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El mapa fantasma. La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo moderno
Carlos E. Flores-Rodríguez
Carlos E. Flores-Rodríguez
El mapa fantasma. La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo moderno
Estudios sociológicos, vol. XLII, e2711, 2024
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Sociológicos
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Resumen: La historia de las ciudades es también la de sus calamidades y de cómo las enfrentan. Contienen en sí mismas un carácter testimonial para comprender lo que se hace y se significa como sociedad ante eventos disruptivos como los provocados por las epidemias. Desde la historiografía, este libro, que es un subproducto de una tesis, utiliza como objeto de estudio la ciudad del Londres victoriano ante la pandemia decimonónica del cólera. Ahí se resaltan dos situaciones: el modo en que las culturas reaccionan ante las epidemias y que, ante el miedo o la incertidumbre -además de huir- la religión y la ciencia han sido las dos respuestas naturales e invariables para encararlas, las cuales, comúnmente, terminan confundiéndose entre sí.

Palabras clave: Ciudad, pandemia, vida cotidiana, miedo, inductivismo.

Abstract: The history of cities is also the history of their calamities and how they face them. They contain in themselves a testimonial character to understand what is done and signified as a society against disruptive events such as those caused by epidemics. From historiography, this book, which is a by-product of a thesis, uses the city of Victorian London in the face of nineteenth century cholera pandemic as an object of study. Two situations are highlighted: the way in which cultures react to epidemics, and that, in the face of fear or uncertainty -in addition to fleeing- religion and science have been the two natural and univariable answers to face them, which commonly end up being confused which each other.

Key words: City, pandemic, everyday life, fear, inductivism.

Carátula del artículo

Reseñas

El mapa fantasma. La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo moderno

Carlos E. Flores-Rodríguez
Universidad Autónoma de Nayarit, Mexico
Estudios sociológicos, vol. XLII, e2711, 2024
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Sociológicos
Johnson Steven. El mapa fantasma. La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo moderno. 2020. Madrid. Capitán Swing. 293pp.

Received: 21 August 2024

Accepted: 08 November 2024

Published: 01 December 2024




Cuando Sennett (2019) plantea el contraste de los opuestos complementarios como figura para entender qué es la ciudad, en realidad se suma a una tradición de data aristotélica. Desde entonces, dos tipos de variables han servido para referirse a ella como si de dos ciudades se tratara: aquellas objetivas, fácticas o utilitarias, y aquellas no tangibles o de índole emocional y simbólica (Flores-Rodríguez, 2024). Steven Johnson no se priva de la misma fórmula para su propuesta, aunque el paralelismo no termina ahí. Ambos autores acuerdan que es en la ciudad donde surgen tanto las condiciones de su triunfo como las de su autodestrucción: es solución y es problema, y es igualmente ahí donde surge un sentimiento distintivo de la vida urbana: el miedo, emoción que en tiempos de desasosiego o incertidumbre hace recurrir a las únicas dos respuestas que han caracterizado a la sociedad de cualquier ciudad y de cualquier tiempo para enfrentarlo sin necesariamente encontrar límites visibles entre las dos: la cientificidad y la religiosidad.

Al llegar la epidemia del cólera al Londres de 1854, había dos bandos contrapuestos en la búsqueda del origen de su propagación. Los contagistas, que pensaban que se transmitía por contacto, y los aeristas, que consideraban se irradiaba por la atmósfera. Ambas irreconciliables teorías son el hilo conductor de este libro que, por su trama y temática, imposibilitan asociarlo con un solo título o con un solo género literario. Respecto al primero, llamarlo “Por qué vivimos en ciudades” o “El triunfo del inductivismo” puede ser tan descriptivo como el originario “El mapa fantasma”, en alusión a la técnica del mapeo urbano que, previo a Johnson, remitía a Charles Booth y los antecedentes de la Escuela Ecológica de Chicago. En cuanto al género, al intercalar narraciones cotidianas, pasajes de novelas y descripciones científicas, no la convierte ni en una novela ni en un texto de divulgación científica, aunque se empeña en parecer una y otra.

Asegura al autor que se trata, en realidad, de un relato histórico basado en la historiografía para conjeturar. Por un lado, la interrupción de la vida cotidiana, y por el otro, la del dominio del paradigma miasmático; en un lado, la irrupción de la tradición y las creencias religiosas, y en el otro, la del darwinismo como arrastre teórico totalizador (Bochenski, 1997). En ese Londres decimonónico sucede el todo que Johnson profusamente sintetiza en un relato que transcurre súbitamente en una docena de días, mismas que utiliza como narrativa principal de un trabajo que estructura en tres partes. Si se coincide con Ong (2016), las divisiones de las que consta un manuscrito -plasmadas en el índice- son, por sí solas, una declaratoria de principios autobiográficos (no siempre consciente) de quien escribe, por lo que hacer de la parte uno, la del breve preámbulo, un sucinto listado de advertencias situacionales, hace pensar que se trata de una tesis académica contada como relato historiográfico debido a que ahí se plantea un problema, un objeto, una hipótesis, un método y una justificación, además de, como contraparte complementaria, presentar a sus tres personajes protagónicos: dos científicos y la ciudad; y uno antagónico: la bacteria, así como el lugar y la temporalidad de su desarrollo y desenlace. La parte dos se divide en nueve secciones. Las iniciales siete corresponden al mismo número de fechas que utiliza para contar en cronología no consecutiva la trama acontecida entre el 28 de agosto y el 8 de septiembre de hace poco más de siglo y medio, de las que uno, como lector, aunque encuentra tautologías entre ellas, se percata de otras dos cosas: aun cuando cada una podría merecer una reseña específica, sintetizarlos no es menos complejo, y leerlas de manera aleatoria complicaría la comprensión del desenlace.

La fecha uno es una crítica al olvido. Mediante referencias a obras literarias, además de apologías moralinas, el autor se encarga de recordarnos que las ciudades repentinamente olvidaron lo que habían aprendido muy bien sobre qué hacer con sus desechos, sobre todo con uno de sus más característicos, el cual, paradójicamente, auspicia la vida en el planeta: los excrementos, mismos que, junto con las bacterias y los hedores, componen la trilogía temática del texto. Ese día, como recurso retórico, toda vez que se consumó el abandono de su reutilización y triunfó la ilusoria idea de progreso al sustituir las letrinas por los W.C., “empezó todo”.

Sexto día. Después de introducir a uno de sus personajes, el reverendo Whitehead, anglicano descrito como “liberal en lo político pero conservador en lo moral”, vuelve a la figura de las dos tradiciones para deslizar las cuatro premisas de su trabajo: que hay elementos de organización urbana duales, o sea, que al tiempo que son centralidad pueden ser fatalidad, y los surtidores de agua son uno de ellos; que la única manera en que la gente común puede ser parte de la historia es con su muerte, sobre todo si es trágica; que las bacterias han sido los organismos más eficaces del planeta debido a su principal mecanismo de supervivencia: el reciclaje; y, por último, que en tiempos de desasosiego los remedios y anuncios mágicos suelen inundar el imaginario de la sociedad, así como el de sus medios de comunicación, aun los considerados serios o científicos.

Día siete. Presenta al ambiente de ideas que predominaba. Intuición, supersticiones y tradición se confundían con la religión y la ciencia, mescolanza de creencias y saberes a la que John Snow, otro de los personajes centrales del libro, no era ajeno. Vegetariano y abstemio, este anestesista afrontaba tantas teorías sobre el cólera como enfermos existían, y a las dos imperantes señaladas, se oponía un tercer bando, el de aquellos cuyo modelo explicativo atendía a cuestiones de clase social, miseria y comportamientos morales. Debido a ello y a su profesión de médico, la sociología, la etnografía, la estadística y la geografía terminaron por conformar un palimpsesto multidisciplinario en el que el inductivismo de la observación de casos y las entrevistas directas extraerían patrones de muerte y de vida cotidiana con los cuales, intuitivamente, encontrar una explicación generalizable. En una semana ya habitaba el miedo. Maleficios, seudociencia, retorno de los muertos, veneno, magia, la anécdota como evidencia, el rumor y la decadencia moral se volvieron parte del lenguaje diario, mientras se añadía otra reacción instintiva ante el pánico y la histeria: huir. De repente las ciudades, única evidencia del ser humano en el mundo, se convirtieron en un peligro, y lo rural, luego de su declive por la Revolución Industrial, volvía a ser alternativa de vida, aunque ahora, de supervivencia.

Octavo día. Si el hedor es enfermedad y la mierda lo expele, el olfato y la erradicación de desechos se tornaron en obstinación. En lo primero, la observación se supeditó a los olores, por lo que debían ser medibles y categorizables (Pinzón, 2020). En lo segundo, llevar la fetidez a otro lugar sería la solución más sencilla, y una red de alcantarillado oculta al olfato resolvería el envío de una suciedad concentrada hasta ese momento en las fosas y los sótanos de las casas. A la complicación técnica de trasladar la inmundicia a los ríos urbanos hubo de sumarse la de las creencias. Y es que ejecutarlo contradecía la teoría aerista, cuyo dominio apoyaban los tres estamentos que han constituido a toda sociedad. La tradición, basada entonces en la vigente y prestigiosa medicina y tratados griegos; la religión, porque no contradecía sus principios, antes bien los complementaba: las plagas son la manera en que Dios concilia; y la ciencia, el darwinismo que situaba el olfato, por primitivo, como un valioso recurso evolutivo de adaptación: las reacciones involuntarias de rechazo ante lo que no se ve -pero hiede- se interpretaban como medida de supervivencia.

Los siguientes dos días son para conjeturar y teorizar. Si hay miasmas tóxicos y mortales, ¿todo mal olor lo es?; “¿el cólera se ingiere o se inhala?”;

¿por qué quien bebe licor o té en lugar de agua no se contagia?; si en los líquidos está la respuesta, ¿por qué no todo el que bebe agua se enferma?; ¿la contestación estará en los hábitos o en los lugares en que se realizan?, y ambos ¿son individuales o colectivos?; luego entonces, la ciudad y sus barrios ¿influyen en su propagación?, y si la conformación urbana tiene alguna relación con el contagio y la muerte ¿existe alguna manera de visibilizarlo? Estas intuiciones ¿pueden fundamentar una teoría?; las teorías ¿se basan en rutinas y patrones o en excepciones e interrupciones?; los descubrimientos ¿son aisladas epifanías de un genio o se producen toda vez que se trepa “a hombros de gigantes”?; ¿influye que haya una teoría dominante?; ¿cómo nace una teoría?: “Si el cólera se transmitía a través del agua, los patrones de infecciones debían corresponderse con los patrones de distribución del agua de consumo en los barrios de Londres”.

Día doce. La historia de las ciudades es la historia de sus calamidades y del cómo la sociedad las confronta; cierto, como también lo es que suceden acciones modestas e inadvertidas capaces de modificar su rumbo. Clausurar el surtidor de agua del Broad Street del oeste del Soho fue una de ellas; ese discreto cambio desencadenaría otros más, entre ellos recuperar paulatinamente la normalidad del barrio. Este golpe empírico propicia contrastar la teoría ante la sociedad. Diarios, periódicos, revistas científicas, artículos médicos, monografías dirigidas al público en general, informes técnicos, instrucciones y normativas sanitarias, a la par que organismos y comités parroquiales y para la enfermedad, se distinguirían por mostrarse en dualidad titubeante: admitían las evidencias, pero se resistían desde el contexto que les era conocido: los tres estamentos. Así, el tiempo transcurrido desde el surgimiento del paciente cero hasta la sustitución de la teoría dominante del miasma sería de diez años, década en la que, quienes la incoaron, luego de compartir sus hallazgos, dejaron de existir, hasta que un tercero los retomara a raíz de un nuevo brote que obligó a echar mano de los patrones hallados por Snow y Whitehead.

Entre concluir y epilogar: las dos secciones restantes. Subirse a “sus hombros” no fue un acto de fe. Requirió acciones desde lo público y asumir sus consecuencias. Dos fueron las principales: la ampliación de las redes de alcantarillado causó la contaminación del Támesis, y la implementación de una novedosa burocracia, legislaciones y ordenanzas para el modo de vida urbano, trajo un descontento general. Si las conclusiones de una tesis incluyen la generación de una nueva teoría, acá se cumple. Falseando a Popper (1980), lo hipotético deductivo nunca será la mejor manera de romper con un paradigma dominante; los casos empíricos, en cambio, son un buen método para construir inductivamente una teoría que sea suficiente para sustituir la primacía de otra, tal como sucedió con la miasmática; pero no fue lo único. Una herramienta para visualizar el dónde y el cómo se vinculó o incidió en el espacio urbano un fenómeno social fue otra aportación. La cartografía de la muerte demuestra que la ciudad no es el contendor inocuo donde suceden las cosas, sino que así suceden precisamente porque esta existe y es así; es, como dice Johnson, un actor.

La última y tercera parte consta de las fuentes, documentos y textos de información, así como las aclaraciones complementarias. Hace uso de tres tipos de notas. La brevísima del autor, que por sus advertencias del cómo ha sido escrito el manuscrito se asemeja más a una introducción alterna al libro; la complementaria, exclusiva para las fuentes en las que se apoyó el relato de sus cuatro actores -y del mapa en sí-; y las notas, que en un texto académico corresponderían a las de pie de página y que aquí desglosa para relacionarlas con su correspondiente número de página. En medio de ellas hace un apartado para los agradecimientos. Ahí afirma lo que se había conjeturado, que el libro es producto de una tesis de su autoría sobre “el modo en que reaccionan las culturas ante las epidemias”, además de agradecer a quienes ayudaron en la realización del documento. Al final coloca la bibliografía; ahí -y es significativo- sus dos personajes principales son igualmente sus dos autores de consulta principales.

El pozo de Broad Street es donde “empezó todo” y, con su cierre, es también donde todo concluye. El relato es circular. La importancia de las pequeñas e inadvertidas acciones, aunque percibidas solo posteriormente y transcurrida la flecha del tiempo, es un elemento para vindicar, pero no es lo único. Lo es también el reconocimiento de los contrapuestos como elementos de contraste, de autorreferencia complementaria, donde igual se incluyen antagónicos y sus némesis, posturas epistémicas irreconciliables, abordaje de problemas investigativos con sus métodos, técnicas y herramientas científicas enfrentadas, así como campos disciplinares cuyo origen es un aparente destino opuesto, y de recordar que, termodinámicamente, todo nuevo orden se sobrelleva bajo un equivalente desorden o neguentropía (Wagensberg, 1989). Pero no queda aquí.

La vindicación incluye otras historias, como la de la Revolución Industrial. Si este evento ha sido el que modificó las ciudades y sus sociedades para siempre, Johnson afirma que ese mérito pertenece a las que han sido las eternas acompañantes de la humanidad: las bacterias. Por eso, a la figura de los dos mundos y de las dos realidades, debe añadirse otra, la del componente celular: procariotas y eucariotas; haciendo esta riqueza del texto una de las bondades para recomendar su lectura y una segura referencia para urbanistas, arquitectos, geógrafos, médicos y abogados, así como epistemólogos y divulgadores de ciencia, y en general todo estudioso de las ciencias sociales y de las humanas, pero en particular a los interesados en acercarse a comprender la ciudad y la complejidad de los fenómenos que ahí se suscitan.

Hay una vindicación última, la de la propia ciudad, la del triunfo de lo público y la vida urbana. Sin importar modelos o definiciones, para el autor sigue siendo la mejor, la más eficiente y adecuada manera que la humanidad ha creado para vivir y

desarrollarse. No obstante, por la densidad y proximidad en que se habita, no debe olvidarse que puede convertirse, a su vez, en la insuperable promotora de cualquier tipo de contagio, como lo fue la epidemia del cólera del XIX, pero, en contraparte, la ciudad posmoderna no solo cuenta con tecnologías digitales de georreferenciación para construir desde lo privado mapeos urbanos para encarar cualquier vicisitud real o imaginaria, sino que, por la inmediatez con que se relaciona, favorece redes de colaboración con otras ciudades, instituciones, gobiernos y comunidades científicas, al igual que de infraestructura y equipamientos, como laboratorios y hospitales que ayudarían a su alivio, como lo fue la de la reciente pandemia por covid-19. Y es que, dice bien el verso de Hölderlin (1995, p. 395): “Donde está el peligro, crece también lo que nos salva”.

Supplementary material
Referencias
Bochenski, Józef (1997). La filosofía actual. México: FCE.
Flores-Rodríguez, Carlos. E. (2024). Cenotafios y culto callejero. Las dos ciudades: del monumentum a la monumenta. Intersticios Sociales, (28), 209-238. https://doi.org/10.55555/IS.28.589
Hölderling, Friedrich (1995). Patmos. En Alfredo Llorente (dir.), Hölderlin. Poesía completa. Edición bilingüe (p. 395). Barcelona: Rio Nuevo.
Ong, Walter (2016). Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra. México: FCE.
Pinzón, Guadalupe (2020). De miasma maligno a esperanza de prevención. Percepciones olfativas de los espacios portuarios novohispanos (siglo XVIII). En Élodie Dupey, & Guadalupe Pinzón (coords.), De olfato. Aproximaciones a los olores en la historia de México (pp.169-192). México: FCE/UNAM.
Popper, Karl (1980). La lógica de la investigación cientítica. Madrid: Tecnos.
Sennet, Richard (2019). Construir y habitar. Ética para la ciudad. Barcelona: Anagrama.
Wagensberg, Jorge. (1989). Ideas sobre la complejidad del mundo. Barcelona: Tusquets.
Notes
Author notes
Acerca del autor de la reseña

Carlos E. Flores-Rodríguez es profesor investigador adscrito a la Unidad Académica de Artes de la Universidad Autónoma de Nayarit. Es doctor en Periferias, sostenibilidad y vitalidad urbana por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid de la Universidad Politécnica Madrid; coordinador del cuerpo académico Ciudad, Arte y Patrimonio, y es miembro del SNII-Conahcyt Nivel 2. Sus principales áreas de investigación incluyen los fenómenos vivenciales de la ciudad y sus derivados, de sus productos y los procesos que los definen y posibilitan; en particular -entre otros- el paisaje y los lugares, la historia de las ciudades y de la arquitectura, la vida cotidiana y el espacio público y la religiosidad. Sus dos obras más recientes:

1. Flores-Rodríguez, Carlos E. (2024). Cenotafios y culto callejero. Las dos ciudades: del monumentum a la monumenta. Intersticios Sociales, (28), 209-238. https://doi.org/10.55555/IS.28.589

2. Flores-Rodríguez, Carlos E. (2024). Ciudad, arquitectura y sociedad. El movimiento moderno en Tepic. Parte III: La casa, México: UAN/La Biblioteca.




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