Reseñas
Ética de la contingencia. Entre individuos y sistemas
Ética de la contingencia. Entre individuos y sistemas
Estudios sociológicos, vol. XLII, e2726, 2024
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Sociológicos
| Mascareño Aldo. Ética de la contingencia. Entre individuos y sistemas. 2024. Santiago de Chile. Metales Pesados. 180pp. |
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Received: 14 October 2024
Accepted: 28 October 2024
Published: 01 December 2024
Resumen: Mascareño presenta un programa sociológico de intervención basado en la teoría de sistemas de Luhmann orientado a enfrentar la desvinculación entre individuos y sociedad. Propone estrategias para aumentar las alternativas de elección disponibles para los individuos y fomentar su motivación dentro de las instituciones sociales. La premisa es que la sociología debe contribuir no solo a explicar las transformaciones sociales, sino también a orientar el comportamiento de los individuos ante ellas. La ética de la contingencia se define como un programa reflexivo que reconoce la emergencia de sistemas psíquicos y sociales que buscan su desarrollo y autonomía.
Palabras clave: Contingencia, normatividad, individuo, sociedad, intervención.
Abstract: Aldo Mascareño presents a sociological intervention program, based on Niklas Luhmann’s systems theory, aimed at addressing the disconnection between individuals and society. Mascareño proposes strategies to increase the range of choices available to individuals and to foster their motivation within social institutions. The premise is that sociology should not only contribute to explaining social transformations but also guide individual behavior in response to them. The ethics of contingency is defined as a reflective program that acknowledges the emergence of psychic and social systems, seeking their development and autonomy.
Key words: Contingency, normativity, individual, society, intervention.

La obra más reciente del sociólogo chileno Aldo Mascareño es una contribución que pretende recuperar y actualizar una de las ambiciones constitutivas de la sociología, la cual resulta poco común hoy en día, pero cuya relevancia es creciente: diseñar mecanismos de intervención en la sociedad. Esta publicación se ubica dentro del renovado interés de la teoría social en América Latina al reincorporar el problema del compromiso social a las ciencias sociales, como ocurre con los estudios feministas y poscoloniales. Las bases teóricas de este programa de intervención son de utilidad para estimular la colaboración de la sociología con disciplinas multidiciplinarias y aplicadas, como la gestión integral del riesgo y el diseño de políticas públicas. El interés del autor por los mecanismos de intervención social puede rastrearse en sus publicaciones anteriores, pero solo hasta ahora lo desarrolló y publicó como programa.1 Con Ética de la contingencia. Entre individuos y sistemas, Mascareño introduce el problema de la normatividad en la teoría sociológica contemporánea desde una fuente que sorprende por su indiferencia a esta pretensión: la teoría de sistemas sociales de Niklas Luhmann.
La sociología fue concebida no solo para explicar las transformaciones de la sociedad, sino también y, sobre todo, para orientarlas. Émile Durkheim consideraba que no valía la pena dedicar tiempo a la sociología si era incapaz de mejorar las condiciones de la vida en sociedad. Con el paso del tiempo, esta tecnocracia ha sido contestada y hasta combatida por agentes que, sin más, no se dejan vincular por ella. Las urnas no son un laboratorio. Por esto, y por otras razones, la sociología fue relegada por sus propios portadores, cada vez más, a una investigación empírica en la que un propósito normativo resultaba un asunto ajeno a su competencia. No deja de llamar la atención que, en las polémicas comunes de la disciplina, ya fuera entre teóricos y empíricos, cuantitativos o cualitativos, casi quedara fuera de cuestión la disposición distanciada que se debía adoptar en sociología.
En este contexto irrumpe la propuesta de Mascareño. Con base en la teoría de sistemas sociales de Luhmann y de algunas nociones de las ciencias de la complejidad, Ética de la contingencia establece las bases de un programa de intervención sociológicamente informado que ofrece una actitud evaluativa para distinguir tendencias de desvinculación entre los individuos y la sociedad, así como estrategias para neutralizarlas y fomentar la vinculación. Estas tendencias ocurren en un doble proceso psicológico y sociológico: 1) los individuos no tienen alternativas de elección adecuadas para satisfacer sus aspiraciones en la sociedad, 2) la sociedad ofrece instituciones que resultan insuficientes para despertar la motivación de los individuos. Frente a ellas, el autor propone dos estrategias: 1) la elaboración de críticas a las instituciones que limitan las decisiones de los individuos para así fomentar el aumento de alternativas de elección que motiven a los individuos, y 2) la modificación de los modos de vida de los individuos para que se adecuen a las alternativas que ofrecen las instituciones.
El libro se divide en cinco capítulos, los cuales se desprenden de artículos anteriormente publicados por Mascareño. Los primeros tres establecen los fundamentos del programa y dedican especial atención a la incorporación de la perspectiva individual al planteamiento sociológico de la ética. El primer capítulo, “Emergencia y contingencia en la sociedad moderna”, expone las bases de la teoría de sistemas sociales que sostienen la propuesta, en particular la emergencia operativa de la sociedad funcionalmente diferenciada en la que surge y es relevante una ética de la contingencia. En este sentido, se trata de una propuesta reflexiva, ya que reconoce las implicaciones de su participación en lo que pretende observar. El segundo capítulo, “Ética de la contingencia para mundos incompletos”, desarrolla la propuesta como tal, una ética de la contingencia que identifica tendencias de necesidad e imposibilidad en la sociedad que limitan los modos de vida de los individuos y que reacciona ante ellas con estrategias de incremento de contingencia que estimula la relación entre alternativas institucionales y motivaciones de los individuos. El capítulo tres, “La función de la ética desde la perspectiva del individuo”, como su nombre lo indica, plantea las posibilidades y las exigencias de una ética sociológicamente informada para explicar y orientar la vinculación de los individuos con la sociedad. Aquí, Mascareño recupera el concepto de modus vivendi de la socióloga inglesa Margaret Archer para plantear dicha vinculación.
Los dos últimos capítulos se dedican a teorizar los procesos de desvinculación entre individuos y sociedad para formalizar mecanismos de intervención. El cuarto capítulo, “El poder de la contingencia”, plantea una explicación sobre cómo operan las tendencias de necesidad e imposibilidad en la sociedad moderna a partir de la dinámica de su propio funcionamiento. Para desarrollar estas ideas, Mascareño recupera la noción de transiciones críticas de Marten Scheffer, un teórico destacado de las ciencias de la complejidad. Así, propone el concepto de crisis constituyentes como procesos de excesiva estructuración de las operaciones sociales que terminan por llegar a un estado límite en el que se reinicia su funcionamiento. El quinto capítulo, “Autoinmunidad. El desafío de la ética de la contingencia”, es una ampliación de la argumentación del capítulo anterior, y trata de adaptar conceptualmente a la teoría de sistemas sociales las tendencias de necesidad e imposibilidad de la sociedad moderna que trató en el capítulo anterior. Sobre esta base, deriva las nociones de inmunidad y autoinmunidad como procesos de formación y transformación de los sistemas sociales. El primero ocurre cuando se constituye una diferencia del sistema respecto al entorno, mientras que, en el segundo, con base en la reiteración indefinida de su funcionamiento, el sistema tiende a aislarse del entorno y comienza a ser insensible ante él, lo que provoca una desvinculación que puede conducir a la aniquilación del sistema por inadaptación.
El libro resulta una lectura complicada. Como es habitual en los estudios de teoría de sistemas sociales, se requiere contar con una semántica mínima para comprender la argumentación de la propuesta, así como para polemizar con ella.2 Además, Mascareño recurre a nociones de la teoría sociológica contemporánea y de otras disciplinas, como la filosofía y las ciencias de la complejidad, para tratar de relacionarlas con la teoría de sistemas sociales. Es un programa que integra fuentes diversas. Por otra parte, la organización de la exposición está condicionada por la estructura de las publicaciones anteriores del autor que apenas ahora se reúnen en forma de libro. Esto provoca redundancia y falta de claridad en la secuencia expositiva de la obra que la incorporación del prólogo y del epílogo no alcanzan a solucionar. Si bien una lectura atenta del libro revela una estructura argumentativa programática que se desarrolla a lo largo de los capítulos, su organización es fragmentaria. Ética de la contingencia. Entre individuos y sistemas debería ser presentada al público más bien como una compilación.
A grandes rasgos, el programa de intervención sociológico de Mascareño es, en sus directrices, compatible con el que Durkheim bosquejó hace tiempo en La división del trabajo social. La intervención está condicionada por la premisa positiva de la subordinación de la imaginación a la observación (la prescripción es posterior a la descripción; solo se recomienda bajo conocimiento de causa), y por el fomento de la autonomía complementaria entre individuo y sociedad (en la actualidad no hay uno sin el otro; una sociedad moderna es una sociedad de individuos). No obstante, considero que la contribución de la propuesta de Mascareño consiste en el carácter operativo y reflexivo que establece en la intervención sociológica.
Una ética de la contingencia no surge arbitrariamente, pues es resultado del desarrollo de la evolución de la sociedad, una etapa específica de su dinámica de reproducción que se estabiliza por la emergencia de una autonomía complementaria entre individuos y sociedad. En términos de la teoría de sistemas sociales, es una adquisición evolutiva de acoplamiento estructural entre sistemas psíquicos y sociales llamada diferenciación funcional. En la incorporación de las implicaciones de este supuesto a un programa de intervención sociológico radica la originalidad de la propuesta de Mascareño. Pero para hacerla notar, hay que esclarecer el sentido de la emergencia de los sistemas psíquicos y sociales en la teoría de los sistemas sociales. En ella la emergencia es contingente, esto significa que no es necesaria ni imposible: puede ocurrir o no ocurrir, pero de hecho ocurre. Para explicar la emergencia de estos sistemas, la teoría de sistemas sociales plantea las condiciones operacionales bajo las cuales los eventos psíquicos y sociales se actualizan.
La emergencia del acoplamiento estructural de los sistemas psiquicos y sociales es un problema empírico que, en cuanto tal, no se detiene mientras permanezca como una realidad observable. De la misma forma, la intervención es un problema por resolver, una actividad, una operación. La separación operativa y complementaria entre individuo y sociedad de la teoría de sistemas permite postular que no existe, en última instancia, identidad entre las motivaciones y las alternativas institucionales, es decir, las expectativas de los individuos para con la sociedad y de la sociedad para con los individuos nunca son idénticas. Esto permite diseñar un mecanismo de intervención que descarte la vinculación perfecta de las motivaciones y de las alternativas institucionales, pues siempre son incompletas. Para la intervención, la vinculación es el problema, no la solución.
Una ética de la contingencia es un programa de investigación que asume operativamente la emergencia de lo social y, solo entonces, un programa de intervención que reconoce la contingencia de esta emergencia, la cual pretende promover para reproducir su dinámica. La reflexividad de este programa consiste en que, como cualquier otro evento social, también él es emergente, es decir, contingente, por lo que la ética de la contingencia no reclama exclusividad frente a otros programas de intervención. Así, el proyecto de Durkheim por elaborar un método científico de investigación de la sociedad y una forma de intervención en la sociedad (integración perfecta, siempre de la mano del Estado) resulta solo una alternativa entre otras. La intervención no es un privilegio de la sociología, sino una posibilidad de cualquier sistema psiquico y social operante. Los sistemas psiquicos y sociales son, por definición, incontrolables para la teoría de sistemas sociales. Lo son también para la ética de la contingencia. El control del riesgo produce más riesgo y no seguridad. Lo que Mascareño plantea es un sentido posible de la intervención sociológica que no pretende controlar, sino orientar, mostrar alternativas: desarrollar la autonomía de las operaciones psíquicas y sociales que aumentan la complejidad del mundo.
El problema que tradicionalmente se ha objetado a un programa de intervención sociológico es el mismo que el marxismo y la teoría crítica realizaron contra la promoción de la sociedad en la que surge y se ejerce la sociología sin pretender trascenderla. Este conformismo no es objetable a la ética de la contingencia. Frente a las tendencias de necesidad e imposibilidad de la sociedad, la ética de la contingencia no solo reacciona a ellas observándolas, sino que también se opone a ellas evaluándolas por medio del descubrimiento y la promoción de otras alternativas disponibles. Una ética de la contingencia no se conforma con lo dado y busca lo posible. La actitud evaluativa incorporada permite no solo reconocer la desigualdad económica, el racismo, la violencia de género, el riesgo ecológico, semánticas de la necesidad (“es pobre solo quien quiere serlo”, “hay que salvar la raza”, “solo hay hombres y mujeres”, “la tierra está por extinguirse”), sino también oponerse a ellos y tratar de neutralizarlos: la riqueza, la raza, el patriarcado, la fractura metabólica, no son necesidades ni dictan imposibilidades, más bien son posibilidades sedimentadas que parecen ser necesidades porque ocultan otras posibilidades (“la pobreza no solo depende de la voluntad”, “la raza no agota la identidad”, “hay más géneros que hombres y mujeres”, “nuestra relación con la tierra está cambiando y ella puede continuar sin nosotros”). Desde una ética de la contingencia, el trabajo sociológico consiste en reconstruir el proceso mediante el cual se han estructurado de esta forma operaciones sociales contingentes y, a partir de este conocimiento, reflexionar cómo pudieron ser diferentes y todavía pueden serlo. Esto no significa duplicar la realidad en una palpable y agotada y en otra imaginaria e infinita en posibilidades. Lo contingente no es lo arbitrario, ni el azar, sino aquello que no es necesario ni imposible, es decir, aquello que es posible entre otras posibilidades dadas ciertas condiciones. En otras palabras, la facticidad del mundo.
Sin embargo, en congruencia con sus principios, una ética de la contingencia no descarta ni cancela la posibilidad de programas de intervención con tendencias de necesidad e imposibilidad que busquen modelos acabados de sociedad (sin clases sociales o del libre mercado), pues contra ellas se distingue. Paradójicamente, no hay éticas de la contingencia sin éticas de la necesidad. La ética de la contingencia se despliega sobre la ironía de sí misma (solo posible con la diferenciación funcional, con la democracia) y recuerda, para incomodidad de algunos y esperanza de otros, el dictado de Hamlet con el que Mascareño enarbola su propuesta: hay más cosas entre el cielo y la tierra de las que imagina tu filosofía.
Notes
Author notes
Ricardo Martínez es estudiante de la Maestría en Ciencia Social con especialidad en Sociología de El Colegio de México. Es licenciado en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Su principal línea de investigación es la sociología del derecho, con especial interés por el pluralismo jurídico. Actualmente investiga el proceso de establecimiento de la jurisdicción indígena en Oaxaca, México.