Notas de investigación
Acercamiento etnográfico-sociológico a las entrevistas de élite1
Ethnographic-sociological approach to elite interviews
Acercamiento etnográfico-sociológico a las entrevistas de élite1
Estudios sociológicos, vol. XLII, e2583, 2024
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Sociológicos
Received: 22 December 2023
Accepted: 26 January 2024
Published: 01 July 2024
Funding
Funding source: Fondecyt
Contract number: 11220155
Funding statement: Fondecyt 11220155
Resumen: Se presenta la experiencia de acceder a entrevistas con individuos de la élite política y eco nómica chilena para una investigación. En el marco del trabajo se justifica la importancia de escrutar a las élites, para luego desarrollar, extensamente y en términos etnográficos, los hechos y situaciones que permitieron el diálogo. A partir de esta práctica y de la literatura sobre el tema, se reflexiona sobre el acceso a este tipo de entrevistados y los aspectos que se deben considerar en el encuentro. Se pro pone, asimismo, un enfoque ético diferente que sea de utilidad para quienes se adentren en este tipo de estudios, elusivos por definición.
Palabras clave: Élites, entrevistas, etnografía, ética, rapport.
Abstract: This work presents the experience of accessing elite interviews for research with individ uals belonging to the political and economic elite of Chile. It begins by framing the work and justifying the importance of investigating the elites, and then developing, extensively and in ethnographic lan guage, the facts and situations that allowed access to the interviews. Finally, based on this experience and the literature, some reflections are presented on access to this type of interviewees and the aspects to consider during elite interviews, as well as a proposal for a different ethical approach. The above, with a view to being a useful work for any one who get into this type of research, elusive par excellence.
Keywords: Elites, interviews, ethnography, ethics, rapport.
Antecedentes
Ha corrido mucha tinta en el último tiempo sobre el acceso a las entrevistas de élite (Moreno, 2020; Cerón, 2019; Quaresma, & Villalobos, 2018; Gessaghi, 2016; Gaztambide-Fernández, & Howard, 2012; Dexter, 1970), porque pareciera un tipo de investigación en la que no se cumple ninguno de los pasos del manual de rapport para entrevistas en ciencias sociales.
Las élites se entienden como grupos reducidos que manejan cuasi monopólicamente determinados recursos (Khan, 2012). En América Latina, además, son grupos que mantienen un relato de autopercepción como constructores de la nación (lo que Gessaghi [2016] llama “genealogía innata”), lo que aumenta la distancia respecto al resto de la población. Lo anterior implica, metodológicamente hablando, que las élites sean un grupo de difícil acceso y se constituyan en un objeto de estudio elusivo por definición.
La élite chilena -una fracción de ella, en realidad- constituye el caso que se presenta a continuación con el objetivo de problematizar algunos errores, aciertos y particularidades de método en el acceso al estudio cualitativo de las élites. Vale mencionar que la élite chilena muestra un alto grado de clausura en términos de movilidad social ascendente y descendente (Espinoza, & Núñez, 2014; Torche, 2005), al mismo tiempo que ostenta el mayor porcentaje de concentración de ingresos en Latinoamérica (Fairfield, & Jorratt, 2015; López et al., 2013) y la menor proporción de reducción de la desigualdad en la última década (Atria, & Hernández, 2020).
La nota de investigación aborda brevemente la importancia de estudiar a las élites, para luego relatar con detalles un acercamiento etnosociológico a entrevistados/as de élite en Chile, cuyas características lo vuelve extensible a América Latina. La nota cierra con algunas reflexiones metodológicas y éticas.
¿Por qué estudiar a las élites?
Las razones son múltiples, pero se pueden agrupar en cuatro. La primera es porque la relación entre riqueza y pobreza es tan estrecha que no se entiende una sin la otra. La desigualdad es un fenómeno relacional, complejo y simultáneamente global y local (Jelin et al., 2020; Alvaredo et al., 2013). Más aún, como indican Chávez y Mujica (2015) para el caso chileno, desde la implantación del neoliberalismo en la década de 1980 la desigualdad se explica más por la concentración de la riqueza que por la profundización de la pobreza.
La segunda razón para investigar a las élites es porque son el motor de la inequidad social (Khan, 2012). Como sostiene Cerón: “El privilegio social y la exclusión se procesan de una manera estructuralmente organizada pero individualmente expresada” (2019, p. 7), por lo que desconocer lo que ocurre en ellas implica invisibilizar las estructuras de dominación. No se trata, huelga decirlo, de hacer investigación contra las élites, sino de entender de mejor manera los procesos de estructuración social.
En tercer lugar, es necesario profundizar nuestro conocimiento respecto a las élites porque el problema de la concentración de la riqueza excede la dimensión económica. Incide, como sostienen Atria et al. (2017), en las disputas por el control del Estado y en la distribución del poder en general. La concentración de recursos económicos en las élites conlleva que cuentan con poderes y capacidad de influencia en las decisiones públicas que son desproporcionados para el tamaño de la población que representan, lo que termina debilitando la democracia (PNUD, 2017).
Una cuarta razón, más propia de nuestras disciplinas, se refiere a la deuda de actualización metodológica que las ciencias sociales tienen con investigaciones sobre quienes detentan el poder. Como sostienen Quaresma y Villalobos (2018), las herramientas clásicas de las ciencias sociales no están pensadas para estudiar élites, simplemente porque no son representativas. Es necesario, entonces, revisitar el debate metodológico para, progresivamente, ir desarrollando particularidades de método que se ajusten a este elusivo objeto de estudio.
Esta cuarta razón es la que se aborda a continuación, a partir de una investigación acerca del proceso de neoliberalización del sistema escolar en Chile (Venables, 2023), que requirió entrevistar a representantes de la élite económica y política desde la dictadura (1973) hasta la actualidad. El relato aborda principalmente el momento de acceso a las entrevistas y privilegia el lenguaje etnográfico (e incluso autoetnográfico) para favorecer, desde una experiencia particular, un aporte de carácter más normativo.
Cuestiones metodológicas iniciales
Cuando decidí hacer una investigación cuyas fuentes principales de información serían exministros y autoridades de la dictadura, mi primera preocupación fue cómo acceder a ellas/os, dificultad que también me hicieron ver profesores/as y colegas.
Si ya era una complicación entrevistarse con los exministros de Educación de la Concertación (1990-2010), más difícil sería acceder a las autoridades vinculadas con la dictadura. Primero, porque su información de contacto no figura en internet ni es pública. Segundo, y más importante, porque constituyen un grupo que no suele estar abierto a exponer sus ideas y legados en espacios no protegidos. El riesgo era que consideraran la entrevista como una amenaza, riesgo que podía verse incrementado al ser el investigador un joven sociólogo y estudiante de doctorado de la mayor universidad pública del país (Universidad de Chile), conocida por su tradición crítica.
Siempre tuve claro que la entrevista abierta semidirectiva era la única opción, ya que el entrevistado es un tipo acostumbrado a ser escuchado, pero que al mismo tiempo tiene limitaciones de tiempo. Como los grandes “inhibidores” para acceder a los entrevistados de élite son la falta de tiempo y el temor a que la información trascienda y se vuelva en su contra (Valles, 2000), también tenía claro que la única forma de acercarme sería por contactos y recomendaciones a través de la técnica de bola de nieve.
La duda persistía, ¿cómo acceder a alguien que me permitiera comenzar con la bola de nieve de entrevistas a exministros y altos cargos de la dictadura, así como de altas figuras políticas de la Concertación? En una búsqueda inicial por internet, encontré alguna información. No fue difícil acceder a los datos de contacto de académicos y expertos (informantes calificados), pero de informantes clave encontré casi nada.
Las primeras entrevistas y el gran detonante
Comencé con las entrevistas a expertos para tener un primer acercamiento y ver si, a través de alguno de ellos, podía conectarme con personajes vinculados a la política. La primera entrevista fue con José Joaquín Brunner, el 2 de agosto de 2017. De esa conversación obtuve algunos nombres de especialistas, pero no contactos con altos funcionarios de la dictadura ni de la Concertación.
La segunda entrevista fue clave. El 22 de agosto de 2017 me entrevisté con Ricardo Ffrench-Davis en su oficina en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. El entrevistado reúne varias particularidades: es uno de los economistas más importantes del país, cuenta con investigaciones contrarias a las políticas neoliberales desde muy temprano, en los años 80, y fue un estrecho colaborador de los gobiernos de la Concertación (sin ocupar nunca un cargo). Además, estudió el posgrado en economía en la Universidad de Chicago, en el marco del convenio Pontificia Universidad Católica de Chile-Chicago, por lo que fue compañero, de hecho, de los más importantes Chicago boys de la dictadura. Al terminar la entrevista, le pregunté si mantenía contacto con alguno de ellos, o bien con Arnold Harberger, considerado el padre de los Chicago boys chilenos (Soto y Sánchez, 2015). Para mi sorpresa, respondió: “Va a estar mañana en la Universidad del Desarrollo (UDD). Le darán el doctorado honoris causa. Creo que es a las 18:00”.
Confirmé la información en el sitio web de la Universidad. Además de Harberger, en la invitación figuraba una cantidad importante de Chicago boys y miembros de la dictadura, lo que me permitía vaticinar una congregación importante de potenciales entrevistados. Tenía solo un día para prepararme, asistir a esa ceremonia y conseguir la mayor cantidad posible de entrevistas.
No volvería a tener una oportunidad como esa, así que debía cuidar todos los detalles. Carecía de ropa formal, por lo que compré una chaqueta estilo Montgomery para no desentonar. Elaboré una pauta de consentimiento informado para ese tipo de entrevistado y confeccioné unas tarjetas de presentación (todavía conservo algunas y su nivel “artesanal” es candoroso) en las que indicaba mi afiliación laboral a una universidad del sur del país, para presentarme como académico y no como estudiante. Finalmente, ensayé una infinidad de veces las palabras correctas y el tono que debía usar para decir, en breve tiempo, algo que resultara interesante y atractivo para que me concedieran una entrevista.
La importancia de estar en el lugar indicado
Llegué a las 17:30 al campus de la UDD ubicado en las faldas de la cordillera, en uno de los sectores más acomodados de la ciudad de Santiago. Estacioné a unas cuadras de la universidad para llegar caminando y así tener más control de la situación. El edificio era nuevo, grande e imponente, y si bien no estaba enrejado, contaba con puestos de control en cada acceso. Cuando subía por una de las escaleras de ingreso, un guardia me detuvo y me preguntó a dónde iba. Le hablé del evento. Revisó la lista de invitados; por supuesto, mi nombre no estaba. No podía dejarme vencer al primer escollo, por lo que dije que era académico de determinada universidad (casi le entrego una tarjeta) y que tenía entendido que la invitación era abierta. Hizo una llamada por radio y finalmente me dejó pasar.
En el hall del edificio un grupo de mujeres y hombres jóvenes (imagino que estudiantes), vestidos con elegantes uniformes, indicaban a los invitados dónde sería la ceremonia que estaba por comenzar. Había mucha gente (calculé entre 200 y 300 personas), principalmente hombres mayores de 50 años, pero también mujeres y jóvenes. Todos con vestimenta formal. Las personas encargadas del protocolo invitaban a los asistentes a sentarse para comenzar el acto. Mientras, yo trataba disimuladamente de permanecer de pie para tener un panorama de los asistentes y, sobre todo, de posibles entrevistados. Entre Chicago boys y Chicago girls, autoridades políticas y académicos, logré identificar al menos a 15 potenciales entrevistados (Imagen 1).

En sus intervenciones durante la ceremonia, tanto el rector (Federico Valdés) como el vicerrector de Postgrado (Cristián Larroulet) se refirieron a Harberger como “Alito”, y a su acompañante como “tía Gladys”. Ambos destacaron la paternidad de Harberger respecto a los Chicago boys chilenos, tanto en lo emocional y afectivo como en lo intelectual. Mencionaron principalmente su contribución a implementar una economía libre y la importancia de la no intromisión del Estado en asuntos económicos, así como su aporte a la evaluación social de proyectos que -siguiendo su relato- permitieron poner el foco en el problema de la pobreza. La única referencia política al periodo dictatorial fue una alusión del rector al programa político de la dictadura, redactado por un grupo de Chicago boys y conocido como El ladrillo. Nadie se refirió a la dictadura ni a Pinochet ni a los militares.
Terminada la ceremonia, me acerqué a Harberger -a quien llevaban a la zona de cóctel en silla de ruedas2- para saludarlo. Nervioso, me presenté y le dije que deseaba entrevistarlo. Fue muy amable, me refirió al hotel donde se hospedaba y me indicó que lo llamara ahí para concertar una cita en los próximos días. Subí al sector de la reunión y tomé una copa de jugo para tener algo en la mano. Todos se conocían y conversaban, mientras yo daba vueltas pensando en entablar conversación con alguien de mi interés. Saludé al exministro de Educación del primer gobierno de Piñera (Harald Beyer) y le conté de mi investigación. Le entregué una tarjeta y nos despedimos. Saludé también a otro exministro de Piñera, en ese momento vicerrector de Postgrado de la udd (Cristián Larroulet), quien además ocupó puestos de relevancia durante la dictadura. Me devolvió el saludo muy afectuosamente y se interesó en lo que estaba investigando. Dijo que teníamos temas en común y que encantado me daba una entrevista. Finalmente, me encontré con un académico y exministro de Pinochet (Rolf Lüders) y repetí el discurso. Me dijo que podíamos realizar la entrevista cualquier día después de las 17:00 en su oficina.
Todo había salido bien. Tenía los contactos de Harberger y de dos exministros de Pinochet. El que yo estuviera ahí los hizo suponer -imagino- que era uno de “ellos”, que compartía los mismos intereses y visiones políticas, por lo que me fui de la ceremonia con la sensación de haber hecho una abertura en el cerco.
La rotura del cerco
Los días posteriores envié correos electrónicos a todos los contactados. Lo que más me interesaba era entrevistar a Harberger, quien estaría solo un par de días más en Chile. Lo llamé a su hotel y accedió a que nos reuniéramos al día siguiente. Desafortunadamente, durante la tarde me llamó para excusarse porque se sentía enfermo. Le pregunté si podíamos hacer la entrevista algún día por teléfono y aceptó. Casi seis meses después concretamos una entrevista virtual de una hora, donde respondió gentilmente a todas mis preguntas. Al finalizar, y sin que yo dijera nada en relación con mis convicciones o militancia política, Harberger me preguntó qué sabía del gabinete que estaba formando el recientemente electo presidente Piñera. Como aún no había información en la prensa, le dije que no sabía, pero me quedé con la impresión de que, para Harberger, yo tenía algún grado de cercanía con las esferas de poder que en ese momento preparaban su llegada a la Moneda. Y todo por haber asistido a la ceremonia en la Universidad del Desarrollo.
Un par de semanas después de la mentada reunión, se concretó la entrevista con Rolf Lüders. Era la primera que lograba con un alto mando de la dictadura. Me recibió en su oficina en la Pontificia Universidad Católica (PUC), lugar donde se concentró la mayor cantidad de Chicago boys durante y después de la dictadura (Venables, 2023), y estuvo muy llano a contestar mis preguntas y a darme nombres de posibles entrevistados. De hecho, fue Lüders quien puso en la mira de mi investigación a María Teresa Infante, Chicago girl que fue muy importante en la implementación de las reformas educacionales de los años 80, y que resultó clave para acceder luego a más entrevistados. Lüders también me dio los correos y teléfonos para contactar a dos ministros de Pinochet (Hernán Büchi y José Piñera). Ambos declinaron entrevistarse conmigo.
Salí de la conversación con Lüders muy entusiasmado por la cantidad de información y nuevos contactos. Sin embargo, pese a que ahora tenía “su respaldo”, no lograba obtener respuestas. Tampoco encontraba datos para comunicarme con las personas que me había nombrado.
Seis meses después, y por medio de un contacto personal, conseguí el correo electrónico de María Teresa Infante. Le escribí y le comenté que ya me había entrevistado con Harberger y Lüders, y que este último me recomendó hablar con ella. Me respondió su secretaria para citarme en su oficina en el centro de Santiago. Tras esperarla algo más de treinta minutos, me recibió. En un comienzo se mostró muy suspicaz respecto a mí y mi investigación. Me hacía preguntas rápidas para saber qué quería. Yo insistía en que debía seguir el protocolo (para su resguardo y el mío) de leer el consentimiento informado y que luego de eso respondería a sus preguntas. Como no lograba disipar sus dudas, me arrancó de las manos la pauta de la entrevista y dijo: “¿Estas son las preguntas?”. Yo intentaba decir algo que la calmara y la interesara al mismo tiempo. Finalmente, leí el protocolo de consentimiento informado y se mostró más tranquila, aunque no quiso firmarlo hasta que terminó la sesión.
Como las preguntas buscaban indagar en su experiencia, sus referentes, sus contactos y sus contribuciones, poco a poco se fue explayando. Al finalizar, su actitud hacia mí y hacia la entrevista había dado un vuelco. Me entregó muchos nombres, fechas y datos relevantes, no sin antes quedar comprometida a contactarme con dos nombres clave para las reformas de mercado en educación durante la dictadura. Así lo hizo. El cerco estaba roto. La técnica de bola de nieve estaba resultando.
Coronar la bola de nieve
Doce días después de la conversación con Infante -y gracias a su contacto-, concreté una entrevista con Alfredo Prieto, exministro de Educación durante la dictadura. Luego de esperar más de veinte minutos en la sala de reuniones de su oficina de abogados, ubicada en un exclusivo barrio de la comuna de Las Condes (conocido como “Sanhattan”), llegó. Por el contexto, esperaba a alguien que mostrara su posición de clase a través de la ropa u otros accesorios, pero lo cierto es que iba vestido sencillamente. Aunque comenzó con cierta distancia, esta se fue disipando. De hecho, si bien me advirtió de entrada que disponía de 30 minutos, la entrevista duró algo más de una hora. La vieja consigna de que a todo el mundo le gusta hablar de sus experiencias y logros se hacía efectiva.
Con Gerardo Jofré, asesor del Ministerio de Hacienda hacia el final del régimen de Pinochet, pude reunirme un tiempo después. Me citó en el café Juan Valdez del mismo barrio “Sanhattan”. Esta entrevista fue la más larga de toda la investigación (poco más de dos horas) y también una de las más interesantes, ya que Jofré se sintió a gusto y terminó hablándome largamente de algunos de sus proyectos. También me contó detalles sabrosos de la personalidad de Pinochet y de su relación con los Chicago boys, esto ya off the record.
El último gran entrevistado de las autoridades de la dictadura fue Sergio de Castro, principal ideólogo del proyecto económico implementado en los primeros años y ministro de Hacienda y de Economía de Pinochet. Llegué a él a través de un amigo que consiguió el correo electrónico de su hijo. Como ya había entrevistado a muchos miembros de la dictadura, no fue difícil que aceptara. La entrevista tuvo lugar en su casa, ubicada en la comuna de Lo Barnechea, sector muy acomodado de Santiago. Me recibieron dos trabajadoras de casa particular que me hicieron pasar al comedor. Inmediatamente llegó De Castro, vestido cómodamente con buzo y polera. Fue amable, pero no respondió del todo a mis preguntas. Sabía bien qué quería decir y qué no.
Reflexiones al cierre
A modo de cierre, presento algunas reflexiones en torno al acceso a entrevistados/as de élite y a consideraciones durante las entrevistas. Para finalizar, hago una propuesta de carácter ético. Son reflexiones metodológicas que combinan la literatura del tema con el propio trabajo de campo.
Puesto que la investigación cualitativa de élites depende de la técnica de bola de nieve más que ningún otro tipo de estudio, el diseño metodológico y la definición de la muestra es más aleatorio. En efecto, como se desprende del relato aquí expuesto, hay muchos entrevistados que son inalcanzables si no es a través de personas por ellos/as conocidas. A lo anterior se suma que secretarias y asistentes tienen como trabajo generar barreras en torno a los posibles entrevistados. En resumen, la mediación no solo es crucial, sino ineludible.
¿Cómo llegar a los entrevistados? Aquí se presenta el problema de la posición social del/la investigador/a. En buena parte de las investigaciones cualitativas sobre élites realizadas en Latinoamérica los/as estudiosos/as asumen una posición de lejanía y se autodefinen de clase media baja o popular (Gessaghi, 2016; Cerón, 2019). No se trata de dar más centralidad de la que tiene a la autopercepción socioeconómica del/la investigador/a, sino de poner sobre la mesa la construcción de un discurso académico que valora positivamente la lejanía respecto de la élite. Aun cuando comparto ese deseo, creo que la academia en América Latina está más cerca de la élite de lo que quisiera (Villalobos, 2023). Basado en mi experiencia, no tengo dudas de que porto un capital cultural, social y económico que fungió como “abrelatas” y me permitió, al menos, aparecer como menos sospechoso. Como sostienen Gaztambide-Fernández y Howard, el estatus del investigador “siempre está implicado en su habilidad de acceder a otras élites” (2012, p. 292. Traducción mía).
En línea con lo anterior, pero con el foco puesto en el momento de la entrevista, además de portar ciertos capitales que favorezcan el acceso, el/la investigador/a constantemente debe estar “haciendo clase” (doing class) (Cerón, 2019). Es decir, debe convertir su capital cultural en social, hablar de viajes, países y lugares valorados por la élite (Europa, por ejemplo) que, muchas veces, no ha visitado o conoce por razones académicas.
También es relevante no imponer el lenguaje de las ciencias sociales. Gessaghi (2016) recomienda nombrarlos de la manera en que ellos mismos lo hacen (¡por supuesto, no llamarles élite!). Quaresma y Villalobos (2018) proponen utilizar conceptos neutros que reduzcan cualquier bagaje ideológico. Como la técnica para conseguir entrevistados es la bola de nieve, entrar mal (llamándoles de forma ofensiva para ellos, por ejemplo) cierra la puerta a otros entrevistados.
Lo anterior requiere, en primer lugar, lograr que los entrevistados se sientan en confianza, o al menos no amenazados (Quaresma y Villalobos, 2018; Dexter, 1970). Acá hay una salvedad con el rapport que abordaré luego, en relación con temas éticos.
En segundo lugar, se recomienda utilizar preguntas de final abierto, porque las élites tienden a rehuir el encasillamiento, lo que entra en tensión con la necesidad de hacer entrevistas cortas por su falta de tiempo.
Como tercer punto, a veces es recomendable que la entrevista la realice más de una persona, de modo que supla cuestiones culturales, étnicas, de género, etcétera.
Un cuarto aspecto de relevancia se refiere a la relación con que el/la investigador/a suele ser puesto a prueba por el entrevistado respecto de cuánto sabe del tema. Es importante alcanzar un equilibrio entre mostrar dominio, pero, al mismo tiempo, dar cuenta de que se ignoran cuestiones que el/la entrevistado/a aportará, de modo que este sienta que su tiempo está siendo valorado.
En efecto, los/as entrevistados/as de élite suelen tener un discurso coherente que favorece su posición. Además, son conscientes de que poseen algo que pocos tienen y que el/la investigador/a desea, por lo que puede suceder que se invierta la dinámica de poder en la entrevista (lo que Quaresma y Villalobos [2018]] describen como “posición ambivalente entre dominante y dominado”). Con base en mi experiencia, comparto con Gessaghi (2016) que lo que sucede es, más bien, una constante negociación y redefinición en la relación.
En quinto lugar, en cuanto a la presentación personal, algunos autores mencionan la importancia de cuidar el código de vestimenta, en línea con lo relatado a través de mi experiencia. Creo importante, al mismo tiempo, no sobrevestirse o “disfrazarse”. Si la autenticidad es siempre deseable y perceptible, con la clase alta es indispensable, por lo que siempre será más fructífero que el/la entrevistador/a se sienta cómodo/a, ya que las élites no esperan que seas uno de ellos, toda vez que saben relacionarse con otros sectores sociales.
El sexto punto también es clave: evitar tanto el resentimiento como el enaltecimiento de la persona entrevistada. Para ello, sirve asumir que la posición académica también es depositaria de cierto privilegio.
La última reflexión se refiere a la necesidad de un nuevo enfoque ético para las investigaciones de élites (Cerón, 2019), toda vez que, con este objeto de estudio, no es posible la total honestidad y habrá que acomodar la verdad. No se trata, en ningún caso, de mentir ni de tener una actitud antiética, sino de darle un giro, de asumir que es un tipo de población que requiere un acercamiento ético distinto.
De hecho, generalmente no se revelan nombres y se oscurece información que pudiera favorecer la identificación o perjudicar gratuitamente a los sujetos entrevistados. Además, se debe enfrentar el peligro que acarrea el placer de jugar al detective encubierto; esto no puede poner en riesgo a los individuos investigados ni la investigación.
Este nuevo enfoque ético debe considerar que la sociedad requiere conocer los mecanismos que permiten a ciertos grupos mantener el poder, y que, resguardando lo antes dicho, ese tipo de investigaciones es ética porque busca hacer visible lo que por defecto es invisible o se busca invisibilizar. Este enfoque debe ser incorporado por los comités de ética de las universidades que, en su loable afán de proteger a población que podría verse vulnerada con la investigación, ponen cortapisas administrativas a investigaciones de élite que difícilmente vulneren a alguien.
Referencias
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Notes
Author notes
Juan Pablo Venables es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile y académico del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile. Sus principales áreas de investigación son los estudios globales y locales del neoliberalismo, la sociología de la educación y los estudios de las élites.
1. ublicaciones más recientes: Venables, Juan Pablo (2023). Ni víctima ni laboratorio. Chile en la neoliberalización global de la educación. Valdivia: Ediciones UACh- FCE.
2. Venables, Juan Pablo (2023). Prólogo a la edición latinoamericana. En Dieter Plehwe, Quinn Slobodian, & Philip Mirowski (eds.), Las siete vidas del neoliberalismo. Santiago de Chile: FCE.