Contribuciones

“El crepúsculo no es el alma, pero la insinúa”* . Estaciones en el camino de la Antropología del Trabajo

Gloria Beatriz Rodríguez
Universidad Nacional de Rosario, Argentina

“El crepúsculo no es el alma, pero la insinúa”* . Estaciones en el camino de la Antropología del Trabajo

Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo, vol. 6, núm. 13, pp. 1-28, 2022

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

A Victorio Paulón.

Un luchador ejemplar.

Un intelectual de la clase trabajadora.

In memorian

Para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria. (Nietzsche)

Agradezco la invitación de Hernán Palermo a participar en esta sección -donde se destacan muchos de mis grandes maestros y colegas– la cual me permite dar cuenta de algunos momentos centrales –o estaciones- en mi tránsito por la Antropología del Trabajo.

En tanto campo de significación y acción, el mundo del trabajo y de lxs trabajadorxs encuentra su origen, en mi caso, en experiencias de vida producidas en el ámbito familiar o social más inmediato, que han sido abrazadas por la emotividad, pero también retenidas, olvidadas o vivificadas por la dinámica de los procesos históricos al momento de proceder a su análisis.

A lo largo de las últimas décadas, veo con inmensa satisfacción que las dificultades y avances que han tenido los estudios del trabajo y de lxs trabajadorxs, han sido recogidas, acrecentadas y expandidas por colegas, muchxs de ellxs antes estudiantes de la carrera de Antropología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), sumándose a destacadxs investigadores y promoviendo estos intereses a escala nacional e internacional.

El estudio del trabajo y los trabajadores tiene larga tradición en las ciencias sociales. Sin embargo, dentro de las perspectivas antropológicas encontramos las primeras motivaciones en los procesos de conflicto y contacto cultural que tuvieron lugar con el desarrollo del capitalismo en los países centrales a comienzos del siglo XX. Dentro de estas coordenadas, es posible explicar el desarrollo del estudio del trabajo y los trabajadores desde la perspectiva antropológica a través de tres intersecciones (Rodríguez, 2018).

1) El encuentro del modo de producción capitalista con el desarrollo de los estudios socio antropológicos en los centros urbanos, entre los que encontramos los trabajos pioneros de la intelectualidad alemana en el siglo XIX de F. Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, y los desarrollados más adelante por la Escuela de Chicago en los Estados Unidos.

2) El encuentro de la antropología con la propagación de los movimientos sociales a lo largo de la sexta y séptima décadas del siglo XX, especialmente en México, Brasil y Argentina.

3) El encuentro de los estudios del trabajo desde la perspectiva antropológica con la crisis de acumulación capitalista de los años setenta, que instaló nuevas formas de organización del trabajo y de vivir el trabajo por parte de los trabajadores.

Si bien las relaciones entre nuestra disciplina y el llamado “mundo del trabajo” son continuas, destaco estos encuentros para vincularlos con procesos históricos generales.

En estas páginas me voy a remitir a aquellos mojones de mi vida que me han motivado a elegir y sostener este campo de estudios desde una reflexividad crítica, poniendo de manifiesto el carácter de historicidad de los procesos sociales, y sin dejar de reconocer la gravitación de la subjetividad en la descripción de los mismos, reconociendo con Horkheimer, en su crítica contra la razón instrumental (Horkheimer, 2002), que el fin subjetivo es aquello a lo cual la naturaleza humana tiende.

La trama en la que se desarrolló mi existencia fue instilando y explica las futuras preocupaciones académicas, impregnando (en el sentido boasiano) los análisis con tradiciones políticas que fueron incorporadas en los años de formación.

Situación de clase

Cuando pensé en las tradiciones constitutivas de nuestra existencia, aquellas que dejan una marca indeleble, aparecieron las palabras de Amor Hernández, quien fuera trabajadora y activista en varios gremios de la región de Rosario desde la década de 1940 y hasta el final de su vida. Ella escribió un libro que tuve el honor de prologar llamado Con la marca en el orillo (Hernández, 2015) en el cual recoge parte de su vida militante, transcurrida en el seno de una familia de origen anarquista y, luego, de su militancia comunista. La “marca en el orillo” era un sello de identidad, de origen, y con esas palabras Amor quiso indicar que sus tempranas experiencias en la lucha de clases dieron significación y orientación a toda su vida. Esa marca actuó como una yerra1 que orienta y dimensiona los acontecimientos vividos según las vibraciones que acerca la tradición. No sostengo los determinismos, pero sí pondero la fuerza que ejerce el sentimiento de pertenencia que se funda en nuestros años de formación, y que gravita a lo largo de nuestra vida. Hughes (1958) habla de “pensar con la sangre”, refiriéndose al movimiento antiintelectualista de fines del siglo XIX. Y así lo siento yo: pensar “con los pies en la clase”.

Nací en 1956 en la ciudad de Rosario2, en el seno de una familia obrera. La mía, como tantas otras, mantenía ciertas costumbres católicas -como el bautismo o la comunión- pero era, a la vez, fuertemente anticlerical. El anticlericalismo estaba asentado en el resentimiento hacia el papel de Iglesia durante el primer gobierno peronista, vivido como claramente antiobrero. Mi madre, como tantas otras, componía nuestras conciencias cual si fueran mantas de retazos hilvanando relatos infantiles con acontecimientos históricos y luchas sociales. Así, se entremezclaban con Caperucita Roja los bombardeos sobre Plaza de Mayo3 y la revolución “fusiladora” de 19554; los viajes de Colón con los fusilamientos de obreros en la Patagonia en 19215. Ella cosía escenas patrióticas del más puro chauvinismo, con el doloroso asesinato del “Che”; o la admiración por mi pediatra -hijo de obreros, quien en su visita médica comenzaba por curar el empacho “tirando el cuerito”- junto a la envidia hacia quienes podían vivir de rentas, siempre con denuedo por “no mostrar la hilacha”. Todo era historia en aquellos relatos, acompañados de preceptos que buscaban galvanizar una cierta moral de clase.

El gran esfuerzo de mi madre para que no nos ganara el olvido venía atado a la esperanza de redención de las clases subalternas. En esa memoria tejida entre paredes húmedas y descascaradas, el rescate se imponía a través de la insistencia en ejercitar los trazos para lograr una bella letra, agilizar la mente con ejercicios aritméticos o alimentar iniciaciones literarias e históricas.

El carácter público de la educación tenía un valor supremo. Mi familia materna había luchado mucho por la alfabetización de los sectores marginados, y la promoción social a través de la educación era defendida con fuerza. En varios rincones de la casa, se atesoraban libros de mi abuelo y abuela maternos, de mi mamá, de mis tíos. Casi todos primorosamente encuadernados por mi viejo, obrero de la industria gráfica.

Claro está que estas memorias, trazadas por mi madre y traídas por mí, se encuentran sometidas a la posterior visión analítica con la cual buscamos componer nuestro pasado. Y la búsqueda es en clave de futuridad. Para mi generación (o parte de ella), el pasado y el presente estaban teñidos de futuro: influidos por el pensamiento de Sartre, muchos adolescentes pensábamos la vida como proyecto. Y si bien nuestras vivencias estaban conmovidas por el existencialismo francés y el humanismo marxista, lejos de quedar bajo un “estado de yecto”, nos amparábamos en los beneficios de la acción, o lo que pensábamos que era la acción social revolucionaria. Si la realidad era adversa, las palabras de Sartre nos esperanzaban: “… no somos terrones de arcilla, lo importante no es lo que se hace de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos de lo que han hecho de nosotros” (Sartre, 2003).

La conciencia familiar no se asentaba sólo en los relatos: mi familia extensa participaba religiosamente en movilizaciones populares. También mi padre era leal a su clase.

En 1955, un año antes de que yo naciera, mis viejos habían vivido en sólo un par de meses dos inmensas pérdidas: la muerte de mi hermana y la caída del gobierno peronista. En medio de ese dolor fui criada, entre el orgullo y la humildad, bajo la marca de la esperanza, cuyo horizonte estaba trazado por la educación pública. En mi escuela convivíamos niñas y niños de clase obrera y clase media. Transcurrían los años sesenta, los de proscripción del peronismo, los de la resistencia6. A lo largo de ese período, las luchas se expresaron bajo distintas formas (huelgas, sabotajes, tomas de fábrica, boicots, atentados, resistencia armada, alzamientos), pero fue a fines de la década de 1960 cuando tuvieron lugar los grandes estallidos sociales, los Rosariazos, el Cordobazo y otros “azos”

Esos acontecimientos, que se produjeron al calor de la gran oleada de rebeliones ocurridas en Francia, Checoslovaquia y México -que se añadían a la gran simpatía que habían despertado en los pueblos la revolución cubana y los procesos de descolonización en África y Asia- coincidieron con la muerte de mi papá y el comienzo de la escuela secundaria.

II

Cursé la educación media en la escuela Normal N°1, ingresando con sentimientos de fragilidad y desamparo: era pobre y huérfana y mi familia se encontraba más empobrecida aún después de la muerte de mi papá. Sin embargo, con la incorporación a la enseñanza media venía la esperanza de la promoción social.

En un punto de intersección –en términos de Dilthey– me encontraba situada entre la tradición obrera, la educación pública y la politización de la vida cotidiana. En ese cruce, recibí por parte de una compañera de la escuela la invitación a una reunión del Movimiento de Liberación Feminista organizado por el grupo "Muchacha". Corría el año 1972, tenía 15 años y se preparaba la llegada de Linda Jenness7 a la Argentina.

El ingreso en la escuela secundaria abrió las puertas a una etapa de mayor protagonismo social. Los impetuosos años setenta trajeron intensas movilizaciones que posibilitaron la apertura electoral. Al igual que los estudiantes franceses, también nosotrxs queríamos tomar “el cielo por asalto”, buscando un cambio en el sistema político que significara una transformación en los modos de vivir la vida. Nos incorporamos a la vida política siendo muy jóvenes, con 14, 15 o 16 años, bajo las imágenes del Che y otros líderes políticos que proponían una vida más noble e íntegra, en la que la fuerza moral actuaba como el gran carburante del motor revolucionario. Esas reuniones del Movimiento de Liberación Feminista estaban promovidas por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT – La Verdad). Por esos años, esta organización buscaba recomponer su base militante en Rosario luego de pasar por una crisis producida por la ruptura con el sector combatiente, cuyo brazo armado fue el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). En ese empeño, los cuadros políticos de la región se insertaron en el movimiento obrero, fundamentalmente en los sectores de la carne y metalúrgico, y, secundariamente entre estudiantes universitarios. Por razones que no expondré en este espacio, fue en el sector de estudiantes de escuela media donde se produjo el desarrollo más dinámico. En ese movimiento comenzó mi incorporación a la vida política partidaria. El trotskismo se convirtió en mi horizonte moral en aquél entonces, y continúa siéndolo.

Una de las primeras charlas a las que asistí reivindicó mi lugar en el mundo: fue sobre historia del movimiento obrero. Las daba un “viejo” de 36 años, a la sazón responsable de la regional Rosario. El partido era una organización marxista no gorila8 –lo cual me permitía metabolizar mi tradición familiar peronista- que impulsaba la lucha de clases junto al desarrollo intelectual, una concepción libre del arte y una vida sin prejuicios de género. En ese ámbito, mi origen y condición de clase eran valorados siguiendo una concepción esencialista, que entendía que tales condiciones actuaban como garantía de fidelidad al movimiento obrero. En tal sentido, se abría para mí un espacio desde el cual podía sentirme protagonista, galvanizando los habitus de clase, en términos de Bourdieu.

En los últimos años de la dictadura de la Revolución Argentina9 (1966- 1973), el activismo obrero y estudiantil se había acrecentado. La convocatoria a elecciones para 1973 llevó a que mi partido procurara la legalidad, debiendo para ello alcanzar un número piso de afiliados. La tarea estaba en manos de su escasa base militante compuesta principalmente por estudiantes de la escuela media. Las actividades para conseguir afiliados consistían en recorrer (“peinar”) barrios obreros y fábricas. Ahí tomamos contacto con trabajadores de distintos sectores, fundamentalmente de la carne, la mayoría de los cuales vivían en villas cercanas a los frigoríficos. En esos contextos habitacionales, la vida rural convivía con la urbana. Casillas de chapa, con gallinas y alguna huertita, cocinas a kerosén, música de chamamé y personajes inolvidables, grandes luchadores provenientes de distintas provincias a quienes no era raro encontrar entre libros de Dostoievski o Borges. Los trabajadores de la carne habían sido los grandes protagonistas de la resistencia en Rosario10. Aún se recordaban las mujeres que a caballo llegaban a las calles del centro mostrando sus pechos para dar “la vida por Perón”. En esas caminatas barriales aprendimos la importancia de la garantía horaria para lxs trabajadorxs de la carne, de las cotizaciones para mantener las huelgas o las organizaciones obreras, supimos de los enfrentamientos con la burocracia, el duro trabajo de las mujeres en la sección de la picada y también tomamos conciencia de la importancia del sector como puerta de ingreso para el activismo militante.

Los “piqueteos” por el cordón industrial no pasaban desapercibidos por la policía:

Transcurría agosto de 1972. Habitualmente los estudiantes secundarios salíamos a ‘piquetear’ el periódico (La Verdad) en las puertas de las fábricas, en los horarios de cambios de turno. En el cordón de Ovidio Lagos aún existía la fábrica Acíndar. Desde el ingreso por O. Lagos hasta la puerta de entrada corría una única avenida (Acevedo) por donde cientos de obreros transitaban en bicicleta. Éramos unos 10 chicos y chicas, la mayoría menores de edad que estábamos ofreciendo el periódico. Ese número era el posterior al 22 de agosto y estaba dedicado a la Masacre de Trelew. Al vernos, llegaron muchos móviles de la policía provincial dirigidos por Feced11, con personal fuertemente armado. Nos hicieron tirar cuerpo a tierra hasta que llegaron más móviles para trasladarnos a la Jefatura de Policía. Era una práctica habitual. Unos años después, hubiera resultado en asesinato o desaparición de los militantes” (testimonio de estudiante detenida).

El proceso de desindustrialización que se inicia con la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983)12 vino a cambiar la fisonomía de la que había sido una gran ciudad industrial. Ya no quedaron sino magros recuerdos de aquella villa de emergencia que se extendía a lo largo de más de 50 cuadras, ni del cordón industrial de la calle Ovidio Lagos, que habían cosntituído los nudos centrales de militancia. En su conjunto, la zona obrera de la región se desarrollaba a la vera del río Paraná. Comenzaba al norte, en Puerto San Martín- donde se había desarrollado la industria petroquímica- y se cerraba hacia el Sur con las empresas siderúrgicas de San Nicolás y Villa Constitución”, conformando el escenario de las más intensas luchas obreras que he vivido y que se han dado en la historia de la región13.

Las luchas obreras de 1974 y 1975 en Villa Constitución dejaron una marca indeleble en la vida de los habitantes de la región. El conflicto, originado por la normalización gremial de la seccional y luego por el reconocimiento de los representantes gremiales electos, produjo el levantamiento del conjunto del pueblo, dando lugar a una gesta conocida como El Villazo.

Asamblea de trabajadores en Villa Constitución.
Figura 1.
Asamblea de trabajadores en Villa Constitución.
Gentileza de https://www.laizquierdadiario.com/Cuando-el-Villazo-marco-el-camino

Cuando tuvo lugar la larga huelga de 61 días en 1975, yo estaba cursando la escuela secundaria. Por aquella época, el TIRSA, autobús que llevaba a Villa Constitución, pasaba por la Plaza del Normal. Así era como muchos estudiantes secundarios nos trasladábamos cotidianamente hasta Villa para dar apoyo a la huelga. También colaborábamos en otras tareas, cuidando enfermos y, sobre todo, impulsando el fondo de huelga. El comedor universitario de la Universidad Nacional de Rosario estaba entre las calles Moreno y Urquiza, y desde allí, todos los días salían camiones hacia Villa Constitución para sostener la huelga, luego de que los estudiantes votaran en asambleas el envío de las viandas que les correspondían.

El 20 de marzo de 1975 el gobierno de Isabel Perón, con la excusa de poner freno a un complot subversivo destinado a parar la producción de la industria siderometalúrgica, envía tropas y tanques a la ciudad, dando lugar a una de las represiones más feroces de la historia del movimiento obrero. La ciudad de Villa Constitución estaba llena de militantes solidarios que se habían congregado, llegando desde distintos lugares de la región. Cientos resultaron detenidos y muchos fueron asesinados o desaparecidos. Hoy se está juzgando a los empresarios que fueron cómplices y responsables de esos hechos.

Foto de placa conmemorativa colocada en abril de 2022, con ocasión de la señalización de la planta de Acindar, en cuyo predio funcionó un CCD donde estuvieron cautivas un conjunto de víctimas en el marco del proceso represivo contra la militancia sindical y política en Villa Constitución.
Figura 2.
Foto de placa conmemorativa colocada en abril de 2022, con ocasión de la señalización de la planta de Acindar, en cuyo predio funcionó un CCD donde estuvieron cautivas un conjunto de víctimas en el marco del proceso represivo contra la militancia sindical y política en Villa Constitución.

Foto tomada con Oscar “Pacho” Juárez, ex integrante del comité de lucha de Villa Constitución, con ocasión de la señalización de la fábrica metalúrgica Acíndar. Ex CCD (Centro Clandestino de Detención - Albergue de solteros, 22 de abril de 2022, Villa Constitución.
Figura 3.
Foto tomada con Oscar “Pacho” Juárez, ex integrante del comité de lucha de Villa Constitución, con ocasión de la señalización de la fábrica metalúrgica Acíndar. Ex CCD (Centro Clandestino de Detención - Albergue de solteros, 22 de abril de 2022, Villa Constitución.

Como señalé, mi organización política, el PST (Partido Socialista de los Trabajadores)14 centraba su accionar en el trabajo con el movimiento obrero. Producto de ese contacto cotidiano, y porque muchos pertenecíamos a esa clase, los militantes habíamos aprendido a hablar el idioma de lxs trabajadorxs, sus tradiciones y costumbres. Hasta tenía cierto halo de prestigio vestirse con ropa de trabajo e imitar las formas de hablar. Por origen, por adopción o por necesidad, estábamos dentro de la clase-que-vive-del-trabajo. Aprendimos a recordar y compartir sus anécdotas y experiencias. Rememorarlas me ha llevado a reflexionar personal y colectivamente sobre los contenidos de la memoria, su condición de historicidad y la forma en que ciertos episodios se destacan, se vivencian y se someten a una posterior construcción analítica.

La vida en y junto a la clase trabajadora durante mi adolescencia también estuvo impregnada por preocupaciones y prácticas intelectuales desplegadas dentro del campo del marxismo. Mi ingreso al PRT La Verdad fue estimulado por el impulso que estaba cobrando el movimiento feminista y, fundamentalmente, por mi inclinación por la historia del movimiento obrero. Más adelante se fueron agregando otras líneas de interés, iniciadas en escuelas de cuadros, grupos de estudio, o en la avidez por encontrar una dimensión explicativa a los contenidos de la dinámica social. Es así como en la escuela secundaria leíamos en las horas libres El manifiesto comunista, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado y también nos dejamos penetrar por las fascinaciones del existencialismo francés, particularmente a través de las lecturas de Sartre, Beauvoir, Malraux, como así también otras que remitían al campo de la ciencia y el arte. En estos planos, la perspectiva del trotskismo ejerció una particular atracción al sostener concepciones de la vida que se alejaban de los restrictivos moldes estalinistas. Durante los años 1970 no sólo la revolución cubana, la guerra de Vietnam o los masivos procesos de movilización componían nuestro contexto cultural, sino que ese humus también se encontraba abonado por procesos más viejos, como la guerra civil española, que traía vibraciones a los análisis del presente. Así, viejos combatientes o intelectuales expulsados de la España franquista traían sus voces, escuchadas como verdaderos tesoros.

III

El golpe del 24 de marzo de 1976 significó la ofensiva más dura aplicada contra los sectores populares en Argentina, propinando detenciones, asesinatos, robos de bebés y desaparición de personas. La política contra el movimiento obrero y popular se había iniciado ya durante el gobierno peronista, principalmente durante el período de Isabel Perón (1974/75), cuando desarrolló su accionar el grupo paramilitar denominado Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Estas políticas se desarrollaron como parte del Plan Cóndor15, que consistió en la coordinación de acciones entre las dictaduras del Cono Sur con el fin de garantizar beneficios a los sectores más conservadores.

En 1977 ingresé a la carrera de Historia en la Universidad Nacional de Rosario, después de haber transitado un par de años por Arquitectura, en un contexto de feroz represión. La Facultad de Filosofía y Letras (hoy Humanidades y Artes), que había cerrado sus puertas el año anterior, las abría con nuevos planes de estudio bajo una intensa vigilancia. La carrera de Antropología, sin embargo, mantenía cerrada su inscripción por ser considerada “carrera peligrosa”. En cambio, algunos de sus contenidos se dictaron bajo la forma de una orientación dentro de la Licenciatura en Historia. La represión era intensa, pero como los procesos sociales no se interrumpen al punto con los cambios institucionales, un conjunto de estudiantes continuaba sosteniendo silenciosamente las esperanzas de transformación social y también las ansias de formarse académicamente tomando distancia de los planes retrógrados de la dictadura. Fue así como tomé contacto con la Asociación de Antropología de Rosario, que albergaba docentes y estudiantes marginados de la universidad. Allí conocimos a quienes serían nuestros maestros y formadores, entre quienes destaco la figura de Edgardo Garbulsky, intelectual señero de la antropología en Argentina.

Ya en democracia, Edgardo alertaría que: “las formas particulares de transición a gobiernos constitucionales que se abren en nuestros contextos en los años ochenta, abren a los científicos sociales grandes posibilidades de reinserción, de nuevo dialogo entre disciplinas. Pero también están signadas de incertidumbres en lo teórico, de atracción de las teorías de moda. Es que llegamos en forma vertiginosa a un verdadero mundo de perspectivas inciertas. Las insuficiencias en el desarrollo teórico se suman a un proceso de globalización y de renovación de las formas de dominación capitalista que requieren una mente abierta a las diversas vertientes del conocimiento crítico” (Garbulsky, 2003).

En 1982, la guerra de Malvinas dinamizó las fuerzas sociales populares que venían realizando manifestaciones de oposición a la dictadura16. Las marchas y movilizaciones se sucedían cada vez con mayor frecuencia. La CGT (Confederación General del Trabajo) lanzó un plan que incluía la realización de asambleas en fábricas y sindicatos y de actividades colectivas de propaganda, dando cuenta de que el “Proceso” ya se había agotado. La consigna “pan, paz, trabajo, la dictadura abajo” era cantada en todos los ámbitos populares. En el universitari o, la guerra fue la oportunidad de comenzar a activar, poniendo en foco la necesidad de organizarse. En ese contexto, las reuniones e intercambios entre estudiantes se intensificaron y comenzó a organizarse el cuerpo de delegados de Humanidades y Artes. En ese proceso fui sancionada por las autoridades de la Facultad, al iniciar la primera asamblea estudiantil hablando desde la escalinata de la facultad. Sanciones que fueron levantadas gracias a las acciones del conjunto estudiantil, que en esos momentos se encontraba firmemente movilizado e interpelado por una serie de incitaciones político-sociales, como la revolución nicaragüense, el movimiento huelguístico de Polonia, la anexión de territorios del Golán por parte de Israel, o el accionar de Sendero Luminoso en Perú.

Visto los hechos ocurridos el día lunes 23 del corriente, y considerando que los mismos configuran una agitación de carácter político, partidario y gremial, expresamente prohibido por el artículo 4° de la ley n° 22.207 […] la Decana de la Facultad de Humanidades y Artes resuelve: Artículo1° Aplicar un llamado de atención a la alumna de la Carrera de Historia, Srta. Gloria Beatriz Rodríguez (DNI 12522897) Matrícula N° 56279771425, por su participación den los hechos de agitación producidos en la Facultad de Humanidades y Artes el día 23 de Agosto de 1982. Res. 0186/82D”. (Fragmento del texto de la sanción aplicada por la Facultad de Humanidades y Artes en 1982).

El regreso de la democracia parlamentaria permitió la reincorporación de los docentes que habían sido cesanteados durante la dictadura. El entusiasmo estudiantil era enorme. Teníamos a nuestra disposición grandes intelectuales que se comportaron muy generosamente. Entre ellos, quiero destacar la enorme figura de Alberto Pla, historiador de reconocimiento internacional, especialista en estudios del movimiento obrero, y bajo cuya dirección estuvo la colosal Historia del movimiento obrero editada por el Centro Editor de América Latina, como así también de la de Edgardo Garbulsky, figura señera en nuestra Facultad, no sólo por el impulso que dió a los estudios de la antropología argentina y latinoamericana desde la perspectiva crítica, sino por su firme presencia en los asuntos académicos, políticos y gremiales, tanto en nuestra universidad, como en el país y en América Latina, particularmente en Chile, donde transitó parte de su vida.

En mi plan de estudios, denominado Pla 77, debíamos realizar dos tesis, una sobre estudios regionales y otra por la orientación. Ambos trabajos los centré en el estudio de una organización gremial, la Asociación Empleados de Comercio de Rosario, abordando para los estudios regionales su historia –bajo la dirección de Alberto Pla- y el análisis de su estructura y función para la orientación en Antropología, con la dirección de Juan Mauricio Renold.

Esas instancias afianzaron mi vinculación con el movimiento obrero en el campo de los estudios académicos. Antes de recibirme, ya en el período democrático, ingresé como docente – alumna y continué como docente regular en la Facultad hasta mi jubilación en 2020.

En 1990 la Escuela de Antropología de Rosario fue, por primera vez, sede del III CAAS Congreso Argentino de Antropología Social. En esa reunión, se desarrolló una comisión de trabajo denominada Antropología y clase obrera, bajo mi coordinación. Por aquellos momentos concitaban mucho interés los debates en torno a la centralidad de la clase trabajadora como sujeto de transformación en relación con otros movimientos sociales: un panel integrado por Arturo Fernández, Alberto Pla y Ricardo Falcón fue seguido con mucha expectativa por un auditorio colmado de gente. Lo mismo sucedió con la exposición de un trabajo colectivo denominado “Vacas gordas, vacas flacas, vacas sagradas. Acerca de los saqueos en la ciudad de Rosario en 1989”, producto de una investigación realizada por integrantes de la Escuela17 .

En ese año -1990- se crea en la Facultad de Humanidades y Artes el Centro de Estudios de Historia Obrera (CEHO), con la coordinación de Alberto Pla, promoviendo investigaciones sobre la historia reciente y la realidad actual de los trabajadores, fundamentalmente en el ámbito del gran Rosario, del cual fui integrante fundadora. Si a comienzos de los años 1990 la centralidad de les trabajadores como sujetos fundamentales de transformación social era una cuestión calurosamente debatida, ya avanzada la década la temática se fue desdibujando.

Hacia mediados de la década de 1990 se formó el área “Antropología y trabajo” en la Escuela de Antropología, durante la gestión de Marta Abonizio, quien, por recomendación de Edgardo Garbulsky, invita a Santiago Wallace a presentar una propuesta para el desarrollo de un seminario.

En otro número de esta esta revista hemos contado la significación de la presencia de Santiago y su generosidad para impulsar los estudios del mundo del trabajo. Sin embargo, quiero destacar una ponencia que presenta en las Primeras Jornadas de Antropología de la Cuenca del Plata (Wallace, 1996), donde coloca el alerta sobre un cambio rotundo en el plano de las búsquedas laborales: las patronales comenzaban a seleccionar trabajadores “sin experiencia” laboral, abriendo paso a cambios culturales que acompañarán la necesidad de “implicar” a los trabajadores con objetivos patronales, disolviendo a su vez la tradición organizativa gremial. En tal sentido, Santiago planteó la importancia de avanzar en precisiones conceptuales que permitieran actuar en el nuevo escenario y, fundamentalmente, atender la dimensión de la subjetividad, ya que los cambios estaban produciendo transformaciones en “la forma de producir y tramitar el sentido, la significación y las prácticas”, y porque lo que no se podía expresar a través de otros modos se estaba haciendo a través del “sufrimiento”, entendido como una forma de resistencia a las nuevas modalidades de dominación. Por esos años, esa mirada sacudía nuestras almas:

era la constitución de un saber situado que partía de reconocer los profundos cambios operados como consecuencia de la crisis del modelo de acumulación taylorista – fordista; era un conocimiento construido “con otros” que también recogía una actitud militante, no tanto como “compromiso”, sino como una expresión explicativa, intelectual, desde el interior de la clase trabajadora, recogiendo una tradición forjada en los procesos mismos de sus luchas”. (Manzano, 2018).

Con Santiago, se avanzó en la idea de que

en los procesos y en el producto del trabajo están contenidas relaciones sociales específicas y que el hombre, en tanto trabajador, entabla relaciones sociales de carácter histórico a través de los cuales valora sus experiencias, tradiciones, construye sentidos, actúa y confronta en circunstancias que van a modificar su conciencia, y se relaciona con su medio a través de productos y comportamientos que caracterizan un tipo particular de cultura humana” (Wallace, 1999).

IV

Como consecuencia de la crisis social producto de las transformaciones en los procesos de trabajo y gestión del trabajo y de la aplicación de políticas de ajuste en la década de 1990 a través de la ley de Emergencia Económica –que implicaba la reforma del Estado, fundamentalmente a través de las privatizaciones de las empresas públicas– y la paridad peso–dólar, los estudios sobre la situación de lxs trabjadores cobraron nuevo impulso. Las profundas movilizaciones sociales que sacudieron al país pusieron en discusión los contenidos de conceptos fundamentales, como clase social, y repusieron en la agenda los estudios del trabajo, cuando habían sido prácticamente arrojados al basurero del fin de la historia.

Siendo la conflictividad social en el país un problema fundamental, una de las categorías centrales para el estudio de lxs trabjadorxs en tanto conjunto social era el conflicto. Producto de la dinámica social argentina, tomamos contacto con otros grupos de investigación con los que se organizaron los Encuentros de Investigadores sobre Conflictividad Laboral y Social18. Dada la característica de nuestras investigaciones, en las que proponíamos la construcción de conocimiento conjunto con lxs trabajdorxs, el vínculo más persistente fue con el Taller de Estudios Laborales (TEL), que presenta objetivos similares.

El conflicto, particularmente el conflicto laboral, es abordado como núcleo de condensación donde concurren las determinaciones de la totalidad social. Los conceptos de totalidad, experiencia y conflicto constituyen términos relacionales e inseparables en los que los fenómenos sociales aparecen como síntesis de la multiplicidad de condicionamientos, en los que intervienen dialécticamente, factores económicos, sociales, históricos, políticos y culturales.

En esa dinámica de encuentros para pensar la situación de los trabajadores y actuar a través de la participación en talleres convocados por el Taller de Estudios Laborales, tuvo lugar la constitución del NET (Núcleo de Estudios del Trabajo y la Conflictividad Social). Es un centro de estudios de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, nacido en el año 2003 con el propósito de dar cauce institucional a un conjunto de investigaciones y actividades desarrolladas por docentes y estudiantes de las carreras de antropología e historia. Las problemáticas que nos reunían, y que lo siguen haciendo, centran su atención en "dos núcleos referenciales, locus de producción de la trama de las relaciones sociales: el ámbito laboral y las instituciones gremiales", desarrollando investigaciones específicas en:

- Las transformaciones en los procesos de trabajo en los ámbitos de la industria y los servicios a partir de la última reestructuración capitalista.

- Las relaciones laborales emergentes en el ámbito de trabajo, focalizandose en las prácticas y significaciones producidas por los trabajadores y atendiendo a: a) las particularidades de las relaciones cotidianas; b) las prácticas generadoras de consenso y de conflicto, en los distintos momentos socio históricos.

- Las respuestas gremiales de los trabajadores en los contextos de reorganización del trabajo, considerando tanto formas tradicionales como innovadoras.

- Las formas heterogéneas que las transformaciones fueron adquiriendo en los distintos sectores de la producción y los servicios.

- La repercusión de las trasformaciones de los procesos de trabajo en la salud laboral.

- Los procesos organizativos y productivos desarrollados por trabajadores pertenecientes a la economía informal y sus vinculaciones con los programas diseñados e implementados por el Estado.

El equipo ha desarrollado proyectos de investigación y extensión en estos temas, acreditados por las secretarías de Ciencia y Tecnología y de Extensión de la Universidad Nacional de Rosario, como así también en la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, la Secretaria de Políticas Universitarias y el CONICET.

En el año 2000 un conjunto de factores se habían conjugado para dar lugar a una de las mayores crisis sociales del país. La ciudad de Rosario fue uno de los escenarios más importantes: “capital del peronismo”, “capital de la desocupación” y “capital del paro” fueron las cualidades más destacadas que la señalaron como núcleo crítico. Ya desde el año 2000, el sector de Antropología19 que funcionaba dentro del CEHO comienza a organizar los Encuentros Regionales Ciencias Sociales y Sindicalismo, con la participación de representantes de las centrales obreras (CGT y CTA) y de cientistas sociales especializados en el tema. Fue una gran sorpresa ver la favorable respuesta del mundo sindical a esta convocatoria que se hacía desde la Facultad de Humanidades y Artes, espacio poco habitual para la reunión del conjunto del sindicalismo. Esta reunión continúa teniendo lugar bajo la organización del NET y es valorada como un espacio donde tienen la palabra los diferentes sectores de la actividad gremial y sindical.

El propósito de los encuentros fue generar un espacio de intercambio que permitiera conocer y reconocer las prácticas de los trabajadores y sus organizaciones sindicales en la riqueza de su diversidad. En el contexto de ofensiva hacia los asalariados a través de la aplicación de políticas neoliberales, el sindicalismo tuvo posiciones y estrategias diferenciadas: participación, negociación o confrontación. La ciudad de Rosario se destacó por la confrontación. En el año 2000, bajo la gestión del presidente De la Rúa (1999 -2001), la actividad sindical de región era intensa. Sólo en la semana del 29 de abril al 5 de mayo se realizaron un paro general, tres actos y dos movilizaciones gremiales que contaron con gran masividad. Rosario era la “capital del paro” y sus máximos referentes, Juan Nucci (CGT Rebelde) y Héctor Quagliaro (CTA), encabezaron la nutrida movilización que acompañó a la huelga general. La protesta se orientaba contra la precarización de las condiciones laborales -impuestas en la práctica a través de la flexibilización- que el gobierno nacional buscaba consagrar a través de la sanción de la ley de Reforma Laboral (conocida como ley Banelco). Al calor de esas luchas se realizó el Primer Encuentro, contando con nutrida presencia de trabajadores y dirigentes que representaban las distintas expresiones del sindicalismo argentino. Ese evento marcó el comienzo de una relación sistemática con distintos gremios, locales y nacionales, que mantuvo su continuidad hasta el día de hoy20.

A lo largo de dos décadas, los ejes de discusión se sucedieron de acuerdo a la centralidad de las urgencias vividas por la clase trabajadora: conflictividad laboral y social; empleo y desempleo; disputa y negociación salarial; condiciones de trabajo, seguridad y salud laboral; organización gremial; representación gremial en los lugares de trabajo; modelo sindical; relación entre Estado y sindicatos; dinámica de la economía nacional; reforma laboral y reforma previsional; mujeres, políticas de género y diversidad; privatizaciones de los servicios públicos; transformaciones en las políticas económicas y su incidencia en la reestructuración productiva y en el mercado de trabajo. En tiempos de pandemia se realizó el último encuentro (2021), donde se abordó la acción gremial frente a problemas emergentes; las transformaciones laborales y las disputas en torno a la esencialidad; las experiencias en la defensa de la salud en situación; la situación de las economías populares y la situación de las mujeres, las políticas de género y diversidades sexuales.

1° Encuentro ciencias Sociales y Sindicalismo (2000). Gloria Rodríguez, Néstor Ferraza (Sindicato Trabajadores Municipales de Rosario), Arturo Fernández (CEIL-CONICET), Victorio Paulón (UOM Villa Constitución) y Edgardo Quiroga (CGT de San Lorenzo).
Figura 4.
1° Encuentro ciencias Sociales y Sindicalismo (2000). Gloria Rodríguez, Néstor Ferraza (Sindicato Trabajadores Municipales de Rosario), Arturo Fernández (CEIL-CONICET), Victorio Paulón (UOM Villa Constitución) y Edgardo Quiroga (CGT de San Lorenzo).

1° Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2000). Gloria Rodríguez, Ricardo Falcón (UNR); Héctor Quagliaro (CTA); Juan Nucci (CGT Rebelde) y Alberto Pla (UNR / CONICET).
Figura 5.
1° Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2000). Gloria Rodríguez, Ricardo Falcón (UNR); Héctor Quagliaro (CTA); Juan Nucci (CGT Rebelde) y Alberto Pla (UNR / CONICET).

4° Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2003)
Figura 6.
4° Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2003)

3° Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2002). Julián Gindin (NET, UNR); José Seoane (OSAL /CLACSO); Julia Soul (NET, UNR); Arturo Fernández (CEIL / CONICET); Oscar Martínez (TEL)
Figura 7.
3° Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2002). Julián Gindin (NET, UNR); José Seoane (OSAL /CLACSO); Julia Soul (NET, UNR); Arturo Fernández (CEIL / CONICET); Oscar Martínez (TEL)

4° Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo, en el patio de la Facultad de Humanidades y Artes. Panel: «Experiencias históricas de coordinación sindical y gremial». Coordinadora: Gloria Rodríguez. Disertantes: Victorio Paulón (UOM – Villa Constitución); Néstor Ferraza (Intersindical de Estatales) Héctor Quagliaro (CGT Argentinos) y Horacio Zamboni (Intersindical San Lorenzo)
Figura 8.
4° Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo, en el patio de la Facultad de Humanidades y Artes. Panel: «Experiencias históricas de coordinación sindical y gremial». Coordinadora: Gloria Rodríguez. Disertantes: Victorio Paulón (UOM – Villa Constitución); Néstor Ferraza (Intersindical de Estatales) Héctor Quagliaro (CGT Argentinos) y Horacio Zamboni (Intersindical San Lorenzo)

XI Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2019). Panel: Resistencia de los trabajadores, represión y complicidad patronal en la dictadura, a cargo de Victoria Basualdo (FLACSO / CONICET), Pablo Pozzi (UBA); Zenón Sánchez y Oscar Pacho Juárez (obreros ex detenidos).
Figura 9.
XI Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2019). Panel: Resistencia de los trabajadores, represión y complicidad patronal en la dictadura, a cargo de Victoria Basualdo (FLACSO / CONICET), Pablo Pozzi (UBA); Zenón Sánchez y Oscar Pacho Juárez (obreros ex detenidos).

XI Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2019). Panel: Resistencia de los trabajadores, represión y complicidad patronal en la dictadura, a cargo de Victoria Basualdo (FLACSO / CONICET), Pablo Pozzi (UBA); Zenón Sánchez y Oscar Pacho Juárez (obreros ex detenidos).
Figura 10.
XI Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2019). Panel: Resistencia de los trabajadores, represión y complicidad patronal en la dictadura, a cargo de Victoria Basualdo (FLACSO / CONICET), Pablo Pozzi (UBA); Zenón Sánchez y Oscar Pacho Juárez (obreros ex detenidos).

XI Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2019). Panel Luchando por la salud y la vida en el trabajo Experiencias de organización gremial en defensa de la salud de los trabajadores, Oscar Martínez (TEL); Gustavo Terés (AMSaFé Rosario); Sandra Wolanski (Espacio Intersindical de Salud); Orestes Galeano (ATE); Alejandro Crespo (SUTNA).
Figura 11.
XI Encuentro Ciencias Sociales y Sindicalismo (2019). Panel Luchando por la salud y la vida en el trabajo Experiencias de organización gremial en defensa de la salud de los trabajadores, Oscar Martínez (TEL); Gustavo Terés (AMSaFé Rosario); Sandra Wolanski (Espacio Intersindical de Salud); Orestes Galeano (ATE); Alejandro Crespo (SUTNA).

Trabajo colectivo en el ALA: Los estudios del trabajo en nuestra disciplina. Opacamiento del trabajo y 'recuperación del sujeto'

Los estudios del trabajo en nuestra disciplina tuvieron una dinámica que acompasó las agendas académicas de los años 1990: recorriendo los programas de las reuniones científicas se puede observar que las investigaciones sobre el tema no habían cesado, pero las ponencias se encontraban dispersas en comisiones de antropología política, económica, gestión y, en algunos pocos casos, movimientos sociales, lo cual nos habla de la negación o subsunción del campo temático, llegando a estar cuestionada la pertinencia misma de la antropología del trabajo. Dese el NET nos pareció importante promover el debate, el cual permitiría también refinar el análisis de aspectos complejos y contradictorios en las relaciones de trabajo, para lo cual presentamos una ponencia colectiva en el I congreso del ALA (NET, 2005)

En la misma, recuperamos los aportes de: M. R. Neufeld y S. Wallace subrayando:

a) Que el trabajo es la instancia de mediación de gran parte de las relaciones sociales y aún personales; se encuentra fuertemente vinculado a las relaciones de poder que se establecen entre las clases y con el Estado; que esas relaciones se producen en términos de subalternidad y hegemonía.

b) El carácter histórico - político del desarrollo del área relativa al trabajo. Área temática que se ha mostrado u opacado siguiendo diseños que no han estado ajenos a la dinámica de los procesos políticos mundiales y las consecuentes ‘agendas’ que los han acompañado desde las ciencias sociales.

La antropología no permaneció ajena al conjunto de las teorías que acompañaron el proceso de reestructuración del capital, estableciendo de hecho una vinculación con las agendas político – académicas dominantes. En ese contexto, sostuvimos que:

“Teniendo en cuenta que la labor antropológica -en tanto práctica y desarrollo teórico- se da en condiciones de situacionalidad y condicionamiento histórico-social (Menéndez, 1999:47) y reivindicando la concepción señalada por Neufeld y Wallace, de la Antropología como actividad “crítica” […] el enfoque antropológico de las relaciones laborales permite restituir el carácter contradictorio de las relaciones entre el capital y el trabajo a un plano explicativo de la dinámica de los procesos sociales. Por lo tanto, defendemos la pertinencia de un campo de estudios específicos relativos al trabajo”.

V

Dos experiencias de gestión

Entre los años 2007 y 2015 estuve al frente de dos gestiones como directora de la Carreras de Licenciatura y Profesorado en Antropología en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Este desempeño no se encontraba desvinculado de las incitaciones provenientes de las movilizaciones comenzadas a inicios del milenio. Un conjunto de problemas que se arracimaban eran abordados por el conjunto de la comunidad universitaria. La participación del movimiento estudiantil recobraba su protagonismo histórico y en la Escuela de Antropología –particularmente- se sostuvo un caluroso vínculo con les trabajadores y sus luchas, tanto en los lugares de trabajo como en las empresas recuperadas o en el movimiento de trabajadores desocupados. Es así como la institución se afianzó como un espacio natural para les trabajadores. Buena parte del remozamiento edilicio de la Escuela estuvo a cargo de una cooperativa de trabajadores conformada luego de una larga lucha contra despidos arbitrarios, y esos mismos trabajadores colaboraron con menesteres necesarios en ocasión del XI CAAS.

La Escuela de Antropología de la UNR fue sede por segunda vez del CAAS en el año 201421, esta vez en su décimo primera edición. Se realizó en homenaje a Edgardo Garbulsky y bajo la presidencia honoraria de Eduardo Menéndez, quien recibió el doctorado honoris causa y a la vez fue declarado visitante honorario por la Municipalidad de Rosario en reconocimiento a sus aportes a la antropología médica. La realización del evento fue posible gracias a la colaboración de un conjunto de instituciones como ocurre habitualmente, pero en esta ocasión se logró en gran parte gracias a la colaboración de las organizaciones sindicales de la ciudad, que contribuyeron con sus instalaciones. La escuela afirmaba su vínculo con lxs trabajadores.

En el camino de fortalecer herramientas teóricas y metodológicas para actuar afianzando el campo disciplinar, a través de las actividades organizadas se afirmó el compromiso de la disciplina con la sociedad. Las discusiones abordaron (y objetaron) la centralidad adquirida por cierto presentismo anárquico dentro de las ciencias sociales, cuya entronización entrampa al mundo académico, degradando los análisis explicativos y secundarizando aspectos relativos a la estructura social, a las dimensiones económicas, políticas e ideológicas, opacando la existencia de sectores sociales diferenciados, o bien reconociéndolos como meras variaciones cuyas “diferencias” debían ser recuperadas, pero sin remitirlas al contexto de hegemonía / subalternidad dominante. Se concluyó, a su vez, que es dentro de estas relaciones sociales planteadas en términos de hegemonía y subalternidad, donde se perpetran las negaciones, los olvidos, lo oculto y lo ocultado y donde se tensionan tanto las dimensiones teóricas, como las de orden práctico – ideológico.

Mi experiencia en la conducción gremial de los docentes universitarios comenzó con la propuesta de participar en las elecciones de la COAD (Asociación Gremial de Docentes e Investigadores de la UNR), nuestro sindicato local, como candidata a secretaria general. El propósito era sostener la continuidad en la conducción de una lista independiente de las patronales, los partidos políticos y los gobiernos de turno. Esta lista conduce el gremio desde el año 2003, llevando adelante un estilo democrático y participativo. Nuestra tarea militante en el período de gestión (2013- 2015) estuvo centrada en hacer respetar el flamante convenio colectivo de trabajo (celebrado por primera vez), la estabilidad laboral -trabajada conjuntamente con los docentes y defendida en instancias de paritaria particular-; la lucha por recomposición salarial; la superación de las condiciones de trabajo, enseñanza y aprendizaje y la acción solidaria y coordinada con otros sectores, reconociéndonos como parte de la clase trabajadora. Fueron años de grandes luchas acompañadas por intensas movilizaciones, que contaron con el apoyo de otros gremios locales y del movimiento estudiantil, defendiendo un modelo sindical impulsor de mecanismos de deliberación, consulta y organización en los lugares de trabajo.

Marcha en defensa de la Educación pública.
Figura 12.
Marcha en defensa de la Educación pública.

Palabras finales

Quiero agradecer nuevamente a la Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo y valorar su trabajo y empeño, que la coloca al lado de publicaciones de disciplinas afines. No he buscado discutir categorías o conceptos, como en otros lugares, sino asociar los impulsos e incitaciones que ha tenido mi vida personal a la elección de este campo de pensamiento y acción.

En estos momentos en que la experiencia misma está en peligro, me gusta afirmar las palabras de W. Benjamin cuando sostiene que la experiencia puede ser desoladora para quien lucha, pero rara vez conduce a la desesperanza.

Quienes habitamos en países capitalistas dependientes sabemos que el “instante de peligro” siempre está al acecho. Las guerras, las dictaduras y las políticas negadoras de la historia conducen a una crisis de la experiencia que produce desolación, pero su recuperación nos ubica en el sendero de la esperanza.

Referencias

Garbulsky, E (2003). La antropología argentina en su historia y perspectivas. El tratamiento de la diversidad, desde la negación / omisión a la opción emancipadora”, I Jornadas Experiencias de la Diversidad- Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural, FHyA (UNR), 9 y 10 mayo.

Hernández, A. (2015). Con la marca en el orillo. La memoria de los héroes que no tienen monumento. Rosario: Homo Sapiens.

Horkheimer, M. (2002). Crítica de la razón instrumental. Madrid: Trotta.

Hughes, S. (1958). Conciencia y sociedad. La reorientación del pensamiento social europeo 1890-1900, Valencia: Águila.

Manzano, V. (2018). Santiago Wallace y su legado para una antropología política del trabajo y los trabajadores en Argentina, Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo 2 (4). http://www.ceil-conicet.gov.ar/ojs/index.php/lat/article/view/454

NET, Núcleo de Estudios del Trabajo y la Conflictividad Social (2005). ¿Por qué una Antropología del Trabajo? Aportes para la discusión de su pertinencia disciplinar, I Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología (ALA), Fac de Humanidades y Artes (UNR) Argentina, 11 al 15 julio.

Rodríguez, G. (2018). “Antropología del trabajo y los trabajadores. Conceptos y elementos para el debate”. En Renold, J,.M, (Coord). Antropología social. Vol 3, Rosario: Laborde Editor.

Sartre, J.P. (2003). San Genet: comediante y mártir, Buenos Aires: Losada.

VV.AA. (1999). A diez años de los saqueos en Rosario. Crisis social, medios y violencia, Rosario: CECyT, CEO y CEA-CU (UNR)

Wallace, S. (1996). “Trabajo y subjetividad: las transformaciones en la significación del trabajo”. En Actas de las Jornadas de Antropología de la Cuenca del Plata. Rosario: Fac. de Humanidades y Artes, UNR.

Wallace, S. (1999). .Trabajo y subjetividad”. En Neufeld, M.R.; Grimberg, M.; Tiscornia, S., Wallace, S., Antropología Social y Política. Hegemonía y poder: el mundo en movimiento. Buenos Aires: Eudeba.

Notas

* Palabras de Augusto Castro (1995), en el análisis de El alma matinal y otras estaciones del hombre, hoy, de J. C. Mariátegui.
1 La yerra es la acción de marcar el ganado con fierro candente. En algunos países también se la llama “hierra”.
2 Rosario es uno de los nucleamientos urbanos más importantes de la Argentina. Ciudad industrial, comercial y estrechamente vinculada a la actividad agrícola pampeana a través del puerto, fue el hogar de una poderosa clase trabajadora que protagonizó acciones colectivas de distinto carácter a lo largo de su historia. La “Resistencia” al golpe de la Revolución Libertadora en 1955; el “Rosariazo” en 1969, el “Rosariazo del hambre” –nombre con el que denomina a los acontecimientos signados por los saqueos de 1989- y las luchas a lo largo de la crisis del año 2001 representan mojones de la irrupción popular en la escena social.
3 El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina y de la Fuerza Aérea bombardearon la Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno, con el objetivo de desencadenar un golpe de Estado para derrocar al gobierno constitucional de J.D. Perón. En la masacre fueron asesinadas más de 300 personas y hubo alrededor de 1.200 heridxs.
4 La autodenominada Revolución Libertadora es conocida como “fusiladora” por la feroz represión desatada contra los trabajadores. Tuvo lugar el 16 de setiembre de 1955 a través de un golpe de estado que derrocó al gobierno de J. D. Perón y se mantuvo hasta las elecciones condicionadas de 1958, con la proscripción del peronismo.
5 Entre 1920 y 1922 se desarrolló un movimiento huelguístico de trabajadores rurales en la Patagonia argentina, duramente reprimido por el Ejército, dejando entre 1.000 y 1.500 obreros asesinados. Los sucesos fueron investigados por Osvaldo Bayer, quien publica en 1972 el libro Los vengadores de la Patagonia Trágica.
6 La resistencia peronista es un período de la historia del movimiento obrero argentino que comienza con el golpe de Estado en 1955 y se extiende hasta la asunción al poder por parte del gobierno electo de Héctor J. Cámpora, después de 17 años de proscripción del peronismo. A lo largo de esos años, organizaciones sindicales, estudiantiles, barriales, etc., accionaron por la vuelta de Perón del exilio y la realización de elecciones sin proscripción alguna.
7 Linda Jenness (1941) es una luchadora feminista, autora de libros como Socialismo y Feminismo (1972). Fue candidata a la presidencia de los EEUU en 1972 por el Socialist Workers Party.
8 La expresión “gorila” alude a la persona cuya postura es antiperonista. Se comenzó a usar hacia 1955, pero luego se extendió por América Latina para designar a golpistas, reaccionarios o derechistas.
9 En junio de 1966 las Fuerzas Armadas ejecutaron un golpe de estado contra el gobierno constitucional de Arturo Illia, dando lugar a la dictadura autodenominada “Revolución Argentina”, hasta 1973.
10 En Rosario, el 80 % de la población se sublevó en defensa de Perón, según afirma Beba Balvé. El Regimiento 11 de Infantería era leal a Perón y no intervino. Desde Buenos Aires enviaron blindados y tanques a reprimir la insurrección durante 7 días. Hubo alrededor de 400 muertos, pero aun así, no se pudieron sacar los bustos de Perón y Eva Perón. Desde la zona sur, los trabajadores a caballo encabezaban la revuelta, con banderas y camisas sostenidas en palos en una mano y kerosén para quemar las casas de quienes apoyaban al golpe en la otra. Desde esa gesta, Rosario se transformó en capital del peronismo.
11 Agustín Feced (1921- 2013) fue Mayor y Comandante de la Gendarmería Nacional Argentina, y jefe de la Policía de la provincia de Santa Fe para la ciudad de Rosario. Entre 1976 y 1979, bajo la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional, fue el jefe del Servicio de Informaciones del II Cuerpo de la Policía de Santa Fe, que hacía las veces de un centro clandestino de detención. Su oficina coordinó el régimen represivo en Rosario y sus áreas vecinas.
12 El Proceso de Reorganización Nacional se inició con un golpe de Estado el 24 de marzo de 1976 y se mantuvo hasta el 10 de diciembre de 1983. Fue una dictadura cívico-militar-eclesiástica-empresarial que gobernó a la República Argentina y se caracterizó por establecer un plan sistemático de terrorismo de Estado. Aplicó un modelo económico-social de acuerdo con los lineamientos del llamado neoliberalismo.
13 Durante el gobierno de Isabel Perón, su ministro del Interior, Alberto Rocamora, denominó “Operativo Serpiente Roja del Paraná”, al plan para combatir el llamado "complot de la industria pesada", cuyo punto máximo de conflictividad se desarrollaba en Villa Constitución.. La larga confrontación con los gobiernos a partir de 1955 generó una tradición de resistencia y una cultura política que se expresaría con fuerza en los años setenta. La industria estaba en gran desarrollo, existiendo muchas plantas con miles de obreros. El peso estructural de los obreros industriales se había acrecentado por el dinamismo de algunas ramas de la producción a partir de la penetración de capitales extranjeros, que se inició con las políticas “desarrollistas” del gobierno de Arturo Frondizi (1858 -62) impulsando el desarrollo de las industrias petroquímicas, siderúrgica, automotriz situadas en una franja que abarcaba desde Córdoba, el cordón industrial del río Paraná y la zona Norte de Buenos Aires.
14 El PST (Partido Socialista de los Trabajadores) surge en 1972 como producto de la fusión entre el PRT (La Verdad) y el PSA (Partido Socialista Argentino, Secretaría Coral).
15 En noviembre de 1975 nace el Plan Cóndor en una reunión realizada en Chile entre las inteligencias militares de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. Las acciones fueron efectivizadas por una organización clandestina internacional que desplegó el terrorismo de Estado a través de la detención, asesinato y la desaparición de miles de personas.
16 De hecho, en los meses previos la actividad gremial era creciente y se expresó el 30 de marzo (días antes de la ocupación) en una manifestación contra la dictadura y su política económica, bajo la consigna “La Patria convoca al pueblo”. Si bien la confrontación contra el gobierno venía desarrollándose desde 1979, la derrota militar acrecentó el desprestigio de las Fuerzas Armadas, dando lugar a la convocatoria a elecciones para iniciar la transición a la democracia.
17 “El Rosariazo del hambre”, Rodríguez, Gloria y “Vacas Gordas, Vacas Flacas....Vacas Sagradas. A Propósito de los saqueos en la ciudad de Rosario, Argentina, Mayo/Junio De 1989”, Co-autora, en VV.AA., 1999.
18 Estos encuentros tuvieron lugar entre los años 2000 y 2005 con el objetivo de reunir a los equipos de trabajo que centraban sus preocupaciones alrededor de la conflictividad laboral y social, en uno de los momentos más problemáticos de la vida social nacional. Fueron organizados por el OSAL (CLACSO, 2000); el PIMSA (2001), el CEHO (2002), el TEL (2004) y el NET (2005), contando con la participación de la ASET, el CEIL, el Centro de Estudios e Investigaciones de la Universidad de Quilmes, entre otros. En el año 2001 también se realizó una actividad similar, convocado por la Universidad de Tres de Febrero.
19 Dos de nuestros primeros integrantes se radicaron más adelante en otras ciudades. Julián Gindin, quien se especializó en el gremialismo docente, lo hizo en el LPP (Laboratorio de Políticas Públicas) de Río de Janeiro (Brasil) y Julia Soul, por entonces orientada al estudio de los procesos de trabajo en la industria siderúrgica, lo hizo en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET), en Buenos Aires. Producto del contacto con investigadores jóvenes se consolidaron las investigaciones con el GAT (Grupo de Antropología del Trabajo) en la UBA (Universidad de Buenos Aires) y el GET (Grupo de Estudios del Trabajo) en FLACSO Ecuador.
20 En esa tarea nos hemos encontrado con compañeros de ruta y verdaderos maestros. Entre ellos el Taller de Estudios Laborales, con quienes hemos organizado talleres de formación sindical, el Observatorio Social de América Latina (CLACSO), el Programa de Investigación del Movimiento de la Sociedad Argentina (PIMSA) y el apoyo constante del Dr. Arturo Fernández. Numerosos especialistas han colaborado con nosotros en estos diez años, entre ellos: Ricardo Antunes (UNICAMP); Victoria Basualdo (Flacso); Leónidas Ceruti, Martín Schorr (FLACSO), Alberto Pla (UNR), Ricardo Falcón (UNR), Mirta Fulchieri; Nicolás Iñigo Carrera (PIMSA); Celia Cotarello (PIMSA); Carlos Crucella (UNR), Norma Valentino (CIET), Pablo Pozzi (UBA); José Seoane, Carlos Vaca (TEL); compañeros del Instituto Pascual Abarca de Venezuela, Oscar Martínez, Daniel Ximénez, Carlos Vaca, Hernán Rubio, Guillermo Pérez Crespo y Viviana Cifarelli (TEL).
21 El CAAS fue una de las reuniones científicas más destacadas en la UNR y en nuestro país para el año 2014. Una muestra de ello fue el informe de la Secretaría de Turismo de la Municipalidad de Rosario, que lo destaca como el evento que concitó mayor concurrencia en el año. Se acreditaron 2.864 participantes, se realizaron 81 grupos de trabajo, 11 mesas redondas, 3 foros y 4 conferencias centrales.

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