Marcelo Casals ha publicado en los últimos años tres estudios que marcan una genealogía cardinal en las aproximaciones desde la historia política al siglo XX chileno. Cada una de estas publicaciones ha sido un punto de quiebre para su momento. En El alba de una revolución: la izquierda y el proceso de construcción estratégica de la “vía chilena al socialismo” 1956-1970 (2010), Casals revivió un tema que parecía

agotado por la historia política clásica al poner en diálogo la historia de los partidos de izquierda chilena desde una perspectiva intelectual; seis años después, desprendida de la tesis de magíster/maestría, La creación de la amenaza roja: del surgimiento del anticomunismo en Chile a la “campaña del terror” de 1964 (2016), es una publicación que se centra en el análisis de las derechas con la cual el autor se insertó en el debate sobre estos grupos sociales y realizó un aporte fundamental para su estudio. En pleno 2023 el libro Contrarrevolución, colaboracionismo y protesta. La clase media chilena y la dictadura militar salió a la luz para enfatizar un objeto de estudio más escurridizo que los anteriores: la clase media. El camino de reflexión del autor es resultado de la conformación de una mirada sobre la sociedad cada vez más compleja y porosa, lo cual se comprueba en su paso de estudiar las izquierdas, las derechas y culminar con los grupos mesocráticos.

Casals buscó en este estudio -resultado de su investigación doctoral- revelar el movimiento de las posturas de la clase media en el abanico político: desde su papel en la contrarrevolución frente al gobierno de la Unidad Popular, pasando por la experiencia durante los años del autoritarismo militar hasta su participación en la movilización en la transición a la democracia. Para explicar el viraje de un apoyo a la dictadura hacia el rechazo a la misma, el autor plantea que es primordial puntualizar cómo los canales de negociación y participación con el Estado se fueron suprimiendo durante el gobierno de Pinochet. La falta de espacios donde ejercer un poder político representativo y ordenado fue la causa principal del apoyo al golpe de Estado, mientras que fueron las mismas razones las que llevaron a la clase media a conformar una oposición de masas por la transición a la democracia casi 20 años después. Este objetivo lo plantea Casals desde la comprensión de “las alianzas, fracturas y reordenamientos a nivel de actores sociales durante la larga experiencia autoritaria chilena” (p. 19).

La clase media chilena es entendida por el autor como un grupo social situado históricamente en un lugar socioeconómico específico donde sus miembros comparten un imaginario común ordenado por “comportamientos, actitudes, condiciones y exigencias normativas que conforman una identidad”; la clase media es un “un ideal social” -según palabras del autor- y se construye a partir de una aspiración de virtud cívica y moral. Asumir a la clase media como una categoría descriptiva o como un grupo desprovisto de cohesión es evitar la responsabilidad de mirar el pasado en su diversidad. Escoger a la clase media como objeto de estudio le permitió a Casals exponer la vida cotidiana de gran número de personas que no se encuentran representadas en los discursos dicotómicos centrados en las experiencias de víctimas y victimarios. Esta decisión historiográfica acerca al lector a su propia situación y le hace reflexionar sobre su experiencia en la historia. Así, el testimonio de los miembros de la clase media chilena y su papel durante la dictadura es más que un cuestionamiento teórico-metodológico, consiste también en la búsqueda de comprender el pasado. En este sentido -y parafraseando a Gustav Droysen- la comprensión nos debe llevar a una actitud ética respecto al pasado y a nuestro actuar en el presente.

La explicación es llevada en orden cronológico con el propósito de perfilar a los grupos de la clase media en las diferentes situaciones históricas. Organizaciones de abogados, enfermeras, médicos-veterinarios, asistentes sociales, constructores civiles, periodistas, ingenieros, practicantes del área de la salud, técnicos, contadores, profesores, pequeños comerciantes, industriales, empresarios, transportistas y otros grupos organizados también en logias masónicas son los actores de este texto; sus publicaciones, las fuentes que sustentan el estudio que el autor realiza sobre ellos. Así, Casals plantea cómo los grupos sociales pertenecientes a esta clase media transitaron de una “luna de miel” a una relación profundamente conflictiva con el gobierno de la Unidad Popular. Las políticas sociales y la radicalización de las bases populares llevaron a un cambio inevitable de la estructura social, razón por la cual las organizaciones mesocráticas se opusieron al proyecto de Allende y generaron las condiciones posibles para el golpe militar. Haciendo referencia a la reflexión de Peter Winn, Casals propone que en este caso la contrarrevolución “desde arriba” y aquella “desde abajo” se compaginaron en una movilización unificada. Esto no debe confundir a los lectores, pues Casals de ninguna manera asume que la clase media en general -o como él mismo lo dice-, “en alguna especie de fatalidad estructural”, se haya adscrito de manera incondicional al bloque contrarrevolucionario; por supuesto existieron sujetos y grupos que, identificados como parte de la clase media, apoyaron al gobierno de la Unidad Popular y se mostraron críticos al movimiento antidemocrático.

La “sincronización con el régimen” se agudizó durante los primeros años del gobierno dictatorial: la violencia estatal fue considerada como necesaria por la clase media contrarrevolucionaria para ordenar a la sociedad desjerarquizada. La oportunidad de reabrir los canales de negociación y participación pública provocó la colaboración de la clase media con el nuevo orden; sin embargo, la condición antidemocrática “elevó a muchas de estas organizaciones mesocráticas al nivel de órganos de asesores del régimen, a la vez que estrechaba hasta el mínimo la posibilidad de disenso” (p. 176). Este proceso permitió que ciertos líderes alcanzaran puestos de dirigencia dentro del Estado autoritario, aunque para la mayoría significó una relación de subordinación. A pesar de este inconveniente, fue la implementación de las reformas neoliberales el ataque más profundo del nuevo régimen a las características identitarias de la clase media: el orgullo de ejercer una profesión aunado a la dignidad laboral. Las políticas de reducción del Estado llevaron a la clase media a modificar su relación laboral con éste, viéndose obligadas a buscar espacios laborales en el sector privado. A su vez, la inclusión de nuevos patrones de consumo asociados con la modernidad transformó la identidad de la clase media; de pertenecer a este sector social por su vínculo con el Estado, se comenzaron a definir según su participación en el mercado. Así, frente a la reducción de los canales tradicionales de negociación y participación disponibles, las relaciones entre los sectores mesocráticos y el régimen se tensaron. La fractura final se dio en la década de los ochenta, cuando emergió el paradigma de los derechos humanos y un número creciente de chilenos identificados con la clase media comenzó a señalar la inmoralidad detrás de los actos de violencia perpetrados por el Estado. Estos cambios en el seno de los grupos mesocráticos llevaron a la superación de los silencios impuestos por el autoritarismo y al estallido de las protestas nacionales en mayo de 1983. Las razones por las que amplios sectores de la clase media formaron parte de la contraposición al régimen se debieron al cese de toda capacidad de negociación con el Estado y a la crítica moral de la militarización de la sociedad. Aunque el apoyo de estos grupos fue heterogéneo y generó rupturas dentro de las propias organizaciones, es indudable que su participación para la transición a la democracia fue fundamental.

La propuesta de abordar dicho objeto de estudio permite romper las narrativas que dibujan el pasado en contrastes, en grupos sociales contrapuestos. Al presentar la historia política de los últimos 50 años en Chile como un momento cuando los grupos del oficialismo autoritario y los de la disidencia se enfrentaron -con mayor o menor poten cia y como únicos actores políticos- se ha nublado la participación de otros colectivos. Éstos, al no tener una representación activa en los discursos históricos, han perdido en el relato toda capacidad de acción política. Incluso cuando su acción provenga de la heterogeneidad, la pasividad, la ambigüedad o la organización no partidaria debe ser tomada en cuenta para lograr una comprensión más compleja de la realidad social durante la dictadura chilena. Ésta es una de las virtudes que recorren el texto de Casals, la oportunidad de hacerse otras preguntas sobre el pasado, preguntas que desafíen el orden de los discursos históricos hegemónicos, que incomoden en su planteamiento, que animen a los personajes históricos y los conviertan en personas con miedos, anhelos y contradicciones.