Artículos
Recepción: 19 Febrero 2021
Aprobación: 04 Abril 2021
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.4948011
Resumen: En este ensayo histórico se hace un breve análisis sobre el papel que tuvieron los impresos como periódicos y hojas volantes mimeografiadas en las movilizaciones sociales de izquierda en los años 1960 y 1970 en México. Se plantean algunas preguntas sobre los puntos de contacto entre los grupos formados en la ciudad de México, en particular la Liga Comunista Espartaco y los “movimientos de masas” obreros y campesinos con estos medios de comunicación escrita como medio de vinculación.
Palabras clave: México, cultura escrita, hojas urgentes, grupos comunistas.
Abstract: This essay explains the use of print materials in leftists movements in 1960s and 1970s Mexico. Not only did communists groups and associations use newspapers and pamphlets to communicate their ideas, but also they used them to link themselves to the working class and rural masses.
Keywords: Mexico, written culture, pamphlets, communists groups.
La visión que se construyó sobre la transformación del país y su pueblo desde la izquierda mexicana en la segunda mitad del siglo XX estuvo fuertemente marcada por la ideología del comunismo internacionalista expresada en sus diferentes ramificaciones.1 El papel de la cultura escrita en el proceso de propagación de estas ideas es innegable. En estas páginas exploraremos una de sus materializaciones más prontas, volátiles y que quizá representa una de las prácticas propagandísticas más extendidas en los movimientos sociales del siglo XX: el uso de las hojas volantes entre 1965 y 1978.2
En años recientes la historiografía se ha ocupado de explicarnos las diferentes expresiones que tomó en aquellos años el pensamiento de la izquierda mexicana, la forma en la que se organizaron los distintos grupos, e incluso los esfuerzos editoriales que acompañaron las estrategias de difusión de ideas y reclutamiento de miembros.3 Aquí nos centraremos en plantear el panorama que nos permite ver a grupos formados por las clases medias residentes en la ciudad de México en las décadas de los 1960 y 1970, cuyos líderes fueron intelectuales y estudiantes mayormente, tratando de vincularse con los trabajadores y los campesinos con prácticas de “brigadeo”4 en las que repartieron distintos tipos de publicaciones periódicas o efímeras, además de buscar la formación de nuevos miembros a través de círculos de estudio y reuniones con estudiantes, obreros y maestros normalistas.
Vale la pena hacer un pequeño alto en el camino para recordar las razones por las que para los años que nos ocupan, los simpatizantes de la izquierda en México, para ese momento mayormente comunistas, no necesariamente buscaron el cobijo del partido aprobado por la Unión Soviética y que en el contexto de la Guerra Fría los convertía automáticamente en luchadores antiimperialistas.5 Los especialistas nos han mostrado la compleja historia del Partido Comunista Mexicano. Desde su fundación en 1919 se fue tejiendo un grueso entramado que se formó teniendo como urdimbre la centralidad de la Tercera Internacional6 en la legitimación de los comunismos en el mundo. Legitimidad justamente sancionada a través de los partidos comunistas en los diferentes países, con sus respectivas líneas de circulación editorial y sus particulares visiones de la historia.7 La trama estuvo bordada con la inescapable presencia de los temas ajenos a la teoría marxista leninista, pero relevantes para países descolonizados y, por lo tanto, su consiguiente inclusión negociada en la ideología de partido. Esto ya era suficiente para que algún pensador crítico, simpatizante con los principios de la izquierda, pudiera tener dudas para militar en el PCM. Sin embargo, en sus primeros años el partido fue una alternativa progresista de búsqueda por la justicia social, atractiva para trabajadores, artistas e intelectuales. En la década de 1930 el PCM gozó de una muy buena relación con el gobierno de Lázaro Cárdenas además fue un momento en que diferentes esfuerzos editoriales externos al partido y otros promovidos en él, dieron interesantes frutos que ha estudiado Sebastián Rivera Mir.8
Sin embargo, ya para agosto de 1939 el desencanto por el comunismo atado a la Unión Soviética sufrió un duro golpe ante la noticia del pacto de no agresión entre ésta y la Alemania nazi, que terminó por derrumbar mucho del idealismo por esta opción política,9 un año después con el asesinato de León Trostky en México y la complicidad del PCM en éste, hizo que muchos dejaran sus filas. La elasticidad de la relación encanto-desencanto entre el PCM y los grupos de artistas e intelectuales mexicanos tuvo un clímax entre la retractación de Diego Rivera de 1952 para pedir su reinserción al partido,10 y la fuerte y constante crítica ideológica al comunismo mexicano que llevó en 1960 a la escisión promovida por José Revueltas creando la Liga Leninista Espartaco.11 Fue en esta década que se reprodujeron múltiples asociaciones de izquierda, algunas más cercanas al marxismo, otras al leninismo, y otras más al maoismo y todas sus posibles combinaciones. El álgido contexto social en el país ayudó a ello pues fue un momento de agitadas protestas por demandas laborales, reclamos agrarios y luchas estudiantiles que denunciaban las prácticas corporativas, represivas y corruptas del gobierno mexicano.
En este contexto de atomización de los grupos de izquierda que a la vez que sobrevivían en un ambiente represivo, se sentían inspirados por la triunfante revolución cubana, hacia 1965 quienes fueron miembros del Partido Revolucionario del Proletariado, la Liga Leninista Espartaco y la Unión Reivindicadora Obrero Campesina iniciaron un proceso de fusión que eventualmente conformó la Liga Comunista Espartaco.12 Tomo la formación de ésta como punto de partida pues la experiencia editorial emanada de la Liga con su órgano oficial El Militante, así como sus “filiales” específicas a los grupos y los lugares donde se publicaron una decena de distintos periódicos, por ejemplo, Espartaco en la UNAM, El Socialista, hecha por miembros del movimiento magisterial, El 28 de Marzo publicada por los ferrocarrileros, Emancipación, por los electricistas y Acero y Lucha por los trabajadores metalúrgicos,13 marcaron la ruta para sus miembros y sus posteriores ramificaciones. Para la LCE y sus células el medio impreso fue concebido como pieza de toque en su militancia, y lo sigue siendo para las izquierdas mexicanas que como relata Rivera Mir siguen repartiendo boletines, libros, folletos, volantes y afiches en las protestas públicas, materiales hechos por ellos mismos, muchos sin remuneración14 y con costo a sus bolsillos en el entendido que es más importante el fin que el medio, son mejores las ideas transmitidas que evitar el costo de imprimirlas.
Así, los grupos emanados de la Liga Comunista Espartaco desde entonces usaron sus publicaciones como carta de presentación y como medio de divulgación de sus ideas buscando la adhesión a sus asociaciones. Además, el medio impreso y la circulación de ideas a través de él resultaba menos peligroso en el contexto de un gobierno que se hizo desde los años 1950 cada vez más francamente persecutorio y represor. Repartir volantes era más seguro que participar en protestas, hacer mítines públicos, incluso era riesgoso reunirse en los círculos estudio pequeños en los que llegaron redadas de policía a detener a todos los allí reunidos.15 Este punto pone sobre la mesa uno de los grandes temas de los militantes de la izquierda mexicana entre 1966 y 1970: las grandes transformaciones sociales emanadas de la Revolución Mexicana, muchas de ellas materializadas durante el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas entre 1934 y 1940, fueron parcial o totalmente revertidas por sus sucesores al frente del poder ejecutivo, apaciguando el movimiento obrero, por ejemplo, pero ensanchando las clases medias urbanas desde los años cuarenta hasta los sesenta.16 No escapa la paradoja que finalmente ese ensanchamiento de las clases medias, educadas, con capacidad de organización, retomaran el impulso que habían llevado antes de ese paréntesis del “milagro mexicano” el movimiento obrero y el asociacionismo campesino y que los grupos que aquí se mencionan tuvieran un origen y un grueso de composición clasemediero. Este punto de quiebre, se verá más adelante, se cristalizó en nuevas formas de organización y resistencia —siempre acompañados de impresos— después de la represión y las muertes de estudiantes a manos de agentes de la policía y el gobierno el 2 de octubre de 1968.17
Entonces, escribir e ilustrar fue un componente central en la militancia política de izquierda. En sus memorias, Plutarco García Jiménez recuerda entrañablemente las portadas del primer número de El Militante y su suplemento, ilustrados con imágenes de Lenin (imagen 1) y Marx (imagen 2) respectivamente. Más adelante en su libro usa sensibles palabras para referirse a un “bello” grabado de Ho Chi Minh publicado en el número tres del periódico, recuerdo que retoma para hablar de la Seccional campesina “Ho Chi Mihn” que emanó de la Liga Comunista Espartaco después de los terribles hechos del 68, a la que se refiere, casi cariñosamente, como “La Ho”.18 Así, en la memoria de este militante de izquierda, ideas, impreso y grabado se entremezclan y van creando un paisaje de los imaginarios y las inspiraciones que llevaron a publicar siempre —incluso desde la clandestinidad y la persecución— y a la vinculación entre esos espacios que pueden aparentar a primera vista aislamiento y esnobismo urbano con las luchas, en esos años violentas, de los trabajadores del campo y la ciudad.
El Militante tuvo una vida de cinco años, pero como recuerdan sus autores y lectores, de ser una revista que usó imágenes e incluso algún color en su impresión (imagen 1) teniendo más de veinte páginas, pasó a apenas tener una docena de hojas mimeografiadas y engrapadas que circulaban de mano en mano.19 En el recuento que hace García Jiménez sobre estos años, relata que incluso desde uno antes de la masacre del 68, con la muerte de Ernesto “el Che” Guevara en Bolivia ya existía una fuerte incomodidad entre los miembros del Comité Central de la Liga Comunista Espartaco, pues conforme fueron obteniendo más información sobre el asesinato de Guevara, mejor entendieron a lo que podían llegar los enfrentamientos y desencuentros entre grupos de izquierda, supuestamente afines en sus ideales. Para García Jiménez había además otro punto de inflexión y tenía que ver con la distancia entre la Liga, su Comité, las Células y los verdaderos movimientos de masas.
Su preocupación por vincular de forma activa a la Liga con los movimientos de masas después de presenciar de primera mano la represión y la violencia en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, se activó. Había tenido acercamientos previos a los movimientos campesinos cuando el gobierno asesinó al luchador campesino Rubén Jaramillo en 1962 en Morelos, con su esposa e hijos, viajó a la zona de Xochicalco con un interés que describe en sus memorias como “periodístico” pero que, puede verse, pronto se convirtió en una vivencia movilizadora en el largo plazo. Viniendo Plutarco García de la zona rural de Ocotillo, Guerrero y habiendo hecho sus estudios previos a su llegada en la Normal Nacional en 1954 en la Escuela Rural Normalista Isidro Burgos en Ayotzinapa, institución en la que conoció tanto a Genaro Vázquez (con quien fue compañero aunque Vázquez era mayor que él) como a Lucio Cabañas (quien había entrado a sexto de primaria cuando Plutarco regresó a Ayotzinapa en 1957 “por unos papeles”), tomó la ocasión para acercarse a la comunidad y entender mejor el sentir de los campesinos de la zona. Aunque ya había sido líder estudiantil en la Normal, aún no se acercaba a la Liga ni estaba familiarizado con ese tipo de lucha político social. Ya hacia 1965 cuando se unió a la LCE y tuvo más contacto con antiguos luchadores de jaramillismo, tras los acontecimientos de 1968 decidió con otros miembros de la Liga para crear una Comisión Campesina y vincularse con grupos de resistencia rural en Morelos. Para entonces, en sus memorias, ya se refiere a sí mismo con su nombre de lucha, "Emilio". Partieron para la formación de esta comisión de la crítica por la “falta de compromiso real de la comisión política [de la LCE] con el pueblo, a su poca disposición de ir a los barrios obreros, a las comunidades rurales y a las fábricas para convivir e incorporar a los obreros a la lucha”. A este proceso le llamaron de “rectificación” llamando a los militantes a “construir y aplicar una línea de masas” para ello se generó un documento rector llamado Luchemos por una táctica revolucionaria basada en la línea proletaria de masas.20 Aunque no lo describe en sus memorias, parece haber sido un panfleto.
Cuenta que “ante la falta de medios de comunicación en el campo”, el Comité Revolucionario Estudiantil Campesino del estado de Morelos, con ellos, hicieron uso de “hojas volantes impresas en mimeógrafo con esténciles picados en una vieja máquina Olivetti. Así informábamos sobre sucesos importantes en la entidad y en el país. Pese a que las hojas contenían textos largos y con impresión defectuosa, procurábamos que tuvieran información con lenguaje sencillo y notas que interesaran a los campesinos, pues resultaban más ágiles que la lectura de Militante”.21 A partir de esta alianza publicaron entre septiembre y diciembre de 1968 “una docena de manifiestos y volantes que distribuíamos en paradas de camiones, reuniones y en mítines relámpago que realizábamos en algunas comunidades”. La redacción y la labor de compilar información para los volantes era de los compañeros “Félix” y “Emilio”. Con los compañeros de lucha en Morelos y los de Oaxaca con los que LCE tenía contacto se creó la Seccional Campesina Ho Chi Minh, el “tío Ho”, símbolo de la resistencia heroica para los espartaquistas. Cabe mencionar que para el compañero Emilio “el proceso de rectificación desarticuló en 1971 la estructura formal de la LCE” desintegrando la Comisión Política, así, “la Ho se convirtió de hecho en la dirección política y varios seccionales siguieron sus lineamientos”.22
Así, para el principio de la década de 1970, se dio un cambio de rumbo para este grupo de la extinta Liga Comunista Espartaco y comenzaron a centrarse en los temas agrarios y campesinos vinculándose con otras organizaciones del mismo tipo como Política Popular, que tenía presencia en la zona de la Laguna y Monterrey. Con ellos lanzaron un semanario informativo llamado Lucha Popular que “llegó a tener cinco mil ejemplares” con una amplia circulación en varios estados donde se habían formado colonias populares. La publicación en extremo sencilla (imagen 3) en su formato, lo que para García Jiménez la hizo muy exitosa. Él estaba a su cargo “de sus textos breves e ilustraciones” junto con Rosalinda Monzón y Tatiana Coll, haciendo de esta publicación una “experiencia exitosa de información escrita para las masas”.23
Esta época marca también el inicio del periodo de clandestinidad de Emilio. 1970 fue el año en que intentaron un proyecto campesino utópico en Puebla, en que fueron perseguidos por sus relaciones con los compañeros jaramillistas y la presencia de infiltrados del gobierno entre ellos, quienes se hacían pasar por estudiantes. Sin embargo, a pesar de la vigilancia y la persecución fueron años en que recorrió el país y se reencontró en la sierra de Guerrero con aquel niño de Ayotzinapa, Lucio Cabañas, quien ya estaba al frente de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres. Con él, algunos jaramillistas y otros militantes viajaron en distintos momentos por carretera para hablar de la situación del campesinado en Veracruz, Oaxaca, Puebla, Estado de México y Morelos. En esos viajes y visitas reconoce haberse encontrado con compañeros que sabían de él y su trabajo por números de la Lucha Popular que habían llegado a sus manos. Durante su refugio en Puebla, me ha referido que el punto de reunión entre compañeros, donde múltiples distintos perseguidos por el Estado represor mexicano de organizaciones distintas se encontraban, era en el sitio donde se encontraba el mimeógrafo que todos ellos usaban.
No obstante, la verdadera clandestinidad vino tras el secuestro en mayo de 1974 del candidato a la gubernatura de Guerrero, Rubén Figueroa por parte de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento. Desde entonces Emilio tuvo que dejar a su familia y esconderse durante años hasta que se fue a vivir con ellos a Anenecuilco, el pueblo de Emiliano Zapata, a donde lo iban a ver compañeros de lucha, perseguidos como él, desde todo el país. De allí en adelante, y gracias a la amnistía decretada por el gobierno de José López Portillo, Plutarco Emilio García salió de las sombras y se dedicó a la educación y organización en el campo. Participó en la formación de Congresos y organizaciones, su relación con el impreso transitó hacia el libro recogiendo testimonios de viejos zapatistas y haciendo su propia recolección de ensayos sobre el tema de la tierra en su libro Zapata en el corazón del pueblo, en el que incluye también participaciones como diputado federal en la legislatura que entró en sesiones en 1997, y ahora con sus multicitadas memorias que llegaron a las librerías este año 2021.
Los editores de hoy están haciendo manifiestos, tratando de plantear la forma en la que el trabajo del impreso va a seguir viviendo en el mundo actual y en el futuro. Qué curioso pensar en otro momento histórico, no tan lejano en el tiempo, los años 60 y 70 en los que la emergencia o la urgencia por comunicar contenidos se hacía por la vía del impreso y se buscaron medios impresos que fueran baratos, ágiles y fáciles de conseguir. Si pensamos en una definición de prácticas editoriales, sintetizada por lo propuesto por Roger Chartier y Robert Darnton, como la propuesta por Rivera Mir, como como aquellas relacionadas con la elaboración, producción y circulación del material impreso, a través de un proceso colectivo que combina tanto elementos técnicos y comerciales, como políticos y sociales,24 vemos en este caso una historia de necesidades de comunicación, de reclutamiento, de convencimiento y de denuncia.
Su carácter urgente y efímero las hace imposibles de conseguir como colecciones robustas, no obstante, son suficientes para extraer algunas reflexiones sobre la militancia de izquierda, la relación con “las masas”, el pueblo y el uso de los impresos. Ya en 1978, en una situación menos precaria en su seguridad personal, vinculado con antiguos zapatistas, con el hijo menor de Zapata, organizando la Coordinadora Nacional Plan de Ayala, publicó La Voz del Pueblo (imagen 4). Fue un periódico para los campesinos en Morelos, una alternativa para obtener información en un momento histórico en México en el que hubo poca libertad en medios de comunicación, sobre todo fuera de la ciudad de México. En él se habla todavía de movilizar, pero también de educar y ahí me parece muy relevante la forma en la que estos movimientos, representados en gran medida en este ensayo a través de la experiencia y los recuerdos de una persona, que surgieron del comunismo se alimentaron también de otras perspectivas socialistas distintas a la comunista como la de Kropotkin, quien claramente propuso la educación del campesinado para poder entonces proceder a la lucha social o a la revolución social. En La Voz del Pueblo se incluyeron datos históricos relevantes para el gremio, la zona, igualmente elementos de cohesión comunitaria como una entrevista con cortadores de caña en Huacalco, Morelos.
En el caso de La Voz del Pueblo está reflejado el aprendizaje del éxito de la Lucha Popular. Hicieron los títulos a mano para hacerlos más llamativos, mientras que el resto de los textos fueron escritos a máquina. El formato es todavía más sencillo que el de La Lucha, menos estructurado, los textos son más cortos, tiene dibujos. Va más hacia un público en especial, y logra mayor sencillez tal vez por no buscar un lenguaje nacional en común, sino uno local compartido. En mis conversaciones con García Jiménez le he preguntado de dónde sacaban los recursos para hacer estas hojas y folletos, su respuesta siempre ha sido “no necesitábamos recursos, era mimeografiado”. Creo que el uso de estas hojas nos habla de una necesidad urgente de comunicar, por ejemplo, la Lucha Popular, sobre la situación de los presos políticos, mientras que en periódicos más formales como El Militante los temas fueron en torno a las discusiones entre comunismos, a noticias de relevancia internacional y nacional y la forma en que afectaban al movimiento. Casi como un intercambio entre articulistas y sus ideas, en las que el lector es un espectador. En la Lucha Popular y en La Voz del Pueblo, los lectores son los protagonistas de las notas, el lenguaje es el de ellos y los problemas son los propios.
Fuentes
Publicaciones periódicas y efímeras
Lucha Popular
Memoria. Revista crítica militante, “100 años del PCM”, número 272, año 2019-4.
El Militante
La Voz del Pueblo
Bibliografía
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_____ coord., Camaradas. Nueva historia del comunismo en México, México, Secretaría de Cultura, Fondo de Cultura Económica, 2017.
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Tilly, Charles y Lesley J. Wood, Los movimientos sociales, 1768-2008. Desde sus orígenes a Facebook, Barcelona, Crítica, 2010.
Apéndice
Notas
Notas de autor
Enlace alternativo
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