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La Historia del Libro como campo de estudio en las Humanidades1
I. R. Willison
I. R. Willison
La Historia del Libro como campo de estudio en las Humanidades1
Amoxtli, núm. 2, pp. 91-102, 2019
Universidad Finis Terrae
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Comunicaciones académicas

La Historia del Libro como campo de estudio en las Humanidades1

I. R. Willison
Amoxtli, núm. 2, pp. 91-102, 2019
Universidad Finis Terrae

Tout, au monde, existe, pour aboutir à un livre’ Mallarmé.

El reciente desarrollo de la Historia del Libro

La Historia del Libro ha emergido no solo como un campo de estudio en sí mismo, sino también, como crítica al desarrollo del mundo de la enseñanza en general. El reconocimiento implícito de esto se puede ver en los recursos (financieros y humanos), que la academia está dedicando a su objetivo. Proyectos colaborativos, de varios volúmenes, nacionales y regionales para una adecuada Historia del Libro (ya terminado, en el caso de Francia, o bien en curso), compiten con éxito por recursos que, de ninguna manera, son ilimitados. Este éxito y el impulso hacia una cobertura integral a través de estos proyectos, proporcionan al menos evidencia prima facie de la creciente centralidad de la Historia del Libro.

La Historia del Libro como campo de interés para los profesionales del libro, como editores, impresores y bibliotecarios, para bibliófilos, lectores compulsivos y los coleccionistas, no es una cuestión reciente. Pero justo es decir que, en el pasado, tendió a ser introspectiva y auto centrada, limitándose a la exacta descripción de los impresos, en tanto artefactos. En contraste, la característica de lo que podríamos llamar "nueva" Historia del Libro, es su preocupación por demostrar, a la academia en general, el papel de los libros, y otros medios relacionados, tales como los manuscritos, los periódicos y, ahora, los textos electrónicos, los diversos modos de comunicación que ellos comportan: como portadores de textos, de autores, editores y lectores, a fin de considerarlos como componentes intrínsecos y prominentes de toda la historia cultural2. En palabras de sus fundadores, Lucien Febvre y Henri-Jean Martin en su L'apparition du libre, de 1958, la preocupación de la nueva historia era presentar el livre como un fermento cultural generalizado, un portador de capital cultural activo o, en las palabras de la subsecuente Histoire de l'édition française, como una forma de presentar las preguntas sobre el libro, la educación y la lectura, “ainsi redéfinie, peut reformuler concernant les evolutions majeures qui transforment la civilization européenne, ou plus largement occidentale"3. A este respecto, l'histoire du livre se puede ver como parte integrante de la nouvelle histoire, la historia de las mentalidades compartidas en común, de las cuales la producción y lectura de textos, es un elemento esencial, en oposición a lo convencional histoire évènementielle, la historia de los acontecimientos de la alta política.

En el mundo de habla inglesa I’histoire du livre fue recibida y asimilada en el impulso de reintroducir el dato bibliográfico en la frenética teorización cultural asociada a los trastornos de la década de 1960 en la academia. La renovación de D.F. McKenzie de la bibliografía tradicional a través de las influyentes conferencias reproducidas como Bibliografía y Sociología de los Textos fue de importancia fundamental4. En 1983, se lanzó el proyecto alemán Die Geschichte des deutschen Buchhandels im 19.und 20. Jahrhundert, que clama por un retorno a la gran tradición del siglo XIX del comercio de libros en Alemania, que se considera, a sí mismo, como agente principal de Kulturnation y de la disciplina de la Kulturgeschichte, asociada con Karl Lamprecht: "aus ihrem berufsständischen Ghetto ... herausgetreten und integrante Teil der kulturwissentschaftlichen Disziplinen geworden"5 Sin embargo, también debemos recordar la más apocalíptica Escuela de Toronto y su historia y teoría de los medios y la comunicación (que lo abarca todo), establecidos por Harold Adams Innis en, 1950 (en palabras de Northrop Frye, "quizás la estructura de ideas más completa que haya hecho un pensador canadiense") A su vez, esta fue llevada adelante por Marshall McLuhan: "Innis vio medios… viejos y nuevos. ... como vórtices vivos de poder, creando entornos ocultos que actúan de manera abrasiva y destructiva sobre ... formas de cultura"6.

En los actuales proyectos de colaboración en varios volúmenes para la Historia del Libro, los numerosos capítulos especializados en producción de libros, publicaciones, lecturas, etc., van acompañados de introducciones, vínculos narrativos, que ofrecen la oportunidad y, aún, la responsabilidad de extraer las implicancias de tales capítulos para la historia cultural general de un período particular.

La recepción de la historia del libro dentro de las humanidades.

La principal evidencia de que la Historia del Libro se ha convertido en un bien público, es el reciente reconocimiento, por parte de las mismas disciplinas históricas, de su creciente papel en la ampliación y penetración de sus temas, especialmente en el contexto de la nueva tematización de la globalización en la historia7.

Las que podrían llamarse las "nuevas" historias literarias, se centran en la interacción de las características estéticas y genéricas de los textos con los sitios de su producción, recepción y circulación: una interacción que, a menudo, ha excedido las fronteras nacionales8. Por ejemplo, se puede considerar que el fenómeno global actual de Harry Potter y su traducción a unos 50 idiomas, es una cuestión que toca al desarrollo que obtenido por el editor de J.K. Rowling (Bloomsbury). Esta editorial, desde su origen como casa de tamaño mediano, asumió el riesgo de tratar con autores desconocidos hasta convertirlos (y convertirse) en una entidad transnacional, involucrada en acuerdos y franquicias multimedia, tal como fue el fenómeno Rowling en el género de la literatura infantil pura y sencilla.

Podemos esperar una "nueva" historia lingüística, a medida que las implicancias de la exhaustiva y sensiblemente bien organizada Bibliografía de la lengua inglesa desde la invención de la imprenta hasta 1800 sean absorbidas por la academia9. De manera similar, la nueva convergencia entre historia política y cultural se centra (entre otras cosas) en el "dinamismo" de la cultura impresa: por ejemplo, en la Europa del siglo XVIII, al aportar lo suyo en explicar la exuberancia y modernidad distintivas de la Ilustración británica10; o el papel de la literatura clandestina, (semi-) pornográfica en los orígenes culturales de la Revolución Francesa11. En lo que respecta a la convergencia de la cultura impresa y la alta política en la Gran Bretaña del siglo veinte, Northcliffe puede aparecer como "una figura cuyas opiniones importaban en un sistema político en el que los periódicos eran un importante instrumento de comunicación”12.

Respecto de los impresos para los grupos sociales altos y medios de la época y sus consecuencias, en parte, políticamente conservadores, tenemos el ensayo de Ross McKibbin La comunidad del lenguaje.13 Mucho antes en el tiempo, la cultura escrita es ahora vista como decisivamente importante en toda la creación carolingia de Europa14. La investigación sobre los textos colaterales en la cultura cartográfica y de los mapas, también están profundizando las disciplinas de la historia política y cultural, particularmente en lo que respecta a sus aspectos imperiales: por lo tanto, Mapping an Empire, de Mathew Edney, fue significativamente subtitulada The Geographical Construction of British India 1765-184315.

En el estudio de la historia de las religiones, podemos esperar un examen acerca del “continuo de textualidades cuyos rangos van desde las culturas preliterarias (oralidad primaria) a los desarrollos escriturales más altos, de las culturas tipográficas” a fin de ayudar ampliamente al revisionismo global: para comprender fielmente el fenómeno de la escritura en cualesquiera de sus versiones, aún de las históricamente más remotas, debemos considerar su función de texto que ha sido leído y recitado en voz alta, repetido y memorizado, recitado y cantado, citado y aludido en los ciclos orales y auditivos de la vida diaria”16

Hasta las bellas artes están concernidas en la convergencia entre la historia del libro y la historia de la música alcanzando un hito de referencia en la revisión hecha en el canónico Grove, Dictionary of Music and Musicians, de 1980, con su sustancial extensión y cobertura de impresores y editores de música (más tarde se reproducen sus partes como anuarios17). El crecimiento del interés académico en el significado de la edición e impresión para la vida musical en general, por ejemplo, a través de tópicos como el reconocimiento popular de grandes compositores y de composiciones originales, se refleja en el estudio de Artaria (la primera gran firma impresora de música en Viena, y editor jefe de Haydn y Mozart) y su presencia entre las entradas del primer Grove, de 1879-90; las dos ediciones de New Grove, hasta el reciente y completo análisis del Dr. Rupert Ridgewell18. En cuanto a la historia del libro y la historia del arte y la arquitectura, la publicación de Dictionary of Art en 1996, marcó una similar convergencia de perspectiva y evidencia. De crítica importancia, por ejemplo, puede ser la exploración en detalle de la producción y diseminación de libros sobre modelos y patrones para solidificar los roles esenciales entre todas las concepciones y prácticas del arte y la arquitectura. Entre estos textos, estuvo el lanzado por Ernst Gombrich hace casi un siglo.

La “nueva” historia de la ciencia, representada por la comunidad de la Cambridge History and Philosophy of Science, parece estar ya más sistemáticamente centrada cuando señala: “las disciplinas de la historia de las ciencias y de la Historia del Libro…están ahora más integradas en torno a la historia de la cultura y la sociedad”19 Dos ejemplos conspicuos, originados en Cambridge, demandan revisar nuestras simplistas lecturas sobre las “revoluciones” en la física y la biología ocurridas en entre los siglos XVII y XIX. Estos son, de Adrian Johns The Nature of the Book: Print and Knowledge in the Making, y de James Secord, Victorian Sensation: The Extraordinary Publication, Reception, and Secret Authorship of ‘Vestiges of the Natural History of Creation’, con la firme y detallada comprensión de las prácticas de edición y lectura en las épocas en que tales libros fueron escritos20.

En el campo más abarcador de la historia intellectual, representado por A social History of Knowledge, de Peter Burke “se propone señalar el lugar del conocimiento en un contexto más amplio…el intercambio (ampliamente mediatizado por la imprenta) entre los sistemas intelectuales de las elites académicas y el de los “conocimientos alternativos” (por ejemplo, el de los conocimientos económicos) que implicaban no sólo la elaboración de nuevas teorías -con la correspondiente respetabilidad académica respecto del ejercicio financiero de los comerciantes- sino, a la vez, el surgimiento de un discurso inédito que comenzó a circular cada vez más por la acción de la imprenta21.

Una visión menos entusiasta está en Maurice Cowling: “En las populosas sociedades modernas, donde la imprenta y sus sucedáneos son universales, las opiniones que han sido dichas por doquier a través de décadas, se juntan sin considerar su procedencia y sin que se pueda hablar apropiadamente, desdibujándose la mentalidad histórica inglesa en la niebla de una contemporaneidad indiscriminada”22. Como una propuesta más neutra y válida para el campo de estudio en su conjunto (al menos para la época Moderna), está lo indicado por Stefan Collini: “El acontecer histórico intelectual no puede ignorar los cambios económicos asociados a los medios más relevantes: los precios y los mercados sostenidos por ciertas publicaciones, generalmente determinan las conductas de los públicos a los que llegan, mucho más que la calidad de sus propios contenidos”23

Observando la nueva preocupación por la globalización en la historia, Christopher Bayly, en un trabajo pionero, estableció el rol de la actividad impresora de los misioneros ante las complicaciones que registraron los proyectos culturales imperiales entre las culturas aborígenes, durante el siglo XIX; la función de las industrias de las ediciones de masas que surgieron globalmente hacia el final de la centuria; la “vehemencia” con la que se destruyó cualquier opción de resistencia ante la “catastrófica conjunción de agosto de 1914”24. En su Parchment, Printing, and Hypertext: Communication in World Order Transformation Ronald J. Deibert ha expandido la gama y la influencia de lo más tradicional, específicamente en la disciplina de las Relaciones Internacionales, entregando una profunda perspectiva sobre la condición humana actual –del consumismo al terrorismo- apelando a la teoría e historia de los medios iniciada por Innis y McLuhan y la Escuela de Toronto25. Coincidiendo con los propósitos de la historia de la globalización, y contribuyendo a su ahondamiento, contamos con la “nueva” historia imperial Cambridge Illustrated History of the British Empire (1986) y los cinco volúmenes de la Oxford History of the British Empire (1998-9), y su preocupación con el imperio “como parte de una vasta y dinámica interacción entre Europa y sociedades no europeas…la globalización y las culturas nacionales”. En este sentido, especial atención tiene su tratamiento de las “mentalidades imperiales” y la “primordial importancia de las publicaciones” en su desarrollo26.

A medida que el estudio de la glogalizacion en la historia se mueve más hacia atrás en el tiempo, regresamos a la "nueva" historia literaria. La difusión de masas de grandes gestas vernacularizadas, como la de Mahabharata . Ramyana, ha sido observada por Sheldon Pollock (y sus colaboradores en Chicago) no sólo como agenciamiento político y cultural que ayudó a constituir toda una cosmopolis sánscrita (y sus vernacularizaciones regionales), sino también, cómo eso tuvo estrecha relación (entre otros factores) con la fortaleza y durabilidad de la cultura de los manuscritos. Esta perspectiva tiene una analogía con la latina “contra cosmópolis y su vernacularización en los estados-nación de la Edad Media tardía y, también, puede ser llevada hasta el presente por medio de la demostración de la secuencia de las materialidades textuales que apuntalan lo que Pollock llamó “el árbol de la globalización de las culturas literarias: Sánscrito, Persa y, con el arribo de la imprenta, la Indio inglés” (Respecto de este último, 2004 vio la aparición de Print Areas: Book History in India, con su programático capítulo inicial “Bajo el signo del Libro: Introducción a la Historia del Libro en India”27). En lo que concierne al hemisferio occidental, Gordon Brotherston también ve “inscripciones icónicas” de la cosmopolis colombina en todos los fundamentos de la literatura de los nativos americanos (Book of the Fourth World)28

Finalmente, llevando la perspectiva global hacia la “interface entre lo escrito y lo oral” a través de todo tiempo y espacio (propuesto por Jack Goody en 1987), y tomado en conjunto a la historia cultural y la antropología cultural, vemos como el rol de la escritura, la impresión y otras “tecnologías del intelecto”, son factores dinámicos que conducen diversos aspectos de lo que se escribe, pero sin que, necesariamente, se suprima la oralidad29. Un reciente estudio, líder a este respecto, sobre la “misión imperial” y las especificidades de la oralidad y lo impreso en el contexto africano, es el provisto por Isabel Hofmeyr en The Portable Bunyan: a transnational history of ‘The Pilgrim’s Progress, donde la autora identifica no sólo la traducción y publicación de textos en Bunyan en ochenta lenguas africanas, sino, a la vez, su consiguiente “indigenización”, además de la aparición de la novela distintivamente africana en la nueva y plural cosmopolis30.

Lo que podríamos llamar (académica y técnicamente) “nueva” historia (representada por Anthony Grafton, en Princeton; por Christian Jacob y sus asociados, en Paris; Christopher Ligota, en Warburg Institute y por Bernard Fabian, en Münster) es la que ofrece una perspectiva particular para el ámbito de la enseñanza como un todo, caracterizada por un “enfoque interdisciplinario –uno que combina los métodos de la filología con los de la historia intelectual y del libro”31. Se caracteriza especialmente por su atención por la historia de la lectura académica –lectura de saberes- y la edición de textos localizada institucionalmente en la biblioteca de investigación32: “un destacado trabajo académico ha de ser el resultado de la interacción de un estudioso con su entorno de investigación que, en el caso del humanista, está predominantemente, o incluso exclusivamente, constituido por la biblioteca”33. El impacto de la Historia del Libro sobre los estudios tradicionales está moviendo su incorporación a la enseñanza social, es decir, a su próxima difusión y popularización entre lo establecido (canónica académica). Por ejemplo, a través del asunto de los manuales y la serie de “clásicos” (para bibliotecas escolares y universitarias), se puede mostrar el eventual rol de ellos (manuales y bibliotecas) para el despliegue de culturas imperiales, tanto domésticas como globales34. Al final de este proceso de academia y enseñanza, encontraremos su consumación en forma de enciclopedia, tal como lo ha expuesto Robert Darnton en The Business of Enlightenment: A Publishing History of the ‘Encyclopédie, dando un lugar a la función de las enciclopedias en el desarrollo cultural tanto revolucionario como imperial35.

La Historia del Libro como disciplina de investigación

Si la Historia del Libro se percibe como significativa para el incremento o desarrollo de las humanidades, entonces los historiadores del libro deben consolidarla y enriquecer sus procedimientos, sus prácticas académicas y los métodos de presentación de resultados, de evidencias y argumentos, estableciendo dinámicas autónomas en las tramas narrativas sin que dejen de trabajar interactivamente con otras exposiciones de “nuevas” historias en las humanidades. Una vía adelantada en lo que se refiere a las épocas de la impresión y de la post- impresión, se puede hallar en William St Clair, en The Reading Nation in the Romantic Period.36 Sus ideas principales fueron dichas en las conferencias John Coffin Memorial Lecture in the History of the Book, 2005, The Political Economy of Reading37. Ahí, este autor propone varias interrogantes que la Historia del Libro debería abordar:

¿Cuáles fueron las condiciones en las cuales los libros llegaron a existir en la forma en que lo hicieron, y no en otras? ¿Cómo se produjeron, vendieron, distribuyeron y leyeron los libros que llegaron a existir, en qué números, en qué medios lectores y en qué plazos? ¿Por qué sucedieron estos eventos de la manera en que lo hicieron y no en otros? Y, ¿cuáles fueron las consecuencias de la lectura de los textos que fueron (o no) llevados a libros? ¿Cuáles fueron los efectos sobre los pensamientos de los lectores y sobre las mentalidades de conjuntos humanos amplios en los que la lectura tomó lugar? Tomada del francés, la palabra mentalidades, refiere a las creencias, sentimientos, valores y a la disposición para actuar en determinadas formas y que prevalecen en una sociedad como una particular juntura entre historia y cultura; incluye no sólo estados mentales que son explícitos al conocimiento, sino también otros no articulados, o vistos como fijos o naturales [The Political Economy of Reading, p 3]. St. Clair sugiere aún más: debemos concebir la cultura como un sistema dinámico con distintos agentes interactuando entre los cuales la escritura, la publicación y la lectura, son intervenciones que tienen consecuencias. [ibid, p 6]

Para reconstruir históricamente aquellas consecuencias, St. Clair propone un poderoso paradigma inclusivo que contenga análisis económicos sobre las industrias del libro a base de sólida información cuantitativa acerca del comportamiento económico. Para saber de los lectores, debemos saber de su acceso a los textos. Para rastrear los precios, debemos saber de la propiedad intelectual y, para conocer de esta última, tenemos que ver los cambios de relaciones entre la industria y el Estado [The Reading Nation, p. 42] Para comprender cómo el sistema de textos, libros, textos y consecuencias operaron en épocas y culturas específicas, el historiador del libro tiene que depender de la dura evidencia de los precios, tiradas, etc., que sólo puede hacerse buscando en los registros “sobrevivientes” de editores, impresores y otros agentes de la industria del libro, que están dispersos y fragmentados, así como con los registros documentales y literarios de lectura histórica.

La recompensa de una búsqueda tan minuciosa es producir una perspectiva histórica continua y unificada, desde los primeros impresores/editores hasta los conglomerados multimedia de hoy en día, y generar modelos explicativos provisionales que puedan probarse frente a nuevas investigaciones empíricas. Esta perspectiva profundiza nuestra comprensión de "cultura ampliamente definida [p.443], reemplazándose las convenciones habituales centradas en el autor como artífice de la historia intelectual y literaria (de hecho, la historia Whig, que tradicionalmente presenta la cultura pasada como un progresivo desfile de textos innovadores). En cambio, ahora se nos presentan distintas capas de lectores interactuando con textos de varios niveles de modernidad y obsolescencia en sus respectivos horizontes económicos y culturales.

En el caso de la impresión de libros en Gran Bretaña, entre los más importantes hechos, estuvo, en términos de acceso a las obras, una inicial caída de los precios -“el aumento de la literatura en lengua inglesa en el Renacimiento inglés, probablemente, radicó en la baja en los precios reales, accediéndose a textos en lengua inglesa impresos en libros” [The Reading Nation, p 62]. El siglo 17, no obstante, observe un auge en los precios y en los costos de acceso para los lectores, lo que llevó al gremio de los impresores/editores a explotar perpetuamente el monopolio sobre los derechos de autor. El gremio, además, puso en práctica una variada gama de restricciones, tales como la reducción de antologías y adaptaciones, evitar el crecimiento del sector de alquiler (bibliotecas), entrando, a la vez, en acuerdos con el Estado para tomar en sus manos los trabajos de censura a cambio de beneficios económicos y privilegios oficiales. El aumento de los precios continuó a pesar de la eliminación de la censura previa, estrechándose el monopolio corporativo (p.64) de estos “caballerosos capitalistas”38. La práctica de la propiedad intelectual perpetua, aunque ilegal bajo el estatuto que regulaba las limitaciones del copyrigth establecido en 1710 (Act of Queen Anne), estaba en línea con las ideas Whig (Lockean) sobre la naturaleza real de la propiedad. Sólo fue terminado por las cortes en 1774, principalmente como resultado de conceptos de la Ley Romana surgidos en Escocia. Mientras tanto, “el auge general de los precios …tuvo el efecto de dividir en dos a los lectores, optando la mayoría por la participación en la cultura ampliamente definida” [p. 77]. Luego de 1774, generaciones de lectores británicos se empaparon de lo que St. Clair llamó “Antiguo Canon”, que incluyó desde los textos previos a la Ilustración (que pasaron al dominio público en 1774), cargados de ideología religiosa del temprano siglo XVIII, hasta la época de la industrialización y la urbanización del siglo XIX. Después de 1775 aparece una oleada de precios bajos a raíz de reimpresiones de obras sin copyright (muy favorecidas las tecnologías tipográficas) generándose “un despegue de la nación lectora, equivalente, casi por la misma época, al empuje en la producción manufacturera” [p.13]. Cuando los autores del período romántico salieron de los derechos de autor, a finales de los años Victorianos, un efecto fue la ampliación del libre comercio (“a nivel mundial, el imperio cultural fue más extenso en sus contornos que el político y comercial” [p.422]), caracterizado por exportaciones de series y clásicos baratos por parte d firmas como Routledge, Warne, Macmillan, en Londres, y Gall and Inglis, Nelson and Constable, en Edimburgo.

Posterior al relativo laissez-faire del libro en las décadas Victorianas, caracterizado, entre otras cosas, por el explosivo aumento en la venta de libros con descuentos, y en medio de una atmósfera internacional proteccionista al final del siglo, se produjo el reavivamiento del cartel mediante la modalidad de fijación de precios en el Acuerdo que se produjo entre la Red del Libro, liderado por Frederick MacMillan, la New Publishers Association y la Associated Booksellers. El acuerdo puede también ser considerado en términos de renacimiento de los diferenciales de precio fijo, reflejado en la estratificación de los lectores del país entre públicos altos, medianos y bajos, y entre editores y libreros conservadores*, “caballerosos” y amateurs o advenedizos. Con todo, entre estos últimos, y a su debido tiempo, no faltaron quienes (Macmillan, Faber y Faber, entre otros) “estuvieron dispuestos a invertir en derechos de autor de autores y trabajos desafiantes”39.

El conservadurismo, a su vez, provocó la baja en los precios con la producción y distribución en masa, y la revolución del libro de bolsillo (en asociación con Penguin Books), lanzado en 1935 con la parcial recuperación de la Depresión y sostenido económica, social y culturalmente tanto en los tiempos de guerra como de postguerra, por el Estado de Bienestar. Sin embargo, la necesidad de asegurar la propiedad intelectual basada en el copyright, pronto forzó la integración de los editores del libro de bolsillo y los de tapa dura al advertirse que los últimos eran intensivos en capital. En consecuencia, con la desregulación financiera mundial que sobrevino después del Estado de Bienestar (finales de los años 70), surgió la más reciente re-cartelización del comercio. Esta tomó la forma de corporaciones trasnacionales de medios que compran empresas tradicionales (ahora vulnerables y descapitalizadas) y sus derechos de autor. Abandonan el habitual proteccionismo de la Net Book Agreement y, en cambio, tranzan los copyright a través de joint ventures, volviendo a las ventas agresivas con importantes descuentos a redes verticalizadas de libros afines, globalizándose los públicos lectores y sus mentalidades. En breve, “los medios globales y los mercados de comunicaciones, exhiben tendencias no sólo al oligopolio, sino también al cartel o, al menos a un “club de caballeros”40Plus ça change…

El Archivo

Por mucho tiempo el principal producto material de la St Clair’s book industry en la esfera pública, pareció ser un vasto depósito de textos en la forma de archivo de libros impresos Esto fue parte de aquel mundo autónomo de conocimiento objetivo que el teórico Karl Popper llamó “mundo 3”: Ejemplo de saber objetivo son las teorías publicadas en journals y libros almacenados en bibliotecas…Podemos llamar al medio físico “mundo 1”; el mundo de nuestra experiencia consciente, “mundo 2”, y al mundo de los contenidos (contenedores) lógicos, como libros, bibliotecas, memorias computacionales y semejantes, “mundo 3”41. El archivo acopia implacablemente y su buena administración por parte de curadores y archivistas, requiere la disciplina intelectual de la Historia del Libro.

El mayor proceso administrativo dentro de una biblioteca –o red de bibliotecas- es el desarrollo de colecciones, el registro de creaciones, la preservación, el manejo del staff, el servicio a los lectores, la exhibición, el acceso al público y, no menos importante, la interacción con las autoridades políticas y culturales. Todo esto representa las respuestas del/la bibliotecario/a a los desafíos impuestos por la particular configuración de las así llamadas “fuerzas históricas del texto”, y sus consecuencias de archivo obtenidas en cualquier momento. La eficiencia en las respuestas –la habilidad para asegurar el acuerdo y la cooperación del staff, los lectores, de los contribuyentes o donantes privados, los acompañantes en las iniciativas profesionales y financieras, de los medios de control y censura, de las autoridades- dependen, en buena medida, de cómo se comparte una visión ordenada que, a su vez, demanda de una perspectiva histórica sólida y compleja, una configuración especial en su contexto cultural y político más amplio. Esto es especialmente necesario en los tiempos en que los cambios tienden a prevalecer sobre las continuidades, y es la clave para comprender a las grandes figuras en la historia de las bibliotecas, tales como, en la época moderna, Panizzi en la Biblioteca del Museo Británico, Harnack, en la Biblioteca real de Prusia, o de Putnam, en la Biblioteca del Congreso.

El lector es, a la vez, un ciudadano de la esfera pública y su conexión afectiva con el archivo completo quizás si sea más estable hoy, y esto no tanto por la arquitectura de la biblioteca imperial, sino por los emergentes nuevos géneros de presentación de los catálogos; la buena y clara orientación para series y monografías, creada por curadores comprometidos, y concebidos como parte fundamental de la misión de divulgación a la ciudadanía y, si tiene éxito, una original contribución a la nueva Historia del Libro como historia global. Por ejemplo, la monografía del Dr. Michelle Brown como curador de la exhibición del siglo XVIII en la British Library; los Evangelios (Gospels) de Lindisfarne, indican el rango global y el aura de la textualidad material y la iconografía en el caso de esta cosmópolis particular: [The Gospels] muestra la reconciliación y síntesis cultural con el ecúmene cristiano, interrelacionando y co-celebrando las tradiciones Celtas, Británica, Anglo-Sajona, Germánica, Romana, Copta, Bizantina y Sirio-Palestina. La misión apostólica, de hecho, había llegado a todos los rincones de la Tierra La cultura material y literaria de esos puntos, señalan que ellos no eran provincias avanzadas, sino lugares claramente integrados a lo universal en eterna comunión.42 Los curadores (de archivos, bibliotecas) no dudarán y, en su momento, presentarán niveles comparables tanto en el terreno de los libros electrónicos y otros recursos mediales, como en el de los manuscritos y libros impresos.

En breve, generalizando: el hecho de que la Historia del Libro se esté colocando al frente de las Humanidades, se debe a que la percepción de su rol por parte de los académicos (en general), como a la constatación de sus variados temas (revisados aquí de modo selectivo), están ampliamente imbuidos de la “condición textual” común a la Humanidad. Todas las maneras y estados del conocimiento (tanto el factual como el documentado), están mediados por vías concretas y precisas43

Esta condición está constituida –y mediada- por la materialidad de varios modos de textualidad esparcidos en todos los espacios y tiempos, sean oral, escrito, impreso, post impreso. En revelar la plenitud de cada “mediación”44, sus estructuras y dinámicas, la Historia del Libro toma un lugar central en el avance general del conocimiento y la enseñanza. De hecho, el reconocimiento formal de ello ya está en curso. Roger Chartier acaba de ser elegido Professeur du Collège de France. En Gran Bretaña, la Historia del Libro ha sido reconocida como “uno de los hitos intelectuales en ascenso” por la University of London Institute of English Studies, como parte de la Escuela Nacional de Estudios Avanzados en Humanidades45. En Europa, la Historia del Libro está comenzando a ser reconocida entre las más relevantes estrategias de investigación por parte de las Fundaciones de apoyo, como vimos para el caso de los trabajos del Dr Ridgewell en Artaria. Finalmente, a nivel global, el Comité Internacional de Ciencias Históricas dará su respaldo oficial a la Historia del Libro en su reunión de 2010. Entonces, si eso se acuerda, será seguido, quizás, por el establecimiento de una organización internacional propia del área. Tal institucionalización de la Historia del Libro la llevará a su centralidad en las Humanidades.

Material suplementario
Notas
Notas
1 A revised version of a lecture delivered to the Friends of the Library of the University of Adelaide, July 2005: ‘Bringing History to Book’. To be published in Histoire nationale ou histoire internationale du livre et de l’édition? Un débat planétaire/National or International Book and Publishing History? A Worldwide Discussion. Ed Martyn Lyons, Jacques Michon, Jean-Yves Mollier & François Vallotton, (Québec: Nota Bene, 2007). The cases cited were of necessity largely taken from anglophone sources. I am grateful to Mr William St Clair, Dr Rowan Watson of the Victoria and Albert Museum, Dr Peter McDonald of St Hugh’s College, Oxford, and Professor Alistair McCleery of Napier University for their comments; and for their advice to Professors Katharine Ellis, Jill Kraye and James Dunkerley of the Institute of Musical Research, the Warburg Institute, and the Institute for the Study of the Americas, School of Advanced Study University of London, respectively. Artículo tomado de https://core.ac.uk/download/pdf/73008.pdf Traducción al español: Manuel Loyola, diciembre 2018
2 La nouvelle histoire, ed. Jacques LeGoff, 2nd ed ( Bruxelles: Éditions Complexe, “Historiques”, 1988), pp.334; Frédéric .Barbier, ‘Postface’, in Lucien Febvre and Henri- Jean Martin, L’apparition du livre, 2nd ed (Paris: Albin Michel, “Bibliothèque de l’Évolution de l’Humanité”, 1999), pp.537-79
3 I.R. Willison, ‘Remarks on the History of the Book in Britain as a Field of Study within the Humanities, With a Synopsis and Select List of Current Literature’, Library Chronicle of the University of Texas at Austin 21: 3/4, 1991, pp 95-154
4 Donald F. McKenzie, Bibliography and the Sociology of Texts, 2nd ed (Cambridge: University Press, 1999), pp.130
5 Herbert Göpfert, in Die Geschichte des deutschen Buchhandels im 19. und 20. Jahrhundert , Band 1 Teil 1 (Frankfurt am Main: Buchhändler-Vereinigung, 2001), p 10
6 Harold Adams Innis, Empire and Communications (Oxford, Clarendon Press, 1950), The Bias of Cummunication (Toronto, University of Toronto Press, 1951) Northrop Frye, ‘Conclusion’, in Literary History of Canada: Canadian Literature in English, 2nd ed (Toronto, University of Toronto Press, 1976), p.341 Marshall McLuhan, The Gutenberg Galaxy: The making of typographic man (Toronto, University of Toronto Press, 1962), ‘Foreword’ to Harold A. Innis, Empire and Communications, rev ed. M.Q.Innis (Toronto: University of Toronto Press, 1972), p.v
7 Globalization in World History, ed A. G. Hopkins (London: Pimlico, 2002), pp. ix 278
8 These ‘new’ literary histories are represented in the English-speaking world by The Oxford English Literary History (Oxford: University Press, 2002 in progress), The New Cambridge History of English Literature (Cambridge: University Press, 1999 in progress) , The Cambridge History of American Literature, ed. Sacvan Bercovitch (Cambridge: University Press, 1994 in progress), and The Oxford Literary History of Australia, ed Bruce Bennett and Jennifer Strauss, associate editor Chris Wallace-Crabbe (Melbourne: Oxford University Press, 1998), pp. vii 488
9 R.C. Alston, Bibliography of the English Language from the Invention of Printing to the Year 1800 (Leeds: E.J.Arnold, 1965 in progress)
10 Julian Hoppit, A Land of Liberty? England 1689-1727, (Oxford: University Press “The New Oxford History of England”, 2000), p.178
11 Roy Porter, Enlightenment: Britain and the Creation of the Modern World (London: Allen Lane, The Penguin Press, 2000), pp. xxiv 727
12 Robert Darnton, The Literary Underground of the Old Regime (Cambridge Mass: Harvard University Press, 1982), pp. ix 258; Darnton, The Forbidden Best-Sellers of Pre-Revolutionary France (New York: W.W.Norton, 1995). Pp. xxiii 440; Roger Chartier, Les origines culturelles de la Révolution Française (Paris: Éditions du Seuil, “L’Univers Historique”, c 1990), pp. 249. For the comparable situation in the London of time, see Iain McCalman, Radical Underworld: Prophets, Revolutionaries and Pornographers in London, 1795-1840, (Cambridge: Cambridge University Press, 1988), pp.xvi 338
13 Maurice.Cowling, The Impact of Labour, 1920-1924: The Beginnings of Modern British Politics, (Cambridge: University Press, “Cambridge Studies in the History and Theory of Politics”, 1971), p.46
14 Ross McKibbin, ‘The Community of Language’, in Classes and Cultures: England 1918-1951 (Oxford: Oxford University Press, 1998), pp.477-517
15 Rosamond.McKitterick, The Carolingians and the Written Word, (Cambridge: Cambridge University Press, 1989), p.271, etc.See also her recent History and memory in the Carolingian World (Cambridge: University Press, 2004), pp.xvi 337, where she asks the question [p.1] “how far the physical characteristics of the Carolingian manuscripts in which the texts survive reveal anything of what contemporaries may have thought about those texts and their wider cultural context”
16 Mathew Edney, Mapping an Empire: The Geographical Construction of British India 1765-1843 (Chicago and London: University of Chicago Press, 1997), pp.xv 458
17 The New Grove Dictionary of Music and Musicians, ed Stanley Sadie (London: Macmillan, 1980), 20 vols), Music Printing and Publishing, ed D.W. Krummel and Stanley Sadie (Houndmills, Basingstoke: The Macmillan Press, “The New Grove Handbooks in Music”, 1990), pp. xiv 615 20A Dictionary of Music and Musicians, AD 1450-1880, ed George Grove (London: Macmillan, 1879-90) 5 vols; The New Grove Dictionary of Music and Musicians, op cit, 2nd ed (London: Macmillan Reference, 2001), 29 vols; Rupert Ridgewell ‘Economic Aspects: The Artaria Case’, in Music Publishing in Europe, 1600-1900, ed. Rudolf Rasch, (Berlin: Berliner Wissenschaftsverlag, “The Circulation of Music” vol 1, 2005), pp.90-11 in the European Science Foundation major survey of ‘Musical Life in Europe 1600-1900’.
18 The Dictionary of Art, ed Jane Turner (London: Macmillan, 1996) 34 vols; Ernst Gombrich, Art and Illusion: A Study in the Psychology of Pictorial Representation (London: Phaidon, 1960), pp. 134-44
19 Books and the Sciences in History, ed M. Frasca-Spada and N. Jardine (Cambridge: University Press, 2000), p 1, Jardine noting the influence of D.F. McKenzie as enabling “the history of science to engage…with the making of scientific knowledge’ (p 404).
20 Adrian Johns, The Nature of the Book: Print and Knowledge in the Making (Chicago and London: University of Chicago Press, 1998), pp. xxi 753; James Secord, Victorian Sensation: The Extraordinary Publication, Reception, and Secret Authorship of Vestiges of the Natural History of Creation (Chicago and London: University of Chicago Press, 2000), pp. xviii 624
21 Peter Burke, A Social History of Knowledge from Gutenberg to Diderot (Cambridge: Polity, 2000), pp 14-15
22 Maurice Cowling, Religion and Public Doctrine in Modern England. Volume III: Accommodations (Cambridge: University Press, 2001), p.695
23 Stefan Collini, Absent Minds: Intellectuals in Britain, (Oxford: University Press, 2006), p 54. For the continuing debate between book historians and intellectual historians, see the important exchange between Robert Darnton, ‘Discourse and Diffusion’, and Quentin Skinner, ‘On Intellectual History and the History of Books’, Contributions to the History of Concepts, , 1:1, 2005, pp. 21-36
24 C.A. Bayly, The Birth of the Modern World 1780-1914: Global Connections and Comparisons (Oxford: Blackwell Pubishing, The Blackwell History of the World”, 2004), pp. 483, 486-7.
25 Ronald J. Deibert, Parchment, Printing, and Hypermedia: Communication in World Order Transformation (New York: Columbia University Press, “New Directions in World Politics”, 1997) pp.xi 329
26 W. R. Louis, ‘Introduction’, in Historiography, ed R.W.Winks (Oxford, New York: Oxford University Press, “The Oxford History of the British Empire”. Volume V, 1989), pp. vii, x; A. Porter, ‘Empires in the Mind’, in The Cambridge Illustrated History of the British Empire, ed P. J. Marshall, (Cambridge: University Press, 1986), p.212.
27 Literary Cultures in History: Reconstructions from South Asia, ed Sheldon Pollock, (Berkeley: University of California Press, 2003), pp39-267, in particular Pollock, ‘Introduction’ and ‘Sanskrit Literary Culture from the Inside Out’, op cit pp.1-130; Sheldon Pollock, ‘Literary Culture and Manuscript Culture in Precolonial India’, in Literary Cultures and the Material Book, ed S. J. Eliot, A. Nash and I. R. Willison (London: British Library, at press); In The Language of the Gods in the World of Men: Sanskrit, Culture, and Power in Premodern India (Berkeley: University of California Press, 2006), pp. 664, Pollock elaborates on the analogy with Latin and the late-medieval European vernaculars. Abhijit Gupta and Swapan Chakravorty, ‘Under the Sign of the Book: Introducing Book History in India’, in Print Areas: Book History in India, ed A.Gupta and S.Chakravorty (Delhi: Permanent Black, in collaboration with The Department of English, Jadavpur University, 2004), pp>1-16
28 Gordon Brotherston, ‘Script and Text’, in Book of the Fourth World; Reading the Native Americas through their Literature, (Cambridge: University Press, 1992), pp.40- 50.
29 Jack Goody, The Interface between the Written and the Oral (Cambridge: Cambridge University Press, “Studies in Literacy, Family, Culture and the State”, 1987), pp. xxi, 328
30 Isabel Hofmeyr, The Portable Bunyan: a transnational history of The Pilgrim’s Progress, (Princeton and Oxford: Princeton University Press, “Translation/Transnation”, 2004), pp. xii, 314
31 Anthony.Grafton, Commerce with the Classics: Ancient Books and Renaissance Readers. (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1997), p 7.
32 Christian Jacob, Préface to Le pouvoir des bibliothèques: la mémoire des livres en Occident, ed M.Baratin and.C.Jacob, (Paris: Albin Michel, “Bibliothèque Albin Michel Historique”, 1996), p 11.
33 Bernhard Fabian, ‘Humanistic Scholarship and the European Printed Archive’, Bodleian Library Record, October 2002, p. 431. See also History of Scholarship: A Selection of Papers from the Seminar on the History of Scholarship Held Annually at the Warburg Institute, ed C. V. Ligota and J.-L. Quantin, (Oxford: Oxford University Press, “Oxford-Warburg Studies”, 2006), pp. x 504.
34 Jean-Yves Mollier, Louis Hachette (1800-1864): Le fondateur d’un empire (Paris: Fayard, 1999), pp. 554 For a detailed case study see Rimi B.Chatterjee, Empires of the Mid: A History of the Oxford University Press in India under the Raj (New Delhi: Oxford University Press, 2006), pp. x 471
35 Robert Darnton, The Business of Enlightenment: A Publishing History of the ‘Encyclopédie’, 1775-1800 (Cambridge Mass: The Belknap Press of Harvard University Press, 1979)., pp.xiv 624. For a note on the problematic reception of Lucien Febvre’s ‘Popular Front’ Encyclopédie française (1935-39) due to its over-sophisticated mise- en- page etc, see Alfred Fiero, ‘Des encyclopédies aux livres pratiques’, in Histoire de l’édtion française, op cit, pp.343-44
36 William St Clair, The Reading Nation in the Romantic Period (Cambridge: University Press, 2004), pp.xxix 765.
37 William St Clair, The Political Economy of Reading, (London: School of Advanced Study, “John Coffin Memorial Lecture in the History of the Book”, 2005), pp. 21. This lecture is available to be read, downloaded, and copied free at http://www.sas.ac.uk/ies/Publications/johncoffin/stclair.pdf.
38 P.J. Cain and A.G. Hopkins, British Imperialism 1688-2000, (Harlow: Longman, 2001), pp.xxiv 739
39 Chris Baldick, ‘The Literary Market’, in The Modern Movement: Oxford English Literary History, vol 10, 1910- 1940 (Oxford: University Press, 2004), pp. 19-33.
40 Edward S. Herman and Robert W. McChesney, The Global Media: The New Missionaries of Corporate Capitalism (London and Washington: Cassell,1997), p 58.
41 K. Popper, Objective Knowledge: An Evolutionary Approach (Oxford: Clarendon Press, 1972), pp 73-4. Popper’s belief that “of course [sic] the physical shape of the book is insignificant” (K.Popper, ‘Autobiography’, in The Philosophy of Karl Popper, ed P.A. Schilpp, (La Salle Ill: Open Court, “The Library of Living Philosopehsr”.1974) p. 145 may be ascribed to bibliographical naivety - but that is matter to be discussed elsewhere.
42 Michelle Brown, The Lindisfarne Gospels: Society, Spirituality and the Scribe, (London: The British Library, 2003), p 408.
43 J. J. McGann, The Textual Condition (Princeton: Princeton University Press, “Princeton Studies in Culture/Power/History”, 1991), p. 98
44 D. Finkelstein and A. McCleery, ‘Book History and Mediation’, in An Introduction to Book History (New York and London: Routledge, 2005), pp.25-6
45 School of Advanced Study University of London, Annual Report 2004-2005 (London: University of London School of Advanced Study, 2005), p.31
* Por conservadores no se está haciendo alusión a una postura ideológica o política, sino, a aquellos editores que bregaron siempre por mantener el control cobre el copyright, en lo posible sin modificación.
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