Artículos
Economía popular y trabajo esencial durante la pandemia COVID-19. El caso de las promotoras de salud del Frente de Organizaciones en Lucha en la Villa 1-11-14, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Popular economy and essential work during the COVID-19 pandemic. The case of the health promoters of the “Frente de Organizaciones en Lucha” in Villa 1-11-14, City of Buenos Aires, Argentina.
Economia popular e trabalho essencial durante a pandemia COVID-19. O caso dos promotores de saúde da “Frente de Organizaciones en Lucha” na Vila 1-11-14, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Economía popular y trabajo esencial durante la pandemia COVID-19. El caso de las promotoras de salud del Frente de Organizaciones en Lucha en la Villa 1-11-14, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, vol. 5, núm. 12, Esp., pp. 191-214, 2021
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Recepción: 03 Marzo 2021
Aprobación: 08 Mayo 2021
Resumen: Los efectos de la pandemia del COVID-19 y la aplicación de las medidas de aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) determinaron qué ocupaciones son consideradas esenciales en esta etapa, entre las cuales se encuentran las que llevan adelante las trabajadoras del Frente de Organizaciones en Lucha en la Villa 1-11-14 como promotoras de salud. Nuestro objetivo es analizar las actividades que desarrollan estas trabajadoras en el territorio que habitan, donde se exponen al contagio, articulan con organismos estatales, utilizan sus propios recursos organizativos para hacer frente a la pandemia y efectúan múltiples labores enfocadas a crear y mantener vida. Las preguntas que guían el presente estudio son: ¿cómo impactó la pandemia en el trabajo socio-comunitario de la organización analizada? ¿Cómo se desplegó el saber acumulado -capacitación y profesionalización- de las mujeres promotoras de salud en el marco de la pandemia? ¿Qué articulaciones se desarrollaron entre el Estado y las organizaciones territoriales en materia sanitaria? ¿Qué característica asume tal articulación, qué conflictos emergen? ¿En qué modo la inserción y referencia territorial de la organización posibilitaron el acceso las políticas sanitarias? La metodología se basó en la implementación de entrevistas en profundidad a delegadas de la organización territorial que se abocan al trabajo sanitario. Retomamos la perspectiva de la teoría de la reproducción social a los fines de sustentar nuestro planteo: que el trabajo de las mujeres en el marco de la organización, caracterizado por la precariedad, los bajos ingresos, la flexibilidad y la sobrecarga de tareas, se convierte en una institución de la reproducción social que trasciende el hogar y se expande por el territorio social.
Palabras clave: reproducción social, territorio, trabajadoras de la economía popular.
Abstract: The effects of the COVID-19 pandemic and the consequent lockdown, determined the occupations considered essential, including those carried out by the workers of the “Frente de Organizaciones en Lucha” in Villa 1-11-14, as health promoters. Our objective is to analyze the activities carried out by these workers in the territory they inhabit, where they are exposed to contagion, articulate with state agencies, use their own organizational resources to face the pandemic, and carry out multiple tasks focused on creating and maintaining life. The questions guiding the present study are: How did the pandemic impact the socio-community work of the organization analyzed? How was the accumulated knowledge -training and professionalization- of the women health promoters deployed in the context of the pandemic? What articulations were developed between the State and the territorial organizations in health matters? What characteristics did assume such articulation and what conflicts emerged? In what way did the insertion and territorial reference of the organization make access to health policies possible? The methodology was based on the application of in-depth interviews with delegates from the territorial organization who are engaged in health work. We return to the perspective of the theory of social reproduction in order to support our findings that show that the work of women within the framework of the organization becomes an institution of social reproduction that transcends the home and expands throughout the social territory, while their work is characterized by precariousness, low income, flexibility and task overload.
Keywords: social reproduction, popular economy workers, territory.
Resumo: Os efeitos da pandemia da COVID-19, e o conseqüente confinamento, determinaram as ocupações consideradas essenciais, entre elas as desempenhadas pelos trabalhadores da Frente de Organizações em Luta da Villa 1-11-14 como promotores de saúde. Nosso objetivo é analisar as atividades desenvolvidas por esses trabalhadores no território em que habitam, onde estão expostos ao contágio, articular-se com órgãos do Estado, utilizar seus próprios recursos organizacionais para enfrentar a pandemia e realizar múltiplas tarefas com foco na criação e manutenção da vida. As questões que orientam o presente estudo são: Como é que a pandemia teve impacto no trabalho sócio-comunitário da organização analisada? Como é que o conhecimento acumulado - formação e profissionalização - das promotoras de saúde femininas foi aplicado no âmbito da pandemia? Que articulações foram desenvolvidas entre o Estado e as organizações territoriais em matéria de saúde? Que características assumiram tais articulações, que conflitos surgiram? De que forma é que a inserção e referência territorial da organização tornou possível o acesso às políticas de saúde? A metodologia baseou-se na realização de entrevistas em profundidade com delegados do ordenamento territorial que se dedicam ao trabalho em saúde. Retornamos à perspectiva da teoria da reprodução social a fim de respaldar nossos achados que mostram que o trabalho das mulheres no quadro da organização passa a ser uma instituição de reprodução social que transcende o lar e se expande por todo o território social, enquanto seu trabalho. caracteriza-se pela precariedade, baixa renda, flexibilidade e sobrecarga de tarefas.
Palavras-chave: reprodução social, trabalhadores da economia popular, território.
Introducción
A un año del inicio de la pandemia del COVID-19 que ha alterado el conjunto social, político y económico a escala global, hemos observado los efectos inmediatos de la suspensión (total o parcial) de ciertos sectores del mercado de trabajo -y su impacto en las y los trabajadores-, pero también la continuidad de ocupaciones y actividades que han sido consideradas de carácter “esencial” para el funcionamiento de la sociedad en momentos de crisis sanitaria.
En Argentina la puesta en funcionamiento del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO) mediante el decreto 297/2020 -comunicado el día 20 de marzo del año 2020- sostuvo en el artículo n°2 que las personas debían abstenerse de concurrir a sus lugares de trabajo, al tiempo que el artículo n°6 planteaba que quedaban exceptuadas del ASPO y de la prohibición de circular las “personas afectadas a las actividades y servicios declarados esenciales en la emergencia”, detallando veinticuatro actividades y servicios, dentro de las cuales figuraban la “atención de comedores escolares, comunitarios y merenderos”.
Desde el inicio del aislamiento hemos observado la variedad de actividades que realizan en sus territorios las y los trabajadores de la economía popular. En estudios recientes (Silva Mariños, 2020) relevamos dichas tareas que ordenamos de la siguiente manera según su carácter:
(1) Sanitario: realización de operativo “Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Terreno de Argentina” (DETECTAR) que incluye el acompañamiento de casos sospechosos a hisopar y el rastreo de contactos estrechos de casos confirmados; concientización y promoción de la salud a partir de la difusión de material informativo sobre las medidas de precaución y cuidados recomendados por el Ministerio de la Salud; distribución de elementos de higiene y limpieza; elaboración de elementos de bioseguridad (barbijos y batas); abastecimiento de agua; elaboración de elementos de higiene y limpieza.
(2) Cuidado: acompañamiento de casos positivos a aislar en su domicilio; aislamiento de contactos estrechos; asistencia domiciliaria a adultos mayores en tareas de todo orden; desinfección, limpieza y mantenimiento de zonas de uso comunitario.
(3) Alimentario: asistencia alimentaria a adultos mayores; asistencia alimentaria a personas aisladas en su domicilio; elaboración diaria de almuerzos, meriendas y cenas; distribución de viandas alimentarias.
(4) Control: contra la especulación y acaparamiento de alimentos o productos de primera necesidad; control comunitario de las medidas dispuestas en el marco del ASPO; prevención y control de la violencia institucional; evitar desalojos por falta de pago.
El listado elaborado nos permite pensar que el contexto de la pandemia evidenció cómo muchas de las actividades y sujetos pensados como “improductivos” para el mercado -que han construido sus propias redes de reproducción social ante la desprotección estatal- son el soporte que propio Estado utiliza para aminorar la profundidad de la crisis sanitaria, económica y social. En esta sintonía es importante reflexionar acerca del orden jerárquico en que aparecen las actividades esenciales dictadas por el decreto 297/2020 que regula el ASPO. Allí las personas afectadas a la atención de comedores escolares, comunitarios y merenderos comedores, se ubican en el puesto número ocho (de un total de veinticuatro actividades) sólo superado por quienes se desempeñan en el área de salud, el poder ejecutivo/judicial/legislativo, fuerzas de seguridad, personas afectadas a la realización de servicios funerarios, y personas que deban asistir a otras con discapacidad o adultos mayores. Es decir que en pandemia cobran una importancia inusitada en tiempos previos a la crisis sanitaria, algo que no se corresponde con el reconocimiento que poseen, o que deberían tener según la escala de esencialidad que deviene del decreto mencionado.
Gran parte de las actividades referidas son llevadas a cabo por la organización analizada como estudio de caso para el presente artículo: el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) en la Villa 1-11-14. Dicha organización posee más de quince años de trabajo socio-comunitario con peso territorial en las principales ciudades de Argentina, se inscribe en el campo del heterogéneo movimiento piquetero que emergió como respuesta a la avanzada neoliberal que a fines del siglo XX desarticuló una porción importante del trabajo asalariado (y las respectivas organizaciones gremiales) en los conglomerados urbanos. Actualmente una parte de su trabajo (que excede a los emprendimientos productivos y cooperativas de trabajo en la organización) se enfoca en la capacitación y profesionalización de aquellas personas -en su gran mayoría mujeres- que sostienen la llamada “comisión de salud”, es decir un espacio organizativo focalizado en las actividades sanitarias ligadas al territorio donde se expande el FOL.
Nuestro objetivo -a partir de identificar las actividades que realiza la organización descripta en el marco de la pandemia- es analizar con mayor profundidad la experiencia de las trabajadoras de salud del FOL, quienes realizan labores sanitarias en un territorio determinado, en vínculo con organismos estatales. En este sentido, no guían las siguientes preguntas: ¿cómo impactó la pandemia en el trabajo socio-comunitario de la organización analizada? ¿Cómo se desplegó el saber acumulado -capacitación y profesionalización- de las mujeres promotoras de salud en el marco de la pandemia? ¿Qué carácter adquieren las articulaciones desarrolladas entre el Estado y las organizaciones territoriales en materia sanitaria? ¿En qué modo la inserción y referencia territorial de la organización posibilitó el acceso a las políticas sanitarias? Pretendemos dar cuenta de las características de este trabajo vinculado a la reproducción social, signado por la precarización, la violencia y la feminización de la tarea en el marco de una organización territorializada.
El artículo se organiza en siete apartados y una conclusión. Iniciamos con la presentación de los principales aportes teóricos en lo respectivo a la reproducción social en el marco de la pandemia, cruzándolos con estudios locales que analizan en el rol de las mujeres integrantes de organizaciones socio-comunitarias, y el rol de dichos espacios con el Estado. Seguimos con un estado del arte sobre el rol de las y los trabajadores de la economía popular durante la crisis sanitaria, previo a explicitar qué contribuciones retomamos para hablar de economía popular. Luego mencionamos la metodología utilizada para la investigación, y avanzamos en la descripción del barrio y del FOL en tanto organización estudiada. El último apartado presenta las entrevistas realizadas y un análisis, enfocándonos en los principales nudos problemáticos de estudio. A modo de cierre (parcial) desplegamos las conclusiones alcanzadas.
Reproducción social en tiempos de pandemia
A los fines de analizar los problemas que trajo la pandemia en el sector estudiado, retomamos los principales aportes realizados desde una perspectiva feminista, ya que posee la capacidad de pensar los modos de articulación de la producción y reproducción social en el capitalismo, en vínculo con la noción de trabajo. Nos referimos a la teoría de la reproducción social que diferentes autoras marxistas desarrollan hace años y que ha cobrado mayor actualidad en tiempos de pandemia, ya que como menciona Bhattachary, el contexto ha “aclarado lo que las feministas de la reproducción social vienen diciendo desde hace un tiempo, a saber, que la labor de cuidados y la de crear vida son los trabajos esenciales de la sociedad” (Bhattacharya, 2020:1). Dicha autora define la reproducción social como las actividades (limpiar, alimentar, cocinar, cuidar, entre otras) e instituciones (escuela y hospitales, por ejemplo) que “se requieren para crear vida, mantener la vida y reemplazar la vida generacionalmente”. En este sentido, denomina a las actividades e instituciones que están implicadas en el proceso de creación de vida “trabajo de reproducción social e instituciones de reproducción social”.
En sintonía, Cinzia Arruzza (2020) plantea que la reproducción social no se limita a la esfera familiar sino que abarca al Estado y a sus instituciones públicas, pero que lo novedoso en el neoliberalismo es que aparece la idea de la reproducción social como un campo que puede ser también fuente de ganancias, ya que “la neoliberalización de la reproducción social implica recortes en esos servicios públicos y produce un incremento de la carga de reproducción social en las familias” (p.38). Esta idea es la que sostiene Nancy Fraser (2018) al considerar que atravesamos una crisis de reproducción social en el sentido amplio, que está conectada con la crisis que el capitalismo financiero desata, sumergiendo la economía, la ecología y la política, lo cual genera la proliferación de luchas sobre los límites entre producción y reproducción, que estallan por la incorporación de mujeres en forma masiva al trabajo asalariado, al tiempo que se recorta “la provisión estatal de bienestar social, reduciendo drásticamente el tiempo y la energía disponibles para el trabajo reproductivo social” (Fraser, 2018: 220).
Retomando a Fraser (2018), Paula Varela (2020) considera que la noción de crisis de reproducción social, más amplia que la de crisis del cuidado, coloca en el centro del debate toda la serie de tareas (tanto asalariadas como no remuneradas) que son llevadas a cabo mayoritariamente por mujeres para la reproducción de las personas, particularmente de la fuerza de trabajo, en las que se expresa la “relación indisociable entre el ámbito de la reproducción social y el de la producción de mercancías, en tanto ámbitos diferenciados pero inescindibles” (Varela, 2020:10).
Por su parte, Susan Ferguson (2020a) plantea que el potencial del “feminismo de la reproducción social” es no limitarse a una crítica moral a la división sexual del trabajo que ciñe a las mujeres al trabajo doméstico (el cual reproduce socialmente la fuerza de trabajo para el capital), ya que no es la división sexual del trabajo en sí misma la que explica la opresión de las mujeres, sino “el hecho de que esta división está basada, de manera contradictoria y parcial, en la lógica esencialmente deshumanizante de la acumulación capitalista.” (p.19). Por ende, al pensar el contexto actual marcado por la pandemia, la autora señala que las y los trabajadores cuyos empleos han sido considerados como “esenciales”, son:
“quienes limpian, cocinan y atienden a las necesidades físicas y mentales de otras personas. Se les unen quienes trabajan en el cultivo y en el transporte de personas y mercancías, junto a quienes distribuyen y procesan el alimento. Estos empleos garantizan de una u otra forma las actividades que hacen vivir y son, también en tiempos no pandémicos, completamente infravalorados (con bajos salarios, inseguros y no regulados o regulados de forma deficiente). Además, tienden a ser realizados por quienes sufren en mayor medida la desvalorización social y la opresión: mujeres, inmigrantes y personas racializadas. (…) en general no tienen acceso a un trabajo seguro ni a una vivienda digna, se exponen y exponen a sus familias cotidianamente al riesgo de contagiarse una enfermedad potencialmente letal. A pesar de ser presentados como quienes ‘salvan’ al sistema, estos trabajadores y trabajadoras son más bien sus ‘chivos expiatorios’” (Ferguson; 2020b: 43).
Los aportes de la teoría de la reproducción social mencionados entran en articulación con variadas contribuciones de autoras que elaboran sus reflexiones desde el sur global, con una mirada situada en la que se ponen en juego tramas que involucran -entre otros actores- a organizaciones socio-comunitarias de fuerte inscripción territorial, trabajadoras y trabajadores de la economía popular y el Estado. Los estudios de Zibecchi (2014; 2019), plantean que la participación de la mujer en las organizaciones territoriales se enmarca en el fenómeno de la feminización del mundo comunitario, en el que se cruzan las necesidades de los sectores populares y las políticas sociales implementadas por el Estado por medio de las diferentes organizaciones sociales que actúan como medidoras. Según la autora, es en dichos espacios que las mujeres ocupan un rol protagónico, y si bien no forman parte de la estructura del Estado (pues no son sus trabajadoras registradas), aparecen como referentes del espacio público, generando nuevas formas de sociabilidad y de mediación entre el mundo público (el Estado y sus programas) y el privado (otras mujeres como ellas, sus familias y los vecinos del barrio).
Según Arango Gaviria (2010) en su labor de cuidadoras, las mujeres despliegan saberes y competencias interpersonales y emocionales no reconocidas socialmente como tales, pero que contribuyen a la formación de tareas, oficios y profesiones relacionados con el cuidado. A su vez, los estudios de Zibecchi (2014) muestran que entre los fundamentos de la realización de este trabajo emerge el amor a los receptores de cuidado, el reconocimiento que otorgan las organizaciones por tal labor, la búsqueda de valorización de la tarea efectuada, las expectativas de profesionalización y la necesidad de un ingreso urgente que les permita sobrevivir. Sin embrago la autora advierte que el carácter devoto y la entrega altruista en el acto de cuidar implican un costo muy alto para estas mujeres, quienes se sobrecargan de tareas, y en más de una oportunidad obstaculizan el reconocimiento del cuidado como un trabajo remunerado.
Como ya mencionamos previamente, el escenario producto de la pandemia implicó una dedicación al cuidado más intensa, riesgosa y compleja, debido a la mayor demanda producida por el aislamiento comunitario y el hacinamiento de muchas viviendas (Zibecchi, 2020). En efecto, se visualiza cómo las organizaciones son obligadas a asumir responsabilidades sociales frente al proceso de reformas estructurales y ajuste social (Paura & Zibecchi, 2017), lo que en términos de Fournier (2017) son subsidios invertidos, ya que son las organizaciones sociales-comunitarias quienes subsidian una parte de la reproducción social e intergeneracional en territorios vulnerados, por ende “se trata de un subsidio desde abajo hacia arriba, tal como sucede con el trabajo de cuidados no remunerado que las mujeres realizan en sus hogares” (Fournier, 2017: 18).
En trabajos previos (Silva Mariños, 2019) planteamos que esta perspectiva permite pensar en nuevos modos de analizar la economía popular como sector específico, dando cuenta del despliegue de formas híbridas en las que la producción y reproducción se entrelazan. Esta ampliación de los procesos de circulación del capital en las esferas que aparentan independencia del mercado de trabajo o, incluso, se mantienen “excluidas” de esta condición de integración, permite pensar en las formas en que se configuran en las dinámicas económicas que funcionan en las zonas “grises” que operan interconectadas con los circuitos formales. La propia configuración de las estrategias laborales y de acceso a recursos atraviesa la porosidad de las fronteras de las dimensiones remuneradas y no remuneradas que constituyen las únicas alternativas para la reproducción de la vida.
La economía popular como infraestructura para la reproducción de la vida
El inicio del ASPO acarreó distintos estudios y análisis sobre el impacto en el mundo del trabajo producto del confinamiento. Los autores Palomino, Garro y Sánchez (2020) mencionan que se ha evidenciado un cambio sustancial en cuanto a las tendencias del futuro del trabajo prevalecientes con anterioridad a la pandemia, ya que su irrupción en Argentina visibilizó los variados tipos de trabajos impulsados por los movimientos sociales, que exponen la dualidad del funcionamiento del mercado de trabajo en Latinoamérica, al tiempo que constituyen una novedad política en relación con el tratamiento conceptual sobre lo que en la región se denomina clásicamente “trabajo informal”. En el marco de este debate conceptual optamos por retomar la definición de economía popular planteada por Gago, Cielo & Gache (2018), que da cuenta de las prácticas abigarradas y sus diferentes protagonistas, que se entrecruzan atravesando las fronteras entre lo formal y lo informal, la subsistencia y la acumulación, lo comunitario y los cálculos del beneficio, y emergen frente a la desestructuración neoliberal del mundo laboral asalariado como modelo capaz de incluir a las masas -en su mayoría urbanas y suburbanas, quienes habitan los barrios comúnmente denominados marginales o periféricos. En el universo de la economía popular se inscriben las organizaciones de representación de los trabajadores no asalariados, que disputan por el reconocimiento de estos actores como trabajadores, así como por su legitimidad para ejercer su representación gremial (Maldovan Bonelli, et all; 2017), al tiempo que en sus territorios despliegan una actividad cotidiana que configura una producción colectiva de bienestar(es). (Fernández Álvarez, 2016).
Por su parte, el Grupo de Trabajo CLACSO “Economía popular: mapeo teórico y práctico” (2020) menciona que la pandemia ha puesto en escena procesos -existentes y recientes- colectivos de organización, prácticas de solidaridad, redes de ayuda y de cuidado mutuo, que constituyen infraestructura popular, muchas veces con preponderancia de tramas indígenas y de redes feministas, para la reproducción cotidiana: del alimento a la limpieza, de la salud a los cuidados, etc. Retomamos la perspectiva del Grupo al considerar que las economías populares, entendidas como formaciones económicas, sociales, políticas y culturales heterogéneas, que constituyen entramados de procesos, prácticas y sentidos para lograr la reproducción de la vida en medio de contextos de alta precariedad, son hoy:
“las que están funcionando como las principales superficies de inscripción de la crisis y, a la vez, como los espacios de respuesta a sus efectos más devastadores. Son actores de primer orden en la interlocución con las políticas gubernamentales y, al mismo tiempo, construyen infraestructuras autogestivas. Protagonizan los espacios urbanos y rurales que se hacen cargo de la alimentación y, a la vez, son las más afectadas por el bloqueo de la movilidad y la militarización. Son las primeras que han visto reducirse sus ingresos y, en simultáneo, las más dinámicas en la provisión de soluciones comunitarias”. (GT-CLACSO Economía popular: mapeo teórico y práctico, 2020: 4)
En lo que respecta a Argentina, las y los investigadores plantean que los barrios más afectados fueron, desde el inicio, las villas, es decir aquellos asentamientos urbanos con mayor hacinamiento y menos servicios públicos. Allí recayó la demanda sobre la extensa red de comedores y espacios comunitarios, que a la brevedad adaptaron sus precarias instalaciones para cumplir el aislamiento, mientras se multiplicaban las y vecinos que se acercaban a obtener un plato de comida ante la imposibilidad de generar ingresos, ya que “si bien hubo intentos de garantizar el abastecimiento y aumentar la cantidad de raciones por parte del Estado, muchas organizaciones denunciaron la incapacidad gubernamental de responder a tiempo y de garantizar lo necesario” (GT-CLACSO Economía popular: mapeo teórico y práctico, 2020:37). En esta sintonía, Abal Medina (2020) sostiene que durante los últimos años se ha fortalecido un tejido comunitario frondoso de organizaciones territoriales, religiosas y un gremialismo de la economía popular, y que si bien “su estatura sigue ninguneada, el sostenimiento de la cuarentena está realmente en sus espaldas” (p.14). Una muestra concreta de ello son los datos que aportan Hudson y Santucho (2020) al mencionar que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) hay 470 comedores que reciben mercadería para la elaboración de 90 mil raciones diarias, de los cuales 290 están en las villas, estimando que existe al menos un 20% más de comedores no reconocidos por el Estado pero que igual reparten comida, por lo que el número de personas que no consiguen solucionar su alimentación diaria alcanza los seis dígitos. Según los autores, a esta cantidad de comedores se deben sumar merenderos que se esparcen con todavía mayor capilaridad por todo el territorio de la CABA.
Metodología
El trabajo de investigación se basa en el análisis de la información producida y recogida en el marco de una actividad de coproducción de conocimiento -en los términos que lo definen Fernández Álvarez y Carenzo (2014)- junto a la organización social, gremial y territorial FOL. Además de la recorrida del barrio y los establecimientos (comedores) de la organización durante el mes de enero del año 2021, realizamos el 1 de febrero una entrevista grupal a dos delegadas de la organización -responsables del área salud- en “Comedor Comunitario Abriendo Caminos”, ubicado en el barrio Ricciardelli, popularmente conocido como la Villa 1-11-14, localizado en la zona sur del barrio de Flores, de la Ciudad de Buenos Aires.
La metodología utilizada retoma los planteos de Capogrossi y Palermo (2020) en dos puntos clave cuando sostiene que para estudiar la clase obrera, es necesario “acercarse a la cotidianeidad, al día a día de las trabajadoras y los trabajadores de carne y hueso” (p.17), al tiempo que la perspectiva del estudio de caso permite abordar las relaciones de poder que se manifiestan en los procesos sociales y culturales. En otro orden metodológico, vale mencionar que nuestro acercamiento a la organización estudiada parte de un vínculo de más de diez años de afinidad y colaboración en su trabajo gremial y político, el cual nació a partir de las vinculaciones existentes entre organizaciones del ámbito estudiantil-universitario y aquellas de corte territorial, en la búsqueda de coproducir conocimiento científico ligado a los problemas de los sectores populares. En este sentido nos apoyamos en Fernández Álvarez y Carenzo (2014) cuando afirman que “la situación de militante o activista de un movimiento, lejos de resultar un obstáculo para la práctica investigativa, se convierte en una condición de posibilidad para explorar prácticas alternativas y creativas de hacer etnografía” (p.34).
Optamos por realizar entrevistas en profundidad, asumiendo que la característica distintiva de una estrategia cualitativa es su carácter abierto y flexible en el diseño. Aclaramos que en esta investigación se utilizan los principios de la declaración de Helsinki que protegen la intimidad de las y los entrevistados, por ello se han modificado sus nombres originales.
Conocer el barrio en estudio
La denominación “Villa 1-11-14" se remonta a la década de 1950, cuando los barrios más deficitarios de la ciudad fueron censados, enumerados, siendo estos tres los asentamientos agrupados luego en un único conglomerado. Actualmente su nombre oficial es barrio Padre Rodolfo Ricciardelli.

La Figura 1 ilustra la extensión territorial del barrio y su organización en manzanas azules para la parte que se conoce como villa o asentamiento, y manzanas rojas para la zona urbanizada. El comedor donde trabaja el FOL (y donde hemos realizado las entrevistas), se ubica en el lateral derecho de la manzana 9A, frente al estadio Pedro Bidegain del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, que se encuentro cruzando la Av. Perito Moreno. Los otros tres establecimientos del FOL se encuentran en las manzanas 1, 2 y 15, expresando una inserción extensa en puntos neurálgicos del barrio.
El censo realizado por el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) en 2018 registró que en el barrio viven 40.059 personas, de las cuales el 46% nació en Argentina, otro 40% en Bolivia, y el porcentaje restante corresponde a personas que nacieron en Perú (6%), Paraguay (6%) y otros países (2%). Del total de habitantes el 52 % son mujeres y el resto varones, quienes se ordenan en 12.852 familias, y distribuyen en 4.907 viviendas, lo cual indica que hay más de 2 familias por vivienda habitada. Asimismo el censo resalta que al 64% de las viviendas se accede sobre pasillo, el 97% están conectadas a la red eléctrica sin medidor, y el 98% desagotan en la red cloacal con conexiones informales.
Los datos indican que el territorio donde desarrolla su labor el FOL se caracteriza por un gran déficit habitacional, aspecto central que potencia la crisis sanitaria desatada por la pandemia.
El Frente de Organizaciones en Lucha (FOL)
El FOL se define como una organización social con 15 años de trayectoria, “luchando y organizando sin descanso las y los trabajadores precarizados, el sector más pobre y más postergado de la clase trabajadora argentina” (FOL, 2017). Actualmente la organización tiene inserción en el conurbano bonaerense, la CABA, y en 13 provincias. Sobre su formato organizativo, mencionan estructurarse mediante asambleas barriales semanales en las que participan las y los vecinos miembros del FOL con voz y voto, al tiempo que se cuenta con un cuerpo de delegadas y delegados, coordinaciones regionales, mesas provinciales, plenarios generales e instancias nacionales con representantes de todas las provincias del país, para delinear las líneas organizativas y de acción sociales, gremiales y políticas.
Las reivindicaciones planteadas por la organización son: trabajo con todos los derechos y contra la precarización laboral; el acceso universal e irrestricto a la educación y salud pública; contra la violencia hacia las mujeres y diversos colectivos de géneros; por tierra y vivienda digna; por el reconocimiento de todos los derechos de los pueblos originarios; contra la discriminación, la xenofobia y la estigmatización institucional a la que son condenados las y los migrantes; y por los derechos humanos de ayer y de hoy. Como vemos su agenda de reclamos populares tiene -dentro de un pliego general- un eje vertebrador en el sujeto trabajador y en la disputa con el Estado por trabajo digno, formal con todos los derechos, ya que la respuesta estatal hoy se limita a la incorporación de distintos programas de empleo de transferencia monetaria.
En su gran mayoría, las y los trabajadores del FOL se insertan en el Programa Nacional de Inclusión Socioproductiva y Desarrollo Local “Potenciar Trabajo”, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, según el cual los y las inscriptos optan por cumplir su contraprestación con su participación en proyectos socio-productivos, socio-laborales y/o socio-comunitarios o a través de la terminalidad educativa. El ingreso -pagado por el Estado- que reciben las trabajadoras entrevistadas se llama “salario social complementario”. El monto del mismo responde al 50% del salario mínimo vital y móvil, por ende durante el año 2020 se limitó a $8.500 mensuales.
La voz de las trabajadoras de salud del FOL
Desde las 8am -cuando se levantan las persianas del comedor Abriendo Caminos- ya se pueden ver las primeras personas que hacen fila para retirar su ración de alimentos. En una gran mesa cinco mujeres con barbijo ordenan las viandas, al tiempo que otra integrante del FOL (con planilla en mano) registra lo entregado a cada vecino mientras distribuye alcohol en gel. En paralelo, en un cuarto lindero comenzamos la entrevista a dos delegadas de la organización, trabajadoras del área salud: Silvina y Claudia. La primera nació en el corazón de la villa hace 32 años. “Tenía que mantener a mi hija y estaba sin trabajo” nos comenta al preguntarle cual fue el motivo por el cual se sumó al FOL hace 3 años, cuando la despidieron del supermercado Coto donde trabajada como tercerizada realizando tareas de limpieza. Por su parte, Claudia nació en Misiones pero vivió toda su infancia en Paraguay hasta que llegó a vivir a la 1-11-14 hace 21 años cuando formó una familia. El cierre de su negocio (kiosco) la dejó sin trabajo y en efecto decidió (hace 5 años) integrar el FOL, ya que al igual que Silvina, necesitaba mantener a sus cuatro hijos. Al ingresar a la organización, se plegaron al trabajo de la “comisión de salud” que el FOL constituyó en la regional CABA hace 4 años, porque Claudia estudió y finalizó los estudios de enfermería auxiliar, y Silvina estudió (sin finalizar) la carrerea de instrumentadora quirúrgica y es estudiante de una tecnicatura en higiene y seguridad.
El saber acumulado, capital de experiencia a desplegar en tiempo de pandemia.
Al preguntarles cuáles eran sus principales tareas organizativas y sanitarias antes de la pandemia, nos mencionan que:
“La comisión está desde 2017, se hacían capacitaciones para darle una mano a los compañeros, cuando se enferma un familiar guiarle donde tiene que ir, y estar presente en las marchas tomando la presión, ver que estén todos bien. Y nos capacitamos en primeros auxilios, durante un año todos los sábados, nos reunimos con médicos de la facultad. Yo di charlas sobre quemaduras y sobre procreación responsable”. (Claudia)
La comisión está integrada en su totalidad por mujeres, y tal como menciona Claudia, el aprendizaje del espacio se desarrolló en constante intercambio y formación con profesionales de la salud. Las capacitaciones referidas se realizaron en los Centros de Salud y Acción Comunitaria (CESAC) 1 del barrio, donde se trabajó en la formación de promotoras comunitarias de salud. A su vez, junto a las y los médicos comunitarios se realizaron en el los comedores charlas sobre: salud sexual y reproductiva; enfermedades de transmisión sexual; primeros auxilios; reanimación cardiopulmonar (RCP); y se hicieron patrullas de descacharreo y desinfección para evitar que se propague el dengue.
Este trabajo previo tomó otro tipo de relevancia durante la crisis sanitaria, pero no supuso una adecuación inmediata al trabajo de promoción de la salud en el barrio, pues como menciona la entrevistada, al inicio del ASPO:
“Muchas compañeras de la comisión de salud tenían mucho miedo al contagio. No querían salir. Yo siempre le digo a los compañeros que no se van a contagiar por ir a dejarle la comida a otro compañero. Algunos pensaban que por ir a llevarle la bolsa se van a contagiar. Hay que mantener la distancia y el barbijo, no compartir mate o tomar del mismo vaso. (…) Nosotros de acá falleció un compañero. Y varias compañeras se contagiaron y se aislaron. Él venía poco, no venía mucho porque era asmático”. (Claudia)
El impacto de la pandemia supuso un primer momento de repliegue en la organización y de convencimiento a cada uno y una de sus integrantes sobre la importancia de sostener las actividades del comedor, es decir el trabajo de mantener vida, que en tiempos pandémicos redobla su importancia. Vale mencionar que el conjunto de estas actividades ha expuesto a dichos trabajadores y trabajadoras a ser infectados, e incluso a fallecer a causa de la enfermedad potenciada por la precariedad de los territorios que habitan.
De igual modo, la organización comenzó a desarrollar actividades de concientización y difusión de los cuidados hacia fines del mes de abril, en puntos neurálgicos de transito poblacional y en las entradas al barrio, que se ubican en su gran mayoría sobre avenidas:
“Yo estuve desde el principio en la posta de sanidad, que estaba en las entradas al barrio o lugares donde hay mucha gente como [las calles] Cruz y Varela. Se entrega información a la gente, se toma la temperatura y se pone al alcohol. En junio entré a San Lorenzo, y los días de franco iba a la posta sanitaria”. (Silvina)
El trabajo previo de coordinación con los CECAC del barrio fue clave para desarrollar las primeras acciones de concientización sobre el virus COVID-19 a través de postas sanitarias o “postas febriles”, ejerciendo un control de temperatura sobre aquellas personas que entraban y salían del barrio. En esta primera etapa, el trabajo del FOL se estructuró en la preparación de alimentos para las y los vecinos, en la instalación de postas y en el “volanteo” de los protocolos de cuidado sanitario en las calles del barrio.
El .perativo Detectar y la organización como puente al barrio
Un salto cualitativo en el trabajo realizado fue la incorporación de las trabajadoras del FOL al operativo Detectar, que se basa en la realización de testeos masivos en focos de contagio, visitando casa por casa a aquellos contactos estrechos de casos confirmados de COVID-19, acompañando a realizar hisopados en los casos correspondientes, y realizando una detección temprana en las llamadas “postas febriles”. Dicho operativo tenía su centro de referencia en las instalaciones del club deportivo San Lorenzo, a 100 metros del comedor; allí se trasladaba a las personas con síntomas o “casos sospechosos” para ser hisopados, y luego iniciar el proceso de aislamiento (en hoteles o en sus casas) en caso de dar positivo el test de detección del virus. Al referirse a sus tareas, las entrevistadas mencionan que:
“Cuando empezamos nos mandaron directo a San Lorenzo, donde era una cantidad tremenda de positivos. Nosotras teníamos que salir al barrio a visitar las familias porque eran contacto estrecho. (…) Todos los días desde las 8am, sábado y domingo también. Teníamos un listado de las casas donde teníamos que ir, se hacían tres grupos y nos dividíamos por manzanas (…) teníamos 10 casas para recorrer, y nos atendían solo 3, el resto nadie nos daban bola, entonces teníamos que terminar el recorrido y volver a San Lorenzo sea la hora que sea, a veces terminaba a las 12, o a la una, a veces hasta las 3, es hasta que termina el operativo”. (Claudia)
Según el testimonio, el trabajo se abocaba a ser el puente entre el centro de monitoreo del Detectar con el territorio y los familiares de los casos positivos, ser el mediador en términos de Zibecchi (2014) entre el mundo de la política pública y el mundo privado de las familias del barrio. Tal como relata Claudia, la labor tiene horario de ingreso, pero no de salida, pues depende de la cantidad de familias a visitar, su carácter flexible, y se caracteriza por abarcar una gran porción de la Villa 1-11-14, pues comprende un perímetro extenso a recorrer caminando en grupos de 5 personas. Son las y los trabajadores del FOL quienes conocen ese mapa por habitarlo día a día, y por ende la localización de zonas, casas, conventillos, calles y pasillos es posible por el conocimiento cabal de ese territorio. Es una tarea por demás difícil para que la realice alguien externo al barrio. Fue justamente por este motivo que ha sido el propio gobierno de la CABA a través de organismos públicos sanitarios, quien convocó a las organizaciones de trabajadores de la economía popular a ser parte del Detectar, reforzando una vez más su carácter de mediadores y puente para el acceso a la política sanitaria.
Al indagar acerca de cómo se desarrollaba el trabajo en la búsqueda de contactos estrechos, nos afirmaron que como trabajadoras del FOL al visitar los domicilios:
“Vas a ver si están o no contagiados. Porque acá hay muchos alquileres y por lo general viven familias numerosas en lugares chiquitos, ahí se comparte baño y cocina. Entonces teníamos que revisar todo el lugar que era prácticamente un edificio. Se venía con un micro escolar, subíamos a todos los casos sospechosos y los llevamos a San Lorenzo a hisopar y en el caso de sea una o dos personas traían un taxi”. (Silvina)
“Nosotras nunca entramos a la casa. Llegamos, se pregunta cuantas personas viven en esa casa, se toma temperatura, pero por nuestra seguridad no entrabamos a la casa. Averiguamos si se comparte baño y cocina con otra familia, nosotras más que nada teníamos que confiar en la palabra de la gente. No es que salía toda la familia. Salía uno, le preguntamos si hay alguien con sintonía, y quizás te decían que no, pero no sabes si adentro hay una persona con fiebre”. (Claudia)
Lo relatado da cuenta de las condiciones habitacionales de una porción importante de los pobladores del barrio en cuestión, al tiempo que expresa el conocimiento que deben manejar las trabajadoras del FOL al momento de determinar qué personas deben ser consideradas casos sospechosos, discriminando según la situación qué tipo de traslado se debe utilizar (micros o taxis). Asimismo, la tarea descripta, que consta de una visita a cada uno de los domicilios, aparejó problemas varios, como el ausentismo o no atención, la imposibilidad de corroborar la información otorgada, pero también hechos de rechazo o violencia para con las trabajadoras del FOL. Claudia nos comenta que:
“Al principio la gente tenía mucho miedo, gente que dice que en San Lorenzo está toda la peste y todos los villeros. (…) Se usó mucho de acercarse a la gente. No podes ir a decir, ´¿alguien tiene covid?´. Sino que ir en tono de amigo. Sí hay gente que te habla mal, porque piensa que vos llevas el virus”. (Claudia)
Por su parte, Silvina suma su testimonio sobre el punto:
"Nos ha tocado a algunos compañeros, que la gente los ha echado de alguna casa o torre diciéndonos que nosotros traíamos el virus, no nos dejaban entrar, nos decían que teníamos la peste encima, que no iban a venir a la cancha de San Lorenzo porque a la villa no se iban a acercar, y cosas asi”. (Silvina)
Los relatos permiten identificar que la labor realizada no solo expone a las trabajadoras del FOL al contagio en el marco de la crisis sanitaria, sino también a hechos de violencia, hostigamiento y discriminación por parte de los mismos vecinos que habitan el barrio; en efecto, el trabajo implica calibrar el modo -o mejor dicho, las mediaciones a realizar- al momento de abordar a los contactos estrechos. Tal como mencionamos en el marco teórico, las tareas de cuidado y reproducción social para mantener vida -en su gran mayoría realizadas por mujeres-, son desvalorizadas y están expuestas a violencias múltiples ejercidas por distintos actores. Vale mencionar que el miedo extendido que narran las entrevistadas se debe en que, en algunos casos, la confirmación de casos positivos dentro del territorio abarcado generó el hostigamiento a la familia aislada por parte de vecinos, es decir que en este caso el miedo al contagio opera como motor para reforzar la violencia sobre estas mujeres trabajadoras.
Asimismo, durante la conversación emerge el puente que se construye entre el operativo desarrollado en San Lorenzo y el comedor de la organización. Las delegadas, por medio de su trabajo allí, han propuesto utilizar el establecimiento del FOL como espacio físico donde realizar actividades sanitarias. Por ejemplo:
“Algo que hicimos es venir acá [comedor] con el equipo que teníamos y hacer test de saliva a todos los compañeros y vecinos para saber si tienen la enfermedad y son asintomáticos. Lo hacíamos en San Lorenzo y lo trajimos a acá en el comedor, aprovechando que estamos adentro pudimos traerlo. (...) Es más fácil que vengamos nosotros a que la gente quiera ir. Porque hay muchos mitos en San Lorenzo. La gente piensa que pisas la cancha y te enfermaste. O algunos dicen que quizá lo ven yendo ahí y piensan que está enfermo y ´después mis vecinos se van a enterar´, y acá es diferente, porque venís al comedor y ¿qué van a decir si te ven entrar?”. (Claudia)
La palabra de Claudia nos permite pensar cómo las organizaciones de trabajadores de la economía popular se han convertido en una plataforma -sustentada en una infraestructura popular- que pone en funcionamiento parte de la política sanitaria. No sólo en el hecho de realizar “test de saliva” en las inmediaciones del comedor, sino también en cómo los vínculos, relaciones sociales y contactos establecidos entre el FOL y los vecinos son el canal de afinidad que permite el acceso a dicha política sin mediaciones o efectos secundarios (como por ejemplo la estigmatización de la comunidad ante el riesgo de ser caso positivo). Asimismo el uso de establecimiento y la fuerza de trabajo que lleva a cabo las tareas sanitarias descriptas nos remiten a aquel subsidio de abajo hacia arriba del que hablamos en el marco teórico, pues con los recursos que se capturan de la gestión estatal -sumado a los propios de la organización- se llevan adelante trabajos no remunerados de vital importancia en el operativo sanitario.
Más allá del Detectar, la multiplicidad de tareas y la lucha por el reconocimiento.
Profundizando sobre un día cotidiano de las trabajadoras en el marco de la pandemia, comenzamos a observar que además de su trabajo en el operativo Detectar -y las tareas domésticas no remuneradas de su propio hogar- ellas continúan realizando actividades en el marco de la organización que pertenecen:
“Siendo delegada de la organización es doble la tarea. Cuando salíamos de San Lorenzo, cruzamos, venimos para acá [comedor] y seguimos, a preparar la comida y otras cosas de la organización. Aparte nosotros tenemos que estar todo el tiempo pendientes de nuestros compañeros del FOL. Está el que te llama a la noche y te dice ´está enfermo mi familiar, que puede ser´ o ´no consigo turno en ningún lado´. Esta el delegado que te dice ´le pase tu teléfono a un compañero que tiene un familiar enfermo´ (…) pero también están las cosas de que te llama porque necesita un apoyo y confía en uno. La mayoría de los que están en la organización como que siempre se sienten excluidos de todo. Y es como cuando da ese paso vos no le podes cortar. Es el momento para apoyar al compañero”. (Claudia)
“Todo lo que hacemos por fuera del Detectar es voluntario. Ya es decisión de cada uno hacerlo. Corre por tu cuenta. En la organización hay mucho acompañamiento. Eso no es un problema, para eso estamos, para ayudar. El compañero te llama cuando te necesita. Por ahí una persona para mandarte un mensaje estuvo todo el día pensando lo llamo o no lo llamo, y si cuando te llama vos le decís ´sabes que ahora no puedo porque estoy durmiendo y tengo que descansar´ la cagas porque esa persona quizás tiene algo de vida o muerte y vos le cortas el mambo ahí y hay cosas que no tienen retorno”. (Silvina)
El lugar que ocupan en la organización en tanto delegadas del FOL implica la asunción de tareas de diversa índole, que no se enmarcan en un acuerdo previo estructurado o “contrato” sobre las actividades a desarrollar. En el trabajo comunitario, las redes de cuidado se activan en cualquier horario y lugar, y al decir de las entrevistadas, cuando se solicita apoyo no se “puede mirar para otro lado”. Así como resaltamos el conocimiento del mapa barrial para localizar las casas de los contactos estrechos, existe también una comprensión sobre la necesidad de dar respuestas inmediatas ante la consulta o pedido de asistencia, ya que como mencionan, quien convoca “pensó mucho tiempo si mandar o no ese mensaje”. Pero también emergen otros motores que convocan, como se “sienten excluidos de todo” o “no consigue turnos”, es decir que los problemas en el acceso al derecho de la salud pública terminan recayendo sobre el tiempo y el trabajo de las mujeres de la comisión de salud. En este sentido, la crisis de reproducción social implica estar pendiente no solo de mantener la vida propia (y la de su familia), sino también estar “pendiente de los compañeros”, que si bien no es identificado como algo negativo y se refuerza su carácter voluntario, deja a entrever el carácter altruista de la actividad de cuidar de la que habla Zibecchi (2014; 2020). Si bien en este caso no se presenta como obstáculo para la asimilación de la labor con el carácter de trabajo (exigiendo su remuneración), sí implica una sobre carga de tareas que recen sobre las mujeres. En efecto, esta labor de acompañamiento permite analizar cómo la organización socio-comunitaria del FOL adopta la función de una institución de la reproducción social destinada a mantener y crear vida, es decir que además de las instituciones públicas-estatales, hay otras de carácter comunitario lideradas por mujeres, que se entremezclan y extienden por todo el territorio transitado, siendo ellas una referencia ante problemas -en este contexto- de tipo sanitarios.
Vale profundizar en el vínculo entre la organización y vecinos. Durante la entrevista preguntamos ¿cómo miraban los vecinos al FOL antes de la pandemia y cómo lo ven ahora? ¿Qué cambios notaron en tanto delegadas de la organización?:
“Creció muchísimo nuestra organización. Cuando arrancó la pandemia le dabamos raciones a lo que es los vecinos y era una cosa interminable. Antes de la pandemia éramos 32 familias en esta zona, ahora somos 80 en el FOL. Más los vecinos, estaremos dando 300 raciones por día”. (Claudia)
“Antes de la pandemia era mirado como raro el FOL. Mucha gente que entró ahora, antes de la pandemia, yo les decía que se vengan a sumar y me decían ´no porque yo no tengo tiempo para las marchas´ como dándote a entender vos que estas al pedo, decían ´yo trabajo y no puedo´. Pero ahora se dan cuenta que no es así. (...) Nosotros hicimos la olla popular primero en Bonorino y Riestra, en Perito Moreno y Varela [calles], venia cualquier cantidad de gente. Era un plato que se llevaba a la casa. Muchos eran feriantes y en ese tiempo no habia feria. También hay gente que trabaja limpiando casas y entonces no trabajaba (…) Son los comedores comunitarios de las organizaciones sociales quienes están ahí para dar una mano a esa gente que está necesitando un plato de comida. Sea de lo que sea, de un poco de pan. Si no estuviésemos nosotros, las organizaciones sociales, creo que sería todo mucho peor”. (Silvina)
El contexto de pandemia operó como momento clave para revalidar el trabajo comunitario del FOL en el Bajo Flores. Tal como mencionan las entrevistadas, existe una ruptura en la visión de las y los vecinos para con la organización, que según lo dicho, la veían como un espacio que reúne a personas que no trabajan “y van a las marchas”. En efecto, es posible anclar este cuadro de situación con lo mencionado en el marco teórico vinculado a tiempos no pandémicos: existe una infravaloración de las tareas de reproducción social que, desatada la crisis sanitaria, se vuelven de vital importancia para crear y mantener vida.
A su vez, lo dicho permite observar cómo el trabajo de garantizar alimento, aportando a la reproducción social de numerosas personas, no se reduce a las familias organizadas en el FOL ni a las y los vecinos linderos, sino que en ocasiones puntuales el trabajo de las ollas populares se ha extendido o irradiado a zonas de transito masivo, evidenciando las necesidades populares marcadas por la crisis económica y sanitaria. Nuevamente aquí, la crisis de la reproducción social cae en el trabajo organizativo que desarrollan las organizaciones de trabajadores de la economía popular con fuerte protagonismo de mujeres.
Asimismo, el registro de la cantidad de alimentos diarios distribuidos en el propio comedor muestra el caudal de personas que se acercan al espacio de FOL con la intención de aprovisionarse de una vianda; también se registra un aumento de familias que comienzan a formar parte de la propia organización, ya que se constituye como una fuente de trabajo enmarcada en los programas de empleo que disputa con los organismos estatales.
Sobre este último punto (la disputa por puestos de trabajo), el inicio de la pandemia presentó un escenario singular para que las organizaciones de trabajadores de la economía popular redoblaran las acciones de protesta a los fines de exigir aumento salarial en los programas de empleo, pero también el reconocimiento de sus tareas en tanto actividades esenciales con plenos derechos laborales. En este marco, el FOL logró que cinco de sus integrantes fueran incorporadas a planta transitoria como promotoras de salud en los CESAC n°19 y n°40 del Bajo Flores. Lo consiguieron a partir de un reclamo sostenido al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, reivindicación que durante la pandemia evidenció el valor social que tienen las tareas de mantener y crear vida que las trabajadoras del FOL vienen realizando hace años en el territorio. Silvina y Claudia son dos de las cinco trabajadoras que se incorporaron al sistema de salud porteño. Al preguntarles sobre su trabajo allí en el marco de la pandemia nos comentan que:
“Desde julio somos promotoras de salud del gobierno de la ciudad, de salud comunitaria. Es la misma cosa que hacemos, nada más que paga [risas], tenemos horario de entrada y salida, pero nos pagan. En el CESAC n°19, nosotros trabajamos más con lo que es lo social. A la mañana temprano si estoy en el triage. También aprovechamos para ver el tema de turnos, de facilitarlos a los compañeros porque es muy difícil sacarlos”. (Claudia)
"Yo estoy en el CESAC n°40, a la semana de entrar me mandaron a la parte del vacunatorio. Después a lo que es farmacia. Después al triage. Por alguna razón me quieren ahí adelante en la puerta filtrando a la gente. (…) Nosotros tenemos el comedor del FOL de [calle] Riestra cerca. Entonces hablamos con la trabajadora social para acercar a los compas de la organizacion al CECAC, decidimos hacer charlas con los compañeros de género y salud de la organización para ver sobre qué temas queremos tener capacitaciones”. (Silvina)
Los testimonios nos muestran cómo existe una articulación entre el sistema de salud gubernamental (CESAC) y la organización territorial, generando soluciones -construidas por las organizaciones- ante los déficits del acceso a la salud. A su vez, la experiencia en el trabajo previa y la lucha por puestos laborales formales ha permitido aprovechar el momento de pandemia para redoblar la exigencia de incorporación en tanto trabajadoras de la salud en el sistema público, lo cual implica condiciones y protecciones sociales distintas a las adquiridas en los programas de empleo (Potenciar Trabajo). De este modo las y los trabajadores de la economía popular van ganando representación política y social por su inserción anclada en ámbitos territoriales, y tal como mencionan Palomino, Garro, Sánchez (2020), el reconocimiento de estos trabajadores -impulsado a través de diversos mecanismos de cobertura estatal, incluidos esquemas de ingresos básicos cuyos montos se estiman habitualmente en términos de salarios mínimos- refleja a su vez el peso cultural del trabajador salariado como modelo típico de trabajador.
Conclusión
Partimos de sostener que el objetivo de nuestro artículo se enfoca en el análisis del trabajo de las promotoras de salud del FOL en la Villa 1-11-14 en el marco de la pandemia, para analizar tanto el carácter que asume tal labor dentro de la organización, como las articulaciones y tensiones existentes entre dichos espacios socio-comunitarios -de fuerte inscripción territorial- y el Estado.
Para tal propósito, utilizamos los principales aportes de la teoría de la reproducción social, ya que brinda herramientas conceptuales para pensar el vínculo -y tensiones- entre la producción y reproducción. A su vez, retomamos los estudios locales sobre las mujeres cuidadoras de las organizaciones territoriales, y localizamos tal problemática con el universo conceptual de la economía popular.
Luego de las aclaraciones metodológicas, la descripción del barrio y la caracterización de la organización en cuestión, avanzamos en una presentación y análisis de las entrevistas realizadas a dos trabajadoras del FOL que se abocan al trabajo sanitario.
A partir de los testimonios identificamos los principales nudos problemáticos que nutren las conclusiones del artículo: a saber, que durante el ASPO:
las organizaciones de trabajadores de la economía popular se constituyen como un pilar fundamental en las tareas asociadas a cuidar, crear y mantener vida, convirtiéndose en instituciones -en este caso no estatales- de la reproducción social. La característica especifica de esta institución es su carácter territorial, orientada a una población vulnerable, determinada y llevada a cabo principalmente por mujeres. Las trabajadoras promotoras de salud del FOL son un pilar fundamental en la red de actividades que garantizan la reproducción social, las cuales trascienden los límites del hogar y se expanden por todo un territorio social, y en muchas oportunidades con su trabajo cubren los déficits del sistema de salud pública, generando una sobrecarga de actividades;
el trabajo descripto se erige sobre una infraestructura popular creada por las y los trabajadores de la economía popular, quienes se vieron obligados a construir en sus territorios el acceso a servicios, establecimientos, y herramientas de trabajo, producto del despojo al que se ven sometidos por la ausencia de políticas públicas que garanticen condiciones dignas de vida;
previo a la pandemia, el trabajo de las mujeres del FOL era infravalorado, e incluso no reconocido como trabajo en términos clásicos, pero iniciado el ASPO fueron convocadas por el propio Estado para realizar las tareas sanitarias, haciendo uso tanto del conocimiento del mapa barrial y de la referencia en el barrio, lo cual sirvió como canal para efectivizar la política sanitaria. La labor en el marco de los operativos sanitarios se caracteriza por su flexibilidad, precariedad, retribución monetaria insuficiente, y exposición a hechos de violencia y discriminación. En efecto la convocatoria por parte del Estado no necesariamente se traduce en una mayor valoración y protección de quienes realizan el trabajo esencial, que se desarrolla en un marco de gran riesgo. En todo caso la revalorización de la actividad que realiza el FOL, viene por parte de ciertos vecinos y vecinas que visibilizan en la organización la llave para acceder a bienes y servicios básicos que hacen a la reproducción social;
a partir de lo expuesto, consideramos que es posible pensar un subsidio desde abajo hacia arriba, ya que en cierto modo el Estado “obtiene una ganancia adicional” realizando una inversión pequeña al otorgar recursos mínimos que se potencian con el saber hacer y el trabajo no recocido de trabajadores/as que expanden las redes de crear y mantener vida antes mencionadas. Es decir, se da una tercerización de las actividades (y responsabilidades) sanitarias en organizaciones territoriales que no son estrictamente trabajadores estatales con protecciones sociales básicas de un trabajador formal. Estas se han visto obligadas a asumir tal labor, poniendo a disposición sus establecimientos y fuerza de trabajo, siendo mediadoras entre el mundo público de la política social y el mundo privado de las familias del barrio.
la organización social, política y gremial ha permitido el acceso a puestos de trabajo de “tipo clásico” en el sistema de salud, es decir en un marco de formalidad en tanto trabajadoras estatales. Para tal logro se puso en juego el saber hacer, la capacitación adquirida y la referencia territorial de las mujeres del FOL. En este sentido, la pandemia se presenta como un escenario particular para revalorizar y visualizar el trabajo invisible de estas mujeres, hoy esenciales para la reproducción de la vida en un territorio determinado.
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Notas
Información adicional
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