Reseñas
Michael J. Green. 2022. Line of Advantage: Japan’s Grand Strategy in the Era of Abe Shinzō
| Green Michael J. Line of Advantage: Japan’s Grand Strategy in the Era of Abe Shinzō. 2022. Nueva York. Columbia University Press. 328pp. |
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El 8 de julio de 2022, el exprimer ministro de Japón, Abe Shinzō (1954-2022), fue asesinado durante un mitin en la ciudad de Nara. Después de su arresto, el asesino explicó que escogió a Abe como objetivo debido a la relación que la familia de Abe tenía con la Iglesia de la Unificación,1 asociación religiosa a la cual el asesino culpaba por la bancarrota que su madre había sufrido en 2002.
Son muchos los motivos por los que Abe Shinzō pasará a la historia: fue el hombre más joven en haber ocupado el cargo de primer ministro, tenía 52 años cuando ascendió a la titularidad del ejecutivo en 2006. Fue el primero en regresar al cargo de primer ministro desde que Yoshida Shigeru (1878-1967) lo hiciera en 1948, algo impresionante si se considera la humillante derrota por la que Abe tuvo que renunciar en 2007. Su segundo periodo como jefe de gobierno duró de 2012 a 2020, lo que lo convierte en el primer ministro más longevo desde la posguerra, superando al ya mencionado Yoshida Shigeru y a Eisaku Satō (1901-1975).
El presente libro, que salió a la luz pocos meses antes del asesinato de Abe, no sólo analiza los muchos otros lazos que Abe y su familia tienen con la historia de Japón, sino que los ubica en el contexto del desarrollo de la política exterior del país. El libro no es un catálogo de reformas o un análisis de los logros a corto plazo de la administración Abe, es un detallado bosquejo histórico de la Grand Strategy de Japón y de cómo Shinzō Abe la vivió y la ha modificado dramáticamente y cimentado para el corto y mediano plazos.
El profesor Green afirma que la segunda administración Abe ha producido cambios tan profundos en la aprehensión que el Estado japonés tiene de su contexto geopolítico, así como en las medidas con las que puede y debe hacer frente a los retos que implica el ascenso de económico y militar de China, que considera que podemos hablar de una “nueva era en la diplomacia japonesa”.2
El libro consta de seis capítulos más una introducción y una conclusión. Por motivos de claridad en la exposición, el autor analiza por separado la interacción histórica, política y económica de Japón con los distintos actores relevantes de la región, esto no impide que el hilo conductor del libro y su principal argumento -la historia de la política exterior de Japón y la manera en que Abe Shinzō la ha moldeado para adaptarla a las necesidades del siglo XXI- se refleje en cada uno de ellos.
El capítulo 2 está dedicado a China, el 3 a EE.UU., el 4 a la región del Indopacífico y el 5 a la península de Corea. El primer capítulo, “The Historic Roots of Modern Japanese Grand Strategy”, sirve como telón de fondo para el análisis de la (gran) estrategia geopolítica que los distintos gobiernos de Japón, desde la era Meiji, han adoptado para proteger los intereses nacionales del Estado japonés.
Es difícil resumir en pocas páginas la estructura argumental que, con gran detalle, se expone a lo largo de un libro. Corriendo el riesgo de simplificar demasiado, se puede afirmar que, a partir de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, la política exterior de Japón se limitó a ligeras adaptaciones de la Doctrina Yoshida.3 Esto llegó a su fin en 2012, con el segundo mandato de Abe y una nueva política que abiertamente aceptó el riesgo de involucrarse en conflictos militares a cambio de garantizar la cercanía de Washington a los intereses estratégicos de Japón.
Para entender lo significativo de este cambio, Green comienza su exposición con la era Meiji (1868-1912), época en que el naciente Estado japonés definía por primera vez su intereses geopolíticos. Dos eran las posibles posibilidades que se consideraron deseables: convertirse en un imperio marítimo enfocado en el comercio, siguiendo el modelo británico, o convertirse en un imperio continental.
En un contexto definido por el rapaz expansionismo del imperio ruso y la crisis de la dinastía Qing en China, el estadista Meiji, Yamagata Aritomo (1838-1922), consideró que para garantizar la supervivencia del Estado japonés éste debía de proteger dos fronteras: la “línea de soberanía” (shuken sen 主権線) -correspondiente a las fronteras inmediatas del archipiélago japonés- y una segunda “línea de interés”4 (rieki sen 利益線), que incluía el espacio geográfico de todas aquellas áreas de donde las fuerzas armadas de países vecinos podían amenazar la seguridad e integridad de la “línea de soberanía”. A pesar de que la península coreana se encontraba dentro de la “línea de interés”, la prioridad de Yamagata fue la establecer una defensa marítima contra posibles incursiones desde Corea.5 Al principio, el gobierno japonés solamente trató de influir sobre la política interna de Corea, pero el fortalecimiento del ejército, la debilidad de China y el expansionismo imperialista de Rusia terminaron por inclinar la balanza a favor de una anexión de la península, por lo que la “línea de soberanía” se prolongó de forma paulatina para incluir, Corea, Manchuria y, eventualmente, gran parte de China: Japón había decidido convertirse en una potencia continental.
Como lo señala Green, Abe retoma y reelabora el plan original de Yamagata.6 Abe y su gobierno enmarcaron su nueva estrategia en términos marítimos y cosmopolitas de manera consistente y deliberada. Los dos instrumentos privilegiados para llevar a cabo sus nuevos objetivos fueron el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (conocido como QUAD por sus siglas en inglés) y su política de un “océano indopacífico libre y abierto” (Free and Open Indo-Pacific). A través de los cuales Japón y sus aliados regionales esperan poder guiar la agenda de “creación de reglas” (rulemaking) a nivel regional y global, con miras a favorecer el crecimiento económico a través del comercio y en el marco del derecho internacional vigente.
El autor no deja de enfatizar la suspicacia con que la administración Obama recibió esta nueva política de Abe pues, al alejarse de los estándares pacifistas de la doctrina Yoshida, podía malinterpretarse como una política revisionista o rearmamentista de Japón.
Es cierto que la nueva política de Abe abandona por completo la previa doctrina de pacifismo, y no reniega o esconde su capacidad o voluntad de servirse también del instrumento militar, pero éste no es el instrumento prioritario por medio del cual pretendía conseguir sus fines; todo lo contrario, prioriza la diplomacia, la cooperación e intercambio económico. Su plan de acción, explícitamente apegado a los principios liberales del derecho internacional y marcado con un gran tinte cosmopolita, ha conseguido que a Japón se le perciba no como un Estado revisionista o revanchista, sino como el más importante defensor del orden internacional en Asia.
Otro síntoma del éxito de la nueva política exterior de Abe es el hecho de que otras democracias, como Australia o EE.UU. han gravitado hacia la misma estrategia y adoptado los mismos instrumentos y la misma terminología. Por esta razón, Green considera que las subsecuentes administraciones en Japón continuarán usando el esquema de Abe en el futuro previsible.
El rompimiento de Abe con la Doctrina Yoshida no sólo se da en el contexto histórico de las relaciones geopolíticas de Japón, sino que contiene un componente personal para Abe y su familia. Tanto su abuelo materno, Kishi Nobusuke (1896-1987), como su padre Abe Shintarō (1924-1991), pertenecían a la facción minoritaria del Partido Liberal Demócrata (PLD) que nunca vio con buenos ojos la narrativa de culpa y autoconstricción que la doctrina Yoshida imponía a las relaciones de Japón con sus vecinos. Nobusuke sacrificó el puesto de primer ministro y su carrera política al tomar la decisión estratégica de ratificar el Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua entre Estados Unidos y Japón en 1960, a pesar del descontento popular que condujo a las protestas populares más grandes en las historia de Japón, conocidas comúnmente como las protestas ANPO, por el acrónimo en inglés del tratado. Nobusuke fue tildado de militarista por no seguir la línea más pacifista de las facciones cercanas a Yoshida.
Abe Shinzō siempre consideró como una afrenta personal contra su familia y contra Japón la tendencia pacifista encarnada por la Doctrina Yoshida. Además del hecho de que, desde un punto de vista estratégico, consideraba que Japón debía tener un rol más activo en la defensa sus intereses y en la formación del orden geopolítico regional y global.
El autor subraya los muchos paralelismos que hay entre la carrera política de Abe y la de Xi Jinping, ya que fue este último, en su rol como vicepresidente de la Comisión Militar Central de China, quien más contribuyó a la crisis de las Islas Senkaku en 2012, en la cual más de 40 incursiones marítimas y 160 incursiones aéreas ocurrieron en el pequeño archipiélago revindicado por Japón y China. Esos años también estuvieron marcados por la aceleración de la creación de islas artificiales por China y su actitud cada vez más amenazadora respecto a los países del sur de Asia, por no mencionar el hecho de que, de 2007 a 2012, Japón tuvo un cinco primeros ministros que duraron aproximadamente un año en el puesto, y China trató agresivamente de sacar provecho de la inestabilidad política en Japón.
Sin ese contexto no sería explicable el regreso de Abe al poder, pues las diversas facciones del PLD lo consideraban como la única persona con la visión estratégica y la capacidad de hacer frente a esta nueva amenaza. La actitud que el gobierno de Xi Jinping ha adoptado desde que éste se convirtió en Secretario General del Partido Comunista Chino (PCC) en 2013 sólo confirmó en la mente de los diversos líderes de las facciones del PLD la idea de que la doctrina Yoshida ya no era adecuada y de que era necesaria una nueva estrategia más proactiva y firme.
Las reformas impulsadas por la administración de Abe a lo largo de casi ocho años incluyen el establecimiento de la primera organización de una política de seguridad nacional desde la posguerra, que incluye un Consejo de Seguridad Nacional y un documento de Estrategia de Seguridad Nacional. También aumentó las facultades de la oficina del primer ministro para decidir sobre el personal y la política de las agencias relacionadas con los temas de defensa y seguridad, aumentó la representación de las Fuerzas de Autodefensa de Japón y la Guardia Costera en la toma de decisiones y la conducción de operaciones; mejoró la interoperabilidad entre los demás servicios y la Guardia Costera y unificó los análisis de inteligencia en una sola entidad.
Sin duda el legado más sólido de la administración Abe es la reinterpretación del artículo 9 de la Constitución, el cual, bajo los auspicios de la doctrina Yoshida, había sido interpretado de la manera más pacifista posible, permitiendo a Japón abstenerse de participar en la planeación conjunta en objetivos regionales que contemplen el apoyo militar a sus aliados. Con la nueva interpretación, que considera la defensa de la seguridad colectiva como “autodefensa”, Japón puede ahora no sólo reaccionar militarmente en caso de un ataque a sus aliados, sino que puede participar de forma activa en la planeación estratégica de medidas preventivas y en ejercicios militares. La nueva colaboración se vio institucionalizada con la Alliance Coordination Mechanism (ACM), que sirve como mecanismo coordinador entre Japón y sus aliados, de manera similar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Todas estos nuevos órganos de coordinación militar y la nueva estrategia de Abe han sido aceptados por las facciones del PLD y por los partidos de oposición, lo que garantiza la continuación de la nueva dirección general estratégica de Japón, por lo menos en las siguientes décadas.
Otra cuestión importante que es necesario remarcar es que, como ya se ha mencionado, la nueva política exterior de Japón no es esencialmente militarista ni busca “contener” a China como un fin en sí mismo. Todo lo contrario, se propone la cooperación económica con China y el crecimiento económico de ambos países, pero dentro de los límites del respeto al derecho internacional. Para ello, la coordinación diplomática con países como India, Australia, Corea, y los miembros de ASEAN constituye el instrumento primordial.
El profesor Green enfatiza el hecho de que, desde 2013, Japón tiene una estrategia de “competición sin catástrofe” con China, cosa que EE.UU. comenzó a buscar apenas en 2019.
El presente libro es una lectura fundamental para quien se interese en la geopolítica contemporánea del este de Asia, en el desarrollo histórico de la política exterior de Japón y en el legado político de Abe Shinzō.