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Infidelidad en estudiantes universitarias: estilos de comunicación en pareja y conducta sexual
Infidelity in Female College Students: Couple Communication Styles and Sexual Behavior
Infidelidad en estudiantes universitarias: estilos de comunicación en pareja y conducta sexual
Psicumex, vol. 14, e609, 2024
Universidad de Sonora, Consorcio de Universidades Mexicanas A,C.
Recepción: 06 Diciembre 2022
Aprobación: 03 Febrero 2024
Publicación: 29 Mayo 2024
Resumen: El objetivo del estudio fue analizar la clasificación de estudiantes universitarias en función de su comportamiento infiel utilizando las categorías: estilos de comunicación en pareja y conducta sexual. Participaron 454 mujeres universitarias de 18 a 28 años (x̄ = 20.28; σ = 1.785). Se utilizaron instrumentos válidos y confiables. Se realizó un análisis multivariado con la variable infidelidad, identificándose tres grupos: “Deseo de vínculo romántico”, “Infieles” y “No infieles”. Se empleó un ANOVA para contrastar a los tres grupos, encontrándose diferencias de acuerdo con las variables comunicación de pareja y conducta sexual. Se concluye que el grupo “No infieles” es más receptivo socialmente y se comunica positiva y amablemente con sus parejas, demostrando menos conductas seductoras; el grupo “Deseo de vínculo romántico” muestra un estilo de comunicación negativo con sus parejas, y mayor conducta sexual; y el grupo “Infieles” manifiesta más conductas de seducción que los otros dos grupos.
Palabras clave: Infidelidad, mujeres, comunicación interpersonal, comportamiento sexual, relaciones interpersonales.
Abstract: The purpose of this research is to analyze the classification of female university students based on their unfaithful behavior, describing each category by their communication styles as a couple and sexual behavior. 454 university women aged 18 to 28 years participated (x̄ = 20.28; σ = 1.785). Each variable was measured with valid and reliable instruments. A multivariate analysis was carried out with the infidelity variable, identifying three groups: “Desire for a romantic bond”, “fidelity” and “non-fidelity”. An ANOVA was used to contrast the three groups, finding differences according to the variables couple communication and sexual behavior. It is concluded that the “not-fidelity” group is more socially receptive and communicates positively and kindly with their partners, demonstrating fewer seductive behaviors; the “Desire for a romantic bond” group shows a negative communication style with their partners, and greater sexual behavior; and the “fidelity” group shows more seduction behaviors than the other two groups.
Key words: Fidelity, women, interpersonal communication, sexual behavior, interpersonal relationships.
Introducción
La infidelidad se define como la violación del acuerdo de exclusividad sexual y/o emocional esperado por la pareja, que se puede presentar en relaciones de noviazgo, de concubinato o de matrimonio, siempre y cuando la exclusividad sea explícitamente esperada (Díaz-Loving et al., 2002; Guilbault et al., 2020; Rivera et al., 2020; Wenger y Frisco, 2021). Se considera como un acontecimiento perturbador y una de las faltas más graves experimentadas en la relación de pareja (Shrout y Weigel, 2018; Vowels et al., 2022).
Existe consenso al identificar dos tipos de infidelidad, la sexual, que hace alusión al involucramiento sexual con otras personas además de la propia pareja, y la emocional, que implica el involucramiento afectivo con otras parejas. También existe acuerdo de que los hombres muestran una mayor predisposición a la infidelidad sexual, mientras que la infidelidad emocional es más común en mujeres (Adam, 2019; Guilbault et al., 2020; Guitar et al., 2016; Isma y Turnip, 2019; Selterman et al., 2017).
Las motivaciones para involucrarse en otra relación además de la ya existente con su pareja se asocian al género; para los varones, la búsqueda de variedad sexual y la monotonía en las relaciones son dos de las motivaciones más importantes para cometer conductas infieles. En el caso de las mujeres, la búsqueda de una conexión emocional con otra pareja es una motivación importante para ser infieles, siendo los principales factores para involucrarse en una infidelidad la falta de cariño, la indiferencia de la pareja y los sentimientos de abandono (Arantes et al., 2020; Munsch y Yorks, 2018; Selterman et al., 2017).
En México, la infidelidad es una conducta castigada en leyes y códigos, por lo que se contempla en el Código Civil Federal (Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 2021a) al juzgar al adulterio como un impedimento para contraer matrimonio (Artículo 156), como una causal o justificante de divorcio (Artículo 267 y Artículo 269), y como un alegato por el que el marido no puede desconocer a los hijos a menos que el nacimiento se le haya ocultado o que compruebe que no tuvo contacto sexual con su esposa los 10 meses previos al nacimiento (Artículo 326).
Previamente, la infidelidad era también considerada en el Código Penal Federal, lo que podía implicar la pérdida de derechos civiles por periodos de hasta seis años o encarcelamiento con una duración de hasta dos años a quienes resultaran culpables de cometer adulterio en el propio domicilio conyugal o con agravante de escándalo (Artículo 273), el cónyuge ofendido podía proceder en contra de los adúlteros bajo petición (Artículo 274), se castigaba sólo el adulterio consumado (Artículo 275), o se frenaba todo proceso legal cuando el ofendido perdonaba a su cónyuge (Artículo 276). No obstante, dichos artículos fueron derogados en 2011, por lo que la infidelidad ya no es una conducta contra la que se pueda proceder penalmente (Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 2021b).
La investigación en población femenina indica que algunos factores parecen predisponer a la conducta infiel en mujeres. Algunos son de índole individual, como tener un mayor número de parejas sexuales previas, curiosidad por vivir nuevas experiencias sexuales y un mayor nivel educativo. Otros son de corte relacional, como un menor compromiso con la pareja, necesidades emocionales insatisfechas, niveles más bajos de ajuste a la relación, monotonía en la relación, desajuste en los valores y objetivos de la pareja, reducción de la cercanía sexual, frustración sexual, incompatibilidad en las actividades sexuales con la pareja, discrepancia en los valores y metas de pareja, baja calidad de la relación o el haber experimentado una infidelidad previa por parte de una pareja anterior (Dive Marketing, 2020; Havlicek et al., 2011; Messripour et al., 2016; Scott et al., 2017).
El incremento de la conducta infiel en las mujeres también se atribuye a factores contextuales como el aumento de la presencia de mujeres en la vida laboral, situación que provee de mayores recursos económicos y de mayores oportunidades para cometer una infidelidad (Abzug, 2016). Otro factor facilitador es el acceso a internet, específicamente a redes sociales y plataformas de citas, ya que estas posibilitan el contacto con una amplia variedad de potenciales parejas (McDaniel et al., 2017; Weiser et al., 2018). Al respecto, se ha registrado un aumento de mujeres usuarias de plataformas de encuentros para infieles como “Ashley Madison”, en la que la proporción de mujeres que utilizan el sitio aumentó en 2018, año en que se registraron, a nivel mundial, 1.11 mujeres por cada hombre, mientras que, en México, la proporción fue de 2.06 mujeres por cada hombre ( Ruby Life Inc., 2018).
Se han identificado diferencias de género en la respuesta al comportamiento infiel, ya que mientras los hombres expresan mayor preocupación y reaccionan más ante la posibilidad de la infidelidad sexual de sus parejas, en el caso de las mujeres, estas tienden a manifestar más preocupación por la posibilidad de una infidelidad de tipo emocional por parte de sus parejas (Canto et al., 2017). Esto se expresa en mayores niveles de emociones como la angustia, los celos y la ansiedad (García et al., 2001; Miller y Maner, 2009; Saleem et al., 2020).
La infidelidad ha sido asociada con otras variables, por ejemplo, las habilidades comunicativas que se forman durante los primeros años de las relaciones de pareja, ya que es un factor que reduce la probabilidad de involucrarse en una infidelidad, además de que disminuye la posibilidad de separación tras esta (Tuttle y Davis, 2015). La comunicación en pareja, en este sentido, hace referencia a un amplio grupo de signos que trasmiten sentimientos, ideas y objetos, lo que les permite a los miembros el uso de elementos como el contacto físico, las bromas, el distanciamiento o el silencio como un medio para transmitir emociones como el amor y el enojo, e información sobre el entorno, lo que implica formar una conexión, la cual no es necesariamente intencionada, y que puede fomentar la creación de una relación íntima (Sánchez y Díaz-Loving, 2003; Wiley, 2006).
Los estilos de comunicación en pareja, por su parte, aluden a la percepción que los individuos tienen acerca de la forma en que se comunican con sus parejas, los cuales pueden agruparse en una dimensión positiva y otra negativa. La primera incluye factores que permiten una comunicación abierta, empática, social-normativa, social-afiliativa, clara al hablar, social-expresiva, o automodificadora-expresiva; mientras que la segunda dimensión abarca factores que propician una comunicación en pareja ambigua, violenta, evitativa, autoritaria, impulsiva o irritante-expresiva (Armenta y Díaz-Loving, 2008).
Dado que los estilos de comunicación en pareja tienen una influencia importante en otros ámbitos de la propia relación, como la satisfacción con la relación en general, la intimidad emocional o la satisfacción sexual (Armenta y Díaz-Loving, 2008; Burleson y Denton, 1997; Yoo et al., 2014), las fallas que se presenten en este ámbito son asociadas a consecuencias como el conflicto, los malentendidos, la separación o el divorcio (Sanders et al., 1999; Wiley, 2006).
Además de la comunicación en pareja, otro factor de riesgo asociado con la conducta infiel es la conducta sexual (Peña y Mendoza, 2023), definida como una amplia gama de actitudes y comportamientos con tendencia a estimular el erotismo individual y de pareja, que incluye conductas como el contacto sexual, los besos, las caricias o la estimulación de los órganos sexuales. Los mismos son influidos por procesos biológicos como reacciones hormonales; la genética, que producen deseo y excitación sexual; por procesos psicológicos, como las expectativas de actividades sexuales, de rendimiento sexual y las experiencias previas; y procesos sociales a través de los cuales se trasmiten pautas de comportamiento sexual provenientes de la cultura, la religión, la raza, los medios de comunicación, la educación sexual, los roles de género, los sistemas escolares, el grupo de pares, los amigos, las parejas y la familia (García-Vega et al., 2012; Jones et al., 2011; Moreno et al., 2006; Pfaus et al., 2001).
Existe gran variedad de conductas sexuales entre los seres humanos ya que, mientras algunas personas pueden tener una única pareja sexual a lo largo de sus vidas, o incluso llegar a no tener ninguna, otras personas llegan a tener varias. Del mismo modo, hay quienes se involucran en un solo tipo de actividad sexual, como puede ser la masturbación o el sexo vaginal, y puede ser que lo realicen con poca frecuencia, mientras que otros se involucran en comportamientos muy variados, como el sexo oral, el sexo anal, el sexo vaginal o la masturbación, y pueden realizarlo de forma constante, siendo parte importante de sus vidas (Bogaert y Sadava, 2002).
La conducta sexual está fuertemente influenciada por la motivación sexual, misma que puede entenderse como la intención de comportarse sexualmente, ya sea sutil o directamente, a través de acciones como la iniciación o receptividad de la conducta sexual (Levine, 2013). Al igual que en el caso de la diversidad de conductas sexuales entre las personas, existe una amplia variedad de motivaciones por las que los individuos se involucran en dichos comportamientos. Estos pueden abarcar aspectos como la búsqueda de placer, la reducción del estrés, las relaciones de poder, la conformidad y complacencia, así como los afectos y el amor involucrados (Browning et al., 2000).
A su vez, es importante señalar que los significados que se asignan a la conducta sexual son variados dentro de los vínculos de pareja debido a que, por un lado, las personas pueden tener relaciones sexuales con su pareja como una forma de expresar su afecto, aunque también pueden hacerlo como un recurso para retener, demostrar poder, castigar, exigir o coaccionar a la pareja. Todo ello puede derivar en efectos negativos para la relación, como la violencia de género, la transmisión de enfermedades venéreas, los embarazos no planeados, las disfunciones sexuales, la angustia o las prácticas sexuales que no se acoplan a los gustos, preferencias y expectativas de la pareja (Sprecher y Regan, 2000).
Las mujeres muestran una conducta sexual que difiere con la de los hombres, mostrándose más selectivas y cuidadosas en la elección de pareja, buscando parejas que puedan mantenerse al paso del tiempo (Schuett et al., 2010; Starratt et al., 2016). Esto puede estar influenciado por los roles de género, los cuales brindan pautas de comportamiento que señalan que las mujeres deben de vivir su sexualidad de manera más discreta y pasiva, involucrándose en encuentros sexuales por motivos emocionales y/o relacionales (Jones et al., 2011). No obstante, los roles de género y, por ende, el comportamiento sexual de las mujeres ha ido cambiando, asumiendo posturas más activas y disminuyendo las diferencias en relación con los hombres, principalmente entre las generaciones más jóvenes (Martins et al., 2015).
Tradicionalmente las investigaciones han señalado la relación de la infidelidad femenina con los estilos de comunicación de pareja deficientes, mostrando que las mujeres con niveles significativamente menores de comunicación positiva manifiestan una mayor tendencia a involucrarse en el comportamiento infiel, lo que sugiere que cometen infidelidades aquellas que parecen tener relaciones con una pobre comunicación, o que la infidelidad es resultado de la desilusión con la relación derivada de las pautas negativas de comunicación (Allen et al., 2008). Y también, recientemente, hay investigaciones que resaltan la asociación entre la comunicación deficiente y la tendencia al comportamiento infiel en mujeres, lo que refuerza la idea de que una comunicación poco efectiva provoca que se perciba la relación de pareja como de menor calidad y se pueda incurrir en comportamientos infieles con mayor facilidad (Shaleha, 2021). En México, López et al. (2018) también han reportado esta asociación entre infidelidad femenina y comunicación negativa.
Con respecto al estudio de las variables comportamiento sexual e infidelidad, se ha identificado la asociación significativa entre la infidelidad femenina y algunos comportamientos sexuales específicos, como arreglarse para conocer y gustarle a alguien, coquetear con otras personas, ocultar a la pareja principal los mensajes de otras potenciales parejas, expresar atracción sexual por otras personas, tener contacto físico con otros o masturbarse frente a otras personas a través de internet (Scheeren et al., 2018). Así como con las variantes sexuales, es decir, la implementación de circunstancias, estímulos, objetos sexuales e interacciones poco convencionales para enriquecer la vida sexual de las personas (Romero-Palencia et al., 2008).
Existe un vacío en el estudio de la infidelidad considerando la comunicación en pareja y la conducta sexual, siendo muy pocos los trabajos que analizan en conjunto estas variables, como el desarrollado con estudiantes universitarios que identificó que las personas que tienden a la infidelidad presentan mayores deficiencias en la comunicación con su pareja y un comportamiento sexual más activo, caracterizado por conductas de autoestimulación, cortejo y contacto físico con otras parejas, en comparación con las personas que no tienden a la infidelidad (Peña-Peña y Mendoza-González, 2022), sin encontrar estudios con población exclusivamente femenina.
Por lo tanto, la infidelidad, la conducta sexual y la comunicación de pareja son variables relativamente poco estudiadas en mujeres encontrándose, en cambio, publicaciones con población masculina en las que se explican los resultados con base en motivaciones biológicas, evolutivas o socioculturales, como la búsqueda de diversidad sexual así como mayor permisividad que culturalmente se brinda a los hombres por el comportamiento infiel (Guilbault et al., 2020; Haseli et al., 2019; Martins et al., 2015). De ahí que se justifica metodológicamente el objetivo general de esta investigación que consiste en analizar la clasificación de estudiantes universitarias en función de su comportamiento infiel, definiendo cada categoría de acuerdo con sus estilos de comunicación en pareja y conducta sexual.
Metodología
El presente estudio fue realizado siguiendo una metodología cuantitativa, con un estudio de tipo descriptivo y un diseño no experimental. Contó con dos objetivos específicos:
Participantes
Para esta investigación se obtuvo una muestra de 454 mujeres estudiantes universitarias seleccionadas por un muestreo no probabilístico por conveniencia en universidades públicas y privadas, pertenecientes a 24 carreras diferentes. El rango de edad fue de entre 18 a 28 años de edad, siendo la edad promedio 20.28 años, con una desviación estándar de 1.785. En lo referente a su orientación sexual, 393 mujeres se reconocieron como heterosexuales, 54 mujeres se identificaron como bisexuales, y solo 7 se consideraron homosexuales. Los criterios de inclusión de esta investigación fueron cumplidos por todas las participantes (ser estudiantes universitarias, menores a 30 años y tener una relación de pareja o haberla tenido durante los últimos 12 meses).
Instrumentos
Para mediar cada una de las variables del estudio, se utilizaron los siguientes instrumentos:
Inventario multidimensional de infidelidad (IMIN), subescala de conducta infiel. Las propiedades del instrumento están descritas en el manual de aplicación, y la validez de constructo fue obtenida a partir de un análisis factorial de componentes principales. Las propiedades psicométricas publicadas del instrumento avalan su uso en población mexicana para medir el comportamiento infiel en jóvenes y adultos (Romero et al., 2017). La confiabilidad del instrumento se muestra con el valor del coeficiente alfa de Cronbach de 0.95 y el coeficiente omega de McDonald de 0.96. El IMIN está compuesto por 26 reactivos con una escala tipo Likert con cinco niveles de respuesta, que van de nunca (1) siempre (5).
Cuatro factores integran este instrumento: Factor 1. Infidelidad sexual: conductas de involucramiento sexual con otras parejas, por ejemplo: “He tenido sexo con otras personas además de mi pareja” y “He traicionado a mi pareja con otras personas” (con 7 reactivos y α de 0.93). Factor 2. Deseo de infidelidad emocional: manifestación de deseos de relacionarse emocionalmente con otras parejas, por ejemplo: “He pensado en otras personas además de mi pareja” y “Me he sentido atraído por otras personas” (con 7 reactivos y un α de 0.92). Factor 3. Deseo de infidelidad sexual: expresión del deseo de relacionarse sexualmente con otras parejas, aunque sin llevarlo a cabo necesariamente, por ejemplo: “He deseado cumplir mis fantasías sexuales con otras personas” y “He deseado sexualmente a otras personas” (con 7 reactivos y un α de 0.95). Factor 4. Infidelidad emocional: comportamientos que conllevan el involucramiento romántico con otras parejas, por ejemplo: “Me he enamorado de otras personas además de mi pareja” y “He amado a otras personas además de mi pareja” (con 5 reactivos y un α de 0.71).
Inventario de comunicación en la relación de pareja (INCOPAR), escala estilo de comunicación personal. Los autores avalan su uso en población mexicana al garantizar que es un instrumento válido y confiable como se demuestra a través de las propiedades psicométricas descritas en el manual de aplicación. El instrumento arrojó validez de constructos obtenida por medio de un análisis factorial de componentes principales señalando cinco factores que evalúan el estilo de comunicación que la persona asume con su pareja (Villanueva et al., 2017) y demostró ser confiable con coeficiente alfa de Cronbach para la prueba total de 0.80 y coeficiente omega de McDonald para la prueba total de 0.79. Está compuesto por 26 reactivos en una escala tipo Likert de cinco niveles de respuesta, que van de nunca (1) a siempre (5).
El Inventario se integra por cinco factores. Factor 1. Positivo: Estilo de comunicación en pareja que mide un estilo de comunicación efectivo con la pareja, algunos de sus reactivos miden las características del estilo, por ejemplo, considerado, amoroso y tolerante (con 7 reactivos y un α de 0.87). Factor 2. Amable: hace referencia a una interacción en pareja afectuosa y gentil, algunos de sus reactivos describen la calidad de la comunicación con su pareja, por ejemplo, cordial, honesta y atenta (con 6 reactivos y un α de 0.88). Factor 3. Negativo: implica una comunicación nociva en la relación de pareja, algunos de sus reactivos califican la comunicación con su pareja, por ejemplo, deshonesta, manipuladora y apática (con 6 reactivos y un α de 0.64). Factor 4. Social receptivo: implica expresarse de forma elocuente, animada e interesada en la pareja, algunos de sus reactivos califican a la participante como platicadora, participativa y sincera durante la comunicación con su pareja (con 5 reactivos y un α de 0.76). Factor 5. Reservado: miedo e inseguridad al expresarse con la pareja, algunos de sus reactivos indican que al comunicarse con su pareja se describe como una persona penosa y miedosa (con 3 reactivos y un α de 0.66).
Inventario de conducta sexual. Los autores describen las propiedades psicométricas en el manual de aplicación, demostrando que el instrumento cuenta con validez de constructo obtenido a partir de un análisis factorial, resultando cinco factores. Las propiedades demuestran que es útil para medir conductas sexuales en jóvenes y adultos mexicanos (García y Díaz Loving, 2007). La confiabilidad del instrumento señala coeficiente alfa de Cronbach total de 0.97 y del Omega de McDonald de 0.97, se compone de 70 reactivos con una escala tipo Likert de siete niveles de respuesta, que van de nunca (1) a más de una vez al día (7).
Cinco factores integran este instrumento. Factor 1. Contacto sexual, definido operacionalmente por acercamientos físicos de índole sexual, ejemplos de sus reactivos son: “Estimular los genitales de la pareja”, “Recordar experiencias sexuales del pasado” y “Explorar el cuerpo de la pareja” (con 25 reactivos y un α de 0.96). Factor 2. Seducción, es definida operacionalmente como conductas de coqueteo y cortejo para conseguir compañeros sexuales, ejemplos de sus reactivos son: “Insinuársele a alguien”, “Arreglarse para gustarle a alguien” y “Decirle piropos a alguien” (con 15 reactivos y un α de 0.90). Factor 3. Autoerotismo, definido operacionalmente como la estimulación individual de tipo sexual, ejemplos de sus reactivos son: “Ver películas pornográficas”, “Masturbarse estando solo” y “Tener sueños eróticos cuando duermo” (con 12 reactivos y un α de 0.85). Factor 4. Contacto físico, definido operacionalmente como conductas de aproximación física no sexual hacia la pareja, ejemplos de sus reactivos son: “Abrazar a alguien” y “Besar en la boca apasionadamente” (con 10 reactivos y un α de 0.89). Factor 5. Variantes sexuales, definidas como el uso de objetos, circunstancias o interacciones para diversificar la vida sexual, ejemplos de sus reactivos son: “Tener relaciones sexuales en grupo” y “Tener relaciones sexuales con intercambio de pareja” (con 8 reactivos y un α de 0.85).
Procedimiento
Los datos fueron recolectados en los meses de febrero a abril del 2022 en universidades públicas y privadas del Estado de México. Se solicitó autorización a los directivos de cada plantel, mostrándose los objetivos del estudio. Los instrumentos fueron aplicados de forma presencial usando un código QR que al escanearse dirigía al usuario a un formulario de Google Forms. Las participantes aceptaron a través de un consentimiento informado, por lo que su participación fue voluntaria; se contestaron en un tiempo aproximado de 20 minutos en una sola sesión.
Análisis de datos
Se utilizó el programa estadístico SPSS en su versión 20.0 para elaborar una base de datos de las respuestas de las participantes.
Resultados
El análisis estadístico multivariado k de medias se empleó para clasificar a las estudiantes universitarias con base en las medias estadísticas de las respuestas proporcionadas en los factores del instrumento que mide infidelidad (infidelidad sexual, deseo de infidelidad emocional, deseo de infidelidad sexual e infidelidad emocional).
En la Tabla 1 se identifican tres grupos de mujeres que evidencian características distintas respecto a su comportamiento infiel (de acuerdo con las medias estadísticas). El primer grupo identificado a través del análisis multivariado es el denominado “Deseo de vínculo romántico”, el segundo fue nombrado “Infieles” y el tercero fue identificado como “No infieles”. A continuación, se describe cada uno de ellos:
Grupo 1. Deseo de vínculo romántico. Este grupo está compuesto por 131 mujeres, lo que representa el 28.85 % del total de la muestra, y se caracteriza por manifestar deseos de entablar una relación romántica con alguien más que no es su pareja principal, expresados en aspectos como el interés, la atracción o la fantasía de estar en situaciones románticas con otras personas, pero que rara vez se llevan a cabo. No obstante, no presentan conductas ni deseos de incurrir en una infidelidad sexual.
Grupo 2. Infieles. Este grupo está compuesto por 18 mujeres, es el grupo más pequeño y representa el 3.97 % del total de la muestra, se caracteriza por presentar tanto deseos como conductas encaminadas a establecer un vínculo sexual y/o emocional con otras personas que no son su pareja principal, manifestados en comportamientos de coqueteo, fantasías, interés, o de involucramiento sexual o emocional con otras parejas.
Grupo 3. No infieles. Este grupo está compuesto por 305 mujeres, siendo el grupo mayoritario que representa el 67.18 % del total de la muestra, se caracteriza por no presentar conductas ni deseos que denoten la intención de involucrarse de manera emocional o sexual con otras parejas distintas a su pareja principal.
Contraste de medias
Para conocer diferencias estadísticamente significativas entre los tres grupos de mujeres identificados (análisis multivariado, k de medias), se realizó un contraste de medias a través del ANOVA de una vía. El contraste se hizo en función de las dos variables de estudio: estilos de comunicación en la relación de pareja y conducta sexual; los resultados se muestran en las Tablas 2 y 3.
Comunicación en la relación de pareja
En la Tabla 2 se muestran los contrastes de medias (ANOVA de una vía) analizando los tres grupos identificados en función de la variable comunicación en la pareja, conformada por los factores positivo, amable, negativo, social receptivo y reservado.
Las universitarias del grupo denominado “No infieles” muestran una media estadísticamente significativa mayor en sus estilos de comunicación en pareja en los siguientes factores: positivo (x̄ = 31.52), amable (x̄ = 27.96) y social receptivo (x̄ = 21.94) que el grupo “Deseo de vínculo romántico” (x̄ = 29.40; x̄ = 26.16; x̄ = 20.67) respectivamente.
Las integrantes del grupo “Deseo de vínculo romántico” muestran una media estadísticamente significativa mayor en el estilo de comunicación en pareja negativo (x̄ = 11.06) en comparación con el grupo denominado “No infieles” (x̄ = 9.91).
Por último, en el factor reservado de este instrumento, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas en las medias de los grupos “Deseo de vínculo romántico”, “Infieles” y “No infieles” (x̄ = 7.41; x̄ = 7.50; x̄ = 7.23).
Conducta sexual
En la Tabla 3, se presentan los contrastes de medias (ANOVA de una vía) para las integrantes de los tres grupos identificados, con relación al que mide la variable conducta sexual, y que se compone de los factores: contacto sexual, seducción, autoerotismo, contacto físico y variantes sexuales.
Las jóvenes del grupo “Deseo de vínculo romántico” muestran medias estadísticamente significativas mayores de conductas sexuales en los factores contacto sexual (x̄ = 68.00), autoerotismo (x̄ = 23.70), contacto físico (x̄ = 37.03) y variantes sexuales (x̄ = 10.68) que el grupo “No infieles” (x̄ = 47.37; x̄ = 17.45; x̄ = 30.97; x̄ = 9.08).
En el factor seducción, las integrantes del grupo “No infieles” muestran una media estadísticamente significativa menor (x̄ = 28.29) en comparación con la media del grupo “Deseo de vínculo romántico” (x̄ = 39.10) y del grupo “Infieles” (x̄ = 44.39) respectivamente.
Discusión
Los resultados arrojan diferencias significativas entre los tres grupos, es decir, las mujeres infieles, no infieles y las que desean un vínculo romántico diferente al que mantienen actualmente tienen estilos de comunicación con sus parejas distintos. Además, el comportamiento sexual que mantienen con sus parejas se distingue entre ellas, variables que han sido teóricamente asociadas con la conducta infiel.
El grupo “Deseo de vínculo romántico” se caracteriza por ser mujeres que expresan tener interés, atracción y la fantasía de involucrarse en situaciones románticas con otras personas, pero que rara vez son llevadas a cabo, además de no expresar deseos ni comportamientos que denoten infidelidad de tipo sexual. El grupo “Infieles” es el minoritario y se caracteriza por comportamientos como coqueteo, fantasías, interés e involucramiento sexual y emocional con otras personas. El grupo “No infieles” es el mayoritario, y se distingue por no presentar deseos ni conductas que las lleven a involucrase emocional o sexualmente con otras parejas. Estos resultados fueron similares a los obtenidos por Britos et al. (2019), cuyos hallazgos les permitieron clasificar a los jóvenes en dos grupos: infieles y no infieles, reportando diferencias de género en los participantes al identificar a las mujeres como menos infieles que los hombres.
El estudio permitió responder al segundo objetivo, encontrándose que los grupos de estudiantes universitarias presentan características específicas que las definen con relación a la comunicación con su pareja y conducta sexual. Al respecto, el grupo de “No infieles” se caracteriza por establecer con su pareja un estilo de comunicación amable, positivo y social receptivo; es decir, las mujeres pertenecientes a este grupo casi siempre se comunican de una forma gentil, afectuosa, efectiva, animada y mostrando interés con su pareja. Estos resultados son consistentes con lo reportado en otras investigaciones (Allen et al., 2008), considerándose que la comunicación efectiva entre los miembros de una pareja es un factor que protege a las parejas del involucramiento en comportamientos infieles (Haseli et al., 2019; López et al., 2018; Scott et al., 2017). Lo anterior se puede explicar de acuerdo con la teoría ecológica de Bronfenbrenner (1977) adaptada a la línea de investigación de infidelidad (Haseli et al., 2019), en cuanto a que la conducta infiel está influida por diversos factores del contexto, como la efectividad de la comunicación de la pareja que, al ser asertiva, promueve un vínculo satisfactorio promoviendo la solución no violenta de conflictos, creando una atmósfera de respeto mutuo entre sus integrantes.
Con respecto a la variable conducta sexual, el estudio permite afirmar que el grupo de “No infieles” realiza con menor frecuencia conductas sexuales, incluso con sus parejas, lo que incluye conductas como contacto sexual, seducción, autoerotismo, contacto físico y variantes sexuales. Dichos resultados fortalecen a los reportados recientemente por Arantes et al. (2020) y Peña-Peña y Mendoza-González (2022;2023), quienes señalan que las personas que no tienden a la conducta infiel tienen menor incidencia en comportamientos sexuales (inclusive con sus parejas). Esto puede explicarse en el sentido de que, en el microsistema individual, la conducta sexual restringida se asocia con menor involucramiento sexual con otras personas, debido a aspectos culturales, sociales, biológicos, genéticos, historia de vida, estilos de crianza, así como las creencias asociadas con premiar y valorar a los varones infieles y, por otra parte, castigar y restringir socialmente la conducta infiel para las mujeres (Jones et al., 2011).
En relación con el grupo “Deseo de vínculo romántico” el estudio permite concluir que este grupo se distingue por tener un estilo negativo en la comunicación con su pareja; es decir, presentan un modo perjudicial de comunicación caracterizado por la manipulación, la deshonestidad, la indiscreción, la apatía, y tener déficit de control de enojo. Estos comportamientos, de acuerdo con los resultados, se asocian con la conducta infiel; semejante a lo reportado por otros autores como Allen et al. (2008) y López et al. (2018), cuyos hallazgos señalaron que las mujeres con tendencia a la infidelidad manifiestan mayores niveles de comunicación negativa con sus parejas. Por lo tanto, es un factor predictor de la conducta infiel en mujeres.
Los resultados son acordes con planteamientos teóricos que sostienen que la comunicación deficiente y negativa en la relación de pareja se asocia al comportamiento infiel (Arantes et al., 2020), debido a que la comunicación es indispensable para fortalecer la confianza, promover la intimidad y cercanía con la pareja (Wiley, 2006), y facilitar la expresión de sentimientos y necesidades. De ahí que, las deficiencias en la comunicación sitúan en mayor riesgo de infidelidad al debilitar relaciones basadas en el respeto, satisfacción y comunicación libre de cualquier tipo de violencia (Haseli et al., 2019).
Con respecto a la conducta sexual, las mujeres que pertenecen al grupo “Deseo de vínculo romántico” reportan tener mayor número de conductas sexuales caracterizadas por el autoerotismo, contacto físico y variantes sexuales. Lo anterior coincide con los resultados de Scheeren et al. (2018), quienes señalan que dichos comportamientos son indicadores importantes de la tendencia a la infidelidad. Esto concuerda con reportes que sostienen que las mujeres tienden a involucrarse en comportamientos infieles cuando buscan el enriquecimiento de su vida sexual por medio de la diversidad, el uso de objetos, y situaciones o interacciones fuera de lo común (Romero-Palencia et al., 2008).
Finalmente, las integrantes del grupo identificado como “Infieles” no presentan diferencias estadísticamente significativas en sus puntuaciones en su estilo de comunicación en pareja en comparación con resto de los grupos, resultados que son similares a lo registrado por Peña-Peña y Mendoza-González (2022). Distinto es lo que ocurre con la variable conducta sexual, ya que las jóvenes que integran este grupo manifiestan exhibir más comportamientos de seducción en contraste con los otros dos grupos de comparación; datos que fortalecen los hallazgos de Scheeren et al. (2018). Esto puede explicarse con la tendencia a buscar posibles parejas a través de conductas de conquista y seductoras a través de comportamientos sexuales activos y propositivos (Díaz-Loving et al., 2002).
Conclusiones
La innovación del estudio se debe a que la investigación de la infidelidad femenina es todavía limitada (Arantes et al., 2020; Martins et al., 2015; Munsch y Yorks, 2018; Scott et al., 2017), retirando el estereotipo de la infidelidad asociada únicamente a los hombres, a quienes se les atribuye, por lo general, solo un tipo de infidelidad -la sexual-, debido a factores biológicos, evolutivos o socioculturales (Arantes et al., 2020; Isma y Turnip, 2019; Munsch y Yorks, 2018).
Por último, es importante señalar que el presente estudio tiene limitaciones que deben ser tomadas en cuenta, por ejemplo, haber considerado solo a estudiantes universitarias de una misma universidad, de un único municipio, lo que restringe la generalización de los resultados a toda la población de jóvenes mexiquenses. Otra limitante es no haber precisado la preferencia sexual de cada participante, siendo un restrictivo para describir el comportamiento de la variable infidelidad a partir de la preferencia sexual, por lo que para futuras investigaciones se sugiere analizar esta variable, equilibrando el número de participantes con respecto a su preferencia sexual.
Derivado de lo anterior para futuras investigaciones en esta línea de investigación, se sugiere tomar en cuenta variables como edad, nivel socioeconómico, número de parejas previas, orientación sexual, antecedentes de infidelidad de los padres, e historia de infidelidad del propio participante. Esto contribuirá a una mayor descripción de la infidelidad y ayudará a su comprensión para la identificación de factores de protección orientados a programas de intervención eficaces.
Agradecimientos
Los autores agradecen a todas las mujeres que participaron de manera voluntaria en la realización de este estudio, así como a las diferentes instituciones que permitieron la recolección de datos dentro de sus instalaciones.
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*Autor de correspondencia: Anibal Uriel Peña Peña Emai: apenap725@alumno.uaemex.mx
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