Semblanza
Eric Van Young (1946-2024)
El año se eclipsó con pesar: el 20 de diciembre Eric Van Young murió, tras una larga batalla contra el cáncer. Sin embargo, su legado como historiador es imperecedero, tanto por los temas que trató como por la influencia que su obra ha tenido en la re-escritura de la historia colonial y del siglo XIX mexicano.
A lo largo de más de cuatro décadas, la obra de Van Young ha sido un giro de pensamiento en la historiografía: de la historia económica regional, con su fundamental Hacienda and Market in Eighteenth-Century Mexico (1981),1 su revulsiva narrativa de la primera guerra civil mexicana, en The Other Rebellion (2001)2 y la monumental biografía de Lucas Alamán, A Life Together (2021),3 que es una reinterpretación del pensamiento conservador decimonónico.
Van Young fue un agudo lector de la historiografía anglosajona sobre México, a la que acusó de tratar al país como “problema” y un “museo de inmodernidad”, para mirar su exitosa alteridad con un “soplo de pensamiento teleológico”. En este sentido, Van Young fue un mexicanista excepcionalmente crítico de la narrativa profesional de sus colegas y generoso lector de la historia mexicana escrita en español, para hacer de su crítica obras singularmente refrescantes y renovadoras de enfoques que combatía con argumentos y rigurosa investigación, desde archivos locales, regionales y nacionales.4
En la publicación de sus tres textos esenciales, tres baluartes de pensamiento, se aprecia el rigor de su trabajo de investigación empírica, una voluntad de narrar la complejidad con transparencia y un creativo horizonte de interpretación, que dan testimonio de la agenda de su vida intelectual.
Esas obras marcan ciclos de producción historiográfica que se advierten en la reinterpretación de la historia rural mexicana, en la narrativa de la revolución de independencia y en el ensayo biográfico sobre el gran intelectual del conservadurismo decimonónico. En los tres temas, su discurso crítico a la historiografía que le precedió se ha impuesto como modelo de pensamiento, con meticulosidad y elegancia, así como a la narrativa histórica convencional: un turning point en el conocimiento del pasado colonial tardío y del México temprano.
El arco de sus investigaciones inscribió el pasado de México en la época de las revoluciones atlánticas, entre 1750 y 1850, que dieron contexto de época a sus estudios empíricos. Su visión macroscópica global le permitió realizar un microanálisis de la economía espacial, la acción disruptiva de los actores colectivos de la vida rural y la agencia política de un intelectual que leyó una época de turbulencias y transformaciones políticas. Tres escalas de análisis que demandaron otras tres formas narrativas en las que Van Young desarrolló metodologías originales para el análisis económico regional, aplicando modelos de mercados premodernos; las patologías sociales de una revolución, con una audaz lectura psicoanalítica de los furores populares; y la biografía política para entender la íntima relación entre el nacimiento de la nación y la nostalgia del orden virreinal.
Su trayectoria en la investigación se remontaba a más de cuatro décadas, cuando por consejo de Enrique Florescano se encaminó a Guadalajara, donde encontró “la riqueza de sus archivos y su limitada historiografía moderna” lo que suponían una ventaja, pero también un desafío. Ese reto lo tradujo en su obra prima, Hacienda and Market, que resultó en un doble giro historiográfico: la superación de la historia regional como objeto ego-centrado y una nueva interpretación sobre la economía agraria premoderna, centrada en la gran propiedad agraria, para dar paso a una visión sistémica y crítica de la productividad agríco la y la conflictividad social en el mundo rural tardo colonial.
El modelo de economía rural de Hacienda and Market fue inspirador de una renovada historiografía económica, donde el objeto de estudio dejó de ser el espacio para trascender a los sistemas agrarios y el techo de crecimiento de las economías preindustriales. Los agentes individuales, mayorazgos y terratenientes, así como los actores campesinos que competían con éxito en los mercados, modelaron una nueva complejidad para entender la microeconomía del sistema de haciendas y mercados.5
El tránsito de la historia económica a la social en la obra de Van Young, expresada en el último capítulo de su Hacienda and Market, supuso a la vez un cambio de escala de lo macroeconómico a lo microsocial, en la disputa de la tierra entre actores que entraban en conflicto vertical -entre poderosos y comunidades indígenas- y horizontal -entre indios inter y extra-comunitarios- donde advirtió la importancia de la disputa legal, la violencia física y simbólica, que lo encaminó a estudiar en una escala virreinal la configuración social y los términos de la desigualad, ejemplarmente reunido en su libro de ensayos El ocaso del orden colonial en Hispanoamérica, publicado a principios de los años noventa.
Con su obra nos abrió el horizonte de interpretación sobre las raíces agrarias del descontento y la rebelión campesina como un gran tema que inspiraría The Other Rebellion, el gran fresco psicosocial de las múltiples rebeliones locales que configuraron la miríada de procesos que se habían sumariado como guerra de independencia. Acá Van Young rompe fronteras temporales, políticas y culturales de interpretación, señaladamente la teológica y patriótica, sobre el malestar campesino y la violencia patológica que desestructuró la sociedad virreinal.
La génesis de The Other Rebellion tuvo una larga pausa, pero sobre todo un gran salto analítico de la historia económica a la psicosocial, con temas complejos como explicar el mesianismo, el indigenismo o el (proto) nacionalismo, que en su momento discutimos.6 En su debate con la llamada historia cultural y la econometría histórica, Van Young se mantuvo firme en su apreciación que sin un conocimiento de la vida material era imposible descifrar las disputas políticas, las rebeliones sociales y las formas simbólicas de la disidencia, así como la violencia patológica que caracterizó a la guerra civil que desembocó en la caída del régimen virreinal.
Resulta, por tanto, difícil caracterizar el pensamiento histórico de Van Young en un solo terreno de especialización: no dejó de ser un historiador sistemático de la vida material, que como la “malaria” volvía en sus preocupaciones,7 pero también un sagaz historiador social que observó los matices y la complejidad de las acciones colectivas y los liderazgos que produjo el mundo rural mexicano, con un agudo sentido de historicidad, gracias a su gran capacidad de escrutador denso de las fuentes documentales y dotado de una fina lectura de la historiografía mexicanista, anglófona y mexicana, que le permitió entender esa dualidad cultural de la narrativa histórica y refinarla con su elegante estilo irónico.
Van Young también era un conversador inteligente y generoso: escuchaba, complementaba información y obsequiaba con amabilidad consejos esenciales para la investigación. Su obra fue para mí, como para muchos otros historiadores, inspiradora y desafiante: el diálogo crítico que establecimos durante varias décadas, me benefició por su agudeza y generosidad. Me quedo con sus letras, modestas y sinceras: “He descubierto que dar las gracias adecuadamente por el amor, la amistad o el compromiso ocasional o continuo de otras personas con las ideas de uno, no es tarea fácil”.8 Este fin de año lo despido con gratitud y pesar.