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Particularidades de la formación socioespacial de Haití en el contexto de América Latina y el Caribe

Particularidades da formação socioespacial do Haiti no contexto da América Latina e Caribe

Particularities of Haiti's socio-spatial formation in the context of Latin America and Caribbean

Ismane Desrosiers
Universidad de São Paulo (USP), Brasil
Francisco Capuano Scarlato
Universidad de São Paulo (USP), Brasil

Particularidades de la formación socioespacial de Haití en el contexto de América Latina y el Caribe

PatryTer, vol. 8, núm. 15, e48673, 2025

Universidade de Brasília

Recepción: 01 Enero 2024

Aprobación: 01 Marzo 2024

Publicación: 22 Noviembre 2024

Resumen: Este artículo tiene como objetivo analizar las particularidades de la formación socioespacial de Haití en el contexto de países de América Latina y el Caribe, teniendo en cuenta las desigualdades socioespaciales contemporáneas, que es una de las características de los Estados de América Latina y el Caribe, heredada del período colonial y la esclavitud. Desde un punto de vista metodológico, tomando como referencia la teoría y método de formación socioespacial (Santos, 1979) como base de análisis que abarca todas las cuestiones sociales en el tiempo y el espacio. Además, se realizó un levantamiento bibliográfico que muestra que los orígenes de las desigualdades en Haití son inherentes a las relaciones coloniales de producción que Francia mantiene con ese país, donde los efectos del período de colonización son similares en otros Estados latinoamericanos y caribeños.

Palabras clave: Colonización, América Latina, Caribe, Haití, Desig.

Resumo: Este artigo tem como objetivo analisar as particularidades da formação socioespacial do Haiti no contexto dos países latino-americanos e caribenhos, levando em conta as desigualdades socioespaciais na contemporaneidade, sendo esta uma das características dos Estados da América Latina e do Caribe, herdada do período colonial e da escravidão. Do ponto de vista metodológico, tomando como referência a teoria e o método da formação socioespacial (Santos, 1979) como base de análise que abrange todas as questões sociais no tempo e no espaço. Além disso, foi realizado um levantamento bibliográfico mostrando que as origens das desigualdades no Haiti são inerentes às relações coloniais de produção que a França mantém com aquele país, onde os efeitos do período da colonização se revelam semelhantes em outros Estados latino-americanos e caribenhos.

Palavras-chave: Colonização, América Latina, Caribe, Haiti, Desigualdades socioespaciais.

Abstract: This article aims to analyze the particularities of the socio-spatial formation of Haiti in the context of Latin American and Caribbean countries, taking into account contemporary socio-spatial inequalities, which is one of the characteristics of the States of Latin America and the Caribbean, inherited from the colonial period and slavery. From a methodological point of view, taking as a reference the theory and method of socio-spatial formation (Santos, 1979) as a basis for analysis that covers all social issues in time and space. Furthermore, a bibliographical survey was carried out showing that the origins of inequalities in Haiti are inherent to the colonial relations of production that France maintains with that country, where the effects of the period of colonization are similar in other Latin American and Caribbean states.

Keywords: Colonization, Latin America, Caribbean, Haiti, Socio-spatial inequalities.

1. Introducción

En sus estudios, Marx y Engels (1978) sembraron la semilla de la Formación Económica y Social (FES). Lenin (1982) quien lo sistematizó y nos mostró brillantemente que para hacer uso de la FES tendríamos que analizar una sociedad determinada espacial y temporalmente, sin embargo, Milton Santos (1979) rescata la categoría marxista de FES, afirmando que es el más apropiado para ayudar a la formación de una teoría válida del espacio. A partir de esta idea, este artículo tiene como objetivo analizar el proceso de formación socioespacial de Haití, teniendo en cuenta las particularidades en la formación de los Estados latino-americanos, con respecto a la sucesión y coexistencia de las desigualdades en la formación socioespacial del Estado haitiano.

Hasta principios del siglo XIX, la mayor parte de América estuvo bajo manos españolas y portuguesas (Brasil), formando uno de los grandes imperios de la historia. Pero el auge de las ideas liberales cambió esto para siempre. Al cabo de unas décadas, los diferentes virreinatos americanos iniciaron una revolución contra los españoles y portugueses, logrando con esfuerzo la independencia, formándose así muchos de los actuales estados americanos.

Del hecho, la expansión europea en América iniciada con el progreso técnico que se aceleró a finales de la Edad Media, especialmente mediante la invención y mejora de los barcos, los portugueses protagonizaron una serie de viajes de exploración, seguidos por los españoles, ingleses y franceses, entre los siglos XV y XVIII. Estos viajeros eran comerciantes, banqueros y gobernantes europeos, motivados por la curiosidad del humanismo renacentista, así como por la sed de oro y de especias. Fueron figuras estructura-estructurantes de los nacientes Estados nacionales en las “cenizas” del orden feudal, amarradas a la expansión del cristianismo como una cobertura ideológica que justificaba y legitimaba las dinámicas basadas, entre otras, en la expansión del conocimiento geográfico vinculado al Estado Mayor, según las reflexiones de Lacoste (1985), lo que se vincula, a su vez, con la práctica del poder y su relación con el espacio.

De este modo, dentro de la dinámica de la globalización (Santos, 2013) los europeos se dirigieron hacia el este del globo durante el siglo XV. Ellos, en el límite, consideraron posible encontrar su camino a Asia dando la vuelta al Cuerno de África. En todo caso, hay sospechas de que existió una base técnica para caminos hacia lo que se concibió como el Nuevo Mundo. Fue en este contexto que, en 1492, los españoles, bajo el liderazgo de Cristóbal Colón, pisaron América; especialmente en la isla de Guanahaní, el 12 de octubre, a la que rebautizaron como San Salvador, y en Ayiti (nombre indígena de la isla), el 5 de diciembre del mismo año, que pasó a llamarse Hispaniola -o La Española-, es decir, la pequeña España (Pierre, 2014). Así, tras un largo periodo de explotación de los recursos naturales y eliminación sistemática de los pueblos nativos, los Arawaks y Tainos, España comenzó a traficar con seres humanos, los “esclavos”. Este proceso empezó a principios del siglo XVI desde el continente africano, proyectándose luego a las Américas y el Caribe, en particular para La Hispaniola. En 1697, bajo la presión de, entre otros, grupos "ilegales" establecidos en la costa noroeste de la Hispaniola, España, a través del Tratado de Ryswick concedió la parte occidental de la isla a Francia que, a su vez, la renombró Saint-Domingue, actual Haití, creando una forma de producción a partir del sistema de plantación (Thompson, 1935) y España se quedó con la parte oriental, la actual República Dominicana, (Dorsainvil, 1934) como muestra el siguiente mapa (figura1).

La figura 1 muestra la división de la isla Hispaniola, anteriormente territorio español al Este y territorio francés al Oeste, Saint-Domingue y el actual Haití. Teniendo un control total sobre la parte occidental de la isla, Francia intensificó el tráfico de africanos negros, además de establecer allí un régimen esclavista y transformó São Domingos en la Colonia considerada la más próspera y rentable de América en el siglo XVIII (Dorsainvil, 1934; James, 2007), a través del cual el país europeo extrajo la mayor parte de sus fuentes de riqueza organizando en la Colonia un modo de producción basado en la economía de plantación (Thompson, 1935). Esto en una dinámica excluyente de la llamada acumulación primitiva de capital[i] (Marx & Engels, 1978) para su desarrollo industrial y el de Europa en su conjunto en el siglo XIX, como muestra Hugh (1997) en su libro titulado: The Slave Trade: The Story of the Atlantic Slave Trade, 1440-1870.

La explotación de territorios invadidos y colonizados por europeos tuvo consecuencias nefastas para las poblaciones originarias, así como para los países que se constituyeron a partir de estos espacios, principalmente en las Américas y el Caribe, enfrentando graves problemas de desarrollo combinados con desigualdades socioespaciales en la época contemporánea. Partimos de las siguientes cuestiones: ¿por qué Haití es un caso singular en la historia de la formación socioespacial de los países de América Latina y el Caribe? ¿En qué medida los impactos de la colonización y la esclavitud afectaron el desarrollo de los países latinoamericanos en el período contemporáneo, especialmente a Haití? ¿En qué sentido las desigualdades socioespaciales y la corrupción en los países latinoamericanos son inherentes al período colonial y esclavista, y particularmente en Haití?

Ubicación de Haití en América
Figura 1
Ubicación de Haití en América
elaborado por Réginal Exavier, 2023.

Para proporcionar algunos elementos de respuesta a estas preguntas, dividimos el trabajo en tres partes. El primero analiza la formación socioespacial de Haití, destacando las particularidades de este país en relación con otros países de las Américas y el Caribe. El segundo analiza las raíces de las desigualdades socioespaciales, evidentes no sólo en Haití, sino también en otros países latinoamericanos en la época contemporánea. En la tercera parte del artículo analizamos cómo la corrupción contribuye al mantenimiento de las desigualdades socioespaciales en Haití. Finalmente presentamos nuestras consideraciones finales.

2. Proceso de formación socioespacial del Estado haitiano entre finales del siglo XVIII y principios del XIX

Como señala Milton Santos (1979), durante las primeras fases de la colonización es fácilmente distinguible el impacto de la división internacional del trabajo en la organización del espacio, donde la demanda proveniente del centro del sistema, y tuvo respuesta en la periferia, quedó marcada directa e indirectamente en la sociedad, la economía y el espacio. A fines del siglo XVIII, la colonia de Santo Domingo, Haití actual, experimentó un auge económico (Hector, 1990) que tuvo como consecuencia la intensificación de las contradicciones sociales entre los grupos que actuaban en el trabajo libre, por el control de las actividades económicas y la mano de obra esclava, que era una forma de desigualdad del trabajo. Los sujetos colocados en situación de esclavitud alimentaron y recrearon las relaciones sociales de trabajo allí establecidas.

Esta coyuntura político-económica-social-cultural se deterioró durante la Colonia, a tal punto que, a fines del siglo XVIII, el clima político en Santo Domingo, actual Haití, era verdaderamente explosivo, fruto del resentimiento mutuo y del odio acumulado a lo largo de tres siglos, en los que cada grupo social intentó, de alguna manera, presentar sus propias reivindicaciones; tanto en Francia como en la Colonia. En la época colonial, la estructura socioeconómica-política de Santo Domingo, Haití es actualmente compleja debido a la división de la sociedad en grupos sociales caracterizados e ilustrados por la posesión de dos métodos de producción (principalmente tierra y esclavos). La pirámide social no está encabezada por los grandes propietarios de dos tipos de producción: patrones, administradores, políticos y comerciantes. Además, tenían más normas (Santos, 1996) y leyes, incluso en lo que respecta al llamado Código Negro de 1685, en el que se creaban canales comerciales, capitales y métodos de producción para establecer y mejorar su riqueza (Moïse, 2009 citado en Pierre, 2014).

En Francia, en 1789, la monarquía absoluta y las estructuras socioeconómicas resultantes del feudalismo se encontraban en contradicción con el ascenso de la burguesía. Así, la crisis económica que estaba presente desde hace años se refleja, para las clases trabajadoras, en el aumento de los precios, el desempleo y la cuestión de la tierra. Además, el Estado se enfrentaba a una grave crisis financiera. Los conflictos sociales en las ciudades y en el campo iban en aumento, al mismo tiempo, la burguesía esperaba reformas constitucionales, igualdad de derechos, libertades individuales y políticas (Alexandre, 1993). Básicamente, en este sentido, la burguesía francesa quería sacudirse el yugo feudal para lograr la libertad económica total. Para resolver el problema financiero, los Estados Generales fueron convocados el 5 de mayo de 1789. Por lo tanto, los eventos subsecuentes, permitieron a la burguesía ganar poder político, lo que condujo a la movilización de la clase trabajadora, llevando a una radicalización del proceso revolucionario.

Al mismo tiempo, en la colonia de Santo Domingo, actual Haití, circularon las ideas de la Revolución Francesa, surgiendo así demandas que apuntaban a una admiración del sentimiento de rebeldía; demostrando que la Colonia no era una simple extensión territorial de Francia. Para concluir el argumento, la Colonia tuvo su propia dinámica frente a las contradicciones entre los grupos que conforman su pirámide social (Jean Pierre, 1985). En consecuencia, y a partir de entonces, una serie de movimientos de revuelta en Santo Domingo fueron protagonizados por los esclavizados quienes tomaron las armas con el objetivo de destruir y transformar, revolucionariamente, la estructura de la sociedad esclavista de economía de plantación establecida por Francia en la parte occidental de la isla. Este movimiento político-social fue el pilar para el surgimiento de una revolución anticolonialista, antiesclavista y antirracista dentro del proceso de formación socioespacial (Santos, 1979) en Haití.

El año 1791 fue decisivo en este proceso, puesto que resumió la configuración del ritmo de descomposición de la Colonia ante los problemas que enfrentaban los diferentes grupos sociales: los propietarios de bienes que mantenían el sistema colonial, una suerte de arcaísmo como proyecto[ii] y los esclavizados en busca de su libertad. En este sentido, los haitianos esclavizados anunciaron y previeron en sus horizontes una Revolución radical. Por lo tanto, el destino de la Colonia se definió confrontando las desigualdades entre el trabajo libre y el trabajo servil, lo que creó las condiciones para una situación explosiva. Dicho de otro modo: estos sujetos practicaron, en los más variados ejes sociales, formas de resistencia, incluyendo estrategias radicales, tales como: suicidios, homicidios, conspiraciones contra los colonizadores y el marronnage[iii] (Dorsainvil, 1934).

Hay un caso significativo de resistencia haitiana que nos pareció conveniente explorar, a saber, la Ceremonia du Bois Caïman[iv], que tuvo lugar el 14 de agosto de 1791, bajo el liderazgo de Boukman Dutty, quien juega un papel decisivo, a nuestro juicio, como ejemplo concreto de lo que Marx y Engels (1978) llaman en La Ideología Alemana como el paso de una “conciencia de sí” a una “conciencia para sí”. Inmediatamente después de esta Ceremonia, el movimiento de resistencia antiesclavista crea las condiciones, como una especie de detonante, para una rebelión de carácter general. Así, el 22 de agosto del mismo año esta se materializó, con el objetivo de destruir la estructura social de la sociedad esclavista (James, 2007). Puesto que había una demanda para transformar la realidad del ser social esclavizado en un ser social libre de opresión y desigualdad, relacionada con el trabajo por parte de los esclavizados. Sin embargo, este acontecimiento no aparece ni se destaca en la obra de estos dos pensadores, creadores de la discursividad del siglo XIX.

La entrada oficial de los haitianos esclavizados en la escena política de la Colonia, impulsó y prefiguró la Revolución Haitiana que, desde el punto de vista social, culminó con la abolición de la esclavitud, proclamada el 29 de agosto de 1793, ratificada por Francia el 4 de febrero de 1794, bajo el liderazgo de Toussaint L'Ouverture (James, 2007). En este escenario, la Françia envió una considerable expedición militar, con 22 mil hombres, a Santo Domingo, actual Haití a refractar la marcha ascendente hacia la independencia de la Colonia. Todo ello con el objetivo de destituir a las tropas coloniales, desarmar a los esclavizados y deportar a Francia a los principales líderes de los rebeldes, como fue el caso de Toussaint Louverture quien fue arrestado, luego deportado a Francia y, allí muerto, el 7 de abril de 1803. Y así, finalmente restablecer y actualizar el orden y el proyecto colonialista, es decir, la esclavitud en la Colonia; debido a su importancia económica para el mantenimiento de la sociedad esclavista en Santo Domingo (Dorsainvil, 1934).

Sin embargo, al aterrizar en la Colonia en febrero de 1802, los franceses encontraron formas de resistencia proporcionales; incluso porque hubo varias batallas y enfrentamientos entre el ejército metropolitano y las fuerzas armadas nacionales comandadas por ex-esclavizados. El último enfrentamiento fue la Batalla de Verttières, que tuvo lugar el 18 de noviembre de 1803, cuando se produjo la victoria del ejército de liberación nacional, dirigido por el general Jean Jacques Dessalines, quien pertenecía a la línea dura de la Revolución haitiana (Dorsainvil 1934, p. 161).

Las fuerzas de exterminio colonialista, esclavista y racista francesas fueron superadas, como resultado el 1 de enero de 1804, Haití hizo su Proclamación de la Independencia. De este modo, consideramos que, la abolición de la esclavitud y la consecuente independencia de Haití, fueron las primeras formas de experiencia[v], en el sentido dado por Thompson (1987), de luchar contra los ejes morales y normativos surgidos del proyecto colonialista y esclavista, en este proceso se levantaron las banderas del respeto a la dignidad humana y se tomaron medidas para alcanzar los derechos fundamentales de los seres humanos avant la lettre. Esto se debe a que ha sido la única rebelión exitosa liderada por personas esclavizadas, o descendientes de personas esclavizadas, en la historia de la humanidad, dando como resultado la formación de un Estado que se mantiene, de alguna manera, independiente, libre y soberano hasta el día de hoy.

Con motivo de este evento, en 1804, Jean Jacques Dessalines, General en Jefe del Ejército de Liberación Nacional, se dirigió al pueblo haitiano relatando las atrocidades del régimen esclavista y los recuerdos de las crueldades de los opresores franceses. Dessalines, en esta situación específica, llamó la atención sobre los males del colonialismo en todas sus formas. Habló de cómo el circuito de la vida, desde el nacimiento hasta el crecimiento de un sujeto dentro del sistema de la esclavitud, se ve afectado por este, así como por las formas en las que el poder es ejercido; bajo este sistema, los niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, esposas, esposos, hermanos, primos, hermanas, primos negros, han quedado enajenados y sin el reconocimiento de su propia persona subjetiva.

En este discurso, él ofreció la verdadera dimensión universal de los Derechos Humanos, antes reservados sólo para los blancos, dentro de la lógica del trabajo libre en el capitalismo comercial, tanto en Francia como en sus colonias, en donde los negros eran legalmente considerados como esclavos y mercancías dentro del Código Negro siendo cosificados por estos mismos sujetos europeos. Dessalines, en un acto de honor patriótico, se distanció radicalmente de los colonialistas franceses, prefiriendo morir antes que vivir bajo su dominio. Se creó así el mito fundacional que consagró la independencia de la Colonia e hizo mártir la figura de Dessalines. Y aún sobre mitos fundacionales, en este proceso es recuperado el antiguo nombre indígena de la isla, es decir, Ayiti[vi] (Jean Pierre, 1985).

Es importante señalar que, desde el punto de vista jurídico-político, la Proclamación de la Independencia de la Colonia, marcaría transformaciones sustanciales en la forma de gobierno instaurada por el régimen esclavista. La fecha específica de este acontecimiento es el 1 de enero de 1804, lo que a su vez significa la fundación de una nueva sociedad, en la que los haitianos adquieren el derecho a establecer su propio gobierno libre independiente y soberano en medio de este proceso formativo del Estado Haitiano, que apunta a otros tipos de relaciones sociales de trabajo. Entonces, para evitar que la Revolución Haitiana sirviera de modelo para otras colonias de América y el Caribe, Haití fue rodeada por un “muro de silencio” que encubría su lucha anticolonialista y antiesclavista.

Para ello, se adulteraron ideológicamente los principios universales de la Revolución Haitiana, se pretendió que pareciera apenas una revolución local, o una rebelión sin conciencia de clase ni apoyo en experiencias sociales compartidas. Sin embargo, en estos juegos diplomáticos y geopolíticos Haití fue muy generoso al ofrecer, en 1816, protección y apoyo a Simón Bolívar (considerado el líder progresista de Venezuela) en su Guerra de Independencia contra España. En otras palabras, la Revolución Haitiana dilucida y sirve como magistra vitae, para encontrar el camino hacia la liberación total de todas las colonias de América Latina y el Caribe que estaban bajo el yugo de la colonización y la esclavitud de los países europeos, convirtiéndose así en símbolo de resistencia de todos los pueblos oprimidos de América y el Caribe. De esta forma, la independencia de Haití en 1804, representó un desafío para las potencias coloniales europeas como España, Francia, Inglaterra, para las que la esclavitud fue la base de la economía en sus colonias en las Américas y el Caribe. La esclavitud como motor de la economía-mundo (Braudel, 1996), durante la era del capitalismo comercial, reveló la peculiaridad en términos morales y éticos de la Revolución Haitiana de 1804.

También es importante resaltar que, en 1804, esto representó la victoria de los principios de libertad, autonomía e independencia frente al colonialismo, la esclavitud y el racismo; siendo, por otra parte, la victoria de un país pequeño, por su dimensión territorial, pero portador de una población combativa por su singular historia de lucha contra una de las mayores potencias coloniales, Francia, a través de una conciencia de clase, entendida como una congregación socio-colectiva de la experiencia (esclavitud). Y, recurriendo a sus mitos fundacionales y de constitución de una comunidad imaginada[vii] (Benedict, 1991) que se ve combativa y asertiva en términos experienciales frente a los colonialistas considerados invencibles, con sus grandes flotas abastecidas, con su intocable ejército de infantería y, sobre todo, por dotarse ideológicamente a través del arcaísmo como proyecto civilizador- colonialista-exclusivo-genocida.

Es por esto que el año 1804, supuso la primera gran derrota europea en América, en términos materiales, políticos y, sobre todo, simbólico-ideológicos. Debido a sus métodos radicales e insólitos de lucha por el respeto a la dignidad humana, especialmente por el “hombre negro” y la “mujer negra”, la experiencia haitiana es llevada a un proceso de olvido, debido al conjunto de símbolos que forman el discurso de que esta, como exempla sacudió las relaciones de poder prefiguradas y establecidas en las Américas. En consecuencia, luego de esta ruptura radical con Francia, sus prácticas colonizadoras y simbólico-ideológicas, el joven Estado haitiano, como un mal ejemplo que debía ser reprendido, enfrentó las hostilidades diplomáticas, comerciales y geopolíticas de las potencias colonialistas y esclavistas de Europa Occidental y de los Estados Unidos hasta, por lo menos, la segunda mitad del siglo XIX.

De esta manera, los países colonizadores de Europa Occidental y EE. UU. impusieron a nuestro país un triple bloqueo: político, diplomático y comercial, negando la independencia de Haití. Forzando así, a que el Estado haitiano mantuviera relaciones comerciales informales con estas, cuyos términos estaban a su favor, sobre todo, para los Estados Unidos de América, en palabras de Trouillot (1990). En efecto, entre los países que no aceptaron, por más de medio siglo, reconocer la independencia de Haití encontramos principalmente los siguientes centros metropolitanos: Francia, Estados Unidos de América y el Vaticano. Para ser aceptado en el escenario internacional, en términos diplomáticos, comerciales y geopolíticos, primero era necesario que su independencia fuera reconocida por la antigua metrópolis, Francia.

Este fue el sentido de las acciones del presidente de Haití, Jean Pierre Boyer, hijo de un colonizador francés y madre haitiana que, en 1821, inició la demanda de reconocimiento del joven país. Boyer presentó la orden al rey Carlos X de Francia en 1825. Solo después de esta señal diplomática y geopolítica, Francia reconoció la independencia de Haití en 1825. Para ello, la nación haitiana fue compelida a reducir a la mitad los derechos de aduana de los barcos franceses en sus puertos, y se le exigió también, el pago de una indemnización de 150 millones de francos oro a favor de Francia; valor renegociado trece años después, en 1838, por la cantidad de 90 millones (Wargny, 2004) por las pérdidas durante la Revolución (1791-1804).

Es decir, pérdidas en el contingente de soldados, la tierra, los medios de producción y la cantidad de hombres esclavizados. La independencia conquistada debió redimirse, ¡lo cual es una gran ironía! Se acordó pagar el monto total de la indemnización hasta 1886, que en realidad se pagó hasta 1952. En este sentido, a nuestro juicio, el siglo XIX para Haití fue un siglo perdido, ya que, según Wargny (2004), la indemnización se calculó en un valor que ascendía a más de US$ 21 mil millones en 2003. Durante el gobierno de Jean Bertrand Aristide (2001-2004), se le pidió en vano a Francia, dicha indemnización a Haití, en vísperas del bicentenario de la independencia del país en 2004 (Wargny, 2004). Según Benoit Joachim (1979), el pago de la indemnización a Francia, puede ser considerado un elemento de fracaso, en términos de desarrollo, y un error diplomático y geopolítico por parte del Estado haitiano. El autor afirma que:

El pago de indemnizaciones a la metrópoli afectó el proyecto de desarrollo del país durante varias generaciones, dejándolo en un círculo vicioso de endeudamiento, empobrecimiento, autoritarismo y creciente dependencia de las potencias capitalistas, entre ellas Francia y Estados Unidos (Joachim, 1979, p.83).

Sin embargo, el objetivo de lograr el reconocimiento de la independencia del país era permitirle desarrollar relaciones comerciales y diplomáticas en igualdad de condiciones con las potencias europeas y con los Estados Unidos. Para nosotros los haitianos, y aquí hay un testimonio local, este es probablemente el aspecto más importante que llevó al presidente de Haití, Jean Pierre Boyer (1818-1844), a aceptar los términos de indemnización solicitados a Francia con vistas a un futuro brillante para nuestro país, es decir, sin ostracismo, sin el aislamiento político, diplomático, comercial y educativo que resplandece en los ojos del gobierno haitiano. Dicho esto, en 1822, los Estados Unidos de América reconoció formalmente la independencia de todos los países latinoamericanos que se liberaron de la tutela española y portuguesa (Brasil); a pesar de que ambos oficialmente, en sus respectivas actas de independencia (la de Estados Unidos del 4 de julio de 1776 y la de Haití del 1 de enero de 1804), proclaman libertad e igualdad para todos y contra el statu quo de las antiguas metrópolis europeas. El joven país esperó este reconocimiento por parte de los Estados Unidos hasta 1862, es decir, tres años antes de la abolición oficial de la esclavitud en dicho país, que tuvo lugar después de la Guerra de Secesión de 1865.

Haití quedó aislado no sólo por Estados Unidos, sino también por las autoridades de la Iglesia Católica Vaticana, que al negarle el reconocimiento de su independencia tuvo un fuerte impacto en el país desde el punto de vista educativo. Esto se debe a que Haití, durante tres siglos de colonización nunca conoció un sistema educativo formal, y solo un pequeño número de hijos de blancos nacidos en la Colonia, e incluso algunos negros, entre los más ricos, fueron educados en Francia (Trouillot, 1990). En estas condiciones, el reconocimiento de su independencia, por parte de las autoridades de la Iglesia Católica del Vaticano, permitió a Haití beneficiarse de la larga tradición de savoir-faire de la Iglesia, así como del conocimiento de los misioneros, con miras a establecer un sistema educativo público y abierto a todos en el país. Pero, ¿por qué la Iglesia Católica tardó más de 50 años en reconocer la independencia de Haití? ¿Será que las autoridades morales de la Iglesia Católica apoyaron la esclavitud? Capítulo trágico de nuestra historia occidental de corte capitalista y con un trasfondo cristiano moralizador. De hecho, Haití esperó hasta 1860, para que la Iglesia Católica reconociera formalmente su independencia.

Desde este ángulo, creemos que Haití es el primer “laboratorio” para experimentar con sanciones diplomáticas y económicas por parte de las grandes potencias occidentales para impedir cualquier intento de desarrollo interno. Por lo tanto, estos instrumentos son muy efectivos a la fecha para arruinar la economía y el proyecto de desarrollo de todo un país que no acepta la hegemonía de estas potencias, por ejemplo, los Estados Unidos de América versus Venezuela que, a finales de 2013, a raíz de una crisis en ese país, el gobierno de Barack Obama dictó la Ley 113/278 (Ley Pública para la Defensa de los Derechos Humanos y de la Sociedad Civil), aprobada por el Congreso estadounidense. Esta ley intenta “justificar las acciones de bloqueo, basándose en juicios de valor sobre la situación económica venezolana. Además de la hiperinflación en la economía venezolana, EE.UU. prohibió a cualquier institución financiera con sede en su territorio realizar cualquier transacción con el país latinoamericano, o incluso con cualquier persona o empresa venezolana (Rodrigues, 2019).

En el caso de Haití, las potencias occidentales del siglo XIX tenían esta posición frente a Haití, ya que la revolución haitiana era percibida como un peligro, un mal ejemplo para sus intereses. Considerando a Haití como un Estado que debía encerrarse, retroceder, refugiarse en sí mismo o incluso asfixiarse en términos socioeconómicos y diplomáticos, era “necesario dejarlos cocer en su propio caldo”, dijo Talleyrand, ministro de Relaciones Exteriores de Luis XVIII, durante los gobiernos de la Restauration (1814-1830) en un texto dirigido a los líderes de los países europeos y de los EE.UU., solicitando el no reconocimiento de la independencia de Haití (Manigat, 2004). Las profundas huellas del pasado están hoy en entredicho. Sin embargo, esta no es una cuestión determinista y evolutiva, sino un problema experiencial que puede hacernos comprender ciertos matices de los procesos de formación socioespacial (Santos, 1979) en Haití, en el pasado y en el período actual.

3. Raíces de las desigualdades socioespaciales en Haití

Luego de la proclamación de la independencia de Haití en 1804, el país heredó una estructura socioeconómica que generó, en el largo plazo, un fenómeno sustancial de desigualdad socioespacial similar a otros países de América Latina y el Caribe en relación, por ejemplo, con la distribución de la tierra. Así, entre los desafíos que enfrentaba el joven Estado recién independizado, uno se refiere a la organización socioeconómica y política de la sociedad poscolonial y esclavista. En el período posterior a la independencia, los fundadores de Haití pretendían crear un nuevo país, en términos de una comunidad imaginada, para deshacerse de las desigualdades heredadas del período del colonialismo y la esclavitud. Sin embargo, la estructura socioeconómica dejada por los colonizadores franceses hizo que dos grupos sociales dominantes se situaran por delante de las masas campesinas. Se presentaron a través de dos vectores: los antiguos libres, libertos (de la esclavitud) y un grupo social dominante emergente, llamado los nuevos libres (de la esclavitud). Ambos grupos representaban el 5% de la población haitiana en 1804, de un total de 500.000 habitantes (IHSI, 1950, 1982, 2003).

Los antiguos libres, personas que no sabían de la esclavitud en la Colonia o que compraban su libertad, estaban compuestos principalmente por mulatos nacidos en la Colonia de padre blanco y madre negra. Los más ricos poseían, en 1789, un tercio de la tierra y de la gente esclavizada. Estos se aliaron con los rebeldes en 1791, contra los ausentes (los que tenían propiedades en la Colonia, pero vivían en Francia). Con la eliminación y expulsión de estos últimos durante la Revolución Haitiana (1791-1804), se consolidó la riqueza, en forma de propiedad de la tierra, de los antiguos libres. El nuevo grupo dominante forma la segunda categoría social, compuesta principalmente por ex soldados, oficiales negros y veteranos de la guerra de liberación nacional.

El tercer grupo en la estructura de la sociedad haitiana, los campesinos que poseían sólo su fuerza de trabajo, sin tierra, permanecieron en las plantaciones en condiciones análogas a la esclavitud, ellos representaban casi el 95% de la población. De esta forma, las tierras confiscadas a los colonizadores franceses pasaron por un proceso de nacionalización. Esto estaba previsto en la Constitución Imperial[viii] de 1805, del gobierno de Jean Jacques Dessalines (1804-1806) que estipulaba, en su art 12º, la transferencia legal del patrimonio nacional de los bienes de los colonizadores, proclamando lo siguiente: "Cualquier propiedad que antes perteneciera a un francés blanco es indiscutible y legalmente confiscada en beneficio del Estado". Jean Jacques Dessalines, ex-esclavizado y primer jefe de Estado de Haití, expresó su deseo de redistribuir la tierra a la masa de campesinos. Él sentenció: “Cuidado con ustedes negros y mulatos, todos pelearon contra los blancos, los bienes que todos adquirimos al derramar nuestra sangre nos pertenecen, quiero que sean compartidos con equidad” (Dessalines, 1758-1806).

Por lo tanto, en el marco de la distribución de bienes expropiados por los colonizadores franceses, se tomaron una serie de medidas para verificar los títulos de propiedad de las tierras privadas aquello, en mi apreciación, fue un acto decisivo dentro de la lógica de reforma agraria de dicho gobierno, que se rebelaba constantemente contra la desigualdad imperante en Santo Domingo, durante el período colonial y esclavista. En su discurso de posesión, el 1 de enero de 1804, hizo la siguiente pregunta: "Y los negros, cuyos padres están en África, ¿no tendrán nada?". En este sentido, el 24 de julio de 1804, Dessalines ordenó una verificación general de los títulos de propiedad privada de las tierras, en un intento por reformular el orden establecido, determinando así quiénes eran los verdaderos propietarios de las tierras. Como resultado, estas medidas atrajeron a muchos enemigos de los dos primeros grupos dominantes de la pirámide social. A partir de entonces comenzaron los intentos de conspiración contra el vengador de la “Raza Negra” de América, como se le conoce en el imaginario haitiano, a tal punto que, el 17 de octubre de 1806, fue emboscado y asesinado en la entrada norte de la ciudad de Puerto Príncipe, Pont-Larnage. Hoy conocido como Pont-Rouge, Puente Rojo; en homenaje a la memoria del mártir de la resistencia haitiana y a la causa de todos los pueblos oprimidos en la historia del capitalismo.

En efecto, para los grupos dominantes la economía de plantación era el único modelo económico posible para los campesinos. Las plantaciones se mantuvieron como el modelo económico del período colonial. Pero para los campesinos, las plantaciones representaban la esclavitud; sus reivindicaciones, por lo tanto, eran acerca del reparto total de las tierras confiscadas a los colonizadores franceses (Pierre, 2014). Exactamente lo que Dessalines estaba tratando de articular. Sin embargo, estamos ante una estructura social en la cual el 90% de los habitantes eran de zonas rurales, una población que entendía la tierra como medio de producción y subsistencia, pero sin tener acceso a ella debido a la concentración de su propiedad. Así, las desigualdades entre los dos primeros grupos (antiguos y nuevos libres) y los campesinos se reforzaron en el movimiento de formación de la nación haitiana. Las marcas de las desigualdades del pasado son profundas.

Podemos afirmar que, las desigualdades del sistema colonialista y esclavista que precedió a la independencia de Haití, influyeron en la composición de la estructura de la sociedad haitiana durante más de dos siglos. Según el economista haitiano Leslie Péan (2007), tras la independencia, la tierra fue el motor en torno al cual se organizaron las relaciones económicas, sociales y políticas. Para el autor, la principal desigualdad en Haití ha sido y sigue siendo la desigualdad en el acceso a la tierra. Partiendo del problema de la desigualdad señalado por PNUD (2007), podemos decir que la tierra y las relaciones en torno a ella se perpetúan en Haití a través de la reproducción de los grupos dominantes hasta nuestros días. Esto, recapitulando, produce otro tipo de desigualdades, que se evidencian a través de la comparación internacional del coeficiente de Gini[ix]. Con base en este coeficiente, Haití se encuentra en el mismo nivel que los países más desiguales de las Américas y el Caribe[x] como Brasil, México y El Salvador. Según Bazabas (1997) la sociedad haitiana es una sociedad dual basada en la propiedad privada de los medios de producción, donde sólo el 5% de la población domina los procesos productivos y posee más del 68% de la riqueza del país. Esta minoría se vuelve cada vez más rica. El autor argumenta que:

En una sociedad donde el 5% de la población ha controlado las empresas, el comercio y las industrias privadas durante varias generaciones, se acumulan amplios rangos de ingresos y, por tanto, de poder adquisitivo. Esta minúscula minoría de la población está compuesta por la burguesía tradicional y un número creciente de nuevos ricos, que poseen ingresos que no están en la misma base de la gran mayoría de los haitianos (Bazabas, 1997, p. 89).

En el mismo sentido en 2012, se publicó un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que revela datos sobre la distribución del ingreso, el cual es muy desigual en Haití; puesto que las familias más ricas tienen el 68% del ingreso total (nacional). Por lo tanto, se puede decir que esta situación de desigualdad persiste. Un estudio más reciente del PNUD sobre las desigualdades en Haití y algunos países del Caribe muestra que el país tiene un coeficiente de desigualdad de 0,59, Jamaica 0,379, Barbados 0,489 y República Dominicana 0,49 (PNUD, 2012). Bajo el análisis de este coeficiente, Haití aparece como el país más desigual del Caribe y uno de los países más desiguales del mundo, en términos de distribución del ingreso.

En 2006, el estudio de la Encuesta de Condiciones de Vida en Haití (ECVH) revela que más de 6 millones de haitianos viven en la pobreza, con US$ 2,42 por día, y 2,5 millones viven por debajo de la línea de pobreza extrema, con US$ 1,23 por día (IHSI, 2012). En el área metropolitana de Puerto Príncipe, por otro lado, vive una gran cantidad de personas pobres, que son particularmente vulnerables a las crisis económicas; como en el caso del aumento de los costos de los alimentos. En 2012, había cerca de 725.000 personas en situación de pobreza en la ciudad (29%), de las cuales alrededor de 125.000 se encontraban en la pobreza extrema (5%). Corten (2011), citado por Pierre (2014) en su estudio sobre la economía y la corrupción en Haití, señala que:

En la sociedad haitiana existe una brecha insuperable, entre el 80% de la población que vive en la miseria y la sobrevivencia perpetua y el 20% que trata de tener un estilo de vida moderno en el comportamiento y el consumo, de estos, el 7% tiene un ingreso de entre US$ 700 y US$ 4000 y el 1% tiene ingresos superiores a $ 4000. Esta fractura radical resulta en una relación constitutiva de desprecio social que enfrenta al pueblo entre sí, es decir, el 95% de la población contra el otro 5%, los haitianos más ricos, y a los extranjeros de altos ingresos (Corten, 2011, p. 15 citado en Pierre, 2014, p. 75).

Por lo tanto, las desigualdades socioespaciales son marcadas en Haití. La estructura de la sociedad haitiana que tratamos de describir, se compone de una élite económica diversa, constituida por grandes familias de terratenientes que han estado vinculadas desde siempre al poder político. Estas acaparan la propiedad de la tierra y los medios de producción, generando desigualdades socioeconómicas que producen pobreza extrema, exclusión social en Haití. Esta élite está preocupada por sus intereses inmediatos a través de una economía rentista. Además, demuestra ser bastante mediocre en sus logros, así como en su pensamiento, por no contribuir al desarrollo de las fuerzas productivas de la economía nacional, prefiriendo adquirir productos importados por valor de miles de dólares, principalmente en los Estados Unidos, mientras que la mayoría de los haitianos vive en una situación de carencia.

4. Efectos de la corrupción en la dinámica de las desigualdades socioespaciales en Haití

Las desigualdades socioespaciales en Haití son una construcción social inherente a la formación socioespacial del país, así como al sistema capitalista. De hecho, datos socioeconómicos más recientes, del Instituto Haitiano de Estadística e Informática (IHSI, 2012), apuntan a la concentración de ingresos en manos de un grupo restringido de la población haitiana, como mencionado anteriormente. En el movimiento de la sociedad, otro elemento que alimenta las desigualdades en Haití es la corrupción. Este flagelo golpea desde los países[xi] desarrollados a los países más pobres de todo el planeta y en diversos grados. La corrupción[xii], según el Banco Mundial (2018) afecta el desarrollo socioeconómico de los países. Por lo tanto, si Haití es considerado el país más pobre de las Américas, creemos que la corrupción contribuye a esta situación.

En ese país, estudios de Péan (1990, 2005, 2006, 2007) muestran que los recursos financieros, que deben planificarse junto con sus proyectos de desarrollo socioeconómico, tales como educación, salud, programas de vivienda, infraestructura, generación de empleo, están sujetos a desviaciones. Así lo demostró el informe de la Transparency International (TI), en 2004 bajo el tema específico de "Corrupción política". Haití se encontraba, según los datos, entre los tres países más corruptos del mundo junto a Nigeria y Bangladesh. Es importante resaltar que, según Leslie Péan (1990), la sociedad haitiana está históricamente arruinada por la corrupción a través de las representaciones e instituciones sociales. En su libro titulado Haití, Economía Política de la Corrupción 1791 a 1990 (1990), Péan hace un análisis histórico de la constitución de la corrupción en Haití, trazando una perspectiva general sobre la corrupción a lo largo del tiempo. Para él, la corrupción es un legado del período de la colonización francesa, que continúa hasta nuestros días.

Según Péan (1990), la corrupción existía antes de la fundación del Estado haitiano a principios del siglo XIX. Sin embargo, para el autor el inicio de la expansión del fenómeno en Haití, es concomitante con la caída del régimen autoritario de los Duvalier en 1986. Luego de casi 30 años en el poder (1957-1986), este régimen perdió el apoyo de los Estados Unidos, enfrentó una revuelta popular en 1986, lo que llevó al derrocamiento de lo que la historiografía haitiana contemporánea señala como la mayor represión del siglo XX (Péan, 2005). Este régimen totalitario y corrupto surge como la negación misma de los derechos a las libertades individuales y colectivas de los haitianos durante ese período.

Para nuestro argumento sobre el fenómeno de la corrupción y su relación con las desigualdades socioespaciales, verificamos varios estudios que revelan que enormes sumas de dinero fueron malversadas por los Duvalier durante sus treinta años en el poder. Este es el caso de los estudios de Perchellet (2010 citados por Pierre, 2014) quien muestra que entre 1957 y 1986 la deuda externa del país se multiplicó por 17,5; lo que representó US$ 750 millones en 1986. En 2009, otro estudio del Comité Católico Contra el Hambre y para el Desarrollo Solidario (CCFD) menciona la existencia de una fortuna personal de la familia Duvalier por un monto de US$ 900 millones. Dos años antes de este estudio en 2007, el Banco Mundial, a través de la Transparency International, afirmó que los fondos malversados por Jean Claude Duvalier (Baby Doc) se estimaban entre 300 y 800 millones de dólares (BM/TI, 2007). Aún más impresionante fue la estimación hecha por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, acerca de montos malversados calculados entre quinientos mil a dos mil millones de dólares (Pierre, 2014).

En 2007, la Unidad de Lucha Contra la Corrupción (ULCC) publicó un estudio titulado Investigación sobre Gobernabilidad y Corrupción en Haití, en el que destacan que la estructura del Estado haitiano permite la corrupción, sobre todo, en la administración pública. La práctica de la corrupción en Haití ha sido un fenómeno observado dentro de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), agentes acreedores/socios financieros internacionales, incluso, el gobierno haitiano está concebido como el agente, supuestamente, más corrupto (ULCC, 2007). Esto demuestra el grado en el que ocurre este fenómeno en el país, en donde la corrupción es el camino más fácil para la emancipación socioeconómica, con toda impunidad.

En 2007, Haití firmó un acuerdo de cooperación energética denominado: PetroCaribe con Venezuela incorporándose a un grupo de 14 países centroamericanos y caribeños que ya habían firmado el Acuerdo desde 2005, con el país sudamericano. El objetivo, era lograr la integración de los pueblos de Centroamérica y el Caribe a través de este tipo de cooperación, partiendo de un modelo de intercambio justo que favorezca el desarrollo social y económico de la región a partir de cinco principios rectores: unidad, solidaridad, cooperación, complementariedad y visión del Sur. Este acuerdo pretendía estimular la producción local por medio del intercambio entre bienes y servicios por combustible, para fortalecer la seguridad y soberanía de las naciones de la región y promover importantes proyectos sociales y productivos. Es importante resaltar que, entre los países signatarios de este acuerdo de cooperación, Haití ha sido el único país cuya relación solidaria, diplomática y geopolítica con Venezuela no es una novedad. Ella tiene profundas raíces históricas (Olus, 2011).

Cabe señalar que detrás de este acuerdo, entre Venezuela y los países de Centroamérica y el Caribe, existe un interés geopolítico que involucra al país suramericano y a los Estados Unidos. Esto se debe a que, históricamente, esta zona ha estado bajo la influencia de Estados Unidos desde la aplicación de su política intervencionista por la llamada Doctrina Monroe en el siglo XIX. Por ello, analizamos este juego de interés de la siguiente manera: por un lado, Venezuela buscó nuevos aliados en Centroamérica y el Caribe frente al aislamiento impuesto por el imperio norteamericano; por otra parte, la mayoría de estos países son clientes de las petroleras estadounidenses, incluido Haití antes del mencionado acuerdo con Venezuela.

Según el acuerdo, Haití adquiere productos petroleros venezolanos, los vende a empresas petroleras nacionales que tienen un plazo de 30 días para pagar el 100% dados los montos facturados. En el acuerdo se definieron los siguientes términos: la suma global deberá pagarse dentro de los 90 días siguientes a la fecha del conocimiento de embarque de los productos, sin intereses durante los primeros 30 días y con interés del 2%, del día 31 al 90. La porción financiada es mayor cuando el precio de los derivados del petróleo es alto. El remanente debe ser pago en un plazo de 25 años, al 1% de interés anual. La porción financiada (ganancias) generada a través del Acuerdo PetroCaribe debería ser utilizada para financiar proyectos de desarrollo (infraestructura, educación, salud, agricultura, vivienda social, deportes) como ocurre en otros países signatarios del Acuerdo.

Sin embargo en 2017, una investigación[xiii] parlamentaria se llevó a cabo sobre el uso de los recursos financieros de PetroCaribe entre 2008 y 2016, se mostró que de esos recursos, que deberían ser destinados a proyectos de desarrollo, aparentemente US$ 3.800 millones fueron malversados. La indagatoria fue entregada a la Corte Suprema de Cuentas y Contencioso Administrativo (CSC/CA) para mayor investigación, brindando así una descripción detallada del uso de los fondos por parte de los gobiernos que sirvieron al país entre 2008 y 2016. El tribunal, a su vez, presentó el 31 de mayo de 2019 su informe final[xiv] sobre el uso de los fondos de PetroCaribe que reveló que el monto malversado en ese período se estima en US$ 4.200 millones. En este informe se acusó de corrupción a varios ministros, directores generales, empresas e inclusive al expresidente de la República, Jovenel Moïse, asesinado el 7 de julio de 2021. La máxima jurisdicción financiera y administrativa de Haití responsabiliza al ex presidente por el esquema de corrupción (CSC/CA, 2019).

La corte demuestra que los principales pasos relacionados con la buena gestión de los proyectos de desarrollo de Haití bajo el Acuerdo PetroCaribe entre 2008 y 2016, no tuvo seguimiento y debido a ello, los proyectos de inversión y los contratos relacionados con los fondos no se gestionaron de manera eficiente y económica. Por lo tanto, no hubo ninguna preocupación por las generaciones futuras. Después de la publicación del informe, las organizaciones de la sociedad civil PetroChallengers[xv] y miembros de la oposición política, salieron a las calles a protestar, principalmente en la ciudad de Puerto Príncipe, para pedir que los presuntos corruptos fueran juzgados, se pedía también la renuncia del entonces presidente Jovenel Moïse, para ponerse a disposición de la justicia haitiana. Hasta el momento, ninguno de los sospechosos involucrados en el despilfarro de los fondos de PetroCaribe ha sido juzgado, lo que revela el alto grado de impunidad en Haití.

5. Consideraciones finales

Este artículo tuvo como objetivo analizar la formación socioespacial de Haití, destacando las particularidades entre los estados de América Latina y el Caribe, respecto del fenómeno de las desigualdades socioespaciales que afectan a estas sociedades en el período actual. En el caso de Haití, podemos decir que las desigualdades socioespaciales que se manifiestan en la sociedad provienen de tres factores principales: la dominación externa del país inserto en la periferia del capitalismo, la concentración de la tierra y la corrupción. Como se muestra en este artículo, la dominación extranjera privó al país de su capacidad de desarrollo socioeconómico a lo largo del siglo XIX, usando el mecanismo del bloqueo diplomático y comercial y la compensación injusta a Francia. Esto de alguna manera impidió que el Estado haitiano desarrollara la infraestructura básica del país.

Las particularidades de Haití en la formación socioespacial de los países latinoamericanos y caribeños se revelam a través de su única lucha victoriosa en América y el mundo en 1804, contra la colonización, la esclavitud y el racismo europeo. De esta manera, Haití promueve el respeto a la dignidad humana y a los derechos fundamentales de los seres humanos en todo el mundo. Como hemos visto a lo largo del texto. Haití sufrió amenazas de invasiones y aislamiento que, a su vez, garantizaban la gestión y soberanía del Estado en un entorno regional latinoamericano y caribeño, esclavista y hostil, controlado por las grandes potencias coloniales europeas, como como: España, Portugal, Inglaterra y la propia Francia. Por lo tanto, desde el inicio de su formación socioespacial, Haití enfrentó dificultades para organizar el desarrollo del país para reducir las desigualdades heredadas del período colonial. Con el fin de crear un pacto nacional que pueda centrarse en la unidad nacional a través de un proyecto para finalizar el proceso revolucionario anticolonial, antiesclavista y antirracista, que permita la emancipación política, económica y social del país.

6. Contribuciones de los autores

Ismane Desrosiers: conceptualización; metodología; análisis formal; investigación; escritura original; redacción; recursos; curadoria de datos; administración del proyecto; adquisición de fondos.

Francisco Capuano Scarlato: conceptualización; metodologia; análisis formal; investigacion; redacción – revisión y edición; administración del proyecto.

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Notas

[i] La acumulación primitiva de capital, también conocida como acumulación original, fue el proceso de acumulación de riqueza que tuvo lugar en Europa entre los siglos XVI y XVIII, que permitió las grandes transformaciones económicas de la Revolución Industrial. Fue estudiado y descrito por Karl Marx (1818-1883), quien tomó a Inglaterra como modelo para su teoría.
[ii] Articulamos la idea de arcaísmo como proyecto dentro de la dinámica colonial en Santo Domingo, actual Haití, a partir de Florentino, Manolo. O arcaísmo como projeto: mercado atlântico, sociedade agrária e elite mercantil em uma economia colonial tardia. Editora. Civilização Brasileira, Rio de Janeiro, 2001.
[iii] Marronnage: el movimiento de resistencia contra la esclavitud, equivalente al de los quilombolas en Brasil y a los Cimarrones en la América hispánica.
[iv] Esta ceremonia religiosa del ''vaudou'' o congreso político (Pierre, 2014) fue la plataforma espiritual sobre la que se potenció toda revuelta, fue ante todo una ceremonia de alianza entre hombres y mujeres, rechazando la esclavitud y superando las contradicciones de lenguaje, para unificar su movimiento de rebelión, una alianza contra el asombro del hombre por el hombre.
[v] Usamos aquí el concepto de experiencia de Edward Thompson discutido en su libro A formação da classe operária inglesa. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1987.
[vi] Ayiti (Haití, en lengua francesa) significa tierra montañosa o tierra grande, en la lengua indígena de los Arawaks y de los Taínos, dispersados por los españoles en la primera mitad del siglo XVI.
[vii] Según Anderson Benedicto, una comunidad imaginada es aquella que evolucionaría para convertirse en una nación. Esta categoría de análisis se describe en su libro Imagined Communities: Reflections on the Origins and Spread of Nationalism. Revised ed. London: Verso, 1991.
[viii] Enlace de internet accessible en: http://bibnum2.bnquebec.ca/bna/rfn_ext/HT/ht_Constitution_Imperiale_1805.pdf . Consultado el: 15 de abril de 2018.
[ix] El índice de Gini, también conocido como coeficiente de Gini, se utiliza para indicar el grado de concentración del ingreso en una región o en un país. Este coeficiente lleva el nombre del matemático italiano Conrado Gini, quien desarrolló este índice en 1912, su objetivo era medir la desigualdad económica y social de un determinado país o región.
[x] Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) entre 1998-99, el coeficiente de Gini de los países americanos fue el siguiente: Brasil: 0,59; México: 0,55; El Salvador: 0,51; Uruguay: 0,43. In BID: Facing up to inequality in Latin America. 1998-99 (BID, 1999).
[xi] Más información enlace de internet accesible en: http://www.doc-developpement-durable.org/documents-pedagogiques-de-sensibilisation/LutteContreLaCorruption.pdf. Consultado el: 15 de septiembre de 2018
[xii] La definición, más comúnmente aceptada, es la utilizada por el Banco Mundial y Transparencia Internacional, que consideran la corrupción como “el abuso de poder conferido a un servicio público con el propósito de enriquecimiento personal, en perjuicio de la Nación y el Pueblo.
[xiii] Enlace de internet accesible en: https://pt.scribd.com/document/364094383/HAITI-Rapport-Petro-Caribbean-Octobre-2017. Consultado el: 5 de septiembre de 2018.
[xiv] Enlace de internet accesible en: https://constanthaiti.info/rapport-final-2-cscca-petrocaribe-612-pages/ . Consultado el: 03 jun. de 2019
[xv] Movimiento que surge a través de las redes sociales liderado, especialmente, por jóvenes desde 2018, que se transformó en numerosas manifestaciones callejeras contra la corrupción, principalmente contra el supuesto desfalco de US$ 4.200 millones entre 2008 y 2016 del programa PetroCaribe.
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