Presentación editorial
Presentación del dossier. Los significados del trabajo en las economías alternativas

La instrumentalización de políticas sanitarias evidenció la vulnerabilidad de la clase trabajadora en general. Nuestra cotidianeidad y vínculos sociales se ajustaron a los imperativos de salud, pero las situaciones de riesgo y la incertidumbre se distribuyeron de forma desigual, lo mismo que la protección social y el acceso a servicios esenciales. En medio de estas evidencias, reemergió la discusión sobre el papel del Estado con los cuidados y la reproducción social. La crítica a los excesos de la liberalización económica y a la mercantilización de la vida convergen en una disputa por dar sentido a lo público y lo común. Detrás de este proceso se expresa la importancia de generar una reflexión profunda sobre la conceptualización de la protección social. La paradoja se ha expresado en el espacio público y en el discurso que llama a poner orden entre quienes desatienden las medidas sanitarias: que no portan el cubreboca o que incurren en una falta administrativa al desarrollar actividades de comercio en la vía pública. Detrás de estas situaciones tensas, entre uniformados y “trabajadores informales” que son objeto de control, se abre la importancia de reflexionar sobre la economía popular y la protección social que se institucionalizó en el Estado alrededor de la figura del asalariado. Insistimos en la relevancia de pensar en la clase trabajadora y la reproducción social más allá del pensamiento dicotómico que segmenta la situación de los
trabajadores en formal o informal. El control de las clases populares reemerge como un problema para la reproducción del capital y para el Estado.
Esta tensión emana no solo del proceso de mundialización económica y del modelo neoliberal, que ha intensificado, entre otros procesos, la explotación de recursos, la privatización de bienes comunes y la crisis ambiental, sino también de una precariedad de la reproducción de la vida que converge con el desmantelamiento de los derechos colectivos (frecuentemente presentados como privilegios) y con la desafiliación y fragilidad de los colectivos. En otras palabras, el desmantelamiento de los mecanismos de protección del trabajo asalariado es apenas un componente de la crisis, pues la tendencia hacia la hiper-individualización se presenta como correlato de una racionalidad económica, moldeando subjetividades “liberales, autónomas y creativas”, afines con las necesidades del capital.
En este contexto, desde el pensamiento económico se mantiene la premisa de formalizar el trabajo. Frente a ello, se presenta la relevancia de ampliar la discusión sobre los sentidos y los vínculos del trabajo desde otras posturas o marcos éticos-políticos.
Entre las múltiples experiencias sociales encontramos las resistencias y oposiciones a los procesos de restructuración productiva: el interés de preservar a los colectivos de trabajadores y de trabajadoras con proyectos que buscan ser autogestivos, a pesar de las exigencias productivas y de las lógicas productivistas que imperan en el mercado como la producción de bajo costo. La autogestión, entonces, no se reduce a un ejercicio productivo. Sostener el lugar de trabajo como espacio que da sentido al colectivo y construir redes de distribución y de consumo, en los márgenes de la lógica utilitaria que impone el mercado, da posibilidad para otros significados del trabajo. Son múltiples o heterogéneas las experiencias colectivas que se construyen en los márgenes de la protección social del trabajo asalariado: la construcción de redes alrededor del comercio justo o de la economía circular, el intercambio horizontal de bienes y servicios soportado por redes virtuales y por medios tecnológicos de comunicación (por ejemplo, cooperativas de repartidores). Estas experiencias son significativas y relevantes.
Detrás de su lectura, hay una disputa política e ideológica en curso que se expresa en diversos Estados y en la definición del status de trabajadores independientes, abriendo una discusión intensa sobre el significado de la autonomía, pues desde un discurso económico y meritocrático, la autonomía, como oposición a la subordinación impuesta por la violencia salarial, suele enaltecer el emprendedurismo (con una connotación de meritocracia) o las historias de éxito de personas que se sobreponen a situaciones adversas. Vista así, la despolitización de la resiliencia es también una despolitización del trabajo.
En ese sentido, ya que este dossier convocó a una reflexión sobre los significados del trabajo en las economías alternativas, insistimos en que el trabajo no puede reducirse a una visión productivista y economicista. Más allá de la importancia de distinguir entre trabajo y empleo, consideramos relevante comprender los vínculos sociales y subjetivos que se construyen alrededor de las actividades que dan contenido al trabajo, y ampliar la discusión sobre la crisis de la reproducción social en sociedades donde el capitalismo se ha institucionalizado. Frente a las lógicas que fragmentan colectivos y que ponen a prueba a los individuos, insistimos en que trabajar es cooperar y que los lugares de trabajo son espacios donde se reproduce la vida social. Al discutir sobre el trabajo, se observa que es más que una relación instrumental con la naturaleza con el propósito de obtener recursos, y que no puede reducirse tampoco a la producción, reproducción, apropiación y transmisión de significados: salir de la racionalidad instrumental y del individualismo metodológico nos resulta un reto importante a quienes acompañamos los procesos reflexivos de sujetos colectivos. Evidentemente estas reflexiones teórico-prácticas constituyen un ejercicio colectivo que reclama también salir del academicismo.
Nos resulta relevante, entonces, no perder de vista una comprensión de las lógicas que se instituyen en la sociedad de mercado, y que los significados del trabajo pueden estar sujetos por un marco de racionalidad instrumental. El imperativo de la rentabilidad económica captura los significados del trabajo e impone un concepto de trabajo que conduce a pensarlo, en la cotidianeidad, como una forma de “ganar dinero” para gastar y consumir.
Esta atribución (vínculo instrumental con el trabajo) conduce a un carácter enajenante o a la incapacidad de pensar el trabajo como acción colectiva, creativa y transformadora. De ahí que el interrogante sobre los modos en que se producen y ponen en circulación los significados del trabajo en formas alternativas a la producción, circulación y consumo capitalista, esboza varias dificultades. La primera de ellas se atisba en la propia denominación de alternativa a la sociedad de mercado, ya que las experiencias que se construyen en el marco de la economía social solidaria o del cooperativismo, o cualquier otra denominación afín, es heterogénea y nos coloca en un reto político de articulación. De igual forma, las trayectorias y las experiencias sociales son tan variables como las orientaciones discursivas que remiten a distintas expectativas, aspiraciones e imaginarios como formas de significar el trabajo en las economías alternativas. Adicionalmente, los significados que se asignan al trabajo son dinámicos; es decir, no tienen en sí mismos un sentido propio, sino que es en la praxis social y en su representación colectiva donde se les puede asociar con significados distintos a los comúnmente aceptados.
Para comprender y dialogar alrededor de los significados que se asignan al trabajo, conviene interrogarnos –como investigadores e investigadoras con interés en comprender los mundos de vida que los actores sociales construyen en torno al trabajo– si nuestros puntos de vista están mediados también por los significados que se han construido alrededor del trabajo (asalariado) en nuestras sociedades y Estados o, incluso, por la institucionalización de nuestra formación disciplinaria y por los valores de la sociedad de mercado. Nos parece interesante, por tanto, problematizar la tensión y las paradojas que emergen al analizar y al presentar en el texto casos concretos, como “productos” de investigación. La producción de un artículo, por lo tanto, es en sí un desafío, no solo para reproducir interpretaciones instruidas, sino por el reto de dejar de lado, o ser incapaz de exponer, las emociones que se vehiculan en nuestro propio trabajo.
Las formas en que los sujetos sociales interiorizan los significados del trabajo (como actividad orientada a un fin, como relación con medios y objetos y como forma de organización e interacción social), implican la apropiación de sentidos; es decir, en la praxis, se relaboran y se confieren significados a formas simbólicas no directamente creadas, sino heredadas del pasado. No se trata solo de dar cuenta de las tramas de significados que son apropiados y transformados, o de que los sujetos sociales puedan interpretar la realidad, comprenderla, comunicarla e intervenir operativamente en ella, pues los significados del trabajo y sus modos de encarnación en formas simbólicas, como de cualquier otra “cosa”, siempre están contextualizados e históricamente caracterizados, se inscriben en relaciones de poder y de dominación.
Los artículos que forman parte de este dossier plantean distintas posibilidades para la reelaboración de significados del trabajo, al buscar aglutinar las prácticas en torno a los valores de la economía social solidaria, o plantear la reinterpretación del orden de las relaciones sociales. Las orientaciones alrededor del trabajo en las economías alternativas esbozan una intencionalidad para distanciarse de la idea del trabajo únicamente como medio para “ganar dinero”. En cambio, buscan encaminarse –desde la premisa de una ética del trabajo basada en el bien común– hacia el aprecio de ciertos saberes locales y tradicionales, la recuperación de herencias culturales, o bien, a enarbolar la reivindicación de experiencias asociativas y de organización popular como salidas a las lógicas de exclusión del capital.
La discusión en torno a las posibilidades y los limitantes de los proyectos alternativos de la economía social solidaria y popular, y de la centralidad que en ellos adquieren los procesos de resignificación del trabajo es todavía un campo abierto. Pero no únicamente en relación con las abstracciones teóricas desde las que se pueden abordar. El debate nos debería llevar a interpelar incluso las formas racionalizadas, instrumentales e individualizantes que se han incrustado e interiorizado en el trabajo académico. En esa ruta, agradecemos a quienes contribuyen con los artículos que se publican en este dossier. Sin duda, sus trabajos contribuyen y aportan insumos para mantener vigente la pregunta acerca de cómo salir de la lógica de la dominación y la explotación capitalista. Esa sigue siendo la interrogante.
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