Reseñas

José Luis Villacañas, Luis Vives: “Un fatal infortunio”. Taurus, Madrid, 2021; 584 pp.

Pedro Fernández Requena
INS Can Roca, Spain

José Luis Villacañas, Luis Vives: “Un fatal infortunio”. Taurus, Madrid, 2021; 584 pp.

Nueva revista de filología hispánica, vol. LXXIII, no. 1, pp. 169-176, 2025

El Colegio de México A.C., Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios

Villacañas José Luis. Luis Vives: “Un fatal infortunio”. 2021. Madrid. Taurus. 584pp.

Received: 05 January 2024

Accepted: 15 February 2024

En el seno de la élite humanista europea, destacó la figura de Luis Vives, quien se convirtió en un erudito de renombre por su producción escrita; su finalidad -entre otros muchos pretextos- fue propedéutica. En efecto, pretendía “una continua instrucción, intelectual, moral y religiosa, de los gobernantes” (Fernández Suárez 1993, p. 141). En consecuencia, se codeó con reyes: el emperador Carlos I de España, y V de Alemania, Juan III de Portugal o el inglés Enrique VIII. Este prestigio se debió, también, a su estancia en París, Brujas, Lovaina, Londres, etc. En todas dejó su docta impronta como preceptor de príncipes y nobles, cuando emprendió un viaje sin retorno desde Valencia. Aunque frecuentó a pontífices y soberanos, nuestro humanista no eludió las persecuciones inquisitoriales en contra de su familia, tildada de judaizante, de ahí que “sus consanguíneos tuvieran al Santo Oficio como contratiempo; este suceso pudo propiciar el desplazamiento de Vives a París en 1509” (Escudero 2009, p. 13).

En definitiva, Luis Vives ofrece motivos para una pesquisa histórica de su vida y su obra. A este respecto, han aparecido -en el último lustro- varias contribuciones bibliográficas en español. Como ejemplo, mencionaremos la aportación de Francesc J. Hernàndez i Dobon en Juan Luis Vives. Un gran humanista (2019), donde ilustra ciertos momentos de la vida del polígrafo por medio de unos doce textos, en castellano, extraídos de sus principales escritos. En esta misma línea se encuentra el trabajo de José Luis Villacañas, catedrático de Historia de la Filosofía Española en la Universidad Complutense de Madrid. Según el autor en los prolegómenos, su intención es “brindar al estudioso una biografía del valentino capaz de mostrar la faz del mundo europeo, e hispánico, refractada por la luz matizada de su mirada” (p. 17). Es más, esta investigación nos presenta “el carácter innovador de un pensador tan versátil que luchó por la construcción de una tradición moral a partir del conocimiento de sus antecedentes” (pp. 18-19). A este respecto, Carlos Soria sostiene que “Vives advirtió en el cristianismo el complemento, y culminación, de la cultura antigua; de este modo, aunó razón y fe en sus ensayos” (1992, p. 173).

En concreto, el libro de José Luis Villacañas se compone de cuatro apartados bien diferenciados: “Prólogo” (pp. 17-19), “Biografía de Luis Vives” (pp. 21-467) -este punto constituye el grueso del monográfico-, “Epílogo” (pp. 469-481) y una última categoría, más variada, que presenta un “Informe bibliográfico” (pp. 483-510), “Notas” (pp. 511-561), un “Índice alfabético” (pp. 563-584) y “Fotos”.

En el preámbulo de su libro, Villacañas revela “la ausencia de un retrato adecuado del carácter y estilo de uno de los personajes valencianos más universales”. Por tanto, se plantea la consecución de una biografía “a imagen y semejanza de las de Gilbert K. Chesterton o Stefan Zweig” (p. 17), que contribuyeron a este género mediante algunos relatos de genios: Santo Tomás de Aquino, Erasmo de Rotterdam o Charles Dickens. En realidad, estos biógrafos historiaron, de manera pormenorizada, “su trayectoria existencial y concepción del mundo en que vivieron” (Gasca Posadas 2013, p. 23).

En la sección dedicada al devenir del humanista, Villacañas avanza según los siguientes capítulos: 1) “Un horizonte que se pierde”; 2) “El encuentro de un nuevo hogar”; 3) “En la tempestad”; 4) “En medio de la mayor agitación”; 5) “Cristalización” y 6)Finale, lento, vivace”. Por cuestiones de espacio, resulta imposible profundizar en el carácter tan amplio de este estudio. En consecuencia, repararemos, principalmente, en aquellas obras que han gozado de mayor influencia en el ámbito cultural hispánico. A tal efecto, se ha tomado como referencia a Valentín Moreno Gallego, quien dice que “analizar el impacto hispano de los escritos de Vives permite ver las consecuencias intelectuales y sociales de textos generados por protagonistas de coyunturas intelectuales como el Renacimiento” (2008, p. 44). Por lo demás, no obviaremos el entorno personal e histórico de su redactor. Por ende, para la recensión biográfica, hemos recurrido a los cuatro momentos vitales que contempla Mílada Bazant en su pesquisa: “acciones, cúspide, desenlace y final” (2018, p. 77).

En acciones, según Bazant, tenemos “a un personaje que obtiene méritos y se ve envuelto en situaciones de intriga” (id.). En esta fase se inscribiría el primer capítulo (“Un horizonte que se pierde”, pp. 21-83), que refleja el transcurso entre el nacimiento del humanista (1492/1493) y 1514. Éste ahonda en el contexto de la cultura judeoconversa valenciana de los supervivientes del pogromo de 1391. Tras la masacre, “los Abemfaçam adoptaron el apellido Vives; los Xuxé pasaron a llamarse Valldaura y los Darle se convirtieron en los Valeriola” (p. 29). De igual modo, vinculada a esta comunidad judía adinerada está “la fundación en 1500 del Estudi General de València” (p. 47), donde se formó Vives entre 1507 y 1509. Asimismo, las hostilidades y penurias que soportó la familia Vives-March (“el fallecimiento en 1508 de Blanquina March aquejada de peste” o “la vesania inquisitorial en contra de su padre y abuelo acusados de celebrar el Pésaj”, pp. 53, 40) impusieron al adolescente de 16 años un perpetuo exilio. Su primer destino fue París, donde el valentino “incrementó sus conocimientos en el colegio de Montaigu y en la Sorbona. Además, integró una comunidad estudiantil y empezó a mantener contactos con Brujas; en esa ciudad residía una importante comunidad de mercaderes conversos” (pp. 56-59).

En la cúspide de su carrera, situaríamos los acaecimientos descritos en los tres capítulos sucesivos (pp. 85-330). El episodio 2 (“El encuentro de un nuevo hogar”, pp. 85-162) trata el lapso de tiempo entre 1514 y 1520. Por ende, alude a sus estadías en los Países Bajos; allí coincidió con otros instruidos. Así pues, “en Brujas se afincaría de 1514 a 1517, aunque pasaría un tiempo en Lovaina” (p. 89). En esta última urbe, es probable que Vives conociera a Adrien Barlandus hacia 1515 (González 2003, p. 179), historiador “muy reputado por su buen latín” (p. 92), según advierte Villacañas, quien además alude “al encuentro del valenciano con Erasmo de Rotterdam, previa entrevista a finales de 1516 en la corte del rey Carlos de Habsburgo en Bruselas” (p. 101). A estos años pertenecerían, también, las pláticas entre Guillaume Budé y el joven español. Esta amistad se testimonia por su correspondencia y “por las recomendaciones del francés al valentino de seguir la senda erasmista” (p. 150), pese a “los desprecios del holandés que se refería a Vives como Pollio” (p. 101). En última instancia, entra en escena Tomás Moro, quien quedó fascinado “al leer las Declamaciones (Lovaina, 1520) y el Sueño de Escipión (París, 1520); el humanista español parecía más un testigo ocular que un lector avezado en la historia de la Res publica tardía” (p. 151).

El tercer capítulo (“En la tempestad”, pp. 163-242) explora el período desde 1520 hasta 1524 y describe a un Vives que ya alberga encono hacia los escolásticos de universidades como la Sorbona. Por ello, se empapó de una religiosidad flamenca, carente de toda especulación. En este sentido, el docto de Valencia reprocha a los teólogos medievales su vaga comprensión del texto agustiniano en el opúsculo de los Commentarii in XXII libros De civitate Dei (Basilea, 1522), publicados para mayor gloria del afán editorial de Erasmo:

Ut numquam fuit animus refellere tam apertam inscitiam, tam insipidas expositorum ineptias, non collegi locos aliquot in primis ridiculos, imperitosque: ex quibus de opere toto, qui non legissent, possent iudicium facere, nec profecto fuit necesse (Vivis, Comm., “De vet. Interpret.”)1.

La elaboración de esta obra “aisló a nuestro intelectual, sumiéndolo en el olvido de su desazón por el futuro” (p. 175); el resultado fue un compendio descomunal de todo el saber grecorromano. Sobre la acogida hispana de este comento, Moreno Gallego afirma que “el XVI fue el siglo de más peso en la receptio; afectó a múltiples literatos que se centraron en la erudición grecolatina integrada por Vives en sus notas” (2008, p. 56). Además, Villacañas hace eco de un nuevo infortunio: “la defunción en 1521 del cardenal Guillermo de Croy y de Bernard de Valldaura; esta calamidad desproveyó al polígrafo humanista de apoyo en Brujas” (pp. 172-173). Por este motivo, se encaminó a Londres “en plena tensión con el holandés por su ingratitud hacia el rigor literario de las notas a la Ciudad de Dios y por sus impagos” (p. 225).

En el cuarto capítulo (“En medio de la mayor agitación”, pp. 243-330), la etapa de gran actividad literaria de Vives -a punto de finalizar- fue testigo de unos años muy turbulentos (1524-1529). De hecho, el comienzo es desgarrador, ya que se expone “la ejecución en la hoguera del padre de Vives, tras un presidio de dos años” (p. 243). Para atenuar tal aflicción, se cobijó “en el pensamiento estoico-cristiano, plasmado en el Satellitium animi (Brujas, 1524)” (p. 244). Las apreciaciones de este tratado “radicaban más en el comportamiento humano en sociedad que en consideraciones filosóficas, lo que interesó sobremanera a los eruditos hispanos de los siglos XVI y XVII” (Moreno Gallego 2008, p. 50). Según Villacañas, la pesadumbre del valenciano hizo que “secundara reformas educativas en sus protestas ante tamañas masacres” (pp. 245-264), en una Europa donde “el Papa, Clemente VII, ya no auspiciaba la paz, sino el conflicto entre cristianos” (p. 276). Dicho resentimiento se lee en una carta a Cranevelt con fecha del 17 de febrero de 1526: “todo anda desquiciado por las disensiones. Sólo nos queda que el tiempo borre los desvaríos de la opinión y confirme los juicios verdaderos y sólidos de la naturaleza” (en Jiménez Delgado 1978, p. 427).

Asimismo, “todo fue bien al autor humanista en Inglaterra” (p. 267) hasta que “Enrique VIII expulsara a Vives de su reino por defender la legitimidad matrimonial del monarca con Catalina de Aragón” (pp. 307-308). Con este fin, en el De officio mariti (Brujas, 1528), se ennoblecen las virtudes de la reina consorte: “nec aetati nostrae voluit Christus deesse exemplum, multum etiam ad posteros manaturum, quod praebet Catharina Hispana, Britanniae Regina, Henrici Octavi uxor…” (Maiansius 1790, t. 4, p. 322)2. Con todo, el español, según Villacañas, “jamás renunció a su predilección por Brujas, a cuyos corregidores planteó soluciones para remediar la pobreza” (pp. 267-269). De este empeño emanó su De subventione pauperum (Brujas, 1526), cuyas traslaciones -verbi gratia la efectuada por Gonzalo Nieto Ibarra en 1781- revelan “el interés hispano por este texto ante los cambios desencadenados por la progresiva industrialización y sus consecuencias sociales” (Moreno Gallego 2008, p. 51).

El desenlace corresponde al episodio 5 (“Cristalización”, pp. 331398), que inquiere en el intervalo entre 1529 y 1534. Villacañas muestra a un sabio ya afianzado en los principales círculos literarios por sus pretensiones reformistas en materia educativa, pero que aún es víctima de la inquina inquisitorial. En efecto, el 4 de junio de 1529 se sentenció “la exhumación e ignición pública de los huesos de Blanquina March, imputada de apostasía” (p. 333). Fruto de esta nueva desgracia -a la que hemos de adherir “los amañados pleitos en contra de María Tudor y de las hermanas del valenciano” (p. 336)- fue el De concordia et discordia in humano genere (Brujas, 1529). En este escrito se exhiben “las pugnas entre príncipes -que ambicionan ser Dios- sobre preceptos teológicos con enconadas aversiones” (pp. 340-343). La epístola nuncupatoria de este ensayo a Carlos V “valió a Vives una pensión hasta su muerte” (Moreno Gallego 2008, p. 65): “cognitae istae tuae virtutes, quae tibi tam gratum ad omnes nomen pepererunt…” (Maiansius 1782-1790, t. 4, p. 189).

De igual manera, digno es de mención el De disciplinis (Brujas, 1531), “dedicado al portugués Juan III” (p. 378). En concreto, el análisis esbozado en este tratado no versa “sobre dogma cristiano, sino sobre el objeto de conocimiento de la filosofía -a saber, la naturaleza de las cosas-, sin menospreciar las ciencias, entendidas como compensación de la condición humana que conceden al intelecto su tarea” (pp. 379-380); en términos del humanista, “cogitanti nihil mihi esse in vita vel pulchrius vel praestabilius cultu ingeniorum, quae disciplinae nominantur…” (Maiansius 1782-1790, t. 6, p. 5). Por su parte, Moreno Gallego declara que “el pensamiento explicitado en este manual no arraigó en España por las críticas de Vives a los docentes salmantinos del XVI y a la astrología judiciaria, condenada por la mentalidad institucional de la época” (2008, p. 49). Sin embargo, “el fenómeno ilustrado del XVIII recuperó al valentino en todas sus vertientes gracias a la personalidad de Gregorio Mayans” (pp. 50-52).

El final se advierte en el capítulo 6 (“Finale, lento, vivace”, pp. 399-467), que recorre los años previos al óbito del valenciano (15341540). En este momento, el polígrafo español redacta sus últimos tratados. Destacaremos De anima et vita (Brujas, 1538), en el que “el alma deviene repositorio de la razón de cuanto es admirable en el hombre” (pp. 444-445). En los siglos XVI y XVII, la acogida hispana de esta obra “se entregó a la reflexión sapiencial -como el Satellitium animi-, por lo que desatendió la faceta antropológica y psicológica” (Moreno Gallego 2008, p. 50). Para finalizar, el Linguae latinae exercitatio (Brujas, 1538) supuso el colofón de un sabio agonizante. Estos diálogos para aprender latín, tal como observa Villacañas, “son de raigambre autobiográfica” (p. 442). Sus ediciones posteriores “fueron reiteradas en el XVI; éstas encabezaron el repertorio editorial, dada su preeminencia en las producciones seglares. Su vigencia, como textos escolares en latín o bilingües, perduró en las dos siguientes centurias” (Moreno Gallego 2008, p. 45).

El tercer apartado (pp. 469-481) incluye una conclusión en que el autor sintetiza, de manera rigurosa, aquellos argumentos -más significativos- expuestos en su monografía. Una premisa de ubicua presencia en este libro sería la alusión de Villacañas a un Vives que “secundó la unión de todos los cristianos, basada en una centralidad en la fe que diera paso al raciocinio en una Europa proclive a derramar sangre filial” (p. 478). Esta sola fides rebasaría las diferencias en la intelección del dogma y acabaría con las desavenencias “abogando por una religión unitaria y reconciliada con la razón” (p. 477). Dicha idea se localiza en el prefacio del De veritate fidei christianae, publicado de manera póstuma en 1543:

¿Ad quas res quum alii plane sint increduli, alii suspicaces, et dubii, numquid erit operae pretium ut eas humanis ratiocinationibus fulciamus, ac corroboremus, ut ad credendum adducantur ii, quibus sola Dei dicentis auctoritas non videtur ad persuadendum satis adferre momenti? (Maiansius 1782-1790, t. 8, p. 2).

Sobre la autoridad española de La verdad de la fe cristiana, cabe decir que “de su divulgación se encargaron, con fines formativos, los jesuitas por su contenido moral, sapiencial y social” (Moreno Gallego 2008, p. 46). También resulta sugerente la evocación de la extrema precariedad de Margarita de Valldaura tras el fallecimiento de Vives “el 6 de mayo de 1540 en Brujas” (p. 469), ya que su esposo “había dispendiado excesivamente en libros, medicinas y médicos” (p. 477). Esta miseria se aprecia en una misiva -con fecha del 8 de agosto de 1547- dirigida a Mencía de Mendoza, “educanda del polígrafo en el castillo de Breda” (p. 438):

Mas dize Plano para me hazer merced de lo que me a faltado y proveer en lo porvenir que con la buena voluntad que vuestra Excelencia dize me tiene, no dexará de acordarse siempre de mí, lo qual yo tengo por muy cierto que si vuestra Excelencia no me toviese la voluntad que dize no lo escriviría, y tardar tanto su socorro, no sé a qué atribuirlo sino a mis pecados (en Jiménez Delgado 1978, p. 639).

La cuarta y última categoría (pp. 483-584) sugiere un acercamiento más exhaustivo a la vida y la obra de Luis Vives por medio de tres secciones más heterogéneas. La primera (“Informe bibliográfico”, pp. 483-510) describe la recepción posterior del valenciano. Su fortuna se percibe en el rendimiento editorial de sus escritos en otras épocas; por ejemplo, “la labor iniciada en 1992 por la Oficina de Publicacions de l’Ajuntament de València” (p. 509). Acto seguido, este tratado pone a disposición del lector unas “Anotaciones finales” (p. 511-561) en las que no se descuidan las vicisitudes vitales y literarias del valentino ni el escenario histórico en que vivió. La investigación concluye con un “Índice de nombres” (pp. 563-584) -mayormente onomástico y, en menor medida, toponímico y de materias- y con una recopilación de imágenes a color de la Valencia de Vives, su residencia en Brujas y la versión castellana de Wenceslao González Oliveros, exaltador del humanista en época franquista. Éste tradujo, en 1937, el De communione rerum ad Germanos inferiores (Brujas, 1535).

En suma, la pesquisa de José Luis Villacañas se inscribe en una tradición vivista -discontinua en el tiempo- caracterizada por una acogida que ha adoptado matices muy dispares. Esta pervivencia se observa, máxime, en la original exploración de los aspectos más eminentes del biografiado. De entre éstos, destacaremos su vasta erudición y ciencia -en pos de una renovación propedéutica y de una cristiandad unida- y su férrea resiliencia frente a las desdichas y tensiones que marcaron su existencia. En realidad, pese a las adversidades ocasionadas a los eruditos por los capitostes, el valenciano halló serenidad en el cultivo de las letras. Es más, armonizó el arrojo de no faltar a la verdad y de mantener su lealtad a la fe, pues “trató de demostrar el mesianismo y la superioridad de la ley de Cristo sobre la mosaica” (Parello 2008, p. 176).

Referencias

Bazant, Mílada 2018. “Retos para escribir una biografía”, Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales, 100, pp. 53-84; doi: 10.18234/secuencia.v0i100.1518.

Escudero, José Antonio 2009. “Luis Vives y la Inquisición”, Revista de la Inquisición. Intolerancia y Derechos Humanos, 13, pp. 11-24.

Fernández Suárez, José Ramón 1993. “Luis Vives: educador de los jóvenes ingleses”, ES: Revista de Filología Inglesa, 17, pp. 141-150.

Gasca Posadas, Carlos 2013. Vivir el pasado. La historia en la obra de Stefan Zweig, tesis, Universidad Autónoma Nacional de México, La historia en la obra de Stefan Zweig, tesis, Universidad Autónoma Nacional de México, http://132.248.9.195/ptd2013/diciembre/0706938/0706938.pdf [consultado el 26 de diciembre de 2023].

González González, Enrique 2003. “The encounter of Luis Vives (1492/3-1540) and Hadrianus Barlandus (1486-1538) in Louvain, 1514?-1515”, Lias, 30, 2, pp. 177-212.

Hernàndez i Dobon, Francesc J. 2019. Juan Luis Vives. Un gran humanista, Editorial Sargantana, València.

Jiménez Delgado, José 1978. Juan Luis Vives. Epistolario, Editora Nacional, Madrid.

Maiansius, Gregorius 1782-1790. Ioannis Ludovici Vivis Valentini Opera Omnia, In Officina Benedicti Monfort, Valentiae, 8 ts., en , en https://bivaldi.gva.es/va/estaticos/contenido.do?pagina=estaticos/vives/vives_ed_latina [consultado el 28 de diciembre de 2023].

Moreno Gallego, Valentín 2008. “Reflexiones sobre la recepción de Luis Vives en España”, Res Publica, 20, pp. 43-66.

Parello, Vincent 2008. “La apologética antijudía de Juan Luis Vives (1543): entre fe y razón”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 38, 2, pp. 171-187; doi: 10.4000/mcv.3959.

Soria Sáiz, Carlos 1992. “Juan Luis Vives: quinientos años de eternidad”, Anuario de Historia de la Iglesia, 1, pp. 163-184.

Vivis, Ioannis Ludovici 1522. Commentarii in XXII libros “De civitate Dei”, apud Io. Frobenium, Basileae, en Frobenium, Basileae, en https://www.digitale-sammlungen.de/de/view/bsb10148486?page=18 [consultado el 29 de diciembre de 2023].

Notes

1 La cita proviene de la Editio Basileensis de 1522, consultable en el repositorio digital de la Biblioteca Estatal de Baviera.
2 El texto latino del De officio mariti, De concordia et discordia in humano genere, De disciplinis y del De veritate fidei christianae se ha tomado de la Editio Maianensis (17821790), resguardada en la Biblioteca Valenciana Digital: BIVALDI.
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