DOSSIER
El Campus Urbano de la Universidad de Mendoza. La presencia de la crítica al Movimiento Moderno en la arquitectura local
The Urban Campus of the University of Mendoza.Thepresence of criticism of the Modern Movement in local architecture
O Campus Urbano na Universidade de Mendoza. A Presença da crítica ao Movimento Moderno na arquitetura local
El Campus Urbano de la Universidad de Mendoza. La presencia de la crítica al Movimiento Moderno en la arquitectura local
Cuadernos de historia del arte, núm. 30, pp. 97-155, 2018
Universidad Nacional de Cuyo

Recepción: 08 Marzo 2018
Aprobación: 10 Mayo 2018
Resumen: El presente trabajo propone una interpretación crítica del Campus Urbano de la Universidad de Mendoza (CUUM), proyectado por Enrico Tedeschi. Si bien la obra pertenece al ámbito privado, tiene trascendencia pública por su función social a partir de la sanción de la Ley de Universidades Privadas, al inicio de la década del 60. La exploración sobre el CUUM, aborda la producción de una obra en el umbral del debate disciplinar de la crisis del Movimiento Moderno en el contexto latinoamericano. Asimismo, resulta valioso para la discusión sobre los espacios del saber, en relación a su segregación o integración respecto del tejido urbano, la definición de modelos territoriales distintos y los diferentes enfoques del vínculo entre academia y comunidad. El CUUM implica un ejemplo concreto de diseño urbano, la reinterpretación de valores culturales locales y la revitalización o dinamización de la vida urbana en un sector específico de la ciudad consolidada.
Palabras clave: Campus, crítica, arquitectura latinoamericana, urbanismo.
Abstract:
The present work proposes a critical interpretation of the Urban. Campus of the University of Mendoza (CUUM), designed by Arch. Enrico Tedeschi. Although the work belongs to the private sphere, it has public significance by its social function since the sanction of “Law of private universities”, at the beginning of the 60's. The exploration on the CUUM, deals with the production of a work on the three should of the debate discipline of the crisis of the Modern Movement in the Latin American context with. In the same way, it is al so valuable for discussion of areas of knowledge, in relation to segregation or integration with respect to the urban fabric, the definition of territorial models and different approaches to the link between Academy and community. The CUUM implies a concrete example of urban design, there interpretation of local cultural values and the revitalization or intervention of urban life in a specific sector of the consolidated city. Resume O presente trabalho propõe uma interpretação crítica do Campus Urbano da Universidade de Mendoza (CUUM), projetado por Enrico Tedeschi. Embora a obra pertença ao ámbito privado, tem trascendência pública por sua função social e a partir da sanção da Ley de Universidades Privadas, no início da década de 60. A exploração sobre o CUUM, aborda a produção de uma obra no umbral do debate disciplinar da crise do Movimento Moderno no contexto latino-americano. Mesmo assim, resulta valioso para a discusão sobre os espaços do saber, em relação a sua segregação ou integração respeito do tecido urbano, a definição de modelos territoriais distintos e os diferentes enfoques do vínculo entre academia e comunidade. O CUUM implica um exemplo concreto de design urbano, a reinterpretação de valores culturais locais e a revitalização ou dinamização da vida urbana em um setor específico da cidade consolidada.
Keywords: Campus, criticism, latinoamerican architecture, urbanismo.
Palavras chave: Campus, crítica, arquitetura latino-americana, urbanismo
Introducción
El trabajo propone una interpretación crítica del Campus Urbano de la Universidad de Mendoza (CUUM), proyectado por Enrico Tedeschi, y su inserción en la ciudad; si bien se trata de una obra del ámbito privado, alcanzó trascendencia pública por su función social, en los albores de la promulgación de la Ley de Universidades Privadas, al inicio de la década del 60.
La exploración sobre este campus, plantea interesantes recortes teóricos en el campo de la arquitectura, partiendo de la base de que es la producción de una obra en el umbral del debate disciplinar de la crisis del Movimiento Moderno (MM), que encarnó respuestas particulares desde el contexto latinoamericano.
Asimismo, resulta valioso como parte de la discusión sobre los espacios del saber, respecto de la conveniencia de su segregación o, por el contrario, integración al tejido urbano social, lo que revela dos miradas diferentes del vínculo entre academia y comunidad.
En este sentido, la interacción entre campus universitario y ciudad, puede presentar al menos dos tipologías diferentes: el recinto y la ciudad universitaria, que definen territoriales distintos y correspondientemente, la adscripción a los modelos de la ciudad compacta o la ciudad dispersa. El campus urbano entonces implica un ejercicio de integración, la reinterpretación de un modelo cultural y la revitalización o dinamización de la vida urbana en un sector específico de la ciudad consolidada. El recorte sincrónico para la historia urbana de Mendoza, vincula la propuesta del CUUM con la realización de conjuntos urbanos de trascendencia e importante escala que proponen una idea de ciudad que venía afirmándose; mientras este conjunto se proyectaba y construía a partir del año 62, se consolidaba el Centro Cívico de Mendoza, 1966, se construía la Municipalidad de Mendoza, 1969, y se desarrollaban las más importantes obras del campus de la Universidad Nacional de Cuyo. Este recorte en relación al rol de Enrico Tedeschi como proyectista, decano fundador de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UM y su trabajo como técnico urbanista de la Municipalidad de Mendoza, que derivó en un estudio profundo de la ciudad y la aplicación de sus ideas sobre lo urbano, vuelven a reunir teoría y praxis en el ámbito local y relacionar la enseñanza, la teoría y el quehacer disciplinar.
El proceso de crisis de la arquitectura del MM, especialmente centrado en la puesta en duda de los postulados que Le Corbusier sintetizara en la Carta de Atenas, ha sido interpretado por diversos autores con diferentes enfoques y recurriendo a casos muy variados para exponer sus particularidades.
Este trabajo se propone verificar ese proceso de revisión en un caso local de notable interés referencial como es el CUUM, proyectado y construido a comienzos de los ’60. La presencia de las manifestaciones de la crítica al MM en una obra paradigmática de la arquitectura de Mendoza del Siglo XX, se desarrolló a partir del análisis bibliográfico y de fuentes primarias, como el mismo conjunto del CUUM y las entrevistas a actores fundamentales de su proceso de gestación.
Los tiempos de cambios
A los fines de contextualizar la obra, es necesario señalar algunos acontecimientos trascendentales sucedidos en el espacio internacional y el ámbito local, que marcan transformaciones decisivas de orden socio-político y cultural, en los tiempos de la construcción de la Universidad de Mendoza.
En el ámbito internacional, esos sucesos marcaron la segunda mitad del Siglo XX y, en algunos casos, tuvieron también repercusiones en el país y Mendoza. Entre ellos debe mencionarse:
- la reorganización política y económica de Occidente a partir del nuevo orden de posguerra, marcado por el inicio de la “guerra fría” entre Estados Unidos, representando el bloque occidental capitalista, y la Ex Unión Soviética, al bloque oriental socialista.
- la antinomia “anti-pro” Norteamérica que caracteriza al mundo occidental, derivada de aquella división ideológica en la que Latinoamérica fue compulsada a posicionarse, no siempre con ventajas a su favor.
- la aparición del “Movimiento de los No Alineados”[1], fundado por Jawaharlal Nehru en la India durante ’50, que propuso una tercera posición respecto al planteo capitalista o socialista de los bloques dominantes; resulta importante destacar que esta causa alternativa concitó la adhesión de algunos países latinoamericanos y en especial Argentina, donde ya existía el movimiento peronista versión local de los “no alineados”, coincidente con su situación de país emergente en el escenario internacional de nuevas potencias.
- la Revolución Cubana, como corolario de estas
circunstancias sociopolíticas cristalizadas en el primer estado socialista revolucionario en Latinoamérica e impulsor de sucesivos movimientos revolucionarios en los 70s y hasta el mayo francés, alentado también por estas manifestaciones de disconformidad con el establishment.
- los conflictos que generó en los países altamente industrializados la crisis del petróleo de esa década, que puso en tela de juicio la teoría del progreso indefinido y modificó definitivamente la idea del “estado benefactor”[2], fundado en los tres principios fundamentales de Occidente: la paz y la libertad de expresión, la alianza de confianza entre población y gobierno y la toma de decisiones basadas en el debate previo y democrático.
En 1960, a partir de que una ley nacional promulgada durante la presidencia desarrollista de Arturo Frondizi autorizara la creación de universidades privadas, se funda la Universidad de Mendoza con la Carrera de Ciencias Jurídicas y Sociales; en 1961 se agrega Arquitectura y poco después la Carrera de Ingeniería, configurando el núcleo inicial del CUUM.
Luego de sucesivas crisis políticas con la interrupción de gobiernos democráticos y la irrupción de gobiernos militares, en 1973 se reinstaura la democracia con elecciones libres y asume Héctor Cámpora como presidente electo de la Nación; en Mendoza, la continuidad política se verá interrumpida con el juicio político al Gobernador Martínez Baca y sucesivas intervenciones federales similares a las de décadas anteriores.
Las tensiones políticas e ideológicas por el control del poder dentro del propio partido gobernante, alcanzarán a la sociedad determinando una época violencia, inseguridad, confusión de responsabilidades e importantes manifestaciones de resistencia social; se viven las últimas etapas de libertad cultural y más tarde se reinstalará la censura desde el Estado, no sólo en los medios de comunicación sino también en los claustros universitarios, incluyendo a la Universidad Nacional de Cuyo con repercusión en la Universidad de Mendoza y especialmente en su Facultad de Arquitectura y Urbanismo.
En este marco de efervescencia política general, se produjeron en 1973 y 1974, movimientos de estudiantes y profesores que pretendían la nacionalización de esta casa de estudios, conocidos como toma y contra toma, que provocaron su intervención y desencadenaron el final de la gestión de Tedeschi como Decano de Arquitectura. Por esos años, el emblemático edificio de esa facultad y el de Ingeniería estaban ya concluidos alrededor del gran patio diseñado por Ramos Correas, y se encontraba en obras el edificio de Ciencias Jurídicas y Sociales. El país termina esta etapa con la recordada crisis económica del “Rodrigazo”, producida por una fuerte devaluación del peso y un aumento masivo de las tarifas públicas. Con ella, una crisis de representatividad signa el poder central; en 1976 es destituida la Presidenta Martínez de Perón por una Junta Militar, inicio de lo que se conoce como Proceso de Reorganización Nacional, con una sucesión de gobiernos de facto hasta el regreso de la democracia en 1983. Hacia finales de los ’80, se impone el neoliberalismo como ideología dominante y se iniciará el paulatino eclipse del Estado en la escena política y el predominio de la doctrina del libre mercado. El arco temporal descripto, abarca la etapa de concepción y desarrollo del proyecto y obras del CUUM iniciado en los albores de los 60 que culminan en el inicio de los años 80 con la concreción del tercer edificio, de Ciencias Jurídicas, que completa el Claustro Original. Será a partir de la década del ’90 que empezará una etapa expansionista de la Universidad de Mendoza con la incorporación de nuevas facultades y nuevos edificios que aportan otras configuraciones y se apartan de los lineamientos iniciales.
2. Transformaciones territoriales, urbanas y arquitectónicas en el ámbito local
A pesar de las variaciones institucionales que caracterizan el período, es abultada la producción de obra pública; esto se observa en la edilicia institucional, la infraestructura vial y los servicios encargados fundamentalmente por el Estado o las instituciones públicas. El CUUM, promovido desde el ámbito privado,concreta un espacio de educación superior de impacto regional devenido en centro de cultura local, en tanto desarrolla actividades académicas en campos disciplinares aún no abordados por otras universidades, como Arquitectura.
La etapa también aporta cambios importantes en cuanto a nuevos programas arquitectónicos que la ciudad no conocía y que impactan en su morfología.
Por otra parte, en este lapso la ciudad experimenta transformaciones importantes en su estructura vial y sus vinculaciones a nivel territorial; la ciudad se acerca al millón de habitantes y en esta transición hacia su “mayoría de edad”, la arquitectura será representativa de esos cambios, especialmente en el desarrollo de programas colectivos e institucionales no solo en los ámbitos públicos, sino también en los de las instituciones privadas. En este período se termina de definir el Barrio Cívico, como sector urbano de características especiales y normativas edilicias particulares; el proyecto data del año 1948 y lleva consigo algunos rasgos previstos en el Plan Regulador del 42.
Se define en 1966 el trazado de la Ciudad Universitaria en terrenos al Oeste del Parque General San Martín, estableciendo una avanzada urbana hacia el piedemonte; el trazado del campus reitera algunos lineamientos de diseño urbano propuestos para el Campus de la Universidad de México, en lo que respecta a la separación entre vías vehiculares y peatonales, independencia física de los bloques construidos, generación de espacios exteriores de reunión y jardinería paisajística. La Ciudad Universitaria es proyectada como un ámbito urbano independiente de la ciudad propiamente dicha, no sólo buscando nuclear sus múltiples facultades, hasta ese momento dispersas en la ciudad, sino también separándola del acontecer urbano y público. En otro sentido, se decide la construcción de grandes ejes viales troncales comprendidos dentro del conglomerado urbano; se construye entonces el Acceso Este o Ruta 7 desde la Avenida Costanera hasta la localidad de Villanueva en Guaymallén y el Acceso Norte, o Ruta 40, a ambas márgenes del Zanjón Cacique Guaymallén, canalizándolo definitivamente. En el ámbito del transporte urbano de pasajeros, en 1958 se inaugura el servicio de trolebuses en la ciudad, que posteriormente se extiende hasta Villanueva en Guaymallén[3] y se levanta el tendido de tranvías reemplazando sus recorridos con un servicio de micro ómnibus urbanos. En otro sentido, la puesta en marcha de complejos hidroeléctricos como El Nihuil, Valle Grande o Carrizal como embalse regulador de riego, genera focos de actividad turística que incorporan nuevas actividades económicas a la provincia especialmente en el oasis sur. Hacia 1972 se inaugura la Terminal de Ómnibus de Mendoza, en la encrucijada de las Ruta 7 y 40, para concentrar la partida y llegada del transporte de pasajeros de media y larga distancia, además de internacional. La imagen urbana se modifica; puede destacarse la construcción de hitos urbanos que modifican el perfil de la ciudad con sus agujas y remates o con la instalación de estructuras para la transmisión de señales de televisión. Se erigen entonces el Edificio Gómez en 1956, la Galería Tonsa en 1959 y la Piazza en 1963. En el ámbito de la edilicia pública y administrativa, es relevante la construcción del Edificio de Correos en los tempranos ’50; se completa la construcción del Palacio Judicial en 1966 y se avanza en la del Palacio Policial. Se inauguran el nuevo edificio de la Municipalidad de la Capital en 1969 y la sede del Banco de Previsión en 1972. Un nuevo código de edificación de la Ciudad de Mendoza, impulsado por Enrico Tedeschi, que entra en vigencia hacia 1972, modificará también la fisonomía urbana proponiendo una nueva solución tipológica basada en la combinación de basamento y torre. Hacia estos años de posguerra tardía, muy lejos de la Europa en reconstrucción, Mendoza se extiende en el territorio y se conecta con las cabeceras de los departamentos vecinos, erradicando el oasis de viñas y olivares; se desarrolla el transporte metropolitano entre estos centros y se construyen edificios institucionales de carácter simbólico y referencial, que se confirman como concentradores de las actividades sociales.
En definitiva, con la nueva arquitectura, los nuevos espacios de acción y las transformaciones en la estructura significativa de la ciudad, se consolida el escenario en el que el CUUM aparecerá como innovación urbanística.
3. Las distintas miradas de la crítica
Para el contexto latinoamericano la denominada crisis del MM tiene particularidades e implicancias en el campo disciplinar tanto en la producción critico-teórica como en la de obras. Sabido es que el MM en Latinoamérica señala procesos diferentes a los ocurridos en sus centros difusores, europeo o norteamericano, por lo que su crisis, implicó resultados muy diferenciados. Sus repercusiones, ampliamente abordadas por la crítica arquitectónica, pueden ser advertidas en las voces de diferentes pensadores del ámbito internacional y del latinoamericano especialmente, que develan diversas miradas sobre este mismo proceso. Para Charles Jencks (1983), terminada la segunda guerra mundial, el rol mesiánico, crítico y aún social de las Vanguardias Artísticas, como bases teórico-formales del MM, colapsó y fue absorbido por la sociedad de consumo de los años 60s. Perdió de esta manera aquellas cualidades secesionistas, renovadoras y utópicas que había tenido durante los años 20s y 30s y que para ese entones representaban la oposición manifiesta a Beaux Arts y a la agotada estética belle epoque[4]. La adhesión de los artistas a la revolución socialista, las nuevas interpretaciones del arte como modo de conocimiento, el compromiso social, las posturas industrialistas y progresistas de aquellas vanguardias se trivializaron y mercantilizaron, sirviendo de objetos de consumo a la incipiente cultura de masas posmoderna.
Renato De Fusco (1981), observa la crisis como un cambio en el rol de la propia disciplina a partir de la posguerra y pone en tela de juicio la posibilidad de que la arquitectura modifique el marco socio cultural a partir de propuestas universales y racionales. A cambio, pone en relieve la conjunción entre dos valores aparentemente contradictorios: la historia, soslayada por el MM, y la utopía creadora. Rescata de la primera el valor documental de antecedente y de la segunda el valor de impulsora de nuevas formas arquitectónicas. Sin decir explícitamente De Fusco alude a la reinterpretación de las formas del pasado, con proyección o perspectiva hacia el futuro[5]. Alan Colquhoun (1991), presenta la crítica como un proceso de “liberalización” surgido de la propia ortodoxia que culmina en los ‘50[6]. En el transcurso de esos años, no se abandonan los fundamentos racionalistas sino que se humanizan. Colquhoun considera como testimonios de esa humanización, la recuperación de materiales y técnicas locales propuestas por Le Corbusier o los deliberados gestos nacionales en la obra de Alvar Aalto, entre algunos rasgos distintivos. El proceso de liberación se extiende por los distintos países con variantes como el “neo-brutalismo” inglés, el “neorrealismo” italiano o el “neo-empirismo” escandinavo; y como se dijo, sin un explícito abandono de los postulados del MM, pero con una necesaria renovación nacida de sus propias esencias locales. En el ámbito latinoamericano y específicamente en Argentina, Marina Waisman (1984) sitúa en este período una serie de cambios en la producción arquitectónica que podrían contener como ejemplo contundente la construcción del Campus de la UM. Uno de ellos es la serie de “Cambios en las tipologías arquitectónicas, predominio, aparición o desaparición de tipologías”[7], sostenidas e impulsadas por la revisión crítica de los postulados del MM y la reconsideración de los ejemplos tipológicos regionales de valor representativo que los arquitectos jóvenes tomaron en cuenta, como así también los foráneos impuestos por los nuevos centros de poder. El otro, más ligado a las actitudes personales e ideológicas de los profesionales, destaca los “Cambios en las actitudes ante la arquitectura (adaptación o adopción de modelos, búsqueda en función social o de valores simbólicos o de adaptación a la sociedad de consumo, etc.)”[8], aludiendo a la consolidación no sólo de estudios de arquitectura paradigmáticos que asumían posiciones empresariales, sino también de aquellos grupos de profesionales que se comprometían con las necesidades comunitarias, ya sea desde los centros de estudios o desde las organizaciones sociales.
Odilia Suarez y Federico F. Ortiz (1984), en sintonía con Waisman, para la comprensión de la enunciada Crisis del MM en los contextos locales, proponen la lectura de algunos rasgos de la arquitectura que consideran “consistentes y perdurables” y coherentes con los cambios enunciados; estos se asocian a la síntesis de las tres categorías de la triada vitrubiana: forma, técnica, función aunque no de manera directa o concreta y agregan otros conceptos renovadores y específicos[9].
Entre ellos, muy claramente constatables en el CUUM, cuya lectura propone este trabajo, mencionan la “simbiosis entre las distintas funciones urbanas” que dinamizan la ciudad y terminan con las estrictas zonificaciones que propusiera la Carta de Atenas en los CIAM. La localización de la UM, concentrada en un predio propio, periférico y barrial respecto al microcentro urbano o fuera de los sectores especiales de la ciudad como el Barrio Cívico o la Ciudad Universitaria, constituye una acción contraria a los postulados de concentración de actividades afines y una demostración de convivencia de usos, con sus virtudes y vicios y su positivo efecto de dinamización de la ciudad.
Otro rasgo destacado por los autores es el “entretejido del espacio urbano con el espacio exterior del edificio” y la consiguiente generación de lugares para la interrelación social. Es decir, un aporte sustancial a la morfología urbana, relegando los aspectos funcionales de la Carta de Atenas (habitar, trabajar, desplazarse y recrearse) y potenciando los aspectos espaciales de la ciudad tradicional (la casa, la calle, el barrio, la ciudad), propuestos como cánones renovadores por Alison y Peter Smithson, durante los postreros encuentros del TEAM X.
Finalmente, en relación a las técnicas empleadas para su construcción, se retoman las miradas de Suarez y Ortiz, que observan la “tecnología de construcción, más relacionada con la expresión que con la economía y la eficiencia” y se verifica que en el CUUM, se mantuvo un equilibrio armonioso entre plástica, eficiencia constructiva y economía de recursos.
Francisco Liernur (2001)[10] remarca la crisis que afectó a la modernidad como postulado cultural, al país como proyecto, a la arquitectura como institución y también a la propia arquitectura argentina[11]. La mirada de Liernur, renovada aún dentro de la historiografía local, revisa los acontecimientos y procesos de cambios propios dentro del país, estrechamente relacionados con el marco político de acontecimientos.
Importar_Imgen5265c64616Desde lo local, Ricardo Ponte (2008)[12] define un corte en que resalta la participación de Enrico Tedeschi[13] como técnico especialista en urbanismo, contratado para el caso y autor del llamado “Informe Final de la Comisión” o “Informe Tedeschi” que se publicó en 1962. Este informe, según Ponte, constituye el segundo intento del Movimiento Moderno de proyectar urbanísticamente la Ciudad de Mendoza, de igual manera que lo había hecho el Plan Regulador del 42[14] y es en este momento de comienzos de los años sesentas, que Tedeschi proyecta el conjunto de UM. Interpretada como un fracaso de postulados universales, como una continuidad o recuperación de la historia y la utopía creadora o como una reivindicación y liberación de las periferias respecto al dogma racionalista, la crisis se extiende más allá de Europa y Norteamérica en un proceso de renovación de la arquitectura.
Las miradas de la crítica y las voces locales, animan al estudio del CUUM como ejemplo de esa tendencia renovadora no sólo a escala arquitectónica sino también urbanística. En el ámbito local, este conjunto resulta representativo y emblemático de las renovaciones en la producción arquitectónica a las que se ha hecho referencia.
4. Arquitectura, crítica y crisis del MM: un campus universitario urbano
En el marco de la renovación registrada en los 60 y 70, que implican las miradas sobre la crisis del MM, y en el especial momento histórico definido por el desarrollismo y la promulgación de la ley que habilitó la educación superior de gestión privada, el CUUM resulta un caso especialmente representativo.
Con el objetivo de describir los rasgos particulares de la crisis de MM en el orden local, se propone un análisis crítico basado en la metodología propuesta por Josep María Montaner (1999)[15], respecto a los juicios de valor sobre un edificio; el autor propone interpretar y contextualizar la obra para revelar orígenes, relaciones, significados y esencias.
El aporte de este crítico permite constatar si la obra de arquitectura cumple las condiciones para la que fue construida, en cuanto a funcionalidad, belleza, materialidad y relación con el contexto general; estas cuatro finalidades propuestas, no pueden menos que recordar las tres categorías de la triada vitrubiana, a las que el autor ha sumado el necesario vínculo con el contexto. Según Montaner, la primera categoría corresponde a la relación con el contexto y los modos en que el edificio se inserta e interactúa con el medio y los efectos que produce en él; la segunda categoría de análisis es el lenguaje formal en que se expresa el edificio, a escala volumétrica y espacial; la tercera observa los esquemas tipológicos según fuera resuelto el edificio, en tanto que la cuarta y última categoría analítica, trata los aspectos de la materialidad y materialización del edificio, a partir de los criterios estructurales y constructivos empleados para su construcción.
5. Un contexto por demás considerado
Tal como lo describen los teóricos, el contexto es un tema que introduce la crisis de mediados del siglo XX. La inquietud contextual tiene un origen común en las preocupaciones por la ciudad, acuñadas en los últimos CIAM por los arquitectos de la tercera generación del MM, visiblemente influenciados por la corriente organicista de la arquitectura[16]. No obstante, conviene aclarar que mientras las obras orgánicas se insertan en el contexto natural o cultural y se mimetizan hasta perder la solución de continuidad con él, las obras de posguerra, en cambio, mantienen su autonomía mediante soluciones arquitectónicas de transición que las destacan del medio. En ellas, queda claro dónde termina el edificio y dónde comienza el entorno natural o construido; como refiere Enrique Browne (1980), cada obra se presenta como una unidad autónoma e independiente, que se relaciona de maneras diversas con el contexto[17], aludiendo más a un organismo que a un objeto de producción industrial. Como el principal cometido de esta segunda etapa de la arquitectura moderna fue entre otras cuestionar las premisas del “zoning” nacido en la Carta de Atenas -que tanto “daño” había producido en las intervenciones urbanas-, se propusieron soluciones donde el entorno natural o cultural tuviera una especial incidencia en el diseño de los edificios. El mismo Enrico Tedeschi, en su Teoría de la Arquitectura (1962), presenta una manera alternativa y sobre todo localista de enfocar el diseño arquitectónico, abordando aspectos vinculados con el clima y las características del lugar, además de las condicionantes sociales y psicológicas del cliente[18].
Esta preocupación por lo preexistente que se observa en las obras de posguerra, se evidencia en la intención de los arquitectos de generar entornos propios en los edificios, procurar adaptaciones climáticas de variados tipos, nuevos modos de relación con las construcciones vecinas y adaptación a condicionantes del terreno o cumplimiento de normativas urbanísticas específicas del sitio de localización, si existían.
El CUUM, al menos en su proyecto original de los años ’60, presenta claras intenciones urbanísticas en lo relativo a la generación de espacios de relación con lo público, proponiendo un campus urbano generado a partir de una plaza-patio abierta al entonces Pasaje Hammarskjöld, hoy Peatonal Descotte, que funciona como remanso peatonal y expansión de los originales tres edificios. Así, se configura un Campus a escala barrial, verdadera innovación respecto de los modelos aislados y autónomos como las ciudades universitarias de México, Caracas o el propio Campus de la Universidad Nacional de Cuyo. Su concepto, en una primera asociación, podría establecerse con el ágora griega y su carácter de espacio abierto donde se realiza la convocatoria de los ciudadanos; esta vinculación con los espacios urbanos del mundo griego, es referida por Montaner cuando recalca la preocupación contextual de la arquitectura de posguerra, de buscar en los referentes clásicos, la “expresión de la belleza en contacto con la naturaleza”[19]. En la Universidad de Mendoza, aún con la reja ausente en el diseño original, el espacio abierto de uso se concentra en el patio y se extiende progresivamente hasta la calle y el entorno inmediato, hasta llegar a la plazoleta en la intersección de las dos principales calles aledañas. La expresión de la belleza es en relación al paisaje urbano preexistente, mediante una secuencia de variadas escalas de gradación.
Una segunda lectura podría remitir al concepto de plaza medieval que no surge de un recorte especial y planificado del espacio urbano, sino de un ensanche o articulación accidental y orgánica de la calle, en la que se agrupan jerárquicamente algunos edificios relevantes. En el caso que aquí se aborda, lo colectivo está vinculado con lo claustral, con la comunidad íntima de una casa de estudios pequeña, donde la calle está invitada a participar aunque con condiciones.
Tedeschi dice que el patio tiene la función de generar la perspectiva necesaria para contemplar el edificio de la Facultad de Arquitectura[20], perspectiva necesaria pero controlada y conducida (que se observa en la planta del proyecto original), mediante canteros de baja altura integrados al diseño paisajístico de Daniel Ramos Correas, que sin bloquear las vistas hacia interior de la plaza, condicionaban el libre acceso desde la vereda y retardan el recorrido para la pretendida contemplación de Tedeschi. En esta aparente intención arquitectónica, reside también la relación con el concepto monumental de la arquitectura clásica, considerada como remate de un “recorrido ceremonial”. Rosa Guaycochea de Onofri, observa que la recreación del patio y el uso de las galerías perimetrales, resultan soluciones arquitectónicas de contribución fundamental a la comunicación e integración de los usuarios[21]; esto es más que evidente cuando el patio funciona como un hall distribuidor de actividades, además de espacio de reunión y celebración al aire libre. Ambas visiones, una recalcando la voluntad urbanística y la otra la institucional y social, confluyen en esta idea de plaza-patio-claustro, ubicada entre lo público y lo privado con los beneficios de ambas condiciones y reivindica los espacios de interfaz interior-exterior de la escala urbana y la arquitectónica en un continuo progresivo de calle, patio, galerías, espacios interiores.
Un contexto considerado, aprovechado y por demás revalorado donde el Campus Urbano, es un vecino más en un conjunto urbano en franco diálogo y amable convivencia con el espacio público.
La expresión formal de la estructura
Uno de los rasgos que más se destacan en la producción arquitectónica en la década del 60, son los relacionados con la expresión de la estructura portante, mucho más pronunciada la de tipo tectónico o vinculada a las tecnologías artesanales y el uso de los materiales a la vista, que la industrializada o de la alta tecnología, al menos en los países en desarrollo; esta condición hace que los rasgos de expresión formal estén fuertemente relacionados con los de los criterios constructivos.
En el CUUM, esta simbiosis es indisoluble y los rasgos no pueden separarse tan claramente; esto, lejos de confundir, confirma uno de los primeros rasgos que se observaran en la arquitectura del período en que se construye el conjunto, en que la forma está fuertemente condicionada por la estructura.
Como dice Liernur (2001, comentando la obra de Clorindo Testa, se está frente a una llamada de atención al observador más allá de las percepciones acostumbradas, para imponer una estrategia de máximo impacto; un “grito” arquitectónico, según argumenta el autor, como recurso irrefutable que haga presente al edificio en el espacio urbano, insoslayable para el colectivo[22]. La idea general del campus y sus componentes específicas surgieron del puño de Tedechi con la inestimable colaboración de ingenieros de reconocido prestigio que a lo largo del proyecto y materialización, cristalizaron las ideas con el acertado empleo de los pretensados producidos por la industria local. (Fig.1) En el CUUM y en especial en el edificio de la Facultad de Arquitectura, inaugurada en 1964, la expresión formal es un resultado sinérgico entre estructura y forma; para la FAU, la trama romboidal de fachada-soporte, destaca el edificio principal que actúa como fondo escénico del patio- plaza-claustro de acceso, acompañado por los tabiques sismo-rresistentes de alma de hormigón y ladrillo visto que apenas se perciben al ubicarse transversales y recedidos respecto de la fachada. (Fig.3). Este mismo criterio de expresión estructural sustenta el proyecto del edificio que alberga la Facultad de Ingeniería. En su testimonio, el Ing. Agustín Reboredo que participó activamente en la propuesta estructural, afirma que “(… se utilizaron elementos premoldeados, como se había hecho en la Facultad de Arquitectura. Sin embargo había diferencias: la fachada principal del edificio debía dar al oeste, debido a la orientación y forma del lote; de allí provienen algunas decisiones del proyecto: las fachadas este y oeste se convierten en grandes vigas Vierendeel formadas por elementos premoldeados, como las losas, y los componentes están conectados monolíticamente por hormigón in situ.”[23] (Fig. 3 y 4).
La forma de las columnas que definen la importante viga rememoran en alma llena las de la Facultad de Arquitectura “ciegas en lugar de trasparentes. Los muros son compuestos de ladrillos con alma de hormigón armado, ya utilizados en la Facultad de Arquitectura. Las vigas Vierendeel de un piso de altura conectan el entrepiso de planta alta con la terraza y se apoyan en dos columnas en V que son iguales (de hecho, construidas con el mismo molde) que las de la planta baja de la Facultad de Arquitectura.” (Fig. 5).
El ultimo edificio del conjunto es el que ocupa la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales que Tedeschi no llegó a ver terminado por su forzada renuncia al decanato en 1973, tras la toma de la Facultad, y su repentino fallecimiento en Buenos Aires en 1978; si bien es cierto que este edificio fue proyectado por el maestro italiano con la colaboración del Ing. Reboredo, éste también declara haberse alejado de la Universidad en ocasión de la toma. Reboredo señala un hecho trascendente en 1970: la aprobación del Código de Edificación de la Ciudad de Mendoza y un plazo de seis meses para su entrada en vigencia, que aceleró la elaboración del proyecto para su aprobación municipal.
“(…) la entrada en vigencia del Código de Edificación (1970), establecía la obligación de retirar las construcciones de los límites del predio a partir del tercer piso. Había un plazo de seis meses para la vigencia efectiva del Código. Enrico viene con la noticia y dice: hay que preparar el proyecto para Derecho, en caso contrario no puede hacerse el edificio en el terreno que tenemos. Se preparó el proyecto de seis pisos, utilizando de nuevo los elementos premoldeados para las losas aunque había mayor uso de componentes in situ. Las columnas de la planta baja son trípodes invertidos con la misma forma en cada pata que las columnas V de Arquitectura. En elevación las columnas se transforman en tabiques que además ofician de parasoles para proteger el este y el oeste. Es el primer edificio de Mendoza, que yo sepa, en el que se utilizó una computadora para el análisis estructural.” (Fig. 6)
“El edificio fue construido bastante más tarde, empezó en 1977 y se modificaron las losas porque ya entonces se producían en Mendoza placas pretensadas huecas. La modificación estructural y la dirección ya no estuvieron a mi cargo”[24] Confirma esta afirmación la ausencia de ambos profesionales en la ejecución de esta última obra que completa el campus urbano. En el conjunto, la relación con el contexto, la expresión formal y la materialización, se entrelazan armónicamente en un producto final superior a las partes analizadas aisladamente.
En su origen, el proyecto se plantea a partir de la máxima economía de recursos, la honestidad estructural y constructiva y bajo el lenguaje brutalista de los materiales a la vista; las etapas posteriores de crecimiento y ampliaciones de la Universidad, abandonan gradualmente el proyecto de Tedeschi y avanzan sobre otros modos de expresión arquitectónica, muy alejados de la idea original. También en relación a la expresión formal aparece otro punto que merece un análisis especial que es la recuperación del carácter institucional del edificio, respecto de los modelos del MM. En el CUUM como en otros edificios importantes de la época, el valor simbólico institucional se concreta a partir de los espacios públicos cedidos a la ciudad, pero principalmente por algunas “alegorías” a las estructuras organizativas de las instituciones que albergan. Según Marcelo Trabucco[25], la alegoría es una “configuración arquitectónica que evoca un valor moral específico asignado a una arquitectura distinta de la que lo origina. Ese valor moral implica una valoración arquitectónica de una arquitectura perteneciente a otra cultura o a otro tiempo”. En este caso, la alegoría de la composición refuerza la identificación de las tres facultades fundadoras
-Ciencias Jurídicas, Ingeniería Electrónica y Arquitectura-, representadas en los tres volúmenes independientes organizados originalmente alrededor del patio, en una composición decreciente de prismas puros con el fondo escénico de Arquitectura, remate del patio.
Siempre desde la representación formal, la institucionalidad de los edificios y su carácter indudablemente colectivo, puede relacionarse con el concepto que Browne denomina “arquitectura del desarrollo”[26], que revela las intenciones progresistas de instituciones y estados en el período de posguerra, representadas en una arquitectura joven, pujante y elocuente en cuanto a propuestas estructurales de hormigón armado.
6. Esquemas tipológicos
Es conveniente destacar en el conjunto del CUUM la estrecha relación que se mantiene entre los volúmenes construidos y el vacío del patio central. En el caso del CUUM, no se trata de una expresión abstracta concretada a partir de formas simbólicas y alusivas a la manera de la Opera de Sidney o la Filarmónica de Berlin; más bien podría hablarse de composiciones de formas geométricas puras y básicas, articuladas entre sí pero manteniendo sus autonomías formales. Hay entonces más adhesión a los principios de las formas pregnantes elementales que Miguel Ángel Roca observa e Louis Kahn[27], no tomadas como metas a alcanzar en sí mismas sino como bases formales de partida, usadas como herramientas sintácticas. Al fin y al cabo, formas básicas de inspiración platónica, que han acompañado al hombre desde sus orígenes constructivos y definido las configuraciones espaciales donde ha actuado.
Si observamos el campus, nos encontramos frente a un conjunto con una expresión uniforme en el que puede descomponerse el sistema compositivo, en formas puras independientes y autónomas; la innovación reside en la decisión del claustro como planteo opuesto pero equivalente al del gran hall de recepción, ya no como conector con el espacio público sino como organizador de las actividades y articulador abierto de los volúmenes cerrados.
7. Materialización
Uno de los rasgos más definitorios y perdurables de manifestación de la crisis del MM, ha sido el énfasis en la tecnología de la construcción. Este es un rasgo de importante particularidad en Mendoza, donde la eficiencia estructural llegó a niveles notables; respecto a la materialidad de los edificios analizados, tiene un especial protagonismo el hormigón armado con sus variantes técnicas y constructivas. Esta constante tiene varias posibles explicaciones: una de ellas ha sido la influencia de la tendencia internacional del “beton brut” a partir de la obra de Le Corbusier o “monumentalización del vernáculo” como a Kenneth Frampton le gusta decir. La segunda está marcada por la condicionante sísmica de la región, que ha determinado estructuras sismorresistentes de considerable envergadura y presencia inocultable en la fisonomía de los edificios. La tercera, también de carácter regional, responde a la directa disponibilidad del cemento para la construcción, por ser Mendoza una plaza en la que se localizaban dos plantas de producción, Minetti y CORCEMAR. Y finalmente una cuarta, estrechamente ligada al uso del hormigón armado, que fue el desarrollo local de la fabricación de pretensados, que, si bien no tuvo manifestación directa en la arquitectura institucional, si se expresó en la arquitectura industrial y de servicios de entonces. Cabe agregar que, en Mendoza, el desarrollo de la prefabricación fue introducido por el Ingeniero Diego Franciosi, de origen italiano y muy vinculado a Enrico Tedeschi, con quien diseñó la particular estructura portante de los edificios de la Universidad de Mendoza y muy ligado a la figura del Ing. Agustín Reboredo y a la trayectoria de las fábricas de pretensados, PREAR S.A. y CIMALCO, por entonces pioneras en esta técnica.
Esta condición local explicaría el recurrente uso del hormigón armado para las soluciones estructurales, pero no la manera de considerarlas en los proyectos. Es decir, no explicaría las intenciones que los distintos autores han tenido respecto a la estructura portante del edificio, resumida en su materialidad, independientemente de los condicionantes que estuvieran por la función antisísmica y los sistemas constructivos, resumidos en la materialización. Para el caso del CUUM y en relación a la concepción estructural como fundamento del proyecto propuesta por Alan Colquhoun[28], los edificios que lo conforman, estarían asociados a la idea de una tecnología estructural protagónica que define el resultado formal del edificio; en definitiva, un edificio que “es” a partir de sus elementos estructurales expresados a la vista. Se hace evidente la preocupación centrada en una estructura expresiva, original y comunicativa que rompe con los rigores del pórtico tradicional y en la que Tedeschi y Franciosi, se abocan a concebir el planteo estructural, contundente y básico que no adhiere al pórtico estándar, sino que busca antecedentes en los planteos orgánicos. Se potencia entonces la elección de la trama romboidal de elementos de hormigón armado, vuelta indeformable con la triangulación de los sutiles tensores y rigidizada en el sentido transversal, con las vigas pretensadas y las losas cerámicas; a la vez, el sistema estructural se vuelve escultórico y expresivo con variadas interpretaciones sobre los posibles significados de la trama romboidal, superando el esquema básico del pórtico tradicional.
Este concepto estructural básico, total y autónomo, también se podría asociar a la denominada “poética de las megaestructuras”, que si bien en este caso no está vinculada a las propuestas del metabolismo japonés o del “Archigram” británico, se acercan conceptualmente a una solución ingenieril que define a la arquitectura, dándole soporte y sentido; el bloque de la Facultad de Ingeniería es elocuente en esta idea, proponiendo una enorme estructura- viga habitable, apenas apoyada en cuatro puntos y con una audaz luz de casi 8 metros entre apoyos, rigidizada con las mismas triangulaciones formalistas del edificio de Arquitectura.
Conviene aclarar para completar el análisis, que es obvio que, en el CUUM, el resto de edificios acompañan la expresión estructural con elementos portantes asociados a las formas protagónicas de la Facultad de Arquitectura. Sin embargo, estas asociaciones son variantes de su claridad conceptual; está reinterpretada en el edificio de Ingeniería a pesar del indiscutible alarde estructural, y quizás forzada en el edificio de Ciencias Jurídicas. En este punto, puede resumirse que la expresión estructural se manifiesta en la contundencia del material elegido, la racionalización de elementos portantes y la coherencia de la propia estructura; ya sea por la calidad matérica de la estructura o por su evidencia en la constitución de las obras, no sería exacto hablar de edificios macizos sino más bien de edificios contundentes, donde la masa muraria ha desaparecido para delegar el soporte en la estructura a la vista.
Como excepción de honor, sólo en la Facultad de Arquitectura, como ya se dijo, la trama romboidal aliviana el edificio y lo libera de la contundencia de que se habla.
8. Algunas conclusiones
Sobre el final de este trabajo, se ha buscado desplegar algunos resultados de la lectura interpretativa del CUUM mas allá de los argumentos analíticos que se han hecho durante el desarrollo; estos resultados pretenden ampliar las opiniones surgidas de la investigación y a la vez, abrir debates futuros.
El contexto como escenario activo de la arquitectura “otra”
El contexto es considerado como un escenario activo porque señala puntos de apoyo y elementos de relación para el conjunto, pautas de ocupación y uso del predio, preexistencias urbanísticas que respetar y hasta geografías urbanas a las que atenerse. Se trata de un contexto valioso y cargado de información indispensable para definir esta arquitectura rebelde y crítica a los postulados del MM clásico, que plantea sus propias normas y cánones a partir de esa nueva información. Una arquitectura que ha dejado de ser geométrica, pura, anónima y pretendidamente universal, para convertirse en referente de las nuevas expresiones de los materiales a la vista y las técnicas constructivas, propias del lugar.
En el caso analizado, esta relación con el contexto se destaca con una solución básica y constante como la plaza de acceso propia de uso público, que contiene y vincula las partes del sistema; crea además sus propios límites y confirma la unidad del conjunto; contribuye a cimentar la monumentalidad y refrendar la condición escultórica; establece jerarquías de proporciones entre los diversos volúmenes construidos y a la vez, actúa como conector con el entorno. La relación es discreta, directa, sin resonancias llamativas en el escenario urbano; sin alardes deslumbrantes pero con suficiente peso y valor representativo para su momento y lugar, además de trascenderlos. Las inspiraciones a partir de las versiones de los países centrales son claras, pero es claro también, que se ha conseguido reinterpretarlas y adaptarlas apropiadamente de una manera local. Como diría Fernández Cox[29], recogiendo valores del MM pero construyendo “otra” modernidad evolucionada y madura. En este sentido, a más de cincuenta años de la construcción de estos edificios y con la corta perspectiva histórica de que se dispone, es posible entender la madurez de que habla Fernández Cox y la “otredad” moderna, nacida de necesidades locales. Otredad resuelta con tecnologías propias y escalas de relación con el hombre, como modelos válidos a través del tiempo.
Como objetos urbanos, esta vez en la línea de pensamiento de Browne[30],estos edificios aportan su “contribución fragmentaria” al entorno, integrándose pero diferenciándose a la vez, sin mimetizarse y sin pretender pasar inadvertidos; completando la escena urbana y definiendo lugares identificables en la ciudad, a la vez que comprometidos con ella.
La discreta expresión formal en el escenario urbano local
Hablamos de una discreción fundada en la manera en que el conjunto se inserta en la escena urbana a partir de volumetrías sencillas de geometría regular y proporciones que no sobresalen del promedio de edificios circundantes. Destacamos una expresión basada en la contundencia del material y no en los alardes o pretensiones formales. Es decir, la aludida abstracción expresiva que resulta deslumbrante en Niemeyer o Candela, traducida al lenguaje local, de la arquitectura de Panelo Gelly o Brugiavini.
Esta condición se da fundamentalmente por el predominio innegable del HºAº como material básico de la construcción local, que destaca sus cualidades plásticas y expresivas de una manera sobria, austera y solemne.
Pero, si algo puede decirse en honor a la obra, es que su solemnidad radica fundamentalmente en su contundente liviandad; en su equilibrada presencia volumétrica en la escena urbana como continuidad estilística de la corriente expresiva que Le Corbusier estableció en la Unidad de Marsella, pero con la influencia contextual del organicismo puesto en valor por Bruno Zevi.
Si la arquitectura predominante de los sesentas, a pesar de la influencia del maestro purista, pudo inspirarse y finalmente consolidarse a partir del brutalismo inglés, que como dice Robin Boyd[31], “fue positivamente tímido”, en el Campus Urbano de la Universidad de Mendoza, se tomó un camino alternativo en que la timidez no fue el carácter final.
Respecto a la composición volumétrica, es destacable el recurso de volúmenes puros en contrapunto, ordenados jerárquicamente entre sí y en estrecha relación con el espacio libre que actúa como contenedor y articulador. Un sistema armónico que funciona de manera integrada, donde uno o dos elementos secundarios se atan a otro preponderante.
Los contrapuntos, aquí también son discretos, equilibrados y sin disonancias. Las formas son cautelosas, amables, tranquilas y serenas. Contribuyen al perfil urbano de la ciudad con remates o notas sobresalientes, sin romper su equilibrio. Coincidentemente, así como los remates volumétricos matizan la escena ciudadana, el espacio abierto hace lo mismo, generando un vacío graduado que conecta y enriquece el espacio público continuo de calle y veredas.
La geometrización relativa en las tipologías funcionales
Se ha hablado de las diferencias de esta arquitectura “otra” respecto de los modelos clásicos de los años ’20 y ’30 de la Europa de entreguerras; se ha explicado esta búsqueda de cánones propios para diferenciarse de aquella; también se ha concluido que en este medio se llegó a una discreta más llamativa por los materiales que por las formas.
En Mendoza, es destacable como rasgo, la relación conceptual y por lo tanto tipológica con las formas puras pregnantes que caracterizaran las composiciones de Louis Kahn y, bajo la misma influencia, las articulaciones funcionales entre los espacios servidos y los sirvientes, como las proponía el maestro. Este principio, también podría rastrearse más atrás en la cadena de relaciones, vinculándolo con las propuestas cubistas de Le Corbusier para la casa Citrohan, a partir de una “caja contenedora”[32] definida por una forma pura y absoluta que fue recurso corriente en la arquitectura brasilera de los 60s.
Por otra parte, es posible observar materializada la premisa de organización funcional a partir de la planta libre modulada, donde las distintas áreas funcionales secundarias se concentran e independizan, se agrupan por jerarquías hasta se manifiestan en la expresión exterior de la envolvente.
La materialidad unívoca del hormigón armado y de la trama estructural
En el caso analizado como ya se dijo, se apela a un sistema constructivo en el que el hormigón armado se resuelve con distintos grados de refinamiento, siempre resaltando su expresión natural.
Entonces, sin olvidar el resto de rasgos observados en este trabajo, pero en la búsqueda de uno de ellos que hilvana la arquitectura del período y persiste en el tiempo hasta nuestros días, sería lícito remarcar la presencia del hormigón armado, como protagonista recurrente, apropiado y adaptado a cada circunstancia. Un material y su tecnología de aplicación fuertemente connotados por el imaginario local, manifestado en una arquitectura realista, expresiva y con identidad.
Realista porque ha dado respuestas a necesidades del tiempo y el espacio locales, con las disponibilidades tecnológicas innovadoras del momento y con las cuotas de audacia que el material permitía; expresiva porque generó edificios referentes y atrayentes respecto de la tradición geométrico-abstracta, circunscripta a la estética de la máquina y con identidad porque no sólo alcanzó representatividad y exclusividad local, sino que además contribuyó al repertorio de una estética regional que diferenció a Latinoamérica. Al respecto de esta estética regional, es lícito decir que se construyó con recursos artesanales a partir de materiales universales como el ladrillo, la piedra o el hormigón. Es en el cómo se trabajaron estos materiales más que en el qué, donde puede encontrarse la esencia local. Es en sus terminaciones y acabados rústicos, informales y producto de recursos limitados donde radica la expresión final; en encofrados imperfectos pero esmerados, en piezas premoldeadas en obra sin detalles de refinamiento. Definitivamente, encontrando el resultado expresivo en los medios constructivos disponibles. Finalmente, y recordando a Colquhoun, el soporte de la tecnología del hormigón armado y su coherencia, actúa como gen indispensable de la resultante arquitectónica.
El concepto de “otredad”
A lo largo del trabajo se buscó encontrar las manifestaciones de la crítica al MM, en la arquitectura de Mendoza. Se procuró hacerlo desde una mirada latinoamericana como propusiera Marina Waisman en sus trabajos. Resultó imprescindible no referirse exclusivamente a las producciones de los países centrales porque en especial, esta etapa tardía del Movimiento Moderno se ha desarrollado y potenciado fuera de la centralidad.
Analizar e interpretar la arquitectura local, fue una tarea nueva donde el objeto de estudio no está en los libros o en las imágenes mediáticas sino en la propia ciudad y ante nuestros ojos. Al observarla, se percibieron los lazos de sangre con los ejemplos internacionales pero también los rasgos propios nacidos de la reinterpretación local. Allí se terminó por descubrir la “otredad” a la que se ha referido en reiteradas oportunidades durante el trabajo y que sin pretender un “informalismo extremo” o una “espontaneidad total” como propone Tapié[33], se aventura a romper premisas clásicas del MM sin perder la condición de “modernidad” y a la vez, propone nuevos rumbos de tono local, donde “esta arquitectura” no sea igual a “aquella”.
Una “otredad” que en el marco de la arquitectura latinoamericana es especial y propia, distinta y local, enraizada y original como la gran parte de los casos de las décadas de los ‘60 y ’70 y que debería persistir como actitud o voluntad arquitectónica, a lo largo de los nuevos tiempos a recorrer. Una “otredad” que marca las diferencias específicas de la cultura local y sus particularidades, respecto de las similitudes globales de la civilización universal. Quizás, en momentos de desconcierto, sea conveniente discutir las señales externas y en consecuencia, evitar confundirse. Entonces, resultará prudente echar mano a las señales internas presentes en la ciudad y que, en el empecinamiento en mirar hacia otros horizontes, se han ignorado constantemente.
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