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Patrimonio, territorio y memoria: análisis desde el Distrito Histórico de Panamá
María Adames de Newbill Adames
María Adames de Newbill Adames
Patrimonio, territorio y memoria: análisis desde el Distrito Histórico de Panamá
Patrimônio, território e memória: análises a partir do Distrito Histórico de Panamá
Heritage, territory and memory: analysis from the Historic District of Panama
PatryTer, vol. 2, núm. 3, pp. 37-48, 2019
Universidade de Brasília
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Resumen: El Distrito Histórico de Panamá, como oficialmente fue designado por la UNESCO en 1997, ha sufrido transformaciones que han dado como resultado, por una parte, la salvaguarda del patrimonio material; pero por otra, la desaparición del patrimonio inmaterial, poniendo en peligro el tejido social del barrio y la pérdida de la memoria colectiva. Procesos como revitalización, gentrificación y globalización han contribuido a estas transformaciones. Este artículo, basado en mi trabajo de tesis doctoral, analiza las transformaciones del barrio de San Felipe en el período de 1997 al 2008, con reflexiones de su situación actual. Hoy el Distrito Histórico de Panamá, conocido como Casco Antiguo, Casco Viejo o San Felipe (refiriéndose al vecindario), continúa enfrentando viejos y nuevos desafíos, que obligan a replantear políticas públicas coherentes para la preservación del patrimonio material e inmaterial del barrio.

Palabras clave:memoriamemoria,patrimoniopatrimonio,gentrificacióngentrificación,globalizaciónglobalización,casco antiguo de Panamácasco antiguo de Panamá.

Resumo: O Distrito Histórico do Panamá, oficialmente designado pela UNESCO em 1997, passou por transformações que resultaram, por um lado, na salvaguarda do patrimônio material, mas, por outro lado, o desaparecimento do patrimônio intangível colocou em risco o tecido. status social e a perda da memória coletiva. Processos como revitalização, gentrificação e globalização contribuíram para essas transformações. Este artigo, baseado em meu trabalho de tese de doutorado, analisa as transformações do bairro de San Felipe no período de 1997 a 2008 com reflexos de sua situação atual. Hoje, o Distrito Histórico do Panamá, conhecido como Casco Antiguo, Casco Viejo ou San Felipe (referindo-se ao bairro), continua a enfrentar velhos e novos desafios que nos obrigam a repensar políticas públicas coerentes para a preservação do patrimônio material e imaterial do bairro.

Palavras-chave: memória, herança, gentrificação, globalização, cidade velha do Panamá.

Abstract: The Historic District of Panama, as officially designated by UNESCO in 1997, has undergone transformations that have resulted, on one hand, in the safeguarding of material heritage, but on the other one, the disappearance of intangible heritage endangering the fabric social status and the loss of collective memory. Processes such as revitalization, gentrification and globalization have contributed to these transformations. This article, based on my doctoral thesis work, analyzes the transformations of the neighborhood of San Felipe in the period from 1997 to 2008, with reflections of its current situation. Today, the Historic District of Panama, known as Casco Antiguo, Casco Viejo or San Felipe (referring to the neighborhood), continues to face old and new challenges, that force us to rethink coherent public policies for the preservation of the material and immaterial heritage of the neighborhood.

Keywords: memory, heritage, gentrification, globalization, old quarter of Panama.

Carátula del artículo

Artigos

Patrimonio, territorio y memoria: análisis desde el Distrito Histórico de Panamá

Patrimônio, território e memória: análises a partir do Distrito Histórico de Panamá

Heritage, territory and memory: analysis from the Historic District of Panama

María Adames de Newbill Adames
Universidad de Panamá., Panamá
PatryTer, vol. 2, núm. 3, pp. 37-48, 2019
Universidade de Brasília

Recepción: 07 Octubre 2018

Aprobación: 25 Enero 2019

Publicación: 04 Abril 2021

Patrimonio, territorio y memoria: análisis desde el Distrito Histórico de Panamá
1. Introducción[i]

En el año 1983, el reconocido urbanista argentino Dr. Jorge E. Hardoy escribió un artículo en la revista Habitat International titulado “The Inhabitants of Historical Centres: Who is Concerned About Their Plight?” (Hardoy, 1983). A prácticamente 35 años de esta publicación, pareciera que muy poco ha cambiado en el proceso de revitalización[ii] para salvar el deteriorado patrimonio de centros históricos como el de Panamá, y si a esto se suman los efectos de la gentrificación[iii], es necesario hablar de cambios profundos en la vida del barrio.

Aunque en países como Panamá se han realizado esfuerzos para la protección del patrimonio material –edificios e infraestructura del Casco Antiguo[iv] con valor histórico-, en el caso del patrimonio inmaterial –formado por sus habitantes y su memoria individual y colectiva- poco es lo que se ha hecho. Esto se suma a los conflictos territoriales que se dan por el derecho a la ciudad y en especial con respecto al casco antiguo, enmarcado en un sentido de pertenencia que inclusive se mantiene hasta después de la migración de los residentes del mismo.

En este artículo, abordaré las experiencias de los habitantes del Distrito Histórico de Panamá, tratando de hacer un balance entre los esfuerzos por la recuperación y protección del património, y los efectos que esta situación ha tenido para la población residente en el área. Este distrito histórico fue declarado patrimonio de la Humanidad en 1997 con el nombre de Distrito Histórico de Panamá y su salón Bolívar. Tiene una extensión de 29.4 hectáreas que comprenden el corregimiento y barrio de San Felipe. Es por ello que por lo general se usan indiscriminadamente los términos de San Felipe, Casco Antiguo o Casco Viejo para referirse a esta área.

En el año 2003 UNESCO incluye las 28 hectáreas que forman el complejo de Panamá Viejo localizado aproximadamente a 11 kilómetros al este del Distrito Histórico para hacer un total de 57.4 hectáreas. Con esta adición se inscriben estos dos patrimonios en uno con el nombre de El Sitio Arqueológico de Panamá Viejo y el Distrito Histórico de Panamá.

El objetivo principal de este artículo es ofrecer algunas pinceladas de esa intrínseca, pero al mismo tiempo, complicada relación entre el territorio y el patrimonio, que la mayoría de las veces es transmitida y compartida a través de las experiencias cotidianas por quienes las viven y las preservan en su memoria histórica.

Metodológicamente, este trabajo está dividido en siete secciones: a) La ciudad de Panamá y su presencia en la memoria histórica de América Latina; b) El Patrimonio como objeto de consumo; c) Patrimonio y Memoria Colectiva: Gentrificación, Revitalización y Globalización en el Casco Antiguo de Panamá; d) El Casco Antiguo en el contexto de la Ciudad de Panamá: una ciudad dicotómica con disparidades sociales, económicas y espaciales; e) San Felipe: Proceso de degradación física y la revitalización y gentrificación en el barrio; f) Gentrificación, Globalización y Turismo como fuerzas transformadoras en el centro histórico de Panamá; y g) Impacto en la vida de los residentes del lugar. Aunque el artículo se enfoca en el Casco Antiguo[v] de Panamá, no podemos dejar de señalar la importancia que ha tenido -y tiene- la lectura del patrimonio global como punto de referencia hacia una comprensión integral del tema.

2. La ciudad de Panamá y su presencia en la memoria histórica de América Latina

En la literatura de urbanismo y de las ciudades de América Latina, son escasas las referencias bibliográficas de la ciudad de Panamá, su papel como puente de conectividad para el transporte marítimo y terrestre, de vínculo entre culturas, y como herencia material e inmaterial desde la época colonial. Esta fue la puerta de entrada para la conquista y colonización del Pacífico Americano durante el período colonial, y continúa siendo en la actualidad un lugar donde convergen poblaciones de muchas partes de mundo.

Panamá, primera ciudad fundada en las costas del Pacífico de nuestra América (1519), es un lugar en el que la memoria y el territorio se han encontrado desde la época colonial. El patrimonio material del Casco Antiguo de la ciudad de Panamá es modesto en comparación con el extenso patrimonio cultural de cascos antiguos de ciudades latinoamericanas como La Habana, México, Lima o Quito, pero está lleno de memorias que cuentan la historia del crecimiento de la ciudad.

La ciudad de Panamá ha sido el resultado de la dicotomía que se ve reforzada por las fuerzas tanto endógenas (presiones producto de la modernidad y de los grupos de poder económico) como exógenas (gentrificación, turismo y globalización) que transforman el territorio a través de las luchas de poder por el espacio, dándole al centro histórico sus particularidades, pero compartiendo similitudes en la herencia patrimonial material e inmaterial de Latinoamérica, lo que se refleja en su arquitectura, sus calles, infraestructura y hasta cierto punto en sus costumbres y tradiciones.

En este punto, es interesante resaltar – para la memoria histórica de América Latina – que la ciudad de Panamá ha compartido sus recursos naturales para la construcción de otros patrimonios. Tal es el caso de la Catedral de Lima, en donde el arzobispado de esta catedral señala lo siguiente:

En los muros de la Catedral se abren siete puertas, construidas en diversas épocas y que tienen diferente apariencia. Ninguna otra iglesia virreinal peruana tiene tal cantidad de puertas. La más antigua es la puerta de la sacristía, construida en 1609, mientras que la puerta principal es la llamada Puerta del Perdón, construida con piedras traídas de Panamá entre 1628 y 1655. Esta es la primera portada-retablo de la arquitectura virreinal peruana (...) (Datos históricos sobre la catedral de Lima, 2018)

En el caso específico de la ciudad de Panamá, al hablar de integración del territorio, patrimonio y ciudad, es necesario resaltar la importancia de ciudades como Portobelo[vi] y su complejo de fuertes, entre ellos el de San Lorenzo, así como el papel que desde la época colonial tuvo Panamá La Vieja – hoy con vestigios reconocidos por UNESCO, como el Sitio Arqueológico de Panamá Viejo y el Distrito Histórico de Panamá. Gran parte de las riquezas extraídas de países latinoamericanos, principalmente durante los dos primeros siglos de la conquista, pasaron por la ciudad de Panamá (1519-1671), de donde las mercaderías eran trasladadas al pueblo de Portobelo. De esta área surgió la conquista y colonización de Perú, que movilizó hacia el Caribe gran parte del oro proveniente de los pueblos originarios de esa región.

La destrucción de Panamá La Vieja (1671) trasladó la ciudad de Panamá hacia una pequeña península localizada al oeste en 1673. Desde este lugar, a principios del siglo XX, se inició la expansión territorial de la ciudad hacia el este, dando como resultado el abandono de las clases pudientes de lo que hoy conocemos como el Casco Antiguo, localizado en el Barrio de San Felipe – es a partir de este punto en que se da la expansión de la ciudad en forma alargada –, y en el Casco Antiguo de la ciudad de Panamá se conserva el patrimonio material e inmaterial, presente en la memoria y que se ha transformado, producto de las migraciones tanto del interior hacia la ciudad como interurbanas, que dieron por resultado un proceso de filtración y salida de la población de altos recursos económicos. Además, el turismo, la gentrificación, la revitalización y la globalización están fuertemente presentes en esta pequeña porción de territorio.

Las ciudades son como un libro abierto que conserva la memoria de sus habitantes, lo que forja un sentido de pertenencia y apropiación. El espacio vivido, como lo manifiesta Aliste (2011), no es más que el cúmulo de experiencias a través del tiempo, que se reflejan en la estructura de los edificios, las plazas y las calles de esas ciudades. Dentro de las ciudades se encuentran múltiples elementos que le recuerdan a sus residentes y ex residentes un pasado de experiencias y recuerdos que conservan en la memoria. En el Casco Antiguo de Panamá, las memorias de tiempos pasados están representados por objetos, esculturas y edificios, entre otros. Por ejemplo, en un área del casco llamada Paseo de Las Bóvedas, existe una placa en un edificio en honor a los soldados de la independencia. A pesar de que en la actualidad el edificio alberga el Centro Cultural de la Embajada de España, los nacionales que visitan el lugar dan como referencia el nombre de la casa del Soldado.

3. El Patrimonio como Objeto de Consumo

La preservación del patrimonio constituye un reto ante los avances impetuosos del urbanismo y las transformaciones que se dan en los mismos centros históricos, producto de proyectos de intervención que terminan acelerando su destrucción desde el punto de vista de la originalidad, convirtiéndolos en un pastiche.

Los sitios culturales, especialmente los patrimonios de la humanidad, se han convertido en objetos de consumo en el ámbito internacional y una fuente de ingreso a través de la promoción del turismo patrimonial. Aunque los aspectos positivos que el turismo puede traer a estas áreas son innegables, también desencadena una serie de situaciones que ponen en riesgo estos patrimonios. Me enfocaré en los aspectos más relevantes que han afectado el Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá tanto en su patrimonio material como inmaterial. Aunque el enfoque principal estará hacia el Casco Antiguo, intentaré explicar muy brevemente la conexión entre Portobelo, con su complejo de fortificaciones, y Panamá La Vieja, ambos – al igual que el Casco Antiguo – son patrimonio de la humanidad y han sufrido un franco deterioro, producto de una falta de políticas eficaces y una planificación efectiva para la protección y recuperación de este patrimonio en riesgo.

Portobelo es un pequeño pueblo localizado en la costa del Caribe panameño y formado principalmente por afrodescendientes, cuya bahía fue descubierta por Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje a América. Fue declarado patrimonio de la humanidad en el año 1980, conjuntamente con el complejo de fuertes localizados alrededor del pueblo y el fuerte de San Lorenzo, el cual custodiaba la desembocadura del río Chagres en el Caribe, por donde pasaron muchos de los tesoros provenientes de Suramérica con rumbo a España.

Desde el punto de vista territorial, fue famoso en la época colonial por la realización de las famosas ferias de Portobelo, donde por 40 días el pueblo se convertía en el centro de los intercambios mercantiles. Aunque la ciudad fue saqueada varias veces por corsarios y piratas, y permaneció olvidada por muchos años, el legado arquitectónico colonial lo hizo meritorio del título de patrimonio de la humanidad, convirtiéndose en el primer sitio en Panamá reconocido por la UNESCO con esta distinción. Sin embargo, la desidia, el abandono que ha sufrido por mucho tiempo y las inclemencias del tiempo han llevado a este organismo a colocarlo en la lista de patrimonio en riesgo.

A pesar de que Portobelo y San Lorenzo son el patrimonio material que debe constituir parte de la memoria histórica del país y de la memoria latinoamericana, pareciera que no forman parte del patrimonio global que nos permite realizar conexiones para una mejor comprensión del territorio y de la memoria colectiva. Mientras tanto, los mayores esfuerzos por la preservación del patrimonio se han puesto en el área de Panamá La Vieja, a través de la creación de un patronato que ha logrado recuperar el área donde se encuentran localizados los vestigios de esta ciudad, pero aún existen conflictos con las comunidades adyacentes por el uso de estas áreas.

4. Patrimonio y Memoria Colectiva: Gentrificación, Revitalización y Globalización en el Casco Antíguo de Panamá

Los estudios de las transformaciones de los centros históricos en América Latina que se relacionen con los impactos de la gentrificación, la revitalización y la globalización – a través del impulso del turismo – son escasos. Relativamente poco o casi nada se ha escrito en el caso latinoamericano sobre cómo los grupos sociales que viven en esos territorios (y que conservan el patrimonio material e inmaterial) se ven impactados por estas fuerzas que, ironicamente, son atraídas por la presencia de ese patrimonio.

El espacio urbano constantemente está transformándose como resultado de procesos humanos que le dan forma y vida; por sí solo, este espacio carece de poder (Jones, 1994, Scarpaci, 2002; Lefebvre, 1991), pues son las relaciones de las estructuras de poder y los procesos humanos las que constantemente le dan forma al espacio, y transforman las ciudades y barrios en América Latina (Scarpaci, 2002b). Los cascos antiguos no escapan a esta realidad, al convertirse en el centro de interés donde convergen diversos actores: por una parte, están los grupos con ingresos medios y altos – tanto nacionales como extranjeros- que buscan lugares cuyas amenidades culturales y el precio de la tierra constituyan un aliciente suficiente para invertir, pese al deterioro de la infraestructura. Al existir interés en el área, los desarrolladores ven una oportunidad de inversión, iniciándose un proceso de especulación inmobiliaria. En ese mismo escenario se encuentra la comunidad, quienes observan en muchas ocasiones cómo el espacio construido comienza a cambiar, muchas veces en forma acelerada, y a través de las estructuras de poder se inicia un proceso de pérdida del territorio, del patrimonio y de la memoria histórica de estos barrios.

Es así como el barrio representado de estos centros históricos se convierte en un espacio de contestación y de pugna por la apropiación del territorio e inclusive del patrimonio. Es allí donde se inicia el dilema de la población: el aceptar la realidad que vive su barrio en forma sumisa y enfrentar el aumento del costo de la vivienda y/o el desplazamiento, o reclamar la reapropiación de su territorio enfrentando las estructuras de poder, en cuyo caso las posibilidades de éxito son exiguas. El Casco Antiguo de Panamá y el barrio de San Felipe son un testimonio de la complejidad de las realidades que enfrentan nuestras ciudades latinoamericanas y su patrimonio humano, material e inmaterial.


Figura 1
Localización del barrio de San Felipe en el Distrito Histórico de la Ciudad de Panamá
Digital Globe, 2017.

5. El Casco Antíguo en el contexto de la Ciudad de Panamá: una ciudad dicotómica con disparidades sociales, económicas y espaciales

El patrón de asentamiento del Casco Antiguo corresponde a un sistema rectangular. Este núcleo urbano se desarrolló en un área de siete hectáreas, rodeado por una muralla para proteger la ciudad de los piratas. Al mismo tiempo, se mantenía a los esclavos, mestizos, indígenas fuera de la ciudad, mientras que dentro de la misma se establecieron los grupos sociales de ingresos más altos. A inicios del siglo veinte, se inicia el proceso de abandono por parte de la mayoría de la clase alta, aunque hubieron algunas familias que se quedaron hasta aproximadamente inicios de los años 60.

La existencia de monumentos coloniales, plazas e iglesias han representado un atractivo para propios y extraños, al punto que el Estado Panameño reconoció este valor a principios de los años 70, cuando inició algunos proyectos para la recuperación de este patrimonio bajo la dirección del arquitecto Flores Marini. Es así que en 1976 el Estado declara a este barrio como Conjunto Monumental Histórico de la República de Panamá. A pesar de este reconocimiento, fueron muy pocos los avances que se hicieron para la recuperación de las infraestructuras históricas y residenciales durante los años 80. Posteriormente, a principios de los años 90 se realizaron gestiones para incluir al Casco Antiguo de Panamá en la lista de patrimonios de la humanidad, lo cual se logró en el año 1997.

6. San Felipe: Proceso de degradación física y la revitalización y gentrificación del barrio

Varios han sido los factores que contribuyeron a la degradación física y económica del barrio. Entre ellos tenemos: la subdivisión de las mansiones en cuartos de alquiler; la aplicación de varias leyes que congelaban las rentas a principios del siglo XX; la invasión de edificios abandonados que existían en San Felipe por parte de afectados por incendios de barrios aledaños durante los años 70 y 80; la especulación inmobiliaria de finales de los años 90 e inicios de este siglo, y la falta de decisión para hacer efectivas las leyes existentes para la conservación del Casco Antiguo.

En primera instancia, tras la salida de la mayoría de los residentes de la clase alta de San Felipe, se dio la subdivisión de las mansiones en cuartos de alquiler o casas de inquilinato a principios de siglo, en donde se compartían los baños y servicios entre varias familias, lo que trae como consecuencia la presión a los sistemas de plomería y electricidad, que no estaba diseñados para abastecer a una gran cantidad de residentes. Esta pareciera ser una característica propia de los diversos centros históricos, pues tal y como lo señalan Villanueva y Gallardo: “Hay situaciones que resultan claramente homologables entre los centros históricos de las distintas ciudades de América Latina: en la medida que se degradan físicamente se asientan en ellos los grupos sociales económicamente más desfavorecidos; prefieren sobrevivir allí antes que en la periferia, adaptándose a la vetustez de las construcciones abandonadas” (2004:13). En el caso de San Felipe, la saturación de la capacidad de carga de estas viviendas contribuyó con los años al deterioro de las mismas, haciendo muy difícil su reparación.

Segundo, el congelamiento de los alquileres como resultado de la aplicación de las leyes de inquilinato (1925 y 1932), que se continuaron aplicando gracias al paternalismo que se dio especialmente durante la época del proceso revolucionario, lo que impidió a muchos propietarios aumentar los alquileres. Algunos propietarios optaron por una cómoda solución de nombrar un administrador – generalmente, un inquilino de confianza – que se encargaba de cobrar la renta y de alquilar a quien lo necesitara. En algunas entrevistas realizadas, se ha encontrado que este administrador (a) tenía establecida una cantidad de dinero que debía entregar al propietario todos los meses.

El administrador y los inquilinos debían correr con los gastos de mantenimiento de los edificios, de esta forma el dueño o dueña se beneficiaba con las rentas y no tenía la preocupación de las reparaciones; por su parte, el administrador se beneficiaba ya que podía cobrar un poco más. Los inquilinos igualmente se beneficiaban, ya que por la cantidad de subdivisiones que existían en el edificio los alquileres eran sumamente baratos ($20.00 a $40.00) en comparación con otras áreas de la ciudad ($80.00 y más).

Tercero, otro aspecto que contribuyó al deterioro del barrio fue el traslado de la población damnificada producto de diversos incendios que se dieron en corregimientos aledaños a San Felipe, como El Chorrillo y Santa Ana, durante finales de los años 70 y los años 80. Este traslado fue, en algunas ocasiones, parte de las políticas gubernamentales como una alternativa a la búsqueda de una pronta solución al problema de la falta de vivienda en estos corregimientos, en donde una gran mayoría de las viviendas eran de madera y habían sido construidas para albergar a los obreros durante la construcción del Canal de Panamá. De allí que algunos de estos damnificados vivían en peores condiciones de hacinamiento que los moradores de San Felipe. El mismo gobierno subsidiaba a esta población, a través del alquiler de los edificios a los dueños, quienes veían más lucrativo rentar al Estado.


Figura 2
Vista del Casco Antiguo desde la cinta costera. Ciudad de Panamá. Febrero 3, 2018.
Adames de Newbill, 2018.

De esta forma, lo que se suponía era una solución a corto plazo, mientras se buscaban otras alternativas para esta población, se convirtió en residencia permanente en inmuebles que no estaban en condiciones para albergar a estas personas. De acuerdo con entrevistas realizadas a residentes de San Felipe, la mayoría coincide con que el traslado de esta población damnificada incrementó el deterioro de las infraestructuras y aumentó algunos problemas sociales en la comunidad. Además, la estadía de estos grupos damnificados se prolongó debido a que los mismos eran respaldados por políticos interesados en tener cautiva una población que estaba en deuda con ellos y por lo tanto dispuesta a votar por ellos o su partido en las elecciones.

Cuarto, la especulación que se da en el Casco Antiguo a finales del siglo pasado y comienzos de este siglo veintiuno no es ningún secreto. Sólo basta con observar la cantidad de noticias que surgieron en periódicos de la localidad denunciando el problema de la falta de mantenimiento de los edificios privados debido a que sus dueños estaban esperando aumentos en los precios de la tierra para vender a precios inflados. Esta especulación se incrementó especialmente después de 1997 con la obtención del título de Patrimonio de la Humanidad que ostenta el Casco Antiguo de Panamá. Es así como lotes y edificios que tenían valores por debajo de los $40,000 fueron vendidos a tres y cuatro veces su precio original. Inclusive hubo propiedades cuyo valor aumentó de $400/m2, a un precio de venta de $1,100.00 el m2 en un condominio (Tejeira Davis, 2001). En una entrevista que realicé en el año 2006 a la presidenta de una compañía inmobiliaria –refiriéndose a lo fluctuante del mercado de bienes y raíces en el Casco Antiguo o San Felipe – me manifestó lo siguiente:

Mira, actualmente no hay un mercado organizado. Aquí cada dueño pone el precio que le parece que él pudiera vender. O sea no hay nada que dice que el metro cuadrado de San Felipe es tanto. De hecho ha subido de una manera increíble en los dos últimos años. Yo que tengo un año específicamente viviendo de esto, he visto esa subida de precios. Digamos que nosotros hablamos de área cerrada. Por ejemplo un edificio puede tener un lote de 200 metros cuadrados. Si el edificio tiene tres pisos entonces su área cerrada es el lote por los tres pisos. En este caso serían 600 metros cuadrados. Hemos encontrado que pueden que estén entre los 300 y 400 y a veces más por metro cuadrado. Y estas son propiedades no renovadas. Edificios que están sin renovar. Hechos leña. Muchas veces incluso con la gente adentro todavía ocupando. (9 de marzo de 2006)

El problema de la especulación estriba en que, debido a que el mercado inmobiliario en San Felipe es reciente, hay propietarios y algunos inversionistas que pretendían hacerse ricos en un corto período de tiempo aprovechándose de estas fluctuaciones. Una misma situación se reportó en otros centros históricos como Cartagena de Indias, Colombia, en donde los problemas más apremiantes eran la necesidad de mantenimiento de la vivienda, el alto valor en el pago de los impuestos, la especulación inmobiliaria, la moda de restauración representada por las casas vacacionales, la falta de control en los usos de suelo y la intervención de las edificaciones (Junta directiva de la Corporación del Centro Histórico de Cartagena, 2002).

En el caso del Casco Antiguo de Panamá, esta situación se agravó en el período del 2005 al 2010 debido a la inadecuada utilización de los incentivos fiscales, obtenidos por estos especuladores, quienes en lugar de invertir en el bien que habían obtenido, compraban otras propiedades, contribuyendo al mayor deterioro de los inmuebles por falta de mantenimiento, lo que causó derrumbes y desplomes de balcones donde inclusive hubo reportes de heridos y muertos. Estos acontecimientos y situaciones son indicador del complejo proceso que vivía el barrio y que afectaba especialmente a los residentes, en su mayoría de la clase trabajadora.

A pesar de la especulación, la llegada de residentes de altos ingresos al barrio tomó mayor fuerza después de la declaración de patrimonio de la humanidad, iniciándose un proceso de gentrificación. Este interés por vivir e invertir en el Casco Antiguo no sólo se da en la clase pudiente del país, sino también entre extranjeros buscando una segunda residencia, empresarios, y otros inversionistas internacionales que vieron en San Felipe una oportunidad para incrementar sus negocios y tomar ventajas de los incentivos, especialmente intereses y canonjías que ofrecía la Ley 9 de 1997 y la ley 4 de 2002.

Esto, aunado al valor del patrimonio cultural existente en el casco, incentivó la llegada de personas ligadas al arte y la cultura como dramaturgos, pintores, arquitectos, a través de un proceso de internacionalización que se ha dado en centros históricos producto de las declaratorias de patrimonios de la humanidad, pero que también tiene sus raíces en el turismo (Carrión, s/f: 53).


Figura 3
Viviendas dilapidadas en el Casco Antiguo de Panamá
Adames de Newbill, 2018.

7. Gentrificación, Globalización y Turismo como fuerzas transformadoras en el centro histórico de Panamá

La gentrificación ha sido un proceso que ha traído como consecuencia la expulsión de los residentes del barrio de San Felipe y la entrada de población de ingresos altos y medios (Adames, 2016). La atracción hacia el patrimonio y las amenidades que el resto de la ciudad de Panamá presenta en cuanto al desarrollo de la banca, el comercio, transporte internacional y comunicaciones han aumentado la presión de estos gentrificadores hacia el barrio: un lugar propicio para vivir en un ambiente cultural que ofrece teatro, arte, festivales; desde el punto de vista urbanístico, lejos del bullicio de la ciudad, pero al mismo tiempo cerca de otras amenidades que la misma ofrece. En contraposición esta valoración del patrimonio ha traído como consecuencia el aumento de las presiones hacia los residentes del barrio, quienes se encuentran desprotegidos ante la aprobación de leyes que, lejos de beneficiarlos, han legitimado este mecanismo de expulsión.

El turismo ha sido una de las vías, en conjunto con la globalización, que ha impulsado la gentrificación, y Panamá no escapa a esta tendencia que pareciera ser generalizada, y que ha sido estudiada ampliamente en diversos lugares del mundo. De acuerdo a la Autoridad del Turismo de Panamá (ATP), en el año 2017 ingresaron al país 2.5 millones de turistas que dejaron al país 4,451.4 millones de dólares (Autoridad del Turismo de Panamá, Febrero 8, 2018). Miles de turistas de todo el mundo recorren las calles de este pequeño centro histórico anualmente, convirtiéndose en posibles compradores de propiedades localizadas en un sitio que proporciona amplias ventajas por su crecimiento económico, y la conectividad física y digital con el resto del mundo. Tal y como lo expresan Lees, Ban Shin y López-Morales:

El fenómeno de la gentrificación es global hasta el punto de que espacios urbanos alrededor del mundo están cada vez más sujetos a reinversión e inversión del capital global y doméstico para ser transformados en nuevos usos que se adaptan a las necesidades de los habitantes más ricos. En efecto, se ha convertido un proceso importante en las crecientes desigualdades de las ciudades y sociedades alrededor del mundo.[vii] (2015:441-442)

Panamá ofrece muchas posibilidades de retiro para aquellos visitantes que buscan un lugar que ofrezca ventajas desde el punto de vista del poder adquisitivo, y donde sus ingresos les rindan más, con leyes que promueven la inversión.


Figura 4
Construcción de hotel en el Casco Antiguo.

Al fondo el auge del crecimiento vertical de la ciudad y parte del corredor marino.

Adames de Newbill, 2018

8. Impacto en la Vida de los residentes del lugar

El turismo se convierte en un instrumento para el desmembramiento del barrio cuando las políticas públicas promueven la restauración y renovación de edificios –generalmente comprados por extranjeros o por nacionales con altos ingresos, mientras los residentes del barrio solo ven que su situación empeora con el tiempo. Esto trae como resultado lo que Reralt y Lees (2011) refieren como la pérdida del barrio (o sea del capital social) y a través de la gentrificación y del desplazamiento de la población originaria con la consecuente pérdida de capital espacial (López-Morales, 2016: 1098). Esta pérdida de capital social y espacial se profundiza por los incendios que siguen siendo una amenaza para los residentes del Casco Antiguo de Panamá, especialmente los más desprotegidos, quienes, al perder el capital espacial como lazo fundamental que los une al barrio, terminan por ser expulsados del centro histórico.

Esta es una situación evidente en el barrio de San Felipe, donde la disminución de la población ha sido drástica especialmente en las dos últimas décadas. En año 1990, el censo nacional reportó que el barrio de San Felipe tenía 10,282 personas, mientras que en el año 2000 se reportaron 6,928 personas y en 2010 la población de San Felipe había disminuido a 3,262 habitantes. En la actualidad, es difícil conocer si este número disminuye debido a las transformaciones en el barrio y el consiguiente desalojo de los pobladores. Esta situación, a la que se suman los incendios –que han sido la nota característica a través de la historia del barrio- hacen que las posibilidades de que los habitantes permanezcan sean cada vez menores. Ya desde el año 2005, a través de un trabajo de investigación doctoral (véase Adames, 2016), recogía las opiniones y peripecias de los habitantes del barrio en ese momento, y confirman lo que vive el barrio en la actualidad en relación con sus habitantes de menos recursos económicos. Blanca[viii], una madre de familia con 4 hijos en el año 2005 señalaba lo siguiente "… han sacado mucha gente, ha habido muchas casas desalojadas. Sinceramente no sé para qué, hay muros vacíos, las calles se están quedando desiertas.” Esta es solo una muestra de las vivencias de la población del barrio de San Felipe.

Esta situación la ha vivido recientemente un grupo de más de 30 familias –aproximadamente 102 personas- que viven en el Casco Antiguo de Panamá, repartidas en tres proyectos de vivienda de intervención estatal que, debido a un incendio accidental, han sido trasladados a un hotel cerca del área. No obstante, a los pocos días se les informó que debían dejar ese lugar y buscar por sí mismos una solución, que probablemente los llevaría a salir del barrio debido al alto costo de la vivienda en el área.

Aunque todavía los residentes se resisten a salir, las posibilidades de quedarse en el área son escasas, por la posición privilegiada que tenían los edificios de interés social que se renovaron y que fueron reducidos a escombros. Esto es lo que Naomi Klein algunos años atrás denominaba el capitalismo de choque (2007), el cual no crea la situación pero sí toma ventaja de la vulnerabilidad de los residentes ante una situación como un incendio para iniciar un proceso de expulsión “justificada” argumentando el bienestar y seguridad de las personas.


Figura 5
Incendio que destruyó tres edificios emblemáticos del Casco Antiguo (Casa Boyacá, Casa Francia y Casa Rosada) construidos en terrenos del Estado
Adames de Newbill, 2018

Otra situación relacionada con la apropiación del espacio es cómo la gentrificación ha iniciado su expansión a las áreas cercanas a San Felipe como Santa Ana, El Marañón y Calidonia. Aunque el proceso acaba de iniciar, es palpable el mejoramiento de las condiciones físicas a través de la revitalización que implica cambiar la imagen de estas áreas, especialmente en el barrio de Santa Ana, que tiene una plaza e iglesia histórica y es el comienzo de la espina que constituye la Avenida Central. Un proceso similar en donde la revitalización se ha expandido a otras áreas adyacentes y cercanas a sitios y patrimonios de la humanidad ha sido documentado en países como Colombia, donde la revitalización y gentrificación en barrios como la Candelaria (Manrique Gómez, 2013) se ha expandido hacia otros barrios de una forma acelerada y sin permitir mucho tiempo de reacción a las comunidades.

En el caso mencionado, en el barrio de Santa Ana se ha dado inicio a un proceso de sustitución de los adoquines de la calle, el remozamiento de los espacios públicos y la remodelación de las aceras, el mejoramiento físico de la fachada de los edificios, y la reubicación de los vendedores ambulantes. La realidad es que el nivel de deterioro físico del área requiere una intervención rápida para restablecer el entorno construido que existe allí y evitar la pérdida del patrimonio material.

Al mismo tiempo, y con base en las experiencias vividas en el barrio de San Felipe, es necesario repensar políticas más incluyentes en un área donde la gentrificación comienza a ser palpable, con la participación de profesionales y artistas ayuden a la población con talleres y la creación de ONG’s para promover el arte y la cultura; pero si no se tiene cuidado de involucrar a la población existente y de escuchar sus voces, podrían terminar promoviendo la gentrificación y la reubicación de la comunidad en lugar de que se dé un desarrollo inclusivo. Ya Hardoy y Guttman hacían una fuerte crítica a la forma en que se estaba realizando la revitalización de los centros históricos cuando argumentaban que:

Si aspiramos sinceramente a ciudades y centros históricos mejor conservados y que alienten la convivencia, debemos comenzar por eliminar las causas de la pobreza y no desplazar a los pobres a áreas alejadas de la ciudad o aislando al centro histórico y a otros barrios pobres como si fueran ghettos.” (Hardoy and Gutman, 1992: 315)

En este sentido, es necesario conocer más a fondo no sólo los planes de la municipalidad en relación con la creación de ciclovias, espacios públicos y restauración de inmuebles históricos, que pueden constituirse en una alternativa para el mejoramiento a la imagen deteriorada de la ciudad, e impulsaría el turismo en estas áreas, sino también que se hace necesaria la participación ciudadana en la toma de decisiones tanto de los barrios afectados como del resto de la ciudad, así como de políticas públicas puntuales en cuanto a cómo encajan los residentes de estas áreas en las transformaciones de sus barrios.

De acuerdo con López-Morales (2016: 1098), citando un artículo de Rérat & Lees (2011) coinciden en que si bien es cierto la clase media puede utilizar la gentrificación como una estrategia que contribuye a aumentar su capital espacial, lo que tiene efectos negativos en la población desplazada, pues se pierde el capital social y espacial por los desplazamientos que se dan, afectando el tejido social y su estadía en el barrio. Es necesario el reforzamiento del tejido social y el capital espacial, que transforme estos barrios en áreas vibrantes y llenas de oportunidades tanto para los residentes existentes como para nacionales y extranjeros que busquen vivir en estas áreas, turistas y visitantes.

9. Conclusiones

En la actualidad, en la ciudad de Panamá se han dado un número significativo de intervenciones urbanas en los últimos 15 años que han traído como consecuencia un cambio en la imagen de la ciudad y de la memoria de sus habitantes, especialmente los más jóvenes. Los ejemplos más significativos de estas intervenciones se encuentran en la creación de la cinta costera 1, 2 y 3 que tiene como objetivo crear una vinculación entre las áreas localizadas al oeste de la ciudad, y que por los atractivos que ofrecen –tales como el museo de la Biodiversidad, el Centro Marino de Punta Culebra, el Estadio Maracaná, el futuro Centro de Convenciones y una marina- se han convertido en áreas atractivas para la actividad turística.

Aunado a esto, la creación del espacio verde y recreativo en la cinta costera ha aumentado el número de lugares de esparcimiento para la población de la ciudad de Panamá, mejorando las oportunidades de esparcimiento. Estas intervenciones han traído como consecuencia la proliferación de edificios de muy alto valor en el área cercana, la mayoría de los cuales continúan habitados por personas de bajos recursos económicos que tienen que pagar altos alquileres por los mismos. Esta situación ha desatado una confrontación por la ocupación del espacio, marcada por el aumento en el costo de la tierra –producto de la reinversión, la especulación, cambios en la estructura económica en el centro histórico y áreas circunvecinas-, el aumento de restaurantes, bares y tiendas orientadas al turismo y la desaparición de los pequeños negocios vecinales.

Con el desplazamiento de los residentes del centro histórico y áreas adyacentes –generalmente hacia la periferia y sin planes concretos por parte del estado, que mitiguen el impacto de estos desplazamientos-, se produce, a su vez, una desestabilización en otras áreas de la ciudad, especialmente en las áreas periféricas, que se expresa desde el punto de vista territorial mediante la dificultad para encontrar alternativas de vivienda viables y cercanas a los centros de trabajo, en la dimensión económica a través del aumento en los costos de transporte y en la social mediante la dificultad para adaptarse a su nuevo ambiente y un cierto duelo por la pérdida de los nexos vecinales, de pertenencia y arraigo a su barrio.

La falta de una comprensión holística de las implicaciones de fenómenos como la gentrificación, nos ha hecho perder la perspectiva de que los centros históricos son “… el hábitat en que muchos de sus habitantes han vivido durante largo tiempo y en el cual tienen sus relaciones sociales más estrechas y hasta sus lugares de trabajo, y donde pueden alquilar viviendas baratas debido a irregularidades creadas hace tiempo por las leyes de alquileres…” (Hardoy y Gutman, 1992: 316). Situaciones parecidas a las descritas para el caso de la ciudad de Panamá parecen perpetuarse en América Latina, de allí que sea cada vez más necesario analizar el territorio y el patrimonio como elementos constitutivos de la ciudad, y las relaciones que tienen entre sí.

En la ciudad que durante los años 30 y 40 priorizó al automóvil –dejando a los transeúntes con muy poco espacio para transitar- ahora se renueva hacia una concepción de ciudad más amigable con el peatón. Esta situación es palpable en ciertas áreas de la ciudad, en las que la municipalidad ha iniciado un proceso de ampliación de calles y veredas, así como el remozamiento de edificios. También se está desarrollando un proceso de ampliación de los accesos a las vías peatonales con el propósito de lograr una ciudad más amigable. El embellecimiento del centro de la ciudad es innegable, pero este patrimonio urbano comienza a ser apropiado por quienes tienen los recursos para comprar apartamentos, viviendas y negocios especialmente frente a la cinta costera.

Los esfuerzos de estas intervenciones urbanas se han enfocado en aquellas áreas de la ciudad que están sufriendo transformaciones, producto del auge del mercado inmobiliario, debido al interés y potencial que estos barrios (El Chorrillo, Santa Ana, Calidonia) representan por encontrarse cerca del barrio de San Felipe, y que conservan rasgos –en su deteriorada infraestructura- de un pasado digno de evocar y preservar como parte de la memoria de los habitantes de la ciudad. Es por ello que es necesario que las experiencias vividas en el barrio de San Felipe sean tomadas en cuenta, especialmente en las relaciones habitantes, territorio y memoria, que son entes constitutivos de la ciudad.

Pero, como la experiencia lo ha indicado, esto sólo será posible si los habitantes participan activamente en la toma de decisiones y no como simples espectadores y receptores de estas transformaciones. Es fundamental que las políticas públicas que se desarrollan sean incluyentes para que nuestras ciudades y centros históricos no sean territorios de conflicto, sino de participación ciudadana.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas
[1] Doctora en Planificación y Diseño Ambiental, Virginia Polytechnic Institute and State University (Virginia Tech), Estados Unidos. Profesora de Geografía en la Universidad de Panamá. E-mail: newadames@yahoo.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4114-6503
[i] Este artículo está basado en mi investigación doctoral denominada: “No Place Like Home:” Revitalization in the Neighborhood of San Felipe de Neri in the Historic District of Panama [City], Panama” para obtener mi título de Doctora en Planificación y Diseño Ambiental de la Facultad de Asuntos Urbanos y Arquitectura de la Universidad de Virginia Tech y dirigido por el Dr. Joseph L. Scarpaci Jr.
[ii] Existe una amplia bibliografía que define el concepto de Revitalización en el contexto de las áreas urbanas. Esta concepción va desde el mejoramiento en general de las condiciones socioeconómicas y físicas de un área (Scarpaci, 2000 (Mi traducción); hasta compararla como sinónimo de programas de renovación urbana (Visser, 2002); regeneración urbana (Visser 2002, Smith 2002); y renacimiento urbano (Lees, 2003a, 2003b). Para efectos de este artículo la revitalización se referirá a todos los cambios que denoten un mejoramiento en conjunto de las condiciones visibles del área en comparación con períodos anteriores.
[iii] El término gentrificación ha sido definido por muchos autores de diversas corrientes de pensamiento. Hamnett define a la gentrificación como los fenómenos físicos, sociales y culturales que comúnmente involucra la invasión de la clase media o grupos con ingresos más altos pertenecientes previamente a barrios de la clase trabajadora el reemplazo o desplazamiento de los ocupantes originales. Involucra la renovación o rehabilitación de lo que eran frecuentemente viviendas altamente deterioradas y su mejoramiento con el consecuente aumento de los precios. (Hamnett 1991: 175). [Mi traducción]. Por su parte Casgrain y Janoschka (2013) definen la gentrificación como: …” un fenómeno de reconquista de las áreas centrales y de las zonas consolidadas de las ciudades por el poder económico, particularmente cuando se trata de la apropiación de esos espacios por parte de los agentes inmobiliarios privados y sus operaciones de capitalización de renta del suelo. Además, la gentrificación reproduce la desigualdad entre clases a nivel urbano y de barrio” (p. 21).
[iv] Estas reflexiones están basadas en mi trabajo de investigación doctoral y en mis experiencias obtenidas en las múltiples visitas realizadas al Casco Antiguo antes, durante y después de mi tesis doctoral.
[v] Generalmente cuando se habla de Casco Antiguo también se le nombra como Casco Viejo y como San Felipe que es el nombre del corregimiento.
[vi] En el año 2012 las fortificaciones de Portobelo y San Lorenzo fueron incluidas en la lista de Patrimonio Mundial en peligro tal y como lo manifiesta en su página web la UNESCO situaciones ambientales, desarrollo urbano incontrolado y falta de mantenimiento fueron consideradas como las principales causas para esta decisión. En el año 2017 esta decisión se mantiene donde el reporte menciona entre otras razones situaciones de erosión, presión urbanística en el caso de Portobelo, impactos del turismo, conversión de la tierra, acelerada degradación de la tierra, falta de planificación y de una estructura legal entre otros.
[vii] Mi traducción. [viii] El nombre es ficticio para proteger la identidad del entrevistado.

Figura 1
Localización del barrio de San Felipe en el Distrito Histórico de la Ciudad de Panamá
Digital Globe, 2017.

Figura 2
Vista del Casco Antiguo desde la cinta costera. Ciudad de Panamá. Febrero 3, 2018.
Adames de Newbill, 2018.

Figura 3
Viviendas dilapidadas en el Casco Antiguo de Panamá
Adames de Newbill, 2018.

Figura 4
Construcción de hotel en el Casco Antiguo.

Al fondo el auge del crecimiento vertical de la ciudad y parte del corredor marino.

Adames de Newbill, 2018

Figura 5
Incendio que destruyó tres edificios emblemáticos del Casco Antiguo (Casa Boyacá, Casa Francia y Casa Rosada) construidos en terrenos del Estado
Adames de Newbill, 2018
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