Reseñas
Sobre Serge Gruzinski, La máquina del tiempo. Cuando Europa comenzó a escribir la historia del mundo
Sobre Serge Gruzinski, La máquina del tiempo. Cuando Europa comenzó a escribir la historia del mundo
Historia mexicana, vol. LXXV, no. 1, pp. 379-383, 2025
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Históricos
| Gruzinski SergeAncona Quiroz José Andrés. La máquina del tiempo. Cuando Europa comenzó a escribir la historia del mundo. 2021. México. Fondo de Cultura Económica. 368pp.. 978-607-16-7021-2 |
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Retomando las inquietudes de El entenado (1983), novela del escritor argentino Juan José Saer, el historiador galo Serge Gruzinski verbaliza su sentir: “Después de sesenta años esos indios ocupan, invencibles, mi memoria”.1 Ésta es la inquieta duda y curiosidad insaciable por aquello que el autor califica como “innominado”, la cosa sin nombre que acompañó a los españoles en su desembarco en América y que sigue palpitando en la sombra del tiempo: la captura de las memorias amerindias por Occidente. Así, como el héroe de Saer -que vivió 10 años cautivo de indígenas en el Río de la Plata-, autores como Motolinía, Bartolomé de Las Casas y Pedro Mártir de Anglería, pero también los tlacuilos y los historiadores mestizos como Juan Bautista Pomar y Diego Muñoz Camargo, fueron tanto testigos como narradores de la creación del pasado indígena por Occidente. Por ello, en el acto de historización y confección de una conciencia histórica, el indio americano será obligado a verse, explicarse y entenderse en el espejo de Occidente. Éste es el argumento de La máquina del tiempo. Cuando Europa comenzó a escribir la historia del mundo.
Publicado por el Fondo de Cultura Económica y traducido del francés por José Andrés Ancona Quiroz, es un denso trabajo historiográfico acompañado de un riguroso aparato crítico que se presenta en cuatro partes. Compuesta por 368 páginas, la obra de Gruzinski profundiza en el sentido detrás de los textos escritos por los frailes cronistas de Indias, tlacuilos e historiadores mestizos. Acompañado con la consulta de fuentes primarias, desde crónicas novohispanas hasta códices, además, es un escrito consciente del presente globalizado que necesita historias globales y para ello recurre a la experiencia novohispana del siglo XVI, observando la captura de las memorias amerindias por una técnica europea: la Historia, entendida como otra forma de dominación y expansionismo europeo.
El libro inicia con un breve prólogo donde señala que la modernidad está marcada por el mundo siendo conquistado por las imágenes y las memorias siendo capturadas por la historia, reflexión que de sarro lla por medio de Martin Heidegger (p. 22). Después, en el primer capítulo, “La captura de las memorias”, explica que fue con fray Toribio de Benavente, Motolinía, el inicio de la historización como una forma de expansión occidental. Siendo una operación intelectual iniciada en la Nueva España, bajo el cobijo de la cristiandad latina, y posteriormente exportada al resto del globo. Pero que en el ámbito novohispano respondió a dos fines: uno administrativo colonial que busca conocer a la población para cobrarle tributo y dominarla; y otra de carácter evangelizador (pp. 30-32). La visión de Gruzinski apoyada en la comparación y el diálogo entre lo local y lo global, permite estudiar fenómenos de tales dimensiones. No obstante, puede bajarlo al estudio de casos concretos, lugar donde la historiografía toma el bastón de mando. El autor rastrea las influencias filosóficas, históricas, literarias, detrás de cada uno de los autores y los estudia en su contexto, siendo un ejercicio exquisito de historia intelectual.
Hay que decir que en este capítulo establece un diálogo interesante con Dipesh Chakrabarty, quien propone provincializar Europa, verla como una provincia más.2 Gruzinski retoma su tesis y añade la fórmula de la frontera europea en expansión que al avanzar por el globo captura memorias, esto le sirve para su revisión de los orígenes de la exportación de la historia como una forma de colonización (pp. 40-41).
Posteriormente, en el capítulo segundo, “La resistencia de las memorias indias”, estudia códices novohispanos y a los tlacuilos que los diseñaron como sujetos con capacidad de agencia también explora la transición a la letra escrita y la captura de las memorias amerindias a partir del análisis de tres códices: Ixtlilxóchitl, Xólotl y Mendoza. Notable que las diez láminas a color que acompañan la obra ilustran estos documentos que aún tienen mucho que decir y que Gruzinski hace hablar.
A continuación, el tercer apartado lleva por título “Una historia global del Nuevo Mundo” y en éste recupera al fraile dominico Bartolomé de Las Casas y lo estudia en su ya conocida faceta de apologista defensor de los indios en el debate contra Ginés de Sepúlveda, pero también recupera al fraile historiador que desarrolló una historia global a partir de un dogma de fe: la unión del género humano (p. 212). Aquí resulta interesante la distinción, hecha por el autor, de las obras de Las Casas a partir de los métodos utilizados por éste. Por un lado, la crónica en su Historia de las Indias y, por otro, la descripción, en su Apologética historia sumaria y su Brevísima relación, donde resalta su poca preocupación por la cronología y donde dispone de la información en la medida que le sirve para denunciar la condición de los naturales. Rasgo que le permitió a los intelectuales de la Europa reformada, en pleno giro antirromano, desarrollar la leyenda negra española (p. 249).
Finalmente, cierra su obra con “El nacimiento de la historia local”. Éste es, quizá, uno de los capítulos más fructíferos y suculentos del libro. En él analiza los escritos de los historiadores mestizos Juan Bautista Pomar y Diego Muñoz Camargo, que relataron la historia de Texcoco y Tlaxcala como partes del “escenario del mundo” (p. 290). Momento donde la historia a la europea evolucionó hacia una perspectiva occidental y, por tanto, mestiza. Dejando ver la participación de la élite indígena en este proceso de historización.
Respecto a su peculiar estilo, algo recurrente en los trabajos del historiador galo es su ir y venir entre los tiempos y los diversos espacios geográficos, así como las constantes referencias de autores clásicos y contemporáneos. No sigue una línea cronológica-espacial en su narra ti va; esto se observa cuando estudia “La larga marcha de la historia europea” (p. 27), yendo y viniendo entre Asia, Europa y América, el siglo XIX y el XVI. Por lo cual, su estilo le permite exponer la conexión entre varios fenómenos y discusiones. Sin embargo, para un lector distraído puede resultar complicado seguir el hilo de la línea argumentativa. Por eso recomiendo apoyarse en la realización de fichas, notas y apuntes en el margen de las páginas.
Referente a las conclusiones de grado historiográfico, La máquina del tiempo propone una historia compleja, contraria al uso político actual de la misma que produce caricaturas de vencidos-vencedores y que no toma, por ejemplo, de Diego Muñoz Camargo, la colaboración de las élites indígenas del altiplano en la confección de las redes que tejieron la sociedad colonial. Piezas clave del proceso de historización del Nuevo Mundo y su occidentalización.
Bajo esta mirada compleja, matizada, ajena a los aspavientos actuales, el autor recupera la historia escrita por esta nueva sociedad mestiza, desde sus bases con Motolinía hasta su cristalización en Pomar y Camargo, siendo este momento cuando dejó de ser europea y se hizo occidental. De este modo, el Viejo Mundo dotó de las categorías y herramientas necesarias para la historización del resto del globo; no obstante, la historia del Nuevo Mundo, así como la de Asia y la de África también es parte crucial de la memoria europea en el marco de la primera globalización y el surgimiento de sociedades mestizadas.
Finalmente, esta obra va más allá de las historias nacionales y, por consiguiente, da la pauta para desarrollar líneas de investigación que permitan repensar el presente globalizado, con sus dinámicas de migración y sociedades mestizas que se balancean entre la integración y la fractura. Al final, Gruzinski recurre a la experiencia novohispana durante la primera globalización para pensarse como europeo. Sólo resta preguntar: ¿este enfoque permite repensarnos más allá de las propuestas posmodernas o las visiones nacionalistas de corte esencialista excluyentes? Por tal motivo se extiende una invitación para leer, debatir y socializar La máquina del tiempo de Serge Gruzinski.
Notes