Reseñas
Sobre Hesby Martínez Díaz y Ana Guillermina Gómez Murillo (coords.), Miradas femeninas a la historia social de Zacatecas
| Martínez Díaz Hesby, Gómez Murillo Ana Guillermina. Miradas femeninas a la historia social de Zacatecas. 2023. México. Universidad Autónoma de AguascalientesUniversidad Autónoma de ZacatecasInstituto Zacatecano de Cultura. 184pp.. 978-607-890-934-6978-607-874-349-0978-607-555-174-6 |
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Como su nombre lo indica, este libro reúne reflexiones científicas de mujeres historiadoras sobre la sociedad zacatecana en el tiempo, cuyo hilo conductor es la actuación social de los hombres y las mujeres que habitaron la ciudad desde su descubrimiento, conquista y poblamiento hispano en el siglo XVI hasta el porfiriato en la centuria del XX. Dicho sea de paso, el texto es introducido por la pluma de Calíope Martínez, quien desmenuza, con una audaz mirada crítica, los artículos presentados en esta edición.
Pues bien, mucho se ha dicho que el norte de México se pobló gracias a la actividad minera en medio de la hostilidad indígena, y por lo general, la historiografía recupera este hecho para explicar cómo se crearon las primeras comunidades hispanas y cómo las sociedades se organizaron política y socialmente en torno a la minería. Adriana Macías explica este proceso, pero desde otro lugar: el sistema de huertas que funcionó entre Zacatecas y Chihuahua para abastecer a las minas de la región y que dio origen a poblamientos con patrones culturales en el tiempo largo, ya que las huertas fueron un instrumento de conquista ambiental, de dominación y control. Si recordamos, las haciendas fueron también núcleos poblacionales importantes donde se incorporaron, además de españoles, grupos indígenas, negros y castas. El sistema de huertas fortaleció los vínculos sociales e instauró redes de comercio y consumo que operaron durante toda la época novohispana, pasando por el siglo XIX y dejando su impronta en la identidad del norte de México, ya que las huertas fueron agentes que transformaron el paisaje ambiental, social y cultural.
Por su parte, Ana Guillermina Gómez evidencia que la vida cotidiana de la élite novohispana se caracterizó por la dualidad entre la sobriedad y el lujo, en un mundo corporativo y jerarquizado en el que ser el primero entre los primeros era la regla; es decir, la élite buscaba la preeminencia no sólo para hacerse notar, sino porque era parte de su imaginario colectivo. Gómez elabora un pormenorizado análisis de Ana María de la Campa y Cos, quien perteneció a una de las familias con más poderío económico en el siglo XVIII. La autora compara la cultura material de Ana María y su familia, como vestimenta, joyería, artículos devocionales, de habitación, de cocina (por mencionar algunos), con la forma como fue representada pictóricamente siguiendo el ideal femenino de las mujeres del grupo social al que pertenecía, ricamente ataviada, cuando en realidad en su día a día su forma de vestir era más austera de lo que se pensaría, según da cuenta la información descrita en su testamentaria. Por medio de este caso, la autora explica los valores femeninos predominantes en la época que determinaron el papel social de la mujer novohispana en el espacio privado y público.
Los Campa y Cos son un claro ejemplo de las sociabilidades económicas que tenían el monopolio de la economía virreinal. Rasgos que fueron heredados al México independiente, pues cuando la guerra terminó prevaleció no sólo el caos político, sino también la crisis económica con una sociedad polarizada. Esta situación llevó al planteamiento de diversas propuestas no sólo a nivel nacional; en el ámbito local el gobernador Francisco García Salinas buscó implementar un proyecto bancario en 1829 como parte de su política liberal. María Guadalupe Noriega se ocupa de este asunto insertándolo en un movimiento que no fue propio de Zacatecas, sino que formó parte de un contexto más amplio donde se cuestionaba la liberalización de la propiedad y la desamortización de los bienes eclesiásticos. Sin embargo, el proyecto no pudo ejecutarse ya que atentaba contra los intereses de la Iglesia. Noriega Caldera expone que la tarea de reorganizar a la sociedad tras el fracaso del Primer Imperio y el establecimiento de la República Federal no fue fácil, aun cuando los proyectos se diseñaran con base en la realidad social tratando de beneficiar a los más desfavorecidos, ya que el principal choque al que se enfrentaron fue al de las estructuras de Antiguo Régimen.
Esto no quiere decir que los estratos más bajos de la jerarquía social fueran sólo receptores de las políticas públicas implementadas por el gobierno. El siglo XIX ha dado incontables muestras de cómo los grupos sociales se asumieron como parte del todo nacional y usaron los recursos legales a su disposición para resistir, discutir y beneficiarse. Mencionemos, por ejemplo, la creación de ayuntamientos en los partidos y la participación activa de éstos en la creación de la legislación. De igual forma, las mujeres comerciantes y prostitutas hicieron valer su derecho de petición para ejercer presión sobre el ayuntamiento de Zacatecas y ampararse individual y colectivamente, según argumenta Adriana Guadalupe Rivero. La autora visibiliza las prácticas comerciales de estos grupos de mujeres a finales del siglo XIX y cómo hicieron uso de sus garantías constitucionales para defenderse cuando las medidas implementadas por el gobierno las afectaron. Su actuación pone al descubierto que las mujeres se apropiaron del espacio público (en plazas, mercados y calles) y lo resignificaron, cómo el sector social al que pertenecían fue visto durante el porfiriato, cuando la modernización era el ideal a seguir, y los vagos, los campesinos y en general los pobres eran considerados la plaga que impedía ese anhelado progreso, y pese a ello, usaron el discurso legal, el de la feminidad, la maternidad y la moral sexual para abrirse paso y defender su patrimonio, trabajo y economía.
Periodistas, artistas y viajeros dedicaron sus esfuerzos a retratar los problemas endémicos de la sociedad mexicana porfirista dentro de ese afán por modernizar, educar, urbanizar, higienizar y comunicar al país con el objetivo de impulsar la economía para pertenecer e integrarse al sistema capitalista mundial de producción e intercambio. Hesby Martínez, basándose en los diarios de los viajeros que visitaron Zacatecas a finales del siglo XIX, recrea el estado de higiene en el que se encontraba la ciudad durante el porfiriato. La autora traza un paisaje urbano en el que la inmundicia era lo cotidiano, en un lugar condicionado por su topografía, arquitectura, clima y acceso al agua, aunado a las condiciones socio-económicas de una población mayoritariamente pobre, además de que en el pensamiento colectivo de la época los hábitos que hoy reconoceríamos como antihigiénicos entraban dentro de la normalidad. Para la autora, todos estos elementos fueron detonantes de los problemas de higiene y la resistencia de la población a las políticas públicas que el gobierno local pretendió aplicar en función del modelo nacional del que venimos hablando. Los viajeros describieron el paisaje natural y urbano de Zacatecas, hablaron de su economía, su historia, religión, población, y se percataron de que la sociedad estaba compuesta por la mezcla racial de españoles e indígenas principalmente, pero también de otros grupos minoritarios: franceses, americanos e ingleses.
Estos extranjeros se arraigaron en Zacatecas y dedicaron su vida al comercio local, razón por la cual este libro cierra con el artículo de Xóchitl del Carmen Marentes, quien explica las prácticas comerciales, las estrategias publicitarias y el impacto cultural y económico de la comunidad francesa en la ciudad. Por medio del caso de los comerciantes franceses, presenta las dinámicas de demanda y consumo, así como las transformaciones en el mercado local. En el marco de la modernización, los franceses se representaron como el modelo de comerciante capitalista que hacía uso de los medios de comunicación para dar a conocer sus productos, ubicación e identidad comercial. El comercio de lujo francés se favoreció del desarrollo de las redes de comunicación impulsadas por el gobierno porfirista y fue incorporando nuevos productos a sus tiendas. Su influencia no sólo fue económica, sino también cultural, ya que en territorio zacatecano reprodujeron sus costumbres, sus tradiciones y sus lenguajes, y de igual forma participaron de la cultura local; en lo cotidiano, mencionemos, por ejemplo, la convivencia con sus clientes dentro de sus establecimientos.
¿De qué historia social habla este libro? La respuesta es simple, de una historia interdisciplinaria donde lo social dialoga con diversas fuentes históricas y se conjuga con otros enfoques: la salud, la economía, lo cotidiano, el género, el derecho y la arqueología histórica para explicar cómo la sociedad zacatecana actuó según las demandas del contexto histórico que les tocó vivir, sus formas de organizarse socialmente, de comerciar, de pensar, de ser y hacer sociedad, así como sus hábitos culturales. Sin duda, este texto representa un aporte notable para la historiografía de Zacatecas porque, en conjunto, los artículos hacen evidente que la sociedad modifica el curso de los hechos con sus hábitos cotidianos. Lo ocurrido en Zacatecas es un espejo para que otras ciudades, regiones o poblados reflexionen sobre las sociedades que los habitaron y cómo sus maneras de ser, pensar, actuar y hasta soñar impactaron en la política, la economía y la cultura.