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Los libros de texto gratuitos y los “antagonistas” de la historia de México: una controversia doble, 1960-2023
José Eduardo Cruz Beltrán
José Eduardo Cruz Beltrán
Los libros de texto gratuitos y los “antagonistas” de la historia de México: una controversia doble, 1960-2023
Free Textbooks and the adversaries of Mexican History: A double Controversy 1960–2023
Les manuels scolaires gratuits et les « antagonistes » de l'histoire du Mexique : une double controverse, 1960-2023
Darmowe podręczniki i „antagoniści” w historii Meksyku: podwójna kontrowersja, 1960-2023
Debates por la Historia, vol. 13, núm. 2, pp. 159-192, 2025
Universidad Autónoma de Chihuahua
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Resumen: El presente trabajo es un análisis de los discursos en torno a los personajes considerados peyorativamente como villanos de la historia mexicana. Se parte de distinguir entre la retórica ideológica que traen consigo las críticas a los libros de texto como los relatos dispuestos en estos materiales, donde se asumen manipulaciones o falsificaciones deliberadas de la historia y que ocasiona que estos materiales educativos, tanto en sí mismos como en sus contenidos, sean objeto de constante debate. Con un recorrido por las distintas generaciones de libros de historia a lo largo de sesenta años de existencia, se demuestra que esa visión formada al principio del presente siglo ha impedido, además de un amplio conocimiento de los contenidos de los libros de texto, eliminar el prejuicio en torno a estos personajes por enseñar una historia de buenos y malos. Los resultados ponen de manifiesto que no se encuentra necesariamente en los libros de texto ese discurso maniqueo que se le atribuye, aunque tampoco abandona del todo la idea de unidad nacional a través del conocimiento histórico.

Palabras clave: Construcción de la nación, enseñanza de la historia, historia política, ideología, libros de texto.

Abstract: The present work is a discourse analysis around the characters described pejoratively as villains in Mexican history. It starts by distinguishing the ideological rhetoric present in the criticism of textbooks as well as in the narrative portrayed in these materials in which it is assumed there is deliberate manipulation or falsehood. In turn these assumptions have led to constant debate around textbooks and its contents. By revising the different generations of textbooks over 60 years, there is evidence found that the vision portrayed of a history of good vs the bad men at the beginning of this century has made difficult both a deep understanding of the textbooks’ contents and an elimination of the prejudice around these figures. The results show that the Manichaean discourse attributed to them is not necessarily found in the textbooks, although it does not entirely abandon the idea of national unity through historical knowledge.

Keywords: Nation-building, history teaching or History education, political history, ideology, textbooks.

Résumé: Le présent travail est une analyse des discours concernant les personnages péjorativement considérés comme des méchants de l'histoire mexicaine. Il s'agit de faire la distinction entre la rhétorique idéologique qui accompagne les critiques des manuels et les récits présentés dans ces documents, où l'on suppose des manipulations ou des falsifications délibérées de l'histoire, ce qui fait que ces supports éducatifs, tant en eux-mêmes que dans leurs contenus, sont l'objet d'un débat constant. En parcourant les différentes générations de manuels d'histoire sur soixante ans, il est démontré que cette vision formée au début de ce siècle a empêché, en plus d'une connaissance approfondie du contenu des manuels, d'éliminer le préjugé concernant ces personnages en enseignant une histoire de bons et de méchants. Les résultats montrent que le discours manichéen qui leur est attribué ne se trouve pas nécessairement dans les manuels, bien que l'idée d'unité nationale à travers la connaissance historique ne soit pas non plus complètement abandonnée.

Mots clés: Construction de la nation, enseignement de l'histoire, histoire politique, idéologie, manuels scolaires.

Streszczenie: Niniejsza praca jest analizą dyskursów na temat postaci pejoratywnie uważanych za złoczyńców w historii Meksyku. Punktem wyjścia jest rozróżnienie między retoryką ideologiczną, którą niosą ze sobą krytycy podręczników, a narracjami zawartymi w tych materiałach, gdzie przyjmuje się celowe manipulacje lub fałszerstwa historii, co sprawia, że te materiały edukacyjne, zarówno same w sobie, jak i w ich treści, są przedmiotem ciągłej debaty. Przez prześledzenie różnych pokoleń książek do historii na przestrzeni sześćdziesięciu lat ich istnienia, wykazano, że wizja ta, ukształtowana na początku obecnego stulecia, uniemożliwiła, oprócz szerokiej znajomości treści podręczników, wyeliminowanie uprzedzeń wobec tych postaci poprzez nauczanie historii dobrych i złych. Wyniki pokazują, że ten manichejski dyskurs, który się im przypisuje, niekoniecznie znajduje się w podręcznikach, chociaż idea jedności narodowej poprzez wiedzę historyczną również nie jest w pełni porzucona.

Słowa kluczowe: Budowa narodu, nauczanie historii, historia polityczna, ideologia, podręczniki.

Carátula del artículo

Artículos de investigación

Los libros de texto gratuitos y los “antagonistas” de la historia de México: una controversia doble, 1960-2023

Free Textbooks and the adversaries of Mexican History: A double Controversy 1960–2023

Les manuels scolaires gratuits et les « antagonistes » de l'histoire du Mexique : une double controverse, 1960-2023

Darmowe podręczniki i „antagoniści” w historii Meksyku: podwójna kontrowersja, 1960-2023

José Eduardo Cruz Beltrán*
Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 131, México
Debates por la Historia, vol. 13, núm. 2, pp. 159-192, 2025
Universidad Autónoma de Chihuahua

Recepción: 27 Febrero 2025

Aprobación: 05 Agosto 2025

Publicación: 08 Septiembre 2025

Introducción

El presente trabajo estudia aquellas representaciones de quienes en el imaginario social del país están considerados “los villanos” de la historia de México. Se tomó como eje metodológico un análisis historiográfico de los contenidos de los libros de texto gratuitos producidos entre 1960 y 2023, aquellos que circularon desde la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos hasta la generación vigente. Se revisaron los libros de historia de México, y dado el caso, los de Ciencias Sociales que de 1972 a 1993 incluyeron contenidos históricos. Se entiende por historiografía, en su acepción de examen crítico sobre las formas en que se ha escrito la historia y que hace posible identificar las maneras en que un suceso se ha interpretado o explicado. Aquí, la historiografía aparece como un sistema de pensamiento, una estrategia de investigación acerca del pasado (Zermeño, 1994).

Por ser la condensación del aparato ideológico del Estado, por su amplia distribución en los hogares mexicanos, por ser un material de su uso obligatorio y por su entrega ininterrumpida a lo largo de más de sesenta años, los libros de texto han sido materia de múltiples controversias. Desde su aparición en 1960, los libros de texto gratuitos en México se han convertido en una herramienta pedagógica de gran presencia en las escuelas del país. Más allá del sentido apologético que pudiera otorgarse a estos, los libros de texto han constituido una de las políticas educativas con mayor continuidad, ya que los regímenes presidenciales han mantenido su distribución masiva cada inicio de ciclo escolar.

Desde luego han sido objeto de numerosas críticas, particularmente por sus “olvidos u omisiones”, por ensalzar algún aspecto político particular, por sus contenidos, por su raigambre ideológica, hasta por sus fallos editoriales o de redacción, en los que se incluyen críticas a temas sustanciales como las imágenes seleccionadas o inconsistencias ortográficas o sintácticas. En este sentido, los libros de texto gratuitos han trascendido la impronta escolar. Los debates no han sido exclusivos entre profesionales de la educación, sino que la presencia académica, y sobre todo de la opinión pública, los coloca en una posición tanto de abierto detracto como de defensa y aceptación.

Mucho se ha centrado la discusión en la relación con la enseñanza de la historia mexicana, principalmente por la forma en que los personajes o procesos son presentados ante la niñez, el público principal. Lo anterior resulta motivo de polémica ante los “descuidos” o intentos propagandísticos contenidos en ellos. Por el carácter nacional que se les otorgó, se tiene una idea preconcebida de que estos materiales son los dispositivos del Estado para transmitir su visión particular de país, mediada, desde luego, a través de los vaivenes sexenales o del partido político en turno en el gobierno federal. Detrás de la producción de un libro de texto resulta importante señalar el factor discursivo que consiste en aquellos elementos con la que son concebidos los procesos históricos de nuestro país.

Por ende, este trabajo analiza un aspecto historiográfico que forma parte del imaginario colectivo de un país: la historia tiene héroes y villanos, tiene buenos y malos. La revisión va a enfocarse en estos últimos personajes. He optado, sin embargo, por el término antagonista, ya que el primero otorga de facto una carga despectiva y de prejuicio. De ahí la importancia de examinar la historiografía con una visión correspondiente a la época en que fue escrita. Se parte de la premisa de que los personajes de un determinado periodo fueron concebidos según el contexto histórico y social en el que el Estado mexicano tomó la responsabilidad de construir un conocimiento para impartirse en las escuelas de todo el país.

La labor historiográfica, las representaciones del pasado en el presente, y la forma en que han pervivido en las colectividades, en los discursos políticos o en la palestra pública, resultan un interesante objeto de estudio. Se parte de entender que se conocen a los “héroes” de la historia mexicana, pero ¿qué ocurre con los antagonistas?, ¿cómo y quién construyó sobre ellos esa imagen? ¿Son los discursos de los libros los “responsables” de contribuir a la historia maniquea?, ¿qué se expresa en ellos sobre estos personajes tradicionalmente así concebidos? Con los cuestionamientos anteriores, el artículo está planteado en cuatro apartados: en el recorrido del discurso maniqueísta de la historia mexicana en un primer momento junto con la perspectiva teórica que atiende a la formación de héroes y antihéroes en la historiografía. Continúa con el libro de texto como objeto de controversia por sus contenidos y el cuarto y último el análisis particular respecto a los siguientes “antagonistas” de la historia de México: Hernán Cortés, Agustín de Iturbide, Maximiliano de Habsburgo y Porfirio Díaz. Se abordan previamente los exámenes historiográficos elaborados en torno a sus figuras y se argumenta el por qué en los libros de texto no se sostiene la idea de estos personajes como villanos.

La construcción discursiva de la historia mexicana

Los libros de texto se reconocen como una valiosa fuente de información. En el caso del presente trabajo, interesa situar la posición de estos dispositivos educativos en la percepción de la sociedad. Por su parte, la historia de México ocupa un espacio de discusión más allá de los círculos académicos por los objetivos e intencionalidades de la educación y, sobre todo, por asociarlos como portadores de una historia maniquea, manipulada por los gobiernos de acuerdo con intereses ideológicos, y en el peor de los casos, plagados de errores y de mentiras. Este es el punto de arranque, la asociación entre libros de texto, la historia y su enseñanza.

En 1975, Rafael Segovia publicó La politización del niño mexicano. Con base en encuestas, su objetivo partió de indagar el interés de la niñez del país por la política y los rasgos de la cultura política mexicana. Enfocó su estudio en la manera en que esta se transmitía por parte de la escuela, la familia, los medios de comunicación y su entorno próximo. Entre las categorías de análisis, se encontraban los símbolos nacionalistas. Segovia detectó que las rupturas ideológicas comenzaban a partir de las elecciones de héroes simbólicos y de cómo aparecían estos dentro de las manifestaciones políticas presentes en el imaginario de la población mexicana. Atribuyó al Estado el transmisor ideológico de estos mitos, así como a la escuela y a los libros de texto —aunque apenas tenían cinco años de distribución masiva— como los vehículos perfectos para consolidar el nacionalismo.

En sus resultados, personajes como Cortés, Maximiliano y Porfirio Díaz “están condenados sin remedio, y el fallo es confirmado por los niños mexicanos” (Segovia, 1975, p. 91). De acuerdo con los hallazgos del autor, estos personajes se instituían como los villanos de la historia de México, acompañados de Iturbide. Sus resultados arrojaron que tal percepción provenía más bien desde el origen familiar que por la propia escuela.

El establecimiento de quién es el héroe y quien el villano está sujeta a un mecanismo de reproducción de discursos que impactan en la medida de su alcance social. Las conmemoraciones del 16 de septiembre o el 20 de noviembre, por ejemplo, alimentan año con año la idea de a quién rendirle culto, o incluso solamente el recordatorio de quiénes fueron los responsables de tales gestas. Como ha apuntado Salvador Rueda (2010), a lo largo de la historia, se ha puesto sobre la mesa la posición que deben tener ciertos personajes a manera de recreación historiográfica paulatina: en 1808, por ejemplo, Hernán Cortés fue declarado inmortal por el virrey Iturrigaray; Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, José María Morelos, desde 1823 fueron ascendidos del panteón nacional a “beneméritos en grado heroico”; en el siglo XX las representaciones estéticas sobre el propio Cortés y su desproporción física respecto a una imagen guerrera respecto a Cuauhtémoc, hecha por Diego Rivera y respaldadas por Eulalia Guzmán luego del descubrimiento de Ixcateopan.

Para el caso de la categorización como “villanos”, esta se dio a lo largo del siglo XIX, y termina de consolidarse en el XX con la formulación de la llamada historia oficial, a partir de textos con fines legitimadores. Por esta razón, se asoció a la enseñanza del civismo y de la historia, la consolidación ideológica del Estado. Se le dotó a la historia de la vieja máxima magister vitae y con ello, etiquetar como villanos a aquellos que “fueron derrocados por movimientos populares”, con lo cual se podría considerar como un criterio para su “villanización” (Illades citado en De la Vega, 2010, p. 22).

Will Fowler (2018), por su parte, reforzó la idea de que esta etiqueta surgió poco después de la muerte de los personajes, como en el caso de Iturbide y Maximiliano, y que habrían de generalizarse con el triunfo del liberalismo mexicano posterior a 1867, cuando se explicita en la educación la supremacía republicana sobre las monarquías. De esta manera “los héroes liberales recibieron sus correspondientes estudios hagiográficos, a los ‘malos de la película’ o se les ha relegado al olvido o se les han dedicado biografías sensacionalistas y vilipendiadoras” (Fowler, 2018, p. 27). El autor sugirió que en contraposición a los “seudohistoriadores de hoy, mercaderes del morbo”, se hicieran estudios más equilibrados de estos personajes, para alcanzar un entendimiento más claro de sus complejidades.

Una primera conclusión de esta primera parte conminaría a entender que ha sido el marco educativo de la enseñanza de la historia a quien se le ha fincado cierta responsabilidad de reproducción de estas ideas en contra de determinados personajes, lo cual, como se verá, resulta en una argumentación endeble.

Libros de texto, objetos de controversia

A la educación mexicana, y por extensión a los libros de texto gratuitos, se le ha atribuido una visión maniquea de la historia del país, mutilada, fragmentada y sin propósitos fijos, al menos en lo que respecta a la enseñanza de esta asignatura. Provenientes de sectores no necesariamente académicos, las principales voces que han expresado lo anterior tienen como objetivo fundamental la divulgación masiva. Desde los inicios del siglo veintiuno, comenzaron a difundirse relatos autodenominados “contra oficiales”. Salió de las imprentas un determinado género de obras con títulos llamativos, sugerentes, que invitaban de inmediato a su lectura. Realizados con el fin de abarcar grandes públicos, sus contenidos tenían como primer objetivo “desmitificar” la historia que se había contado desde el Estado mexicano. En este contexto, la desmitificación se entendió como el proceso de “humanizar” a los que el panteón oficial consideró héroes, y en cierta forma, reivindicar a los llamados “villanos”.

Pionera de esas obras fue Las mentiras de mis maestros (González, 2002). El título mismo es más que evidente. Define a la historia oficial como “una larga serie de derrotas gloriosas y un pesado directorio de héroes derrotados”. La idea de este autor, como luego habrán de situarse otros en línea similar, trae consigo una forma de “psicologizar” la historia mexicana, esto es, tratar de entender por qué el mexicano se identifica con los vencidos y no con los vencedores pues en el “infierno oficial”, como así lo señala el autor, Hernán Cortés considerado “el malvado mayor […] es el triunfador absoluto, el hombre que hizo posible al México actual” (González, 2002, p. 12).

Para este tipo de obras, la historia tiene la función de legitimar al poder político en turno, y, a través de la enseñanza, a una manipulación ideológica tendente a guardar lealtad a la nación, inculcar incondicionalidad al régimen vigente, subsumirse a él, y exhibir las contradicciones entre los hechos presentados y la realidad.

Así se adscribió otro libro con similares alcances editoriales, Contra la historia oficial (Crespo, 2009). Este libro define que los “villanos” como Iturbide, Santa Anna o Díaz, se convirtieron en tales por no sujetarse al control democrático mientras que personajes como Hidalgo, Morelos, Guerrero y Juárez que incurrieron en “abusos, arbitrariedades o decisiones peligrosas […] la historia oficial acalla tales excesos para no ensombrecer la imagen de quienes se presentan como modelos de virtud cívica, legalidad y patriotismo” (Crespo, 2009, p. 298). Con esta línea, más tendente a la psicología que a la historiografía, se presentó otra, de características similares, cuyo título revela su intención directa, Los mitos que nos dieron traumas. México en el diván: cinco sesiones para superar el pasado (Zunzunegui, 2018).

En el momento en que este tipo de obras comenzó a circular con profusión, ocurrió lo que Pierre Bourdieu había ya advertido: en el campo de las ciencias sociales, los especialistas -en este caso los historiadores- entran en competencia con quienes tienen una producción simbólica como escritores, políticos o periodistas quienes trabajan para imponer su visión de mundo a través de fuerzas muy desiguales ya que la injuria, la calumnia son las herramientas con las cuales se apoyan y por ende, el científico social “no puede obtener tan fácilmente como otros estudiosos el reconocimiento del monopolio del discurso legítimo sobre su objeto, que reclama por definición al invocar la cientificidad” (Bourdieu, 2024, p. 79).

En este sentido surgió una obra que intentó contrarrestar dicho fenómeno: Falsificadores de la historia y otros extremos (Salmerón, 2012). El objetivo fue que, ante el predominio mediático, se desmitificara a quienes aprovechaban cuantos espacios de comunicación les fuera posible para difundir una versión de la historia “tan manipuladora y maniquea” y cuyo discurso “parecía que todo el conocimiento histórico se redujese a los libros de texto” (Salmerón, 2012, p. 12). Para el autor, resultaba contradictorio una “contra historia oficial” cuando en realidad ya había quedado extinta.

Una conclusión de este fenómeno es la aparente indisolubilidad del presentismo, que como sucede en otros ámbitos (la leyenda negra española, por ejemplo) impide captar que la historiografía merece ser vista como una aportación a la construcción histórica y a la posición de quienes la escriben, por lo cual se reviven polémicas con un matiz principalmente político; se muestra además, la permeabilidad de la historia y de sus autores respecto del marco cultural donde se desarrolla su producción (Sánchez, 2023).

Por ello, los libros de texto han quedado en medio de la disputa por la construcción de la historia nacional. A estos dispositivos de poder, también denominados manuales escolares, se les mancomuna con lo que se considera “cierto y digno de transmitir […] lo verdadero y útil puede variar de acuerdo a los lugares, las épocas, el régimen político” (Samacá, 2011, p. 207). Por su inherencia con la transmisión de valores, ideologías, las imágenes de un grupo social, estos materiales educativos son fuente de estudio entre la concepción pedagógica y la perspectiva específica de la sociedad. De esta manera, se diseccionan los discursos sobre los “villanos” de la historia de México. En términos metodológicos, se retoman las consideraciones de Rafael Valls sobre la identificación y catalogación de los manuales escolares, una contextualización en torno a los relatos, “la historia aprendida” como el autor le llamó, y los referentes historiográficos que influyen en la configuración y transformación de la conciencia histórica como principal punto de atención del análisis (Valls, 2001).

Los antagonistas de la historia y su presencia en los libros de texto gratuitos

En este apartado se analizarán los discursos de los libros de texto gratuitos distribuidos en México entre 1960 a 2023. La entidad encargada de su producción, la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos los ha clasificado por generaciones. De esta manera se enlistan dieciséis de ellas. Para efectos de este trabajo se optó por elegir las primeras ediciones, ya que, al revisar la totalidad, los libros prácticamente cuentan con los mismos contenidos. Los libros analizados coinciden en que los contenidos de la historia de México se imparten en cuarto grado de educación primaria.

Mi libro de cuarto año. Historia y civismo se produjo de 1960 a 1972 (SEP, 1960). En tanto, Ciencias Sociales, salió a la luz de 1972 a 1993 (SEP, 1972). Historia cuarto grado, se distribuyó entre 1994 y 2010 (SEP, 1994). Con el mismo título, pero distribuido en cuarto y quinto grado, el libro Historia salió de 2010 a 2022 (SEP, 2010a; SEP, 2010b). Por último, Nuestros saberes. México, grandeza y diversidad hizo su aparición en el marco de la Nueva Escuela Mexicana a partir de 2023 (SEP, 2023).

Una conclusión parcial en la revisión que se hará a continuación revela un discurso más o menos homogéneo, donde las diferencias estriban en la redacción del texto. Salvo algunos datos incorporados u omitidos la idea central es similar. Por ello, la idea que se tiene de los antagonistas es más por costumbre que por lo que se lee en los libros de texto.

Un análisis previo fue propuesto por Lorenza Villa Lever (2012) con los títulos citados hasta la generación 2010. Para la autora, los de 1960 sacralizan la historia y propusieron crear en la niñez un sentimiento de amor a la patria y de unidad nacional; los de 1972, cuyas críticas se centraron en su carácter socialista, marxista y comunista, pretendieron estudiar al humano como ser social; en tanto, los de 1994 dejaron de presentar héroes y villanos para verlos como seres de carne y hueso, y abundaron en los procesos colectivos.

Villa concluyó que los libros de texto mexicanos sí cumplían su función de enseñar y propagar una versión del pasado que promoviera la unidad nacional, su lealtad a ella y una identidad común, pero a la vez, detectó que cada generación matiza algo distinto: los de 1960, el nacionalismo revolucionario; los de 1972 la reinserción de México en el ámbito mundial; los de 1994 la pluralidad y diversidad nacional; y los de 2010 la valoración del legado histórico y la afirmación de la identidad nacional.

Con la intención de conceder solvencia al análisis de Villa Lever, si bien se hace una exaltación a la patria en los libros de texto estos, sin embargo, y como se verá, no dedicaron páginas a la diatriba de ciertos personajes, sino en todo caso a ciertas omisiones o referidas con una redacción que permitiera sí el amor a México, mas no el detracto de personajes. El análisis se abre a continuación sobre los personajes ya mencionados.

Hernán Cortés

Entre las figuras polémicas del entramado histórico mexicano se encuentra la de Hernán Cortés. En él se concentran las discusiones acerca del origen de lo que hoy llamamos México. Se le sitúa como actor fundamental en el periodo conocido como la Conquista. Polémico en el sentido de que sobre el personaje hay abiertas oposiciones entre la denostación y lo panegírico. A lo largo de la historiografía que ha abordado su biografía se le ha dibujado como un personaje con diversos claroscuros, lo cual conduce a una apreciación de subjetividad en abierto frente a la heroicidad y a la villanía (Mayer, 2020). En los textos escolares, a partir de la circulación de los libros de texto gratuitos, se advierte un discurso que parte de sus contraposiciones bélicas y pacíficas hacia una postura equilibrada, en la que se reconoce como actor central en el proceso de la conquista española. Si hay una tendencia predominante en los textos es, sobre todo, el tacto político que tuvo para tejer alianzas con los grupos de poder mesoamericanos, como se verá en la Tabla 1.

En los libros de texto gratuitos analizados, la figura del conquistador extremeño se entreveró dentro del proceso mismo de la Conquista. Todos refieren que construyó alianzas con los pueblos indígenas y que esto fortaleció sus afanes en tanto marchaba hacia Tenochtitlan. Salvo el de 1960, que lo define como constructor de la paz, no existe alguna postura de afrenta hacia su persona o sus acciones. Quizá esta edición refirió su carácter unipersonal, así como el de ser un destructor en la guerra. Se advierte en este libro de texto un intento por equilibrar su figura, aunque la tendencia general fue que los pueblos enemistados con los mexicas vieron en él un aliado al que podían unirse. El libro de 1972, por su parte, fue más sintético: sólo refirió las expediciones de Cortés luego de la toma de Tenochtitlan. Los textos de 1994, 2010 y 2023 refieren, en cambio, la tendencia historiográfica reciente de afirmar que la Conquista no fue hecha única y solitariamente por el ejército español, sino que en mucho contribuyeron los indígenas.

Tabla 1
Representaciones acerca de Hernán Cortés

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010a, 2023).

No obstante, dicho argumento ha sido manipulado para exaltar a Cortés y verlo como un héroe, más con carácter de emancipador, liberador del yugo mexica y otras expresiones más afines a la llamada “leyenda rosa” que exalta las incursiones españolas en América. En el otro extremo, Cortés, y por extensión sus soldados, son definidos responsables de la destrucción de las culturas mesoamericanas. Pedro San Miguel concluye que, desde la aparición de Cortés en la historia, este fue juzgado “desde posiciones dicotómicas, desde criterios absolutos los cuales, a mi modo de ver, dificultan la consideración de los procesos y personajes históricos como realidades ubicadas en un tiempo y lugar determinados (San Miguel, 2022, p. 11).

Por ello, la figura de Cortés tiene la particularidad indisoluble de haber sido “destructor en la guerra, gran constructor en la paz”, como fue definido en los libros de texto de 1960. De acuerdo con San Miguel, Cortés encarna un arquetipo propio de la América Latina de instaurar un nuevo modelo de sociedad sobre un pasado destruido y en ruinas. Quizá en los textos posteriores, el de 1972 el más equilibrado por su apretado comentario, fue mirar a Cortés desde un proceso más amplio que si bien le restó protagonismo, no dejó de ser el actor principal, en el sentido de mostrarlo como un hábil político capaz de entender los conflictos internos imperantes en Mesoamérica y aprovecharlos para sus cometidos contra Tenochtitlan.

La dificultad de asir la figura de Cortés no se restringe a la asignatura escolar. También impera en el medio académico. Hernán, afirmó Christian Duverger, gravita entre dos espacios: “el extremeño que se volvió indígena”, “el conquistador que amó a los vencidos” “un padre negado” (Duverger, 2020, p. 43). Pero en este reconocimiento, afirma por su parte Bernard Grunberg, también se plantean problemas metodológicos, ya que la aseveración de “amor a los indios” no descansa sobre bases sólidas. En este sentido, la historiografía que discute a Cortés se encuentra, por una parte, en la del hombre que tiene una visión mestiza del mundo, y por otra, la que lo concibe como un personaje en tensión con las ideas medievales y del Renacimiento que sí le abrieron la puerta al éxito porque va a destacarlo frente a otros conquistadores. Donde las perspectivas historiográficas sí coinciden es que “Cortés mismo es objeto de confusiones, de errores, e incluso de inventos” (Grunberg, 2014, p. 76).

Agustín de Iturbide

La historiografía en torno a Agustín de Iturbide puede observarse en una trayectoria que parte de la degradación, la exaltación y las aproximaciones a la comprensión de su quehacer como militar realista, como pieza clave en la consumación de la Independencia y en el breve paso por el intento monarquista que encabezó. A diferencia de Cortés, en la imagen de Iturbide se ha manifestado la ideología liberal y conservadora decimonónica. Esta partió desde la discusión acerca del rumbo político del país, hasta reñir sobre la efeméride central de la Independencia, si celebrar el 16 de septiembre de 1810 o el 27 de septiembre de 1821 (Schmidt, 2007, p. 13).

En ese sentido, tradicionalmente el “villano” de la historia de México es la antítesis del héroe patrio. Las figuras de Hidalgo e Iturbide, contrapuestas realmente durante la Independencia, fueron sin embargo maniatadas en los procesos de construcción heroica que se formularon desde mediados del siglo XIX. La historiografía liberal, reinante desde entonces, le concedió al cura de Dolores el título de Padre de la Patria. Lo anterior originó un debate, incluso vigente en las esferas políticas del México contemporáneo, en relación con Iturbide: la “rivalidad” con Hidalgo por esa paternidad. Se cuestionó que el párroco fuera el iniciador del movimiento de Independencia mas no su consumador. Surgió así un movimiento exaltador que calificó a Iturbide como el “verdadero padre de la patria”.

En la revisión de los libros de texto, tal figura no es tratada con la intencionalidad de vilipendiarlo, aunque en cierta forma su imagen pasa a segundo plano, igual como sucede con insurgentes como Ignacio Allende o Vicente Guerrero. La narrativa histórica contenida en los libros de texto gratuitos no le ha dado a Iturbide un trato marginal o de desdén (Tabla 2). La representación que permea en Iturbide en los libros de 1960, 1972 y 1994 muestran a un personaje que se unió a los insurgentes y que uno de ellos, Vicente Guerrero, le dio respaldo. No se habla en términos directos del personaje como el consumador de la Independencia, sino como un coprotagónico. En cambio, en los textos de 2010 y 2023 se dibujan a un Iturbide perteneciente a la “oligarquía criolla”, así como la referencia explícita que su proyecto nada tuvo que ver con el propuesto por Hidalgo.

Tabla 2
Representaciones sobre Agustín de Iturbide y la consumación de la Independencia

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010b, 2023).

Todos los libros analizados remarcan el pacto con Guerrero y el apoyo de este para lograr la Independencia. El interés nacionalista descansa en que este nunca fue vencido por Iturbide. No obstante, el libro de texto de 2010 enfatiza que los movimientos de Hidalgo e Iturbide eran distantes, mientras que en el de 2023 la separación de España se dio con Iturbide para proteger a la oligarquía criolla. Desde este punto comparativo, los textos de 2010 y 2023 apuntan a una concepción variada del personaje. Mucho se habló en 2010 sobre la reivindicación de Iturbide, apoyada sobre todo por un partido de derecha, el Partido Acción Nacional, y la Iglesia católica (los restos de Iturbide reposan en la catedral metropolitana de la Ciudad de México). Surgió durante este tiempo una corriente cuasi historiográfica, productos de materiales de divulgación, que sugieren a Iturbide como el consumador absoluto de la Independencia y, por ende, lo ratifican como “el verdadero padre de la patria”. El principal argumento es que Hidalgo no tuvo un programa definido por su corta campaña militar. Iturbide, en cambio, había combatido a Morelos, y demás jefes insurgentes, y a él se le atribuyó la iniciativa de buscar a Guerrero para lograr la Independencia. En tanto, si se mira con detenimiento el texto de 2023, no existe referencia explícita a la consumación de la Independencia. Para este libro de texto, esta no se logró para un beneficio a las masas, sino a favor de la oligarquía, que ya tras de sí tiene una connotación semántica de aquel poder asociado a unos cuantos. Esto, desde luego, para apuntalar la versión de Hidalgo como padre de la patria, por demás generalizada.

Sin embargo, no hay una referencia explícita a Iturbide como traidor de la patria. Es cierto que los libros lo refieren como un referente tangencial entre el proceso de emancipación de la Nueva España entre 1820 y 1821, al breve episodio como primer imperio y la transición entre la monarquía a la república federal (Tabla 3). “Abdicó” o “renunció” fueron las palabras más recurrentes para definir que en su paso como emperador, entró en conflicto con el Congreso y dimitió al cargo para irse luego a Europa. Solamente el texto de 1994 refirió a Iturbide como desterrado y fusilado a su regreso. En tanto, el libro de 2023 refirió que los tratados de Córdoba o el Plan de Iguala, asociados a este personaje fueron declarados nulos por el Congreso.

Tabla 3
Representaciones sobre Agustín de Iturbide y la abdicación al primer imperio mexicano

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010b, 2023).

Los textos sobre Iturbide tampoco hacen abundantes referencias sobre su faceta militar sino como una parte efímera de la construcción del Estado mexicano a partir del fallido primer imperio mexicano. Con el estudio de figuras como Iturbide y por extensión la de Hidalgo, se concluye que la enseñanza de la historia de México se ha hecho atendiendo personajes y no procesos. El problema es que el personaje es más asible que un proceso, es más entendible al colocarle una figura más o menos tangible como un ser humano que actúa en determinado tiempo y espacio y que por su naturaleza, es héroe o es villano. Pero sólo se esgrime su participación, sin entender que, por ejemplo, en el caso de la Independencia, Hidalgo e Iturbide fueron solamente piezas del rompecabezas, desde luego con una participación protagónica pero no exclusiva. Los pueblos, por ejemplo, también tuvieron un gran margen de actuación, lo mismo los ejércitos criollos y mestizos, fueran realistas o insurgentes, lo que dio como resultado más una guerra civil que de independencia, así como que en Nueva España se buscaba más un autogobierno y al no conseguirlo, se optó por la emancipación. Por ello, de acuerdo con Alfredo Ávila, “La independencia no era inevitable. Ni siquiera se presentó por el triunfo de quienes la promovieron sino por la caída del imperio español […] Quienes se levantaron en armas en contra del gobierno virreinal no eran muy diferentes de quienes lo defendieron” (Ávila, 2022, pp. 581-582).

Por su parte, en una revisión historiográfica acerca del personaje, incluso desde 1822, con un dictamen ya polemizado sobre sus acciones, vemos a un Iturbide referido mayoritariamente no como claroscuros difuminados, sino de abiertas diatribas o apologías; sólo una minoría de biografías ha dedicado su atención a comprenderlo de manera amplia (Espinosa, 2020). El balance presentado por este autor es particularmente ilustrativo porque responde a algunos puntos esbozados aquí.

Por ejemplo, define como “mito” el repetido argumento de que la Independencia fue pactada por un grupo de serviles en la iglesia de La Profesa, instigados por un sentimiento reaccionario y conservador, para señalar más adelante que la defensa de Iturbide por Francisco Bulnes “parece más dirigida a hablarle a los que en 1910 planeaban una revolución” (Espinosa, 2020, p. 132), lo cual hace recordar su defensa en los años previos a 2010. De ahí que el libro de texto de este año contenga ese argumento: lo que hicieron Hidalgo-Morelos e Iturbide, fue disímbolo.

El propio Espinosa cita a Lorenzo de Zavala quien sentenció que Iturbide “ocupó el lugar de Morelos y sustituyó a Mina como dirigente del movimiento emancipatorio” (Espinosa, 2020, p. 129). Por tanto, los textos de 2010 como los de 2023, corresponden netamente a su época, en donde hay dos regímenes particularmente opuestos, 2010 gobernado por Acción Nacional y 2023, por el gobierno atribuido a la izquierda mexicana Movimiento de Regeneración Nacional, respectivamente. Con apoyo de la historiografía especializada se desmienten ambos supuestos: hay cierta continuidad entre Hidalgo e Iturbide, pero al mismo tiempo no hay en Iturbide una defensa de la oligarquía criolla. Ambos personajes, por tanto, deben verse como parte del proceso, y no el proceso a través de ellos.

Maximiliano de Habsburgo

Un análisis historiográfico previo ha trazado como ambigua o pasiva la imagen de Maximiliano en los libros de texto. Aparece como el instrumento de Napoleón III para frenar el crecimiento de Estados Unidos a través de un imperio. La figura del emperador contrasta con su representación. No personifica al jefe de Estado y por ello encarna en una visión quieta, disociada de los acontecimientos a su alrededor (Robin, 2008). Este autor sitúa a un Maximiliano ingenuo en su papel político con la intención de mitificar a Juárez, de que en este último se enfoque la atención para el estudio de este periodo entre 1861 y 1867. Afirmó Mario Carretero que en el caso de “leyendas patrias”, como es el caso del prócer de Oaxaca, se destaquen valoraciones más adoctrinantes que educativas (Carretero, 2007, p. 131).

El emperador austriaco aparece en los libros de texto analizados como un aceptable gobernante, que incluso validó ciertas leyes liberales. No obstante, llegó en medio de una pugna civil entre republicanos y conservadores, y complejizada por una irrupción francesa desde un par de años antes, 1862. Entre ellos, los libros destacan la defensa del republicanismo encarnado casi en un único personaje, Benito Juárez.

Tabla 4
Representaciones en torno a Maximiliano de Habsburgo

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010b, 2023).

Hay un avasallamiento de la figura juarista frente a la de Maximiliano. El texto de 1960 no oculta los elogios (Tabla 4). “Agresión extranjera, confabulada con la traición de unos cuantos…”, “Inmenso sacrificio [ni] estéril el heroísmo de un incalculable número de mexicanos que entonces dieron su vida por la Independencia de la Patria”, “la indomable resistencia de México”, “el decidido apoyo de todos los mexicanos patriotas”, “se salvó la dignidad y la soberanía de México, despertó en el país la conciencia nacional”. “Juárez mereció el aplauso de todos los pueblos libres”, son las ideas más recurrentes.

Dado que el proyecto liberal se alzó victorioso sobre cualquier otro intento de monarquía, a partir de 1867 comenzó a gestarse un tipo de historia que, a la vez de ensalzar a esta corriente política, se encargó de desprestigiar al segundo imperio y al proyecto conservador. Para Erika Pani (2004) si bien la historia académica se ha acercado al estudio de este periodo sin cargar la balanza apologética o detractora, aún se percibe una huella, sí presente en los libros de texto, por ver el triunfo de la república y la defensa de la soberanía mexicana como algo digno de ser estudiado, recordado y valorado por la niñez mexicana. De tal suerte que el balance respecto a Maximiliano tiene que ver con la figura de Juárez. No extrañaría que el único juicio de valor “malos mexicanos” presente en el libro de texto de 1972 coincida con el centenario luctuoso del originario de Guelatao.

Pero dentro de esa parcialidad historiográfica Maximiliano sale bien librado. Pani encuentra en la juventud del archiduque, en sus ideas liberales, en su perfil culto, y en el hecho de morir fusilado el “surgir como héroe, desdibujándose el usurpador y el gobernante mediocre” (Pani, 2004, p. 76). Los textos referidos en los libros de texto no desestiman a Maximiliano; le reconocen ciertos atributos, sólo que, al colocarlo ante uno de los próceres más importantes del imaginario mexicano, que en palabras de Rebeca Villalobos (2020) simbolizaba la imagen misma de la soberanía y el sistema republicano, iba a tener un peso mucho más fuerte. Esto se advierte en los libros de texto en que la figura juarista aparece sobre apartados exclusivos para ahondar más en su biografía y sin atender a otros actores de la época (Cruz, 2024).

En tanto, los textos de 2010 y 2023 contienen la tendencia historiográfica de hilvanar los saldos positivos del republicanismo y de Maximiliano, pero no de la monarquía en sí misma. Esto es, una subsecuente etapa historiográfica reciente para “expiar” a Maximiliano con vías de legitimación lo cual, de manera visual, como lo estudió Juan Alfonso Milán, la actitud serena del emperador frente a la muerte contribuyó a aprobarlo. El discurso de los textos nacientes fue, en conclusión, que en términos escolares se acepte, o se tolere a la figura de Maximiliano, mas no a la monarquía. El resultado del análisis advierte un personaje con las menores diatribas en la memoria colectiva mexicana, a diferencia de un Díaz o un Cortés.

Es en el estudio del segundo imperio mexicano donde puede hallarse aquel postulado, propio de la enseñanza de la historia mexicana de mediados del siglo XX, de la cohesión nacional. Hay, en términos de Carretero, un encargo a la educación mexicana, aunque extensiva a América Latina, de “republicanizar” y “democratizar” a su sociedad. En el examen historiográfico del periodo, se ejemplifica la idea de que mediante la historia se conozca al propio país, para sentirlo “nuestro”, y diferenciarse del otro, del extranjero. Además, es en este proceso de la intervención francesa a la República Restaurada cuando se consolida el proyecto de Estado-Nación y que encuentra todavía ecos en la actualidad, una educación laica, liberal, republicana, una educación que sienta las bases democráticas (Carretero, 2007, p. 82).

Porfirio Díaz

A Daniel Cossío Villegas se le atribuyó el concepto de Porfiriato para designar el régimen de Porfirio Díaz, desde los últimos veinte años del siglo XIX y hasta 1910. Este régimen, caracterizado por una larga permanencia en el poder ejecutivo mexicano, dio pie, historiográfica y políticamente hablando, a dotarle miradas contrastantes, pero sobre todo a inclinar la balanza de manera positiva al régimen que lo depuso, la revolución maderista. La historiografía del Porfiriato definió una imagen de Díaz marcada por detractores, pero también panegiristas. El simple hecho de redondear al Porfiriato como una dictadura, ya le concede de entrada un detracto, no obstante que también se dibujó a un Díaz interesado en el progreso material de México, que no se empuñaron las armas con tanta frecuencia como había sido la primera mitad del siglo XIX.

No desde el principio se trazó así. La historiografía temprana sobre el Porfiriato arrojó saldos negativos al periodo. Sacrificio de libertades públicas, desigual repartición de la riqueza, fueron algunos de los elementos que a decir de estos primeros trabajos condujeron a la Revolución democrática (Moya, 2007). Daniel Cossío Villegas, antes referido, y uno de los primeros autores en estudiar al Porfiriato, tenía tras de sí una impronta liberal, la misma que aún entrado el siglo XX consideraba a los conservadores como enemigos de México (Cárdenas, 2016). La historiografía cambió de rumbo, conforme avanzó la centuria, hacia una imagen donde las tonalidades historiográficas en blanco y negro, comenzaban a matizarse, esto es, que las acciones políticas de Díaz llevaban también ciertos afanes conciliatorios.

Esto puede percibirse en los textos de 1960 y 1972 donde la necesidad de remarcar el nacionalismo aún imperaba. Se traza a un Díaz inflexible, con una paz a base de imponer la fuerza, del gobierno encarnado en una sola persona (Tabla 5). Los cambios políticos de la década de 1980, así como el rompimiento del paradigma historiográfico de las décadas anteriores, orillaron a una bibliografía que abarcó los aspectos culturales, económicos, y sociales del Porfiriato aunque sin dejar del todo al margen los factores políticos (Fajardo, 2011, p. 14). La crisis del sistema en esa década apuró la necesidad de encontrar las bases del Estado mexicano moderno y sus raíces brotaban desde el régimen de Porfirio Díaz. De ahí que, ante los escenarios presentes en la percepción pública mexicana, se acuñara el término neoporfirismo como reflejo de las circunstancias actuales (Garner, 2003, p. 24-25).

Es también con el estudio del Porfiriato en que se explicita a través de los contenidos escolares, la legitimación del orden social que rige actualmente, esto es, la ruptura democratizadora que se “prometió” con la Revolución, y con ello, la inclusión igualitaria de la ciudadanía en el concierto de la sociedad nacional. Desde el punto de vista escolar, cómo comprender entonces los afanes nacionalistas sin antes abordar el régimen del cual se desprendió para formar una forma distinta de régimen de Estado.

Tabla 5
Elementos discursivos en torno al gobierno de Porfirio Díaz

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010, 2023).

Los libros de 1994 a 2023 reflejaron un equilibrio. Se enfatizó en los aspectos económicos, en matizar el afán de progreso, en no negar que existió una importante fuerza de autoridad, pero al fin de cuentas un régimen imperfecto que lo mismo reprimía que llevaba al consenso. Tales expresiones historiográficas, por ejemplo, pueden reflejarse en autores como Francois-Xavier Guerra o Alan Knight quienes publicaron sus obras entre 1988 y 1996. Los libros de texto de 1960 a 2023 apelaron a dejar atrás el saldo negativo y a referir los adelantos económicos; si bien el de 1960 los reconoce, apuntaló nuevamente a que estos se hicieron con desproporciones para el beneficio de inversionistas extranjeros. De tal suerte, que se ve un cambio económico importante, pero selectivo y limitado. Autores como Moya o Cárdenas puntualizaron en que el Porfiriato no fue un periodo del todo asible; resulta complejo porque en él convergieron distintas aristas y distintos personajes; de ahí la necesidad de aproximarse con los mayores tintes posibles para reconceptualizar al Porfiriato desde una visión más comprensiva y menos politizada (Tabla 6).

Si bien se ha centrado el análisis en la biografía de los personajes, cabe decir que los libros de texto como tal no las contienen aun contra la propuesta de Fowler de abrazarla para el abordaje de temas de historia política, de las ideas, social, económica, militar, jurídica, entre otras. Como lo detectó Cruz (2024), en los libros de texto se encuentra, a manera de esbozo, una semblanza de Benito Juárez, por el peso ideológico que ha cargado el personaje, como ya se ha revelado. No obstante, se ha revelado que estos personajes, aunque no son representados con discursos desdeñosos o indiferentes, se optó por presentarlos como parte del proceso histórico tratado; así, Cortés fue representado sin mayor abundancia dentro del tema de la Conquista, a diferencia de los periodos de Iturbide y Maximiliano sí expuestos por sus respectivos imperios. Quien dio pie a ampliar los aspectos fuera de lo exclusivamente biográfico fue Porfirio Díaz, al referir en los textos los aspectos sociales, económicos y culturales de su régimen.

Tabla 6
Elementos en torno a un balance del Porfiriato

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010, 2023).

En suma, el trabajo de los libros de texto gratuitos mexicanos han movilizado su narrativa en función de los constructos nacionales del momento. En un lapso de sesenta años, se confirma su estatus de dispositivo al servicio de las memorias específicas. Hay una marca indeleble en estos manuales escolares de transmitir un pasado nacional. Pero en su construcción no se perciben adeudos hacia los personajes estudiados. La atribución a contradicciones en la forma narrativa de los procesos históricos resulta de ciertas intencionalidades que pretenden cuestionar dichos saberes a través de la divulgación y no de la investigación científica. Esto se manifiesta en que los libros de textos tienen cierta consonancia con los avances propios de la historiografía escolar, y de la misma historiografía mexicana en la que se estudian sus procesos desde una perspectiva global, y más equilibrada en el tratamiento de personajes, tramas y desenlaces.

Conclusiones. Hacia una nueva lectura de los “villanos”

Juan Ortiz Escamilla refirió la inexistencia de criterios precisos para definir qué entender por villanías cuando conocemos apenas una parte de sus acciones, encasilladas estas en lo negativo, o reprobables a la sociedad (Ortiz, 2012). La selección de episodios de historia patria ha sido con criterios amoldados a la realidad de las necesidades del saber y de las expectativas de cada generación. Omitir derrotas o enaltecer victorias ha sido sobre todo un objetivo de la política mexicana que, a su vez, ha encontrado en la divulgación de la historia el medio para reafirmar la construcción del nacionalismo mexicano.

Si bien las tendencias historiográficas remarcan la necesidad de comprender el engranaje político, económico y social de los procesos de la historia, el uso de figuras protagónicas revela una suerte de síntesis que permite conocer dicho proceso, desde la vista específica de un personaje. Comprendido de antemano que la biografía histórica puede tener ciertas aproximaciones con la literatura, y con los permisos que esta otorga, se ha construido sobre los personajes de la vida pública del país un entramado que orilla a conocerlos a veces exclusivamente y que, por motivos de espacio, los libros de texto han sido resumidos sin dar pie a más profundas reflexiones. Un aspecto no menor a considerar es el estándar en el número de páginas establecido para dichos materiales, por lo que también la idea de una historia mexicana enciclopedista tendrá que ser sometida a un cuestionamiento. O bien, la atención particular de los personajes del siglo XX mexicano, como la representación de los caudillos revolucionarios que aún en la actualidad son figuras detonantes de la identidad nacional, pero también de sectores políticos y sociales específicos.

Aquí se estudió la figura de quienes el imaginario mexicano ha considerado, particularmente hacia el siglo XX, como los villanos de la historia de México. En una historia maniqueísta, de buenos y malos, de héroes y antihéroes se llega a la conclusión de que la imagen trazada de estos personajes no proviene de la educación mexicana a través de los libros de texto sino más bien del discurso político y la opinión pública, tal y como ocurrió con Hernán Cortés cuando personajes como Motolinía veían en la conquista una revelación divina tal y como refirió San Miguel al hacer una puntual historiografía del personaje. Tomás Pérez Vejo, por su parte, vio en el periódico El Universal de 1849 cómo se configuraba el debate entre Hidalgo e Iturbide, y por ende “las dificultades del decimonónico Estado mexicano para construir una memoria colectiva sobre lo ocurrido entre 1810 y 1821” (Pérez, 2012, p. 160).

Fausta Gantús, por su parte, al estudiar la caricatura política sobre Díaz, expresó la necesidad de tener presente que, ante visiones encontradas, era necesario identificar que estas expresan una opinión parcial, que reflejaba el sentir de pequeños o amplios núcleos y que la finalidad de cierto tipo de documentos “tiene una pretensión básica: busca incidir en el ánimo de los receptores y moldear su percepción” (Gantús, 2016, p. 210).

El propósito que guio este trabajo significó un acercamiento a los libros de texto gratuitos para identificar la forma en que estos materiales, a través de sus discursos, representaron a los llamados villanos de la historia, y si tales visiones dicotómicas de exaltación o denostación provenían precisamente de los libros de texto tal y como se ha generalizado dicha opinión. Los resultados revelan más bien una actitud de inercia en la que de a poco estos personajes, al igual que los héroes, han sido despojados de ese halo maniqueo para revelarlos con un tamiz humano. Se concluye que no han sido los libros de texto los responsables de reproducir la villanía de Cortés, Iturbide, Maximiliano o Díaz, sino el uso político y social de la historia para determinados fines, por lo que será asunto de la palestra historiográfica un estudio más amplio respecto a las formas de construcción de los relatos nacionales.

Material suplementario
Información adicional

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Referencias
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Notas
Notas de autor
* Es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores. Entre sus publicaciones recientes están: “Visión de los vencidos a debate. Una revisión a las críticas historiográficas a la obra del filósofo mexicano Miguel León Portilla” (2024) y “Estudiar el presente desde el pasado. Interpretaciones de la historia del México independiente en los libros de texto gratuitos, 1994-2024” (2024).
Tabla 1
Representaciones acerca de Hernán Cortés

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010a, 2023).
Tabla 2
Representaciones sobre Agustín de Iturbide y la consumación de la Independencia

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010b, 2023).
Tabla 3
Representaciones sobre Agustín de Iturbide y la abdicación al primer imperio mexicano

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010b, 2023).
Tabla 4
Representaciones en torno a Maximiliano de Habsburgo

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010b, 2023).
Tabla 5
Elementos discursivos en torno al gobierno de Porfirio Díaz

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010, 2023).
Tabla 6
Elementos en torno a un balance del Porfiriato

Fuente: SEP (1972, 1994, 2010, 2023).
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