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Entre jaiba, camarón, sardina y erizo: mujeres en la producción pesquera y la reproducción social en el noroeste de México*
Between crab, shrimp, sardine and sea urchin: women in fishing production and social reproduction in northwest Mexico.
Entre o caranguejo, o camarᾶo, a sardinha e o ouriço-do-mar: as mulheres na produçᾶo pesqueira e na reproduçᾶo social no noroeste do México.
Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, vol. 5, núm. 12, Esp., pp. 235-258, 2021
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Artículos

http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/ Los autores conservan sus derechos

Recepción: 29 Junio 2021

Aprobación: 21 Agosto 2021

Resumen: Este artículo indaga en una buena parte de los trabajos que las mujeres desempeñan en las comunidades pesqueras del noroeste de México. Estos trabajos han sido invisibilizados y naturalizados en la mayor parte de la literatura científica sobre estas sociedades, aunque constituyen un trabajo relevante de preparación, transformación y comercialización de los productos pesqueros. Los datos y el material con los que trabaja este artículo son producto del trabajo de campo antropológico realizado en varias localidades costeras del estado de Sonora y Baja California durante las últimas dos décadas. Se complementa la información empírica con publicaciones recientes acerca del papel de las mujeres en la actividad de la pesca, para robustecer la etnografía. Se identificaron actividades que, aunque forman parte de los procesos de transformación y comercialización pesquera, se encuentran integradas a la esfera del trabajo doméstico, consideradas complementarias al trabajo de sus parejas. Se concluye que es fundamental visibilizar y desnaturalizar el trabajo de las mujeres que forman parte de la producción pesquera costera pues sólo así podrán vislumbrarse condiciones de trabajo justas y equitativas en estos contextos pesqueros.

Palabras clave: Trabajo productivo, reproducción social, mujeres en la pesquera.

Abstract: This article shows a good part of the jobs that women perform in the fishing communities of northwestern Mexico. These works have been made invisible and naturalized in most of the scientific literature on these societies, although they constitute a good part of the preparatory work, transformation and commercialization of marine products. The data and the material with which this article is developed are the product of anthropological fieldwork carried out in three coastal locations in the state of Sonora and Baja California, during the last two decades. The empirical information is complemented with recent publications about the role of women in fishing activity to strengthen the ethnography. Activities were identified that, although they are part of the fishing transformation and commercialization processes, are integrated into the sphere of domestic work and are considered complementary to the work of their partners. It is concluded that it is essential to make visible and denaturalize the work of women who are part of coastal fishing production, since only in this way can fair and equitable working conditions be envisioned in these fishing contexts.

Keywords: productive work, social reproduction, women in fishing.

Resumo: Este artigo mostra boa parte dos trabalhos que as mulheres desempenham nas comunidades pesqueiras do noroeste do México. Essas obras foram invisibilizadas e naturalizadas na maior parte da literatura científica sobre essas sociedades, embora constituam boa parte do trabalho preparatório e de transformaçᾶo e comercializaçᾶo. Os dados e o material com o qual este artigo é desenvolvido sᾶo productos de um trabalho de campo antropológico realizado em varias localidades costeiras do estado de Sonora e Baja California, durante as últimas duas décadas. A informaçᾶo empírica é complementada com publicações recentes sobre o papel da mulher na atividade pesqueira, para reforçar a etnografía. Foram identificadas atividades que, embora façam parte dos processos de transformaçᾶo e comercializaçᾶo da pesca, estᾶo integradas no âmbito do trabalho doméstico e sᾶo consideradas complementares ao trabalho dos seus parceiros. Conclui-se que é imprescindível dar visibilidade e desnaturalizar o trabalho das mulheres que fazem parte da produçᾶo pesqueira costeira, pois só assim se podem vislumbrar condições de trabalho justas e equitativas nestes contextos pesqueiros.

Palavras-chave: trabalho produtivo, reproduçᾶo social, mulher na pesca.

Introducción

Las investigaciones antropológicas sobre las sociedades pesqueras tienen un siglo desde que B. Malinowski describiera a los trobriandeses de Papua (1915) y R. Firth a las sociedades malayas del Pacífico (1943, 1946). Desde entonces y hasta hace pocos años, las etnografías sobre sociedades costero-pesqueras1, han mostrado y analizado una parte de la actividad pesquera que es eminentemente masculina: la captura.

La invisibilización de las mujeres en la actividad pesquera no es sólo académica: incluso las estadísticas internacionales2 apenas manejan datos sobre empleo desglosados por sexo para la pesca y la acuacultura (FAO, 2018). Las estimaciones de la FAO (2020) señalan 38,98 millones de personas empleadas a nivel mundial en la pesca y el 12% de estas personas son mujeres; cuando se considera a las y los trabajadores del sector primario (pesca/captura) y del secundario (transformación), se estima que el 50% de estas personas son mujeres. En 2018 y para la región América Latina y el Caribe3, la FAO registraba 394.000 mujeres, constituyendo el 19% de las personas empleadas, 1.383.600 hombres con 66% de los empleos y 306.700 personas cuyo género no fue establecido (15%) y que es probable que buena parte está compuesto por mujeres. Para 2020 la FAO deja la región América Latina y el Caribe por la región Américas, y en ésta el 30% de las personas empleadas en la pesca al 2018 son mujeres.

En México, López y López (2018) realizaron un análisis sobre la participación de las mujeres en el sector pesquero a partir de las 36.719 unidades económicas (UE) registradas en 2014. Se desprenden los siguientes datos: el 92% de las personas que trabajan en estas UE son hombres y el restante 8% son 14.311 mujeres; del total de trabajadores registrados, el 95% está contratado por la UE y de éstos sólo el 40% tiene una remuneración fija y periódica; el resto, entre ellos 9.907 mujeres (70%), trabajó al menos una tercera parte de la jornada sin sueldo fijo. Encontraron también que los estados con la menor remuneración fija para mujeres incluyen dos estados costeros con altos índices de pobreza (Guerrero y Oaxaca) que concentran el 45% del total de mujeres ocupadas en la pesca, mientras que en los cinco estados con mayor remuneración (en los dos primeros lugares Sonora y Baja California), se encuentra apenas el 15,8% de las mujeres ocupadas. Esta información es consistente con FAO (2020), que señala que las investigaciones en el mundo demuestran que las mujeres se ocupan en los trabajos de mayor inestabilidad y baja cualificación en el sector secundario, con la menor remuneración o sin remuneración y con baja o nula valoración.

Un abordaje menos centrado en la captura nos permite develar la presencia constante de las mujeres realizando una gran cantidad de trabajos, que incluyen la propia captura y aquellos que permiten que ésta se lleve a cabo en las mejores condiciones posibles. Afortunadamente, están proliferando abordajes para comprender distintas dimensiones del trabajo de las mujeres en la pesca4 (Flǿysand y Sæther, 2007; Álvarez et al. 2017; Martínez García, 2017; Frangoudes y Gerrard, 2018; Herrera Racionero et al. 2021), como su participación en la cadena de producción pesquera, sus condiciones de trabajo, las estrategias de sus grupos domésticos para mantener los modos de vida, su papel en la toma de decisiones en el sector y el manejo de los recursos pesqueros, por mencionar sólo algunos. En México, diversas investigaciones han venido sumando a la comprensión del trabajo de las mujeres en esferas como las fábricas de enlate de sardina en Sonora (Doode, 1990, 1999), las cooperativas lideradas por mujeres indígenas cucapá en Baja California (Navarro, 2011; Morales, 2015), los movimientos sociales que demandan acceso al camarón en Sinaloa (Cruz-Torres, 2012), la organización de cooperativas pesqueras de mujeres en Veracruz (Báez-Ponce y Estrada-Lugo, 2014) y el acceso a la pesca en áreas protegidas de Yucatán (Gavaldón y Fraga, 2011; Perea y Flores, 2016). Las contribuciones desde diversos países pesqueros han sido fundamentales para que organizaciones de la sociedad civil y organizaciones internacionales como la FAO5, hayan vuelto la mirada a estas localidades costero-pesqueras encontrando el trabajo que las mujeres están llevando a cabo para sostener la actividad pesquera, para producir ingresos dentro de esta actividad y para reproducir socioculturalmente a sus familias, comunidades y modos de vida.

Este trabajo indaga buena parte de los trabajos que las mujeres desempeñan en las comunidades pesqueras del noroeste del país. Estos trabajos han sido invisibilizados y naturalizados en la mayor parte de la literatura científica sobre estas sociedades, aunque constituyen una buena parte del trabajo de preparación, de transformación y comercialización. Además, estos trabajos suelen ser no pagos, es decir, son tareas y actividades que se consideran complementarias o secundarias (Herrera-Racionero et al. 2021), al trabajo de sus parejas (los pescadores y buzos que se dedican a la captura de los recursos pesqueros) y que se suman al trabajo doméstico y de cuidados.

Las trabajadoras de la pesca vistas desde la Economía Feminista y la Antropología del Trabajo

La división sexual del trabajo en estas localidades se ha establecido a partir de una dualidad tradicional que sienta la base del sistema de género (Andersen; 2006, Hirata y Kergoat; 2007): los hombres están el ámbito productivo, son al mar y las mujeres, al ámbito reproductivo, son a la tierra. Este sistema dicotómico es culturalmente contextual y opera de manera paralela a la dicotomía de los ámbitos público/privado. Por esto, lo más común es encontrarse con comunidades pesqueras en las que prácticamente la totalidad de las personas dedicadas a la captura son hombres6.

El análisis en este artículo está enmarcado en los estudios de la economía feminista y de la antropología del trabajo. De los primeros, se ha retomado el cuerpo analítico para comprender los trabajos de las mujeres vinculados a la producción pesquera y al trabajo doméstico (Veloz y León; 2020) o de reproducción social y cuidados que permiten la sostenibilidad de la vida humana (Carrasco, 2009). Hablamos aquí del sistema de género, del valor del trabajo y de la segregación. Esto se vincula con un derrotero analítico de la antropología del trabajo que, de acuerdo con Palermo y Capogrossi se sitúa en “el análisis de los procesos de dominación como una totalidad que entrama los ámbitos de la producción y la reproducción” (Palermo y Capogrossi; 2020:32). Podemos ubicar estos procesos de dominación en la doble subordinación de las mujeres en la pesca, primero en una subordinación vertical como clase social oprimida y luego en una horizontal, como parte de un género (Ruocco; 2008). De la antropología del trabajo recuperamos: a) el acercamiento a la vida cotidiana de las trabajadoras en el mundo del trabajo pesquero (Palermo y Capogrossi; 2020) y b) el método etnográfico que permite analizar y comprender el papel de las mujeres/trabajadoras en un sistema cultural dado, otorgándoles un sentido protagónico y que contrasta con la invisibilización de la contribución de las mujeres en esta actividad cuando se observa desde una posición científica androcéntrica en la que los hombres, los pescadores, han sido el foco de atención (Martínez; 2017).

La actividad pesquera y el papel de las mujeres en el noroeste ya han sido abordados antropológicamente en las investigaciones con mujeres indígenas cucapá (Morales; 2015) y con mujeres camaroneras de Sinaloa (Cruz-Torres y McElwee, 2012), mostrando su dimensión y alcance político. Aquí nos concentramos en términos etnográficos en las mujeres y sus trabajos cotidianos, es decir en los espacios de la producción, reproducción y vida de estas trabajadoras (Palermo y Capogrossi; 2020), espacios que a menudo son compartidos con sus parejas y padres, es decir, con los pescadores.

El marco analítico retoma consideraciones del feminismo (Veloz y León; 2020) sobre el valor del trabajo de las mujeres como un valor nulo si es abordado desde una lógica económica capitalista. Tenemos entonces que el trabajo doméstico, históricamente feminizado y necesario para la reproducción biológica y social de la fuerza de trabajo masculina carece de valor económico y es un trabajo que no es considerado trabajo. Esto tiene que ver, como señala Batthyány (2021), con que el aparato teórico y metodológico bajo el que se ha analizado tradicionalmente el trabajo como productor de bienes y servicios no es útil para analizar otros trabajos fuera de una valoración económica de cambio.

Las tareas y actividades que constituyen este trabajo doméstico en términos generales son comunes a la organización familiar básica de cada sociedad y están basadas en una división sexual del trabajo de orden patriarcal (Veloz y León; 2020). Sin embargo, hay tareas y actividades que se integran al trabajo doméstico o de reproducción y cuidados que están social y culturalmente establecidas como aquellas que describimos en este trabajo. Así que, mientras el trabajo doméstico inherente al matrimonio y a la familia es no pago en todos lados, su composición varía de sociedad en sociedad y de grupo en grupo.

Para este análisis se han revisado los diarios de campo en los que se llevó el registro etnográfico de las temporadas realizadas entre los años 1998 y 2016, en varias localidades costeras del estado de Sonora tales como Bahía de Kino y Yavaros, así como en la localidad ejidal Esteban Cantú, en Baja California. De la revisión se han recuperado dos tipos de información: el primero son entrevistas abiertas llevadas cabo con estas mujeres, y el segundo es la descripción de las actividades llevadas a cabo por las mujeres vinculadas a la pesca por sus parejas, hombres dedicados a la captura y que formaban parte de cooperativas o trabajaban para algún permisionario y también a través de su propia inserción laboral en plantas o fábricas de transformación de productos pesqueros como el camarón, la sardina y el erizo de mar. Reconstruimos a partir de tales herramientas el cotidiano laboral y una jornada en la vida de seis mujeres que desarrollan trabajos en la actividad pesquera, mostrando que buena parte de estos trabajos y tareas no tienen un salario ni representan un ingreso monetario para ellas. También se observan aquellos que sí son trabajos asalariados y que les representan un ingreso monetario. La reconstrucción narrativa, a través de entrevistas y de la información empírica recopilada mediante la observación directa y participante, muestra la composición de trabajos en las jornadas de estas mujeres.

La actividad pesquera no es sólo la captura

Dado que el análisis está orientado a la actividad pesquera y al trabajo de las mujeres en ella, presentaré primero una caracterización general sobre la actividad en el noroeste de México. La pesca es tan antigua como la caza y se lleva a cabo en ríos, lagos, esteros, costas y altamar. Consiste en la captura de organismos acuáticos (de mar o de agua dulce) a través de diferentes técnicas y maniobras7. Básicamente, refiere a la captura de peces de aleta, mariscos, elasmobranquios, equinodermos y recolección de algas marinas. Una definición amplia pero pertinente para la actividad pesquera costera es:

Conjunto de actividades mediante las cuales las personas, a menudo organizadas en equipos de trabajo, convierten organismos de mar (recursos) en productos marinos a través de su captura.

Estos productos pasan por procesos de transformación (desde la limpieza hasta su enlatado) para su consumo a través de la comercialización en diferentes mercados (locales, regionales, internacionales). La cadena productiva pesquera inicia con los preparativos para la pesca hasta el consumidor final y se divide en tres etapas: pre-captura, captura y pos-captura. Una buena parte de las investigaciones sobre la actividad pesquera suele enfocarse en la captura, por esto decimos que es una actividad de hombres, cuando en realidad lo que queremos decir es que la captura es una actividad masculina.8 Lo que sucede es que

El trabajo realizado por las mujeres en la frontera/interface de la actividad es considerado de menor valor y como complementario a la actividad verdaderamente importante que es la extracción dentro del mar” (Ruocco; 2008:46)

Trabajos de producción y reproducción: las mujeres en la actividad pesquera

La reconstrucción y narración de una jornada en la vida de las mujeres de la pesca en el NO mexicano tiene un valor metodológico centrado en la posibilidad de realizar una descripción de las tareas múltiples y entrelazadas de estas mujeres, en el espacio doméstico o en espacios laborales. Sus horarios, vínculos, tareas, permiten redefinir lo que se considera trabajo doméstico, para identificar a estas mujeres como sujetos productivos de la actividad pesquera. A continuación, se describen y presentan a manera de casos, los trabajos y tareas que componen las jornadas cotidianas de mujeres en distintos contextos costero-pesqueros situados en los estados de Sonora y Baja California.

Caso 1. Martha y Alicia (Bahía de Kino, Sonora)

Martha y Alicia se levantan alrededor de las 4:30 de la mañana, van a la cocina y prenden la parrilla de gas. Alicia prepara unos burritos9 con las tortillas que preparó en la noche y los envuelve. En su casa, Martha preparó una torta que deja envuelta sobre la mesa. Cuando el esposo de Martha entra a la cocina, ella le da su lonche y su termo con café. Cuando la pareja de Alicia entra a la cocina, ella le da una bolsa con seis burritos y tres refrescos, dos de los burritos son para él y dos para cada uno de los pescadores del equipo de trabajo a quienes ella tiene de abonados10. Martha permanece despierta, se sirve un café y se fuma su primer cigarro del día.

Alicia se levanta de nuevo a las 6:30 y prepara almuerzo para sus dos hijos (13 y 11 años). Cuando terminan, toman sus mochilas y se van a la escuela, el menor de ellos a la primaria y el mayor a la secundaria. Alicia levanta los trastes de la mesa y mientras recoge se come un burrito de frijoles. Va al cuarto de sus hijos, tiende las camas, recoge la ropa sucia y la saca al patio y de ahí se lleva la escoba y un balde con agua para rociar el piso de tierra y no levantar mucho polvo al barrer.

Martha se ocupa ocasionalmente recibiendo compradores de pescado que llegan a comprar por menudeo algunos kilos de filete de lenguado, de camarón o de jaiba desmenuzada. A mediodía, ella y muchas otras mujeres del pueblo se disponen a preparar la comida para que esté lista a la hora de llegada de los pescadores a sus casas. Algunos van arribando desde media mañana, pero otros pueden llegar hasta las 2 o 3 de la tarde.

Cuando llegan los pescadores y terminan de hacer las actividades de desembarque, Martha sale al techado donde se está pesando el producto y apunta en una libreta el nombre de la embarcación y los kilos de producto desembarcados. Su hija y su hijo (16 y 17 años) llegan de la escuela y se encargan de “ligar” las jaibas que se encuentran en un tanque con agua helada y hielo, las sacan “dormidas” y rápidamente amarran las tenazas al cuerpo y luego las colocan en unas charolas plásticas que suben a la caja refrigeradora del camión del comprador. Ya embarcado el producto y acabada la jornada pesquera, el esposo, hija e hijo se sientan a comer mientras Martha termina de calentar tortillas que acompañan la comida, se sienta a comer y platican un poco mientras ven noticias en la televisión. El esposo se acuesta a descansar un poco mientras ella lava trastes, recoge y limpia la mesa y da otra barrida al piso de tierra. Con la cocina limpia, prepara dos ollas grandes de aluminio con agua hirviendo y echa unas jaibas que apartó en el contenedor y tapa las ollas, se sienta en la cocina mientras se toma el resto de su coca-cola y se fuma otro cigarro viendo televisión. Saca las jaibas ya cocidas y las deja enfriando mientras se recuesta un rato con su esposo frente al ventilador.

Alicia pasa también la mañana limpiando y preparando la comida para sus hijos, su pareja y los dos abonados. Consigue un poco de pescado con su mamá y vecina Martha11, y prepara unas albóndigas de pescado. Camina a la tienda para comprar una botella de refresco y de regreso la alcanzan sus hijos que vienen de la escuela. En casa, éstos se quitan el uniforme y los zapatos escolares mientras Alicia sirve la comida en la mesa y se sientan a comer; al terminar, los hijos van al cuarto y se sientan a jugar videojuegos. Alicia lava los uniformes y espera a los otros comensales, incluida su pareja, que al desocuparse llegan, se lavan las manos y se sientan a la mesa ya servida. Alicia recoge la cocina y se pone a lavar todos los trastes e igual que Martha echa a cocer unas jaibas que le trajo su pareja y mientras descansa un poco junto al ventilador.

Cuando baja el sol, Martha y Alicia salen a sus patios y ahí en sus sillas y con una mesa se ponen a descarnar las jaibas y a llenar bolsas de un kilo, mientras platican sobre el pueblo, sus familias y sus vidas. La nuera de Martha pasa por varias bolsas de jaiba que tiene pedidas con algunas vecinas y en una palapa a donde llegan trabajadores y turistas locales a comer. Cada una tiene sus bolsas y la nuera de Martha se lleva la misma cantidad de bolsas de ambas para que “las tres ganen parejo”. Si las bolsas de jaiba no se acaban esa tarde, Martha las refrigera en el congelador de la cooperativa y trata de acomodarlas con los compradores que van llegando en el transcurso de la mañana. Los ingresos que Martha obtiene de la venta de jaiba desmenuzada se destinan a “tener un ahorrito” y se gasta generalmente para cubrir gastos de su hija o hijo. La hija de Martha generalmente prepara la cena y luego ambas recogen, limpian y barren de nuevo la cocina. Las dos se bañan por la noche para soportar el calor durante el verano y ven algún programa de televisión antes de dormirse.

Alicia fue madre soltera durante varios años y sigue asumiendo prácticamente todos los gastos relacionados con sus hijos y con su casa. Por la noche se pone a hacer tortillas de harina para la cena y para el lonche de los pescadores y también para Martha y familia. Después de meter la ropa ya seca, preparar la cena, servirla y de nuevo lavar los trastes, Alicia se da un baño para dormir fresca porque el ventilador del cuarto “no da para los cuatro”.

Caso 2. Amanda y sus niñas (Bahía de Kino, Sonora)

Amanda es esposa de un pescador con el que tiene 5 hijos, dos niñas (12 y 9 años) y tres niños (4, 2 y 1 año). Amanda y su esposo12 no pueden cubrir los gastos que implica el cuidado de las y los hijos (pañales, leche de fórmula, ropa, útiles escolares, gas, electricidad, mensualidad de su terreno y alimentos), así que este año Amanda ha tenido que buscar distintos trabajos para alcanzar, a veces, a solventar los gastos familiares. Unos años antes, la familia de su esposo los apoyaba en un apuro económico o un aventón a la ciudad para cubrir una emergencia médica, pero desde que se unieron a una iglesia apostólica y dejaron el catolicismo, su familia ha sostenido una especie de ostracismo hacia ellos. El único apoyo familiar de Amanda es una sobrina que vive a la vuelta de su casa y que cuida, a cambio de despensa, a los tres niños pequeños cuando ella tiene trabajo.

Alguien le dice a Amanda que están solicitando mujeres para trabajar en una pescadería local y ella va con sus hijas a pedir trabajo. Este año, Amanda y su esposo deciden que es más importante poder comprar una parrilla donde cocinar que que las niñas regresen a la escuela.

Amanda se levanta a las 5:00 de la mañana y prende un fogón de leña en el patio de su casa, ahí pone una rejilla y calienta agua para café. Se regresa a la cama donde duerme con los niños; las niñas duermen en una cama individual y su esposo duerme en un tendido en el suelo desde que nació el bebé. Lista el agua, se levanta y prepara un café para su esposo que agarra una mochila y se dirige a la playa. A las 7:00 va con el vecino de la tienda y le pide fiado cereal y leche y cuando las niñas se levantan salen al patio y se preparan un cereal con leche de desayuno. Las niñas se visten y ayudan a su mamá con los niños que dejan al cuidado de la sobrina.

En la pescadería encuentran varias mesas pegadas una a otra y en ambos lados se acomodan mujeres mientras platican. El encargado y un par de ayudantes traen unos baldes llenos de camarón y los voltean sobre las mesas, otro joven pone unas charolas de poliestireno junto a las mujeres y éstas se ponen a pelar el camarón sin maltratarlo y acomodándolo en las charolas. Las veinticuatro trabajadoras en la mesa son mujeres entre los 9 y los 54 años de edad.

Las mujeres terminan la primera jornada de trabajo agotadas; han estado casi 7 horas paradas, frente a la mesa, agarrando camarones y quitándoles la cáscara. El camarón café, es particularmente duro y además de tener las manos mojadas durante toda la jornada se han cortado varias veces los dedos al tratar de arrancar la cáscara sin maltratar el camarón. El solar esta techado y el aire corre un poco pero el calor es insoportable, además no previeron llevar agua para tomar. Cuando se acaba la jornada, las mujeres salen agotadas y con sus manos muy maltratadas; les pagan por semana y a destajo por cada charola llena de camarones13.

De regreso recogen a los niños y el esposo le dice que consiguió “olanes14” para la comida. Amanda prende el fogón, pone aceite en un sartén y empieza a cocinar una cebolla picada, un poco de tomate y los olanes. La mayor de las niñas va por tortillas de maíz y se preparan unos tacos. Luego de comer, Amanda y las niñas empiezan a lavar los platos en una bandeja con agua, mientras el pescador juega con los niños pequeños en un sillón bajo la sombra y el niño mayor juega con unos carritos. Ya que termina la limpieza, Amanda pide a las niñas que se bañen y mete a bañar al niño mayor. Cuando salen, Amanda ya les tiene un par de vestidos gastados pero limpios a las niñas y ropa para los niños, se mete a bañar y al terminar le dice a su esposo que se bañe con los niños pequeños. Toda la familia se prepara para ir al “culto”, la ceremonia diaria de su iglesia a la que deben ir los feligreses. Amanda y su esposo se sienten comprometidos con la asistencia diaria porque la cama de sus hijas, un par de sillas y el sillón, fueron donados por gente de la iglesia. De vuelta en casa, se quitan la “ropa de la iglesia” y Amanda la guarda en un viejo armario de madera, se ponen unas playeras y se quedan platicando un rato en el patio. Ya para dormir, Amanda y las niñas ponen pañales desechables a los niños pequeños para que no ensucien la cama.

Caso 3. Susana (Yavaros, Sonora)

Susana tiene 19 años y es hija de un pescador de sardinas, su mamá murió hace un par de años y ahora se encarga del cuidado de su hermana menor, que estudia la secundaria y quiere ser enfermera. Susana también quería estudiar en la ciudad, pero abandonó la idea y entró a trabajar a la enlatadora de sardinas Yavaros. Susana se levanta muy temprano para hacerle el desayuno a su hermana antes de que se vaya a la escuela. Los pescadores de sardina salen a pescar por la noche así que muchas veces su papá va llegando a casa cuando ellas van saliendo, pero Susana siempre deja desayuno preparado para él.

A las 7:00 de la mañana Susana ya se bañó, fue a la cocina a preparar desayuno y dio una barrida “rápida” a la casa. Cuando ella y su hermana terminan de comer, lavan los trastes y dejan limpia la cocina. Caminan juntas unos 5 minutos antes de que su hermana cambie de ruta y adelante, Susana se topa con su papá que va del puerto a su casa y le dice “ahí te deje bastante trabajo mija”, ella le responde sonriendo “que no se te olviden las pastillas”, un recordatorio del medicamento para la presión alta que debe tomar diariamente. Susana llega a la planta y checa su tarjeta junto con otras 30 mujeres15. Ella avanza hacia un casillero asignado por la empresa donde deja su bolsa y recoge el mandil largo y las botas para el agua. A la entrada de la línea de trabajo, toma una cofia de plástico para la cabeza y dos pares de guantes, se guarda un par en la bolsa trasera del pantalón y se pone el otro par. Susana platica con las mujeres cercanas a su espacio de trabajo, mientras circula la sardina hasta la línea de corte; aquí ella y sus compañeras se encargan de cortar manualmente la cabeza y la cola y esa sardina ya va lista para que se le envase en una lata ovalada. Tienen un par de descansos breves y después de estar poco más de un año trabajando en el corte, Susana se acostumbró al cansancio de los pies y los dolores de mano tanto como al fuerte olor de la sardina.

En casa se baña antes que nada16 y prepara algo de comer si su hermana no hizo nada. Cuando baja el sol, su hermana pone una mesa frente a la casa y vende almejas frescas que ahí mismo prepara y cocteles si su papá logró conseguirle algo de producto con los pescadores vecinos. Los ingresos de la venta de almejas se van a un ahorro para la universidad, aunque un par de veces ha sido utilizado para pagar una consulta médica de urgencia para su papá. Durante la tarde, Susana termina la limpieza de la casa y sale a ayudar a preparar cocteles, luego prepara el lonche para su papá y se lo deja listo con un café. Por la noche ella y su hermana acostumbran ver alguna novela mientras separan, doblan y planchan ropa y uniformes escolares.

Todos los días transcurren igual para Susana excepto el domingo. Este día, ella y una amiga que tiene carro se van hasta Huatabampo para hacer las compras semanales de mandado y comen en algún restaurante.

Caso 4. Rocío (Esteban Cantú, Baja California)

Rocío es hija de un pescador del ejido Esteban Cantú y está casada con un buzo de ahí mismo. Es mamá de una niña (6 años) y un niño (4 años). Rocío se despierta cuando su esposo se levanta, se asoma a la ventana y ve si el mar “está bueno”; si lo está, empieza a preparar su traje de buzo y demás herramientas de trabajo17. Mientras se prepara, Rocío cocina desayuno y prepara café. Cuando él sale de casa, ella se mete a bañar, luego levanta a la niña, le pone el uniforme, la peina, le da desayuno y esperan a una vecina que lleva a su hija a la misma escuela. Rocío se va a su recámara, tiende su cama, recoge la ropa y la echa a un cesto, va a la recamara de la niña y despierta al niño mientras tiende la cama, le quita pijama y le pone el uniforme, le da desayuno, le lava los dientes y le echa en su mochila un jugo y unas galletas. Lo lleva al kínder y ya en casa termina de hacer toda la limpieza, luego prepara ingredientes para un pastel que le pidió una vecina. A mediodía, va por su niño a la escuela y de ahí a ver a su mamá, platican un poco sobre la comida, las noticias y la lista del mandado a comprar en Ensenada, el sábado.

Poco más tarde, Rocío y el niño recogen a la niña y ella empieza a preparar la comida. Su esposo le trajo el día anterior unos pescados y ella los prepara. Cuando éste llega, se mete a bañar y se sientan a la mesa a comer, luego él sale de casa y Rocío recoge y limpia la cocina, sale al patio y le da un “regaderazo” al traje de neopreno antes de echarlo a enjuagar en una tina que llena con agua; después de un rato lo tiende y se sienta a ver la televisión con su familia mientras hace la tarea con su hija. Por la noche, Rocío y familia caminan hasta un carrito en la calle para cenar taquitos y platican con unos vecinos. Cuando regresan a casa, Rocío prepara a la niña y al niño para dormir y ya acostados, su papá pasa a darles un beso.

El esposo de Rocío le reclama que haga pasteles para vender18, porque “ella no tiene ninguna necesidad, no le falta nada”, sin embargo, Rocío dice que lo hace para entretenerse y porque siempre está bien tener un ahorro. Antes de casarse, Rocío recolectaba estrellas de mar y recuerda nostálgica como su papá les enseñó a ella y a su hermana a despegar las estrellas de las rocas; ella y su hermana regresaban con cien o más estrellas diarias que vendían a través de la cooperativa. Hacían esto durante un mes al año y lograban juntar un buen dinero para comprarse. Aunque Rocío conoció a su esposo ahí en la pesca, cuando se casaron éste le prohibió seguir yendo a la recolección de estrellas de mar por considerar que ese no era un espacio para mujeres y que ella no necesitaba dinero.

Caso 5. Angélica (Esteban Cantú, Baja California)

Nacida en Esteban Cantú, Angélica trabaja en la planta ericera durante la temporada de ocho meses. Su papá es pescador y buzo de la cooperativa y le consiguió el trabajo hace cuatro años, cuando ella y el papá de su hijo se divorciaron. Angélica se embarazó a los 17 años, se casó y estuvo con su esposo cinco años viviendo en una pequeña casa en un terreno que su papá les prestó. Su pareja se quejaba de las reglas de la cooperativa pesquera y al pelearse con su papá y otros miembros de la agrupación, se fue a trabajar a Ensenada, después Angélica le pidió el divorcio. Su papá se hizo cargo de sus gastos durante un par de meses y luego le consiguió el trabajo en la planta.

Durante la temporada de erizo (julio a febrero), Angélica se levanta a las 7:00 de la mañana, se mete a bañar y luego despierta a su hijo y prepara el desayuno para los dos, luego el niño se va a la escuela y ella recoge trastes, los lava, limpia la mesa y sale al patio por la escoba y barre la casa. Cuando termina, se va a la de su mamá y su papá para prepararle a su mamá desayuno y ayudarla a comer, también le ayuda a cambiarse la ropa y la lleva a la sala para ver la televisión. Su mamá se enfermó hace un par de años y no saben que tiene, pero cada vez le cuesta más trabajo moverse y hacer cosas de rutina como vestirse. Angélica deja limpia la cocina y la recámara de su mamá y corre al trabajo. En la planta, saluda a un par de trabajadores mientras se pone las botas de hule, un mandil blanco y largo de plástico, una cofia y unos guantes también de plástico; frente a su lugar en unas tinas de poca profundidad, pero con agua muy helada tiene ya varias charolas de plástico con gónadas de erizo y en una de ellas unas pinzas metálicas pequeñas con las que empieza a “limpiar” la gónada, es decir, le quita unas venitas de color oscuro para que sólo quede la lengüeta de color amarillo. Su destreza es evidente pues quita estas venitas con una rapidez y una precisión increíble y sin maltratar la gónada. En la tina de limpieza suele haber seis mujeres, tres de cada lado, la tina llega hasta la cintura y aunque pueden estar haciendo el trabajo en una posición que no lastima su cintura, la baja temperatura del agua sin duda tiene repercusiones en sus manos pues a veces tienen fuertes dolores articulares. Después de seis horas de trabajo, Angélica vuelve con sus papás para preparar la comida para ellos, para su hijo que llega ahí al salir de la escuela y para ella. El papá le dejó en la cocina pollo que ella prepara rápidamente y se sienta a comer con su hijo, su mamá y su papá. Al terminar lava trastes y camina con el niño a su casa. En su casa Angélica se deja caer en el sillón y prende la televisión mientras su hijo se quita el uniforme y sale a jugar con el vecinito. Ella comenta que está muy acostumbrada a su trabajo y que le gusta porque le pagan bien y puede sostener los gastos de ella y su hijo. Además, está ahí mismo en el pueblo y no tiene que desplazarse una hora, como algunas de sus amigas que trabajan en algún campo agrícola o en Ensenada. Llega muy cansada a su casa y le toma un tiempo recuperar algo de energía para sacar algunos pendientes cotidianos, preparar la cena, de nuevo dejar limpia la cocina y dejar listo y planchado el uniforme de su hijo. A eso de las 9:00, todas las luces de la casa de Angélica ya se encuentran apagadas.

Las mujeres y los días: trabajo productivo, reproductivo, segmentación y sistema de género en la pesca costera mexicana

Las mujeres que viven en comunidades pesqueras pasan sus días realizando trabajos de la producción del sector pesquero y del trabajo doméstico y de cuidados, es decir de la reproducción social de los modos de vida costeros. Algunos trabajos son remunerados y otros no, por no formar parte del mercado de trabajo y considerarse una extensión del trabajo doméstico o trabajo complementario (Ruocco; 2008). Las mujeres en estos contextos preparan las condiciones básicas para que los pescadores puedan plantarse en la playa o en el puerto, listos para salir a pescar. Estas trabajadoras suelen ser sus esposas e hijas y cuando éstas no existen, son otras mujeres las que con su trabajo proveen también una parte de esas condiciones, aunque en el mejor de los casos de manera remunerada.

El trabajo tiene tres dimensiones constitutivas de acuerdo con Batthyány (2021): trabajo de producción y trabajo de reproducción, este último dividido en trabajo doméstico y trabajo de cuidados y realizado en su mayoría por mujeres (D’Alessandro, 2018). El carácter social del trabajo productivo radica en la producción de bienes, en este caso, productos pesqueros. La producción en la etapa de captura es representativa de esta dimensión del trabajo en los contextos pesqueros y es primordialmente llevada a cabo por hombres, aunque, como muestran Perea y Flores (2016), para San Felipe Yucatán, existen mujeres que se dedican a la captura, pescadoras en una situación marginal que no son sujetas de crédito ni de permisos de pesca. También Torré et al; (2019) muestra los casos de mujeres involucradas en la captura y organizadas para pescar en la cooperativa Mujeres del Mar (Ligüí, B.C.S.) y como parte de la cooperativa Buzos y pescadores de la Baja California (Isla Natividad, B.C.S.).

Ahora bien, los trabajos de registro de embarcación, peso desembarcado y cuentas de la cooperativa del esposo de Martha, forman parte de la producción, aunque no son remunerados. Lo mismo sucede con el ligue de jaibas, su acomodo en charolas y en la caja de refrigeración del camión: son actividades productivas no remuneradas y trasladadas al ámbito del trabajo doméstico, son trabajos internalizados. Rocío trabajó como pescadora temporal/estacional en la recolección de estrellas de mar y recibía el ingreso correspondiente a la venta de las estrellas, pero su trabajo fue considerado más bien como un pasatiempo que como un trabajo por eso. Aunque algunas mujeres del ejido lo hacían, no son consideradas pescadoras en el pueblo, no existe un reconocimiento a su trabajo.

Susana recibe un salario por su trabajo en la fábrica de enlatado de sardina de Yavaros, pero sigue siendo un trabajo precario, como mencionó Doode (1990).

En el proceso del corte y del enlatado hay un predominio de la fuerza de trabajo femenina y, al parecer, las condiciones de trabajo se asemejan mucho a las de las maquiladoras industriales: bajos salarios que se fijan a destajo, sin seguridad en el empleo y mínimas prestaciones laborales. Incluso localmente se le llama a este trabajo “maquila” de sardina” (Doode Matsumoto, 1990:67).

De la misma forma, Angélica recibe un salario y prestaciones durante los ochos meses que dura la temporada de erizo. De su ingreso, Angélica debe hacer un ahorro para solventar los gastos de los otros cuatro meses en los que no siempre trabaja en la planta. Amanda y sus hijas trabajan por temporadas en estas plantas más bien rudimentarias en las que se limpia el camarón y como mencionamos, su remuneración se basa en el trabajo a destajo y es también temporal/estacional, altamente precario en la medida en que ni siquiera les proveen condiciones básicas de seguridad. Estos casos confirman de nuevo que el trabajo productivo y remunerado de las mujeres en la actividad pesquera se encuentra mayoritariamente en los procesos de transformación de los productos marinos y en la comercialización, pues Martha y su nuera venden productos pesqueros localmente, así como la hermana de Susana, y como ya De la Cruz (2012) mostró también, las mujeres en Sinaloa, aunque pueden llegar a pescar en estuarios y lagunas, se dedican sobre todo al procesamiento y la comercialización informal del camarón.

El caso de Alicia evidencia la doble cara del trabajo doméstico, pues la preparación de alimentos para su familia y sus abonados pasa exactamente por el mismo proceso, pero ya que estos pescadores no forman parte de su familia, ese trabajo entra al mercado laboral percibiendo ingresos por su desarrollo, mientras que el de su familia (pareja e hijos) no se reconoce ni adquiere valor de cambio. Aunque el trabajo doméstico proporciona las condiciones necesarias para la sostenibilidad de la vida y está compuesto por aquellos trabajos y tareas que mantienen la vivienda habitable y a las personas con las condiciones mínimas (higiene, alimentación, acompañamiento emocional y salud) para desempeñarse de acuerdo a su género y edad en los ámbitos correspondientes (trabajo, escuela, hogar), así como la planeación y organización de estos trabajos, hasta muy recientemente se contabilizaba por ejemplo, en términos de su contribución al Producto Interno Bruto (PIB) de algunas naciones. Los casos mostrados son contundentes respecto a quiénes son las responsables de este trabajo en el ámbito doméstico.

El trabajo de cuidados que incluye el trabajo de crianza y permite la reproducción social y cultural, así como el reemplazo generacional, o sea, la sucesión de contingentes de fuerza de trabajo es también llevado a cabo bajo la responsabilidad de las mujeres. En estos pueblos de la costa no sólo no existen instituciones de cuidados de adultos mayores como asilos ni tampoco de cuidado infantil como guarderías, sino que culturalmente se asume que las mujeres deben hacerse cargo del cuidado de estas personas. Socialmente se construyen mecanismos para el cuidado a través de relaciones familiares, generalmente sin remuneración y algunas otras con remuneraciones como despensa, tal como se mostró en el caso de Amanda y la sobrina que cuida a sus niños.

El sistema de género está construido histórica y culturalmente y establece una división sexual del trabajo naturalizada, en la cual, los hombres se dedican a la pesca/captura, es decir, a las actividades de riesgo en el mar, mientras que las mujeres trabajan arduamente, pero en un lugar “seguro”, en tierra, garantizando que los hombres tengan ropa de pesca o trajes de buceo limpios, desayunos y lonches para la jornada en mar, espacios de descanso limpios y un sostenimiento básico de la vida emocional de los pescadores, cuyo trabajo suele tener una buena carga de incertidumbre y riesgo.

Además del trabajo doméstico y de cuidados que las mujeres realizan, es común que se lleven a cabo otros trabajos que forman parte de la actividad pesquera y que, por ende, tienen un valor en el mercado de trabajo capitalista, pero que al ser realizado por ellas, esposas, hijas o madres de los pescadores y buzos, son considerados trabajos complementarios y se incluyen dentro del “paquete de trabajos domésticos”. Con esto me refiero a que el registro de las capturas, la limpieza y comercialización de los productos e incluso la contabilidad de una cooperativa son trabajos que se pagan con un sueldo, sea este a destajo, por horas trabajadas o por honorarios en cualquier empresa que no se organice a través de las relaciones familiares. Sin embargo, en estas comunidades pesqueras son las hijas, las esposas, las madres las que llevan a cabo estos trabajos y no sólo no son pagados, sino que ni siquiera son reconocidos como tales.

Uno de los mejores casos descritos para ejemplificar este sistema de género es el de Rocío, que tuvo que dejar la recolección de estrellas de mar, al ser considerada por su esposo como una actividad desarrollada en un espacio (el espacio de la pesca) masculino, en el que el trabajo de las mujeres no tiene cabida, y que además se asocia al trabajo realizado por una necesidad económica. Bajo la consigna de “buen proveedor” el esposo de Rocío no puede entender las razones por las cuales ella quiere ir a recolectar estrellas o quiere hornear pasteles para la venta. El sistema género acatado establece que las mujeres son al hogar y los hombres son al mar, a un espacio que desde nuestro punto de vista va más allá de lo público para situarse en una especie de último refugio de la virilidad, un espacio lleno de riesgo, de incertidumbre, de proezas, hazañas y anécdotas que se cuentan incluso de generación en generación19.

La segregación como proceso que establece espacios o ámbitos diferenciados en razón del género se puede apreciar en todos los casos descritos, y para el caso de la actividad pesquera esta segregación parte del acceso al mar no sólo en términos del acceso a sus recursos sino en términos de ámbito laboral. Visto así, el mar se presenta como la última frontera de las trabajadoras costeras, aquí reside la “pared de cristal” de las mujeres en la actividad pesquera. Perea y Flores (2016) mencionan también la segregación de las pescadoras de San Felipe, cuya marginalidad las somete a una subordinación laboral y productiva ante los hombres, y el caso de Rocío resalta esta segregación del ámbito primordialmente masculino en estas localidades, al prohibírsele la recolección de estrellas de mar.

Redes y solidaridades

Las relaciones y estrategias que Alicia, Martha y su nuera entretejen para beneficiarse económicamente de la transformación y venta de la jaiba de manera colectiva ha sido señalada en otro trabajo (Delgado; 2014) como redes sociales entre grupos domésticos pesqueros.20 Es importante señalar que las mujeres tienen un abanico amplio de estrategias de solidaridad y organización, a través del cual construyen su propio red o sistema de soporte. Por ejemplo, es común que se organicen a través de “tandas” o “cundinas”, que son formas de ahorro semanal entre grupos de mujeres para comprar material de construcción para la vivienda o algún artículo necesario para el hogar, un refrigerador, por ejemplo. Compartir viajes a la ciudad cercana, hacerse préstamos de dinero entre ellas, cuidarse a las y los hijos o prestarse pescado para la comida del día o para su venta, son estrategias comunes para facilitarse la vida y la del hogar. Además, estas estrategias, apoyos y acciones solidarias se gestan entre ellas y prácticamente al margen del conocimiento o decisión de sus parejas.

Conclusiones

El 10 de marzo de 2021 el gobierno federal anunció que el Bienpesca (Programa de Apoyo para el Bienestar de Pescadores y Acuicultores) beneficiará a 42.984 mujeres del sector pesca y acuicultura. El Instituto Nacional de las Mujeres, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca articularon el programa bajo el lema “Mujeres en el centro de la transformación de la agricultura, la pesca y acuicultura”, y pretende reducir la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres en el sector pesquero21.

Estas políticas y programas de inclusión y visibilización del papel de las mujeres en la pesca no son exclusivos de México. En Chile este tipo de programas se ha implementado también con los mismos objetivos, y en espacios de diálogo con el sector pesquero se han identificado algunos asuntos relativos a la participación de las mujeres en el sector, entra las que se destaca “la persistente lucha por espacios de participación en un mundo predominantemente masculino” (Álvarez et al., 2017:8).

Esto se constata también aquí en México y se ejemplifica con la nota periodística del 15 de diciembre de 202022 en la que se habla sobre el apoyo del gobierno federal a las mujeres del sector pesquero: “Javier Omar Luna Rojas, presidente de la Cooperativa Fraternidad Pesquera de Agua Verde y líder de este movimiento integrado en su mayoría por mujeres […]”. La nota muestra una fotografía del Sr. Luna con micrófono en mano y rodeado de mujeres.

De acuerdo con los estudios mencionados, las mujeres amplían cada vez más su rango de actividades y trabajos en el mar, no sólo en la captura como pescadoras y buzas sino ahora también como monitoras y colaboradoras de ciencia ciudadana, contribuyendo al desarrollo de las cooperativas pesqueras de sus localidades (Torré et al., 2019). De manera conjunta es necesario que las mujeres adquieran reconocimiento también por el trabajo doméstico y de cuidados que llevan a cabo, ya que siguen siendo convocadas y compelidas a asumir estos trabajos de cuidados, sin un incentivo o predisposición similar por parte de los hombres. Por supuesto esto obedece a una lógica económica capitalista y patriarcal (Carrasco, 2009) que “expolia” el trabajo doméstico invisibilizándolo como productor de plusvalía y sometiéndolo a los imaginarios de un ámbito doméstico despolitizado (Federici, 2013). Parece certero afirmar que el problema de la desigualdad y de la brecha entre los géneros no se resuelve únicamente con la integración de las mujeres a la captura y apoyándoles para que incrementen la producción de bienes pesqueros, sino estableciendo políticas que incidan en la equidad de las mujeres y los hombres en las tres dimensiones del trabajo mencionadas.

Si bien las mujeres forman parte de la actividad pesquera en estas localidades, particularmente en las etapas de precaptura y sobre todo en la poscaptura, donde se ubica la transformación y comercialización de productos marinos, en general estas mujeres no tienen poder ni espacios de expresión y representación política de sus necesidades y ante esto, construyen estrategias y redes solidarias a través de la cuales solventan algunas de estas necesidades e inquietudes.

Las mujeres van derribando la pared de cristal y conquistando el mar, última frontera de la segregación dada por el sistema de género, e incluso son incentivadas con programas gubernamentales, financiamientos, capacitaciones y otras formas de empoderamiento para integrarse al trabajo de producción. Este es un primer avance para reducir la brecha de género y dar accesibilidad a las mujeres a toda la cadena de valor pesquera. Sin embargo, el reto es equilibrar trabajo y familia como ámbitos de corresponsabilidad compartida entre hombres y mujeres (Gómez y Jiménez; 2015). Ahora que el papel de las mujeres en la actividad pesquera se visibiliza y amplía, es necesario que los hombres sean impulsados a rebasar su propia frontera participando equitativamente del trabajo doméstico y de cuidados. Las mujeres trabajadoras de la pesca en estos contextos tienen doble o triple jornada de trabajo sin remuneración ni reconocimiento.

¿Cómo se transforman las condiciones de vida de las mujeres en el ámbito rural pesquero? ¿Qué cambios se irán observando en las condiciones de reproducción y producción en este ámbito? Nos queda claro que el trabajo es la bisagra que articula la producción y reproducción social de estos grupos domésticos y estas comunidades pesqueras y, en la medida en que éste suponga cambios, tendrán una afectación sobre las condiciones de vida de las personas, particularmente mujeres costeras.

Es fundamental que las mujeres se organicen (en cooperativas, por ejemplo) y trabajen ahora por una remuneración y no sólo de manera “complementaria” al trabajo del pescador. Pero la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres en el ámbito rural pesquero difícilmente se va a reducir únicamente con el trabajo productivo de las mujeres, sobre todo cuando quizás una buena parte de ellas se encuentra subordinada y bajo el “liderazgo” de los hombres al interior de la familia, de la comunidad, de las organizaciones cooperativas u otras.

Como señala Carrasco (2009), la reproducción social no se limita sólo a la reproducción biológica, sino que incluye prácticas y relaciones sociales, cuidados y satisfacción de necesidades humanas que no mantienen únicamente a los grupos domésticos, sino a las comunidades. El trabajo de reproducción llevado a cabo mayoritariamente por las mujeres, tal y como se mostró, mantiene también la reproducción de modos de vida costero-pesqueros. Para finalizar es necesario precisar que la visibilización de los trabajos de las mujeres en la cadena de valor pesquero es tan importante como su cada vez mayor participación económica en este sector, y ésta debe extenderse al ámbito de la representación política y toma de decisiones: esto será posible y justo, en la medida en que los hombres participen cada vez más en la esfera del trabajo doméstico y de cuidados de sus propios hogares.

Referencias

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Notas

* Este artículo forma parte del proyecto de investigación Producción y reproducción social: Hogares, trabajo y mujeres en el noroeste de México, con folio 30494, Sistema Institucional de Proyectos, INAH.
1 El desarrollo de un cuerpo de conocimientos en estas sociedades ha dado pie a la formación de la subdisciplina Antropología de la Pesca o Antropología Marítima. La comprensión de estas sociedades es fundamental en términos culturales, y también porque miles de millones de personas en el mundo (la mayoría en condiciones de pobreza) tienen en la pesca empleo, alimentos e ingresos. De acuerdo con la FAO, entre el 10% y 12% de la población en el mundo depende de la pesca y de la acuicultura para su subsistencia.
2 Aunque Frangoudes y Gerrard (2018) señalan que desde la década de 1970 se vienen haciendo investigaciones sobre las mujeres en la pesca y posteriormente sobre género, para la región latinoamericana esta orientación temática ha sido mucho más reciente.
3 En el resumen de FAO 2020 ya no aparece América Latina y el Caribe como región, sino “Américas”. Esto nos parece un grave error considerando la gran diferencia socioeconómica y cultural entre la actividad pesquera de los Estados Unidos y Canadá respecto a los países latinoamericanos y caribeños.
4 Kleiber et al; 2015 identificaron 106 estudios de caso de pesca de pequeña escala en los que se detalla la participación de las mujeres en la pesca con el objetivo de conocer la importancia del género en la ecología marina.
5 Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
6 Herrera-Racionero et al; (2021) menciona que a nivel mundial sólo 14 mujeres por cada 100 hombres trabajan en las embarcaciones.
7 La captura puede ser pesca con las manos, envenenamiento con plantas, atolondramiento por golpeteo en el agua, recolección manual, con artes de pesca como redes, trampas y líneas, a través del buceo, por mencionar algunos.
8 Hablamos de pesca costera, aunque en España se habla de pesca de bajura, en la literatura escrita en inglés small-scale fisheries (SSF). En Brasil la pesca ribereña se refiere a la pesca en los ríos y en México hay un uso casi indistinto entre pesca artesanal y pesca ribereña.
9 Los “burros” o “burritos” en el norte de México son un alimento típico para el desayuno o almuerzo y se preparan comúnmente en casa. Un burrito es una tortilla de harina que envuelve frijoles y guisados.
10 Los abonados son hombres que no tienen pareja y le pagan a una mujer para que les prepare el lonche de la jornada y la comida. Algunas veces son pescadores que vienen de otras localidades o estados del país y viajan en grupo y sin familia. Suelen pagar semanalmente una cuota acordada al inicio del trato.
11 Alicia compra el pescado con Martha y ésta le da hasta el fin de semana para que le pague, cuando le pagan sus abonados.
12 El esposo de Amanda estuvo enfermo y sin trabajar durante meses; cuando se recuperó no encontraba “plaza” o lugar en algún equipo de trabajo y finalmente le ofrecieron un espacio con unos miembros de la iglesia a la que pertenecen.
13 Amanda y las niñas trabajaron en la planta tres meses. Durante la primera semana desarrollaron rapidez y habilidad para pelarlo sin maltratarlo y sin cortarse tanto las manos. Las trabajadoras pidieron al encargado un garrafón de agua y venditas adhesivas para las cortadas pero el encargado puso el agua y les dijo que por cuestiones sanitarias no podían usar estas venditas, pero las mujeres encontraron remedios para evitar los cortes envolviendo los dedos índices en tiras de tela. El siguiente año la niña menor de Amanda volvió a la escuela, pero la mayor no regresó para poder cuidar a sus hermanitos y trabajar en este tipo de plantas durante la temporada.
14 Los olanes son la tripa que circunda al músculo abductor del callo de hacha y generalmente se desecha, pero en los últimos años han sido una fuente baratísima e importante de proteína para los pescadores y familias más pobres.
15 De acuerdo con CMPPPA (2019), las mujeres constituyen el 70% de la mano de obra en las plantas de transformación de la sardina.
16 Hay un estigma hacia las personas que tienen contacto cotidiano con pescados y mariscos pues el olor se queda impregnado en la piel y en este caso en las manos aun cuando se utilizan los guantes. Los pescadores no parecen tener mayor problema con esto, pero las mujeres, particularmente las jóvenes como Susana, hacen hasta lo imposible por deshacerse del olor cada vez que llegan a sus casas.
17 Los pescadores y buzos que tienen ya tiempo dedicándose a la pesca, desarrollan un conocimiento empírico muy especializado sobre las condiciones atmosféricas y el oleaje, por esto tienen una idea muy certera de si será un buen día de pesca o si se quedaran en tierra ese día (Delgado, 2014).
18 Esta vez no lo hace porque está la antropóloga ahí, pero Rocío me comenta que esto sucede cada vez que le piden un pastel.
19 Los pescadores y los buzos suelen contar sus aventuras en el mar como pruebas de su valentía y pericia.
20 Estos casos se describieron y analizaron a profundidad en una investigación de grado sobre la reproducción social de los pescadores y sus familias y en Bahía de Kino, Sonora.
21 Rafael Malpica escribió la nota Mujeres en el centro de la transformación de la agricultura, la pesca y la acuacultura. México Ambiental periódico electrónico, nota del 10/03/2021. https://www.mexicoambiental.com/mujeres-en-el-centro-de-la-transformacion-de-la-pesca-y-la-acuacultura-en-mexico/ consultado el día 28 de junio de 2021.
22 Víctor Hugo Torres Delgado escribe la nota Mujeres pescadoras de Agua Verde buscan establecer cooperativas. Debate periódico electrónico, nota del 15 de diciembre de 2020. https://www.debate.com.mx/mazatlan/Mujeres-Pescadoras-de-Agua-Verde-buscan-establecer-Cooperativas-20201215-0203.html

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