Reseñas
Nuevo mapa de actores en Bolivia: Crisis, polarización e incertidumbre (2019-2020). Libro de Souverein y Exeni
Nuevo mapa de actores en Bolivia: Crisis, polarización e incertidumbre (2019-2020). Libro de Souverein y Exeni
Estudios sociológicos, vol. XLII, e2568, 2024
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Sociológicos
| Souverein Jan, Exeni José Luis. Nuevo mapa de actores en Bolivia: Crisis, polarización e incertidumbre (2019-2020). 2020. La Paz. Friedrich Ebert Stiftung. 352pp. |
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Received: 21 November 2023
Published: 19 March 2024
Resumen: Este trabajo presenta una reseña crítica del libro Nuevo mapa de actores en Bolivia: Crisis, polarización e incertidumbre (2019-2020), coordinado por Jan Souverein y José Luis Exeni. Luego de exponer las ideas-fuerza de los artículos que lo componen, nuestra lectura identifica una tendencia en los mismos a reiterar discursos dominantes en el ámbito del sentido común, lo que lo atribuimos a problemas de orden epistemológico relacionados con la falta de teorización y la definición de una estrategia metodológica, aunque en el orden concreto de los acontecimientos el libro constituiría un documento de mucho valor.
Palabras clave: Bolivia, crisis, nuevo mapa de actores, problemas epistemológicos.
Abstract: This work presents a critical review of the book New map of actors in Bolivia: Crisis, polarization and uncertainty (2019-2020), coordinated by Jan Souverein and José Luis Exeni. After exposing the strong ideas of the articles that compose it, our reading identifies a tendency in them to reiterate dominant discourses in the field of common sense that we attribute to epistemological problems related to the lack of theorization and the definition of a methodological strategy, although in the specific order of events the book would constitute a document of great value.
Keywords: Bolivia, crisis, new map of actors, epistemological problems.

En la perspectiva de René Zavaleta, una crisis de dimensiones sociopolíticas que amenaza con provocar el hundimiento de la super-estructura constituye, para la clase obrera, un método de (auto)conocimiento (Zavaleta, 1988). De ello es posible inferir que si en ese momento histórico la clase obrera se encuentra desestructurada, dicha tarea de intelección tendería a estancarse en sus espacios tradicionales de producción, los cuales, de acuerdo con la idea de la ciudad letrada, se ubicarían entre las clases medias. Sin embargo, dado que esas clases no conformarían estructuras homogéneas, el pensamiento producido por su intelligentsia sería condicionado por una tensión derivada de sus condiciones materiales de vida y sus condiciones subjetivas, razón por la cual su ejercicio de intelección tendería a reafirmar la incertidumbre propia de un estado de crisis debido a la polarización de fuerzas.
Algo semejante ocurrió en la crisis que sobrevino a la celebración de las elecciones del 20 de octubre de 2019, en Bolivia, en cuyo decurso la caída de Evo Morales constituyó tan sólo un medio para que aquellos grupos que habían sido reducidos a minorías con el ascenso del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) al poder, buscaran revertir esa condición. Y ello como consecuencia, además, del derrocamiento del orden político que esas minorías habían llegado a sufrir, en el ciclo conflictivo 20002005, el cual supuso la refracción de las fracturas estructurales del país al estar enmarcado en la tesis de las dos bolivias (una india y otra blanca).
Sin embargo, así como esa tesis había determinado el ascenso de Morales, del mismo modo definiría su caída, pues al buscar su continuidad en el poder, a pesar de que los resultados de un referéndum celebrado en 2016 le negaran tal posibilidad, aquellas minorías activaron la protesta fuera del campo político donde inicialmente procedieron a instalar el imaginario del fraude electoral que Morales denunció como un intento de golpe de Estado. Posteriormente, y una vez que éste fue habilitado para contender en los comicios de 2019, valiéndose de recursos legales extra-constitucionales, los movilizados resolvieron declararse en rebeldía y desobediencia civil en caso de que Morales resultase ganador, lo cual fue denunciado una vez más como un intento golpista.
Empero, los eventos relacionados con esos hechos no ocurrieron con tal claridad sino de forma absolutamente contingente, tanto que con la renuncia de Morales la teoría parecía rebasada al urdirse en torno a las ideas del fraude electoral y el golpe de Estado, dos narrativas que pretenden y pretendían la verdad de lo acontecido. Fue precisamente en ese sentido que los intelectuales desempeñaron y desempeñan un rol fundamental, pero en la lógica antes inferida a partir de Zavaleta, puesto que tales narrativas antinómicas fueron producidas no a partir de desacuerdos teóricos o epistemológicos sino de la tirantez política que como reflejo de las grietas sociales también tendió a polarizar el campo intelectual.
La obra coordinada por Jan Souverein y José Luis Exeni intitulada Nuevo mapa de actores en Bolivia: Crisis, polarización e incertidumbre (20192020), publicada en 2020, constituye un ejemplo de lo dicho, ya que si bien en su intento por alentar el debate público se propone ir más allá de la polarización política y discursiva, escudriñando el elemento más importante de la crisis, a saber: los actores estratégicos que llegaron a detonarla, los trabajos que la integran tienden a recaer en esa divergencia.
No obstante, la Fundación Friedrich Ebert Stiftung, responsable de su publicación, y una institución de enorme influencia en el campo intelectual boliviano, cuyo trabajo se encuentra plasmado en una serie de publicaciones disponibles en su portal digital, entre ellas la obra que aquí se reseña, reunió a un “selecto grupo de estudiosos de la política boliviana” para que desde sus diversas disciplinas contribuyeran a definir el nuevo mapa de actores, considerando el periodo álgido de la crisis (último trimestre del 2019) y su etapa subsecuente que durante toda la gestión 2020 tendió a agravarse con la instauración de un gobierno transitorio y la propagación del covid-19, puesto que como forma de combatirla éste impuso duras medidas restrictivas por medio de las cuales se propuso, además, desmovilizar a sus detractores que cuestionaban su falta de legalidad y legitimidad.
Por eso, pensar en un nuevo mapa de actores, a decir de los propios coordinadores del libro, constituía todo un desafío, en la medida en que su comportamiento no fue uniforme ni armónico; sin embargo, dado que su papel fue importante, un esfuerzo por identificarlos podía permitir entender el sentido de la crisis y el curso que ella podía seguir, por lo que sin pretender exhaustividad el libro sugiere que ese nuevo mapa de actores estuvo conformado por la oposición política, la oposición social, las élites económicas, los medios de comunicación, las instituciones del orden, organismos internacionales, la Iglesia y las redes sociales. En ese orden, y a partir de un índice integrado por nueve capítulos, sus autores analizan el posicionamiento, la narrativa y el desempeño de tales actores conforme al propósito del texto.
El primer capítulo: El MAS-IPSP ante un nuevo contexto político: De “partido de gobierno” a “instrumento político” de las organizaciones populares, de Fernando Mayorga, un acucioso estudioso del gobierno de Morales en sus prácticamente 14 años en el poder, analiza precisamente la forma en la cual el MAS-IPSP tuvo que hacer frente a su inesperada derrota producto del golpe de Estado, y el modo en el cual tuvo que sortear un modelo decisional centrado en la figura de Morales, habida cuenta de su forzada salida del país. Para Mayorga, ese hecho habría representado para el partido una oportunidad de retorno a sus orígenes en tanto instrumento político de las organizaciones populares, las cuales, no obstante haber gozado siempre de autonomía relativa, vieron ampliado su campo de acción por la ausencia del líder y la necesidad de recomposición de su estructura partidaria. En tal sentido, dichas organizaciones habrían desempeñado además un rol clave en el restablecimiento del juego democrático, puesto que en función de su capacidad de movilización lograron finiquitar la fecha de nuevas elecciones frente a un gobierno transitorio que además de estigmatizarlos y criminalizarlos, buscó mantenerse en el poder.
El segundo capítulo: La crisis del sistema de representación política: Los partidos opositores al MAS en el interregno post y preelectoral (20192020), de María Teresa Zegada, analiza a los actores político-partidarios del polo opuesto. La autora plantea que el surgimiento de nuevos actores fuera del campo político, principalmente de aquellos que en el contexto del referéndum de 2016 irrumpieron bajo el nombre de Plataformas Ciudadanas, constituyó un síntoma de su crisis de representación y de su incapacidad para hacer frente a un régimen que, al incurrir en una serie de prácticas fraudulentas, fue mostrando un talante autoritario del que fue corolario el fraude electoral. Por ende, con la celebración de nuevas elecciones y el surgimiento de nuevas alternativas partidarias al calor de la crisis, devendría un reacomodo de las fuerzas políticas y la modificación del sistema de partidos.
El tercer capítulo de Yuri Torrez: Oposición no partidaria al MAS-IPSP: Antes, durante y después de la crisis de octubre-noviembre, analiza ya de forma precisa, a los actores de la oposición social que interpelaron al régimen con un discurso de defensa de la democracia. Además, Torrez identifica a esos actores a partir de sus nichos organizacionales, según los cuales refiere como agentes de la crisis a los comités cívicos de Potosí y Santa Cruz; los entes civiles: Consejo Nacional Democrático y Asamblea Permanente de Derechos Humanos; las ONG Caritas y Jubileo; los gremios de productores de coca y los médicos; los grupos de choque: Unión Juvenil Cruceñista y Resistencia Juvenil Cochala, así como las Plataformas Ciudadanas. En su larga exposición, Torrez describe los puntos de quiebre de esos actores ante el gobierno de Morales y las acciones que emprendieron hasta dar lugar al golpe de Estado.
Concluido ese capítulo, en los restantes se aborda a los actores que desde una dimensión más institucional contribuyeron de igual modo al cataclismo. Así, el cuarto capítulo: Las élites económicas en la Bolivia contemporánea, de Jonas Wolff, otro especialista del tema, analiza el comportamiento de las organizaciones empresariales que no resulta entendible sin tomar en cuenta la relación instrumental que habían logrado establecer con el gobierno de Morales, a raíz de la continuidad del patrón primario-exportador y el crecimiento sostenido de la economía que permitió la salvaguarda de sus intereses. Por esa razón, el comportamiento del empresariado habría sido parcialmente autónomo en la crisis, aunque en el discurrir de la misma sus organizaciones habrían madurado una posición antimasista, en la medida en que sus intereses se veían asegurados por aquellas minorías que una vez en el poder modificaron la otrora relación al mostrarse proclives al corporativismo y al incorporar a sus miembros en el gobierno.
En el quinto capítulo: La transformación restauradora del campo mediático: El alineamiento de los medios de comunicación con el bloque de poder postevista en noviembre de 2019, Fernando Molina y Susana Bejarano analizan a ese otro actor que en la etapa de crisis operó como dispositivo de enmarcamiento de la opinión pública: los medios de comunicación. Para los autores, la razón de ese proceder habría sido producto de las acciones que el gobierno de Morales emprendió en el campo mediático, pues afectaron los intereses de los propietarios de los grandes medios de comunicación. Además, excepcionalmente, este ensayo analiza la participación de esos medios en la aventura golpista en el marco de la tesis de las dos bolivias, ya que no solamente se habrían dado a la tarea de manipular la información a favor de una élite blanco-mestiza sino también de nutrir una actitud antimasista con fuerte connotación racista, sobre todo tras la instauración del gobierno transitorio que en las grandes empresas mediáticas encontró disposición para impulsar un proceso de restauración.
El sexto capítulo, de Gabriela Reyes: Motín policial de 2019: Tensiones irresueltas y reconfiguración político-institucional en Bolivia, analiza las causas que llevaron a la Policía a la insubordinación, un acto que constituyó el prolegómeno de la caída de Morales. Según la autora, la razón consistió en el tipo de relación que éste había llegado a establecer con las fuerzas del orden, cuyo carácter fue totalmente inequitativo al mostraste siempre displicente con la Policía y espléndido con los militares. Irónicamente, sin embargo, ambos fueron igualmente determinantes en el golpe de Estado, puesto que tras el motín policial la cúpula de las fuerzas armadas se negó a cumplir sus tareas represivas y sugirió más bien la renuncia de Morales; ello en medio de un estado de animosidad que llegó a distorsionar el sentido de ese acto, aunque sería el propio Luis Fernando Camacho, entonces presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, y principal artífice del derrocamiento de Morales, quien revelaría más tarde que aquella “gesta democrática” fue producto de un arreglo con policías y militares.
El séptimo capítulo: incidencia de actores y factores externos en Bolivia: Recomposición geopolítica regional en el escenario postelectoral, de Gustavo Fernández, se sostiene en un desacuerdo con aquel discurso que al esgrimir razones geopolíticas en la caída de Morales adquirió fuerza fuera del país, ya que, según el autor, en manos del MAS-IPSP el país había experimentado una etapa de desarrollo y crecimiento económico en condiciones de relativa autonomía. Por ello, atribuir esa caída a un interés de las potencias mundiales en nuevos recursos estratégicos, como el litio, que fue el argumento de la tesis geopolítica, representa para Fernández una exageración, así como la idea misma del golpe de Estado que la Organización de Estados Americanos se habría encargado de rebatir, al comprobar, loablemente, la consumación de un fraude. Con todo, el autor no ahonda en esas apreciaciones y su análisis se centra más bien en una prospectiva internacional que considera la nueva etapa política del país.
En el octavo capítulo: ¿Política laica o plurirreligiosa? Actores confesionales y partidos en la política boliviana contemporánea, Eduardo Paz se pregunta: ¿por qué en un país como Bolivia los conflictos religiosos nunca detonaron una crisis comparable a la de otros países de la región? La respuesta estribaría en su carácter pluricultural que confesionalmente se expresaría en una “plurirreligiosidad” que explicaría, además, por qué ciertos líderes religiosos se convirtieron en protagonistas de la “restauración conservadora”. Como antecedentes, Paz recuerda la tendencia de Morales a oficializar la práctica de rituales andinos y la aprobación, a pocos meses de la celebración de las elecciones, de una Ley de Culto que ciertos líderes religiosos rechazaron al considerar afectados sus intereses materiales y confesionales. Precisamente, además de un pastor evangélico, en el momento álgido de la crisis la jerarquía de la Iglesia católica asumió protagonismo al facilitar la instauración del gobierno transitorio en connivencia con las fuerzas conservadoras, en tanto que Camacho orientaba su actuar hacia su deseo de lograr el retorno de dios a Palacio.
Finalmente, Eliana Quiroz y Wilmer Machaca analizan La reconfiguración del espacio político en Internet durante la crisis política de finales de 2019. Los autores aseguran que el espacio virtual configuró un nuevo campo de lucha en el cual el MAS-IPSP experimentó, sin embargo, muy tempranas derrotas, debido al torpedeo sistemático por parte de las oposiciones que además de desvelar su corrupción, denunciaron su deriva autoritaria no únicamente mediante la difusión de información clasificada sino también de noticias falsas y expresiones racistas por medio de las cuales lograron estigmatizar a su adversario. De hecho, frente a la imposibilidad del gobierno de Morales de controlar ese espacio, a diferencia del espacio de los mass media, la oposición desplegó sus acciones por medio del ciberactivismo llegando a constituirse en punta de lanza de su caída y en factor legitimador del gobierno transitorio, pues tras el golpe las redes procedieron a incriminar y deshumanizar a “los masistas”.
Así pues, los capítulos del libro contribuyen a definir el nuevo mapa de actores que gravitaron en la crisis de 2019 en Bolivia, pero al asumir una postura a favor del golpe de Estado o el fraude electoral, tienden a reproducir la polarización que no solamente adquirió un carácter político y discursivo sino también social, al reflejar los clivajes estructurales de una sociedad dividida también en términos etno-clasistas. En ese sentido, el libro sólo parece intelectualizar un dilema que al no pretender resolverlo contribuye a su prolongación, así como la incertidumbre resultante de la crisis.
Llegados a ese punto, cabe preguntarse: ¿por qué ese resultado? En nuestra lectura, ello sería consecuencia de la ausencia de dos elementos de naturaleza epistemológica que limitarían el alcance del trabajo, ya que si bien el mismo busca alentar el debate público al pensar la crisis más allá de la polarización y sobre todo debido al predominio de aquellas narrativas en el ámbito de la doxa, los ensayos recaen sin más en ellas, debido a la ausencia de una discusión teórica y la falta de una estrategia metodológica.
Así, teóricamente todos los trabajos adoptan el estilo ensayístico que en la producción del saber local constituye toda una tradición; sin embargo, a la par del análisis descriptivo, periodístico e incluso especulativo, la característica peculiar de ese estilo consiste en su “reticencia” a la teorización de los fenómenos sociales. Tal es el carácter a-teórico de los ensayos que todos prescinden de un aparato conceptual que limita el entendimiento riguroso de aquellos términos que determinan las tomas de postura. De hecho, un esfuerzo de teorización habría permitido si no el cuestionamiento, al menos la suspensión de las narrativas antinómicas del golpe de Estado y el fraude electoral, ya que el avance cognoscitivo depende de un común acuerdo intelectual respecto a definiciones teóricas básicas. A falta de ello, los ensayos reproducen discursos dominantes que en el ámbito de la doxa se hacen de creyentes y herejes.
Metodológicamente, todos los ensayos, y el libro en su conjunto, carecen de precisión. Si bien eso puede atribuirse al mismo estilo ensayístico que tiende a ofrecer un amplio margen para la expresión de valoraciones personales, éste se ve ampliado por la postura que asumen sus autores respecto a las narrativas antinómicas. La falta de diseño metodológico limita además la definición de estrategias de ruptura epistemológica respecto al sentido común, y la definición de herramientas de vigilancia que resultan más necesarias cuando, como en el caso de todos los ensayos, se recurre de manera sistemática a una fuente de información como los periódicos. De hecho, esta recurrencia sugiere una especie de contrasentido al haber fungido tales medios como caja de resonancia de las narrativas antinómicas, por lo que la falta de control de esa fuente posibilita la reproducción de los discursos dominantes.
No obstante, si sólo considerásemos el momento histórico que vivió el país como una crisis causada por la acumulación de tensiones, y su desenlace como el intento de restablecer el equilibro en la correlación de fuerzas, los ensayos constituyen aportes de mucho valor en sí mismos. Es más, al considerar el contexto en el cual apareció el libro, su contenido resulta no solamente original sino también altamente pertinente dada la necesidad de certezas en una coyuntura incierta que otros autores trataron de dilucidar asumiendo la defensa o la denuncia de un bloque de poder, sin esa tendencia academicista que pretenden asumir los ensayos del libro que reseñamos.
Precisamente, frente a la fuerza que había tomado la polarización, que no cesa hasta el día de hoy, el texto tiene la virtud de haber intentado eludirla mediante la reflexión de un aspecto concreto que no es preocupación de ningún otro trabajo. Por eso, más allá de que éste reúna a intelectuales de clase media que con sus conflictos objetivos y subjetivos tienden a extender la polarización, el texto puede ser valorado también si se considera la compleja trama de aquel momento histórico en el cual las fracturas estructurales volvieron a refractarse con funestas consecuencias.
Referencias
Zavaleta, René (1988). Clases sociales y conocimiento. La Paz: Los Amigos del Libro.
Author notes
Carlos Ernesto Ichuta Nina es profesor ordinario en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Es doctor en ciencias políticas y sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus principales áreas de investigación comprenden procesos democráticos, cultura política, movimientos sociales, problemática sociopolítica boliviana. Sus obras más recientes son:
1. Ichuta Nina, Carlos Ernesto (2022). Analizando las demandas de los votantes. Una propuesta aproximativa a partir del votante mexicano. Revista Mexicana de Estudios Electorales, 6(27).
2. Ichuta Nina, Carlos Ernesto (2020). La integración de métodos y la aplicación del análisis de correspondencias al estudio de las culturas políticas. Sociológica, 35(101).