Reseñas

Sobre Carlos Illades y Rafael Mondragón Velázquez, Izquierdas radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos

Benjamín Marín Meneses
Universidad Autónoma Metropolitana, Mexico

Sobre Carlos Illades y Rafael Mondragón Velázquez, Izquierdas radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos

Historia mexicana, vol. LXXV, no. 1, pp. 461-467, 2025

El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Históricos

Illades Carlos, Mondragón Velázquez Rafael. Izquierdas radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos. 2023. Ciudad de México. Penguin Random House. 323pp.. 978-607-382-760-7

Hace ocho años que Carlos Illades publicó Conflicto, dominación y violencia, un estudio de historia social, referente para los análisis de insurrecciones en México. Los capítulos séptimo y octavo versaban sobre el neoanarquismo, la protesta pública y la conformación del # yo soy 132, cerrando con un repaso de las movilizaciones pro Ayotzinapa. Para 2015, año en que salió de imprenta, las irrupciones del bloque negro conmocionaron a la sociedad mexicana. Pareciera casualidad que, justo ahora, cuando escribo la reseña de Anarquismos y nihilismos posmodernos, se habla del regreso de encapuchados que asolan negocios de la Ciudad de México: el caso más reciente es el del restaurante Sonora Grill, en Reforma, atacado en conmemoración de los 43 normalistas desaparecidos.

No solamente por un suceso de inmediatez el libro encuentra garantía de frescura: Illades, ahora acompañado por Rafael Mondragón Velázquez, acrecienta lo que en su día hizo. En las páginas de Izquierdas radicales, los autores profundizan en el activismo de izquierda. El 132 y Ayotzinapa vuelven a ser puestos bajo la lupa, pero en un marco de investigación más amplio: se recuenta el origen de la izquierda, de las cencerradas populares y el origen del anarquismo; además, nos introducen al campo del punk mexicano y de las manifestaciones feministas para, en su apartado final, comentar respecto a los ambientalistas radicales, poco atendidos por la historiográfica en México.

En cuanto al libro, la portada es llamativa: un encapuchado vestido con chaqueta de cuero nos da una idea general del contenido. La lectura es amena y el respaldo de fuentes es cuantioso. Desde lo general no tengo una crítica profunda al libro, concuerdo con la manera en que los autores exponen cada capítulo; me parece bien redactado, las páginas transpiran erudición, ya que el trabajo de investigación se cuidó hasta el mínimo detalle. No obstante, antes de desmenuzar el contenido, deseo hacer un tercio de observaciones, en vistas de mejorar el documento en una posible próxima edición: 1) en el segundo capítulo creo pertinente que se arranque con Proudhon, quien empleó el concepto, de manera positiva, por vez primera en ¿Qué es la propiedad? Ello le daría mayor peso al apartado; 2) añoré imágenes dentro de las páginas. Imagino que el cuarto capítulo luciría mejor al estar acompañado de fotografías del movimiento punk mexicano; 3) finalmente, noté que hay lecturas que no fueron consultadas y que quizá ayuden a dimensionar la recepción de ideas incendiarias: Ai Ferri Corti, manifiesto de autoría anónima que desde 1998 ha circulado y propiciado debates en agrupaciones antiautoritarias, y los desplegados del Comité Invisible, en específico A nuestros amigos y La insurrección que viene.

Como ya anticipé, al no tener juicios en cuanto al valor historiográfico de la obra, abordaré la reseña a manera de síntesis. Antes, una suerte de apunte metodológico: apoyándome en el reconocimiento que los autores hacen respecto a qué pluma tuvo mayor peso en cada capítulo, analizaré cada uno de ellos señalando la mano que lo redactó (aunque, en su amplitud, el libro fue pulido por ambos). Así, en los capítulos primero, quinto y sexto referiré a Illades; mientras tanto, en el segundo, tercero y cuarto aludiré a Mondragón.

“Crítica de la civilización industrial”. La pluma de Illades se siente fresca y madura. Prueba de ello es su estudio del luddismo: en pocas páginas, se nos brinda un mapeo ágil de la famosa violencia en contra de las máquinas. Éste, junto con el segundo capítulo, son marcos teóricos-historiográficos que debaten y exponen a los principales eruditos del tema abordado en la sección. Para maquetar su crítica a la civilización industrial, Illades recurre a Rousseau y el entendimiento de que la sociedad es construida por y para los más ricos; a Lewis Mumford para puntualizar los bemoles del individualismo; a Fourier para historiar el socialismo y su conflictividad con la civilización; a Saint-Simon para ejemplificar los intentos por armonizar la producción; a Rudé y a Thompson para comentar las muchas rebeliones acaecidas en la era industrial; a Owen para exponer la concepción socialista de la educación; a Russell para explorar el pacifismo; a Engels para atender los menesteres de la revolución industrial.

En el camino, efectivamente escruta insurrecciones del pasado. La máquina parece ser el foco de interés, junto con todo lo que se escribió, críticamente, en torno a ella y a la sociedad que la dejó funcionar en plenitud. Esta historia, Illades la actualiza al entrelazar fuentes clásicas y contemporáneas, poniéndolas en discusión. Es interesante la manera en que reutiliza y adecúa a otros escenarios algunas de sus categorías insignia, como el primer socialismo, empleadas en la comprensión de fenómenos más amplios. En suma, el primer capítulo es un admirable esfuerzo por contextualizar la praxis ácrata fuera de los presupuestos anarquistas.

“La invención del anarquismo”. Rafael Mondragón, con una escritura dinámica, sigue el camino historiográfico del primer capítulo: nos sistematiza, magistralmente, una lista de teóricos que abonaron a la creación de la doctrina anarquista. Mondragón parte explicando la doctrina de Bakunin para dimensionarla y contrastarla con los postulados de Lamennais y, sobre todo, con la teoría de Marx y Engels. El autor comenta la vida del revolucionario, a la par de enunciar los diagnósticos sociales de Bakunin. Pese a la valía de estas páginas, el dejar fuera a Proudhon abre un nicho por explotar. En contraparte, el punto más firme es el referente a Kropotkin porque resume, didácticamente, los escritos del anarquista ruso. Mondragón hace que los conceptos y las hipótesis de Kropotkin, a veces complejas, sean accesibles para el lector. Desde un entendimiento del apoyo mutuo como teoría científica de cooperación biológica, hasta los intereses geográficos, los propósitos de su obra son abordados con maestría.

Lo anterior demuestra el trabajo que hay detrás de Izquierdas radicales: el estado de la cuestión no se limita a dar citas de las fuentes; al contrario, se denota la intentona por entender las creencias y conjeturas de los pensadores. Mondragón añade un subapartado poco valorado por la historiografía mexicana: la propaganda por el hecho (acción como base de difusión discursiva) y los magnicidios perpetrados por anarquistas. En este punto, su labor se centra en dar cuenta de los mitos que se generaron en torno al anarquista como figura de acción: por un lado, eran pensados, por sus enemigos, como ladrones, atracadores o sembradores del caos; por el otro, ellos mismos se concibieron como mártires. Una fortaleza adicional de los primeros capítulos es que, en su recuento exhaustivo, nos brindan a los lectores el conocimiento de libros que, tanto curiosos como especialistas, seguramente hemos obviado.

“Contracultura y sensibilidad libertaria”. Mondragón nos adentra en la efigie de los rebeldes sin causa, para marcar el tránsito entre los anarquistas decimonónicos y las incipientes insurrecciones del siglo XX. Los cambios sociales que permearon en la década de los sesenta aceleraron el nacimiento de una Nueva Izquierda, caracterizada por revindicar la política en la cotidianeidad y portar vestimentas disruptivas, a la vez que vivir una sexualidad más libre. Los jóvenes inconformes fueron quienes participaron de los movimientos del 68 mundial y del auge del rock. Con la autoorganización, el punk y deseos de emancipación, resucitaron al anarquismo, ahora bajo una máscara radical y plebeya.

Los jóvenes se valieron de la acción directa, las huelgas estudiantiles y el poliamor para cuestionar el sistema y el orden social. Una muestra de contracultura bien reconstruida por Mondragón es la del Living Theatre: un teatro pensado como agente de movilización, con tintes libertarios, que viró a posicionamientos pacifistas. Para el caso mexicano, se nos da cuenta del Comité Anti-Olímpico de Subversión, una agrupación de artistas que fusionó la praxis de los Black Panthers con el situacionismo para detener las Olimpiadas del 68. Además, la contracultura se hermanó con el movimiento hippie y el consumo de alucinógenos, echando raíz en espacios populares de la ciudad de México y Tijuana.

“El milenio anarcopunk”. El cuarto capítulo reconstruye los pasos del anarcopunk mexicano. Mondragón sitúa a los años sesenta del siglo XX como los años críticos en los que la Nueva Izquierda se transformó, paulatinamente, en grupos de afinidad radical y pandillas que, a la postre, influenciarían las tácticas del bloque negro. Usando como puente introductorio una canción de Café Tacvba, se narra la manera en la que, durante los ochenta, jóvenes migrantes importaron nuevas estéticas y formas de existir, ligadas al barrio y a la música estridente. Para Mondragón, el punk significó un giro plebeyo de la disrupción cotidiana, acaparada por el dadaísmo y el surrealismo.

El punk se construyó en torno a valores radicalizados. Con lemas como “No hay futuro”, los punks apetecieron el fin de la civilización. Entre sus prácticas de contienda figuran los fanzines y la literatura de resistencia. Su ética de vida se empeñó en hacer del presente un momento de intensidad. La colectividad de los jóvenes punk dependió mucho del uso del espacio público. En consecuencia, emergió el Tianguis del Chopo, representativo de la cultura plebeya. Otro lugar emblemático es la Biblioteca Social Reconstruir, fundada por Ricardo Mestre, un refugiado español anarquista. Con la apropiación del magonismo, la circulación de lecturas incendiarias y la escucha de música antisistema, el punk recuperó postulados del anarquismo histórico.

“La marea negra”. En el quinto capítulo, Illades desglosa la historia del fenómeno conocido como black bloc bajo perspectivas filosóficas e históricas. Desde tiempos inmemoriales, de acuerdo con Bobbio, hay ambición por liderar las masas. Le Bon y Lenin teorizaron al respecto y llegaron, desde aristas diferentes, a una conclusión común: las masas necesitaban de un agente externo que las motivara a actuar. Le Bon vio en ellas instintos destructivos; Lenin apuntó que, en una sociedad sin clases, las masas podrían volverse intelectuales. Los teóricos del anarquismo insurreccional participaron del debate sobre el entendimiento de esa furia subalterna. Constantino Cavalleri, por ejemplo, desdeñó el vanguardismo y reivindicó la espontaneidad y la autodeterminación. Bajo las premisas de Cavalleri, el black bloc funcionó como una herramienta de lucha urbana, destacando la negación de toda autoridad. Las características del black bloc, enlistadas por Illades, son: se integran a contingentes amplios; nunca marchan en soledad; suelen enfrentarse a la policía; destruyen propiedad privada; promueven el anonimato; y usan el color negro como distintivo y elemento de cohesión. En suma, el black bloc es una manifestación contemporánea de la propaganda por el hecho. Esta guerrilla citadina se encarga de defender a los demás miembros de una protesta. Su actuar en cumbres y congresos eco nómi cos y políticos alcanzó gran impacto.

Illades continúa su relato con un repaso de las acciones del black bloc a escala mundial, desde Egipto hasta Brasil para, finalmente, aterrizar en México. En el año 2012 marcó un hito en la cencerrada popular violenta mexicana: la toma de protesta de Peña Nieto devino en una auténtica batalla, con multitud de heridos y detenidos. Para contestar sobre quiénes actuaron aquel primero de diciembre, Illades se remonta a los años finales del siglo XX, cuando ocurrió, en 1991, el Primer Congreso Nacional de Anarquistas. A partir de entonces, el neoanarquismo se fragmentó en dos vertientes: una pacifista y colectivista, otra individualista y violenta. El radicalismo de los segundos se sintió desde la huelga estudiantil de la UNAM, en 1999, pasando por la Cumbre de Guadalajara, en 2004, hasta, en efecto, la efervescencia de 2012. Algunas agrupaciones identificadas son la Cruz Negra Anarquista, la Coordinadora Estudiantil Anarquista, el Bloque Negro y las Células Autónomas de Revolución Inmediata Práxedis G. Guerrero. La filosofía que los respalda es una mezcolanza entre el individualismo de Stirner y los pensamientos de Cavalleri y Alfredo M. Bonanno (referente del insurreccionalismo mundial).

“Nuevos sujetos rebeldes”. Como aporte para la historia inmediata o del tiempo presente, el último capítulo del libro explora campos historiográficos vírgenes. Illades nos presenta a una triada de agrupaciones nihilistas similares, pero diferentes al mismo tiempo: los anarquistas insurreccionales, las anarcofeministas y los ecoextremistas/ecoterroristas. De los primeros, Illades apunta que ganaron fama en 2011, cuando sus actividades crecieron. Los anarquistas insurreccionales pugnan por suprimir la hipercivilización y dar pelea constante al sistema tecnoindustrial. Su accionar se basó en el envío de paquetes explosivos a personas de poder y la activación de bombas en bancos. El “aquí y ahora” fue su ética de vida. Ya en 2015, los anarquistas se posicionaron en el tercer peldaño de peligrosidad para la agenda de seguridad nacional. Los anarquistas también figuraron en el debate público al oponerse a otras tendencias libertarias que respaldaban la candidatura presidencial de Marichuy, el poder popular y la coalición de izquierdas.

Las nietas del general Ludd, como Illades identifica a las anarcofeministas, siguieron la patente que Chiara Bottici bosquejó en su Manifiesto anarcafeminista: guerra a todo lo que explota y domina a las mujeres y a las minorías sexuales. Los enemigos, la muerte por el genocidio constante hacia las mujeres, el Estado por su corte patriarcal, el capital por las desigualdades económicas entre sexos, y el imaginario por su producción de símbolos que perjudican a las mujeres y a las minorías. Illades observa que el Manifiesto anarcafeminista traslada la filosofía libertaria y comunista y la adapta a una óptica feminista. El anarcofeminismo mexicano tomaría la batuta insurreccionalista dejada por el anarquismo y actuaría de manera similar, pero con objetivos antipatriarcales.

Por último, Illades desglosa la tendencia ecoextremista que gozó en sus años mozos entre 2008 y 2016. Retomando el odio por la máquina, glosado en el primer capítulo, las Individualidades Tendiendo a lo Salvaje (ITS) declararon la guerra a la nanotecnología y la robótica, en beneficio de una defensa radical de lo natural. Su agenda de combate se despliega en el presente y contra la civilización. Las universidades y las empresas fueron focalizadas como una suerte de propagadores de la no-vida o lo artificial. Con esta atenuante, las ITS atentaron en centros universitarios. La violencia, considerada táctica legítima en la guerra, tocó cumbre con los asesinatos del biotecnólogo Ernesto Méndez Salinas y de un estudiante del IPN, primeras víctimas que la ITS se atribuyó.

Cerrando el libro, Illades y Mondragón se preguntan: “¿Hacia dónde caminarán estos grupos en el futuro próximo?”. Ambos diagnostican que las izquierdas radicales y plebeyas se expandirán, aunque ello no significa que se coordinen. El anarquismo y el nihilismo, en palabras de los autores, podrían carecer de enemigos que les resten importancia en el campo de la inconformidad, ya que otras izquierdas han perdido prestigio. Illades y Mondragón no parecen estar lejos de la respuesta correcta: como señalé en los primeros párrafos de la reseña, el insurreccionalismo pareciera retornar (por lo sucedido en el Sonora Grill); las vallas policiales se alzan imponentes cada que se anuncia una protesta feminista y, con la creciente insatisfacción hacia Morena, 2024, año electoral, puede suponer el momento idóneo para que el radicalismo plebeyo asalte el escenario político. Éste es quizá el mayor aporte del libro: el estudio de los tiempos actuales para comprender mejor lo que puede llegar a suceder mañana.

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