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El paisaje cultural como un reflejo de la teoría cognitiva de la metáfora 1
Cultural landscape as a reflection of the CognitiveTheory of the metaphor
deSignis, vol. 35, pp. 101-111, 2021
Federación Latinoamericana de Semiótica

ESCENARIOS



Recepción: 07 Octubre 2020

Aprobación: 25 Noviembre 2020

DOI: https://doi.org/10.35659/designis.i35p101-111

Resumen: Este artículo indaga las funciones gnoseológicas desde la perspectiva de la ontología del proceso, desde de la que se construye la experiencia del mundo que nos rodea. Se contemplan los estudios de metáfora desde la perspectiva de los paisajes culturales, puesto que se trata de un esquema imagen fundamental. La investigación explora como las metáforas forman campos semánticos dentro de un espacio geográfico determinado, dando lugar a espacios significativos en el marco de las geografías culturales correspondientes. Así mismo, la metáfora del paisaje se emplea en el discurso científico, marcando la dirección y el desarrollo del pensamiento científico. Las unidades textuales estructurales en el discurso científico son loci-símbolos de doble naturaleza, tanto espacial como figurativa e informativa.

Palabras clave: teoría cognitiva, paisaje cultural, texto.

Abstract: The article explores gnoseological functions explored from the point of view of process-ontology, from which our integral worldview is constructed. Metaphor is viewed from the perspective of cultural landscapes, a basic image schema. The study explores how metaphors create semantic “fields” in a given geographical space, providing signifying spaces within the corresponding cultural geographies. Additionally, the metaphor of the ‘field’ is used a basic text in scientific discourse, which sets the direction and the development of the scientific thought. Structural textual units in scientific discourse become loci-symbols with a binary nature: spatial as well as figurative and informative.

Keywords: cognitive theory, cultural landscape, text.

1. LA CULTURA Y EL ESPACIO

La interacción entre cultura y espacio representa uno de los problemas ontológicos más importantes. Las comunidades humanas territoriales inevitablemente llegan a formar un sistema de las nociones, estereotipos y símbolos conectados con el lugar de su hábitat. A lo largo de la historia, tanto las imágenes artísticas como las ciencias exactas, incluso el espacio geográfico como tal, se unen formando una aleación de materia, información y “energía cultural humana” (Vernadski 1991: 126). De manera general, uno se refiere a este fenómeno en términos de “espacio cultural” y “espacio geocultural”. Tanto la geografía como la antropología cultural disponen de variedad de definiciones. Por lo tanto, tenemos que concretar cómo trabajaremos con dichas definiciones.

Espacio geocultural es una forma semántica e informativa de significar la existencia de culturas en un espacio geográfico de integridad global, con componentes eidéticos, ideativos y simbólicos. Este espacio se crea sobre la base de los objetos físicos y sociogeográficos y existe en estrecha relación con ellos.

El paisaje cultural se entiende aquí como un conjunto de espacios geoculturales; como un fenómeno cultural, o sea, un sistema de matrices y códigos culturales, expresados a través de signos y símbolos directamente relacionados con un territorio, y/o con expresión material en dicho territorio; este sistema puede interpretarse como un texto en su sentido cultural más amplio. La vista general del área, también definida a veces como terreno, se referirá en este trabajo como paisaje.

La teoría de la noósfera, propuesta por V. Vernadski (1991) y de la semiósfera, desarrollada por Y. Lotman (2002), representan un marco universal para estudiar la relación entre el ser humano y su entorno geográfico. Noósfera supone la unidad de naturaleza, cultura e información producida. Semiósfera implica la universalidad y la exclusividad de los procesos semióticos.

Según investigaciones recientes, el paisaje cultural es una parte estructural de la noósfera, y, al mismo tiempo, es su imitación estructural: como un fractal, un paisaje tiene la misma organización. El paisaje tiene todos los elementos: desde el substrato geológico y natural y su segunda naturaleza hasta las ideas más abstractas que están conectadas con este lugar a través de su creador y a través de las obras creadas por los seres humanos.

Respectivamente, basándonos en estas ideas, podemos hablar de la sustancialidad de las imágenes y los sistemas de los signos vinculados al espacio. Precisamente este tipo de conexión permite atrapar esos signos y sus significados en la red del mundo material. Una vez allí, empiezan a formar parte del mundo.

Las metáforas, junto a los distintos tipos de signos, representan un espacio importante de la semiósfera. Así las cosas, una parte bastante amplia de las relaciones entre cultura y espacio tiene origen metafórico. Tanto el espacio en general, como el paisaje en particular, pueden ser comprendidos como metáforas. Durante el proceso de creación de una metáfora se crean multitud de connotaciones semánticas a través de la cuales se transmite información sobre el paisaje y la cultura.

La teoría cognitiva se puede contemplar desde la metáfora del paisaje. En este sentido, el paisaje puede ser interpretado como un concepto que contribuye a la formación de una variedad de los marcos abstractos (Gestalt) dentro de la cultura.

Si las observamos desde dentro, las metáforas funcionan como los procesos cognitivos que nos ayudan crear y profundizar nuestras creencias sobre el mundo y nos permiten crear nuevas hipótesis. Si observamos desde fuera, funcionan como intermediarios entre la razón humana y la cultura. Las nuevas metáforas cambian la lengua habitual que usamos y, al mismo tiempo, nos hacen cambiar los modos de percepción y las formas del aprendizaje del mundo. (McCormack 1990: 360)

La ciencia cognitiva actual (con figuras como Lakoff & Johnson 1980 o McCormack 1990 entre otros) considera la metáfora como un modo de conocer, estructurar y explicar el mundo, además de un método para categorizarlo y conceptualizarlo. Dos aspectos principales de la metáfora, la semejanza y la diferencia de las nociones, además de los objetos y los campos semánticos, se trabajan en la teoría cognitiva, ya que estas características están relacionadas con los procesos del conocimiento, tanto con la estructura de pensamiento como con la lengua.

Lakoff y Johnson argumentan que la metáfora existe no solamente en la esfera de la lengua. Los autores insisten en que los procesos de pensamiento humano, y el sistema conceptual en general, comparten también este carácter metafórico y que la estructura metafórica de las nociones principales determina los valores culturales más fundamentales.

El paisaje natural y cultural se puede considerar como una metáfora. El proceso del conocimiento a través de la metáfora sin duda incluye la imagen además de los sentimientos y las emociones, que posiblemente sean una manera de reaccionar ante esta imagen. Lakoff y Johnson describen la metáfora como un proceso que se desarrolla en tres niveles distintos: 1) como un proceso lingüístico; posible movimiento de la lengua habitual hacia antanaclasis, luego hacia la epifora y, finalmente, de regreso a la lengua habitual; 2) como proceso semántico y sintáctico, es decir, la explicación de la metáfora en los términos de teoría lingüística y, por último, 3) la metáfora como proceso cognitivo en el contexto más amplio del proceso evolutivo del conocimiento. Así las cosas, la metáfora se considera no solo como un proceso semántico sino también como el proceso cognitivo fundamental, sin lo cual adquisición de los conocimientos nuevos sería imposible (McCormack 1990: 381).

Los procesos metafóricos que tienen lugar en el paisaje cultural pueden afectar mayormente los niveles semánticos y cognitivos, aunque también tenemos que tener en cuenta la parte lingüística: lo que uno puede observar especialmente en los casos de las metáforas de orientación que estructuran la percepción del espacio en general y del paisaje, de lo que se tratará más adelante en este artículo.

Desde el punto de vista de la semántica del paisaje cultural, tiene importancia una de las teorías que describe los procesos de la conversión en una metáfora como una interacción bipolar entre los dos dominios del conocimiento: en el dominio cognitivo de “origen” (source domain) y otro dominio cognitivo del “destino” (target domain). Es importante que en el proceso de la conversión en una metáfora tiene lugar la estructuración del dominio de destino según la imagen del dominio de origen, a través de la denominada “proyección metafórica o cognitiva” (metaphorical or cognitive mapping) (véase Lakoff 1990, Turner 1990; también Baranov 2008: 9 y Budaev 2007: 16-32). Como resultado de esta proyección, el dominio de destino se vuelve más claro y conceptualmente organizado de esa manera para que el objetivo esté más disponible para la percepción que funciona según los códigos y los marcos de cierta cultura.

De esa manera, las metáforas forman parte de los códigos culturales que también determinan las relaciones entre el ser humano y el espacio. Si analizamos el paisaje desde el punto de vista de la metáfora, podemos ver que los elementos morfológicos como montañas, ríos, ciudades, iglesias, vertederos, etc. realizan el doble papel del origen y del objetivo.

2. EL PAISAJE COMO EL ORIGEN DE LA PROYECCIÓN METAFÓRICA

El paisaje puede considerarse como el dominio de origen actúando como un modelo metafórico (Modelo M) para una variedad de los conceptos culturales fundamentales y secundarios. Se puede describir el modelo M como un “racimo” de los descriptores significativos por la interconexión que tienen sus campos semánticos (véase Baranov & Karaulov 1991). El Modelo M del paisaje tiene regularidad jerárquica y semántica. Por ejemplo, varios tipos de las metáforas complejas suponen que los ríos entran a los mares, los caminos llevan a alguna ciudad y las montañas estén por encima de los valles.

Por supuesto, en primer lugar, tenemos que mencionar que en el proceso de metaforización, el paisaje es un caso individual del espacio como tal, y de sus representaciones. Ambos pueden interpretarse como una experiencia universal. El conocimiento en el dominio de origen está organizado en relación a los esquemas imagen (image schemas), estructuras cognitivas relativamente simples que se reproducen continuamente en el proceso de la interacción entre los seres humanos y el mundo que los rodea. A estos esquemas imagen pertenecen, por ejemplo, categorías tales como como “contenedor”, “camino”, “equilibrio”, “arriba/abajo”, “delante/detrás” o “unido/separado”. Como podemos ver, la mayoría de estas categorías esenciales comparten características diatópicas. Es posible también añadir la categoría de “derecha/izquierda”, muy representativa en la cultura rusa y en su lengua, donde de la palabra “derecha” se asocia con lo verdadero y lo justo, mientras la palabra “izquierda” tiene connotaciones de algo malvado y engañoso.

Si el paisaje funciona como domino de origen entonces con más frecuencia participará en la construcción de metáforas estructurales. Es decir, dará estructura y conceptualización a otras nociones que son dominio de destino de la proyección metafórica. No obstante, si un sistema se organiza a imagen de otro sistema, y la metáfora organiza este sistema en base a las relaciones entre ambos, entonces se trata de una “metáfora orientativa”. En la mayoría de los casos, las metáforas orientativas convierten una noción aparentemente abstracta en una noción diatópica, ya que se construyen por analogía con la percepción del espacio. El conjunto del sema “arriba/abajo” y el paisaje cultural y natural, junto al sistema de los valores culturales, se concentran en estas metáforas.

En el caso del paisaje como dominio de origen resulta bastante problemático diferenciar entre estos dos tipos de metáforas (estructural y orientativa), ya que frecuentemente el campo semántico de la metáfora conceptual abarca un campo más amplio, afectando así a los discursos contiguos y a los campos semánticos. Para crear las metáforas del paisaje, habitualmente no se usan algunos paisajes concretos sino los que son más típicos y que presuponen un conjunto estándar de características naturales.

Por ejemplo, en poesía y narrativa literaria se puede encontrar una metáfora que se usa con frecuencia para expresar una situación de agotamiento tras una temporada de estrés: el término “páramo” que describe la tierra quemada por el sol. Por otra parte, en la cultura rusa, el término “pantano” describe metafóricamente una vida tranquila que no tiene muchos eventos. Sin embargo, connotaciones como el riesgo de muerte cerca de lugares pantanosos se introduce en la cultura a través, por ejemplo, del cine. Por ejemplo, el tema del pantano-muerte aparece en películas de la saga fantástica “El señor de los anillos”, basadas en los relatos del escritor inglés J.R.R.Tolkien, lo que marca las diferencias entre el paisaje ruso y el británico. La conexión entre la estructura cognitiva “vida tranquila – pantano – muerte” no resulta ser muy evidente a primera vista en la cultura rusa, aunque se hace evidencia más con ayuda de otra metáfora que existe en la cultura rusa “una vida tranquila es la muerte del espíritu”.

Las montañas como el origen de la proyección metafórica suelen aparecen en singular, ya que en diferentes culturas es bastante común encontrar el vínculo “montaña – ser humano” que se usa exclusivamente en relación al género masculino. Esta metáfora presupone cierto exceso en las características físicas y espirituales. Una descripción común en ruso para los atletas es “una montaña de los músculos” que, además tiene una connotación negativa.

Resulta interesante que el cuerpo femenino frecuentemente se percibe como un paisaje completo, con colinas y cuevas; o que los ojos de la mujer sean lagos o mares. La metáfora de los ojos como “lagos azules sin fondo” aparece ya en “Cantar de los Cantares”. Sin embargo, en el caso la metáfora empleada para referirse a un matrimonio fracasado la mujer se convierte en el “pantano” que atrapa a su marido en la monotonía.

El sistema de las imágenes que se emplea en las metáforas, por ejemplo en “la vida es un viaje”, presupone un componente paisajístico porque de esta manera se refiere a la desigualdad cualitativa de los tramos que uno tiene que superar. En el caso del camino espiritual, se trata de un “ascenso” (escalar una montaña). Los obstáculos tienen connotaciones de terreno quebrado, mientras el ascenso presupone la transferencia metafórica de la estructura del paisaje montañoso.

Visto que la topología cognitiva del dominio de origen define, en cierta manera, el modo a través del que comprendemos el dominio de destino, podemos decir que las metáforas orientativas dan estructura a la lengua y a la cultura en el contexto de marcos diatópicos.

3. EL PAISAJE COMO EL OBJETIVO DE LA PROYECCIÓN METAFÓRICA

Si el paisaje se representa como dominio de destino de la proyección metafórica, el ser humano ocupa el lugar de dominio de origen. Como hemos mencionado, esta metáfora se remonta a la antigüedad, vinculada a una comprensión mitológica del mundo en la queobjetos inanimados se perciben como animados y también como sagrados. (Kasavin 1998: 262)

La asimilación del paisaje al cuerpo humano ocurre también en las culturas modernas con bastante frecuencia. En el paisaje cultural de Rusia, la metáfora más común es de los dos capitales como dos partes del cuerpo humano vitalmente importantes. San Petersburgo es la cabeza y Moscú es el corazón. Lo que no cambia es el deseo de reconocer el cuerpo humano, o al menos el rostro, en el contorno del paisaje local, sobre todo si es montañoso, lo que da más espacio a la imaginación. Por ejemplo, así ocurre con el perfil del poeta ruso Maximilián Voloshin, que durante mucho tiempo vivió en la ciudad de Koktebel en la península Crimea. Los rusos vemos también una cara humana en la obra el “Gran espíritu de Himalaya” (1934) del pintor ruso Nikolái Roerich. Tenemos además muchos ejemplos de las sierras montañosas comparadas al cuerpo femenino en la cultura de los habitantes en las montañas de Crimea, Cáucaso, Ural y Altái. En la toponimia popular rusa, los nombres de las colinas de los paisajes locales suelen tener connotaciones eróticas, refiriéndose a las partes más llamativas de los cuerpos, tanto femenino como masculino.

En la lengua rusa, la metáfora que relaciona el paisaje al cuerpo humano está muy establecida. Utilizamos expresiones como “el brazo segundario del rio”, o “los lagos son los ojos de la Tierra”. Como ya escribió el escritor, filósofo y naturalista norteamericano Henry David Thoreau en su famosa obra Walden, o la vida en los bosques, un lago es uno de los rasgos más bellos y expresivos del paisaje. Es el ojo de la tierra; y mirándose en él descubre el observador la profundidad de su propia naturaleza. El investigador en poética del espacio, G. Bashlyar menciona cómo estas ideas suponen la duplicación de la belleza del paisaje reflejado es la raíz del narcicismo universal (Bashlyar 2004: 181).

Lo mismo podemos decir de expresiones como “el pie del monte” o “el hombro de la montaña”. La metáfora que asocia al hombre a la montaña tiene especial prominencia en la lengua rusa. Se habla incluso de “la cadera de la montaña”, cerca del pico. En la jerga de los alpinistas se habla de la conquista de la montaña, de batallas contra los montes. Las montañas pueden incluso convertirse en seres vivos, y sus picos en las cabezas (Lakoff & Johnson 2008: 91).

Aunque según la opinión de Lakoff y Johnson, estas metáforas son marginales en la cultura y en la lengua, se pueden observar en ciertas subculturas, como por ejemplo en la jerga de los alpinistas, donde ésta relación con el paisaje llega a crear una especie del culto neopagano; como ocurre con la costumbre de saludar a las montañas antes de la escalada o la de añadir una piedra a las pirámides de las piedra que señala los descansos, expresando respeto y agradecimiento a la montaña por las etapas superadas con éxito durante el ascenso Podemos suponer que en casos como este, la metáfora forma un discurso del viaje por las montañas y desarrolla el papel de practica discursiva.

Tenemos también el ejemplo del hombre grande a quien llaman “montaña”. En la película “Alguien voló sobre el nido del cuco”, un clásico de la cinematografía dirigida por Miloš Forman y basada en la novela de Ken Kesey, el “Gran Jefe” supera a todos por su aspecto físico, aunque se siente muy pequeño. Solo después de un periodo del crecimiento espiritual al final de la película afirma ser “grande como una montaña”, y por ello capaz de hacer algo valiente. Además, en el lenguaje cotidiano existe la frase “firme como una roca” que se refiere a la fuerza y la implacabilidad de carácter.

Según N.V. Pavlovich, compilador del diccionario de imágenes poéticas de la lengua rusa de los últimos tres siglos, a parte de las metáforas antropomórficas existen, sobre todo en la ficción narrativa, metáforas que estructuran los objetos geográficos según la imagen de otros objetos del mundo material y espiritual, como animales, plantas, comida etcétera.

4. LAS PROYECCIONES METAFÓRICAS CONTRARIAS

Las metáforas conceptuales pueden formar las estructuras conceptuales o “modelos cognitivos” que son las categorías cognitivas. La proyección metafórica, aunque sea de forma abstracta, y sin la conexión a un paisaje en concreto, inevitablemente marca su percepción. Mirando al río una persona no puede evitar pensar en la metáfora del paso del tiempo: “la vida es un río”.

El paisaje actúa como una exploración de significados diatópicos donde conceptos y signos se despliegan. Pero también ocurre que las metáforas se desarrollen en otra dirección. Por ejemplo, “la vida es un río” se corresponde con “el agua es vida”. Ambas metáforas tienen las connotaciones paisajísticas bastante definidas.

Otra metáfora “bilateral” es “el océano es como materia prima”. Esta metáfora tiene una conexión especial con la cultura védica donde se encuentran términos como “las olas del caos” y “el océano de fuego”, metáforas que están en relación a la materia cósmica. El fuego se considera un símbolo de la energía primigenia; el agua, fuente de vida. De ahí las emociones que se experimentan cerca del mar o navegando, cuando parece que se establece una conexión con categorías transcendentes.

A la relación entre el paisaje y la cultura se suman mecanismos que convierten las características analógicas en cuantitativas a cualitativas. Este fenómeno se manifiesta en la diferenciación y separación de los territorios donde no hay fronteras claramente definidas, como describen Lakoff y Johnson, donde la limitación del territorio, y la definición de sus fronteras, son un acto de evaluación cualitativa. Los objetos delimitados, como las personas, las piedras o los territorios tienen su tamaño. Este tamaño puede someterme a una evaluación cualitativa debido a la cantidad de sustancia que poseen. El ejemplo que ofrecen de que “Kansas tiene mucho terreno” (There’s a lot of land in Kansas), tiene que ver con su comprensión como espacio limitado y su condición de “receptáculo”. (Lakoff & Johnson 2008: 55)

De esta forma, el paisaje tiene también una relación directa con la metáfora conceptual del “campo de visión” (“visual field”). Tanto el campo de visión como los límites de un territorio quedan establecidos por operaciones mentales que lo categorizan como receptáculos. Estas metáforas son bastante naturales y motivadas por los límites físicos que condicionan lo que podemos ver.

5. LAS METÁFORAS QUE SE USAN PARA LA INVESTIGACIÓN DEL PAISAJE

La comprensión metafórica del espacio es una línea especial de investigación en las ciencias humanas, por lo que el espacio se convierte en un reto semántico para la creación de nuevos significados. Ya Ortega y Gasset escribiría sobre la metáfora como instrumento mental imprescindible y como forma del pensamiento científico, deliberando sobre las dos grandes metáforas definieron a la comprensión de la consciencia en la filosofía (Ortega y Gasset 1924: 387-400). De la misma manera geografía tiene el numero muy limitado de las metáforas determinantes, a la base de las cuales se construyen las investigaciones científicas posteriores sobre el paisaje.

La investigación del siglo veinte, muestra una cierta transformación de las metáforas que se refieren a la investigación; en particular en lo que se refiere a las relacionadas con el ámbito geográfico. D.N. Zamyatin analizó algunas de ellas. Examinando el trabajo de Foucault, llegó a la conclusión de que las metáforas diatópicas se habían expandido, y que el espacio geográfico se trasformaba en su propia metáfora o equivalente a ella. (2004: 32-33)

Así por ejemplo, en geografía, la metáfora principal que estructura el entendimiento científico del paisaje es la de “espacio-jerarquía”; especialmente cuando se trata de la correlación e interacción entre diferentes unidades territoriales que poseen rangos taxonómicos distintos. La jerarquía de las fronteras naturales del paisaje, percibida en su integridad, se compone ya de partes de rangos jerárquicos diferentes que obedecen la lógica de la coexistencia. Una de las variantes de estos modelos jerárquicos es la zonificación. Supone la subordinación interna de las partes, donde las regiones pueden ser divididas en micro-regiones, aunque también al contrario, unidas en macro-regiones.

Otra variante de la estructura jerárquica es el modelo vertical “de capas” culturales entre el paisaje cultural y el espacio geocultural. Los investigadores destacan dos capas fundamentales: la naturaleza y la cultura. En algunos modelos la capa cultural se divide en capas subordinadas: económica, social, informativa y espiritual. Se supone que observar estas capas una por una no tiene sentido, puesto que están interconectadas. Además, destacan también las capas de la cultura material y de la no-material. Este hecho nos lleva al planteamiento de la investigación y la conservación del patrimonio cultural y natural exactamente en el marco de la idea del espacio geocultural en su integridad.

La segunda metáfora que apareció más tarde en el siglo veinte es la del “espacio-rizoma” formulada por Gilles Deleuze y Felix Guattari. Estos investigadores franceses introdujeron una nueva metáfora, interpretando la noción de sistema con una ramificación infinita no jerarquizada. El objetivo de esta metáfora es, según los autores, confrontar las estructuras lineales, como el pensamiento. La estructura rizomática, descrita e interpretada por los autores a través de varios ejemplos, respondía a la necesidad de reflexionar también sobre la concepción de espacio geográfico en el contexto de la globalización. Según la lectura que realiza Zamyatin, la metáfora del rizoma presenta una reproducción ideal del espacio como si fuera un entorno relajado en modo de descanso (2004: 33). Siguiendo a Wheelwright, podemos decir que, en este caso, los objetos del mundo exterior, tanto reales como ficticios, se desplazan hacia el campo cultural y espiritual, encontrando una nueva “profundidad espiritual” con la ayuda de la imaginación (1990: 83). El autor describe este proceso como “un movimiento semántico”, un movimiento implícito en la misma palabra “metáfora”, inscrito en la propia etimología (phora=movimiento). Se trata de un acto doblede distribución y conexión que pasa por la imaginación y que se encuentra en la esenciadel proceso metafórico. (Wheelwright 199: 83) Así es el nuevo entendimiento del espacio de rizoma, que en unos casos se considera como una alternativa al espacio ordenado según el criterio “centro/periferia” con la subordinación estricta que implica (Kaspe 2007).

Otra nueva metáfora relacionada con la investigación es “el paisaje como texto”, que se desarrolla principalmente en los discursos de semiótica. El paisaje puede ser interpretado como un sistema de signos o como una expresión, es decir, como un texto y como un intertexto. La cultura como texto supone un entrelazamiento de significados en los cuales se incluyen tanto el paisaje natural como el espacio de la ciudad. El texto, entendido como tejido, puede tener “nudos” y “agujeros”, es decir, otros espacios ya denominados por Foucault “heterotopias”, que se diferencian de otros espacios por su significación y utilización. Estas premisas teóricas y sus metáforas contribuyen después al desarrollo de las investigaciones aplicadas; por ejemplo, en paisajes concretos, mayormente urbanos (Goh & Yeoh 2003). La metáfora del paisaje como texto se puede invertir, convirtiendo al paisaje tanto en el dominio de origen como en el de destino. Así, se puede tratar los textos como paisajes que contienen montañas, que proporcionan énfasis, presión o mayor dificultad en un sentido determinado, y depresiones de lectura fácil. De esta forma, la comparación de las estructuras lingüísticas y diatópicas y de las imágenes literarias conectadas con el espacio geográfico es un tema fructífero de investigación (Wee & Goh 2020).

6. CONCLUSIÓN

Centrándonos mayormente en la función gnoseológica de la metáfora, llegamos a su función ontológica que se basa principalmente en el proceso de la construcción de la realidad, expresada en metáforas. En este caso, la metáfora crea una imagen integral del mundo y en seguida se convierte en una parte del paisaje cultural, donde la percepción diatópica y los códigos culturales conforman su parte más esencial.

Una metáfora puede crear muchas connotaciones que contribuyen a la transmisión de la información, tanto del carácter geográfico, como del cultural. Cada paisaje cultural contiene multitud de significados cifrados, y parte de ellos está definida por metáforas. “Los racimos” de descriptores significativos y denotativos de cada metáfora forman, al mismo tiempo, un campo semántico en el espacio geográfico. A través del uso metafórico de un topónimo se forma el aura semántica del objeto geográfico correspondiente.

En el paisaje, como una formación integral, las propias metáforas pierden su integridad, formando un espacio simbólico. Filósofos y semiólogos estudian la estructura de estos textos, trasladando significados del espacio. De esta forma, cuando uno investiga el espacio geocultural, la estructura cognitiva más productiva es la metáfora de “el paisaje como un texto”. Sus unidades estructurales son loci-símbolos que, por definición, tienen doble naturaleza espacial y figurativa. En este sentido, y de acuerdo con Yuri Lotman, “podemos definir toda la cadena desde un texto literario básico, como una metáfora, hasta la cultura, como mecanismo texto-produciente” (Lotman 2002: 158). Así, podemos considerar la metáfora como el antepasado del texto. Por analogía podemos observar la formacióndel texto del paisaje cultural de la metáfora y del símbolo fijados en las tradiciones culturales. Mi monografía El espacio y los sentidos: la semántica del paisaje cultural ofrece un examen más pormenorizado de estas cuestiones.

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Notas

1. Este artículo ofrece una versión corregido con adiciones a partir del libro: Lavrenova O. (2019) Spaces and Meanings: Semantics of Cultural Landscape. Cham: Springer International Publishers. (Se publica con el permiso.)


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