Resumen:
El discurso neoliberal actual se diferencia del de épocas anteriores, configurando un orden del discurso en torno al miedo, a lo precario, a la inseguridad y a lo marginal. Una estética de guerra permite ver el entramado de enunciados y enunciadores legitimados dentro de lo que fue el gobierno de Cambiemos, en la República Argentina, donde un amplio adversario discursivo se configuró como ese “otro enemigo”.
En este trabajo nos proponemos reflexionar acerca de los discursos del ex presidente argentino Mauricio Macri, la ex Ministra de seguridad Patricia Bullrich y la ex Gobernadora de Buenos Aires María Eugenia Vidal, enmarcados en la comunicación política de la alianza Cambiemos, y de la manera en que estos discursos se dirigieron a –y configuraron–sujetos marginales que se constituyen en este nuevo neoliberalismo reinante. Nos interesa articular herramientas del análisis político del discurso (Laclau 1987) y la comunicación política (Gosselin 1998) para, por un lado, analizar la hegemonía discursiva que se configura en este estado del discurso social y, por el otro, ver los procesos de interpelación subjetivante (Althusser, 1980).
Palabras clave: comunicación política, marginalidad, Cambiemos, discurso neoliberal.
Abstract: The current neoliberal discourse differs from that of previous epochs, by shaping an order of discourse around fear, precariousness, insecurity and marginality. An aesthetics of war allows us to see the framework of legitimate statements and enunciators within Argentine’s government of Cambiemos, where a broad discursive adversary was configured as that “other enemy”. In this paper we analyze the speeches of the former Argentine president Mauricio Macri, the former Minister of Security Patricia Bullrich and the former Governor of Buenos Aires María Eugenia Vidal, framed in the political communication of the Cambiemos alliance, and the way in which these speeches were addressed to –And configured– marginal subjects that are constituted in this new prevailing neoliberalism. We are interested in articulating tools of political discourse analysis (Laclau 1987) and political communication (Gosselin 1998) to, on the one hand, analyze the discursive hegemony that is configured in this state of social discourse and, on the other, see the processes of subjective interpellation (Althusser, 1980).
Keywords: political communication, marginality, Cambiemos, neoliberal discourse.
PERSPECTIVAS
Precariedad y marginalidad neoliberal: La comunicación política en la alianza Cambiemos
Precarity and neoliberal marginality: Political communication in the alliance Cambiemos
Recepción: 30 Enero 2020
Aprobación: 08 Junio 2020
Pensar la comunicación política hoy es una tarea desafiante dado que estamos inmersos en un contexto donde el entramado retórico del discurso político ocupa un espacio esencial y donde los medios de comunicación juegan un papel fundamental: la relación entre éstos y los actores sociales han modificado la forma de hacer política (Escudero 2002); es por ello que creemos indispensable pensar el discurso político dentro de las nuevas lógicas mediáticas globalizadas y, con ellos, Internet y las redes sociales. Podemos considerar, entonces, que el papel que cumplen los medios de comunicación en el escenario político –y a la inversa– constituyen nuevos efectos de los discursos políticos que deben situarse en los tiempos televisivos, radiofónicos, etc. Hoy, la relevancia de la “gestión de la fachada”, la forma en que los candidatos se “muestran” –en sentido amplio– también es clave para analizar ese vínculo entre discurso político e imagen de sí que se pretende proyectar.
Más allá de este nuevo escenario de cambios, los estudios sobre la discursividad política de Pêcheux, Maingueneau, Verón, y las relecturas contemporáneas de Alejandra Vitale, Fabiana Martínez, Mariano Dagatti, etc. son insoslayables para entender cómo se configura el discurso político. En este sentido, la comunicación y el discurso político han sido y continúan siendo un campo de estudio relevante para la sociología política y el análisis del discurso.
Por lo dicho hasta aquí es que nos interesa reflexionar sobre la comunicación política de Cambiemos. Su irrupción en la escena pública modificó la forma de hacer política en la Argentina, en sintonía con un siglo XXI que trajo aparejadas formas nuevas de comunicar. El triunfo de Cambiemos en 2015 hizo que se configuraran nuevos horizontes de inteligibilidad que permitieron que ciertas cosas pudieran ser dichas en ese momento. La reconfiguración de tópicas significativas hizo que fuera posible constituir sujetos marginales particulares que se diferencian de la etapa kirchnerista.
Creemos pertinente, para este artículo, recurrir a la categoría ‘hegemonía’ de Ernesto Laclau y articularla con los ‘tipos de acciones’ de André Gosselin, en lo que refiere a los estudios sobre la comunicación política. Entendemos que estas herramientas resultan valiosas para reconocer qué sujetos marginales se configuran en la discursividad de la alianza Cambiemos. ¿Cuáles son las formas en que lleva a cabo la comunicación de su partido y sus medidas? ¿Qué cosas se dicen? ¿A quién se dirigen? ¿Quién es el adversario político? Estas son algunas de las preguntas que interesan en este trabajo.
Consideramos que los conceptos de precariedad y marginalidad nos permiten comprender los sujetos que se construyen en el neoliberalismo reinante. Partimos de los planteos de Judith Butler respecto de las dos formas posibles de entender la precariedad: por un lado, la compartida por todos, y por el otro, la que es utilizada para configurar la desigualdad y exclusión. Comprendemos la marginalidad, a partir de la segunda definición, como el conjunto de aquellas figuras sometidas a una precariedad en tanto “una condición inducida de inequidad y miseria” (Butler y Athanasiou 2017: 37).
Entendemos que el contexto neoliberal en el que se desarrolló el gobierno de Cambiemos construyó, a partir de procesos de interpelación subjetivante, un “otro enemigo” abarcativo que deja a ciertos sujetos en los bordes, a diferencia de lo que fue el gobierno kirchnerista, que edificó la imagen de un enemigo discursivo vinculado a los grupos de poder concentrados y a ciertos sectores de la población que no estaban dispuestos a acompañar ciertas medidas de tipo nacionalistas y distributivas.
Así, los inicios de Cambiemos estuvieron signados por un adversario discursivo vinculado a sectores que se constituyen como “los que delinquen” (sin preguntarse por una falla estructural que permite esas condiciones, ergo “roba el que quiere”), los que apoyan al gobierno anterior, los que quieren “ser como Venezuela”, los que no están dispuestos a acompañar el cambio. Sin embargo, con el correr del tiempo, Cambiemos amplió ese “nosotros vs. ellos” a sectores con los que había ‘conciliado’ durante las elecciones: maestros, piqueteros, sindicalistas, mapuches, es decir, cualquiera que se le opusiera. Ahora bien, ¿cómo es tratado ese “otro”? La hipótesis que manejamos sugiere que ese otro encierra una marginalidad en tanto precariedad permanente, dejando afuera del “juego” a todo aquel que se manifieste en contra. Es decir, ya no hay un “adversario político tradicional”, sino una exclusión de los sujetos marginados a partir de una interpelación subjetivante. Son “ellos” los que quedan afuera del juego, a quienes, como veremos en el discurso de Macri, “se les acabó la fiesta”.
Consideramos que el discurso social construye ese sujeto-norma a partir del cual se evalúan a otros y donde lo marginal y ese “otro” se construyen como efectos de sentido de los juegos de poder hegemónicos que excluyen, pero a la vez incluyen en tanto vigilancia sobre lo decible y lo pensable. Es, entonces, una exclusión inclusiva, un dispositivo por equivalencia: el neoliberalismo expresa el presupuesto de que “todos podemos acceder a cualquier cosa” ficticio, atravesado por una desigualdad estructural. Con ese horizonte aparece el ethos meritocrático como pieza clave.
Como plantean Laclau y Mouffe (1987), toda configuración social es una configuración significativa. Por esto es que entendemos como crucial pensar la comunicación política en términos discursivos. Cada objeto, en términos laclausianos, está vinculado con otros objetos no solo por su referencia material, sino a partir de una construcción social; es el tejido de relaciones lo que Laclau y Mouffe llaman “discurso”. Entender el sistema de vinculaciones en torno a la marginalidad nos permite ver qué sujetos se erigen al interior de ese entramado. El sujeto, desde esta perspectiva, no es más origen de sentido, sino que ocupa lugares o posiciones subjetivas en la estructura discursiva. Laclau lo piensa en términos de dispersión.
Laclau y Mouffe (1987) conciben lo real en relación a los procesos de orden simbólico y discursivo, donde lo social está determinado por la contingencia. El Análisis Político de Discurso (APD), desde una perspectiva posfundacional/posmarxista, cuestiona la existencia de un fundamento último; los conceptos son siempre provisorios, inestables y aparecen a partir de una realidad difusa y fragmentada donde ingresan discursos dislocatorios.
Laclau y Mouffe (1985) piensan el orden social como precario, en el que siempre se intenta fijar un sentido que no podrá ser saturado de manera absoluta. Siempre aparece la posibilidad, la contingencia y, por ende, la modificación del “orden establecido”. Los autores conciben lo social como un proceso hegemónico donde reina la contingencia.
La articulación hegemónica en este esquema supone la posibilidad de constitución de un sistema discursivo. La totalidad –suturada precariamente– es la que continúa presentando la posibilidad/imposibilidad de lo social. El discurso, entonces, aparece como práctica articulatoria donde los elementos se relacionan de una manera singular. Las identidades también aparecen como contingentes y es a través del discurso que se va a tratar de fijar un sentido, intentando reinar en el campo de la discursividad.
Así es que surgen los denominados puntos nodales y significantes vacíos que pueden ser interpretados de múltiples maneras, pero siempre serán vaciados y relacionados con un portador universal de legitimidad. Su significación nunca va a estar determinada, porque está siendo sometida en forma constante a una lucha.
Es importante remarcar que Laclau considera a la demanda social como la unidad mínima de análisis, le interesa observar cómo las demandas sociales se van encadenando unas con otras –operan en una cadena de equivalencias– y en algún momento logran ingresar en el campo hegemónico (1987), en el campo de lo decible. ¿Cuáles son esas demandas sociales que pudo visibilizar la alianza Cambiemos? ¿Qué demandas intenta satisfacer este espacio político a partir de la construcción de sujetos marginales?
Entendemos que vivimos en una era de la información que muchas veces nos incomunica; por ende, la comunicación política debe tejer estrategias claves para poder generar enunciados que circulen en el campo de lo decible. Como sabemos, la imagen que se transmite en el discurso político es primordial y a partir de lo lingüístico/no lingüístico se construye un universo de imágenes que pone en juego un ethos particular.
Partimos de la definición de Canel, quien dice que la comunicación política es la actividad de instituciones y personas donde “se produce un intercambio de mensajes con los que se articula la toma de decisiones políticas, así como su aplicación en y para la sociedad” (1999: 27). En sintonía con esta definición, André Gosselin (1998) sostiene que hay cuatro polos fundamentales a tener en cuenta en la comunicación política: acción y recepción (horizontal), las arenas y los territorios (vertical). Respecto a estos últimos polos, establece una diferencia importante entre territorio y arena: el primero alude a un espacio en el cual el discurso va a desarrollarse, mientras que en el segundo se enuncia la esfera mediático-política de ese espacio público. Es el lugar mítico de construcción del debate en la esfera social. Los territorios dependen de la organización, los contextos y las estructuras, y precisan de las oportunidades de los actores de la comunicación política; mientras que las arenas son todos los dispositivos, reglas y estrategias que definen las interacciones entre esos actores, son lugares sociales que a veces pueden nuclearse como instituciones. Un ejemplo actual, en la Argentina, son los casos de corrupción.
En este sentido, la comunicación política puede ser comprendida como un continente, como aquella arena política-mediática donde aparece la delimitación del área del discurso. No existe el discurso político si no hay una arena, si no hay un espacio de difusión.
Gosselin (1998) dice que hay seis tipos de acciones fundamentales en la comunicación política: Acción teleológica: la comunicación procede por intención, estrategia y cálculo. Responde a la pregunta ¿a dónde vamos? Y está relacionada a las reglas generalizables de la experiencia. Acción por hábitos: refiere al tejido de la vida política: está lleno de rupturas. La recurrencia de la acción política, los discursos “ya hechos”. Hay una articulación entre el actor, la historia y lo vivido. Accionar axiológico: responde a la pregunta ¿qué queremos? Acción afectiva: responde a la pregunta ¿tenemos algo en común? El actor revela su faceta personal e íntima. La comunicación construye una imagen idealista de lo que el político quiere ser, aquí opera la manipulación y la acción se confunde con la emoción, el pathos. Esto complejiza la diferencia de lo “privado y lo público”. Acción dramatúrgica: responde a la pregunta ¿qué hacer? Es cuando el actor ocupa la escena: lanzamiento de campañas, casos de catástrofes. Acción comunicativa: responde a la pregunta ¿cómo hacer? Es la interacción y el simulacro de interacción a partir del discurso: enunciación, desde donde se toma la palabra. El actor social elige una estrategia de fondo sobre el modo en que quiere comunicar: ¿Polémico? ¿Pathémico? ¿Pedagógico? ¿Movilizador?
Los conceptos y nociones desarrollados hasta aquí nos permiten analizar el caso en cuestión: la comunicación política de la alianza Cambiemos desarrollada en el periodo presidencial 2015-2019, a partir de los discursos del ex presidente Mauricio Macri, la ex Ministra de seguridad Patricia Bullrich y la ex Gobernadora de Buenos Aires María Eugenia Vidal. Consideramos que estas tres figuras son las más representativas, a partir de las medidas que han tomado y por sus polémicos discursos legitimados en los primeros años de sus mandatos. Analizaremos el famoso discurso de Vidal sobre la inserción de ‘los pobres’ en la universidad y sus declaraciones sobre los docentes, el de Bullrich sobre la reglamentación del gatillo fácil y la denominada “doctrina Chocobar”, y la entrevista que realizó Mauricio Macri con Jorge Lanata a un año de su triunfo y su conocido discurso sobre el “gasto de energía”.
Como sabemos, el año 2015 marcó un quiebre en la escena política argentina y latinoamericana. Durante casi 17 años la mayor parte de los países de América del Sur tuvo gobiernos que dejaron atrás, aparentemente, la lógica neoliberal de los años noventa, con políticas redistributivas que favorecieron a los sectores más postergados. ¿Cómo se explica, entonces, que después de tantos años de estas políticas, casi todos estos gobiernos hayan sufrido derrotas electorales? Es importante decir que el neoliberalismo no estuvo ausente durante más de una década y media, más bien, lo que sucedió fue que la presencia del Estado no favoreció ciertas políticas de los poderes establecidos en el mundo. Es importante aclarar esto para no caer en una visión ingenua. Lo mismo sucede con el asunto de la marginalidad: si bien el kirchnerismo visibilizó y acompañó a aquellos marginados del sistema, no podemos decir que no hubo episodios de estigmatización y expulsión durante los tres gobiernos del Frente Para la Victoria (FPV).
Cambiemos es una alianza formada en 2015 por la Coalición Cívica, Propuesta Republicana (PRO), la Unión Cívica Radical y otros sectores. Vommaro (2017) plantea la relevancia de observar los orígenes de Propuesta Republicana, que comenzará con una lógica de funcionamiento “ONG”, en el año 2001, y que luego penetrará en el campo político hasta lograr tener su candidato a la presidencia, Mauricio Macri. El autor ha llegado a identificar cinco facciones al interior del PRO: la derecha tradicional, la facción peronista, la radical, la de los empresarios y la de los profesionales del universo de las ONG.
A partir 2015, cuando gana las elecciones Mauricio Macri, podemos ver cómo hay una hegemonía discursiva que cambia con respecto a la etapa anterior, nuevos horizontes de inteligibilidad hacen posibles que ciertos discursos emerjan de manera singular, como el discurso de asunción del Presidente Macri, que permite vislumbrar ese cambio. Sin embargo, como mencionamos antes, el resultado de la coalición Cambiemos no se debe a acontecimientos coyunturales, sino más bien tiene que ver con todo el proceso del discurso antipolítica conocido como ‘que se vayan todos’ del 2001. Es en ese momento de crisis económica, social y política en el que el discurso ONG empezó a emerger de manera particular.
A diferencia de lo que muchas veces se cree, la hegemonía no aparece como algo intocable, perdurable e impenetrable; como ya dijimos, ésta tiene siempre un carácter precario y contingente. Cualquier discurso hegemónico está acechado siempre por la posibilidad de cambio, por el antagonismo que articula esa relación exterior-interior. Es así que lo que podemos denominar como hegemonía kirchnerista viró de manera significativa, dado que esa siempre es su condición de posibilidad. No hay una seguridad eterna, sino más bien son aquellas fuerzas las que pujan por revertir ese orden constitutivo.
Recuperando lo desarrollado sobre las demandas sociales: ¿Cuáles son esas demandas que Cambiemos supo atender con respecto a la etapa anterior? La corrupción a través del lema “se robaron todo” o la concepción de un “otro enemigo” que acecha mi libertad individual (a través del robo, la corrupción o medidas gubernamentales) fueron algunas de las demandas sociales que circularon en medios de comunicación, discursos políticos y cotidianos. Es claro que estos cambios no se producen de un día para el otro, sino que se van dando a partir de demandas particulares que logran universalizarse, y esas demandas van a estar en tensión permanente con otras.
Así es que ciertos sujetos –que siempre se constituyen en la estructura discursiva– se van a configuran de manera diferente en una etapa y otra. Como dijimos anteriormente, ese “otro” adversario interpela ideológicamente a sujetos marginales. Si bien en sus comienzos, la alianza Cambiemos trató de marcar ese “nosotros y ellos” a partir de un colectivo específico: “los que apoyan al gobierno anterior”, en el transcurso de su mandato fue caracterizando, a partir de interpelaciones particulares, sujetos marginales y precarios que aparecen como el principal enemigo. Es interesante observar que Macri en sus discursos siempre llama a la unidad, a que “estemos juntos todos los argentinos”, mientras que, al mismo tiempo, se busca resaltar ese “ellos vs. nosotros”. Entonces, mientras que por un lado se quiere incluir y se habla del “esfuerzo de todos”, por el otro, se busca desarmar, separar y enfrentar a unos con otros.
Ahora bien, los adversarios particulares del gobierno de Macri que se fueron configurando con el correr de los años, se articularon a partir de los reclamos de diversos sectores: docentes, estudiantes universitarios, reclamos de ciudadanos en referencia al “no al gatillo fácil”, mapuches, etc., es decir, todo aquel que osara oponerse al gobierno era un potencial enemigo. Ahí es donde se da un proceso de interpelación subjetivamente que emerge desde el discurso gubernamental macrista, pero que se amplifica en enunciados mediáticos configurando un sistema doxológico particular.
En este trabajo nos interesa mostrar tres ejemplos que dan cuenta de la lógica discursiva de Cambiemos: siempre en contraposición a su adversario discursivo, el kirchnerismo, esta hace inteligibles enunciados para estigmatizar y expulsar a ciertos sectores de la órbita de lo “aceptable”.
Si algo caracterizó al gobierno de la alianza Cambiemos fue hacer inteligible la idea de compromiso, responsabilidad y transparencia, basado en enunciados instalados en el sistema doxológico y con amplificación mediática: “Macri es rico por eso no viene a robar”. La idea de que el ‘mejor equipo de los últimos 50 años’ –como supo decir Macri cuando asumió– traía por detrás una impronta transparentista de la política, con funcionarios dueños de empresas que no tenían que saquear al Estado como ‘el gobierno anterior’. Esta concepción, además de ser difundida por múltiples medios de comunicación, fue respaldada con hechos conocidos, como la difusión del gasto de la obra pública que divulgaron en los boletines y la página oficial. Este era un golpe duro para el kirchnerismo, que estaba deslegitimado por los casos de corrupción conocidos como “los bolsos de López” y otros en los que personas afines al partido habían sido denunciados por robo al Estado. Esto hizo que el discurso cambiemista sobre la transparencia tuviera más fuerza.
Macri todo el tiempo remarcó el “estemos juntos” para resolver los problemas de la Argentina: “seamos responsables” fue otro tópico que se instaló en discursos conocidos como el de “gasto de energía” del 11 de julio de 2016:
“Es importante que todos estemos juntos para resolver este tema […] La Argentina hoy necesita que cada uno sea responsable, y que consumamos menos energía, la mínima energía posible […] De ahí viene el problema que tenemos, porque todo el mundo se dedicó a gastar mucha energía”.
Este discurso sobre el gasto de energía fue muy significativo, dado que por entonces era verosímil el enunciado de que ‘el kirchnerismo derrochó energía’ como hizo con muchas otras cosas. De todos modos, el ‘todo el mundo se dedicó a gastar energía’ transciende la problemática específica en sí, es una marca discursiva que se puede hacer extensiva a otros ámbitos, como la obra pública. En una entrevista realizada pocos días después con el periodista reconocido anti kirchnerista Jorge Lanata, Macri insiste con el tema: “Acá se acabó la joda para todo el mundo”. “Pudimos enderezar el avión para que nadie se estrelle”. Construye así otra vez la idea de un Estado anterior que malversó, manipuló y derrochó el dinero de millones de argentinos. El ‘todos juntos’ anterior y el ‘para todo el mundo’ de esta entrevista busca enfrentar en vez de incluir: se les acabó la joda a aquellos que derrocharon y a quienes apoyaron ese despilfarro, mientras que el ‘estemos todos juntos’ refiere a quienes quieren salir de esa etapa oscura.
Por último, me interesa destacar que la potencia de la verosimilitud del discurso macrista en ese 2016 fue clave para las elecciones legislativas del 2017. Luego se encontrarán casos de corrupción entre los dirigentes de este partido, pero más que los hechos que lo prueban importó la manera en que Cambiemos configuró a su adversario discursivo o, en términos de Laclau y Mouffe, la manera en que pudo canalizar las demandas de una gran parte de la población.
Esta lógica permite que otros enunciados de Macri y otros funcionarios sean aceptados y hasta militados por periodistas, intelectuales y ciudadanos comunes: se construyó una idea de que el pasado kirchnerista había sido corrupto y mentiroso y que debía dejarse atrás. Esto habilita discursos de odio y estigmatización frente a ese otro que ‘perjudicó a la sociedad toda.’
Si bien esta lógica de comunicación política se puede ver en otros funcionarios de Cambiemos, es en esta conferencia sobre la educación en la provincia de Buenos Aires (27 de noviembre de 2017), donde la ex gobernadora postula que:
“La educación pública en la provincia se privatizó de hecho. Cada vez más familias, de las que menos tienen, hacen un enorme esfuerzo por llevar a sus hijos a una escuela vecinal, parroquial, para evitar que pierdan días de clases”.
Y agrega que ella no especuló cuando pidió “las declaraciones juradas de los policías, cuando me peleé contra el juego, cuando hice la primera reforma del Servicio Penitenciario […] No estoy viendo si esto me va a beneficiar. Creo que la educación pública no da para más”. Aquí continúa una lógica de la transparencia, según la cual ellos hablan desde “las cuentas claras”, en este caso desde acciones concretas como “pelarse contra el juego”. Eso hace inteligible que su evaluación sobre la educación pública esté legitimada, y donde lo público aparece como deficiente e insuficiente a partir de, por un lado, “doce años de corrupción” y, por el otro, porque lo privado genera mejores resultados, volviendo verosímil el relato. Lejos de la construcción discursiva de un Estado presente, María Eugenia Vidal propone otra salida: irse de lo público a lo privado, “lo que muchas familias están eligiendo hoy en día”. Si bien no se refiere al gobierno kirchnerista, está claro que ‘los que eligieron lo público’ son afines a este movimiento.
Aquí no se analiza quienes no pueden acceder a lo privado, ni las condiciones estructurales de una educación digna, como sí sucedió durante el gobierno kirchnerista (de parte de los funcionarios como de intelectuales afines); es decir que hay un discurso meritocrático de falsa transparencia donde ‘todos podrían tomar la decisión de ir a la escuela privada’, aunque solo sea un bajo porcentaje quien puede acceder a ese lugar. Esto es una manera de excluir y de construir una frontera discursiva entre quienes pueden y quiénes no. No hace falta lanzar un enunciado directo, más bien se crea toda una lógica que legitima el valor meritocrático.
Lo mismo sucede en el discurso que da frente al reclamo salarial docente, en el que se estigmatiza al sindicato de profesores y enfrenta a unos con otros. Ahí deja claro que el Estado no está para gastar e invertir en ‘los que se la llevan’:
“¿Es de equidad y es justo que la mayor parte de los docentes de nuestra provincia vayan a trabajar y pongan su mayor esfuerzo por enseñar, y una minoría se lleve 19 mil millones de pesos en licencias con enormes abusos? […] Todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad”.
Aparece la idea de que quienes nacieron en la pobreza no llegan a la universidad, lo que hace inteligible su idea anterior de que lo privado es lo necesario para reforzar esa creencia que circula cual doxa de “ser alguien en la vida”.
Por último, interesa remarcar los discursos de quien fuera una de las funcionarias más importantes de esta alianza: la ex ministra de seguridad Patricia Bullrich. Particularmente, hay dos discursos que nos interesa analizar: el que dio en medio del conflicto con la comunidad mapuche, y el del denominado “caso Chocobar”.
Desde sus inicios, el objetivo de esta ministra fue imponer lo que muchos argentinos pedían a gritos: “la mano dura”. Había ya muchas demandas particulares que versaban sobre el enojo contra los planes sociales y las mejoras de vivienda, salud y dinero para los más necesitados en la etapa kirchnerista. Estos discursos fueron nucleados por la alianza Cambiemos para generar un cambio en la estructura hegemónica: es en este contexto que se hacen inteligibles enunciados sobre aquellos grupos que no fueran “productivos” para el país y que por ende se daba a entender que “vivían del Estado”. Esa lógica operó en varios conflictos protagonizados por Patricia Bullrich quien llegó a decir, en su enfrentamiento de desalojo y mucha violencia con la comunidad mapuche, que “un problema que tenemos los argentinos y los mapuches, que es un grupo, como les dije, de extrema violencia”. Aquí se estigmatiza y se expulsa a toda la comunidad mapuche, dando a entender que la totalidad de sus miembros es violenta, sin discernir o reflexionar sobre el reclamo o la problemática de vivienda de este colectivo. Si bien la comunidad mapuche no fue alojada del mejor modo durante la gestión kirchnerista, este enfrentamiento da cuenta de un cambio de época en el discurso del ejecutivo.
Otro antecedente es el discurso sobre el debate por la baja de edad para la imputabilidad de menores, en el que la ex ministra expresa: “si yo tomo al menor... al chico, cuando comete su primer delito, lo que hago es impedir que ese […] siga su carrera delictual”. La estigmatización hacia los jóvenes también fue una constante en la alianza Cambiemos, inclusive por parte de la conocida “juventud PRO”. Se trata de una idea de disciplinamiento tanto de la comunidad mapuche como de la delincuencia, sin deliberar críticamente sobre los motivos por los que las personas reclaman tierras o salen a robar.
Lejos de pensar la pobreza como se hizo durante el kirchnerismo, es decir, la temática discursiva que postulaba que el objetivo del Estado era considerar los derechos de los más vulnerados, el discurso de Cambiemos logra volver inteligibles nuevas ideas sobre la pobreza en relación a la seguridad. Otra vez aparece el valor de lo meritocrático.
Quizás el punto más alto de este discurso de disciplinamiento que posicionaba a miles de personas en los márgenes de la sociedad fue el del caso Chocobar: un policía que asesinó a un ladrón que le dio diez puñaladas a una persona en el barrio de La Boca, en Buenos Aires. La discusión principal se dio porque el asaltante tenía un cuchillo y Chocobar una pistola, es decir, legalmente no tenía que disparar. Sin embargo, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el presidente Mauricio Macri brindaron toda su ayuda al policía, llegando a declarar, como lo hizo Macri: “Chocobar tiene todo mi apoyo”; “no entiendo el fallo de la justicia” (16 de febrero de 2018). Por su parte, Bullrich postuló que “salimos de un paradigma zaffaroniano para pasar a uno donde la víctima es más importante que el victimario” (6 de diciembre de 2018). Esto marca un cambio de época, de prioridades, de políticas, es decir, de discurso: aquí interesa pensar esa variación socio-discursiva que cambia con respecto al kirchnerismo. Macri critica el fallo de la Justicia –cuando procesan al policía Chocobar– diciendo que no entiende los argumentos del juez, dado que Chocobar “está para defender a todos los argentinos”. En ese sentido podemos preguntarnos: ¿no es, acaso, el ladrón, un argentino?
Consideraremos, por un lado, el discurso de Macri y, por el otro, el de Bullrich y Vidal, porque entendemos que el discurso del ex presidente expresa una cuestión central ya mencionada: el inclusivo y el exclusivo en relación a un proyecto de país. Por el contrario, en los discursos de ambas funcionarias aparece el exclusivo de manera excepcional, interpelando a esos sujetos que quedan al margen, relegados, estigmatizados.
El “estar juntos para seguir adelante y resolver los males que tenemos”, “el planteo sobre la argentina de hoy que debe ser responsable, un problema que tenemos todos y debemos solucionar”, etc. Por otro lado, aparece la exclusión: “se acabó la joda”, así, sin más, refiriendo a aquellos que estaban viviendo “de joda” sin asumir las “responsabilidades” para que “todos salgamos adelante”. ¿A quiénes se les acabó la joda? ¿A los que estaban con el gobierno anterior? ¿A quiénes piensan distinto? ¿A quiénes no quieren hacer el esfuerzo?
Respecto al primer discurso (el conciliador), podemos decir que la acción teleológica, es decir, ese “a dónde vamos” se expresa en las frases “tenemos que salir adelante”, “la Argentina que se viene”, etc. Esto va relacionado al contradestinatario por excelencia: “el gobierno anterior”. Es lo que parece formar parte de la experiencia, de eso “que ya vivimos y nos hizo mal”. Es acá donde aparece la acción por hábitos, donde la experiencia histórica refiere a eso que se quiere comunicar: lo anterior nos sirvió como experiencia para saber que tenemos que ir hacia “otro rumbo”.
Respecto al accionar axiológico, a ese “qué queremos”, se vislumbra a partir del “salir adelante”, “el dejar el pasado atrás”, etc. Siempre aparece la acción afectiva, lo pathémico, la apelación a las emociones (que no es tan fuerte como en otros políticos) en relación a “los sueños que todos tenemos”. Si vamos a dejar atrás ese pasado que nos hizo mal, es que estamos construyendo un mundo mejor donde cualquiera puede acceder a lo que antes era prohibido.
Respecto a la acción dramatúrgica, Gosselin (1998) refiere al ¿qué hacer?, es decir, fundamentalmente esto se da en casos de catástrofes naturales. Pero, ¿es el kirchnerismo un caso de catástrofe? Para Cambiemos, parece que sí. La comunidad mapuche y los que delinquen también lo son
Por último, respecto a la acción comunicativa, podemos ver que el discurso de Macri apela a lo polémico a partir de un contradestinatario que está siempre ahí, es el enemigo que hay que eliminar. Y aparece una invitación, un “vamos todos juntos que se puede”.
En Bullrich y Vidal vemos con mayor claridad aquellos sujetos marginales, esos excluidos que no tienen lugar en el proyecto “inclusivo” que propone el presidente Macri. Aparece aquí la noción de interpelación subjetivante por excelencia. Se configura una subjetividad marginal produciendo un sentido singular que aleja a los sujetos del centro de la escena: el que es pobre, mapuche o ladrón queda afuera del sistema hasta cuestionar, en términos de Bullrich, si es argentino.
Bullrich y Vidal buscan la adhesión de la audiencia apelando a la acción afectiva y dramatúrgica: buscan que el público se sienta interpelado por los casos en cuestión: la emoción aparece en relación al ‘mañana te puede tocar a vos’. Esto va acompañado de un quehacer claro: ‘hay que crecer’ en el caso de Vidal, o el “hay que impedir que el chico siga su carrera delictual”. No aparece ninguna reflexión sobre cuáles son las estrategias propuestas para crecer, en el caso de Vidal o por qué una persona roba, apelando al sentido común sobre que, si alguien roba, seguro lo volverá a hacer y así sucesivamente, en el caso de Bullrich. ¿Qué opciones se proponen para que un chico no delinca? Ninguna, es por eso que entendemos que ahí aparece la marginalidad, la exclusión, lo precario. También está en la generalización de “los mapuches son de extrema violencia”, separándolos del colectivo de “argentinos”. Ellos parecen ser otra cosa, están afuera del “nosotros” y son peligrosos. En el caso de Vidal, como vimos, aparecen los “pobres que no llegan a la universidad”, otra sentencia y generalización que expulsa del sistema a quien no tiene nada. Ahí aparece la acción por hábitos, lo que forma parte de nuestra experiencia, lo que es obvio: “todos sabemos que no llegan”.
Como puede verse, la acción comunicativa de ambas funcionarias es claramente polémica, muestra un “nosotros” y un “ellos” que invita a la exclusión, a ese otro que tiene que estar alejado para que puedan construir una Argentina mejor, eso que tanto repitió Macri en sus discursos.
A partir de estas consideraciones, podemos pensar que, en este nuevo panorama, el estudio del discurso político debe estar acompañado de una indagación sobre la comunicación política integral de los candidatos en cuestión, dado que el hombre y la mujer política está obligadas a trabajar con diversos parámetros que lo proyecten, de manera favorable, para lograr la adhesión del público.
Entendemos que la alianza Cambiemos tiene, de manera constitutiva, una contradicción permanente a partir del mecanismo inclusión/exclusión, contradicción que muy propia del neoliberalismo. La idea de que “podés formar parte si te esforzás y si no pensás diferente” parece ser una constante. Por un lado, están construyendo una Argentina para todos y, por el otro, hay que “cortarle la joda” a aquellos que obturan la posibilidad de cambio.
Salvando las distancias, se puede ver en ciertos discursos de los presidentes Trump y Bolsonaro algunas de las recurrencias señaladas. El estar adentro/afuera parece estar presente en los discursos de los gobiernos neoliberales. La configuración del sujeto marginal se hace a través de una interpelación ideológica que, como ya decía Althusser y Pêcheux hace más de 40 años, se manifiesta en su espacio por excelencia –no el único– que es el plano de lo discursivo.
Por último, consideramos que es posible articular herramientas del análisis político del discurso con las de la comunicación política. En ese sentido, adherimos al eclecticismo propuesto por algunos autores que, lejos de pretender una metodología rígida, proponen una articulación pertinente entre las teorías sin llegar a la hibridación por la hibridación.