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Sebastián Rivera Mir, Edición y comunismo. Cultura impresa, educación militante y prácticas políticas (México, 1930-1940), Raleigh, Editorial A Contracorriente, North Carolina Press, 2020, 286 pp.
Amoxtli, núm. 6, 2021
Universidad Finis Terrae

Reseñas

Rivera Mir Sebastián. Edición y comunismo. Cultura impresa, educación militante y prácticas políticas (México, 1930-1940). 2020. Raleigh. Editorial A Contracorriente, North Carolina Press. 286pp.

La publicación de Edición y comunismo viene a sumar a la historia de la izquierda mexicana y latinoamericana. Aunque la historia intelectual ha producido valiosos trabajos a últimos tiempos, como los de Carlos Illades, Horacio Tarcus, Adriana Petra y Carlos Aguirre, la obra de Rivera Mir concurre a tratarla desde las perspectivas de la historia social o “desde abajo” y también de la historia de la edición. En la línea del estudio de los impresos indaga en la producción, circulación, distribución y materialidad no solamente de libros, sino también de volantes, carteles y panfletos, así como en la dedicación puesta por los militantes mexicanos y latinoamericanos de los años treinta del siglo XX en esta dedicada labor.

Similar entrega con la que Sebastián Rivera Mir encaró la elaboración del volumen que en esta oportunidad se reseña. Es un lugar común señalar, que la manufactura de un libro es un proceso colectivo, en contraste con la investigación histórica que en ocasiones se ubica en el rango de lo solitario: sumergirse en lecturas, encerrarse en el archivo y enclaustrarse de nueva cuenta a escribir para entregar una investigación concluida. Tal vez algunos libros todavía se hacen así, pero este no es ni remotamente el caso y ahí radica buena parte de su riqueza, está elaborado en un permanente dialogo con otros desde su germinación. Ante la ausencia de archivos sistematizados, principalmente para el estudio de la izquierda mexicana, Rivera Mir debió recurrir a la inventiva y pericia en el oficio para desvelar distintas fuentes e incentivar a variados cómplices de correrías académicas, mención especial merece Carlos Gallardo, jefe de publicaciones de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Cuajimalpa en quien encontró un bibliófilo empedernido para acompañarse en numerosos recorridos por las librerías de viejo del valle de Anáhuac en la búsqueda de las añejas publicaciones y colecciones marxistas de los años treinta. El doctor Rivera Mir, con generosidad y apertura intercambió opiniones sobre sus ideas y rutas de exploración con investigadores de marxismo, comunismos y los usos de lo impreso de Argentina, Chile, Perú, Estados Unidos, México, entre otros lares. Y también se encargó de motivar secuaces para visitar archivos distantes a la ciudad de México, pero ricos en información valiosa sobre las prácticas de los militantes comunistas de a pie, como son los acervos de Jiquilpan, Michoacán o Durango en el norte del país.

El primer capítulo, “El internacionalismo editorial en busca de América Latina”, es un muy buen logrado encuadre del mundo editorial comunista y sus redes, con sus centros en Paris, Madrid, Buenos Aires y Santiago. Con un atinado enfoque trasfronterizo, que caracteriza la circulación de las ideas y de aquellas ideas puestas sobre papel, el autor presenta a la ciudad de México de tercera década del siglo XX, urbe que se nutrió de la llegada y labor de decenas de militantes radicales de la izquierda latinoamericana, no sólo para intercambiar pensamientos sobre la Revolución, sino también para compartir conocimientos técnicos en torno al amplio proceso de editar. Muy notorio fue el arribo a México de colaboradores en las publicaciones comunistas, pero los exiliados también contribuyeron con faenas muy dispuestas para producir los materiales. Desde este apartado se sientan las bases de una lograda investigación en que quedan de manifiesto las inquietudes y preocupaciones del autor, sobre la manera en que emergieron y se adoptaron los diferentes esfuerzos editoriales, de su transformación y entrecruzamiento en el espacio latinoamericano y mexicano.

En el capítulo II, "Los años de la represión y el clandestinaje" destaca la habilidad del autor en el quehacer de historiar para encontrar nuevas temáticas y escapar de la narrativa épica, incluso de aquella construida por sus sujetos de estudio y retomada por otros investigadores, como la que se articuló alrededor del periódico El Machete y El Machete (ilegal), que tanto ha llamado la atención de los estudiosos. De tal suerte que muy atinadamente Rivera Mir cambia el foco de sus indagaciones en una variedad de aperos como folletos, carteles y hojas sueltas para construir así, una historia, sumada a la de El Machete, que permite palpar las prácticas de los militantes bajos y las maneras que les permitieron compenetrarse con la práctica de educarse y educar en el comunismo. Reparo aquí en el testimonio de Benita Galeana, quien rememoró con orgullo las tareas que se le encomendaron en la distribución de los impresos, ya que en su condición de mujer pasaba más desapercibida a los ojos de los cuerpos de seguridad, aunque ello no la privó de pisar en un par de ocasiones las cárceles mexicanas debido de su militancia política en la época de la proscripción. La reminiscencia de Benita Galeana permite identificar que, a pesar de la exhaustiva indagación en otras fuentes paralelas: cartas, memorias, archivos policiales; la mujer se encontraba todavía ausente en muchas de las fases del proceso editorial. Debo mencionar que producto de estas pesquisas en los “archivos negros”, Sebastián Rivera logra armar una espléndida narrativa en la manera de tratar, por ejemplo, la matanza de los militantes comunistas en la localidad de Matamoros, en la Comarca Lagunera, en junio de 1930, a manos de las guardias blancas de los hacendados algodoneros y las maneras de intercambiar canciones y otros productos culturales a través del papel y con ello arrojar luz sobre la apropiación de los impresos por parte de la militancia a ras de suelo entre los comunistas mexicanos.

Al mediar la década de los años treinta ocurrió el ascenso de la izquierda al interior de las fuerzas políticas mexicanas y de la “familia revolucionaria”. Esta situación se tradujo en la nominación del general Lázaro Cárdenas del Río por parte del Partido Nacional Revolución, como su candidato a la presidencia de la Republica y la expedición del Plan Sexenal como documento programático. El cambio de la marea no fue percibido con una lectura demasiado fina por el Partido Comunista que lanzó el lema de campaña “Ni con Calles, ni Cárdenas”, para marcar distancia por igual con ambos personajes con miras en las elecciones presidenciales de 1934. Ese año fue reformado el artículo tercero constitucional que promulgó la educación socialista y el posteriormente, la Secretaria de Educación Pública, entre otras varias colecciones lanzó la Biblioteca Obrera campesina. Los libros de marxismo se tornaron en bienes políticamente apreciados y comercialmente redituable, situación que fue advertida por otros actores, así los desbroza Sebastián Rivera Mir en el capítulo III “Una editorial no tan roja. Ediciones Frente Cultural” al analizar las estrategias editoriales y comerciales de Librería Navarro y su Editorial Frente Cultural y posterior cambio a Fuente Cultural. Una empresa que realizó colecciones de marxismo y comunismo, si vinculada al partido Comunista pero no dependiente de este y logró que los textos de teoría marxista se conviertan en éxitos de venta. El capítulo IV “En busca de la unidad a bajo costo. Editorial Popular” se imbrica con la sección anterior al estudiar a la editorial oficial del partido. Estos apartados permiten observar el contraste de la ciudad de México, acrecentada en un fuerte polo de producción de textos y materiales marxistas, pero con un partido relativamente débil, a diferencia de los de otras naciones del continente.

La figura del Partido Comunista queda un tanto acotada en el capítulo V “El espectro del comunismo, la derecha mexicana y sus esfuerzos editoriales”, en que queda al descubierto que la reacción no enfocó sus baterías del anticomunismo hacia el propio Partido Comunista, al contario en su estrategia estuvo encaminada a fundirlo o mejor dicho confundirlo primordialmente con el líder sindical Vicente Lombardo Toledano, dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y por supuesto con el propio gobierno encabezado por el general Lázaro Cárdenas, al que se acusó de desarrollar Un ensayo comunista en México, como se tituló el opúsculo del licenciado Luis Cabrera relativo a la reforma agraria en la zona henequenera de la península de Yucatán. De hecho, Vicente Lombardo Toledano fue uno de los blancos favoritos de la propaganda anticomunista, al grado de lanzar textos apócrifos por la derecha mexicana bajo el nombre falso de Pedro Lombardo Torrescano y auspiciados supuestamente por “Publicaciones del Partido Comunista”, apelativos intencionalmente similares con el propósito de engañar. Cuando ninguno de los textos de Lombardo fue editado por el Partido Comunista o su empresa editorial.

Vicente Lombardo, Toledano, a través de su ascendente en el ámbito del trabajo, su activismo internacional y la relación abierta con el gobierno tuvo otros medios para dar a conocer sus planteamientos. Esta multiplicidad en la actividad editorial de las izquierdas mexicanas abonó a las diputas por el espacio editorial. Si con Editorial Frente Cultural las relaciones del partido fueron más o menos tersas y con posibilidades de cooperar no así con Editorial América, como queda explicitó en el capítulo VI, “Debates, conflictos, querellas, las pugnas con Editorial América”, empresa con vínculos a las actividades de Lombardo Toledano; presidida y auspiciada por el abogado Xavier Icaza, en ese tiempo ministro de la Suprema Corte Justicia y quien públicamente renegaba de su heredada condición de clase, al provenir de una familia de terratenientes y latifundistas de Durango. La dirección editorial estuvo encomendada a Ricardo García Treviño, personaje del que en las páginas correspondiente Rivera Mir elabora un completo retrato. Editorial América, aprovechó de las múltiples relaciones cultivadas por el lombardismo y por el propio García Treviño para extender su posición en el mercado. Editorial América fue un vehículo para difundir productos derivados de la CTM, así como de la Universidad Obrera, proyecto muy apreciado por Lombardo y la empresa contribuyó a publicar trabajos de alumnos y maestros invitados a esta academia, como el argentino Aníbal Ponce, quien durante su breve estancia en México se convirtió en “best seller” por varios años con Educación y lucha de clases, a pesar de su prematuro fallecimiento en carreteras mexicanas en un accidente.

El capítulo VII “Los usos editoriales del espacio fronterizo entre México y Estados Unidos”, profundiza en uno de los temas ya delineados en el IV, los vínculos con el vecino del norte en el periodo de la “Unidad a toda costa” y la “edición a bajo costo”, parafraseando la consigna Browderista. La amplia frontera otorgó circunstancias favorables para la edición del Partido Comunista en una estrecha y fructífera relación con su homólogo de Estados Unidos, sin embargo, en aspectos negativos los hará más dependientes de los designios provenientes desde Moscú, vía Nueva York y los dejará inmersos en un periodo de purgas y expulsiones, apenas esbozado a manera de epílogo por Rivera Mir. Aunque considero que más bien, está planteado a manera de invitación, para que otros investigadores continúen la brecha en estos estudios pioneros sobre la edición de las publicaciones de izquierda en México. A pesar de la crisis del Partido Comunista, el país se erigirá en uno de los polos más importantes de publicaciones marxistas a nivel continental, a través de editoriales como el propio Fondo de Cultura Económica y posteriormente ERA o Siglo XXI. No dudo que en un entorno historiográficamente muy dinámico como el de los estudios de los impresos alguien acepte esta provocación, empero, quien desee retomar dicho reto, deberá consultar Edición y Comunismo, Cultura impresa, educación militante y prácticas políticas (México, 1930-1940), dese ahora un referente para internarse en ese mundo de la edición y los impresos de la izquierda en nuestra América Latina.



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