Convocatoria temática

El trabajo en la condición juvenil rural: reflexiones desde las juventudes rurales en Jalisco, México

The work in the rural youth condition: reflections from the rural youth in Jalisco, Mexico

Trabalho e condição da juventude rural: reflexões da juventude rural em Jalisco, México

David Sánchez Sánchez
Investigador posdoctoral en la Maestría en Gestión y Desarrollo social, Universidad de Guadalajara. Director de Caracol Psicosocial A.C. Universidad de Guadalajara, México

El trabajo en la condición juvenil rural: reflexiones desde las juventudes rurales en Jalisco, México

Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, vol. 5, núm. 10, 2021

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Los autores conservan sus derechos

Recepción: 15 Enero 2021

Aprobación: 26 Marzo 2021

Resumen: El artículo muestra un acercamiento a la situación laboral de las y los jóvenes de una comunidad del estado de Jalisco en México que forma parte de una investigación cualitativa más amplia sobre la condición juvenil rural, presentando dicho concepto y abordando algunas ideas sobre el trabajo en contextos agroindustriales. Se narra etnográficamente cómo se construyeron las principales trayectorias laborales en la comunidad (la migración, el agronegocio y la profesional) desde las intervenciones de desarrollo rural hasta su debilitamiento en el contexto neoliberal, para entender el contexto histórico en el cual la juventud de Palos Altos actualmente se desenvuelve para integrarse al trabajo. Además se presentan los resultados de una encuesta aplicada al sector juvenil de la localidad, que señalan algunos rasgos sobre su situación laboral actual, marcada por la precarización.

Palabras clave: juventudes rurales, trayectorias laborales, trabajo agrícola, precarización.

Abstract: The article shows an approach to the employment situation of young people in a community in the state of Jalisco in Mexico, which is part of a broader qualitative research on the condition of rural youth, presenting this concept and addressing some ideas about work in agro-industrial contexts. The book describes ethnographically how the main labor trajectories in the community (migration, agribusiness, and professional) were constructed from rural development interventions to their weakening in the neoliberal context, in order to understand the historical context in which Palos Altos youth currently work. In addition, the results of a survey applied to the youth sector of the town are presented, which point out some features about their current labor situation, which is marked by precarization.

Keywords: Rural youth, labor trajectories, agricultural work, precarization.

Resumo: O artigo mostra uma abordagem da situação de trabalho dos jovens em uma comunidade no estado de Jalisco no México, que é parte de uma pesquisa qualitativa mais ampla sobre a condição da juventude rural, apresentando este conceito e abordando algumas idéias sobre o trabalho em contextos agro-industriais. Descreve etnograficamente como as principais trajetórias de trabalho na comunidade (migração, agronegócios e profissionais) foram construídas a partir de intervenções de desenvolvimento rural até seu enfraquecimento no contexto neoliberal, a fim de compreender o contexto histórico no qual os jovens de Palos Altos atualmente se desenvolvem para se integrarem ao trabalho. Além disso, são apresentados os resultados de uma pesquisa aplicada ao setor juvenil local, que aponta algumas características de sua situação de trabalho atual, que é marcada pela precarização.

Palavras-chave: juventude rural, trajetórias de emprego, trabalho agrícola, precarização.

Introducción

En México y Latinoamérica se ha desplegado un fenómeno denominado “bono demográfico”: hay más personas en edad económicamente activa que personas dependientes. Gran parte de ese bono corresponde a jóvenes, y tal situación no ha sido considerada con seriedad en las políticas públicas de atención a las juventudes. Si nos trasladamos a espacios rurales la situación no es mejor: si bien hay más jóvenes activos laboralmente desde edades más tempranas, también hay altos índices de desigualdad (RIMISP, 2020).

Las y los jóvenes rurales en México son prácticamente el 40% de la población joven del país y cerca del 10% de la población nacional (INEGI, 2010, presentado en RIMISP, 2020). Sin embargo, seis de cada diez jóvenes rurales viven en situación de pobreza, y dos de cada diez viven en pobreza extrema (Soloaga, 2018). Frente a ese panorama resulta necesario estudiar más a fondo el tema. El hecho de que haya mas jóvenes trabajando no implica que sus condiciones laborales sean dignas, y en el caso de los contextos agroindustriales, la precarización laboral está presente debido a dinámicas agroextractivistas mediadas por el capital (McKay, 2018)en las que las posibilidades de inserción laboral son cada vez más reducidas y riesgosas (Detsch, 2018).

El presente artículo tiene el propósito de presentar algunos aspectos de la situación laboral actual de las y los jóvenes explorados como parte de su condición juvenil, lo cual cobra sentido y está enmarcado en la transformación histórica (entre el desarrollo y el neoliberalismo) del contexto rural de la localidad de Palos Altos, en el estado de Jalisco, en México. Tal comunidad forma parte de una sociedad caracterizada como ranchera (Ávila & Velázquez, 2006), que tradicionalmente se ha dedicado a la agricultura, y que ha tenido una tradición migratoria muy fuerte a Estados Unidos.

Los datos aquí expuestos han sido obtenidos mediante metodologías cualitativas; principalmente se destacan la etnografía, las entrevistas en profundidad, así como una encuesta realizada a jóvenes de la comunidad sobre aspectos laborales. La información presentada tiene como objeto mostrar el panorama laboral para las juventudes rurales, reflexionando sobre las posibilidades y limitaciones del contexto en el que se desenvuelven y tratan de integrarse. Reconocemos que en contextos agroindustriales se observa una expansión de formas de empleo en condiciones cada vez más adversas e inestables: el ejemplo más grotesco y palpable en el estado de Jalisco, que se asume como el Gigante Agroalimentario de México, es el de empresas que ostentándose como “socialmente responsables” tienen en sus campos e invernaderos a campesinos prácticamente esclavizados1.

Primeramente se presenta el concepto de condición juvenil rural (Sánchez, 2020), desarrollado en la tesis doctoral de quien esto escribe, como una propuesta de análisis general de las juventudes rurales, por medio de las dimensiones estructural, territorial e intersubjetiva. Este artículo particulariza la cuestión del trabajo agrícola y los principales retos y obstáculos en un contexto agroindustrial, que precariza aún más la condición juvenil. Estos elementos de orden más teórico permiten enmarcar e interpretar el siguiente apartado que presenta más datos empíricos.

Posteriormente, se presentan algunos resultados de la investigación de corte más etnográfico, en losque se reconstruyen y se interpretan algunas características generales de la comunidad, con relación a las trayectorias laborales más tradicionales que han marcado a las y los jóvenes del lugar, fuertemente relacionadas con una dimensión estructural que se puede considerar desde los distintos momentos del desarrollo hacia el neoliberalismo. La siguiente sección del artículo presenta algunos datos generales actuales respecto a la situación laboral concreta de una muestra de jóvenes de la comunidad que fueron encuestados al respecto.

Sobre la condición juvenil rural y el trabajo

En los estudios de juventud más tradicionales, el trabajo era un elemento que marcaba la pauta para considerar que las y los jóvenes dejaban de serlo y pasaban a la adultez. Por algún tiempo se consideró como parte imprescindible de la condición juvenil la noción de moratoria social, entendida como el lapso en que las y los púberes entraban no solo en una etapa de cambios físicos, sino en una “formación” para el mundo adulto y para su entrada al ámbito laboral, lo cual estaba íntimamente relacionado con su estancia en espacios educativos e implicaba además una socialidad distinta (Valenzuela, 2009). Evidentemente esta noción de lo juvenil era parcial y no consideraba otros aspectos culturales, territoriales y de clase, puesto que no todos los que están en esas edades gozan esa condición. En el caso de los estudios de juventudes, esta noción de moratoria provocó que, por algún tiempo, las y los jóvenes en medios rurales no fueran visibles (Kessler, 2005), debido a que en estos medios, los y las más jóvenes comienzan a participar en trabajos del campo muchas veces desde la infancia, y por lo tanto no está clara esa división entre infancia, juventud y adultez que se puede ver en ciertos sectores urbanos mediante la educación y el empleo.

Los juvenólogos se enfocaron en realidades urbanas, y quienes investigan el tema coinciden en que las juventudes rurales e indígenas estuvieron invisibilizadas en distintos niveles (Durston, 1998; Feixa & González, 2006; Kessler, 2005; Gonzalez, 2004; Pacheco, 2010). Para Kessler este sesgo tiene que ver con “la creencia en que la modernización reduciría el espacio de lo rural” (2005: 3), lo cual implicó que el tema de la juventud rural despertara escaso interés. De manera general, las investigaciones sobre lo juvenil en Latinoamérica presentan un panorama de las juventudes rurales en el que

se han descrito relaciones familiares más patriarcales, una perdurable dominación sobre las mujeres, la centralidad de la cuestión de la tierra, una temprana inserción laboral en las unidades familiares, la existencia de pluriactividad laboral, tensiones identitarias entre lo local y lo global, entre la decisión de permanecer y la de migrar, así como la débil conciencia de ser un actor específico, entre otros.” (Kessler, 2006: 33)

Paradójicamente, en el campo del desarrollo rural las y los jóvenes rurales se conceptualizan como actores de desarrollo (Durston, 2001), lo que no necesariamente implica que en la práctica suceda así. A la fecha, el campo de estudios y conceptualización de juventudes rurales es aún incipiente, y si para la academia lo es, para las políticas públicas aún más. Al menos en México, solo recientemente el tema comienza a agrupar a algunos académicos y organizaciones, y a unos pocos programas públicos dispersos sin una visión clara de lo que implica lo juvenil en los medios rurales.

Por lo anterior, en la investigación doctoral ya mencionada, se propone una mirada integral de las juventudes rurales, formulando el concepto de condición juvenil rural (Sánchez, 2012) como un dispositivo teórico-metodológico de abordaje del tema. Para comprender la condición juvenil rural es necesaria una mirada compleja de tres dimensiones: estructural, territorial e intersubjetiva.

En resumen, en la tesis mencionada la dimensión estructural está relacionada con procesos macrosociales, configurados históricamente desde el Estado y el poder dominante, en el campo jalisciense. La territorial comprende dos aspectos: el territorio como espacio geográfico significado y transformado por la acción humana, y en específico por el agronegocio, y el cuerpo como “territorio primero” en relación con otros cuerpos y con el medio ambiente. Estos aspectos permiten pensar la dimensión material de la vida humana, amenazada, entre otras cosas, por el agroextractivismo, cuyos efectos sanitarios y socioambientales son más marcados para la infancia y la juventud. En todo este escenario estructural-territorial se despliega la dimensión intersubjetiva, que comprende dos ejes: 1) el intergeneracional, que aborda el sentido de vida generado en la interacción entre las distintas edades, enfocando cómo se ven las y los jóvenes a sí mismos y cómo los ven los demás. 2) el de actores sociales, que apunta a comprender la agencia de estos sujetos frente a las determinaciones de su contexto.

Para mejorar la definición, se mencionaría que la condición juvenil rural es un concepto analítico para aproximarse al entramado de las dimensiones territorial, estructural e intersubjetiva, para comprender cómo configura las vidas de las y los jóvenes en sus particularidades y para mostrar un panorama general y a futuro de una localidad rural determinada. Más que una realidad objetiva ya existente y evidente, se trata de un modelo de análisis sobre un conjunto de dimensiones interdependientes, que al irse desarrollando permiten comprender un sistema de relaciones que dan lugar a lo que conocemos como juventudes rurales en periodos temporales signados por determinados contextos nacionales e internacionales (Sánchez, 2020).

Desde este constructo teórico metodológico se puede dar cuenta de la complejidad presente en la configuración de la condición juvenil rural en la comunidad de Palos Altos. Pero al establecer las comparaciones con otros estudios de juventud rural, se encuentra que tratan problemáticas similares en toda Latinoamérica, por lo que se infiere que puede ser un concepto útil en la comprensión del tema.

Particularmente para este articulo, y retomando las dimensiones estructural y territorial, se puede dar cuenta del contexto agroindustrial, en el que cada vez más jóvenes tienen que sobrevivir, ya sea aferrándose a algún lugar dentro de éste, o siendo expulsados hacia territorios urbanos. En este último caso, aunque no es el objetivo del articulo, cabe mencionar que al migrar a las ciudades los jóvenes van ocupando algunos de los puestos laborales más precarios, debido a la serie de desventajas acumuladas que llevan por el solo hecho de pertenecer a un territorio rural (Saraví, 2009).

Perspectivas del trabajo para las juventudes rurales en contextos agroindustriales

Si bien es cierto que lo rural no se puede reducir a lo agrícola, tampoco podemos entender plenamente lo que sucede en lo rural sin ver un telón de fondo más amplio, que tiene que ver con las transformaciones agrarias que ha tenido Latinoamérica en las últimas décadas (Gallo, Hawkins, Luna-Garcia, & Torres, 2019). Como se señalaba anteriormente, entender estos cambios desde el concepto de condición juvenil rural implica dar cuenta de las dimensiones estructural y territorial, intrínsecamente relacionadas, y que en el caso de Palos Altos pueden considerarse como atravesadas por la expansión del sistema agroindustrial (GRAIN, 2009).

En el contexto agroindustrial y agroextractivista se presenta un deterioro de las oportunidades y condiciones laborales (McKay, 2018), porque las dinámicas agroindustriales transforman radicalmente la lógica campesina en que se habían desarrollado otras generaciones. Estas dinámicas son caracterizadas por Kay, quien señala:

el acaparamiento y la concentración de la tierra; el creciente poder de los agronegocios transnacionales; la crisis de la economía campesina; el surgimiento del precariado rural; así como la influencia del capital financiero en la cadena agroalimentaria. Dichas complejidades, dificultan, aún más, las realidades del trabajo rural y de las economías campesinas.” (Kay, 2019: 141)

Explorando brevemente la dimensión intersubjetiva, también es cierto que muchos jóvenes ya no quieren dedicarse a la agricultura; sin embargo, esto no corresponde solamente a una decisión individual sino que es la suma de una serie de condicionantes de las dimensiones intersubjetiva, territorial y estructural. De aquí surgen varias preguntas: ¿a qué quieren dedicarse las y los jóvenes de un lugar como Palos Altos?; ¿a qué pueden efectivamente dedicarse después de sortear la serie de obstáculos que su condición juvenil rural les impone?; ¿a qué puede dedicarse un joven interesado en la agricultura si no tiene tierra, si no tiene maquinarias? El panorama es complejo y lleno de contradicciones, y en este horizonte, la participación de las juventudes como sujetos de transformación es imprescindible, ya que

las juventudes rurales, junto con tener un mayor nivel educativo que sus generaciones previas, presentan una mayor flexibilidad, disposición al cambio y apertura para la innovación. Además, tienden a presentar una mayor cercanía y manejo de las nuevas tecnologías de información y formas de socialización y adquisición del conocimiento, razón por la cual se les puede considerar potenciales actores de sus territorios” (Espejo, 2017: 4)

A pesar de ese potencial híbrido de las juventudes rurales, y de que muchos de los jóvenes quieran salir del campo y dedicarse a otras cosas, si miramos más ampliamente lo que sucede a nivel latinoamericano podemos encontrar, como indicaba Lourdes Pacheco a inicios de este siglo, que

“la primera ocupación de los jóvenes se da vinculada a la agricultura. Alrededor de la quinta parte de la juventud rural obtiene su primer empleo en una empresa dedicada a la agricultura; en segundo lugar, en el comercio al menudeo, y en tercero, en los servicios comunales y sociales. La principal actividad en el campo sigue siendo la agricultura, aun cuando el aumento de empresas agroindustriales y de pequeña manufactura otorga nuevas opciones ocupacionales. No obstante, para los jóvenes rurales, la primera ocupación se da vinculada a las actividades agrícolas” (Pacheco, 200: 7).

Dos décadas después, el informe sobre pobreza y desigualdad del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural RIMISP nos ofrece un dato similar:

Ocupación de jóvenes urbanos y rurales por sector en Latinoamérica
Figura 1
Ocupación de jóvenes urbanos y rurales por sector en Latinoamérica

Si pensamos en estos datos, entonces cobra sentido seguir reflexionando y analizando la condición juvenil rural en contextos agroindustriales; sobre todo en un estado como Jalisco, cuyo gobierno lo nombra “el Gigante Agroalimentario de México”, haciendo alarde del crecimiento de agricultura para exportación (Gob.Jalisco & Seder, 2014).

Aunque el secretario de Desarrollo rural jalisciense afirme que “el campo moderno que crece día a día en Jalisco se convierte también en una atracción para los jóvenes que encuentran espacios de realización en un mundo global para el que han sido preparados.” (Gob-Jal., 2016: 148), la experiencia de muchos de los jóvenes en Palos Altos y la zona de Ixtlahuacán del Rio y Cuquío no concuerda con esa percepción. Cualquier charla informal con jóvenes basta para escuchar que “casi no hay oportunidades” de desarrollo personal ofrecidas por el Estado, por lo que se vuelve una cuestión de supervivencia vivir en el campo y trabajar dignamente; por otra parte, el mismo gobierno estatal en su Plan de Desarrollo reconoce que “sólo 10% de la población ocupada se dedica al sector primario, a pesar de que Jalisco es el líder agroalimentario del país” (Gob-Jal, 2013: 148). Es decir que el agronegocio no necesariamente emplea a más personas y cuando lo hace, es en condiciones riesgosas (Gallo, Hawkins, Luna-Garcia, & Torres, 2019).

Según lo observado, parecería que el trabajo en contextos agroindustriales para las y los jóvenes rurales pobres de Jalisco consiste en ser jornaleros en los campos agaveros de la industria del tequila, o como en el caso de la Comunidad de San Isidro en el municipio de San Gabriel, en ser empleados en los grandes invernaderos del sur, que se establecen en las tierras usurpadas a sus abuelos, en condiciones inhumanas, a altas temperaturas encerrados en plástico, que algunos solo pueden sobrellevar consumiendo drogas estimulantes. Estos son solo ejemplos de la precariedad e inestabilidad laboral en el medio rural:

en general, la estructura del empleo agrícola muestra cambios sistemáticos hacia una creciente participación de los trabajadores no permanentes –en sus distintas modalidades, tales como temporarios, estacionales, eventuales, transitorios– en tareas mayoritariamente manuales y de fuerte precariedad laboral (desprotegidos legalmente, con salarios por debajo de ciertos estándares, con deficientes condiciones de trabajo)” (Detsch, 2018: 12)

Para concretar en un espacio local y ver el entramado de cambios, presento los siguientes apartados con información recabada de la comunidad de Palos Altos y la situación laboral histórica y actual de sus jóvenes.

La configuración de las tres principales trayectorias laborales en Palos Altos, entre el desarrollo y neoliberalismo

La estrategia metodológica utilizada para la construcción de este apartado consistió en el registro y la sistematización de una serie de observaciones y de entrevistas de corte etnográfico, realizadas durante los años 2015 a 2019, categorizadas en tres trayectorias que resultaron significativas por estar presentes en la mayoría de los relatos. A partir de estas categorías se construye la siguiente narración, que intercala además algunos elementos históricos provenientes de investigación documental sobre el contexto investigado.

Palos Altos se encuentra en una zona dentro de la región ranchera de los Altos de Jalisco, en la que históricamente se fue configurando una relación más comercial con la tierra desde la agricultura y la ganadería en relación con la ciudad de Guadalajara y la zona minera de Zacatecas (Van Young, 1989); a través de los siglos se fue produciendo un proceso gradual de descampesinización (Valerio, 2003), que se tradujo en fuertes corrientes migratorias a mediados del siglo XX institucionalizadas con el programa Bracero2. Para esta misma época, comienzan también las prácticas y discursos del desarrollo, así como los de la revolución verde y de la escolarización. Pasarían aproximadamente 30 años para que estos cambios sociales fueran permeando y transformando las estructuras sociales de la comunidad y marcando las trayectorias de vida de sus integrantes.

En México inició en 1941 la llamada revolución verde, con buenos resultados iniciales: la tecnificación de las labores agrícolas y el uso de fertilizantes sintéticos fue cundiendo por muchas regiones del país. Los braceros ya habían conocido las virtudes de la agricultura tecnificada en Estados Unidos: “los trabajos aquí no rendían, y allá sí”, menciona uno de ellos.

“la gente se dedicaba aquí a su trabajo, en la agricultura, aunque era poco, todavía sembraban con yuntas de bueyes, había muy pocos tractores, no había maquinaria, así seguía trabajando mucha gente, así se pasaba más el tiempo, y solamente en temporadas era cuando iban a Estados Unidos, como en la Braceriada, y luego se devolvían para su siembra”(DSS, entrevista, 2010).

Así, la migración fue abriendo paso a la aceptación de las innovaciones que propondría la revolución verde. Esto le daría a varios rancheros de Palos Altos la posibilidad de alcanzar la producción agrícola que desde la colonia se les requería por su cercanía a Guadalajara, pero que no se podía alcanzar por la dificultad climática y la falta de capital para invertir, además de la sombra de la hacienda.

La modernización del campo fue abriendo una brecha entre padres e hijos. Aunque había cierta aceptación de los cambios tecnológicos por parte de los adultos, los ancianos de aquel entonces se resistían más a las innovaciones; sin embargo, la presión económica y los primeros resultados fueron convenciéndolos. Para los más jóvenes no se presentaba la misma resistencia, pues la modernización prometía disminuir el trabajo, al que apenas se estaban acostumbrando. De cualquier manera, todos se iban convenciendo con los resultados.

Del arado de palo tradicional se pasó al arado de metal, y ese cambio ya era “una chulada”, pero esa innovación no modificaba en mucho la dinámica de las labores del campo, solo la hacía un poco menos pesada. El cambio del arado al tractor transformó drásticamente la forma trabajar. Mientras que para un ranchero toda la temporada “de secas” era tiempo de preparar la tierra con sus yuntas junto con sus hijos, los tractores lo hacían rápido:

“yo pa´ que diablos quiero tractores, si tengo 40 yuntas de bueyes trabajando diario. -Pos un tractor hace más que sus 40 yuntas de buenas- ¡no hombre, es capaz! Los bueyes hacen más - no señor hace más un tractor. Y luego 40 yuntas son 40 personas trabajando y el tractor es una sola, además 40 yuntas son 80 bueyes” (DSS, entrevista 2010).

Esta anécdota, revela con números sencillos la implicación laboral que tuvo la maquinización y tecnologización en el campo (que sigue evolucionando). No obstante, esto fue percibido como “un cambio muy bueno que estuvo, el cambio de trabajo, de todo. Luego, luego se notó mucho la diferencia”. Aunque era inevitable no ver las dos caras de la moneda:

por una parte estuvo bien y por otra parte estuvo mal, porque a mucha gente se le fueron acabando los trabajos. Por ejemplo para tirar abono, se tiraba con gente y ahora ya tienen poco las abonadoras. Mucha gente decía, “se fue acabando la chichita” con las máquinas, porque se acababa el trabajo. El trabajo era duro, pero la gente estaba acostumbrada así. Por ejemplo pizcar era duro, había que cargar unas canastonas y ahí se ocupaba mucha gente. Pero ahora ya una máquina entra y en un rato pizca un potrero. Antes había que pizcar, luego desgranar, luego encostalar, luego subir los costales a la troca” (DSS, entrevista, 2010).

Mientras el campo se iba modernizando, también iba generándose una población cada vez más más orillada a la migración, es decir “descampesinizándose”. Aunque cuando se combinó el uso de tractores con la siembra de humedad residual y el uso de fertilizantes, fue muy visible el aumento en la producción de maíz, y este ejemplo alentó a los demás rancheros a arriesgarse por esa vía. Se inauguró entonces una época en Palos Altos que algunas personas llamaron “el norte chiquito”, porque produjo empleos temporales para jóvenes y familia de otras zonas rurales aledañas:

“Este periodo fue de 1964 a 1975 más o menos de diez a doce años, que estuvieron trabajando estas familias, cosechando maíz, era una afluencia bastante fuerte, pues ya los ranchos de alrededor habían adoptado este sistema de producción; ahí en el rancho se escuchaba de las mismas familias zacatecanas que lo nombraban así “el norte chiquito”, pues en ese periodo de tres meses, podían ganar lo necesario para sobrevivir en sus lugares de origen y al siguiente año regresaban. Sin embargo, alrededor de 1975 llegaron las maquinas trilladoras, provenientes de Nuevo León, y desplazaron mucha mano de obra y eso modificó nuevamente la dinámica; muchos agarraron otros aires, sin embargo, varias familias se establecieron en Palos Altos” (JSC, entrevista 2017).

También durante ese periodo la carretera Ixtlahuacán-Cuquío (se abrió brecha en 1953, pero hasta 1976 pavimentaron) ayudó a consolidar el ya antiguo paso de arrieros a Guadalajara, y le dio al rancho fuerza en el ámbito de comercio. Con esto llegan nuevas familias comerciantes, y el rancho adquirió una nueva dinámica económica (Sánchez, 2012) por su mayor conexión con Guadalajara, además de que el comercio comenzaba a generar nuevos tipos de empleos en la zona.

Hacia finales de la década de 1980 la migración de jóvenes ya era algo común, y se consolida como uno de los proyectos de vida al que aspiran sobre todo los varones. Algunos de los nacidos en los sesenta y setenta, hijos de braceros ya habían trabajado en Estados Unidos y consolidaron la realidad migrante; así lo narra uno de ellos:

“comenzó a irse la muchachada, por ahí como en los setenta, comenzaron a irse mucho, pero en ese entonces podemos decir que eran casi puro chavalo soltero, que iban y venían, o algunos casados que iban por necesidad, se iban trabajaban tiempo y se regresaban, o muchos de los solteros se casaron y seguían yendo. Pero luego empezó que muchos de esos chavalos agarraron papeles […] De ahí para atrás, en los ochenta, lo que fueron mis compañeros de escuela, la mayoría estamos allá. Y casi todos nos fuimos al mismo tiempo. Hubo en ese tiempo la ley de amnistía. Todos los que fuimos en el 87 y 88 casi todos tenemos papeles, nos acostumbramos a vivir allá porque no teníamos a que regresar, nos hicimos la vida allá” (entrevista, ASM, 2010).

La migración se va configurando como una trayectoria de vida importante, y la muchachada comienza a tomársela muy en serio; eso fue causando algunas diferencias generacionales, entre los más jóvenes que la ven como opción de vida, y sus padres que la vieron como una forma de capitalizarse para su actividad agrícola. Al parecer una de las cosas que cambió fue la disposición al trabajo duro, tan valorado por la cultura ranchera desde la colonia. Esto lo puedo inferir por el siguiente comentario del anciano bracero:

Ya ahorita, pues no le haya uno que, está la gente como muy… se me afigura que si no se van pal norte no se mantienen, están como muy atenidos al norte. Y antes la gente no estaba atenida a eso, la gente se dedicaba a trabajar y trabajar. Y ahorita no. Es una de las cosas que yo veo mal” (entrevista, DSS, 2010)

Como quiera que sea, lo más probable es que, aunque se vieran con recelo esos cambios tampoco hubo una negativa total, pues no viene mal una “alivianada” al trabajo agrícola ya sea con máquinas o con dinero; además, las familias fueron mejorando poco a poco su condición material gracias a las remesas y eso era valorado positivamente, pues el rancho iba prosperando a los ojos de la mayoría.

En esa misma época comienzan a estudiar algunos adolescentes. Así se abre más la posibilidad de la educación y la profesionalización, y en esos mismos años aparecen las primeras historias de profesionales exitosos: profesores e ingenieros agrónomos que habían tenido que salir desde la primaria para seguir estudiando.

Comenzaba a perfilarse como posible otra trayectoria de vida, además de la de seguir como ranchero o migrar a Estados Unidos: “estudiar para ser alguien en la vida”; o como algunos padres y madres rancheros dicen todavía a sus hijos “para no ser como yo” y para no acabarse “el lomo” en el campo. En el siguiente relato de un migrante se puede ver la tensión entre las tres trayectorias de vida que veía un joven varón de esos años:

Nosotros no teníamos tierra propia, yo estudiaba, pero llega el tiempo donde las enfermedades hacen que tengas que conseguir un dinero. Yo salí de la secundaria y ya no iba a estudiar porque no tenía dinero, pero salió el CONAFE. El cual nos daba una oportunidad de estudiar un año, te capacitabas para dar un servicio social por año, y con eso te daban una beca para que siguieras estudiando y terminaras tu preparatoria. Y yo no la pude terminar, me salí casi terminando el cuarto semestre. Mi papá se enfermó, entonces yo tenía que conseguir dinero para medicinas. Tenía que ir de un pueblo a otro, y tenía que conseguir dinero para pagar. Y eso fue lo que me orillo a migrar” (entrevista. ASM, 2010).

Es importante señalar que antes de la migración y la modernización del campo, niños, niñas y jóvenes entraban a muy temprana edad al proceso productivo, pues había trabajo para casi todo el año y para toda la familia, lo que implicaba otras formas de relación entre padres e hijos. La exigencia de los padres para el trabajo era dura y a veces violenta, pero también había más momentos de convivencia familiar, por todas las horas que pasaban juntos trabajando. Algunos adultos de la comunidad y de otras cercanas, que tienen más de 50 años, se quejan de que sus padres fueron muy recios: “a lo mejor es por como trataban al ganado, la gente de ganado tiene que ser muy dura para poder arrear las vacas, les tienes que gritar, y a veces golpear, y si yo creo que a veces se pasaban de duros con uno como hijo” (conversación informal, NSR, 2017).

En términos de configuración de la condición juvenil rural, la migración y la modernización del campo fueron separando paulatinamente a padres e hijos, aumentando el tiempo libre de los hijos. A la par de ese proceso, se abre la telesecundaria (modalidad educativa mexicana basada en clases a distancia por televisor, con un profesor guía que asesora a todos los alumnos para todas las materias) en la comunidad, y con ello, la posibilidad de alargar el tiempo de transición hasta la adultez y el trabajo.

Varios autores coinciden en que la telesecundaria es un punto de inflexión en el medio rural para comenzar a hablar de la juventud en su sentido moderno: Urteaga señala cómo la condición juvenil está “fundada sobre la condición de estudiante” (2011: 57), coincidiendo con Morch (1996)en que el surgimiento de la categoría de juventud está especialmente relacionado con el desarrollo del sistema educativo.

A partir de 1985 funciona la telesecundaria en Palos Altos y sobre todo los primeros diez años, fue común que los grupos estuviesen compuestos por estudiantes de distintas edades, pues unos iban motivando a otros a estudiar, aunque ya hubiesen terminado la primaria años antes. Ese espacio permitió convivencia distinta entre los estudiantes y contribuyó al surgimiento institucional de la adolescencia y la juventud. Para los chicos representaba una posibilidad de tener un poco más de estudio que les facilitara su trayectoria como migrantes en Estados Unidos. Para las chicas representó una pausa en su vocación matrimonial: para muchas de ellas, la posibilidad de desear algo distinto, aunque todavía no lo pudiesen concretar, pues era muy raro que los padres las dejaran estudiar más adelante. Muy pocas continuaban hasta la prepa y solo hasta 1995 egresarían las primeras mujeres universitarias en Palos Altos, es decir más de quince años después de que lo hicieran los hombres por primera vez.

Los padres de la nueva y más preparada “muchachada” comenzaban a depositar su confianza en la escuela, para “que mis hijos tengan lo que yo no tuve”; y como el trabajo campesino, a pesar de su modernización seguía sin ser una opción de movilidad social, comenzaron a decir la ya clásica frase “estudia para no ser como yo”. Para esta generación la vida ranchera y la migración eran parte de los repertorios de acción y conformaban las trayectorias de vida deseables y “naturales”. La formación profesional era también deseable para algunos, pero todavía no tenía la certeza institucional ni social de las otras dos; sin embargo, iba en acenso.

Con esta generación se puede hablar propiamente de la emergencia de lo juvenil en Palos Altos. Ya se mencionó la relación de este proceso con la telesecundaria, en términos de una institución más claramente diseñada para esta franja etarea de la comunidad. La migración también tuvo sus impactos en la definición de lo juvenil: el éxodo de jóvenes varones ya era muy común para fines de los ochenta, y era visto como una alternativa muy sólida en relación al trabajo y la economía necesarios para que los jóvenes obtuviesen el reconocimiento del mundo adulto y la independencia de sus familias. Así lo expresa uno de los migrantes de esa época:

“Primero el poder adquisitivo, estás aquí y no puedes comprarte lo que necesitas, porque no tienes un trabajo, donde te dé para tener un vehículo o una casa. Si allá trabajas y le echas ganas en poco tiempo lo puedes hacer, tienes que trabajar mucho pero lo puedes hacer, pero si eso mismo lo haces aquí, no podrías. […] Yo por mí en mí rancho, yo quería estar aquí, no me haya ido nunca; pero otros decían ‘yo me voy de una vez’. Unos se iban porque les hacía falta dinero, otros porque no querían estudiar o porque aquí no la hacían y allá sacaban dinero. En ese tiempo, lo que yo escuchaba que decían es: ‘¿por qué no me vine antes?’; y es que con lo que sacabas con un cheque o dos cheques se compraban un carro, y en el rancho no hubiera tenido la oportunidad de comprar un carro con lo que trabajas en quince días” (entrevista, ASM, 2010).

En este fragmento se puede notar cómo los jóvenes estaban continuamente comparando la realidad económica de su lugar de origen con las posibilidades que tenían al migrar, y se habla de un elemento alrededor del cual se fincarán muchos simbolismos para los jóvenes: la camioneta propia. Este testimonio coincide con lo que otros autores mencionan sobre el empleo en juventudes rurales:

las personas más jóvenes aceptan como legítimas las condiciones precarias en un contexto en el que se combinan —en función de otros factores— la necesidad de ganarse la vida y la entrada en el mundo de las decisiones en libertad que supone el consumo, aun­que este sea de baja intensidad y lleve al endeudamiento y, con ello, a la necesidad de seguir trabajando.” (González, Salas, & Hernández, 2018)

En resumen, para la década de 1980, ya se podían ver tres principales trayectorias de vida:

1 el trabajo en la región (principalmente lo agrícola y ganadero; y en menor medida el comercio);

2 la migración a Estados Unidos, en un comienzo una opción para capitalizar el trabajo en la región, y con el paso de los años una opción de vida para gran parte de la comunidad que ahora vive allá;

3 la formación profesional, más débil en ese entonces pues apenas comenzaba a ampliarse la cobertura educativa básica.

Hacia finales de los ochenta, cuando la comunidad comenzaba a sentir más cercanas las promesas del desarrollo, vienen nuevos cambios a nivel internacional, y el capitalismo vira a su vertiente neoliberal; con ello comienzan a derrumbarse paulatinamente las recientes estructuras que sostenían las principales trayectorias de vida accesibles para las y los miembros más jóvenes de la comunidad. Empieza un proceso de vulnerabilidad, entendido este “a partir de la atenuación de los soportes que conforman las certezas en la definición de proyectos de vida de las personas y los dispositivos sociales que las posibilitan” (Valenzuela, 2009).

Con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la crisis mexicana en 1994 y el abandono gubernamental del campo, la labor agrícola y ganadera se fue haciendo más difícil, y con el abuso del modelo de revolución verde en la agricultura, las condiciones se fueron complicando. El efecto fue retardado por un repunte en la migración, gracias a una ley que permitió a familias completas migrar durante toda la década de 1990. Sin embargo, la migración como opción de vida comenzó a ser más riesgosa a partir de 2001, por los atentados, y en 2008 con la crisis económica. Mientras tanto la vía de la formación profesional continuó creciendo y tomando fuerza en la comunidad; sin embargo, estructuralmente en el país iba ya desmantelándose. Actualmente, más jóvenes tienen posibilidades de estudiar una profesión, pero esto no significa una movilidad social real: las y los rancheros pueden acceder a un derecho, justo cuando comienza a vaciarse de sentido y a quedar desprotegido desde el estado.

El agotamiento de la trayectoria migrante

Con respecto a la migración, después de los atentados de 2001 en Nueva York, las políticas migratorias de Estados Unidos se endurecieroncon el pretexto de la lucha contra el terrorismo. Las familias de Palos Altos en Milwaukee, Wisconsin y en Jalisco ya formaban por medio de ciertas prácticas y discursos transnacionales una “comunidad multilocalizada” (Sánchez, 2012). Esto permitía cierto margen de seguridad para los nuevos migrantes que llegaban y buscaban trabajo. Al endurecerse más las condiciones de paso de la frontera, la migración de jóvenes fue disminuyendo gradualmente, y ellos tenían la preparatoria para mitigar esa transición. Para quienes iban de indocumentados ya era difícil pensar en un retorno (práctica muy común entre los jóvenes de los años 1980 y 1990); para quienes se arriesgaron a migrar después de esos años, cada vez fue más arduo encontrar trabajo, y con la crisis de 2008 en Estados Unidos, la situación empeoró. Ir a Estados Unidos implicaba entonces pensar una vida allá, en condiciones cada vez más precarias.

La migración fue dejando de ser ese espacio juvenil que permitía cierto desarrollo individual de los migrantes, y dejó de significar en Palos Altos el mismo estatus que antes. Ir a Estados Unidos en las condiciones antes mencionadas implicaba quedarse allá, y ser joven en aquella sociedad también desigual. Económicamente esta vía sigue aportando a las familias, pero culturalmente fue cambiando sus significados. Más recientemente, en 2010, surgió la controvertida ley antimigrantes del estado de Arizona, la SB-170, que generó muchas protestas entre los inmigrantes, y aumentó el clima de racismo en Estados Unidos; además abrió camino para que surgiera con fuerza el presidente Donald Trump. Con todo este panorama, el norte dejó de ser lo que era, y es ahora otro medio hostil en el cual sobrevivir. No es que antes no lo fuera, lo que pasa es que en las décadas anteriores ese medio hostil permitía ciertas mejorías visibles en el medio de origen y ahora no.

La degradación de la trayectoria ranchera

Como menciona una de las investigadoras de juventud rural en México: “las políticas agrícolas afectan directamente a la juventud rural” (Pacheco, 2003: 5). Si bien es cierto que las juventudes rurales hay que pensarlas más allá de la tradición agrícola, es un aspecto todavía presente a pesar de las distintas oleadas de descampesinización generadas desde el capital.

El modelo de agricultura mecanizada impulsado desde el estado por la revolución verde, financiado en parte por las remesas migratorias y el impulso emprendedor de los rancheros, fue abandonado a su suerte después del TLC y se le dio el tiro de gracia en 2008, cuando se quitan las ultimas restricciones para que la agricultura pueda entrar en el libre comercio.

Con los procesos de neoliberalización en los países “subdesarrollados” se fueron modificando estructuralmente las condiciones para que el sistema agroalimentario esté siendo impulsado por una poderosa industria alimentaria transnacional (GRAIN, 2009). En el caso de México SAGARPA reconoce estas condiciones:

Los momentos cruciales que conformaron esas circunstancias fueron la entrada de México al GATT en 1986, que marcó el inicio del proceso de apertura de la economía mexicana a los mercados mundiales y, la entrada en vigor del TLCAN en 1994, que culminó el proceso de apertura comercial iniciado casi diez años antes y que finalizó en 2008 con la liberación total del maíz, frijol, azúcar y leche en polvo” (SAGARPA, 2010, pág. 232).

Una parte importante de jóvenes varones siguen acompañando a sus padres en la labor agrícola, van aprendiendo este modelo, pero no los tiene satisfechos. La producción de maíz es cada vez más costosa, y el precio final de venta del producto es muy barato.

Para poder sobrevivir, los rancheros medianos que se dedican al monocultivo han tenido que abrir más tierras de cultivo deforestando el bosque, y un ranchero junto a sus hijos y trabajadores puede rentar otras tierras de migrantes, lo que ha aumentado las cargas de trabajo y sobre todo el estrés por las condiciones de producción.

El modelo agrícola de monocultivo propuesto por el agronegocio ha impactado en el deterioro medioambiental, cuyas consecuencias aún están poco documentadas en la vida comunitaria. Como menciona Lourdes Pacheco, “los negocios agrícolas degradan el campo latinoamericano, en especial afectan la salud de los habitantes y en particular [tienen] efectos desastrosos en la niñez y la juventud rurales”(Pacheco, 2003: 5).

Un grupo de investigadores de la Universidad de Guadalajara y el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Occidente han iniciado recientemente un estudio multidisciplinario, que entre otras cosas estudia el efecto de los agrotóxicos en niños de comunidades rurales del Estado (Sierra-Diaz, y otros, 2019). En reportes parciales que se han dado a conocer públicamente, se muestra que la mayoría de los estudiantes de preescolar, primaria y telesecundaria tienen presencia de varios pesticidas en su orina, lo que implica que esos químicos ya pasaron por todo el cuerpo y han sido filtrados.

Frente a estasituación, los pocos jóvenes que aun quieren dedicarse a la agricultura no ven fácil el panorama. Como ejemplo se muestran algunos fragmentos de un ensayo que entregó como tarea escolar un estudiante de bachillerato, que recientemente entró a estudiar agronomía. El joven se pregunta en el título de su reflexión “¿Dar vida o dar muerte?”, planteando ya desde el inicio la contradicción que ve. En cuatro hojas blancas escritas a mano el joven reflexiona “¿cómo al producir alimentos vas a dañar en vez de ayudar al mundo? ¿cuáles son las consecuencias del uso de químicos? Porque es más fácil criticar desde fuera que siendo un agricultor como en mi caso”. El joven, asumiéndose agricultor y no campesino, menciona los miles de años que tiene practicándose la agricultura; luego entra al tema de la contaminación. “El trabajo que realizamos los agricultores es un caso a debatir, si estamos dando vida o muerte, pues damos vida a miles de plantas, las cuidamos, producimos alimento para todas las personas, nos esmeramos y tratamos de sacar un poco de dinero para vivir, por esa parte damos vida, pero a la vez estamos destruyendo el mundo”. Menciona aquí algunos efectos de los agrotóxicos, y le habla a las voces en Palos Altos que piden moderar el uso de pesticidas pues para este joven,

no se ponen en el lugar de nosotros los agricultores que estamos exponiendo nuestro trabajo, nuestro dinero, nuestras esperanzas de vida en la cosecha, para que llegue la plaga y empieza a acabar con todo y entonces es cuando usamos químicos para que no acaben con todo lo que tenemos, y fertilizantes para sacar más producción, porque el gobierno nos vende las cosas caras y lo que producimos, por ejemplo el maíz, nos lo pagan barato. Empieza un desgaste económico por lo que recurrimos a la búsqueda de productos que aumenten más las ganancias, porque estamos simplemente en un hilo de que si no llueve una semana o dos semanas, vamos a tener dinero durante un año o no vamos a tener” (ISR, tarea escolar, 2017).

Estas palabras escritas por un joven de dieciséis años que se asume agricultor, que tiene el apoyo de su padre, tierras y maquinaria, además de ahora estar estudiando agronomía, son el mejor ejemplo de que esa trayectoria está desgastada aun para los que tienen ciertas ventajas. Para los jóvenes sin tierra, las labores agrícolas definitivamente no son el horizonte laboral, aunque a veces haya que hacerlas porque no queda otra opción.

La crisis de la trayectoria de la educación profesional

La desigualdad en la educación entre campo y ciudad ha sido un tema abordado siempre que se habla de jóvenes rurales. “Hay una profunda desigualdad en los conocimientos adquiridos al finalizar la escuela secundaria por un joven o una joven que haya asistido a una escuela privada, a una pública, o al sistema de telesecundaria.” (Saraví, 2009: 209). Es evidente que, estructuralmente, la trayectoria educativa está atravesada por la desigualdad y la acumulación de desventajas en la juventud rural, al querer acceder a la universidad.

Si se logra entrar a la universidad, además de que poder concluirla es una competencia de obstáculos, al salir el joven rural, al igual que todos los demás debe enfrentar “la frustración de expectativas generadas porque los egresados no logran insertarse laboralmente” (Kessler, 2007: 31). Aun teniendo trabajo se enfrentará a la situación de precarización laboral de los profesionistas, producto de todas las transformaciones socioeconómicas que han impactado los mercados de trabajo, de por sí en desventaja por la calidad de la educación en medio rural (Pacheco, 1999).

Actualmente, a pesar de que la escuela y el trabajo han representado tradicionalmente mecanismos clave de movilidad e integración social, “los jóvenes de los sectores populares no ven en la escuela una alternativa real y tangible de movilidad social; la escuela carece de capacidad de interpelación sobre los sujetos.” (Saraví, 2009: 248). Un ejemplo local es el siguiente:

En 2010 se creó en la localidad la Asociación de Profesionistas de Palos Altos (APPA), que buscaba incidir en la comunidad a partir de las personas que habían estudiado una carrera universitaria. Hacia el exterior, la APPA organizó seis exposiciones (de 2010 a 2015) en el contexto de las fiestas patrias, en las que, además de organizar actividades recreativas y culturales, los profesionistas daban a conocer al pueblo su área de desempeño. Las exposiciones le dieron un giro a las fiestas patrias por algunos años, pues cada año fue dedicado a algún aspecto de la vida comunitaria (agricultura, educación, salud) y los profesionistas se encargaron de investigar sobre el tema y montar un pabellón al respecto. Se trae a colación la APPA, porque participando en su interior se pudieron observar dos cosas: de los más de 54 profesionistas que se tenían censados hasta el 2015, menos de diez se podrían considerar con una trayectoria “exitosa”, entendiendo esta como tener un trabajo relacionado con su profesión con un sueldo competente y seguridad social. Todos ellos son hombres y estudiaron su carrera profesional antes de 1990. Justamente el discurso de los que tenían esas condiciones, fue siempre promover entre los niños y jóvenes, la educación profesional como forma de desarrollarse. Para todos los demás integrantes, en condiciones más precarias, el discurso pro-educación universitaria era más reservado, incluso frustrado.

Los y las jóvenes que han podido realizar una carrera profesional en el ámbito rural solo pueden aspirar, en la mayoría de los casos, a trabajos en el ayuntamiento local, o a ser docentes en las secundarias y preparatorias de la ZIC, lo cual es experimentado como cierto fracaso enfrentado con resignación, pues muchos también consideran mejor ese trabajo que las labores agrícolas. Los empleos son temporales, o en el caso de quienes se dedican a la docencia es evidente la pesada carga de horarios porque para completar su salario trabajan en varias instituciones. Los jóvenes que siguen preparándose más allá de la licenciatura con posgrados no viven en la comunidad.

Rasgos de la situación laboral de las y los jóvenes en Palos Altos

Después del recuento anterior sobre cómo se han ido construyendo las distintas trayectorias laborales para las juventudes rurales de Palos Altos a lo largo de las últimas décadas, en esta sección se presentan algunos datos puntuales sobre la situación actual de las y los jóvenes.

Respecto al trabajo, la situación de las y los jóvenes es variada y está muy relacionada con el género. En general son trabajos sencillos y de condiciones precarias que les permiten ganar dinero para sus propios consumos, y a veces para aportar a sus familias.

Para los hombres una opción laboral sigue siendo el trabajo agrícola. Los trabajos que se realizan más comúnmente son el cuidado de ganado, la molienda de rastrojo de maíz, la fumigación con mochila aspersora, entre otros. Son valorados también los trabajos en las distintas tiendas de la comunidad, acomodando mercancía o atendiendo negocios, pues son menos pesados físicamente.

Las mujeres rurales que ya han estudiado, tienen otras aspiraciones e imaginarios además del de casarse. Muchas jóvenes buscan trabajo atendiendo negocios y pequeñas empresas de la región, algunas otras son aprovechadas por las medianas empresas de maquila de ropa y zapatos. Un ejemplo es el siguiente:

Madre soltera, 28 años, con dos hijos en la escuela, trabajando en una fábrica de zapatos, junto a más de 30 mujeres, ninguna de ellas con seguro médico, a pesar de los solventes que respiran a diario. Las que más ganan: 700 pesos semanales.... otras como ella, que gana 600 pesos, tienen que pagar hasta 200 pesos semanales en transporte. Con lo restante hace malabares para sobrevivir, en las pocas horas del día que le quedan libres, después de trabajar diez horas diarias, seis días a la semana... Producen más de 500 pares diarios de zapatos, para distintas empresas, algunas muy conocidas en la región por sus catálogos y comerciales televisivos con modelos reconocidas, cuyos zapatos pueden llegar hasta los 500 pesos de costo (fragmento de caso presentado por el Colectivo Juxmapa ante el Tribunal Permanente de los Pueblos en 2014).

Es interesante observar cómo las mujeres de la comunidad tratan de salir a trabajar a la cabecera municipal; mientras que mujeres de otras comunidades más pequeñas llegan a Palos Altos a buscar trabajo. Se reproduce a esta escala una desigualdad: en general las jóvenes que vienen de otras comunidades cercanas tienen menos nivel educativo que sus coetáneas de Palos Altos. Al ser de comunidades más pequeñas, ir a Palos Altos representa cierta “mejora” en su condición de independencia; en cambio, para las originarias de la localidad trabajar ahí representa estar estancadas, por lo que buscan otros espacios tanto en Ixtlahuacán como en Guadalajara.

Para conocer algunos datos concretos sobre este tema, se realizó una encuesta por medio de la red social Facebook en noviembre de 2018. El cuestionario fue contestado por 58 jóvenes entre 15 y 29 años, que representan el 21% de los 273 que registra el conteo INEGI 2015 en Palos Altos. Se indagaron algunos datos básicos sobre el primer trabajo pagado que tuvieron y el que tienen actualmente. Aquí se muestran algunos de los resultados más relevantes, que permiten una radiografía general de la condición laboral de las y los jóvenes de Palos Altos.

Resultados de encuesta virtual sobre condiciones laborales en jóvenes de Palos Altos Primera parte
Figura 2
Resultados de encuesta virtual sobre condiciones laborales en jóvenes de Palos Altos Primera parte

Estos datos del primer trabajo, coinciden en parte con Lourdes Pacheco sobre el aumento de jóvenes en servicios. El que haya más jóvenes que reportan como primer trabajo un negocio o empresa y no el sector agrícola, se explicaría diciendo que los jóvenes estudiantes no son considerados buenos trabajadores agrícolas, por su menor capacidad física al trabajo y por el tiempo que le tienen que dedicar a la escuela. Resaltaría también que más de la mitad de jóvenes han iniciado el trabajo asalariado antes de los quince años. Es decir que los jóvenes combinan su condición de estudiantes con el trabajo, mientras que los estudios de juventud de antaño consideraban que la entrada temprana al mundo laboral en el medio rural era un signo de una débil condición juvenil. Aquí vemos lo contrario, trabajar les permite cierta independencia e ingreso económico, que combinados con la condición estudiantil fortalece su identidad juvenil.

Resultados de encuesta virtual sobre condiciones laborales en jóvenes de Palos Altos Segunda parte
Figura 3
Resultados de encuesta virtual sobre condiciones laborales en jóvenes de Palos Altos Segunda parte

Lo que se puede observar en la encuesta coincide con lo que han señalado otros investigadores (Kessler, 2007; Pacheco, 2002): el ingreso temprano a la vida laboral, la centralidad de las relaciones familiares para obtener trabajo (Reguillo, 2012), signo de la precariedad laboral y la ineficacia de las instituciones integradoras. Por otra parte, también se puede inferir la dificultad de considerar los estudios profesionales como movilidad social y para obtener trabajo.

Conclusiones

El artículo permite ir entendiendo las transformaciones en el ámbito del trabajo en una comunidad rural marcada por la migración y el crecimiento del agronegocio con tendencias agroextractivistas. Mediante una reconstrucción histórico-etnográfica se mostró cómo fue cambiando la realidad laboral de las y los jóvenes de Palos Altos en las últimas décadas y, como se puede apreciar en la encuesta, el panorama aunque más diverso en cuanto a ocupaciones, no mejoró en cuanto a las condiciones. El trabajo para las y los jóvenes sigue siendo un tema delicado, que genera precarización y desigualdad, en comparación con sus pares urbanos.

Idealmente, se espera que las y los jóvenes se integren a empleos con seguridad social, y se valora la tendencia a que se integren en trabajos relativos a servicios. Se habla poco de ese fenómeno macro que es la descampesinización, agudizada con la expansión agroextractivista; parecería que el mejor destino para las y los jóvenes es dejar de ser campesinos, pues en un contexto de agroindustria cuesta trabajo imaginar la vida digna desde las labores campesinas tradicionales: como la mayoría de los agricultores mencionan, “ya no es negocio”.

No podemos esperar que haya una adecuada integración laboral de las y los jóvenes rurales, si revisando su contexto histórico y generacional lo que encontramos es la degradación de su medio de origen. La situación de pobreza y desigualdad histórica en el medio rural, la poca calidad educativa, el agronegocio que se vuelve agroextractivismo, son pesados lastres que, sin políticas públicas adecuadas, constituyen una gran desventaja para las trayectorias individuales de las y los jóvenes, sea cual sea su ocupación laboral. La movilidad social es una carrera de obstáculos, donde el origen marca la primera desventaja, que luego se intersecta con otras variables como el género.

Sin embargo, la visión no es igual de pesimista si en lugar de plantear que los jóvenes se integren laboralmente al sistema actual, pensamos en que las y los jóvenes también tienen el potencial de organizarse para buscar nuevas condiciones en sus medios de origen, y por qué no, frente al agronegocio, plantear una agroecología para la vida digna. Es cierto que es un panorama utópico, pero si lo pensamos bien, la integración laboral que se viene prometiendo desde hace décadas con el desarrollo también lo ha sido, y apostar por la utopía desarrollista y agroindustrial ha tenido costos sociales y ambientales muy altos.

Referencias bibliográficas

Ávila, R., & Velázquez, A. (2006). Notas y reflexiones sobre los ranchos y rancheros. Una visión panorámica. Estudios del hombre, 81-100.

Detsch, C. (2018). La transformación social-ecológica del sector agrario en América Latina. México: Friedrich-Ebert-Stiftung - Proyecto Regional Transformación Social-Ecológica.

Durston, J. (2001). “Juventud rural y desarrollo en América Latina. Estereotipos y realidades”. En S. D. Burak (Ed.), Adolescencia y juventud en América Latina (99-116). Cartago: Libro Universitario Regional (EULAC-GTZ).

Espejo, A. (2017). Inserción Laboral de los Jóvenes Rurales en América Latina: Un breve análisis descriptivo. Grupos de Diálogo Rural, una estrategia de incidencia. Santiago: RIMISP.

Gallo, O., Hawkins, D., Luna-Garcia, J., & Torres, M. (2019). Trabajo decente y saludable en la agroindustria en América Latina. Revista Facultad Nacional de Salud Pública. , 7-21.

Gob.Jalisco, & Seder. (2014). Jalisco: Gigante Agroalimentario. Guadalajara: Secretaría de Desarrollo Rural.

Gob-Jal. (2013). Plan Estatal de Desarrollo 2013-2033. Guadalajara.

González, I., Salas, H., & Hernández, H. (2018). Jóvenes rurales y empleo en Tlaxcala, México: trayectorias inciertas. Revista Mexicana de Sociología, 80(3), 549-575.

GRAIN. (2009). El gran robo de los alimentos: Cómo las corporaciones controlan alimentos, acaparan la tierra y destruyen el clima. Barcelona: Icaria.

Kay, C. (2019). Transformaciones rurales en la era neoliberal. Dominio global del agro-negocio. Ecuador Debate, 141-154.

Kessler, G. (2005). Estado del arte de la investigación sobre juventud rural en América Latina. Buenos Aires: EHESS-UNGS.

Kessler, G. (2006). La investigación social sobre juventud rural en América Latina. Estado de la cuestión de un campo en conformación. Revista Colombiana de Educación(51), 16-39.

Kessler, G. (2007). “Juventud rural en América latina. Panorama de las investigaciones actuales”. En R. Bruniard, Educación, desarrollo rural y juventud (16-67). Buenos Aires: UNESCO- Secretaria de Agricultura, Ganaderia, pesca y alimentos.

McKay, B. (2018). Extractivismo agrario: dinámicas de poder, acumulación y exclusión en Bolivia. La Paz: Tierra.

Morch, S. (1996). Sobre el desarrollo y los problemas de la juventud. El surgimiento de la juventud como concepción sociohistorica. JOVENes. Revista de estudios sobre Juventud,(1), 78-106.

Pacheco, L. (1999). Nueva ruralidad y empleo. El reto de la educación de los jóvenes rurales en América Latina. Cuadernos de desarrollo rural, 33-57.

Pacheco, L. (2002). “Juventudes Rurales en México”. En P. Islas, & José, Encuesta Nacional de Juventud 2000 (416-452). México: Instituto Mexicano de la Juventud-Centro de Investigaciones de la Juventud.

Pacheco, L. (2003). "La juventud rural que permanece",. En Seminario Internacional Virtual "Juventud rural en Centroamérica y México el Estado de las investigaciones y el desafio futuro". Red Latinoamericana de Investigación en Juventud Rural; FLACSO Guatemala.

Reguillo, R. (2012). Culturas Juveniles: Formas Politicas del desencanto. Buenos Aires: Siglo XXI.

RIMISP, C. L. (2020). Informe Latinoamericano Pobreza y Desigualdad 2019. Juventud rural y territorio. Santiago: RIMISP, Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.

SAGARPA. (2010). Retos y oportunidades del sistema agroalimentario de México en los próximos 20 años. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

Sánchez, D. (2012). Comunidad-migración: Interpretando la construcción de una relación compleja. Queretaro: Tesis Maestría en Psicologia Social. UAQ.

Sánchez, D. (2020). Palos Altos entre la muchachada y la juventud: la condición juvenil rural en una comunidad ranchera de Jalisco (Tesis Doctoral ed.). Ciudad de México: Tesis doctoral. UAM Xochimilco.

Saraví, G. (2009). Transiciones vulnerables. Juventud, desigualdad y exclusión en México. Ciudad de México: CIESAS- Casa Chata.

Sierra-Diaz, E., Celis-de la Rosa, A. D., Lozano-Kasten, F., Trasande, L., Peregrina-Lucano, A., Sandoval-Pinto, E., && Gonzalez-Chavez, H. (2019). Urinary pesticide levels in children and adolescents residing in two agricultural communities in Mexico. International journal of environmental research and public health, 16(562).

Soloaga, I. (2018). Jóvenes Rurales en México. Grupos de Diálogo Rural, una estrategia de incidencia. Serie Documentos de Trabajo. Santiago, Chile: RIMISP.

Valenzuela, J. M. (2009). El futuro ya fue: Socioantropologia de l@s jóvenes en la modernidad (Primera ed.). Tijuana: COLEF.

Valerio, S. (2003). Historia Rural Jalisciense. Economía agrícola e innovación teconologia durante el siglo XIX. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.

Van Young, E. (1989). La ciudad y el campo en el México del siglo XVIII; la economía rural de la región de Guadalajara, 1675-1820. México: Fondo de Cultura Económica.

Notas

1 En la siguiente nota periodística se da seguimiento a algunos casos de este modelo agrícola que se promueve desde el mismo gobierno estatal : https://www.informador.mx/Economia/Jalisco-registra-cuatro-casos-de-esclavitud-laboral-en-dos-anos-20150205-0102.html
2 El “Programa Bracero”, que fue creado bajo contrato en agosto de 1942 por los gobiernos de México y Estados Unidos para llevar legalmente trabajadores agrícolas mexicanos a los campos estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, terminó oficialmente en 1964.

Información adicional

ARK: ark:/s25912755/cgx5fzrrx

HTML generado a partir de XML-JATS4R por