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Por una semiótica participativa
Cristina Peñamarín
Cristina Peñamarín
Por una semiótica participativa
deSignis, vol. 35, pp. 257-265, 2021
Federación Latinoamericana de Semiótica
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Por una semiótica participativa

Cristina Peñamarín
deSignis, vol. 35, pp. 257-265, 2021
Federación Latinoamericana de Semiótica

PAOLUCCI, Claudio

Persona. Soggettività nel linguaggio e semiotica dell’enunciazione, Milan: Bompiani, 2020

Algunos problemas centrales hoy para la semiótica aparecen en este notable libro de Paolucci, que integra muchas de sus aportaciones anteriores y ofrece una interesante apertura a la reflexión sobre la enunciación, incluyendo las producciones audiovisuales. Suscita además muy interesantes cuestiones a otras perspectivas, como la sociosemiótica, aparentemente excluida, o presentados sus supuestos e intereses como ajenos a los aquí desarrollados por Paolucci. Trataré de exponer, en primer lugar, la teoría de este autor, de hacerla comprensible para quienes no la conocen, para preguntarme a continuación, entre otras cosas, qué aporta su propuesta y como puede dialogar, además de con el cognitivismo, como se propone hacer, con otras perspectivas semióticas que se interesan por cómo participa la vida del sentido en la vida social.

La enunciación produjo “una ruptura en el estructuralismo” (Manetti, 1998: 40), al introducir, a partir de Benveniste, la dimensión del acto, la acción de producir un enunciado. Esta obviedad, que un acto o una serie de actos producen la manifestación o, en otros términos, la semiosis, y que un acto implica un sujeto, en este caso un enunciador, se introdujo con pleno derecho en el estructuralismo saussureano por un motivo. Porque Benveniste mostró que ciertos términos del sistema de la lengua no pueden adquirir sentido pleno gracias a otros términos del sistema, sino por referencia a la situación particular en que se producen (las palabras yo, tú, aquí, ahora, los deícticos, etc.). Los estudiosos de la lengua, dedicados al sistema, estaban obligados a reparar en que el sentido mismo, la clave de este sistema, requería referirse al uso de la lengua por un sujeto en un momento y lugar particulares. Y podían entenderse como incluidos teóricamente en el estructuralismo muchos trabajos dedicados a estudiar la enunciación y los procesos de significación en relación con sus situaciones de uso.

Paolucci polemiza recurrentemente con esta vieja historia y con el “paradigma de los deícticos” que implica. Se plantea construir una teoría de la enunciación no restringida, como la de Benveniste, a la situación de comunicación oral, a sus sujetos, espacios y tiempos (y sus deícticos), sino ampliada a enunciaciones, científicas, audiovisuales, de Big Data, y otras. Además ha de cumplir la condición, clave para él, de ser una teoría plenamente semiótica y de articularse con las propuestas de Latour, una influencia tan fundamental en esta obra como la de sus antecesores en la semiótica y la lingüística (a menudo Paolucci define su perspectiva como semiolingüística). El problema que me suscita es si por rechazar una teoría supuestamente aplicable sólo a un caso (la comunicación oral), termina excluyendo de su teoría de la enunciación ese caso particular y con él las más comunes conversaciones, diálogos y encuentros.

Para empezar, podemos señalar un posible punto de encuentro con muchos estudios de inspiración sociosemiótica. Paolucci rechaza de plano la individualidad del sujeto enunciador, el yo productor del discurso, supuesto centro y origen de la subjetividad. Una instancia de la enunciación como yo-aquí-ahora está pensada desde la posición «mayor» de la ontología occidental, sostiene, desde «la presencia del sujeto a sí mismo». El yo-aquí-ahora es un efecto semiótico, más que una posición de partida (2020: 226). Argumenta que siempre hay más de un enunciador en una enunciación, retomando la idea de praxis enunciativa de Fontanille y de agenciamiento colectivo de enunciación, de Deleuze y Guattari. En un artículo en el que sintetiza las aportaciones del libro que aquí se comenta, señala Paolucci:

Mientras escribo, realizo actos de enunciación, produzco enunciados, pero en mi enunciado no hay sólo huellas de una palabra en primera persona. Hay también normas que hablan (las normas de un discurso que se quiere científico en ciencias del lenguaje; las normas de la revista Actes Sémiotiques, etc.), usos y hábitos (definir el problema de entrada; presentar a continuación la literatura sobre ese tema, etc.), así como instituciones (el director que me ha invitado a presentar este trabajo, los evaluadores que me han propuesto modificaciones, etc.). Entonces, si la enunciación es “el acto mismo de producir un enunciado”, la agency de este acto está distribuida en una multiplicidad de instancias enunciantes. En mi enunciado hay un agenciamiento de instancias enunciantes (Paolucci, 2021: 4)

El ejemplo da fácilmente a entender la multiplicidad de “instancias enunciantes”, normas, hábitos, instituciones, que forman parte de una enunciación, (aunque echamos en falta otras instancias igualmente indispensables en ese enunciar). La multiplicidad desplaza la discusión sobre la primacía de la primera persona. Para Paolucci, si yo es un producto del enunciado, y no el origen del mismo, lo ya dicho y depositado en la enciclopedia (Eco) es el material que conforma los enunciados y, en una de sus más logradas definiciones, señala: “la enunciación es un acto de ‘modulación de lo ya dicho’, en el que se concatena la propia palabra personal con los miles de palabras ‘impersonales’ almacenadas en la enciclopedia” (2020: 220).

Con su propuesta teórica, Paolucci, además de distanciarse de la primacía del yo y de la “ontología del sujeto” (u “ontología occidental”), nos lleva a pensar en una multiplicidad de coenunciadores y en aspectos tan sociales como los hábitos, los usos y las normas -que “también hablan”, dice-, aunque tienden a ser olvidados en una concepción individualizantey psicologizante de la enunciación.

La cuestión de la diversidad de voces sociales que participan en la enunciación de los textos ha sido un rico campo de indagación sociosemiótica (de los fenómenos de dialogismo, hibridación, etc.) También se encuentra, en otro modo, en la semiótica estructural. Decía Fontanille: “la enunciación no puede ser considerada solamente como un ‘acto de apropiación individual de la lengua’. La individualidad en cuestión no es más que una fase particular en un proceso que sigue siendo colectivo, y que tiene siempre el efecto de confirmar o desmentir, modificar o transformar, asumir o recusar un sistema semiótico que no es de naturaleza individual” (Fontanille 2018: 11). Una idea que se deriva de la concepción, inspirada en Greimas, de la praxis enunciativa que interesa particularmente a Paoluci: “el conjunto de actos por los cuales unos discursos son convocados, seleccionados, manipulados e inventados por cada enunciación particular” (Fontanille, 1999, 2018: 10). Desde esta perspectiva se podría estudiar cómo la praxis enunciativa encadena esas diferentes instancias o discursos formando particulares agenciamientos colectivos de enunciación.

En su reflexión sobre la enunciación, Paolucci privilegia el plano que llama semiótico, el interno al sistema, la enciclopedia, sobre el semántico (o semántico-pragmático). Aquí Benveniste, a diferencia de en otros pasajes de su obra, ejerce de autoridad, porque “define ‘semiótico’ el modo de significar propio del signo en el interior de las formas lingüísticas, e independientemente de una situación extra-lingüística particular”, y semántico como el modo de significar que hace referencia a la situación de discurso o a la actitud del locutor (Paolucci 2020: 52). Paolucci sostiene decididamente esta frontera, semiótica vs semántica, y afirma que él trata de fundar su teoría de la enunciación en el nivel semiótico, es decir, interno al sistema e independiente de la situación de enunciación, que en cambio era básica para Benveniste y para su teoría de la deixis. Pero Paolucci salva el concepto del “aparato formal de la enunciación”, que considera clave traducir al audiovisual, por ejemplo.

¿Cómo incorpora Paolucci, desde su visión de la semiótica, lo social de las normas y los hábitos al proceso de enunciación? Conjuga la teoría semiótica de los modos de existencia (Fontanille y Zilberberg, 1998) con la idea de enciclopedia de Eco, que contiene las normas y usos sociales, en la forma semiótica de registros, inscripciones, repertorios: “conjunto registrado de todas las interpretaciones”, o también, conjunto de recursos semióticos que forman la competencia del intérprete. Paolucci convierte la enciclopedia en el “conjunto de los eventos semióticos”, como sinónimo de los enunciados ya enunciados “que representan el fondo de toda posible enunciación futura” (2020: 140). Sostiene que al enunciar no se realiza sino una “adición de sustracciones” (una serie de selecciones y reiteraciones) a la enciclopedia, nunca una creación original (pese a que señala que cada agenciamiento enunciativo es singular, no reconoce ninguna creatividad o novedad en el enunciar algo, al igual que hace la teoría de la praxis enunciativa).

Como he apuntado, para este autor es fundamental así mismo la concepción de Latour (2013) de la enunciación, si bien diría que sus aportaciones han de ser tomadas con una pizca de sal desde una perspectiva semiótica (centrada en la significación), pues para Latour todo lo que existe se enuncia, “se altera y se reanuda, nunca es en sí mismo sino en y por otros”, incluidos los seres de la técnica, los de ficción o los seres inertes (la “materia bruta”). Latour llama enunciación al pasaje o el paso entre los diferentes modos de existencia, y piensa el enunciar como “enviar un nuncio”, alguien o algo “que hable por uno”. Este e-nunciar abre, para Paolucci, un “pequeño drama”, una escena de enunciación con sus posiciones relativas. La enunciación trata de lo que media y permite pasar de un modo de existencia semiótica virtual a uno actualizado o realizado. Este es el “paso”, la mediación clave que realiza cada enunciación entre la multiplicidad de las normas y usos sociales que se virtualizan, actualizan o realizan en el enunciado. Así entiende la teoría de la enunciación como una teoría de las delegaciones y mediaciones, que indaga quién habla por nosotros, en qué entidades delegamos nuestra palabra (2020: 24).

Retomando un ejemplo de Passolini, señala que cuando Dante usa palabrotas y expresiones groseras en la Commedia habla como otro o a través de él, pero ese otro “no tiene nada que ver con una persona tercera, sino con un conjunto de normas, usos y hábitos” (Paolucci 2020:219). “El enunciador, o la imagen de la enunciación reconstruida a partir de las huellas que deja en su enunciado, reenvía a la pluralidad”. Se trata, para este autor, de una pluralidad de “dimensiones” semióticas, que incluye la virtualización de las normas que Dante “usa” y “vive” habitualmente y la actualización y realización de jergas que “Dante no usa”, pero que “pulsan en su enunciado y reenvían a otros usos”. Dimensiones heterogéneas, con sus diferentes modos de existencia, que se unen sin homogeneizarse en la forma que Passolini llama “discurso indirecto libre” (id: 220). El enunciador es el “ocupante sin lugar” (Latour), la instancia de mediación que une las dimensiones heterogéneas que coexisten en el enunciado en un equilibrio inestable (id: 221). En este pasaje o mediación, la enunciación “libre e indirecta”, la modulación de un punto de vista a través de otro, agenciamiento o concatenación enunciativa, es la “forma constitutiva de la relación entre las virtualidades enciclopédicas impersonales y los sujetos que se apropian de ellas, los ‘ocupantes sin lugar’” (id:212).

Un problema central para Paolucci es cómo comprender que la enunciación construye al tiempo el enunciado y su sujeto, como decía Greimas, o el enunciado y las instancias enunciantes con sus posiciones de sujeto, dirá él. Si no hay persona sin lenguaje, la clave de la subjetividad no es el yo, sino el hecho de que el lenguaje hace posible el desdoblamiento del sujeto entre la primera y la tercera persona, el ejercicio de ver el yo como un él y tratarlo como un objeto de la propia reflexión.

Lo que define la subjetividad, para este autor, es la capacidad de mentir, de engañar, que según señala, adquiere la criatura humana entre los 9 y los 18 meses, y le permite jugar a ser otra (pretend play), un juego que implica y desarrolla una capacidad de imaginación ligada a la ficcionalidad. Para las ciencias cognitivas modernas, sigue el autor, este aspecto del desarrollo de la criatura “no sólo desliga la subjetividad del yo lingüístico para conectarla con la imaginación, la acción y la capacidad semiótica de engañar al otro, también nos muestra cómo el yo es lo último que se desarrolla y depende constitutivamente de la intersubjetividad del tú y de la impersonalidad del él” (Paolucci 2020: 43).

La subjetividad se entiende a partir de la capacidad de construir imaginativamente un mundo alternativo y a uno mismo como figura o personaje en él. Para Paolucci la clave de la subjetividad es definitivamente la tercera persona, el pronombre él, a la vez una persona, como en “el portero cerró”, y una no-persona, referida a procesos impersonales, como “llovía a mares”, “cundió el desánimo” o “se hace tarde”. La persona-no persona, él, que participa en la formación del yo y del -Guillaume 1991-, tiene una cualidad lógica particular: supone una forma de oposición no exclusiva, del tipo A vs no-A, sino participativa, A vs (A+no-A) -una revisión del concepto clave de oposición, proveniente de la lingüística de Hjemslev, que ha recibido últimamente mucha atención en la semiótica estructural-. La subjetividad requiere que el sujeto se vea como otro, como un él (o como yo+no-yo), requiere la impersonalidad y la tercera persona. La opción de Paolucci por una teoría impersonal de la enunciación, centrada en la tercera persona y sobre todo en el impersonal absoluto, se, del “se dice”, “se hace así”, implica la preminencia de la oposición inclusiva, participativa, en la que algo no se opone de forma excluyente a algo, sino que puede incluirlo (como la no-persona puede incluir a la persona).

Otro embate a la lógica estructural clásica atañe al concepto mismo de acción y con él al de sujeto. El acto de enunciación ha de entenderse, para este autor, desde una lógica “ergativa”. Enunciados como “cundió el desánimo” son vistos desde el lenguaje no como la acción de un sujeto, sino como un proceso impersonal que implica al sujeto (Violi 2007: 194). La acción se produce sin un hacer externo al proceso. Si hay una causalidad, la agencia causante es plural o indeterminable. La lógica de la acción transitiva, un sujeto hace x, habría obviado la acción ergativa, sin sujeto causante, que en cambio es, para Paolucci, la propia de la enunciación. “La idea de que el acto de enunciación construye a la vez el enunciado y las instancias enunciantes, no debe interpretarse de manera transitiva -el sujeto que produce un enunciado que a la vez le produce a él mismo-, sino de manera ergativa -el sujeto se enuncia a través de un acto que le hace emerger simultáneamente con el enunciado a partir de otras instancias enunciantes” (2021:11)

Estas dos lógicas, de la oposición participativa y de la acción ergativa, atraviesan la concepción de la enunciación de Paolucci. La enunciación, colectiva e impersonal-participativa, adquiere además en esta teoría un carácter de evento, “evenemencial”. Retomando la idea de enciclopedia como conjunto de eventos semióticos, sostiene: “una lógica enciclopédica define una lógica de tipo ‘evenemencial’, que abre en su interior posiciones enunciativas difusas, y no una lógica de tipo ‘personal’ donde la enunciación está ligada a categorías de tipo deíctico” (2020: 140). Esta visión llega a borrar o cuestionar la idea misma de acto enunciativo. De hecho, la definición de la enunciación fluctúa a lo largo de toda la obra, vista en unas ocasiones como acto (con sujeto), en otras como evento (sin sujeto), es decir, como una cierta articulación de instancias y dimensiones que sucede, ocurre, sin la intervención de un sujeto.

Cuestiones también centrales para entender la enunciación en el audiovisual. No existe en lo audiovisual un “aparato formal de la enunciación” que pueda derivarse de la teoría de los shifters, deícticos o embrayeurs propios del discurso oral, como señalaba Metz (1991). Pero existe un aparato formal de la enunciación en el audiovisual, subraya Paolucci (2020: 237). El espectador, que se espera encontrar como destinatario (diana), ocupa la posición del enunciador (origen) en la medida en que es identificado con la cámara. “El espectador sería, en suma, al tiempo un yo y un tú” (Metz 1991, Paolucci 2020: 239). Aparece así un primer rasgo del lenguaje fílmico, que define dos posiciones de sujeto en el lugar del destinatario. El mecanismo audiovisual, además, funciona como una prótesis del oído y de la vista, una prótesis de la subjetividad. “En el audiovisual el enunciado contiene prótesis (y no simulacros) de la enunciación, que constituyen su aparato formal” (id: 263). El texto se presenta como una serie de puntos de prensión perceptiva, cognitiva, narrativa y los lugares de quien oye, ve, sabe, etc., las posiciones actanciales de la enunciación, son creadas a partir de las prótesis de la enunciación, de su “aparto formal” (id: 267). De hecho, asumimos puntos de vista y capacidades perceptivas no humanas o más que humanas, que expresan una “subjetividad de tipo maquínico que es propia del lenguaje audiovisual” (id: 271), en el que se da una enunciación participativa, impersonal y no antropoide (id: 245)

Al observar su uso de estereotipos y configuraciones típicas, sus recursos propios, como mostrar la cámara, incluir el film en el film y otros simulacros de la producción, la enunciación audiovisual se entiende, según Paolucci, como una praxis que participa de la formación de géneros, estilos, gramáticas socioculturales, que construyen o deforman el stock enciclopédico (2020: 247). Pero sostiene que es necesario diferenciar la praxis enunciativa de la enunciación como tal. Ambas son pasajes de mediación entre modos de existencia (virtuales, actuales, etc.), pero son diferentes pasos, instancias y modos de existencia en “la enunciación (esquema) y en la praxis enunciativa (norma, uso)” (id: 248). Esta diferencia permite “evitar el mayor peligro”, el de hacer la enunciación equivalente a un proceso de producción semiótica en el interior de prácticas no semióticas y operado por un actor concreto situado en la cultura y la historia.

La teoría de la enunciación no es la teoría de un emisor históricamente situado que produce el mensaje. La enunciación es una propiedad de los lenguajes y, para funcionar, todo lenguaje debe construir un aparato formal que apunte a fuera del lenguaje y cree puestos y posiciones que permitan su uso en el interior de las varias praxis. La enunciación es, por tanto, un conjunto de formas y de puestos que el lenguaje crea y no tiene nada que ver con una teoría del emisor inserto en la cultura y la historia. (Paolucci 2020: 250)

Es evidente que, en la enunciación, entendida como propiedad de los lenguajes (sistema) y diferenciada radicalmente de la praxis enunciativa (norma, uso), el sujeto enunciador históricamente situado (degradado a “emisor”, pues aquí el lenguaje de la comunicación desagrada), no tiene “nada que ver” con la teoría de la enunciación. Quien asume en cambio el papel de sujeto es el sistema, el lenguaje, que crea, responde al “deber de construir”, un aparato formal que conecte, apunte afuera, cree puestos y posiciones. “Todo sistema semio-lingüístico debe crear algunas dimensiones (grandezze) que presentan formas de existencia heterogéneas que el acto de enunciación convierte y transforma” (2020: 115). Los elementos que conectan dentro y fuera del sistema y formas de existencia heterogéneas entre sí, son identificados por Paolucci con los embrayeurs, shifters y deícticos, el “paradigma de los embrayeurs” con el que se querella este libro. Reconoce que esos elementos son imprescindibles pues permiten el uso, el apuntar afuera del lenguaje por medio del lenguaje, etc., pero le importa señalar que tal cosa existe en el sistema y gracias al sistema.

La performatividad del lenguaje, que diríamos se da sólo en su uso, se transfiere también al sistema gracias al “aparato formal de la enunciación”, que tiene la propiedad clave de ser performativo, dado que “los embrayeurs del lenguaje verbal son esas categorías especialísimas que permiten ‘hacer cosas con palabras’” (como decía Benveniste: mientras “yo juro” es un compromiso, “él jura” es una descripción. Hacer algo, como jurar, requiere la primera persona y el deíctico yo). Esta performatividad asignada al sistema, a su aparato formal, será decisiva, pues según Paolucci, su semiótica de lo audiovisual se abre a una semiótica cognitiva del cine, sea en su concepción enactivista o de simulación encarnada, en tanto “todas estas perspectivas han intentado comprender en qué modo las formaciones enunciativas del texto orientan el posicionamiento existencial del espectador y su experiencia, con particular atención a la perceptiva, sensible y medial” (id: 275).

Sin duda, una línea de investigación apasionante, orientada al estudio de los efectos de las “formaciones enunciativas” en el espectador, sujeto aislado con su experiencia mental-corporal ante el audiovisual. Desde fuera del cognitivismo, otras perspectivas semióticas se interesan de otra forma por la enunciación en cuanto dirigida a un destinatario particular con cuyos sistemas de sentido el enunciado ha de dialogar (anticipar, revisar, sugerir). Estas perspectivas pueden enriquecerse por el diálogo con una teoría de la praxis enunciativa, que se interese por la formación de géneros, estilos, gramáticas socioculturales, que construyen o deforman el stock enciclopédico.

En la tradición de Benveniste y Greimas, la enunciación se entiende como constitutivamente dual, uno enuncia o “se enuncia” ante, con, alguien. Por esa intrínseca tensión dual, el sentido del enunciado se revela como necesariamente situado y marcado por su orientación a un destinatario particular, como insistía Eco. Echamos en falta esta constitutiva orientación del texto o enunciado a su destinatario previsto, así como la cuestión general del sentido. ¿Cómo entendemos el más sencillo enunciado, la Commedia de Dante o este libro de Paolucci, sin tener en cuenta al destinatario, el lector o los diversos lectores previstos, cuya anticipación está en el origen del enunciado o de la obra e impregna su sentido (Eco 1979)? Ciertamente, en el enunciado es posible reconstruir la imagen de su enunciador, pero también la de su enunciatario, el destinatario previsto, igualmente inscrito en el texto.

Si nos preguntamos por el sentido -ya que el objeto de la semiótica es la producción e interpretación del sentido-, podemos reparar en una sugerencia de Latour, que omite Paolucci: “el sentido es la trayectoria dibujada por un modo y que define a la vez los predecesores y los sucesores de un curso de acción cualquiera” (Latour 2013: 232); “cada vez que uno puede definir antecedentes y consecuentes, hay un sentido” (id: 149). La insistencia de Latour en observar el sentido como “lo que sigue”, los consecuentes que se enlazan con los antecedentes, nos remite a la pragmática de inspiración peirceana, para la cual la significación de cualquier signo se determina por sus consecuencias, por los efectos e interpretaciones que le siguen. En esta semiótica, sentido e interpretación se producen siempre desde el punto de vista de un intérprete particular, dotado de una enciclopedia y unos intereses no coincidentes, e incluso potencialmente conflictivos, con los del enunciador.

Esta perspectiva pragmática, más que ser subsumida en la semántica, es ignorada en este estudio. Sin embargo, el sentido aparece como una de esas categorías participativas que pertenecen a la vez al esquema y al uso, ya que cuando hablamos del sentido del enunciado, no es posible describir uno sin el otro. Como señala Fontanille, “el punto de vista del discurso”, neutraliza la diferencia entre texto y contexto, pues supone admitir de entrada que todos los elementos que concurren al proceso de significación, cualesquiera que sean, pertenecen al conjunto significante, es decir, al discurso, (Fontanille 1998: 87).

Al igual que el destinatario previsto en el sentido de cualquier texto, una teoría de la enunciación “unificada”, como la que busca Paolucci, no puede excluir la enunciación propiamente participativa, la que se da ante, con, uno o más interlocutores (sea en copresencia simultánea, física, telefónica, telemática, sea diferida, vía correspondencia, email, mensajes, etc.), con los fenómenos de anticipación, réplica, sugerencia, etc., que dan sentido a los enunciados dialógicos. Así como la cuestión del tono. ¿Hay enunciación, oral o escrita, sin tono, o donde el tono no sea la clave de su sentido? Otra vez recordamos a Latour: Evitar el contrasentido “es precisamente identificar en que tonalidad habrá quetomar eso que sigue, cómo guiar la atención, cómo saber what to do next” (2013: 233).

El dinamismo, que sugiere Paolucci, de los pasajes entre instancias y dimensiones diversas que intervienen en cada enunciación, resulta limitado en dos sentidos clave: restringido al interior del ámbito de los esquemas, las normas y los usos registrados en la enciclopedia de la comunidad lingüística o cultural del enunciador, como advertía Fontanille (2018: 11). Y también limitado por un tipo de impersonalidad que, en su formulación, cancela al sujeto y al interlocutor, si bien, como señala el propio Paolucci, lo impersonal no necesariamente expulsa lo personal.

Para entender la obra de Paolucci no basta identificar los antecedentes que se encadenan “impersonalmente” en su enunciación (Benveniste, Fontanille, Eco, Latour…). Importa sobre todo entender cómo él, enunciador, los toma, cómo los acentúa, cómo se apropia de ciertos pasajes de la obra de cada precedente mientras traiciona u olvida otros, necesariamente, porque su orientación es otra y busca otras consecuencias, hallar otro sentido que no estaba del todo en los precedentes. Hay una dimensión impersonal en toda enunciación, como hay enunciaciones enteramente impersonales y las hay despersonalizadas, pero de la mayoría de las enunciaciones humanas diremos que comprometen, precisamente por cómo modulan lo ya dicho, y no sólo revelan, a su enunciador.

Suscitan el mismo problema algunas de las diferencias excluyentes en la teoría de este autor, decidido defensor de la oposición participativa (con Hjelmslev afirma que “un sistema semio-linguistico tiene una estructura constitutivamente participativa, en la que cada término participa del valor del término opuesto” Paolucci 2020: 49).

La teoría de las mediaciones de Paolucci propone distinguir dos conceptos de enunciación: la praxis enunciativa (que conecta diferentes enunciaciones previas en un encadenamiento colectivo particular y afecta a la enciclopedia) y la enunciación como una propiedad del sistema de permitir las mediaciones a los usuarios. Además, diferencia el acto enunciativo (transitivo: enunciar algo) de la enunciación como evento (o acción ergativa). Sin embargo, la única forma en que podemos comprender las diferencias entre estos conceptos es como oposiciones participativas, no privativas, como el propio Paolucci a menudo hace en su trabajo, si bien en ciertos pasos argumenta lo contrario. ¿Es posible “enunciarse” (ergativamente) sin enunciar algo (en modo transitivo), o enunciar algo sin al tiempo enunciarse? ¿El sentido de lo enunciado puede ser siempre independizado de la forma de enunciarse del sujeto?

Si aceptamos, como lo hacemos, que la enunciación abre diferentes posiciones de sujeto, no necesariamente hemos de vincular esa apertura y pluralidad del lugar de la enunciación con una lógica “evenemencial”, que excluye lo personal y lo deíctico. Lo que “ocurre” en la enunciación, los papeles que se distribuyen, los registros y usos que se articulan en el enunciado, no implican la desaparición del sujeto enunciador, individual o colectivo, más bien lo presuponen, al igual que al interlocutor, actual o virtual y el espacio-tiempo de la enunciación. También aquí hemos de pensar en una lógica participativa en la que evento y sujeto, “lógica evenemencial y lógica personal”, no se excluyen mutuamente (como sugiere Paolucci 2020: 140).

El extraordinario trabajo de Paolucci puede enriquecer en buena medida a otras perspectivas semióticas que no consideren excluyente la diferencia semiótica vs semántica-pragmática. Ni consideren el “mayor peligro” entender “la enunciación como un proceso de producción semiótica en el interior de prácticas no semióticas y operado por un actor concreto situado en la cultura y la historia”. Que entiendan más bien que no hay prácticas sociales no semióticas, ya que todo fenómeno social implica, en una de sus dimensiones básicas, una relación de sentido que interesa a la semiótica.

Material suplementario
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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MANETTI, G. (1998) La teoria dell’ enunciazione. Le origini del concetto e alcuni più recenti sviluppi, Siena: Protagon.
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PAOLUCCI, C. (2020) Persona. Soggettività nel linguaggio e semiotica dell’enunciazione, Milan: Bompiani.
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