DOSSIER
Experiencias de metodologías críticas para la producción de conocimiento: Narrativas feministas para la incidencia en clave de testimonios
Experiences of critical methodologies for the production of knowledge: Feminist narratives for incidence in the key of testimonies
Experiencias de metodologías críticas para la producción de conocimiento: Narrativas feministas para la incidencia en clave de testimonios
RELIGACIÓN. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, vol. 3, núm. 9, pp. 60-72, 2018
Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades

Recepción: 01 Enero 2018
Aprobación: 01 Marzo 2018
Resumen: El testimonio de las mujeres, como herramienta teórica y política contribuye a visibilizar la presencia de determinados/as sujetos, la compleja trama de los dichos/no dichos posibles en una sociedad. En este orden, presentamos aquí un análisis crítico y social de narrativas feministas testimoniales que toma en cuenta estas tensiones permitiendo develar los universos de significación y la densidad de la experiencia en torno de situaciones de acoso sexual callejero como una forma de violencia contra las mujeres. Los textos (15 testimonios), escritos por académicas y activistas y publicados por el sitio digital ZEPA.com.ar como un ejercicio de comunicación para la incidencia, cuentan en primera persona, experiencias de acoso/abuso sexual callejero y permiten leer la práctica escritural feminista como nudo de la acción individual y colectiva en clave de diálogo intertextual y como acción despatriarcalizadora.
Palabras clave: Narrativas feministas, testimonios, acoso sexual callejero, violencia contra las mujeres, academia/activismo..
Abstract: The testimony of women, as a theoretical and political tool, helps to make visible the presence of certain subjects, the complex plot of the possible sayings / not-sayings in a society. In this order, we present here a critical and social analysis of testimonial feminist narratives that take into account these tensions, allowing to reveal the universes of significance and the density of experience around situations of street sexual harassment as a form of violence against women. The texts (15 testimonies), written by academics and activists and published by the digital site ZEPA.com.ar as an exercise in communication for advocacy, have, in the first person, experiences of street sexual harassment / abuse and allow reading the scriptural practice feminist as a knot of individual and collective action in the key of intertextual dialogue and as a de-patriarchal action.
Keywords: Feminist narratives, testimonies, street sexual harassment, violence against women, academy, activism..
1. ZEPA.com.ar: De la comunicación para la incidencia a la producción de conocimiento
Las narrativas feministas irrumpen en el espacio público de diversos modos haciendo audible las voces de las mujeres e insertando la agenda del movimiento a través de múltiples estrategias. En este sentido, la articulación entre la agenda política del movimiento y la agenda mediática del periodismo de género ha optimizado en los últimos años sus lazos utilizando diversas herramientas[1] para profundizar lo que se denomina comunicación para la incidencia en un intento de informar al público para concientizarlo sobre problemas y situaciones que pretenden ser transformadas.
Gabriela Cicalese (2013: 13) señala que la comunicación para la incidencia es un puente que pretende hacer dialogar los nuevos procesos de incidencia política con la tradición teórica y la intencionalidad política provenientes del campo de la comunicación a través de las prácticas y sistematizaciones de la comunicación comunitaria, popular, alternativa. Más específicamente se trata de “reconocer las instancias de iniciativas y de estrategias de instalación y posicionamiento de una problemática y de un modo específico de abordarlas” (Cicalese, 2013: 21). Hay una dimensión ligada a la iniciativa que debe guardar un cierto nivel de autonomía, económica y conceptual, de la sociedad civil para hablar de una acción comunicacional de incidencia. En otras palabras, dice Cicalese (2013: 19), se trata de pensar en los entres, en el acompañamiento de los colectivos y organizaciones para proponer y sensibilizar sobre diferentes temáticas y problemas. Implica no resignar la construcción de sentido y de diferenciar intencionalidades de procesos comunicacionales e instancias de intervención, de hacer dialogar a la incidencia política con un tipo específico de perspectiva comunicacional.
El sitio digital mendocino ZEPA.com.ar forma parte de las experiencias de periodismo contrahegemónico que, con dificultades, intenta establecer una agenda mediática alternativa a la que los grandes medios imponen. En este marco presenta un diseño de portada donde aparecen algunas secciones que resultan novedosas respecto del periodismo tradicional: Crónicas, Decires, Ficciones, Historia, Lesa Humanidad, Resto del mundo (para internacionales), Violencia. En esta última, ZEPA había publicado ya, y luego publicó nuevamente, variadas notas relativas a violencia de género. En junio de 2017 apareció, por ejemplo, la videonota #3J #NiUnaMenos sobre la tercera marcha por Ni una Menos realizada en la Mendoza; el 16 de octubre de 2016 la video nota Paro Nacional de Mujeres y el 14 del mismo mes, la nota de opinión con firma Nos están matando. Otras notas de la misma Sección que pueden consultarse son ¡Vivas nos queremos!; A un año de la desaparición de Gisela Gutiérrez, ¿Dónde está?; Represión: de los dichos a los hechos; Presa por abortar y por ser mujer; 286 femicidios en 2015 en Argentina: sigue muriendo una mujer cada 30 horas por violencia machista; La llevó al dormitorio…; El propio hogar es el lugar más inseguro para las mendocinas; Contra la protesta: se aprobó un protocolo que llama a la represión. Con una alta prevalencia de noticias sobre violencia de género, el medio prioriza en la Sección Violencia la cobertura de noticias sobre problemáticas sociales relacionadas con todo tipo de violencias: de género, institucional, obstétrica, simbólica, mediática. A simple vista puede parecer que esta sección reemplaza a la tradicional Policiales de los medios hegemónicos. Sin embargo, no solo ZEPA no cuenta con Policiales sino que lo que se publica en Violencia, por un lado, excede en cuanto a amplitud temática al clásico policial, y por otro, presenta un tratamiento en las antípodas, respetando las recomendaciones del periodismo de género/feminista[2] enmarcando las producciones en problemáticas socioculturales complejas. En este sentido, ZEPA ha tenido, desde sus orígenes, un perfil, además de netamente contrahegemónico por su diseño, secciones, formato de las notas y los contenidos; feminista, identificable por sus voces autorizadas, sus fuentes, sus periodistas y colaboradoras y, fundamentalmente, por la construcción de las noticias y la vocación de instalación de agenda de género.
En este marco, en el verano 2016-2017, ZEPA publicó en la sección Violencia, quince testimonios de acoso sexual callejero organizados bajo el rótulo Historias (hiper) reales de la violencia machista y escritos, tras una invitación del medio, por diferentes académicas y activistas que contaron experiencias personales en relación con esta problemática.
La decisión de traer estas voces de feministas a testimoniar sus experiencias de acoso sexual callejero tiene que ver con la decisión política del medio de hacer periodismo contrahegemónico en el sentido de producir discursos críticos y espacialmente, en esta ocasión, de realizar comunicación para la incidencia articulando con las organizaciones de la sociedad civil a través de algunas de sus representantes (periodistas, referentes de agrupaciones feministas, académicas de renombre).
Los medios son actores concretos que tienen una ubicación privilegiada en las estructuras de la sociedad. Detentan poder material y simbólico. Mediante la producción de discursos construyen realidad, potencian, intensifican y organizan la circulación de esos discursos sociales. En el caso que revisamos ponen a circular discursos otros, historias no dichas, las violencias naturalizadas, a través de testimonios de voces autorizadas del movimiento de mujeres/feministas con un fin en particular: crear conciencia pública respecto del acoso sexual callejero como un tipo de violencia contra las mujeres.
El testimonio de las mujeres, como herramienta teórica y política, como forma de intervención, contribuye a visibilizar la presencia de determinados/as sujetos, sus puntos de vista, el lugar desde el que construyen sus dichos (sean de clase, de género, de etnia, de edad, etcétera). Un análisis de las narrativas testimoniales que toma en cuenta estas tensiones permite percibir, como señala Stone-Mediatore (1999, 104-106) en los universos de significaciones y en los modos de construcción de los relatos, la densidad de la experiencia en su trama compleja de acciones, identidad y conciencia dentro del marco de rearticulación de los recuerdos y la memoria. Como han dejado claro la teoría feminista, el testimonio, dentro de este planteo, se sitúa en el anudamiento entre experiencia, discurso, política e historia. Berverly marca, en este sentido, que aparece como un modo de conocimiento de la propia historia que no deriva tanto de una inquietud teórica como de una urgencia vital, “un problema de represión, pobreza, subalternidad, prisión, lucha por la sobrevivencia...” (Beverly, 1993 [1989]), una urgencia en la situación que el testimonio narra. Es el anudamiento entre experiencia, discurso, política e historia lo que reactualiza a través de las voces de las mujeres las múltiples violencias invisibles de las que han sido protagonistas a lo largo de sus vidas.
Patrizia Violi (1991) y Luce Irigaray (1985; 2007) comparten la tesis de que las mujeres hablan y escriben un lenguaje extranjero, que les niega el estatuto de sujeto. En este orden, las mujeres hablan al interior de un código excluyente de una articulación lingüística femenina que nombra a los humanos como entidades abstractas desprovistas de sus determinaciones físicas, psíquicas, del peso de su historia y sus experiencias. Estas autoras sostienen que por esto las mujeres no han podido nombrar sus experiencias desde un lenguaje colonizador y patriarcal, sino que han debido decir de otro modo, apelando a las contradicciones, ambigüedades, neologismos, violentando el lenguaje, leyendo entre líneas, buceando en los límites de lo decible/audible.
En la tensión entre lo permitido/omitido, visibilizado/negado, estos testimonios de voces autorizadas feministas presentan algunas peculiaridades propias del registro testimonial, estrategias de construcción del yo/nosotras autobiográfico, modos y técnicas de articulación del relato y una configuración del punto de vista específico de la perspectiva feminista que interpela a ese lenguaje extranjero que no les permitió decir las violencias cuando acontecieron.
En lo que sigue intentamos, a través de la puesta en acto de una conjunción de metodologías, analizar, desde una mirada crítica y de género/feminista, estas narrativas testimoniales que ponen a circular discursos otros, sentidos sociales en disputa, las historias no dichas, las violencias naturalizadas produciendo, de este modo, un tipo de conocimiento que, en los bordes, disrumpe en cuanto a su contenido, su modalidad de acceso y su forma de circulación. A través del análisis crítico y social del discurso damos cuenta de los principales núcleos de sentido puestos en diálogo entre los textos y de las estrategias discursivas que permiten diferentes posiciones de sujeto, destinatarios diversos y el interjuego de las determinaciones de género, edad y clase en los dispositivos de enunciación.
2. El corpus: quince testimonios de acoso sexual callejero en clave de academia y activismo
“He perdido la cuenta de la cantidad de veces que me tocaron sin consentimiento: en la calle, en un bar, en la escuela” relata Sofía Da Costa en He perdido la Cuenta (2017). La noción de falta de consentimiento flota entre los textos como testigo ausente.
“Recuerdo incluso, seguramente algo más grandes, habernos dado vuelta, indignadas ante alguna tocada no consentida” evoca Natalia Encinas en Todas juntas (2017). Claudia Anzorena (2017) va más allá en Con extorsión, no hay consentimiento: “creen que las mujeres debemos responder a sus deseos, como cuerpos usables y descartables. Y descartables también si se resisten a ser usados”.
Soledad Gil cruza su relato Culpable en clave de militancia y activismo. El acoso sexual callejero es una forma de violencia de género, dice, y agrega que “Segato nombra como violación metafórica a la mirada fija masculina en su depredación del cuerpo femenino fragmentado. […] la mirada fija, como la violación, captura y encierra a su blanco, forzándolo a ubicarse en un lugar que se convierte en destino, un lugar del cual no hay escapatoria, una subjetividad obligatoria” (2016).
Los quince testimonios narran quince situaciones de acoso sexual callejero diferentes vividas por estas mujeres a lo largo de sus vidas. Solo uno de los textos es un escrito colectivo (No me visto para provocarte, compilación de Ediciones El Clítoris) y otro relata la vida de la madre de la autora (Tributo a Angela).
Los textos que conforman el corpus son Si fueras hombre no lo haría, de Catalina Arismendi; Y fuiste silencio, de Laura Fiochetta; No me visto para provocarte, de Ediciones El Clítoris; 10, 11, 12 marcas sutiles, brutales desvíos, de Valeria Hasan; Culpable, de Soledad Gil; Bienvenidas, de Carolina Bloch; Feliz día, de Brenda Di Paolo; He perdido la cuenta, de Sofía Da Costa; Por qué de chica odiaba febrero, de Sabrina Yañez; Tributo a Angela, de Sofía D’Andrea; Vergüenza, miedo, silencio, rabia, de Alejandra Ciriza; Todas juntas, de Natalia Encinas; Así me gusta, que vaya mirando el piso, de Florencia Tucci; Yo habito el espacio público, de Julia López; Con extorsión, no hay consentimiento, de Claudia Anzorena.
Cada testimonio es un texto cerrado en sí mismo pero como corpus mantienen un diálogo que no solo se sostiene a través de la intertextualidad propia que la temática acoso sexual callejero aporta dando coherencia. Existe, además, una serie identificable de otros elementos que aportan al diálogo y que van delineando un tipo particular de conversación entre los testimonios.
Como dijimos, las autoras son todas feministas. Algunas provienen también de la academia, otras son periodistas, hay comunicadoras y varias comparten la doble pertenencia del activismo y la academia. Sus edades oscilan entre los 24 y los 70 años por lo que sus testimonios recorren amplias trayectorias vitales y distintas épocas histórico-sociales. Estas dos últimas variables pueden hacer suponer que sus escritos arrojan narraciones muy diferentes, con valoraciones y experiencias de acoso difíciles de comparar. Sin embargo, los testimonios parecen no tener tiempo histórico. Relatados, la mayoría evocando el pasado de la temprana infancia o la lejana adolescencia, encuentran a estas mujeres en hechos de acoso sexual callejero similares por lo violentos, lo avasallantes, intimidantes, lo determinantes para sus vidas futuras. Las anécdotas las reúnen alrededor de reminiscencias que se encadenan unas a otras:
“Recuerdo ir caminando y sentir la presencia de alguien, voltear y ver la cara de un hombre que intentaba con su mano tocarme. Salí corriendo, agitada, sin rumbo. No sabía qué hacer” (Gil, 2016).
“No comenté a nadie lo que había pasado sentí horror de andar sola por la calle” (Hasan, 2016).
“Lo más incómodo fue bancarme el pene del chabón sobre mi hombro derecho, durante los 40 minutos de viaje. Me dio vergüenza y miedo decirle que se pusiera en otro lugar, pensé que me iba a golpear” (Ediciones El Clítoris, 2016)
“’La culiamos entre todos’. Doce voces, doce tipos que burlescamente, envalentonados, repetían que me iban a violar entre todos. Empecé a correr. Y tres o cuatro empezaron a correr atrás mío, persiguiéndome. En mi cabeza había mucho ruido, escuchaba mis latidos, no sabía dónde mierda podía escaparme” (López, 2017).
3. Núcleos de sentido: acoso sexual callejero es violencia contra las mujeres
3.1 Lo dicho/no dicho: la violencia por el silencio de no consentir
Las isotopías textuales que emergen de los testimonios recurren de unos a otros. Lo primero que aparece, como dijimos más arriba, es la idea de no consentimiento. Esta noción es trabajada de manera explícita en el texto Con extorsión, no hay consentimiento, de Anzorena (2017), pero aparece como lo no dicho en el resto de los textos. Soledad Gil lo traduce de este modo:
... tener que correr por las calles del centro para llegar al colegio y evitar que alguno lograra su cometido, tener que cambiarme de asiento o bajarme del colectivo donde no era destino frente a insinuaciones, desear salir rápido de un ascensor frente a la mirada “depredadora masculina”, no poder sentarme en una plaza sin que se me acercara algún tipo con intenciones de acosarme, no poder estar con amigas en algún espacio público sin ser molestadas con comentarios, actitudes, acciones de machos violentos que se creen con derecho sobre nosotras, nuestros cuerpos y también sobre nuestras formas de pasar el tiempo, de estar en el mundo. (2016).
Sofía Da Costa (2017), que inicia su texto señalando haber perdido la cuenta sobre la cantidad de veces que la tocaron sin consentimiento, agrega: “He perdido la cuenta de la cantidad y calidad de insultos que recibí en nombre del piropo. Una infinidad de voces opinando sobre la forma, volumen, textura, olor y sabor de las partes de mi cuerpo”.
Al calor de un relato que tiene como centro las estrategias de cuidado ante el acoso, los abusos, las violencias contras las adolescentes en los sitios de recreación nocturna, Natalia Encinas (2017) también refiere al consentimiento de manera no explícita: “Lo escribo y me da el mismo asco, la misma repulsión, la misma bronca. Recuerdo la mezcla entre enojo-impotencia-vergüenza que sentíamos. Nos recuerdo amuchándonos de espaldas, buscando protegernos entre nosotras, tratando de que no nos toquen la cola, porque no, no nos gusta, no queremos…”
Finalmente, Claudia Anzorena (2017) le imprime un matiz político y militante al cierre de su testimonio: “pienso en todas las mujeres que por su edad o por sus condiciones no tienen medios para resistir estas agresiones y terminan accediendo a cosas que no quieren por miedo. Esto me hace pensar en los finos límites del consentimiento. Con extorsión, no hay consentimiento”.
3.2 El patriarcado: la violencia como marca indeleble
A ese núcleo significante del no consentimiento que flota entre los testimonios se suman las isotopías explícitas. La primera que aparece, común a todos los escritos es el patriarcado. Nombrado con todas sus letras en algunos testimonios, definido a través de recuerdos en otros, presente como gran isotopía textual que recorre y da sostén a la problemática social y política del acoso sexual callejero como expresión de la violencia machista.
“Vos sabés por qué te grito, si fueras hombre, no lo haría”, razona el agresor de Catalina Arismendi en el testimonio Si fueras hombre, no lo haría. Sofía Da Costa (2017) señala que:
... quedan los registros de esa violencia y se hace patente su función disciplinadora: por dónde, a qué horas, vestidas de qué forma y acompañadas por quién debemos andar las mujeres. Al enseñarnos (obligarnos) a ser precavidas contra el acoso y el abuso los dan por sentado, es lo que nos toca por ser mujeres y en nuestras manos queda minimizar el riesgo. Su violencia no tiene que ver con el sexo, tiene que ver con el poder.
Sabrina Yañez (2017) le pone palabras a la violencia machista cuando sin consentimiento se disfraza de juego y enviste con toda la fuerza del patriarcado:
Febrero se empecinaba en recordarme mi género y mi lugar de vulnerabilidad. Febrero era la materialización del acceso desigual al goce del espacio público, de las calles, las veredas, las plazas. […] Ir acompañada por otras pibas no era un antídoto sino más bien una provocación extra […] Me negaba a tener que depender de un adulto o un hermano varón para salir inmune a la puerta y poder transitar el barrio sin miedo. Solo primaba el daño.
Alejandra Ciriza, explica al cierre de Vergüenza, miedo, silencio, rabia que “nuestros cuerpos están allí como cosas para ser mirados, calificados, censurados, tocados, manoseados, violados. Quien tiene ese derecho dictamina, dice, toca, violenta, acusa: ¿no lo(s) habrá provocado ella?” (2017).
Florencia Tucci (2017) en un contundente testimonio recuerda:
Así me gusta, que vaya mirando el piso, me dijo en voz algo baja cuando ya algunos pasos me alejaban y entonces tuve que levantar la cabeza […] De tantas groserías que me han gritado en la calle, la de esta vez fue la peor. Aunque no fue precisamente un grito, aunque no fue precisamente una grosería, pero sí. Porque lo grave nunca son las palabras sino lo que se hace con ellas, lo que las palabras tienen detrás, porque aunque no se haya recurrido a la clásica y sórdida obscenidad, hay una idea mucho más horrible y peligrosa que se esconde en el fondo: la idea de sumisión.
3.3 Silencio y culpa: la violencia del mandato de subordinación
Junto a la isotopía de patriarcado, dos núcleos de sentido comunes en los testimonios son el silencio y la culpa. Silencio y culpa son una dupla que han acompañado históricamente a las mujeres a través de la educación y los mandatos de sumisión. Aquí, violentadas, acosadas, atropelladas, estas mujeres que le ponen palabras a los abusos sufridos a diferentes edades (nueve años, diez años, doce, dieciséis, veinte, en la adolescencia, en la juventud, durante la maternidad, estando embarazadas) rompen esos pactos que la sociedad, la familia, las instituciones todas les imponen, convirtiendo la vergüenza en campo de batalla y los dolores en solidaridad entre mujeres.
Algunos de los registros de la memoria en torno al silencio que aparecen en los testimonios son:
Justo paso por esa casa esquinera de la cual escucho voces que me dicen algo como ‘eh, eh, vení’… cuando me acerco me llevé la sorpresa de ver a un hombre sentado, tocándose el pene mientras me decía ‘muñeca, vení, vení que me hago alto guiso con vos’. Me fui corriendo, no le conté nada a mi mamá cuando llegué y me vio llorando. (Ediciones El Clítoris, 2016).
Sentimos vergüenza por ser agredidas, tocadas, burladas, abusadas, violadas. Heredamos los silencios ahogados y nos pasamos unas a otras los códigos de defensa. (Valeria Hasan, 2016).
Nunca contó detalles, ni hubo preguntas por simple delicadeza, pero el acontecimiento era un secreto a voces en su familia. (Sofía D’Andrea, 2017).
No me salvó de acosos y situaciones improcesables, de la imposibilidad de poner palabra, de la maraña del miedo, la vergüenza, el estupor, la impotencia, la rabia. Esa que debe ser tramitada, inscripta en el orden simbólico, habilitada: las mujeres, las personas racializadas, disidentes sexuales, sectores populares tenemos derecho a la rabia, a sacudirnos con ira la dominación, la explotación, el silencio, el oprobio. (Alejandra Ciriza, 2017).
No dije nada, me quedé muda por miedo: eran muchos. (Julia López, 2017).
Sobre la culpa, los escritos hablan explícitamente o la muestran a través de las omisiones y las vergüenzas.
Avergonzada, buscando hacia todos lados alguna persona que hiciera o dijera algo. […] Recuerdo la sensación de fuera del cuerpo, de otra en un espejo que mira de soslayo. (Hasan, 2016)
Siempre me sentí culpable. Porque había salido sola de mi casa con sólo diez años y sin avisar. Por querer andar por las calles descubriendo siendo una niña, seguramente por llevar un short rojo. (Gil, 2016).
Recuerdo el dolor del golpe, la vergüenza, la impotencia, la ira, que jamás desgrana la suficiente cantidad de insultos, y la incredulidad al ver que su mano había dejado una marca negra sobre mi pecho blanco escolar. (Da Costa, 2017).
3.4 Acoso sexual callejero: la violencia de muchas caras
Finalmente, la violencia como núcleo de significación se hace presente en todos los testimonios, bajo variadas modalidades: violencia física, violencia simbólica, violencia psicológica, violencia verbal. De la violencia ejercida hacia las mujeres agredidas a la violencia contenida por la bronca, la impotencia, la vergüenza del sometimiento de los cuerpos a la fuerza y el control real y emocional por parte del patriarcado.
Si pensamos que las mujeres comienzan a ser acosadas en la temprana pubertad, alrededor de los diez años, puede comprenderse el efecto que sobre esas subjetividades tiene el acoso sexual callejero a lo largo de todo ese tiempo: de niñas a adolescentes, de adolescentes a mujeres: sometimiento, temor, miedo, amenazas, agresiones, burlas, lascivias, abusos, violaciones. La gradación de la violencia varía de caso en caso, lo que no se modifica es el sostenimiento de la práctica como algo natural por parte de los varones en el supuesto de que puede hacerse, de que están habilitados para hacerlo, de que un piropo no es delito (en un extremo de la práctica) y de que la violencia sexual es un castigo posible para quien se sale de la regla (en el otro extremo) (Segato, 2003).
Dentro del boliche el toqueteo, a oscuras, entre tanta gente amontonada, no es un roce. Es un toqueteo violento, por momentos, como con saña. (Encinas, 2017).
Paseaba mis 9 meses de embarazo y como el verano no se iba aún, vestido breve y pantaloncitos eran mi ropaje. ‘Vení mamita que te hago otro, vení que si no te abro el culo’, se oyó de vos, entre risas agrias. (Fiochetta, 2016).
Fue veloz, una ráfaga helada. Su mano derecha agarró, tironeando, mi vulva. Sí. La vulva. Venía de frente y calculó con precisión de atleta el momento exacto en que solo estirando el brazo, su mano podría, fugazmente, asirse de mi vulva. Tan rápido que no tuve reacción y ya no estaba. (Hasan, 2016).
Iba por la plaza del barrio San Eduardo a pasar la tarde con una amiga que vive en esa zona. Veo a un grupo de pibes sentados en un cantero, carcajeaban mucho. Justo escuché a uno que me dijo ‘Oh, qué rica… te chupo todo menos las axilas’. (Ediciones El Clítoris, 2016).
Miren, chicos, lo que tenemos enfrente es la única frase que recuerdo antes de atravesar el grupo. Lo demás eran muchas voces impostadas, silbidos, chistidos. No dije nada, me quedé muda por miedo: eran muchos. Escuché lo que nunca antes había escuchado: ‘muchachos, la culiamos entre todos’, dijo uno. (López, 2017).
4. Testimonios orientados y destinados
Como sabemos, el enunciador (las escritoras de los testimonios) plantea una forma específica de vincularse con sus destinatarios. El contradestinatario de estos testimonios, ubicado de acuerdo con Verón (1987) en el lugar de la inversión de la creencia, está definidamente identificado con el patriarcado como institución. Los varones que ejercen violencia sexual callejera son el eje de ese contradestinatario y los varones que ejercen todo (cualquier) tipo de violencia contras las mujeres se hallan dentro del amplio espectro de los destinatarios negativos, con quienes se discute en los textos.
En estos extractos puede observarse cómo es construido este destinatario opositor:
Al salir de la infancia sabemos ya que nuestros cuerpos son cicatrices anzuelo para la violencia machista. (Hasan, 2016).
Esas experiencias ominosas nos acechan en las calles, los descampados, los parques y en lugares y horarios supuestamente adecuados o protegidos: los espacios laborales, las reuniones de ‘amigos’. (Ciriza, 2017).
El paradestinatario, aquel destinatario necesario de persuadir que, al mismo tiempo, tiene una predisposición a la escucha, el/la indeciso/a, quien tiene suspendida la creencia y allí radica el lazo con el enunciador, son las mujeres en general que se sienten identificadas a través de los testimonios, dado que el acoso sexual callejero atañe a todas las mujeres por igual, sin distinguir clase, edad, geografía o color de piel. También los varones sensibles al tema, lectores de ZEPA, que comparten un código común al ser parte de un mismo lectorado.
Cientas de situaciones similares que seguí vivenciando con el correr de los años. (Gil, 2016).
… abrumador saber que todas pasamos por situaciones similares, todas tenemos un rosario de anécdotas de acoso. (Da Costa, 2017).
… aprendió que las calles y la noche no están hechas para las mujeres. (D’Andrea, 2017).
Como todas las mujeres he vivido momentos de violencia machista. Exhibicionistas, tocada de cola, persecución de tipos en autos. (Anzorena, 2017).
…sabía que gritarle a una mujer la molesta, que sabía que es una actitud acosadora, que sabía que civilmente está mal y es denunciable (aunque nadie te daría un tronco de bola) y que sabía que podía suscitarle un quilombo en su trabajo. Igual me gritó. ¿Por qué? ‘No sé, no pensé nunca antes en aguantarme’. Esa fue su respuesta. (Arismendi, 2016).
El prodestinatario es el/la sujeto con quien el enunciador comparte sus creencias e ideas. El lazo entre ambos reposa en lo que se llama la creencia presupuesta (Verón, 1987). En nuestro estudio está ubicado entre las mujeres que ya poseen conciencia de género, son feministas, militan, son activistas: el amplio espectro que ocupa el movimiento de mujeres/feministas. Para ellas, con ellas, entre ellas son los relatos. Buscando su solidaridad, su apoyo, su escucha, el cuidado entre mujeres.
Aquí puede verse:
Siempre en grupo, como desde chicas aprendimos a andar -sobre todo de noche- en espacios públicos las mujeres. Todas juntas. No nos separemos. (Encinas, 2017).
Nuevas formas de ser mujeres, de representar una feminidad contestataria, activa, viva, donde la agresión y el acoso en la calle deje de ser interpretado a través de ese eufemismo que nos enseñaron a aceptar y que llamamos ‘piropo’. (Bloch, 2017).
Yo dije para la piba, ‘gracias, no sabés el valor que tiene tu acción’. Ella me contestó, ‘sí, si lo sé. POR ESO paré’. (Arismendi, 2016).
Precisamente este prodestinatario es la presencia más fuerte de los textos. Todo discurso está destinado tal como indica Bajtín (1990). Los ecos pasados de los agresores se hacen presentes en los discursos, aparecen también los mandatos familiares, sociales, culturales, de sumisión, de silencio, de recato, de subordinación. Se reactualizan, al poner a circular los recuerdos, las experiencias de culpa y vergüenza. Aquellos viejos dolores vuelven en un registro presente de renovados pactos entre mujeres, pactos de cuidado, de disrupción del orden, de desobediencia.
En la polifonía de voces/testimonios destaca un llamado al desacato en términos de acción política, de resistencia. En ese sentido, D’Andrea (2017) explica “las que aquí escribimos somos parte de una genealogía de mujeres rebeldes, dispuestas a irrumpir a gritos”. En Bienvenidas, Carolina Bloch (2017), indica que en lo más cotidiano se instalan nuevas formas de nombrar el ser mujer “aunque sea una mujer que a ellos no les gusta, incluso antagónica de las que a ellos les gustan y por eso violentan […] bienvenidas a ser sujetas indómitas, mujeres que no encajemos y aun cuando encajemos y seamos toleradas, sigamos poniendo en peligro el mástil de su ser- más – macho”.
5. Comunicación para la incidencia en clave de cuidado y rebeldía
Si por un lado el medio dispuso del espacio de su Sección Violencia para la publicación de testimonios de acoso sexual callejero en la intención de informar y concientizar a su lectorado sobre la problemática concreta del acoso sexual callejero como una expresión de la violencia contra las mujeres a través de una modalidad inédita (testimonios en primera persona de activistas feministas) y de la mano de voces autorizadas, el principal destinatario de estos discursos no fue el gran público sino las mismas activistas a través de una corriente de sororidad y comunicación que enhebra los textos del primero al último. Es decir, si bien los textos relatan experiencias de violencia callejera protagonizadas por activistas y académicas con cierto aval en la opinión pública local y sus relatos apelan a la empatía y a situaciones compartidas por las mujeres en general, el proyecto de liberación de la subordinación de las mujeres respecto del patriarcado aparece en los escritos bajo la figura de la rebeldía respecto del orden patriarcal impuesto, la revuelta del status quo, la disrupción de lo establecido en relación a lo que significa ser mujeres. Algo del orden del deseo de querer seguir nombrándose, diciéndose, narrándose entre ellas superó el objetivo periodístico-comunicacional de la incidencia. Dicho de otro modo, en el juego de voces y destinatarios/as se trocaron las intencionalidades políticas y subjetivas. Si para ZEPA lo prioritario fue un paradestinatario a persuadir e informar para convencer sobre la importancia de la violencia de género en clave de acoso sexual callejero; para las autoras, el prodestinatario (las feministas que comparten ese piso común de rechazo al lugar establecido para las mujeres en nuestras sociedades patriarcales) lo fundamental resultó ser el hecho mismo de poner en común las experiencias, compartirlas y volverlas herramienta política. Los relatos alternan los recuerdos de las vivencias traumáticas puntuales con citas teóricas, llamamientos políticos, consignas militantes y mensajes de cuidado activista. No se trata meramente de un registro memorioso de los hechos acaecidos sino más bien de que al tramitarlos discursivamente, trayéndolos al presente, se vuelven código compartido y acción política.
Más que un punto de partida, la práctica escritural feminista devino en el nudo de una acción individual, pero sobre todo, colectiva, generando un torrente de diálogo entre ellas, los textos y la potencia política de la desobediencia feminista como acción despatriarcalizadora.
Finalmente, puede observarse cómo a través de la lectura a contrapelo de núcleos de sentido y destinatarios/as, lo dicho y lo no dicho intercambian lugares, permitiendo acceder a los huecos que las violencias perpetran en los cuerpos de las mujeres, visibilizando los lugares de sujeto, los lugares históricos y los lugares biográficos desde los que las mujeres producen conocimiento relevante para sus vidas en relación a una problemática socialmente urgente.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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[1]
Para saber más sobre esta articulación pueden consultarse mis trabajos El ingreso de la agenda feminista a la agenda de los medios (2016), Una lectura de las agendas latinoamericanas del feminismo académico y de la política feminista. Género y experiencia como categorías fundantes (2012), Consideraciones sobre los feminismos en América Latina. Producción teórica y prácticas comunicacionales en la Red (2011).
[2]
Para interiorizarse acerca de recomendaciones para un periodismo de género/feminista y conocer sobre el caso argentino, se sugiere leer La comunicación con enfoque de género, herramienta teórica y acción política. Medios, agenda feminista y prácticas comunicacionales. El caso de Argentina (Fernández Hasan y Gil, 2016).
Información adicional
CITAR COMO: Fernández Hasan, V. (2018). Experiencias de metodologías críticas para la producción de conocimiento: Narrativas feministas para la incidencia en clave de testimonios. Religación. Revista De Ciencias Sociales Y Humanidades, 3(9), 60-72. http://revista.religacion.com/index.php/religacion/article/view/130
Enlace alternativo
http://revista.religacion.com/index.php/religacion/article/view/130 (html)
http://revista.religacion.com/index.php/religacion/article/view/130/122 (pdf)