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Sobre David Tavárez, Rethinking Zapotec Time: Cosmology, Ritual, and Resistance in Colonial Mexico
Historia mexicana, vol. LXXV, no. 1, pp. 383-387, 2025
El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Históricos

Reseñas

Tavárez David. Rethinking Zapotec Time: Cosmology, Ritual, and Resistance in Colonial Mexico. 2022. Austin. University of Texas Press. 448pp.. 978-147-732-451-6

DOI: https://doi.org/10.24201/hm.v75i1.4737

Como señala en esta esplendida obra su autor, David Tavárez, las devociones zapotecas antiguas se han estudiado desde hace más de 100 años; sin embargo, a mi juicio, son ciertas fuentes excepcionales, como los 102 manuales adivinatorios contenidos en un proceso por idolatría finalizado en el año de 1702, en contra de los zapotecos de la Sierra Norte de Oaxaca, las que nos permiten conocer a detalle el extraordinario mundo religioso de los pueblos mesoamericanos. Sin embargo, pese a que esta fuente extraordinaria se encuentra para consulta en el Archivo General de Indias en Sevilla, y que fue dada a conocer por el americanista hispano Alcina Franch, se requería en realidad de un excepcional historiador, antropólogo y filólogo como lo es el propio David Tavárez para poder adentrarse en ese mundo fascinante de las devociones tradicionales indígenas.

Estos manuales, en palabras del autor, condensan información enciclopédica acerca de las fiestas, los ancestros, ofrendas y ritos, observaciones astronómicas, teorías cosmológicas, los ciclos del tiempo, información del antiguo panteón zapoteco y especialmente las teorías de este pueblo acerca de las estructuras del tiempo y el espacio, el origen del universo y los ciclos de las obligaciones rituales para preservar estos libros sagrados. Cada uno de estos complejos temas es desarrollado a lo largo de los ocho capítulos del libro: el capítulo primero, que es una completa introducción al tema de este trabajo; el segundo, donde el autor se centra en ofrecer una reelaboración analítica de los calendarios zapotecos y nahuas. Los capítulos tercero y cuarto están dedicados, respectivamente, al asunto de la escritura en la sociedad zapoteca colonial y las teorías del tiempo y el espacio en esta misma sociedad. Los capítulos cinco, seis y siete están consagrados al análisis de los festejos celebrados para las deidades y los entes sagrados, los cantos dedicados a los ancestros y las particulares formas de adaptación, recepción y resistencia de los zapotecos con respecto al cristianismo. Finalmente, el libro está acompañado de un apéndice en extremo importante: se trata de una larga traducción del zapoteco colonial al inglés de los cantos plasmados en dos de los manuales y que representa -como fuente primaria- la más detallada historia sagrada indígena de los pueblos de la América colonial.

Gracias a este trabajo único, David Tavárez nos explica a detalle la tradición ritual y adivinatoria contenida en los manuales de Villa Alta, la cual se remonta a un lejano pasado mesoamericano; como señala el autor, los sistemas de registro o “escritura” de los Valles Centrales de Oaxaca fueron introducidos a la zona norte zapoteca desde fines del periodo Clásico. Igualmente, la interpretación de la cuenta calendárica adivinatoria fue fruto de una muy particular búsqueda por parte de los especialistas en rituales. La cuenta adivinatoria mesoamericana es la que comprende el ciclo de 260 días festivos, los cuales representan entidades con una posición, nombre y periodización especiales en el calendario adivinatorio. Conlleva el destino del individuo nacido en un particular día festivo de este calendario por lo que los especialistas rituales consideraban fundamental conocer y estudiar perfectamente cada uno de estos días. Estos 260 días festivos estaban distribuidos en 20 grupos de 13 “unidades”. Este calendario en zapoteco se llama Biye, que -Tavárez explica- se tra duce como “tiempo” o “intervalo”; resulta particularmente fascinante cómo el autor vincula esta palabra del norte de la región zapoteca con escritura, es decir, el antiguo vínculo entre adivinación y escritura. Más aún, la excepcional explicación filológica que nos ofrece David Tavárez permite observar la relación entre adivinación y pictografía o códices (escritura). De hecho, este autor encuentra que el ciclo calendárico adivinatorio zapoteco aparece principalmente en dos fuentes; en primer lugar, en la conocida gramática del zapoteco escrita por el dominico fray Juan de Córdova en 1578, y en segundo lugar, justamente, en los 102 manuales de Villa Alta.

De tal manera, en este estudio, David Tavárez ofrece una primera y sustancial comparación entre los años zapotecos y nahua coloniales. Basándose en la lengua zapoteca, así como en numerosas fuentes, como el Códice Borbónico y en autores clásicos como Alfonso Caso, el autor, encuentra indiscutible evidencia que vincula el año zapoteco con el nahua. Aún más, David Tavárez muestra, igualmente, un detallado análisis de cómo los autores zapotecos y nahuas memorizaron el ciclo calendárico de 365 días y lo transformaron en conocimiento colonial para comprender sus antiguas fiestas, lo que representaba una preciosa información para los descendientes de ambas culturas. Por ejemplo, mediante estas fuentes, el autor muestra cómo la estabilidad calendárica entre las culturas del centro de México es una falacia, ya que, si bien los ciclos temporales festivos y acerca del destino de un individuo son similares entre las sociedades mesoamericanas, existían teorías locales sobre el cosmos y sus ciclos, por lo que los calendarios de 260 y 364 días estaban abiertos y podían ser recalibrados de ser necesario.

Más aún, por medio de numerosos documentos alfabéticos en zapoteco colonial David Tavárez muestra la relación cercana entre numerosos términos referentes al espacio-tiempo y la cosmología de los habitantes de esta región. Así, con un encomiable y sorprendente detalle David Tavárez estudia la estructura documental de los manuales, encontrando su origen y el de las partituras que los acompañan lo que le permite adentrase en los conceptos e hipótesis que los zapotecos hicieron en relación con la forma del universo como un elemento codificado en los calendarios. Este estudioso analiza aspectos importantes de las variantes escritas del zapoteco colonial, sus prácticas y retórica, así como la creación de archivos particulares para preservar y copiar valiosos testamentos que le permiten examinar, entre otras cuestiones, la vigencia de nombres tradicionales en el siglo XVII. Igualmente, David Tavárez compara con singular originalidad los usos retóricos de textos sagrados y mundanos en zapoteco, encontrando similitudes entre el célebre corpus de los Cantares Mexicanos en náhuatl con textos sacros de los zapotecos coloniales.

Como se puede observar, este estudioso no se conforma con darnos una visión del culto indígena regional, que ya hubiese sido en sí suficiente, sino que complementa su análisis contrastando la información de estos manuales con antiguos códices calendáricos precolombinos, como el Códice Borgia y el Códice Fejérváry-Mayer, encontrando una extraordinaria convergencia lingüística, semántica y semasiográfica en secuencias cosmogónicas que conllevan actos de creación. Este análisis deriva -igualmente- en un cuidadoso estudio de los nombres y ofrendas de las deidades zapotecas adoradas en determinados ciclos festivos del calendario de 260 días representado en los manuales. Igualmente, Tavárez nos ilumina acerca de cómo estos manuscritos se utilizaron para convocar a los ancestros zapotecos de regreso a la tierra.

Al respecto, el autor detalla la manera en que estos calendarios están relacionados con el poder sagrado tradicional y colonial; por ejemplo, algunos manuales estaban en manos de las autoridades coloniales zapotecas del más alto nivel e incluso son la clave para que Tavárez encuentre la manera en que los linajes de la nobleza zapoteca estaban relacionados con un animal protector. De hecho, varias de estas autoridades eran no únicamente los guardianes de los manuales, sino sus mismos autores, lo que muestra la importancia que para el poder indígena tenía este tipo de conocimientos tradicionales paralelamente al profundo conocimiento de la cultura escrita europea. Así, por ejemplo, Juan Martín, autor del único vocabulario zapoteco-castellano escrito por un indígena en 1696 (y de los escasos vocabularios en lengua indígena elaborados por nativos), fue igualmente el autor de uno de los más completos calendarios de Villa Alta. Igualmente, David Tavárez nos detalla, por ejemplo, el papel dual de los cantores y músicos de iglesia, quienes delicadamente se mueven entre el mundo de la música sacra europea y la composición y ejecución de los manuales calendáricos, algunos de los cuales llevan como portadas partituras y líricas musicales. De esto existen ejemplos rituales acompañados de un códice probablemente prehispánico en la iglesia zapoteca de Yautepec, así como ejemplos de notación de canto gregoriano de fines del siglo XVI en pueblos de la Mixteca Alta.

Otro importante hallazgo que ofrece la obra de Tavárez acerca del vínculo del contenido de los manuales con el poder indígena local es el hecho de que ocho manuales calendáricos de 260 días fueron titulados por sus autores zapotecos como probanza (prueba judicial oficial en el sistema de justicia hispano) o en algunos casos como probanza “vieja” o antigua. El concepto legal fue utilizado como probanza de méritos y servicios por parte de indígenas nobles y descendientes de conquistadores con el fin de conseguir prebendas por parte de la Corona como parte de una compensación de su servicio a la Monarquía Hispana. Sin embargo, en los manuales que titularon como probanza los zapotecos utilizaron el concepto como una palabra mágica a través de la cual los especialistas rituales invocaban a las autoridades ancestrales desde cualquier perspectiva posible, esto es no únicamente como ancestros sino como una autoridad jurídica del mundo colonial a la que celebraban no como al rey cristiano sino como a sus antiguas deidades y ancestros. A este respecto, resulta de suma importancia el apéndice donde David Tavárez realizó la traducción de los cantos que se encuentran en los manuales números 100 y 101 y donde se narran los intercambios rituales entre los hombres y los seres sobrenaturales acerca del nacimiento, la alimentación y el viaje del cielo al inframundo del rey zapoteco 1-Caimán, y su transformación en una serpiente con manchas de jaguar. También en esos cantos se habla acerca de otros ancestros, como II-Agua de Zaachila; 10-Cara Puma del pueblo de Yalee; Gran Águila; 7-Nudo y Cara. Estas ceremonias propiciatorias hacia los ancestros fueron causa de conflictos políticos a fines del siglo XVII en la región norte de los zapotecos, pese a lo cual los rituales, que podían durar una semana e involucraban sacrificios de venados e ingesta de hongos alucinógenos, continuaron realizándose, quizá hasta la fecha, como deja entrever el propio Tavárez.

Sin duda este libro, como los manuales que estudió David Tavárez, es un excepcional compendio sobre la cultura religiosa y el pensamiento teogónico de los pueblos, por lo que no me cabe duda de que será una obra clásica de consulta obligada para todos aquellos interesados en este tema y en el del mundo colonial en general.



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