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Una mirada crítica sobre el proceso político del movimiento Indígena boliviano y su apuesta en la refundación del Estado
Ismael Cáceres-Correa; José Javier Capera Figueroa
Ismael Cáceres-Correa; José Javier Capera Figueroa
Una mirada crítica sobre el proceso político del movimiento Indígena boliviano y su apuesta en la refundación del Estado
A critical look at the political process of the Bolivian Indigenous movement and its commitment to the return of the State
Encuentros. Revista de Ciencias Humanas, Teoría Social y Pensamiento Crítico, núm. 7, pp. 41-62, 2018
Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt
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Resumen: a Constitución de la República boliviana tomo un “giro–radical” a partir de la fuerza, capacidad y demanda de las organizaciones indígenas por refundar e intentar pensar otras formas de concebir la política, la cultura, la nación, el Estado y en concreto la experiencia de reconstrucción comunal del proceso político en América Latina, propuesta que se hace necesario leer y comprender, en el contexto global hoy.

La Constitución de la República boliviana tomo un “giro–radical” a partir de la fuerza, capacidad y demanda de las organizaciones indígenas por refundar e intentar pensar otras formas de concebir la política, la cultura, la nación, el Estado y en concreto la experiencia de reconstrucción comunal del proceso político en América Latina, propuesta que se hace necesario leer y comprender, en el contexto global hoy.

Palabras clave:Estado bolivianoEstado boliviano,Movimiento IndígenaMovimiento Indígena,LatinoaméricaLatinoamérica,Sociología PolíticaSociología Política,Sociología EmergenteSociología Emergente.

Abstract: The Constitution of the Bolivian Republic took a “radical turnaround” from the strength, capacity and demand of indigenous organizations to refound and try to think of other ways of conceiving politics, culture, nation, State and, in particular, experience of communal reconstruction of the political process in Latin America, a proposal that becomes necessary to read in the global context today.

Keywords: Bolivian State, Indigenous Movement, Latin America, Political Sociology, Emerging Sociology.

Carátula del artículo

Una mirada crítica sobre el proceso político del movimiento Indígena boliviano y su apuesta en la refundación del Estado

A critical look at the political process of the Bolivian Indigenous movement and its commitment to the return of the State

Ismael Cáceres-Correa
Universidad de Concepción, Chile
José Javier Capera Figueroa
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México
Encuentros. Revista de Ciencias Humanas, Teoría Social y Pensamiento Crítico, núm. 7, pp. 41-62, 2018
Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt

Recepción: 15 Noviembre 2017

Aprobación: 01 Diciembre 2017

Introducción.

El presente artículo reflexivo tiene como finalidad desarrollar una discusión analítica sobre el proceso político que constituye el movimiento indígena boliviano. Partiendo del planteamiento teórico-conceptual propuesto en gran parte por la literatura de la sociología política contemporánea. Nuestro interés se centra en exponer las siguientes concepciones: 1) el territorio se concibe como un constructo social pero políticamente influenciado por el poder donde las organizaciones indígenas establecieron una agenda política para establecer puntos en común con respecto a la refundación del Estado ( constitucionalismo plurietnico, plurinacional y pluricultural), y 2) la relación estratégica entre la capacidad de movilización social que tuvieron las organizaciones con respecto a la reivindicación de la “causa indígena” como instrumento de cohesión política al interior del territorio y la sociedad civil en Bolivia.

El resultado más notorio es el giro – radical que tomó la constitución de la republica boliviana a partir de la fuerza, capacidad y demanda de las organizaciones indígenas por refundar e intentar pensar otras formas de concebir la política, la cultura, la nación, el Estado y en concreto la experiencia de reconstrucción comunal del proceso político en América Latina.

Los cambios políticos de la última década del siglo XX en América Latina simbolizaron un giro – radical frente a las formas tradicionales de concebir el poder, la política, la economía y las reivindicaciones sociales en los territorios de la región. Este proceso conllevó a la generación de acciones/demandas que exigían cambios y respuestas concretas en un escenario caracterizado por las estructuras rígidas de los Estados, las relaciones políticas líneas/verticales entre la sociedad civil y las instituciones democráticos.

La experiencia política de América Latina respondió a un proceso de larga duración y cambios fuertes con respecto al poder político y su relación con el Estado frente a las comunidades. En esta lógica, podemos encontrar que la experiencia boliviana no fue ajena a esta serie de dinámicas/cambios en un mundo – globalizado, por el contrario, simbolizó un referente de luchas, organización y reivindicación estructural por construir “otra” cultural, instituciones y acciones políticas que fueran más congruentes con las necesidades y demandas de una sociedad civil en su mayoría de carácter indígena.

Tal como lo manifiesta, Tapia ( 2005), Sousa Santos (2008) y Quiroga, J & Flores, P (2010), uno de los fenómenos recientes de mayor impacto en la región latinoamericana, fueron las manifestaciones, movilizaciones sociales, consignas y acciones que realizaron de forma colectiva los pueblos indígenas en Bolivia, este escenario represento un giro- político sobre la forma de concebir/construir la democracia en la región desde abajo, dado que por primera vez, llegaría al gobierno un presidente indígena con gran legitimidad por parte de las comunidades y las bases más populares del pueblo boliviano.

La presencia de un presidente indígena como es Evo Morales significó un cambio en las correccionales de fuerzas y las dinámicas políticas entre las comunidades y las elites por proponer, imponer y realizar un proyecto político de orden nacional. La presencia política de un país con fuerte presencia indígena – campesina, representa un hecho transcendental en el camino de transformar paulatinamente el modelo económico de libre mercado, y generar un imaginario donde la democracia, tendría como base la profunda, sustantiva y necesaria refundación del Estado, a través de la recuperación y nacionalización de los recursos, bienes y riquezas naturales al servicio de las comunidades, organizaciones y sociedad civil boliviana (Quiroga, J., & Flores, P, 2010).

En efecto, las movilizaciones sociales que se dieron en el año 2000 tomaron un sentido de gran importancia en el rol del movimiento indígena, dado el impacto que generó sobre las bases y grupos sociales que de manera sistemática marcharon e propusieron nuevos elementos en la agenda política, que ayudaran a derrocar la estructura neoliberal de los dos últimos gobiernos como fueron Sánchez de Lozada y Carlos Mesa. En este momento, la historia política de las organizaciones indígenas se identificó por adoptar el repertorio de las manifestaciones, marchas, bloqueo de caminos, huelgas, asambleas y paros, como acciones/ repertorios que fueron decisivos en el diseño de pensar y hacer política en el territorio boliviano (De Sousa Santos, 2008).

Ya en el año 2000, se logra presenciar dos momentos fundamentales que mostraría la capacidad política del movimiento indígena en su proyecto de refundar ciertas estructuras estatales. La primera medida, la iniciativa de la conocida “guerra del agua” en Cochabamba, consiguió establecer puntos en concretos en la agenda pública, que puso en jaque la política privatizadora del servicio de empresas de Aguas del Tunari, a cargo de la transnacional Bechtel. En segunda instancia, las masivas huelgas y bloqueos realizados por los indígenas, campesinos y sectores sociales marginados se caracterizaron por exigirle al Estado cambios concretos en la economía local, nacional y el modelo de desarrollo con respecto al uso del territorio y la propiedad comunal de la tierra (Tapia, 2005).

En este sentido, el movimiento tomó fuerza y logró incursionar en uno de los recursos y políticas más importantes del gobierno boliviano, tal como sucedió entre septiembre y octubre de 2003, ya que se empezó agitar las bases que motivaran la lucha contra la “guerra del gas” en ese momento, se logró constatar la fuerza de la movilización y legitimidad socio- política del movimiento al interior del país, mostrando la necesidad de implementar una política de nacionalización de los hidrocarburos como un tema de interés público.

Metodología.

De esta manera, el breve panorama expuesto hasta el momento nos permite analizar las características, procesos y dinámicas que constituyeron el movimiento indígena en Bolivia. Nuestro principal interés consiste en establecer una comunicación – analítica de este fenómeno empírico, por medio de los siguientes enfoques conceptuales: 1) Análisis de clase (Wright, Thompson/Wood, Wallerstein); 2) Nuevos Movimientos Sociales (F. Dubet/Laura Loeza Reyes); 3) Estructura de oportunidades políticas (Tilly/Tarrow); 4) Pierre Bourdieu, y de forma muy concreta se expondrá porque la perspectiva estructuralista de Eliasoph/Lichterman, resulta ser compleja en la operacionalización de este movimiento.

Resultados.

El enfoque de análisis de clase desarrollo por Wright (1997), Thompson (1984), Meiksins Wood (2000) y Wallerstein (2003), parte de considerar que las clases sociales son una estructura fundamental en la construcción del Estado – moderno, y la estratificación social que se originó como un instrumento utilizado por las elites sobre las instituciones para construir todo un imaginario político, que gira alrededor de la invención moderna de las clases sociales y su disputa por el poder político en la sociedad.

La perspectiva analítica que desarrolla Wright (1997) entorno al concepto de estructura de clases, nos permite reconocer como las “elites en el poder” logran construir una serie de hechos políticos, que facilitan su consolidación en las instituciones y a través de este espacio, incursiona en lo que denomina los “nuevos ricos”. Esta perspectiva sociológica fue la base de sus análisis en la sociedad norteamericana, donde señala que un elemento central es el reconocimiento de la libertad, la vida pública y el estado de derecho democrático frente a la representación política.

Uno de los aportes centrales que existe en el pensamiento sociológico de Wright (1997) radica en su fundamentación sobre lo que podríamos denominar, la estratificación social dado que considera que la distribución no igualitaria del poder económico (propiedad, ingresos, riquezas, consumo), influye de manera categórica en los niveles de desigualdad en la sociedad. Igualmente, sucede en lo político (influencias, decisiones, acciones y relaciones), lo social (prestigio, estilo de vida, status, reconocimiento) y en lo cultural (nivel educativo, conocimiento en general y relaciones sociales) son parte del conjunto de lo que podríamos considerar como indicadores, que permiten distinguir un estrato con respecto de otro en la sociedad (Wright, 1997).

El análisis funcional y extenso que nos aporta Wright (1997) tiene la particularidad de ser aplicado a la realidad empírica del movimiento indígena en Bolivia, ya que según los aportes realizados por Quiroga, J & Flores, P (2010) destacan que en el Censo Nacional de Población, el 62% de la población boliviana mayor de 15 años, reconocía y manifestaba pertenecer al pueblo indígena, un rasgo de gran importancia porque influye en el esquema que reconocer las denominadas tierras altas o tierras bajas en una sociedad con altos niveles de fragmentación (p.3).

Un aspecto central que facilita la construcción de una brecha social distinta y dispareja, la cual se caracteriza con el tipo de estratificación existente en la sociedad boliviana, donde la hipótesis que manifiestan Wright (1997) y Wallerstein (2003) toma fuerza dado que se genera un imaginario social en función de las elites políticas y las clases ricas dueñas de los territorios donde existe presencia de las comunidades indígenas. Lo que implica, el conflicto por la tierra, el territorio y las formas de organización autónoma que tienen los indígenas al interior de sus espacios comunales, tal como los Aymaras y Quechas ubicados en los departamentos de la Paz, Oruro, Potosí, Chuquisaca y Cochabamba, zonas que históricamente han vivido en medio de un conflicto estructural de clase social y política sobre el uso y desuso del territorio.

Por ello, la propuesta estructuralista realizada por Thompson (1984), Meiksins Wood (2000), asume valor en el análisis de la experiencia y referentes analíticos del movimiento indígena en Bolivia. Partamos de reconocer que la heterogeneidad – estructural de una sociedad como la boliviana, adquiere un grado alto de complejidad en el intento de establecer parámetros, esquemas y modelos de caracterización o estratificación social.

La propuesta de Thompson (1984) sobre la tipología de las clases sociales en la sociedad inglesa en el siglo XVIII, significa un aporte en el análisis de dicha época, por medio de los procesos de modernización de la sociedad y las formas de producción que se desarrollan en un territorio. Encontramos que los cambios de lo preindustrial, tradicional, paternalista hasta llegar a el estado moderno fueron las bases de la consolidación del capitalismo como un modo de producción moderno, dicha propuesta muy propia de la sociología histórica se caracteriza por plantear de forma descriptiva un modelo de sociedad con respecto a la manera como el poder de los de arriba se impone a las clases obreras (abajo).

De esta forma, el planteamiento de Thompson (1984) desde la perspectiva crítica e histórica, muestra la evolución social, política, económica y cultural de la sociedad inglesa, y como estos cambios generan un conflicto de poder e intereses entre las clases. Bien, podríamos considerar que la caracterización de la nobleza, la clase media, la clase popular y la plebe, son el resultado de la construcción histórica de la conciencia entre lo vertical que corresponde a los gobernantes, y la horizontal que es propia de la clase obrera.

El panorama analítico que expone Thompson (1984), toma sentido en el proceso de movilización social que se desarrolló en el movimiento indígena boliviano. El argumento central, consiste en lo que Tapia (2005) señala como la agudización de un conflicto entre grupos sociales por la construcción o imposición de un modelo económico y político en el territorio.

El abordaje que realizan Tapia (2005) y García Linera (2009) entorno al movimiento indígena boliviano, nos permite considerar la figura de los caciques apoderados, que a través de su poder político en las comunidades lograron construir acciones enfocadas a la defensa de la propiedad comunitaria, la autodeterminación del territorio y la necesidad de hacer de la tierra un bien comunal, esta serie de prácticas políticas fueron fundamentales para dar el paso, a la exigencia de una educación pertinente con las necesidades de la región y las comunidades.

Así pues, el Movimiento al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), se convirtió en el principal actor político que generaría cohesión con respecto a los distintos sectores sociales en Bolivia, su propuesta de unir el campesinado y los indígenas, le permitió fortalecer la bandera nacionalista sobre el indianismo y la lucha indígena como un argumento que revalorizaría la identidad de las comunidades en su ejercicio de recuperación del tejido comunitario, la soberanía estatal sobre los bienes naturales, sin dejar a un lado, la autonomía, defensa y garantía por la producción y consumo artesanal de la hoja de coca (Quiroga, J., & Flores, P, 2010).

A partir de este momento, logramos encontrar un vínculo con la propuesta de Meiksins Wood (2000) y Wallerstein (2003). En el primer caso, se propone repensar la estructura o superestructura como un proceso de relación social, dando elementos para reflexionar sobre el movimiento indígena boliviano a partir de un capitalismo estructurante, neoliberal y racista que modifica/ moldea la democracia bajo el interés del capital, en principio, se considera que la sociedad capitalista ha estado presente en la obtención del poder político por medio de distintos canales, medios o estrategias políticas bajo el interés de establecer la acumulación del capital y la implementación de una tipo de democracia basada en las leyes del mercado.

Un proceso político de duración extenso que según Wood (2000) permite que la estructura y la superestructura en el lenguaje de la teoría crítica, que logre construir una postura frente a los fenómenos sociales. La experiencia del movimiento indígena boliviano permite que la base y superestructura sea orientada a un ejercicio de reflexión y experimentación sobre la conciencia en la clase social, aquí el proceso de las clases se orienta bajo la construcción de un ser social que se identifica con la conciencia social donde se establece una comunicación entre “teoría, concepto y realidad empírica”.

En este sentido, las bases sociales como son el campesinado, los obreros, mineros, artesanos, comerciantes, profesores entre otros, se constituyen como la estructura del movimiento indígena boliviano, puesto que responde a lo que Wood (2000) señala en su propuesta teórico – metodológica como una corriente de acciones que vinculan la vida social, cultural y política en una sociedad para pensar acciones en común.

En el caso del movimiento indígena se podría relacionar la superestructura como aquellos procesos jurídico – políticos que las organizaciones, grupos y gremios utilizaron como repertorios para consolidar el movimiento social en el escenario público. Una muestra de esto fue el papel que jugo las leyes de los pueblos indígenas frente a la autonomía política en el gobierno, la defensa del territorio y la auto- gestión legislativa, para diseñar formas de organización comunal (Cusicanqui, 2013).

Tal como lo señala Svamp, M & Stefanoni, P (2007) y Sousa Santos (2008), que consideran que el fuerte proceso de movilización social y subjetividad política de los pueblos indígena fue la base para generar transformación en el marco institucional y pragmático de la sociedad civil. La incorporación de un diseño político en función de refundar el Estado – nación y establecer una postura crítica / auto- crítica por medio de las demandas, acciones y repertorios de las comunidades indígenas, representó una apertura para dar paso a la Bolivia indignada, organizada, rebelde frente a la barbarie de la dominación, la explotación y el colonialismo político sobre los procesos, estrategias y acciones al interior de la comunidades, el territorio y sus prácticas originarias como fuentes que constituyen el movimiento indígena.

El análisis crítico que nos aporta Wallerstein (2003) en la lógica de comprender los cambios estructurales que asume el tema de las clases sociales en un mundo globalizado, parte de considerar aquello que denomina “movimiento antisistémico”, que se da en medio de la década de 1970, debido a su contenido político, social, cultural y económico sobre la especificación entre movimiento “social” y movimiento “nacional” (p.93).

A este respecto, Wallerstein (2003) menciona que dichos movimientos protagonizaron un cambio del discurso y acción política en el sistema-mundo, debido a la serie de debates que emergieron enfocados a la concepción/cambios/ transformación del Estado. Una evidencia que sería la base de la fuerza producto de la movilización en los movimientos sociales, un claro debate que generó diferencias entre la perspectiva marxista y anarquista por concebir los movimientos nacionalistas, los partidos del nacionalismo en su versión político – electoral y la contraparte por adoptar un tipo de un nacionalismo cultural (p.94).

El abordaje que realiza Wallerstein (2003) se articula de forma precisa con la dinámica política del movimiento indígena boliviano, puesto que este actor político se organizó por medio de los distintos sectores sociales que demandaban un Estado más abierto, plural y democrático en función de lograr una cohesión política y la garantía por un buen vivir o Sumak Kawsay en territorio. Los argumentos que desarrollan Quiroga, J & Flores, P (2010) y Cusicanqui (2013) sobre la dinámica, organización y reivindicación política del movimiento responde a todo un proceso de movilización popular que se desplegó, a través de la consigna y reapropiación del discurso indigenista como una estructura narrativa que generaría solidaridad, unidad, apropiación y resignificación de las prácticas políticas, la tradición oral, escrita, simbólica que constituyen la razón de ser de los territorios y pueblos indígenas en Bolivia.

A su vez, la visión de las organizaciones sociales, políticas, sindicales y gremios que se enfocaron en construir y transformar el modelo económico por medio de los mecanismos legalmente constituidos (García Linera, 2009). Un ejemplo de esto fue el impulso estratégico que trajo consigo la reforma- estructural de la constitución política nacional, por una orientada a revivir la cuestión indígena, los conflictos étnicos y la historia de opresión que ha sufrido las comunidades, dicho proceso se convirtió en un tipo ideal que logró tener aceptación por un gran volumen de ciudadanos bolivianos, debido a la identidad política de una sociedad con aspectos fuertes de organización, identificación y reconocimiento de su propia condición indígena.

Por otra parte, el enfoque de los nuevos movimientos sociales desarrollados por Dubet (1989) y Loeza (2010) exponen las características que constituyen el discurso sobre la identidad, y como este influye en el análisis de los fenómenos sociológicos en un contexto en particular. El marco explicativo de Dubet simboliza un acercamiento al contenido polisémico de la identidad, donde asume sentido el cuestionamiento sobre la identidad del sujeto en su plano social, político, cultural encaminado a interiorizan los roles, estatus y procesos que adquieren los distintos actores en la construcción intersubjetiva de la personalidad del sujeto (Dubet, 1989).

El esquema que describe Dubet (1989) se convierte en una apuesta epistémica, teórica y metodológica para analizar la identidad en los nuevos movimientos sociales frente a la constitución de las prácticas políticas que posibilitan la categoría de identidad social a través de la historia y el contexto del sujeto, llega al plano de vincular la acción social y la integración societal. Una forma de reconocer el carácter de un actor político en palabras de Dubet consiste en “dominar su identidad sin ser totalmente tragado por la ella” un punto de referencia que nos permite comprender el ethos(carácter) extenso que tiene la identidad como referente de estudio del sujeto en lo social.

La perspectiva de Dubet (1989) ofrece aspectos fundamentales para comprender la identidad de los sujetos – sociales del movimiento indígena boliviano, a partir de los procesos políticos y las acciones identitarias que toman fuerza en las estrategias de movilización, protesta, mítines, tomas pacíficas, y el uso simbólico de consignas que logren articular los factores, necesidades, tácticas reivindicativas de las comunidades indígenas frente al ejercicio del poder político del Estado.

En este sentido, los aportes desarrollados por Sousa Santos (2008) y García Linera (2009) que exponen el marco de acumulación capitalista – global que representa un ejercicio colonial del Estado hacia la sociedad civil. Los autores señalan que una manera de resistir a esta lógica fueron las alianzas, acuerdos políticos, asambleas locales entre sujetos popular, gremios económicos, sectores empresarias y organizaciones que compartían la defensa del territorio y los derechos de los pueblos indígenas.

La fuerza política del movimiento indígena boliviano llegó al punto de extender su proceso de socialización política, politización de lo público y revalorización de las prácticas culturales por medio del avance por los derechos colectivos, la unidad política, la autonomía por el territorio y en particular la refundación de otro Estado, que colocara a los indígenas como un actor legítimo, verídico y real en la discusión pública de los procesos democráticos, participativos y alternativos.

A su vez, la identidad social se encuentra en un eje problematizador, ya que hace uso de la perspectiva subjetiva de integración para lograr analizar al actor desde un rol que posee estatus, valoraciones y propiedades que le son impuestas o adquiridas con respecto a su “personalidad social” al interior de una estructura política, económico y cultural de un tipo de sociedad en particular.

Es necesario reconocer que la identidad política que describe Dubet (1989) se enmarca en la dimensión de problematizador las formas de acción y constitución de la misma. Su orientación responde a lo que denomina “polos identitarios” que son esquemas de representación política que tiene como finalidad pasar a un esquema donde “la noción de identidad se encuentra en un marco reflexivo que logra comprender su interior y exterior en un contexto lleno de contradicciones” (Dubet, 1989:525).

La realidad empírica que logramos observar del movimiento indígena de carácter campesino en Bolivia, responde a un proceso histórico de larga duración donde las luchas políticas de resistencia y tradiciones fueron el valor fundamental por construir una identidad colectiva, política, territorial que fuera parte del repertorio de construcción social que las comunidades Quechua y Aymara tomarían para fortalecer su lucha social en el plano institucional y popular en la sociedad civil (Quiroga, J., & Flores, P, 2010).

De esta manera, la movilización política con el paso del tiempo sería intensificada por parte de los actores del movimiento, esto significó un espacio de identidad política debido a la recuperación de la memoria histórica, el sentido común de los pueblos indígenas pero específicamente la expresión de solidaridad, rebelión y levantamiento contra las políticas de sometimiento, despojo y estructuras políticas tradicionales impregnadas por la lógica neo- liberal que sería base de la realidad política boliviana (De Sousa Santos, 2008).

En el caso de la propuesta analítica que desarrolla Laura Loeza (2010), sobre el discurso como análisis de las identidades políticas se ubica en reflexionar sobre el carácter que tienen las identidades en el proceso de la subjetividad en el campo de lo social, aquí el carácter reflexivo de la producción de la realidad se sitúa en concebir las narrativas que permiten comprender los comportamientos, acciones y estrategias que existen en la dimensión del sujeto y su espacio de participación política.

El concepto de identidad en Loeza adquiere el sentido de establecer un paralelo entre lo social y el individuo. El primero, muestra su estructura comunicativa y el segundo se identifica con el componente subjetivo, biográfico, estructural y colectivo que en términos de la autora representa un contenido de los procesos constitutivos del sujeto y su propio carácter reflexivo (Loeza, 2010).

La visión que se piensa sobre la identidad en Loeza (2010) está enfocada en la capacidad para orientar la acción, esta premisa es la muestra de que la identidad tiene un elemento que refleja el orden social y muestra el conjunto de interacción que se logran concretar por parte del sujeto en la sociedad, donde las identidades políticas sirven como instrumento para analizar los movimientos de actores/militantes/ grupos, los cuales se puede estudiar desde una perspectiva histórica que permite reconocer los fenómenos políticos que inciden en la cultura y la configuración de los repertorios de acción colectiva, es decir, que la propuesta de la autora radica en darle más fuerza a la estrategia del actor que es conducente con la constitución de la identidad política.

Dicha propuesta analítica, se articula con la realidad empírica del movimiento indígena, dado su marco de repertorio y formas de militancia política (Loeza, 2010). En el primer caso, logramos relacionar la heterogeneidad de las identidades, que subyace en los procesos sociales de las comunidades indígenas frente al territorio, la apropiación de las prácticas políticas no-convencionales y la lucha política (pedagógica) por integrar una sociedad boliviana donde el campesino, el indígena, el mestizo, los obreros, las mujeres entre otros actores, logren ser referentes principales para el fortalecimiento del Estado plurinacional y pluriétnico en su máxima expresión.

En el segundo eje, que representa la militancia política al interior/ exterior del movimiento indígena boliviano, se puede inferir tres aspectos: 1) el motivo racional y afectivo de la lucha o causa indígena fue uno de los motivos centrales de movilización; 2) la fuerte disciplina militante de indígenas, mestizos, mujeres, obreros, profesores entre otros. Los cuales, se caracterizan por reivindicar el legado colonial que han vivido los pueblos oprimidos, negados y excluidos por el proceso de acumulación del capital y la concentración del poder por parte de las elites, y 3) la propuesta teórica/ organizativa sobre las estructuras militantes que se auto- definieron con una identidad de ser un país de indígenas que merecen un buen vivir para el territorio, la comunidad y el respeto por las prácticas ancestrales producto de sus cosmovisiones.

Del mismo modo, la propuesta de la identidad política en las dinámicas del movimiento indígena en el contexto boliviano, responde a su forma de lucha, repertorio organización socio- política en el territorio, por parte de las manifestaciones sociales, huelgas, toma de calles y acciones de resistencia política, que permitieran pensar en una la lógica deliberativa en el proceso político, y como esta conllevo a que la participación se ubicara en un plano central con respecto a la necesidad de refundar la democracia. Así pues, se generaría un corpus de identidades por medio de la interacción social, simbólica y política al interior de las comunidades indígenas.

De esta manera, un resultado concreto fue la Ley de Participación Popular que construyeron las organizaciones sociales y políticas que formaban parte del movimiento social, y a partir de ese precedente mostraron una distancia con la perspectiva institucional - electoral, y dieron paso a las prácticas políticas de líderes, activistas, mujeres, artistas y joven de cualquier tipo de identidad étnica, en este instante se demostró como el proceso político del movimiento indígena, manifestó por mantener las luchas y formas de organización alrededor del territorio (Cusicanqui, 2013).

Otro enfoque para analizar el proceso, la dinámica y el desarrollo de los movimientos sociales, es la estructura de oportunidades políticas de Tarrow (2004) y Tilly (2007), aquí la perspectiva teórica sobre la acción colectiva o la construcción del Estado se relaciona con la identidad y la cultura que existe en la estructura social. El aporte central que realiza Tilly consiste en establecer un esquema analítico de los movimientos sociales por medio de un tipo de sociología histórica muy propia de su narrativa – historiográfica.

El uso de la violencia como un referente de estudio en los procesos de acción colectiva constituyen un marco de explicación de los movimientos sociales, según Tilly (2007) conlleva a que el factor de la luchas por el control del Estado, sea conducente a la violencia colectiva y como esto produce cambios estructurales. A su vez, señala en el caso del “modelo político” que se ve mediado por las reclamaciones colectivas que permiten la interacción entre los actores, siendo un aspecto central para reconocer la estructura y la capacidad de acción que tiene un movimiento frente a su capacidad de transformar, usar, establecer y proponer un tipo de identidad política con base a su criterio de actor colectivo (Tarrow, 2004).

De esta forma, la acción colectiva se identifica con la búsqueda de intereses comunes y oportunidades concretas entre el actor y el mundo que lo rodea, esto representa una forma distinta pero no espontanean del fenómeno, por el contrario, tiene un fuerte significado de ser asimilado como un proceso de evaluación entre costo– beneficio que permite el desarrollo lógico entre los factores que constituyen el movimiento con respecto a su fragmentación entorno al poder político (Tilly, 2007 ).

Los argumentos expuesto por Tilly (2007) sobre la violencia y su relación con la acción colectiva, se puede ver ejemplificados en el caso del movimiento indígena boliviano, ya que su trayecto histórico estuvo orientado a recuperar la lucha indigenista como una estrategia de poder político, dicho fenómeno se constituyó como una apuesta, que sirviera como instrumento para superar la ideología dominante y dar paso a la concepción de una sociedad más abierta, pluralista, politizada y democratizada.

En esta senda, los argumentos expuestos por Tapia (2005) y Sousa Santos (2008) resaltan la lógica del indianismo como una ideología que intentó poner en tela de juicio la cuestión hegemónica del momento, y ofreció elementos para dar un paso a superar y disputar “otras” formas de hacer política, gobernar y llevar a cabo el proyecto nacional de un Estado plurietnico, nacional y soberano que hiciera peso a la lógica neoliberal y las élites políticas en el territorio boliviano.

Por ello, la propuesta de Tilly (2007) toma fuerza cuando reconoce que la acción colectiva en el mundo contemporáneo es el resultado del enfrentamiento en función de generar una disrupción contra las instituciones, autoridades, grupos dominantes, élites y otros actores, que hegemónicamente ha estado establecidos en el poder y las instituciones.

El eje analítico de Tilly nos sirve para comprender el conflicto de intereses por parte de los pueblos indígenas contra las estructuras políticas tradicionales en Bolivia, en su afán por construir formas alternativas de construir la política y las acciones colectivas, que sirvan para canalizar las demandas, la carga simbólica, emocional y económica que existe en el contenido – estructura de este movimiento en su lógica de consolidar su identidad como un actor político y social fundamental en los asuntos públicos en la sociedad boliviana.

La perspectiva analítica que desarrolla Tarrow (2004) sobre los movimientos sociales consiste en reconocer la acción colectiva como un conjunto de factores de naturaleza colectiva que determinan las formas de comportamiento de los actores que conforman el movimiento social. Un aspecto central de Tarrow consiste en reconocer los desafíos colectivos que personas comparten en forma de objetivos comunes, solidarios y que tienen amplia interacción política para establecer mecanismos de disputa contra las élites, las autoridades y los sectores políticos en dispuesta por tener presencia en el escenario político (p.21).

Esta serie de procesos de interacción, solidaridad y objetivos en común permiten, que exista una comunicación entre actores del movimiento. Así pues, la Estructura de Oportunidades Políticas (EOP) se caracteriza por hacer uso del enfoque político para reconocer las dimensiones congruentes del entorno, y así poder establecer/ofrecer incentivos para que el individuo logre participar, movilizarse y ser parte de las acciones colectivas que conllevan en función de una expectativa de éxito o fracaso en el proceso social del movimiento.

El enfoque del proceso político según Tarrow (2004), genera la posibilidad de operacionalizar las acciones, estructuras y estrategias de los movimientos sociales, puesto que da espacio para ejercer la participación política y las reivindicaciones de la sociedad civil, a partir de la emergencia de los conflictos entre las élites políticas por el ejercicio, administración y uso del poder político en el Estado, esta dinámica corrobora la propuesta de Tarrow, que señala que los movimientos disfrutan y en algunos casos se favorecen de la coyuntura política, que da elementos para emprender la acción colectiva en pro de las múltiples reivindicaciones de este actor en su visión de fortalecimiento político (p.54).

De este modo, la acción colectiva en la EOP, tiene un punto de ebullición en el sentido de exponer variables para que sean incorporadas al debate político (público), y así se logra cuestionar la tensión estructural o coyuntural que vive el movimiento en su debido proceso/tiempo de consolidación (Tarrow, 2004). La ventaja del enfoque del proceso político es que va más allá de la visión costo- beneficio, optando mejor por las oportunidades políticas y la variación temporal que favorece al movimiento, debido a que tiene la capacidad de motivar y hacer uso de los incentivos de la acción colectiva, a través de las estructuras sociales – económicas propias de cualquier organización social (Tilly, 2007 ).

Un aspecto fundamental de la literatura de Tarrow (2004), es la bondad de introducir al campo de estudio de los movimientos sociales, la categoría de “ciclo de protesta”, este concepto tiene la facilidad de lograr comprender el tejido social que constituyen un ciclo de protesta en un contexto particular de la historia de una sociedad. La perspectiva que desarrolla Tarrow (2004), consiste en señalar que existe una intensificación de los conflictos, confrontaciones y tensiones que posibilidad la interacción política en el sistema social, la lógica de este análisis consiste en reconocer la difusión que tiene la acción colectiva entre los sectores más movilizados a los menos movilizados, y así lograr comprender el ritmo de la protesta, la estrategia política de las manifestaciones y la transformación de la acción colectiva al interior de la estructura del movimiento social.

Tal como se ha venido expuesto, la movilización social, el repertorio político y la acción colectiva del movimiento indígena boliviano, se convirtió en uno de los principales componentes en reconocer la organización de las grupos de base, el discurso indigenista como un actor con una “autentica” identidad política, y objetivos establecidos para la defensa, unidad, solidaridad sobre el territorio en función de ir construyendo una forma distinta del ejercicio sobre los bienes naturales (gas, agua, tierra).

El último enfoque que desarrollaremos consiste en la perspectiva de una sociología de los campos, la representación política y la identidad entre los actores, expuesta por Bourdieu (2001). Para ello, la identidad asume un criterio de ser reconocida como un compromiso que responde a la lógica de la identidad social, y esta se encuentra focalizada bajo un eje problematizador, ya que hace uso de la perspectiva subjetiva de integración para lograr analizar el actor desde un rol que posee estatus, valoraciones y propiedades, que le son impuestas o adquiridas con respecto a su “personalidad social” al interior de una estructura política, social, cultural y económica.

La identidad va más allá de los intereses y pertenencias del contexto, tiene una lógica de subjetivación que se caracteriza por tener la capacidad crítica y la distancia de la misma (constructiva) en este modelo el sujeto adquiere relevancia debido a que experimenta un tipo de identidad como vocación, compromiso y significación de su contexto social, donde logra convivir con las actividades que lo caracterizan en lo material e inmaterial que representa sus beneficio en sociedad y como sujeto (Bourdieu, 2001).

En el caso de Pierre Bourdieu su reflexión sobre la identidad y la representación política/social se caracteriza porque desempeña un papel fundamental en los asuntos culturales para tener una visión integral sobre el rol que juegan los actores en el proceso de interiorización del campo cultural que existe en una determinada sociedad. La propuesta de identidad en Bourdieu se ve mediada por el campo cultural, debido a que analiza la perspectiva de los actores sociales que incorporan los procesos políticos, aquí la noción sobre el papel de la cultura donde constituye al sujeto o el sujeto a la cultura toma sentido, al momento de comprender la estructura de la sociedad y los marcos de referencia que posibilitan la representación política en un escenario de la sociedad (Bourdieu, 2001).

Una perspectiva más compleja para comprender la problematización de la identidad, y superar el esquema tradicional sobre los estudios identitarios. Lo encontramos en los aportes de Bourdieu que considera los repertorios simbólicos, culturales y políticos como formas de identidad del sujeto, donde las unidades de observación son coherentes con la realidad – empírica que existe en cada actor social, posteriormente sería concebido como parte del habitus social que se expresa en los sentimientos/conductas/ comportamientos individuales del sujeto dentro de la estructura social.

En este marco de análisis la concepción de la representación política es congruente con la experiencia del movimiento indígena en Bolivia, debido a que las organizaciones sociales, gremios, sectores artísticos y comunidades indígenas recuperaron e hicieron uso del indianismo como un tipo de pensamiento e ideología política, que generaría representación social en cada uno de los actores que conformarían este movimiento social (Tapia, 2005). Igualmente, la estrategia política de la defensa del territorio y la construcción de un imaginario de legitimación política hacia el indígena, simbolizó una herramienta que el Movimiento Al Socialismo – Instrumento Político para la Soberanía Popular (MAS –IPSP), y el Movimiento Indígena Pachakuti – Confederación Sindical Única de los Trabajadores Campesinos de Bolivia ( MIP – CSUTCB), permitió que se lograran un reconocimiento y representación subjetiva, política, identitaria y de interés público por consolidar un proyecto territorial y nacional (Svampa, M., & Stefanoni, P, 2007).

Asimismo, el discurso del indígena - campesino estuvo siempre orientado a la defensa del territorio, los bienes naturales y la riqueza indigenista, esto fue una pieza fundamental del movimiento para generar mecanismos de cohesión y legación política, dado que usaron las consignas, movilización y momentos de bifurcación política para mostrar un precedente “distintos” frente a las formas convencionales de concebir el escenario electoral, representativo y legislativo propio de una democracia de corte procedimental.

De eta manera, una muestra del ejercicio político por parte del movimiento indígena fue el uso de los procesos de la política no- convencionales para generar dinámicas de interacción entre los actores sociales, y así pasar al fortalecimiento de los sindicatos, organizaciones sociales, políticas, gremios que apoyaban el proyecto de refundación plurinacional con la perspectiva de ir aportando elementos al debate de la re-organización de los cargos- burocráticos que se asumirían en las instituciones – estatales, mostrando su grado de coherencia con el proyecto de inclusión política y el reconocimiento de los derechos colectivos para los pueblos indígenas en su finalidad de hacer peso a la estructura de un Estado neoliberal (Cusicanqui, 2013).

La representación política, siguiendo los aportes conceptuales de Bourdieu (2001), tiene como eje central comprender las identidades individuales y colectivas, que configuran la capacidad de construir una diferencia en su entorno, y lograr establecer límites al interior/exterior del campo para así lograr un tipo de duración temporal, espacial/territorial (García Linera, 2009).

En el caso boliviano, logramos encontrar que la lucha indigenista asumió la bandera colectiva de la izquierda académica, política, militante bajo la vertiente de establecer paramentos en común que pusiera de nuevo en el escenario público la memoria, lo popular, lo colectivo, lo comunal en especial la recepción de un discurso plurietnico, una propuesta política con base al núcleo duro del pensamiento indianista, sin dejar a un lado, la unidad con distintos sectores que confluían en el escenario democrático de la presentación directa y bajo los principios de la comunidad indígena acorde a los principios del movimiento social (Quiroga, J., & Flores, P, 2010).

En última instancia, la perspectiva estructuralista de Eliasoph/Lichterman en el estudio de los movimientos sociales, simboliza un intento de objetivar la teoría con la realidad empírica, y en algunos casos puede ser utilizada para establecer mecanismos de interacción epistémica, conceptual y metodológica en el estudio de las organizaciones socio- política, dándole prevalencia a la definición de la cultura política y como esta construye un sentido intersubjetivo de la realidad empírica en su lógica de interacción política entre individuos en un determinado contexto entre individuo – instituciones y procesos de movilización social que articule la cultura política del movimientos social.

Los aportes de Eliasoph, N., & Lichterman, P (2010) tienen como base la interacción, la comunicación y la relación entre los actores colectivos que conforman la estructura de un movimiento. La visión de analizar los estados de politización y la interacción política sirven como instrumento para pensar la movilización y la participación de estos actores en la construcción de procesos colectivos. Igualmente, la identidad y la construcción del imaginario que tienen los actores desde su condición heterogénea, que es de suma importancia en el repertorio de los movimientos sociales.

Es de señalar, que la propuesta de Eliasoph, N., & Lichterman, P (2010), es de gran valor por qué aporta elementos a la discusión de la participación, las formas de acción y la reciprocidad con respecto a los “nuevos” mecanismos que adquieren las instituciones para generar modelos de toma de decisión y acción política. Así pues, la lógica de concebir dicha propuesta responde a un enfoque estructuralista, el cual reconoce a los movimientos sociales como formas de organización orientadas al uso de recursos y la obtención de estrategias políticas para el uso de los actores fundamentales en la generación de un tipo de procesos sociales de larga duración, pero con una identidad definida y en proceso de consolidación al interior de una estructura política en la sociedad civil.

Por ello, dicho enfoque asume un carácter complejo para intentar aplicarlo a un análisis del movimiento indígena en boliviano, partimos de tres argumentos centrales: el primero tiene que ver con la cosmovisión, estructura, contenido y praxis de los pueblos indígenas son extensas y responder a su prácticas cultures (ancestrales), así que, resulta ser una problemática semántica y analítica de espacio, tiempo y forma de los fenómenos que constituyen la identidad política del movimiento, si lo pensaba en el marco analítico de Eliasoph, N., & Lichterman, P, ya que no existen a primera viste herramientas para desarrollar esta tesis.

El segundo aspecto, responde a un problema de espacialidad y racionalidad, en el caso de Eliasoph, N., & Lichterman, P (2010) su enfoque tiene gran acepción con la corriente anglosajona en el estudio de los movimientos sociales, las estrategias, recursos, procesos que responden a la acción colectiva de las organizaciones, lo que significa un marco analítico que no se articula a la cosmogonía/cosmovisión/ racionalidad de los pueblos indígenas y en particular a la experiencia de refundación del Estado por parte del movimiento indígena en el territorio boliviano.

Por último, el tercer aspecto, reside en el posible esquema o modelo de análisis para reconocer los principales elementos del movimiento indígena boliviano, resulta que los proceso sociales, políticos, económicos, organizativos, territoriales tiene una propia consigna identitaria con respecto a su espacio socialmente construido, debido a esta lógica la propuesta del cambio social y la heterogeneidad de los actores por parte de Eliasoph, N., & Lichterman, P (2010), representa un “posible” déficit de tipo conceptual, metodológico y teórico por establecer mecanismos de consenso, disenso y en particular acciones comunitarias en función de tener un grado de congruencia con las estructuras del movimiento indígena en defensa de los derecho colectivos, la propiedad comunal, la defensa del territorio, la unidad política y la reivindicación, ya sea estructural o coyuntural de la sociedad boliviana, que revivió el discurso, la práctica, la acción, el sentido y la forma de pensar el discurso indigenista en función de refundar la democracia y la estructuras del Estado al servicio de los pueblos indígenas .

Conclusiones.

El desarrollo del artículo demuestra la importancia que tienen los enfoques expuestos en el análisis de los movimientos sociales, y en particular el movimiento indígena boliviano al intentar establecer elementos de interacción conceptual, metodológico y teórico con el fin de operacionalizar los conceptos bajo un análisis empírico determinado y por medio de enfoques delimitados para su misma interpretación.

De esta manera, un aspecto positivo resulta ser la manera como los autores abordan el objeto de estudio desde distintas perspectivas en el análisis de los movimientos sociales, en el caso del movimiento indígena presenciamos como los repertorios, símbolos, acciones colectivas, consignas, marchas y ciclos de protesta hacen parte de la complejidad de elementos que nos sirven para tener una aproximación más intersubjetiva con respecto a este fenómeno de investigación.

La extensión conceptual y metodológica que representa el movimiento indígena boliviano, nos permite reconoce como a partir de estos enfoques de estudios de la sociología política se puede seguir pensando en futuras reflexiones sobre la forma de operacionalizar los conceptos y establecer metodologías más congruentes con la realidad empírica, así que, la capacidad de explicar la estructura o superestructura de este movimiento social en medio de la complejidad cultural, económica, étnica, política y social que constituyen la realidad – estructural de la sociedad boliviana y en específico los pueblos indígenas con respecto al Estado en su camino de refundación - radical.

En conclusión, las aproximaciones elaboradas no son mutuamente excluyentes en el análisis del movimiento indígena boliviano u otro movimiento social, por el contrario, de lo que se trata es de establecer vínculos comunicativos entre distintas formas de construir teoría y desarrollar esquemas metodológicos, que sean de gran importancia en la consolidación de estudios empíricos, analíticos y lógicos al interior de la sociología política y su interés con temas como la representación política, la identidad política, la acción colectiva y los ciclos de protestas sólo por mencionar algunos elementos, que hacen parte de la riqueza analítica del movimiento indígena boliviano en su procesos de transformación socio- política en la historia de América Latina y porque no del mundo politizado que sueña por una democracia más incluyente y que responde a las necesidades de la sociedad en medio de la crisis civilizatoria de estos tiempos.

Material suplementario
Referencias bibliográficas.
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