso hegemónico? A continuación trataremos de contestar estas preguntas específicas, no sin antes aclarar que la periferización de América Latina ratificada tanto en los JWH y JGH es más de carácter cuantitativo, debido a que en la mayoría de los textos que hace referencia a nuestro continente como objeto de estudio principal prevalece una postura crítica hacia estas tendencias hegemónicas. En el siguiente apartado ofrecemos más detalles al respecto.

Excepciones en influyentes narrativas

No obstante lo mencionado hasta el momento, resulta pertinente reconocer que también existen algunas excepciones en las influyentes narrativas que le otorgan una mayor ponderación a la importancia de América Latina en diversos hechos de historia global, donde se imbrica un cumulo de historias otras. Como ejemplo de ello expondremos brevemente cuatro casos al respecto, sin que lo anterior se interprete como una exhaustiva revisión del tema.

Una primera evidencia la encontramos en los trabajos de Alfred W. Crosby, cuando subraya cómo la especificidad del Nuevo Mundo resultó un reto para la cosmogonía Cristiana (CROSBY, 1977, p. 10), porque el Libro del Génesis (1:10; 1:20) nos ofrece un relato de cómo fue que se creó la tierra, el cielo, las plantas, los animales y el ser humano; posteriormente, en este mismo Libro, se cuenta cómo y por qué se presentó el Diluvio (Gn 7:1; 7:14) que daría la pauta para que Noé construyera el Arca y llevara a cabo una particular selección de especies. Pero, lo que encontró Cristóbal Colón en América, para quien la Biblia era una destacada fuente de conocimientos, no correspondía con lo descrito en el Génesis; es decir, ni los seres humanos, los animales, las plantas, incluso el cielo y la tierra coincidían con esta versión de la Creación, situación que levantó ciertas dudas sobre dicha interpretación a la luz de lo que existía en el espacio que hoy denominamos las Américas, además esta versión jugó un papel esencial como punto de referencia. Lo anterior contribuyó a la permanente denigración de los habitantes originales que los conquistadores encontraron en este continente, de igual forma abrió la puerta a interpretaciones con un franco carácter racista (GOBAT, 2013, p. 1347). Plantas, animales y estilos de vida europeos se impusieron paulatinamente en las Américas, lo que implicó también un importante intercambio de especies entre el Nuevo y el Viejo Mundos, cuya balanza desde el punto de vista de la adaptación se inclinó a favor de los europeos. Este tipo de hechos no sólo se manifestaron en las Américas, sino también, se presentaron en otros continentes como Asía, África u Oceanía, según lo interpreta Crosby (1999, p. 18, 100, 270), como parte de un imperialismo ecológico. Eventos que se entretejieron para dar como resultado una compleja imbricación de relaciones socio-ambientales a nivel global.

Un segundo caso, interconectado con el anterior, se desprende de lo que Cristóbal Colón “descubrió” en el Nuevo Mundo, independientemente de su grado de consciencia al respecto. Es decir, se enfrentó a una compleja y, hasta cierto punto, desconocida interacción de la naturaleza en esos territorios en particular si nos atenemos a los conocimientos acumulados a finales del siglo XV. Los seres humanos invirtieron varios siglos de estudio para construir una perspectiva distinta del mundo. Alexander von Humboldt fue un actor clave en esta novedosa interpretación de la naturaleza que fungió como una alternativa a la visión hegemónica que había dominado el discurso erudito desde la época de Colón. Además, este científico alemán insistió en concebir al planeta como un organismo vivo donde todo estaba interconectado (WULF, 2015, p. 2, 38). Desde este ángulo, el ser humano en su conjunto representa un ser vivo más en las intrincadas relaciones derivadas de la naturaleza. El laboratorio que le permitió entender dichas interconexiones a nuestro Humboldt fue precisamente América Latina, lo que ha desembocado en una permanente retroalimentación de conocimientos dentro y fuera del continente. A partir de las reflexiones de este científico alemán, la visión de los seres humanos sobre la naturaleza cambió de manera irreversible, especialmente evolucionó la noción de interconexión que los estudios ambientales han heredado, y en cierta forma extendido más allá, del pensamiento humboltiano (RICH, 2015).

Una tercera excepción, donde América Latina resulta un referente clave en estas influyentes narrativas que se interconecta con otros eventos históricos a nivel global, se deriva de aceptar que no sólo se ha tratado de cultivar el conocimiento por el conocimiento. La lucha por el control de éste y otros territorios ha sido un tema recurrente en la historia global, a partir de ello, se crea una serie de sabias interpretaciones que tratan de imponer una perspectiva del mundo con una fuerte dosis ideológica-política, tal como lo señaló Edward W. Said (2002, p. 436) para el caso de Oriente; problemática susceptible de extenderse a lo sucedido en América Latina, tal como lo hizo en sus estudios posteriores cuando abordó el tema de la cultura y el imperialismo (SAID, 2000). Tanto en Oriente como en América Latina los detalles son importantes, siempre y cuando, se interconecten con una perspectiva que abarque un todo (WALLERSTEIN, 2007, p. 105); es decir, delinear un panorama global que nos explique satisfactoriamente las dinámicas de interconexión entre las partes que conforman un todo y las imbricaciones de un todo con sus partes constitutivas (MORIN, 2016, p. 116), ambas en el marco de un proceso de cambio que visualice múltiples ángulos, pero evitando, en la medida de lo posible, los protagonismos centrales y aquellos de índole periféricos, o en su defecto, las inherentes estrategias de periferización como ha sido el caso para América Latina.

Finalmente, agregamos a esta muestra la perspectiva propuesta por Sven Beckert en su Empire of Cotton (2014) publicado el mismo año en alemán e inglés. En términos generales este libro reconstruye el papel que jugó el algodón como materia prima, así como, su contribución para el funcionamiento global del sistema capitalista de producción mediante la interconexión del poder, la política y la intervención del Estado. Cabe destacar que la obra en su versión inglesa abre el primer capítulo con un dibujo de una mujer azteca que se encuentra hilando algodón como parte de la ancestral tradición en la elaboración de este tipo de tejidos en Mesoamérica. De igual forma, en el capítulo seis se contextualiza el esfuerzo temprano que se realizó en México a partir de los años veinte del siglo XIX por industrializarse, cita el caso de la fábrica La Aurora instalada en la ciudad de Valladolid (Yucatán) y las experiencias en otras partes del país (Puebla); incluso ofrece reproducciones de los empresarios Pedro de Baranda y Esteban Antuñano junto con empresarios de Europa, Norteamérica y África. Pero no se abordan estos casos de manera aislada, sino que es común la interconexión con lo sucedido en Brasil, Argentina, Estados Unidos, Egipto o India (BECKERT, 2017, p. 110, 136, 148, 162). Paralelamente, señala la participación del campo en la construcción de esta compleja estructura productiva global que se combinó con el uso del trabajo forzado y esclavo, lo que de alguna u otra manera cuestiona la teoría de la modernización de tipo occidental anclada en los beneficios derivados del funcionamiento del mercado, la libertada de empresa y la democracia. Con base en esta serie de interconexiones del pasado global, nos explica cómo evolucionó este proceso que dio nacimiento a una de las ramas de producción más emblemáticas de la supuesta Revolución Industrial que experimentó el Reino Unido, como parte de la expansión del capitalismo europeo. La contribución de América Latina es una y otra vez señalada por el autor que no se limita en ponderar la importancia que adquirió el continente en su conjunto. La resonancia que ha alcanzado Empire of Cotton ha sido tal que en el Congreso de Historia Mundial de 2016 celebrado en la Universidad de Ghent (Bélgica) se invitó a Sven Beckert como conferencista principal, cuyo texto fue después publicado en la sección “Special Forum” del JWH en 2017, el cual se acompañó con el comentario de influyentes historiadores como Eric Vanheute (2017), Universidad de Ghent o Ulbe Bosma (2017), Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam; éste último autor subrayó el papel jugado por una periferia o Sur Global tanto en la producción de algodón como en la manufactura del mismo durante el siglo XIX con base en el concepto de “ecología barata”. Finalmente, Peer Vries (2017), también del mencionado Instituto Internacional de Historia Social, con una visión más crítica al respecto, señaló que otros autores, como Immanuel Wallerstein (1979, p. 229) o Fernand Braudel (1979, p. 49) por ejemplo, ya habían mencionado cómo el Estado, el trabajo forzado y la violencia en general fueron elementos clave en el desenvolvimiento del capitalismo; de igual forma subrayó los brotes tempranos de industrialización en China (finales del siglo XVIII) que no desembocaron durante la siguiente centuria en la consolidación de esta actividad como fue el caso inglés. No obstante la postura de Beckert, en esta trilogía de artículos el papel de América Latina se diluye.

Una vez vistos estos cuatro ejemplos de excepción que le otorgan un papel central América Latina (no por sí misma sino por la imbricación de hechos de envergadura global), deseamos subrayar que aún así la periferización del continente es un fenómeno latente. Es importante advertir, que no pretendemos rechazar ninguna de estas meta-narrativas, ni pasarlas por alto, sino más bien, tal como lo sugiere Wallerstein (2007, p. 53), a partir de ellas cuestionarnos la imagen o la ausencia de América Latina que se desprenden de estas versiones históricas vistas desde una óptica global. A continuación abordaremos algunos factores institucionales que, a nuestro juicio, dan como resultado el papel periférico que se le ha asignado a América Latina como principal objeto de estudio de acuerdo con la exploración de las revistas científicas mencionadas, que dicho sea de paso, adolecen de un Euro-Asía-Centrismo.

Luces y sombras en la historia global

¿Cuáles son, entonces, los factores que explican la relativa periferización de América Latina en las principales narrativas históricas dentro de su vertiente global? Una primera aproximación, susceptible de responder a este cuestionamiento, apunta hacia una serie de factores institucionales de los cuales se desprende, a su vez, un conjunto de interpretaciones que en cierta medida nos aclaran la naturaleza de dicha periferización. Algunos de los factores que mencionaremos ya fueron enunciados en su momento por Mathew Brown (2015) y replicados con cierto grado de profundidad por otros autores (MARQUESE; PIMENTA, 2018; SCHEUZGER, 2018). No obstante las valiosas y útiles consideraciones de todos ellos, creemos que es factible ampliar y profundizar dicha perspectiva. Dentro de esta serie de factores destaca, por ejemplo, la forma que adquiere el quehacer histórico en temas de historia mundial o global, donde sobresale su institucionalización mediante la creación de departamentos o centros de estudio específicos en diversas universidades tanto en oriente como en occidente (AUSTIN, 2018, p. 23). En el caso de las universidades chinas algunos investigadores reportan que se establecieron departamentos vinculados con las relaciones internacionales en concordancia con programas e investigaciones con un enfoque de tales dimensiones con una inspiración policéntrica (PÉREZ, 2014, p. 345; PÉREZ-GARCÍA; DE SOUSA, 2018), aunque temática y conceptualmente hay diferencias importantes con respecto a los estudios globales, donde se incluye también la historia. En ambas tendencias subyace una nueva forma de concebir el mundo. No obstante a ello, resulta pertinente señalar la observación de Sachsenmaier (2011, p. 235), quien nos recuerda la separación que se hace en China sobre la historiografía de ese país con respecto a la historiografía de otras partes del mundo.

A continuación proponemos detenernos brevemente en algunos casos que pueden resultar emblemáticos en la reconstrucción de un pasado global. Hablar de la evolución de este campo de estudio nos remite de manera directa a las iniciativas institucionales gestadas en Europa Occidental y Norte América en general. Por lo que corresponde al caso europeo encontramos que fue el resultado de una mutación de los conocidos estudios de área que se consolidaron paulatinamente después de la II Guerra Mundial; en 2007 se puso en marcha en la Universidad de Warwick el Centro de Historia Global y Cultural originalmente encabezado por Maxine Berg; la Universidad de Oxford abrió su Centro de Historia Global en 2011, mientras que en este mismo año la Escuela Normal Superior de París fundó un programa de enseñanza e investigación interdisciplinario a cargo de Michel Espagne (AUSTIN, 2018, p. 21, 23, 29); por su parte la Universidad de Leipzig cuenta con una larga tradición en los estudios históricos transnacionales desde prácticamente finales del siglo XIX, que han evolucionado hasta conformar uno de los centros de estudios globales más influyentes a inicios del siglo XXI, con un éxito destacado no sólo en Alemania, sino en toda Europa, donde se incluye por supuesto una sobresaliente sección de historia global (MIDDELL; NAUMANN, 2008, p. 81-98).

Algunos especialistas señalan que en Norte América no se registró precisamente el nacimiento de la historia mundial como actividad académica profesionalizada, porque desde la década de los cincuenta en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se impulsaron los Cahiers d’histoire mondiale – con subtítulos en español: Cuadernos de Historia Mundial e, inglés: Journal of World History (BENTLEY, 2018, p. 137) –; que difundieron los estudios históricos de cualquier parte del mundo desde una perspectiva multilingüística. Pero fue en Norte América donde se combinó un fértil ambiente institucional que impulsó este tipo de enfoques, los cuales se venían gestando desde la década de los setentas lo que abrió paso a destacados historiadores como lo fue Williams H. McNeill, originario de Canadá, con amplia influencia en el ámbito académico estadounidense, a él se suman por ejemplo Alfred W. Crosby o Immanuel Wallerstein, por mencionar algunos. El contexto histórico del momento también impulsó el florecimiento de la historia mundial en los Estados Unidos, que experimentaba un creciente poderío económico-militar y la promoción de estrategias globales de seguridad. La conjunción de estas diversas iniciativas en los ochentas desembocaron en lo que se conoce como “el proyecto de historia mundial” (BENTLEY, 2018, p. 127); que también incluye a la historia global al no reconocer de manera tajante una división entre ellas desde la perspectiva impulsada en Norte América. Los dos objetivos fundamentales que ha perseguido el proyecto de historia mundial radican en (1) construir una alternativa a los análisis del pasado global con un toque eurocentrista e identificar otras formas de narrar la historia que superen el marco referencial del Estado-Nación; así como (2) generar y mantener a través del tiempo una estructura institucional centrada en la investigación, enseñanza y síntesis de la historia mundial que se refleje en programas académicos específicos, pero con un amplio impacto social. Para lograr tales objetivos se canalizaron importante recursos financieros y humanos, lo que con el tiempo le fue dando un peculiar perfil al quehacer de la historia mundial con un sesgo anglosajón. Incluso, algunos especialista hablan del nacimiento de la “Escuela de California”, conformada por un grupo de investigadores destacados (por ejemplo Kenneth Pomeranz, Roy Bin Wong, Andre Gunder Frank y Jack Goldstone) que han tenido la capacidad del moldear la principal agenda de investigación de la historia global, la cual, como hemos visto se ha concentrado en Europa y Asia fundamentalmente (BENTLEY, 2018, p. 138; VRIES, 2010).

En términos generales, esta configuración institucional, que le dan sentido al quehacer de la historia global, encuentra sus antecedentes y justificación en el impulso de un cierto universalismo, que puede entenderse desde dos perspectivas: una de ellas hace referencia a la totalidad, mientras que la otra, a la generalidad; es decir, aquello que es aplicable a un amplio número de situaciones (FABIAN, 1983, p. 3), pero no necesariamente se conciben como interconectadas entre ellas como lo pretende la práctica de la historia global. Por otra parte, de acuerdo con lo señalado por Wallerstein, desde una perspectiva contemporánea del universalismo, él distingue al menos tres modalidades o expresiones del mismo, a saber: la defensa de los derechos humanos, el impulso a procesos democratizadores y el funcionamiento del mercado (WALLERSTEIN, 2007, p. 11-12). Dichas modalidades, concebidas en conjunto, marcan los contornos de algunos valores inherentes a una civilización, o mejor dicho, a un tipo de universalismo apegado a la visión paneuropea. Cuando en una sociedad, la manifestación de estos elementos o valores no es lo suficientemente clara difícilmente se caracterizaría como universal, incluso puede ser concebida como un modo opuesto a la concepción de este tipo de universalismo al privilegiar sus particularismos (WALLERSTEIN, 2007, p. 68). Pero el universalismo tampoco representa necesariamente un conjunto único de valores, sino más bien, una diversidad de éstos que se manifiesta de forma variada tanto en el tiempo como en el espacio, por ejemplo, el sabio e historiador de origen árabe Ibn Khaldun consideraba en el siglo XIV que el Islam tenía una misión universal, especialmente en lo que concernía a la unificación religiosa (SACHSENMAIER, 2011, p. 14). De acuerdo con Edward W. Said, tanto las civilizaciones como las culturas se interconectan, confluyen en diversas tendencias que sirven para nutrirse y traslaparse las unas con las otras; no obstante a ello, se han canalizado importantes recursos para construir una imagen de Oriente, con diversas profundidades, como un Otro con respecto a la concepción occidental (SAID, 2002, p. 19, 49).

Fue a partir de la II Guerra Mundial que comenzó a manifestarse una arraigada tradición en el quehacer académico, asociada con las ciencias sociales en general, que ha dividido el planeta en áreas de estudio. En estas divisiones ha sido frecuente encontrar manifestaciones que responden a los intereses coloniales (ocupación físico-institucional de un territorio por una potencia), imperialistas (imposición de decisiones externas a un territorio por parte de un tercero) o de dominación (control exógeno sobre las decisiones que afectan endógenamente a una país u organización política) (HOBSBAWM, 1999). A partir de ello se construye, estudia y analiza un Otro, algo alterno a la esencia original. Se trata pues, no sólo de una postura netamente académica o de un planteamiento intelectual, como diría Said (2002, p. 53), sino más bien, se acompaña de una compleja combinación entre conocimiento y poder. Surge así la necesidad de crear el campo de estudio específico, el cual va adquiriendo coherencia y sentido conforme avanza el análisis de los diversos especialistas que tienden a concentrarse en torno a ello, entiéndase un área geográfico-cultural. Además, se crea una disciplina científicamente aceptada por una comunidad que la cultiva, la reproduce y la extiende. En esta construcción, que por lo regular se hace fuera de la misma área de estudio, han contribuido a través del tiempo viajeros, expediciones científicas, empresas, gobiernos, incursiones militares, relatos literarios o de aventuras, historiadores, cineastas, poetas (SAID, 2002, p. 81, 82, 85, 274), y recientemente, páginas de Internet, blogueros, publicaciones electrónicas, redes sociales, incluso, youtubers.

Es así que el especialista de área, o el dedicado a los estudios de áreas culturales, deviene un experto autorizado internacional e institucionalmente para emitir opiniones eruditas sobre un conjunto de situaciones socio-ambientales de la respectiva zona en cuestión (RIOJAS, 2017, p. 389, 392-398). Pero estos estudios de área paulatina y paralelamente generan un doble encapsulamiento difícil de romper, tal y como lo pretenden hacer quienes practican la historia global, es decir, el primer encapsulamiento puede ser en torno a esta área cultural, por ejemplo América Latina; un segundo encapsulamiento, con una especialización aún más refinada son los estudios nacionales (SACHSENMAIER, 2007, p. 41), por ejemplo aquellos vinculados con México, Brasil, Argentina o Chile por citar algunos casos. Pero indudablemente, la tendencia se dirige hacia una especialización más profunda sobre cada uno de los aspectos u objetos de estudio en ambos encapsulamientos con sus respectivo referente geográfico. Pero a veces, se ignora o es poco frecuente interconectar estos hechos con lo que sucede en un contexto global o en otras partes del planeta, dejando a un lado una de las principales herencias del pensamiento humboltiano: encontrar conexiones por todas partes (WULF, 2015, p. 5, 22). No obstante a ello, es importante reconocer que existen notables excepciones, tal como es el conjunto de estudios compilados por Carlos Marichal, Steven Topik y Zephyr Frank (2017), cuyos autores, en torno a la producción de bienes para la exportación en América Latina, realizan una serie de interconexiones con eventos de envergadura global a través del tiempo, sin descuidar los aspectos locales o nacionales. Obviamente, también se encuentran los textos ya citados de Beckert (2014) y Crosby (1977), la influencia que ha alcanzado este último libro, según Jeremy Adelman (2017), ha sido prácticamente de dimensiones bíblicas.

Por otra parte, de manera reciente e irónica, se ha señalado para aquellos practicantes de lo que conocemos hasta ahora como historia global, que existe otro tipo de encapsulamiento no vinculado necesariamente al espacio, sino más bien de orden lingüístico. Lo que ha devenido para Jeremy Adelman (2017) una invención angloesférica (anglospheric invention), más con la finalidad de integrar a Otros en una narrativa cosmopolita pero en sus propios términos, es decir, en su propio idioma. Dicha crítica, a la cual pudieran también añadirse los puntos señalados hasta el momento, desencadenó una acalorada reacción en algunos estudiosos (DRAYTON; MOTADEL, 2018), a tal grado de considerar que la historia global está siendo atacada. No obstante lo anterior, tampoco se niega el predominio lingüístico anglosajón, que en este caso, Richard Drayton y David Motadel (2018) tratan de contrarrestar al citar en su exposición textos originalmente escritos en francés, alemán o portugués. Pero no está de sobra subrayar que en la más reciente literatura sobre lo que conocemos como historia global es común encontrar posturas en este sentido, es decir, no sólo se habla de un euro-asiacentrismo sino más bien de un anglocentrismo (PÉREZ, 2014, p. 338; BECKERT; SACHSENMAIER, 2018, p. 2). Esta situación, obviamente es compatible con el predominio de influyentes narrativas con una franca visión anglocéntrica, lo que para Adelman se ha convertido en una nueva jerarquía lingüística con base en subrayar la conexión histórica más que la cohesión (ADELMAN, 2017), que no necesariamente coincide con otras interpretaciones históricas nacionales, e incluso continentales, por lo regular éstas últimas se adscriben a las áreas de estudio geográfico-culturales.

Algunas narrativas influyentes, a pesar de buscar trascender los encapsulamientos señalados, también muestran sus limitaciones de origen (CONRAD, 2012, p. 1026; 2016, p. 75), esto es especialmente evidente en una gran proporción de estudiosos angloparlantes que practican la historia global, situación que contribuye a profundizar la brecha en el panorama académico internacional entre los supuestos centros y periferias (SACHSENMAIER, 2007, p. 468; 2011, p. 241). Pero queremos insistir que no se trata sólo de una expresión concreta de carácter lingüístico, sino más bien en su esencia subyace la difusión de una forma específica de concebir el mundo vinculada con un pensamiento civilizatorio como uno de los elementos centrales del paradigma de la civilización, o en su defecto, también se inscribe en una iniciativa que señala Said (2002, p. 234) para el siglo XIX conocida como mission civilisatrice, la cual a su vez se asocia al fenómeno de la Ilustración en el más amplio sentido del término (CONRAD, 2016, p. 32, 175).

La sutil imposición de dicha perspectiva es, probablemente, la vertiente más poderosa y controvertida de la occidentalización, lo que conlleva a su vez una noción eurocentrista apoyada en el papel dominante que han jugado algunas partes de Europa, situación que pudieran concebirse como un modelo universal de desarrollo (entendido como un todo generalizable), pero paradójicamente se trata de un universalismo de tipo europeo tal como lo llama Wallerstein (2007, p. 16) en contraparte a un universalismo de tipo global. Del primer tipo de universalismo, en concordancia con una visión eurocentrista, se desprenden las manifestaciones de las estructuras del poder y la desigualdad, la certeza de un progreso por lo regular lineal e ilimitado, el predominio del conocimiento científico por encima de cualquier otro tipo de conocimiento, especialmente aquel de índole tradicional, y la aplicación tecnológica como la solución a casi todos nuestros problemas (WALLERSTEIN, 2007, p. 44, 59, 69). Sin embargo, a veces olvidamos que la historia de Europa se caracteriza por su diversidad (ANDERSON, 2012, p. 553), no por el impulso de una reciente y aparente homogeneidad a la sombra de lo que conocemos, o de lo que queda, como Unión Europea. Entonces, si retomamos las ideas de Said, surge un “nosotros”, es decir, los europeos que se contrapone con todos “aquellos”, a saber, los no europeos; dentro de esta dinámica se construyen leyes históricas (SAID, 2002, p. 27, 164), o en su defecto, periodos históricos que el resto del mundo acepta. En el caso particular de América Latina, este continente puede ser concebido como un apéndice de la “historia mundial de Europa” (HAUSBERGER, 2013, p. 87), lo cual se deriva de las relaciones de dominación, sin que exista una contrapeso como por ejemplo la historia mundial de América Latina, tal como aquella robusta Histoire Mondiale de la France, coordinada por Patrick Boucheron (2017). Esta situación es precisamente otro de los factores institucionales que influyen en el predominio de lo que hasta ahora conocemos como historia global. Consideramos entonces que no se trata de crear una alternativa al euro-asia-centrismo mediante un Latinoamérica-centrismo, sino más bien, construir una historia global más auténtica que interconecte diversos sentidos y expresiones lingüísticas a fin de mostrar la obsolescencia de estas meta-narrativas que tratan de imponerse en un ámbito global, y simultáneamente también superar algunas de las tradiciones epistemológicas que se abordan en la obra de Dominic Sachsenmaier (2011, p. 243), de las cuales ya hemos señalado algunas aquí con base en nuestra noción de factores.

Este conjunto de situaciones ha permeado también el quehacer de la historia global en América Latina. Desde esta perspectiva, creemos que no se trata de embarcarse en una disputa ideológica entre un universalismo europeo y otro universal, tal como los describe Immanuel Wallerstein (2007, p. 13, 102), ni tampoco aquel de índole totalizador y generalizable, sino más bien, consideramos que es factible construir otras perspectivas, cuyos objetivos radicarían en trascender estructuras del saber preestablecidas e influir en la reconstrucción de narrativas con un auténtico carácter global, distintas a las meta-narrativas más influyentes. Un ejemplo de estas estructuras de poder preestablecidas es el nebuloso concepto de Tercer Mundo, a partir del cual podemos extraer al menos dos connotaciones. La primera de ellas se asocia a las ideas originales de Alfred Sauvy, quien propuso en un articulo publicado en l’Observateur una división del planeta en tres mundos (SAUVY, 1952), en cuyo argumento subyacen las nociones de inferioridad, insuficiencia y atraso para los países que englobaba en este concepto. No pasaron muchos años para que surgiera una segunda connotación de Tercer Mundo, en un contexto global marcado por la Guerra Fría; precisamente en 1955 después de la Conferencia de Bandung, se configuró un movimiento político internacional en torno a esta noción, donde las concepciones de Frantz Fanon (1961) tomaron un peso relevante; lo anterior fue además una de las consecuencias de los procesos de descolonización en lo que también se conocería como Sur Global, donde las experiencias de Asia y África fueron notablemente dramáticas (SAID, 2002, p. 149, 427). Dicho movimiento, que marcó un periodo histórico de profundas transformaciones institucionales el cual se extendió por varias décadas (WALLERSTEIN, 2007, p. 27, 29), también ha sido conocido en términos generales como Tiersmondisme, como otra opción política en un mundo bipolar (KALTER, 2017, p. 135). En ninguna de las dos acepciones mencionadas se trata obviamente de un conjunto homogéneo de países, tampoco los rasgos de estas sociedades son exclusivos de ellas, es decir, en la actualidad difícilmente el concepto de Tercer Mundo divide el Norte y el Sur Globales de manera tajante, porque muchas de las manifestaciones de lo que se conoce como Tercer Mundo también se evidencian en el supuesto Primer Mundo, es decir, son fenómenos inherentes al devenir del ser humano que desafían toda construcción geográfico-intelectual. No obstante a ello, el concepto de Tercer Mundo se sigue utilizando de forma cómoda y preestablecida, con escaso criticismo para georreferenciar al subdesarrollo, pero al estudiar la historia de este concepto de inmediato brota una trayectoria sumamente compleja al respecto.

Por lo tanto, tampoco sugerimos ver a América Latina desde una perspectiva aislada, encapsulada espacial o lingüísticamente, sino más bien, interconectada con diversos proceso de índole global a través del tiempo y del espacio que le den sentido a este reposicionamiento e impulsar una visión propia pero inmersa en estas complejas redes de conocimiento, donde prevalece todo tipo de intercambios con otras partes del mundo, algunos de los cuales han sido influidos por múltiples contextos históricos tal como lo señala Edward W. Said para el Oriente (SAID, 2002, p. 393), que dicho sea de paso, no son exclusivos de éste. En el límite el concepto de Tercer Mundo sirve más de conexión que de separación geográfico-intelectual.

Otro elemento clave que contribuye a este reposicionamiento de América Latina en las narrativas de historia global es su carácter hibrido, y por ende diverso, donde la posición (la positionality de Conrad [2016, p. 171]) y la situación concreta de los variados historiadores han sido parte aguas determinantes para este resto del mundo, que está lejos de presentarse como un espacio pasivo ante las múltiples interpretaciones del devenir histórico que se pretenden como globales. Tal como sucede en otras partes del planeta, la cultura latinoamericana se ha construido a través del tiempo con base en una compleja imbricación de otras culturas y civilizaciones varias, que se han traslapado e interrelacionado a tal grado de generar una dinámica interdependencia entre ellas. El mestizaje en América Latina tiene una larga historia, el cual anticipó conceptos tales como hibridación o transculturación (HAUSBERGER, 2013, p. 93; SACHSENMAIER, 2007, p. 485). Algunas evidencias de esta compleja imbricación se desprenden de las conexiones globales entre los seres humanos y las enfermedades (por ejemplo la sífilis), de la transformación de la oferta alimenticia a nivel planetario una vez que los intercambios entre en el Nuevo Mundo y el Viejo Mundo se estabilizaron, situaciones que le hacen suponer al Alfred W. Crosby que esto se vincula directamente con el crecimiento de la población en todos los continentes (CROSBY, 1977), donde América Latina jugó un papel clave. Esta perspectiva nos invita a reflexionar sobre una historia global que ponga en juego diversas escalas y configuraciones espaciales, a su vez, se interconecte con otras ciencias, tanto sociales como naturales, lo que abriría diversos escenarios analíticos (SACHSENMAIER, 2007, p. 486, 487, 489), pensar la historia global desde una concepción unilateral o encapsulada en un espacio geográfico o lingüístico nos llevaría a un callejón sin salida (PÉREZ, 2014, p. 346, 348). En este sentido repensar la historia global desde la óptica de América Latina nos estimula a explorar una variedad de posibilidades interpretativas.

Otro factor más que ejerce una notable influencia institucional lo encontramos en las explicaciones que le dan sentido a cierta periodización histórica. Algunos periodos toman mayor importancia en función de los hechos narrados y centrados desde una peculiar visión global que impacta directa e indirectamente al resto del mundo. Un ejemplo revelador de ello es la tradicional construcción histórica de lo que conocemos como la Revolución Industrial, donde Inglaterra en particular y Europa Occidental en general toman un papel protagónico, a expensas de otros procesos similares que se desenvolvían en otras áreas dentro y fuera de Europa con sus dinámicas y problemas inherentes a sus diversos entornos (RIOJAS, 2016), pero que se interconectaron como parte de la incesante acumulación de capital con alcances globales (WALLERSTEIN, 2007, p. 71). Consideramos, entonces, que este último factor institucional tiene una relevancia particular, porque mediante la periodización se complementa la construcción de un imaginario susceptible de permear diversas interpretaciones históricas. Por lo tanto, creemos que detenerse en este factor institucional con la finalidad de profundizar y ampliar dicho enfoque es clave para una mejor comprensión de este fenómeno.

Un análisis más detallado de este último elemento nos resulta por demás pertinente porque en algunos periodos históricos es factible reposicionar el papel de América Latina como un actor estelar, más no único, en la trama de la historia global, como un componente esencial en el impulso de un diálogo entre estudiosos del tema en diferentes partes del mundo (SACHSENMAIER, 2011, p. 11). Lo anterior puede decirse de otra forma o plantearse desde una pregunta, a saber: ¿Qué temas se abordan y cómo se distribuyen estos estudios a través de los periodos históricos que eventualmente nos ayudarían a vislumbrar los potenciales tópicos donde América Latina contribuiría de manera significativa en la reinterpretación o reconstrucción de una historia con un auténtico carácter global, es decir, una nueva historia global?

Una vez reconocida esta problemática retomemos el trabajo de Mathew Brown (2015). Dicho autor nos sugiere y enumera cinco periodos de estudio donde se abre la oportunidad de construir una serie de interconexiones históricas entre América Latina y una perspectiva global, a saber: la Conquista que gira en torno a 1500; la influencia del mundo atlántico, especialmente las economías esclavistas y el comercio global, que abarcaría la segunda mitad del siglo XVI y parte del siglo XVII; el periodo colonial tardío, donde se inscriben las crisis institucionales de Iberoamérica y las independencias de sus respectivos territorios colonizados durante los siglos XVIII y XIX; la Revolución Industrial, circa 1830-1870; y el capitalismo liberal considerado a partir de 1870 que trasciende la Primera Guerra Mundial hasta 1920 (BROWN, 2015, p. 377, 379).

Una clasificación de los artículos que abordan como tema principal a América Latina con base en la periodización antes mencionada, derivada de nuestra exploración del JWH como del JGH, le da un sentido parcial a la propuesta de Brown. Concebimos lo anterior como parcial, porque también este autor deja de lado otros periodos o eventos clave donde la contribución de América Latina en la historia global es esencial, no obstante los pocos textos que han aparecido al respecto en ambas revistas científicas líderes a nivel mundial. Los periodos o eventos detectados por nosotros serían los siguientes: Segunda Guerra Mundial y el impulso a un imaginario tercermundista; la descolonización y el auge de las economías estatales, donde se inscribe la influencia de la Teoría de la Dependencia; los conflictos de la Guerra Fría y, por último, las diversas estrategias de neoliberalización. La exploración de cada uno de los primeros cinco periodos mencionados mediante las contribuciones que se han hecho sobre América Latina, sería un paso importante en nuestra argumentación, pero dejaremos pendiente este tema para otra contribución, lo cual esperamos que aporte valiosos elementos de reinterpretación de la historia global, y al mismo tiempo, evidenciaría un sinnúmero de temáticas específicas que aún esperan sus respectivos historiadores. Lo anterior se complementaría abordando los cuatro periodos o conjunto de eventos señalados por nosotros con una metodología similar.

Consideraciones finales

Un elemento central de nuestra argumentación es concebir a la historia global como un enfoque metodológico susceptible de contribuir al análisis histórico de América Latina en una amplia interconexión de hechos a través del tiempo y espacio. Simultáneamente, el análisis de estos hechos desde América Latina enriquecerá la historia global como enfoque metodológico. Sin embargo, la aparición de este continente en las narrativas más influyentes asociadas a la historia global se ha caracterizado por su intermitencia, lo que de alguna manera fortalece la premisa de la periferización de América Latina propuesta aquí. No obstante a ello, existen también importantes narrativas históricas con una perspectiva global donde América Latina juega un papel clave, por ejemplo, en el intercambio de especies entre el Nuevo y Viejo Mundos (PODGORNY, 2018), a lo que se añadiría su participación en una retroalimentación del conocimiento a nivel global, pero que ha implicado también una imposición de cierto tipo de imaginarios en un contexto territorial específico, tal como ha sucedido no sólo en América Latina, sino también en África o Asia, como una evidencia del funcionamiento de un sistema de dominación global.

En el seno de este fenómeno subyacen algunos factores institucionales que nos ayudan a entender la reproducción del mismo. Entre ellos destacan, por ejemplo, la forma que adquiere el quehacer histórico, el cual se ha dividido por áreas culturales de estudio con un fuerte arraigo en las historias nacionales, lo que derivó en la creación de centros de estudio especializados en países hegemónicos a través de sus universidades con una influencia a nivel planetario, es decir, se cultiva una nueva forma de concebir el mundo, apoyados en un universalismo tanto totalizador como generalizado y hegemónico. A partir de la II Guerra Mundial, fue común en las labores académica dividir el mundo en áreas de estudio, pero a finales del siglo XX la tendencia se dirigió, más bien, a concentrar estos enfoques en torno a una visión anglosajona del planeta y la construcción de un Otro de carácter multidisciplinario, sin que desaparecieran por completo los intereses colonialistas, imperialistas o de dominación en varios ámbitos de la vida científica (por ejemplo LEWIS, 2016), lo que abrió la posibilidad al surgimiento de un especialista global, por más paradójico que esto pueda sonar. Si bien es cierto que uno de los acometidos de la historia global ha sido romper con el encapsulamiento de índole espacial, no menos cierto es que paulatinamente se ha caído en otro tipo de encapsulamiento, a saber: uno de corte lingüístico, con una robusta visión anglosajona del resto del mundo y del mundo en sí.

Pero este fenómeno nos brinda una oportunidad metodológica tendiente a repensar o reconstruir este tipo de historia global. Nuestra tarea radicaría, entonces, en interconectar de manera más estrecha a América Latina con una serie de narrativas globales, tal como lo han hecho los ejemplos vistos aquí. El objetivo de redibujar un nuevo panorama global luce ambicioso, prometedor y fascinante. Lo anterior implica trascender estructuras preestablecidas del conocimiento. El carácter inherentemente híbrido de América Latina tiene el potencial de abrir la puerta a la hibridación metodológica, entendida ésta como la combinación de una serie de formas de estudiar la historia que generen, por ejemplo, novedosas perspectivas más allá de los encapsulamientos lingüísticos y espaciales, la atención a escalas analíticas varias y, a su vez, que nos impulsen a reflexionar sobre los periodos históricos tradicionales y las configuraciones institucionales derivadas de ellos. Es decir, aún quedan muchas cosas por hacer desde una nueva perspectiva de historia global que ilumine permanentemente a América Latina.

Agradecimientos

Quisiera agradecer a Francisco Enríquez Carrillo, quien amablemente me auxilió en diversas etapas del proyecto a recabar la información necesaria para la construcción de la base de datos que respalda esta investigación.

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Notas

1 En un ejercicio previo (RIOJAS LÓPEZ, 2018) se hizo una medición del número de artículos que se publicaron en los JWH y JGH cuyo tema principal de estudio comprendía a América Latina. En la base de datos original se cubrieron los años de 1990 a 2016 para la primera publicación, mientras que para la segunda fueron de 2006 a 2016. La actualización que ahora presentamos comprende la extensión del periodo analizado de 1990 al primer número de 2018 para el JWH, y de 2006 al segundo número de 2018 para el JGH; asimismo, incluimos algunas informaciones pertinentes sobre el devenir institucional de estas publicaciones que nos explican en gran medida su lógica editorial. De acuerdo con lo explicado, en nuestra base de datos actualizada se contabilizaron para la primera revista 32 artículos, mientras que para la segunda se sumaron 33, de tal forma que esto hace un total de 65 trabajos analizados.
2 El número entre paréntesis corresponde a la cifra absoluta de artículos publicados. La metodología de contabilización puede consultarse en Riojas (2018), notas número 1 y 2.
3 Nuestra base de datos para los primeros 17 volúmenes contempla 192 artículos, en nuestro criterio de clasificación descartamos algunas presentaciones de números temáticos que eran breves, quizá aquí radica el diferencial de los tres artículos. Independientemente de ello, no se modifica en nada nuestros objetivos y los de Bentley, que coinciden en sus aspectos generales.
4 Patrick O’Brien (2006) en su contribución, que impulsó el lanzamiento del JGH, hace un recorrido por las tradiciones historiográficas vinculadas con un pasado global; en un apartado especial, menciona a Europa y Occidente en general, en otro nos expone las tradiciones historiográficas de África, el Sur de Asia, China, Japón, además de citar algunos autores musulmanes. En todo este erudito camino sobresale por su ausencia el abordaje de las tradiciones historiográficas de América Latina, lo que en un principio puede generar la duda si éste continente se integra a las tradiciones occidentales, lo cual obviaría el autor, o en su defecto, nos preguntamos a qué tradiciones se inscribiría América Latina desde esta singular óptica. Pero, reciente y afortunadamente, se han publicado destacados trabajos que retoman las particularidades de la historiografía latinoamericana vinculada con la historia global; en dichos trabajos se ponen en relieve los estudios sobre el esclavismo en El Caribe, las herencias de la escuela de los Annales en su primera y segunda generación, así como, las aportaciones de la Teoría de la Dependencia; aunque esto se ha hecho desde una perspectiva de estudios de área (MARQUESE; PIMENTA, 2018). De igual forma, Jerry H. Bentley (2018, p. 131), en un texto póstumo, mantiene algunas coincidencias con lo mencionado porque se refiere también a la influencia de Karl Marx, Fernand Braudel y la escuela de la Dependencia en las tradiciones historiográficas en América Latina. Ambos trabajos adquieren relevancia para nosotros porque cubren el vacío dejado por O’Brien (2006); además nos sirven como un incentivo académico para profundizar la investigación en el marco de estas tradiciones historiográficas de América Latina y vincularlas con los estudios de historia global. Por el momento, resulta pertinente mencionar que ya existen algunos avances en este sentido para el caso de Brasil, que es contextualizado en una perspectiva latinoamericana (SANTOS; NICODEMO; PEREIRA, 2017).

Información adicional

ORIGEN DEL ARTÍCULO: Este trabajo forma parte de una investigación más amplia cuyo título es "La ascensión del neoliberalismo en América Latina y Europa Central: una Historia Global".

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