Convocatoria temática

Recepción: 14 Julio 2021
Aprobación: 26 Agosto 2021
Resumen: Desde la perspectiva de género, por generaciones la pesca se ha considerado históricamente un trabajo de hombres por las condiciones difíciles y de riesgo en el mar, construyendo configuraciones de práctica en las que la masculinidad está presente en diferentes escenarios, como el trabajo y la familia. Es en el compromiso e implicación donde se enfrentan a procesos en ocasiones conflictivos. Se planteó como objetivo analizar la relación entre el trabajo, la familia y la responsabilidad en pescadores de Mazatlán Sinaloa, México. La metodología fue de corte cualitativo, ya que posibilita el análisis de los significados que los pescadores atribuyen a su trabajo en el mar, los recursos que obtienen y a qué los destinan. Se contactó a cinco integrantes de una tripulación de barco camaronero para llevar a cabo entrevistas a profundidad. Los resultados muestran el proceso de decisión de ser pescadores, la responsabilidad en el trabajo para obtener los recursos económicos que les permitirán visualizarse como hombres exitosos, pero a la vez la paradoja de la responsabilidad, ya que por los aprendizajes de género algunos, en lugar de cubrir con la proveeduría familiar, lo gastan en la fiesta y amigos.
Palabras clave: masculinidad, pesca, responsabilidad.
Abstract: From a gender perspective, for generations fishing has historically been considered a man's job due to the difficult and risky conditions in the sea, building configurations of practice where masculinity is present in different settings such as work and family. It is in the commitment and involvement where they face sometimes conflictive processes. The objective was to analyze the relationship between work, family and responsibility in fishermen from Mazatlán Sinaloa, Mexico. The methodology was qualitative as it enables the analysis of the meanings that fishermen attribute to their work at sea, the resources they obtain and what they use them for. Five members of a shrimp boat crew were contacted for in-depth interviews. The results show the decision process of being fishermen, the responsibility at work to obtain the economic resources that will allow them to visualize themselves as successful men, but at the same time, the paradox of responsibility, since due to gender learning, some in Instead of covering with the family grocery store, they spend it at the party and friends.
Keywords: masculinity, fishing, responsibility.
Resumo: Do ponto de vista de gênero, por gerações a pesca é historicamente considerada um trabalho de homem devido às difíceis e arriscadas condições do mar, construindo configurações de práticas onde a masculinidade está presente em diferentes ambientes como o trabalho e a família. É no compromisso e no envolvimento que enfrentam processos por vezes conflituosos. O objetivo foi analisar a relação entre trabalho, família e responsabilidade em pescadores de Mazatlán Sinaloa, no México. A metodologia foi qualitativa, pois permite analisar os significados que os pescadores atribuem ao seu trabalho no mar, os recursos que obtêm e para que os utilizam. Cinco membros da tripulação de um barco camaroneiro foram contatados para entrevistas em profundidade. Os resultados mostram o processo de decisão de ser pescador, a responsabilidade no trabalho de obter os recursos econômicos que permitirão que se visualizem como homens de sucesso, mas ao mesmo tempo, o paradoxo da responsabilidade, já que devido à aprendizagem de gênero, alguns em vez de cobrir com o armazém da família, gastam na festa e amigos.
Palavras-chave: masculinidade, pesca, responsabilidade.
Introducción
El presente trabajo considera como punto de partida a los hombres como sujetos de género. Un aspecto importante es el carácter relacional de género en las interacciones en los diversos escenarios (West & Zimmerman, 1987). La caracterización que permea las relaciones de género es la tradicional división sexual del trabajo, en la que las mujeres se dedican a las actividades domésticas y los hombres al ámbito laboral para la obtención de recursos económicos. Esta división llega a “naturalizarse” con desigualdades de género a partir de expectativas estereotipadas basadas en creencias y percepciones acerca de diferentes cualidades, con juicios y apreciaciones sobre lo que se supone deben ser los hombres y las mujeres dentro de un orden “natural”.
Históricamente, bajo la idea de “un mundo compartido” (Conway et al., 1996), se han asumido funciones diferentes y complementarias que en muchas ocasiones construyen desigualdades de género en las oportunidades de desarrollo; no es lo mismo –en términos de valoración social y económica– la ocupación de espacios domésticos, preparación de comidas y atención de los hijos que el desempeño en los ámbitos laborales y por consiguiente, la obtención de recursos económicos y toma de decisiones.
Desde la perspectiva de género, debemos entender las diferentes formas de relación, situar a los hombres en el orden de género en los procesos relacionales con otros. West y Zimmerman (1987) sugieren que el género no es, sino que se hace, y que todos nos encontramos continuamente “haciendo género” a través de nuestras relaciones con los demás. En el trabajo de la pesca los hombres representan la visión tradicional de la masculinidad y las mujeres reproducen las actividades del hogar y cuidado de los hijos.
Género, masculinidades y trabajo
Hablar de género y masculinidades no puede hacerse al margen de los compromisos establecidos en la Conferencia Internacional de Población de El Cairo (1994) y en las conferencias mundiales sobre la mujer, marcando un importante punto de inflexión para la agenda mundial de igualdad de género, cuestionando y analizando las condiciones en que los hombres asumen su participación en los ámbitos familiares. Las relaciones se fundan en una legitimación de los privilegios masculinos; históricamente los hombres se han dedicado a la pesca por los atributos masculinos de fuerza física, rudeza y aguante [el equivalente a resistencia no solo física sino emocional] en las labores de la pesca (Salguero y Alvarado, 2017; Solano, et. al., 2021).
Las masculinidades y la pesca
Se incluye el plural en masculinidades, porque existen diversas formas de expresión en los hombres; forman parte de procesos de construcción sociocultural que se desarrollan en las trayectorias de vida a través de la participación en distintos ámbitos como la familia y el trabajo. Por medio de discursos y prácticas proponen formas de habitar el cuerpo de los hombres, de sentir, pensar y actuar como sujetos de género masculino. Al mismo tiempo establecen configuraciones privilegiadas en organizaciones jerarquizadas como las sociedades cooperativas en los sectores pesqueros. Connell (1995) señala que las configuraciones de masculinidad se pueden presentar de manera impersonal, logrando su existencia mediante las organizaciones, su ideología y objetivos, naturalizándose e in-visibilizándose para los demás.
En México existe un interés por los estudios sobre masculinidades desde una perspectiva de género, analizando las formas de participación de los hombres sobre lo que “deben” hacer, sentir, pensar y vivir en relación no sólo con ellos mismos, sino con las mujeres y con otros hombres. Existe cierto consenso sobre los atributos esperados ligados al trabajo, la productividad, la fortaleza, la capacidad de tomar decisiones y ocultar o silenciar emociones y sentimientos (Salguero, 2014). Parte de la representación social incorpora la idea de que se debe evitar mostrar temor o miedo porque se pondría en duda la masculinidad; ante todo, los hombres deben ser racionales, están para proteger, trabajar, proveer, ser fuertes y decididos, lo cual coincide con las configuraciones de masculinidad en los ámbitos de la pesca como ocupación y fuente de trabajo. Si bien otorga privilegios, como ser atendido en casa con alimentos, ropa limpia y apoyo emocional cuando no están en el mar, también es cierto que el trabajo les permite demostrar que son “trabajadores”, “chambeadores”, “buenos para el trabajo”, “no se rajan”, y son “aguantadores” a pesar del cansancio y las dificultades de la pesca. El trabajo además les permite mostrar a otros “conocimientos y experiencia”, es fuente de satisfacción, orgullo y reconocimiento hacia sí mismos, otorgando un sentido de valía por las habilidades que han desarrollado en la pesca (Salguero & Alvarado, 2017).
Socialización y aprendizaje en la pesca
Ser y estar en el mundo como pescadores implica todo un proceso de aprendizaje, aprendiendo hacer-haciendo. La pesca es una práctica estratificada y jerárquica, que en muchos contextos se aprende desde temprana edad. Verónica Vázquez y otros (2004), plantean que las artes de pesca son parte importante de lo que constituye ser mujer u hombre; los niños y niñas aprenden las actividades que realizan los adultos, de manera que los procesos de socialización día con día señalan las prescripciones culturales de lo que cada persona puede y debe hacer.
La construcción genérica de la pesca ha sido documentada por Padilla y Pérez (2014); Vásquez y otros (2004, 2007) y Gatti (1986), señalando que en las comunidades pesqueras mexicanas la pesca es una actividad de los hombres, sobre todo la pesca de mar en embarcaciones es eminentemente masculina. Alcalá (1999) plantea que en las pesquerías del Soconusco, Chiapas, la pesca es para hombres, para aquellos que resisten la rudeza del trabajo. Aguirre, Díaz y Mondaca (2014) plantean que un trabajador del mar ostenta los atributos esperados de la masculinidad; existe un imaginario en torno a la masculinidad construido históricamente y un imaginario periférico en relación al trabajo de pescador y todo lo concerniente al ejercicio del oficio. Los discursos pueden cambiar, pero el trabajo de pescador es sinónimo de masculinidad y esta percepción se trasmite generacionalmente. El trabajo de pescador es caracterizado por el uso de la fuerza física y los peligros a los que se exponen en alta mar, lo cual configura un imaginario que sólo se transforma con el cambio de las condiciones laborales en la estructuración del trabajo mismo, como la introducción de la tecnología y la especialización en la práctica de la pesca.
Por generaciones la pesca se ha considerado un trabajo de hombres por las condiciones difíciles y de riesgo del trabajo en el mar, construyendo configuraciones de práctica en las que la masculinidad está presente no sólo en la representación y el imaginario social, sino en la propia subjetividad, viéndose a sí mismos como hombres fuertes, rudos, aguantadores, dispuestos al sacrificio de largas jornadas y a afrontar los peligros que conforman el trabajo de la pesca.
Los hombres, cuando son pescadores, encuentran su lugar en el mar mediante el trabajo: es ahí donde construyen identidad, como plantea Wenger (2001), en la práctica, en las actividades que realizan día con día y que se vuelven el centro de sus vidas. Esto forma parte de un largo proceso de aprendizaje, pues desde temprana edad ingresan a la práctica de la pesca, crecen con la idea de que “algún día serán reconocidos como hombres de mar, como pescadores”, dedicando gran parte de su vida a lograr el tan anhelado éxito, pues para muchos lo único con lo que cuentan es su fuerza de trabajo. La identidad masculina se despliega en el trabajo como pescador, día con día a lo largo de su vida.
La masculinidad no es algo dado por el solo hecho de ser hombre, se aprende y se vuelve a aprender, forma parte de un proceso de aprendizaje continuo en diversos escenarios muchas veces contradictorios: uno es la actividad laboral, el barco, la pesca, ser un hombre de mar, otro es la familia, donde son esposos y padres, otro los amigos y amigas a los que se presentan como los hombres victoriosos del trabajo, que regresan del mar con los preciados productos que les darán dinero.
¿Y la responsabilidad familiar?
La identidad masculina se configura en los diferentes escenarios de práctica como el trabajo y la familia. Es en el compromiso e implicación donde se enfrentan a procesos en ocasiones conflictivos en las relaciones de género, ya que generalmente ocurren situaciones en las que se ejerce poder de manera jerárquica, se socializan diferencias de posición política y se naturaliza la sumisión y la dominación de un género sobre otro. Abordar la diversidad y complejidad que representa vivir como un hombre de mar dedicado a la pesca va más allá de una visión subjetiva de la individualidad; requiere incorporar en sus historias los procesos de aprendizaje familiar, formación, participación y logros en el trabajo, los temores, las limitaciones y costos que ha representado vivir como un hombre de mar. Pero a su vez, la responsabilidad y compromiso con la familia, los requerimientos y cambios en las mujeres como parejas y en los hijos. Es así que se plantea como objetivo analizar la relación entre el trabajo, la familia y la responsabilidad en pescadores de Mazatlán Sinaloa, México.
Metodología
La metodología empleada fue de corte cualitativo, ya que posibilita el análisis de los significados que los pescadores atribuyen a su trabajo en el mar, los recursos que obtienen y a qué los destinan, el sentido de responsabilidad y compromiso familiar como construcciones sociales. Se incorpora la propuesta de Flick (2004), quien considera la construcción de significados a partir de las experiencias y acontecimientos cotidianos. Es en la relación con otros que nos construimos y re-construimos (Goffman, 2001), incorporando la visión individual y colectiva en la construcción del significado de las acciones y acontecimientos cotidianos, lo que resulta importante al indagar los significados de los pescadores de un día de trabajo hasta el festejo cuando regresan a tierra y algunos gastan todo lo que ganaron.
Narrar sus proezas les lleva a enaltecer su masculinidad: el ser hombres fuertes, que se enfrentan a retos difíciles y salen victoriosos, que son “hombres de verdad”. Pero en sus narraciones dan cuenta que también entran en contradicción cuando pasan los efectos de la euforia y el alcohol, cuando ya no están frente a otros u otras que los reconocen, cuando están solos y no tienen dinero para llevar a su familia. Se considera la propuesta de Geertz (2005) respecto a la trama de significados que se articulan con lo complejo de la realidad social, que se expresa en las acciones de lo que significa estar lejos de la familia y adentrarse en el mar hasta por 50 días en búsqueda de la pesca del camarón, ese producto que les dará no sólo dinero, sino poder e identidad como hombres.
Los participantes
Con base en la propuesta de Vasilachis (2006), para definir los criterios para la selección de informantes es necesario fundamentar la experiencia del trabajo de ser pescador y de la convivencia con el lugar, en este caso con el barco y el mar. Se contactó con un informante clave a quien se le comentó sobre la investigación, que fungiría como intermediario dada su experiencia. Nos recomendó con la tripulación para que realizáramos las entrevistas en el barco. Fue así como se seleccionó a los cinco integrantes: el patrón de barco (Benjamín), el motorista (Toño), el cocinero (Jero), un marinero (Juan) y un trabajador dedicado a labores generales llamado comúnmente “pavo” (Jesamil), a los que se cambió el nombre para efectos de confidencialidad y respeto ético en la investigación.
El criterio de conveniencia con casos típicos (Flick, 2004), nos permitió llevar a cabo las entrevistas con cada uno de los participantes en su propio escenario de trabajo. Las entrevistas en forma de diálogos dan cuenta de construcciones de la realidad y experiencias particulares de ser pescador de barco camaronero. Los significados de cómo construyen su mundo se ven representados en las voces de los participantes, que toman vida y significado para captar discontinuidades, fracturas y contradicciones.
Resultados
Yo decidí hacerme pescador…
Un primer elemento de análisis fue indagar sobre el proceso de decisión de ser pescadores, requiriendo una perspectiva teórico conceptual que nos permitiera ver a la persona como totalidad, en actividad en y con el mundo. La propuesta sociocultural de Bourdieu (1999) sobre las prácticas encarnadas; Shweder (2005) sobre los mundos, personas y objetos intencionales; Lave & Wenger (2003) sobre el aprendizaje en la práctica; Wenger (2001) sobre la identidad en la práctica; Dreier (2005) sobre ubicación, posición y postura y sobre conducción de vida (2016), nos ofrecen algunos elementos.
Planteamos conceptualizar el trabajo de la pesca en los hombres como totalidad, no únicamente realizando actividades de trabajo sino dedicando su vida a esa práctica y relacionándose a su vez con otras comunidades como la familia, los amigos, compañeros de trabajo, que a su vez influyeron y siguen influyendo en la construcción de identidad y conducción de vida.
El proceso de decisión para estar ahí en los barcos, en el mar, enfrentando situaciones inusitadas incorpora varias voces y experiencias de vida, anécdotas, en algunos casos de manera directa a través de sus padres, abuelos, tíos o conocidos: “que se ganaba bien”, “¡que ahí en el camarón estaba la feria!, pero que era una madriza” [actividad laboral física que implica un sobre esfuerzo]. Incorpora a su vez el encanto que encierra el mar, que como mencionan: los atrae y atrapa, decidiendo ser hombres de mar, dedicados a la pesca. Sus voces dan cuenta de que no es una actividad cualquiera, ya que ha sido reconocida y valorada a través de generaciones, lo que representa un orgullo que se muestra en cada una de sus acciones en la trayectoria de vida.
El aprendizaje de pescador es una manera de ser y estar en el mundo, un aspecto central e inseparable de la práctica social. Se desarrolla en comunidades de pescadores especialistas, expertos, veteranos, en las que mediante la relación cotidiana y la interacción con los recién llegados o aprendices se va incorporando por medio de las actividades de trabajo, asumiendo un compromiso y responsabilidad en el proceso de convertirse en un determinado tipo de persona, en un pescador (Lave & Wenger, 2003).
Ser y estar en el mundo como pescadores implicó todo un proceso de aprendizaje, aprendiendo a hacer-haciendo. Las voces de los entrevistados dan cuenta del interesante proceso de aprendizaje que va conformando su trayectoria como pescador en cada una de sus áreas de trabajo. Entran como aprendices …empezando desde abajo, suben al barco como ayudantes generales o pavos, después como marineros, ayudantes de máquinas, maquinistas o motoristas, cocineros, hasta llegar a patrón o dueño de barco/armador, convirtiéndose en expertos en cada una de sus áreas.
Dado que la pesca a su vez es una actividad colectiva, gran parte del aprendizaje incorpora la observación de lo que otros hacen, pero también preguntando, involucrándose y participando en las actividades que realizan, lo que generalmente les permite incorporar un conocimiento generalizado de las distintas áreas y específico de su ámbito particular. Como señalan Lave & Wenger (2003), el aprendizaje es un proceso que toma lugar en la participación con otros, no en una mente individual.
¿Qué se hace con el dinero que ganan?
Una parte del trabajo de indagación que se desprendía de todas las narraciones de los entrevistados, daba cuenta del dinero. Jero el cocinero dijo que había ganado mucho:
Si machín, a lo mendigo, todo me lo pasé por la panza por todos lados, viejas y más viejas, pues una y otra y otra, traíamos feria ‘vente, vente mija’, quedando bien con ellas, derrochando dinero, tirándolo, tirándolo. [sentía en ese momento] que el mundo era mío, me lo gastaba en alcohol y mujeres, pero se acabó y nos quedamos sin nada, ¡yo no tengo ni madres!
Este discurso es compartido por Toño el maquinista
yo me sentía el rey de todo el mundo, íbamos a la cantina y yo pagaba todo, deseaba y todo lo quería tener, y mis amigos ‘no tengo dinero’ ¡no te preocupes yo te invito!
El ganar grandes cantidades de dinero les lleva a construir una postura, desde la perspectiva de Dreier (2005), que siempre desearon tener como hombres de éxito, poder, riqueza para demostrar que son importantes, que pueden invitar, pagar... el dinero les hace sentir que son hombres que tienen “control” sobre las situaciones y las personas, que pueden invitar, pagar, despilfarrar o derrochar, aun cuando se queden sin nada.
¿Y la responsabilidad familiar?
Su familia, eso es lo primordial de un pescador siempre y cuando sea responsable…(Toño, motorista, 56 años).
Para los hombres entrevistados, la familia juega un papel importante en la vida; no obstante, se identifica una paradoja que incluso pareciera contradictoria en el proceso de construcción de identidad, pues desde su perspectiva “todo es para la familia”, se van a un viaje con la expectativa de que obtendrán mucho dinero, durante ese tiempo mientras hay trabajo no piensan en otra cosa más que en el trabajo, en lo que tienen que hacer, en lo que van a ganar. Sólo cuando el trabajo es poco extrañan y piensan en la familia: la pesca es un trabajo que no les permite estar con la familia y en ocasiones tampoco regresan con dinero, pues “cada vez está más difícil la situación de la pesca”.
La construcción familiar es diversa: casados, separados, juntados con mujer e hijos. Jesamil el pavo [es el ayudante de toda la tripulación y realiza actividades generales de limpieza en la embarcación] a sus 20 años tiene una novia formal y su expectativa es formar una familia como sus tíos, que también son pescadores, y como él señala “todo bien” en tanto tiene un trabajo que le permitirá llegar a ser pescador cumpliendo con los requisitos que un hombre responsable debe tener.
La familia representa las raíces, como menciona Juan: “en Teacapán tengo mis raíces mi mamá, mis hermanos y mi esposa”. Es la familia la que articula el sentido de responsabilidad en el trabajo; un hombre responsable es quien trabaja, quien ve por la familia, de manera que la responsabilidad como significado social forma parte de la identidad del ser hombre. Juan dice de manera enfática: “todo lo que saco se lo doy a mi familia, yo no tengo ningún vicio, yo lo que agarro se lo doy”.
Sin embargo, ese sentido de responsabilidad no adquiere el mismo significado para todos, pues para algunos la identidad como hombre en el caso de los pescadores implica mostrarse ante los demás como alguien exitoso, con dinero para invitar a los amigos, a las mujeres, para pistear [tomar alcohol] y por qué no, para traer una banda,. Eso contaban de las épocas de bonanza en Mazatlán, y es lo que ellos recuerdan, convirtiéndose en un imaginario que en el caso de Ricardo, Toño y Jero caracterizaba a los pescadores camaroneros, incursionando en esa práctica que les exige emprender el viaje, embarcarse, ausentarse de la familia por un largo tiempo entre 30 y 70 días. El dinero y éxito a través de su trabajo se convierten en la posibilidad de mejorar sus condiciones vida para quienes no tuvieron ocasión de concluir sus estudios, lo cual es una concepción generalizada en la comunidad de pescadores de Mazatlán Sinaloa, México.
La ausencia en el mar ¿y la familia?
Si el trabajo de un pescador es para ser responsable con la familia, interesa indagar qué significa trabajar en medio del mar sin absolutamente nada durante tantos días y noches, qué es lo que pensaban en los momentos de soledad, cuando no se cuenta con la tecnología y no se pueden comunicar.
Cuando hay mucho trabajo se le olvida a uno y no tiene tiempo de estar pensado en la familia…
Benjamín (patrón de barco) comenta:
Hay ocasiones que uno se desespera porque a veces la pesca es poca y quisiera uno, desea a veces estar con la familia, a veces que tiene uno 30 días o más de treinta días, últimamente los viajes los hemos echado de 50 días o de 2 meses, hay ratos que se siente uno enfadado estar allá, cuando hay mucho trabajo pues se le olvida a uno todas esas cosas, se concentra en trabajar, no tiene tiempo de pensar en ninguna otra cosa más que en el trabajo, y uno no tiene tiempo de estar pensado a veces en la familia. A la empresa hay que cumplirle porque lo que se invierte en un viaje es mucho, sacar los gastos, pagarle a la gente y también se preocupa por la gente que trae a bordo, porque viene con la ilusión de ganar y llevarle a su familia y nosotros también, es algo preocupante cuando uno ve o anda sacando muy poquito producto, pero gracias a Dios y la ayuda de Dios vamos luchando, luchando, luchando y cuando ya menos se acuerda uno va juntando poquito de aquí, allá y de acá.
El entrevistado de manera personal y como patrón de barco tiene presente que a ese trabajo se va con la ilusión de ganar y llevarle a su familia, que durante el tiempo que están en el mar -hasta dos meses-, se piensa en la familia cuando no hay mucho trabajo, cuando están desesperados porque no encuentran el producto que les dará el recurso económico y que sería mejor cambiar de actividad, pues hay incertidumbre, pueden ser viajes donde la pesca sea mucha y otros donde hay poca producción. Un recurso importante que está presente en todos los entrevistados, es pedir a Dios que les vaya bien; de hecho cuando se abre la temporada y salen al mar, las familias y la comunidad les hace una despedida en el punto de reunión donde salen los barcos llamado “La Puntilla” con una misa para recibir la bendición, para que les vaya bien y regresen con bien. Toño comenta
Yo siempre salgo con una mentalidad bien positiva, porque yo digo ‘el compa que sale al mar derrotado ¿a qué va?’ siempre salgo con la mentalidad que ¡vamos a sacar camarón y la vamos hacer!, yo soy motorista [quien se encarga en el barco de revisar el funcionamiento adecuado del motor] pero les ayudo a todos mis compañeros, salgo positivo y creo mucho en Dios y voy a la iglesia y sé que Dios es mi fuerza.
Si bien la masculinidad implica no verse como un hombre derrotado, el trabajo es una posibilidad para lograrlo con una mentalidad triunfadora; también recurriendo a la intervención de Dios lograrán obtener el producto que les da el mar, por el que se esfuerzan y ponen su vida de por medio para lograr los recursos económicos para la familia.
El trabajo de la pesca en el mar genera procesos reflexivos en estos hombres, en el caso de Juan: “lo que yo he durado en el mar fuera de aquí son 70 días”, durante ese tiempo “se piensa en la familia, también que regresemos bien, con vida, que no nos pase nada, sí se piensan muchas cosas…”. Como la vez del asalto, cuando les robaron el camarón, en quien pensaba era en su hijo más pequeño que quizá ya no lo volvería a ver: “si piensa uno, más esa vez del asalto con un pistolón encañonado hasta aquí [señalando con su mano la cabeza], en el niño más chiquito de tres años que ya no lo vería crecer, que ya no me tocó ver al último niño... Y también piensa uno si tiene o no tiene [el recurso económico], a veces está difícil para que te suelte un peso el armador, es muy duro, es un poco pesado, va saliendo uno poco a poco”. Es un trabajo donde, aun cuando salgan pocos días, en ocasiones no tienen contacto con las familias, y cuando llegan a buscarlos al muelle a quien se dirigen es al patrón del barco, quien a su vez les pregunta a sus trabajadores “¿cómo andan, porque aquí está la mujer julana?”, pues desde la experiencia sabe que cuando una mujer va a buscar a un trabajador es porque no dejó dinero a la familia, o porque tiene problemas familiares y la mujer acude al barco a buscarlo, hablar con él y resolver la situación.
Hay todo un proceso en la construcción de las familias de los pescadores, que incorporan el aprendizaje de sus antecesores, han aprendido que ellos como hombres salen al trabajo y las mujeres son quienes se quedan al cuidado de la familia. En la entrevista con Juan se le pregunta: ¿de alguna manera la mujer debe ser comprensiva en relación al tiempo que están afuera y debe saber administrar el dinero que les dejan durante el tiempo que no están?, a lo que responde Juan:
¡sí eso se debe entender, porque la mujer debe entender como están las cosas!, no sabe cómo le ande yendo a uno por allá. Cuando uno no está, ellas la hacen de hombre y de mujer, cuando esta uno aquí uno manda, pero cuando se va pues la mujer la hace de hombre y mujer.
Es interesante como el planteamiento de Juan respecto de la “comprensión” de las mujeres sobre el trabajo de ellos como pescadores se da de manera tácita, como algo dado y que “deben saber”, incluso cuando refiere que “la mujer debe entender como están las cosas”, en relación a que no saben si les irá bien o no, por lo que en ausencia del hombre quien funge como autoridad son ellas; además deben ser administradoras no únicamente de los recursos económicos, sino de lo que sucede en el hogar y la familia, de otorgar los permisos, disciplina y autoridad sobre los hijos, como menciona: “ellas la hacen de hombre y de mujer, cuando esta uno aquí uno manda, pero cuando se va pues la mujer la hace de hombre y mujer”. La conducción de vida en los pescadores y sus familias requiere de apoyo mutuo y comprensión, del intercambio en los roles de género, que dependen de la temporalidad, la presencia o ausencia de los hombres de mar en el ámbito familiar.
En el caso de Toño el motorista, comenta:
Tengo mi señora y mis hijos, tengo 5 hijos, y uno se murió uno en un accidente, tengo 27 años con mi esposa y mis hijos están estudiando, una Psicóloga Clínica y uno que se va graduar de Licenciado en Turismo, me siento a gusto, yo no tuve padre y siempre quise darle algo que yo no tuve a mis hijos. Porque me llegó una crisis económica donde no podía salir del pozo, ya a los 38 años dejo de tomar y fui a hablar con los bancos ¡soy muy responsable!, me ha dado resultado, he cambiado mucho, yo no quisiera tener 18 años para pensar como pensé, mejor así estoy muy a gusto.
La reflexión de Toño implica un punto de partida al hablar de su familia: sintiéndose orgulloso al re-significar su historia, señalando que como no tuvo un padre siempre quiso darle lo que no tuvo a sus hijos, lo que da cuenta de un proceso de construcción y reconstrucción de identidad como hijo y como padre. En este proceso reflexivo también hace una re-significación en su conducción de vida, en la que está presente el tiempo en el que derrochaba el dinero en la bebida, la parranda, la fiesta, pero ha cambiado, se visualiza ahora como un hombre responsable.
Es en la soledad del mar donde:
en realidad aprecias a tu familia, cuando te sientes solo haces castillos en el aire ‘…cuando regrese voy a llevar a mi señora a un restaurant a comer, a mis hijos a pasear’, hago muchos planes y cuando llego no lo hago, y cuando salgo con la cruda realidad digo ¿por qué no lo hice? y cuando estas afuera piensas mucho en tu familia, eso es lo primordial de un pescador siempre y cuando sea responsable.
Se identifica una contradicción: por un lado, el motivo por el cual trabajan, se esfuerzan y dan su vida al mar es la familia, los hombres responsables trabajan para dar todo a su familia, incluso cuando están fuera en el mar piensan en la familia, en lo que podrían hacer pero no hacen. La responsabilidad y la proveeduría en ocasiones se ubican en el imaginario que no logran concretar, porque parte de su masculinidad implica derrochar con los amigos, invitar la fiesta, el alcohol y gastar lo que con tanto trabajo obtuvieron. La paradoja de la responsabilidad en los pescadores es ser responsables en el trabajo y con mucha dificultad en la familia, pues en ocasiones ni siquiera pueden cubrir con los gastos mínimos de la casa. Visualizarse como hombres responsables a través de la proveeduría en la familia implicará un largo proceso de aprendizaje.
Identificamos como preocupaciones importantes el temor a perder a la familia y no poder ver a sus hijos e hijas, como en el caso de Jero (el cocinero), porque no viven con él y no tiene posibilidad de influir en su vida y emociones como padre. Este es un dato interesante, ya que los estudios de masculinidad dan cuenta de los hombres a través de estereotipos de género como la fortaleza, rudeza, pero la parte afectiva, la parte sensible no está considerada (Seidler, 2000); sin embargo pudimos constatar que son hombres sensibles, con temor y dolor de perder a sus hijos o hijas.
Coinciden en que no quisieran que sus hijos fueran pescadores, que preferirían que estudiaran y fueran profesionales. Incluso los hijos(as) de Benjamín le dicen que ya deje la pesca. Al preguntarle si quisiera que sus hijos fueran pescadores, comenta:
¡no! eso si no, la mayoría de los pescadores no creo que quisiéramos que nuestros hijos fueran pescadores porque la verdad uno le sufre, la ausencia de estar con su familia, no quisiéramos, al menos yo no quisiera y algunos de mis compañeros también piensan lo mismo, porque ya incluso como le digo se mira que la pesca está muy difícil, ya hay muchas cosas que hay que pensar...
En el caso de Juan (marinero):
Tengo un hijo de 6, otro de 11 y 13 años yo les digo ‘les voy a dar estudio, lo que pueda pero no se dediquen a la pesca’, ya más adelante la opinión es de ellos.
Jero (el cocinero):
yo, tampoco quisiera que un hijo mío sea pescador, aquí no hay futuro, la pesca se cierra en marzo y comienza a mediados de septiembre, nosotros nos quedamos al garete sin trabajo, sin seguro, sin nada que hacer…
Si como comentan “no quisieran que sus hijos fueran pescadores, porque la pesca está muy difícil, no hay futuro y hay muchas cosas que hay que pensar…”, la gran pregunta es ¿por qué seguir en esa práctica tan difícil, riesgosa, incierta? La respuesta en sus propias palabras es: “¡yo aquí voy a morir!, ya se queda uno aquí como pescador, la realidad de las cosas nunca pensé otra cosa” (Juan, marinero). “Me siento bien, me gusta mi trabajo si no, no estuviera aquí, y lo disfruto” (Toño, maquinista). “Disfruto mi trabajo, si no lo disfrutara pues ya hubiera dejado esto, incluso sí he tenido así una, dos temporadas que he dejado de pescar, me dedico a otras cosas pero no me satisface y regreso otra vez, son dos ocasiones nada más, una vez como un año y medio y otra dos años en el trayecto de mi vida de pescador, y como le digo no me satisfacía, pues ¡yo miraba los barcos, veía los barcos y quería regresar! y mire aquí andamos” (Benjamín, patrón de barco).
Lo que les ha dejado ser pescadores y haber vivido en el mar es un cúmulo de experiencias de vida; lo que algunos han logrado hacer en su casa, no sólo en cuanto a propiedades o pertenencias físicas, sino en el caso de Ricardo, Benjamín, Toño y Juan el mantener una familia, una esposa y los hijos e hijas a quienes les han dado estudios profesionales. “Me ha dado todo lo que tengo en mi casa para empezar, y ya uno tantos años en el mar…no tengo palabras para describirlo, ¡es mi vida el mar!” (Toño el motorista).
Reflexiones finales
A lo largo del tiempo, la pesca como práctica sociocultural en Mazatlán ha tenido un lugar preponderante en la organización de vida. Una forma de acercarnos a lo que significa el trabajo de la pesca en los hombres, su relación con el mar y la familia es a través del proceso de construcción de identidad. Nuestro punto de partida señala que la identidad no es una variable, no es un atributo o propiedad intrínseca, no es un hecho consumado, no está dada por el sexo como algo unitario, forma parte de un proceso continuo, temporal y situacional, pero a su vez, transitamos por diferentes escenarios enfrentándonos a nuevos significados y aprendizajes que posibilitarán que se construyan nuevas formas de identidad a la luz de esas otras experiencias. En ese sentido, podemos decir que la identidad no es fija, se recrea a diario a través de la actuación cotidiana en las prácticas socioculturales como la pesca. Incorpora un carácter intersubjetivo y relacional que se construye en la interacción cotidiana con los otros (Giménez, 1996; Fuller, 2018, Salguero 2014).
Abordar el proceso de construcción de identidad en los pescadores camaroneros nos lleva a analizar los significados en torno a los estereotipos de género masculino, a los hombres como “fuertes, valientes, trabajadores”. Estos significados estereotipados operan en la vida social como marcos de interpretación y orientación para la acción (Núñez, 2013). Desde la perspectiva de Bourdieu (2012) serían proyecciones del mundo social del cual surgen y representan los intereses de los diferentes grupos que lo componen. En ese sentido, al hablar de los hombres, estaríamos reconociendo que forman parte de una estructura social con discursos y formas de legitimación de lo que sería un hombre en una determinada época y en un determinado lugar.
De acuerdo con Núñez (2017), las valoraciones que compartimos estructuran las posibilidades de acción y los tipos de experiencia emocional, cognitiva y corporal, la percepción de quiénes somos, qué queremos y podemos hacer, como refieren los pescadores entrevistados: “en la época de bonanza, cuando a todos les iba bien con la pesca del camarón, significaba un orgullo ser pescador, llegar con muchos pesos o dólares y compartir el orgullo de ser pescador, de ser un hombre triunfador”.
Algunos rasgos comunes y compartidos en América Latina desde los cuales se elaboran representaciones del “ser hombre” y no únicamente ser hombre, sino “muy hombre”, “muy macho”, hasta “no parecer hombre”, tienen que ver con el honor, la reputación, la fortaleza, la virilidad y la ausencia de emociones y sentimientos. Los estudios sobre masculinidad han contribuido a la comprensión de los conceptos del honor y el doble estándar de moral, la fortaleza física y el orgullo, cualidades que caracterizan a las sociedades latinoamericanas (Fuller, 1997). Las personas asumen los discursos transmitidos por su cultura como la verdad, como su visión del mundo, interpretando sus acciones, pensamientos, sentimientos y los de otros de acuerdo con “esas verdades”, otorgando sentido y construyendo significados, interpretando y valorando la experiencia personal y social.
En el proceso de construcción de las identidades masculinas, algunos de los discursos con prácticas y referentes simbólicos que marcan gran parte de la trayectoria de vida de los hombres son: 1) el poder y la autoridad que por el hecho de ser hombres se les otorga desde diferentes instituciones, 2) el desempeño sexual, 3) el trabajo enfatizado en el éxito profesional y laboral y 4) la ausencia de expresión de emociones y sentimientos (Salguero, 2014).
Los hombres interiorizan las concepciones de poder a través de los diferentes procesos de socialización de género. De acuerdo con Marqués (1997), ser hombre es ser importante, de ahí que inviertan una gran parte de su vida y su esfuerzo en ser “alguien importante”, y en ese sentido probar ante sí mismos y los demás que no sólo son hombres, sino “verdaderos hombres”, “hombres importantes”. La idea de probar que “son verdaderos hombres” es porque constantemente se encuentran bajo la mirada, vigilancia, valoración y aprobación de otros hombres y de las mujeres, de manera que la masculinidad es demostrada para la aprobación de quienes marcan el parámetro de lo que significa ser un hombre de verdad.
El ideal de hombre al que una gran mayoría aspira está caracterizado por la fortaleza, competencia y reconocimiento. Coincidimos con Fachel (1997) al indicar que una de las características es vivir en constante peligro y no temer a la muerte. Las evidencias deberán contener elementos como el éxito, la fortaleza, la capacidad para correr riesgos, elementos conformados a partir de un ideal simbólico de estereotipos de género masculino.
Pero también en la vida de muchos hombres se podría hablar de realidades distintas, en las que algunas formas de poder más que generar privilegios provocan dolor, pena y experiencias contradictorias como el asumir la responsabilidad familiar. El precio que han tenido que pagar al vivir de acuerdo con el modelo de masculinidad ha generado un enorme dolor, ya que llegan a suprimir una serie de emociones, necesidades y posibilidades tales como el cuidado de ellos mismos, y se someten a excesos en el trabajo, alcohol, drogas, o silencian emociones y sentimientos experimentados como inconsistentes con el poder masculino, que para algunos podría ser una expresión que los enaltece y representa (Connell, 2005; Gutmann, 1998, 1998a).
Un caso particular es el de los hombres pescadores quienes encuentran su lugar en el mar a través del trabajo. Esto forma parte de un largo proceso de aprendizaje, pues desde temprana edad ingresan a la práctica de la pesca, crecen con la idea de que “algún día serán reconocidos como hombres de mar, como pescadores”, dedicando gran parte de su vida a lograr el tan anhelado éxito, pues para muchos, dado que no concluyeron sus estudios escolarizados, lo único con lo que cuentan es su fuerza de trabajo, de manera tal que la identidad se despliega en el trabajo como pescador.
Nolasco (1989) señala que la actividad de trabajo define la primera marca en los hombres, en la medida que socialmente posibilita la salida de la familia de origen, genera independencia económica que se traslada a otros ámbitos, como menciona Jesamil: “si estoy trabajando es por algo bueno, todos en esta vida se quieren superar, uno que viene desde abajo bien sufrido, va pa’rriba a hacer garras”. A medida que los jóvenes ingresan al mundo del trabajo, sus representaciones se alejan gradualmente de los ideales viriles para enfatizar la responsabilidad y el logro. Fuller (1997a) señala que “dejan de ser machos para convertirse en hombres” ingresando así al período de la hombría, obtienen el reconocimiento social y respeto de otros varones. Como menciona Jero el cocinero: “ser el mejor en su trabajo ¿o no?, cuando te dicen ‘¡ese es buen cocinero, se siente bien chido!, aunque sea peón ¡mira ese peón es bien trabajador!”. Valdés y Olavarría (1998) plantean que el trabajo es el medio a través del cual los hombres obtienen seguridad y autonomía, consiguen aceptación y reconocimiento social a su capacidad de producir, de generar los recursos materiales que garanticen la existencia de su familia, como menciona Benjamín el patrón del barco: “…la gente viene a trabajar al barco con la ilusión de ganar y llevarle a su familia y nosotros también”. El mundo laboral pasa a ser un espacio en el cual ellos tienen un lugar, donde son importantes. No cumplir esta meta significa no estar a la altura de ser hombre, por lo tanto, es indignidad, decepción, fracaso.
A la mayoría de los hombres el ingreso al mundo del trabajo les da prestigio, poder y autoridad, permite que su opinión sea reconocida y valorada entre sus pares y conocidos, posibilita la obtención de dinero, ser proveedores, cumplir con las responsabilidades familiares les hace sentirse útiles y vivos.
Aunque también en la complejidad social encontramos la paradoja de la responsabilidad en los pescadores: pueden ser muy responsables en su trabajo, obtener ingresos económicos para su familia como comentan algunos, pero también muchos gastan en los amigos, la fiesta, el alcohol, hasta quedarse sin nada, y la responsabilidad familiar queda a la deriva, porque el entramado social de la masculinidad y de mostrar a los otros que son hombres importantes es a través de invitar, pagar y ser reconocidos como hombres.
La familia, aunque parezca importante, en muchas ocasiones no alcanza a cubrir lo que se ha construido en torno a la masculinidad, y es ahí donde podría trabajarse en procesos de reconstrucción de los hombres y las masculinidades. Pues desde su propia experiencia, el haber derrochado todo lo que habían ganado, les genera decepción, arrepentimiento.
Comprender el proceso de construcción de identidad en los hombres que se dedican a la pesca requiere explorar las prácticas sociales en las que han participado en su día a día, identificando las relaciones y situaciones significativas, dificultades y conflictos como en la responsabilidad y proveeduría familiar, sus temores y dudas, las maneras en que han enfrentado los estereotipos de género que marcan lo que significaría ser hombre... fuerte, audaz, valiente, responsable. Pero cuando no pueden cumplir con todos esos estereotipos ¿qué pasa?, ¿ya no son hombres?. Castoriadis (1988:71,72) señala que la identidad sólo podría ser considerada como un magma a partir del decir y hacer social. En ese sentido, la identidad es y sólo es en tanto instituida histórica y socialmente, pero también es actuada a través de la participación en tanto agencia. Es necesario tener presente que los hombres no existen en abstracto sino dentro de cierto tipo de configuraciones sociales y como un determinado tipo de persona, desplegando diversas identidades, las cuales, como señala Burke (2003) formarán parte del proceso de creación y re-creación de la sociedad, en el magma simbólico constituyente y constituido de todo ser social (Doménech e Ibañez, 1998). Es en la participación en las prácticas sociales como la pesca que los hombres se hacen presentes en la producción histórica no sólo de los significados de las prácticas como el trabajo de la pesca, familia, pareja, paternidad, amigos, fiesta, sino de la propia historia.
El trabajo de la pesca va conformando modos de pensar, sentir y vivir la responsabilidad, que pueden significar en un contexto como el trabajo, pero que en muchas ocasiones resultan de manera paradójica al extrapolarlos a la familia. Es bajo la idea de que la identidad puede cambiar y continúa cambiando a lo largo de la vida que nos atrevemos a plantear reflexiones en torno a esas maneras de ser hombre, que no solo son perjudiciales para ellos sino también para la familia, y dado que ser hombre se aprende, y se vuelve a aprender, convocaríamos a trabajar con hombres para identificar aquellos elementos que resultan contradictorios e incluso paradójicos como la responsabilidad. Compartimos y retomamos la propuesta respecto de que las diferentes percepciones sobre el ser hombre se construyen en las interacciones sociales en los diversos escenarios (West & Zimmerman, 1987), uno es la actividad laboral y otro es la familia, donde son esposos y padres, donde se presentan como hombres que salen victoriosos del trabajo, que regresan del mar después de días de haberse implicado en una búsqueda colectiva entre los integrantes del barco para encontrar el preciado producto del marque les dará dinero, pero que por las construcciones de género masculino, lo derrochan y llegan con la familia sin el recurso económico, sin poder cumplir con la responsabilidad con la que inicialmente salieron al viaje de la pesca.
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